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Recorrido sintético por la historia de la

organización defensora de los derechos


humanos más reconocida en Argentina y
“MADRES DE Latinoamérica.

Historia de América Latina

PLAZA DE MAYO”
Augusto Chaves
La argentina del siglo XX transito una larga historia de profundos y violentos
procesos de violencia institucional, los cuales se manifestaron tanto en gobiernos
constitucionales como también en regímenes de facto. Este es un breve repaso
sobre la historia de una organización de resistencia, enarbolando el poder del
amor, pero también así posiciones y posturas políticamente claras con respecto
a la libertad y el accionar de regímenes de facto. Las Madres de Plaza de Mayo
son en el mundo sinónimo de lucha, y fuerza inquebrantable. Un recorrido por
sus inicios y sus reclamos dejará en evidencia la naturaleza de esta asociación.

En las dictaduras al suspender las garantías constitucionales, y debido a la


imposibilidad de encontrar instancias de representación ciudadana, la violencia
seria volvería un elemento central para llevar a cabo un método de control social,
no solo de conflictos sino de sujetos.

En 1974 y luego de la muerte del Presidente Juan Domingo Perón, asumió la


presidencia un primero de julio su esposa María Estela Martínez de Perón quien
era vicepresidenta desde 1973. Los problemas y enfrentamientos políticos se
agravaron. La señora de Perón carecía de personalidad y capacidad para
gobernar. Una profunda crisis socio-política y económica se sumaba al gran
descontrol que reinaba en toda la Nación. Ante esta grave situación, el gobierno
constitucional de María Estela Martínez de Perón tomó una decisión que traería
como consecuencia, miles de muertos y desaparecidos.

El 6 de octubre de 1975, firmó un decreto que llevaba como título "Fuerzas


Armadas-Ejecución de las operaciones militares y de seguridad necesarias para
eliminar la subversión" Y en su artículo 1ro, ordenaba a las Fuerzas Armadas y
de Seguridad el "aniquilamiento del accionar de los elementos subversivos en
todo el territorio del país."

El 24 de marzo de 1976, las Fuerzas Armadas, tomaron el gobierno por la fuerza.


El 29 de marzo, asumió el cargo de Presidente de la Nación el General Jorge
Rafael Videla, designado por una Junta Militar que integraban los tres
comandantes generales: Ejercito, Marina y Fuerza Aérea. La desaparición
forzada de personas se volvió para este entonces un elemento que estructuraba
de forma vertebral la represión del poder. Se practicó no solo en Argentina, sino
también en toda Latinoamérica con gobiernos militares.
Esta estrategia de exterminio había sido invención de la Europa de la posguerra
para reprimir las luchas de las colonias por su independencia, Argelia e
indochina, colonias francesas son una gran muestra de ello. Luego dos coroneles
franceses la importaron al cono sur y sus clases entre 1957 y 1962 sentaron las
bases de lo que quince años más tarde se conocería como la Doctrina de
Seguridad Nacional.

Días después del golpe militar un grupo de madres de muertos y desaparecidos


de la guerrilla fueron por primera vez a la Plaza de Mayo, ubicada en el centro
de la ciudad de Buenos Aires y frente a la Casa de Gobierno, conocida
popularmente como la "Casa Rosada" donde tiene su oficina el Presidente de la
Nación.

Hebe de Bonafini una de las madres fundadoras cuenta los inicios en una
entrevista realizada por la Televisión Publica Argentina con motivo del
documental llamado Madres de Plaza de Mayo: La historia

"Fuimos por primera vez, el 30 de abril de 1976. Recuerdo que era un


sábado. La intención no fue otra que entregar una carta en la Casa de Gobierno,
para que nos dijeran que había pasado con nuestros hijos. Como era un fin de
semana nadie nos vio, por eso decidimos volver el jueves próximo. Ese día
finalmente fue elegido para realizar nuestras marchas alrededor de la Pirámide
de Mayo; un monumento histórico que recuerda el 25 de mayo de 1810, fecha
que marcó el inicio de nuestra independencia del Reino español alcanzada el 9
de julio de 1816.”

