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Capítulo I

FALSIFICACION DE DOCUMENTOS EN GENERAL

1. CONCEPTOS PRELIMINARES.

La sociedad se mueve a un ritmo incesante ñ, son cada ves más las actividades que involucran a
los cuidados , la dinámica de las relaciones sociales determina incidencias importantes en el
ámbito jurídico; la sociedad post-industrial pone al tapete la aparición de nuevas actividades
sociales económicos y cultura dicha versarial determina el uso actividades sociales, económicas
y culturales, dicha versatilidad determina el uso y empleo de ciertos mecanismos que resulten
necesarios para la concentración de ciertas finalidades.

Lo dicho, se manifiesta en el mundo de los negocios, en el comercio en la industria, es decir, en


el ámbito del mercado, en el tráfico jurídico, donde sus protagonistas realizan , ejecutan y
efectúan una variedad de actos comerciales, la suscripción de negocios jurídicos, de efectos
vinculantes para las partes.

Es ahí donde se puede identificar una esfera muy precisa, donde toman lugar estas actividades
económicas, que si bien tiene como sujetos actuante a dos o más personas, dicha actuación
trasciende un plano de individualidad o de bilateralidad, y, se inserta en el sistema económico y
fiduciario. Con ello queremos destacar la idea, que el normal funcionamiento de los negocios
jurídicos, de los actos legales que acontecen en dicho ámbito, repercutan decididamente en
toda la circulación y movimiento de dichas actividades, en el sentido, de que las distorsiones,
perversiones y conductas fraudulentas a fines que puedan acontecer, desencadenan
consecuencias importantes en la finalidad del sistema.

De antaño, se vislumbran instrumentos elementos y otros, destinados ala acreditación y


probanza de una determinada situación, es decir, los ciudadanos deben ampararse en sus
aportes materiales, que permitan acreditar una relación jurídica, una vinculación legal que
define una cierta situación de distinta índole, no necesariamente de naturaleza económica.

La relación conyugal se prueba con acta matrimonial, la filiación de un hijo con la partida de
nacimiento, la identidad de una persona con el documento nacional de identidad , la
representación legal de una empresa con el poder inscrito en el registro de personas jurídicas,
la propiedad de un inmueble con el título de propiedad, la hipoteca u otro gravamen con el
título respectivo, la compra venta del bien inmueble con la minuta, la declaración de heredero
voluntario con el testamento; es decir, un sinnúmero de situaciones, de relaciones, cuya
probanza requiere de un soporte material, de un sustrato físico (inmaterial), que pueda dar fe
de dicho hecho.

No basta, pues, la declaración verbal que una persona a pueda presentar sobre un determinado
hecho, de ser así se crearía un campo fecundo hacia la mentira, la mendacidad, el
aprovechamiento y otros comportamientos similares, teniendo a más de una persona como
titulares de un derecho.

Aspecto que incidió, en que el estado, a partir de sus primeras formaciones organizativas, a
través del derecho, haya de requerir la elaboración de soportes materiales (documentos),
destinados a probar una determinada relación jurídica, que dar fe de una situación que
involucran a los ciudadanos, sea como titulares de derechos subjetivos o como sujetos
obligatorios a realizar una prestación, v.gr., el sujeto deudor sobre su acreedor, por medio de
un contrato de obre, se fijan ciertas circunstancias que obliguen a sus suscriptores, etc.
Surge así la necesidad de garantizar el tráfico jurídico, la seguridad jurídica, en cuanto a la
confianza de los agentes del mercado, de que están formando parte de un negocio jurídico
auténtico, revertido, de legitimidad es por tal razón , que cuando hablamos de 《 de fe pública 》
, ingresamos a un sub sistema de carácter institucional, por tanto, digno y merecedor de tutela
punitiva.

Entonces, el análisis no lo podemos ubicar en un plano atomista del ser humano, de manera
individual, con ello decimos muy poco, debemos penetrar un pleno social, en la medida, que los
diversos negocios jurídicos, que requieren para su perfección del empleo de documentos, nos
evoca el interés de toda sociedad , de que dichos soportes materiales se correspondan
plenamente con la declaración de voluntad de los firmantes, dando lugar a los términos de 《
veracidad》, 《legitimidad》 y 《autenticidad》.

Conforme lo anotado, en una sociedad imperfecta como de los hombre, se identifica individuos,
que ya de larga data, se dedican a distorsionar la voluntad de los ciudadanos, es decir, se
aprovechan de ciertos conocimientos, de ciertas relaciones que entablan con los demás, para
confeccionar un documento que no se corresponde con la verdad de los hechos. Es así, que se
vislumbra el término 《falsedad documental》, como la vía que emplea el agente, para probar un
hecho y así, verse beneficiado con su uso y/o empleo, a su vez, pudiendo provocar el perjuicio
al derecho subjetivo de un tercero.

