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Pedagogía psicológica.

La educación del carácter y de la personalidad


Quintana, J. M.
Dykinson, Madrid, 1995, pp. 62-64
ISBN: 84-88030-17-7

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Traité de Gtractéro/.ogie apareció en 1945; apoyándose en la clasificación de Heymans, desarrolla una
interesante teoria caracterológica y una descripción exhaustiva de los caracteres. Otros autores (A Le
Gall, Gaston Berger, Paul Griéger, Paul Mesnard, etc.) han seguido luego su ejemplo y sus pasos,
creándose con esto toda una escuela caracterológica y dando a sus doctrinas una amplia difusión por
todo el mundo. Es así como este sistema se ha hecho famoso y apreciado, lo mismo por la simplicidad de
sus líneas psicológicas y la sólida trabazón de éstas que por la cantidad de aplicaciones a que se presta,
sobre todo en materia de educación y de orientación profesional.

Los tres Jactares elementales del carácter

Los elementos simples de los que se compone todo carácter son tres: la emotividad, la actividad y el
modo de reacción. Recordemos que los dos primeros constinúan ya la base de la clasificación de Ribot,
con lo cual la novedad aportada por Heymans consiste en introducir d tercer factor, del que ya habían
dicho algo Wundt, Gross y Wiersma. Veamos la significación de tales factores.

1. La emotividad consiste en el modo de ser por el cual la persona se conmueve por algún suceso.
Tocios tienen cierto grado más o menos intenso de emotividad, pero llamamos emotivos a los que se
conmueven bastante por un motivo de poca monta; no-emotivos serán los que lo hacen escasamente.
El grado de emotividad lo marca la intensidad de la reacción, si bien ésta no es siempre externa, ya
que también puede producirse con fuerza en lo más íntimo del individuo. Características suyas son los
cambios de humor, d obrar por súbitos impulsos, el sentimentalismo, el enrusiasmo o depresión, la
variabilidad, las reacciones desproporcionadas.

2. La acticJidades, según Le Senne, "la disposición para obrar". Es la necesidad que algunos sienten
de acruar; no la de agitarse nerviosamente o la de trabajar por lograr alguna finalidad, sino que es la pura
comezón de hacer algo.
El activo suele estar siempre ocupado, es dinámico; el no-activo se deja llevar más bien de su
fantasía y prefiere la vida contemplativa. El activo es obstinado, decidido, metódico, y pasa fácilmente de
la decisión a la acción; el obstáculo no hace más que excitar su actividad; es optimista y tiene el sentido de
la independencia.

3. La resonancia o repercusión (traducción difícil de acomodarse al sentido exacto de la palabra


original retentissement) se refiere al modo rápido o tirdío con que el sujeto reacciona a las impresiones
recibidas. Las clases de repercusión son "primaria" y "secundaria"; para mejor explicarlas recurriremos
a un ejemplo. Supongamos que a un individuo le hacen una injuria. Tal vez éste se encienda súbitamente
en cólera, prorrumpa en imprecaciones, exija reparación inmediata, o quizá vaya a las manos... En
cambio, puede que otro sujeto a quien se haya proferido la misma injuria se quede aparentemente
impasible, como no enterado; mas pasados dos, tres meses o más tiempo aún, llegada una ocasión
propicia -esperada con paciencia-para vengar su afrenta, inflinge a su antiguo ofensor un castigo o daño
en que éste ya ni pensaba. Pues bien, el primer individuo (pronto irritado y pronto aplacado) es de
reacción primaria, mientras que el último es un secundario.
Los primarios viven de la impresión del momento, son vivaces e impulsivos. Los secundarios, en
cambio, son lentos y reflexivos; en ellos un beneficio o una injusticia recibidos son celosamente
guardados en la memoria, e influyen sobre su comportamiento habitual: su presente es regulado y
dirigido por su pasado; tienen un sistema de principios de conducta, e inhiben todos los impulsos que no
concuerdan con los mismos. El primario es un hombre que vive el presente; el pasado no ha dejado en él
huella profunda; es improvisador, temerario, cambiante. El secundario es más metódico, más fiel y más
inflexible que el primario; es previsor y prudente, y resulta difícil de consolar.
La primariedad tiene que ver con la extraversión, y la secundariedad, con la introversión.

