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X Jornadas Interdisciplinarias de Estudios Agrarios y Agroindustriales

Argentinos y Latinoamericanos
Buenos Aires, 7 al 10 de Noviembre de 2017

Eje temático N°: 10

Título: “No son productores. La construcción de las categorías de destinatarios de políticas


públicas y sus implicancias”

Autor/a/es: Matías Berger

Pertenencia institucional: CEIL (CONICET) / FSOC (UBA)

E-mails: enriqueberger@hotmail.com

“No son productores. La construcción de las categorías de destinatarios de


políticas públicas y sus implicancias”

En esta ponencia me propongo analizar la construcción de las categorías de clasificación


de destinatarios de políticas públicas, en particular de los sujetos subalternos del mundo
rural y agrario.

Dicha construcción no sólo entraña un problema de definición y clasificación, que en


principio emana de definiciones operativas de los “destinatarios”, sino también una
orientación de las acciones de los agentes territoriales, de las poblaciones y de los
agentes locales de gobierno y otras instituciones públicas, privadas o del tercer sector.

Por otro lado, esas categorías están atravesadas por disputas y transformaciones acerca
del “sujeto” de las intervenciones de “desarrollo rural” y por los diferentes enfoques y
perspectivas de agentes institucionales y de diferentes gestiones.

La ponencia trabaja sobre controversias generadas entre poblaciones locales, agentes de


terreno y funcionarios a cargo de la gestión de programas a nivel local, provincial y
nacional.

Constituye un trabajo preliminar de interpretación y reinterpretación de un trabajo de


campo realizado entre los años 2004 y 2014 en una provincia del nordeste argentino.
Dicha investigación continua en el marco de los PICTs “Disputas por las formas de
regulación del trabajo en estable cimientos agropecuarios y emprendimientos
asociativos en el período 2003-2013” (2295/12) y “Agentes estatales, campesinos e
indígenas en la reconfiguración de estatalidades y modos de vida en Jujuy.” (2676/14)
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Introducción

Las categorías de clasificación se configuran en interrelación con las formas, estrategias


y enfoques de “intervención” (Cowan Ros, 2002; Schiavoni, 2005; Rodríguez Billella,
2005). Además, una cuestión son las estrategias a nivel de discurso institucional y otra
la reinterpretación y despliegue que realizan los agentes territoriales que las llevan
adelante. Este era un debate abierto en la Argentina a principios de siglo XXI cuya
génesis puede rastrearse en la década del 60 (Slutzky, 1975; Basco y otros, 1978; Basco
y otros, 1981).

A inicios de siglo XXI muchas de estas posiciones (estrategias/clasificaciones) son


sintetizadas, o intentan ser sintetizadas, en la categoría de Agricultura Familiar. En la
región, la construcción de esa categoría se destaca en Brasil (Paz, 2008; Servolo de
Medeiros, 2010; Schiavoni, 2010) donde algunos sectores la toman como una
posibilidad de posicionar el debate por un modelo de desarrollo agrario alternativo que
además permite emparentar las luchas de productores y ciertas categorías de
propietarios agrarios con las corrientes sindicales. Sin embargo, también es resistida por
quienes reivindican la categoría de campesinado y la lucha de los Sin Tierra.

Clasificar no es sólo brindar una definición “operativa” de destinatarios de acciones


determinadas sino que también expresa una orientación de dichas acciones. En el caso
de Argentina, el PSA y Cambio Rural expresaban definiciones que fueron parcialmente
revisadas e incorporadas en la categoría AF (por ejemplo fundamentalmente y en un
primer momento en el documento del FoNAF) pero en la amplitud de esa categoría
cristalizaron esas sub-categorías sin que se plasmen metodologías de trabajo específicas,
sólo una herramienta específica, el Monotributo Social Agropecuario.