Las madres que se reunían todos los jueves tenían que caminar alrededor de la
Pirámide de Mayo porque estaba prohibido que se hicieran reuniones de más de
cinco personas por el llamado "Estado de Sitio". Esta era una ley dictada por el
gobierno militar y consistía en una forma de control ya que los grupos de gente
que superaran esa cifra, tenían que separarse y retirarse de donde se
encontraran. Si no lo hacían, la policía podía llevarlos a la cárcel.

Al principio se juntábamos en un banco de la Plaza, pero después tuvieron que


marchar alrededor del monumento. El número de mujeres en la misma situación
iba incrementando de manera exponencial mientras que el gobierno transcurría
sus días de administración sin darle demasiada importancia y mucho menos
respuesta. Tomaron la decisión de caminar y así no pudieron detenerlas ni
llevarlas a la cárcel.

La ira fue superando al miedo, y de la mano de Azucena Villaflor quien fue la


inspiradora del movimiento y lo encabezo durante doscientos cincuenta días,
hasta que fue secuestrada.

Desde el inicio el movimiento estuvo públicamente constituido por mujeres,


aunque siempre recibieron apoyo de varones en su condición de familiares y
profesionales. un problema La junta militar no supuso, ya que las veían como
ama de casas aburridas y débiles que en algún momento se iban a cansar y
retornar a sus hogares, tanto así, que les habían puesto un sobrenombre, las
locas.

Con el paso del tiempo el movimiento se encargó de tomar esta injuria y


resignificarla: solo la locura que provoca la desaparición de un hijo permitió su
búsqueda, sin siquiera medir los riesgos que corrían.

Por aquella época las Madres de la Plaza de Mayo eran “las madres de la
subversión”, “si mataron a sus hijos es porque algo habrán hecho”, las puertas
se les cerraban y muy poca gente conversaba con ellas. En esa época, las
Madres todavía no usaban el pañuelo blanco y solo se reunían en la Plaza de
Mayo, en algún bar o en el atrio de alguna iglesia. En octubre de 1977 decidieron
acudir a una marcha convocada por organismo de defensa de los derechos
humanos y a otra convocada por la iglesia basílica de Luján, en la provincia de
Bs.As.

En octubre de 1977 se sumaron a la peregrinación a Luján, que congregaba a


un millón de jóvenes. El problema era cómo encontrarse y reconocerse en la
multitud. Alguien propuso que todas se pusieran un pañuelo del mismo color. Lo
del color era un problema, pero entonces una de las madres tuvo una ocurrencia:
¿Por qué no nos ponemos un pañal de nuestros hijos? No existían los pañales
descartables y la mayoría de las madres todavía guardaba los de tela, tal vez
pensando en los nietos.

Frente a la Basílica, reclamaron y rezaron por los desaparecidos. Todos los que
estuvieron pudieron verlas, identificadas con los pañales blancos en sus
cabezas. Poco después hubo una marcha de los organismos de derechos
humanos, que terminó con 300 personas detenidas, incluidos –por error- varios
periodistas extranjeros. Gracias a tanta intolerancia, el mundo empezaba a
enterarse de lo que ocurría. La marcha fue la oportunidad para que muchos
argentinos descubrieran que en la Argentina había desaparecidos y que sus
madres pedían por ellos. En la comisaría las Madres rezaban Padrenuestros y
Avemarías, los policías no se atrevían a incomodar a mujeres tan devotas. Entre
rezo y rezo, haciendo cruces, miraban a los uniformados, les decían “asesinos”.

El hecho de reunirse, romper el aislamiento, buscar a sus hijos, se convirtió en


sí mismo en un delito. En diciembre de 1977, un militar de la marina que se hacía
pasar por hermano de un desaparecido organizó el secuestro y desaparición de
tres de las madres, dos monjas francesas y otros familiares y amigos.

El 8 de diciembre de 1977, las madres sin cesar en su reclamo recibieron el


primer ataque del terrorismo de Estado, un grupo de tareas secuestro a una
religiosa francesa y a dos madres, Mary Ponce y Esther Balestrino de Careaga,
quienes se había reunido para recolectar fondos y firmas con motivo de la
publicación de una solicitada en el diario La Nación: “Por una navidad en paz.
Solo pedimos la verdad” firmada por “madres y esposas de Desaparecidos.”

La solicitada seria publicada un 10 de diciembre, Día Universal de los Derechos


Humanos, en el mismo momento que Azucena Villaflor era secuestrada junto
con otra monja francesa.

