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Orden sin Ley.

¿Dónde pondrán los anarquistas a


los descarriados?
John. D. Sneed
Economista, US.Department of Housing & Urban
Development, Washington, D.C.

Como todo hombre honesto sabe, la actividad


criminal no compensa, (“Crime doesn’t pay”). El
problema es que aparentemente nadie se lo ha
explicado a los criminales. El crimen es nuestra
industria más creciente, y en la actualidad
muestra unas perspectivas tan alcista que su
actual competidor parece contentarse con
simplemente disminuir su tasa de crecimiento.
Así el gobierno nos haría alegrarnos de que el
caimán nos esté comiendo lentamente. Un logro
tan tremendo con la segunda consecuencia de la
ola de crimen sería rápidamente recompensada
desechando a los bribones. Es hora de buscar
alternativas a nuestro actual sistema, más que
continuar debatiendo sobre quién está dirigiendo
esta lenta navegación hacia el infierno. La
alternativa inmediatamente obvia al monopolio
estatal en el área del crimen y castigo es un
sistema basado en el sistema social antitético —
anarquía. Así, nos las vemos con la cuestión,
“¿Dónde mantendrán los anarquistas a los
descarriados?” ¿Cómo nos protegeremos de la
criminalidad en un orden sin ley? Si podemos
contestar a estas cuestiones plausible y
palatablemente, poseeremos una alternativa al
caos actual que prevalece bajo el reinado del
Estado.

Una vez que el monopolio estatal de la ejecución


por medio de la ley sea destruido, y deje de
sernos impuesta a la fuerza la inadecuada
protección estatal de la persona y la propiedad,
cada ex-ciudadano tendrá la oportunidad de
consumir servicios de protección de acuerdo con
sus propios gustos y preferencias. Si es amante
del riesgo, podrá reducir sus gastos en servicios
de protección muy por debajo del nivel al que fue
obligado a pagar implícitamente a través de los
impuestos. ¡Si la estimación del riesgo que
encara y la del mercado competitivo son las
mismas, puede no demandar ningún servicio de
protección en absoluto!. Sin embargo, la mayoría
de la gente muestra conductas aversivas al
riesgo, particularmente cuando se enfrenta a
riesgos de pérdidas grandes con pequeñas
ganancias. Ya que la no contratación de los
servicios de protección puede ser entendida
como tal riesgo, entonces, esperamos que las
personas aversivas al riesgo muestren una
demanda efectiva de servicios de protección.

Como en cualquier otra industria, habrá


especialización sobre la base de las economías
que se derivarán de la división del trabajo. Cada
consumidor sopesará sus compras de servicios
de protección con la defensa que él mismo pueda
proporcionarse, para maximizar su utilidad. Por
ejemplo, muchos consumidores de defensa
personal y de la propiedad mantendrán un arma
en sus hogares, para manejar las situaciones en
las que la tardía acción de un especialista es
inútil o menos preferida a una acción inmediata,
aunque más arriesgada, por un no-especialista.