A su vez, este proceso de vio “acelerado” en el marco del conflicto por la 125 dando
lugar al reemplazo del PSA por la SsAF sin una adecuada asignación de funciones y
presupuesto y con la perspectiva de disputar por los “sujetos”, pensados como “bases”,
del desarrollo rural y de los procesos organizativos.
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Entre el PSA y la creación de la SsAF no hubo una redefinición explícita de sujetos, de


su clasificación, de su segmentación, de los abordajes de sus diferentes problemáticas y
de los niveles de gobierno y ámbitos de actuación en que serían abordadas (Manzanal,
2009; Bertoni y Soverna 2015). Casos paradigmáticos son las cuestiones de la tierra y el
agua, en las que suele haber coincidencia que son dos cuestiones estructurales
relevantes y que constituyen temas prioritarios.

La administración de la tierra, por ejemplo, es una cuestión de jurisdicción provincial en


la cual el estado nacional no tiene injerencia directa. En cuanto al agua, no hubo una
planificación a nivel nacional de tecnologías y abordajes disponibles e investigados en
territorio.

En relación al trabajo de los “agentes territoriales”, la primera gestión al frente de la


SsAF tenía por uno de sus objetivos “cambiar las cabezas PSA”, lo que comprendía
ampliar los sujetos que debían recibir asistencia técnica y financiamiento pasando de
trabajar exclusivamente con el segmento de “subsistencia” a trabajar con aquellos
segmentos usualmente denominados “en transición”. No se conoce una clasificación por
sectores, por necesidades de reconversión o diversificación.

Esto se daba en el marco de una ampliación de las categorías económicas de ámbitos


rurales y del sector agropecuario en el ámbito del Mercosur que influyó en la
incorporación de la categoría AF a partir de 2003. Dicha categoría era promovida por
Brasil siendo allí producto de una discusión cuyas raíces tenían varias décadas. Si bien
en Argentina es posible rastrear procesos similares, la discusión no parece haber ganado
la misma densidad y maduración y el conflicto de 2008 impugnaba, para las esferas
gubernamentales, el involucramiento de FAA en lo atinente a esta categoría.

Ello significaba para las autoridades de la SsAF una segunda tarea: que las bases de
FAA pasen a participar en otro espacio: el FoNAF. Con el paso del tiempo esta
intención mutaría a reabrir el diálogo con FAA, en algunos casos para sumarla como
organización líder en los espacios vinculados a la FAA y en otros para que sea una más.
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Esta última cuestión estaba estrechamente asociada a la redefinición del sujeto de las
“intervenciones” o al “sujeto de desarrollo” pues “ampliar las cabezas PSA” significaba
tomar como sujeto de las acciones a la “base social” de FAA, independientemente de la
adscripción y participación de los sujetos concretos. Pero además implicaba una
definición de sujetos a nivel organizacional y de representación política. Al respecto es
importante destacar que la trama organizacional asociada a los ámbitos rurales era
sumamente diversa y no en todos los casos reconocía en FAA un par y mucho menos un
liderazgo. Se abrían así otros caminos asociados a la economía social / popular y
solidaria, a las reivindicaciones de autonomía y de las categorías de campesinos y
pueblos originarios.

Estas cuestiones y redefiniciones que trataban y discutían funcionarios nacionales


reconocía interlocutores en los ámbitos territoriales pero no tenía un vaso comunicante
claro, directo ni rápido. Los marcos orientativos de acción de muchos agentes
territoriales, de referentes de organizaciones y de otras instituciones eran diversos de
una provincia a la otra, elemento que es posible observar en diferentes trabajos que han
tratado estas cuestiones (Schiavoni, 2005; Rodríguez Bilella, 2005; Cowan Ros, 2008;
Berger, 2012; Berger y Ramos, 2014) que si bien no son todo lo abundante que
desearíamos si permiten observar esas disparidades.

Por otro lado, las organizaciones reconocidas por agentes del gobierno nacional no eran
necesariamente reconocidas por los agentes territoriales en las provincias o a nivel local
o en algunos casos era cuestionado o desconocido su trabajo territorial. En otros, se
reconocía alguna facción o a un grupo de integrantes que la organización señalaba como
sus adherentes y los agentes territoriales como personas que trabajaban con ellos. En
ocasiones era producto de un desconocimiento real pero que no estaba exento de
“chismes” de unos sobre otros. En esta línea de indagación se avanza a continuación.

