Sunteți pe pagina 1din 270

mÍ eTi| w

Los siete
niveles de la
intimidad
Todos anhelamos una experiencia de
auténtica intimidad, pero la evitamos.

Los siete niveles de la intimidad


La necesitamos mucho, pero a menudo huimos
de etía, o tememos alcanzarla. ¿Por qué?
Tener intimidad significa compartir los
secretos de nuestros corazones, mentes y almas con otro ser
humano imperfecto y frágil. Y nos asusta exponer nuestros
secretos. Tememos ser rechazados por ser quienes somos.
Matthew Kelly plantea que cada relación se construye sobre un
modelo de interacción. Y según se avance en los niveles de la
intimidad, se llega a experimentar plenamente el amor,
el compromiso, la confianza y la felicidad.
Los siete niveles de la intimidad nos enseña de un modo práctico
e inolvidable cómo conocernos en profundidad y cómo
enriquecer la intimidad en nuestras relaciones, ya sea que
busquemos una conexión más intensa con nuestro cónyuge,
mayor plenitud en la relación con un novio o una novia, que
tratemos de mejorar el vínculo con nuestros hijos o que
sencillamente estemos preguntándonos qué deseamos de
una pareja.
Fácil de leer y pleno de sugerencias sabias y prácticas, este
libro cambiará para siempre nuestra manera de conectarnos
con los otros.

ISBN 9S0-02-9843-0
!SBN 978-950-02-9843-8

^Editorial El Ateneo 9 789500 298438


Matthew Kelly, con feren cista y
escritor, es una de las nuevas
voces más importantes de
nuestro tiempo. Nacido y criado
en Sydney, Australia, ha
cautivado públicos en todo el
mundo. Más de dos m illones
de personas asistieron a sus
charlas y sem inarios
en más de cin cu en ta países.
Dinámico y poseedor de un
encanto extraordinario, Kelly
v ie n e en au xilio de una
generación que busca algún
significado en la vida más allá
de la inmediata satisfacción
del placer y de las necesidades
materiales. Ha escrito el
best seller El ritm o de la viáa,
y es presidente de
The Think Tank In stitu te .

i
I
i
ândés M. J . S Ä ß f t $ ; X
je -/ ¿ jb «-e '2^ -
f l ]Hvrs^ 1 A «Q
^ aSv W"
t i P¡
v&. W \<-Á
A?
w4

El arte de amar
y la alegría de ser amado

ANDRES M.J.SWiNNEN
D H Iíó .5 1 4 .0 9 6
SlíCHAROO 1538« 8* PUEYRREDON
CORDOBA
ANDRES NU.SWJNNEN
DN1: 6. 5Ì 4.G96
SUCHARDO1639-B*PUEYRREOON
CORDOBA

MATTHEW KELLY

Ti 1 TA
Ja A A %■ «Si •*>**■ Í 3
nA 1
'W l < Jl C s 4

Ei arte de amar
y la alegría de ser amado

Traducción de
Diana Trujillo

(Q EditorialElAteneo
Kelly, Matthew
Los siete niveles de la intimidad: el arte de amar y la alegría de ser amado
la. ed. - Buenos Aires : El Ateneo, 2006.
272 p. ; 23x16 cm.

Traducido por: Diana Trujillo

ISBN 950-02-9843-0

1. Autoayuda. I. Diana Trujillo, trad. II. Título


CDD 158.1

Título original: The seven levels of intimacy


Traductor: Diana Trujillo
Copyright © 2005 by Beacon Publishing / Matthew Kelly.
Todos los derechos reservados.
Editado por acuerdo con el editor original, Fireside, un sello editorial de
Simón & Schuster, Inc.

Derechos mundiales de edición en castellano


© 2006, Grupo ILHSA S.A. para su sello Editorial El Ateneo
Patagones 2463 - (C1282ACA; Buenos Aires - Argentina
Tel.: (54 11) 4943 8200 - Fax: (54 11) 430S 4199
E-mail: editorial@elateneo.com

I a edición: mayo de 2006

ISBN-10: 950-02-9843-0
ISBN-13: 978-950-02-9843-8

Diseño de cubierta: Departamento de Arte de Editorial El Ateneo


Diseño de interiores: Lucila Schonfeld

Impreso en Verlap S.A.


Comandante Spurr 653, Avellaneda,
provincia de Buenos Aires,
en el mes de mayo de 2006.

Queda hecho ei depósito que establece la ley 11.723


Libro de edición ai'gentina

No se permite Ja reproducción parcial o tota!, e] almacén amiento, el alquiler, la trans­


misión o la iránformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea
electrónico o mecánico, mediante fotocopia, digitalízación u otros métodos, sin el permiso
escrito del editor.
Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446.
La máxima felicidad de la vida es tener
la certeza de ser amados.
Víctor Hugo, Los miserables
índice

Prólogo .......................................................................................... 11

PRIMERA PARTE

Capítulo 1. SEXO NO ES INTIMIDAD ....................................... 17

Capítulo 2. NO BASTA CON TENER INTERESES


EN COMÚN ............................................................................. 43

Capítulo 3, CUANDO VEMOS VENIR LA TORMENTA ........... 59

Capítulo 4. ¿QUÉ IMPULSA NUESTRAS RELACIONES? ...... 77

Capítulo 5. LO CONTRARIO DEL AMOR NO ES EL ODIO .... 103

SEGUNDA PARTE

Capítulo 6. DE CÓMO LOS SIETE NIVELES DE LA INTIMIDAD


LE CAMBIARÁN LAS RELACIONES... ¡Y LA VIDA! ........... 117

Capítulo 7. CLICHÉS: EL PRIMER NIVEL


DE LA INTIMIDAD ................................................................. 125

Capítulo 8. DATOS: EL SEGUNDO NIVEL


DE LA INTIMIDAD ................................................................. 137

9
Capítulo 9. OPINIONES: EL TERCER NIVEL
DE LA INTIMIDAD ........................................ ......................... 157

Capítulo 10. ESPERANZAS Y SUEÑOS: EL CUARTO


NIVEL DE LA INTIMIDAD .... ................................................ 179

Capítulo 11. SENTIMIENTOS: EL QUINTO NIVEL


DE LA INTIMIDAD .................................................................. 191

Capítulo 12. DEFECTOS, TEMORES Y FRACASOS:


EL SEXTO NIVEL DE LA INTIMIDAD.................................. 207

Capítulo 13. NECESIDADES LEGÍTIMAS:


EL SÉPTIMO NIVEL DE LA INTIMIDAD ........................... 219

TERCERA PARTE

Capítulo 14. DIEZ RAZONES POR LAS QUE


LAS PERSONAS NO TIENEN BUENAS RELACIONES ...... 235

Capítulo 15. CÓMO DISEÑAR UNA BUENA RELACIÓN ........ 249

Capítulo 16. NO SE QUEDE EN LA ESPERANZA..................... 263


PRÓLOGO

“¿Me estás ocultando algo?”

David Anderson vivía en Boston con su esposa, Sarah, y sus


tres hijos, Rachel, Shannon y Jonah. Era un hombre de negocios
exitoso, y una de las prerrogativas de su éxito era su casa de ve­
raneo en Martha"s Vineyard. Sarah y ios niños pasaban allí todo
el verano, mientras que por lo general David iba parte de los fi­
nes de semana y, siempre, las dos primeras semanas de julio.
Un verano, hace unos años, iba en su auto hacia la playa a
principios de julio cuando se hizo una promesa. Durante dos se­
manas sería esposo y padre amantísimo y considerado. Se dedi­
caría por com pleto a su familia. Apagaría el celular, resistiría la
tentación de verificar permanentemente el correo electrónico y
se dedicaría completamente a su familia y a una genuina expe­
riencia de vacaciones.
La cuestión es que David trabajaba demasiado. Él lo sabía.
Todo el m undo a su alrededor lo sabía. Cuando nos gusta nues­
tro trabajo, ese es uno de los riesgos. Cuando dependemos de­
masiado del trabajo para afianzar la propia identidad, esa es una
de las trampas. De vez en cuando David se sentía culpable por
trabajar tanto, pero se las arreglaba para hacer la culpa a un la­
do con la excusa de que era necesario. A veces se sobreponía al
sentimiento de culpa recordando los muchos privilegios y opor­
tunidades que su esposa y sus hijos podían disfrutar precisamen­
te porque él trabajaba tanto.
¿Eran eficaces las racionalizaciones? Temporariamente. Pero
esas vacaciones serían diferentes. David sería considerado y de­
dicado.
Se le había ocurrido la idea en el auto, mientras escuchaba
un disco com pacto que le había regalado un amigo. La gente to­
do el tiempo le regalaba libros para leer y discos para escuchar, y
los regalos siempre lo aterraban, porque sabía que la persona en

11
cuestión le preguntaría su opinión a la siguiente vez que se en­
contraran. Pero, por alguna razón, ese día, al salir del garaje, ha­
bía puesto este disco compacto.
El conferencista hablaba de las relaciones dinámicas. Algo
incóm odo, David estuvo a punto de apagarlo cuando algo que di­
jo el hom bre le llam ó la atención: "El am or es una elección. El
amor es un acto de la volu n tad-dijo-. Elegimos amar".
En ese mom ento, David admitió para sí mismo que com o es­
poso había sido egoísta, y que el amor entre Sarah y él había sido
sofocado por su egoísmo, por su falta de sensibilidad, por su falta
de dedicación. Su egocentrismo se manifestaba mayormente en
cosas pequeñas. Él insistía en que vieran los programas de televi­
sión que él quería ver. Hacía sentir mal a Sarah por su tendencia
a llegar tarde a todos lados. Constantemente anteponía su trabajo
a las necesidades de la familia. Se llevaba los diarios al trabajo sa­
biendo que Sarah querría leerlos y que era improbable que él tu­
viera tiempo de leerlos durante su día tan atareado. Todo el tiem­
po les decía a los hijos: "en otro mom ento” y a su esposa: “ahora
no” . Pero, durante dos semanas, eso cambiaría. Y así fue.
Cuando David franqueó la puerta, le dio un beso a su esposa
y le dijo: “Qué linda estás con ese suéter nuevo. Ese color te que­
da precioso” , Sarah quedó soiprendida, impresionada y hasta un
poco perpleja. Su primera reacción fue preguntarse si no era una
crítica indirecta porque se había com prado más ropa pero, com o
él sonrió y 3e preguntó: "¿Qué me perdí?” , se dio cuenta de que
era un cum plido genuino y se sintió de maravillas.
Después de luchar contra el tránsito para llegar a la casa de
fin de semana, David no quería más que sentarse a descansar, pe­
ro Sarah lo invitó a caminar p or la playa. David iba a negarse
pero cam bió de idea. "Sarah estuvo toda la semana sola con los
niños y ahora quiere estar sola conm igo” . Así que se fueron a ca­
minar de la m ano p or la plajea, mientras los niños remontaban
barriletes.
A la mañana siguiente, Sarah casi se cayó de la cama cuando
él le llevó el desayuno. Era cierto que David había despertado a
su hija Rachel para que lo ayudara, pero era un hecho de todos
m odos extraordinario. Mientras desayunaban, él le contó un sue­

12
ño que había tenido la noche anterior, y luego le preguntó: "¿Qué
tienes ganas de hacer hoy?".
Sarah no recordaba la última vez que él le había hecho seme­
jante pregunta.
— ¿No tienes trabajo? —preguntó,
-—No —dijo él— . Podemos hacer lo que tú quieras.
Durante todo el día David no dejó de repetirse “ El amor es
una elección. El amor es una elección. El amor es una elección”.
Y así continuó. Durante dos semanas descansaron, fueron fe­
lices. Fue una vacación de ensueño. Dos semanas sin la presión
constante de las llamadas al celular y los correos electrónicos.
Fueron de visita al museo marítimo, aunque David odia los mu­
seos; permitió que los niños tomaran helado cada vez que se les
ocurrió, e incluso consiguió callarse la boca cuando Sarah de­
m oró tanto en prepararse para salir que llegaron tarde a la cena
de cumpleaños de su m ejor amigo.
— ¿Papá se sacó la lotería o algo? —le preguntó un día Shan-
non, la hija, a su madre. Sarah rió, pero la verdad es que ella mis­
ma se había estado preguntando qué bicho había picado a su
esposo.
El último día, después del almuerzo, David se excusó y se fue
a caminar solo p or la playa. Pensó en la promesa que se había
hecho dos semanas antes e hizo una nueva promesa de continuar
eligiendo el amor cuando volvieran a la ciudad.
Esa noche, cuando Sarah y él se preparaban para acostarse,
Sarah de pronto se detuvo y miró a David con la expresión más
triste que él le había visto en toda su vida.
David se asustó.
— ¿Qué pasa?
— ¿Me estás ocultando algo? —preguntó ella.
— ¿Qué?
—El control que me hice hace unas semanas... —dijo Sarah—.
¿El doctor Lewis te dijo algo? Dave, has estado tan bueno conm i­
go. ¿Me voy a morir?
A David se le llenaron los ojos de lágrimas. Atrajo a su mujer,
la abrazó fuerte, y dijo:
—No, mi amor. No te vas a morir. ¡Yo estoy empezando a vivir!

13
PRIMERA PARTE
Ca p ít u l o l

Sexo no es intimidad

EL MITO DEL SEXO

Sexo no es intimidad. Puede ser parte de la intimidad, sin du­


da. Pero sexo no es igual a intimidad. El sexo no viene con una
garantía de intimidad. El sexo no es en absoluto necesario para
la intimidad. Sin embargo, casi todas las referencias a la intimi­
dad en la cultura popular moderna son una referencia al sexo. Si
querem os verdaderamente experimentar alguna vez la intimi­
dad, primero debemos superar la idea adolescente de que sexo e
intimidad son sinónimos.
La intimidad es lo único sin lo cual una persona no puede vi­
vir feliz. Piénselo. ¿Cuáles son las personas más felices que c o ­
noce, los que de verdad prosperan? ¿Tienen sexo o tienen intimi­
dad? Tienen intimidad, ¿no? Puede que también tengan sexo,
pero la base de sus vidas es una auténtica experiencia de intimi­
dad. Tienen personas con quienes compartir su vida. Tienen un
genuino interés en la gente que los rodea. Tienen buenas rela­
ciones.
Podemos vivir felices sin automóviles nuevos ni ropa costosa;
podem os vivir y prosperar sin la casa de nuestros sueños; pode­
mos vivir sin irnos de vacaciones a los mejores lugares. Pero no
podem os vivir felices sin intimidad. La intimidad es una de nues­
tras necesidades legítimas y un requisito ineludible para la felici­
dad. Se puede sobrevivir sin intimidad, pero no se puede prospe­
rar sin intimidad.
Los seres humanos anhelan por sobre todas las cosas la inti­
midad. Deseamos la felicidad, y a veces confundimos este deseo
de felicidad con el deseo de placer y posesiones. Pero cuando
hemos experimentado el placer o alcanzado las posesiones, se­
guimos con carencias. ¿Y qué es lo que nos falta? La intimidad.

17
Nuestro deseo de felicidad es en última instancia un deseo de in­
timidad. Si tenemos intimidad podem os prescindir de muchas
cosas y aun así ser felices. Sin intimidad, todas las riquezas del
m undo no satisfarán nuestros corazones hambrientos. Hasta no
experimentar la intimidad, nuestros corazones seguirán inquie­
tos, irritables, e insatisfechos.

¿QUÉ ES LA INTIMIDAD?

La vida es autorrevelación. La vida tiene que ver con darse a


conocer. Todos los días, nos dam os a con ocer de mil maneras
a las personas que nos rodean y al mundo. Todo lo que decimos
y hacem os revela algo sobre quiénes som os. Incluso las cosas
que no decimos y las que no hacemos les cuentan a los otros al­
go sobre nosotros. La vida es compartirnos con la humanidad en
este momento de la historia.
Las relaciones también son un proceso de autorrevelación.
Pero, en las relaciones, con demasiada frecuencia dedicam os
tiempo y energía a ocultar nuestro verdadero yo de los otros. Es
aquí que encontramos la mayor paradoja que rodea nuestra lu­
cha por alcanzar intimidad. Toda la experiencia humana es una
búsqueda de armonía entre fuerzas opuestas, y nuestra búsque­
da de intimidad no es excepción.
Anhelamos la intimidad, pero la evitamos. La necesitamos, pe­
ro huimos de ella. En un nivel profundo, percibimos que tenemos
una profunda necesidad de intimidad, pero también tememos al­
canzarla. ¿Por qué? Evitamos la intimidad porque tener intimi­
dad implica exponer nuestros secretos. Estar en intimidad signifi­
ca compartir los secretos de nuestros corazones, mentes y almas
con otro ser humano imperfecto y frágil. La intimidad exige que
le permitamos a otra persona descubrir qué nos moviliza, qué nos
inspira, qué nos impulsa, qué nos obsesiona, hacia dónde corre­
mos y de qué huimos, qué enemigos autodestructivos yacen den­
tro de nosotros y qué sueños locos y maravillosos albergamos en
nuestros corazones.
Tener una verdadera intim idad con otra persona significa

18
compartir todos los aspectos de nuestro ser con esa persona. Te­
nemos que estar dispuestos a quitarnos la máscara y bajar la
guardia, a hacer a un lado nuestras poses y compartir lo que nos
está moldeando y lo que está dirigiendo nuestras vidas. Este es el
mayor don que podem os darle a otro ser humano: permitirle
simplemente que nos vea com o somos, con nuestras fortalezas y
nuestras debilidades, nuestras fallas, nuestros fracasos, nuestros
defectos, nuestros talentos, nuestras habilidades, nuestros lo ­
gros y nuestro potencial.
La intimidad exige que le franqueemos a otra persona el ac­
ceso a nuestro corazón, mente, cuerpo y alma. En su forma más
pura, es un compartir, completo y sin límites, de nuestro ser. No
todas las relaciones valen tal intimidad completa, pero nuestras
relaciones primarias tal vez sí.
¿Qué es la intimidad? Es el proceso de autorrevelación m u­
tua que nos lleva a darnos completamente a otra persona en el
misterio que llamamos amor.

¿CUÁL ES SU HISTORIA?

Tenemos una profunda necesidad de que nos conozcan. Den­


tro de cada uno de nosotros hay una historia que queremos con ­
tar. La intimidad significa compartir nuestra historia. Compartir
nuestra historia nos ayuda a recordar quiénes somos, de dónde
venimos y... lo más importante: compartir nuestra historia nos
ayuda a mantenernos cuerdos.
Si visitamos cualquier institución mental descubriremos que
casi todos los pacientes han olvidado su propia historia. Simple­
mente 110 pueden ubicar su pasado en un recuerdo coherente o
estructurado. Como resultado de esto, pierden de vista el punto
de referencia que el pasado nos da para hacer el mapeo de nues­
tro futuro. Cuando olvidamos nuestra historia, perdemos el hilo
de nuestra vida, y nos volvemos locos. En grados diferentes, to­
dos olvidamos nuestras propias historias y, en la medida en que
lo hacemos, todos nos volvemos un p oco locos. Las buenas rela­
ciones nos ayudan a recordar nuestras historias, quiénes somos

19
y de dónde venimos, Y, de un m odo extraño y místico, recordan­
do nuestras historias nos celebramos de una manera muy sana.
¿Cuál es su historia? ¿Cuál es ía historia de su familia? ¿Cuál es
la historia de su relación?
Hay algo que m e fascina y es cuando se le pide a una pareja,
en la cena de ensayo para una boda, que cuente su historia - c ó ­
m o y cuándo se conocieron, cuándo y dónde tuvo lugar la decla­
ración, y esas cosas-: hay pasión y entusiasmo en la narración.
Pero, a m edida que pasan los años, la respuesta a la pregunta
“ ¿C óm o se con ocieron ?" pasa a ser una frase de tres palabras,
"En un avión” , “En un bar”. Este es un ejemplo clásico de cóm o,
con el correr del tiempo, nos olvidamos de nuestra historia o nos
volvemos inmunes a su fuerza.
Sólo compartiendo nuestra historia con otra persona nos sen­
tiremos con ocid os de una manera única. De lo contrario, y no
me cabe duda de que esto sucede todos los días, podem os pasar
p or esta vida y pasar a la siguiente sin que nadie llegue a co n o ­
cernos jamás. Imagínese semejante cosa. Imagínese viviendo to­
da la vida sin que nadie jamás lo conozca.
También tenemos una gran necesidad de compartir la histo­
ria de nuestras relaciones. Así com o una persona que olvida su
historia se vuelve loca, lo mismo le sucede a una pareja que olvi­
da su historia. No se vuelven locos com o para ser ingresados a
un m anicom io, pero ambos miembros de la relación comienzan
a hacer locuras que en última instancia pueden llevar a la deca­
dencia de la relación. A menos que puedan redescubrir el hilo de
la relación, a m enos que puedan recordar y querer otra vez su
historia juntos, la decadencia de la relación llevará inevitable­
mente a la ruptura, o a una vida de silenciosa desesperación den­
tro de una relación que se ha vuelto loca.

R e a l id a d v e r s u s il u s ió n

Las relaciones nos mantienen honestos. Nos dan el espejo ne­


cesario para que nos veamos y nos conozcam os a nosotros m is­
mos. Aislados y solos podem os convencernos de cualquier dispa­

20
rate, pero las otras personas nos mantienen en la realidad sacán­
donos de nuestros mundos imaginarios. No nos dejan engañar­
nos. Los demás nos mantienen honestos. Las relaciones nos ayu­
dan a salir de nuestras percepciones engañosas y a entrar en la
realidad.
Veo esto todo el tiempo con mis siete hermanos. Una vez al
mes hacen algo que llaman "noche de hermanos”. Sin novias, ni
esposas, ni hijos, ni amigos: "sólo los hermanos” . Eligen un res­
taurante y los mensajes electrónicos surcan el ciberespacio con ­
firmando la asistencia. Es la noche al mes en la que más extraño
estar lejos de m i casa en Sydney, Australia. Pero cuando estoy
allí, siempre me maravillo ante la dinámica: mis siete hermanos
y yo nos sentamos a una mesa y hablamos de las idas y venidas
de nuestras vidas: situaciones en el trabajo, nuestras relaciones,
temas familiares y nuestros sueños y planes.
En ese foro nos ofrecemos los unos a los otros la desnuda h o­
nestidad que todos necesitamos de vez en cuando. Mis hermanos
y yo no siempre hacemos lo que se debe, pero hay un compartir
ideas y opiniones y una franqueza generalizada que es al mismo
tiempo saludable y útil. Claro que ese tipo de honestidad despo­
jada sería agotadora si fuera todos los días, pero una vez al mes
nos ayuda a cuestionarnos a nosotros mismos de una manera
constructiva. Nos mantiene honestos con nosotros mismos, sa­
cando a la luz nuestras percepciones engañosas o autoengaños.
Esa honestidad brutal nos saca de nuestros mundos imaginarios
y sacude nuestra visión de nosotros mismos falsa y a medida. Y,
si bien puede ser incóm odo, crea el entorno dinámico necesario
para el crecimiento.
Así es que la intimidad es un espejo del ser real. Conversar y
relacionarse con una variedad de personas en nuestra vida coti­
diana saca a la luz los engaños que a m enudo nos inventamos
sobre nosotros mismos y en los que creemos. Aislados y solos, te­
nem os una increíble habilidad para engañarnos y crear imáge­
nes de nosotros mismos que, en el mejor de los casos, son unidi­
mensionales. La intim idad nos rescata de nuestros mundos
falsos. Esta es una de las razones por la que evitamos la intimi­
dad. A menudo preferimos vivir en nuestras fantasías y no en el

21
m undo real. Otras personas nos obligan a salir de nuestros mun­
dos imaginarios y nos proporcionan el espejo necesario para co ­
nocernos a nosotros mismos.
La próxima vez que vea a alguien hacer algo que a usted lo
m olesta en particular, dé un paso al costado de la situación y
mire más profundamente. Lo más probable es que vea algo de
sí m ism o en esa persona. ¿Lo que lo irrita es algo que usted ha­
ce de vez en cuando? ¿Desearía hacer lo que está haciendo esa
otra persona? ¿Lo hacía usted antes? De m anera similar, la
próxim a vez que sienta un fluir de cálida admiración que surge
dentro de su pecho, estúdiese. ¿Lo que admira en esa persona
es una cualidad que, en mayor o m enor medida, usted también
posee? ¿Desearía poder celebrar más esa cualidad dentro de us­
ted m ism o?
Las personas nos presentan a nosoti'os mismos. El com par­
tirnos con otros nos ayuda a entendernos; en el p roceso nos
revelam os a los dem ás, pero tam bién los ayudam os a ellos a
descubrirse a sí m ism os. La m ayoría de las personas tiende
a pensarse com o intensamente independiente, com o si ser de­
pendiente fuera una gran debilidad y motivo de vergüenza. La
verdad es que som os interdependientes y estamos m ucho más
conectados de lo que la mayoría de nosotros creemos. En el si­
glo XX, la humanidad parecía preocupada con alcanzar la inde­
pendencia. El siglo XXI será un siglo de interdependencia o de
un trem endo sufrim iento hum ano. La gran verdad que debe­
mos poner en fo co es que estamos todos juntos en esto. Tanto
en las relaciones individuales com o en las relaciones entre na­
ciones, esta es la idea que más puede hacer progresar a la hu­
manidad, Estamos todos juntos en esto.
Es demasiado fácil convencernos de que podem os vivir nues­
tra vida y cumplir nuestro destino sin la cooperación de los de­
más. De varias maneras, nuestro destino no está en nuestras ma­
nos; al m enos, no p or com pleto. De varias maneras, 110 som os
independientes: som os interdependientes. La independencia es
apenas un ejem plo de los engaños que nos impiden entrar p ro­
fundamente en las relaciones.
Las relaciones dinámicas y vibrantes nos ayudan a superar

22
nuestras percepciones engañosas a favor de la realidad, a menu­
do menos perfecta pero siempre más gratificante.

¿POR QUÉ TENEMOS MIEDO?

El problema es que tenemos miedo. Tenemos miedo de reve­


larnos, de compartirnos, de permitir que otros entren en nues­
tros corazones, nuestras mentes, nuestras almas. Tenemos mie­
do de ser nosotros mismos. Tenemos miedo de que, si se Uega a
saber realmente cómo somos, no nos quieran. Ese es el más pro­
fundo de todos los temores humanos, que se agazapa en el cora­
zón de cada uno de nosotros: "Si llegan a conocerme de verdad,
¿seguirán queriéndome? ¿empleándome? ¿querrán salir conm i­
go?” Ansiamos desesperadamente amar y ser amados. Pero que­
remos ser amados por cóm o somos, con verrugas y todo. Y, aun­
que tenemos miedo de darnos a conocer por la posibilidad de un
rechazo, sólo dándonos a conocer crearemos la posibilidad de
ser amados verdaderamente. Con ese miedo com ienza el gran
engaña. Ese m iedo da a luz la simulación interminable. Todos
tenemos faltas y todos tenemos defectos. Ninguno de nosotros es
perfecto. Sin embargo, todos andamos por la vida tratando de
causar una buena impresión, ocultando lo quebrado, simulando
que tenemos todo bajo control y que todo está bien.
Piénselo. Cuando conoce a alguien, o está en las primeras sa­
lidas con alguien, en una entrevista por un trabajo o cuando lo
presentan a los amigos de su pareja, usted trata de causar la m e­
jor im presión y los otros tratan de causar la m ejor impresión.
Después todos esperamos que la persona verdadera quede reve­
lada, por la vida, p or las experiencias, por el proceso de la inti­
midad.
No p odem os ser amados por quien som os si no nos revela­
mos. Ocultos, nunca experimentaremos la intimidad. Reticentes
a darnos a conocer, nos quedaremos siempre solos.
Experimentaremos la intimidad sólo hasta el punto en que
estemos dispuestos a darnos a conocer. Queremos ser amados,
pero nos retraemos pensando que se juzgarán nuestros defectos,

23
y que se los utilizará com o excusa para expulsarnos. Pero, si no
nos damos a conocer, siempre pensaremos: "Si me conociera de
verdad... ", o “¿Qué diría ella de mí si supiera... ?”.
Nos ocultamos porque pensamos que los demás nos querrán
m enos si llegan a conocernos de verdad, cuando en la mayoría
de los casos sucede lo opuesto. Si nos proponemos correr el ries­
go y revelar quiénes somos, descubriremos que la mayoría de las
personas sentirán alivio al com probar que somos humanos. ¿Por
qué? Porque ellas también son humanas, y sienten el mismo mie­
do que nosotros. En la mayoría de los casos veremos que las c o ­
sas que pensamos que llevarían a los demás a dejar de amarnos
hacen que nos quieran más. Hay algo glorioso en nuestra huma­
nidad. Fuerte y débil, la persona humana es asombrosa. Nuestra
humanidad es gloriosa y debería ser celebrada. Cuando damos a
conocer nuestras luchas, les damos a los otros el coraje de hacer
lo mismo. ;
La verdad es que, cuando damos a conocer nuestras debilida­
des, los demás se sienten más cóm odos con nosotros y más dis­
puestos a responder expresando su deseo de estar con nosotros
en lugar de rechazamos. Todos tenemos un lado oscuro; sin em ­
bargo, todos andamos por la vida simulando que no. He aquí la
eterna simulación. La intimidad exige que estemos preparados
para revelar nuestro lado oscuro, no para asustar ni lastimar a la
otra persona, sino para que él o ella puedan ayudarnos a luchar
contra nuestros demonios internos.
Mi experiencia me hace pensar que la disponibilidad a com ­
partir nuestra debilidad es una inmensa señal de fe, que alienta a
los otros a bajar la guardia. Cuando compartimos nuestra mane­
ra de luchar contra nuestras debilidades, alentamos a los demás
en su propia lucha. Y siempre que nos esforcemos sinceramente
p or ir más allá de nuestras debilidades y convertirnos en la m e­
jo r versión de nosotros m ism os, descubrirem os, para nuestra
sorpresa, que se nos ama más en razón de nuestras debilidades.
Som os más dignos de amor no cuando simulamos tener todo en
orden sino en nuestra humanidad cruda e imperfecta.
Qué locura, ¿no? Queremos ser amados, pero le tenemos tan­
to m iedo al rechazo que preferimos que nos amen por ser quie-

24
lies no som os antes que ser rechazados por ser quienes somos.
La madurez sobreviene cuando aprendemos a querer a nuestro
ser. A partir de ese momento, £referimos ser rechazados por ser
quienes realmente som os que amados por simular ser quienes
no somos. Esa es la autoestima. No se trata de sentirse bien. Es
algo práctico, real, y va a la esencia de la elección más difícil que
deberemos hacer jamás: la elección de ser nosotros mismos. En
este aspecto, me ha conm ovido siempre una observación muy
poderosa y profunda, al tiempo que conmovedoramente simple,
de Hugh Prather: "A algunas personas les gustaré y a algunas
personas no les gustaré, de m odo que bien puedo ser yo mismo” .
Es lo que todos anhelamos, ser queridos por quienes somos. Por
eso es tan importante soltarnos y permitirnos experimentar la
autorrevelación de la intimidad.

SOLEDAD Y ADICCIÓN

Si no estamos dispuestos a superar el miedo al rechazo, siem­


pre habrá un sentimiento de soledad en nuestras vidas. La sole­
dad viene de muchas formas. Algunas personas están solas sen­
cillamente porque no tienen contacto con otros seres humanos.
Otras están solas incluso en una habitación llena de gente. Algu­
nas están solas porque son solteras. Otras están casadas y solas.
Y otras están solas porque se han traicionado a sí m ism as y
anhelan y extrañan el ser perdido. La soledad parece ser una de
esas cosas que siempre acecha en un segundo plano, una de las
experiencias de la vida que nunca conquistamos, algo a lo que
nunca nos sobreponemos definitivamente.
La sensación de que nadie nos conoce en realidad puede ser
una de las formas más debilitantes de la soledad, y es fomentada
p or nuestra reticencia a darnos a conocer. La paradoja de que
queremos ser conocidos y queridos por quienes som os pero nos
negam os a darnos a con ocer porque tem emos el rechazo crea
una inmensa soledad en nuestras vidas.
Aquí completamos el ciclo. Anhelamos la intimidad, huimos
de la intimidad, nos decim os a nosotros mismos que queremos

25
ser libres de lazos emocionales, pero terminamos esclavos de al­
guna manera.
Reticentes a participar en los rigores de la intimidad, trata­
mos de llenar el vacío creado por la falta de intimidad en nues­
tras vidas y así es que nacen nuestras adicciones. El pozo sin fon­
do creado por la ausencia de la intimidad exige ser alimentado, y
si nos negamos a alimentario de una manera sana nos sorpren­
deremos alim entándolo de maneras autodestructivas. Algunos
tratarán de llenar el vacío con alcohol; otros, com prando cosas;
otros, con drogas. Otros lo llenarán con una serie interminable
de relaciones a corto plazo y, en una cultura que equipara la inti­
midad con el sexo, un número creciente de personas tratará de
llenar el vacío con experiencias sexuales. El resultado es un va­
cío creciente. Cada uno de estos es apenas un intento diferente
por llenar el vacío creado en nuestras vidas por la falta de una
intimidad genuina. Todas las adicciones son el resultado de in­
tentar llenar el vacío de una manera insana.
Las adicciones se encuentran entre los autoengaños más p o­
derosos que experimentamos. Las adicciones son creadas por au­
toengaños y a su vez crean más autoengaños. La adicción nos
desconecta de la realidad. Entonces, ¿por qué nos dirigimos ha­
cia el objeto de nuestra adicción? La razón es profundam ente
simple: porque la adicción cambia nuestra manera de pensar de
nosotros mismos. Nuestras adicciones nos empujan más y más
hacia nuestros mundos imaginarios egocéntricos, mientras que
la intimidad nos saca de ese estar absortos en nosotros mismos y
nos lleva a una experiencia real de los otros, del mundo y de no­
sotros mismos. Nuestras adicciones mantienen vivas las simula­
ciones, y la simulación a la que las adicciones son más fieles es
la creencia de que somos el centro del universo.
Una intim idad genuina nos libera de nuestra soledad, pero
cuando huimos de la intimidad a menudo nos encontramos es­
clavizados por la adicción.
LA INTIMIDAD Y LOS CUATRO ASPECTOS DE UNA PERSONA

La intimidad no es sólo física, no es sólo emocional. La inti­


midad es multidimensional. Combina misteriosamente los cua­
tro aspectos de la persona humana: el físico, el emocional, el in­
telectual y el espiritual. Es por lo tanto importante entender la
intimidad, dado que afecta a cada uno de los cuatro aspectos de
la persona humana y es afectada por ellos.

Intimidad física

La intimidad física es fácil. Comienza con un apretón de ma­


nos, una sonrisa o un beso en la mejilla. Pero la intimidad física
también puede ser fácilmente manipulada. Los buenos políticos
lo saben m ejor que nadie; se pasan la vida estrechando manos y
besando criaturas, porque saben que hasta la mínima intimidad
física crea un sentimiento de cercanía y de pertenencia. He nota­
do que las personas que son especialmente buenas para ganarse
a los demás durante un breve encuentro siempre usan las dos
manos en el saludo. Pueden estrecharle la mano con una mano,
pero con la otra le tocarán suavemente el brazo o el hombro. Eso
crea una sensación extra de cercanía, de unidad, incluso. Si un
gesto tan pequeño puede crear una sensación de unidad, qué ex­
traordinaria ha de ser la unidad cuando dos personas tienen una
relación sexual.
Esto explica el lazo que se crea entre un hombre y una mujer
durante el acto de hacer el amor. Explica también el dolor que sen­
timos cuando nos separamos de alguien con quien hemos estado
sexualmente activos. Los dos nos convertimos en uno, y luego fui­
mos separados. Incluso años después, las personas siguen expe­
rimentando el dolor y la desorientación de la separación. De una
manera muy real, durante el acto sexual dos se hacen uno, y unir
es significativamente más fácil que separar. Muchos tienen la sen­
sación de desorientación después del fin de una relación sexual,
pero olvidan la causa de esa desorientación. Parejas sexuales múl­
tiples pueden aumentar esa desorientación. Con cada encuentro

27
sexual dejamos un pedazo de nosotros con la otra persona y eso
crea la sensación de ser tironeado en diferentes direcciones, ras­
gado en dos, lo que a su vez provoca la desorientación.
Por eso, si bien pienso que es importante subrayar que sexo
no es lo m ism o que intimidad, también es im portante señalar
que la fuerza de nuestra sexualidad es m ucho más que física. En
realidad, si bien la segunda mitad del siglo XX se adjudica la
investigación exhaustiva de nuestra sexualidad, yo digo que no
hemos com enzado a entender siquiera el im pacto multidimen­
sional que tiene el sexo sobre la persona humana. Nuestra sexua­
lidad es un poderoso instrumento en nuestra búsqueda de con­
vertirnos en la m ejor versión de nosotros m ism os; podem os
utilizarlo, com o podem os utilizar tantas cosas en el mundo, para
promover esa causa o para obstaculizarla. Vivir es elegir.
También es importante subrayar que todas nuestras relacio­
nes tienen un aspecto físico. Incluso en una relación confinada
com pletam ente al teléfono o al ciberespacio, uno sigue experi­
mentando a la otra persona a través de los sentidos (hablar y es­
cuchar o sentarse, escribir y leer).
Algunos dicen que no hay dimensión física en su relación con
Dios pero, una vez más, si bien la relación es predominantemen­
te espiritual, tiene un aspecto físico. Algunas personas se arrodi­
llan para orar; otras se sientan en posición de meditación; algu­
nos levantan las manos; otros caminan mienLras llevan a cabo
sus rutinas y rituales espirituales; y algunos se postran para la
oración. Nuestros cuerpos físicos son los vehículos a través de
los cuales experimentamos todo en esta vida.

Intimidad emocional

El segundo aspecto de la persona humana es el em ocional.


La intimidad em ocional es m ucho más difícil de alcanzar que la
intimidad física. Requiere de una humildad y una vulnerabilidad
con la que la mayoría de nosotros no nos sentimos cóm odos al
principio. El proceso de alcanzar la intimidad em ocional es, por
ende, lento. Incluso en las m ejores relaciones, con la persona
más germina, nos lleva tiempo convencernos de que es seguro
bajar la guardia. Y si nos han herido o traicionado en el pasado,
puede llevar más tiempo. El laberinto de nuestras opiniones, sen­
timientos, temores y sueños es algo que guardamos muy celosa­
mente, y está bien que así sea.
Al m ism o tiempo, 110 deberíamos permitir que el tem or de
darnos a conocer se convierta en nuestro estado natural. A medi­
da que avanzamos por los siete niveles de la intimidad, veremos
que incluso en las relaciones más secundarias hay maneras de
las que podem os damos a conocer sin poner incómoda a la otra
persona y sin amenazar nuestro sentido del ser. La vida es una
autorrevelación. Cada vez que conocem os a alguien, debemos re­
velar algo de nosotros a esa persona. Esa persona puede ni si­
quiera con ocer nuestro nom bre, pero si sonreímos y decim os
"Gracias” , o "Buenos días” , sabrá algo de nosotros. Siendo ama­
ble, cortés y afable, hemos revelado algo sobre nosotros mismos.
Darnos a conocer de maneras sanas y positivas está en el quid
de la intimidad. En el reino emocional, la intimidad consigo mis­
mo y con los otros surge de la observación. E11 primer lugar, la
autoobservación: saber cóm o nos hacen sentir ciertas personas,
situaciones, circunstancias y oportunidades. En segundo lugar,
la observación de los otros: abrir los ojos, los oídos y el corazón
a cóm o los demás responden a nosotros. ¿Cuál es su lenguaje
corporal? ¿Están cóm odos con nosotros? Si no es así, ¿qué los
hace sentir incóm odos? ¿Hay algo que deberíamos cam biar en
nuestra manera de relacionarnos con los demás?
La intimidad emocional no puede separarse de los otros tres
aspectos de la persona humana. De mil maneras que no hemos
siquiera com enzado a comprender, lo físico, lo emocional, lo in­
telectual y lo espiritual están interconectados.

Intimidad intelectual

El tercer aspecto de la persona humana es el intelectual. Co­


mo la intimidad em ocional, lleva más tiempo de establecer que
la intim idad física. La creación de la intimidad intelectual re­

29
quiere tanto variedad com o cantidad de experiencias. Se estable­
ce m ediante la conversación, la vivencia de diferentes hechos
culturales y políticos y mil otras maneras que sacan a la luz nues­
tra filosofía personal de la vida.
Es importante ver que, mientras personas con opiniones si­
milares pueden establecer más rápido una intimidad intelectual
al principio de la relación, no es necesario tener puntos de vista
idénticos sobre todos los temas para mantener una relación in­
tensa. Una opinión similar sobre cosas com o, por ejemplo, lo que
creemos ser el propósito de una relación, son de importancia ob­
via, y pueden ser básicas para permitir que la relación crezca y
florezca. Pero tener opiniones iguales también puede perjudicar
una relación. Podemos estar de acuerdo sobre un tema, y nues­
tra opinión puede ser parcial o incluso errónea. Pero, com o am­
bos mantenemos la misma opinión, nada cuestiona la parciali­
dad, y la estrechez mental que en primer lugar llevó al prejuicio
queda confirmada por la relación.
La intimidad intelectual florece en un entorno de tolerancia.
Diferentes personas tienen diferentes ideas. Nuestras ideas no
son siempre correctas, y las ideas de los demás no son siempre
incorrectas. Mantener la mente abierta es una parte importante
de la intimidad intelectual.
Si de verdad queremos ahondar en la belleza y el misterio de
cóm o piensan los demás, debem os condicionarnos para mirar
más allá de las ideas mismas. Más allá de las ideas podem os des­
cubrir más sobre las personas que querem os que lo que jamás
nos dirán las ideas. Con demasiada frecuencia, prejuzgam os a
los demás por una idea que expresan. El secreto es mirar más
allá de la idea y descubrir qué ha llevado a alguien a creer que
esa idea es buena, verdadera, noble, justa o hermosa. Lo más fas­
cinante no es lo que la gente piensa o cree, sino por qué piensa y
cree com o lo hace.
La intimidad intelectual es m ucho más que sencillamente sa­
ber lo que una persona piensa y cree sobre una variedad de te­
mas o tópicos. Es saber cóm o piensa una persona: qué la impul­
sa, qué la inspira y qué motiva sus ideas y opiniones.

30
Intimidad espiritual

El cuarto aspecto de la persona humana es el espiritual. La


intimidad espiritual es la forma de intimidad más escasa y la más
escurridiza. Algunas parejas que tienen intimidad espiritual tie­
nen creencias religiosas tradicionales casi idénticas, mientras
que otras parejas que gozan de esta escasa intim idad tienen
creencias o maneras de expresar sus creencias radicalmente di­
ferentes.
La intim idad espiritual com ienza con el respeto mutuo y
fructifica en la idea de que el amante hará todo lo que esté a su
alcance para ayudar al amado a convertirse en la m ejor versión
de sí mismo. Es lógico, entonces, que el amante jamás hará nada
que dañe al amado, o que lo lleve a ser menos que aquello para
lo que fue creado. Este es el primer principio de la intimidad es­
piritual. Si bien no exige consenso en todos los temas, la intimi­
dad espiritual sí exige consenso en nuestro propósito esencial.
Nuestro propósito esencial es la base sobre la cual construi­
mos una vida plena de pasión y propósito. Estamos aquí para
convertirnos en la m ejor versión de nosotros mismos. Este p ro ­
pósito esencial también provee el propósito com ún para cual­
quier relación. El primer propósito de cualquier relación es ayu­
darse mutuamente a convertirse en la mejor versión de sí mismo.
No importa si la relación es entre marido y mujer, padre e hijo,
amigo y vecino o entre un ejecutivo de negocios y su cliente.
primer propósito, obligación y responsabilidad de una relación
es ayudarse mutuamente a alcanzar el propósito esencial.
Este propósito com ún es la base de la intimidad espiritual.
Podemos haber investigado el aspecto físico de la persona huma­
na, podem os haber ahondado en los aspectos em ocional y psico­
lógico de la persona humana, y podemos tener una comprensión
razonable de las facultades y capacidades intelectuales de la per­
sona humana, pero la com posición y el potencial del aspecto es­
piritual de la persona humana sigue siendo, en varios sentidos,
territorio virgen. La razón es que nuestro potencial espiritual es
a la vez difícil de explorar y fácil de ignorar.
En el área de la intimidad espiritual hay una trampa en la que

31
podem os caer con facilidad ya sea que nos consideremos perso­
nas espirituales o no. En las relaciones, en especial si nos encon­
tramos dentro de una relación extraordinaria, podem os estar ex­
puestos a un tipo p oco com ún de idolatría. La idolatría, que de
ninguna manera es algo del pasado, se da cuando equivocamos
nuestras prioridades. Hay un orden natural, hacia el cual se
orienta la mayoría^le las personas: Dios, familia, amigos, traba­
jo, recreación, etc.|Si nos encontramos en una relación con una
persona capaz de hacernos sentir plenos de maneras que no c o ­
nocim os nunca antes, el peligro es que am em os el regalo más
que al que nos lo hace^
Se llega m ejor a la intimidad espiritual com o una aventura de
mente abierta en la que buscamos descubrir la verdad de cada si­
tuación y aplicar esa verdad mientras nos esforzam os por ayu­
darnos mutuamente a convertirnos en la m ejor versión de noso­
tros mismos.
En un m undo de estereotipos y resúmenes empaquetados,
cuando hablamos de espiritualidad es fácil conjurar imágenes de
incienso con una suave música instrumental de fondo. Esto sig­
nifica ignorar trágicamente la tarea real de la espiritualidad, que
es crecer en virtud de manera de alcanzar nuestro propósito
esencial: convertirnos en la m ejor versión de nosotros mismos.
El papel de la espiritualidad en las relaciones es proveer las
herramientas necesarias para ayudarnos a crecer en la virtud.
La virtud hace posibles todas las relaciones respetuosas. Dos
personas pacientes tendrán una relación m ejor que dos personas
impacientes. Dos personas generosas tendrán una relación me­
jo r que dos personas egoístas. D q s personas compasivas tendrán
una relación m ejor que dos personas que prefieren el rencor y
que se niegan a perdonar. JJna pareja considerada tendrá una re­
lación m ejor que una pareja desconsiderada. Dos personas fieles
siempre tendrán una relación m ejor que dos personas infieles.
Dos personas disciplinadas siempre tendrán una relación mejor
que dos personas indisciplinadas.
La virtud hace buenas relaciones.
¿Por qué? La virtud es la base del carácter. Podem os cons­
truir nuestra vida sobre la base de virtudes tales com o paciencia,

32
bondad, humildad, amabilidad, perdón y amor. O podem os cons­
truir nuestra vida sobre la base de caprichos, ansiedades, fan­
tasías, deseos ilegítimos y deseos egoístas. La primera creará una
vida de pasión y propósito, mientras que la segunda creará
una vida de irritación, inquietud e insatisfacción.
¿Está la virtud pasada de moda? Sólo si ya no nos interesa te­
ner buenas relaciones.
En nuestras relaciones, tenemos que hacer la misma elec­
ción: construir sobre la base de la virtud o sobre la base del egoís­
mo. Si elegimos basar nuestras relaciones sobre un objetivo c o ­
mún de convertirnos en la m ejor versión de nosotros mismos, y
entendemos que la m ejor manera de alcanzar este objetivo es
crecer en virtud, entonces nuestra relación probablem ente se
caracterice por la alegría y la satisfacción. Por otro lado, si elegi­
mos construir nuestras relaciones sobre nuestros caprichos y an­
sias inestables y siempre cambiantes y nuestros deseos egocén­
tricos, lo más probable es que nuestra relación se caracterice por
un espíritu irritable, inquieto e insatisfecho.
Claro que, si ya com enzam os a construir una relación sobre
el terreno movedizo del placer personal y no sobre la tierra firme
del propósito común, puede ser necesario demoler ciertas partes
de la relación para construir cimientos más firmes. Este proceso
es doloroso y requiere de una disciplina y un com prom iso enor­
mes de parte de ambos, porque es demasiado fácil volver a los
patrones anteriores.
La intimidad espiritual es la forma más gratificante de inti­
midad y la más difícil de alcanzar. Cuando hayamos conocido la
intimidad espiritual descubriremos que la intimidad física, em o­
cional e intelectual, si bien fabulosas por sí mismas, no pertene­
cen al mismo reino de la intimidad espiritual. También descubri­
remos que, a m edida que nosotros y nuestra pareja crecem os
juntos en intimidad espiritual, nuestra experiencia de intimidad
física, em ocional e intelectual se verá intensificada. En el centro
de la persona humana está el alma, ávida de alimento.
En nuestra búsqueda de intimidad debem os ir más allá de
nuestra preocupación por lo físico y com prender que cada uno
de los cuatro aspectos tiene que contribuir a nuestras relaciones.

33
La intimidad física es limitada. Pero las intimidades emocional,
intelectual y espiritual son ilimitadas, y relativamente no explo­
radas. Y, a decir verdad, si uno realmente desea visitar las cum­
bres más elevadas de la intimidad física debe primero explorar y
desarrollar las honduras de la intimidad emocional, intelectual y
espiritual.
Debem os prestar especial atención, máxime si estamos co ­
menzando una relación, de ver que crezcamos de manera pareja
en cada una de las cuatro áreas de intimidad. El peligro es que
desarrollemos un tipo de intimidad muy rápidamente y dejemos
a un lado las otras formas. Este desequilibrio crea una distorsión
en nuestra relación.
Permítaseme establecer una com paración a m odo de ejem­
plo. A veces una mujer joven que es muy hermosa aprende con
rapidez que las personas le prestan a ella más atención que a
otras, y que están más dispuestas a ayudarla, quieren agradarla
y, en m uchos casos, le darán lo que ella quiera, sencillamente
porque es muy hermosa. En ese m om ento, a la mujer hermosa
esto le parece maravilloso: sus amigos, también, pueden desear
la atención que se le dispensa a ella. Pero con el tiempo esto c o ­
mienza a obstaculizar su crecimiento en otras áreas. Comienza a
sobrevalorar su apariencia física, se preocupa por ella, y comien­
za a ver la realidad en relación con su belleza física. Como resul­
tado, deja de lado otros aspectos de su desarrollo personal, lo
que, con el tiempo, creará una distorsión en su carácter. Lo mis­
m o puede, p or supuesto, sucederle a un joven. El punto es que
cada uno de los cuatro aspectos de una persona debe ser alimen­
tado de igual manera. La madurez de los cuatro es lo que crea la
armonía y la plenitud en la persona com o un todo.
Existe otro abuso muy corriente entre personas que se consi­
deran religiosas o espirituales. Pueden buscar su espiritualidad
con intensidad, pero olvidan sus aspectos físicos, emocionales e
intelectuales. El resultado es, una vez más, una distorsión del ca­
rácter.
Lo m ism o sucede con las relaciones. Cuando se establece la
intimidad física con demasiada rapidez, tendemos a pensar que
es maravilloso, pero casi de inmediato esta comienza a obstacu­

34
lizar el crecim iento de la relación. Comenzamos a sobrevalorar
la intim idad física, le prestamos excesiva atención, y com enza­
mos a juzgar y valorar nuestra relación sobre la base de la inti­
midad física. Com o resultado, omitimos alimentar los aspectos
emocional, intelectual y espiritual de la relación y, con el tiempo,
esta negligencia creará una distorsión en su carácter mismo.
La intimidad consiste en compartir con otra persona el viaje
para convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos. Es una
autorrevelación mutua que tiene lugar gradualmente, que no pue­
de ser apresurada, y que sólo puede alcanzarse con el com prom i­
so dado por el tiempo. Fundamentalmente, es imperativo que re­
conozcamos que la intimidad no puede confinarse meramente al
reino físico, ni a ninguno otro. De m odo que, a medida que avan­
cemos por los siete niveles de la intimidad en la segunda parte de
este libro, es importante que prestemos atención a la manera en
que cada nivel de la intimidad afecta los aspectos físico, em ocio­
nal, intelectual y espiritual de nuestras relaciones.

SINTIÉNDONOS CÓMODOS CON NOSOTROS MISMOS

Todos los años viajo a más de cien ciudades en los Estados


Unidos com o parte de mi gira usual de conferencias, y en la m a­
yoría de esas ciudades voy a visitar una escuela secundaria. Uno
de mis temas preferidos entonces es las elecciones y la manera
en que ellas afectan nuestras vidas. Luego de una breve intro­
ducción, p or lo general les pregunto a los estudiantes cuáles
piensan que serán las mayores elecciones que deberán hacer en
los siguientes quince años. Siempre mencionan las mismas c o ­
sas: a qué universidad asistir, qué carrera elegir y con quién
casarse.
Les pregunto entonces cóm o elegirán universidad, carrera y
cónyuge. Cuando hablamos de los criterios que utilizarán para
elegir cónyuge, las respuestas van desde “un buen cuerpo” a
"mucho dinero" y de "intereses en com ún” a “buen sentido del
humor” . En términos generales, me asombra hasta qué punto
tantos jóvenes hoy en día son inseguros y dependientes de sus

35
pares, en un m undo en el que tienen más oportunidades que
cualquier generación antes de la suya.
Hace un tiempo, en una escuela secundaria para mujeres en
Louisville, Kentucky, la conversación viró hacia la importancia
de sentirnos cóm odos con nosotros mismos. Nuestras cultura les
envía a los jóvenes de ambos géneros m uchos mensajes distor-
sionadores sobre cóm o verse, cóm o actuar y cóm o vivir. Creo que
nuestra cultura es particularmente cruel con las mujeres en este
punto; los mensajes que transmiten permanentemente las pelí­
culas, las revistas y la televisión pueden ser sumamente perjudi­
ciales para la psique y el sentido del ser de una mujer.
Una de las m uchachas preguntó: “ ¿Y entonces? ¿Cóm o se
aprende a sentirse cóm odo consigo m ism o?” .
“Tenemos que aprender a disfrutar de nuestra propia compa­
ñía” , respondí yo. “Antes de aprender a estar con otra persona, te­
nemos que aprender a estar solos. Hasta que no estemos cómodos
con nosotros mismos, siempre tendremos miedo de estar solos”.
“ Si no nos sentimos cóm odos solos, si no nos sentimos c ó ­
m odos en nuestra propia compañía, existe un gran peligro de
que terminemos con amigos que no nos convienen por miedo a
quedarnos solos... o peor que eso: si 110 aprendemos a disfrutar
de nuestra propia compañía, es altamente probable que termine­
mos saliendo con personas que no nos convienen y casándonos
con quien no debemos por el miedo a estar solos” .
Las muchachas siempre ríen cuando yo digo: “Cuando hemos
aprendido a disfrutar de la propia compañía y nos sentimos có­
m odos con nosotros mismos, rápidamente aprendem os que la
mayoría de los muchachos con los que salimos no valen la pena.
Es entonces que descubrimos que un baño cáliente y un buen li­
bro son mejores que la mayoría de las salidas” .
Lo que es cierto para esas muchachas de la escuela secunda­
ria también lo es para nosotros, y de más está decir que los hom ­
bres necesitan aprender a sentirse cóm odos consigo mismo tan­
to com o las mujeres. El punto es que el prim er paso hacia la
intimidad con los otros es la intimidad consigo mismo. Hasta no
sentirse cóm odo consigo mismo en cada uno de los siete niveles
de la intimidad, uno jamás los conseguirá con otra persona.

36
Sentirnos cóm odos con nosotros mismos es el com ienzo de
la intimidad con nosotros mismos. Tantas de las cosas que nos
impiden convertirnos en la m ejor versión de nosotros mismos
las hacem os porque tenemos miedo a salim os de la multitud.
Uno de los m om entos críticos en el desarrollo de una persona
sucede cuando se sale de la multitud para defender o celebrar la
mejor versión de sí mismo. Este salimos de nuestros pares y en­
trar en nosotros mismos es particularmente importante cuando
se trata de relaciones. Demasiadas personas terminan en relacio­
nes equivocadas porque 110 se sienten cóm odos consigo mismos
y tienen miedo de quedarse solos.
La pregunta es: ¿cóm o aprender a sentirnos cóm odos con n o­
sotros mismos?
El primer paso es admitir conscientemente la verdad esencial
de la condición humana. Si bien la persona humana es maravi­
llosa y capaz de cosas extraordinarias, estamos todos quebrados.
Somos im perfectos. Todos tenemos defectos, fallas e im perfec­
ciones. Los defectos que tan a menudo despreciamos son en rea­
lidad una maravillosa parte de nuestra humanidad.
La gran verdad que surge de nuestro reconocer las limitacio­
nes y lo "quebrado” de la raza humana es que, si bien cada uno
de nosotros es notablemente único, de una manera muy real s o ­
mos todos lo mismo. En esencia, ningún hombre y ninguna m u­
jer es m ejor que otro. Esta verdad puede volverse confusa debido
a una distribución desproporcionada del poder y las riquezas,
pero sigue siendo una de las verdades esenciales que rigen las in­
teracciones humanas.
Si nos permitimos reflexionar adecuadamente sobre la ver­
dad de que todos tenemos defectos y fallas, crecerem os más y
más cóm od os con nosotros m ismos y más y más cóm odos en
compañía de otros, sean reyes o muchedumbres.
Mientras que los hom bres y mujeres de todos los estratos
sociales simulen ser tanto más de lo que son, nunca estarán c ó ­
m odos consigo m ism os. Nos sentimos cóm odos con nosotros
mismos sólo cuando aceptamos que tenemos fortalezas y debi­
lidades. La m ayoría de las personas pasan la vida tratando
de ocultar sus debilidades, lo que les cuesta un enorm e caudal

37
de energía. Guando aceptamos humildemente nuestra fragilidad
y nuestras debilidades, quedamos liberados de la gran simula­
ción. Ya no tenemos que gastar tanta energía simulando ser algo
que no somos, y con nuestras debilidades a la vista somos libres
para trabajar de manera de superarlas o aprender a vivir con
ellas.
Si bien estas palabras lucen muy bonitas sobre la página y tie­
nen sentido -a l menos eso espero-, com o casi con todas las co ­
sas es m ucho más difícil alcanzar esta disposición que escribir
sobre ella. Volviendo, entonces, a nuestra pregunta: ¿cóm o
aprendemos a sentimos cóm odos con nosotros mismos? Única­
mente pasando tiempo solos. Uno de los cam pos que todos los
hombres y mujeres de grandes logros han aprendido a dominar
es el jardín de la soledad. En el pasado he escrito extensamente
sobre las aulas de silencio, pero en mis reflexiones recientes he
llegado a darme cuenta de que he com etido negligencia al no
mencionar el enorme valor de la soledad.
En soledad y silencio aprendemos más sobre nosotros mis­
mos. En esos preciosos m om entos, no interrum pidos por las
idas y venidas del m undo, podem os desarrollar un sentido de
nuestras legítimas necesidades, nuestros deseos más profun­
dos y nuestros talentos y habilidades. Tenem os m ucho que
aprender del silencio y de la soledad. Tenemos una inmensa ne­
cesidad de entrar en esas grandes aulas de silencio y soledad
por algunos m om entos cada día para volver a conectarnos con
nosotros mismos.
Puede parecer una paradoja, pero el primer paso para alcan­
zar la intimidad con otros es sentirnos cóm odos con nosotros
mismos.
La mayoría de las personas no se sienten cóm odas consigo
mismas. Sé que hay muchas circunstancias en las que no me sien­
to cóm odo conmigo mismo ni con otros. Por ejemplo, me siento
horriblemente tímido entre desconocidos. Sé que suena absurdo,
porque cada día de m i vida es una de esas circunstancias, pero
me hacen sentir muy incómodo. Cuando conozco a alguien o nos
han presentado, me siento bien, pero creo que yo no me he pre­
sentado a nadie en diez años.

38
La mayoría de las personas no perciben eso en mí. La idea les
parece ridicula y dicen cosas com o: “ ¡Pero usted habla frente a
rniles y miles de personas!” . No importa. Eso es diferente. Sólo
jos cercanos a mí se han dado cuenta, con el tiempo, de esta ex­
traña timidez.
Mientras escribo, se me ocurre que tendré que obligarme
a presentarm e a algunos desconocidos en los días y semanas
próximos. Hacerlo me ayudará a crecer. M e ayudará a sentirme
más cóm odo conmigo mismo.
De una u otra manera, la mayoría de las personas no se sien­
ten cómodas consigo mismas, y su incom odidad puede limitar
su manera de experimentar la intimidad.
Si vamos a experimentar la intimidad -es decir, darnos a c o ­
nocer-, hasta cierto punto debemos conocernos y sentirnos c ó ­
modos con nosotros mismos. Digo “hasta cierto punto” porque
nadie se conoce por completo y nadie se siente por completo c ó ­
modo consigo mismo. El esfuerzo por conocerse a sí mismo es
un esfuerzo de toda la vida, ¡muy parecido a nuestra búsqueda
por convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos!
El primer paso para experimentar una verdadera intimidad
es sentirse cóm odo consigo mismo y aprender a disfrutar de la
propia compañía.

MÁS ALLÁ DEL MITO

Los siete niveles de la intimidad nos ayudarán a ir más allá


de los mitos y los engaños que nuestra cultura moderna mantie­
ne con respecto a las relaciones. Libres de esos mitos y engaños,
podremos avanzar hacia una genuina comprensión y experimen­
tar la intimidad en la vida propia. Si podemos avanzar más allá
de nuestra visión física unidimensional de la intimidad y apren­
der a explorar los aspectos físico, emocional, intelectual y espiri­
tual de nosotros mismos y de los otros, encontraremos razones
para pasar toda una vida juntos.
La visión unidimensional de la intimidad com o sexo carece,
sencillamente, de lo necesario para sostener una relación. Y, si

39
bien nuestra meta primaria en una relación no es simplemente
sostenerla, sólo se puede experimentar verdaderamente la inti­
m idad en una relación que se extiende a lo largo de muchos
años.
La intimidad es la autorrevelación mutua. Se trata de dos per­
sonas que constantemente se descubren y se redescubren la una
a la otra. Es un proceso sin fin, porque nuestras personalidades
tienen una cantidad infinita de capas. La conversación, las expe­
riencias compartidas, y el simple hecho de pasar tiempo juntos
van removiendo esas capas y revelando aspectos nuevos y dife­
rentes de nuestras personalidades. La intimidad también es un
constante redescubrimiento porque nuestras preferencias cam­
bian, nuestras esperanzas y nuestros sueños cambian y, com o re­
sultado, también cambia la manera com o queremos pasar nues­
tros días y nuestras semanas. La intimidad lleva tiempo.
Si podem os avanzar más allá del mito de que intimidad es lo
m ism o que sexo y aprendemos a disfrutar descubriendo a otra
persona en todas las maravillosas maneras en que esto es posi­
ble, entonces las relaciones tienen el poder de traer un nivel de
plenitud y satisfacción que ninguna otra actividad humana pue­
de producir.
Hay una canción llamada "Fielmente", de la banda Journey,
que habla de la vida en el camino de un músico, de las intermi­
nables horas en el ómnibus viajando bajo "el sol de la mediano­
che” y la separación de familia y amigos a que conduce esa vida.
Un verso me ha llamado siempre poderosamente la atención. En
contraste con los desafíos que estar en el camino crea para su re­
lación, el artista canta: "Tengo la alegría de redescubrirte” . Con
demasiada frecuencia cometemos el monumental error de pen­
sar que conocem os a una persona. Esta suposición puede impe­
dir que una relación crezca y puede sofocar el crecim iento de
una persona. Es imposible conocer completamente a una perso­
na. Y com o estamos cam biando constantemente com o indivi­
duos, constantemente hay nuevas facetas de nuestras personali­
dades para que descubran aquellos que nos aman.
La verdadera tragedia es que una vez que nos engañamos cre­
yendo que conocem os a una persona, dejamos de descubrirla. Si

40
esa persona hace algo que no encaja en nuestro molde de ella,
decimos: "¿Por qué hiciste eso? ¡Eso no es típico de ti!" El proce-
s0 de descubrir a otra persona en una relación es infinito. El des­
cubrimiento y el redescubrimiento mutuo es la intimidad. No es
una tarea a terminar para así poder pasar a otra cosa. Es un pro­
ceso a disfrutar.
Podemos pensar que conocem os casi todo lo que hay que co ­
nocer de nuestra pareja, pero nos sorprenderemos de cuánto nos
perdemos si abrimos la mente y miramos de nuevo. Por eso, de
vez en cuando, puede ser útil aproximarnos al otro com o si fuera
la primera vez. De esa manera experimentaremos la alegría del
redescubrimiento.
La intimidad no consiste siempre en ver cosas nuevas. A ve­
ces consiste en ver lo que siempre ha estado ante nuestros ojos,
pero bajo una luz diferente o desde una perspectiva diferente.

41
Ca p ít u l o 2

No basta con tener


intereses en común

NUESTROS INTERESES CAMBIAN

Los intereses en común no bastan para crear una relación di­


námica. Pueden ser parte de una relación, por cierto, pero no ga­
rantizan el éxito de una relación. Los intereses cambian. Las per­
sonas pierden interés en diferentes cosas y, si el lazo más fuerte
que tenemos con una persona son los intereses en com ún, esa
persona puede perder interés en nosotros cuando sus intereses
cambien.
Todos los días hay relaciones que se rompen y personas que
se separan. Algunos terminan con sus relaciones porque no se
sienten plenos. Otros las rompen cuando no crecen. Algunos las
rompen cuando son desafiados a crecer y no quieren hacerlo.
Otros conocen a alguien que en ese momento parece más atrac­
tivo por una serie de razones. Algunas personas terminan una re­
lación sencillamente porque se han aburrido. Y algunas las rom ­
pen por razones de las que no son conscientes o que no pueden
describir.
Con excesiva frecuencia pasamos demasiado tiempo pregun­
tándonos por qué no funcionó. ¿Por qué se terminan las amista­
des? ¿Por qué se separan las personas? Estas son grandes pre­
guntas, pero sin duda la pregunta más importante es: ¿qué
mantiene unidas a las personas? Y no sólo unidas, sino unidas
en relaciones dinámicas. Pues el objetivo primario de las relacio­
nes no es sencillamente mantenerse. Muchas personas logran
mantenerse juntas pero tienen relaciones falladas: sus relaciones
sobreviven pero no prosperan.
Los intereses en común no alcanzan para construir una bue­
na relación. Podemos disfrutar del hecho de salir juntos de vaca­
ciones o de viajar juntos, de andar en bicicleta o escuchar un

43
concierto. Podemos disfrutar el amor por el cine, los museos, el
arte, los animales, o cualquier cantidad de intereses que acercan
a las personas. Pero es un error pensar que estos proporcionan
una base sólida para una relación duradera. De hecho, los inte­
reses en común a menudo resultan una base falsa, creando la en­
gañosa ilusión de una relación más profunda que la real.
Los intereses en com ún, en suma, no son suficientes para
construir sobre ellos una relación dinámica y duradera. Se nece­
sita un propósito com ún. Si vamos a intensificar nuestra com ­
prensión de las relaciones, las preguntas tipo ¿por qué se sepa­
ran las personas? y ¿qué mantiene unidas a las personas? son
muy interesantes. Pero no tiene sentido intentar experimentar
las más hondas realidades de una relación a menos que estemos
dispuestos a comenzar con la pregunta más fundamental: ¿cuál
es el significado y el propósito de la relación? Cualquier intento
por mejorar nuestra comprensión y ahondar nuestra experiencia
de una relación sin examinar antes concienzudamente esta pre­
gunta es un ejercicio fútil de proporciones monumentales.
¿Qué mantiene a las personas unidas en una relación dinámi­
ca? Un propósito común. ¿Por qué se separan las personas? Por­
que no tienen sentido de un propósito común o pierdeja de vistaf
su proposito común, o su propósito com ún pierde importancia*
para ellas.
De m odo que, para crear buenas relaciones, debemos desa­
rrollar una comprensión común de un propósito compartido. Pe­
ro antes de entender el propósito de nuestras relaciones, debe­
mos comprender primero nuestro propósito com o individuos.