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La tabla de los caracteres
Estos tres principios constitutivos del carácter dan lugar, en realidad, a seis factores distintos del
carácter, puesto que cada uno, por sus aspectos positivo y negativo, se desdobla en dos. Los caracteres se
componen de esos tres principios y se diversifican por las variadas formas en que los mismos pueden
combinarse, los cuales son, matemáticamente, ocho. Pueden apreciarse en d siguiente cuadro, en el que
aparece la naturaleza de cada uno de los ocho caracteres.

Emotivos activos primarios: coléricos


1secundarios: apasionados

no activos ¡primarios: nerviosos


secundarlos: sentimentales

No emotivos activos primarios: sangulneos


1sequndarlos: f/emiticos

no activos 1prir:narios: amorfos


secundarlos: apáticos

Descripción de los ocho caracteres

Los coléricos (E, A, P).- Son coléricos los individuos dispuestos a la acción "rápida" (pensemos en
los buenos ejecutivos). Poseen exuberancia de energías; son activos, espontáneos, impulsivos y decidi-
dos (por ejemplo, los presentadores de televisión). Son extravertidos, generosos, optimistas, cordiales y
sociables. Tienen vitalidad y efusión de afectos; son inconstantes y propenden a la vida alegre y distraída
(recuérdese a Casanova y a todos los "tenorios"). Se distinguen también por su impaciencia; pueden ser
personas violentas y osadas; muchos revolucionarios, en d orden que sea (Fidel Castro en política,
Vícror Hugo -recuérdese el estreno de su Hemani- en literatura), han tenido este carácter.

Los apasronados (E, A, S).- A este grupo pertenecen los hombres de acción "sostenida" (entre ellos se
encuentran los buenos dirigentes). Tienen un modo de ser psicológicamente muy rico: su emotividad es
una palanca de fuerza bien utilizada por su actividad y bien templada por su proceder "secundario". Son
hombres de acción como el colérico, pero tienen sobre él la ventaja de la continuidad y la constancia. Por
eso han sido apasionados los que han llevado a término las grandes empresas: tienen para ello ambición,
capacidad de trabajo, voluntad sostenida y reflexión prudente. Muchas figuras históricas y numerosos
políticos (Churchill, Mussolini, Stalin, De Gaulle) han pertenecido a este tipo, así como la mayoría de los
grandes realizadores y jefes en los diversos campos (industrial, comercial, militar, religioso, educativo,
científico, cte.)

Los nervinsos (E, nA, P).- El carácter nervioso es lo que podríamos llamar el temperamento
"romántico". Todo nervioso, por ser primario, vive de las impresiones del momento. Como es,
además, sentimental -es decir, impulsivo y versátil-, tal proceder le queda aún más acentuado. Por lo
mismo, es poco constante: tiene arranques de entusiasmo a los que sucede un pronto e invencible
desaliento. Es incoherente, no tiene previsión; es irregular en su vida, en su profesión y en su moralidad.
Aparece sensible y original (pensemos en algunos cantantes de ópera), contradiciéndose a menudo en
sus acciones y pensamientos. Le falta disciplina y control de sí mismo (es poco puntual y mal
cumplidor), y necesita emociones siempre nuevas y profundas (por eso algunos se dan al juego, a la
bebida o a las drogas). Los nerviosos son incapaces de sujetarse a trabajos impuestas y rutinarios, y
buscan ser admirados. Este carácter es propio de muchos artistas; lo tuvieron bastant.es hombres del
ro1:11anticismo (Espronceda, Lord Byron, Chopin), los de la bohemia literaria francesa del siglo pasado
(Rimbaud, Baudelaire, Verlaine), y es también el de muchos artistas de cine y cantantes actuales.