“Tenés que hablar con los productores”


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En una nueva etapa de trabajo de campo en el pueblo pensaba en hablar con más
agentes de instituciones y programas estatales. De modo que empecé a buscar
contactarlos preguntando cómo podía hablar con ellos. No eran tantas personas y entre
las oficinas del municipio y las personas que conocía del pueblo logré dar con sus
nombres, teléfonos o viviendas.

De ese modo llegué a la casa de Sandra que, curiosamente, quedaba a unas pocas
cuadras del galpón donde se reunían los integrantes de la organización a quienes
frecuentaba. Ese detalle de cercanía llamó mi atención, pues anunciaba una distancia
evidente por no haber conocido a Sandra en las dos ocasiones anteriores. Golpeé la
puerta y ella atendió. Justo en ese momento dialogaba con una señora a quien presentó
como una productora. Le comenté brevemente que estaba realizando una investigación
sobre la situación de los campesinos, sobre sus organizaciones y sobre las políticas
públicas y ella me hizo pasar amablemente. La conversación continuó entre Sandra,
Doña Elsa, la productora, y yo. Disponía de algunas referencias sobre Sandra. Para ser
sincero con ella le comenté que ya conocía el pueblo.

Sandra llegó al pueblo en 2006 para trabajar como técnica con una organización. Sin
embargo, cuenta que al nombrar esa organización la “miraban mal”; no precisa
exactamente quienes la miraban de ese modo pero transmite que la organización tenía
mala reputación. Esa indefinición queda entre los productores de las colonias y los
círculos sociales del pueblo que comprenden autoridades, comerciantes, profesionales,
docentes, etc., pertenecientes a otros sectores sociales.

Ella no tenía conocimientos previos de la zona ni de las tramas organizacionales,


sociales y políticas, no era del pueblo y provenía de otra provincia. No mencionó haber
tenido conversaciones, encuentros o reuniones con integrantes de la organización. La
organización “les macaneó”, sostenía. “Juntan gente” prometiendo que llegará dinero y
“después la gente no recibe nada”. Identificó la organización, corporizándola en una
persona de la que dice “tiene muchos amigos en Buenos Aires y creen cosas que acá no
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las hace.” “Tenés que hablar con los productores”, me dijo. Doña Elsa asintió diciendo
“nada no recibe la gente”.

Cuando llegó, me contó entonces, fue a las colonias, y empezó a hablar con la gente y le
hablaron muy mal de ellos, me dijo. “Ellos usan a la gente para conseguir cosas”. Era
curioso sin embargo, le mencioné, que si conseguían cosas no vivieran mejor, no
dispusieran de vehículos, no tuvieran más dinero. Y Sandra asintió aunque aun así,
sostuvo, lo que se quedan no es mucho, es usar a otros para sobrevivir.

La conversación era cordial. Como dije previamente desde el inicio comenté que era la
tercera vez que estaba en el pueblo y que tenía vínculo con los integrantes de la
organización con la que Sandra había llegado a trabajar. La aclaración me parecía
importante para no generar la impresión de querer sacar información ocultando mis
relaciones y generar de ese modo cierta confianza. Sabía que introducía una tensión
pues los integrantes de la organización no tenían un buen concepto del trabajo de Sandra
y era evidente que se movían en espacios diferentes. Durante la charla con Sandra, ante
las acusaciones que ella hacía no dejé de sentir una cierta incomodidad pues hablaba de
personas que conocía, que consideraba amigos y con quienes, si bien tenía diferencias,
no veía del mismo modo que ella.

A mitad de la entrevista, cuando Sandra mencionó los problemas para comercializar la


producción hortícola de la zona y los asoció con el aislamiento de los productores y con
la falta de una organización que acopie y venda toda la producción, le comenté que no
era la primera ocasión en que escuchaba eso. Y agregué que para eso se precisaba
disponer de circulante y de mucha confianza. Entonces sostuvo con énfasis que faltaba
“una buena cooperativa manejada por los productores y no por un cabecilla”.

Seguimos hablando de los diferentes recursos de los que disponían las instituciones y
organizaciones y yo pregunté por la falta de vinculación u organización para emplear
esos recursos en forma conjunta. Inmediatamente, y con el mismo énfasis previo,
Sandra mencionó, diciendo en primer lugar “yo no sé lo que te habrán dicho”, que la
“organización tiene las herramientas ahí paradas porque no es en beneficio del
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productor”, “No le llega al productor como tiene que ser porque eso es del productor,
ellos lo mal usan. El productor tendría que pagar un servicio, el mantenimiento, el
combustible pero no usufructuar con las herramientas.”