¿CUÁL ES EL SIGNIFICADO DE LA VIDA?

¿Cuál es el significado de la vida? ¿Para qué estamos aquí?


¿Cuál es el propósito de nuestra existencia? La cultura moderna
popular todos los días proclama directa e indirectamente que la
vida es apenas ejercicio de búsqueda del placer. “Si es diverti­
do, hazlo", parece ser el credo. Esta misma voz de la cultura p o­
pular crea la confusión entre sexo e intimidad, entre intereses en
coinún y una relación dinámica, y perpetúa otros mil mitos e ilu­
siones engañosas que hunden a los hombres y las mujeres más
profundamente en la desesperanza de la falta de propósito. No
hay nada más deprimente que no saber el propio propósito.
Nuestro propósito esencial es convertim os en la mejor ver­
sión dé nosotros mismos.
Este principio único traerá más claridad a nuestras vidas que
todo lo que hemos aprendido y, más que eso, nos ayudará a vivir
y celebrar la inmensa sabiduría que hemos aprendido hasta hoy
en este viaje.
Todo tiene sentido con relación a nuestro propósito esencial.
-•¿Qué hace bueno a un amigo? Bien, podemos tomar un papel
y hacer una lista de nuestros amigos. Ahora repasemos la lista y
pongamos un tilde contra los nombres de aquellos que están ayu­
dándonos a convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos.
Ahora repasemos otra vez la lista y tildemos los nombres de
las personas a quienes nosotros estamos ayudando a convertirse
en la mejor versión de sí mismas, porque eso es lo que nos hace a
nosotros buenos amigos.
* ¿Qué hace buena a una película? ¿Es buena la que tiene mu­
cha acción o un elenco de estrellas y celebridades de Hollywood?
No. Una buena película es aquella de la que decim os, al salir,
"Esa película me inspiró a querer ser todo lo que puedo ser” .
^ ¿Qué hace bueno a un libro? ¿Es bueno el que tiene una her­
mosa portada o un buen argumento o el que está en una lista de
bestsellers? No. Un buen libro es aquel del que decimos, al termi­
narlo: "Ese libro me inspiró a convertirme en la mejor versión de
mí mismo". (Haga su propia lista con los bestsellers que puedan
ayudarlo a alcanzar su propósito esencial. Comparta la lista con
sus amigos).
¿Por qué trabajamos? ¿Para hacer dinero? Es cierto que, en
ocasiones, así consideramos el trabajo, pero una vez que descu­
brimos nuestro propósito esencial comenzamos a entender que
hacer dinero es el valor secundario del trabajo. El valor primario
del trabajo es que, cuando trabajamos mucho y bien, prestándo­
les atención a los detalles de nuestra tarea, desarrollamos carác­
ter. El trabajo es otra oportunidad de alcanzar nuestro propósito

45
esencial. Mediante cualquier trabajo honesto tenemos la oportu­
nidad de desarrollar la virtud, los ladrillos de la mejor versión de
nosotros mismos.
¿Cuál es el significado y el propósito del matrimonio? ¿El ma­
trimonio es meramente dos personas que viven juntas y pagan
las cuentas entre las dos? No. El significado y propósito del má^
trimonio es que dos personas se desafíen y alienten mutuamente
para convertirse en la m ejor versión de sí mismas y que luego
críen a sus hijos y los eduquen para convertirse en la mejor ver­
sión de sí mismos. ¿
¿Por qué el espíritu humano se energiza tanto con los depor­
tes? La razón es que los deportes son un m icrocosm os de la ex­
periencia humana; son una oportunidad para que otros seres hu­
manos nos desafíen a cambiar, a crecer, a m ejorarnos y a
explorar nuestro potencial. Nos encanta hacer deportes y nos en­
canta ver a otros participar, porque en el deporte vemos el dra­
ma humano desarrollándose ante nuestros ojos. Y ese drama es
la búsqueda para mejorar, para estirarnos más allá de nuestras
limitaciones, para convertirnos en la mejor versión de nosotros
mismos, para alcanzar nuestro propósito esencial. Cuando miro
los estadios llenos de miles de personas observando un partido
de béisbol, fútbol o básquetbol, veo a generaciones enteras anhe­
lando algo que han perdido: su propósito esencial. Los devotos
pueden argumentar que un deporte es inherentemente superior
a otro. Yo prefiero creer que todos los deportes son una oportu­
nidad para que otros seres humanos nos impulsen a sobresalir, y
en esto son todos iguales.
¿Qué hace buena a una com ida? ¿Son los ingredientes que
hemos estado deseando todo el día? No. Una buena comida es la
que nos ayuda a convertirnos en la m ejor versión de nosotros
mismos.
¿Cuál es la buena música? La música que nos inspira para
que nos convirtamos en la m ejor versión de nosotros mismos es
buena música.
Todo tiene sentido con relación a nuestro propósito esencial.
Y todo debería ser abrazado o rechazado según cóm o afecta a
nuestro propósito esencial. Las cosas que nos ayudan a conver­
tirnos en la mejor versión de nosotros mismos deberían ser abra­
zadas y celebradas. Aquellas que nos impiden convertirnos en
nuestros m ejores seres deberían ser evitadas y rechazadas. Vivir
es elegir. En cada momento la única pregunta que debemos ha­
cernos es: ¿cuáles son las opciones ante mí que me ayudarían a
convertirme en la mejor versión de mí mismo? Esta pregunta re­
sume una visión del mundo, una filosofía de vida, y nos provee
de la última herramienta para tomar decisiones.
En un mundo en el que tan pocas cosas tienen sentido, com ­
prender nuestro propósito esencial le da sentido a todo. En un
mundo de desorden y confusión, comprender nuestro propósito
esencial arroja una asombrosa claridad a los momentos de nues­
tra vida cotidiana. En un mundo lleno de expertos con sus teo­
rías contradictorias, comprender nuestro propósito esencial nos
ayuda a escuchar una vez más la silenciosa voz interior.
La cultura popular moderna es muy escéptica, e incluso cíni­
ca, con respecto a la idea de que nuestra existencia pueda tener
un significado común y universal. La frase “El significado de la
vida” se ha convertido casi en un cliché negativo y se la usa casi
siempre con una expresión irónica y no para implicar un examen
serio del propósito de nuestra existencia. Pero sin una clara com ­
prensión de nuestro propósito esencial, nuestras vidas pierden
rumbo, raíces y dirección.
Nuestro propósito esencial es convertirnos en la mejor versión
de nosotros mismos. Hay que plantar esa idea en el centro de
nuestra vida. Basar cada decisión sobre ese propósito esencial.
Tomar todas las decisiones pensando en ese propósito esen­
cial. Poner esa idea en el centro del diálogo interior y así rápida­
mente comprenderemos por qué las ideas cambian el mundo.
Todo tiene sentido con relación a nuestro propósito esencial,
en especial las relaciones.

¿Cuál e s e l p r o p ó s it o de una r e l a c ió n ?

Las relaciones tienen sentido sólo en relación con el propósi­


to general de nuestra vida. Si fuéramos incapaces de establecer

47
ese propósito esencial para nuestras vidas, entonces nos sería
muy difícil ponerle un sentido a nuestras relaciones. Pero ahora
que hemos establecido nuestro propósito esencial, es mucho más
fácil com prender el significado y el propósito de nuestras rela­
ciones. El propósito de las relaciones es que ayudemos a otros a
convertirse en la mejor versión de sí mismos y que los otros nos
ayuden a nosotros a convertirnos en una mejor versión de noso­
tros mismos. Cada relación, por formal o informal, duradera o
efímei'a que sea, es una oportunidad para que las personas invo­
lucradas promuevan su propósito esencial convirtiéndose en me­
jores versiones de sí mismos.
¿Qué hace buena una relación? Una buena relación es aque­
lla en la que se nos desafía y se nos alienta a convertirnos en una
mejor versión de nosotros mismos, mientras que nosotros alen-
tamos y desafiamos a otros a convertirse en mejores versiones de
sí mismos. ¿Qué define las relaciones problemáticas? Las rela­
ciones problemáticas son aquellas que nos apartan de nuestro
propósito esencial, aquellas que nos alientan a ser versiones in­
feriores de nosotros mismos.
La experiencia plena y dinámica de una relación depende en­
tonces de una comprensión clara de nuestro propósito esencial.
¿Dónde comenzamos, entonces?
Hay una pregunta que probablemente usted ya ha tratado de
responder, y cuya respuesta puede que ya le haya despertado al­
gunas alarmas. Esa pregunta tiene que ver con su relación pri­
maria. Puede ser con su esposa o su esposo, su novia o novio, su
pareja, su prometido o prometida... pero la pregunta sigue sien­
do la misma.
¿Está ayudándolo su relación primaria a convertirse en la
mejor versión de sí mismo?
¿Está usted ayudando a la otra persona a convertirse en la
mejor versión de sí misma y está esa persona ayudándolo a usted
a convertirse en su mejor yo?
Su prim era respuesta bien puede ser que no. Y está bien;
probablemente un examen más profundo revele que en algunos
aspectos la relación sí nos está ayudando a convertirnos en la
m ejor versión de nosotros mismos pero que en otros aspectos

48
(que tal vez sean más evidentes) sencillamenfé no nos esté ayu­
dando.
La otra posibilidad muy real a considerar es que, com o pare­
ja, no hayan pensado en su propósito esencial. Puede que, sub­
conscientemente, usted siempre supo que el propósito primario
de su relación era ayudarse mutuamente a crecer, pero que jun­
tos nunca lo hayan articulado. Si ese es el caso, entonces el des­
cubrimiento de su propósito esencial es el descubrimiento más
importante de su relación y, si usted lo permite, marcará el prin­
cipio de un período extraordinario en esa relación.
Ya sea que haga treinta y cinco años que está casado, que aca­
be de comprometerse o que esté comenzando a salir con alguien,
ubique su propósito esencial en el centro de su relación. Hágalo
ubicándolo en^el centro de su proceso de toma de decisiones.
Vivir es elegir. En cada elección elegimos la mejor versión de
nosotros m ism os o una versión de segunda categoría. Con cada
elección, podem os mejorar nuestra relación o disminuirla. Cuan­
do nos enfrentamos a una elección, cuando se presenta la opor­
tunidad, cada vez que tenemos que tomar una decisión, la pri­
mera pregunta que tenemos que hacernos es: ¿cuál de las
oportunidades que se me presentan me ayudará a convertirme
en la mejor versión, de mí mismo?
H aciéndonos constantemente esta pregunta en los m om en­
tos del día y luego viviendo la respuesta, ponemos nuestro p ro­
pósito esencial en el centro de nuestras vidas y en el centro de
nuestras relaciones.
En los m om entos de deterioro y de ruptura de las relaciones,
a menudo o ig o que la gente dice: "Ya nada tiene sentido” . ¿Por
qué ya nada tiene sentido? Tal vez tengamos que preguntar:
“¿Tuvo algo sentido en algún momento?".
Nada tiene ya sentido para esas parejas porque han perdido
de vista el p ropósito esencial de su relación. En muchos casos,
nunca tuvieron conciencia de ese gran propósito. Puede que ha­
yan gozado de un placer mutuo o de algunos intereses en común,
pero su relación nunca maduró para incluir la gran ambición de
las relaciones extraordinarias: la búsqueda de nuestro propósito
esencial.
Pensemos un momento en esto. Todo el mundo sabe que en
los Estados Unidos uno de cada dos matrimonios termina en di­
vorcio o separación. Esto ha llevado a la conversación cultural
sobre una “crisis de com prom iso". A partir de allí, la conversa­
ción se vuelve al hecho de que durante nuestra carrera probable­
mente cambiemos de trabajo seis veces más que nuestro abuelo.
Se apoya este argumento con estadísticas que sugieren que las
personas esperan cada vez más para casarse y que, de hecho, se
están casando menos personas. Incluso parece que ya nadie es
siquiera capaz de com prom eterse con una dieta sencilla y un
ejercicio de rutina y continuarlos. A cada día que pasa se habla
cada vez más sobre una crisis en Ja capacidad de comprometer­
nos. Pero la verdadera crisis no está en el casqpo del com prom i-
so, sino en el cam po del propósito. Sin una clara com prensión
de nuestro propósito, es imposible com prom eterse con nada y
seguir con ese com prom iso. Es el propósito lo que nos inspira
para cumplir con nuestros compromisos. No tenemos una crisis
de compromisos; tenemos una crisis de propósito.
¿Qué mantiene firmes las relaciones? Un sentido del propósi­
to común es lo que mantiene firmes las relaciones. ¿Cuándo se
desmoronan las relaciones? Cuando se pierde el sentido de un
propósito común.
En algunas relaciones, el propósito común es sencillamente
el placer, de m odo que, cuando cesa el placer, o cuando aparece
una forma de placer más tentadora, la relación se termina. En
otras relaciones, los intereses comunes proporcionan una espe­
cie de propósito com ún, pero, cuando cambian nuestros inte­
reses, a menudo la relación se diluye. Un m odelo que me ha in­
trigado en años recientes y parece estar dándose con mayor
frecuencia es la ruptura de parejas después de veinticinco,
treinta e incluso treinta y cinco años de matrimonio. Me he de­
vanado los sesos estudiando esas relaciones a lo largo del tiem­
po e intentando entenderlas, y he descubierto que la explica­
ción es muy sencilla. Esas parejas com partieron un propósito
com ún al criar a sus hijos, y cuando los hijos están criados, des­
cubren que ya no tienen nada en común. Más importante aún:
ya no tienen un propósito común. Su propósito com ún era tem­

50
porario y, se ha evaporado. Como resultado, también se ha eva­
porado la relación.
La verdad es que todas esas relaciones se basan en un propó­
sito coiriún;_ya sea explícito o no. En algunas relaciones, el pro-
j^ it o com ún es sencillamente un asunto de conveniencia; en
otras, el dinero; en algunas, el propósito com ún es el sexo;
en otras, criar a los hijos, pero sólo en unas pocas relaciones es
ayudarse mutuamente a convertirse en la m ejor versión de sí
mismos.
Nuestra relación primaria necesita un propósito común, pero
ilo cualquiera.
¿Cuál es la diferencia entre cualquiera de estos propósitos c o ­
munes y nuestro propósito esencial? Los propósitos de los que
hemos hablado son temporarios, mientras que nuestro propósito
esencial nunca cambia y nunca se diluye. Siempre nos esforzare­
mos por celebrar la mejor versión de nosotros mismos, en cual­
quier mom ento. No es un proyecto que se termine jamás. Es el
esfuerzo lo que nos anima, lo que nos trae a la vida.
Si nuestra relación primaria se basa en un propósito común
temporario, lo más probable es que nuestra relación primaria
también sea temporaria. Pero, si basamos nuestra relación pri­
maria en nuestro propósito esencial, que es inmutable y durade­
ro, lo más probable es que nuestra relación primaria dure. Y no
sólo que sobreviva, sino que prospere.
Ubique su propósito esencial en el centro de sus relaciones.
Si hace esto bien, muchas otras cosas se ubicarán en los lugares
adecuados.
Una relación significativa debe ser una colaboración dinámi­
ca. Esforzándonos por convertirnos en la mejor versión de noso­
tros mismos, y ayudando a otros a hacer lo propio, ayudamos a
crear un entorno dinámico dentro de la relación que nos inspira­
rá a alcanzar mayores alturas, que nos alentará y nos consolará
cuando fallemos, y que nos celebrará cuando triunfemos.
Cuando entendemos nuestro propósito esencial, sale a la su­
perficie un juego diferente de valores y prioridades. Nos preocu­
pamos menos con preguntas tipo: ¿Y qué hay para mí? ¿qué saco
yo de esto? Som os capaces de concentrarnos más en preguntas

51
tipo: ¿cóm o puedo ayudarte a convertirte en la mejor versión de
ti mismo? ¿Cómo puedo amarte completa y altruistamente? ¿Có­
m o puedo ayudarte a conocerte y cum plir tus sueños? ¿Cóm o
puedo ayudarte a usar tu talento al máximo? ¿Cuáles son tus ne­
cesidades y cóm o puedo ayudarte a colmarlas?
Si de verdad amamos a alguien, no queremos menos que ver
a esa persona convertirse en todo lo que es capaz de ser, y esta­
mos dispuestos a hacer lo que fuere para ayudar a esa persona a
alcanzar su propósito esencial.
Las relaciones, y el matrimonio en particular, pueden ser un
foro muy poderoso para el crecimiento personal. Pero usted y su
pareja tienen que estar de acuerdo en que lo sea. Tienen que de­
searlo y tienen que disciplinarse para lograrlo. Si no nos concen­
tramos concientem ente en m ejorar nuestras relaciones, con el
tiempo se volverán fuertemente perjudiciales para nuestro creci­
miento personal. Com o casi todas las cosas en este mundo, las
relaciones pueden ser agentes de un inmenso bien o de una des­
trucción incalculable. La elección es, com o siempre, nuestra.
Las relaciones deberían regirse por esta sencilla visión: la
búsqueda por ayudarnos mutuamente a convertirnos en la mejor
versión de nosotros mismos. Cuanto más permitamos que la cla­
ridad de esta simple visión guíe nuestras vidas y nuestras rela­
ciones, más experimentaremos las vidas apasionadas y llenas de
propósito para las que fuimos creados.
El gran viaje en las relaciones es de "lo tuyo y lo m ío" a “lo
nuestro” . Es la gran síntesis de dos seres en un propósito común.
El primer paso en este viaje es establecer una meta acordada mu­
tuamente. Una vez que se ha acordado esa meta, com ienza una
colaboración dinámica. Cuanto más noble y duradera sea la me­
ta, más noble y duradera será la relación.
La meta más noble y duradera es ayudarnos a convertirnos
en la m ejor versión de nosotros mismos. He aquí el último pro­
pósito y meta de la relación.

52
LA TRAICIÓN DEL SER

El mayor problema en las relaciones es la traición del ser. De


dos personas que conocem os, una quiere que transemos con lo
que realmente somos. Quieren compramos o cambiarnos por al-
g0) y lo hacen por placer o beneficio personal. De m odo que de­
b e m o s cuidar nuestro verdadero ser por sobre todas las cosas.

P e r o esto será posible sólo si lo valoramos por sobre todas las

cosas.
¿Usted valora su propio ser por encima del placer? ¿Usted va­
lora su propio ser por encima del dinero y las posesiones mate­
riales? ¿Usted valora su propio ser por encima de la fama y el es­
tatus? '
¿Qué es más valioso que su propio ser? Nada. Su propio ser
es el custodio de su honor, su integridad y su dignidad. Sin estas
cosas somos p oco más que peones en los juegos y los planes de
otras personas. Si no tenemos nuestro ser no tenemos nada. Por­
que ^traicionam os nuestro propio ser, ¿cóm o podemos ser lea­
les a nacfie rnlTnaSa^ ' *
Cuando nos portam os de una manera contraria a nuestros
valores, creencias y principios, el resultado es el conflicto inter­
no y la vergüenza. Tenemos entonces que resolver el conflicto in­
terno en el futuro viviendo según nuestros valores, creencias y
principios o huir de nuestra vergüenza. Huir de la vergüenza es
imposible, por supuesto, porque es, de una manera muy real, tra­
tar de huir de nosotros mismos. Se puede resumir la historia de
vida de muchas personas en dos partes: la traición del ser y la
huida de la vergüenza. Pues una vez que nos traicionamos hui­
mos incesantemente de nuestra vergüenza, a menos que p o ­
damos convocar la humildad de enfrentamos a nuestro error y
comenzar de nuevo.
La culpa y la vergüenza sirven para advertirnos cuando nues­
tro com portam iento es inconsistente con lo que consideramos
bueno, veraz y justo.
Jamás escribió William Shakespeare palabras más verdade­
ras que cuando dijo: "Sé fiel a ti mismo, pues de ello se sigue, c o ­
mo el día a la noche, que no podrás ser falso con nadie”.

53
Nuestra primera responsabilidad en una relación es, por con­
siguiente, ser veraces con nosotros mismos. De esto surge nues­
tra responsabilidad de ayudar a las personas que amamos a ser
veraces consigo mismas. Cuanto más auténticos seamos dentro
de nosotros mismos, más auténticos podremos ser con aquellos
a quienes amamos.
El problema es que es tan fácil llevar a alguien a traicionar­
se. Puede comenzar con algo tan sencillo com o pedirle a alguien
que mienta. La mentira puede ser pequeña, incluso insignifican­
te -u n o puede incluso convencerse de que en ese m om ento es
necesaria- pero con esa pequeña mentira comienza la traición
del ser y el desgaste del carácter. Pues, una vez que se ha dicho
la mentira, estamos obligados a vivir con ella. Y, una vez que
nos hemos traicionado, si no estamos dispuestos a admitir, con
toda humildad, nuestro error, y a corregirnos, huimos de la ver­
güenza.
El verdadero ser de una persona radica en sus valores, prin­
cipios, moral y ética. No puede ser su verdadero ser si le quita­
mos esas cosas. Si lo apartamos de esas cosas, podemos estar se­
guros de algo: tarde o temprano nos dejará para volver a su
verdadero ser.
Nos dejará para volver a su moral, su ética, sus principios y
sus valores, porque no puede vivir sin ellos. No de una manera
feliz. Jamás tendrá paz si lo separamos de esas cosas, y el espíri­
tu humano anhela la paz. Nuestras vidas son una búsqueda cons­
tante de la paz. Es la paz de estar alineados con nuestro propio
ser. Es la paz que buscan todos los humanos, pero que muy po­
cos encuentran.
Sí, a todos nos gusta experimentar los placeres de este mun­
do. Por cierto que una persona disfruta del placer com o cual­
quier otra. Pero, si bien podemos vivir sin placer, no podemos vi­
vir sin nuestro verdadero ser... y sólo podem os encontrar
nuestro verdadero ser en la moral, los valores, los principios y
una manera ética de la vida.
Por eso, si uno aparta a un hombre o a una mujer de estas co-
sas, tarde o temprano él o ella nos abandonar^. Puede que ni si­
quiera hayamos sido los instigadores de ese apartarse de los va-
jofeS y principios. Que ese apartarse haya sido idea del otro. Que
uno sea apenas el testigo de esa traición de su ser. Pero a nadie le,
gusta estar bajo el mismo techo con el testigo de nuestros críme-
geiTNos~cEeja inquietos e incómodos, impide el autoengaño ne­
c e s a r io para continuar. Todos los «hombres y mujeres huyen de
los testigos de sus felonías.
Jncluso, aunque esa persona no nos deje físicamente, nos de­
jará emocionalmente. Tiene que apartarse, alejarse, distanciarse,
pues estará huyendo de la escena de su propia traición de su ser.
Si no nos deja físicamente, terminaremos deseando que lo hu­
biera hecho, porque a veces no dejar puede ser peor que dejar.
D e b e m o s estar seguros de que física, emocional, intelectual y es­

piritualmente, nos dejará mil veces y de mil maneras diferentes,


para volver a su verdadero ser^Esa persona puede vivir sin n oso­
tros, pero no puede vivir sin su verdadero ser^Antes de que pase
mucho tiempo nos despreciará, nos rechazará, porque nosotros
lo alejamos de su verdadero ser, y ahora nosotros representamos
una vida contraria a sus valores y principios. Esa persona podrá
encontrar placeres momentáneos en esa vida, pero la angustia
de haber sido violentamente desconectado de su verdadero ser
es insoportable.
Si realmente queremos que alguien nos rechace, apartemos a
esa persona de su dios, de su moral, su ética, sus valores y princi­
pios. Porque tarde o temprano, ya sea que tenga conciencia del
hecho en el momento o no, querrá volver a su dios y volver a su
verdadero ser. Puede estar dispuesta a abandonar su verdadero
ser y su dios brevemente por placer, posesiones y fama, pero al
fin de cuentas volverá a casa. Nada es más seguro. Puede llevar
diez años para que la persona se dé cuenta de lo que ha sucedi­
do, pero tarde o temprano lo que hemos sembrado será lo que
cosecharemos.
Antes de pedirle a alguien que transe con sus principios y va­
lores, piénselo mucho.
Puede parecer que la persona está dispuesta a abandonar su
verdadero ser. Puede hacerlo de buen grado. Podemos creer que
eso es lo que esa persona quería. Podemos decirnos a nosotros
mismos que esa persona accedió a hacerlo. Puede incluso ser

55
cierto que la traición fue idea de esa persona, y que esa persona
fue el arquitecto e ingeniero de la traición. Pero pronto nos
reprochará a nosotros, nos culpará a nosotros, se deshará de
nosotros porque nosotros le recordaremos su debilidad, su fra­
caso, su vergüenza. Huirá de nosotros porque en nosotros recor­
dará los vergonzosos momentos en los que abandonó su verda­
dero ser en aras de las superficiales realidades de esta vida.
Puede no ser culpa nuestra directamente, pero nosotros nos con­
vertiremos en el recordatorio, por asociación.
De ahí que sea tan importante involucrarnos con p ersonal
que han pensado en la vida, personas con un sentido de quiénes
son y lo que quieren, personas que saben cuáles son sus valores y
principios y que saben cóm o poseerlos y vivir con ellos de una
manera real y personal. 4

Puede.que usted esté en una relación en la que uno de los dos


o los dos hayan traicionado sus verdaderos seres. ¿Lo abandona­
rá ella? ¿Lo abandonará usted a él? Sí, sin la menor duda, a me­
nos que los dos puedan unirse, acordar ayudarse mutuamente
para celebrar sus verdaderos seres, y abandonar las acciones que
previamente los habían llevado a traicionar sus verdaderos seres.
¿Qué se necesita? Humildad. En el centro de cada solución a ca­
da problema encontraremos una virtud. En este caso, la virtud
es la humildad de admitir que hemos violado nuestros valores,
principios y moral. Y tal vez los valores, principios y moral de la
persona que amamos.
Cuando sea posible, ayude a los que lo rodean a celebrar sus
verdaderos seres. Cuando conozca a una persona, trate por to­
dos los medios de entender cuáles son sus valores y principios y,
después de honrar y defender su p ropio ser verdadero, que su
primera prioridad sea nunca apartar a esas personas de sus ver­
daderos seres.
Si traicionamos nuestro verdadero ser, ¿cóm o podríamos ser
veraces con nadie ni con nada?
ENCONTRÁNDOLE e l s e n t id o a l a v id a y a l a s r e l a c io n e s

Es difícil encontrarle el sentido a la vida y a las relaciones en


un mundo en el que estamos siendo constantemente bombardea­
dos por información conflictiva. Por eso es tan importante llevar
con nosotros una brújula interna que nos permita evaluar la im­
portancia de la información que ingresa. ¿Qué hace que algo sea
importante? Es importante si nos ayuda a convertirnos en la m e­
jor versión de nosotros mismos.
De ahora en más, antes de incluir nada en nuestro programa,
preguntémonos: ¿esto me ayudará a convertirme en la mejor ver­
sión de mí mismo? Nos asombraremos por la claridad que este
solo principio traerá a nuestras vidas.
Cuando comenzamos a centrar nuestra vida en nuestro pro­
pósito esencial, naturalmente y sin pensarlo llevaremos claridad
y rumbo a todas nuestras relaciones. Preguntémonos, todas las
mañanas: ¿cóm o puedo ayudar a mi pareja a convertirse en la
mejor versión de sí misma en el día de hoy? Cada vez que encon­
tremos a alguien en el correr del día (ya sea un empleado en un
supermercado, uno de sus hijos, un colega en el trabajo, o un
amigo), pregúntese a sí mismo: ¿cóm o puedo ayudar a esta per­
sona a convertirse en la mejor versión de sí misma?
Su propósito esencial es convertirse en la mejor versión de sí
mismo. Ubíquelo en el centro de su vida. El significado y el pro­
pósito de una relación es ayudarnos, desafiarnos, alentarnos e
inspirarnos mutuamente a convertim os en la m ejor versión de
nosotros mismos. Ubiquemos esto en el centro de nuestras rela­
ciones.
Entendamos esto y nos asombraremos al com probar que to­
do lo demás encaja en su lugar.

57
«i:

i;

.... L j

- tj
CAPÍTULO 3

C u a n d o v e m o s v e n ir la t o r m e n t a

LA ANALOGÍA DEL ÁRBOL

Un árbol con raíces fuertes puede capear cualquier tormenta.


En n u e s t r a s relaciones, la pregunta no es: ¿habrá tormenta?, si­
no, ¿cuándo llegará la próxima tormenta? Y cuando la próxima
t o r m e n t a llegue, será demasiado tarde para afianzar las raíces.

Cuando la tormenta golpea, o tienes raíces o no las tienes.


Las relaciones son exactamente lo mismo. Cuando una tor­
menta llega a una relación, o tenemos las raíces para capear la
tormenta o no las tenemos.
La gente reacciona de diferente manera a las tormentas en
sus relaciones. Hay quien^uye) Todos somos capaces de esa c o ­
bardía, y cuando alguien actúa cobardemente rara vez somos ca­
paces de hacerle cambiar de idea. Otros se afanan locamente pa-
raCfianzai^ías raíces. Esta es una reacción natural y noble. Otros
arrancarlas raíces que han pasado años de relación afianzando.
Esto es una locura, pero las crisis vuelven temporariamente lo ­
cos a muchos.
¿Cuáles son las raíces que ayudarán a nuestras relaciones a
capear las inevitables tormentas? La comunicación, el aprecio, el
respeto, la mutua disponibilidad a servir, las vacaciones anuales,
entre otras. Pero son demasiadas para nombrarlas a todas: la lis­
ta es infinita. Como con las dietas, hay cientos, miles. ¿Cuál fun­
ciona? Casi todas funcionarán para casi todo el mundo. Las die­
tas no fallan. Son las personas las que fallan en las dietas. Nos
ponemos perezosos y dejamos de lado las resoluciones básicas.
Tal vez no sepamos cóm o es una tormenta, pero sabemos que
una tormenta se acerca. Es el momento de prepararse.
Ca p e a n d o la to rm en ta

Las raíces que ayudarán a nuestras relaciones a capear las


inevitables tormentas incluyen todo, desde salir juntos a cami­
nar, saiix-Ungtnoche por semana, tomarse vacaciones regular-
mente^ r a r j^ pto|} hasta la gratitud, el respeto, la confrontación
sana, y la disciplina. ^
Hay algo poderoso e rehacer ejercicip^con la pareja de uno.
Tal vez no le resulte práctico hacerlo todos los días, pero ¿y una
vez por semana? Es poderoso porque en esa simple actividad los
dos están cambiando, creciendo y explorando su potencial des­
con ocid o. Cuantas más actividades podam os hacer juntos que
ayuden a alcanzan el propósito esencial, más armonizados esta­
remos con la mejor versión de nosotros mismos y más armoniza­
dos estaremos el uno con el otro.
Es tan fácil dejarse llevar por las preocupaciones diarias y ol­
vidarnos del otro. ¿Qué tiene de malo fijar una noche a la sema­
na para salir? Nuestras vidas están permanentemente aumen­
tando en tensión; paremos de vez en cuando y asegurémonos de
que no estamos corriendo hacia el este a mil kilómetros por hora
en búsqueda del atardecer. La idea de fijar una noche para salir
los dos solos puede ser rígida para aquellos de nosotros a los que
nos gustan las cosas algo más espontáneas, o tal vez esta sea só­
lo una excusa para nuestra incapacidad de comprometernos con
nada, ni siquiera algo tan sencillo com o salir a cenar e ir al cine
con regularidad con la persona que más nos importa en el uni­
verso. La verdad es que a la mayoría de las relaciones les ven­
drían bien esas ocasiones. La posibilidad está ahí, la cuestión es
querer aprovecharla. Tenemos que valorar el tiempo con nues­
tras parejas por encima de todas las demás cosas. Tenemos que
estar dispuestos a hacer sacrificios para que sea posible. Vivir es
elegir. Tenemos que elegir ese de vez en cuando.
Ya sé lo antiguo que ha de sonar pero, si en serio pensamos
en experimentar intimidad con otra persona, tenemos que com ­
partir experiencias espirituales, tenemos que orar juntos. ¿Tiene
usted idea de lo infrecuente que es que las parejas oren juntas?
Si queremos poner nuestra relación en una estratosfera comple-

60
taniente diferente, oremos juntos. No hablo de ir a la iglesia los
d o m i n g o s . Usted se sienta ahí y su pareja se sienta al lado. Usted

escucha y ora. Su pareja escucha y ora. Lo hacen juntos, pero


no. No tenemos la m enor idea de cóm o Dios lo está desafiando
al otro a cambiar y crecer, y él no tiene la menor idea de lo que
sucede en su corazón. Pero, en secreto, ,a los dos les gusta así. ^(
porque de ese m odo no tienen que responder ante nadie. Claro
que tienen que responder ante Dios, pero no es com o tener a al­
guien viviendo y respirando al lado suyo para ayudarlo y desa- *
fiarlo a crecer. Por eso cuando digo que necesitamos orar juntos,
quiero decir que necesitamos compartir abiertamente nuestra
espiritualidad entre nosotros. Puede haber grandes diferencias
en la manera en que cada persona se acerca a esta área de su vi­
da, pero parte de la gran aventura de la intimidad es aprender
cómo nos acercamos a Dios y a las cosas del espíritu.

LA ALEGRÍA ES EL FRUTO DEL RECONOCIMIENTO

Jamás será feliz a menos que aprenda a hacer de la gratitud


parte de su dieta em ocional y psicológica diaria. Jamás tendrá
una buena relación hasta que no aprenda a apreciar de verdad la
maravilla de otra persona. Y jamás experimentará las profundi­
dades de la intimidad hasta no crecer y poder agradecer la opor­
tunidad de compartir el viaje con otra persona.
Mi amigo Hal Urban, profesor en escuelas secundarias en el
norte de California y en la Universidad de San Francisco durante
más de treinta y cinco años, cuenta una gran historia sobre c ó ­
mo hacer de la gratitud un hábito.
! Comienza una de sus clases preguntando: “¿cuántas veces al
\día se quejan?” . Se oyen gruñidos y rezongos, y entonces él les
¡pide a los estudiantes que pasen las siguientes veinticuatro horas
sin quejarse de nada. Nada de quejas, lícitas o ilícitas. (La prime­
ra reacción es por lo general una queja por la consigna). Se le pi­
de a cada estudiante que durante veinticuatro horas lleve consi­
go lápiz y papel para anotar cada vez que se ha quejado y de qué.
Al día siguiente, Hal le pide a cada estudiante que adivine
cuántas personas consiguieron no quejarse. Cada estudiante es­
cribe una cantidad en un papel, al igual que Hal. En una clase de
treinta estudiantes, las predicciones son entre seis y doce. La pre­
dicción de Hal es siempre cero. Durante veintitrés años usó ese
ejercicio, y siempre acertó. En la actualidad, en sus seminarios y
presentaciones, Hal ha desafiado a más de veinte mil personas
de todas las edades a intentar el ejercicio y ha hallado a sólo cua­
tro personas capaces de pasar veinticuatro horas sin quejarse.
Pero ese no es el objetivo del experimento.
Hal form ula entonces dos sencillas preguntas: ¿cu.ál fue el
propósito de la consigna? y / qué aprendió del ejercicio?
De clase en clase y de grupo en grupo, casi siempre surgen
las mismas respuestas. La primera respuesta es, por lo general,
"usted quería mostrarnos cuánto nos quejam os” . Y la segunda
respuesta es, por lo general, “aprendí que en realidad no tengo
muchos motivos para quejarme. Las cosas por las que me quejo
son estupideces” .
Todos nos quejamos demasiado y, sí, nuestras quejas son casi
todas por cosas insignificantes, y muestran una inmensa ingrati­
tud hacia las increíbles oportunidades que tenemos y la maravi­
lla de la vida. ¿Ante quiénes nos quejamos más? Ante las perso­
nas a las que supuestamente más querem os. ¿De quiénes nos
quejamos más (ya sea abiertamente o para nosotros mismos)?
De las personas a las que supuestamente más queremos.
Nuestras quejas están envenenando nuestras relaciones. In­
tente pasar veinticuatro horas sin quejarse.
El experimento de la gratitud de Hal tiene una segunda par­
te. Después de los comentarios, Hal reparte un papel que dice:
“Doy gracias por...” en la parte superior. Debajo hay tres colum­
nas. En la primera, con el título "cosas” , les pide a los estudian­
tes que enumeren todas las cosas materiales que están contentos
de poseer. En la segunda columna, "personas” , se les pide que
enumeren a todas las personas que forman o han formado parte
de sus vidas y a quienes aprecian. La tercera columna dice, sen­
cillamente, “ otras cosas” , y allí se les pide a los estudiantes que
enumeren cualquier cosa que no encaje en las dos primeras co­
lumnas.

62
La tercera columna siempre los intriga. Los estudiantes le ha­
cen preguntas a Hal y él les hace preguntas a ellos. Pronto la c o ­
lumna "otras cosas" aparece llena con palabras com o la libertad,
las oportunidades, la amistad, la inteligencia, el amor, la paz, la
salud, la familia, el talento y las habilidades, la fe, Dios, la belle­
za, la bondad, etc.
La tercera parte del ejercicio es leer la lista cuatro veces en
las siguientes veinticuatro horas: después del almuerzo, antes de
la cena, antes de irse a acostar esa noche y antes de ir a clase o al
trabajo a la mañana siguiente.
Al día siguiente, cuando los estudiantes llegan a la clase, se
los ve diferentes. Hay más sonrisas, y más acentuadas; tienen los
ojos más abiertos, y el lenguaje corporal es más animado. Hal di­
ce: "Cuando nos concentramos en lo que está bien en lugar de en
lo que está mal, la vida mejora considerablemente".
¿Qué le llama la atención?
¿En qué se concentra usted en sus relaciones?
En los tres próximos días, haga el ejercicio. Trate de no que­
jarse durante veinticuatro horas. Tome un papel y escriba su lis­
ta “Doy gracias por...", pero agregue otra lista al dorso del papel.
Allí anote todas las cosas por las que su pareja da gracias.
La semana próxima, haga una copia de la lista y envíesela por
correo a esa persona. Sí, por correo. Aunque vivan en la misma
casa y duerman en la misma cama.
La gratitud nos cambia la vida. Cambia la manera com o nos
sentimos con respecto a nosotros mismos, com o nos sentimos
con respecto a la vida, y com o nos sentimos con respecto a los
demás.
Si podem os reunir el coraje de expresar nuestra gratitud a los
demás, a ellos les dará el aliento que necesitan para seguir esfor­
zándose por ser mejores versiones de sí mismos. He descubierto
que tanto los niños com o los adultos resplandecen cuando los
sorprendemos haciendo algo bien y los elogiamos. Hay seis mil
millones de personas en el planeta y cinco mil millones novecien­
tos se van a acostar todas las noches con hambre de escuchar
una palabra honesta de reconocimiento.
Aprendamos a reconocer y elogiar a los que queremos. Todos

63
necesitamos aliento. Convertidnos en la m ejor versión de noso­
tros mismos puede ser una tarea atemorizadora. Comprometá­
m onos a elogiar a nuestra pareja por algo que nos gusta de ella
al menos una vez por semana. Que la gratitud sea una de las raí­
ces que permita que nuestra relación crezca fuerte.
Yo me eduqué en Australia y a los veintidós años viví mi pri­
mer Día de Acción de Gracias norteamericano, con una familia
numerosa en Medford Lakes, Nueva Jersey. Cuando llegó el m o­
mento en que cada persona sentada a la mesa dice aquello por lo
que da gracias, se me empezaron a llenar los ojos de lágrimas. Es­
cuchar a cada persona expresando gratitud, desde niños que esta­
ban aprendiendo a hablar a hombres y mujeres adultos que expe­
rimentaban las presiones de la vida cotidiana... fue sobrecogedor.
Dar las gracias entibia el alma y nos recuerda que la vida es
un extraordinario privilegio. La alegría no viene de tener, sino de
apreciar lo que tenemos. Podemos poseer todos los tesoros, pla­
ceres y bendiciones que el mundo tiene para ofrecer, pero, si no
los apreciamos, jamás nos traerán verdadera satisfacción.
La alegría es el fruto del reconocimiento.

EL RESPETO GENERA CONFIANZA

Beethoven. ¿Qué le viene a le mente cuando ve u oye ese nom­


bre? ¿Qué pensamientos, ideas y sentimientos conjura para us­
ted? Cuando piensa en quién fue Beethoven y lo que logró, ¿le
inspira respeto? Yo pienso en su música, que conm ovió al mun­
do de una manera nueva e intensa, en su poder de atravesar los
siglos y continuar conm oviendo e inspirando a los hombres.
Beethoven es sinónimo de genio, de excelencia, de brillantez, y
de la belleza de la verdadera música.
La casa de Beethoven en Bonn, Alemania, ha sido preservada
com o museo de la memoria desde hace ya más de cien años. En
una de las habitaciones está el m ism o piano en el que Ludwig
van Beethoven com puso casi todas sus obras más importantes.
Es una zona acordonada, mantenida cuidadosamente fuera del
alcance de los miles de entusiastas visitantes que pasan todos los
d ía spor museo. El piano solo está evaluado en más de cin­
millones de dólares.
c u e n ta

Hace años, un grupo de estudiantes del Vassar College estaba


de visita en el museo. Cuando una de las estudiantes llegó a la
habitación donde está el piano, se detuvo y lo miró, llena de de­
seo, y no pudo resistir la tentación de pedirle al guardia que le
permitiera tocar en él un momento. El guarda se dejó influir por
su generosa propina y le permitió a la muchacha pasar deí otro
lado del cordón.
Sentada al piano, la m uchacha procedió a martillar varios
acordes de la sonata “Claro de Luna”. Cuando terminó, sus com ­
pañeros aplaudieron, algunos sinceramente y otros burlándose.
La muchacha salió del espacio acordonado, se volvió al guar­
dia y le dijo:
—Supongo que, a través de los años, todos los grandes pia­
nistas que han venido aquí tocaron en este piano.
—No, señorita —respondió el guardia—. Es más, hace dos
años yo estaba en este mismo lugar cuando Paderewski visitó el
museo. Lo acompañaban el director del museo y la prensa inter­
nacional, que habían venido con la esperanza de oírlo tocar.
"Cuando entró en la habitación se quedó de pie allí, donde es­
tán ahora sus amigos, y miró el piano en silenciosa contempla­
ción durante casi quince minutos. El director del museo lo invitó
a tocar, pero, con los ojos llenos de lágrimas, Paderewski declinó
el ofrecimiento, diciendo que no era digno siquiera de rozarlo
con los dedos.
Eso es reverencia, eso es un profundo respeto que nos hace
detenernos a mirar más allá de las apariencias y descubrir un
mayor valor escondido.
¿Cuándo fue la última vez que miró con reverencia a la perso­
na que ama?
¿Se ha detenido recientemente a considerar cóm o sería su
viaje sin esa persona?
Todos los días pasamos junto a docenas de personas en la ca­
lle y nos juntam os con decenas de miles a la vez en ocasión de
eventos deportivos. ¿Nos habremos vuelto inmunes a la maravi­
lla absoluta de la persona humana?

65
El corazón y la mente reflexivos guardan reverencia hacia las
personas. Pero cuando se nos sorprende en la vorágine de nues­
tras vidas, nos volvem os egocéntricos, obsesionados con lo ur­
gente, y perdemos esa maravillosa capacidad de los niños de ex­
perimentar el asom bro y la reverencia. Perdemos algo cuando
olvidamos nuestra capacidad de vivir estas cosas.
Cuando nos tomamos un momento para reflexionar sobre la
belleza de la naturaleza, sobre la extraordinaria maravilla del ser
hum ano, y el gran misterio de que poseam os la capacidad de
amar y ser amados, nuestra reacción natural es la reverencia. De
esa reverencia nace el respeto, que es un ingrediente indispensa­
ble para todas las relaciones exitosas.
Respetar es valorar a las personas y las cosas en su orden ade­
cuado. El respeto es uno de los puntales de las relaciones. El res­
peto promueve la confianza y alienta la apertura y la honestidad.
Debemos mostrar respeto hacia otras personas incluso antes de
que hagan nada para merecerlo, sencillamente porque son seres
humanos. El respeto les recuerda a las personas su valor innato
y extraordinario aunque ellas mismas lo hayan olvidado. Al mis­
ino tiempo, debemos esperar siempre ganarnos el respeto de los
otros.
A m enudo he oído a personas hablar de sus encuentros con
grandes líderes com o la Madre Teresa y Gandhi, y casi unánime­
mente, dicen lo mismo: "Sentí que durante esos m om entos 110
había en el mundo nada más que nosotros dos y nuestra conver­
sación. Algunas personas trataban de interrumpir, y había que
seguir un programa, pero ella me m iró a los ojos com o si no
tuviera otra preocupación en el m undo, com o si no existiera
nada más” ,
¿A quién no le gusta que lo traten así?
¿Cóm o hacen esas personas?
La acción externa de respeto nace de la cualidad interna de
reverencia, y esa reverencia es el fruto de la reflexión, que nos
ayuda a ver a las personas y las cosas en su verdadero valor. Pero
no podem os hacer sentir a alguien que es valorado si secreta­
mente lo consideramos un don nadie. Vemos esto todo el tiempo
en líderes arrogantes, dedicados al servicio de sí mismos. Pode­

66
m os individualizarlos a un kilómetro de distancia, y nuestra in­
clinación natural es desconfiar de ellos.
El respeto genera confianza.
Alimentamos este respeto de dos maneras.
En primer lugar, sencillamente aprendiendo a disfrutar de la
gente. Tomándonos tiempo para conocerlos, escuchando más y
hablando m enos, buscando entender más que ser entendido.
Aceptando a los demás com o son, con todas sus particularida­
des, comprendiendo que han tenido una experiencia de vida dife­
rente y que esas experiencias diferentes han contribuido a hacer­
los quienes son en la actualidad. A cada encuentro, busquemos
conocer más a los demás: quiénes son, de dónde provienen, cuál
es su historia, cuáles son sus pasiones, cuáles son sus esperanzas
y sus sueños.
La segunda manera de alimentar el respeto es tomándonos
un tiempo todos los días para sentarnos en el aula del silencio,
para reflexionar sobre el verdadero valor de las personas y las
cosas. Algunas personas pasan un tiempo en el aula del silencio
dando un largo paseo en un lugar tranquilo; otras pasan un tiem­
po en el silencio de su iglesia; otras tienen una silla cóm oda en
un rincón de sus casas que les sirve com o aula del silencio. Pero
algo es com ún a todos nosotros: el silencio nos hace dirigir la
mirada hacia quiénes somos, hacia adonde vamos y hacia el va­
lor que asignamos a las relaciones y a las cosas,
¿Con qué frecuencia un niño le faltará el respeto a una pose­
sión material porque no sabe el valor del objeto, ni cuánto nos
ha costado ganar el dinero para comprarlo? En este sentido, to­
dos seguimos siendo niños. Somos todos ignorantes del verdade­
ro valor de ciertas relaciones y cosas de nuestras vidas. A veces
lo ignoramos; en otros momentos, sencillamente nos abstraemos
y nos olvidamos o no le damos importancia al valor de las cosas,
las personas y las oportunidades. Todos perdemos de vista el ver­
dadero valor de las cosas de vez en cuando, y así com o perdemos
de vista el verdadero valor de las cosas perdem os el respeto: a
nosotros, a los demás, a los muchos talentos, posesiones y opor­
tunidades que tenemos en la vida, y a la vida misma.

67
Si n o h a y d is c ip l in a , n o h a y a m o r

Cuando piensa en la palabra “disciplina” , ¿qué le viene a la


mente? Para muchos es un profesor demasiado exigente o un pa­
dre controlador. Trate de hacer a un lado ese concepto de disci­
plina y piense en la disciplina que un atleta elige libremente para
sacar lo mejor de sí mismo. j¿adie puede darnos disciplina ni ha­
cernos disciplinadas. La disciplina es un don que nos damos a
nosotros mismos.
Cada aspecto de la persona humana prospera gracias a la dis­
ciplina, y las relaciones no son una excepción. La disciplina es el
precio que cobra la vida por la felicidad. Insisto en que no hablo
del placer, hablo de una felicidad duradera en un mundo cam­
biante. No podem os ser felices por un período más o menos lar­
go sin disciplina.
La disciplina es el camino que lleva a la plenitud de la vida.
Consideremos los cuatro aspectos de la persona humana, el
físico, el emocional, el intelectual y el espiritual. Cuando com e­
mos bien, hacem os ejercicio con regularidad y dormim os bien,
nos sentimos más plenamente vivos físicamente. Cuando ama­
mos, cuando les damos prioridad a las relaciones significativas
de nuestras vidas, cuando nos entregamos a ayudar a otros en su
viaje, nos sentimos más plenamente vivos emocionalmente.
Cuando leemos buenos libros que amplían nuestra visión de no­
sotros m ismos y nuestra visión del m undo, nos sentimos más
plenamente vivos intelectualmente. Cuando entramos en el aula
del silencio y nos presentamos ante Dios en oración, abierta y
honestamente, experimentamos una vida más plena espiritual­
mente.
Cada uno de esos esfuerzos dadores de vida requiere discipli­
na. Comer bien requiere disciplina. Hacer ejercicio con regulari­
dad requiere disciplina. Pensar en las necesidades de los demás
antes que en las nuestras requiere disciplina. No nos topamos
por casualidad con las actividades que nos ayudan a convertir­
nos en la m ejor versión de nosotros mismos. Debemos elegirlas,
y esa elección requiere disciplina. ^ _____ .__^
¿Está usted prosperando? ¿O sólo/goSreviviendoi/

68
¿Cuándo estamos más plenamente animados? Cuando abra­
zamos una vida de disciplina. La persona humana prospera gra­
cias a la disciplina.
La disciplina nos despierta del estupor hedonístico de la cul­
tura popular moderna y refina cada aspecto de la persona huma­
na. La disciplina no nos esclaviza ni nos sofoca; más bien nos li­
bera para que nos elevemos a alturas jamás imaginadas. La
disciplina agudiza los sentidos humanos, permitiéndonos sabo­
rear los sabores más sutiles de las experiencias de vida. Ya sean
esas experiencias físicas, emocionales, intelectuales o espiritua­
les, la disciplina las eleva a su última expresión. La disciplina
enaltece cualquier experiencia humana y aumenta cada capaci­
dad humana. El desafío de nuestro propósito esencial (convertir­
nos en la mejor versión de nosotros mismos) nos invita a abrazar
esa disciplina dadora de vida.
¿Debe entonces la disciplina ser considerada el centro de la
experiencia humana? No. La propuesta de llevar una vida de dis­
ciplina no es por sí misma sino com o llave para hacernos libres.
La disciplina es la llave hacia la libertad. Es fácil rendirse ante la
atracción de los placeres momentáneos que este m undo nos
ofrece tan fácilmente, pero todos los grandes hombres y mujeres
saben el valor de la gratificación que se produce a largo plazo.
Los héroes, líderes, paladines y santos que llenan los libros de
historia sabían cóm o abrazar la disciplina.
Uno de los grandes desafíos del arte de vivir es aprender a dis­
ciplinarnos, pero, en este momento de la historia, la satisfacción
parece ser el amo de los corazones, las mentes, los cuerpos y las
almas de casi todo el mundo. Nos encontramos esclavizados y
prisioneros de mil diferentes caprichos, ansias, adicciones y ape­
gos. Hemos suscrito a la idea adolescente de que la libertad es la
capacidad de hacer lo que queramos, donde sea que lo queramos
y cada vez que lo queramos, y sin interferencia de ninguna auto­
ridad. ¿Puede la locura de nuestra filosofía moderna ser más evi­
dente?
|l¿j)libertad no es la capacidad de hacer lo que queramos. La ^
libertad es la fortaleza de carácter para hacer lo que es bueno, *
verdadero, noble, y correcto. La libertad es la capacidad de elegir

69
y celebrar la ñiejor versión de nosotros mismos en todo momen­
to. La libertad sin disciplina es imposible.
¿Es la libertad, entonces, el centro de la experiencia humana
que llamamos vida? No. El amor es la esencia de la vida. El amor
es la gran alegría de la vida y su mayor lección. El amor es la úni­
ca tarea digna de la vida. Nos ocupamos con tantas cosas, mien­
tras que hacemos a un lado, ignoramos, la única gran tarea. El
amor es nuestra tarea: amarnos a nosotros mismos esforzándo­
nos p or convertirnos en la m ejor versión de nosotros mismos,
amar a otros alentándolos y ayudándolos en su búsqueda por
convertirse en la m ejor versión de sí mismos, y amar a Dios con­
virtiéndonos en todo aquello para lo que fuimos creados.
Pero, para amar, debemos ser libres, pues amar es dar el pro­
pio ser a alguien o a algo libre, y de manera completa, incondi­
cional y sin reservas. Es com o si uno pudiera tomar con la mano
la esencia del propio ser y dársela a otra persona. Pero para dar­
nos a nosotros mismos -a otra persona, a un esfuerzo, o a Dios-
debemos antes ser dueños de nosotros. Esta posesión del ser es
fa libertad. Es un prerrequisito para el amor, y se lo alcanza sólo
mediante la disciplina.
De ahí que tan pocas relaciones prosperen en nuestros días.
La naturaleza misma del amor requiere de la autoposesión. Sin
autocontrol, autodominio, somos incapaces de amar. Queremos
amar, pero sin autoposesión somos sencillamente incapaces de
hacerlo. No somos libres. No nos poseemos a nosotros mismos y
por eso no podem os entregarnos. Como resultado, nos preocu­
pamos por todas las cosas exteriores de las relaciones y llama­
mos amor a eso.
El problem a es que no queremos disciplina. Queremos que
alguien nos diga que podem os ser felices sin disciplina. Pero no
es así. En realidad, si queremos medir el nivel de felicidad de
nuestra vida, midamos el nivel de disciplina en nuestra vida. Am­
bos elementos están directamente relacionados.
Pensemos esto. Los norteamericanos gastaron treinta mil mi­
llones de dólares el año pasado en productos dietéticos. La única
dieta que necesitamos la mayoría de nosotros es la disciplina.
Pero no querem os disciplina. Queremos que alguien aparezca
por televisión diciéndonos que podem os ser felices y sanos sin
disciplina, y p or eso pagaremos cualquier cantidad de dinero.
Queremos que alguien aparezca por televisión diciéndonos que
si tomamos determinada pastillita dos veces al día podremos co­
mer lo que queramos, cada vez que queramos y en las cantidades
que queramos, y parecerem os super modelos. Es otro de los
grandes mitos de nuestra cultura popular moderna, la idea de
que podemos ser felices sin disciplina. Es una mentira, es un mi­
to, es un engaño, y en lo más profundo de nosotros lo sabemos.
Cada paso que demos hacia la mejor versión de nosotros mis­
mos requiere disciplina.
Necesitamos una dieta para el cuerpo, una manera discipli­
nada de com er que ayude a abastecer el cuerpo y llevarlo a su
máximo desempeño. Pero también necesitamos una dieta para
la mente, una dieta para el corazón y una dieta para el alma. Só­
lo entonces estaremos preparados para una relación seria. Con
nuestro propio ser a mano, podem os elegir entregarnos libre y
completamente a otra persona en el misterio del amor.
Si queremos medir la efectividad de nuestra relación, mida­
mos la disciplina que hay en ella. Si la relación está llena de ca­
prichos, ansias, fantasías y un deseo constante de placer y deja­
mos que estas cosas la manejen, no tenemos amor. Esas cosas no
nos ayudan a convertirnos en la mejor versión de nosotros mis­
mos y, si de verdad amáramos a otra persona, jamás haríamos
nada que le impidiera convertirse en la mejor versión de sí mis­
ma, ni la alentaríamos a hacerlo.
Para amar debemos ser libres e, incluso así, con demasiada
frecuencia somos esclavos. El amor es una promesa, pero ujj e.s-
clavo no está en posición de prometerle nada a nadie. Nunca
crea una promesa de un hombre o una mujer sin disciplina. Han
roto mil promesas a sí mismos y romperán la promesa que le ha­
cen a usted.
La disciplina es evidencia de libertad, y la libertad es un pre-]
rrequisito para el amor.
Deje que la disciplina penetre cada área de su relación. Que
la disciplina los guíe com o pareja en su acercamiento a la com i­
da que ingieren, en cóm o hacen ejercicio, en la manera com o pa-

71
san el tiempo de recreación, en la cantidad de tiempo que le de­
dican al sueño, en las finanzas, en la sexualidad, en com o crían a
los hijos, y en com o exploran y comparten la espiritualidad.
En la vida de las personas exitosas, encontramos que la disci­
plina es indispensable. ¿Por qué habrían de ser las relaciones
una excepción?
¿Su relación primaria está prosperando o apenas sobrevi­
vien d o?
¿Hasta qué punto es la disciplina parte de su relación?
¿Quiere una relación exitosa?
¿Qué hace exitosa a una relación?
Una relación exitosa se construye cuando dos personas se es­
fuerzan por convertirse en la m ejor versión de sí mismos, desa­
fiándose y alentándose mutuamente para convertirse en la mejor
versión de sí mismos, e inspirando a otros en la búsqueda de su
propósito esencial con el ejemplo de sus vidas y de su amor.
Uno no amanece una mañana y se encuentra con que está en
una relación así. Hay que desearla, y hay que desearla mucho.
Su pareja tiene que desearla y tiene que desearla más que ningu­
na otra cosa. Tienen que hacer un plan (que les ayudaré a hacer
en la tercera parte de este libro) y tienen que trabajar en ese plan
todos los días con la disciplina de un campeón.
Si no hay disciplina, no hay amor.

¿C uánto debem os d a r ?

Hace muchos años yo estaba saliendo con una muchacha ma­


ravillosa, y el día de su graduación ella me regaló un ejemplar
del libro de Shel Silverstein, El árbol generoso. Así era Katie. En
un día en el que todo el mundo le estaba haciendo regalos a ella,
ella le daba regalos a los demás. Mis padres y mis maestros me
habían leído ese libro decenas de veces durante mi infancia, pero
en ese momento en particular el libro volvió a tocarme hondo.
En determ inados m om entos de mi vida me he encontrado
muy parecido al árbol, dando demasiado, hasta la autodestruc-
ción; en otros momentos me he visto muy parecido al niño, ab-
sórto en el momento, disfrutando de las personas, de los lugares
y de las cosas por quienes son y por lo que son, dando y recibien­
do alegría, y en otros momentos me he encontrado muy parecido
al hombre en quien el niño se convierte, que toma sin pensar en
las necesidades de los demás.
Lá historia presenta con mucha fuerza una de las preguntas
omnipresentes en las relaciones: ¿cuánto debemos dar?
Cuando una relación marcha bien, la pregunta puede estar
en nuestra cabeza, pero no parece importante ni quizá pertinen­
te. Mientras la otra persona está dando libre y generosamente,
parecemos dispuestos a dar sin límites. Pero cuando la otra per­
sona se vuelve sobre sí misma, egocéntrica, absorta en sí misma,
no sabemos si es una fase temporaria o una disposición nueva y
permanente y la pregunta comienza a asomarse en nuestros c o ­
razones y nuestras mentes. Cuando comienza este volverse sobre
uno mismo, una relación puede rápidamente convertirse en una
transacción, y es fácil que sintamos que se están aprovechando
de nosotros.
En las mejores relaciones podemos hablar de ese volverse ha­
cia adentro y el impacto negativo que esto tiene sobre la relación.
Pero todos nos hemos encontrado, y volveremos a hacerlo, en re­
laciones en las que no podem os mantener ese tipo de conversa­
ción o en las que nuestro reclamo cae en oídos sordos. Entonces
comenzamos a preguntarnos: ¿sigo dando libremente y sin reser­
vas? ¿no debería restringirme un poco? Estas son preguntas im ­
portantes, pero la pregunta real es: ¿qué espero conseguir dando?
Dar es parte intrínseca de una relación, es un componente in­
dispensable de nuestra felicidad personal, y la alegría de dar es
una de las experiencias emocionales más embriagadoras de la vi­
da. La alegría de dar es uno de los grandes placeres virtuosos de
la vida. Pero jamás deberíamos permitirnos perder de vista la ra­
zón para dar. Y, en efecto, es esa razón la que debería poner los
límites al hecho de dar.
Cuando un niño va a pedirle a su padre el último videojuego,
¿qué guiará la decisión de su padre? ¿Se preguntará: '‘¿Puedo pa­
garlo?” , o se preguntará: “ ¿Este juego ayudará a mi hijo a con ­
vertirse en la mejor versión de sí mismo?” .

73
Nuestra acción de dar debería regirse por nuestro deseo de
convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos y por nues­
tro deseo de ayudar a otros a hacer io mismo. Nuestra acción de
dar debería, por ende, ser limitada y dirigida; pues, desconecta­
do de nuestro propósito esencial, incluso algo tan bueno y noble
com o dar se vuelve inútil, distorsionado, indulgente consigo mis­
mo, peligroso, incluso.
¿Debemos dar de nosotros para llevar la felicidad a otros?
Por supuesto.
¿Debemos dar hasta el punto de que nuestra acción de dar se
vuelva autodestructiva? No. No creo que debamos. Habrá m o­
mentos en los que se nos pida que demos de maneras que nos
exigirán renunciar a nuestras necesidades legítimas, así com o
una madre da su precioso sueño para amamantar a su hijo. Pero
esa manera de dar debe ser la excepción y no la norm a en las
relaciones. Y, más que nunca, cuando dar demanda un gran sa­
crificio personal y renunciar a nuestras propias legítimas necesi­
dades, debemos atemperar la acción de dar constantemente pre­
guntándonos: ¿ayudará esto a la otra persona a convertirse en la
mejor versión de sí misma?
¿Cuánto dar? Es una pregunta difícil, y, com o todas las pre­
guntas difíciles de la vida, debemos responderla con la cabeza en
nuestra meta y en nuestro propósito.
A veces tenemos que estar dispuestos a dar completamente y
de maneras que nos disminuyen, pero no todos los días y por el
capricho y abuso de personas egoístas. Nuestra acción de dar no
debe ser algo ciego y temerario. Debemos dar pensando en el me­
jo r ser del otro.
Nuestras relaciones son com o árboles. Podemos cortarlos pa­
ra hacer leña, y no pasaremos frío hoy, pero podem os hacer eso
sólo una vez. O podem os alimentarnos, a nosotros y a nuestras
relaciones y, si eso hacemos, disfrutaremos de sus frutas durante
m uchos, m uchos años... y cada año que pase la fruta será más
dulce.
ABRAZAR EL MISTERIO

Un árbol con raíces fuertes puede capear cualquier tormen­


ta. Si ya no lo hizo, hoy es el día de empezar a hacer crecer esas
raíces. La gratitud, el respeto y la disciplina son tres poderosas
maneras de plantar y alimentar nuestras relaciones. Pero tam­
bién debemos recordar que los árboles se mecen con el viento.
No son rígidos. Hasta los árboles más grandes y fuertes se m e­
cen cuando sopla el viento. Deje espacio a la incertidumbre,
pues vendrá. Encuentre una lección en lo inesperado; ha llega­
do para ayudarlo en su búsqueda de convertirse en la mejor ver­
sión de sí mismo. Trate de disfrutar del misterio: lo mantendrá
en movimiento.
La cultura actual desprecia la incertidumbre y por eso gasta­
mos grandes cantidades de tiempo y energía tratando de crear la
ilusión de seguridad e intentando controlar lo incontrolable.
Maldecimos lo inesperado porque interfiere con nuestros planes,
aunque a m enudo traiga consigo el desafío que necesitamos en
ese momento para cambiar y para crecer hasta alcanzar una me­
jor versión de nosotros mismos. Del mismo modo, nuestra cultu­
ra no tiene tiempo para el misterio. Si no podemos resolverlo o
probarlo, entonces lo ignoramos o lo desacreditamos.
“La vida no es un problema a resolver, sino un misterio a_ser
vivido ” . escribió Kierkegaard. Su cónyuge no es un problema a
resolver, sus hijos no son problemas a resolver, su novio o novia,
su pareja, su prometido o prometida, no son un problema a re­
solver. Son misterios a ser aceptados, alentados, experimentados
y disfrutados.
Las relaciones no deben ser comprendidas, fijadas y resuel­
tas; las relaciones también son misterios a disfrutar.
Los mejores participantes en el misterio que llamamos rela­
ción parecen ser las personas que no necesitan entenderlo todo,
los que no salen al mundo a probar nada, que son lo bastante hu­
mildes com o para aceptar cuando se equivocan y se callan la bo­
ca cuando tienen razón, los que no tienen una agenda, no tienen
prisa, no necesitan del crédito cuando las cosas salen bien y no
le echan la culpa a otro cuando salen mal.

75
Estas son las escasas almas que parecen capaces de abrir
grandes los brazos y abrazar completamente el misterio de amar
y la alegría de ser amado.

76
CAPÍTULO 4

¿ Q u é i m p u ls a n u e s tr a s r e la c io n e s ?