Siendo así no solo se afecta el derecho del ciudadano, de quien se ve afectando en sus intereses,
cuando el agente introduce un documento apócrifo al tráfico jurídico, sino también la confianza
de todo el colectivo, de que en el tráfico jurídico solo ingrese aquel acervo documental que se
corresponde con las garantías de veracidad , autenticidad y legitimidad. Por consiguiente se
identifica un bien jurídico de naturaleza supra individual, al trascender un estricto plano
interpersonal.

Con ello, nos estamos remontando a conductas de falsedad, que han tomado lugar, desde
tiempos pretéritos, lógicamente bajo otras características y particularidades, no las que
observamos en la actualidad, pues vaya que estos sujetos inescrupulosos se valen de las
bondades de la ciencia y de la tecnología, para depurar sus técnicas delictivas, en cuanto a la
perfección y uso de documentos falsificados .

Siguiendo la línea argumental es que se conceptúa al tráfico jurídico, como aquel ámbito donde
se desenvuelve una incesante y prolija actividad inter social , de particular importancia en la vida
social y económica del país; donde su confiabilidad resulta imprescindible para su propio
desarrollo, la confianza de los inversionistas de los actores, que los negocios jurídicos que
suscriban se encuentren amparados por documentos genuinos y auténticos.

En este alud, la política criminal despliega un rol fundamental, sabedores de una realidad
criminológica, que devela como no pocos individuos, incursionan en este universo de la falsedad
documental; en el Perú existe una ingente actividad falsario, son una cantidad significativa de
individuos que se dedican a este ilícito procedor, basta con dar un vistazo a ir. Azángaro en el
cercado de Lima, para darnos cuenta de esa gran oferta de falsificación de documentos , tanto
públicos como privados, quienes con el mayor descaro buscan captar a clientes a todo ciudadano
de pie que se cruza esta arteria de la ciudad. Lo paradójico a todo esto , es que ello sucede a
pocas cuadras del palacio de justicia, de ahí, que de forma permanente toma lugar
intervenciones policiales, para identificar y capturar a estos agentes, más parece no ser
suficiente. Hacer mella en estas organizaciones delictivas, requiere de un trabajo muy
minucioso y coordinado entre las agencias de persecución penal, tal como sucede en el caso de
la piratería de tanto daño produce en la industria nacional.

No estamos frente, a la expresión de un derecho penal simbólico en tanto la praxis judicial


grafica una alta incidencia de condenas por los delitos que atacan a la fe pública , siendo que los
juzgados y salas penales se encuentran atiborradas con causas de esta naturaleza.

A los dicho cabe agregar, que los delitos aglutinados sobre el concepto de la fe pública, por lo
general son empleados para la perpetración de otros injustos penales, muy por lo general, el
agente se valdría del documento apócrifo en concurso con el delito de estafa o también para
inducir en error al funcionamiento público, conforme los términos normativos del artículo 416
del CP situaciones aquellas que conllevan el reconocimiento del llamado curso medial .

La falsedad es, en efecto, como la violencia, un modo de conducta genéricamente reversible,


capaz de conducir a los más variados delitos. Muchas son las figuras en las que la falsedad, es
alguna de sus variadisimas formas desempeña un papel importante. La idea misma de fraude es
imprescindible de la falsedad. Además, otras clases de hechos que nada tienen que ver con
prejuicios patrimoniales, adquieren carácter delictivo cuando son cometidos mediante una
falsedad.

2. ANTECEDENTES

Comportamientos como los que se glosan en el título XIX del CP, no son conducciones humanas
que recién aparezcan en la modalidad o en la instauración de los incipiente estados nacionales
n sino que datan de épocas muy antigua, desde una posición reforzada de la autenticación de
ciertos documentos por partes de los estados, por lo que en principio, la discriminación de estas
conductas, refieren a la falsificación de documentos públicos.

El primer antecedente legislativo que se recuerda de la falsedad documental fue la ley comelio
testamentaria et numaria, que después se conoció como lex comelio de falsis, promulgada en el
año 78 a.c. , a propuesta del dictador LUCIO CORNELIO SILA (I 38-78 aC), cuya importancia radica
en que fue la base de consideraciones de los jurisperitos romanos y medievales para la antigua
elaboración conceptual de la falsedad y que dio pie, con el trascurso del tiempo , a su
estructuración técnica en los códigos del centro de Europa del siglo XIX, además de ser un
referente obligado hasta los tiempos que corren en las legislaciones que se han mantenido fieles
a su origen.

En el derecho romano el falsum viniera a ser denominador común o medio calificante de muy
variadas acciones, y no propiamente el nombre de un delito o de un grupo de delitos cuyo objeto
común permita hoy una clasificación sistemática.

Dicho lo anterior, la falsedad habría de recaer sobre los primeros instrumentos, que el estado
crea, mediando un sello estatal, en primer orden las monedas como medios de pago y otro
símbolos que el estado asumía su titularidad.

