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A mis compañeras y compañeros de Unidas Podemos

Este ha sido uno de los años más complejos, fascinantes y perturbadores de la democracia
española. Un año en el que transitamos en la delicada línea que separa el éxtasis de la agonía.
Hemos enfrentado a fuerzas conservadoras y neofascitas que anidan en la frustración, el miedo
y la incertidumbre de sujetos sociales muchas veces maltratados, silenciados o ignorados por
quienes deberían garantizar sus derechos. Nuestras dificultades para construir alianzas, espacios
de encuentro y diálogo fueron aprovechadas por las nuevas y viejas oligarquías que amenazan
la democracia. Pero también, este fue un año de ilusiones, convicciones y esperanzas renovadas,
de aprendizajes y de maduración colectiva de las fuerzas políticas democráticas españolas. El
año en que pudimos dar un gran paso; un paso que nos permitirá iniciar un nuevo ciclo político,
haciendo del gobierno de coalición progresista una plataforma desde la cual garantizar, ampliar
y multiplicar los derechos de la gente, construyendo nuevos horizontes de dignidad, igualdad y
justicia social. Estamos en la víspera de un gobierno que marcará una etapa fundacional,
histórica para el futuro de la izquierda española y europea. No podemos perder esta
oportunidad.

Me tocó acompañar este proceso desde un lugar privilegiado. Pablo Iglesias, un político
brillante, pero, sobre todo, una persona buena y generosa, me invitó a acompañarlo como jefe
de gabinete en noviembre del 2018. Por aquellos días, pocos podían imaginar qué pasaría el año
siguiente. Pablo me dijo, jugando como le gusta con la ironía y el sarcasmo: “quizás tengamos la
suerte de un año tranquilo, aunque esta promesa siempre falla en España”. Y falló. Haber sido
su jefe de gabinete en este momento excepcional de Unidas Podemos y de la política española
fue una oportunidad inmensa que agradezco con emoción y que jamás olvidaré.

Pero la vida nos sorprende siempre, porque la vida nunca avanza en línea recta. La vida, como
la política, avanza haciendo curvas, ignorando los semáforos y las señales de peligro,
despreciando la calma y el aburrimiento de las planicies. Fue así que, mientras comenzábamos
a organizar una nueva etapa en la jefatura de gabinete de Pablo, fui llamado a sumarme a la
gran gesta democrática y popular que se inicia en la Argentina con el gobierno de Alberto
Fernández. Su futuro Ministro de Educación, Nicolás Trotta, me invitó a asumir una Secretaría
de Estado, responsable por la cooperación educativa internacional del país, así como de las
acciones prioritarias del Ministerio en la promoción del derecho a la educación desde el campo
de la cultura, las políticas de igualdad, los derechos humanos, el feminismo y el ecologismo, la
participación y la movilización de la sociedad civil, las luchas por la memoria y la diversidad. Un
espacio de políticas intersectoriales de enorme potencial y responsabilidad, junto a un equipo
brillante y comprometido.

La decisión no ha sido fácil. Fue una de las más difíciles de mi vida. Unidas Podemos me recibió
con generosidad, cariño y solidaridad. Desde el principio, me sentí uno más de este gran
colectivo que lideran Pablo e Irene Montero. A ellos, y en nombre de ellos a todo el equipo de
Podemos y sus confluencias, les agradezco la oportunidad que me han brindado. Son y serán
mis amigos y amigas, mis hermanos y hermanas queridas, siempre.

Vuelvo a la Argentina después de casi 30 años. Es extraño volver al lugar del que no te has ido
nunca. Pero necesito regresar a una América Latina donde renace el futuro, al mismo tiempo en
que persisten brutales violaciones al estado de derecho democrático, frente a la pasmosa
indiferencia de las naciones más poderosas del mundo. Vuelvo a un país que, unos pocos años
atrás, abría oportunidades y generaba condiciones de bienestar a su gente, y que ahora tiene
más del 40% de su población por debajo de la línea de la pobreza, donde el 60% de los niños y

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niñas (esos niños y niñas que atiende el Ministerio de Educación de mi país) viven en hogares
pobres o muy pobres. Vuelvo a América Latina, la región más desigual y más violenta del planeta.
A la tierra arrasada por las oligarquías, por el imperio de la injusticia. Vuelvo a la América Latina
del desprecio a la vida de los que menos tienen, de las mujeres, de los jóvenes, de las
poblaciones negras e indígenas, de los excluidos, de los olvidados, de los que solo han masticado
humillación y maltrato. Y por eso vuelvo. Porque para los que hacemos política desde el campo
popular, la elección entre el bienestar personal y el abismo nos resulta irrelevante. Elegimos
siempre el abismo, porque son los abismos el mejor sitio para lanzarse a volar.

Tengo muchos agradecimientos que hacer. Prefiero guardármelos para decirlos en secreto y
personalmente a esas amigas y amigos queridos que siempre nos brindaron caricias, apoyo y
protección, desde que llegamos a Madrid con Flor, Camila, Ana, Helena y Bianca.

Quiero dejar constancia de mi gratitud y amistad hacia Iván Redondo, con quien compartí
algunos de los momentos más intensos de este año fascinante y turbulento.

Como quiera que sea, no es esta una carta de despedida. Tengo la fortuna de que mis nuevas
responsabilidades en el gobierno argentino me mantendrán unido a este país que seguirá siendo
siempre parte de mi corazón. Una de las prioridades centrales de la cooperación educativa,
científica y cultural del gobierno de Alberto Fernández, será reconstruir los vínculos de
intercambio y las alianzas con España. Debemos fortalecer y recuperar el valor estratégico de
nuestra cooperación, construyendo un Espacio Iberoamericano del Conocimiento, la Educación,
la Cultura, la Ciencia y la Innovación. España y Argentina podrán liderar este proceso. Una
oportunidad que se abre y que no dejaremos escapar. Nuestro pasado nos une. Nuestro futuro
también.

Quizás la evidencia más elocuente de que el franquismo fue una dictadura despiadada, es que
el preso político que más tiempo permaneció encarcelado fue un poeta, Marcos Ana. Los tiranos
odian la libertad, por eso odian la poesía y los poetas. 23 años de encierro no callaron a Marcos
Ana. Los tiranos nunca entendieron en qué consiste la poesía, cómo crean los poetas ni cómo
hacen de sus obras un bien común que sobrevive al tiempo. Fue Marcos Ana el que alguna vez
nos brindó el secreto de la felicidad y la única lección que jamás deberíamos olvidar los que nos
dedicamos a la política: “vivir para los demás es la mejor forma de vivir para uno mismo”.

Seguiremos juntos porque, aunque nos separe un océano, estaremos siempre en la misma orilla.

Un abrazo fraternal.

Pablo Gentili
Madrid / Buenos Aires, 9 de diciembre de 2019

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