USTED Y SUS RELACIONES

Las personas más felices del mundo son los hombres y las
mujeres que tienen relaciones dinámicas.
Este ha sido un descubrimiento constante en mis viajes a más
de cincuenta países en los últimos diez años. Cualquiera sea el
continente o la cultura que uno esté explorando, se trata de una
verdad evidente y universal. Las personas más felices les dan
prioridad a sus relaciones y, com o resultado, tienen una expe­
riencia más rica de relación y de vida.
La familia es importante para ellos; la amistad es importan­
te para ellos. Me he movido entre gente de una altísima educa­
ción y gente de ninguna educación. Las personas educadas no
son más felices que los que no han recibido ninguna educación.
He estado com partiendo una com ida con hom bres y mujeres
de inmensas fortunas y con aquellos que viven en la pobreza
más miserable. Los ricos no son necesariamente más felices
que los pobres. He vivido entre personas que en apariencia te­
nían p oco de que preocuparse, personas que tenían mucho que
esperar del futuro, y personas con sentencias de muerte por en­
fermedades terminales y otros males. Esta verdad se cum ple
entre todas las personas, en todas las épocas, y en todas las si­
tuaciones: las personas más-felices son las aue_abrazan el mis-
terio^de una relación.
John Wooden, el renombrado instructor de básquetbol en c o ­
legios, dijo una vez en una entrevista al Sports Illustrated: "¿Poi­
qué es tan difícil para tanta gente darse cuenta de que los gana­
dores suelen ser los que trabajan más, por más tiempo y que, c o ­
mo resultado, juegan m ejor?” Esto es cierto para los deportes, es
cierto para los negocios y es cierto para las relaciones.

77
En las relaciones hay ganadores y perdedores. No hablo de
los juegos que se han convertido en una parte al parecer intrín­
seca del m odelo de salidas actual. En una relación, una persona
no gana y la otra pierde. Es absurdo hablar incluso en esos tér­
minos. O am bos ganan o ambos pierden. Por eso hay tanto en
juego. Por eso a veces nos sentimos tan impotentes y desvalidos
en las relaciones. Por eso es tan importante elegir a las personas
adecuadas, con quienes pasar nuestro tiempo y eiiergía limita-
dos. Cuando hablo de ganadores y perdedores en las relaciones,
hablo de la realidad en la que algunas parejas ganan y otras
pierden.
Hablando de las relaciones debemos preguntarnos, entonces:
^?por qué es tan difícil para tantas personas darse cuenta de que
las buenas relaciones son por lo general aquellas en las que las
personas trabajan m ucho y durante m ucho tiempo y, com o re­
sultado, tienen mejores relaciones? La razón tal vez sea que
Queremos admitir que ganar o perder es una elección oue pode-
mos controlar. Tal vez no queremos admitir que la diferencia en­
tre una buena relación y una relación deficiente es nuestra elec­
ción... no individualmente sino com o pareja.
La importancia de las relaciones positivas no se reduce al rei­
no emocional, ni se limita al tiempo que reservemos para las ac­
tividades familiares y sociales. El poder y la influencia de las re­
laciones positivas se expande a todo otro aspecto de nuestras
vidas.
Las personas que se comprometen en una relación primaria
positiva son más eficientes en su trabajo, se com prom eten más
en las actividades com unales y tienden a ser m ejores parejas,
amigos, hermanos, hijos, colegas y ciudadanos.
Lo contrario también es cierto. Las personas que se co m ­
prom eten en una relación primaria en un estado permanente
de con flicto p or lo general son m enos concentradas en otros
cam pos de sus vidas y, com o resultado, son m enos eficientes.
Con m ucha frecuencia buscan satisfacer necesidades que no
pueden satisfacer dentro de su relación primaria. Es natural
que se vuelquen al trabajo o a sus relaciones con los padres, los
amigos, los hermanos, los hijos y los colegas en un intento por

78
satisfacer su necesidad de intimidad. Pero a menudo la intimi­
dad que buscan no es la adecuada para la relación de la que
quieren tomarla. El resultado es, por supuesto, más fricciones
y más frustraciones.
El estado de nuestras relaciones influencia cada aspecto de
nuestras vidas. No dejamos una relación conflictiva en casa
cuando salimos para el trabajo o la escuela, ni dejamos una rela­
ción tumultuosa a la puerta de nuestras otras relaciones. Si tene­
mos una relación conflictiva, hay grandes posibilidades de que
esta esté afectando otras áreas de nuestra vida. La relación pro­
blemática puede ser con un cónyuge o una pareja, o puede haber
una relación con un colega, un amigo, un hijo, un padre o un
hermano que está pasando por un mal momento. Las relaciones
nos afectan profundamente y una relación conflictiva o deficien­
te puede tener un impacto negativo sobre la manera en que nos
desempeñamos en el trabajo, las esperanzas que albergamos pa­
ra el futuro, la manera com o nos sentimos sobre nosotros mis­
mos, lo que com emos o no comemos, la manera com o pasamos
el tiempo y todo otro aspecto de nuestra vida diaria. Por otro la­
do, cuando prosperam os en nuestras relaciones, en especial
nuestra relación primaria, tendemos a llevar con nosotros una
atmósfera muy positiva vayamos adonde vayamos.
Una relación primaria dinámica no cambia el aspecto social
de nuestras vidas; cambia nuestras vidas, al cambiar la manera
como nos vemos, a nosotros mismos y al mundo.
Este libro apunta a proporcionar las herramientas necesarias
para crear relaciones primarias dinámicas. Los siete niveles de la
intimidad proporcionan un modelo sencillo -el punto fuerte de
cualquier buen m odelo es su sencillez- pero el proceso no es fá­
cil. A veces el mayor error que cometemos es creer, al principio,
que el viaje que nos espera será fácil. Ese viajero siempre viene
desprevenido y sin vituallas.
Podemos estar en la mitad del camino y darnos cuenta de que
debemos detenemos para recoger nuevas vituallas, podem os es­
tar al principio del viaje, o podem os estar decidiendo si quere­
mos partir o no. Sea cual fuere el caso, me produce un gran pla­
cer que nuestros cam inos se hayan cruzado y espero que las

79
ideas que llenan las páginas de este-libro le resulten útiles en su
búsqueda de intim idad.
Lleva una vida entera construir buenas relaciones y aprender
a sostenerlas. En el cam ino, habrá grandes m om entos de triunfo
y éxtasis y otros m om en tos de tribulación y dolor. Este libro no
es un rem ed io instantáneo ni con tien e todas las respuestas. Es
sim plem ente una herram ienta para ayudarlo a reconectarse con
su deseo p rofu n d o de estar en buenas relaciones.
R ela cion a rse c o n las p erson a s de una m anera p od erosa es
una habilidad a desarrollar, a alimentar y a practicar.
Casi tod o lo que h acem os todos los días lo hacem os sencilla­
m ente para sobrevivir. Las relaciones son las que nos im pulsan a
sobrevivir.

¿QUÉ NO FUNCIONA EN SU VIDA?

¿Q ué n o fu n cio n a en su vida? Esta es una de las preguntas


c o n las que com ien zo en las sesiones introductorias de mis sem i­
narios y retiros. La realidad es que todos tenem os zonas de nues­
tras vidas que n o fun cion an c o m o nosotros quisiéram os. N o obs­
tante, nuestra ten d en cia es ign ora r esas zon as, esperan do que
desaparezcan o cam bien. No lo harán. D ebem os enfrentarlas, ex­
plorarlas, y luchar contra ellas.
Los d esa fíos a que n os enfrentam os en la vida son sen cilla­
m ente op ortu n id ad es para cam biar, para crecer, y para con ver­
tirnos en la m ejor versión de nosotros m ism os.
C uando p regu n to "¿q u é n o fu n cion a en su vid a?” en mis se­
m in arios, siem pre les p id o a los asistentes que se tom en unos
m om en tos para escribir las respuestas. Hay algo m uy fuerte en
escribir estas cosas, m uy a m enudo es el prim er paso hacia solu­
cion ar o sanar esas áreas de nuestras vidas. Sencillam ente esgrt
higudolas, com en zam os a adm itirlas y, en cierto sentido, com en ­
zam os a sacarlas de nosotros.
En el contexto del grupo, com en zam os a hablar de c ó m o las
diferentes personas resp on d ieron a la pregunta. Invariablem en-
te, cada participante incluye una relación o m ás en la lista. Más

80
avanzado el sem inario, cu an d o les p id o a los participantes que
escriban en orden de im portancia las cosas que n o funcionan en
sus vidas, el 90% ubica a las relaciones en el prim er lugar.
Las relaciones crecen o m ueren. No hay térm ino m edio. Este
es uno de los p rin cip ios regentes del universo. T od o cam bia
constantemente.
A veces p od em os pensar que una determ inada relación está
estancada, pero n o lo está. Está m uriendo y /s i n o hacem os nada
para rejuvenecerla, esa relación m orirá. Las personas m e dicen,
todo el tiem po: "siento que m i relación co n m i esposa está estan­
cada desde h a ce unos diez años". Una rápida m irada a nuestra
manera de hablarnos, c ó m o nos tratamos, c ó m o nos m iram os, y
nos d arem os cuenta de que esa relación m u rió hace diez años.
Ellos no lo adm itieron.
De m anera que, antes de avanzar, quisiera que dejaran este li­
bro durante diez o quince m inutos. Saque la agenda o un pedazo
de papel y haga una lista de todas las relaciones de su vida que le
son im portan tes. R epase todas las diferentes áreas de su vida
(hogar, fam ilia, trabajo, escuela, iglesia, etc.) y escriba una lista
de todas las personas que son im portantes en su vida.
N o sufra p o r tem or a olvidarse de incluir a alguien en la lista,
porque es seguro que de alguien se olvidará. Haga la lista rápida­
mente. N o tiene que ser ni perfecta ni definitiva.
A hora bien , cu a n d o haya term inado la lista de las personas
más im portantes en las diferentes áreas de su vida, p or favor res­
ponda a la pregunta: ¿qué relaciqjjuea^no fu£i£4^jaaD2^Haga otra
lista.
Es p o sib le , p o r supuesto, que n o tenga una r e la ció n seria­
m ente con flictiv a en este m om en to de su vida. T óm ese un m o ­
m ento para dar gracias, p ero enseguida vuelva la aten ción a
aquellas relaciones que usted quisiera m ejorar de alguna m ane­
ra. Haga una lista. Y, a m edida que avancem os p o r el resto del li­
bro, tenga la lista a m ano.
La sen sa ción que llam am os am or p u ed e expan dirse o c o n ­
traerse. Se expande cu an d o se lo alimenta, y se contrae cuando
se lo descuida. Las relaciones dinám icas requieren esfuerzo, sa­
crificio y cu id ad o y, si usted y su pareja están dispuestos a poner

81
esas cosas sobre la m esa, su experiencia del am or pu ede expan­
dirse interm inable e infinitamente.
La expansión infinita es posible, pero n o en un núm ero in fi­
nito de re la cio n e s. Usted tiene una determ in ad a can tid ad de
tiem po y de energía, de m od o que tiene que decidir qué relacio­
nes le im portan m ás. Tiene que estar dispuesto a optar p o r deter­
m inadas relaciones para darles a las más im portantes el tiem po
y la atención que requieren y m erecen.
Es tam bién cru cia l señalar que el p rop ósito de este libro 110
es m antener sus relaciones. N o olvide que el p ropósito de las re­
laciones n o es m antenerlas a toda costa; el p rop ósito de las rela­
ciones es ayudar a las personas a convertirse en la m ejor versión
de sí m ism as.
A lgunas^elaciones,
Esto puede parecer ^ ro es una verdad
elemental. Hay relaciones que sencillam ente n o vale la pena sal­
var y algunas personas llegan a nuestras vidas sólo para ayudar­
n os a pasar p o r una determ inada situ ación. De m o d o que sólo
p orq u e en un tiem po fu eron íntim os am igos n o tienen p o r qué
seguir siéndolo. S ólo porqu e fueron íntim os am igos en el secun­
dario o inseparables en la escuela no van a ser (ni necesitan ser)
am igos íntim os para siem pre. Algunas personas llegan a nu es­
tras vidas en un m o m e n to en p articu lar p o r una razón en par­
ticular, y eso es suficiente.
Si una r e la ció n n o fu n cion a , ten em os o p cio n e s. La vida es
elegir. P odem os quedarnos en esa relación y dejarla que siga m u­
riendo, p od em os abandonar la relación o p od em os decidir trans­
form ar la relación en una colaboración dinám ica.

LA RELACIÓN PRIMARIA

N uestra re la ció n p rim a ria es gen eralm en te la qu e tenem os


co n nuestra pareja. Según en qué etapa de la vida estem os, esa
re la ció n p u e d e ser c o n un n ov io o una n ovia, u n p ro m e tid o o
p rom etid a o un cón yu ge. Esta rela ción prim aria es nuestro h o ­
gar em ocion al. D ebería ser un lugar al que p od em os ir a aflojar

82
las tensiones, a descansar, aunque p od em os estar seguros de que
de vez en cu a n d o habrá que trabajar en la casa, y siem p re hay
ciertas tareas em ocionales de las que ocuparse. Pero nuestro h o­
gar em ocional (su relación prim aria) debe ser un lugar en el que
nos sintam os có m o d o s para ser nosotros m ism os y d on d e p od a­
mos darnos a conocer.
La rela ción prim aria es nuestra prim era fuente y op o rtu n i­
dad de intim idad.
Si usted es soltero, hay una buen a p osib ilida d de qu e haya
una serie de relaciones secundarias que estén para usted en un
nivel m ás alto que para las personas involucradas en una rela­
ción primaria. Si usted entra en una relación primaria será natu­
ral que se involucre m enos en estas relaciones secundarias. Esto
es sencillam ente un tema de adjudicación de recursos. Tenem os
una cantidad lim itada de tiem po para pasar con la fam ilia y los
amigos, y en algún m om ento una relación primaria adquiere pre­
cedencia sobre las relaciones secundarias.
Esta es la d in ám ica que h a ce que la gente se queje: "d esd e
que em pezaste a salir con fulanito (o fulanita) no tienes tiem po
para n o s o tro s ” . Estas quejas tienden a ser exageradas p e ro , de
alguna manera, cuando nos encontram os en una relación prim a­
ria im portante, n o tenem os p o r qué sentirnos culpables p o r pa­
sar m enos tiem po con nuestros am igos y más tiem po c o n nues­
tra pareja. No ig n ora m os p o r co m p le to a nuestros a m igos p or
estar en una relación prim aria, pero es lóg ico que tengam os m e­
nos tiem po para dedicarles.
Hay tres preguntas que debem os form ularnos con respecto a
nuestra pareja: ¿con fia m os en nuestra pareja?, ¿creem os que esa
persona se preocu pa p o r nuestros intereses? y ¿nos está ayudan­
d o esa p erson a a con vertirn os en la m e jo r versión de n osotros
m ism os?
Si con fía en su pareja, ¿p or qué? ¿Qué hicieron él o ella para
despertarnos esa confianza? De m anera similar, si no co n fía en
su pareja, es im portan te tratar de id en tificar las razon es de su
desconfianza y recordar algunas situaciones específicas q u e nos
hayan llevado a desconfiar de él o de ella. Aquí también es fuerte
escribir estas cosas; a veces n os ayuda a verlas con m ayor objeti­

83
vidad. De m o d o que, si tiene la agenda a m ano, tóm ese un tiem-
pito para responder esas preguntas p o r escrito.
Si ha a n ota d o que su pareja se p re o cu p a p o r sus intereses,
¿qué le hace creer eso? Por otro lado, si n o cree que su pareja se
p r e o cu p e p o r sus intereses, ¿qué piensa que lo m otiva, a él o a
ella, a estar en una relación co n usted?
Y, finalm ente, si usted cree que su pareja lo está ayudando a
convertirse en la m e jo r versión de usted m ism o, ¿de qué m ane­
ra él o ella están h acien d o eso? O, si usted n o cree que su pare­
ja lo esté ayudando a convertirse en la m ejor versión de sí m is­
m o, ¿cuáles son las cosas que él o ella hacen para alejarlo de su
m e jo r ser?
Es im p ro b a b le qu e se p u ed a al m ism o tiem p o co n fia r y no
con fia r en una persona, p ero sí es posible que a veces su pareja
se p reocu p e p o r sus intereses y otras veces n o lo haga. De m od o
similar, está p or cierto dentro del reino de las probabilidades que
de ciertas m aneras su pareja lo ayude a convertirse en la m ejor
versión de sí m ism o y de otras no lo haga. Puede ayudar tom arse
un tiem po para escribir las respuestas a las preguntas y reflexio­
nar sobre los aspectos positivos y negativos.
Es im p erioso que respondan a la próxim a pregunta, prim ero
usted solo y luego usted y su pareja.
¿Es su relación su prioridad m áxim a?
Para algunas p erson a s, 110 lo es. Para algunas person as, el
trabajo y la carrera son la p riorid a d m áxim a. En algunos m o ­
m entos en la vida de alguien, dependiendo de la carrera que ha
elegido, esto puede ser necesario. Otras personas ponen a sus p a­
dres y herm anos antes que su relación primaria. Esto puede ser
válido al p rin cip io de una relación , pero en determ inado punto
sería p o c o saludable n o darle prioridad a su relación primaria.
Las personas anteponen cosas a su relación prim aria p o r to­
d o tipo de razones, saludables y no saludables. Lo im portante es
que tod os los in volu crados sepan d ón d e están parados. A veces
las su p osicio n es más fundam entales son causa de una fricción
constante y progresiva en las relaciones. De m anera que, si su re­
la ción prim aria n o es su prioridad, la siguiente pregunta es: ¿lo
sabe su pareja?

84
Ahora que sabe qué lugar ocupa su relación prim aria en sus
prioridades,-es im portante encarar la cuestión de la pareja. Hay
que tener presente que no puede form ular la pregunta al pasar;
tiene que hacerlo en el contexto de una conversación. Si hace la
pregunta al pasar lo más probable es que su pareja le diga que sí,
porqué en lo m ás p rofu n d o de n osotros m ism os todos sabem os
que esa es la respuesta que nuestra pareja quiere escuchar. En
lugar de ir d erech o al grano y preguntar: ¿nuestra relación es tu
máxima p riorid a d ?, p u ed e preguntar: ¿cuales s o n las p riorida-
des de tu vida? Esto los ayudará a los dos a com prender la reía-
ción en fu n ción de las otras prioridades.
Luego de h ab er h a b la d o de las p riorid a d es de sus vidas en
general, p o d e m o s p r o ce d e r a hablar de la p riorid a d esp ecífica
de la relación. D entro del contexto de las otras prioridades de la
pareja, p o d e m o s con sid era r entonces^si^la m anera en que vivi­
mos la vida cotidia n a refleja la priorid ad que ad u cim os darle a
la relación.
Por ejem p lo, si su esp oso dice que la relación es su m áxim a
prioridad p ero trabaja ochenta y cin co horas a la sem ana y está
siempre cansado y pensando en otra cosa cuando llega a la casa
o está con usted, entonces su m anera de pasar sus días y sus se­
manas n o refleja esa prioridad. Del m ism o m od o, si usted hace
tiempo que sale c o n una m ujer y ella d ice que esa relación con
usted es su m áxim a prioridad, p ero usted la ve apenas una vez
por sem ana y ella n o siem pre le devuelve las llam adas, la reali­
dad es m uy otra.
En algunos de m is sem inarios para ejecu tivos de n eg ocios,
les p id o que hagan una lista con las prioridades de sus vidas. El
orden de p riorid a d es m ás co m ú n es: D ios, la fam ilia, los am i­
gos, el trabajo, otras. E n ton ces sacam os fo to c o p ia s de una se­
mana en sus agendas, les d am os c in c o m a rca d ores de c o lo re s
diferentes y les p ed im os que resalten toda la sem ana según c ó ­
mo han u tiliza d o su tiem po- Hay una en orm e b re ch a entre lo
que d e c im o s q u e son nuestras p riorid a d es y c ó m o p asam os
nuestro tiem po.
La m ayoría de los padres dicen que sus hijos son su m áxim a
prioridad, p e ro estudios recientes dem uestran que en p rom ed io

85
los padres pasan m enos de dieciséis m inutos p o r semana hablan­
d o co n sus hijos adolescentes.
Para casi todos nosotros, hay una enorm e brecha entré lo que
d ecim os que es im portante y la m anera c o m o en realidad pasa­
m os nuestra vida. L os que viven con pasión y p rop ósito han eli­
m in ad o la brech a entre las que consideran sus prioridades y su
m anera de utilizar el tiem po. Si querem os tener una buena rela­
ción, entonces debem os decidir convertirla en una prioridad de­
d icán d ole tiem po y energía.
L í v i d a se lleva p o r prioridades.
A quello en lo que p on gam os la atención, eso crecerá en nues­
tra vida.
Si p ensam os tod o el tiem po en lo que agradecem os de nues­
tras vidas y hablam os de ello, la cantidad de cosa s que agrade­
cem os aum entará. Si estam os to d o el tiem p o p reocu p a d os por
todas las c o s a s ^ u e n o tenerqjas, la cantidad de cosas que desea­
ríam os tener aumentará. El pensam iento hum ano es creativo. Lo
que pensam os se crea. Todo com ienza c o m o un pensam iento en
nuestra cabeza.
Si d e verdad querem os darle prioridad a nuestra relación, pri­
m ero d eb e m o s d arle^prioridad en nuestra ca b e z a . Antes que
nada, d eb em os saber c o m o es, para usted, una buena relación.
D ebe com en za r id en tifican do co n claridad las cualidades n ece­
sarias para construir y m antener relaciones extraordinarias.
De eso se trata este libro, de construir y m antener relaciones
extraordinarias. C ualquiera puede tener una relación com ú n y
corriente. Nadie quiere una relación com ú n y corriente y, sin em ­
bargo, eso es lo que tiene casi tod o el m undo.
N uestra rela ción prim aria es el santuario de nuestras vidas
em ocionales. Es la prim era fuente de apoyo em ocion al y nuestra
prim era oportunidad de desarrollar y experim entar un profundo
nivel de intim idad. Para la m ayoría de nosotros, nuestra relación
prim aria será la única oportu nidad que tengam os en la vida de
verd ad eram en te c o n o c e r a una p erson a y, al m ism o tiem po,
de ser p rofun dam en te co n o cid o s p or otro ser hum ano.
Pasam os nuestros días rodeados de trivialidades y superficia­
lidades, constantem en te sobrecargad os de in form a ción . A cada

86
día que pasa, co n o ce r profundam ente a una persona se convierte
más y más en un m ilagro.

ANTES DE LA RUPTURA

Mientras escribo, un tem or m e acom ete. En m i im aginación,


que a veces es excesivam ente activa, veo a personas que vienen a
mí después d e u n o de mis sem inarios y m e dicen: “Leí su libro
Los siete niveles de la intimidad y al día siguiente rom pí c o n m i
novio” .
La razón p o r la que albergo este tem or es que, c o m o en todo
lo que escrib o, trato de ilum inar el cam ino ideal. La verdad es,
por supuesto, que p o c o s de n osotros alcanzarem os ese cam in o
ideal, p ero lu ch a r p o r alcanzarlo nos anim a. La p alabra “ ani­
mar” sign ifica “ sopla r vida dentro d e” . Los ideales soplan vida
dentro de nosotros. N os desafían a querer sobrepasar lím ites que
nos habíam os im puesto y a convertirnos en una m ejor versión de
nosotros m ism os.
Si su esp oso no siem pre se preocupa p or sus intereses, eso no
significa que n o la ame, sólo que de vez en cuando puede ser al­
go egoísta. Y si su novia no siem pre lo ayuda a alcanzar su p r o ­
pósito esencial, eso n o significa necesariam ente que 110 es la per­
sona indicada para usted. Sólo significa que no com pren d e que,
cuanto más lo ayude a usted a convertirse en su m ejor ser, más
podrá usted amarla.
A m edida que usted lee este libro, puede que p o r m om en tos
sienta que yo lo aliento a rom per con su relación prim aria, y que
a veces lo que digo es que quedarse con su pareja es el ú n ico ca ­
mino. Am bas son rea ccion es legítim as: tendem os a p rocesa r la
inform ación nueva a través de la lente de nuestras propias expe­
riencias, pasadas y presentes. P ero el p rop ósito de este lib ro 110
es m ecerlo de un lado al otro; es sencillam ente ayudarlo y alen­
tarlo en el viaje que es su vida.
La prim era verdad de las relaciones es que todas tienen p r o ­
blemas. Su pareja n o es perfecta; tam p oco usted lo es. Sus hijos
jamás serán hijos perfectos y usted nunca será un padre p e rfe c­

87
to. Si no puede aceptar esta verdad elementa!, pasará toda su vi­
da persiguiendo un invento de su im aginación.
L o veo to d o el tiem po en ciertos am igos, a quienes llam o “ sa­
lidores seriales” . Uno de ellos com ienza a salir con alguien: todo
será m aravilloso hasta que un día él com ienza a co n o ce r un p oco
a esa otra p erson a , y tal vez ella exprese una op in ión un p o c o
“ extraña” (lo que quiere d ecir que es diferente de la suya), Antes
de que uno la con ozca , él ha roto con ella. Dan ganas de sacudir­
lo y decirle: "N o, ella no era perfecta. Pero, ¿sabes una cosa? Tú
ta m p oco lo eres” .
T odas las rela cion es tienen p rob lem a s, así que n o hay que
reaccion ar rom p ien d o la relación p or algo que se lee en un libro,
m ío o de cualquier otro.
Si n o so m o s felices, n o tiene sentido m eternos en otra rela­
ción . T en em os que tratar de d ilucidar p o r qué esta rela ción no
fu n cion a , o p o r qué n o fu n c io n ó la anterior. Tam bién tenem os
que p en sar seriam en te p o r qué rom p im os esa re la ció n qu e no
fu n cion aba . N o som os com pletam ente responsables, p ero tam­
p o c o lo es nuestra pareja. También puede ayudar m irar otras re­
laciones pasadas. ¿H ay un patrón? ¿P or qué term inam os así to­
das las relaciones?
Bien p u ed e ser que lo que n ecesitam os es term inar esa rela­
ción , y, si este libro nos llevó a ese descubrim iento y es lo correc­
to, entonces, ;bien! Pero asegurém onos de h acerlo p o r las razo­
nes correctas, n o p or perseguir otra ilusión.

R e l a c io n e s s e c u n d a r ia s

Más allá de nuestra relación primaria, todos estam os envuel­


tos literalm ente en cien tos de relacion es secu ndarias. Algunas
son m uy im portan tes para n osotros, c o m o las relacion es entre
padres e h ijos; otras p u ed en ser relativam ente insignificantes,
c o m o la re la ció n que ten em os co n el guardia de segu rid ad en
nuestro lugar de trabajo. El h ech o de que la relación n o sea im ­
portante n o significa que n o seam os am istosos y corteses; signi­
fica sim plem ente que la relación n o tiene una prioridad máxima.

SS
Las rela cion es secu ndarias de un nivel su p erior p u ed en in­
cluir aquellas c o n los padres, los hijos, los herm anos, la familia
p o l í t i c a , los am igos, los com pañeros de trabajo, sus em pleados o
empleadores, o incluso su socio.
Nuestra relación prim aria tiende a tener una gran influencia
sobre nuestras relacion es secundarias y viceversa. Si su esposo
acaba de decirle que quiere el divorcio, no le quepa duda de que
esto afectará la m anera co m o usted se relacione co n casi todo el
mundo en su vida. Si su novia acaba de decirle que tiene un tu­
mor cerebral, esa situación es'parte de su relación, y afectará su
manera de m anejar sus actividades diarias y su m anera de rela­
cionarse c o n los otros. Si falta un m es y m ed io para su boda y
usted n o está segura de p od er con fia r en su novio, eso afectará
su manera de relacionarse co n la gente.
Estas cosas afectan nuestras relaciones con otros influyendo
lo que hablam os co n esos otros y c ó m o filtram os y p rocesam os
lo que ellos n os d icen , y afectan significativam ente el nivel de
energía que tenem os para ayudar a otros a enfrentarse a sus lu­
chas em ocionales.
H ace m u ch o s años y o estaba saliendo con una m u ch ach a y
tenía, en la m ism a ép oca, una em pleada m uy conflictiva. La em ­
pleada era indigna de confianza y entendía mal todas las instruc­
ciones que yo le daba, pero n o m e era posible cam biarla de pues­
to de la n och e a la mañana. Yo no m e daba cuenta de cuánto me
irritaba esto, n i de cu á n to afectaba las otras áreas de m i vida.
Por cierto que n o m e di cuenta de cuánto había estado hablando
del tema con m i novia. Una n och e habíam os salido a cenar y yo
me puse a hablar de m i empleada. Una expresión atravesó el ros­
tro de m i novia. "¡Sabes que pasam os m ás tiem po h ablando de
ella que de n o s o tro s !” , m e dijo. Así que la relación negativa con
mi em pleada estaba perjudicando m i relación con m i novia.
Las rela cion es prim arias y secundarias se influyen m utua­
mente. Cada día de nuestra vida nos suceden cosas agradables y
desagradables. Las buenas relaciones m agnifican las cosas bue­
nas que nos suceden y hacen soportables las cosas desagradables.
Cuando le sucede algo m aravilloso, ¿quién es la prim era per­
sona a quien quiere contárselo?

89
C u ando sobrevien e una tragedia, ¿co n qué personas quiere
estar?
¿Q u ién qu iere que esté ju n to a su cam a, a com p a ñ á n d olo,
cuando está enferm o?
¿Quién lo consuela cuando fracasa?
¿Quién lo desafía suavemente para im pulsarlo a triunfar?
¿La vida de quién quiere in fluir significativam ente co n su
vida?
La vida es una experiencia lim itada y, sin em bargo, hay una
cantidad ilim itada de personas, lugares y cosas para experim en­
tar en nuestro tiem po lim itado.
En el ca m p o de las relacion es, tam bién tenem os una canti­
dad lim itada de tiem po e ilim itada de op ortu n id ad es. Hay casi
seis m il m illon es de personas en el planeta; n o p od em os tener
una relación personal con cada una de ellas. Hay que elegir.
T odos los días recib o cientos de m ensajes electrónicos. Yo p o ­
dría sentarm e todo el día frente a la com pu tadora p o r el resto de
mis días respondiendo m ensajes, o puedo escribir este libro. Eli­
j o el libro. La razón es que creo que el libro es un aporte más sig­
nificativo que los m iles de m ensajes que podría enviar en el tiem ­
p o que m e lleva escribir. E lijo escrib ir el lib ro p o rq u e es una
com u n ica ción m ás profun da y, de una m anera m isteriosa, es una
oportunidad para que usted y yo, lector y autor, seam os íntim os
aunque tal vez no nos hayam os visto nunca.
Todos los días hacem os elecciones, y en esas elecciones adju­
dicam os prioridades a las diferentes actividades y relaciones de
nuestras vidas. P od em os tratar de h a cerlo tod o, y tal vez p o d a ­
m os in clu so term inar h acien d o m uchas cosas, pero n o nos des­
tacarem os en nada> La etiqueta coloqu ial para esta tragedia hu­
m ana es “El que m u ch o abarca p o c o aprieta” . Vem os esto tod o el
tiem po co n niños que quieren h a cer todas las actividades. Jue­
gan al fútbol y al béisbol, estudian piano y karate, participan en
la obra teatral de la escuela, escriben artículos para el diario de
la escuela y tom an clases de pintura. H acen m uchas cosas, pero
nun ca aprenden la disciplina de ninguna. Flotan c o n el talento
en lugar de refinar ese talento con disciplina. H acen m uchas c o ­
sas, p ero n o se destacan en ninguna. Hasta cierto punto, esa ex-

90
periroentación es parte de la infancia, pero sólo hasta cierto pun­
to. En determ inado m om ento, tod os deberíam os p on er un orden
en nuestras vidas que nos perm ita concentrarnos en una gran ta­
rea, una pasión, una búsqueda, y si hem os elegido nuestra única
bú squ eda ten ien d o en cuenta nuestro talento y nuestra ca p a ci­
dad y la segu im os co n disciplina, harem os só lo una cosa, pero
nos destacarem os en esa cosa, búsqueda de la excelencia de­
sarrolla el carácter. La búsqueda de la variedad, no.
A veces uno es m ejor que m uchos.
Lo m ism o vale para las relacion es. P od em os ser am igos de
todos y desplegarnos am pliam ente, pero no tendrem os ninguna
buena relación ni ninguna experiencia extraordinaria de intim i­
dad. O p od em os concentrarnos en un puñado de relaciones, dar­
les p riorid ad , y explorar las m aravillas del am or y la intim idad
en el contexto de esas relaciones.
A veces m enos es en verdad más.
N unca se subraya lo suficiente la im portancia d e las rela cio­
nes positivas en nuestra búsqueda de la felicidad. Las relaciones
positivas h acen sop orta b le cu alqu ier prueba y m ás du lce cu a l­
quier triunfo. Las relaciones positivas influyen cada asp ecto de
nuestras vidas y s o n la m arca registrada de todas las vidas
felices.

¿Q u ié n l o e n e r g iz a ?

U no d e los gran des m itos del sig lo XX fue que el tiem po es


nuestro re cu rs o m ás va lioso. La p rop a g a ción de este m ito nos
llevó a leer libros, escuchar grabaciones y asistir a cursos sobre
el m a n e jo del tiem p o. T o d o s invertim os en agendas para ayu­
darnos a organ izar nuestro tiem po, y luego volvim os a invertir
en agen d as ele ctró n ica s. N os d ijeron "E l tiem p o es o r o ” , “ No
pierdas el tiem po. La vida es tiem p o” , “Guarda tu tiem p o” , “ Pla­
nea tu tiem po” , "D efiende tu tiem po” , "Perder el tiem po es p er­
der la vid a” .
Casi to d o esto es, hasta cierto punto, cierto, p e r o el tiem po
no es nuestro recurso más valioso. La igualdad de la que los p o lí­

91
ticos hablan tan a m en u d o p ero que se en cu en tra tan p o c o en
nuestro m u n d o m odern o, en realidad existe con respecto al tiem ­
po. Usted tiene veinticuatro horas al día y y o tengo veinticuatro
horas al día. N adie tiene m ás. No im p orta cu án to dinero tenga
una p erson a : igu al le tocan vein ticu a tro h oras. N o im p orta lo
bien que ju eg u e al fú tbol o quiénes sean sus padres: igual le to­
can v ein ticu a tro h oras. Igualdad. P ero algu n os h a cen m u ch o
más que otros co n sus veinticuatro horas. ¿P or qué? La energía,
y no el tiem po, es nuestro recurso m ás valioso.
La energía es u n o de los factores m ás im portantes que debe­
m os considerar en las relaciones. ¿Qué tipo de persona lo energi-
z a jt uigted?
A m í m e energizan las personas m ás inteligentes que yo, las
que saben cosas que y o no, las que han experim entado cosas que
yo no, las que han co n o cid o a hom bres y m ujeres de grandes lo­
gros y ca rá cter extraord in ario y p u ed en con tarm e cosas sobre
ellos. Las personas que tienen buenas relaciones m e energizan.
Los qu e saben exactam ente lo que qu ieren m e energizan. Me
energizan las personas que están en paz co n s ig o m ism as y co n
su Dios, las que han aprendido a vivir co n sus dem onios internos
y a brillar, al m ism o tiem po. Las personas que luchan contra la
adversidad me energizan. Las personas dispuestas a darlo tod o
p o r un su eñ o m e energizan. Los h éroes silen ciosos m e en ergi­
zan. M e energizan las personas que se esfuerzan p or com eter ac­
tos de bon d a d al azar. Las personas que luchan p o r convertirse
en la m ejor versión de sí m ism as m e energizan.
¿Q uién lo energiza a usted?
¿P or qué lo energizan?
Es im portante saber qué tipo de personas lo energizan y qué
tipo d e p erson a le quita energía. Tam bién es im portan te saber
p or qué las diferentes personas afectan su nivel de energía de di­
ferente manera.
Tam bién es im portante no con fu n d ir las personas co n sus en­
torn os. A lgunos en torn os nos energizan al p rin cip io, p ero sólo
tem porariam ente. Los m undos d escon ocid os de los ricos y fam o­
sos pueden energizar a aquellos de n osotros n o acostum brados a
ellos, pero esa energía es una ilusión que 110 perdura. De m anera

92
similar, si está saliendo cÓn alguien que lo lleva a los m ejores res­
taurantes, le com p ra bellos regalos y la lleva de viaje a lugares
exóticos, tenga cu id ad o de n o enam orarse del estilo de vida. Tie­
ne que estar segura de que es la persona lo que le interesa, no el
estilo de vida.
La vida es usar y rep on er energía con stan tem en te. Física,
em ocional, intelectual y espiritualmente, estam os constantem en­
te usando y rep on ien d o energía.
Las relacion es p ueden ser inm ensam ente energizantes, pero
también pueden ser m uy agotadoras. Con dem asiada frecuencia,
las relaciones secundarias del nivel más bajo (el portero, el caje­
ro del ban co, nuestros clientes, el que nos vende cosas p or teléfo­
no) son las que nos quitan energía y nos dejan exhaustos. Com o
resultado, nuestra rela ción prim aria (cón yuge, novio/novia, pa­
reja) y nuestras rela cion es secu ndarias de p rim er nivel (hijos,
padres, herm anos) tienden a resentirse.
P odem os sentir que nuestra relación prim aria nos agota. Po­
dem os creer que nuestras relaciones secundarias de m ayor nivel
nos agotan. La verdad es, no obstante, que p robablem en te nos
agotam os antes de llegar a nuestra relación prim aria y a nues­
tras rela cion es secu n d arias de nivel superior. P or ejem p lo, un
hom bre llega a su casa después de un largo día en la oficina, y su
esposa quiere con tarle su día y sus hijos quieren ju gar c o n él o
que los ayude co n la tarea. Él se siente tironeado en varias direc­
ciones y llega a la con clu sión de que su relación prim aria (con su
esposa) y sus rela cion es secundarias de nivel su p erior (co n sus
hijos) lo están a g ota n d o. La verdad es que ya n o tenía energía
cuando llegó a su casa.
En nuestro m u n d o reaccionario, es natural que digam os que
el h om bre tenía qu e ir a trabajar -p a ra pagar las cuentas, para
mantener a su fa m ilia - y que p or eso su energía se agotó, que así
son las cosas y punto. Pero si querem os ser despojadam ente h o ­
nestos co n n o s o tro s m ism os llegarem os a la c o n clu sió n de que
p erm itim os qu e las p erson a s y las situ acion es n os sacudan el
equilibrio y n o s ro b e n la energía. Vivir es elegir. T od o es elegir.
No p od em os elegir la m anera co m o otros hablan y actúan, pero
pod em os elegir c ó m o responder a la m anera c o m o hablan y a c­

93
túan los dem ás. P od em os resp on d er co n calm a o co n ira. Y se­
gún c o m o elijam os nuestra m anera de resp on d erle a la gente,
con trola rem os nuestra válvula de energía. E nójese, haga saltar
la válvula, y seguro que de inm ediato sentirá que la energía se le
escapa c o m o el aire de un globo. M antenga la calm a y sentirá có ­
m o cre ce su fuerza interior, c ó m o se crea y se con solid a nueva
energía.
Lo que las personas hacen y dejan de hacer afecta en general
nuestro nivel de energía casi tanto c o m o nuestra manera de res­
p on d er a lo que ellas hacen y dicen. N o p od em os controlar lo que
otras personas hacen y dicen, pero p od em os controlar có m o res­
p on d em os. Y, co n tro la n d o c ó m o resp on d em os, con trola m os la
energía.
La energía es parte im portan te de la intim idad. A un nivel
fu n d a cion a l, la intim idad es un in tercam bio de energía. Saber
qué n os energiza y qué energiza a las p ersonas que am am os es
una parte m uy p od erosa del construir y m antener una relación
dinám ica.
Estar arm onizado con lo que nos energiza es un paso im por­
tante en el p roceso del au tocon ocim ien to. Se requiere una con ­
ciencia, que se form a con la observación de sí m ism o. La m ayo­
ría de las person a s, absortas en sí m ism as, n o registran en
absoluto có m o las cosas que hacen y dicen afectan a la gente que
las rodea, para bien o para mal.
¿Qué tipo de personas lo energizan?
¿C óm o lo energizan las personas en su círcu lo inm ediato?
¿C óm o esas m ism as personas le quitan energía?
En los p róxim os días, tom e nota de las personas y las situa­
ciones que lo energizan y de las que le quitan energía. También,
trate de darse cuenta de si lo que lo energiza o le quita energía es
la persona, la situación o su p ropia m anera de respon der a am ­
bas. A prender qué tipo de persona y situación lo energiza y qué
tipo de p erson a y situ ación le quita energía puede transform ar
poderosam ente su m anera de relacionarse con la gente.
La energía es nuestro recurso más valioso. Cuanta más ener­
gía tengam os, más rica y abundante será nuestra experiencia de
vida. La energía es im portante para el éxito de nuestras relacio­

94
neS. Es d ifícil ser una buena persona cu an d o uno está agotado.
"La fatiga nos hace cobardes a tod os", observó V ince Lom bardi.
Es difícil ser am able, considerado, bon d a d oso y com pasivo cuan­
do uno está cansado. E ncontrar maneras de reponer constante­
mente nuestra energía es crucial para nuestras relaciones.
La intim idad debería energizarlo. No to d o el tiem po, claro. A
veces las rela cion es pu ed en ser m ás agotadoras que cu alqu ier
otra cosa en la vida pero, p o r regla general, la intim idad debería
energizarnos. Una señal de que hem os llegado a elevadas alturas
en nuestra búsqueda de intim idad es que sabem os c ó m o energi­
zarnos. Saber c ó m o y cu án d o energizarnos es una señal de inti­
midad en el séptim o nivel.

E l ig ie n d o a m ig o s y p a r e j a s

Si tuviera que em pezar tod o de nuevo y com enzar en este pre­


ciso m om en to una relación prim aria, ¿lo haría diferente? Sí, es
una propu esta absurdam ente hipotética para m u ch os, p ero no
es un m al lugar para com enzar. Es una m anera de evaluar lo que
creem os que falta en nuestra relación prim aria y lo que realm en­
te querem os de una relación. Si tom am os esta pregunta en serio,
descubrirem os que nos dice m u ch o de nuestra relación primaria
y de c ó m o som os y qué nos es im portante co m o individuos. Pro­
bablem ente tam bién n os diga algo sobre c ó m o han ca m b ia d o
nuestras prioridades con el correr del tiem po.
Si usted es soltero, entonces es un ejercicio m uy práctico. Las
inmensas m ultitudes de personas que pasan p or este m u n d o n o
saben lo que quieren. La m ayoría sabe lo que no quiere, ya sea
porque lo tiene ahora o porqu e lo ha tenido en el pasado. Es d o ­
loroso e im p osib le elim inar todas las p osibilidades indeseables
p or m e d io de la exp erien cia. Saber lo que sí qu erem os puede
ahorrarnos m u ch o sufrim iento.
Cada elección que hacem os se vuelve significativam ente más
fácil cu a n d o n os c o m p ro m e te m o s a p o n e r n u estro p ro p ó s ito
esencial en el centro de nuestra vida. Cuando elegim os una pare­
ja para la vida y am igos c o n quienes h acer el viaje, d eberíam os

95
p od er hacerlo teniendo claramente.-i.en m ente nuestro propósito
esencial.
Hay só lo dos m otivos genuinos no estropeados para la amis­
tad. El prim ero es que p od am os ayudar a la otra persona a c o n ­
vertirse en la m e jo r versión de sí m ism a. El segu n d o es que la
otra persona pu ed a ayudarnos a lograr lo m ism o. En una amis­
tad ideal, am bos existen. Lo que es preferible en una am istad es
necesario en una pareja. Usted no puede form ar una relación pri­
m aria sim plem ente p orq u e usted puede ayudar a la otra p erso­
na. El m atrim onio, la form a más com ú n de relación primaria, es
cuando dos personas se desafían y se alientan m utuam ente para
con vertirse en la m e jo r versión de sí m ism as y lu eg o a su vez
crían hijos y los educan para convertirse en la m ejor versión de
sí m ism os.
¿Esa p erson a m e ayudará a convertirm e en la m ejor versión
de m í m ism o?
¿E stoy en la p o sició n única de ayudar a esta person a a c o n ­
vertirse en la m ejor versión de sí m ism a?
¿N o desea que sus hijos usen estos criterios para elegir a sus
am igos? ¿N o desea que sus hijos se pregunten: "¿M e ayudará es­
ta persona a convertirm e en la m ejor versión de m í m ism o?” an­
tes de adm itir personas en su círcu lo íntim o?
¿Usa usted estos criterios?
¿O usted elige a sus am igos p or cualesquiera razones superfi­
ciales?
T odo, desde la popularidad hasta la op ortu n id ad m otivan la
am istad. ¿Cuáles son sus m otivos? ¿Q u ién es son sus am igos y
p o r qué son sus am igos?¿C uáles son los m otivos de sus am igos
para tenerlo a usted de am igo?
P or esto gasto tanto tiem po y energía en los coleg ios secu n­
darios, enseñándoles a los jóvenes a basar sus decisiones en prin­
cipios guía y valores duraderos, y n o en caprich os, anhelos y fan­
tasías pasajeros. M uchas ele las decisiones m ás im portantes que
tom am os tienen qu e ver c o n las p erson as co n Jas que pasam os
nuestros días, sem anas, m eses y a ñ os. Tarde o tem prano todos
nos elevam os o caem os al nivel de nuestras amistades.
P erm ítasem e co n ta r sob re algunos am igos m íos. A lo largo

96
de toda m i vida h e sido ben d ecid o con las persbnas cuyos cam i­
nos se han cru zad o co n el m ío. H oy en día tengo am igos en todo
el m undo que m e alientan, m e desafían y m e inspiran a conver­
tirme en la m ejor versión de m í m ism o.
En el p rim er lugar de la lista en este m om ento de mi vida hay
una pareja que vive en el nordeste de Pennsylvania. C on ocí a Ja­
nie y a T on y h a ce u n os años. El gran aporte de Janie ha sido
transform ar m i m anera de com er co n su libro Essential Eating.
Cuando n os c o n o c im o s yo co m ía m u y p ero m uy m al. Y co n el
tiem po Janie co n tin u ó d esa fián dom e para que viera la com id a
c om o un com b u stib le y para que cuidara m ejor del cu erp o que
se m e ha con fia d o.
Tony es un a lco h ó lico en recuperación. No ha bebid o nada en
veinte años, p ero su com pren sión de la m ente adicta es inspira­
da y m e fascina. Tony ha pasado p or un infierno p o r causa de su
adicción y ahora ayuda a otros que luchan p or superar la tiranía
de la adicción. L o qué tiene Tony es que j amás le dirá a nadie lo
que él piensa que esa persona debe hacer. Se limitará a hacer al­
gunas preguntas, y a dejar que la otra persona hable, hasta que
uno llega al cu rso de a cción que ayudará a convertirnos en la m e­
jo r versión de n osotros m ism os. Es una m anera de relacionarse
con la gente qu e exige una inm ensa paciencia y, en este m undo
loco, a m í m e conm ueve.
Lo que m e atrae a la amistad de Janie y Tony es su m anera de
honrarm e y disfrutarm e co m o un individuo sin ignorar el aspec­
to p ú b lic o de m i vida. A lgunos quieren que yo sea el "M atthew
Kelly” qu e han descubierto en los libros y en mis charlas y sem i­
narios, m ientras que otros quieren que y o sea el "M atthew ” con
el que c r e c ie r o n o fu e ro n al co le g io . Los que quieren qu e sea
M atthew K elly tienden a ignorar a la persona norm al detrás del
nom bre, y los qu e quieren que sea apenas Matthew tienden a ig­
norar el asp ecto p ú b lico de m i vida. Pero yo necesito am igos que
no ign oren ni nieguen ninguna parte de m i vida, am igos que pue­
dan com p a rtir con m ig o tanto los aspectos personales com unes y
corrien tes c o m o los m om en tos p ú b licos, algo extraordinarios.
Tony y Janie son así.
Otro gran am igo m ío es Dan. A Dan p u ed o contarle cualquier

97
"cosa y estoy seguro de que no m e juzgará. Es extraordinario.
Cuando nos estábam os con ocien do, yo naturalmente desconfiaba
de una acep ta ción tan s ob recog ed ora y com pleta, p ero c o n el
tiem po la experiencia ha confirm ado fehacientem ente que Dan es
la persona m enos crítica que con ozco. Yo quiero tener esa cuali­
dad. Q uiero ser tolerante y aceptar a las personas en m i vida co ­
m o él; quiero que las personas sientan c o m o él m e hace sentir a
mí, com pletam ente aceptado. Por eso m e encanta estar con Dan.
M e energiza y m e inspira silenciosam ente a cam biar y a crecer.
Q uiero decir que m antener una actitud n o crítica es m ucho
m ás difícil de lo que parece.
Mi am igo N ick está más genuinam ente interesado en las vi­
das de los dem ás que cualquier otra persona que co n o zco . Cuan­
d o N ick pregunta: "¿ c ó m o estás?” , o “ ¿qué tal tu d ía ? ” , la pre­
gunta n o es un lugar com ún, una cortesía; él está genuinam ente
interesado y quiere saberlo. La prom etida de Nick enseña tae-bo,
así que los m artes a la n och e se nos puede encontrar a N ick y a
m í transpirando co m o locos en su clase y p on ién d on os al día con
nuestras vidas.
Yo n o soy lento en la cancha de tenis, pero m i am igo Ken pue­
de hacerm e esforzar cada m inuto de nuestro ju e g o , y m e dobla
en edad. Es un gran atleta y tiene espíritu com petitivo, lo que a
m í m e encanta. Me gusta estar co n personas que pueden sacar­
m e de m i zona de c o m o d idad en cu alq u ier terren o de la vida.
Ken es una de esas personas y siem pre salgo energizado cuando
pasam os un rato juntos.
M ark es un hom bre relativamente joven de notables logros en
el m undo de los negocios; m e ayuda constantem ente de dos ma­
neras que y o aprecio m ucho. En prim er lugar, m e desafía a usar
el tiem po en las cosas que m e im portan más, a concentrarm e en
m is áreas de genio y a utilizar a personas capaces para h acer lo
que fuere que n o esté dentro de esas áreas.
En segundo lugar, M ark tiene una aguda com prensión de mi
trabajo y m e alienta constantem ente a refinar m i visión para la
fundación. Mark m e pregunta, tod o el tiem po: "¿Q u é estará ha­
ciendo la Fundación Matthew Kelly dentro de cien añ os?” . Es un
am igo p od eroso.

98
La am istad es p od erosa cu an d o nos acercam os a ella tratan­
do de ayudarnos a convertirnos en la m ejor versión de nosotros
mismos. En un sentido u otro, todos mis am igos son m ejores que
yo. Eso es lo qu e los hace grandes am igos. La pura gravedad de
sus caracteres m e arrastra hacia la m ejor versión de m í m ism o.
Tarde o tem prano, nos elevamos o caem os hasta el nivel de nues­
tras am istades. R odéese de personas que sean m ejores que usted
de cien m aneras diferentes y perm ita que la fuerza de sus carac­
teres lo inspiren al cam bio, al crecim iento y a la lucha p o r c o n ­
vertirse en la m ejor versión de sí m ism o.
¿C óm o elegir a nuestros a m igos? ¿C on qué criterios elegir
una pareja? Elija la m ejor versión de sí m ism o en su mente. Ubi­
que su p rop ósito esencial en el centro de su vida y tom e todas las
decisiones pensando en su propósito esencial.

¡NO ES DEMASIADO TARDE!

En la prim era parte de este libro he cubierto un vasto territo­


rio de relacion es. Tam bién he form u la do m uchas preguntas de
esas que cu estion a n el alm a. E sp ero que las preguntas que he
form ulado lo hayan llevado a dejar el libro y pensar p or un rato.
En los días y las sem anas próxim as, espero que esas preguntas
sigan acu cián d olo. Las preguntas son una parte im portante de la
experiencia hum ana.
A veces leem os cosas que son tan claras, tan reales y tan ver­
daderas qu e n os h acen cam biar in clu so antes d e term inar de
leerlas. T od o escritor sueña co n escribir así. Si alguna vez leyó
algo que lo con m ov iera tan p rofu n dam en te y lo haya sacu d ido
instantáneam ente, record a rá el lugar en el que estaba sentado
cuando lo leyó. Y o he tenido varias experiencias de ese tipo; si
busca en m i bib lioteca , donde están los libros que m e han c o n ­
m ovido m ás profundam ente, yo podría decirle dón de los com pré
y dónde estaba cu an d o los leí p or prim era vez.
Iba en el v u elo n octu rn o que sale de L os Angeles, ru m b o a
Sydney, cu an d o Com o un hom bre piensa, a sí es su vida, de James
Alien, m e h izo enderezar en el asiento y pensar. H em ingw ay me

99
atrapó p o r prim era vez de ese m od o co n París era una fiesta, du­
rante una escapada un fin de semana en Palm Beach. A veces un
libro entero puede tener ese efecto sobre nosotros; en otras oca ­
siones, nos sacude una frase o un párrafo. Yo estaba en el último
año de la escuela secundaria cuando leí p o r prim era vez el grito
susurrado que Joseph Conrad puso en labios de Mr Kurtz justo
antes de su m uerte, cu a n d o revivía su vida en El corazón de las
tinieblas: “ jEl horror! ¡El h orror!” .
Pero ahora traigo tod o esto a cola ción p o r algo que leí el año
p a sa d o. La sem ana a n terior había esta do a lm orza n d o co n mi
agente y hablábam os de los libros que habían im presionado p ro­
fundam ente nuestras vidas. En el curso de la conversación él ha­
bía m en cion a d o N otas para m í m ism o, de H ugh Prather. Yo no
lo había leíd o -n u n c a había o íd o m en cion a r a H ugh Prather—y
m e d io cu riosid ad , así que ese m ism o día pedí un ejem plar p or
Internet.
Cuando llegó el libro, me senté en el gran sillón de cuero que
ten go en m i estu d io, d on d e escrib o. C u an d o abrí el p eq u eñ o
ejem plar y pasé las hojas para evaluar el panoram a que m e espe­
raba, record é haber pensado: “ Este libro es para m í” . N o sé por
qué p en sé eso; tal vez fuera la m anera c o m o los pensam ientos
estaban generosam ente dispuestos en las páginas. Pero son esas
las cosa s qu e re co rd a m o s cu a n d o leem os algo que n os cam bia
incluso mientras lo estam os leyendo.
Ese día leí apenas una página de Prather, la prim era. Sesenta
palabras, para ser exactos. Luego volví a leerla. Y luego m e que­
dé sentado un rato largo, pensando. N o sé p o r qué m e im presio­
nó de esa m anera, p ero m e parece especialm ente pertinente para
nuestra conversación:

Si solo...
m e hubiera olvidado de la grandeza futura
y hubiera mirado las cosas verdes y los edificios
y m e hubiera extendido hacia los que m e rodeaban
y hubiera olido el aire
y hubiera ignorado las foim as y las obligaciones autoim puestas
y hubiera oído la lluvia en el techo
y hubiera abrazado a mi m ujer
. . . y no es dem asiado tarde.

Hay un p o d e ro s o contraste entre la m anera c o m o com p lica ­


mos la vida co n nuestras “ obligaciones autoim puestas” y los pla­
ceres sencillos c o m o escuchar “la lluvia en el tech o” y abrazar al
ser am ado. P ero en el m om en to en el que el arrep en tim ien to
choca inesperadam ente co n una nueva oportu n idad y una nue­
va esperanza para el futuro, ca m b io cada vez que le o ese frag­
m ento. M e recu erd a lo que es m ás im p ortan te y realin ea m is
prioridades.
No es dem asiado tarde, y eso es m aravilloso. Sean cuales fue­
ren los p rob lem a s qu e tienen sus relacion es, n o es dem asiad o
tarde. Sim plem ente recuerde lo siguiente: si usted no es parte de
la solución, es parte del problem a.
No es dem asiado tarde. N o es dem asiado tarde para estar ju n ­
tos, n o es d em a sia d o tarde para separarn os. N o es d em asia d o
tarde para salir valientem ente al m u n d o y b u scar la m e jo r ver­
sión de uno m ism o.
Cada m om en to es otra oportunidad de darlo vuelta todo. No
es dem asiado tarde, y eso es verdaderam ente una maravilla.

101
C a p ítu lo 5
Lo contrario del am or no es el odio

¿QUÉ DESTRUYE LAS RELACIONES MODERNAS?

Lo con trario del am or n o es el odio. Lo contrario del am or es


la in d iferen cia . El o d io es un extrem o que destruye apenas un
puñado de relaciones, pero la indiferencia destruye m illones. El
odio n o es responsable del lento envenenam iento de las relacio­
nes que vem os y experim entam os a nuestro alrededor en el m un­
do de h oy en día. La indiferencia está envenenando nuestras re­
laciones. La indiferencia está m etiendo una cuña entre m arido y
mujer, padre e hijo, am igo y vecino, em pleado y em pleador.
"¡Q tié se le va a h acer!” Pensem os en esta sim ple expresión,
que se ha con vertid o en una de las m uletillas m ás com u n es de
nuestros días. “ ¡Qué se le va a hacer!” se ha convertido en el cre­
do de toda una generación. ¿Qué significa? Significa “ No m e im ­
porta” . Significa “D éjenm e tranquilo” .
La indiferencia es la fuerza más destructiva que está actuan­
do en nuestras vidas y relaciones m odernas.
D on d e hay in d iferen cia n o hay pasión. La in d iferen cia des­
truye tod a energía y tod o entusiasm o p or las grandes búsquedas
de la vida. D onde hay indiferencia, n o hay sentido de propósito.
El no p r o p ó s ito es el p ro p ó s ito de la in d iferen cia. C uando nos
volvem os indiferentes a las pasiones y al p ro p ó sito de nuestras
vidas com en zam os a llevar lo que Thoreau describía c o m o vidas
de serena desesperación. Cuando los que form an una pareja se
vuelven indiferentes entre sí, indiferentes a las pasiones y al p ro­
pósito de sus relaciones, su relación rápidam ente se convierte en
un lugar de angustia.
Lo con trario de la indiferencia es el amor. La indiferencia se­
para; el am or une. A la indiferencia nada le im porta; al am or to­
do le im porta profundam ente. La indiferencia n o tiene esperan­

103
za; el a m or está lleno de esperanza. La indiferen cia es cínica; el
am or cree. La indiferencia se desespera; el am or se regocija. A la
in d iferen cia no se la puede con m over; el am or se com prom ete.
La indiferencia es escasez; el am or es abundancia. La indiferen­
cia está cansada; el am or es energético.
El o d io n o es el gran enem igo de nuestras relaciones; es a la
indiferencia a lo que tenem os que enfrentarnos si querem os bus­
car y tener relacion es dinám icas. E n con trarse co n la indiferen­
cia en una person a a la que querem os m u ch o es c o m o tratar de
cam inar sobre un jpanjajio e m o c io n al. N o sabem os lo que es la
indiferencia hasta n o haber am ado profun dam en te a una perso­
na que nos es indiferente, a nosotros y a nuestra relación.
¿Cuál es la cu ra para la in d iferen cia ? El am or. P ero quiero
h a cer una advertencia, para que n o se form en una ilu sión que
los llevará al infortunio, porqu e am ar a una persona para sacar­
la de la indiferencia requiere la p acien cia de un Job.
La in d iferen cia representa la vida sin el alm a. El a m or es el
fruto de la vida co n el alma.
D ebem os volver la atención a la vida co n el alm a en todos los
asp ectos de nuestras vidas, n o sólo en el área de las relaciones.
Vivir con el alm a nos libera de la gran in d iferen cia que ha a c o ­
m etido a tantos buenos hom bres y m ujeres de nuestros tiem pos.
Vivir c o n el alm a nos libra de la desesperación.
N uestra cu ltu ra trata d esesp erad am en te de con ven cern os,
con toda la fuerza de la publicidad y de los m edios, de que el m i­
to de la diversión, el entretenim iento, el placer y la com pra con s­
tante de p osesion es n os liberará de la d esesp era ción . Pero, en
verdad, estas cosa s s ó lo enm ascaran el p roblem a, h acién d on os
sentir esa desesperación m ás profundam ente.
Vivin c o g . el alm a nos libra de la enferm edad de la indiferen­
cia. Vivir c o n el alm a n os libra de las cadenas d e la desespera­
ción tranquila. F or lo tanto, debem os preguntarnos: ¿qué signifi­
ca vivir con el alm a? ¿Qué significa tener relaciones con el alma?
T od o lo que h acem os tod os los días puede hacerse c o n el al­
m a, si lo en caram os teniendo presente nuestro p ro p ó s ito esen­
cial. Casi tod os n osotros nos p asam os toda la vida trabajando y
la m ayoría de las personas se angustia en el trabajo. ¿P or qué?

104
jja y quien querrá hacernos creer que es p orqu e su trabajo no^es
interesante, otros dirán que npjgaixan su ficiente, y otros trata­
rán de con ven cern os de que ^l1 ^ ene-sentido. La ver­
dad es que n o consiguen con ectar sus trabajos co n su p ropósito
esencial.
Todo tiene un va lor en cuanto nos ayuda a con vertirn os en
una m e jo r versión de n o so tro s m ism os. Es cierto que algunos
trabajos son m ás significativos que otros. Alim entar a los ham ­
brientos en Á frica o en con trar la cura para el cán cer parecería
objetivam ente m ás sign ificativo, para la m ayoría de las p e rso ­
nas, que barrer las calles. Pero cualquier trabajo honesto puede
ser infinitam ente significativo cuando lo con ectam os c o n nues­
tro p rop ósito esencial. Hasta al trabajo m enos significativo, si es
honesto, pu ede insuflársele el sign ificad o de nuestro p rop ósito
esencial.
^Si un hom bre barre las calles durante toda su vida pero todos
los días'Traítaja”m u c h o , trabaja bien, y les presta aten ción a los
detalles de su trabajo, se convertirá en una m ejor versión de sí
m ism o m ediante ese trabajo. Otro hom bre que se desem peñe c o ­
m o presidente de una gran com pañía, que gane en orm es canti­
dades de dinero, p ero que al m ism o tiem po se deje consum ir p or
la avaricia y la p ereza, se convertirá en una versión p e o r de sí
m ism o a cad a día que pase. ¿Qué h om bre tiene un trabajo más
significativo? El trabajo del barrendero es infinitam ente m ás sig­
n ificativo qu e el d el ejecu tivo. El va lor de cada actividad debe
m edirse pj3r_cóm c^ afeetg^questro p rop ^sUQ^esenciaJ^En este
ejem plo, n o cabe d u a a d e que el b a rren d ero vive una vida con
más alm a que el ejecutivo.
El ejercicio tiene alma. Consum ir alim entos que le dan co m ­
bustible y energía al cu erp o tiene alma. Cuando nos cuidam os fí­
sicamente, vivim os co n el alma. La vitalidad em ocional es un sig­
no de alm a. L eer b u en os libros tiene alm a. La gente c o n alma
tiene cu riosid ad intelectual. Cuidar de nuestras almas, explorar
la vida del espíritu es vivir con el alma.
Vivir co n el alm a anim a a la persona hum ana —nos da la vida-
y vivir c o n el alm a se con sigu e con ecta n d o las actividades apa­
rentem ente triviales de nuestras vidas cotid ia n a s co n nuestro

1 05
p ropósito esencial. Lavar el auto no es más que lavar el auto has­
ta que uno decide hacerlo de ía m ejor manera posible porque eso
nos ayudará a convertirnos en la m ejor versión de nosotros m is­
m os. Preparar la com id a para la fam ilia n o es m ás que preparar
la com ida para la familia, hasta que uno decide preparar una c o ­
m ida que nos ayudará a convertirnos en la m ejor versión de n o­
sotros m ism os.
Hasta las actividades m ás triviales de nuestra vida adquieren
gran sig n ifica d o cu a n d o las en caram os p en sa n d o en nuestro
propósito esencial.
D ebem os p on er alm a en nuestras relaciones. In clu so los a c­
tos más insignificantes deben llevarse a ca b o c o n un com p rom i­
so ab solu to c o n el p r o p ó s ito esen cial de nuestras relacion es.
¿Qué significa am ar a una persona? Am ar a una persona signifi­
ca h acer tod o lo que esté a nuestro alcance para ayudarla a con ­
vertirse en la m ejor versión de sí m ism a, y nunca h acer nada que
le obstaculice alcanzar ese gran p ropósito esencial. N o hay lugar
para la indiferencia en una relación co n el alma. Vivir con el al­
m a significa h acer tod o pensando en nuestro p ropósito esencial.
Las rela cion es c o n el alm a giran a lred ed or de la ayuda m utua
para convertirse en la m ejor versión de n osotros m ism os. Y las
rela cion es co n el alm a requieren p erson as c o n alm a. N o p o d e ­
m os ser personas con alma en nuestra relación prim aria si no lo
som os c o n nuestros hijos. N o p o d e m o s ser p erson a s c o n alm a
co n nuestro am ante si n o en caram os nuestro trabajo co n el al­
ma. No p od em os encender y apagar el vivir co n el alma. Vivir con
el alm a es una m anera de vivir que, una vez probad a, se vuelve
una obsesión.
Las p erson a s co n alm a tienen cora zon es grandes y g en ero­
sos, y derram an su -amor sin d iscrim in ación sob re las personas
que entran en sus vidas. Viven en un m u n do de recon ocim ien to y
abu n d an cia, energizan a aqu ellos que se cru zan en su ca m in o
y su am or p or la vida es contagioso.
¿Está usted viviendo con el alma?