Ante la interpelación y afirmación de Sandra, repetí que conocía a quien ella llamaba
“cabecilla”, que me consideraba su amigo y que conocía a quienes frecuentaban el
galpón también. “Él tiene muchos amigos en Buenos Aires y creen cosas que acá no se
hacen.”, me dijo, y agregó que, además de la mala reputación de la organización,
cuando llegó y propuso realizar proyectos, la gente desconfiaba, querían saber quién era
y con quién venía.

Ante esa apelación a la desconfianza, fenómeno que había percibido y descripto en mi


trabajo previo, le pregunté, en tono ingenuo, si no había demasiados prejuicios entre las
personas de las que hablábamos. Entonces Sandra interpeló también mi propio trabajo
de campo, “tenés que salir a hablar con los productores”, me dijo. Ante esa apelación le
mencioné algunas familias de productores, con quienes había hablado y visitado sus
chacras y casas, que frecuentaban el galpón pero ella insistió diciendo “yo te digo que
hables con productores, no con los que están ahí.”

Sandra sostenía que los que estaban todos los días ahí en el patio no eran productores.
En nuestra conversación me desafío a que le dijera cuál de ellos era productor. Cuando
le mencioné a uno de ellos cuya chacra había visitado me dijo “ese es el único”. Nelson,
otro técnico de la zona, también cuestionaba la representatividad de la organización

Hasta ese momento, ni del relato de Sandra ni del de los integrantes de la organización
con los que había hablado me quedaba claro si había habido una instancia de
intercambio de la que alguna de las partes si hubiera retirado o de la que hubiese
emergido un conflicto. Buscaba esa mención y al continuar ese tramo algo más tenso de
la conversación surgió. Como parte de un descargo, Sandra mencionó que ella no
conocía al cabecilla pero sabía que él va y cuenta otra cosa en Buenos Aires porque sino
no puede ser que le den computadoras, herramientas, “no le pueden dar tanta plata con
cuatro gatos locos que tiene ahí. Formó como siete cooperativas. Buscá las siete
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cooperativas, no hay una. Lo que consiguió no le llega a la gente.” Lo que no dejaba de


llamarme la atención era que las acciones, las ideas y/o las críticas no fueran dirigidas al
aprovechamiento de lo conseguido. Que no se intentara tender puentes para aprovechar
eso señalaba que a pesar de no haber mediado un encuentro cara a cara, el rechazo
mutuo era relevante y se basaba en lo dicho y transmitido a través de chismes y rumores
por terceros interesados. Entonces le pregunté si alguna vez había hablado con ellos o
había concurrido al patio o alguna reunión y me contestó que no.

Efectivamente, el logro más importante de la organización en cuanto a valor monetario


era un tractor con maquinaria que estaba en el patio y se empleaba en trabajos de
labranza. Según la época se cobraba por el trabajo del tractorista y los insumos y las
labores se realizaban incluso a quienes no integraban la organización. El costo
simbólico de esa maquinaria era alto, pues la organización era cuestionada por algunos
como Sandra, Nelson y José, trabajador municipal, que entendían que esa maquinaria
estaba ociosa ya que no le daban el uso que le podrían dar.

El acceso a bienes suele ser un factor de conflicto tanto interno como a nivel local y su
uso y mantenimiento requiere un cierto nivel organizativo. En otra localidad en la que
habían recibido el mismo equipamiento también se suscitaron disputas internas
alrededor de su uso y, además, alrededor de la gestión y administración de las
asociaciones y cooperativas que se habían generado.

Sandra consideraba que los productores debían estar organizados pero en una
cooperativa de verdad, en alusión a la cooperativa que ella consideraba no era de los
productores. Ella contaba que los intermediarios compraban al precio que ellos querían
pues tarde o temprano quebraban la resistencia de los productores, si es que estos
resistían. Ella se refería al desconocimiento de precios y a la comercialización en forma
individual. Los intermediarios los iban “cagando de a uno” y donde lograban que uno
venda ya el resto empezaba a vender. Esos intermediarios fueron mencionados en
relatos en forma permanente como una presencia constante durante veinte o treinta
años.
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En ese momento Sandra hablaba con vehemencia. Entonces ella me empezó a preguntar
si había hablado con la otra facción de la organización y con los técnicos del programa
provincial.

