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Introducción.

Muchas veces sabemos que tenemos en nuestro poder cosas valiosas, muy valiosas, pero no
siempre comprendemos en su totalidad el valor de lo que poseemos, tan así que aunque
sabemos que es valioso no lo valoramos como es debido.
Y podemos llegar a experimentar lo mencionado por el muy famoso y sabio dicho popular
“nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”
Hoy hablaremos de un de los más hermosos y valiosos regalos que ha recibido la humanidad,
y en esta ocasión la humanidad de habla hispana, pues es precisamente el idioma que
nosotros hablamos, el español.
Hablaremos de la Biblia, y del costo de que la biblia se tradujera por primera vez completa al
español y se pusiera al acceso de toda persona.
Contexto.
Antes de tener esta pequeña remembranza histórica de la biblia en español, cabe mencionar
que existía una ley emitida por la iglesia católica que obligaba a quien se le descubriera una
biblia en su idioma, entregarla en menos de ocho días al obispo de su diócesis para que fuera
quemada. Esto desde el XIII. Por lo que todos los intentos de traducir la biblia al lenguaje del
pueblo era sumamente peligrosos, esto es un en un sentido general, no importa si era al
alemán, al francés, al ingles o al español, no estaba permitido que la biblia se tradujera al
lenguaje del pueblo y si descubrían a alguien haciéndolo era castigado.
De la misma forma que con la reforma protestante que se había estado cocinando desde
principios del siglo XIII hasta tener su explosión social a inicios del siglo XVI en Alemania, la
traducción de la biblia al lenguaje del pueblo tenia ya varios intentos, en varios idiomas.
Pero hablemos de la lucha por traducir la biblia al español.
Primeramente la lucha por traducir la biblia al español era sutil y buscando de aliados a
gobernantes, como reyes y emperadores, de allí que en el siglo XIII se intentara la traducción
al español de la famosa biblia pre Alfonsina, que contó con los libros de levíticos, números y
Deuteronomio.
Le siguieron a la pre Alfonsina otros tantos atrevidos y audaces intentos de traducción de la
biblia al español, como la biblia Alfonsina, la biblia de la casa de alba, y el Nuevo testamento
de francisco de enzinas.
Pero, un hasta ese entonces, que era el año de 1543,año en que se publicó el nuevo
testamento de enzinas, la biblia en español solo existía para el sector poderoso, los reyes y
gobernantes que se sentían con la autoridad para desafiar a la iglesia católica y los ricos que
podían costearse un tesoro tan caro como peligroso, ya que todas y cada una de estas
traducciones eran desde el momento en que se llegaba a conocer que se trabaja en la
traducción condenadas por iglesia y buscadas por la inquisición.
Más adelante surgieron otras traducciones, más accesibles, y de más rápida difusión por la
intervención de los monjes que se convertían al movimiento de reforma, que comenzaba su
extendimiento entre cada vez , mas católicos.
En 1553 los judíos portugueses Duarte Pinel y Gerónimo Vargas tradujeron el Antiguo
Testamento al castellano. Esta traducción tenía lugar en el ducado de Ferrara, Italia, y por esa
razón se denomina Biblia de Ferrara. Los duques de Ferrara habían dado protección a los
judíos portugueses y españoles que habían sido expulsados de España y posteriormente de
Roma y Nápoles, y esto propuso para Duarte y Gerónimo una puerta abierta para intentar lo
que ya muchos creyentes de buen corazón habían intentado; traducir la biblia al lenguaje del
pueblo.
Entre 1556 y 1557 Juan Pérez de Pineda —amigo de Casiodoro de Reina— publicó en
Ginebra su bella traducción del Nuevo Testamento y los Salmos. Escribió también una
conmovedora «Epístola consolatoria» dedicada a los cristianos evangélicos de Sevilla que
pasaron por el tormento, y veintiuno de los cuales murieron en la hoguera por causa de su fe.
Entre éstos se hallaba Julianillo Hernández, que tesonera y audazmente se había dedicado a
introducir de contrabando en España el Nuevo Testamento de Juan Pérez.
Juan Pérez de Pineda dedicó toda su vida a esparcir la Palabra de Dios, y para contribuir en
la empresa aun después de morir, dedicó por testamento todos sus bienes a la impresión de
una completa en español.
Hasta este momento la biblia seguía sin ser traducida completa, en una versión para todo el
pueblo, pero se tenía ya el Nuevo testamento y los salmos. Y la lucha por llevar la biblia a en
su idioma a los conversos al cristianismo reformado y protestante ya había cobrado cientos de
vidas, tomadas por la inquisición, sobre todo las de los mas audaces y valientes que se
atrevían a llevar la palabra de Dios a las comunidades de cristianos protestantes, y también a
comunidades de católicos que simpatizaban con el movimiento de reforma.
Es bueno señalar que a los monjes (que eran quienes más colaboraban con la reforma) que
se sorprendiera apoyando a la reforma eran torturados, y excomulgados.
Un ejemplo de cómo se libraron de ser aprendidos, fueron los frailes del monasterio de San
Isidoro del Campo.
Los frailes de San Isidoro fueron advertidos del peligro de su situación. Después de una
discusión de la cuestión, determinaron que cada uno era libre para seguir la decisión que
consideraba adecuada. Doce de ellos decidieron dejar el monasterio para seguir caminos
diferentes, pero acordaron encontrarse un año más tarde en Ginebra. Así lo hicieron, y
después de largas y diversas odiseas todos ellos llegaron a la ciudad suiza. Entre los
refugiados sevillanos estaba Juan Pérez, Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, todos
ellos personajes de gran influencia en la historia de la Biblia en castellano.