106
EL AMOR NO ES UN SE N T IM IE N T O ... ES UNA ELECCIÓN

M ientras estaba escrib ien d o este libro se m e a ce rcó un j o ­


ven, después de u n o de mis sem inarios, para pedirm e con sejo.
Tenía veintisiete años; trabajaba m u ch o, quería a su esposa y
le era fiel, y tenía tres h erm osos hijos a los que quería m u ch o.
Dos sem anas antes, su esposa le había d ich o que quería d ivor­
ciarse. C uando él le preguntó p o r qué, ella le d ijo que ya 110 lo
quería. Él le p reg u n tó si había otra p ersona, y ella le d ijo que
no. E n ton ces le p regu n tó si era p o r algo que él había h ech o, y
ella le d ijo q u e n o era cu lp a de él, que era buen padre y bu en
esposo, p ero qu e ella ya no lo am aba. Es una situación triste, y
com ún.
El am or n o es un sentimiento. Desde que som os m uy jóvenes,
mediante m edios p od erosos co m o el cine y la música, se nos co n ­
diciona para que cream os que sí. El resultado de ese con d icion a­
m iento es que perm itim os que nuestras accion es sean dictadas
por nuestros sentim ientos. En lugar de preguntarnos si una per­
sona en particular nos ayudará a convertirnos en nuestro m ejor
ser, sim plem ente jjerm itim os que ju jéateo s, sentim ientos nos lle­
ven adonde quieren en cualquier m om en to. Y n o sé si lo han n o ­
tado, p ero los sentim ientos son u n o de los aspectos m ás in co n ­
sistentes de la persona humana.
Nuestros sentim ientos no deberían dictar nuestras acciones y
nuestras vidas. Nuestras acciones deberían ser guiadas p o r nues­
tras esperan zas, nuestros valores y nuestras aspiracion es. Por
sobre todas las cosas, deberían ser guiadas p or nuestro p rop ósi­
to esencial. Las personas que se dejan llevar por los sentimientos
son peligrosas. S on indisciplinadas, inconsistentes y p o c o c o n ­
fiables. Pero las personas que se guían p or sus valores y p o r una
clara com p ren sión de su p ropósito esencial deben ser valoradas.
Son disciplinad as, consistentes y c onfiables.
De m anera que, si querem os rodearnos de personas inconsis­
tentes y p o c o confiables, elijam os nuestros am igos, colegas, em ­
pleados y pareja sobre la base de los sentimientos. Pero si quere­
m os rod ea rn os d e p ersonas consistentes y con fiables, elijam os
am igos, coleg a s, em pleados y pareja c o n vidas guiadas p o r sus

107
valores: ellos n os ayudarán a convertirnos en la m ejor versión de
nosotros m ism os.
El am or es una elección , n o un sentim iento. Los sentimientos
vienen y se van y, sí elegim os basar nuestras relaciones más im ­
portantes sobre c ó m o nos sentim os en un m om en to determ ina­
do, nos espera un viaje tum ultuoso. Am ar es un verbo, n o un sus­
tantivo.. Am ar es algo que hacem os, n o a íg o q u e n o s su ceded
Stephen Covey cuenta una gran historia. Un determ inado día,
había estado p resen tan d o una serie de charlas sobre p roactivi­
dad, que es, básicam ente, la idea de que " c o m o seres hum anos
som os responsables de nuestras vidas. Nuestro com portam iento
es una fu n ción de nuestras decisiones, n o de nuestras co n d icio ­
nes. P od e m o s su b ord in a r los sentim ien tos a los valores. Tene­
m os la iniciativa y la responsabilidad de h acer que las cosas su­
ce d a n ” . D espués de la p resen tación , un h om b re se a c e r c ó a
Covey y le dijo: “ Stephen, m e gusta lo que dices. Pero cada situa­
ción es tan diferente. Mi m atrim onio, p or ejem plo. Y o estoy m uy
preocu pa do. Mi esposa y yo ya no sentim os lo m ism o que sentía­
m os el uno p o r el otro. Creo que yo ya n o la am o, y que ella ya no
m e ama. ¿Qué p u ed o hacer?".
— ¿El sentim iento ya no está? — preguntó Covey.
— Así es — co n firm ó el h om b re— . Y ten em os tres h ijos a los
que querem os m u ch o. ¿Qué nos aconseja?
— Ámela — resp on d ió Covey.
— Es que le dije que el sentim iento ha m uerto.
— Ámela.
— Usted n o m e entiende. El sentim iento de am or se ha ido.
— E n ton ces ám ela. Si el sen tim ien to ya n o está, esa es una
buena razón para amarla.
— Pero, ¿c ó m o se am a cuando ya n o se am a? ^
— M i am igo, “am ar” es un verbo. El am or, el sentim iento, es
el fruto de amar, el verbo. De m od o que, ám ela. Sírvala. Sacrifi­
qúese. E scúchela. Identifiqúese co n ella. R econ ózca la. Apóyela.
¿Está dispuesto a h a cer eso?
Nuestra cultura m oderna identifica intim idad con sexo y p ro­
clam a que el a m or es un sentim iento. En am bos puntos se nos
engaña alevosam en te, y no d eb ería m os p erm itir que filosofía s

108
tan erróneas determ inen el rum bo de nuestras vidas. El sexo no
es más que la som b ra de la intim idad; los sentim ien tos n o son
más que el arom a de la flor que llam am os am or... y las flores no
siempre están abiertas.
El am or es una elección, y la única elección verdaderam ente
sensata en cu alqu ier situ ación. A veces elegir el am or significa
quedarse ju n tos; a veces significa romper. A veces elegir el am or
significa darle a su hijo lo que quiere y a veces significa negárse­
lo. A veces, elegir el am or significa con solar a un am igo en una
situación difícil, y en otras ocasiones elegir el am or significa d e­
cirle al am igo cosas que él o ella n o quieren oír.
El a m or es una e le c c ió n , y una e le cció n d ifícil, en especial
cuando im plica no darle a alguien lo que él quiere o no decirle a
alguien lo que quiere oír. Darles a las personas lo que quieren y
decirles lo que quieren oír es fácil, com parado co n elegir el amor.
T od o m o m e n to es una op ortu n id a d para elegir el am or. El
d o lo r c o m ie n z a cu a n d o eleg im os am ar y n u estro a m o r es r e ­
chazado, m alinterpretado o, tal vez lo más d o lo ro so , n o corres­
p ondido.
S ólo p od em os elegir amar. No podem os determ inar si alguien
nos amará o no. Pero si en todas las situaciones elegim os amar,
nada ni nadie puede dism inuirnos. Otros pueden n o elegir am ar­
nos, p e ro eso n o n os dism inuirá. El fra ca so de am ar d e la otra
persona es sólo suyo, y la dism inuye sólo a ella.
Cuando elegim os n o .am ar. com etem os un grave delito contra
nosotros m ism os. Podem os contener nuestro am or para vengar-
nos de una persona, o en un intento p or herir a otra persona. R e­
tener el am or es c o m o tom ar veneno y esegEar eme m uera el o tro .
Podem os retener el a m or en nom bre de la seguridad, p ero esas
son falsas ilu sion es y c o n el tiem po nos verem os c o m o enanos
com parados co n la persona que potencialm ente habríam os p od i­
do ser de haber elegido amar.
El a m or es una elección . Cuando elegim os amar, nuestro es­
píritu se expande. Cuando elegim os no amar, nuestro espíritu se
encoge.

109
E L AM OR N OS CAMBIA

El am or es una elección , y una ele cció n im portante, porqu e


n os con vertim os en lo que am am os. Los que am an el din ero se
vuelven fríos e indiferentes. Los que am an las drogas y el alcohol
se vuelven ellos m ism os venenosos. Cuando am am os a otros que
son egoístas y d escon sid era d os, n o s o tro s tam bién ten d em os a
volvernos egoístas y desconsiderados. Y cu a n d o am am os a per­
sonas altruistas, bondadosas, generosas, hum ildes, com pasivas y
preocupadas p or las necesidades de los dem ás, n osotros también
nos volvem os altruistas, bon dadosos, generosos, hum ildes, co m ­
pasivos y p re o cu p a d o s p o r las n ecesid a d es de los dem ás. Nos
convertim os en aquello que am am os.
L o que am am os intriga nuestros corazon es y cautiva nuestra
im a g in a ción . P asam os los días p en sa n d o en aqu ello que am a­
m os. El p ensam iento determ ina la a c c ió n; la a c c ió n determ ina
los hábitos; los hábitos determ inan el carácter, y nuestro carác­
ter es nuestro destino. Lo que am am os nos consum e. Y así debe
ser. El am or debe ser una obsesión , p ero re cord em os que tene­
m os el p od er de elegir aquello que nos obsesionará,
¿De qué está enam orado usted?
¿Qué lo fascina?
¿Qué lo intriga y cautiva su im aginación?
Nada afectará m ás su vida que aquellas personas y cosas que
elija amar. P ed ro Arrupe lo exp licaba d e la siguiente m anera:
“ A quello de lo que te enam oras atrapa tu im a gin a ción y acaba
p o r ir dejando su huella en tod o. Será lo que d ecida qué es lo que
te saca de la cam a en la m añana, qué haces en tus atardeceres,
en qué em pleas tus fines de semana, lo que lees, lo que con oces,
lo que rom pe tu corazón y lo que te sob recog e de alegría y grati­
tud. ¡Enam órate! ¡Perm anece en el am or! T od o será de otra m a­
nera” .
El am or nos cam bia. Y así debe ser. La naturaleza m ism a del
am or es transform adora. El am or es el m ás p o d e ro s o agente de
ca m b io del universo. N o deberíam os en am orarnos, deberíam os
elevarnos en el amor. El am or n o debería llevarnos a ser una ver­
sión m en or de n osotros m ism os; el a m or debería inspirarnos y

llO
desafiarnos a convertirnos en la m ejor versión de nosotros m is­
mos. La vida es amor, y lo que elijam os am ar puede transform ar­
nos para m ejor o para peor.
"Te am o c o m o eres” . Estas palabras han resonado alrededor
del m undo desde hace más de veinticinco años en la exitosa can­
ción de Billy Joel. ¿Con cuánta frecuencia, en m itad de una dis­
cusión, alguien dice: “ ¿Por qué n o me amas com o soy?”
¿D ebem os am ar a las personas co m o son? Sí. Por supuesto.
Pero si am am os verdaderam ente a las personas, tam bién querre­
mos cam biarlas.
Si usted am a a su esposa, debe am arla y aceptarla c o m o es
hoy, pero tam bién querrá que cam bie y crezca, que se convierta
en la m ejor versión de sí misma. Debe amar y aceptar a sus hijos
com o son, pero es natural que también quiera que sigan crecien­
do y cam biando, y que exploren la m edida de su potencial. Debe
amar y aceptar a sus am igos c o m o son, pero tam bién tiene que
estar d isp u esto a d esafiarlos a cam biar y b u scar su p ro p ó s ito
esencial.
Una esposa amante le dice a su marido:
— C reo qu e tom as d em asiada cerveza y com es dem asiadas
papas fritas cu an d o m iras fútbol los dom ingos; ¿quieres que es­
ta sem ana cu a n d o vaya a hacer las com pras te traiga algo más
sano?
— Yo p ensaba que tu am or era in co n d icio n a l — resp on d e el
esposo.
— Es cierto, te am o incondicionalm ente — dice la esposa— . Y
porque te am o, quiero que estés sano.
— ¿P or qué tratas de cam biarm e? — pregunta el e s p o s o — .
Creía que m e am abas así co m o soy. ¿No era esa nuestra canción?
Este d iálogo es una constante en m uchas relaciones. Conver­
saciones c o m o esta tienen lugar entre novios, entre m arido y m u­
jer y, p o r supuesto, entre padres e hijos. Y siem pre term inan en
un alejam iento. Sería útil preguntar: ¿qué p rovoca el alejam ien­
to? La respuesta es que este tipo de diálogo y alejam iento se p r o ­
d u cen cu a n d o d os p erson a s n o tienen un c o m p r o m is o m utuo
con su p rop ósito esencial.
En nuestro ejem plo, la esposa trata de ayudar a su esp oso a

111
convertirse en la m ejor versión de sí m ism o, p ero es claro que a
él no le interesa eso, al m en os no de esa m anera. Él se queja de
que ella lo reprende, y ella se pasa los días preguntándose cóm o
volver a despertar en él el entusiasm o p o r la relación. Su capaci­
dad de relacionarse está m uy obstaculizada p orqu e n o tienen un
com p rom iso m utuo co n un p ropósito com ún.
El am or es transform ador. Las relacion es deben desafiarnos
a cam biar. D eben cam biar nuestra m anera de vernos a n osotros
m ism os, de ver a los dem ás, de ver al m u n do. Pero, para que las
p erson as que am am os se sientan c ó m o d a s cu a n d o los desafia­
m os a cam biar y crecer, d ebem os p rim ero a cord a r que nuestro
p r o p ó s ito esen cial sea nuestra p rio rid a d y q u e lo b u sq u em os
jun tos.
Cuando explorem os los siete niveles de la intim idad en la se­
gunda parte de este libro, descubrirem os que es im posible alcan­
zar esta dinám ica a m enos que dos personas puedan traspasar el
tercer nivel de la intim id a d . La in tim id a d es la clave para un
cam bio dinám ico.

¿ D e q u é s e t r a t a e n r e a l i d a d l a VIDA?

L os h om b res y las m u jeres viven de prisa, se d ed ica n a m il


cosas, y en el m ed io de tod o esto es fácil olvidar lo que más im ­
porta. El a m or es la cim a de la experiencia hum ana. Dar y reci­
b ir a m or es la m ás elevada v o c a c ió n de la p erson a hum ana. Al
p rin cip io p u ed e p a re ce r que dar a m or es la parte d ifícil, p ero,
para m u ch os de n osotros, abrir nuestros corazon es para recibir
el am or de los otros puede ser el desafío mayor.
D eberíam os dedicarn os a dar y recibir am or. Y c o m o sólo p o ­
dem os con trolar el dar, y n o el recibir, deberíam os ordenar nues-
tras vidas de m anera de p reocu parn os de dar a m or dondequiera
que vayam os y a quienquiera que con ozca m os.
Por cierto que d ebem os trabajar, pagar las cuentas, estudiar
y a p robar los exám enes. T od o esto lo h a cem os para sobrevivir,
pero sobrevivim os para el am or.
¿Qué le es im portante?

11 2
¿Qué cuenta más para usted?
¿C óm o está viviendo su corta y única vida?
Cuando su tiem po se acabe, ¿quién quiere que lo recuerde?
¿C óm o quiere que se lo recuerde?
Si su vida term inara mañana, ¿qué le quedaría p or hacer? ¿Y
por decir?
¿Qué es en realidad la vida?
La vida no es qué tipo de calzado usam os. La vida no es si vi­
vim os en el b a rrio ad ecu ad o, o en una casa linda y grande. La
vida n o es qué tipo de auto conducim os. N o es qué equipo de fút­
bol es su favorito. N o es si su equipo de fútbol gana o no. N o es si
usted creó el equipo de fútbol, o puede crear el equipo de fútbol,
o qué lugar puede ocupar en el equipo de fútbol. La vida no es a
qué escuela fue o puede ir o a qué escuela pueden ir sus hijos. La
vida n o es estas cosas.
La vida n o es el dinero. La vida no es qué p o sic ió n o p od er
tiene usted. N o es ser fam oso. No es ir de vacaciones a lbs luga­
res de m oda. La vida n o es qué ropa usa, ni si esa ropa tiene eti­
quetas d e casas lujosas que aum entan inm ensam ente su precio.
La vida n o es estas cosas.
La vida n o es co n quién salió o está saliendo. La vida no es
quiénes son sus padres o sus am igos. La vida n o es siquiera sus
calificaciones en la escuela; sus padres y sus profesores n o que­
rrán que y o diga esto, pero es cierto. La vida no es estas cosas.
La vida es el amor. Es a quienes am am os y a quienes herim os.
La vida es c ó m o nos am am os a nosotros m ism os y có m o nos he­
rim os a n osotros m ism os. La vida es có m o am am os y herim os a
las personas cercanas a nosotros. La vida es có m o am am os y he­
rim os a las p erson a s que se cruzan en nuestro ca m in o p o r un
instante.
La vida es el amor.

113
SEGUNDA PARTE
Ca p ít u l o 6

De cóm o los siete niveles


de la intim idad le cambiarán
las relaciones... ¡y la vida!
LA INTIMIDAD ES UNA NECESIDAD LEGÍTIMA

Hay algunas cosas que querem os porque las querem os, y hay
cosas qu e q u erem os p o rq u e las n ecesita m os. La in tim id ad es
una n ecesidad. N o p o d e m o s vivir m u ch o tiem p o sin alim entos
que com er y agua que beber, y tod o se terminaría en cuestión de
m inutos sin aire que respirar. A lim entos qu e com er, agua que
beber y aire que respirar son n ecesidades legítim as. Lo m ism o
sucede c o n la in tim id ad . P od em os sobrevivir sin ella. P ero no
podem os prosperar ni convertirnos en la m ejor versión de n oso­
tros m ism os.
Hay una inquietud dentro de cada uno de nosotros que quie­
re ser calm ada, dom ada. Esa inquietud es el anhelo de intim idad
que alberga nuestro corazón . En nuestros esfuerzos p o r sentir­
nos com p letos, valiosos, realizados y satisfechos, a m en u d o va­
mos tras los p laceres, las p osesion es y las conquistas. N os co n ­
vencem os de qu e si p od em os experim entar el tipo adecuado de
placer, am asar suficientes tesoros y alcanzar ciertas conquistas,
la inquietud se superará y finalm ente nos sentirem os realizados
y satisfechos. P ero si bien cada encuentro con el placer, las p ose­
siones y las conquistas puede ser m uy satisfactorio por el breve
m om en to que dura, la secu ela de esas exp erien cias n os deja
anhelando algo más.
De m anera que vam os tras placeres más intensos, m ayor acu­
m ulación de posesiones y conquistas más im portantes, creyendo
equivocadam ente que esta vez encontrarem os la realización. Pe­
ro no es así y, en la ausencia de otro cam ino, repetim os el p roce­
so una y otra y otra vez, hasta que n os m orim os. S egu im os in­
quietos hasta el final. Continuam os adhiriendo al m ito de que el
placer, las p osesion es y las conquistas nos harán sentir plenos.

117
Pero después de cada encuentro sentim os el m ism o sabor amar­
g o de la insatisfacción.
¿P or qué?
S en cillam en te n u n ca basta lo que en realid ad n o n ecesita­
m os.
¿Qué es lo que en realidad necesitam os?
N o n ecesita m os m ás dinero, autos m ás ráp id os, casas más
grandes ni p ro m o cio n e s m ás im portantes. La p erson a hum ana
necesita una cosa p o r encim a de todo: intim idad.
Seguim os persiguiendo nuestros deseos ilegítimos y olvidamos
nuestras necesidades legítimas. El resultado es que vivimos en una
inquieta insatisfacción. Encontrarem os satisfacción sólo median­
te un estilo de vida que cuide de nuestras necesidades legítimas, fí­
sicas, em ocion a les, intelectuales y espirituales. La intim idad es
una de nuestras necesidades reales y legítimas, y todos los place­
res, posesiones y conquistas del planeta n o nos satisfarán com o lo
hará la realización de nuestras necesidades legítimas. La satisfac­
ción m utua de las necesidades legítimas es el pináculo de las rela­
ciones. Esto es lo que significa ser com pañeros del alma.
¿Alguna vez tiene la sensación de que algo está mal, o de que
falta algo en su vida? ¿Alguna vez tiene la sensación de que la vi­
da tiene que ser algo más?
Algo está mal.
Algo falta.
Hay algo más.
La intimidad.

UNA MIRADA A LOS SIETE NIVELES

Los siete niveles de la intim idad cam biarán su m anera de m i­


rar tod os los días las relaciones. Cada nivel lo ayudará a recon o­
cer ciertas señales en sus relacion es y lo facultará para abrazar
la intim idad.
El prim er nivel de la intim idad es el nivel de ios clichés.
El segundo nivel de la intim idad es el nivel de los datos.
El tercer nivel de la intim idad es el nivel de las opiniones.

118
El cuarto nivel de la intim idad es el nivel de las esperanzas y
los sueños.
El quinto nivel de la intim idad es el nivel de los sentimientos.
El sexto nivel de la intim idad es el nivel de las faltas, los te­
mores y ios fracasos.
El séptim o nivel de la intim idad es el nivel de las necesidades
legítimas.
El viaje a través de los siete niveles es un viaje de lo llano a lo
profundo, de lo im pertinente a lo pertinente, de los deseos ilegí­
timos a las necesidades legítim as, de la crítica a la acep tación ,
del m iedo al coraje, del ser falso al ser verdadero, de la soledad a
ía profunda com pañía, y de la soledad a la unidad.

NAVEGANDO LOS SIETE NIVELES

Los siete niveles de la intim idad son un m od elo. El m o d e lo


no vive y respira, c o m o usted y sus seres queridos. Es un m odelo,
y los m o d e lo s son im p erfectos. Pero los m od elos son tam bién
brillantes, p o d e ro s o s y p rofu n da m en te significativos. Un p o c o
com o las personas, diría yo.
Los m od elos son p od erosos p orque sim plifican las situ acio­
nes más com plejas que encontram os en nuestras vidas y n os per­
miten verlas c o n claridad, para que podam os com prenderlas.
Los siete niveles de la intim idad son un m odelo. N o es p erfec­
to, pero es p o d e ro s o y profundam ente significativo, y cam biará
para siem pre su m anera de ver sus relaciones. Hay un puñado de
m odelos que han cam b ia d o nuestra m anera de ver el m u n d o o
diversos asp ectos de nuestras vidas. El m od elo de la oferta y la
dem anda ca m b ió nuestra m anera de ver la econ om ía . C u ando
nadie creía que el m u n do fuera red on d o, alguien tuvo q u e p re­
sentar el m od elo. D esde el p rincipio ha habido m odelos p o d e ro ­
sos que ca m b ia ro n nuestra m anera de ver el m u n d o y de vivir
nuestras vidas, y estoy seguro de que los siete niveles de la inti­
m idad cam biarán para siem pre nuestra m anera de ver el m undo
de las relaciones.
Los m od elos eficaces son sencillos y prácticos, y su exactitud

119
puede co rro b o ra rse m edíante nuestra experiencia diaria del te­
m a presentado. En este caso el sujeto es las relaciones, en parti­
cular la intim idad, y p od rem os ver el m od elo en funcionam iento
en sus relaciones, tod os los días. Para que un m od elo sea eficaz y
útil, d eb em os c o n o c e r las reglas que lo rigen y entenderlas. La
segunda parte de este libro está dedicada a aprender el m od elo
de los siete niveles de la intimidad.
H e aquí las reglas y los lincam ientos que rigen el m od elo:

1. Las relaciones rara vez se limitan a un solo nivel. Por ejem ­


p lo, es un error identificar una relación c o m o de quinto nivel o
de tercer nivel. Sus relaciones experim entarán m uchos de los sie­
te niveles todos los días. Las únicas excepcion es a esta regla son
las relaciones secundarias casuales, c o m o la relación que pueda
tener con el em pleado del alm acén o el cajero del ban co. Es p osi­
ble que esas relaciones se limiten al prim er nivel de la intimidad.
H ablarem os de esto en detalle en el p róxim o capítulo. Es más, le
encontrará m u ch o m ás sentido a estas reglas cuando haya leído
el cap ítu lo rela cion a d o con cada u n o de los niveles de la intim i­
dad. C on eso en m ente, puede volver a leer estas reglas y linca­
m ientos, después de terminar el capítulo trece.

2. L os siete niveles de la intim idad n o son una tarea a c o m ­


pletar y c o n la cual graduarse. N o m irará a alguien a los ojos un
día y le dirá: "Eh, estam os en el séptim o nivel” . Puede que expe­
rim ente el séptim o nivel, y espero que así sea, pero eso n o signi­
fica que el trabajo está term inado y que pu ede replegarse al le­
targo, la d istracción y la in d iferen cia que destruyen la m ayoría
de las rela cion es. En nuestras relacion es, tod os los días entra­
m os y salim os de los diferentes niveles de la intim idad. T am p oco
es que un día vaya a incorporarse en su asiento, diciendo: “Ayer
llegam os al cuarto nivel. H agam os el quinto h oy” . Los siete nive­
les n o se experim entan necesariam ente en orden. Esto tam bién
tendrá m ás sentido cu an d o haya aprendido sobre los siete nive­
les en los capítulos siguientes. Pero es im portante tener con cien ­
cia de esta din ám ica antes de em b a rca m os en nuestra exp lora­
ción de los siete niveles.

12 0
3. Tam bién es im portan te saber que n o todas las relacion es
merecen experim entar los siete niveles de la intim idad, ni están
destinadas a experim entarlos. Algunas relaciones pertenecen al
primer nivel de in tim idad, y s ó lo al p rim ero. Otras rela cion es
pueden valer la pena que lleguem os a los siete niveles de la inti­
midad, p ero en grad o variante. Puede haber cosa s que p od rá
com partir c o n su herm ana que n o co rre sp o n d e que com p a rta
con un com pa ñ ero de trabajo. Puede haber intimidades que per­
tenecen a una relación entre m arido y m ujer pero no a una rela­
ción entre padre e hijo. Pero nuestra relación prim aria debe ser
un lugar en el que p od a m os experim entar las profun didades de
la intimidad. N o tendría que haber lím ites a lo que estam os dis­
puestos a explorar aquí, a m enos, p o r supuesto, que lastim e a la
otra persona de una m anera en que n o la ayude a convertirse en
la m ejor versión de sí misma.

4. No se p u ed e apresurar la intim idad. No se pueden forzar


los siete niveles: estas cosas no suceden según un program a, ni
tam p oco son rígidas. El p ro ce s o es m aleable y cam bia tod o el
tiempo. Claro que la intim idad requiere de un esfuerzo, pero al­
canzar la intim idad es c o m o la geología: el estudio del tiem po y
la presión. En este caso, la suave presión es el esfuerzo suyo y de
su pareja.

Los m od elos tienen reglas. Eso es lo que los hace funcionar.


Estas son las reglas, pocas y sencillas, necesarias para com pren­
der los siete niveles de la intimidad.
La m e jo r m an era de aprender algo es enseñarlo. De m od o
que, a m edida que avance a través de los siete niveles, hable de
ellos con su pareja, sus am igos, su familia y sus com pañeros. Ha­
blar de ellos (y, p o r cierto, explicárselos a otros) aum entará su
com prensión de cada nivel y del m od elo en general.
C on ozca el m odelo, com parta el m od elo, y este transform ará
sus relaciones.
Id e n t i f i c a n d o t r e s r e l a c io n e s

Una d evolu ción m uy significativa que he recib id o al presen­


tar los siete niveles de la intim idad c o m o parte de m is sem ina­
rios y retiros es que cada nivel tiende a recordar relaciones espe­
cíficas. Es natural y norm al, pero, para sacar el m ayor provecho
de la prim era lectura de los siete niveles, Ies pediré que identifi­
quen entre una y tres relaciones en las que quisieran concentrar­
se durante los siguientes siete capítulos»
La razón es que algunos de nosotros tendem os a concentrar­
nos en lo positivo y algunos tendem os a concentrarnos en lo ne­
gativo. Entonces, será m uy fácil para nosotros concentrarnos en
una relación diferente para cada uno de los siete niveles (ya sea
desde mi punto de vista positivo o negativo) y nunca considerar
exhaustiva, honesta y com pletam ente una única relación.
A h ora tóm ese un m om en to para id en tifica r qu é relaciones
quiere considerar con respecto a los siete niveles. Puede que de­
see concentrarse p o r com pleto en su relación prim arla la prim e­
ra vez que lea los siete niveles, y está bien. O p u ed e que desee
considerar una variedad de relaciones. Si tiene una relación pri­
m aria, inclúyala c o m o una de las tres, aun que la co n sid e re su
m ejor relación y crea que está prosperando. N o elija más de tres
relaciones en las cuales concentrarse durante su prim era lectura
de los siete niveles; de lo contrario se pierde el p ropósito y se di­
luye la eficacia. Y elija relaciones de tipo diferente. P or ejem plo,
si su esposa acaba de fallecer y usted no tiene una pareja en este
m om en to de su vida, n o elija a tres de sus hijos, aunque su rela­
c ió n c o n ellos sea sob re lo que m ás quiere trabajar. Elija a uno
de sus h ijos y un herm ano o un am igo. De m anera similar, si es
jov en y soltero, n o elija a sus tres herm anas. Una variedad de re­
laciones lo ayudará a com pren d er la am plitud y p rofun didad de
los siete niveles de la intim idad y, tal vez lo m ás im portante, lo
ayudará a entenderse usted m ism o y su m anera de relacionarse
de m anera m u ch o más amplia. De m od o que elija tres relaciones
para con cen trarse en ellas y escriba sus eleccion es. Después, al
final de la sección sobre cada nivel, evalúe cada una de las rela­
ciones que ha elegido en térm inos de ese nivel de la intimidad.

12 2
C on el tiem p o, p u ed e que desee volver a rep asa r los siete
niveles pensando en otra relación o relaciones. Tal vez tam bién
desee volver a leer los siete niveles pensando en las m ism as rela­
ciones; eso le m ostrará cuánto han cam biado y c r e cid o las re­
laciones desde que usted leyó este libro p o r prim era vez. Por es­
ta razón , le a c o n s e jo que tom e algunas notas a m ed id a que
avanza a través de los siete niveles. De esa m anera, la p róxim a
vez que los lea p od rá com p a ra r sus notas y evaluar d ón d e han
crecido sus relaciones.
Los siete niveles de la intim idad revolu cion arán su m anera
de exp erim en tar las relacion es. El m od elo nos faculta, nos da
un m apa, nos m uestra dón de estam os y hacia d ón d e vam os. El
m odelo de los siete niveles de la intim idad le dará el cora je de
elevarse p o r encim a de sus tem ores, m ostrándole p o r qué actua­
mos de d eterm in a d a m anera y cuáles son las recom p en sa s de
enfrentar los tem ores de nuestras relaciones. E d u cad o y fa cu l­
tado, estará entonces dispuesto a explorar los profun dos lugares
de intim idad c o n las personas a las que am a y a las que quiere
amar m ás.

123
Ca p í t u l o 7

Clichés: el primer nivel


de la intimidad

¿ES SU RELACIÓN UN CLICHÉ?

Un clich é es una frase o una expresión hecha, o la idea que


esta expresa: un tema, caracterización o situación trillada, algo
que se ha convertido en excesivam ente familiar, un lugar com ún.
¿Se ha convertido su relación en un cliché?
El p rim er nivel de la intim idad es el nivel de los clich és. En
este nivel tenem os interacciones casuales, encuentros que reve­
lan p o c o de cada person a y se basan en intercam bios efím eros y
su perficiales. Si un en cu en tro socia l no avanza más allá de un
intercam bio de clichés, ni siquiera m erece el nom bre de con ver­
sación. Este estilo de com u n ica ción es m uy útil para c o n o c e r a
una person a en las transacciones del día a día de nuestras vidas,
pero las relacion es no son transacciones. Las transacciones son
aburridas y m on óton a s, c o m o los clichés. Las relaciones deben
ser c o la b o r a c io n e s dinám icas. De m o d o que, si bien el p rim er
nivel de la intim idad es b u en o para establecer una con ex ión con
las p erson as, y n ecesa rio para llevar a buen puerto los asuntos
diarios de nuestras vidas, los clichés pueden destruir el alm a de
una relación. Y de esta form a pueden im pedir una verdadera in­
timidad.
T odos tenem os relaciones en el nivel del cliché. En estas rela­
ciones, el d iálogo tiende a ser algo así:
— ¿C óm o está?
— Bien.
— ¿Q ué tal su día?
— E stu p en d o.
— ¿Q ué hizo?
— ¡Lo m ism o que ayer!
A hora bien, una cosa es que nos com uniquem os con el h om ­

125
bre que em b olsa las com p ra s en el su p erm ercad o sólo co n cli­
chés, p e r o algo com p leta m en te d iferen te es que el clich é sea
nuestra m anera de com u n ica rn os co n nuestro cón yu ge o nues­
tro hijo adolescente.
¿Su relación prim aria se está con virtiendo en un clich é? ¿Se
está volvien do trillada? ¿T ransaccional? ¿Se ha vuelto excesiva­
mente familiar, hasta el punto de ser irrespetuosa? ¿Se ha vuelto
un lugar com ú n ? Si ese es el caso, n o desespere.

¿POR QUÉ NOS COMUNICAMOS CON CLICHÉS?

Nos com u n ica m os c o n clichés p o r una infinidad de razones.


Algunas de estas son sencillas y válidas, m ientras que otras son
inm ensam ente com plejas.
La razón más sim ple y más válida es que los clichés son efec­
tivos para ayudarnos a hacer una con exión inicial con la gente y
para ayudarnos a m antener una con ex ión a d eterm inado nivel.
Preguntarle a alguien: “ ¿ c ó m o está?" es tal vez la m anera más
sencilla y co m ú n de com en za r una con versación . La llave de la
intim idad es hacer que esa persona crea que en realidad nos in­
teresa escu ch a r la respuesta. A d m itam os que, cu a n d o alguien
pregunta: “ ¿C óm o está?", está sien d o am able y espera que uno
responda co n un cliché, diciendo: “ ¡B ien!” o "¡E stu pen do!". Los
clichés son grandes iniciadores de una con versación p ero, si no
llevan a ningún lado, con el tiem po se vuelven chatos y superfi­
ciales, y no consiguen saciar nuestra sed de intim idad.
Al m ism o tiem p o, se p u ed e usar un clich é para m atar una
conversación. Los indiferentes, egoístas o tem erosos se convier­
ten en expertos en utilizar clichés para destruir cualquier posibi­
lidad de una com u n ica ción significativa. Por ejem plo, una m ujer
puede preguntarle a su m arido: “¿Qué te parece lo que pasó hoy
en E u ropa?” y él,responde: “ ¡Así están las cosa s!” . O tro ejem plo
puede ser cu an do un padre trata d e iniciar una conversación con
su h ijo ad olescen te preguntan do: “ ¿Todavía sientes que puedes
hablar en con fia n za co n tu m adre o c o n m ig o ?". El m u ch ach ito
resp on d e: “ Q ué pregunta". P or escrito, esas con versa cion es se

126
ven tajantes y groseras, pero se están volviendo com unes en más
y más rela cion es que el m u n d o exterior ve co m o fu n cion a n d o,
sanas y norm ales. Les aseguro que esos intercam bios no son pa­
ra nada sanos y norm ales, y no indican ningún tipo de funciona­
miento. Son señal de relaciones profundam ente fracturadas que
necesitan desesperadam ente atención.
Los jóvenes de hoy en día han perfeccionado esta form a de c o ­
m unicación y la han transmutado en una form a de no com unica­
ción, co n la crea ción de clich és tipo “ ¿Q ué hay?” y “ ¡B ueno!".
También es interesante reparar en que los adolescentes p o r lo ge­
neral usan clichés para evitar niveles más profun dos de com u n i­
cación c o n los adultos que hay en sus vidas, y se com u n ican de
manera m uy diferente co n los am igos dentro de sus grupos.
¿Por qué tantos adolescentes se com unican de esa form a con
casi tod os los adultos de su vida? A veces es porque sienten que
si se co m u n ica n de una m anera significativa serán ju zg a d os o
criticados. Sienten que no serán aceptados tal co m o son. Tal vez
se com u n ica n así p orqu e sienten que nadie los com p ren d e y la
m ayoría n o tiene ganas de intentarlo. O tros pueden recurrir al
uso constante de clichés para com unicarse p orque creen (co n s­
ciente o inconscientem ente) que todo lo de ellos carece de valor
y da lástima. Algunos son p erezosos e indiferentes a los dem ás.
Otros están tan com pletam ente absortos en sí m ism os que con si­
deran que com u n ica rse co n otros es aburrido y una pérdida de
tiempo.
Las ra zon es de los adultos son asom brosam en te sim ilares.
Tenemos m ied o de ser juzgados y criticados. Sentimos que no se
nos acepta y tenem os m iedo de ser rechazados. Sentim os que na­
die nos com p ren d e y que a la m ayoría le interesa más ser c o m ­
p ren d ido que intentar com p ren d ern os. En secreto tod os lleva­
m os c o n n osotros una vergüenza, y a m enudo nos creem os sin
valor y patéticos. S om os perezosos. Som os indiferentes. Estam os
absortos en nosotros m ism os.
Los clichés son seguros. Por eso nos aferram os a ellos. Pero
cu an d o se abusa de ellos en una rela ción que m erece disfrutar
de una m ayor profu n didad de intim idad, los clichés nos m antie­
nen apartados de lo único sin lo cual no p od em os vivir felices.

1 27
INCAPAZ DE UNA CHARLA TRIVIAL

En otras relaciones, encontram os el opuesto de esta com uni­


cación dom inada p o r el cliché. Con tod o lo que es bu en o existen
los abusos en am bos extrem os. Algunos abusan del prim er nivel
de la intim idad u san d o dem asiados clich és, m ientras que otros
abusan de él usando m uy p o c o la com u n ica ción con clichés o ne­
gá n d ose a entablar una charla trivial. Este tipo de con d u cta es
igualm ente tajante, abrupta, ruda e insensible.
Im agínese a alguien incapaz de una conversación trivial. Pro­
bablem ente n o tenga que im aginárselo, probablem ente con ozca
a alguien que encaja en esta descripción . Esas personas son in­
capaces de m ostrarse cordiales y corteses, incapaces de m ante­
ner in te ra ccio n e s socia les regulares. Suelen ser abru p tos y de
m odales arrogantes, altivos y callados para todos los que los ro­
dean, y cu a n d o hablan lo h acen toscam en te, p o rq u e n o fluyen
hacia una conversación. Van directo al grano y a los grandes te­
m as (o al m en os a lo que ellos con sideran grandes tem as), que
p o r lo general giran alrededor de su propia área de con ocim ien ­
to. Si u n o trata de hacérselos notar, explicarán que sencillam en­
te no pueden “seguirle la corriente a los tontos" y que n o se gana
nada con las conversaciones triviales.
D ebem os p reguntarnos: ¿esa actitud y ese en foqu e alientan
la intim idad? La respuesta es, p o r supuesto, un rotu n d o 110 . En
realid ad , esas p erson a s se p arecen m u c h o al a d olescen te cuya
respuesta para to d o es "¡Y b u e n o !” . A m en u d o hay h om b res y
m ujeres de elevado intelecto, pero que se escon den tras ese inte­
lecto. Otros que em plean esta táctica n o son gigantes intelectua­
les, pero crean otra m áscara para im pon er su superioridad. ¿Por
qué? T od os tienen las m ism as razones que n osotros para evitar
la in tim idad p ero, m ás que nada, la tem en, aunque es lo ú n ico
sin lo cual no pu ed en vivir felices. Ese tem or los saca del m undo
de los otros y los p on e en el m u n do del ego. Y en ese m u n do del
ego com ien za n una ob sesión narcisista y term inan con ven cién ­
dose de que los dem ás son aburridos y una pérdida de tiem po. A
m edida que pasan los años en ese m u n d o del ego, se vuelven in­
diferentes a los intereses y las necesidades de los otros, e incapa-

128
Ces de la m ás m ín im a c o m u n ica ció n y con sid era ción hum ana.
Pueden aducir que su genio les im pide pensar en lo trivial, p o r­
qués sus m entes están constantem ente ocupadas con ideas más
elevadas e im portantes, pero la verdad es que carecen de la más
mínima d ecen cia de preguntarle a otro ser hum ano: ¿ c ó m o es­
tás? ¿qué tal fue tu día? ¿qué hiciste? Y la em patia para escuchar
y solidarizarse.
Dirán que sencillam ente son incapaces de conversaciones tri­
viales, c o m o si hubieran nacido así. La verdad es que han elegido
ser incapaces de m antener conversaciones triviales. La verdad es
que esas personas están aterradas. Pueden parecer torpes en las
situaciones sociales, incapaces de relacionarse c o n otras p erso­
nas, pero esto es fruto de años de esfuerzo. Todos som os capaces
de hacer sentir bienvenidos y aceptados a los dem ás, interesán­
donos en ellos. A dquirim os excelencia haciendo esto de la m is­
ma m anera que adqu irim os excelen cia en cu alqu ier otra cosa:
con práctica.
Todos en con tram os m aneras de evitar la intim idad. Algunas
de esas m aneras son m uy com plejas, mientras que otras son sen­
cillas y transparentes. Pero el efecto es el m ism o: continuam os
anhelando nuestra p orción de intimidad.

ATEMPORALIDAD DESPREOCUPABA

Existe algo que puede ayudar a superar la tiranía del nivel del
cliché c o n más eficien cia que cualquier otra cosa: la atemporali-
dad despreocupada. ¿Q ué es la a tem poralidad desp reocu p ad a?
Tiem po ju n tos. N o cin c o ni diez m inutos, sin o dos horas o cua­
tro horas, o un fin de semana solos. Y n o es sólo m ucho tiem po
jun tos. La atem p ora lid a d d esp reocu p a d a es tiem po ju n to s sin
una agenda.
Todas las relaciones prosperan bajo la con d ición de la atem ­
p oralid ad d esp reocu p a d a , p e r o n osotros n o le ob seq u ia m os a
nuestras relaciones atem poralidad despreocupada. Tratamos de
com prim irlas dentro de cin co m inutos ahora y diez m inutos en
otro m om ento, una llam ada al celular p or aquí y un m ensaje ins-

129
"tantáneo p o r allá. ¿D e verdad esperam os que esto alcance para
form ar una con exión significativa con otro ser hum an o? ¿O sim­
plem ente ni siquiera lo hem os pensado, p orq u e estam os ocu p a­
dos co n la locu ra diaria de nuestras agitadas vidas?
Si quiere que su hijo adolescente se abra más a usted, pasen
una tarde ju n to s sin una agenda. H agan algo d iferen te juntos.
Que esto sea un rasgo regular de su relación. La prim era vez, su
a d olescen te recelará, com pren siblem en te, p ero cu a n d o esto se
convierta en algo norm al de sus vidas jun tos, percibirá su genui­
n o interés y com enzará a abrirse.
El m ism o e n fo q u e puede adoptarse c o n cu alqu ier relación.
Sim plem ente agregue atem poralidad despreocupada y vea cóm o
la relación crece y prospera.
Piense en cu a n d o em p ezó su rela ción prim aria. P roba ble­
m ente pasaban m u ch o tiem po ju n tos y, cu a n d o n o estaban ju n ­
tos, p rob a b lem en te pasaban m u ch o tiem p o p en sa n d o en la si­
guiente vez que se verían. ¿Había espontaneidad y atem poralidad
d esp reocu p ad a en su relación al p rin cipio? ¿Cuánta energía p o­
nían para tratar de com placerse m utuam ente?
Pensarán que pasan más tiem po ju n tos ahora, p ero, ¿es así?
¿O sim plem ente están más tiem po jun tos en un m ism o lugar? El
m u n d o está lleno de personas que viven juntas solas* ¿Hay siem ­
p re una agenda cu a n d o los d os pasan tiem po ju n tos? ¿Cuándo
fue la últim a vez que despertaron sin tener absolutam ente nada
planeado y se dijeron: "¿Q ué quieres h acer h oy ?” . Tam bién pue­
de ser que hayan dejad o de intentar com p la cerse m utuam ente.
¿Fue así? ¿C uándo d ejó de tratar de co m p la ce r a su pareja? ¿Y
p o r qué? ¿N o extraña la felicidad que le p rodu cía h acer feliz a al­
guien?
T od os qu erem os tener buenas rela cion es, p ero n os distrae­
m os. T od os q u erem os experim entar m om en tos de atem p orali­
dad despreocupada, pero nos p reocu pa m os p o r las cosas urgen­
tes, y nos dejam os distraer p or ellas.
Todas las m añanas, al despertar, se enfrenta a una lista de c o ­
sas urgentes que debe hacer. Su lista de cosas urgentes puede es­
tar en su agenda o en su escritorio, en su heladera o en su com ­
pu tad ora. Su lisia de cosa s urgentes p u ed e estar en su cabeza,

130
jpuede estar en la cabeza de su cónyuge! Pero todos los días hay
una lista. C orrem os de un lado para el otro haciendo todas esas
cosas urgentes y, si n o tenem os cuidado, correrem os de un lado
para el o tro h a cien d o cosa s urgentes durante el resto de nues­
tras vidas.
El problem a es que las cosas más im portantes casi nunca son
urgentes.
¿Cuándo fue la última vez que, al despertar, se dijo: "H oy ten­
go que hacer ejercicio, urgente"? Uno no tiene que hacer ejerci­
cio co n u rgen cia ; uno suspende el ejercicio porqu e tiene cosas
urgentes que hacer. ¿C uándo fue la últim a vez que le d ijo a su
asistente: "C an cele todas las entrevistas. Tengo una necesidad
urgente de leer un buen lib ro que m e alim entará la m ente, ex­
pandirá m i visión de m í m ism o y del m undo y me estim ulará in­
telectualm ente” ? ¿Cuándo fue la última vez que pensó: "L o que
tengo que hacer urgentem ente h oy es ir a W ild Oats a com prar
fruta y verduras orgánicas y prepararm e una com ida espléndida
que m e alim ente de verdad y m e energice” ? Uno no tiene urgen­
cia p or com er una buena com ida; uno tiene urgencia p or ir a c o ­
mer chatarra.
Las cosas más im portantes casi nunca son urgentes.
En cada una de las cuatro áreas de la vida (física, em ocional,
intelectual y espiritual) sabem os qué es lo más im portante, pero
nos decim os que atenderem os esos asuntos después, cuando ha­
yamos term inado las cosas urgentes. "¡L o haré cuando m e ponga
al d ía !” , les d e cim o s a otros y n os d ecim os a n osotros. E sto no
presentaría n in gú n p roblem a si de veras h iciéra m os las cosas
más im portantes cuando nos pusiéram os al día. Pero n o lo hace­
mos. No p orq u e n o queram os, sino porqu e jam ás n os p on em os
al día. En serio, ¿cu án d o fue la última vez que se sentó y se dijo:
"¡Ahora estoy al día!” .
N o sucede. Su lista de cosas para hacer crece más y más todos
los días. Nunca nos ponem os al día, sino que acum ulam os más y
más cosas para hacer. Algunos días sentimos que nuestra vida tie­
ne un im pulso p ropio, c o m o si fuera capaz de continuar, c o n no­
sotros o sin nosotros. "¡Al día!” . ¿A quién querem os engañar?
P orque las cosa s más im portantes casi nunca son urgentes,

131
p o r eso tenem os que ponerlas en el centro de nuestras vidas. Te­
nem os que ponerlas en nuestros planes porqu e, de lo contrario,
jam ás llegarem os a ellas. “Las cosas que m ás im portan n o debe­
rían quedar a m erced de las que m enos im portan", era el consejo
de Goethe.
T enem os qu e darle p riorid ad a la atem poralidad d espreocu­
pada.
L os ex p ertos en atem p oralid ad d esp reocu p a d a son, p o r su­
puesto, los adolescentes. Aunque puedan usar clichés para evitar
intim idad con m u ch os de los adultos en sus vidas, al relacionar­
se co n sus am igos en sus grupos han p erfeccion a d o el arte de la
atem poralidad despreocupada.
¿Q ué hacen los ad olescen tes? H ablan p o r teléfon o. ¿Cuánto
tiem po h ablan p o r te lé fo n o ? H oras. John ny h ace cu a tro horas
que habla p o r te lé fo n o y cu a n d o corta , su p ad re le pregunta:
“ ¿Cuánto estuviste hablando p o r teléfon o?".
— Un ratito — responde Johnny.
— ¿Con quién hablabas? — pregunta la m adre.
— Con Susan — responde Johnny. Susan es la novia de Johnny,
— ¿Y de qué hablaban? — pregunta ahora el padre.
¿Y qué dice Johnny?
— ¡De nada!
¡A tem poralidad despreocupada!
Cuando Johnny dijo: “Un ratito” , n o m entía necesariamente.
Cuando les d ijo a sus padres: “ ¡De nada!” , n o estaba necesaria­
m ente sien d o evasivo. La naturaleza de la atem p oralid ad des­
p reocu pada es ser atem poral. Se pierde la n o ció n del tiem po. La
atem poralidad desp reocu p ad a es despreocupada. N o tiene nada
que alcanzar m ás que el disfrute de la com pañía mutua.
Los adolescentes son expertos en esto. Con qué frecuencia los
padres p regu n tan , cu a n d o sus h ijos van a salir c o n am igos:
“ ¿A donde van ?” . Los hijos responden: “ ¡N o sé!” . Claro que para
nosotros n o es una respuesta apropiada, p ero es la verdad.
A tem poralidad despreocupada. Esa es la razón p o r la cual los
jóvenes se enam oran co n tanta facilidad. La falta de atemporali-
dad d esp reocu p a d a es la ra zón p o r la cu al el resto de nosotros
nos desen am oram os c o n tanta facilidad. La atem poralidad des­
preocupada h a ce que nos enam orem os de la vida y de los demás,
y nos ayudará a hacer avanzar nuestras relacion es m ás allá del
primer nivel de la intimidad.
La pregunta es: ¿C óm o la conseguim os?
Si decidim os que necesitam os un p o c o de atem poralidad des­
preocupada, ya sea con nuestro cónyuge, nuestro novio o novia,
nuestros hijos o nuestros padres, o con nuestros am igos o c o m ­
pañeros, hay m il m aneras de crearla.
Lo p rim ero que necesitam os es program arla. Ya estoy oyen ­
do esa o b je c ió n en su cabeza. Está pen san do que, si tiene que
programarla, ya no es atem poralidad despreocupada. No es cier­
to. Piense en nuestra d efin ición de atem poralidad d esp reocu p a­
da c o m o tiem po pasado ju n tos sin una agenda. Yo no dije que no
está program ada y que sucederá m otu proprio. Sabem os que no.
Tenemos que program arla, pero n o necesitam os una agenda.
Perm ítasem e dar un ejem plo de atem poralidad despreocupa­
da. Si usted le dice a su esposa: "Planeem os pasar jun tos el vier­
nes de tarde, la sem ana p róxim a, y cu a n d o llegue el m om en to
decidirem os qué hacer". Eso es pasar jun tos, sin agenda: eso es
atem poralidad despreocupada.
Por otro lado, supongam os que usted le dice a su esposa: “Pla­
neemos pasar jun tos el viernes de tarde, la semana próxim a: p o ­
demos pasar p o r la tienda y com prar el televisor nuevo que que­
rem os, d evolver los pantalones que m e com praste y que no m e
quedan bien, almorzar, recoger a los niños, y después volver a ca ­
sa y terminar de barrer las h ojas” . P or cierto que es pasar tiem po
juntos, p ero suena a cualquier cosa m enos a despreocupado.
¿U sted n ecesita un p o c o de atem p oralid ad d esp reocu p a d a
con su pareja?
Hay m il m aneras de vivir su atem poralidad d espreocupada.
Nadie necesita ayuda co n eso. Usted program e el tiem po jun tos
y, cuando llegue el m om ento, sim plem ente vuélvase a su pareja y
pregúntele: “ ¿Q ué quieres hacer?”
Si tiene las ganas y la disciplina de hacer de la atem poralidad
despreocupada un hábito en su relación primaria, se asom brará
al com p roba r qué p od eroso cam bio habrá en su vida jun tos. Ha­
ga de ella un hábito.

133
Dos horas una vez p or semana.
Un día entero una vez p o r mes.
Una escapada de fin de semana cada tres meses.
Inténtelo, y dentro de tres meses m ándem e un correo electró­
nico para contarm e cuánto ha cam biado su relación.
N uestras vidas c o m o in dividu os cam bian cu a n d o cam bian
nuestros hábitos. N o es la pura suerte lo que nos cam bia la vida,
y D ios n o tiene favoritos. Nuestras relacion es cam bian cuando
cam bian nuestros hábitos co m o m iem bros de esa relación. Haga
de la atem poralidad despreocupada un hábito en su relación pri­
m aria. Y cu a n d o co m ie n c e a con ven cerse de su poder, haga de
ella un hábito en todas sus relaciones de prim er nivel.
Tengo fuertes recuerdos de atem poralidad despreocupada con
mi m adre y con mi padre. Y o tengo siete herm anos, y sería fácil
pensar que en un entorno así los herm anos se pierden en la mul­
titud. No es así; al m enos, no fue así en m i familia. Tanto mi m a­
dre c o m o m i padre se esforzaban para que tuviéramos el alimen­
to individual que n ecesitá bam os para con vertirn os en jóvenes
co n fia d o s en n osotros m ism os. Mis visitas al M useo de Arte de
New South Wales co n mi m adre eran un ejem plo de esa atem po­
ralidad despreocupada individual que m is padres nos prodigaban
a mis herm anes y a mí. El m useo tenía una colección permanen­
te excepcional y exhibía coleccion es itinerantes de prim era clase.
Renoir, Van G ogh, M onet, P icasso, W arhol, M atisse, P ollock , y
m u ch os, m u ch os otros, m e fu eron p resen tad os p o r m i m adre
dentro de las paredes de ese m useo. Allí desarrollé mi fascinación
p or la gran pintura y p o r los pintores detrás de las obras de arte.
Después del m useo solíam os ir a alm orzar y a charlar, m i ma­
dre y y o solos. M e parecía norm al y natural confiarle a m i madre
mis esperanzas y m is sueños, y hablar de las cosas que m e pasa­
ban. Teníam os una atem poralidad despreocupada. M i padre es­
taba en casa co n m is herm anos. Ese día era to d o para mí. Mis
herm anos tenían cad a uno su día. C uando p ien so en eso, no es­
toy seguro de la frecu en cia de esos días, tal vez fuera una vez al
año, p ero m e dejaron una poderosa im presión.
¿U sted n ecesita un p o c o de atem p ora lid a d d esp reocu p ad a
co n sus hijos?

134
M illones de personas confinan las relaciones im portantes al
prim er nivel de la intim idad. Se com u n ica n prim ariam ente en
clichés porqu e a m enudo sienten que nadie se interesa de verdad
en ellos y qu e a nadie le im portan. Hay estudios que m uestran
que, en p ro m e d io , un padre pasa m enos de d iecisiete m inutos
por sem ana con versan d o con su hijo adolescente. ¿A alguien le
llama la atención que tengam os problem as de com u n ica ción en
el m undo?
En una cultura obsesion ada con el valor del tiem po, una de
las m aneras reales y tangibles de que p od a m os h acerles saber
a los dem ás que nos im portan, que nos interesa tratar de c o n o ­
cerlos, es darles nuestro tiem po. N o de m ala gana, sino co n ge­
nerosidad. El am or es generoso y abundante. D an d o con genero­
sidad nuestro tiem po a las personas que am am os, dem ostram os
que los am am os, que nos im portan, y que querem os hacer el es­
fuerzo de con ocerlos y darnos a conocer.
La a tem p oralid ad d esp reocu p ad a es la llave para avanzar
más allá del p rim er nivel de la intim idad, saliendo del m u n d o
im personal de los clichés y entrando en el m undo de la conversa­
ción personal. De hecho, la lección de la atem poralidad d espreo­
cupada ju ega un papel im portante en los siete niveles de la inti­
m idad. D éle el d on de la atem poralidad d esp reocu p a d a a su
pareja, a sus h ijos, a sus padres, a cualquiera c o n quien tenga
una relación de prim er nivel. Otorgúele a aquellos a quienes ama
el d on de la atem poralidad despreocupada. Los transform ará, a
ellos y a usted, y a las relaciones que com parten. Entonces, y só­
lo en ton ces, restab lecid os otra vez p o r esa atem poralidad des­
preocu pa da , ju n to s, descubrirán la ligereza de co ra zó n que es
esencial para disfrutar de esta vida.
Todas las grandes cosas pueden alcanzarse só lo con el cora ­
zón ligero. La ligereza de corazón es el fruto de la atem poralidad
despreocupada.

135
...i
Ca p í t u l o 8

Datos: el segundo nivel


de la intimidad

¿QUIÉN ES ESE QUE SE ESCONDE DETRÁS DE LOS DATOS?

El segundo nivel de intim idad es el nivel de los datos. En este


nivel, tendem os a concentrar nuestra com u n ica ción en los datos
sobre nuestras vidas y el m u n do en el que vivim os. Estos datos
pueden in clu irlo tod o, desde las cosa s que su cedieron en el día
hasta lo que leem os en el p eriód ico. N os ajustam os a los datos
en el segundo nivel. Son terrenales y, en la m ayoría de los casos,
evidentes, de m od o que, p or lo general, no crean con flictos. Co­
mo resu ltado, p ercib im os los datos c o m o algo m uy seguro, así
com o p ercib im os los clich és c o m o seguros. ¿De qué nos p rote­
gen? De la atem orizadora idea de intimidad.
Si una rela ción se con fín a a este segu n d o nivel de la intim i­
dad, hablam os del tiem po, de deportes, del com p orta m ien to de
la b olsa y de lo que h icim os ese día. Estas con versacion es tien­
den a ten er un fo rm a to en trecorta d o. Las preguntas y las res­
puestas son norm alm ente m uy breves, por lo general de una fra­
se. Sim plem ente preguntam os:
— ¿Q ué tal tu día?
— ¡Bien!
— ¿Qué hiciste?
— Fui a trabajar. Al m ediodía fui a ver a la d octora Jones p or
mi rod illa. Vi a la señ ora M iller en el B a n co y p asé a ver a la
Abuela. ¿Sabes que se le escapó el gato?
La p rim era pregunta y su respuesta ( “ ¿Qué tal tu día?",
"¡Bien!") fue en el nivel de cliché y se usó para iniciar la conversa­
ción. Este es el uso adecuado del prim er nivel de intim idad. La se­
gunda pregunta ( “ ¿Q ué h iciste?") p od ría haber ten id o una res­
puesta cliché, “L o de siem pre", que habría dado p o r terminada la
conversación. Tal vez n o enseguida, pero la m ayoría de las perso-

137
ñas hace unas p oca s preguntas, y recibe unas p ocas respuestas
clich és y aba n d on a la esperanza de entablar una conversación.
De esta m anera es que tan frecuentem ente usam os los clichés pa­
ra obstruir la intim idad. Pero en el ejem plo que estamos viendo,
el que habla lleva al segundo nivel de la intim idad al responder a
la pregunta ("¿Q ué hiciste?” ) con una letanía de datos. Los datos
eran im p erson ales, p ero esta con versación avanzó m ás allá del
m ero intercam bio de clichés a un segundo nivel de la intimidad.
Tam bién es im portante reparar en que esta respuesta termi­
na con una pregunta: '‘ ¿Sabes que se le escapó el gato?", que abre
la oportu nidad para continuar la conversación. N o obstante, es­
ta con versación es apenas una letanía de datos y observaciones
im personales.
Los datos habrían sido personales si ella hubiera dicho:
"Fui a trabajar y estoy m uy entusiasmada co n un nuevo pro­
yecto en el que estoy trabajando” . Ya no se trata aquí de una afir-
m ación sobre un h ech o im personal, pues revela lo que ella siente
en su trabajo.
"Al m ed iod ía fui a ver a la d octora Jones, p o r m i rodilla. Me
dice que estoy m ejorando, pero ya van seis m eses, y no sé si sabe
lo que d ice ” . Esta afirm ación avanza más allá de los datos, pues
revela algo de la hablante, a través de su opinión.
"Vi a la señ ora M iller en el B an co; a h ora n ecesita m os sólo
m il doscien tos dólares para hacer ese cru ce ro ” . Esto revela algo
de las esperanzas y sueños del hablante.
"¿Y' te con té que vi a la Abuela? Está d esolada p orqu e se le
esca p ó el gato. E staba tan triste y y o m e sentí tan im p oten te” .
Esto va m u ch o m ás allá de los simples datos, n os cuenta que la
hablante se p reocu p a p o r otros y es capaz de solidarizarse.
El segundo nivel de la intim idad (datos), c o m o su antecesor
(clich és), es m uy útil para entablar una relación inicial con una
persona, p ero si perm anecem os m u ch o tiem po en el nivel de los
datos n o personales, la relación se echará a perder. Después de
un tiem po, las letanías sobre datos im personales se vuelven abu­
rridas y m on óton as, y todas las buenas relaciones son colabora­
ciones dinám icas. Lejos de ser aburridas y m on óton as, son crea­
tivas y llenas de entusiasm o.

138
T odos ten em os relacion es en las que n os com u n ica m os ex ­
clusivamente co n datos im personales. Su relación con un asesor
fin an ciero puede ser estrictam ente profesional, con fin ad a a las
cortesías y los datos de los prim eros dos niveles de la intimidad.
En algunas relaciones esto es lo apropiado, pero en nuestras re­
laciones de niveles su periores, es profun dam en te inap rop iad o.
¿Son algunas de nuestras relaciones de niveles superiores escla­
vas de los datos im personales?

NUESTRA CURIOSIDAD NATURAL


Y EL AMOR POR EL CONOCIMIENTO

Una de las cualidades redentoras de los datos es que tienen


el p o te n c ia l de estim u larn os intelectu alm en te, de despertar
nuestra cu riosid ad natural y de enseñarnos a enam orarnos del
co n o c im ie n to . A lgu n os datos son , p o r su pu esto, m ejores que
otros en este sentido. ¿Q ué determ ina qué datos son m ejores?
T odo tiene sentido con relación a nuestro p ropósito esencial. De
ahí e n ton ces que los datos que nos ayudan a con vertirn os
en una m ejor versión de nosotros m ism os sean m ejores que los
que no.
S u p on ga que está en una com id a y tod o el m u n d o habla de
alguien que tiene un rom ance. Parece evidente que esa conversa­
ción (ya sea que el rom an ce sea verdadero o falso) difícilm ente
ayudará a nadie a convertirse en la m e jo r versión de sí m ism o.
Podem os responder a esa conversación renovando nuestro c o m ­
prom iso interno de ser fieles a nuestra pareja, pero eso sería sa­
car lo m ejor de una situación negativa.
Por otro lado, supongam os que está en una com ida y alguien
habla de un viaje a París, de su visita al m useo de Picasso, y de
un libro que estuvo leyendo sobre la vida de aquel artista. Es p o ­
sible que, aun que 110 sea m ás que un in tercam bio de datos, la
conversación lo ayude a convertirse en la m ejor versión de sí m is­
m o. ¿C óm o? El con ten id o en sí m ism o es más estimulante desde
el p unto de vista intelectual. Pero, lo que es m ás im portante, si
usted se em barcara en una conversación sobre la vida de Picasso

139
y su lu ch a p erson a l p o r superar sus con flictos internos, estaría
de ese m o d o elevando la conversación un nivel.
T oda co n v e rs a ció n p u ed e a cerca rn os a la m e jo r versión de
n osotros m ism os o alejarnos de nuestro p rop ósito esencial. Por
lo tanto, tenem os una enorm e responsabilidad cada vez que nos
p on em os a charlar co n alguien. Antes de abrir la boca, debería­
m os preguntarnos: ¿lo que voy a decir ayudará a esta persona (o
a este gru p o de personas) a convertirse en la m ejor versión de sí
m ism o?
Una de las grandes virtudes del segu n d o nivel de la intim i­
dad es que tiene el p oten cia l de en cen d er n u estro a m or p o r el
con ocim ien to. Para m u ch os de n osotros, el am or p or el c o n o c i­
m ien to es a lg o qu e n os quitan de m uy p eq u eñ os. T en dem os a
asociar el co n ocim ien to c o n escuelas, m aterias, exám enes y b o ­
letines de ca lifica cio n e s . L os lib ros de texto, atestados de una
inm ensidad de datos que nos parecen irrelevantes para nuestras
vidas, crean una p e r ce p c ió n negativa sob re los lib ros en gen e­
ral. Vam os a clase, dam os exám enes y recibim os calificaciones,
p ero p o c o s de n o s o tro s s o m o s de verd ad e n ce n d id o s c o n un
a m or g e n u in o p o r el c o n o c im ie n to . E m b u tién d on os in fo rm a ­
ció n para lo s exám enes se n os destruye la cu riosid a d hum ana
natural tan evidente en los niños, que h acen m il preguntas y res­
pon d en a cada respuesta co n un “ ¿p or q u é?” . La m ente hum ana
es n aturalm ente cu riosa , quiere cre ce r y expan dirse, p ero co n
d em asia d a fre c u e n c ia n u estros sistem as m o d e rn o s de ed u ca ­
ción n os roban ese a m or natural p o r el con ocim ien to en su bús­
queda d e un diplom a.
A m en u d o las conversaciones van hacia donde nosotros que­
rem os llevarlas. Las conversaciones que tienen lugar en el segun­
d o nivel de la in tim id ad son una op ortu n id a d para despertar
nuestra ansia natural de con ocim ien to y para atrapar la curiosi­
dad que p u d o haberse d o rm id o en n osotros casi desde que c o ­
m en zam os nuestra ed u ca ción sistem atizada. Nuestra m ente se
regodea aprendiendo cosas nuevas. Alim entem os nuestra mente.
Nuestra m ente necesita una dieta, así c o m o nuestro cu erp o ne­
cesita una dieta, p ero n o una dieta qu e n os quite sino una que
n os dé com bustible.

140
La m ayoría de las personas p oseen datos y p ercep cion es ex­
traordinarias sobre determ inados temas; tenem os que aprender
a inducirlos a conversar sobre esos temas. A m edida que avanza­
mos a través de los cin co niveles de la intim idad restantes, apren­
deremos c ó m o entablar conversaciones con la gente sobre las c o ­
sas que les apasionan y los temas en los que son expertos. Esto
nos posibilitará transform ar casi cualqu ier con versación de un
intercam bio p ro sa ico y abu rrido de datos en una con versación
fascinante y estim ulante intelectualmente.
Avanzarem os del segu n d o al tercer nivel de la in tim idad en
dos pasos. El prim er p aso es ir de los datos im personales de ni­
vel inferior a los datos im personales de nivel superior. Los datos
im personales de nivel in ferior tienen que ver c o n los h ech os de
actualidad, el tiem po y los resultados del m ercado. Las conversa­
ciones sobre los datos im personales de nivel superior pueden ser
sobre la vida de Abraham L incoln o M ahatm a Gandhi, qué p ro ­
voca los tsunam i o las razones p o r las cuales G oogle sigue c o n ­
fundiendo a los analistas de m ercados. Este es el prim er paso, de
datos im p erson ales de nivel inferior al nivel superior. En el se­
gundo paso, vam os de los datos im personales a los datos perso­
nales; este es el puente que nos lleva al tercer nivel de la intim i­
dad. L o verem os en breve, pero prim ero observem os el p od er del
habla y c ó m o usam os este p od er (y abusam os de él) en nuestra
vida cotidiana.

El po d er d el habla

Viajando p or el m u n d o recientem ente pasé p o r dos experien­


cias m uy aterradoras. Una n och e, m uy tarde, después de una
conferencia, estaba sentado en un restaurante en Cork, Irlanda.
Éram os los ú ltim os clientes y y o estaba term in an d o m i helado
de c h o c o la te cu a n d o irru m pieron en el salón d os h om bres con
las caras tapadas y llevando escopetas recortadas. Uno fu e a la
caja registradora y el otro nos apuntó directam ente a mis am igos
y a mí.
Una experiencia de ese tipo lo hace pensar a u n o en la vida.