Con un criterio racional y de maximización de


rentabilidad, los especialistas podrían organizar
unidades que tiendan al tamaño óptimo de la
compañía, que podría depender no solo de
consideraciones tecnológicas, sino también de la
demanda que la compañía tiene que atender. La
demanda puede estar en relación inversa con el
tamaño de la compañía por encima de cierto
rango, debido a la cautela de una población
anarquista frente a un monopolio coercitivo
incipiente, que podría negar de facto el orden
social anarquista formando un Estado, y
necesitando otra revolución. Esto podría incluso
traducirse a una consideración cuasi-tecnológica,
notando que un concentración de poder
demasiado grande dará lugar a una degradación
de los servicios de defensa y una tendencia a la
conducta coercitiva. El mercado regulará el
tamaño de estas firmas, que denominaremos
como defensores o compañías de defensa. Ya que
la provisión de servicios de defensa será muy
trabajosa, y en vecindarios más pobres,
proporcionada sobre una base de bolsas de
trabajo, el tamaño óptimo probablemente será
bastante pequeño.
Estos defensores competirán,
independientemente de si estuviesen
organizados en una línea capitalista o comunista.
Existiría una competencia entre estos dos y otros
estilos de vida. Esto se reflejaría en la
competencia comercial entre unidades de
producción organizadas de acuerdo con las
diferentes teorías económicas. Panaderías,
zapaterías y defensores capitalistas y comunistas
se verían en la arena competitiva, a la búsqueda
de clientes.
Es importante notar aquí que un sistema social
competitivo no implica capitalismo o la negación
del comunismo. En realidad, sería muy
inanarquista denegar al comunismo o al
capitalismo o cualquier otra teoría la oportunidad
de competir como sistemas económicos. Muchos
anarcocapitalistas y anarcocomunistas, aunque
asignan los males de la sociedad al sistema
económico particular, cuando el problema real es
que uno u otro sistema es forzado nominalmente
o fuertemente apoyado, e invariablemente
pervertido hasta más allá de lo reconocible, por
el estadon un monopolio, y que este Estado
fuerza un sistema de derechos de propiedad que
no podría prevalecer en una anarquía. El
capitalismo y el comunismo, como sistemas
económicos puros, como esquemas de
producción acordados por los participantes sin
coerción, con transferencias libres desde un
sistema al otro en una o todas las facetas de las
actividades de producción o consumición, serán
tolerados por cualquier anarquista auténtico. La
función del anarquista es no dictar un sistema
económico; es destruir el estado para permitir
que todos los sistemas económicos puedan
competir sobre una base no coercitiva.

Enfatizo este punto, primero, porque nuestros


anarquistas más estrechos de mente han caído
tradicionalmente en argumentos irrelevantes en
este área, y, en segundo lugar, porque quiero
que quede perfectamente claro que mi análisis
subsiguiente, aunque es envuelto en términos de
mercado libre, no indica una preferencia por mi
parte por un sistema económico u otro.

Las diferencias en las estructuras de las


compañías individuales seguirán obviamente las
preferencias del cliente por la protección
proporcionada por los distintos tipos de
compañías. Independientemente del tema de su
organización interna, las firmas competirán en el
mercado abierto, vía competición de precios
basados en ambos dinero y labor entre los varios
estilos económicos de vida per se.

Las compañías individuales proporcionarán


protección y servicios de cumplimiento o
ejecución dirigidos a la defensa de sus clientes y
su propiedad, pero pueden existir presiones
competitivas que induzcan a la compañía a
moverse hacia cualquier sistema de propiedad
que prevalezca después de cualquier
redistribución y expropiación iniciales que
acompañen a la desaparición del estado. Cada
compañía podría definir su propio área de
ejecución, pero las presiones competitivas, como
resumiremos más adelante inducirán a la
compañía a adoptar un área de ejecución
calculada para minimizar los conflictos
improductivos y maximizar el provecho. Dado
cierto sistema de posesión de la tierra, (así como
posesión del agua y del aire), el área de
ejecución de la compañía podría incluir el área
geográfica definida por el terreno de sus clientes,
y las personas de los clientes y la propiedad
móvil, independientemente de la localización
geográfica. No propongo forzar a nadie a esta
definición, sino conjeturo que la solución
definitiva podría aproximarse a una definición
como esta por la mayoría de las firmas.

Es irrelevante para nosotros si la compañía vende


un servicio de protección uniforme sobre su área
completa de ejecución o provee demandas
especiales de cumplimiento. Todos los conflictos
entre los clientes de la misma compañía, podrían
ser dirimidos internamente por la compañía,
independientemente de la congruencia o
carencia de congruencia entre los códigos fijados
en los contratos de las partes en conflicto. Los
conflictos que afecten a clientes de compañías
diferentes podrían ser manejados
independientemente del espectro de códigos
fijados por cada compañía. El código con el que
cada cliente entra en tratos con la compañía
puede ser pensado como el código de la
compañía, en todos los casos en que se vea
implicado ese cliente, sin pérdida de la
generalidad. Debemos, lógicamente examinar
solo el caso de conflicto entre clientes de
compañías diferentes, asumiéndose que los
códigos en juego como diferentes.