CASIODORO DE REINA
Casiodoro de Reina nació en la población de Montemolín, provincia de Badajoz, España, en
1520. Se hizo monje en el monasterio de San Isidoro del Campo en la ciudad de Sevilla. En
ese monasterio empezó a leer la traducción del Nuevo Testamento de Juan Pérez de Pineda
y a discutir las obras de los principales líderes de la Reforma Protestante introducidas de
contrabando en España. De su vida en el monasterio se tienen pocos datos, pero de lo que sí
hay constancia es de que el Nuevo Testamento de Juan Pérez de Pineda y otras obras
protestantes, traídas de contrabando por Julianillo Hernández, eran leídas cotidianamente por
los frailes de aquel monasterio.[9]
Casiodoro de Reina se convirtió en el líder de los simpatizantes de la Reforma en el
monasterio; finalmente casi la totalidad de los monjes se unieron a la causa de la
Reforma[10]. La inquisición obligó a Casiodoro como a otros monjes —Unos once; incluidos
Juan Perez y Cipriano de Valera— a huir a Ginebra, Suiza, en 1577; otros no lograron
escapar y fueron acusados de “luteranos”, y fueron quemados por herejes —se creía que si se
quemaban los cuerpos, ni Dios los resucitaba.
En Ginebra (Reina) sintió que volvía a una nueva Roma, por la rigidez de los protestantes
calvinistas. Se sintió incómodo y comenzó a decir que Miguel Servet había sido quemado “por
falta de amor” y que Ginebra se había transformado en “una nueva Roma.”[11] Acechado
infatigablemente por los esbirros de la Inquisición y sospechoso de herejía o de peores cosas
aún por sus hermanos de fe, Reina se vio obligado a huir y buscar asilo por diversas ciudades
europeas. [12]
Por esto viajó primero a Alemania, y después a Inglaterra. Tras concederle la reina inglesa el
permiso de culto, el uso de la iglesia de Santa María de Harás y una pensión de setenta libras,
pastorea la congregación de habla castellana. La comunidad organizada por Reina no solo
admite a españoles, también acepta a italianos y holandeses caídos en desgracia en sus
iglesias respectivas.[13] Durante su estadía en Inglaterra, Casiodoro de Reina empezó la
traducción de la Biblia completa al español. En Inglaterra, espías de la Inquisición y del propio
rey Felipe II de España desataron una persecución contra él.