141
Volví a sentir m u ch o m ied o otra vez durante una visita a Chica­
go, h a ce un p ar de años, cu a n d o p erdí la voz. H abía p asado el
día visita n d o tres escu elas secu ndarias y había exigid o a mis
cuerdas vocales: tuve m ied o de no recuperar la voz. A m í m e en­
canta hablar. No m e im agino tener este m ensaje que tengo y no
p od er com partirlo.
Im agínese que m añana p o r la m añana despierta y no puede
hablar. Im agínese lo d ifícil de realizar las tareas m ás sencillas.
Im a gín ese cu á n to m ás d ifícil sería rela cion a rse c o n sus seres
queridos. Im agínese cuánto desearía hablar. Im agínese lo irrita­
do que estaría con las personas que desperdician las palabras o
se niegan a hablar de su am or pudiendo hacerlo.
El habla es u n o de los d on es m ás m aravillosos que p osee la
p erson a hum an a y, c o m o casi to d o s n u estros d on es, p od em os
usarlo positivam ente, para elevar a las personas, o negativamen­
te, para hundirlas. Las palabras están cargadas positiva o negati­
vamente. Veam os algunas de las m aneras c o m o usam os nuestro
p od er del habla todos los días.

So r pr e n d e r a a l g u ie n h a c i e n d o l o c o r r e c t o

R ecientem ente, en una estadía en un hotel H ilton, m e llamó


la aten ción un eslogan en las tarjetas de com entarios de los pa­
sajeros: “ Sorprenda a alguien haciendo lo correcto” . Solem os li­
m itarnos a sorprender a las personas hacien do lo in correcto. No
p orq u e n u n ca hagan lo co rre cto , sin o p orq u e ten d em os m ás a
hablar cu a n d o las cosas no son c o m o las querem os que cuando
son c o m o las querem os. Estam os más dispuestos a hablar cuan­
d o las cosas salen m al que cuando salen bien. Esperam os que las
cosas salgan bien, y las dam os p o r sentadas cuando esto sucede.
Pensem os en algún m om en to en que alguien nos sorprendió
h acien d o algo bien. ¿C óm o nos sentim os? ¿Cuándo fue la última
vez que sorp ren d im os a alguien h acien d o algo bien y lo elogia­
m os p o r sus esfuerzos?
A m ed id a que cre ce m o s en m adurez em ocion a l, n os dam os
cuenta de que tod o el m u n do necesita aliento. Cuando elogiam os

142
a otras person as, las energizam os. ¿A quién va a energizar h oy
con su elogio?

UN JUICIO APRESURADO

Estaba en una heladería con unos am igos hace un par de ve­


ranos. Estábam os sentados allí, charlando y disfrutando de nues­
tros h ela d os, cu a n d o entró una m ujer c o n cu atro n iños. Los
niños se dedicaron a echar la heladería abajo, gritando y m oles­
tando a diestra y a siniestra. Al principio traté de ignorarlos pero
era im p osible. Al final m is am igos y yo nos quedam os quietos,
m irándonos, sin p od er creer lo que sucedía. Pero lo que más m e
m olestaba era que la m adre parecía no darse cuenta de lo que
hacían sus hijos y del alboroto que estaban arm ando. Al final no
pude contenerm e. Me paré, fui hasta donde ella estaba sentada y
le dije: "S eñ ora, ¿n o le p arece que al m enos podría hacer el in ­
tento de con trola r a sus h ijo s?” . Ella m e m iró, c o m o abstraída,
luego m iró a los niños y m e dijo: "Perdónem e. Acabam os de salir
del hospital. Su padre m urió hace una hora. Creo que los niños
no saben c ó m o reaccionar. Yo tengo la cabeza en otra parte. Yo
tam poco sé c ó m o reaccionar".
¿C óm o p ien san que m e sentí? Con qué facilida d ju zg a m os
personas y situaciones. Pero las juzgam os desde donde estam os
instalados, desde nuestra situación, circunstancia y experiencia
de vida. Y tod o se ve diferente según desde donde lo m iremos.
Es fácil habituarse a juzgar. Una vez que com en zam os a ju z­
gar personas, cosa s y circunstancias, el ju ic io puede regir nues­
tros d iálogos interno y externo. Un diálogo interno (la conversa­
ción m ental qu e tenem os tod o el tiem po co n n osotros m ism os)
de ju icio n o crea más que inquietud e insatisfacción. Un diálogo
externo de ju ic io destruye la c o m u n ic a c ió n fra n ca y hon esta,
porque n in gu n o de nosotros quiere ser vulnerable si percibim os
que el ju icio n os dem olerá.
En las próxim as veinticuatro horas trate de n o juzgar ni una
sola p erson a o situación. Deles a las personas el b e n e ficio de la
duda. Trate de ver la situación desde d on d e esas personas están

1 43
instaladas. Practique el no-juicio. El n o-ju icio fom en ta la co m u ­
n icación franca y honesta y propende a la intim idad. El ju icio es
la m uerte de la intim idad.
El ju icio es uno de los grandes venenos que m atan a las rela­
ciones. C om ience cada día con esta afirm ación: “H oy n o juzgaré
nada de lo que o cu rra ” . C uando se sorp ren d a ju z g a n d o p e r so ­
nas, lugares, cosas, circunstancias, repita suavem ente el sim ple
mantra: “ H oy no juzgaré nada de lo que ocu rra ” .
R ápidam ente descubrirá que tanto su d iá logo interno com o
externo están atiborrados de ju icio. Cuando intenté este ejercicio
p o r prim era vez, m e asom bró y me hum illó verificar la cantidad
de ju icios que entran a m i corazón y m i m ente en el curso de un
solo día. Si usted descubre lo m ism o, puede ser útil dividir el día
en horas, y repetir el mantra cada una hora: "E n la próxim a hora
no juzgaré nada de lo que ocurra” .
La capacidad de elim inar el ju icio es una característica esen­
cial para explorar las profundidades de la intim idad. El cam ino
que lleva a la in tim id ad está b lo q u e a d o p ara aqu ellos que no
quieren o n o pueden practicar el no-juicio.

Cr it ic a r y c o r r e g ir

Mi herm ano m ayor, M ark, es un ejecutivo de una cadena de


su p erm erca d os en Australia. H ace u n os cu a n tos años, era g e ­
ren te d e una gran tienda en la zo n a d e M elb ou rn e. Un día m e
estaba m ostra n d o el lugar y h ab lábam os d e m o d e lo s de n e g o ­
cios basados en un enorm e volu m en y en m ín im os m árgenes de
gan an cias. M ientras cam in ába m os p o r la tienda n os top a m os
c o n un ad olescen te que reponía m ercadería en los estantes. Mi
herm ano lo m iró, luego se volvió para m irarlo otra vez y m e di­
jo : "P erd ón am e un m om en to, Matthew. ¿M e esperarías al final
del p a sillo?” .
M ientras m e alejaba, o í que m i herm an o le decía al m u ch a­
ch o que n o estaba ordenando bien el estante. Enseguida se puso
en cuatro patas en el m ed io del pasillo, sa có la m ercadería que el
m u ch ach o ya había a com od a d o y se p u so a m ostrarle la m anera

144
correcta de hacerlo. T od o el tiem po, decía cosas tipo^'No te p reo­
cupes” , "N o estoy en oja do con tigo", “A m í tam bién tuvieron que
enseñárm elo una vez". Entonces M ark le hizo ordenar la otra m i­
tad c o m o él acababa de enseñarle. Antes de irse, m i herm ano le
preguntó al m u ch a ch o c ó m o le iba en los estudios, qué equipo
pensaba que iba a ganar el ca m p eon a to n acion al de fú tb ol ese
año y có m o estaba su familia.
Yo aprendí una gran lección ese día. M ark es un genio co n las
personas; tiene una inm ensa paciencia. C orrigió sin ju zga r y no
son ó c o m o una crítica . N o p a só y d ijo: "¡E so es un m am arra­
ch o!", ni "¿Eres tonto? Así n o se hace". Eso habría sido destructi­
vo. M ark prefirió elevar a su em pleado en lugar de desm oron ar­
lo. Tuvo que deshacer el trabajo h ech o p or su em pleado, pero no
tuvo que deshacer a la persona.
Hay una diferencia entre corregir y criticar.
M ark eligió corregir a su em pleado de una m anera instructi­
va, p rá ctica y carente de ego. C uando el gerente de una tienda
m ultim illonaria se p on e en cuatro patas en el m ed io del pasillo
nueve, n o estam os hablando de ego. M ark le record ó al m u ch a­
ch o que todos tenem os que aprender cosas en determ inado m o ­
m ento. M e envió a que lo esperara a cierta distan cia, p o rq u e
"nunca hay que corregir a un em pleado frente a otras personas",
c o m o m e d ijo después. "¿P or qu é?", le pregunté. "P orq u e lasti­
m a su orgullo, y el orgu llo enceguece. Cuando los haces pensar
en su orgullo, su respuesta será guiada p o r ese orgullo".
L o realm ente genial fue que M ark no perm itió que la co rre c­
ción fuera una conversación en sí m isma. La usó para con ectar­
se personalm ente co n uno de sus em pleados yendo de la correc­
ción a una breve conversación personal.
H e visto a m i h erm a n o p o n ie n d o en p rá ctica la m ism a p a ­
ciencia co n uno de m is herm anos m enores y con sus propios hi­
jos. Es algo que hace tiem po que intento reprodu cir en m i propia
vida. El arte de corregir a las personas sin despertar una batalla
de egos es una herram ienta valiosa en las relaciones.

14o
El v e n e n o d e l c h is m e

Una de las m anifestaciones más negativas del segundo nivel


de la intim idad es el chism e. La d efin ición de chism e es rum or
baladí, a m enudo falso, usualmente de naturaleza personal, sen­
sacional o íntima, o conversación ociosa que arroja dudas sobre
el carácter de otra persona.
T od os caem os en el chism e. Algunos m ás que otros, pero la
verdad es que todos n os hem os regod ea d o en el chism e alguna
vez. Nos p rop orcion a una especie de alegría adolescente ese “sa­
ber” . N uestros egos se h inchan y nuestro orgu llo crece cuando
p od em os contarle a alguien algo que sabem os y que ese alguien
no sabe pero quiere saber.
El chism e puede com en zar con datos, pero p or lo general se
deja llevar p or la suposición hacia el reino de la im aginación. Por
m ed io de nuestra su p osición - o , p eor aún, nuestro e n g a ñ o - p o ­
d em os causar, sin el m en or esfu erzo, un d añ o en orm e a otras
personas.
Los chism osos son cobardes y nunca son am igos verdaderos.
Un am igo verd ad ero está in teresado en ayudar a los dem ás a
convertirse en la m ejor versión de sí m ism os, pero el chism e no
ayuda a nadie a convertirse en la m ejor versión de sí m ism o. Muy
lejos de eso: el chism e reduce el carácter de aquellos que lo dise­
minan, daña el carácter de los que lo escu chan y a m enudo p ro­
voca un daño irreparable en la reputación de la persona a la que
se refiere.
N unca hable de m anera tal que in d u zca a su in terlocu tor a
pensar m al de una persona. S ólo abra la b o c a cu a n d o sepa que
va a ayudar a alguien a pensar m e jo r de los dem ás. H able sólo
cu an do sepa que sus palabras van a ayudar a alguien a convertir­
se en la m ejor versión de sí m ism o. De lo contrario, guarde silen­
cio y perm anezca callado.
Cada una de estas cuatro máximas exige un con trol y una dis­
ciplina en orm es. P ero si perm ite que guíen su habla y sus inte­
racciones sociales, todos los hom bres y m ujeres de buena volun­
tad lo tendrán en su m ayor estima.
A nadie le gusta ser criticado a sus espaldas. Esta es una ver­

1 46
dad universal, y sin em bargo todos estamos todos los días expues­
tos a situaciones en las que hay gente hablando m al de otros. Si
queremos defender nuestra dignidad y nuestra integridad, debe­
m os aprender a m anejar estas situaciones sociales co n gracia y
garbo. Las conversaciones que han caído en el chism e n o volve­
rán naturalm ente a tem as más elevados. C om o el agua, las co n ­
versaciones correrán colin a abajo a m enos que h agam os un es­
fuerzo consciente para que regresen en dirección al m ejor interés
de todos, a saber, en la dirección de nuestro propósito esencial.
Se supone que si estuvieran golpeando a alguien, usted no se
quedaría ahí parado, m irando. Si es m enudo y débil en com para­
ción con el atacante, n o podría hacer nada físicam ente. Pero al
m enos se sentiría indignado y pediría ayuda. Sin em bargo, todos
los días dejam os que algunas personas golpeen, verbalm ente, a
otras personas. Nos quedam os ahí parados, sin hacer nada, y tal
vez aún peor: ni siquiera nos indignam os.
T odo lo que se necesita para que un chism e prospere es que
los hom bres y las m ujeres buenos no digan nada.
Considere las siguientes maneras de desviar una situación de
chisme.
N uestro p rim er in ten to p o r apartar u na co n v e rsa ció n del
chism e puede ser d icien d o, sencillam ente: "Tal vez no tenem os
toda la inform ación ” . Si eso no cam bia la conversación hacia un
ru m b o más positivo, p u ed e intentarlo d icien d o: “ Tal vez p o d a ­
m os hablar de esto la próxim a vez que veam os a M ike y darle la
oportunidad de decirnos lo que sucedió realm ente". Y si esto n o
fu n cion a , p u ed e d ecir: "Y o he h e ch o m u ch as cosa s en m i vida
que desearía n o haber h ech o; tal vez M ike tuvo un m om en to de
debilidad", o “ B ien p od ría m os darle el b en eficio de la duda; yo
sé que, si fuera yo, m e gustaría que lo hicieran c o n m ig o ” . Si to ­
dos esos intentos fallan y usted c o n o c e a la víctim a del chism e,
siem pre ayudará recordarle a la gente: "Jamás olvidaré que Mike
estuvo meses yen d o a recog er a m is hijos de una p ráctica, y los
llevaba a com er algo, cu a n d o m i esposa estuvo enferm a. Siem ­
pre le estaré agradecido” .
Piense que un fuego m uy pequeño puede quem ar un bosque.
La lengua tam bién es un fuego. Es m uy fácil lastimar la reputa­

147
ción de una p erson a de una m anera de la que tal vez n o pueda
recu p erarse jam ás. Y o he sido o b jeto de m u ch os ch ism es y ru ­
m ores, algunos m uy m aliciosos. Los chism es pu eden lastim ar­
nos de una m anera im posible de describir; hacen que personas a
las que nunca c o n o cim o s nos juzguen, y nos roba la oportunidad
de hacer una prim era im presión, porqu e las personas ya tienen
su prim era im p resión de nosotros form ad a p o r el chism e a que
estuvim os expuestos.
¿C óm o se siente cu a n d o las personas hablan de usted a sus
espaldas?
N o es tarea fá cil superar los ch ism es en nuestras vidas. Es
sorprendente darse cuenta de cuán a m enudo hablam os de otros
o participam os en una conversación en la que se habla de otros.
E n ton ces n os enfrentam os al desafío de aprender el arte social
de evitar las ocasiones de chism es. Y es sorprendentem ente difí­
cil evitar los chism es incluso aunque nos esforcem os.
Quizá los grandes líderes espirituales del pasado puedan ayu­
darnos en esta d ifícil situ ación. Una de las grandes disciplinas
espirituales, que existe en casi todas las grandes religiones y es­
piritualidades tradicionales y no tradicionales, es el ayuno. Ayu­
nar se asocia usualm ente con la com ida y se practica para librar­
nos de los anhelos y de la esclavitud del cu erp o. El ayuno lleva
claridad a la m ente y el espíritu y nos perm ite ver co n m ayor lu­
cidez quiénes som os y quiénes som os capaces de ser.
En la sección anterior hablam os del ayuno del ju icio, y antes
de eso hablam os del ayuno de la queja, aunque n o usam os esos
térm inos. El ayuno es una práctica espiritual tradicional que p or
lo gen eral tiene que ver c o n la com id a , p e r o en esen cia p u ed e
aplicarse a cualquier cosa. ¿Por qué n o prueba el siguiente ejer­
c ic io ? D urante la sem ana p róxim a, haga ayu n o de h ablar d e
otras personas. Ayune del chism e. N o escu ch e chism es, n o cree
chism es y, en las próxim as semanas, m eses y años, desarrolle la
reputación de que el chism e es inaceptable en su com pañía.
De algunas cosas ayunam os tem poralm ente. De otras ayuna­
m os para form ar m ejores hábitos en nuestras vidas. En el caso del
ju icio y del chism e, abriguem os la esperanza de que n o regresare­
m os jam ás a estas maneras destructivas de pensar y de hablar.

1 48
Si fuéram os a abrazar o a rechazar tod o según có m o influya
en nuestro p rop ósito esencial y en el p rop ósito de las personas
que nos rod ean , en ton ces antes de abrir la b o c a d eb e m o s pre­
guntarnos: ¿lo que voy a decir ayudará a alguien a convertirse en
la m ejor versión d e sí m ism o?
A qúellos de entre n osotros que de verdad querem os con ver­
tirnos en la m ejor versión de nosotros m ism os no tenem os tiem ­
p o para lo s chism es. Los chism es son el fruto del o c io y, en el m e­
jo r de los casos, una pérdida de tiem po.

NI BIEN PAGADO NI VALORADO

Casi tod o el m u n d o cree que no le pagan lo que m erece ni lo


valoran c o m o m erece. Una de las m aneras más p o d e ro s a s de
usar nuestro d o n del habla es ofrecer honestas palabras de reco­
n o c im ie n to a las p erson a s que qu erem os, y a las p erson a s que
nos ayudan en lo grande y en lo pequeño a lo largo del viaje de
nuestra vida.
¿A q u ién n o le gusta sentirse v a lora d o? El r e c o n o cim ie n to
h a ce qu e t o d o trabajo y e sfu e rzo valgan la pena. El r e c o n o c i­
m iento n o s da alas para volar. Nada nos alienta y nos da la for­
taleza n ecesaria para seguir ese p oqu ito m ás c o m o el r e c o n o ci­
m iento.
En la prim era parte de este libro hablam os del p o d eroso im ­
p a cto q u e el re co n o cim ie n to puede tener sobre n osotros p erso­
n alm ente en nuestra m anera de ver el m u n d o y nuestra p ropia
vida. A h ora reflexionem os más sobre el p od eroso im pacto que el
re co n o cim ie n to puede tener sobre los otros.
En nuestras relaciones personales, el recon ocim ien to es una
m anera d e h acer que los dem ás sepan que les estamos agradeci­
d os p o r tod a s las m aneras c o m o enriquecen nuestra vida, y que
n os im p orta n . D espués de to d o , cu an d o h acem os cosas p o r los
dem ás y ellos n o expresan su recon ocim ien to de ninguna m ane­
ra, llegam os a la con clu sión , a partir de su inacción, de que no se
n os valora y de que n o les im portam os.
V eam os algunos sencillos ejem plos cotidianos.

149
“ Gracias p or planchar; no hay c o m o ponerse una cam isa que
tú acabas de planchar".
“Te agradezco tanto que hayas llevado a los niños a la escuela
esta m añana; esos veinte m inutos eran lo que m e hacía falta pa­
ra organizarm e el día".
“ Gracias p or llevarm e a com er afuera esta noche. Tuve un día
difícil y n o tenía ganas de cocinar".
“Me encanta que m e llames en la m itad del día para ver cóm o
estoy".
“ G racias p o r escu ch a rm e, esta n o c h e n ecesitaba hablar de
ese tem a".
“H oy estaba pensando que estaría perdida sin ti. Te agradez­
c o tanto que me cuides así".
“ G racias p o r n o d ecir nada esta tarde. Sé que m e lo habías
advertido, y te a gra dezco que te hayas m ord id o la lengua antes
que decir "Yo te lo dije", aunque tenías razón".
“Te agradezco, en serio, que m e hayas h ech o h acer ejercicio
hoy, aunque n o tuviera ganas. Me siento m u ch o m ejor conm igo
m ism a p o r haberlo h ech o".
La palabra hablada es p od erosa , y tam bién lo es la palabra
escrita. A veces nuestro recon ocim ien to escrito p u ed e tener un
gran im p a cto sobre las personas que qu erem os. ¿Alguna vez le
escribió una carta a sus padres diciéndoles cuánto re c o n o ce to­
d o lo que han h ech o p o r usted? ¿Cuándo fue la última vez que le
escribió una carta de am or a su pareja?
En todo m om en to una relación se rige p o r una energía positi­
va o p o r una energía negativa. Expresar nuestro reconocim iento
es una m anera de inyectar una energía m uy positiva en nuestras
relaciones.
Lo m ism o tam bién tiene p od erosa s ap licacion es en el lugar
de trabajo, d on d e el recon ocim ien to es m ás valioso que el oro,
en especial si tenem os gente b a jo nuestro m ando. Es razonable
pensar que los em pleados que se sienten valorados se dedicarán
m ás a su trabajo que los que n o se sienten valorados. “M al paga­
do y n o va lora do” es una Érase com ú n en los lugares de trabajo y,
si bien p od em os n o tener m ucho con trol sobre los salarios, el re­
con ocim ien to es gratis.

150
A unque sea gerente, p robablem en te usted tenga s ó lo una
oportunidad p o r año de darles un aum ento a sus erapleados. En
m u ch os casos, cu a n d o les dé un aum ento, los em p lead os cree­
rán que sólo los está recom pensando p or haberles pagado m enos
de lo que corresp on d ía hasta ese m om ento. Y sí puede expresar
su recon ocim ien to a m enudo. Num erosos estudios m uestran que
ahora hay una tendencia según la cual la recom pensa econ óm ica
ya n o es la p rin cip a l m otiv a ción para elegir carrera y trabajo.
Más y m ás las personas están buscando puestos en los que pue­
dan sentir que están efectivam ente haciendo algo, puestos en los
que puedan sentir que su trabajo será valorado. En m u ch os ca­
sos, los em p lead os prefieren llevarse un cheque m ás p equeño a
fin de mes. Por eso, c o m o decía, el recon ocim ien to vale m ás que
el oro, literalm ente. N o sugiero, p or supuesto, que les paguem os
m enos a los em pleados porqu e los valoram os. P ero en un clim a
de o ficin a , en el que el gran desafío es atraer y m antener ex ce­
lentes em pleados, no debem os ignorar el p od er carism àtico del
recon ocim ien to. De m anera similar, cu an d o buscam os atraer y
retener clientes, m ás allá del p rodu cto que ofrezcam os o el servi­
cio que p restem os, nada es m ás p o d e ro s o que co n v e n ce r a los
clientes de que se los valora co m o corresponde.
Utilice el p o d e r del habla para decir honestas palabras de re­
con ocim ien to, en su casa, en su trabajo y donde sea que lo lleve
la vida, y será m ás querido que un dador de regalos. El p od er de
la palabra h ablada es extraord in ario cu an d o se lo utiliza para
p rod ig a r r e c o n o cim ie n to a las personas. Pocas cosa s elevan el
espíritu hum ano tanto c o m o un genuino recon ocim ien to. El re­
con o cim ie n to h a ce resplan decer a la gente, niños y adultos p or
igual. ¡Haga resplandecer a alguien hoy!

Ut i l i c e sus p a l a b r a s p o d e r o s a m e n t e

P uede que y o n o sepa otras cosa s pero sí sé d el p o d e r de la


palabra. Tiene la habilidad de elevar el espíritu hum ano o de des­
m oron arlo. La palabra puede inspirar lo m ejor en las personas o
desalentarlas definitivam ente. De niños anhelam os la atención y

151
ap rob a ción d e nuestros padres-, qu erem os qu e digan que están
org u llosos de n o s o tro s , que los h em os c o m p la cid o . De vez en
cuando, nos enteram os de personas cuyos padres n u n ca les dije­
ron que los querían y vem os lo devastador que esto resulta para
su desarrollo em ocional.
El u so de la p alab ra va de un extrem o al otro: algu n os son
reacios a expresar sus sentim ientos y otros son reacios a cerrar
la b oca de ninguna m anera nunca. Hay quienes tratan de discul­
par a otros diciendo: “Es que n o tiene filtro entre el cerebro y la
b o ca ” . No hay nada m ás absurdo. No nacem os co n ese filtro; te­
n em os que d iscip lin arn os para usar la palabra en b e n e fic io de
quienes nos escuchan.
La lengua es co m o el dinero, un am o terrible pero un excelen­
te sirviente. La disciplina para regir nuestra lengua es importante
en nuestra búsqueda de convertim os en la m ejor versión de n oso­
tros m ism os. Es particularmente im portante en nuestra búsqueda
p or ayudar a otros a alcanzar su propósito esencial. La disciplina
es la m anera de convertirnos en la m ejor versión de nosotros mis­
m os, y cuanto más disciplinem os los diversos aspectos de nuestra
vida más felices serem os. Esta disciplina es contagiosa de una m a­
nera muy positiva, pues tiende a extenderse de un aspecto de la vi­
da a otro y de nuestra vida a la vida de nuestros seres queridos.
Transformar nuestra m anera de hablar es suficiente disciplina pa­
ra poner en fo c o todas las otras áreas de nuestra vida.
P odem os utilizar el p od er de la palabra hablada en nuestras
relaciones para m ejor o para peor. ¿C óm o lo utilizam os? Creo que
todos podríam os hablar un poquito m enos sobre las cosas que im ­
portan m enos y un poquito más sobre las que im portan más.

Escapar d e la p r is ió n d e l a s o l e d a d

En el tem a de las relaciones y la intim idad, las cosa s que más


im p ortan son las que revelan algo sob re n osotros. Se adquiere
intim idad p o r el p r o c e s o de autorrevelación. Los p rim eros dos
niveles de la intim idad (datos y clichés) son im portantes y útiles,
pero sólo si son los precursores de algo más grande y profun do.

153
Los prim eros dos niveles de la intim idad son lugares m uy soli­
tarios. Si no querem os avanzar más allá de los clichés y luego de
los datos, nos construim os una prisión de soledad. Puede haber
m ucha gente alrededor, pero p or dentro nos sentimos desespera­
dam ente solos. Podem os no estar dispuestos a admitirlo, pero en
los dos prim eros niveles de la intim idad nos agobia un anhelo de­
sesperado de co n o ce r y ser con ocid os, de am ar y ser amados.
E scapam os de esa prisión de soledad y avanzam os del segun­
do al tercer nivel de la intim id ad m ovien d o el f o c o de nuestra
con versa ción d e los datos im personales a los datos personales.
Este es el puente que lleva al tercer nivel de la intim idad y más
allá, p ero tenem os que estar dispuestos a avanzar más allá de las
conversaciones sobre el tiem po, los deportes y el m ercado, y re­
velar algo sobre n osotros m ism os.
Si n o está dispu esto a con tarm e algo sobre quién es usted y
qué lo m oviliza o lo m otiva, entonces, con toda franqueza, le di­
ré que n o puede d ecirm e nada que yo no pueda leer en un libro.
Usted será aburrido y p o c o interesante, no p orqu e sea aburrido
y p o c o interesante sin o porqu e se niega a darse a con ocer. Si es­
tá dispuesto a darse a con ocer, entonces tendrá m i atención. Si
está d isp u e sto a co m p a rtir algo s ob re usted m ism o, soy to d o
o íd o s , p o r q u e eso es algo que n o p u ed o apren der en u n libro.
Las person as y las personalidades son las que elevan los datos y
hacen las conversaciones dinám icas e interesantes.
El segu n d o nivel de la intim idad puede usarse para desa rro­
llar intim idad o para destruirla. La elección es nuestra. Se supo­
ne que los datos im personales que abundan en nuestra vida son
un p reca len tam ien to para niveles m ás p rofu n d os de intim idad.
L os d atos im p erson ales deben llevarnos a hablar de c ó m o esos
datos nos afectan de m anera personal y profunda. Los datos im ­
p erson a les d eben llevarnos a reflexionar sobre nuestras o p in io ­
nes, nuestras esperanzas y nuestros sueños, nuestros sentim ien­
tos, nuestros d efectos, nuestros tem ores y nuestros fracasos, y
nuestras necesidades reales y legítimas. Pero con dem asiada fre­
cu en cia utilizam os esos datos im personales para bloqu ear la p o ­
sibilidad de la intim idad.
La form a m ás devastadora de la soledad no es estar sin am i­

153
gos sino estar rod ead o de am igos y n o ser verdaderam ente con o­
cid o nunca.
A dm itam os que nadie se hizo nunca íntim o de otra persona
hablando del tiem po, el deporte o el m ercado. Algunos dirán que
esas conversaciones fueron el principio de una gran intimidad, y
es m uy posible, pero no olvidem os que la intim idad es el proceso
de la autorrevelación mutua. Ansiam os co n o ce r y darnos a con o­
cer. A diferencia del prim er nivel de la intim idad, el segundo ni­
vel de intim idad tiene el p oten cial de revelar m u ch o sobre una
persona, pero tendem os a concentrarnos predom inantem ente en
datos no personales en este segundo nivel. Los datos son fáciles
y, c o m o los clichés, los vem os c o m o seguros, en especial si son
del tipo im personal.
Pero los hechos pueden ser tan triviales y superficiales com o
puede serlo una con versación sobre el tiem po, o tan profun dos
y reveladores c o m o una con versación sobre la p rop ia infancia.
El segu n d o nivel de la intim idad puede ser el p rin cip io de una
c o m u n ic a c ió n extraord in aria entre d os p erson a s, o p u ed e ser
u tilizad o c o m o un sustituto para la c o m u n ica ció n cu a n d o una
p erson a o las d os han p erd id o interés en la relación . Los datos
pueden ser personales o im personales. Aquí tam bién la elección
es nuestra.
P ercibim os el prim er y el segundo niveles de la intim idad c o ­
m o seguros porqu e tem em os a la verdadera intim idad. El nivel
de clichés y el nivel de datos se consideran m uy seguros porque
tratan de datos objetivos y clichés sin significado. Pensam os que
son seguros porque n o revelan nada sobre nosotros. Pero n o hay
recom p en sa sin riesgo, y la seguridad de los prim eros dos niveles
de la in tim id ad d ep en d e de que sean llan os y su p erficiales. Al
usarlos para evitar la verdadera intim idad, nos encerram os en la
prisión de la soledad. En esa prisión de soledad creada p o r n oso­
tros m ism os nos frustram os más y m ás, pues n un ca dejam os de
anhelar lo único que hem os elegido evitar: la intim idad.
¿E stam os com pa rtien d o datos para darnos a c o n o c e r m ás o
n os estam os escon d ien d o detrás de los datos, com pa rtién d olos
para evitar com partirnos a nosotros m ism os?
En algún m om ento en las próxim as veinticuatro horas tóm e­

154
se unos m inutos para este ejercicio con su pareja. Si no tiene pa­
reja, o si él o ella n o quieren participar, elija un am igo. Acerque
dos sillas y siéntense de m anera de tocar c o n las suyas las rod i­
llas de su pareja. M írense a los ojos, tóm ense las m anos y, duran­
te tres m inutos cada uno, túrnense para contarse tod os los datos
personales que les vengan a la cabeza. Traten de n o apartar la
mirada de los o jo s de su pareja en esos tres m inutos, aunque no
se les ocurran m ás datos personales que compartir.
Le resu lta rá un e je r c ic io m uy p o d e r o s o , que lo p repa ra rá
para d e scu b rir el tercer nivel de la intim idad. Puede rep etirlo
con rela ción a cad a u n o de los restantes c in c o niveles de la inti­
midad.
Sentados r o d illa con tra rod illa, m irándose a los o jo s , son
a s o m b r o s o s los p o d e ro s o s lazos d e intim idad que se p u ed en
crear.

155
Ca p ít u l o 9

Opiniones: el tercer nivel


de la intimidad

EL PRIMER OBSTÁCULO IMPORTANTE

Las opiniones son el prim er obstáculo im portante que en con ­


tram os en nuestra búsqueda de intimidad. Los reinos del cliché y
del dato tienden a n o ser controvertidos. No nos exigen volver­
nos vulnerables, ya que no exigen ninguna autorrevelación signi­
ficativa. El tercer nivel de la intim idad es el nivel de la opinión.
Las opiniones tienden a diferir y, co m o resultado, a m en u d o pue­
den llevar a la controversia. Aquí es donde la m ayoría de las rela­
ciones com ien za a tener problem as. El tercer nivel de la intim i­
dad es la ca ja de P a n d ora del p ro ce s o . Si n o ap ren d em os a
d om in ar nuestra experiencia de él, el tercer nivel será la tum ba
d onde enterrarem os m uchas relaciones.
La m a yoría de las rela cion es p on en un pie en las aguas de
las op in ion es y lu ego saltan hacia atrás, hacia los datos y los cli­
chés. T od o el tiem p o presen ciam os esto en las con versacion es.
Un g ru p o de p erson a s está h ablan d o de un tem a en p articu lar
cu a n d o alguien expresa una op in ión co n la que o tro del grupo
(o in clu so tod os) n o está de acuerdo, se siente in c ó m o d o o que
lo ofen d e. Se presentan estas dos posibilidades: o se da una dis­
cu sión o alguien diluye la situación em pleando alguna "técn ica
de salida a la su p erficie” . Estas pueden ser cam biar de tema, ha­
cer un chiste, usar sarcasm o u ofrecer una desviación práctica,
c o m o p o r e jem p lo p regu n tar si alguien qu iere m ás café. Estas
técn icas h a cen que la co n v e rsa ció n salga a la su p erficie c o m o
un su b m a rin o. T o d o s ten em os nuestras técn ica s preferidas de
salir a la su p erficie y las usam os para volver a los niveles de cli­
ch é y datos d on d e en general n os sentim os más c ó m o d o s y m e­
n os vulnerables.
La salida a la superficie ocu rre en conversaciones y tam bién

157
en relacion es enteras. Si em pleam os co n dem asiada frecuencia
técnicas de salida a la superficie, con el tiem po entrenarem os a
los que n os rodean a n o hablar de determ inados temas. Si cada
vez que alguien toca cierto tema nosotros usam os una técnica de
salida a la superficie, term inam os p o r con d icion a r a esa persona
a n o sacar m ás ese tema. Usam os estas técnicas para m arcar los
límites de manera de evitar hablar de cosas que nos ponen in có ­
m o d o s. R e tro ce d ie n d o con sta n tem en te a terren o segu ro nos
qu ed am os en los niveles llanos y sup erficiales de la intim idad,
cortam os el oxígeno em ocion al y nuestras relaciones com ienzan
a atrofiarse y morir.
Q uerem os experim entar las p rofu n d id ad es de la intim idad.
N ecesitam os experim entar la alegría de la intim idad. Pero tene­
m os m iedo.
Al igual que cuando se sale a la superficie, se discute cuando
hay falta de m adurez y de conciencia de sí m ism o.
D iscu tir es el equivalente in telectu al de tener una rabieta,
com portam iento que la m ayoría de los niños abandona a los cua­
tro años. Tenga todas las sanas conversaciones que desee, tenga
incluso encendidos debates. Pero las discusiones tienden a c o n ­
vertirse en un intercam bio em ocionalm ente cargado que deja de
lado el tem a en cuestión y se deteriora rápidám ente hasta c o n ­
vertirse en un ataque personal. Saliendo a la su p erficie se aleja
del tem a en cuestión de una manera m ás pasiva, p ero puede ser
igualm ente perjudicial. Tanto discutir c o m o salir a la superficie
nos distraen de la anim ada con versación y del sano debate que
debería ser parte de toda buena relación.
Aprender a estar en paz en com pañía de personas c o n op in io­
nes com pletam ente contrarias a las nuestras es señal de gran sa­
biduría y de una extraordinaria con cien cia de sí m ism o. La m a­
yoría de las personas sim p lem en te n o p u ed e p a rticip ar de una
conversación sin sen til' que hay que con ven cer al otro de su o p i­
nión. ¿S om os tan inseguros de nuestras opiniones que nos senti­
m os am enazados cuando otros expresan opiniones contrarias?
Si algo nos ha enseñado la historia, una y otra vez, es que las
personas resistirán co n todas sus fuerzas cualqu ier intento que
h agam os p o r im p on er nuestras op in ion es. Esta le c c ió n queda

158
dem ostrada tod os los días p or los adolescentes de cualquier cul­
tura, y ha sido dem ostrada innum erables veces a lo largo de la
historia p or pueblos enteros.
Cada uno de nosotros debem os llegar a nuestras propias op i­
niones. Llegam os a ellas m ediante la educación, la experiencia y
la gentil voz de la razón, pero nunca p or la im posición.

LA IMPORTANCIA DE UNA META EN COMÚN

Aquí, en el tercer nivel de la intimidad, nos encontram os fren­


te a fren te c o n la im p ortan cia p ráctica de tener una m eta y un
p rop ósito com ú n . Si nuestro p rop ósito esencial es convertirnos
en la m e jo r versión d e n osotros m ism os, y si dos personas pue­
den estar de acu erdo en procurar este propósito, se evitarán m u­
chísim os desacuerdos y m uchas discusiones.
Nuestro p ropósito esencial lleva a nuestras vidas 110 sólo clari­
dad sino también un punto de referencia para todas nuestras co n ­
versaciones. Se pueden considerar todas las opiniones a la luz de
la m eta y el objetivo general de nuestras vidas y relaciones.
P or esta razón es que las parejas que se ponen de acuerdo en
hacer de ese p rop ósito esencial la m eta de su relación se encuen­
tran en una clara ventaja. Esta meta en com ú n provee un punto
de referen cia. Se convierte, de varias m aneras, en un p u n to de
cordura.
Casi todas las con versaciones que desem bocan en desacuer­
dos lo h acen p o r n o haberse encontrado un terreno com ún. Una
vez qu e una d iscu sión está en m archa, p o c o s pueden ajustarse
al tem a; c u a n d o u n o q u iere acord ar, el d e sa cu e rd o avanza en
círcu los o de un punto a otro. Nadie escucha a nadie, y a casi to ­
dos los participantes les preocu pa más d ecir lo qu e quieren d e­
c ir qu e en co n tra r un terren o en co m ú n o llegar a un acu erd o.
La m ayoría de las veces, cuando termina la discusión, nadie sa­
b e de qu é se trató en realidad, p or la cantidad de giros y voltere­
tas que ha dado en el cam ino.
Pero cu a n d o d os personas, ya se trate de m arido y mujer, de
novios, de padre e h ijo o de em pleador y em pleado, pueden acor­

15 9
dar p on er su p rop ósito esencial en el centro de sú relación com o
su m eta en com ú n , todas las disputas p u ed en con versarse con
relación a ese p rop ósito esencial.
Si el d esa cu erd o es sobre algo tan sen cillo c o m o si pedir c o ­
m id a o p rep a ra r en ca sa sop a y ensalada, la m eta en co m ú n
o frece un punto de referencia para la con versación . Y si el desa­
cu e rd o es sob re alg o tan c o m p le jo c o m o si m u d ar la fam ilia a
una nueva ciu d ad a m il kilóm etros de sus raíces, la m eta en c o ­
m ún con tin ú a o fre cie n d o un punto de referencia. No obstante,
la realid ad es que m u y p oca s rela cion es tienen esa m eta c o m ­
partida, y son m u ch ísim os los desacu erdos que rápidam ente de­
se m b o ca n en d iscu sion es y lu eg o se d egen eran , c o n la m ism a
rapidez, hasta convertirse en una batalla entre egos. Pocas dis­
cusion es llegan a buen térm ino una vez convertidas en batallas
entre egos. Estas usualm ente term inan, en el m e jo r de los ca ­
sos, en un em pate.
E sto es lo que vem os c o m o d om in a n d o el tercer nivel de la
gran m ayoría de las rela cion es. Casi todas las p erson a s gastan
casi tod o el tiem po, el esfuerzo y la energía en sus relaciones tra­
tando de conven cerse m utuam ente de su punto de vista, tratan­
d o de im p on er sus op in ion es al otro. En m u ch os casos, el c o n ­
flicto n o es apenas un ch oq u e de opiniones, sino algo m u ch o más
im p ortan te: un c h o q u e de m etas p erson a les y de vision es del
m undo.
Si su m eta en la vida es sim plem ente obten er tod o el placer
p osib le y m i m eta en la vida es convertirm e en la m ejor versión
de m í m ism o, vam os a estar en desacu erdo en cada vuelta del ca­
m in o. Su m eta p erson a l y su visión del m u n d o son de gratifi­
c a c ió n instantánea, m ientras que las m ías im p lica n una grati­
fic a c ió n d em ora d a . (P ero, ya que h a b la m os d e g ra tifica ción
d em ora d a , p erm íta sem e aclarar hasta el h artazgo que esto de
ninguna m anera significa que m e o p o n g o al p la c e r T a m p oco sig­
nifica que disfruto del p la cer m en os que otro, o que a m í m e es
m ás fácil disciplinarm e que a otro. Significa, sencillam ente, que
estoy dispuesto, cu an d o m i meta y m i p rop ósito generales así lo
requieren, a d em ora r el p la cer en aras d e lo q u e p e r cib o co m o
un b ien m ayor). Pero, d a d o que nuestras filosofías y p ropósitos

160
p ercib idos difieren en tan gran m edida, vam os a estar en desa­
cuerdo sobre casi todo.
P o r e s o u n p r o p ó s it o a c o r d a d o en co m ú n es ese n cia l en
cualqu ier buen a relación . Sin él, la m ayoría de las relaciones se
en cu en tran c o n u n o de estos d os d estin os: se retrotraen a las
form a s s u p e rficia le s de c o m u n ic a c ió n (d a tos y c lich é s) o se
vuelven el escen ario para una batalla eterna y siem pre vigente
entre d os egos.
Si usted está en una re la ció n d om in a d a p o r esto últim o, la
única m anera de resucitarla es llam ar a una tregua con la espe­
ranza de que los d os r e co n o zca n que la relación no fu n cion a y
usen el cese del fu ego co in o una oportunidad para acordar que,
de ahora en adelante, se ayudarán mutuam ente a convertirse en
la m ejor versión de sí m ism os. Si esto no es posible, entonces lo
más p robable es que se conviertan en esas parejas estereotípicas
que hace m eses, años, décadas y tal vez los cincuenta años de su
m atrim onio que discuten p or las m ism as cosas. A nadie le gusta
estar cerca de una pareja de esas, y a nadie le gusta ser parte de
sem ejante relación.
¿Cuál es el p rob lem a ? El p roblem a es que sin un en ten d i­
m iento de su significación y su propósito, la mayoría de las rela­
cion es rápidam ente se vuelven p o c o más que veh ícu los para la
c o n s e cu c ió n de m etas egoístas e individuales. Los desacuerdos
se convierten entonces en una batalla entre intereses conflictivos
en lugar de en una búsqueda de una resolu ción m utuam ente sa­
tisfactoria.
Una vez que el tema es la gratificación individual y no la rea­
liza ción colectiv a , tod as las d iscu sion es se convierten en una
cu estión de astucia, o rg u llo y m an ip u lación . Ese org u llo y ese
eg oísm o son el toqu e de difuntos para cualquier relación. Aquí
no hay intim idad, só lo dos personas usándose m utuam ente para
su g ra tifica ción person al. El resultado es, inevitablem ente, d e­
sastroso, a m en os que se pueda cam biar el m otivo m ism o de la
relación, que se pueda pasar de esa búsqueda individual d e grati­
fica ción a la búsqueda m utua de una meta acordada en com ún.
En nuestras relaciones primarias debem os llegar al acuerdo de
que el p rop ósito de la relación es ayudarnos m utuam ente a co n ­

161
vertim os en la .m ejor versión de nosotros m ism os. Este propósito
com ú n proveerá un criterio de prueba de cordu ra en cada situa­
ción y se convertirá en la gran estrella guía de la relación. Creo
que verem os que más del 90% de los desacuerdos pueden resolver­
se simplemente haciendo referencia a la sabiduría de la meta acor­
dada en com ún y al p ropósito de la relación e invocando ambos.
Pero incluso aunque seam os capaces de c o lo ca r ese p rop ósi­
to en com ú n en el cen tro de nuestra relación primaria, cruzarán
nuestro cam ino m uchas personas que n o com partan nuestra m e­
ta y n u estro p r o p ó s ito o que in clu so p u ed an o p o n e rse a ellos.
P or esta razón d eb em os aprender el arte de estar de acu erd o y
en desacuerdo.

APRENDIENDO A ESTAR DE ACUERDO Y EN DESACUERDO

Saber c ó m o , cu á n d o y p o r qué estar de a cu erd o o en desa­


c u e r d o p u ed e ser sign ificativam en te m ás c o m p le jo qu e lo que
pueda p arecer a prim era vista. Para algunas personas, estar de
acuerdo es una m anera de vivir; para otras, estar en desacuerdo
es una m anera de vivir, c o m o si hubieran elegido una p osición o
la otra c o m o p o r d efecto. P ero si las relacion es han de ju g a r el
papel pai'a el que están destinadas y han de ayudarnos a cam biar
y a crecer, será im portante entonces aprender a estar de acuerdo
y en desacuerdo de una m anera saludable.
Las grandes mentes y las grandes almas buscan puntos de ge­
nuino acuerdo con las personas, pero n o estarán de acuerdo sólo
para con form ar a alguien. Llegar a un acuerdo genuino es a m e­
n udo bastante difícil, porqu e el acuerdo tiene que ser genuino. Se
llega a un acuerdo gen u in o cu a n d o am bas partes pueden ver la
veracidad del punto de vista predom inante. Si las personas están
p o r com pleto de acuerdo no hay lugar para una conversación; por
otro lado, la persona m uy discutidora, que p on e especial esmero
en estar en desacuerdo co n todo, puede ser abrum adora, intensa­
m ente irritante y agotadora. C om o co n la m ayoría de las cosas en
esta vida, el punto óp tim o se encuentra en el m edio.
Es fácil estar de acuerdo co n la gente si estam os dispuestos a

162
h acer a un lad o todas nuestras preferencias personales e ideas,
pero no se gana nada con semejante acuerdo. Hay un arte en en­
contrar y fom en tar un acuerdo genuino entre las personas, y es­
te requiere una serie de disciplinas que al principio pueden pare­
cer co n train tuitivas.
En to d o s los debates, prim ero debem os identificar co n qué,
de lo que dice la otra persona, p od em os estar de acuerdo. Tende­
m os a ir de cabeza al punto del desacuerdo.
En tod os los debates, debem os m antener en el frente de nues­
tras m entes que la meta de un auténtico debate es explotar el te­
ma, n o tener razón. No som os abogados penales para tener que
argum entar un ca so e intentar ganar independientem ente de la
culpabilidad o in ocen cia del cliente. De hecho, cuanto más pue­
da cada p erson a apartar su ego del debate y concentrarse en el
tema en cuestión, más fructífero será el intercam bio para todos
los involucrados.
D eb em os h a cer siem pre un verdadero esfu erzo para ver el
punto d e vista del otro. E xplorar el ca m in o que lo ha llevado a
esa op in ión . Tratar de entender la lógica detrás de esa opinión.
Pregúntese si hay alguna circunstancia en la cual el otro pue­
da tener razón. Si descubre que sí, describa esa circunstancia y
exprese su acuerdo con las ideas del otro bajo esa circunstancia.
Las m entes grandes siem pre se regodean cu an d o descubren
puntos de acuerdo, aunque en térm inos generales p redom in e el
desacuerdo.
Esté siem pre abierto a las ideas nuevas y nunca se cierre a la
posibilidad de estar equivocado.
Una m ente abierta a ideas nuevas y dispuesta a una explora­
ción din ám ica de diferentes tem as es algo bello. Una m ente ce­
rrada, apegada rígid am en te a op in ion es anteriores y reacia a
considerar nuevas ideas es aburrida y repulsiva.
El arte de estar de acu erd o es una gracia social y académ ica
que h oy en día p o ca s p erson as practican . Con d em asiada fre­
cuencia las personas discuten en un vano intento p o r dejar sen­
tada su autoridad o superioridad. Pero aunque el arte de estar de
a cu erd o es im portan te, tam bién lo es el arte de d isen tir grata­
mente, si querem os ser leales con nosotros m ism os.

1 63
Hay p erson a s qu e disienten de m anera grosera y agresiva.
H ay otras personas que disienten p or deporte, para presentar ba­
talla y p ara m ostra r que pu eden ganar. A lgunos disienten sim ­
plem ente para afianzar sus egos. También están aquellos que di­
sienten intim idando a los dem ás. Hay personas que disienten por
la única razón de exh ibir su su p eriorid ad acad ém ica, y las que
disienten porqu e los han educado en la con v icción de que de eso
se trata m an ten er una con versa ción . Y están los que disienten
porque n o co n o ce n otra m anera de explorar un tema.
A m e n u d o es ten tad or tom ar el ca m in o de la m ínim a resis­
tencia y sim p lem en te estar de a cu erd o c o n los dem ás, pero
aprender a disentir de una m anera que m antenga la dignidad de
todos es críticam ente im portante en las relaciones.
C uando disentim os, deberíam os h acerlo cortés y gentilm en­
te. El disenso agresivo n o es más persuasivo, p o d e ro s o ni válido
que el disenso am able, y a m enudo la p osición se perderá en las
em ocion es creadas p o r la agresión.
C u alqu ier co n v e r s a c ió n debería ser un sin ce ro in ten to por
explorar el tem a entre m anos, n o una batalla entre egos. Estar
de a cu erd o y disentir son parte de toda con v ersa ción y de toda
relación. A prender a h acer am bas cosas de m anera grata requie­
re p acien cia y hum ildad, virtudes p o c o com u n es en una era o b ­
sesion a da c o n la sa tisfa cción y la exa lta ción de sí m ism os ins­
tantáneas.

L A COM PRENSIÓN VERSUS LA ACEPTACIÓN

En el tercer nivel de la intimidad, es im posible evitar la auto-


rrevelación. Cada op in ión dice algo sob re quiénes som os. Nues­
tras opin ion es tam bién revelan indirectam ente nuestros valores,
expectativas y creencias básicos. Casi nadie aprende a prosperar
en el tercer nivel de la intim idad p orq u e n u n ca se d esarrolla la
m adurez necesaria para estar con personas cuyas opiniones difie­
ren de las propias. Las relaciones se vuelven aburridas y com ien ­
zan a languidecer p orqu e las aguas del prim er y del segundo nivel
rio pueden satisfacer la sed de intim idad del corazón hum ano.

164
La aceptación es la clave para el tercer nivel de la intimidad.
Si dos personas pueden desarrollar la aceptación necesaria para
respetar recíprocam ente sus opiniones, disfrutar de la com pañía
mutua a pesar de las diferencias de op in ión y p erm anecer dedi­
cados a la búsqueda com ú n de la verdad, entonces algo m aravi­
lloso sucede: las puertas de la intim idad se abren de par en par.
O tro de los en orm es m itos p rop a gad os p or nuestra cultura
m oderna es que la com pren sión es la clave para una buena rela­
ción. Este m ito afecta la m anera en que nos tratamos a nosotros
m ism os y la m anera en la que nos acercam os a todos los que se
cruzan en n u estro ca m in o. G astam os cantidades siderales de
energía em ocion al tratando de entendernos a nosotros m ism os y
cantidades equivalentes tratando de entender a los otros. Cons­
ciente o inconscien tem ente, nos d ecim os: "C uando lo entienda,
lo aceptaré” , o "Cuando la entienda, la am aré” .
Esto es p arecido a pararse ju n to a una estufa y decir: “Te pon ­
dré leños cu an d o m e des ca lor” .
C on d em asiad a fre cu e n cia p on em os la co m p re n sió n co m o
co n d ició n de nuestra aceptación. A doptam os la siguiente p osi­
ción : "N o te en tien d o; p o r lo tanto, no te acep to y no te a m o” .
C om o resu lta do, se m antiene a to d o el m u n d o a una prudente
distancia. Si h em os de alimentar una genuina intim idad, el en fo­
que necesario es radicalm ente más proactivo y positivo: "Te am o
y te acepto, aunque n o te entienda” .
También puede ser un gran adelanto para el con ocim ien to de
sí m ism o exam inar y d escu b rir cu ál acercam ien to usam os con
n osotros m ism os. ¿Puede usted d ecir: "M e qu iero y m e acepto,
aunque n o m e en tien d o” ? ¿O se guarda la acep tación de sí m is­
m o, diciendo: "N o m e entiendo; p or lo tanto, ni m e quiero ni me
a cep to” ? Cuanto m ás capaces seam os de aceptarnos, m ás capa­
ces serem os de aceptar a los demás. Es im posible que aceptem os
a los otros si n o som os capaces de aceptarnos a nosotros m ism os.
El secreto para d om in ar el tercer nivel de la intim idad es la
aceptación. Todos prosperam os cuando nos sentim os aceptados.
En ausencia de la aceptación, levantam os tod o tipo de barreras y
sistem as de defensa. Esas barreras y defensas desaparecen sólo
cu a n d o sen tim os que estam os a salvo de ju ic io s y críticas. La

165
esencia de la relación es la autorrevelación, pero n o nos dam os a
co n o ce r si tem em os el ju icio y la crítica. La aceptación nos da el
coraje de ser n osotros m ism os y de darnos a c o n o c e r libremente.
Nada alim enta una relación co m o la aceptación.
Yo m e crié en un m u n do dom inado p or hom bres. Tengo siete
herm anos y ninguna herm ana, y fui a escuelas de varones duran­
te casi toda m i educación. En ausencia de influencia o experien­
cia fem enina, m i m adre hizo lo posible p o r enseñarnos sobre las
necesidades y las diferentes m aneras de ser de las m ujeres. Hay
algo que m e d ijo cu a n d o yo era pequ eñ o y qu e jam ás olvidé: "A
las m u jeres n o hay q u e entenderlas; hay qu e aceptarlas c o m o
son". Luego m e con ven cí de que esto se aplica n o sólo a las m u­
jeres, sin o a tod os n osotros. L o que es cierto es que, hasta que
aceptem os a las p ersonas p o r lo que son -h o m b re s o m ujeres-,
jam ás llegarem os al nivel de intim idad necesario para com enzar
a entenderlas. Pensam os que las aceptarem os cu an d o las enten­
d am os, p ero es im p osible entender a una p erson a hasta n o ha­
berla aceptado.
Cuando dos personas llegan a la m adurez de aceptarse com o
son y p or don de están en sus cam inos, entonces, y sólo entonces,
com ienzan verdaderam ente a avanzar en la búsqueda de intim i­
dad. En cualquier relación - c o n su cónyuge, su h ijo adolescente
o su novio o n o v ia - n o hay c ó m o subestim ar el papel y el poder
de la aceptación. ¿Cuántos adolescentes respon den a sus padres
co n casi nada m ás qu e m o n o síla b o s durante sem anas p orqu e
perciben que cualquier cosa que digan será criticada o juzgada?
La n o aceptación los ha puesto en una p o sició n em ocion al fetal.
Cuando p ercib im os la n o aceptación, instintivam ente responde­
m os apartándonos.
Pon em os dem asiado énfasis en com pren d er nuestras relacio­
nes, y pasam os p o r alto el extraordinario p od er de la aceptación.
¿Qué es la a cep ta ción ? Es sim plem ente perm itirles a las p erso­
nas ser ellas m ism as en lugar de tratar de presionarlas y conven­
cerlas de ser quienes nosotros querem os que sean o im aginam os
que son. A ceptar sign ifica ser un testigo b en év olo del viaje de
una p erson a y n o una fuerza em ocion a lm en te m an ip u lad ora o
dictatorial en ese viaje.

166
Casi toda la tensión en nuestras vidas y en nuestras rela cio­
nes es causada p orq u e n o usam os la aceptación. ¿Ha estado al­
guna vez en una situación en la que alguien cercano está furioso,
m olesto y ansioso p o r una situación sobre la que n o tiene abso­
lutamente ningún con trol? Supongam os que un accidente causó
un em botellam iento. T od o el tránsito está detenido. Y esa perso­
na n o deja d e expresar su furia. Vem os lo inútil de su lucha con ­
tra la situación. N o im porta cuán furioso, m olesto y ansioso esté:
no cam biará las cosas. En ese m om en to, esa p erson a lucha en
realidad con tra el universo entero. L o vem os c o n clarid ad en
otras personas, p ero n o siem pre lo vem os en nosotros m ism os.
Casi tod os lo s días veo situ aciones de ese tipo en los a e ro ­
puertos: un avión que se dem ora o un vuelo que se cancela p or el
tiem po o p o r d esp erfectos m ecán icos. En el m ostrad or hay un
h om b re que le grita a la em pleada de la aerolínea c o m o si ella
controlara el tiem po o tuviera un avión de cien m illones de d óla­
res guardado para em ergencias en el garaje de su casa.
L o m ism o hacem os en nuestras relaciones. Nos p on em os fu ­
riosos, m olestos y ansiosos p or cosas que están fuera de nuestro
con trol. L u ch a m os con tra el m om en to, y al h acerlo lu ch am os
contra el universo entero. Ese m om ento es la culm inación de ca­
da m om en to que lo ha pi'ecedido. Deje de luchar. Deje de resis­
tirse. El m om en to es exactam ente lo que debe ser. Ríndase a él.
Sum érjase en él.
C uando nos p o n e m o s a la defensiva, cuando lu ch am os c o n ­
tra el m om en to, nuestra vida se encuentra con una resistencia.
Cuando critica m os o ju zg a m os, nuestra vida se en cu en tra con
una resistencia. Cuando abdicam os la responsabilidad p or n o s o ­
tros y nuestra situación, nuestra vida se encuentra co n una resis­
tencia. Cuando culpam os a otros p or nuestro destino en la vida,
encontram os resistencia. Cuando nos negam os a aceptar el m o ­
m ento actual, nuestra vida se encuentra con una resistencia.
D ebem os aprender a aceptar esos m om en tos en los qu e en­
con tram os resistencia y rendirnos a ellos. N o se gana nada fo r­
zan do la situación. Es un ejercicio fútil y, lejos de red u cir la re­
sistencia, no hará m ás que aumentarla.
La aceptación es la sabiduría de recibir a las personas, las si­

167
tuaciones, las circun stancias y los h ech os c o m o ocu rren , en lu­
gar de tratar constantem ente de im p on er nuestros program as y
nuestras op in ion es sob re ellos. S ólo cu a n d o llegam os a la sabi­
duría de la aceptación com en zam os a vivir de verdad. La acepta­
ción nos libera. N os deja en libertad de disfrutar del m om ento.
Hay una sencilla ora ción de origen an ón im o a la que se hace
referencia p o r lo general c o m o la O ración de la Serenidad, que a
m en u d o m e ha ayudado a celebrar la acep tación . "Señor, dam e
la serenidad de aceptar las cosas que n o p u ed o cambiar, la fuer­
za de cam biar las cosas que p u ed o y la sabiduría de recon ocer la
diferencia''.
Todas las grandes cosas se pueden alcanzar sólo co n el cora ­
zón ligero. La intim idad es una de esas grandes cosas. Evitará y
eludirá a los que tratan de con trola rla y a los que se acercan a
ella c o n el cora zón pesado, pero se dará librem ente a los que se
ap roxim en a ella c o n el co ra zó n livian o y el espíritu gentil. La
aceptación nos da esa ligereza de corazón.
Si bien vivir en los tiem pos que corren conlleva m uchas ven­
tajas materiales, en cierto sentido la vida m odern a nos coloca en
una clara desventaja para nuestra búsqueda de intim idad. El ros­
tro intelectual de la cultura p ost Ilustración prom u eve un en fo­
que escép tico, a veces cín ico, que nos lleva a cuestionar instinti­
vam ente todo. C om o resultado tendem os a h acer a un lado todo
lo que n o p o d e m o s en ten d er claram en te, o p rob a r en form as
científicas aceptadas y explicar. Si bien esto puede ser ben eficio­
so para nuestro desarrollo intelectual, vem os en la deliberación
precedente sobre el im portante papel que ju ega la aceptación en
prom over la intim idad que el rostro intelectual m od ern o nos de­
ja en una clara desventaja en nuestros esfuerzos p o r experim en­
tar las profun didades de la intim idad.
N o p o d e m o s c o m p r e n d e r lo to d o . El u n iverso está llen o de
m isterios. Hay un significado ocu lto tras cada hech o, y cada m o ­
m ento nos invita a convertirnos en la m ejor versión de nosotros
m ism os. Cualesquiera sean las relaciones en las que n os en con ­
tram os en este p reciso m om ento, las h em os atraído a nuestra vi­
da. L o h icim os para aprender de ellas. Si las m antenem os, esas
m ism as relaciones, p o r conflictivas y turbulentas que puedan pa­

168
recer, n os enseñarán im portantes leccion es y n os ayudarán p o ­
derosam ente en nuestra búsqueda p or convertirnos en la m ejor
versión de n osotros m ism os.
La a cep tación n o im plica que tengam os que aceptar las op i­
niones de los dem ás y reprim ir las propias. Significa sim plem en­
te aceptar a los dem ás p or quienes son y recon ocer que sus op i­
niones son el p rod u cto de su única experiencia de vida.
Una d e las m ejores m aneras de p rom ov er la a cep ta ción en
nuestro cora zón , m ente y relaciones es m antenerse abierto a las
ideas nuevas. Las m entes y las almas grandes n un ca se cierran
p or com p leto a la p osibilidad de p od er estar equivocados, inclu­
so cu a n d o se trata de las ideas, las creencias, las op in ion es y los
valores que les son más queridos. A la inversa, las m entes y al­
m as m e d io cr e s tienden a aferrarse rígid am en te a sus ideas y
opiniones; c o m o resultado, rara vez cam bian o crecen. Esta rigi­
dez de m entes cerradas es u n o de los im portantes im p ed im en ­
tos que les im posibilitan alcanzar nunca tod o su p otencial. Para
que haya un d iá lo g o honesto, am bas partes deben estar dispues­
tas a con sid erar la p osibilidad de que sus ideas, creencias y o p i­
niones previas pueden ser erróneas. Muy p ocas personas son lo
bastante seguras de sí m ism as y de sus opiniones para hacer es­
to. S on nuestras incertidum bres e inseguridades las que nos lle­
van a a fe rra m o s tan fuertem ente, co n tanta estrechez, a nues­
tras op in ion es, y n o nuestras certezas, c o m o qu erríam os hacer
creer a los dem ás.
Tratem os siem pre d e perm anecer abiertos a nuevas ideas. Si
lo hacem os, n os será m u ch o más fácil aceptar a las personas y a
la gran variedad d e sus opiniones. Una m anera de prom over esa
aceptación es desarrollar un entendim iento de las cosas que for­
m an tal variedad de opiniones en diferentes personas.

¿Q U É INFLUENCIA NUESTRAS OPINIONES Y LAS FORM A?