El terror de aquellos tiempos superó todo lo imaginable, desaparecían quienes


buscaban a los desaparecidos. Pero los militares habían sido selectivos:
secuestraron a quienes todas siempre consideraron “las tres mejores madres”.
Sin Azucena, había que elegir: seguir, esconderse, o volverse a casa. Para las
madres no hubo demasiadas dudas: ahora no solo debían buscar a sus hijos e
hijas, sino también a sus amigas y compañeras. Lograron sobreponerse a la
parálisis y al terror, para seguir su marcha.

Después del secuestro de Azucena, que nunca más apareció con vida, no fue
fácil retornar a la Plaza, muchas madres tenían miedo de volver. También se
hacía difícil ir a reclamar a los centros de detención que comenzaban a ser de
conocimiento público. Cuando detenían a una madre, la estrategia consistía en
trasladarse todo el colectivo de madres a la comisaria y hasta que no se liberaba
a quien se habían llevado, las madres mantenían su reclamo. El trato del régimen
fue brutal, en muchos casos pedían los documentos de identidad, para ello las
madres también adoptaron una forma de involucrase todas ofreciendo su
documento en masa, ya que por cuestiones administrativas no se podía
procesar esa cantidad de información, las madres comenzaron a formar un
bloque homogéneo para hacerle frente a los militares pero también para
comenzar con un reconocimiento social que iba en escalada, el punto culmine
de ello tuvo lugar durante el mundial de futbol disputado en el año 1978 con sede
en la Argentina.

Llegó el Mundial 1978, el fútbol pasiones de millones, fue el instrumento elegido


por la junta militar para tapar los gritos de tortura y las voces disidentes. La
apertura estuvo plagada de propagandas y un bloqueo de la información sobre
la situación que se vivía a pocas cuadras de la cancha de River Plate, donde se
encuentra la Escuela Superior de Mecánica de la Armada, actual Museo Sitio de
Memoria, el General Videla pronunciaba su discurso con total jubilo:

“… Y es justamente la confrontación en el campo deportivo y la amistad


en el campo de relaciones humanas que nos permiten afirmar que es posible,
aún hoy en nuestros días, la convivencia en unidad y en la diversidad. Única
forma para construir la paz.

Por ello pido a Dios, Nuestro Señor, que este evento sea realmente una
contribución para afirmar la paz, esa paz que todos deseamos para todo el
mundo y para todos los hombres del mundo. Esa paz dentro de cuyo marco el
hombre pueda realizarse plenamente como persona con dignidad y en
libertad…”

El mundial fue una forma de descompresión social, oxígeno para los militares,
para seguir matando y castigando cada vez más con un plan sistemático que
pretendía erradicar la subversión. De mas esta mencionar la incidencia de los
Estados Unidos y sus aparatos de inteligencia, aunque para la esfera pública no
había conexiones y su influencia era muy “vaga”. Las madres cambiaron sus
lugares y horarios de reunión. No todos los jueves iban a la Plaza, para evitar
que las detectaran. Cuando iban, la policía les largaba los perros. Cada una
llevaba un diario enroscado para sacarse a los perros de encima, una de las
pocas cosas útiles para las que servían los diarios de esa época.

En 1979 llegó al país la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, visita


que se vio opacada por el futbol nuevamente, el mundial juvenil tenía a todos
pendientes, eran los primeros pasos del astro mundial, el fenómeno Maradona
era tapa de todos los diarios. Los militares aprovecharon para que relatores de
fútbol y periodistas radiales llamaran a la gente a Plaza de Mayo, y que de paso
repudiaran a quienes hacían cola para declarar ante la Comisión. Querían
mostrar lo que llamaban “la verdadera imagen del país”. Decían: “los
desaparecidos algo habrán hecho”, o “por algo será que se los llevaron”.

Frente a este bloqueo y total control de la información que circulaba por parte de
los militares, las madres comenzaron a pensar estrategias para que el mundo
conozca su lucha. Cuando llegaba a la Argentina algún personaje importante,
aprovechaban para estar presentes en los actos públicos, para pedir por los
desaparecidos y despertar interés de los invitados y el de la prensa internacional.
Como ejemplo, dos visitas importantes tuvieron presente a las madres: una ante
el embajador norteamericano Terence Todman y otra frente al Secretario de
Estado de ese país, Cyrus Vance. Gritaban para interrumpir los actos y lanzaban
acusaciones muy fuertes al gobierno militar, cuando nadie se animaba a salir a
la calle a protestar.