Así pues, Reina, acechado en todas partes por los seguidores de la Inquisición y sospechoso
de herejía o de peores cosas aún por sus hermanos de fe, vagó durante más de tres años
entre Frankfurt, Heidelberg, el sur de Francia, Basilea y Estrasburgo buscando un lugar donde
establecerse como pastor en alguna iglesia o como simple artesano, y poder dar así término a
la traducción de la Biblia a la lengua castellana, que había comenzado unos años antes en
Inglaterra.[14]
Se vio obligado a salir de Inglaterra y viajar a Amberes, Países Bajos. Luego se estableció en
Fráncfort, donde continuó la labor de traducción. En 1567 terminó allí la traducción del Antiguo
Testamento.
El primer contrato para la edición de 1100 ejemplares de la Biblia fue firmado en el verano de
1567 con el famoso editor Oporino. Por desgracia para Reina, en el mes de julio de 1568 y
antes de poder dar comienzo a la impresión de la Biblia, Oporino murió y resultó estar
arruinado de tal manera, que no cabía la menor esperanza de recuperar los 400 florines
pagados por adelantado del dinero recaudado en Frankfurt, gracias a la aportación voluntaria
para llevar a cabo la edición de la Biblia hecha por los refugiados españoles. Fue entonces
cuando intervino de nuevo Marcos Pérez, prestando a Reina a fondo perdido la suma de 300
florines que sirvieron para cerrar un nuevo contrato de impresión. La impresión fue terminada
probablemente el 24 de junio de 1569, y se editaron 2600 ejemplares.
El impresor de la Biblia de Casiodoro de Reina fue Tomás Guarín, quien imprimió 2.600
ejemplares en su propio taller. Había en Basilea otro impresor de libros pequeños, Samuel
Apiario, quien usaba como logotipo de sus trabajos la imagen de un oso. Apiario dejó de usar
ese logotipo, pero a Casiodoro de Reina le gustó y le pidió permiso a Apiario para hacerlo
imprimir por Guarín en la portada de su traducción, en la que también aparece el texto de
Isaías 40:8, «La palabra del Dios nuestro permanece para siempre». Esa es la razón por la
que esta Biblia se conoce también como «La Biblia del oso». Esta Biblia por varios siglos fue
la única Biblia protestante completa en español.
La iglesia católica y el rey de España no sólo no aceptaron la traducción, sino que la
prohibieron y persiguieron. El rey de España puso precio a la cabeza de Casiodoro de Reina y
fue uno de los pocos a los que se les condenó con el título no sólo de hereje sino de
«heresiarca», o maestro de herejes. Su imagen fue quemada por la Inquisición en un «auto de
fe» celebrado en Sevilla en 1562. Todos sus escritos fueron puestos en el índice de libros
prohibidos por la iglesia católica.[16] También la Biblia de Reina fue minuciosamente
examinada por los pastores de Ginebra, pero por mucho que la escudriñaron no encontraron
nada importante que reprochar a la edición.

Todos los reformadores españoles más renombrados —Juan de Valdés, Juan Pérez de
Pineda, Francisco de Enzinas, Casiodoro de Reina, Cipriano de Valera— fueron traductores
de una parte o de toda la Biblia. Estos líderes del protestantismo español no pudieron
desarrollar Iglesias que llevaran sus nombres —como en Alemania o en Ginebra— ni
produjeron una teología que afectara en algún grado la configuración de la comprensión
cristiana de la fe. La historia no los va a recordar por sus cambios o reformas eclesiásticas.
Sin embargo, cuando se levanta la pregunta en cuanto al valor de su contribución para la
extensión del reino de Dios, la respuesta es firme: la Biblia en castellano.

Todos sus esfuerzos y sacrificios resultaron en la producción de una de las obras literarias
más hermosas y en el instrumento más valioso para la conversión a la fe cristiana de
numerosos pueblos de habla española en el mundo. La Inquisición tuvo éxito en apagar sus
vidas, pero resultó totalmente impotente en extinguir la luz de la Palabra de Dios puesta en el
lenguaje del pueblo.[23]

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