Ante esa pregunta le comenté que había hablado con muchas personas, de distintos
programas e instituciones e incluso con quienes participaban de la otra facción de la
organización. Desde mi punto de vista, le dije, el problema era que cada grupo disponía
de algo que era insuficiente aislado de los otros recursos, unos de recursos para la feria
y para mejoras prediales, otros de maquinaria, otros de asistencia técnica y otros de
insumos. También le comenté que así como había voces en desacuerdo con la
organización, con el municipio, con los gobiernos, también las había con el programa o
Subsecretaría.

En relación al vínculo con las acciones del gobierno provincial ella asintió, pues
consideraba que el “plan agrícola” implementado por la provincia se había lanzado sin
la participación de los técnicos de la Subsecretaría ni en su formulación ni en su
ejecución. El plan agrícola provincial erra un proyecto mediante el cual la provincia
adelantaba al pago de los servicios de maquinaria para labores, siembra y
mantenimiento a través de la contratación de empresas provinciales. En ese marco la
provincia no había convocado a la SsAF para trabajar en forma conjunta ni el municipio
había convocado a la organización para contratar sus servicios de maquinaria. El hecho
de que el municipio no tuviera maquinaria y una organización sí dispusiera de ella
señalaba también un elemento de conflicto, de algún modo ya referido por Sandra.

Sandra participó en una reunión con autoridades provinciales que gestionaban el plan,
posterior al lanzamiento e implementación del mismo, en la que les dijo que “lo lindo
hubiera sido que vinieran antes” pues el plan estaba destinado fundamentalmente a
pequeños productores. Sin embargo, una primera contradicción radicaba en que el plan
sólo financiaba la siembra de algodón y no tenía prevista la asistencia técnica.
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En relación a las críticas a las acciones del programa, Sandra replicó que “la feria es del
productor, no del PSA.” Y reforzó su planteo sosteniendo que “los productores que
quedaron en la feria son los que realmente quieren trabajar, que son unos 25”. Remarcó
la necesidad de la asistencia técnica en ese proceso pues “sin asistencia técnica no lo
van a hacer”. Ello podría ser interpretado tanto como una necesidad de acompañamiento
técnico como una falta de apropiación. De hecho, al comentar la participación en la
Feria tanto Sandra como Doña Elsa comentaron que la participación en muchos casos
era discontinua. Nelson solía repetir que es difícil trabajar con los campesinos pues no
cumplían lo acordado ni hacían las tareas del modo que les mostraba. Nelson y Sandra
no eran de la zona, a diferencia de Elvio.

Al continuar la conversación Sandra comentó que algunos productores con los que
trabaja o sus vecinos que no trabajan con el PSA se preguntan ¿sirve eso, hacen algo?,
entendiendo que no se ve el avance de afuera pero si del productor que trabaja. También
menciona el celo con que miran los productores que no forman parte del programa, los
que no reciben nada.

“Así fui armando, al azar”

Durante la conversación, Sandra relató que ella llegó “sin conocer nada” con la
indicación de hacer “diez proyectos de diez productores”. Con esa tarea recorrió las
colonias, forma de denominar las áreas rurales donde reside en forma menos dispersa la
población rural, diciendo “tengo para hacer proyectos”. Hablaba con los pobladores,
cualquiera sea, y si le interesaba le contaba de qué se trataban los proyectos. Si el interés
se mantenía, Sandra pedía a esa persona que “junte a diez que usted sepa que van a
trabajar” y, cuando se lograba reunir el número necesario armaba una charla con ellos.
“Así fui armando, al azar”. Sandra revelaba así un proceso de trabajo diferente al que se
realiza con grupos y abordajes interdisciplinarios. Asimismo no parecía tener una
trayectoria de participación previa en actividades y organizaciones de promoción con
sectores campesinos.
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Durante la conversación no hubo de mi parte una pregunta directa al perfil de


destinatarios de las actividades o a los cambios que Sandra haya podido percibir entre
2006, momento de su llegada al pueblo, y 2011, momento de nuestra conversación. Pero
ella expresó las características de los productores con los que trabajaba en la zona. “A la
gente con la que trabajamos nosotros le falta para llegar a vivir en y de la chacra, que es
la política de la subsecretaría.” Agregaba además “yo siempre busco al más necesitado”.