Postponiendo las cuestiones más críticas aquí,


asumamos, solo por un momento, que la ofensa
alegada es contraria a los códigos de las
compañías de ambas partes. Entonces tenemos
que resolver el problema de asegurar un arresto
en una anarquía. ¿Podría la compañía acusada
permitir a la compañía acusadora arrestar o
detener a su cliente? ¿Y cuál sería la respuesta
de la compañía acusada a un arresto que hubiese
sido ya llevado a cabo?

Es obvio que las compañías de defensa


anticiparán tales problemas y establecerán una
política para estas situaciones. Será
competitivamente esencial permitir la detención
de sus propios clientes bajo las circunstancias
cualificadas enumeradas más adelante. Cualquier
compañía que rehusase permitir a otra compañía
que actuase de presumible buena fe y con una
presumible buena causa, que arrestase a sus
clientes sufriría de varios modos.

En primer lugar, y más obviamente, es que las


compañías responderán del mismo modo ante
cualquier intento de la compañía ofensora de
detener a sus clientes. La compañía ofensora
quedará entonces sin poder para proteger a sus
clientes ante los clientes de las compañías
contrarias, o será forzada a una confrontación
violenta con otras compañías. El verse envuelta
en tales peleas sin razones excelentes y públicas
le alejará a los clientes más aversivos al riesgo,
como haría la otra alternativa, la impotencia
recíproca.

Segundo: En la medida en que los criminales


tienden a migrar en cierto grado debido a la
naturaleza inestable de su “negocio”, toda
compañía defensiva encontrará vital mantener
unas relaciones de trabajo activas con las otras
compañías del área. Para aprehender
efectivamente a los criminales, surgirá sin duda
una red cooperativa de información y
aprehensión. La recalcitrancia en tratar sobre un
sospechoso, o acciones no razonables llevadas a
cabo para asegurar su regreso, generalmente
dañarán o destruirán estas relaciones esenciales
de trabajo.

Tercero: el rechazo a entregar a un sospechoso


podría atraer criminales buscando asegurarse
contratos con la compañía. La compañía se
encontrará en confrontaciones cada vez más
frecuentemente, y se verá gradualmente
destruída.

De hecho, una compañía de defensa será


probablemente bastante diligente en la
persecución de sus propios clientes que hayan
violado otros códigos. Si otra compañía apresa un
cliente propio y prueba que es culpable de un
crimen serio, siempre quedará espacio para la
duda de si la compañía propia encubre a
criminales. ¡Podría incluso convertirse en un
gesto de cortesía permitir a la compañía acusada
hacer el arresto por ella misma en muchos casos!

Si una compañía cree que su cliente es inocente,


sirve a sus propios intereses permitiendo que el
cliente sea arrestado. Esto no implica que el
cliente sea abandonado. La compañía podría
pagar la fianza de su cliente o concertarla con un
fiador de fianzas. Tal servicio de fianza sería sin
duda demandado por las personas con aversión
al riesgo, como una cobertura contra el riesgo de
arrestos erróneos.

Incluso si la compañía cree que su cliente es


culpable, las mismas presiones hacen obligatorio
permitir su arresto. En una situación competitiva,
el rechazo implicará riesgos de un orden mayor
que cualquier riesgo o pérdida que resulte de la
responsabilidad de su cliente. Además de los
incentivos a la cooperación previamente
enunciados, tenemos que considerar que si la
compañía encuentra culpable a su cliente,
entonces existe información que apoya esta
conclusión, que si no es pública en ese momento,
puede hacerse en cualquier momento pública
por una filtración de información. De ese modo,
la compañía, con su rechazo, no solo se enajena
de las relaciones comerciales, sino que puede
arriesgarse a que su credibilidad sea hecha
añicos por información filtrada por un empleado
que actúe ya sea por sus propias convicciones
morales o por dinero.