Ya era la época de la plata dulce, la fiesta de las multinacionales, el dólar barato,


miles de argentinos gastando en el exterior lo que nunca habían sabido ganarse,
gracias a la miseria planificada de millones y un plan económico llevado a cabo
por José Alfredo Martínez de Hoz. Sus primeras medidas fueron congelar los
sueldos de los trabajadores, que quedaron bajo el control de la Nación, política
que provocó la de pauperización del ingreso de los trabajadores con cifras de
desplome hasta un 40 % entre 1976 y 1980.

Se sacaron los controles de precios y se redujeron las retenciones a las


exportaciones, se inauguró el pedido de créditos a organismos internacionales:
la Argentina recibió del FMI 400 millones de dólares. El slogan para los primeros
meses de la dictadura fue: “achicar el Estado es agrandar la Nación”, concepto
que siguieron manteniendo hasta que el dominio de la opinión pública se los
permitió.

Los diarios y las revistas no sólo censuraban la información para defender su


negocio, sino que hacían campañas por los militares: “Los argentinos somos
derechos y humanos”.

En ese 1979 hubo otro alumbramiento: las Madres decidieron crear la Asociación
Madres de Plaza de Mayo. Si todas estaban en peligro, esa era una forma de
mantener viva la lucha. La casualidad o el destino determinaron que la
asociación fuese creada en una fecha imposible de olvidar: 22 de agosto. Habían
pasado siete años de la masacre de Trelew, donde tuvo lugar el asesinato de 16
miembros de distintas organizaciones armadas peronistas y de izquierda, presos
en el penal de Rawson, capturados tras un intento de fuga parcialmente exitoso
y ametrallados posteriormente por marinos dirigidos por el capitán de corbeta
Luis Emilio Sosa.

"Creamos la asociación de Madres de Plaza de Mayo - dice la Sra. de Bonafini -


porque cuando nos juntábamos para reclamar por nuestros hijos en otros
organismos del gobierno militar, nos sentíamos como separadas. En cambio, en
la Plaza de Mayo, éramos todas iguales, a todas nos pasaba lo mismo. Nos
habían llevado a nuestros hijos, llorábamos por su ausencia, compartíamos
nuestras tristezas y nos unía un idéntico dolor.”

En 1979 las madres partieron hacia Europa pare reunirse en Roma con el
presidente italiano Sandro Pertini y en el Vaticano, con el Papa. Ese mismo año,
tuvo lugar un viaje a los Estados Unidos con motivo de ver a Patricia Derian del
Departamento de Estado.

Recién en 1980, gracias a los apoyos internacionales, las Madres pudieron tener
una oficina. Pero también ese año decidieron que su lugar de lucha era la Plaza
de Mayo. Volvieron un jueves como costumbre, al jueves siguiente las estaba
esperando un escuadrón entero con las armas gatilladas., para continuar
tratando de amedrentar sus ánimos en vano. Ellas cambiaban el horario,
circulaban por donde no las veía y poco a poco envolvieron a la Pirámide de
Mayo con sus marchas que nadie podía detener. Los militares eran la rigidez y
la violencia las madres eran la fluidez y la energía.
Se editó el primer boletín de Madres, lo que se traducía en el creciente apoyo
recibido tanto de la prensa y organismos internacionales, sino también de la
misma sociedad Argentina. Los militares llamaron a los viejos políticos para
dialogar, abriendo el paraguas frente a la crisis económica que se vivía y al
propio desgaste en el interior de régimen. Las Madres por su parte, eran la
evidencia del modo de hacer verdadera política, así lo demostraron en 1981
retomando la Plaza y haciendo la primera Marcha de la Resistencia. Solas,
pocas, pero juntas, resistiendo 24 horas seguidas, donde nació la consigna
“aparición con vida”.

La re-significación de los conceptos es algo transversal en las propuestas y


reclamos de las madres, frente a la respuesta oficial de la dictadura ofreciéndoles
la categoría de desaparecido como única respuesta. “Aparición con vida”,
supone y visibiliza la responsabilidad y culpabilidad, no estaban desaparecidos,
los habían desaparecido con vida, de sus casas de la universidad y de la calle.