Probablemente dado que en la conversación se había generado un cierto grado de


disenso respecto a los resultados, las formas de trabajo y las posibilidades en relación al
PSA y la SsAF, Doña Elsa acotó en tono bajo, firme y serio que “eso no funcionó”. Y
Sandra inició entonces una reflexión acerca de las herramientas de financiamiento del
programa, el perfil de los destinatarios y las percepciones de quienes participaban y
quienes no participaban de las acciones.

“Es que es muy poco, yo veía que le daba quinientos pesos a cada… esos eran
subsidios, eso no devolvían. Pero igual que haces con quinientos, después les dabas mil
quinientos… y de la nada, porque la gente estaba muy en el suelo, no tienen agua, no
tienen herramientas; y bueno, arrancas con quinientos pesos, con mil quinientos y se
queda ahí porque tenés que darle a otro, el mismo productor ya no puede recibir otra
vez, y se queda ahí parado; no llega a ser una unidad productiva, es real, pero bueno,
capaz que alguno tuvo más visión y empezó a invertir un poquito mejor, y algo han
mejorado, que se yo…”

Sandra contrapuso entonces la necesidad de orientar recursos hacia inversiones


productivas con las “tantas carencias” que en muchos casos hacen que ese dinero se
destine “a otras cosas también del día”. Quedaba expuesto así lo que Sandra entendía
como el destinatario que ella buscaba para esos proyectos, “el más necesitado”, y las
dificultades y la frustración de estar lejos “de pensar que van a llegar a tener un
rendimiento económico”. “Están sobreviviendo” agregó, delineando los rasgos de
productores de subsistencia.
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El acceso al agua era una clara muestra de esa contraposición y a la vez yuxtaposición
de carencias. “Otros invirtieron en el depósito de agua; con un depósito de agua no
llegás a hacer una huerta, ni un criadero de chanchos, pero tienen agua para el
autoconsumo. Si no pierden dos horas en ir a buscar agua en bidones en bicicleta. O sea,
están muy… con la gente que trabajamos nosotros no, que yo siempre busco el más
necesitado, mucho le falta para llegar a hacer algo que realmente puedan vivir en la
chacra y de la chacra que es la política de la subsecretaría.”

“Nunca nos metimos al beneficio político”

En el transcurso de la conversación había surgido el vínculo con las organizaciones de


productores, con los agentes del gobierno provincial y las formas de trabajo. Entonces
pregunté si había recibido algún tipo de capacitación en relación al vínculo con
instituciones, con los municipios, con las organizaciones, etc. La respuesta fue que no.
Sandra agregó que ella no había tenido problemas porque “estaba bien” con el
intendente anterior y también con el actual y entendía que eso era posible porque “no
me meto, trabajo con el pequeño productor y ellos están dispuestos a hacer cosas hasta
donde llegan.” Por eso ella tiene buena relación con el municipio.