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Los sentimentales (E, nA, S).- Son lo mismo que los anteriores, pero con función secundaria en su
resonancia: resultan igualmente impresionables (por su emotividad), y su falta de actividad los hace
soñadores; mas no son versátiles, sino constantes en sus actitudes. Esto último les predispone al
pesimismo y a la melancolía permanentes, a encerrarse dentro de sí mismos. Sufren por pequeñas cosas.
A menudo son introvertidosy tímidos, gustan de escribir su diario íntimo. Podemos citar como ejemplos
conocidos a Bécquer, Rousseau, Amiel y Juan Ramón Jiménez.
Al ?asar ahora a los caracteres "no emotivos" notaremos una profunda diferencia con respect0 a
los antenores; es como si entrásemos en un mundo nuevo: el mundo de la frialdad humana, de la falta de
calor afectivo. Esto hará que los individuos de que vamos a ocupamos se desinteresen de los problemas
"humanos", ganando, como contrapartida, en objetividad, en eficiencia o en rigor lógico.

Los sanguíneos (nE, A, P).- Son sanguíneos muchos de los que nosotros llamaremos, más adelante,
individuos atléticos de carácter "activo"; por lo mismo, los sanguíneos son extravertidos, tranquilos y
no muy afectuosos. Se dedican a cosas prácticas y objetivas. Una de ellas puede ser la ciencia; en tal caso,
su talento activo y, al mismo tiempo, pronto y variable, les hace preferir las ciencias naturales y
experimentales: muchos físicos (von Braun), quúnicos, médicos (Marañón), ingenieros, etc., pertenecen
a este tipo caracterológico. Son calculadores fríos y tienen inteligencia rápida, con mucho sentido de la
realidad; por eso resulta ese carácter muy apropiado para un político o un diplomático, o para quien se
dedica a las finanzas y a las operaciones comerciales. Los sanguíneos son personas educadaS, cuidadosas
y, a veces, vanidosas.

Los flemáticos (nE, A, S).- Como los anteriores, gustan del pensamiento objetivo; pero, en este
caso, se trata del pensamiento abstracto. Diferenciándose de ellos por su actividad reposada y continua-
da, el carácter flemático viene a ser el más apropiado para dedicarse a la vida intelectual; de hecho, éste ha
sido el carácter de muchos grandes pensadores (Hume, Leibniz, Locke, Kant). El flemático suele ser
introvertido. Es persona sobria, poco afectuosa o efusiva, siendo discreta y ponderada; no resulta
brillante: apenas gesticula, habla en voz floja y no es muy sociable. Es un individuo puntual y
conservador. Tiene un humor estable y es reflexivo. Está siempre ocupado, y procede de un modo
ordenado y sistemático. Es paciente ante la adversidad.

Los amorfos (nE, nA, P).- Este carácter y el apático se distinguen por una cierta simplicidad psíquica:
la ausencia de emotividad seca en ellos la fuente de intereses que suelen impulsar a la acción; al f.iltar ésta,
el individuo nos aparece como algo pasivo, en relación con los casos anteriores. Mas no hay que juzgarlo,
por ello, de un modo peyorativo. Por tratarse de sujetos primarios, la pasividad de los amorfos reviste
formas momentáneas, pudiendo hacerlos versátiles (veletas) y negligentes (también en el vestir y en el
aseo personal). En algún caso son egoístas, despilfarradores o con poca iniciativa. Pueden estar influidos
por la opinión pública y por las actitudes de las personas que los rodean. Suelen ser tipos objetivos y
tranquilos, de aspecto plácido; son tolerantes por indiferencia. No hay personajes con este carácter que
hayan descollado en la historia. Luis XV de Francia era un amorfo que vivía sólo para el presente.

Los apáticos (nE, nA, S).- Se distinguen de los anteriores porque su pasividad es habitual (puesto que
tienen secundariedad). Suelen ser individuos herméticos y taciturnos; huyen de las relaciones sociales
y gustan de la soledad, pero no es la suya la soledad rica en vivencias interiores propia del "sentimental":
si el apático habla poco es, sencillamente, porque no tiene nada que decir. Es rutinario, da una impresión
general de inercia y hasta casi de pereza. Como cualidades positivas, diremos que se trata de personas
tranquilas, fieles, puntuales, amigas del orden y la límpieza. Tampoco hay apáticos que se hayan hecho
ilustres; si Luis XVI de Francia es conocido, no se debe precisamente a sus méritos personales.

Anotaciones a esta clasificación caracterológica

Una observación importante debemos hacer, y es que la terminología empleada por Le Senne se
aparta del significado vulgar que suele atribuirse a los términos. Cuando hablamos, por ejemplo, de que
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