Las op in ion es son la causa más com ún d e con flicto dentro de


las relaciones, p orq u e dan lugar a las expectativas, las creencias
y los valores b ásicos que guían nuestra vida. Aprender a resolver

169
los c o n flic to s su rgid os de op in ion es diferentes es apenas una
parte de la tarea de alim entar una relación dinám ica. Aprender a
estar de acuerdo y a disentir con gracia es un im portante c o m p o ­
nente del p r o c e s o de re so lu ció n de co n flicto s , p ero tam bién es
im p ortan te entender qué h a ce que p erson a s diferentes sosten ­
gan op in ion es diferentes. ¿P or qué algunas personas buenas y
honestas sostienen firm em ente una op in ión m ientras que otras
personas tam bién buenas y honestas sostienen, co n idéntico fer­
vor, otra?
Nuestras opiniones se form an en gran m edida bajo la influen­
cia de la experiencia, la educación y la amistad. Los lugares a los
que vam os, los libros que leem os, las escuelas a las que asistim os
y las personas de las que nos rod eam os... tod o tiene una inm en­
sa influencia sobre nuestras opiniones.
La prim era tom a de con cien cia en nuestro esfuerzo p o r p ros­
perar en el tercer nivel de la intim idad debe ser que las opiniones
n o son estáticas y perm anentes. Las opin ion es vienen y van; son
eternam ente cam biantes. Las op iniones que sostengo h oy sobre
una gran variedad de temas son m arcadam ente diferentes de las
que sostenía hace diez años, y m is op in ion es de hace diez años
son inm ensam ente diferentes de las que sostenía de adolescente.
Mis opiniones cam bian constantem ente, crecen, se desarrollan y
se refinan.
Cuando nos dam os cuenta de que las opin ion es que tenem os
hoy n o son las m ism as que las que teníam os h ace diez años, nos
percatam os de que lo m ism o se aplica a las personas que quere­
m os, y co n ese con ocim ien to quedam os libres de aceptar a otras
personas y sus opin ion es diferentes. El h ech o de que las op in io­
nes 110 son perm anentes es una verdad im portante, que a m enu­
d o pasam os p o r alto.
Nuestras op in ion es se refin an y ca m b ia n día a día, al igual
que las o p in io n e s de n u estros h ijos, p ad res, am igos, colega s y
parejas. A m ed id a que tom a m os crecien te c o n c ie n c ia de que
nuestras propias opin ion es evolucionan día a día, nos p on em os
m ás y m ás tolerantes co n las op in ion es diferentes de los otros.
T odos som os obras en con stru cción . T odos estam os en diferen­
tes m om en tos del viaje y, si bien alguien p u ed e tener h oy deter­

170
m inada opin ión , eso 110 significa que la mantendrá siem pre. Pe­
ro si lo a n in con a m os, discutim os agresivamente con él, perm iti­
m os que la con v ersa ción se deteriore hasta convertirse en una
batalla personal y convertim os la disputa en un asunto de orgu­
llo, lo m ás probable es que esa persona responda de una manera
rígida y estrecha. Con nuestro com portam ien to p od em os im pe­
dirle a esa persona que avance en su cam ino y cerram os la puer­
ta a una auténtica intimidad.
La experiencia de vida de los otros hasta el m om ento presen­
te los ha llevado a sostener determ inadas opiniones, y las expe­
rien cias futuras p robablem en te les harán refinar esas m ism as
op in ion es. N o es n ecesario salir a pelear. P odem os, p o r cierto,
presen tar nuestras ideas, presentar nuestras op in ion es, tener
una anim ada conversación sobre el tema, pero tenem os que dar­
n os cuenta de que la otra persona está en un punto diferente de
su viaje, y creer en ello. La vida le dará las experiencias que nece­
site para con vertirse en la m e jo r versión de sí m ism a. N uestro
papel n o es im pon er nuestras opiniones.
Pensem os en cuánto han cam biado nuestras opiniones en los
últim os cin co, diez, quince o veinte años. Cuando éram os niños,
¿h acían o d ecía n nuestros padres cosas c o n las que n o estába­
m os de acu erd o? ¿Nos sorprendem os a nosotros m ism os dicien­
d o o h acien d o las m ism as cosas ahora, con nuestros hijos?
Algunas exp erien cias p rod u cen op in ion es p reju icios as. Por
ejem plo, y o tuve una infancia maravillosa. M e quisieron, m e a p o­
yaron y m e alentaron, de m od o que crecí pensando que el m un­
d o era un lugar seguro y m aravilloso, lleno de buena gente y de
oportunidades extraordinarias. M uchos tienen infancias torm en­
tosas, rodeados de personas que n o los quieren ni se quieren en­
tre sí. Estos a m enudo crecen creyendo que el m undo es un lugar
cruel y peligroso, que n o se puede confiar en nadie y que hay que
luchar constantem ente para sobrevivir.
Nuestras diferentes experiencias dan lugar a diferentes visio­
nes del m u n d o y op in ion es. Las nuevas experiencias desafían
nuestras viejas percepciones y opiniones.
U11 jo v e n cre ció en circunstancias tum ultuosas, c o m o las que
d e s c r ib im o s antes. Ha in icia d o el ca m in o de la vida crey en d o

17 1
q u e el m u n d o es un lu g ar cru el y p e lig r o s o y que n o se puede
c o n fia r en nadie. P ero c o n el tiem po p u ed e que c o n o z c a a una
m u ch a ch a m aravillosa y se en am ore. Juntos p u ed en estudiar,
casarse, y form a r una fam ilia. Por m ed io del am or de su esposa,
la visión am plia d e una ed u cación , y la experiencia d e ser un pa­
dre de fam ilia, puede cam biar de opiniones. Diez años después,
el m ism o h om b re n os dirá que, si bien el m u n d o p u ed e ser un
lugar cruel y p eligroso, tam bién puede ser un lugar m aravilloso
p len o de extraord in arias op ortu n id a d es y que, si bien algunas
p erson a s resu ltarán in d ign as de nuestra co n fia n z a , otras nos
am arán c o m o jam ás im aginam os.
A veces la experiencia nos da in form a ción errónea y nos hace
form ar opiniones y suposiciones universales erróneas.
Con la m ism a fa cilid a d , aunque a m e n u d o c o n un en can to
m ás seductor, la ed u cación puede crear p rejuicios similares. "No
existe la verdad absoluta. L o que es verdad para ti puede n o serlo
para m í” , es una idea com únm ente enseñada y creída en las uni­
versidades de tod os los Estados Unidos h oy en día. Es la opinión
de m illones de norteam ericanos, p ero observem os m ás de cerca
esta afirm ación: "N o existe la verdad absoluta” . Esta es una afir­
m a ción absoluta. Es decir, aplica una regla o un patrón a tod o,
sin excep ción .
El otro problem a es que mientras esta idea (u opinión) se ha
h ech o acreedora a m ucha prensa, nadie la cree. Si alguien le di­
jera “ N o existe la verdad absoluta” , y usted le pega un tiro en un
pie, seguram ente el otro n o se pondría dem asiado contento. Pe­
ro, p o r su p rop io credo, él tendría que aceptar que, si bien pegar­
le un tiro a alguien puede ser m alo para él, tal vez n o lo sea para
usted. Ante esto, el relativista corregirá p rob a b lem en te su afir­
m ación original dicien do: "Siem pre y cu a n d o n o hagam os daño
a los dem ás, som os libres d e hacer y creer lo que deseem os” . El
p roblem a es que esta es una distinción arbitraria y, otra vez, una
afirm ación absoluta. ¿Q uién dice que n o se le pu ede hacer daño
a los d em ás? ¿Q uién d eterm in a qué con stitu y e “h a ce r d a ñ o ” ?
¿De d ón d e salió esa norm a?
El argu m en to de que n o existe la verd ad absolu ta se cita a
m en u d o cu a n d o una p erson a disiente c o n una afirm a ción y n o

172
tiene otra m anera de sostener su p ropia opin ión . Es el ejem p lo
clásico de có m o la ed u ca ción puede engañar y dar in form a ción
falsa.
Al m ism o tiem po, la educación puede ser una poderosa fuer­
za en la visión en expansión del m undo y de nosotros m ism os. La
ed u ca ció n pu ede ser un p o d e ro s o instrum ento para ech ar p o r
tierra los prejuicios, transform ándonos de esa m anera en h o m ­
bres y m ujeres de grandes corazones y herm osas mentes.
T anto la e d u ca ció n c o m o la exp erien cia están in flu yen do
constantem ente nuestras opiniones y, c o m o resultado, nuestras
opiniones se refinan constantem ente. Aprender a prosperar en el
tercer nivel y avanzar más allá depende de la aceptación. Saber
que las op in io n e s n o son perm anentes sin o dinám icas y ca m ­
biantes n os deja libres de disfrutar de las personas p o r lo que
son en la actualidad. Sólo si p onem os este tipo de aceptación en
el centro de nuestras relaciones continuarem os experim entando
niveles más profu n dos de intimidad.

LA PRIMERA VERDAD

La prim era verd ad de las rela cion es es que todas ellas tie­
nen p roblem as. Todas tienen p roblem as insolubles. Estos p r o ­
b lem a s in s o lu b le s son p o r lo gen era l resu lta d o de o p in io n e s
am p liam en te diferentes sob re ciertos tem as o de expectativas
diferentes sobre el p apel que debe ju gar cada uno. T od o esto es
el resu ltado de diferencias en la crianza, la ed u cación y la expe­
riencia.
Con dem asiada frecuencia adherim os a la fantasía de que, en
nuestra pareja, som os m ás aptos el uno para el o tro qu e otras
parejas y que, p or ende, nuestra relación es diferente y m ejor. La
verdad es que todos nos enfrentam os a los m ism os desafíos a lo
largo del cam ino, y la m ayoría de las relaciones tienen m ás sim i­
litudes que diferencias. Si tenem os el coraje de mirar más allá de
nuestras ilusiones, descubrirem os la terrible realidad de que to ­
das las relaciones tienen problem as insolubles. Y, créase o no, la
m anera c o m o elijam os enfrentar esos problem as insolubles es lo

1 73
que in flu irá m ás qu e nada en la calid ad y la p ro fu n d id a d de
nuestra relación.
Las relaciones que prosperan a pesar de sus p roblem as inso­
lubles son aquellas en las que sus integrantes acusan re cib o de
sus p rob lem a s, h allan m aneras de adaptarse a ellos y, c o n el
tiem po, in clu so los encuentran divertidos. N o perm iten que las
diferentes opin ion es se conviertan en una ro ca en el cam ino ha­
cia la intim idad.
Las personas cuyas relacion es tam balean tom an un cam ino
m uy diferente cu a n d o se enfrentan a sus p roblem as insolubles.
C on stantem ente d iscu ten , se encarnizan el u n o c o n el otro, se
lastiman perm anentem ente y, consciente o inconscientem ente se
paran ju n to a la estufa y dicen “Te daré leños cu a n d o m e des ca­
lor". Se guardan el amor, el afecto y la aceptación, al tiem po que
se p rom eten a sí m ism os: "C uando la entienda la aceptaré y la
am aré", y viceversa. C on el tiem po, se dibu ja un patrón. Estas
personas disienten sobre algo, se critican, se culpan m utuam en­
te p o r su in cap acid ad de resolver sus diferencias, la tensión au­
menta, se deja de lado el tema de la discusión en aras de ataques
person a les crítico s, la d iscu sión se vuelve m u y d o lo r o s a hasta
que una de las dos personas, o las dos, abdica: am bos se alejan
del con flicto y vuelven a los niveles superficiales, m ás seguros, A
m en os que p u ed an apren der una nueva m an era de tratar sus
problem as insolubles, jam ás probarán las aguas de la intim idad
dadora de vida. La nueva m anera que deben encontrar desespe­
radam ente es la aceptación.
¿C óm o encaram os los problem as in solubles en nuestra rela­
c ió n prim aria? ¿C on los h ijos? ¿C on lo s p ad res? ¿C on los am i­
gos? ¿En el trabajo?
D ebem os hallar el cam ino que nos aparte de la ilusión de que
todos los problem as son solucion adles. Una vez que n os libere­
m os de la expectativa de que tendríam os que ser capaces de re­
solver tod os los p roblem as en nuestras relacion es, quedarem os
libres de volver la aten ción a ayudarnos m utuam ente a con ver­
tirnos en la m ejor versión de nosotros m ism os.
E n m en dar la re la ció n no es nuestra tarea. E n m en da rn os a
nosotros es tarea de la relación.

174
Las rela cion es cuestan m u ch o trabajo, p ero el trabajo más
duro es soltar nuestros program as personales y aprender a acep­
tar que som os quienes som os y que estam os donde estam os en
este p reciso m om ento p or una razón. No todo tiene que estar pla­
n ead o y c o n tro la d o . Hay que tratar las relaciones c o m o m iste­
rios sagrados. Perm itam os que el m isterio se devele a su debido
tiem po.
El m ayor don que p od em os darle a alguien en una relación es
la aceptación. Una vez que decidam os aceptar a las personas por
lo que son y p o r don de están, nosotros quedam os libres, y ellas
también. S om os libres para afirmarlos, alentarlos y recon ocerlos
y, lib erá n d on os a n o so tro s m ism os, los liberam os a ellos para
que sean quienes son y se conviertan en aquello para lo que fue­
ron creados.
Todas las relacion es tienen problem as insolubles. Al p rin ci­
p io es d ifícil re con cilia rse co n esta verdad, pero c o n el tiem po
descu b rirem os, si ya n o lo hem os hech o, que la m anera en que
nos aboquem os a esos problem as insolubles es lo que p o r lo ge­
neral determ inará el destino de nuestras relaciones. M uy pocas
relaciones pierden pie en m edio de una gran alegría o incluso de
los desafíos cotidianos; son los problem as insolubles de las rela­
cion es (y la falsa ilusión de que no deberían existir) lo que causa
que perdam os pie.

E G O COLECTIVO

Una relación es un trabajo de equipo, n o obtener lo que uno


quiere. En efecto, las relaciones no tienen nada que ver co n obte­
n er. Tienen que ver co n dar y recibir, con trabajar ju n tos p or el
bien com ú n y hacia una m eta com ún. Una relación tiene que ver
c o n ayudar a alguien a convertirse en la m ejor versión de sí m is­
m o y co n recibir el apoyo que necesitam os para convertirnos en
la m ejor versión de nosotros m ism os. Todo esto requiere un sen­
tido del trabajo de equipo altamente desarrollado.
U no d e los obstácu los con los que nos encontram os en cual­
quier tipo de trabajo de equipo es el ego. La última disfunción en

175
una relación se da cu an d o los individuos dentro de esa relación
procu ran la realización personal a expensas del equipo.
Las relaciones son trabajos de equipo. Usted y su cónyu ge son
un equipo. Usted y su hijo adolescente son un equipo. Usted y su
novia o n ovio son un equipo. ¿C óm o va su equipo?
Para que cu alqu ier rela ción sea verdaderam ente dinám ica y
exitosa, el ego colectiv o de los involucrados tiene que ser m ayor
que sus egos individuales. D os deben convertirse en u n o. Todo
tiene que subordinarse a la m eta y el p rop ósito del equipo. El lo­
gro individual n o significa nada si n o ayuda al equipo a alcanzar
sus metas. Si el equipo pierde, todos pierden.
La m ayoría de los equipos pierden n o p orqu e les falte talento
sino p orq u e les falta el carácter necesario para subyugar la am ­
bición personal a un p rop ósito com ún.
Si quiere apren der sobre el trabajo en equ ip o, estudie a los
grandes equ ip os y estudie a los grandes entrenadores. Ya m en ­
cion é a John W ood en , probadam ente el más grande entrenador
en la historia del básquetbol escolar. De vez en cuando le llegaba
un ju g a d or al que n o le im portaban los resultados. O, m ejor di­
cho, los resultados del equipo. Un ju g a d or al que sólo le interesa­
ba su p rop ia estadística y el r e co n o cim ie n to individual que esa
estadística p od ía acarrearle. Si el equipo perdía, n o le m olestaba,
siem pre y cu a n d o él obtuviera puntos. Si el equipo ganaba pero
él n o había m arcad o lo suficiente, estaba descontento. El entre­
n ad or W ood en pon ía a ese ch ico en el b a n co sem ana tras sem a­
na p orque, aunque fuese el ju g a d or m ás talentoso del cam p o de
ju e g o , el eq u ip o ju g a b a m ejor sin él. L os grandes entrenadores
n o p on en a los m ejores ju g ad ores en el cam p o de ju e g o , sino al
m ejor equipo.
Los equ ip os tienen más éxito cu a n d o el ego colectiv o es m a­
y o r que los egos individuales. Por bien que ju egu e un individuo,
si el eq u ip o p ierde, tod os pierden . A usted p u ed en darle un as­
cen so y un gran aum ento de sueldo, p ero si su trabajo lo lleva a
descuidar a su cónyu ge, sus hijos, su gim nasia y sus disciplinas
espirituales, entonces el equ ip o pierde.
La intim idad requiere trabajo de equipo. En el tercer nivel de
la intim idad nos topam os co n el obstáculo de las opiniones dife­

176
rentes. Algunas personas huyen del con flicto y vuelven de cabeza
a las aguas llanas y superficiales de los datos y los clichés. Otros
acam pan aquí, en el tercer nivel, y siguen peleando p o r causa de
las opin ion es diferentes durante el resto de sus vidas. Pero algu­
n os p o c o s a p ren d en que las op in ion es cam bian y evolu cion a n
constantem en te. Esto da lugar a la sabiduría de la acep tación ,
que a su vez les perm ite encontrar maneras creativas de vivir con
sus problem as insolubles. El fruto de todo esto es la creación de
un equipo y, c o n su ego colectivo para guiarlo y protegerlo, este
eq u ip o está p rep a ra d o para experim entar los m ás p ro fu n d o s
m isterios de la intimidad.

1 77
C a p í t u l o 10

Esperanzas y sueños:
el cuarto nivel de la intimidad

EL SUEÑO QUE MOLDEA NUESTRAS VIDAS

Los sueños son una parte fascinante de la experiencia hum a­


na. Cada sueño es único. Nuestro m undo de sueños, p or confuso,
atem orizador, m aravilloso o divertido que sea, revela algo sobre
quiénes s om os. N inguna em oción se sale de ca u ce en nuestros
sueños. A veces nuestro ser oculto, el que intentam os m antener
ocu lto a los ojos del m undo e incluso de nuestros seres queridos,
sale a la luz en nuestros sueños. A m enudo nuestros sueños reve­
lan nuestras esperanzas, nuestros m iedos, nuestras fantasías y
nuestros deseos más profundos.
Los sueños siem pre han fascinado al hom bre, y sus significa­
dos siem pre nos han eludido. T odos hem os pasado los m om en ­
tos o c io s o s del día preguntán don os: "¿Q ué significará el sueño
que tuve a n och e?” .
H ace un p ar d e años, un am igo m e regaló para N avidad un
d iccion ario de sueños. Este libro aduce haber elucidado el signi­
fica d o de m iles de sueños. Se pueden buscar diversas palabras,
lugares, person as y cosa s, y el d iccion a rio de sueños explica el
sign ificad o de esas cosa s en nuestro sueño. Tuve el lib ro en m i
m esa de n och e durante varios meses y todas las m añanas busca­
ba el significado de m is sueños. Era un ejercicio fascinante. Pero
el cuarto nivel de la intim idad n o trata de los sueños qu e tene­
m os m ien tras d orm im os. El cu arto nivel de la in tim id ad tiene
que ver con nuestras vidas, nuestras relaciones, nuestro futuro y
nuestro breve p aso p or la tierra.
Las esperanzas y los sueños son una parte crucial de la vida
y de cu alqu ier rela ción sana. Al tiem po que se con cen tra n m u ­
ch o en el futuro y se preocu pa n m u ch o de él, tam bién dicen al­
g o real s ob re quien es so m o s en este m om en to. El cu a rto nivel

179
de la intim idad tiene que ver co n saber cuáles son nuestras es­
peranzas y nuestros sueños en cada una de las m uchas facetas
de nuestra vida; igual de im portante, tiene que ver co n revelar
nuestros sueños a nuestra pareja y, si corresp on d e, a otras per­
sonas co n las que com p a rtim os nuestras otras relaciones de ni­
vel superior.
La razón p o r la que es tan im portante aprender a prosperar
en el tercer nivel de la intim idad aceptándose m utuam ente a pe­
sar de nuestras opin ion es diferentes es p orqu e generalm ente re­
velam os nuestros sueños sólo a las personas p o r las que nos sen­
tim os aceptados- N uestros sueños hablan significativam ente de
quienes som os, p o r eso son un punto d e significativa vulnerabili­
dad. C u an d o esta m os c o n p erson a s crítica s, p o r lo gen eral no
nos m ostram os vulnerables. Por esta razón, nunca experim enta­
m os una verdadera intim idad co n personas que son constante­
m ente críticas.
Antes de m ostrarnos vulnerables, evaluam os, consciente o in­
co n scie n te m e n te , si n os en con tra m os en un en torn o que nos
apoye, c o n p erson a s qu e nos aceptan. La a ce p ta ció n derrite
nuestras defensas, nos quita la m áscara y n os da el coraje de dar­
n os a co n o ce r. L os su eñ os son una parte ín tim a de quien es s o ­
m os y, si bien p o d e m o s com p a rtir algunos de nuestros sueños
m ás su p erficia les c o n m u ch as person a s, hay otros su eñ os tan
p rofu n d os y tan íntim os que en ocasiones de nuestra vida som os
reacios a adm itirlos in clu so ante n osotros m ism os.
La in tim id ad es la a u torrevelación m utua que n os h a ce c o ­
n o c e r y ser c o n o c id o s . C o n ocer los su eñ os de las p erson a s que
am am os es tan im p ortan te c o m o c o n o c e r lo s p r o p io s . Cuando
sabem os los sueños de los otros debem os d ecidir si vam os a ayu­
darlos a cum plirlos. Entonces, la decisión m ás im portante p or lo
general es cuando tenem os que decidir qué sueños tienen priori­
dad. La pru eba de fu e g o sigue sien d o la m ism a: ¿cu á l de estos
sueños nos ayudará a convertirnos en la m ejor versión de n o s o ­
tros m ism os? T odo tiene sentido co n relación a nuestro p rop ósi­
to esencial, incluyendo los sueños. Nuestras esperanzas y nues­
tros sueños nos ayudarán sólo si nos ayudan a convertirnos en la
m ejor versión de n osotros m ism os. D ebem os abrazar, p rocu rar y

ISO
celebrar los sueños que hagan esto. D ebem os rech azar los que
no lo hagan.
C on ocer los sueños de las personas que am am os y ayudarlos
a cum plirlos trae cierto dinam ism o a las relaciones que es ener-
gizante e inspirador a la vez. Pocas cosas energizan más a un in­
dividuo que la búsqueda apasionada de un sueño, y p oca s cosas
pueden im buir a una relación con tanta energía y entusiasm o c o ­
m o la p rocu ra de los sueños. Revelar nuestros sueños, perseguir­
los, y alentar a las p erson a s que am am os a cu m p lir los suyos
puede tener una influencia m uy pod erosa sobre cu alqu ier rela­
ción. El cuarto nivel de la intim idad consiste en aprender a hacer
esto en las relaciones que nos son más im portantes.
Nuestros sueños son la visión que m oldea nuestras vidas y la
visión que m oldea nuestras relaciones.

LA CUESTIÓN DE LA GRATIFICACIÓN

C uando se trata de la con secu ción de nuestros sueños, la p ri­


mera pregunta a hacernos es: ¿estam os dispuestos a dem orar la
gratificación? Si la respuesta a esta pregunta es no, entonces las
relaciones n o son para nosotros, y cualquier sueño que valga la
pena nos eludirá. La cultura actual propon e que la vida es con se­
gu ir lo que d esea m os y cu a n d o lo deseam os. Esta cu ltu ra está
im pulsada p or una necesidad constante de gratificación y por el
d esprecio y el desdén hacia cualquier cosa que dem ore esa grati­
fica ción . Ahora vivim os en una cultura en la que la gratificación
instantánea n o es suficientem ente rápida. Com o resultado, esta­
m os p resen cia n d o el surgim iento de gen eracion es enteras que
carecen de pacien cia, exhiben un escaso au tocon trol y son casi
absolutam ente incapaces de disciplinarse a sí m ism as.
La rea lid a d es que en cualqu ier ca m p o, ya sea en lo s n e g o ­
cios, la carrera, los deportes, las inversiones, la salud y el bienes­
tar, la espiritualidad o las relaciones, triunfar exige la gratifica­
c ió n d em ora d a. M ás todavía, triunfar en cu alqu ier rein o de la
vida depende de la gratificación dem orada. No se puede triunfar
sin d e m o ra r la g ra tifica ción , a m en os que nuestra m eta sea la

1 81
g ra tifica ció n instantánea. Y si esa es nuestra m eta, p u ed e que
triunfem os provisoriam ente, p ero tarde o tem prano estam os des­
tinados al fracaso.
Piense en M ichael Jordán y Lance Arm strong, dos de los atle­
tas m ás extraordinarios de nuestro tiem po y, probadam ente, de
tod os los tiem pos. H an vivido vidas de increíbles logros y gran­
des triunfos, p ero detrás de cada logro y de cada triunfo en con ­
tram os una capacidad p o c o com ú n de d em orar la gratificación.
¿Por qué no querem os dem orar la gratificación? La razón es que
h a cerlo resulta, en m a yor o m en or escala, d o lo r o s o . El d olor
puede n o ser físico, pero el d olor se presenta de diversas m ane­
ras, c o m o bien lo sabe quienquiera que haya sufrido la pérdida
de un ser querido.
A veces el d olor es apenas m enos placer. P or ejem plo, tengo
ganas de c o m e r una h am bu rguesa co n papas fritas. ¿P or qué?
Porque eso m e significa un placer m om entáneo. Pero reem plazo
esa co m id a p o r una sopa y una ensalada. Seguiré sin tien d o el
p la cer de com er, aunque tal vez sea m e n o r del que m e habrían
p rop orcion a d o la ham burguesa y las papas fritas. H e elegido de­
m orar la gratificación. Si n o m e co m o la ham burguesa y las pa­
pas fritas, ¿he p erdido la gratificación para siem pre? N o, en rea­
lidad n o p u e d o dejar de pensar en la h am bu rguesa y las papas
fritas. E ntonces, ¿cuál es la gratificación que he d em ora d o? La
gratificación futura es verse y sentirse m ás sano.
R ela cion am os gratificación dem orada con dolor, y está bien
que así sea. Pero tam bién consideram os que el d olor es algo m a­
lo, y ese es un error. Una de las grandes diferencias entre M ichael
Jordán y L ance A rm strong y sus com p etid ores es que Jordán y
Arm strong pueden tolerar más dolor. Hay hom bres y m ujeres de
grandes triunfos qu e aceptan el d o lo r de una m anera u otra.
M ientras que las masas m ediocres desfilan p or la historia evitan­
do, en la m edida de lo posible, el dolor, los héroes, los dirigentes,
los adalides, los personajes que se vuelven legendarios y los san­
tos de todas las é p oca s han aceptado el dolor. N osotros pensa­
m os en el d o lo r c o m o un enem igo; ellos piensan en el d o lo r c o ­
m o un am igo.
En la m añana del quinto partido de las finales de la NBA en­

182
tre los C hicago Bulls y los Utah Jazz, en ju n io de 1997, M ichael
Jordán despertó m uy enferm o. Nadie sabía si era intoxicación o
apunam iento, p ero a las o ch o de la m añana los guardaespaldas
de Jordán llam aron a Chip Schaefer, el entrenador del equ ip o,
para decirle que Jordán estaba muy mal. Se in form ó después que
Jordañ despertó co n una fiebre de 38° 5: no era cierto. En reali­
dad, su tem peratura era levemente inferior. Cuando Schaefer lle­
gó a la habitación de Jordán encontró a la superestrella m uy dé­
bil, en p osición fetal, y envuelto en mantas. No había pegado un
ojo, se le partía la cabeza del d olor y había estado vom itando to­
da la noch e. Por más que fuera el m ejor jugador del m undo, ese
día no iba a tocar una pelota de básquetbol. ¿O sí?
Schaefer co m e n zó a pasarle suero para que tuviera la m ayor
cantidad p osib le de líquido y le dio m edicam entos para que pu ­
diera descan sar el resto de la mañana. H abía trabajado m u ch o
co n M ichael Jordán y entendía más que m uchos el inexplicable
im pulso que lo poseía. Jordán tenía un espíritu invencible que le
perm itía seguir y seguir cuando a cualquier otra persona el cuer­
p o lo habría traicionado. Schaefer había sido testigo de ese espí­
ritu en 1991, durante las finales con tra los Lakers. Jordán se
había lastim ado seriam ente un dedo del pie y Schaefer había tra­
bajad o incansablem ente para crear un zapato que le protegiera
la herida durante el siguiente partido. P ero cu a n d o Jordán se
p r o b ó el za p a to antes del partido vio que, si bien le aliviaba el
dolor, obstaculizaba su habilidad de arrancar, detenerse y girar.
"P refiero el d o lo r” , le dijo a Schaefer.
La historia detrás de la leyenda que ahora co n o ce m o s co m o
Lance Arm strong es aterradoram ente similar. A rm strong ha ga­
n ad o siete veces la Tour de France, incuestionablem ente la más
a g ota d ora prueba de resistencia hum ana sobre d os ruedas. T o­
d os los m eses de ju lio , toda E uropa (y, desde el surgim iento de
Arm strong, casi to d o el m u n d o) fija su atención en Francia y la
carrera d e bicicletas que la recorre, cubriendo m ás de tres m il
quinientos kilóm etros en veintiún días. Los cientos de c o r re d o ­
res que esperan en la largada saben andar en b icicleta , tod os
p ueden cubrir esa distancia, pero p ocos pueden resistir el d olor
requ erid o para ganar. La vuelta es una prueba de resistencia, ¿y

1S3
qué es lo que tienen que resistir los com petidores? El dolor. Una
de las declaraciones más fam osas de Arm strong fue: "El d olor es
tem porario, p ero abandonar dura para siem pre” .
N uestra c a p a cid a d de d em ora r la g ra tifica ció n determ ina
nuestro éxito en m uchas áreas de la vida.
Las finanzas p erson a les son o tro gran ejem p lo, tal vez un
ejem plo c o n el que m u ch os de nosotros pod rem os identificarnos
algo m ás fácilm ente. M illones de norteam ericanos se retiran to­
dos los años co n escasos o inexistentes ahorros. Después de ha­
ber en tregad o los m ejores cuarenta años de su vida al trabajo,
tienen p oq u ísim o que m ostrar a cam bio. Cobrarán su Seguridad
Social y, gracias a las estructuras y ap oyos de esta gran nación,
sobrevivirán, p ero m u ch os de ellos pasarán el resto de sus vidas
cu id an d o las m onedas. ¿Hay una alternativa?
C laro que sí. Si u n o ah orra $ 1 p o r día durante cin cu en ta y
cin co años, tendría $ 20.000 en ahorros. Usted dirá: ¿y? Bien, si
hubiera invertido $30 a fin de cada m es en b on os del gobierno a
un interés del 5% , después de cin cu en ta y c in c o años tendría
$101.000. ¿Sigue sin conven cerse de que debe dem orar su grati­
fica ción ? Invierta su $ 1 diario a un interés del 9% y a los cincuen­
ta y cin c o años tendrá $481.795. ¿Es irracional esperar un inte­
rés del 9% ? U sted d e cid e , p e r o S&P ha d a d o un p r o m e d io de
12,4% de interés desde 1925.
¿Todavía n o está con ven cid o? A horre $3 p o r día durante cin­
cuenta y c in co años e inviértalos a 9% y habrá jun tado $1.445.385.
Así es, casi un m illón y m edio a cam bio de 3 p or día de gratifica­
ción dem orada. ¿P or qué la m ayoría de las personas se retiran con
escasos o inexistentes a h orros? H ay d os razones. N o están dis­
puestos a dem orar la gratificación y nunca se tom aron el tiem po
necesario para desarrollar un sueño financiero.
P o r o tr o la d o, los h og ares p r o m e d io en los E stados Unidos
tienen m ás de $7.000 de deuda en su tarjeta d e crédito.
La deuda de los consum idores está en niveles récord . La gra­
tificación instantánea está en niveles récord. ¿Una coincidencia?
No lo creo. ¿H ay una batalla entre ahorrar y gastar? No lo creo.
La batalla es entre la gratificación instantánea y la gratificación
dem orada.

184
N o sugiero que la riqueza es la única finalidad, pero, de poder
elegir entre la pobreza y la riqueza, yo m e quedo con la riqueza. Y
aliento a todos a hacer lo m ism o. La verdad es que la m ayoría de
nosotros p od em os optar entre la riqueza y la pobreza.
Pensem os en las relaciones ahora. Pensem os en las personas
que co n o ce m o s que tienen relaciones turbulentas o que n o pue­
den m antener una relación. ¿Están dispuestas a dem orar la gra­
tificación? ¿Ven las relaciones sim plem ente co m o una fuente de
placer? ¿Tienen la irracional expectativa de que una buena rela­
ción n o debería tener problem as? ¿Están dispuestas a anteponer
esa relación a sus program as y placeres personales?
C ualquier sueño que valga la pena exige la gratificación d e­
m orada, y esto se aplica al sueño de una buena relación. Todos
los días se p u b lica n lib ros sobre rela cion es que n os d icen que
salgam os a bu scar lo que querem os. Si ese es el en foqu e que les
dam os a las relaciones, estam os con d en ad os antes de empezar.
La naturaleza m ism a de las relaciones es dar, no conseguir; es
ayudar a o tro en su viaje. Para abordar una relación de esta m a­
nera d e b e m o s p o r lo m en os estar dispuestos a d ejar nuestros
deseos y program as de lado, al p rincipio al m enos. D ebem os es­
tar dispuestos a d em orar nuestra gratificación personal. ¿Signi­
fica esto que siem p re d eb em os rep rim ir nuestros d eseos? De
n in gu n a m anera. ¿S ig n ifica qu e siem pre d eb em os d em ora r
nuestra gratificación ? Claro que no. Significa sim plem ente que
habrá m om en tos en nuestra relación en los que debam os d em o­
rar la g ratificación (individual y de pareja) si qu erem os vivir el
sueño de una buena relación, y si deseam os alcanzar algunos de
los o tr o s su eñ os que ten em os c o m o in d ivid u os y c o m o pareja
dentro de la relación.
El cu m plim ien to de nuestros sueños es inseparable de la gra­
tificación dem orada.
La d isp on ib ilid a d y la ca p a cid a d (que es el resu lta do de la
práctica) de d em orar la gratificación es tan im portante para las
relaciones c o m o para cualquier otra área de la vida.
E n ton ces, ¿ c ó m o hacen las personas que dem oran sus grati­
fica cio n e s ? Piensan en la gra tifica ción futura. M ich ael Jordán
n un ca se perm itió olvidar su sueño de convertirse en el m ejor ju ­

185
gador de básquet de la historia. Cuando el entrenam iento se p o ­
nía m uy agotador, Lance Arm strong se recordaba a sí m ism o su
su eñ o de ganar una Tour de France y después otra, y otra más,
hasta el récord de seis. Los hom bres y m ujeres que hacen dinero
n o dejan de pensar en las oportunidades que les dará en el futu­
ro (a ellos y a sus seres queridos) el dinero que están am asando.
Los que son capaces de dem orar la gratificación lo hacen recor­
dá n d ose a sí m ism os la recom p en sa que sus sacrificios les p r o ­
p orcion arán . D em oran la gratificación m anteniendo los ojos fi­
jo s en sus sueños. ¿Q ué otra cosa hacen? Practican y practican.
Practican d em orar la gratificación, de m o d o que gradualm ente
con stru yen una in m u n id ad al dolor. A m ed id a que aum enta su
tolerancia hacia el dolor, son capaces de im pulsarse m ás y más,
crean d o así niveles todavía más elevados de éxito. Por fin, se im a­
ginan lo dulce que será su futura victoria... su gratificación. V i­
ven pensando en su sueño.
El su eñ o les da una ra zón y la in sp ira ción para d em ora r la
gratificación. La m ayoría de las veces, las personas reacias a d e­
m ora r la g ra tifica ción n o tienen un su eñ o para alcanzar p o r el
cual valga la pena dem orar la gratificación. ¿Lo tiene usted?
La gratificación dem orada nos hace pensar en el futuro, y en
las relaciones esto es crítico. Cuando querem os a alguien, pensa­
m os en construir una vida con esa persona y en las apasionantes
posibilidades que nos depara el futuro. Cuando sólo nos interesa
cu m p lir nuestro deseo personal de p lacer y de gratificación ins­
tantánea, n o pensam os en el futuro, ni siquiera pensam os en la
otra persona. Pensam os en el ahora y en nadie m ás que n osotros
m ism os.
Los sueños extienden nuestro h orizon te de tiem po m ás allá
del egoísm o de la gratificación instantánea y hacia un futuro lle­
no de am or, intim idad y respeto m utuo, lo que tod os ansiam os.
Los sueños, un p rop ósito en com ú n y el estar dispuestos a d em o­
rar la gratificación encenderán su relación c o m o n o lo ha hecho
jam ás ningún p lacer de este m undo.

186
CONSTRUYENDO UN FUTURO JUNTOS

Los sueños nos dicen m u ch o sobre una persona, n o s ó lo so­


bre quién es hoy sino sobre quién esa persona desea ser en el fu­
turo. Los sueños nos hablan de los valores de una persona, de lo
que la apasiona y de aquello sobre lo que centra su vida. De m o­
d o que, si estam os d ecid ien d o que querem os pasar la vida con
una persona, saber cuáles son sus esperanzas y sueños a m enu­
do puede d e cim o s algo sobre en quién se convertirá esa persona.
El cuarto nivel de la intim idad se trata d e descubrir los sue­
ños del otro. Saber qué lleva pasión, energía y entusiasm o a la vi­
da de nuestros seres queridos es crucial si querem os desarrollar
un nivel de intim idad profundo.
La razón p o r la que es tan im portante con ocer los sueños de
nuestros seres queridos es que ellos ven sus vidas con relación a
sus sueños, y usted también* Nuestros sueños son las lentes a tra­
vés de las cuales vem os todo. Le doy un ejem plo. Su esposa le di­
ce: "H oy vi un vestido h erm oso en la tienda. Creo que m añana
m e lo voy a c o m p r a r ” . U sted le preguntará cu án to cuesta, a lo
que ella responderá: "D oscientos cincuenta". Es un im porte arbi­
trario y m uchas personas pueden justificar el gasto. Pero puede
que usted se m oleste porque le parecerá un gasto frívolo. Según
c o m o usted lo ve, su esposa ya tiene cincuenta vestidos que no
usa nunca. Pero ese n o es el punto: usted n o se m olesta porque
su esposa quiera un vestido nuevo. El punto en realidad es que
usted quisiera ver ese dinero em pleado en otra cosa, es decir, en
uno de sus sueños.
Su su eñ o p u ed e ser retirarse jov en y viajar c o n su esposa
m ientras los d o s son jóv en es para disfrutarlo. P u ede q u e esté
ah orran d o c o n m u ch o esm ero para cum plir ese sueño, p ero no
se lo c o n tó a su esposa. Puede que haya h ech o alguna alusión,
p e r o ¿se han sen tad o ju n tos los dos, a hacer cuentas y d ecid ir
qué tienen que hacer para volver realidad ese sueño? Adm itam os
que si usted le da a elegir a su esposa entre mi pu ñ ad o d e vesti­
d os nuevos y viajar ju n tos después de su retiro tem p ra n o, creo
que ella optará p o r lo segundo. Si n o lo hace, entonces usted tie­
ne un p roblem a m ayor que el que ella se com pre el vestido o no.

1S7
Los sueños traen claridad y- con cen tración a nuestras relacio­
nes. Si van a con stru ir un futuro ju n tos, tienen que c o n o c e r los
sueños del otro.
En El ritm o de la vida m en cion é m i cu a d ern o de sueños. Mi
cu a d ern o de sueños es un librito parecido a un d iario en el que
a n oto tod os m is sueños, desde lugares que quiero c o n o c e r y c o ­
sas que quisiera tener hasta libros que quiero escribir y virtudes
que quisiera poseer. T odos los días m e tom o el tiem po de hojear
m i cuaderno de sueños, tal vez viajando en un avión, o haciendo
ejercicio en la cinta o acostado en la cam a antes de dormir.
Hay que escribir los sueños, y tenem os que tom arnos un m o­
m en to to d o s los días para record a rn os n u estros su eñ os. De lo
con trario nos distraem os de lo que im porta m ás p or culpa derlas
cosas que im portan m enos.
L o m ism o se aplica a las relaciones. Es m uy fácil dejarse lle­
var p o r la vorágine de nuestra vida cotidiana y olvidarnos de dar­
les a nuestros sueños la atención que m erecen.
¿N o es hora de tener un cuaderno de sueños?
¿N o es hora de tener un cuaderno de sueños de la pareja?
C óm prese un cuaderno para usar c o m o cuaderno de sueños.
La próxim a vez que vea en una revista ese reloj, ese auto, o esas
v a ca cion es que de verdad quiere, corte el aviso y p égu elo en su
cuaderno de sueños. Esos son los fáciles.
¿Y si lo que usted de verdad quiere es un fin de sem ana de
sueñ os? N o unas vacacion es de ensueño, sino un fin de sem ana
co n su pareja para ponerse a soñar en serio.
Yo con sid ero siete áreas de m i vida cu a n d o tengo m is sesio­
nes de sueños: física, em ocional, intelectual, espiritual, p rofesio­
nal, financiera y aventurera.
Sueñe. Considere las siete áreas y hable de cuáles son sus sue­
ñ os en cad a una de ellas. Anote los sueños. H abrá sueños in d i­
viduales y su eñ os de pareja. P ero anótelos, y lu eg o co m ie n ce a
p on er algunas m etas. Las metas son sueños co n un plazo. Consi­
dere ca d a u na de las siete áreas y fíjese algunas m etas c o n un
p lazo a un año.
Una d e las m etas físicas puede ser adelgazar o hacer ejercicio
ju n tos regularm ente. Espero que una de sus m etas em ocionales

188
sea tener una relación buena, y en la parte tres voy a ayudarlo a
definir co n m ás claridad lo que esto significa para usted. Puede
que haga años que quiere leer más, tal vez sea una de sus metas
intelectuales, o tal vez siem pre haya querido volver a estudiar.
Puede que quiera ir a un retiro para explorar un p o c o más su es­
piritu alidad. Esa p u ed e ser su m eta espiritual. Si se ha estado
quejando de que od ia su trabajo, su meta profesional puede ser
cam biar de em pleo. ¿H a estado p osp on ien do ahorrar? Tal vez su
m eta fin an ciera sea form u la r un plan fin a n ciero y em p ezar a
ahorrar. Y en el área de las aventuras, tal vez siem pre quiso ha­
cer rafting, o paracaidism o o aprender a volar.
Lo que tienen los sueños es que, cuanto uno m ás los define,
m ás cerca está de alcanzarlos. Los sueños no se hacen realidad
solitos. Es la gente la que los hace realidad.
Las m etas n os im pulsan. Las m etas sacan a luz lo m ejor de
nosotros. Las metas y los sueños nos desafían a m irar el m undo
y a n o s o tro s m ism os de m anera diferente. Las m etas inundan
nuestras vidas de pasión, p ropósito y energía. Y las metas hacen
tod o esto para nuestras relaciones. No escape más: sueñe, y fíje­
se metas que lo llevarán a cum plir esos sueños.
C om o seres hum anos, estam os m ás vivos que nunca cu an do
cam biam os y crecem os y extendem os nuestros lím ites en nues­
tra bú squ ed a de ser to d o lo que p od em os ser. C om o resultado,
resp on d em os m uy bien a las metas. El arte de fijarse m etas sig­
nifica elegir m etas que sean desafiantes pero p osibles, es decir,
no tan fáciles que n o haya desafío ni tan difíciles que nos desa­
lienten. Si usted tiene un sueño enorm e, puede que deba dividir­
lo en varias etapas, d efin ida cada una de ellas p o r sus p rop ia s
metas m ás pequeñas y m ás m anejables.
T óm ese un fin de sem ana de sueños; si p o r cu alqu ier razón
n o p u ed e irse un fin de sem ana, reserve un par de n och es, o la
tarde de un dom ingo. Y fíjese c o m o meta irse, dentro de un año,
a una nueva “sesión para hacer sueños”.
H aga un plan. Identifique las m etas y los sueños que quiere
alcanzar en los próxim os d oce meses. Algunos sueños llevan más
de un añ o para materializarse, pero defina qué parte de ese sue­
ñ o debe cum plir ese prim er año. Anote el plan. Haga dos copias.

1 89
Lleve una siem pre con sigo de m od o que, cuando tenga un ratito
libre en el m edio de su día, pueda leerlo. Tal vez el últim o día de
cada m es los dos puedan tom arse un m om en to para hablar del
p rogreso que están haciendo.
Si tiene hijos, aliéntelos a soñar; cóm p reles un cu ad ern o de
sueños y tóm ense tiem po, c o m o fam ilia, para anotar los sueños
individuales y para hablar de ellos. Hay algo p o d eroso en ayudar
a nuestros seres queridos a perseguir y cum plir sus sueños.
Con dem asiada frecu en cia vivim os en la fantasía de desper­
tar un día y e n c o n tr a m o s co n qu e to d o es exa ctam en te co m o
siem pre quisim os que fuera. No es así. Usted lo sabe, en lo p ro ­
fu n d o de su ser. Y esa es la diferencia entre un d eseo y un sueño.
Si de verdad quiere in tim id ad c o n sus seres qu erid os, debe
saber qué los im pulsa. En diferentes etapas de nuestras vidas son
distintas las cosas que n os im pulsan, p o r eso es tan im portante
hacer de esto un ejercicio anual co n revisiones regulares durante
tod o el año. Si cuando em pezó a salir c o n su cónyu ge le pregun­
tó cuáles eran sus sueños y n o le ha d ed ica d o m u ch o tiem po al
tem a d esd e en ton ces, p rob a b lem en te d escu b ra que ah ora él o
ella tiene sueños com pletam ente nuevos. Si ese es el caso, perm í­
tame sugerirle que le haga la siguiente pregunta a su pareja c o ­
m o p u n to d e partida para una ren ov a ción de la relación : ¿cuál
de tus sueños se p erdió en el cam in o m ientras y o estaba dem a­
siado ocu p a d o en procu ra de los m íos?

190
C a p í t u l o 11

Sentim ientos: el quinto nivel


de la intimidad

¿ESTÁ USTED DISPUESTO A MOSTRARSE VULNERABLE?

El quinto nivel de la intim idad es el nivel de los sentimientos.


Se defin e a los sentim ientos c o m o "reaccion es em ocion a les” , y
todos los días tenem os miles de ellos. Un cielo despejado cuando
nos despertam os puede causar una reacción em ocional: un sen­
tim iento. Un cielo nublado y gris puede p rovocar un sentimiento
m uy diferente. ¿Cuál fue su última reacción em ocional? ¿Qué es­
tá sin tien d o en este m om en to? A lgunos sentim ien tos vienen y
van y casi n o les prestam os atención. Otros tienen tal fuerza que
pueden apoderarse de nosotros si se lo perm itim os.
C o n o ce r nuestros sentim ientos y com partirlos es parte inte­
gral de la intim idad. El quinto nivel con siste en explorar có m o
nos sentim os c o n respecto a diferentes personas, lugares, cosas y
h ech os y aprender a com partir esos sentimientos d e una manera
que les perm ita a las personas que am am os con ocern os en un ni­
vel m ás p rofu n d o.
En ese nivel de la intim idad nos encontram os cara a cara con
el tem or al re ch a zo del que hablam os en el p rim er ca p ítu lo de
este libro. Los h ech os de nuestra vida dicen algo de quienes so­
m os. Nuestras opin ion es dicen algo de c ó m o hem os respondido
a los h ech os de nuestra vida. Nuestras esperanzas y nuestros sue­
ñ os d icen algo de c ó m o qu erem os vivir nuestras vidas y de las
personas que lu ch a m os p or ser. Cada una de estas cosas revela
a lgo d e n o s o tro s y, en la m edida en que n os d am os a con ocer,
n os m ostra m os vulnerables. N uestros sentim ientos son las ter­
m inales nerviosas em ocion a les que a m en u d o revelan nuestra
fragilidad, nuestra hum anidad, nuestra necesidad de ser abraza­
dos, escu ch ad os y am ados. La revelación de nuestros sentimien­
tos n os deja extrem adam ente vulnerables.

191
El desafío del segundo nivel de la intim idad es: ¿está dispues­
to a avanzar m ás allá del cliché y decir algo sobre sí m ism o? El
desafío del tercer nivel de la intim idad es: ¿está dispuesto a dar a
co n o c e r sus op in ion es y ofrecer el d on de la aceptación a aque­
llos con op in ion es diferentes de las suyas? El desafío del cuarto
nivel de la intim idad es: ¿está dispuesto a hacer a un lado la gra­
tificación instantánea para construir un futuro jun tos?
El desafío del quinto nivel de la intim idad es: ¿está dispuesto
a m ostrarse vulnerable? Si no está dispuesto a bajar la guardia,
quitarse la m áscara, m ostrarse vulnerable y contarle a su pareja
c ó m o se siente en realidad, entonces 110 tendrá intimidad. En ca­
da punto del viaje hacia niveles más y más p rofu n d os de intim i­
dad, hay que p agar un p recio. El p re cio del qu in to nivel es que
nos m ostrem os vulnerables.

V u ln erable p e r o t e r a p é u t ic o

Dar a c o n o c e r nuestros sentim ientos n os vuelve vulnerables,


pero toleram os riesgos para cosechar recom pensas. La recom pen­
sa de volvernos vulnerables es la salud m ental. En el corazón de
cualquier psicoterapia eficaz hay una relación en la cual una per­
sona puede decir cualquier cosa, contarlo todo, y revelar la esen­
cia de su ser, co m o un niño que le cuenta tod o a su madre. ¿No es
esto lo que hacen m illones de personas año tras año con sus tera­
peutas? ¿Podría ser que, si todos tuviéramos aunque fuese una so­
la relación íntima genuina, n o habría necesidad de terapeutas?
Qué h erm oso y liberador ha de ser n o tener nada que ocultar.
Cuando las personas están dispuestas a darse a co n o ce r m utua­
m ente en un espíritu de honestidad, a cep tación y reverencia, se
liberan m utuam ente de la insania de la soledad y el aislamiento.
¿Quién n o quiere una relación en la que pueda decirlo tod o?
T od os tenem os tantas cosas encerradas d en tro de n osotros.
Ese coá gu lo em ocion a l es lo que nos vuelve lo co s. Y causa enfer­
m edades en una m edida en la que, creo yo, todavía n o hem os c o ­
m enzado a com prender. T odos p ercibim os que tenem os algo que
decir, p ero n o sabem os c ó m o decirlo, ni a quién.

192
La in tim id a d es un riesg o. N o debe ser tom ada a la ligera,
p ero debem os tom arla. No hay hom bre ni m ujer que puedan vi­
vir una vida plena sin que al m en os una p erson a lo o la c o n o z ­
ca. La intim idad es un prerrequisito para todos los que quieren
vivir una vida abundante. La única razón verdadera para d e m o ­
rar la b ú sq u ed a aventurera y riesgosa de la verdadera in tim i­
dad es la ausencia de un con fid en te elegido librem ente y m ere­
ce d o r de nuestra confianza.
Pero nos aferram os a la seguridad e idolatram os la seguridad,
olvidando tod o el tiem po el hech o de que la seguridad es m ía ilu­
sión. Uno está a salvo y seguro sólo hasta que deja de estarlo, y
nuestras ilusiones son arrancadas de nosotros rápidam ente y sin
aviso. ¿De qué nos serviría nuestra seguridad si un ser querido o
nosotros m ism os m orim os m añana en un accidente?
Si le diéram os a un niño nonato la elección entre quedarse en
el vientre de su m adre o salir a este m undo extraordinario, el ni­
ñ o elegiría, sin dudarlo, el vientre de su madre. El niño co n o ce el
vientre, y am am os lo que co n o ce m o s. El vientre es seguro, cáli­
do, y el n iñ o piensa que en el vientre tiene tod o lo que necesita.
Si le dan a elegir, y no sabiendo nada de lo que hay fuera del vien­
tre, el n iñ o elegirá el m u n do que con oce.
A veces, cuando se trata de intimidad, som os co m o niños n o ­
natos. N o vem os el m u n d o que nos espera. Después de tod o, sólo
experim entando de verdad la intim idad llegam os a d a m os cuen­
ta de la gran necesidad que, c o m o hum anos, tenem os de que de
verdad se nos escuche, de que se nos tom e en serio, se nos acep­
te, se nos aliente, se nos com prenda. Sólo los que han experim en­
tado el nuevo m undo de la intim idad saben lo im portante que es
ir más allá del m u n do del ser. Incapaces de com pren d er las p o ­
derosas m aneras en las que la intim idad puede m overnos, desa­
fiarnos, energizarnos y liberarnos, casi todos nos aferram os a lo
p o c o que ten em os y n os con v en cem os de que ten em os m u ch o
que perder. M uy a m en u d o, d em asiados de entre n o so tro s nos
co n fo rm a m o s co n las m igajas de la m esa del banquete m ás ex­
quisito de todos los tiem pos, el banquete de la intimidad.
Si n o estam os d isp u estos a abrazar el d esa fío de volvern os
vulnerables, la intim id ad n os evitará hasta que las circun stan-

193
cías o la necesidad n os convenzan de cam biar de idea. La intim i­
dad es inalcanzable para aquellos que se niegan a correr el ries­
go de volverse vulnerables en sus relaciones de nivel superior y,
particularm ente, en su relación primaria.

Ex p r e s ió n salu d able

T odos tenem os una necesidad legítim a de expresar nuestros


sen tim ien tos, p ero hay una serie de fa ctores que con tribu yen
a la sana expresión de esos sentim ientos. C om o co n la m ayoría
de las cosas, puede ayudar que nos preguntem os: ¿quién? ¿qué?
¿d ón d e? ¿ c ó m o ? ¿p or qué?
"¿Q u ién ?” tal vez sea el factor más im portante, pero debem os
com en zar co n "¿p o r q u é?” porque lo que esperam os alcanzar de­
termina tod o lo demás.
Si s ó lo n ecesita m os d ecir algo en voz alta, n os servirá casi
cualquier persona. Es más, si necesitam os decir algo en voz alta,
p od em os ir a una habitación vacía, cerrar la puerta y hablar.
Si necesitam os expresar sentim ientos sobre determ inada per­
sona, en ton ces p robablem en te esa p erson a es la m ás adecuada
para oír lo que tenem os que decir. Pero hay que record ar que, si
nuestros sen tim ien tos son críticos, será m e jo r asegurarnos de
expresarlos c o n el espíritu de ayudar a esa otra p erson a a c o n ­
vertirse en la m ejor versión de sí m ism o.
Pero suponiendo que nuestros sentim ientos son de una natu­
raleza más com p leja e íntim a, y que lo que buscam os en realidad
es alguien que nos escu ch e y trate de com p ren d er lo que senti­
m os, entonces m uy probablem ente nuestra relación prim aria de­
ba ser la depositarla de esta com unicación.
Expresar nuestros sentim ientos a un niño p equeño probable­
m ente n o p rov oq u e la respuesta necesaria para h acernos sentir
que h em os sid o oíd os y com p ren d id os. Sería in ju sto expresar
nuestros sentim ientos sobre un tema delicado a nuestro h ijo ado­
lescen te, que d ifícilm en te pu ed a ap oyarn os c o m o n ecesitam os
que nos apoyen y que puede sentir una carga prem atura p o r la
preocu pa ción de determ inada situación. La persona que en el su­

194=
perm ercado le guarda las provisiones en la bolsa quizá no sea la
persona adecuada, c o m o tam poco el nuevo vecino de enfrente.
El "¿ q u é ? ” es, p or supuesto, enteram ente a nuestro criterio,
aunque cu a n d o expresam os nuestros sentim ientos deberíam os
tratar de usar afirm aciones en prim era persona, que se con cen ­
tren en los h e ch o s (en lo e s p e cífico ). Este es el " ¿ c ó m o ? ” Por
ejem plo, "estoy enojada porque llegaste tarde a casa del trabajo
y n o cenaste co n la fam ilia” . De esta manera, estamos expresan­
d o c ó m o n os sentim os ("estoy en oja d a” ), dando la razón y des­
cribiendo el h ech o que p rov ocó el sentim iento ("p orqu e llegaste
tarde a casa del trab a jo") y exp lican d o el efecto que ese hecho
tuvo sobre su relación ("y 110 cenaste co n la fam ilia” ). También
es im portante notar que, aunque estem os enojados, no tenemos
p or qué elegir expresar los sentim ientos con enojo. Si nos senti­
m os lastim ados, n o debem os tratar de expresar n u estros sen­
timientos de una m anera que lastime al otro, aunque se trate de
la persona que p rov ocó el sentimiento.
Se d ice qu e to d o está en en con trar el m om en to ju sto. Hay
tres m om en tos en los que nadie debería intentar jam ás m ante­
ner co n m ig o una con versación que requiera el m ínim o nivel de
co n c e n tra ció n y aten ción : cu a n d o m e desp ierto p o r las m aña­
nas, cu a n d o llego a la oficin a y cuando llego a casa después de
un viaje. N o necesito horas, apenas diez m inutos, para instalar­
me. Las personas de m i entorno han aprendido a darm e tiem po
antes de pedirm e que atienda cualquier tema que exija una m en­
te clara y m i atención indivisa.
D eb em os ap ren d er cuáles son los m ejores m om en tos para
con versacion es íntim as c o n nuestros seres queridos. A veces el
m om en to puede determ inar que tengam os co n una persona una
com u n ica ción de nivel uno o de nivel cin co. Y así, aunque nece­
sitem os expresar nuestros sentim ientos, d eberíam os evitar re­
d u cir esa n ecesid a d a otra form a de g ra tifica ción instantánea.
De lo contrario, la expresión de nuestros sentim ientos no es más
elevada que la rabieta de un niño en un centro de com pras, o de
un ad olescen te gritando palabras soeces p orq u e ca rece del vo­
cabulario y de la m adurez para expresar genuinam ente sus sen­
tim ientos.

195
Una herram ienta m uy p o d e ro sa p u ed e ser d ecir: “ N ecesito
hablar con tig o unos m inutos en algún m om en to del día". Com o
la otra persona elegirá el m om ento, lo más p robable es que esté
m uy atenta y receptiva. T od o esto es asum iendo que existe respe­
to m utuo entre am bos, y que los dos están tratando de ayudarse
m u tu am en te a con vertirse en la m e jo r versión de sí m ism os.
Cuando n o puede establecerse esa m eta com ú n , la búsqueda de
la intim idad a cualquier nivel es significativam ente más difícil.
E sto n os deja c o n el “ ¿d ó n d e ?". Mi gen era ción pasa tanto
tiem p o en en torn os in u n d a dos p o r una m ú sica en sord eced ora
que n o m e sorprende que m uchos de mis pares, incluso aquellos
que están en relaciones de larga data, tengan p o ca intimidad.
Si qu erem os m antener una conversación que aum ente la inti­
m idad entre n osotros y nuestra pareja, hijo, padre o cualquiera,
en realidad, el lugar d on d e h acerlo n o es frente al televisor, en
un bar d on d e apenas pueden oírse, o en un grupo. Ciertos entor­
nos alientan la intim idad; son p or lo general lugares tranquilos
donde u n o puede pasar un rato con el otro sin que otras perso­
nas interrum pan.
A p ren d er a expresar nuestros sen tim ien tos de una m anera
sana lleva tiem po. P ersonas diferentes re a ccio n a n de m aneras
diferentes al “ ¿q u é?” , “ ¿cu á n d o?", “ ¿d ón d e?", “ ¿ c ó m o ? ” y “ ¿p or
qué?” . Parte del p roceso de intim idad es llegar a co n o ce r los m o ­
m entos, lugares y m aneras de com u n icación más efectivas, para
optim izar nuestras probabilidades de una com u n ica ción exitosa
y fructífera.

LOS PASOS DE BEBÉ LLEVAN A UNA SEGUNDA NATURALEZA

Al p rin cip io, com p a rtir nuestros sentim ientos pu ede ser c o ­
m o sacarse una m uela, p ero co n el tiem po se convertirá en un
háb ito y, al final, en una segunda naturaleza. Si estam os real­
m ente atentos el u n o al otro, co n el tiem po com enzarem os a dar­
nos cuenta de que las personas que am am os están sintiendo algo
antes de que n os lo digan, y a veces in clu so antes de que ellas
m ism as lo sepan.

196
C u ando y o tengo algo en m ente o m e siento agobiad o, silbo.
P o r lo gen eral es una m elod ía ligera y alegre, y los que n o m e
c o n o c e n pu eden llegar a pensar: “ H oy está m uy co n te n to ” . Los
qu e m e c o n o c e n bien saben que no. No recu erd o haber d ecidid o
co n s cie n te m e n te que silbaría, y ca si n u n ca m e d o y cu en ta de
qu e lo estoy h acien d o hasta que alguien que m e c o n o c e m e p re­
gu nta: "¿q u é te pasa?". E n ton ces m e doy cuenta de qu e estaba
silban d o. De m anera similar, llegam os a co n o ce r a las personas
qu e n os rod ean y, a m edida que crecem os en la intim idad, nos
d a rem os cuenta de ciertas señales que revelan c ó m o esas perso­
nas sienten.
S ó lo co n la práctica p od rem os d om in ar los diferentes nive­
les de la in tim id ad , y en el ca so d el qu in to nivel esto sign ifica
h acerse de un tiem po regularm ente para expresar nuestros sen­
tim ien tos. Si fuera a d ecirle que es necesario hacer esto al m e­
n os una vez al día, o varias veces al día, m uchos se desanim arán,
p orq u e al p rin cipio la expresión de nuestros sentim ientos puede
p a r e c e r tan p o c o natural e in c ó m o d a . S o s p e c h o que es c o m o
m o n ta r una ola: al p rin cip io da m ied o, pero con el tiem p o uno
se siente m ás c ó m o d o e in clu so se afloja y lo disfruta. (D e más
está d ecir que la intim idad tiene algunas significativas ventajas
s ob re m ontar olas). Ahora bien, puede que usted nunca se sien­
ta c ó m o d o expresando sentim ientos de dolor, pero desarrollará,
d e tod a s m an eras, el c o r a je de exp resarlos. Puede qu e nu n ca
disfrute expresando su en ojo, p ero desarrollará m aneras sanas
de expresarlo.
En el quinto nivel de la intim idad, volvem os a entender la im ­
p orta n cia vital de la acep ta ción desarrollada en el tercer nivel.
La aceptación nos da el coraje de volvernos vulnerables com p a r­
tiendo nuestros sentim ientos. C onfiando en que n o serem os ju z ­
g a d os n i critica d o s sin o acep ta d os p o r quien es s o m o s y p o r
d o n d e estam os en n u estro ca m in o , casi siem p re a brirem os la
p uerta de n u estro cora zón . M antenem os esa puerta tan firm e­
m en te cerra d a p o r m ie d o a la crítica, al ju ic io y al rech a zo. Si
p od em os conven cer a nuestros seres queridos de que los acepta­
m os p o r quien es son , que 110 qu erem os cam biarlos a ca d a m o ­
m ento y que tratarem os de com prenderlos lo m ejor posible, ellos

197
responderán dándose a con ocer, y entonces disfrutarem os, ju n ­
tos, del m isterio de la intim idad.
Con el tiem po, a m ed id a que nos sentim os m ás y m ás c ó m o ­
dos con el otro, a m edida que nos con ven cem os más y más del
, co m p ro m is o del otro, el com pa rtir los sentim ientos com ien za a
fluir de m anera m u ch o más espontánea y a m en u d o sin esfuer­
zo. A hora p od em os sentarnos con la persona que am am os y de-
) cirle: “ ¿Sabes? H oy tuve un día m agn ífico. N o sé p o r qué. Creo
que fue p orq u e había sol, y eso m e hizo sentir m ás alegre, más
vivo. M e p arece que soy m ás feliz los días de s o l” . Es asom bro­
so que a veces algo tan sen cillo c o m o el tiem p o p u ed a afectar
nuestra m an era de sen tir en un día d e term in a d o. O tal vez:
i “ H oy tuve un día m agn ífico. En la reu n ión de p ersonal, el señor
, R ob in son h ab ló del p roy ecto sobre el que estuvo trabajando mi
equ ip o y d ijo que está cam bian d o la industria. N os h izo m u ch o
bien que dijera eso, a m í m e h izo m u ch o bien, y su aliento m e
) p u so de un estu p en d o bu en hum or. Es b u e n o qu e lo re co n o z-
¡ can a u n o ” .
Inversamente, hay algo m aravillosam ente liberador en poder
decir: “ ¿Sabes? H oy tengo un día de los m il d em onios. No sé por
qué, p ero m e siento h orrible” . A veces es m uy saludable aceptar
} nuestros sentim ientos c o m o son en lugar de analizarlos sin fin.
Los sentim ientos no siem pre tienen una razón de ser.
Estas sencillas conversaciones pueden decirles a nuestros se­
res q u erid os tan to sob re quien es s o m o s y lo q u e n os pasa p o r
adentro. Es un m u n d o que nuestros seres qu erid os quieren de-
, sesperadam ente explorar, pero só lo pueden hacerlo si se lo per­
m itim os. Les p erm itim os a nuestros seres q u erid os entrar en
nuestro m u n d o interior mediante la com u n icación . Ellos n o pue­
den leer un libro sob re nuestra vida interior y n o pueden hacer
una visita guiada. N osotros tenem os que contarles.
Im aginem os llevar a un ciego a una galería de arte y tratar de
describir cada obra de arte. N o p od em os decirle: “ Este es un Pi­
c a s s o ” , p o rq u e eso n o transm itiría nada de la apariencia de la
) obra. Tendríam os que describir la altura, el ancho. ¿La pieza es
una escultura, un grabado, una fo to ? Tendríam os que describir
los co lo re s, p ero eso n o ayudará a alguien que siem pre ha sido

198
ciego. D eberíam os describir el arte de m anera que un ciego pue­
da entender. ¿Es cálid o o frío? ¿Cuál es la textura, lisa o áspera?
Del m ism o m od o, necesitam os describir nuestro m undo inte­
rior a las personas co n las que estam os en una relación. N o hay
que dar p o r sen tad o qu e ellos com p ren d en lo que d ecim os.
Cuando se trata de m undos internos, la m ayoría de nosotros so­
m os co m o el ciego al que llevamos a la galería de arte.
Com partir nuestros sentim ientos con otra persona puede ser
una p od erosa liberación. A veces sentim os que un peso físico se
levanta de sobre nuestros hom bros. Cuando el corazón y la m en­
te sufren, el cu erp o grita. Com partir có m o nos sentimos y las ra­
zones p or las cuales nos sentim os así, o com partir c ó m o nos sen­
tim os aunque n o sep a m os p o r qué n os sentim os así, es m uy
saludable física, em ocion al, p sicológica y espiritualmente.
N o p u ed o evitar maravillarme ante la m anera en la que todos
so m o s ú n icos e independientes y, al m ism o tiem po, en nuestra
bú squ ed a de la felicid a d y la intim idad, no p od ría m os ser más
Ínter dependientes. ¿C óm o es que poder decirle a alguien a quien
am am os "H oy estoy m uy con ten to" aum enta nuestra felicidad?
¿P or qué p od er decirle a alguien a quien le im portam os “M e sien­
to tan solo desde la m uerte de m i padre" dism inuye nuestra sole­
dad? N o lo sé y n o im porta. Lo que im porta es que cada vez que
puedo ayudar a aum entar la felicidad de otra persona o a dism i­
nuir la soledad de otra persona, lo hago.
La m ayoría de nuestros sentim ientos son fugaces y sabem os
que en el gran plan de las cosas son prácticam ente insignifican­
tes; dentro de diez años, un sentimiento específico sentido en de­
term inado m om en to probablem ente no sea ni un punto en la pan­
talla de nuestra relación . Pero ser capaz consistentem ente de
expresar estos sentim ientos sí importará. Expresar có m o nos sen­
tim os ayuda a los que nos rodean a co n ocem os. Ese con ocim ien ­
to del otro, obtenido en diminutas porcion es a lo largo del cam i­
no, es lo que da lugar a la intimidad: con ocer y ser con ocid o.