Al hablar sobre las connotaciones políticas de su trabajo, aunque “no se meta”, Sandra
sostuvo que “nunca nos metimos (en referencia al PSA fundamentalmente) al beneficio
político de lo que hacemos”. Ella interpretó que el carácter político de una acción
significaba que estaba investida de la búsqueda de un “beneficio”. Y en tal sentido
afirmaba que no había tal intención en el PSA. Más aún, contrastaba esa característica
con el hecho de que “ahora sí se metió la parte política en la Subsecretaría” con la
designación de una coordinadora política acordada entre las autoridades nacionales y las
provinciales. “Antes era un programa totalmente ajeno a la política, nosotros hacíamos
nuestro trabajo, estábamos bastante libres. Que no sé si estaba bien o mal, porque
también tenes que estar en relación con la… o sea, está bien que nos juntemos todos si
se hace bien, si te dejan trabajar.”
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Allí Sandra asigna otro sentido a la política asociado al juntarse y coordinar acciones
pero con la condición de que “dejen trabajar”. Es decir, la política aparece allí como
discusión de sentido, orientación y decisión en relación a las acciones. Dicha
coordinación política estaba a cargo de las relaciones con los municipios y su primera
consecuencia radicaba en que los técnicos de la SsAF pasaban a atender en una oficina
en el municipio. El acuerdo prometía también “bajar fondos de nación a municipios” y
que los técnicos formularan los proyectos para el uso de esos fondos que llegarían a los
municipios. “Entonces tenemos que empezar a relacionarnos”. Atender en el municipio
la llevó a aclarar en una reunión con productores que tener una oficina en la
municipalidad y atender ahí no significa que “me hice política ni nada”. A la vez Sandra
planteaba la soledad con la que se lidiaba con esta y otras vinculaciones pues los
directivos del programa estaban muy ajenos a las situaciones locales.

¿Qué significaba la política en palabras de Sandra o Nelson? En principio era algo ajeno
a ellos, algo que ellos no hacían y que a nivel local identificaban con las autoridades
municipales. Para José, la cuestión era “cinturear”, eludir los problemas. Para Nelson
algo que traía ruido.

Quienes participaban de la organización no estaban exentos de vínculos con la política,


incluso a través de lazos de parentesco o por favores pedidos en algunas ocasiones.
Algunos de ellos oficiaban de nexo entre las autoridades locales y la organización pues
tenían relaciones más cercanas. Nando por ejemplo, tenía vínculos con quién decía
llevaba adelante los asuntos del municipio, y también con Nelson; era uno de los que en
la organización mencionaba tener buenas relaciones con él.

Otros pensaban que Nelson no quería meterse en problemas y por eso no se acercaba.
Sin embargo, Nelson parecía tener dudas acerca de la organización, como ya hemos
comentado. Entre estos agentes y los referentes más destacados, Baldo, Susana y Mario,
parecía haber una silenciosa disputa por las decisiones. Susana y su esposo eran
productores y vivían en la colonia. Sin embargo, los técnicos no parecían, ya luego de
tres años de SsAF, haberse acercado a trabajar con ellos.
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Reflexiones preliminares

En estas reflexiones finales haré una breve referencia a los temas y cuestiones que el
trabajo de campo me ha permitido construir. En primer lugar a la presencia de tramas
relacionales yuxtapuestas que revelan diferentes vinculaciones y sentidos. En ese
proceso han surgido diferentes mediadores, locales y externos, productores de
problemas sociales y vinculaciones.

Sus interlocutores de referencia no son siempre los mismos y algunos remiten a un


marco de acción institucional mientras que otros no. Ello inviste de sentidos diferentes a
sus acciones y genera diferencias en sus prácticas y en los lenguajes que accionan.

Por otro lado, parecieran activarse facciones asociadas a tramas relacionales surgidas de
las actividades político partidarias, de los vínculos con los programas estatales, de las
acciones de las instituciones religiosas y de la dinámica gremial-corporativa.

En este marco se construyen clasificaciones de los destinatarios de acciones que no solo


ni necesariamente invocan definiciones operativas, descriptas en los manuales, sino
también modalidades de vinculación y trabajo, categorías morales, afinidades
emocionales, perspectivas de clase y nociones sobre la actividad política y gremial,
entre otras cuestiones.

Al comparar estas evidencias con otras investigaciones ya citadas, es notoria la


variabilidad de perspectivas, estrategias, actividades y objetivos de los agentes
territoriales y de las formas de vinculación entre tramas organizacionales en el territorio.
Es posible observar además que las redefiniciones imprecisas en el marco de una
reconfiguración inconclusa de los dispositivos estatales de intervención orientados al
Desarrollo Rural y la Agricultura Familiar sucedida entre 2003 y 2015 han profundizado
las diferencias de abordaje del trabajo territorial.
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Bibliografía

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Meio Ambiente e Desenvolvimento, ISBN 9788563304001, p. 10-55 (365 p.), Porto
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X Jornadas Interdisciplinarias de Estudios Agrarios y Agroindustriales
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