Conforme lo anotado, la idea de falsedad estaba dispersada en una serie de acciones delictivas,
que no necesariamente responden a la unidad de sistematicidad, que se refleja en la tipificación
de las figuras que atentan contra la fe pública.
La noción de fe pública de elabora a partir de u criterio social , es decir, el elemento público,
nos hace comprender que las ofensas se dirige hacia la confiabilidad de la ciudadanía hacia la
autenticidad y legitimidad de los documentos que ingresan al tráfico jurídico.

Parece ser que la expresión latina falsum significaba insistentemente el engaño malicioso
mediante palabras o hechos y comprende tanto lo no auténtico como lo verdadero lo que de
por sí muestra la amplitud y la desorientación de la materia ha ofrecido en los sistemas penales.

Se atribuye a FILANGIERI haber adoptado por primera ves esta idea directriz de la fe pública,
pero en ese autor la expresión está tomada más bien en el sentido de confianza y bue a fe, de
manera que no aparece bien delimitada la categoría de los delitos contra la fe pública
propiamente dichos y los que ofendan a la propiedad mediante un fraude cualquiera. Con este
criterio, incluye en la categoría delitos en los que no puede verse un ataque primordial contra
lo que hoy entendemos por fe pública tales como el peculado de los depositarios y
administradores de rentas públicas, la violación de secretos de estado, el fraude de los tutores
o la quiebra fraudulenta.

La falsedad como acción delictiva, entonces se dirige a indicar el quiebre de confianza del
colectivo hacia todos aquellos medios e instrumentos cuya autenticidad y legitimidad
corresponde exclusivamente al estado.

Con CARRARA, ya se distingue la fe privada de la fe pública, y esta solamente existe en cuanto


media un acto de autoridad. Para ellos, el derecho no solamente establece una clase de
funcionarios encargados de autentificar, sino una seria de medios de autenticidad: sellos,
timbre, cuños. De ese modo , nace en los ciudadanos una fe que no deriva de los sentidos no del
juicio ni de las meras tentaciones de un particular, sino de una prescripción de la autoridad que
la impone.

Se puede decir entonces, que la Concepción de los delitos de falsedad estaba impregnados de
las nociones del engaño, del fraude, del ardid y, a su vez, con el derecho a la verdad.

Hoy los delitos de falsedad documental ya no se refieren a una situación de engaño individual,
como sucedía entre los romanos, sino que se ubican en ese espacio de protección de situaciones
de orden general como estados de la vida social necesarios para los actores del tráfico
documental.

Vemos que la Concepción es de identificar lo falso con lo que se corresponde con la verdad, el
contraste de la veracidad, no el documento en sí, sino las declaraciones que allí se consignan.

Son los órganos estatales , que a través de sus servidores y funcionarios públicos, dan fe a los
documentos que suscriben los particulares de ahi surge la confianza que dichos símbolos o
documentos inspiran en los ciudadanos.

En tal entendido, la necesidad de protección penal de los documentos que forman parte del
tráfico jurídico, para por garantizar la confiabilidad del público, de aquella percepción cognitiva,
que permite que los negocios jurídicas y la Vida social general puedan desenvolverse bajo un
ambiente de tranquilidad y confianza; por tales motivos, no se tutela ámbitos precisos de
derechos individuales, sino más bien un ámbito de naturaleza colectivo (publico).

El derecho penal actual protege, entonces, más ampliamente situaciones de la vida social que
corresponden a la comunidad en forma estandarizada y general, espacio en el cual surge una
nueva Concepción de los bienes jurídicos ahora supraindividuales o colectivos.
La fe publica, si bien surge en escena como un interés jurídico de orden estatal, al ceñirse en
principio a la tutela de los documentos públicos, al cobijar también a los documentos privados,
se inserta en una esfera más omnicomprensiva que lo lleva a definirlo como un interés jurídico
que pertenece a la sociedad en su conjunto. Factor, que tendería a quebrar la coherencia
sistemática de estos delitos, pues como se dice en la doctrina sea cual fuere el alcance de esas
nuevas maneras de considerar este capítulo del derecho penal, con respecto a la influencia que
pueda ejercer en la legislación, que sigue atendida al antiguo concepto de la fe pública, el nuevo
enfoque tiene el poder de limitar el indefinido ámbito de aquella expresión, que se preste para
inducir en error y colocar entre clase de delitos ciertos hechos que, efectivamente, pocos tienen
que hacer con la tutela autónoma de la autenticidad y veracidad de ciertos objetos y
documentos.

Lo antojado por el autor argentino es importante para definir con corrección el bien jurídico
objeto de protección en cuanto a los fines probatorios del documento, así como de la
autenticidad y veracidad, que pueden no estar presente en estas hipótesis.

Podemos decir, que la falsedad delictiva, puede presentarse bajo dos modalidades a saber: -
primero, desde una base estrictamente material, cuando se confecciona u documento,
creándose de forma ficticia uno de sus elementos integrantes, dando lugar a la posibilidad que
su autor lo emplee

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