19 9
d iá l o g o s d e s o r d o s

H oy en día las con versacion es son m ayorm ente d iálogos de


sordos. Todos tienen algo que decir, pero nadie quiere escuchar.
O bservam os esto entre m arido y m ujer, n ov ios, p ad res e hijos,
em pleados y jefes, y tam bién lo observam os entre las naciones.
N o p u ed e haber intim idad en un m undo en el que nadie quiere
escuchar.
Cuando una persona con oce a alguien fam oso a quien admira,
cuenta algo p a recid o a lo siguiente: "C o n o cí a la M adre Teresa.
Fue increíble. Le conté lo que estamos haciendo en Connecticut” ,
o “C on ocí al Dalai Lama y le conté d e ../', o "C on ocí al Papa y le di­
je ...” , o "C on ocí al Presidente y le d ije...” o "C on ocí a Nelson Man-
déla y le dije..
Siem pre m e gusta preguntar: “ ¿Y él qué le d ijo a usted?” . Por
lo general el narrador n o pu ede decírm elo, ya sea p orq u e no le
d io al fa m o so en cu estión la m en or o ca sió n de d ecir palabra o
porque estaba tan entusiasm ado con lo que él m ism o iba a decir
que n o escu ch ó.
Si y o tuviera treinta segundos, o tres m inutos, c o n la M adre
Teresa, el Dalai Lama, el Papa, el Presidente, N elson M andela o
cualquiera de los dirigentes m undiales p asados y presentes, n o
perdería el tiem po d icién d oles nada. Querría saber lo que ellos
tendrían para decirm e. Incluso aunque yo disintiera con sidera­
blem ente c o n algunas de sus opin ion es o n o aprobara su estilo
de vida, n o m e cabe duda de que podría aprender de sus extraor­
dinarias experiencias. ¿N os hem os vuelto tan p equ eñ os y egoís­
tas que ni siquiera las inm ensas figuras de nuestra ép oca pueden
decirnos algo que considerem os m ereced or de nuestra atención?
La verdad es, p o r supuesto, que todas las personas que c o n o c e ­
m os, todas las personas qu e cruzan nuestro ca m in o, tienen un
tesoro de experiencia. Aprender a hurgar en ese tesoro de expe­
riencia transform a las conversaciones de intercam bios de trivia­
lidades en m om entos que m odifican la vida.
Tam bién m e asom bra siem pre el hech o de que todo el que c o ­
n o ce a una person a de considerable fam a o estatura, y en espe­
cial a un gran líd er espiritual, sale d icien d o: "E ra c o m o si n o

200
existiera nadie más en el m undo, sólo nosotros dos". En algunos
casos, cre o que este fen óm en o se da porqu e el fa m o so en cu es­
tión tiene una co n ce n tra ció n intensa y, en otros, creo que es el
resultado de que en ese m om ento n o existe nada m ás en el m un­
do para nosotros.
Pero, sea lo que fuere que lo cause, nos gusta m u ch o esa sen­
sación. ¿Cuándo fue la últim a vez que usted hizo sentir así a al­
guien? ¿Cuál fue la última vez que hizo que su pareja (o su hijo)
se sintiera c o m o si n o existiera nadie más que los dos en el m un­
d o? Aprender a escu char le dará el p od er de hacer que los demás
se sientan de esa manera.
E scuchar se ha vuelto un arte perdido. Todos hem os tenido la
siguiente exp erien cia: n os a cerca m os a alguien a quien qu ere­
m os, en quien con fia m os y decim os: "N ecesito hablar sobre un
par de cosa s” . E ntonces com en zam os a explicar nuestro p roble­
ma, p ero a los dos m inutos el otro nos interrum pe diciendo: “Lo
que tienes que hacer e s ...” , o “ ¿N o se te o c u r r ió ..." o “ ¿P or qué
n o h a ces...”
El otro ha asum ido el papel de corrector de problem as. Pero
lo más p robable es que n o n ecesitem os un corre cto r de p ro b le ­
mas. L o que necesitam os es alguien que nos escuche. En m uchos
ca sos, ya sa b em os lo que ten em os que hacer. S ó lo n ecesitá ba­
m os hablarlo co n alguien.
El prim er paso hacia convertirse en un buen oyente gira alre­
d ed or d e la pregunta: “ ¿P or qué esta persona d ice lo que d ice?"
P or lo general, p en sa m os que con vertirn os en un buen oyen te
significa concentrarn os en lo que dice la persona. Pero a m enu­
d o p o r q u é habla es m u c h o m ás im portan te para la c o m u n ic a ­
ción que el con ten id o de lo que dice. Y hasta no saber p or qué al­
guien habla, d eberíam os lim itarnos a perm a n ecer en silen cio y
escu ch ar. Si qu iere q u e le d igam os algo, n os pregu n tará: “ ¿Y?
¿Qué te p a rece?”
El siguiente secreto para ser un buen oyente es que u n o o b ­
tiene algo va lioso escu ch a n d o. A m í m e gusta escu char porque,
cu an d o hablo, no aprendo nada. Yo hablo m u ch o en mi vida p ro­
fesional, y en m i vida personal m e gusta escuchar m u ch o. Escu­
char es lo que alim enta y nutre m i m ente, m e da ideas nuevas y

201
m e ayuda a con tin u a r crecien d o y cam bian do, con virtién d om e
en la m ejor versión de m í m ism o.
En todas las situ acion es hay un gran va lor en escuchar, n o
sólo para la persona a quien escucham os sino tam bién para n o­
sotros. Y sin em bargo, ese valor puede variar en gran m edida de
una situación a otra. Tom em os, p or ejem plo, un hom bre que ba­
ja a una m ina de diam antes. Sabe que los diam antes están allí y
sabe que los diam antes tienen un valor de m ercado. B usca algo
de un valor co n o cid o .
P or o tr o lad o, im agin em os a una m u jer que cam in a p or la
playa una m añana tem prano, buscando conchillas. Es el últim o
día de unas herm osas vacaciones durante las cuales ella y su es­
p oso han reafirm ado sus esperanzas y sus sueños para el futuro,
y ella busca la con ch illa perfecta c o m o recu erdo de este tiem po
pasado jun tos. N o busca algo de "valor c o n o c id o ", sino que más
bien “ encuentra valor” en la form a original de la conchilla. Si eli­
ge una con ch illa pequeña, puede usarla c o m o un lin d o colgante
en una gargantilla, y si elige una con ch illa m ás grande puede
usarla c o m o un elegante pisapapeles. Sea c o m o fuere, la m ujer
encuentra valor.
Cuando escu cham os, la aventura es similar. Por un lado, p o ­
d em os gastar tres días de nuestra vida y m iles de d ólares para
asistir a una con feren cia en la cual algunos expertos nos hablen
de las tendencias futuras de nuestra profesión. En este caso, se­
rem os p arecid os al h om bre que busca el diam ante. P or otro la ­
d o, p o d e m o s gastar una tarde co n nuestra hija adolescente, es­
c u ch a n d o lo que está a co n te cie n d o en su vida. Aquí, nos
parecerem os a la m ujer que busca la conchilla en la playa.
Hay valor en todo lo que dice la gente, en especial cuando las
palabras vienen de alguien a quien querem os y que nos im porta.
In clu so cu an d o estam os en desacuerdo, hay un valor intrínseco
en escuchar. Y cuando más agucem os la capacidad de escuchar,
más intim idad experim entarem os.
Ser un gran oyen te es una h ab ilid a d que to d o s p o d e m o s
aprender. Para la m ayoría de n o so tro s, el m a yor o b stá cu lo es
nuestra im p a cien cia . En un m u n d o de m ensajes instantáneos,
de com pras p o r Internet, de entregas de un día para el siguien­

202
te, de teléfon os celulares, rápidam ente nos im pacientam os con
sistem as más len tos de lo co m ú n y con las person as, quienes,
p o r naturaleza, son más lentas que la tecnología de velocidad de
la luz que nos rodea.
Señalé antes el valor de la virtud en las relaciones explican ­
d o que dos personas virtuosas siem pre tendrán una m ejor rela­
c ió n que dos p erson a s n o virtuosas. Aquí develarem os una de
las im p lica n cia s m uy p rá ctica s de esa idea. D os p erson a s p a ­
cientes necesariam ente tendrán una m ejor relación que dos per­
sonas im pacientes, p orqu e su capacidad de escucharse será ex­
ponencialm ente m ayor que la de sus contrapartes im pacientes.
Por lo tanto, d os personas pacientes experim entarán, casi segu­
ram ente, más intim idad que d os personas im pacientes.
Es im portante recordar que nadie nació paciente. Cuando na­
cem os, todos estam os im pacientes p or el p ech o de nuestra m a­
dre y p or cualquier otra form a de gratificación que necesitam os
o querem os. La paciencia, co m o cualquier otra virtud, se adquie­
re co n la práctica.
Escuchar es un arte que tiene que ver con los detalles. Cuando
escu cham os a alguien, debem os ir de lo general a lo específico.
D ebem os escuchar, claro, el quid de lo que nos dicen y las ideas
generales que se expresan, p ero hay que aprender a escu ch a r
tam bién las palabras utilizadas. Y, cuando se utilizan adjetivos,
hay que tomar especial nota de ellos. Los adjetivos son p o r lo ge­
neral subjetivos. Los adjetivos nos llevan más allá de las ideas que
una persona com parte y nos revelan cóm o se siente esa persona.
Cuando alguien dice: “ El viaje fue aburrido", nos está con tan d o
m ás sobre sus sentim ientos que sobre el viaje. El viaje p u d o haber
sido una maravillosa oportunidad, pero esa persona tal vez ya lo
había hecho. L os sentim ientos son subjetivos, y c o n frecu en cia
los adjetivos revelan los sentimientos que yacen detrás de los he­
chos objetivos. Aprendam os a escuchar los adjetivos.
Otras herram ientas poderosas en el arte de escu char son re­
petir, hacer preguntas y pedir m ás inform ación.
R epetirle al hablante lo que u n o piensa que a caba de d ecir
puede ser una herram ienta m uy útil. Demuestra que estam os es­
cu ch a n d o, que n os interesa, que n os im porta tanto qu e qu ere­

203
m os entenderlo bien y que hem os com prendido. Si n o hem os oí­
do bien, el hablante tendrá tam bién la op ortu n id a d de aclarar­
nos lo dicho.
R epetim os para afirm ar y aclarar, usando frases tipo: “ L o que
te oig o d ecir es q u e ...” , o “M e p areció oírte decir q u e ...” , o “ ¿Lo
que estás d icien d o es qu e..." o “ ¿Entendí bien, que dijiste que... “
o “ ¿Lo que tratas de d ecir es q u e...” .
Las preguntas tam bién son parte integral de escu ch ar. D e­
m uestran la atención y el interés del oyente, al tiem po que p er­
miten la aclaración y la p rofun dización de ciertos puntos.
Por fin, cu an d o escu ch am os a alguien, tenem os que m irar a
esa persona. Cuando estoy hablando p or teléfono, en casa o en la
oficin a, a m en u d o m e es útil cerrar los o jo s para p od er co n c e n ­
trarme en la conversación y que nada a m i alrededor m e distraiga.
Pero m irar es im portante cu a n d o la otra p erson a está presente.
Com o repetir y hacer preguntas, demuestra que estamos atentos e
interesados. No hay que parecer interesado. Si estam os interesa­
dos, com o la noche sigue al día, parecerem os interesados.
La ca p a cid a d de escu ch a r y el g o c e de e scu ch a r son partes
esenciales del desarrollo de la intim idad. E scuchar n o es esperar
con im p a cien cia hasta que nos llegue el turno de hablar. E scu ­
ch a n d o es qu e llega m os a c o n o c e r la h istoria d e los dem ás, la
historia de su vida, sus valores y expectativas, sus opiniones, sus
esperanzas y sus sueños. Quizás, lo m ás im portante, escuchando
llega m os a saber c ó m o sienten los dem ás y p o r qué sienten de
esa m anera.
T od o el m u n d o quiere a un buen oyente. Yo p o r cierto q u e­
rría tener m ás en mi vida.
¿Es usted un buen oyente?

LOS s e n t i m ie n t o s s o n r e a c c io n e s

Los sentim ientos son una parte m aravillosa de la persona hu­


m ana. A m ed id a que nuestras relacion es crecen en intim idad y
com en zam os a form ar el ego colectivo de un equipo, tendem os a
con cen tra rn os m ás y m ás en sentim ientos positivos, que crean

204
unidad, y n o en sentim ientos negativos, que crean separación y
aislam iento. La intim idad n os lleva a con cen tra rn os m ás en la
confianza que en la desconfianza, más en la gratitud que en el te­
ner d erech o, m ás en el recon ocim ien to que en la ira.
El qu in to nivel de la intim idad consiste en sentirse c ó m o d o
co n los p rop ios sentim ientos y aprender a expresarlos ante nues­
tros seres qu erid os. El nivel de sentim ientos adem ás tiene m u­
c h o que ver c o n aprender a escu ch ar a los otros, p ero tam bién
co n aprender a escucharnos nosotros m ism os, lo que nos prepa­
ra para el séptim o nivel de la intimidad.
Los sentim ientos son extraordinarios y resulta fascinante ob ­
servar c ó m o un m ism o h e ch o p u ed e p r o v o c a r tal variedad de
sentim ientos en diferentes personas. A m enudo los sentimientos
ju eg a n un p a p el im p ortan te en nuestras op in ion es, nuestros
valores y nuestras ele ccio n e s; en m u ch os casos, un p ap el p e li­
grosam ente im portante. Los sentim ientos pueden ser profun dos
y perceptivos, c o m o en el caso de la intuición de una madre. Pero
los sentim ientos tam bién pueden ser cegadores y trem endam en­
te lim itadores, c o m o en el caso de las personas que tienen m iedo
de volar y se niegan a tom ar un avión porque una vez vieron una
película en la que había un accidente de aviación.
Lo que es im portante recordar sobre los sentim ientos es que
son una rea cción . T odos reaccion am os de m anera diferente, p e­
ro es im portante saber que esas reacciones han sido con d icion a ­
das en n osotros p o r la experiencia pasada, las creencias de am i­
gos y p a d res y el tem or general al ca m b io que a com ete a la
persona hum ana. Sabiendo que nuestros sentim ientos son reac­
c io n e s p o d e m o s ca p acitarn os para rea ccion a r de m anera d ife­
rente. N o es tarea fácil, p or supuesto, pero hay quienes lo hacen
tod os los días.
Un viaje h a cia la in tim id ad sign ifica tratar de com p ren d er
p o r qué las personas tienen ciertos sentim ientos y p or qué reac­
cio n a n c o m o lo h a cen ante ciertas p erson a s y ciertas situ a cio­
nes. Pero, otra vez, probablem ente descubram os estas verdades
sob re nuestros seres queridos sólo si nos abstenem os de juzgar
sentim ientos o criticarlos. La aceptación es una de las llaves pa­
ra p rofu n dizar la intim idad en el quinto nivel.

205
Las personas desesperadas revelarán sus sentim ientos in clu ­
so sabiendo que serán juzgadas y criticadas. Pero, norm alm ente,
revelam os nuestros sentim ientos sólo en la con fia n za de que se
nos aceptará p o r quienes som os. Estam os dispuestos a volvernos
vulnerables cu an d o creem os que n o serem os ju zgad os ni critica­
dos sino aceptados y escuchados.
Perm itir a nuestros seres queridos que expresen librem ente
sus sen tim ien tos es uno de los m ayores rega los que p o d e m o s
darles. T od os tenem os sentim ientos d esord en ad os o que son el
resultado de paranoias, ilusiones, suposiciones y m alentendidos.
Parece que la m ejor m anera para que la m ente hum ana se libere
de estos es la oportunidad de expresarlos en un entorno de am or
y exento de crítica, a personas que de verdad n os quieren.
Si alguien m e dice lo que sabe, m e entretiene; pero si m e dice
lo que siente, m e seducirá.
C a p í t u l o 12

D efectos, tem ores y fracasos:


el sexto nivel de la intimidad

¡n e c e s i t o a y u d a ! ¡t e n g o m ie d o i ¡m e e q u iv o q u é !

El sexto nivel de la intim idad es el nivel de los d efectos, los


tem ores y los fracasos. Es a m enudo aquí que tenem os que curar
las heridas del pasado. A veces ignoram os esas heridas durante
años y las en con tram os infectadas y supurando. Lim piar nues­
tras heridas pu ede ser una experiencia terriblem ente d o lo ro sa
pero, si querem os recuperarnos y volver a ser fuertes, n o p o d e ­
m os evitarlo.
En el nivel de los sentim ientos (el quinto nivel) nos m ostra­
m os vulnerables, pero en el sexto nos exponem os. El nivel seis es
el equivalente em ocion al de la desnudez. Esta desnudez e m o cio ­
nal es apropiada p o r lo general sólo en nuestra relación prim a­
ria. P od em os exp on em os de esta manera y hasta cierto punto en
algunas de nuestras relaciones de nivel superior, pero obviam en­
te, co n la m ayoría de las personas, corresponde andar p o r ahí en
m alla y no desnudo.
En el sexto nivel de la intim idad finalm ente bajam os la guar­
dia y nos quitam os la m áscara lo suficiente com o para com partir
nuestros d efectos co n nuestra pareja. Nuestra pareja hace años
que co n o ce m u ch os de nuestros defectos, así que el m ero hecho
de qu e a h ora estem os dispuestos a adm itirlos n o p r o d u ce un
p ro g re so tan im p orta n te en la relación . El p rog reso se hace
cu an d o estam os dispuestos a volvernos a nuestra pareja y decir,
honestam ente: “N ecesito ayuda” .
T od os la n ecesita m os. T odos n ecesitam os ayuda, y m u ch os
de n u estros d e fe cto s p u ed en superarse s ó lo cu a n d o recib im os
ayuda en un m o m e n to de debilid ad . La llave, otra vez, es la
a cep ta ción y el con v en cim ien to de que el otro piensa en nues­
tros intereses. Cuando estam os con ven cid os de qu e nuestra pa­

207
reja está d ed ica d a a ayudarnos a con vertirn os en la m e jo r ver­
sión de n osotros m ism os, p od em os desnudar nuestros defectos
y pedir ayuda.
Aquí, en el sexto nivel de la intim idad, tam bién hem os llega­
do p or fin al lugar en el que p od rem os decirle a nuestra pareja:
"Tengo m ied o” .
Tengo m ie d o de que m e dejes. Tengo m ie d o de que no ten­
gam os dinero cu a n d o m e retire. Tengo m ie d o de p erder el tra­
b ajo. Tengo m ied o de que nuestros hijos an den en m alas c o m ­
pañías. Tengo m ied o de que n o vayan a un bu en co le g io . Tengo
m ied o de que se casen m al. T engo m ied o d e la m u erte de mis
padres.
N uestros tem ores son m u ch os y c o m p le jo s, p ero en el sexto
nivel h em os d esa rrolla d o un g ra d o de c o m o d id a d co n nuestra
pareja que nos perm ite expresarlos librem ente. De m anera sim i­
lar, nuestra pareja se da cuenta ahora de que n o es su tarea erra­
dicar esos tem ores, sino cam inar valientem ente ju n to a nosotros.
Es ló g ic o preguntarse p o r qué los tem ores n o fu eron in clu i­
dos en el nivel anterior ju n to con tod os los otros sentim ientos.
La razón es que el m ied o es m u ch o más que un sentim iento; es
un factor determ inante en m uchas de nuestras d ecisiones y una
fuerza m otriz en m uchas otras áreas de nuestras vidas. Por estas
razones, y las otras que descubrirem os a m edida que se desarro­
lle el capítulo, el m iedo se encastra entre los niveles quinto y sex­
to de intimidad.
El tercer com pon ente de este sexto nivel de la intim idad es la
revelación de nuestros fracasos. Para m uchos d e nosotros, esta es
una le cció n de historia. Probablem ente nuestra pareja ya tenga
unos bu en os veinte o treinta años de historia antes de c o n o c e r ­
nos. Y la m ayoría de n osotros hem os tenido fracasos significati­
vos para cu a n d o c o n o c e m o s a la p erson a c o n la qu e qu erem os
pasar el resto de nuestra vida. Esto 110 quiere d ecir que todos ten­
gam os grandes secretos vergonzosos, sino que todos tenem os fra­
casos en nuestro pasado. Y si m iram os c o n atención descubrire­
m os que esos fracasos están afectando nuestro presente.
El sexto nivel de la intim idad tiene que ver c o n adm itir quie­
nes som os, quienes fuim os, de qué som os cap aces y c ó m o hem os

208
fracasado. El viaje a través de los prim eros cin co niveles de la in­
tim idad nos da fuerza y nos libera para que podam os decir: "¡M e
eq u iv oq u é!". Este es un significativo avance en cu alq u ier rela­
ción , porqu e si som os incapaces de decir que nos hem os equivo­
ca d o en el pasado, es im probable que pod am os adm itirlo cuando
n os equivoquem os en el presente.
La c a p a cid a d de adm itir que n ecesitam os ayuda, qu e tene­
m o s m ie d o o qu e nos h em os eq u iv oca d o es una señal d e gran
m adurez en una persona. La capacidad de aceptar los defectos,
tem ores y fracasos del otro refleja una gran m adurez en una re­
lación.

¿E l e c t o r a c t iv o o v í c t i m a ?

Es im portante tom ar posesión de nuestros defectos, tem ores


y fracasos porque, si n o lo hacem os, nos convertim os en sus víc­
timas. La incapacidad de adm itir que necesitam os ayuda, que te­
n em os m ied o o que n os hem os equivocado retarda el desarrollo
m oral, ético y em ocion a l de una persona.
El acuse recib o de nuestros defectos, temores y fracasos nos
c o lo c a en la situación de ser electores activos. Plenam ente con s­
cientes de que 110 se puede cam biar el pasado, nos enfrentam os a
una e le c c ió n para el fu tu ro. ¿C ontinu arem os p erm itien d o que
nuestro pasado determ ine nuestro futuro o com enzarem os a ha­
c e r e le ccio n e s que p ro d u zca n un futuro más r ic o y m ás abu n ­
dante que el pasado?
C uando digo "m ás rico " n o m e refiero ahora, p o r supuesto, a
algo financiero (aunque las finanzas puedan ser parte de esto) si­
n o a algo m ás divertido y gratificante, rico en tod o el sentido de
la palabra y p o r ende r ico en todos los aspectos de la vida. Muy
especialm ente, quiero alentar esa riqueza en sus relaciones.
Si estu d ia m os h istoria verem os que los héroes, dirigentes,
p ersonajes que se volvieron legendarios, santos y adalides de to­
das las ép oca s fu eron electores activos. No fu eron víctim as. In­
clu s o lo s m ártires religiosos eligieron la m uerte y una vida m e­
jor. N o se pensaron a sí m ism os co m o víctimas.

209
El sexto nivel de la intim idad tiene m u ch o que ver con libe­
rarse de los grilletes del sa crificio y convertirse en un elector
activo. Cuando d ecim os "M i padre m e gritaba m u ch o; p or eso
soy así” , esa es la voz de una víctima, no de un elector activo. To­
dos hem os pasado p or experiencias que nos lastimaron profun­
damente y nos hicieron reaccionar de determinada manera a de­
terminadas situaciones. Pero podem os cambiar. Esa es la gloria
de la persona humana: nuestra extraordinaria capacidad de cam ­
biar, de crecer, de convertirnos en m ejores versiones de nosotros
mismos.
La elección activa es la m anera de ser de todos los grandes
hom bres y mujeres. La excelencia en cualquier cam po se define
por la capacidad que tiene una persona de tom ar decisiones. La
m ediocridad va acom pañada casi siem pre p or actitudes de vic-
timización.
El prim er paso hacia convertirse en un elector activo es to­
mar posesión de nuestros defectos, temores y fracasos.

E l LADO OSCURO

En el sexto nivel de la intimidad descubrim os que todos tene­


m os un lado oscuro. Todos pensamos, decim os y hacem os cosas
inconsistentes con esa imagen de persona que la mayoría de los
demás creen que som os y con la persona que tratamos de ser. To­
dos pensamos, decim os y hacem os cosas inconsistentes con nues­
tros valores y creencias básicos y con la filosofía de vida que tra­
tamos de seguir.
La palabra clave en todo esto es “ tratamos". Tratamos de con ­
vertirnos en la m ejor versión de nosotros m ism os. La gente me
acusa a m enudo de ser un hipócrita cuando se encuentran con
alguno de mis defectos. "¿C óm o puedes hablar y escribir sobre
convertirse en la m ejor versión de ti m ism o y luego haces eso?",
me dicen.
Pero el m ensaje es que debem os esforzarnos p o r convertir­
nos en la m ejor versión de nosotros m ism os, n o que yo soy la m e­
jo r versión de m í m ism o y que tú también deberías serlo. Ese es­

210
fuerzo es lo que nos trae a la vida; es tratando que descubrim os
nuestra pasión y nuestro propósito en la vida.
La pregunta que se desprende naturalmente de lo anterior es:
¿cuándo sabré que soy la m ejor versión de mí mismo? Uno no se
despierta un día y descubre que de pronto es la m ejor versión de
uno m ism o y que la tarea está cumplida. Cuando miramos hacia
atrás en la vida, o hacia cualquier día en particular, p robable­
m ente haya m om entos sobre los que podem os decir: "Cuando hi­
ce eso fui la m ejor versión de mí m ism o” . Probablem ente tam­
b ién haya una serie de m om entos en los que sabem os que no
fuim os la m ejor versión de nosotros m ism os. En un m om ento
p od em os ser nuestro m ejor ser y al instante siguiente podem os
abandonar ese m ejor ser. Lo que anima a la persona humana es
la lucha p or ser todo lo que p odem os ser. Lo que nos insufla el
entusiasmo vital es el intentarlo.
El p u n to es el siguiente: todos tenem os un lado oscu ro. Yo
también.
Así que todos tenem os un lado oscu ro y todos sabem os que
todos tenemos un lado oscuro, pero la mayoría de la gente va por
la vida haciendo com o que no tiene un lado oscuro. Este es uno
de los grandes juegos que jugam os en nuestras interacciones so­
ciales con los demás. En un m undo en el que nadie se considera
m ediocre y que la mayoría se considera m ejor que casi todos los
demás, ¿es de asombrarse que tengamos problemas para relacio­
narnos entre nosotros?
Este es el ejem p lo más sencillo. Si tom am os cien personas
y les p ed im os que levanten la m ano los que se con sideren ex­
celentes con d u ctores, más de ochenta levantarán la m ano. Si
después p ed im os que levanten la m ano los que se con sideren
c o n d u c to r e s s ó lo co r re c to s , verem os que levanta la m an o
el re sto de las cien p erson a s. Si le p ed im os al m ism o gru p o
que levante la m ano quien se con sidere m al con d u ctor, nadie
lo hará.
A veces hago este ejercicio en algunos de mis seminarios. Pe­
ro todos sabem os que el 80% de las personas no pueden ser exce­
lentes con d u ctores y que una parte im portante de las cien han
de ser m alos conductores. Es una realidad estadística, ¡aunque

211
también puede ser que mis seminarios atraigan sólo a excelentes
conductores!
Vivim os dentro de nuestros autoengaños, qu e distorsionan
nuestro carácter; la intimidad viene a librarnos de estos engaños
y de esas distorsiones. Pero para que la intim idad pueda hacer
su tarea, debem os estar dispuestos a admitir nuestra oscuridad.
De lo con trario seguirem os ocu ltan d o nuestro lado oscu ro, y
cuanto más lo ocultem os más p oderoso será. Cuanto más trate­
m os de ocultar nuestro lado oscu ro, más p o d e r tendrá sobre
nosotros.
Es un p o c o com o el alcoholism o. M uchos alcoh ólicos tratan
de ocultar su problem a y, cuanto más tratan de ocultarlo, más
poderoso se vuelve. Y no sólo eso, sino que cuanto más ocultan
su alcoholism o, más poder tiene sobre ellos. Con el tiem po, c o ­
m ienzan a vivir sus vidas alrededor de la bebida. Planean su
tiem po sobre la base del próxim o trago.
N osotros tam bién com enzam os a vivir alrededor de nuestra
oscuridad. Comienza a guiar nuestras vidas. Com enzam os a pla­
near nuestros días, semanas, meses y vidas alrededor de nues­
tros defectos, nuestros temores y nuestros fracasos. Hasta que la
oscuridad paraliza nuestra vida, hasta que nuestra vida se vuelve
inmanejable.
Todos tenem os adicciones, ansias, deseos desordenados y un
egoísm o incesante, todo lo cual constituye nuestro lado oscuro.
Esto puede ser las cadenas del pasado o las llaves de un futuro
más rico y más abundante. La elección es nuestra.
Lo genial de la intim idad es que, cu an d o sacam os a la luz
nuestro lado o scu ro en el contexto de una rela ción llena de
amor, nuestra oscuridad pierde su poder sobre n osotros. La os­
curidad no soporta la luz del amor. La intim idad nos tomará de
la m ano y nos guiará a través de las estancias oscuras de nuestro
pasado y de nuestro presente. La intim idad tiene la fuerza de li­
berarnos de nuestros defectos, temores y fracasos.

212
TODOS TENEMOS UN PASADO

Hay un dicho en los círculos cristianos que dice que todo san­
to tiene un pasado y tod o pecador un futuro. Algunos de los más
grandes santos del cristianismo han tenido pasados muy colori­
dos. El-más fam oso p or la naturaleza descarriada de su adoles­
cencia y su juventud fue Agustín, que de joven no practicaba nin­
guna religión, tenía de amante a una m uchacha de quince años y
fue padre de un niño antes de convertirse en sacerdote y más tar­
de en obispo. En sus Confesiones, consideradas m undialm ente
una obra maestra literaria tanto p or sus notables reflexiones teo­
lógicas c o m o p o r su m oderna p ercep ción p sicológica, escribió
con total franqueza sobre su juventud libertina. Todos tenemos
un pasado; todos hem os hecho cosas que desearíamos no haber
hecho. Esto p or sí solo debería alcanzar para im pedirnos juzgar
a los demás p or las m anchas en su propio pasado.
Hace un par de años, un buen am igo m ío se casaba. Es una
de las personas más honestas que he tenido el p lacer de co n o ­
cer y su esposa también es una excelente persona. Eran muy fe­
lices y yo era muy feliz p or ellos. Pero, a m edida que se acerca­
ba el día de la boda, se toparon con una especie de barrera. Mi
am igo m e llam ó un m es y m edio antes de la boda y m e di cuen­
ta p or su voz de que las cosas no iban del todo bien, así que le
pregunté qué ocurría.
El tema se resum ía a lo siguiente: él había tenido una juven­
tud libertina, nada dem asiado espantoso pero definitivamente li­
bertina com parada con la de su novia. Entre sus hazañas conta­
ba con una serie de encuentros sexuales, mientras que su novia
se había m antenido virgen para el m atrim onio. Los dos habían
hablado de sus historias sexuales al principio de la relación, y mi
am igo había sido h onesto con su novia, pero, a m edida que se
acercaba la fecha de la boda, el tema se volvió importante.
Finalm ente, me p id ió que hablara con ella, lo que h ice con
sum o gusto. Resultó que ella tenía muchas y variadas preocupa­
ciones: tenía m iedo de no estar a la altura de las expectativas de
él y se preguntaba cóm o podía ser que los valores de él pudieran
haber sido tan diferentes en ese período de su vida. Traté de es­

213
cucharla y, cuando ella me preguntó qué pensaba yo de la situa­
ción, le respondí: “Si lo amas p or la persona que es hoy, tendrás
que darte cuenta de que todas sus experiencias del pasado son
las que lo convirtieron en la persona que es hoy. Si no hubiera te­
nido esas experiencias, no sería la persona que es. Si ha crecido
gracias a esas experiencias, entonces es m ejor persona gracias a
esas experiencias, pero no puedes elegir en el pasado de una per­
sona entre las cosas que te gustan y las que no te gustan. Por in­
cóm oda que te sientas con esos aspectos de su pasado, ellos son
los que han contribuido a hacer de él el hom bre cálido, afectuo­
so, sensible y cariñoso que es hoy” .
Al fin le pregunté si ella n o tenía nada en su pasado que de­
searía no haber hecho. Se ruborizó- Todos tenem os un pasado.
Una parte muy im portante del sexto nivel es aprender sobre
la historia de otra persona. ¿Debemos contarlo todo? No necesa­
riamente, y p or cierto no cuando haciéndolo causaríam os un da­
ño a esa persona o a otros. A veces basta con describir vagamen­
te ciertos aspectos de nuestro pasado, si dem asiados detalles
causarían d olor a aquellos a quienes amamos. Pero debem os ha­
cer un intento honesto p or com partir nuestra historia, nuestra
historia personal, lo buen o y lo m alo, con nuestras parejas. La
intimidad, con ocer y ser con ocid o, es infinitam ente nutritiva de
esta manera.
Para alentar a nuestros seres queridos debem os tener sumo
cuidado de no juzgar su pasado, es más, debem os tener sum o cui­
dado de no aparentar siquiera que lo juzgam os. Si hacem os que
alguien sienta vergüenza o culpa p or su pasado, no nos m erece­
m os su intimidad. Esas personas ya se avergüenzan de sus erro­
res, com o nos avergonzamos nosotros de los nuestros. No es ne­
cesario recordárselos.
Cuando m e sorprendo con actitudes o pensam ientos críticos
siempre m e recuerdo que, si yo tuviera la experiencia de vida y la
educación (form al o inform al) de la otra persona, probablem en­
te habría hecho las mismas cosas, y tal vez cosas peores. No hay
lugar para la crítica en la intimidad.
D eberíam os record ar que, cualquiera sea el pasado de una
persona, nuestro papel es ayudarla a con stru ir su futuro. En

214
nuestra búsqueda com ún p or convertirnos en la m ejor versión
de nosotros mismos, nunca debemos permitir que nuestro pasa­
do determine nuestro futuro.

Pe r d ó n

Esto nos trae a uno de los temas más difíciles de la psiquis y


el espíritu hum anos. Aprender a perdonar a los que nos han he­
ch o daño es d ificilísim o para la m ayoría de nosotros. Pero las
ideas que acabo de expresar pueden ayudarnos a liberarnos del
espíritu destructivo del rencor.
El ren cor es co m o beber veneno y esperar que se m uera el
otro. El ren cor esclaviza el espíritu hum ano. El rencor es el la­
drón que, desde nuestro pasado, nos roba el futuro.
He pensado m ucho en el perdón; no sé si hay un consejo rá­
pido o una respuesta fácil al rencor que a m enudo encontramos
en nuestros corazones. Pero sospecho que la clave para p erdo­
nar a otros es darnos cuenta de que todos hemos necesitado ser
perdonados alguna vez.
El perdón es un com pon ente clave de cualquier relación. A
m edida que adquirim os más y más conciencia de nuestras p ro­
pias limitaciones, tendemos a volvernos más y más tolerantes de
las lim itaciones de los demás. A m edida que m aduram os así,
nuestro conocim iento de nosotros mismos da lugar a una capaci­
dad y una disponibilidad más espontáneas para perdonar a los
demás. (A veces el obstáculo real no es la incapacidad de perdo­
nar a los otros sino nuestra renuencia a perdonarnos a nosotros
m ismos).
La capacidad de perdonar es señal de m adurez espiritual y
em ocional y también lo es la capacidad de pedir perdón a nues­
tros seres queridos. Y si bien es importante para nuestro propio
desarrollo aprender a perdonar a los demás, no significa necesa­
riamente que debam os continuar una relación con alguien que
nos ha hecho m ucho daño.
Tarde o temprano, el perdón se convierte en un tema im por­
tante para todos. Esta es sencillamente una de las consecuencias

2 15
de tener seis m il m illones de seres hum anos m aravillosos pero
im perfectos habitando este extraordinario lugar que llam am os
Tierra.

INTIMIDAD Y HUMOR

Se dice que la distancia más corta entre dos personas es el


humor. El hum or es un aspecto poderoso y maravilloso de la per­
sonalidad humana. La risa es uno de los calmantes naturales de
la tensión. La risa eleva la experiencia humana al generar la lige­
reza que n ecesitam os para experim entar la vida y disfrutar de
ella en su m áxim o nivel. Pero tam bién puede haber un lado os­
curo en el humor, y en nuestras relaciones debem os ser especial­
mente cuidadosos de este hum or oscuro.
Nuestra cultura se preocupa p or el hum or sexual y se preocu­
pa p or el sexo. Yo no respeto a los comediantes profesionales que
utilizan las insinuaciones y el hum or sexuales para hacer reír. Es
la form a más fácil del hum or y p or lo general revela falta de ta­
lento. El gran hum or nos da una nueva perspectiva de cosas que
han estado siempre ahí; con mucha frecuencia el gran hum or es
humilde, aunque debemos tener cuidado de no ocultar sentimien­
tos de inseguridad y desprecio por uno m ism o en nuestro humor.
Una de las form as más com unes del h u m or es el sarcasm o,
que puede ser muy destructivo para una relación. Debemos tener
cu id ad o de no usar el hum or para decir cosas que tendríam os
que decir en el curso norm al de una conversación. Siempre hay
una parte de verdad en el humor, y eso es lo que lo hace gracio­
so. Pero debem os tener cuidado de no usar nuestro hum or com o
un c ó d ig o para hablar con nuestros seres queridos. A m enudo
usamos el sarcasm o para decir algo de una manera pasivo-agre­
siva, cuando nos falta coraje para enfrentar un tema de una m a­
nera más madura e íntima.
En m i experiencia, la m ayoría de n osotros n o nos dam os
cuenta de la frecuencia con la que utilizam os el sarcasm o y de
cóm o afecta a los que nos rodean.
El sarcasm o es una herramienta fácil de usar. Una brom a rá­

216
pida puede rom per el hielo durante una presentación, y en este
sentido el hum or es una herramienta muy poderosa en los pri­
m er y segundo niveles de la intimidad. Pero tenemos que consi­
derar el efecto que puede tener el hum or sobre los niveles supe­
riores de intimidad. Muy a m enudo se lo puede utilizar com o una
herramienta despectiva en el tercer nivel de la intimidad (opin io­
nes). Lejos de alentar un diálogo genuino entre dos personas so­
bre sus opiniones diferentes, el humor, y en particular el sarcas­
m o, puede ser una técnica de salida a la superficie, de regresar la
conversación a las aguas llanas y superficiales de los dos prim e­
ros niveles (clichés y datos).
Por sí mismo, el hum or no es ni bueno ni malo. Com o con el
dinero, la televisión, el sexo y la com ida, lo que importa es cóm o
lo usem os. En cada uno de los siete niveles de la intim idad, el
hum or puede ser utilizado para aliviar cierta presión e in co m o ­
didad y así aumentar la intimidad, o puede ser utilizado para evi­
tar la intimidad. Una vez más, la elección es nuestra.
Pero no debem os dejar de lado el aspecto positivo del humor.
El hum or eleva el espíritu humano com o pocas cosas, y el papel
saludable que juega el hum or en las relaciones es poderosísim o.
Poder reírnos de nosotros mismos com o individuos y co m o pare­
jas nos libera de esa vergüenza que a m enudo nos im pide crecer
y prosperar. El hum or puede ser muy liberador para nosotros y
para nuestras relaciones, en especial en m om entos de gran pre­
sión o de crisis.
Hablamos antes de que todas las relaciones tienen problemas
sin resolver y que aprender a vivir con ellos a m enudo determina
si una relación durará o no. M uchas parejas utilizan el hum or
para encarar sus problem as no resueltos. Su hum or no es des­
pectivo ni acusatorio, sino una señal de su aceptación de la otra
persona y de su problem a irresuelto com o pareja.
¿Cuál es el secreto de utilizar el hum or de manera exitosa en
las relaciones? Debem os usar el hum or para aumentar la intimi­
dad y no para evitarla. Usando el hum or para evitar la intimidad
p rov oca m os un cortocircu ito en m uchas conversaciones que
pueden ser difíciles pero que son necesarias para con ocer y para
d am os a conocer.

217
Vivimos en una cultura dom inada por el m iedo, una cultura
que critica los defectos y que no perdona las im perfecciones exis­
tentes en todos nuestros pasados; esto agrega un desafío extra a
nuestros esfuerzos p o r experim entar la intim idad y, al m ism o
tiem po, hace más evidente nuestra necesidad de una intim idad
genuina. El sexto nivel de la intimidad es un aspecto difícil de ex­
plorar en una relación, pero la liberación de no tener nada que
ocultar hace que la incom odidad y el d olor valgan la pena. Para
darnos a co n o ce r debem os quitarnos los fingim ientos de a una
capa p or vez y revelar la persona que en realidad som os.
El sexto nivel de la intimidad, en el que exponem os nuestros
defectos, nuestros temores y nuestros fracasos, revela m ucho 110
sólo de la persona que som os sino de lo que nos hizo llegar a ser
esa persona. También les da a nuestros seres queridos una per­
cepción significativa de lo que necesitamos, y de p or qué lo nece­
sitamos. Este entendimiento de las necesidades mutuas es lo que
nos lleva al pináculo de las relaciones dinám icas, que descubrí-
rem os ahora en el séptimo nivel de la intimidad.

218
CAPÍTULO 13

Necesidades legítimas:
el séptimo nivel de la intimidad

Co l a b o r a c ió n d in á m ic a

El séptim o nivel de la intim idad se alcanza cuando nuestra


búsqueda de con ocer y darnos a conocer se convierte en una ver­
dadera colaboración dinámica. Este último nivel de la intimidad
es el nivel de las necesidades legítimas. Todos tenemos necesida­
des legítimas. Si no com em os, nos m orim os. Si no respiram os,
nos m orim os. Com o hablamos antes, estas necesidades legítimas
son fácilmente com prendidas en relación con el reino físico, pe­
ro tenem os necesidades legítimas en cada uno de los cuatro as­
pectos de la vida: físico, em ocional, intelectual y espiritual.
C on ocer las necesidades legítimas del otro es una parte muy
im portante de nuestra búsqueda por con ocern os m utuam ente
en una relación. Com o individuos, prosperamos cuando satisfa­
cem os nuestras necesidades legítimas. Lo m ism o se aplica a
nuestra pareja, nuestros hijos, padres, amigos y colegas. Tener lo
que querem os no nos hace necesariamente prosperar; lo que nos
hace prosperar es tener lo que necesitamos.
El séptim o nivel de la intim idad no consiste en co n o ce r las
necesidades legítimas del otro sino en ayudamos mutuamente a
satisfacerlas.
Si tenem os una buena relación, ¿se satisfarán siempre nues­
tras necesidades legítimas? No. A veces pasan cosas, y nuestras
necesidades legítimas son las que sufren. Pero esto debería ser la
excepción, no la norma. Cuando nuestras necesidades legítimas
quedan insatisfechas crónicam ente, nos ponem os irritables, an­
siosos, nos sentim os insatisfechos y frustrados. Un individuo y
una relación pueden tolerar estas em ociones estresantes sólo p or
un período limitado.
El séptim o nivel de la intim idad consiste en colaborar de la

219
m anera m ás dinám ica para co n o ce r las necesidades legítim as
del otro y ocuparse de ellas. Se trata de crear, con la persona que
am am os, un estilo de vida que se concentre en el cum plim iento
de las necesidades legítimas, impulsado p o r el entendimiento de
que el cu m p lim ien to de las necesidades legítim as hace que la
persona humana prospere... y que la relación prospere.
Aquí, en el pináculo de nuestra búsqueda de intimidad, pode­
m os com partir nuestras necesidades con aquellos más cercanos
a nosotros. Es conm ovedor ver a una pareja, o a una familia, tra­
bajando juntos para identificar las necesidades legítimas de cada
uno de sus m iem bros y satisfacerlas.
Cuando vem os una relación así sabem os que goza de una
fuerte intim idad. M ediante la aceptación de las opiniones d ife­
rentes y a veces opuestas del otro (tercer nivel), la revelación de
nuestras esperanzas y sueños (cuarto nivel), el hecho de honrar
los sentimientos únicos del otro (quinto nivel) y la conciencia de
los defectos, los temores y los fracasos del otro (sexto nivel), he­
m os aprendido una variedad de maneras de venerar y celebrar la
individualidad de nuestra pareja. Ahora, en el séptim o nivel, m e­
diante el descubrim iento de las necesidades legítim as del otro,
p odem os com enzar a construir un estilo de vida que nos ayude,
a cada uno de nosotros, a convertirnos en la m ejor versión de n o­
sotros m ism os.
¿Usted sabe cuáles son sus necesidades legítimas?
¿Usted sabe cuáles son las necesidades legítimas de su pareja?

LOS CUATRO ASPECTOS

"¿Puede haber m ayor milagro que ver a través de los ojos de


otro p or un instante?” , fue la pregunta que se hizo Thoreau una
vez. Este es precisam ente el m ilagro de que se ocu p a el séptim o
nivel. Vem os p o r los ojos del otro, sentim os p o r el corazón del
otro, entramos en la mente del otro y visitamos el alma del otro.
Aunque esta es apenas la primera etapa de un m ilagro mayor, la
respuesta a la pregunta de Thoreau es "sí". Pues una vez que nos
hem os perm itido experimentar un p oco de vida desde el punto de

220
vista de la otra persona, estamos en condiciones de con ocer sus
necesidades y de ayudarla a satisfacerlas. Este es el cumplimiento
del m ilagro que es el séptim o nivel de la intimidad: con ocer las
necesidades mutuas y responder a ellas de manera dinámica.
Ya hem os tocado la naturaleza de nuestras necesidades legí­
timas com o individuos en cada uno de los cuatro aspectos de la
persona hum ana: físico, em ocional, intelectual y espiritual. Al
com ienzo de la segunda parte hablamos de la idea de necesidad
legítima en su form a más básica, con relación a nuestras necesi­
dades físicas. Si no respiram os, nos m orim os; no nos es difícil
entender esto porque la causa y el efecto son claros. Pero cuando
se trata de nuestras necesidades legítimas en los otros tres as­
pectos (em ocional, intelectual y espiritual), la causa y el efecto
no son tan claros, porque estas necesidades son m ucho más suti­
les que nuestras necesidades físicas.
Entre nuestras necesidades em ocionales legítimas está la ne­
cesidad de tener oportunidades de amar y ser amados. Si no te­
nem os esas oportunidades, no m orirem os com o resultado direc­
to. Los efectos de negarnos nuestras necesidades em ocionales
legítimas son muy sutiles, pero no m enos reales. También tene­
m os una necesidad legítima de expresar nuestras opiniones, de
ser escuchados y de ser tom ados en cuenta, de com partir nues­
tros sentimientos y de ser aceptados com o quienes som os; tene­
m os una necesidad legítim a de intimidad. Si estas necesidades
em ocionales legítimas no son satisfechas, no m orim os, pero con
el tiem po los efectos son reales y demoledores.
Nuestras n ecesidades intelectuales legítim as son in clu so
m ás sutiles y a m enudo m ucho más individualizadas. Pero, en
general, las personas tienen necesidad legítima de una variedad
de form as de estim ulación espiritual que las involucran y las d e­
safían.
Nuestras necesidades espirituales son las más sutiles. Pode­
m os vivir años ignorando nuestras necesidades espirituales y ha­
cer caso om iso de los resultados de esa ignorancia. El efecto es
real, tengamos conciencia de él o no. Nuestras necesidades espi­
rituales básicas son de silencio y soledad. Incluso personas en
relaciones íntimas de una excelente m ecánica necesitan soledad.

221
Y con mucha frecuencia necesitamos silencio y soledad para des­
cubrir nuestras necesidades legítimas en cada una de las cuatro
áreas. Lo más probable es que no descubramos nuestras necesi­
dades más profundas en medio de nuestras vidas atareadas y ver­
tiginosas: se necesita reflexión. El silencio y la soledad son las
condiciones perfectas para esa reflexión.
En las relaciones pronto nos damos cuenta de que nuestras
necesidades legítimas, excepto las más básicas, son diferentes de
las de nuestros seres queridos. Por ejemplo, cuando nos enfren­
tamos a una decisión importante, un hom bre puede necesitar
tiempo solo consigo mismo para sopesar la situación, mientras
que una m ujer puede necesitar tiempo para hablarlo con sus
amigas. Ambas necesidades son legítimas.
Lo que es importante recordar sobre nuestras necesidades le­
gítimas en cada una de las cuatro áreas es que cuanto más cen­
tremos nuestra vida en ellas más prosperaremos, y cuanto más
centremos nuestras relaciones en ellas más prosperarán nues­
tras relaciones.
¿Está prosperando usted? ¿O sólo sobrevive? Si siente que
cumple con los movimientos externos, que "se las arregla", en­
tonces lo más probable es que no esté satisfaciendo varias de sus
necesidades legítimas. Si siente que su relación primaria sobrevi­
ve en lugar de prosperar, existen buenas probabilidades de que
no se concentre lo suficiente en la satisfacción mutua de las ne­
cesidades legítimas.
Si la satisfacción de nuestras necesidades legítimas es tan im­
portante para nuestra felicidad com o individuos y tan importan­
te para nuestra felicidad com o parejas, ¿por qué no nos concen­
tramos más en ellas? La respuesta es que se nos distrae, aunque
tal vez la mejor palabra sea que se nos "seduce” . ¿Qué nos sedu­
ce? Nuestros deseos ilegítimos. La razón es que a veces nuestras
necesidades legítimas parecen algo insulsas y monótonas, mien­
tras que nuestros deseos pueden parecer m ucho más excitantes
y atractivos.

22 2
N e c e sid a d e s l e g ít im a s versu s d e se o s il e g ít im o s

La cultura popular moderna envía el mensaje: “ ¡Salga a sa­


carle a la vida lo que desea de ella!". Este mensaje nos es impues­
to sutilmente y no tan sutilmente todos los días de nuestra vida,
y se nos alienta a aplicarlo en las relaciones, además de en todo
lo demás. Como resultado, millones de relaciones están conde­
nadas desde el primer momento.
La filosofía de obtener lo que uno quiera no puede dar lugar
a ninguna forma de relación significativa o satisfactoria para dos
personas. Sólo puede dar lugar a un cumplimiento egoísta de los
deseos de una persona a expensas de las necesidades legítimas y
reales de otra.
La razón es que todas las relaciones genuinas se basan en dar
y recibir. La idea misma de una relación auténtica presupone que
uno jamás obtendría placer o una satisfacción egoísta a expen­
sas de otra persona. Pero en una cultura que celebra y aplaude el
egoísmo más crudo, ese egoísmo se está convirtiendo en el mo-
dus operandi de más y más personas en su búsqueda de relacio­
nes. De más está decir que su búsqueda está fatalmente defec­
tuosa.
¿Estoy diciendo que no debemos buscar la satisfacción per­
sonal en las relaciones? De ninguna manera. Lo que digo es que
no debemos buscar la satisfacción personal a expensas de otra
persona. Y, para distinguir aún más la cuestión, que deberíamos
estar muy seguros de no confundir satisfacción personal con la
mera satisfacción de placeres momentáneos.
¿Qué se requiere para que una relación se desarrolle, crezca,
florezca y prospere por cualquier período significativo de tiempo?
La respuesta es que debemos apartar el foco de la persecu­
ción de deseos ilegítimos y colocarlo en la persecución de necesi­
dades legítimas. Tenemos que hacer este cam bio com o indivi­
duos así com o en nuestras relaciones.
Hoy en día muy pocos concentran sus vidas en sus necesida­
des legítimas. La mayoría se concentra en la búsqueda de sus
deseos ilegítimos. Se dicen a sí mismos que, cuando tengan sufi­
cientes deseos cumplidos, se sentirán felices, realizados, satisfe­

223
chos. La verdad es que uno nunca tiene suficiente de lo que en
realidad no necesita. Pero igual perseguimos nuestros deseos ile­
gítimos con temerario desenfreno.
Y luego llevamos esa estructura mental enferma a nuestras
relaciones, las que encaramos com o si obtener lo que queremos
fuera la meta. Entonces comienzan los juegos mentales y la lucha
entre nuestros deseos y los deseos de nuestra pareja. Una vez que
este juego comienza, es dificilísimo detenerlo. Usamos la mani­
pulación emocional, el chantaje emocional y muchos otros dispo­
sitivos psicológicos para salimos con la nuestra. Salimos dispues­
tos a ganar, y hemos dispuesto el juego de manera de salimos con
la nuestra. Se trata de cada hombre o mujer p or sí mismos. Es
una guerra entre egos en conflicto. Los egos individuales no tie­
nen la menor oportunidad de formar un ego colectivo en común,
y así se garantiza el fracaso de cualquier intento de intimidad.
Como ya hablamos, las relaciones no consisten en obtener lo
que queremos. Las relaciones son para ayudarnos a convertirnos
en la m ejor versión de nosotros mismos. Los deseos juegan un
papel muy pequeño. Las necesidades, por otro lado, son de máxi­
ma importancia.
Tarde o temprano, todos llegamos a una encrucijada en el ca­
m ino de nuestra vida com o individuos: tenemos que decidir si
basaremos nuestra vida en la consecución de nuestras necesida­
des legítimas o en la consecución de nuestros deseos. Como pa­
rejas tenemos que tomar la misma decisión con respecto a nues­
tras relaciones.
Si elegimos nuestros deseos, entonces estaremos firmando el
certificado de defunción de nuestra relación. Esta puede durar
un año o dos más, puede incluso durar otros diez años. Pero no
prosperará con la búsqueda de los deseos individuales com o fo ­
co. La meta de semejante relación es contraria a la naturaleza
misma de la relación.
Si, por otro lado, estamos dispuestos a hacer a un lado nues­
tros deseos individuales y dar absoluta prioridad a nuestras ne­
cesidades legítimas y las necesidades legítimas de la persona que
amamos, entonces nos encontraremos al com ienzo de lo que po­
dría convertirse en una colaboración dinámica.

2 24
Alejemos la atención de nuestros deseos (que son por lo c o ­
mún egoístas e impulsados por el ego) y enfoquém osla hacia
nuestras necesidades legítimas, y nuestra vida cambiará para
siempre. Cambiemos el foco de la relación apartándolo de nues­
tros deseos individuales y acercándolo a las necesidades legíti­
mas nuestras y de nuestra pareja, y la relación cambiará para
siempre.
Puede que haya notado que hasta este punto casi no he men­
cionado el amor, aunque todo el tiempo he hablado de él indirec­
tamente, p or supuesto. En este punto, quisiera proponer que
consideremos la siguiente pregunta:
¿Qué es el amor?
¿Cómo sabemos cuándo amamos a alguien?
¿Cómo sabemos cuándo alguien nos ama?
El amor es querer y tener y elegir y convertirse. El amor es el
deseo de ver a la persona que amamos y convertirnos en todo lo
que él o ella es capaz de ser y devenir. El amor es querer entregar
nuestros planes, deseos y programa personal, todo por el bien de
la relación. El amor es la gratificación demorada, es placer y es
dolor. El amor es ser capaz de vivir y prosperar separados, pero
elegir estar juntos.
Sabemos que amamos a alguien cuando estamos dispuestos
a subordinar nuestros planes, nuestros deseos y nuestro progra­
ma personal por el bien de la relación.
Sabemos que alguien nos ama cuando él o ella están dispues­
tos a subordinar sus planes, sus deseos y su programa personal
por el bien de la relación.
Por m omentos, tenemos que estar dispuestos a renunciar a
nuestros deseos para que puedan cumplirse los deseos de la otra
persona. A veces incluso podem os tener que renunciar a nues­
tras necesidades reales y legítimas para que se puedan satisfacer
las de esa otra persona. ¿Está usted dispuesto?
¿Está dispuesto a sufrir por amor? ¿Cuánto está dispuesto a
sufrir para tener una relación de verdad estupenda? ¿Está prepa­
rado para abandonar todos sus caprichos, ansias y fantasías pa­
ra ir tras algo más terrenal, algo más simple?
La mayoría de las personas no lo están, y está bien que así

225
sea. Pero jqo podem os esperar beber de las aguas de la verdadera
intimidad, que sacian la sed em ocional, si no estamos dispuestos
a tom ar el arduo cam ino hacia las montañas donde surgen esas
aguas. Si no estamos dispuestos a pagar ese precio, entonces d e­
bem os quedarnos en las ciudades em ocionales y beber agua em ­
botellada. Las fuentes de la intimidad n o son para turistas em o­
cion ales, sino para los com p rom etid os co n c o n o c e r y darse a
conocer.
La intimidad es una experiencia en la cima de la montaña. Su
cum bre es la co la b o ra ció n dinám ica entre dos personas para
lograr que se satisfagan las necesidades legítimas mutuas. Esto
requiere una atención constante. No se puede poner una relación
así en p iloto autom ático. D ebem os aguzar perm anentem ente
nuestra capacidad de reconocer las necesidades de nuestros seres
queridos, incluso cuando ellos no son capaces de expresarlas.

Ap r e n d e r e l l e n g u a j e d e l a s n e c e s id a d e s

Crear com o pareja un estilo de vida que cuide de estas necesi­


dades legítimas no es tarea fácil. La m ayoría de las personas pa­
sa p or m om entos ya bastante difíciles tratando de averiguar cuá­
les son sus propias necesidades legítimas, y m ucho más tratando
de descubrir las necesidades de sus seres queridos. Para avanzar
en la satisfacción dinám ica de nuestras necesidades legítimas te­
nem os que aprender el lenguaje de nuestras necesidades y el len­
guaje de las necesidades de nuestra pareja.
Las personas no siempre dicen lo que quieren, no siempre di­
cen có m o se sienten, y rara vez dicen lo que necesitan. Gran par­
te de nuestro relacionarnos es reaccion an d o entre nosotros y a
las personas, las cosas y los hechos a nuestro alrededor. Cuando
sim plem ente rea ccion am os estam os a la defensiva, y quietos o
retrocediendo.
Lo genial del séptim o nivel de la intim idad es que nos enseña
a actuar en lugar de reaccionar. Esta diferencia pu ede parecer
baladí o simple, pero en el curso de nuestras vidas cotidianas, y
especialm ente en nuestras relaciones, puede tener un enorm e

226
im pacto. Si podem os aprender a hablar y entender el lenguaje de
las necesidades ya no nos sorprenderem os discutiendo o resenti­
dos y en silencio p or nuestra frustración, sino que nuestras con ­
versaciones versarán sobre cóm o en el futuro podem os ayudar­
nos mutuamente a cum plir nuestras necesidades legítimas.
El prim er paso es superar la tonta idea de que nuestras pare­
jas deberían saber lo que necesitamos y cuándo lo necesitamos.
Jim pasó un día difícil. Su jefe vino desde la casa central, es­
tuvo tod o el día en la sucursal, y no hizo más que criticar a Jim y
su m anera de administrar la oficina regional* A lo largo de todo
el día, Jim se sostuvo pensando: “Qué ganas de llegar a casa, c o ­
m er algo rico , y descansar vien do el partido de b é isb o l” . Pero
cuando llega a su casa Susan, su esposa, le anuncia que esa n o ­
ch e van a terminar la lista de invitados para la bod a de su hija.
De inm ediato Jim se pone antipático, m alhum orado, y no co o p e ­
ra. Susan piensa que es p or la lista de invitados, pero, obviam en­
te, no tiene nada que ver con eso.
Jim sabía lo que necesitaba, pero no lo expresó. Habría sido
m uy fácil levantar el teléfon o a m edia tarde y decirle a Susan:
"Mi amor, estoy teniendo un día de locos. Hoy necesito disfrutar
de una com id a tranquila en casa, contigo, y descansar” . De ha­
berlo hecho, su esposa habría estado al tanto de sus necesidades.
Pero sin esa inform ación ella no tiene cóm o saber que él ha teni­
do un día difícil en la oficina.
Cualquier otro día, Jim entra p or la puerta de su casa com o
una tromba, lleno de energía, esperando que Susan esté lista pa­
ra salir los dos a correr con el perro, com o hacen siempre. Pero
ese día en especial ella tuvo una discusión con una am iga y no
tiene ganas de hacer nada más que quedarse sentada y hablar de
su pena. Pero Jim n o tiene m anera de saberlo a m enos que ella
se lo diga. H abría bastado una llam ada telefón ica para decir:
"Jim, necesito hablar contigo hoy cuando llegues a casa. No ten­
go ganas de salir a correr con el perro y n o tengo energía ni para
preparar la com ida” .
Ahora Jim sabe de sus necesidades. “No hay problem a. T o­
m am os algo, charlam os, y después yo preparo algo para comer.
¡O, si tienes ganas, pedim os una pizza!”

227
Estos son ejem plos de necesidades que surgen de las circuns­
tancias, p ero tal vez sea más im portante c o n o c e r y entender
nuestras necesidades diarias.
Las cosas más sencillas pueden afectar radicalm ente nuestra
efica cia en las relacion es y nuestra felicid a d en general. Por
ejem plo, si yo en dos noches seguidas no logro dorm ir och o h o­
ras, m e p o n g o irritable, m alhum orado, me distraigo co n cu al­
quier cosa y, en general, soy ineficiente. Mi necesidad de dormir
es legítima, y mi personal y mis seres queridos saben que no hay
que hacerm e acosta r tarde ni levantar dem asiado tem prano a
m enos que sea absolutamente necesario.
Con los años tam bién he tom ado con cien cia de lo exigente
que es la vida itinerante para mi personal. Se ha vuelto m uy cla­
ro que, cuando el program a es m uy intenso, aumenta la necesi­
dad de m i p erson a l de h acer eje rcicio . Una h ora de gim nasia
con m ucha adrenalina todas las tardes hace toda la diferencia
cu a n d o ya llevam os seis sem anas de gira d an d o con feren cias.
Yo sé que ellos lo necesitan para prosperar y es m i trabajo ase­
gu rarm e de qu e lo tengan, y alentarlos para que se obligu en
a h acerlo cu a n d o tal vez preferirían d orm ir una siesta de una
hora.
Este es el séptim o nivel de la intimidad: conocer, recon ocer y
honrar las necesidades legítimas mutuas. Este es el pináculo de
las relaciones entre m arido y mujer, novios, padres e hijos, em ­
pleado y jefe, y en cualquier otra relación que uno considere m e­
recedora de intimidad.
El séptim o nivel no es para satisfacer las necesidades de su
pareja y olvidarse de las propias. Se trata del ir y venir, a veces
gentil y a veces no tan gentil, de com partir y co n o ce r las necesi­
dades m utuas y luchar p o r satisfacerlas. Este séptim o nivel re­
quiere una con sid era ción que va más allá del com portam iento
im pulsado p or el ego.
Aquí, en el séptim o nivel, vem os la cu lm in a ción de to d o lo
que hem os aprendido y descubierto sobre n osotros m ism os y so­
bre los demás a lo largo del proceso.
El prim er nivel n os enseñó sobre los clichés. En el séptim o
nivel recon ocem os que cuando alguien am ado recurre a los cli­

228
chés, hay algo que no funciona: hay una necesidad, una herida, o
una barrera a la que debem os enfrentam os.
El segundo nivel nos enseñó a honrar la historia personal del
otro, y a tratar continuam ente de aprender más de la vida del
otro antes de que nos con ociéra m os y más sobre el tiem po que
hem os pasado separados desde que nos conocim os.
El tercer nivel nos enseñó a aceptar al otro a pesar de opinio­
nes y expectativas diferentes. Esta aceptación abrió la puerta a
los niveles profundos de intimidad, perm itiéndonos sentirnos c ó ­
m od os com p a rtien d o nuestras esperanzas y nuestros sueños,
nuestros sentim ientos y nuestros defectos, nuestros tem ores y
nuestros fracasos.
La sencillez del m od elo puede ser engañosa, pues p od em os
no darnos cuenta de hasta dónde hem os llegado o cuánto hem os
cubierto en estos siete niveles. Pero la atem poralidad libre que
nos permite m overnos del primer al segundo nivel también enri­
quece cada nivel a lo largo del cam ino.
Compartir nuestros datos e historia personal, lo que nos per­
m ite avanzar m ás allá del aspecto terrenal del segu n d o nivel,
también nos ayuda a com prender algo sobre por qué sentimos lo
que sentim os, soñam os lo que soñam os, tem em os lo que tem e­
m os y necesitam os lo que necesitamos.
El tercer nivel nos enseña a estar de acuerdo y disentir de m a­
neras que llevan vida a nuestras relaciones en lugar de destruir
el entusiasm o y crear resentimiento. La aceptación que destruye
nuestros prejuicios en el tercer nivel nos ayuda a recon ocer que
todos estam os en etapas diferentes del viaje y nos prepara para
am arnos p or quienes som os en este m om ento. Esto nos permite
hacer a un lado nuestros egos individuales y form ar un ego c o ­
lectivo, y entonces com ienza el verdadero viaje juntos.
Al darnos cuenta de que nuestros destinos están conectados,
aprendem os después, en el cuarto nivel, lo importante que es ha­
cer a un lado el deseo egoísta si querem os alcanzar nuestras es­
peranzas y sueños colectivos. Pero también descubrim os la nece­
sidad de las esperanzas y los sueños individuales y cóm o
ayudarnos a alcanzarlos. Más que nada, la sabiduría del cuarto
nivel afirm a que n o se puede alcanzar ningún sueño valioso sin

229
la disponibilidad a dem orar la gratificación en ciertos puntos a
lo largo del cam ino.
La fuerza de ser vulnerable y de aprender a expresar nuestros
sentim ientos de maneras que sean saludables para nosotros c o ­
m o individuos es el don del quinto nivel.
El sexto nivel de la intimidad nos alienta a la sabiduría de ad­
mitir nuestros defectos y fallas de manera de construir un futuro
más rico y abundante. Aquí aprendemos también la im portancia
de perdonar a los demás, aceptar el perdón de los dem ás y p er­
d on am os a nosotros m ismos.
A cada paso a lo largo del cam ino cream os un estilo de vida
más cohesivo, que nos permita prosperar co m o individuos y que
perm ita que nuestras relaciones prosperen. En varios sentidos,
los seis prim eros niveles nos proporcionan las herramientas p a­
ra p o d e r com u n icarn os y participar en la vida del otro de una
manera que verdaderam ente nos ayude a am bos a convertirnos
en la m ejor versión de nosotros mismos.
En el séptim o nivel de la intimidad recon ocem os que lo más
im portante n o es lo que querem os, sino lo que necesitam os. Sólo
entonces, enriquecidos p or la sabiduría del séptim o nivel, deja­
m os activamente de buscar el logro de nuestros deseos ilegítimos
y com enzam os a procurar genuinamente la satisfacción de nues­
tras necesidades legítimas.
Esta colaboración que lleva a dos personas a crear un estilo
de vida concentrado en la satisfacción mutua de las necesidades
legítimas es la encarnación de la intimidad. De espaldas a la filo­
sofía de "¿Q ué hay para m í en esto?” y con los corazones puestos
en la filosofía de “ ¿Cóm o puedo ayudarte a convertirte en todo lo
que has sido creado para ser?” , nuestras relaciones se llenan de
consideración. Y cuando dos personas consideradas se unen p a­
ra honrarse y ayudarse m utuamente, allí encontram os un am or
profu n do y duradero.
A unque en oca sion es son el resu ltado de expectativas
irracionales, la ira, el resentim iento, la insatisfacción y la frus­
tración son a m en u d o señales de que nuestras n ecesida des
no han sido satisfechas. Aprendam os a escu char a nuestra ira,
nuestra fru stra ción y n u estro estrés. Están tratando de d e­

230
cirnos algo. ¿Hay una necesidad legítima insatisfecha gritando
desde ellos?
Los siete niveles de la intimidad constituyen una maravillosa
aventura, que estam os viviendo constantem ente- Cada vez que
entramos en uno de los niveles parece nuevo y diferente, porque
nosotros som os nuevos y diferentes desde la última vez que estu­
vim os allí. Nuestras necesidades cam bian y nuestros sueños
cam bian, nuestros sentimientos y opiniones cam bian y, cuando
lo hacen, el m undo a nuestro alrededor cambia con ellos.
H ay un d ich o del Talmud: "Cada brizna de hierba tiene su
ángel que se inclina sobre ella y le susurra: 'crece, crece'". Eso
es lo que yo espero ser para las personas que amo: un ángel que
da aliento. Eso es lo que espero que los siete niveles de la intimi­
dad sean para m is lectores: un ángel que da aliento. E so es lo
que espero que mis lectores sean para los demás: un ángel que
da aliento.
De vez en cu an d o, todos necesitam os que nos alienten. El
aliento de nuestros seres queridos es lo que nos da coraje cuan­
do tenem os m iedo, esperanza cuando nos sentimos desesperan­
zados, luz cu a n d o p arece que nos dom inará la oscuridad, fe
cuando nos consum e la duda, alegría cuando parece que nos em ­
barga el dolor, y paz cuando la inquietud se ha adueñado de
nuestros corazones.