El 30 de abril de 1982, hubo manifestaciones de protesta en Buenos Aires contra


la situación económica. Con grandes fisuras al interior de la junta, y sumada a la
volatilidad social los militares, se llenó la Plaza de Mayo para aplaudir la decisión
de la junta militar que como estrategia habían invadido Malvinas, creyendo que
así se iban a reciclar en el poder en una especie de brindis perpetuo.

Las Madres dijeron que la guerra era otra mentira. Los militares que
secuestraban cobardemente, torturaban clandestinamente y asesinaban tirando
cuerpos al río, no podían convertirse de un día para otro en patriotas impecables
y valerosos guerreros. Por decir eso, acusaron a las Madres de antinacionales.
Ellas inventaron un cartel: “Las Malvinas son argentinas. Los desaparecidos
también”. Muchos que acompañaban a las Madres las criticaron: había que estar
del lado de la guerra, del lado de los militares. El tiempo mostró quién tenía razón,
comenzaron a llegar noticas reales del frente que indicaban lo contrario de lo que
decían los medios nacionales, soldados inexpertos con frío y hambre contra una
potencia militar internacional. El resultado era el esperado, la guerra y su
resolución fue el puntapié para el regreso de la democracia.

La derrota de los militares resucitó la posibilidad de la democracia. Se abrió la


multipartidaria, formada por cantidad de partidos y políticos muchos de los
cuales, durante los tiempos más duros de la represión, habían sido expertos en
el arte de callar.

En 1983 hubo elecciones, Alfonsín representando al partido Unión Cívica Radical


llegó a la presidencia, y las madres hicieron la marcha de las siluetas para que
nadie olvidara a los ausentes. En los afiches decían que esos hijos
desaparecidos habían luchado por la justicia, la libertad y la dignidad.

El gobierno democrático conformó la CONADEP, la comisión nacional para la


desaparición de personas. Las madres desconfiaron, no quisieron integrarla.
Siempre prefirieron la calle, y no las comisiones. Crearon un periódico, la
Asociación iba creciendo y seguía reclamando aparición con vida y castigo a los
culpables.

En 1985 Alfonsín las citó, pero luego no las atendió porque tenía que ir al Teatro
Colón, según la explicación oficial. Las Madres tomaron la Casa Rosada, y se
quedaron ahí instaladas como forma de resistencia pacífica. Esas acciones
mostraban la grieta entre los discursos sobre los derechos humanos que hacía
el gobierno, y la realidad. Y mostraban cómo el protagonismo político se
desplazaba de los políticos de museo, a los movimientos generados en la
sociedad para enfrentar los problemas tomando las riendas de sus propias
decisiones.

Se hizo el juicio a las Juntas, pero sólo hubo dos condenas a prisión perpetua.
Las de Videla y Massera. Los otros jefes militares recibieron penas bajas, o
fueron absueltos. Las Madres opinaron del siguiente modo: se levantaron y se
fueron de la sala de audiencias.

Las Madres, además de denunciar lo que había ocurrido con sus hijos,
comenzaron a enarbolar las mismas ideas y sueños por las que esos jóvenes
habían luchado.

Todas estas luchas se multiplicaron cuando en el año 1989 Menem llegó a la


presidencia para perfeccionar, la miseria planificada: privatizó el país, regaló el
Estado, masificó el desempleo, protegió a toda clase de mafiosos, asesinos y
corruptos, como si fuera poco indultó a todos los militares que habían sido
condenados.
Hubo más de lo mismo cuando subió De la Rúa, y las madres estuvieron allí,
nuevamente en la plaza, el 19 y 20 diciembre, cuando ese gobierno intentó
imponer el Estado de Sitio y se dedicó a reprimir a miles y miles de personas.
Las madres hasta el día de hoy continúan su lucha para conocer lo que hace
más de 30 años ocurrió con sus hijos y nietos.

Bibliografía:

- La Argentina Historia del País y de Su Gente. María Saenz Quedada.


- El movimiento de Madres de Plaza de Mayo. Mabel Bellucci.

- Documental “Madres de Plaza de Mayo: La historia “.

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