231
TERCERA PARTE
Ca p ít u l o 14

Las razones por las cuales la gente


no tiene buenas relaciones

¿QUIÉN NECESITA BUENAS RELACIONES?

¿Quién le diría “n o ” a una buena relación? Todos querem os


una buena relación, pero son unos p ocos los que llegan a vivir­
las. Todos los años, decenas de miles de m uchachos sueñan con
jugar al básquet para un equipo de la NBA, pero m enos de un d é­
cim o del 1% llega a cum plir su sueño. A casi tod o el m undo le
gustaría ser m illonario, y un 10% de los norteam ericanos poseen
y controlan el 90% de las acciones de los Estados Unidos.
La prim era vez que leí lo siguiente quedé asom brado. Es la
última línea de lo que se considera la mayor obra de Spinoza, su
Ética. Spinoza fue un filó so fo holandés de origen ju d ío nacid o
en el siglo XVII. Si bien no estoy de acuerdo con todo lo que es­
crib ió, la últim a línea de su obra da una p ercep ción in creíble­
m ente esclarecedora para todos los que luchan p or triunfar en
cualquier cam po:
"Todas las grandes cosas son tan difíciles de alcanzar com o
escasas de encontrar” .
Esta es la gran verdad que a m enudo pasamos por alto cuan­
d o consideram os un triunfo im portante. Es tan difícil alcanzar
una enorm e riqueza c o m o lo es encontrarla: p or eso sólo unos
p o co s las poseen. Un gran talento para el deporte es tan difícil de
alcanzar co m o raro de encontrar: por eso sólo unos p ocos lo p o ­
seen y cientos d e m iles se juntan para m irarlos exhibirlo. Las
buenas relaciones son tan difíciles de alcanzar com o escasas de
encontrar y es p or eso que, si bien a todos nos gustaría tener una,
son tan p ocos los que experimentan en alguna m edida una rela­
ción verdaderamente buena.
Detrás de tod o gran triunfo encontrarem os hom bres y m uje­
res con un m ayor deseo y disciplina que el resto. Una de las razo­

235
nes p o r las que las personas n o tienen buenas relaciones no es
p orq u e n o las quieren, sin o que n o las quieren co n suficiente
fuerza.
Pero n o hay razón para que las personas n o tengan buenas
relaciones. C onsiderem os diez razones. V erem os que son m uy
sencillas, y es precisam ente p o r esto que a m enudo las pasam os
p or alto. Son prescripciones descolocadas a m enudo en el m edio
de una cultura que adora la com plejidad. ¿Necesita su vida más
com plejidad? Nuestras vidas necesitan con desesperación un p o ­
co de sencillez.
M uchas personas dicen que quieren amor, pero de hecho ha­
cen todo lo que está a su alcance para evitarlo. M uchas personas
dicen que quieren intim idad desesperadam ente, pero de hecho
hacen todo lo que está a su alcance para evitarla. M uchas, m u ­
chísimas personas dicen que quieren con desesperación una bue­
na relación, pero hacen todo lo que está a su alcance para evitar­
las o para sabotearlas.
Veamos diez razones p or las que las personas no tienen bue­
nas relaciones:

Las d ie z r a z o n e s

Razón 1: No establecen un Propósito Común

La mayoría de las personas con ocen a alguien, gustan de esa


persona, se enam oran, em piezan a salir y se casan, sin tom arse
un m inuto para hablar o explorar el propósito de su relación. Co­
m o resultado, están constantem ente desorien tados en la rela­
ción, que es permanentemente llevada de un lado al otro p or los
vientos conflictivos y com petitivos de egos individuales y deseos
egoístas.
Nuestro p ropósito esencial es la base sobre la cual construi­
rem os una vida plena de pasión y p ropósito. Estam os aquí para
convertirnos en la m ejor versión de nosotros m ism os. Este p ro ­
p ósito esencial tam bién p rop orcion a el p rop ósito com ú n para
toda relación, que es ayudarse mutuamente a convertim os en la

236
m ejor versión de nosotros m ism os. No interesa que la relación
sea entre m arido y mujer, padre e hijo, amigos, vecinos o un eje­
cutivo de n egocios y su cliente. El prim er propósito, obligación y
responsabilidad de una relación es ayudarnos mutuam ente a al­
canzar nuestro propósito esencial.
“ Lás relacion es más fortalecedoras son aquellas en las que
cada m iem bro de la rela ción eleva al otro a una p osesión más
elevada de su p rop io ser” . Fierre Teilhard de Chardin.

Razón 2: No definen claramente qué hace buena


una relación

Tenem os diferentes visiones y diferentes ideas sobre lo que


hace que una relación sea buena. La mayoría de las personas ja ­
más define qué necesitarían ellas para sentir que tienen una bue­
na relación. C om o consecuencia obvia, nunca encuentran esa re­
lación. Si uno no sabe lo que busca, mal puede encontrarlo. Peor
aún, incluso aunque lo encontrem os, no lo reconocerem os.
A m enudo la relación prim aria de otra persona puede pare­
c e m o s fantástica. Podem os incluso envidiarla en silencio. Pero
la persona a la que envidiamos está insatisfecha, se siente inclu­
so m uy desgraciada. ¿Por qué? Porque todos tenem os visiones
diferentes de lo que se necesita para tener una buena relación.
¿Cuál es su visión de una buena relación?
¿Qué sería necesario para que se sintiera realizado en su rela­
ción?
C uando hago estas preguntas, la m ayoría de las personas o
n o saben o dan una respuesta al azar y superficial. La verdad es
que nunca se han tom ado la m olestia de pensarlo.
"La cosa ya ha tom ad o form a en mi m ente antes de que yo
em p iece. Los prim eros intentos son absolutam ente in sop orta ­
bles. D igo esto porque quiero que sepas que si ves algo que valga
la pena en lo que estoy haciendo, n o es p o r accidente sino p or­
que hay un rum bo y un propósito reales” . Vincent Van G ogh

237
Razón 3: La convierten en un blanco móvil

No hay plan, no hay propósito, sólo un blanco móvil. No hay


posibilidad de encontrar realización en este escenario, sólo insa-
) tisfacción. Cuando no nos tom am os el tiem po de establecer qué
constituye una buena relación, es com o si estuviéram os perm a­
nentemente m irando vidrieras. Llevados p or nuestros caprichos,
ansias, ego e intereses egoístas, nuestra visión de lo que constitu­
ye una buena relación cambia todos los días.
¡ Bajo estas circunstancias, nunca estamos satisfechos, segui­
m os m oviendo los postes del arco y esto p rov oca una inm ensa
insatisfacción en nosotros y una gran frustración en nuestra pa-

f reja. Es com o si estuviéramos jugando al fútbol y justo ensegui-
; da de terminado un juego se moviera una zona. Sería com o si ca-
¡ da vez que uno patea la pelota se cambiaran los postes del arco,
estando la pelota en el aire.
¿Su relación está constantem ente tratando de alcanzar un
blanco móvil?
Por eso es m uy importante dar un paso atrás p o r un m om en­
to, mirar el panoram a com pleto y tom arnos nuestro tiem po para
form ular nuestra \risión de una buena relación.
Be más está decir que siempre seguirem os cam biando y cre­
ciendo, siem pre esforzán don os p or m ejorar, pero tiene que ha­
ber un punto en el que podam os decir: "Tenem os una buena re­
lación ” . Tiene que haber m om entos de celebración a m edida que
nuestras relaciones m ejoran. Tiene que haber m om entos de gra­
titud p o r la distancia que hem os cubierto, p o r los cam bios que
hem os alcanzado. En esos m om entos podem os decir: “ Continue­
m os afinando nuestra relación. Tenemos algo m uy bueno; haga­
m os lo necesario para m antenerlo” .
Sin un p rop ósito claram ente defin ido para la relación, y en
ausencia de un plan, la m ayoría de las personas se encam inan
hacia la desilusión. Sin el fo co que un p ropósito y un plan dan a
nuestras vidas y a nuestras relaciones, la m ayoría de n osotros
nos volvem os irritables, inquietos e insatisfechos. La razón es
que sin un p rop ósito y un plan acordados de com ú n nos d eso­
rientamos y tod o se convierte en un blanco móvil.

238
“Es triste el día en que com probam os que no ha sido un acci­
dente, ni el tiempo, ni la fortuna, sino uno m ism o que se ha m an­
tenido apartado de las cosas", Lillian Hellman.

Razón 4: La hacen parecer imposible

La cuarta razón por la que m uchos no tienen buenas relacio­


nes es que las hacen parecer imposibles- Definen una buena rela­
ción en términos fuera de la realidad, p or ejem plo, que es aque­
lla en la que la pareja no discute jam ás o n o tiene problem as
insoiubles.
L os que tienen esta visión irreal han olvidado que su pareja
es antes que nada un in d ivid u o co n preferencias y op in ion es,
con un p asad o r ic o en experiencias y una educación que pudo
haber sido totalm ente diferente de la suya. Por sobre todas las
cosas, han olvidado que ningún ser hum ano es perfecto ni pro-
gramable.
Si definim os una buena relación com o aquella sin ningún pro­
blem a insoluble, o sin conflicto alguno, entonces nos estamos ex­
poniendo a la frustración y a la desilusión. Podem os convencer­
nos de que nuestra pareja es la causa de nuestra frustración, pero
la causa de nuestra frustración som os nosotros. Nuestra frustra­
ción es el fruto de nuestras expectativas erróneas. Nuestra frus­
tración representa la brecha entre nuestras expectativas irreales y
la realidad imperfecta.
E sforcém onos p or convertirnos en la m ejor versión de n oso­
tros m ism os y esforcém onos p or tener una buena relación, pero
adm itam os en el plan y en la m eta la posibilidad de las maravi­
llosas im perfecciones y lim itaciones de la persona humana.
“ M u ch o talento y m uchas oportunidades se pierden para el
m undo p or falta de un p o c o de coraje. Cada día ve bajar a la tum­
ba a hom bres oscuros cuya tim idez les im pidió hacer ese primer
esfuerzo” . Sydney Smith.

239
Razón 5: No creen

Vivim os en una ép oca en la que m u ch os creen que la fe es


sentimental y p o c o práctica. La verdad es que vivimos p or la fe, y
no podem os vivir m ucho tiempo sin ella. Casi todos nosotros an­
dam os en auto todos los días. Tenem os fe en que las personas
que conducen en dirección contraria se quedarán en su senda de
la calzada. Nuestras vidas están llenas de miles de estas sencillas
creencias, que hacen que nuestras vidas funcionen. Si no creyé­
ramos, si no tuviéramos fe en que los conductores que vienen en
sentido contrario fueran a quedarse de su lado de la calzada, el
m iedo nos paralizaría. El m iedo es la respuesta natural a la au­
sencia de fe y, de hecho, es el resultado de la ausencia de fe.
La quinta razón p or la cual las personas no tienen buenas re­
laciones es que su visión de lo que constituye una buena relación
es tan grandiosa e irreal que nunca llegan a creer que puedan
alcanzarla, de m od o que ni lo intentan. Todo parece dem asiado
difícil, dem asiado elevado y dem asiado lejano. “ ¿Para qué m o­
lestarse?” , nos decim os a nosotros m ism os. Estos son co n fre­
cuencia los cínicos, los escépticos y los críticos.
Cree una visión. Establezca el propósito de su relación. Haga
un plan realista y acordado p or los dos. Crea. Pues sin creencia
jam ás se ha logrado nada bueno.
“La fe es una excitación y un entusiasmo: es una con d ición
de m agnificencia intelectual a la que debem os aferram os com o
a un tesoro... un tesoro que no hay que dilapidar” . George Sand.

Razón 6: Nunca hacen de ella un deber absoluto

Si usted necesitara una buena relación para sobrevivir, la ten­


dría. Si necesitara una relación com o necesita el aire que respira
o el agua que bebe, la tendría en este p reciso m om ento. La m a­
yoría de las personas se interesan más en sim plem ente sobrevi­
vir que en prosperar. La mayoría de las personas tiene lo que tie­
ne que tener, n o lo que querría tener.
La razón núm ero seis es que nunca hacen del tener una bue-

240
na relación un deber absoluto. Si nos tom áram os unos minutos
para sentarnos a escribir todas las maneras en las que una buena
relación nos haría florecer y prosperar, entonces establecer se­
mejante relación se volvería probablem ente significativamente
más im portante para nosotros. Si seguimos sopesando las mane­
ras en las que una buena relación nos transformaría, a nosotros
y a nuestra vida, en algún m om ento llegaríamos a la conclusión
de que debem os tener una buena relación.
Los que nunca reflexionan de esta manera viven su vida pen­
sando o d icien d o: "O jalá tuviera una buena relación” , o "Sería
lindo tener una buena relación”, o "Espero que m e suceda algún
día” . D escriben a los que tienen buenas relaciones com o afortu­
nados. Ellos nunca hacen del tener una buena relación un deber
absoluto.
Las buenas relaciones son tan difíciles de alcanzar com o es­
casas de encontrar. N o se las adquiere p or suerte o por casuali­
dad. No aparecen así co m o así. Las parejas con buenas relacio­
nes deciden que no quieren vivir sin una colaboración dinámica.
Hacen un deber de esto. Valoran su relación por sobre todas las
cosas efímeras y superficiales a las que casi todos nosotros dedi­
cam os tiem po y atención, pues se dan cuenta de que una rela­
ción dinám ica los hace prosperar en el aspecto em ocional de sus
vidas y los alienta y desafía a prosperar en los aspectos físico, in­
telectual y espiritual. Han descubierto su ansia natural de intimi­
dad y viven su sueño de intimidad.
Tenem os las relaciones que debem os tener, n o las que ten­
dríam os que tener o nos gustaría tener. Sólo cuando nos damos
cuenta de que no podem os vivir y prosperar sin una buena rela­
ción com enzam os seriamente a tomar medidas para establecer­
la. ¡Hay que convertirla en un deber!
"Venid al borde”, dijo él. Ellos dijeron: “Tenemos m iedo”. “Ve­
nid al borde”, volvió a decir él. Y ellos fueron. Y él los em pujó... y
ellos v o l a r o n Guillaume Apollinaire.

2 41
Razón 7: No persisten

Algunas personas nunca tienen una buena relación porque


crean un plan irreal. Otras fracasan aunque tengan un plan rea­
lista y la razón es que no persisten.
Todos los años, m illones de personas hacen resoluciones de
Año Nuevo y más del 90% de ellos no cum plen sus resoluciones
ya en el prim er mes del año. Algunos fracasan porque su plan es
irreal, pero la mayoría fracasa porque no persiste. La mayoría de
las personas tiene un sentido bastante claro de qué nuevos hábi­
tos harían una significativa impresión en sus vidas de una m ane­
ra saludable. H acen resoluciones, pero no transform an esas re­
soluciones en hábitos.
No persistimos p or una infinidad de razones, pero p or lo ge­
neral estas se reducen al hecho de que no la querem os con sufi­
ciente fuerza. Posponem os el tener una buena relación. Nos ocu ­
pam os de otras cosas de relativa insignificancia e ignoram os el
plan que hicim os y que nos llevaría a una buena relación.
"N unca c o n o c í un verdadero triunfador que en lo más p ro ­
fundo de su corazón no com prendiera el em peño, la disciplina
que se necesita para ganar” . Vince Lombardi

Razón 8: No tienen responsabilidad

Una parte maravillosa y difícil de la intimidad es hacerse m u­


tuamente responsables. La responsabilidad es m aravillosa p or­
que es una herramienta racional que impulsa a una persona p o ­
derosam ente p o r el cam ino que lleva a la m ejor versión de sí
m ism o. La responsabilidad es un estím ulo m aravilloso para el
m ejoram iento de la persona humana. Ya sea en el cam po del fút­
bol o de las relaciones, la responsabilidad tiene un estilo maravi­
lloso de extraer lo m ejor de las personas. Al m ism o tiem po, la
responsabilidad es un aspecto muy difícil de la intimidad. Se ne­
cesita m ucho am or y coraje para hacer responsable a una perso­
na. Digo “am or" porque la responsabilidad es una de las mejores
maneras de ayudar a los demás a convertirse en la m ejor versión

2 42
de sí m ism os. D igo “ coraje” porque a m enudo es más fácil dejar
pasar una situación en la que una persona ha traicionado o está
a pun to de traicionar su m ejor ser.
La octava razón p or la cual las personas no tienen buenas re­
laciones es que carecen de responsabilidad en sus relaciones. Se
m antienen apartados de los asuntos del otro, p or decirlo de al­
guna m anera. La intim idad es involucrarse, íntim am ente, con
los asuntos del otro.
M uchas parejas form ulan un plan pero fracasan porque no
están dispuestos a responsabilizarse mutuamente p or el plan, o
a ser responsables ellos mismos.
La verdad es que esta es una de las razones más com u n es
p o r la cu a l n o arm am os un plan para em pezar. Un plan trae
co n s ig o la resp on sabilid ad , y la parte egoísta y p erezosa de
cada uno de n osotros desprecia la responsabilidad. La parte p e­
rezosa y egoísta clam a p or espontaneidad y libertad, distorsio­
nando estas m aravillosas cualidades para desviar la responsa­
bilidad, para evitarla.
Hay personas que quieren estar en una relación pero no quie­
ren estar en una relación. Paso a traducir: quieren estar en una
relación pero no quieren intimidad. Quieren la conveniencia y la
seguridad de tener a alguien cerca, porque de lo contrario esta­
rían solos y eso los obligaría a enfrentarse a sus propios seres des­
dichados y patéticos. De m odo que evitan estar solos a toda costa.
En cam bio, ofrecen su ser desdichado y patético a otra persona,
aunque 110 tengan la m enor intención de establecer una verdade­
ra intimidad. Esas personas m uy frecuentemente evitarán y aban­
donarán a cualquiera que intente hacerlos responsables.
Todos necesitam os responsabilidad. Nos mantiene honestos
y saca a la luz lo m ejor de nosotros. Es un prerrequisito para to­
das las relaciones íntimas. Los que evitan la responsabilidad de­
berían ser evitados ellos m ism os en relaciones íntimas.
Sugerí en nuestra conversación sobre cóm o construir un fu­
turo juntos que, luego de haber establecido el propósito com ún,
de formular’ el plan y tener el prim er fin de semana o sesión de
“realización de sueños” , fijáram os una fecha dentro de un año
para evaluar c ó m o vam os. Eso nos hace responsables. Por la

243
m ism a razón, sugerí escribir el propósito, las metas, los sueños y
el pían. Nos hace responsables,
“ Debería ser el esfuerzo de todos facilitar y enriquecer la vida
del otro. De ese m od o cada uno está a salvo. Cada u no siente que
vale la pena; cada uno siente que es necesitado". Alfred Adler,

R a z ó n 9: Se rinden ante los grandes desafíos

Los m om entos de grandes triunfos y celebración rara vez m e­


joran el carácter de una persona. El carácter bueno se form a p or
lo general en el horno de las grandes luchas y los grandes desa­
fíos de la vida, Y lo m ism o sucede con las relaciones. Es fácil es-
tar juntos cuando todo es maravilloso, pero nuestra unión se p o­
ne a prueba cuando los desafíos de la vida golpean a la puerta de
nuestras relaciones.
Hace p o c o desayuné con una querida amiga. Los últim os cin­
co o seis años fueron de un d oloroso crecim iento para ella y su
familia. H ace unos seis años su esposo le c o n fió que odiaba su
trabajo y que sentía que estaba llevando una vida de quieta d e­
sesperación.
Mi am iga había visto cóm o el entusiasm o vital de su esposo
había ido debilitándose en el año y m edio previo a su confesión,
y no le gustaba nada lo que esto estaba p rov oca n d o en la rela­
ción y en la familia. De inmediato lo alentó a buscar otro empleo.
Él lo hizo y pronto encontró uno que, según él, le traería grandes
satisfacciones. Pero casi de inmediato él se dio cuenta de que no
sería dem asiado diferente del que acababa de dejar. Agobiado y
preocu pa do p o r sus responsabilidades financieras -tien en cua­
tro h ijo s- com enzó a perder la esperanza. C om o pareja, lo habla­
ron m ucho, y mi amiga lo alentó a irse en un retiro de fin de se­
mana para pensar tranquilamente en lo que quería hacer.
Cuando volvió, su esposo anunció que quería em pezar un ne­
gocio propio. Siempre apoyándolo, ella lo alentó a hacerlo. Saca­
ron una segunda hipoteca sobre la casa y ella com en zó a traba­
ja r más en su em pleo de tiem po parcial para llevar un p o c o de
dinero extra a la casa durante ese período de instalación. Pero el

244
p eríod o de instalación com en zó a alargarse y alargarse más y
más. Todo el tiempo, la presión financiera oprimía a la pareja. El
esposo pasaba las noches en vela, preocupado. En el m edio del
día, cuando él estaba trabajando y los hijos en la escuela, la es­
posa lloraba sin consuelo, preguntándose adonde irían a parar.
Pero todo el tiem po hablaban del tema, se alentaban mutuamen­
te y se prom etían superar esto y hacer que las cosas se solu cio­
naran.
El n eg ocio nunca pasó de la etapa inicial y el esposo de m i
am iga se en con tró buscando trabajo otra vez. Entonces con si­
guió un em pleo estupendo, en una com pañía estupenda, hacien­
d o algo que le encanta; c o n personas co n las que es un placer
trabajar. Siente que está haciendo algo importante, sus em plea­
dores lo hacen sentir valioso y gana bien. Pero qué viaje ha teni­
do que hacer esa familia.
Durante el desayuno, mi amiga m e dijo: “Estoy tan orgullosa
de él. Tantos hom bres viven toda la vida en ese sufrimiento y no
hacen nunca nada. Pero él tuvo el coraje de rebelarse y m ejorar
su vida. Ha sido difícil, pero lo logram os y yo no cambiaría nada.
Ha hecho de él un m ejor hombre, de nosotros una m ejor pareja
y de la nuestra una m ejor familia” .
A m enudo son los m om entos de m ayor lucha los que nos for­
talecen y fortalecen los lazos de la intimidad. Las parejas que tie­
nen buenas relaciones no son las que nunca experimentan desa­
fíos difíciles, sino las que los enfrentan con valentía.
La novena razón p o r la que las personas no tienen buenas
relaciones es que se rinden cuando se ven frente a grandes de­
safíos.
“ Sé paciente con todo lo que no está resuelto en tu corazón.
Y trata de am ar las preguntas mismas. No busques las respues­
tas que no se pueden dar, porque n o podrías vivir con ellas. Lo
im portante es vivirlo todo. Vive las preguntas ahora. Tal vez des­
pués, gradualmente, sin darte cuenta, vivas hasta un día distante
que traerá la respuesta” . Rainer María Rilke.

2 45
Razón 10: No se capacitan como corresponde

Aprendemos todo de las personas con quienes com partim os


este m undo. Aprendemos a cam inar m irando cam inar a otros.
Aprendemos a hablar oyendo hablar a otros. Aprendemos a an­
dar en bicicleta cuando nos enseñan a andar en bicicleta. Otras
personas nos enseñan, nos dicen qué estamos haciendo mal, y
nos alientan a seguir intentándolo. Este tipo de enseñanza es in­
valorable en cualquier esfuerzo humano. ¿Qué nos hace pensar
que no sería igual de valioso en nuestra búsqueda p or ser parte
de una buena relación?
La última razón p or la que m uchas personas jam ás tienen
una buena relación es que no se capacitan com o corresponde.
Una buena enseñanza está al alcance de la mano de mil dife­
rentes form as y m étodos. A usted se le está enseñando algo en
este preciso momento. Los libros nos cambian la vida. Los libros
ensanchan nuestra visión de nosotros m ismos y nuestra visión
del mundo. Y los buenos libros sobre relaciones nos ensanchan
la visión de la relación.
Quizás usted no siempre tenga tiempo de leer, así que tome
un libro en audio sobre relaciones todos los m eses durante los
próxim os doce. Escuche los libros mientras conduce. Es senci­
llo, es fácil y se asombrará al ver cóm o ese nuevo hábito cambia­
rá sus relaciones. ¿C óm o? No porque los program as de audio
sean m ágicos, sino porque el pensamiento hum ano es creativo:
lo que pensamos se hace realidad. Lo que fuere en lo que usted
concentra su atención aumentará en su vida.
Otra manera de capacitarse es ir a un asesor matrimonial. He
visto que la mayoría de las personas va a un asesor matrimonial
cuando tiene un problem a, y puede que usted no tenga un p ro­
blema. Tal vez allí radique el problema. Tal vez, sólo tal vez, ne­
cesitam os esa valiosa capacitación antes de que sea demasiado
tarde. La mayoría de las personas que ha recurrido a un asesor
matrimonial desea haberlo consultado antes de tener el proble­
ma. Y m uchísimos dicen que nunca habrían tenido el problema
de haber sabido lo que aprendieron con el asesor matrimonial.
¿Usted piensa que los asesores matrimoniales ven a m enudo pa­

246
rejas que quieren mejorar su matrimonio? Casi nunca. La gente
va a un asesor matrimonial cuando está a punto de divorciarse o
cuando ya no soporta estar en la misma habitación con el otro.
Los retiros y los seminarios también son una excelente mane­
ra de exponer su relación a nuevas ideas y enseñanzas. Las ideas
cambian el mundo. Hay una cantidad de ejemplos de esto. Desde
Platón a Aristóteles, desde Einstein a Darwin, las ideas han esta­
do cam biando el m undo y nuestra manera de vivir en él. Las
ideas también nos cambian la vida y las relaciones. Deberíamos
darle prioridad a un constante alimentar y nutrir nuestras men­
tes con grandes ideas. Los retiros y los seminarios son una exce­
lente fuente de nuevas ideas y también un excelente lugar donde
conocer a otros que tratan de mejorarse a sí mismos y a sus rela­
ciones.
Las fuentes más poderosas de capacitación en las relaciones
son otras parejas con buenas relaciones. Aprendem os más de
nuestros amigos de lo que jamás leeremos en los libros. Rodeán­
donos de parejas con buenas relaciones nos exponem os a sus
maneras de relacionarse e interactuar. Estando con parejas con
buenas relaciones aprendemos del amor y la consideración que
nutren la verdadera intimidad. Esto puede significar que tendre­
mos que agrandar nuestro círculo de amistades de manera de in­
cluir parejas mayores que nosotros, pues son estas por lo general
las que han refinado el arte de amar y la alegría de ser amado.
Capacitarse es poderoso en otros aspectos de nuestra vida.
Encuentre un maestro, o varios, para cualquier área de su vida
que quiera mejorar. No m enosprecie a los maestros disponibles
mediante los libros y las cintas, o los presentadores en semina­
rios o retiros. Algunos de sus maestros pueden ser sus amigos o
profesionales. La capacitación es invalorable en nuestra búsque­
da por convertirnos en la m ejor versión de nosotros mismos y 110
debemos ignorar el poder de la capacitación para ayudar a esta­
blecer una buena relación.
"Algún día, después de haber dominado los vientos, las olas, la
marea y la gravedad, conquistaremos para Dios las energías del
amor. Y entonces, por segunda vez en la historia del m undo, el
hombre habrá descubierto el fuego” . Pierre Teilhard de Chardin.

247
INVERTIR Y MULTIPLICAR

Esas son las principales razones por las cuales la mayoría de


las personas nunca tiene una buena relación. Mayormente, son
sumamente sencillas. Lo mismo sucede con lo inverso. Inviérta­
las, y descubrirá diez razones p or las cuales las personas tienen
buenas relaciones.
Razón 1: establecen un propósito común.
Razón 2: definen con claridad qué hace buena una relación.
Razón 3: ácuerdan un plan para establecer una buena re­
lación.
Razón 4: su plan es realista.
Razón 5: creen que pueden alcanzar su objetivo.
Razón 6: hacen un deber absoluto ser parte de una buena re­
lación.
Razón 7: perseveran y persisten.
Razón 8: se hacen responsables de su propósito y su plan.
Razón 9: n o se rinden ante un gran desafío.
Razón 10: se capacitan.

Vaclav Havel, el dramaturgo y activista de derechos humanos


ch eco que llegó a ser presidente de su país, escribió: "Creo que
nada desaparece para siempre, m ucho menos los hechos, p or eso
creo que tiene sentido tratar de hacer algo en la vida, algo más
que aquello que nos reportará obvios ben eficios". ¿Qué puede
ser más m erecedor de su vida que aplicarse a la tarea de con s­
truir un puñado de relaciones verdaderamente hermosas?

248
C a p ít u l o 15

Cómo diseñar una buena relación

LOS QUE NO PLANEAN...

Escribió Napoleón Hill: "Los que fracasan al planear pueden


planear fracasar” . Cuando hablo sobre las relaciones ante públi­
cos del m undo entero, me gusta empezar preguntando: "iQue le­
vanten la mano los que no quieren una buena relación!"
Nadie lo hace.
Las personas quieren buenas relaciones, pero, por todas las
razones que acabam os de ver, millones de personas se encuen­
tran en relaciones mediocres y sedientas de intimidad. A lo largo
de este libro he intentado resaltar la importancia de poner nues­
tro propósito esencial en el centro de nuestra vida y en el centro
de nuestras relaciones. Este es el primero de los factores críticos
para el éxito en las relaciones. El segundo factor de éxito crítico
es form ular un plan. En el capítulo anterior hablamos de la teo­
ría detrás de la form ulación de un plan. En este capítulo me gus­
taría encarar el plan de una manera más práctica y personal.
M ichael Jordán com entó una vez en una entrevista: “ Yo vi­
sualizaba dónde quería estar, qué tipo de jugador quería ser. Sa­
bía exactamente dónde quería ir y me concentré en llegar a ese
lugar” . Detrás de toda gran historia de éxito ha habido un plan.
¿Piensa que Ralph Lauren se pone a cortar tela para su ropa
sin un plan? No. Comienza haciendo dibujos. De los dibujos llega
a un diseño. Del diseño pasa a cortar la tela. ¿Se equivoca? Por
supuesto. ¿Tiene que m odificar el diseño de vez en cuando?
Por supuesto. Los dibujos son su plan.
Rara vez las personas inician una relación para luego rom ­
perla. La gente no se casa para divorciarse. Sospecho que la ma­
yoría de las personas se casa pensando que será para siempre.
Sin embargo, en la actualidad, más de la mitad de los matrimo­

2 49
nios terminan en divorcio o separación. Las personas no fraca­
san porque quieran fracasar. Las personas no planean fracasar,
simplemente fracasan en planear, y los que fracasan ai planear
pueden planear fracasar.
De m odo que, si su intención de tener una buena relación es
seria, debe tener un plan.

LA PAREJA MÁXIMA

Imagine que está otra vez soltero. Si es soltero, no hace falta


que se imagine nada. ¿Cómo le parece a usted que es una buena
relación? La mayoría de las personas no sabe lo que quiere en
una relación, por eso termina con lo que se le aparezca en el ca­
mino. Saber lo que se quiere es crítico para el proceso de form u­
larse un plan.
Ahora bien, m uchos de los lectores pensarán: yo ya tengo una
relación y estoy atrapado en ella, ¿qué sentido tiene imaginarme
que soy soltero? A veces diseñar sin restricciones nos ayuda a ver
lo que es verdaderamente im portante para nosotros, así com o
soñar sin límites nos ensancha el horizonte. De la misma mane­
ra, aunque esté en una relación, imaginar que es soltero le posi­
bilitará ver con mayor claridad lo que busca en una pareja y có ­
m o puede querer transformar su relación existente.
Así que, imaginando que está soltero, escriba todas las cuali­
dades que querría que su pareja ideal tuviera. Con la mente en
su pareja ideal, responda las siguientes preguntas:

¿Cuáles serían los rasgos físicos y el nivel de salud de su


pareja ideal?
¿Cuáles son algunas de las cualidades em ocionales que su
pareja ideal debería poseer?
¿Cuáles características intelectuales debería m ostrar su
pareja ideal?
¿Cuáles creencias y prácticas espirituales debería tener su
pareja ideal?
¿Cuál sería la vida profesional de su pareja ideal?

250
¿Cuáles son sus pasatiempos, intereses, pasiones, valores
y creencias?

¿Con qué se encontró? La mayoría de las personas tiene una


idea muy clara de lo que no quiere pero le es difícil describir lo
que quiere. Pero cuanto más capaz sea de describirlo que busca,
más posibilidades tendrá de traerlo a su relación.
Hay miles de cualidades que puede asignar a su cónyuge
ideal, y nadie las tendrá todas, por supuesto (en especial si usted
anotó 384 cualidades en su lista). Así que el próxim o paso para
diseñar una buena relación es repasar la lista de cualidades que
usted querría en su pareja ideal e identificar las que no son nego­
ciables.
He aquí algunos ejemplos de cualidades que la gente ha p ro­
puesto com o no negociables en su pareja ideal: "integridad", "al­
guien que cuide de sí m ism o” , “una persona que luzca estupen­
damente bien ya esté vestida de lujo o con una cam iseta” ,
“aventurera” , “con sentido del hum or", "activa socialm ente” ,
“culta” , "am plia” , “curiosa” , "espiritual” , “ que sepa escuchar” ,
"que no critique” , “alguien a quien le guste hacer una diferen­
cia” , "una m ujer que quiera ser madre” , “un hombre que quiera
ser padre” , "inteligente” , “habilidoso”, “que le guste la vida al ai­
re libre", “que viva en determinada ciudad".
¡Las posibilidades son infinitas! La pregunta es: ¿qué cualida­
des no son negociables para usted? Haga una lista de las cualida­
des no negociables que buscaría en una pareja si fuera soltero.
¿Se dio cuenta de que cuando piensa en comprar un auto em­
pieza a verlo p or todas partes? Esto sucede porque uno se con ­
centra en ese m odelo, y aquello a lo que le prestam os nuestra
atención m ental aumenta en nuestra vida. Atraemos a nuestra
vida aquello en lo que pensam os. Si pensam os en lo negativo,
atraemos lo negativo. Si pensamos en cosas positivas, atraemos
cosas positivas. Si pensamos en la escasez, atraemos escasez. Y
si pensamos en abundancia, atraemos abundancia. Si pensamos
en todas las cosas que no queremos en una relación, atraeremos
las cosas que no queremos. Si pensamos en lo que buscamos en
una relación, atraeremos el tipo de relación que estamos buscan­

251
do. Por eso es tan importante ser claros con lo que buscamos en
una relación* Hay pocas cosas más poderosas que una visión cla­
ra. Cuando usted sepa lo que busca, se asombrará de la rapidez
con que aparecerá.
Ahora veamos cóm o es para usted la máxima relación.

LA MÁXIMA RELACIÓN

¿Cóm o sería, para usted, la máxima relación? ¿Cóm o se tra­


tarían? ¿Cóm o pasarían el tiempo juntos? ¿Cóm o se harían sen­
tir? Ahora también, cuanto más específico pueda ser, mejor. Las
metas borrosas producen resultados borrosos. Una visión clara
es el primer paso para crear una relación extraordinaria.
Volviendo a nuestro ejem plo de com prar o pensar en com ­
prar un auto. Si usted piensa: “ Quiero com prarm e un auto
nuevo” , no im pulsará a su conciencia a atraer ningún auto en
particular. Las intenciones específicas producen resultados espe­
cíficos. Trate de describir su máxima relación con el mayor deta­
lle posible.
Aquí también hay miles de posibilidades. Para usted, la rela­
ción máxima puede ser una que incluya hacer ejercicio juntos,
cocinar juntos, viajar juntos, hacerse mutuamente responsables,
orar jun tos, sentirse cóm od os expresando afecto en público,
criar hijos, tom ar cursos de verano juntos en una escuela local,
irse de cam pam ento, continuar una tradición familiar el Día de
Acción de Gracias, ir juntos a la iglesia, ayudarse mutuamente a
convertirse en la m ejor versión de sí mismos. No hay límite para
las posibilidades.
De m odo que, luego de diseñar a la pareja máxima, ahora tó­
mese un m om ento para diseñar la reí ación máxima.

LA REALIDAD ACTUAL "

Ahora echem os un vistazo a su relación actual. Si está solo en


este m om ento, puede que quiera hacer este ejercicio pensando

252
en su última relación importante. Si le resulta demasiado d olo­
roso, elija una relación que se encuentre más cómodamente ins­
talada en el pasado.
Es fundamental para este ejercicio que sea honesto hasta la
crueldad consigo m ism o y sobre usted mismo, con su pareja y
con su relación. Pensando en su relación actual, responda las si­
guientes preguntas:
¿Cuáles son las diez mejores cualidades de su pareja?
Describa diez maneras en las que usted querría ver a su pare­
ja convertirse en la m ejor versión de sí misma.
Si pudiera cam biar tres cosas en su relación mutua, ¿qué
cambiaría?
¿Qué efecto tendrían esos cambios sobre su relación?
¿Cree que su pareja está al tanto de la ventaja de cambiar esas
cosas?
¿Habló sobre estas cosas de una manera positiva y proactiva?
Describa diez maneras en las que su pareja querría verlo a us­
ted convertirse en la m ejor versión de sí mismo.
Si su pareja está dispuesta a someterse al proceso de respon­
der también estas preguntas, tendrán la base para algunas con ­
versaciones sumamente saludables. Sugiero que su pareja lea el
libro primero, de manera de que pueda comprender el contexto
de diseñar la relación máxima. Si su pareja no desea cooperar o
es reacia a participar, eso ya dirá algo sobre su com prom iso con
la relación o sobre la manera en que usted se lo ha pedido. Una
vez más, tal vez la sorprendió en un mal momento.

D is e ñ a r una b u e n a r e l a c ió n

Si su pareja está dispuesta a leer este libro y a participar, ce­


lébrelo. Esta es en sí misma una señal de disponibilidad a cons­
truir un futuro más rico y más abundante juntos. En ese espíri­
tu de coop era ción , usted ya está listo para diseñar una buena
relación.
Hasta ahora, hem os lanzado ideas para com prender con un
p oco más de profundidad y conciencia lo que nos mueve, lo que

253
nos impulsa y lo que es importante para nosotros. Ahora pode­
m os pasar a la fase de diseño propiamente dicha y luego a la fase
de planificación e implementación.
Si ya no lo han hecho, consíganse una agenda o diario. Vayan
juntos a la librería, elija cada uno un diario para el otro y sién­
tense en la cafetería a escribir una breve descripción del otro en
la primera página del diario.
Ahora ya están listos para diseñar una buena relación para
ambos.
Si no tiene a nadie, hay un inm enso valor en pasar por este
proceso solo. Le ayudará a aclarar lo que busca y lo que es im ­
portante para usted. Mucha gente pasa años en una relación difí­
cil y desea haber hecho alguna de estas preguntas buceadoras de
almas. A m enudo nuestra sociedad trata a la soltería com o una
enfermedad. No debe sentirse incom pleto o deficiente por estar
solo. Nuestros años de soltería son una gran oportunidad para
desarrollar intimidad con nosotros m ism os, lo que es valiosísi­
m o más tarde en nuestra búsqueda por desarrollar una excelente
intimidad con otra persona. Estar soltero es la oportunidad que
necesitamos para conocernos a nosotros mismos.

Paso I : establecer una meta común

Si pueden acordar que el propósito esencial de los dos com o


individuos es convertirse en la m ejor versión de sí m ism os, en*
tonces debería ser relativamente fácil establecer que el propósito
y la meta com ún de su relación es ayudarse en esa búsqueda. Si
no pueden acordar que su propósito esencial es convertirse en la
m ejor versión de sí mismos, entonces eso en sí m ism o vale una
charla. Esa charla deberá concentrarse en lo que am bos creen
que es su propósito esencial. De allí en adelante deberán avanzar
para establecer una meta clara y com ún para la relación.

254
Paso 2: definir claramente lo que hace
buena una relación

Trabajando con las notas anteriores, hablen de lo que cada


uno cree que son los componentes esenciales de una buena rela­
ción. Sacando lo m ejor de las notas de cada uno, armen una des­
cripción breve y coherente de lo que sería una buena relación en­
tre am bos. En m uchos sentidos, esta es una afirm ación de
misión para su relación primaria. Si se lo hace bien, esta puede
ser una herramienta muy poderosa que ayudará a aclarar las de­
cisiones y les permitirá mantenerse centrados en un objetivo a
medida que pasan las semanas y los meses.

Paso 3; acordar un plan para establecer


una buena relación

Es im portante que su plan sea al m ism o tiem po realista y


mensurable. Por ejemplo, que “No volveremos a discutir nunca
más" no sea parte del plan de acción. Es irreal y puede jugar en
contra del propósito esencial y de la afirmación de misión.
También es demasiado vago y general decir “Seremos más ca­
riñosos el uno con el otro’'. El plan de acción tiene que ser men­
surable. Al fin de cada día, de cada semana, de cada mes y de ca­
da año, deben ser capaces de evaluar objetivam ente si han
cum plido el plan que están creando.
Creen un plan de acción. Traten de que no sea demasiado ex­
tenso ni com plejo; recuerden que pueden regresar a él una vez al
mes para ajustarlo y una vez al año para una revisión, si es nece­
sario. Cuando hayan creado el plan, es importante que los dos
estén entusiastamente de acuerdo.
Antes de pasar al cuarto paso, tómense un m om ento para re­
visar cada parte del plan de acción en relación con el propósito y
la afirm ación de m isión acordados en com ún, para asegurarse
de que no están contradiciendo su propósito y su misión.

2 55
Paso 4: verifique que su plan es realista

Si su plan es una abstracción, entonces nuestro intento por


rejuvenecer, restaurar o simplemente m ejorar nuestra relación
tendrá probablem ente muy corta vida. Tóm ese un tiem po para
revisar los tres primeros pasos y hágase las siguientes preguntas:
¿el propósito com ún que acordaron en el prim er paso es realis­
ta?, ¿la afirmación de misión de la cual am bos son coautores en
el segundo paso es realista?, ¿es realista cada paso del plan de
acción? Cuando digo “realista" quiero decir que sea un desafío lo
bastante difícil com o para hacerlos esforzarse y com o para que
aliente su relación a crecer, pero no tanto que los desaliente.
Si siente que le queda m ucho camino por recorrer en su rela­
ción desde donde está para alcanzar la buena relación que am­
bos quieren, es importante dividir el viaje en etapas manejables.

Paso 5: crea que podrá alcanzar su plan

Creer es un hábito de la mente y del espíritu alimentado por


la esperanza. Cuando com enzam os a dudar de nuestra relación,
nuestros pensamientos tienden a volverse hacia las experiencias
negativas del pasado o hacia las cualidades que nos irritan en
nuestra pareja. La esperanza en el futuro y la creencia en el plan
acordado con tanto entusiasmo se fomentan form ando el hábito
de volver los pensamientos hacia los m om entos maravillosos que
han com partido en el pasado y las cualidades que usted más ama
y admira en su pareja.
Si se pasa los días y las semanas pensando en los aspectos ne­
gativos de su relación y de su pareja, perderá toda esperanza y
dejará de creer. Si pasa los momentos vacíos del día pensando en
los recuerdos maravillosos que han creado juntos y en las cuali­
dades que ama y admira más en su pareja, su esperanza crecerá
así com o su creencia de que pueden construir un futuro más ri­
c o y abundante juntos.
Elija creer.

25 6
Paso 6: haga que sea un deber formar parte
de una buena relación.

Hable de las cosas que son importantes para usted y pídale a


su pareja que haga lo mismo. La lista puede incluir carrera, ami­
gos, familia, relación primaria, ver fútbol con sus amigos, com er
en buenos restaurantes, tener ropa linda, tomarse vacaciones to­
dos los años, tener seguridad económ ica, sentirse recon ocid o,
ser sano o tener una casa familiar estupenda. La lista 110 se limi­
taría a estas cosas, pero le dará un punto de partida.
Haga una lista de todas las cosas que son importantes para
usted. Nada es demasiado pequeño o trivial. Compartan la lista
completa. Luego denle un número 1, 2 o 3 a cada cosa de la lista:
1 significa las cosas más importantes y 3 las menos importantes.
Voy a suponer que su relación primaria es una de las cosas
incluidas en la lista y que se le asignó un 1. ¿A qué otra cosa le
dio una calificación alta? Pregúntese si su relación primaria es
más importante que esas cosas.
En la mayoría de los casos estará de acuerdo en que su rela­
ción primaria es más importante que cualquier otra cosa en su
vida. Sin embargo, tal vez en su vida cotidiana ponga su trabajo,
su seguridad económ ica y cualquier cantidad de otras cosas m e­
nos importantes antes que su relación importante.
Este ejercicio apunta a ayudarlo a darse cuenta de lo que es
im portante para usted y para su pareja y a señalar que, cuando
uno lo piensa, la relación primaria es la realidad más importante
de nuestra vida. Este ejercicio apunta también a ayudarnos a
aprender a hacer responsable al otro. La próxima vez que usted
(o su pareja) ponga algo de menos importancia antes que su re­
lación, el otro será responsable de recordarle amablemente cuá­
les son sus prioridades. Por momentos, las circunstancias hacen
que otra cosa obtenga la prioridad, y esos m om entos exigen
aceptación y com prensión. Pero esas instancias deberán ser la
excepción a la regla, y no una manera de vivir.
Imagine que su pareja se muere súbitamente mañana: ¿cóm o
cambiaría su vida?
Luego de darnos cuenta de que, aparte de mantener nuestra
integridad personal, no hay nada más im portante que nuestra
relación primaria, ahora podem os com prom eternos a que tener
una relación buena sea un deber.

Paso 7: perseverar y persistir

Una manera de prepararse para una tormenta es verla venir.


Después de revisar el propósito común, la afirmación de misión
y el plan de acción, ¿qué cree usted que tenga mayores probabili­
dades de impedirles, com o pareja y com o individuos, cumplir el
plan? Escriba los que usted considera los obstáculos posibles.
Otra manera de asegurarse la perseverancia y la persistencia
es planear sesiones de revisión regulares. Saquen ya m ism o las
agendas y anoten un fin de semana juntos dentro de un año. Es­
criban la fecha en las agendas. Luego acuerden encontrarse para
hablar del progreso que vayan haciendo una vez p or semana du­
rante las próxim as cuatro semanas y después una vez por mes
durante los próxim os once meses. Fijen ahora la reunión de la
semana próxima.
La última manera de aumentar las posibilidades de perseve­
rar en el plan es revisarlo todos los días. Puede decidir usar la
agenda también com o libro de sueños. Como sea, léala todos los
días. A medida que se llene más y más de sueños, metas y planes,
es posible que sólo pueda leer un par de páginas p or día. Pero re­
vise el plan constantemente para establecer una buena relación.
Esto la mantendrá fresca en su mente cuando su vida se llene de
distracciones.
El secreto para persistir y transformar su pían de acción en
una relación fresca e intensa es revisar el plan regularm ente
(individualm ente y co m o pareja), m antener co n regularidad
conversaciones francas y abiertas sobre los adelantos efectua­
dos y fijar un tiem po una vez al año para revisar, refrescar y re­
visar el plan.

258
P aso 8: h a ce rs e mutuamente responsables del propósito
y del plan

Lo más difícil de todo esto, al menos en las primeras etapas,


puede ser juntar el coraje necesario para hacerse mutuamente
responsables del propósito y del plan acordados en com ún. Es
importante aprender a hacer esto de una manera desprovista de
ego y plena de un genuino amor por la otra persona. Ese amor se
expresa en el deseo de ver a nuestros seres queridos convertirse
en la m ejor versión de sí mismos. Si nuestra pareja ve que la ha­
cem os responsable com o una herramienta manipulable que usa­
mos para conseguir lo que queremos, entonces probablemente la
reacción sea de resentimiento. Si nuestra pareja siente genuina-
mente que actuam os altruistamente y por el sincero deseo de
ayudarla a convertirse en su m ejor ser, entonces probablemente
la respuesta sea mucho más agradecida y entusiasta.
No debem os tratar nunca de hacer responsable al otro cuan­
do estamos enojados, o frente a otras personas, o por cualquier
razón que no sea el bien de la relación. También puede ser im ­
portante recordar que todos somos humanos. Tenemos días bue­
nos y días malos; tenemos días en los que estamos llenos de ener­
gía para perseguir nuestro propósito y días en los que la energía
nos falta. Hacer responsable a alguien requiere que aprendamos
cuándo desafiar y cuándo alentar, cuándo confrontar una situa­
ción y cuándo dejarla pasar.
Todos necesitamos que nos hagan responsables, pero a nadie
le gusta que nos respiren en la nuca cada minuto del día. Abor­
dado com o corresponde, hacer responsable a nuestra pareja sólo
la alentará a amarnos y respetarnos más. Abordado mal, desper­
tará el resentimiento. Si su pareja responde con resentimiento,
pregúntele cóm o quiere que abordemos estas situaciones.

Paso 9: no rendirse ante un gran desafío

Un árbol con raíces fuertes puede aguantar cualquier tor­


menta. Su propósito, afirmación de misión y plan acordados en

259
com ún proporcionarán las primeras raíces profundas. Hablar
regularmente de los progresos fortalecerá esas raíces.
Se acerca la tormenta. En su best-seller El cam ino personal,
las palabras ya famosas con que M. Scott Peck com enzaba el li­
bro eran “La vida es difícil.” Muchos de nosotros jam ás acepta­
m os esto y, com o resultado, nunca aprendem os a prosperar. Al
contrario: nos acom ete una insatisfacción que es veneno para la
experiencia hum ana. Nuestras expectativas m al encam inadas
producen ese veneno. Encontramos la misma insatisfacción y las
mismas expectativas m al encam inadas en m uchas relaciones.
Muchas personas entran en relaciones esperando que sean una
bendición, que hagan desaparecer para siempre su soledad y que
sean eternamente frescas y emocionantes. Estas personas se de­
silusionan siempre, por supuesto.
Las relaciones son difíciles. La razón es que las dificultades
nos ofrecen las oportunidades que necesitam os para convertir­
nos en la m ejor versión de nosotros m ism os. La vida es difícil
por la misma razón. Aprendamos a ver cada circunstancia com o
una oportunidad de convertim os en nuestro m ejor ser y domina­
remos el arte de amar y la alegría de ser amado.
Tarde o temprano, nuestra relación se verá enfrentada a un
obstáculo importante. Si nos mantenemos juntos el tiempo sufi­
ciente, podrem os encontrarnos con m uchos de esos obstáculos
importantes. No se rinda cuando los vea venir. Manténgase con­
centrado en su propósito, revise su plan si es necesario, e insista.

Paso 10: capacítese

Piense en capacitarse. Si nunca fue a un asesor matrimonial,


inténtelo. No tiene que ir toda la vida. Si 110 tienen ningún pro­
blema específico que necesite trabajar, pídanle al asesor que les
enseñe algunas técnicas para mejorar sus habilidades de com u­
nicación. Lleven las agendas para poder com partir con el asesor
el viaje que han emprendido juntos.
Obtenga una buena capacitación escuchando programas y li­
bros en audio mientras conduce. El primer día de cada mes du­

260
rante los próximos doce meses vaya a la librería y com pre un li­
bro en audio sobre relaciones. Si no piensa en sus relaciones, es­
tas no mejorarán. Los libros le enseñarán a adoptar la costum ­
bre de pensar en el bienestar de sus relaciones, y estas mejorarán
simplemente por virtud de la atención mental.
Al menos una vez por año vaya a un retiro, un taller o un se­
minario sobre relaciones. No hay nada com o salirse del día a día
de su vida y considerar maneras nuevas y excitantes de mejorar y
refinar su relación primaria.
Lo más importante: com ience a buscar dos o tres excelentes
parejas que usted y su pareja puedan frecuentar. Esas parejas
servirán com o amigos, guías, mentores y maestros. Podrán prac­
ticar muchas de las cosas que aprendan de ellos y con el tiempo
otros aprenderán de usted y su pareja.
Obtenga capacitación de calidad. Los grandes maestros pue­
den hacer la diferencia.

Un plan hace toda la diferencia

¿Qué sucede con los negocios que no tienen un plan? Fraca­


san. ¿Qué sucede con los equipos de fútbol que no tienen un
plan? Pierden. ¿Qué sucede con las relaciones que no tienen
un plan? Comienzan a estancarse, fracasan y mueren.
En casi todas las áreas de la vida humana, un plan puede ha­
cer toda la diferencia, y esto es particularmente cierto cuando se
trata de relaciones. ¿Cuál es su plan?
A m enudo les pido a m is lectores que dejen de leer y escri­
ban algo; menos del 10% lo hacen. El otro 90% dice que no tiene
necesidad de hacerlo, que lo hará más tarde, o que no tiene ga­
nas. El 10% que deja de leer y escribe sus respuestas tiene una
experiencia que les cambia la vida, no por nada que hayan leído
en mi libro, sino p or lo que escribió. Espero que usted sea parte
del 10%. Espero que se tom e un m om ento para responder a las
preguntas de que hem os hablado en este capítulo y form ule un
plan para el continuo crecim iento y desarrollo de su relación
primaria.

261
No sugiero que planee cada mínimo aspecto de su futuro jun­
tos; eso sería estructurar. Planear es soñar y fijarse objetivos que
nos permitan dirigir nuestras energías hacia el apasionado cum ­
plimiento de una meta merecedora de nuestras vidas y de nues­
tra relación.
Las personas que tienen buenas relaciones no las tienen por
casualidad o suerte, sino porque tienen un plan y lo hacen fun­
cionar. No es suficiente trabajar en la relación. Algunas personas
trabajan m ucho durante toda su vida pero nunca salen a flote
económicamente. ¿Por qué? Por lo general no es por falta de ta­
lento o de oportunidad, sino porque nunca tuvieron un plan.
Los que fracasan al planear pueden planear fracasar. La ma­
yoría de las personas no planea fracasar en sus relaciones, sim­
plemente fracasa al planear... y, com o resultado, las relaciones
fracasan todo el tiempo a nuestro alrededor. Una de las maneras
más poderosas de mostrar nuestro am or y com prom iso con una
persona es tomarnos tiempo para soñar un futuro juntos. ¿Pue­
de usted planear todos los detalles de ese futuro? No. Pero el me­
ro acto de soñar y planear hará que consciente e inconsciente­
mente usted avance más y más valientemente en el rum bo de su
abundante futuro imaginado. Dígale a la persona que ama que
quiere reservar un tiempo pronto para soñar un p oco sobre el fu­
turo, y le garantizo que despertará un gran entusiasm o en esa
persona. Insistamos con las palabras de Bonnie Jean Wasmund:
“Las personas olvidarán lo que uno dice; las personas olvidarán
lo que uno hace, pero las personas jamás olvidarán cóm o las he­
mos hecho sentir” .
C a p ít u l o 16

No se quede en la esperanza

¿A m a d o p o r com pleto?

Hay m ucho más en la intimidad que el milagro del amor físi­


co. Y si bien es fácil que nos preocupe la intimidad física, y la in­
timidad sexual en particular, nuestro viaje por los siete niveles
de la intimidad nos alienta a mirar hacia el horizonte y expandir
nuestra visión de intimidad, amor, relación, otros, ego y, por cier­
to, vida.
La intimidad es la más encantadora de las aventuras, vivifi­
cante y atemorizadora al mismo tiempo.
La intimidad de la que hemos hablado tanto es sencillamen­
te la cercanía con nosotros mismos cuando disfrutam os de la
soledad y la cercanía con los otros cuando disfrutam os de
la com pañía. Se trata de conocernos y com prendem os, a n oso­
tros m ism os y a nuestros seres queridos. Cuando no alcanza­
m os a c o n o c e r y com prender, la intimidad es sim plem ente
aceptar, a los otros y a nosotros mismos, por quienes som os y
por el lugar del viaje en el que nos encontramos en este preciso
m om ento, hoy.
Usted, yo, estamos aquí para amar y ser amados. La más ele­
vada expresión de genuino amor por nosotros m ismos es cele­
brar a cada m om ento nuestro mejor ser. La mayor expresión de
amor por los demás es ayudar de cualquier manera que sea posi­
ble a su búsqueda para convertirse en la mejor versión de sí mis­
mos. El am or es lo que cautiva la imaginación de la humanidad y
ha intrigado los corazones y las cabezas de los hombres y las m u­
jeres desde el principio. Tanto com o podamos remontarnos en la
historia, el tema más común en el teatro, la literatura y la músi­
ca ha sido el amor. Nuestra fascinación con el tema no tiene pa­
ralelo en la búsqueda humana de conocim iento y experiencia.

263
De una manera muy real y práctica ya tenemos en nosotros todo
lo que necesitamos para crear amor en nuestras vidas y en las vi­
das de aquellos que se cruzan en nuestro sendero. Hay muchas
cosas que no sabemos com o individuos y com o humanos colecti­
vamente, pero sabemos cóm o amar.
Permítame que le pregunte lo siguiente: si usted quisiera ha­
cer que su pareja se sienta com pletam ente amada, ¿qué haría?
¿Está haciendo esas cosas? Si no es así, ¿por qué?
El mayor poder que poseem os es nuestra capacidad de hacer
sentir amadas a las personas y, sin embai'go, es la m enos usada
de las capacidades humanas. Sabemos cóm o amar, sabemos c ó ­
m o poner a los otros antes que a nosotros mismos, sabemos cóm o
llevar felicidad a la vida de los demás, y cuando nos concentra­
m os en amar a la gente tenemos un cierto resplandor, nos senti­
m os m ejor con nosotros mismos y m ejor con nuestras vidas.
Nada nos energiza tanto com o el amor. El am or anima a la
persona humana. El am or nos insufla vida co m o ninguna otra
cosa. Por eso el am or es el suprem o bien, el sum m um bonum :
el am or nos capacita y nos faculta en la búsqueda de nuestro
p rop ósito esencial m u ch o más p od erosam ente que cualquier
otra cosa.
El am or es el m ejor cosm etòlogo. Cuando alguien que está
enamorado entra en una habitación, uno se da cuenta de que es­
tá enam orado. Su manera de caminar, de hablar, de sonreír, el
brillo en los ojos, el resplandor en las mejillas, su porte, todo di­
ce: "Estoy enam orado” . Todo en una persona enamorada anun­
cia: “Algo maravilloso le está pasando a mi vida” . ¿No es hora de
que nos sintamos otra vez enam orados de la vida, del misterio,
de la maravilla, de la aventura?
El am or es la única moneda en nuestro m undo a m enudo en
bancarrota. Al final, el amor es lo único que importa, el am or es
todo lo que podem os llevarnos con nosotros, y el am or es todo lo
que no pueden quitarnos.
¿Qué haría falta para hacer sentir a su esposo o a su esposa
com pletam ente am ado? Busque la respuesta a esa pregunta, y
encontrará una invitación a experimentar la profundidad de la
intimidad y las alturas de toda la experiencia humana.

264
Ojalá l o h u b ie r a c o n o c id o m e j o r

Hace menos de dos años, mi padre murió luego de una larga


y dolorosa batalla contra el tirano que llamamos cáncer. Mi pa­
dre fue un hom bre extraordinario. No inventó nada que cambia­
ra el curso de la historia, no: era extraordinario en las cosas c o ­
rrientes de la vida. Com o marido y com o padre, com o empleado
y com o amigo, com o m iem bro de su com unidad y com o ciuda­
dano. El m undo es más afortunado, es un lugar mejor, porque él
vivió.
Pienso en él todos los días. Me pregunto qué haría si estuvie­
ra frente a las decisiones y las situaciones a las que me enfrento
yo. Por m om entos deseo poder encontrárm elo para alm orzar
juntos y charlar. A veces, cuando siento pena de mí mismo, me
pongo triste porque él nunca conocerá a la mujer con la que me
casé ni a mis hijos. Ellos jamás lo conocerán a él. Hay tanto de
mi vida p or vivir y no podré compartirlo con él.
Hay un recuerdo que se niega a abandonarme. Con mis her­
manos, yo sacaba su féretro de la iglesia después del funeral. Un
pensamiento se m e dibujó en la mente en ese m om ento. Pensé:
ojalá lo hubiera con ocid o mejor.
Hay tantas cosas que querría haber charlado con él una vez
más, y nos veo a los dos sentados frente al televisor...
Tuve un padre maravilloso y una relación maravillosa con él.
Para él era una prioridad pasar buenos momentos conm igo, y yo
los guardo ahora que él se ha ido. Pero se ha ido, y deseo saber
más de su infancia, de sus padres, de cóm o se abrió cam ino en la
vida cuando joven. Deseo saber qué pensaba de cosas de las que
nunca hablamos. A m enudo me pregunto si poseía algún con oci­
miento que me ayude a com prender m ejor mi cam ino y la vida
que he sido llamado a vivir.
Todo esto es apenas sobre un hombre joven que extraña a su
padre. Pero su muerte me enseñó una última lección: hay que to­
marse el tiempo de conocer a las personas que amamos, profun­
damente, pues un día ya no estarán con nosotros, y cuando ese
día llegue todos desearemos haberlos conocido mejor.

265
N O SE quede en la esperan za

Peter era un hom bre extraordinario. Le gustaba ver fútbol,


tomar cerveza y salir con sus amigos. De vez en cuando, cuando
estaba solo, se ponía pensativo y comenzaba a pensar en el rum ­
bo de su vida. Entonces pensaba en las relaciones; más específi­
camente, se preguntaba si alguna vez tendría una relación de ver­
dad buena. Siempre llegaba a la conclusión de que esperaba que
así fuera.
A Peter le encantaba observar a la gente y, si a uno le gusta
observar a la gente, tal vez no haya m ejor lugar que un aero­
puerto.
Hace unos años estaba parado en el aeropuerto de San Fran­
cisco esperando a un amigo cuando tuvo una de esas experien­
cias de las que se oye hablar y que le cam bian a uno la vida.*,
esas experiencias que se te cuelan cuando m enos las esperas.
Peter trataba de ubicar a su amigo entre los pasajeros que ba­
jaban del avión cuando vio a un hom bre que caminaba hacia él
con dos pequeñas valijas. El hom bre se detuvo justo junto a Pe­
ter para saludar a su familia, que lo esperaba.
Primero se dirigió a su hijo menor, de unos cinco o seis años.
Depositó las valijas en el suelo, tom ó al niño en brazos y le dio
un abrazo muy cariñoso, y, al apartarse para mirarlo, oyó Peter
que el padre decía: “Qué bueno verte, hijo, te extrañé m ucho".
El niño sonrió, apartó los ojos y dijo: "Yo también, papá” .
El hom bre se incorporó, m iró a los ojos a su hijo m ayor (el
muchachito tendría nueve o diez años) y, tom ándole la cara con
las dos manos, dijo: "Ya eres todo un hombre, Nathan. Te quiero
m u ch o” . Dijo eso, tom ó al niño en sus brazos y le dio un largo
abrazo.
Mientras sucedía esto, había una bebita que miraba a su pa­
dre y se agitaba, inquieta, en brazos de su madre, sin apartar ni
p or un m om ento los ojos de esa visión maravillosa que era el re­
greso del padre. El hombre se volvió a la niña y dijo: “ ¡Hola, be-
bita!” , la tom ó suavemente en brazos, le besó la cara, la apretó
contra el p ech o y la ham acó de un lado al otro. La chiquita al
instante le apoyó la cabeza en el hom bro, inmóvil de éxtasis.

2 66
Luego de un rato el hombre le dio la niña a su hijo mayor y
dijo: "Me guardé lo m ejor para el final” y abrazó y besó a su es­
posa. Después de un largo momento, se apartaron para mirarse
a los ojos. Él la miró durante varios segundos y, dibujando las
palabras con los labios, le dijo: "Te amo tanto” .
Esos dos, parados allí, mirándose, tomados de ambas manos
y llenos de sonrisas, le recordaron a Peter los recién casados,
aunque sabía, p o r la edad de los hijos, que no podía ser ese el
caso.
Súbitamente, Peter se dio cuenta, avergonzado, de lo absorto
que estaba en esa maravillosa exhibición de amor incondicional
a pasos de él. En ese momento comenzó a sentirse incóm odo, c o ­
m o si hubiera invadido algo sagrado. Pero se sorprendió al oír su
propia voz preguntando: "¿Cuánto hace que están casados?".
"Hace catorce años que estamos juntos, doce que estamos ca­
sados” , respondió el desconocido sin apartar la mirada del ros­
tro de su hermosa mujer.
"¿Cuánto hace que se fue de viaje?”, preguntó Peter.
El desconocido ahora se volvió a él, sonrió, y le dijo: "Dos lar­
gos días”.
Peter estaba asombrado. Había supuesto, por la intensidad
del saludo, que el hombre se había ido hacía semanas, si no me­
ses. Dos largos días, pensó, y sonrió. Avergonzado, esperando p o­
der terminar su intromisión con algo de gracia, Peter dijo, com o
al pasar: “ ¡Mi esperanza es que mi matrimonio sea así de apasio­
nado después de doce años!” .
De pronto el hom bre dejó de sonreír. Lo m iró a Peter a los
ojos con una intensidad tal que la mirada lo traspasó hasta el al­
ma, y dijo algo que hizo de Peter otro hombre: "¡No se quede en
la esperanza, hombre, hágalo!” .
Y diciendo esto, el desconocido recogió sus valijas y se fue
con su familia.
Peter seguía mirándolos, viéndolos desaparecer a la distancia
cuando llegó su amigo, que le dijo: "¿Qué miras?” .
Peter sonrió y, sin vacilar, respondió: "Mi futuro” .
Las buenas relaciones no van al encuentro de los que las es­
peran. La esperanza no sirve de nada a menos que venga acom-

267
pañada de un verdadero esfuerzo. Las buenas relaciones perte­
necen a los que deciden invertir el esfuerzo y hacerlas su priori­
dad. No se quede en la esperanza... ¡decida!

268
No nos importa cóm o el libro Los siete niveles de la intimidad
llegó a sus manos; si lo com pró, se lo prestaron o regalaron: nos
alegra que lo haya leído. Pensamos que estará de acuerdo con
nosotros en que la de Matthew Kelly es una voz refrescante, y es­
peramos que comparta este libro y sus pensamientos con su fa­
milia y sus amigos.
Si le interesa escribirle al autor, desea recibir su boletín gra­
tuito The Beacon, quiere inform ación sobre sus conferencias o
quiere invitarlo a hablar en alguna reunión que usted organice,
dirija su correspondencia a:
The Matthew Kelly Foundation
2330 Kemper Lañe
Cincinnati, OH 45206
Teléfono: 1-513-221-7700
Fax: 1-513-221-7710
E-mail: info@matthewkellv.org
www.matthewkellv.org

S-ar putea să vă placă și