La anticipación de tales conflictos llevará


generalmente a procedimientos formales
acordados por la mayoría de las compañías en un
área dada concerniendo a los límites de poderes
recíprocos de arresto. Del mismo modo
“tratados” similares se desarrollarán para definir
los procedimientos en otras áreas, asumiendo
que las compañías poseen cierto pequeño grado
de previsión, una suposición implícitamente
denegada por la mayoría de los críticos del
anarquismo.

Este sistema beneficiará a los acusados de


criminalidad en varios modos. La probabilidad de
que sea maltratado será minimizada. El bárbaro
sistema legal actual, solo en virtud de su posición
monopolista, puede mantener a un hombre en
una jaula inadecuada para seres humanos
durante meses antes y durante su juicio,
impidiendo a este mismo sistema detectar
perversiones o crimen organizado, y soslayando
la presencia de sadismo brutal en algunos de sus
empleados. A día de hoy no puede ejercerse en
defensa de los acusados o convictos ninguna
fuerza comparable a la ejercida por el gobierno.
En una anarquía, el acusado podría tener acceso
a una agencia con poderes de la misma
magnitud que la compañía que le ha arrestado,
que se preocuparía activamente por su bienestar.
Además, si una compañía tiene reputación de
abusar de sus prisioneros, otras compañías
tendrían razones legítimas para impedir el
arresto de sus clientes, y serían capaces de
frustrar los esfuerzos de ejecución de la
compañía agresora sin perder el respeto y las
relaciones laborales que una no-cooperación
normalmente implica. La única posición sólida
competitivamente para la compañía es ser capaz
de demostrar su forma humana de tratar de los
prisioneros para probar que los inocentes no
tienen nada que temer de ella, y en
consecuencia, que cualquier rechazo de otra
compañía a permitirle tener poder de arresto
significa proteger a personas que sabe que son
culpables.

La disponibilidad de fianzas podría ser


determinada por mecanismos competitivos.
Dejarían de fijarse fianzas arbitrariamente altas
por agentes de un monopolio sobornables, con
prejuicios, o sesgados políticamente. Una
compañía acusadora que maximizase sus
beneficios podría, habiendo detenido al acusado,
pedir normalmente fianzas que permitirían llegar
a un acuerdo satisfactorio con la víctima o sus
herederos, cubrir los costos incurridos en el caso,
y hacerlo con un beneficio satisfactorio. Es pues,
una preocupación menor si el defensor no se
presenta a una vista o si la otra compañía no
puede ser traída a la mesa de negociaciones.

Podría corresponder a la propia compañía


defensora del acusado supervisarlo mientras está
bajo fianza. En esta opción, si el acusado está de
acuerdo, ya desde el inicio de su contrato o como
una precondición para ser fiado, la compañía
defensora puede decidir si confinar a su propio
cliente. Esta podría ser un asunto interno ya
decidido por contrato y no presentándonos
ningún problema.

El acusado podría también, por primera vez en la


historia, tener regularmente agencias
investigadoras trabajando en su beneficio, que
ejercerían poderes en la misma medida que los
de la compañía que le ha arrestado. La
convicción, tanto deliberada como accidental, de
un inocente sería mucho menos posible. La
falsificación de evidencias será posiblemente
más arriesgada, y podría significar la destrucción
del ofensor. La actual desventaja que se impone
actualmente al acusado por la práctica de la
policía gubernamental, de proseguir únicamente
postal que tiendan a reforzar su caso ignorando
la evidencia de la inocencia sería eliminada. Solo
un sistema competitivo puede asegurar
imparcialidad.

Una vez que hemos establecido el marco para


análisis posteriores, dejemos caer nuestra
anterior asunción de que la ofensa alegada sea
prohibida por los códigos de las dos compañías
implicadas. Ahora nos encontraríamos con casos
en los que se alega que se ha cometido una
ofensa por una persona cuya propia compañía
defensora no aplica sobre el acusado ninguna
prohibición sobre ese particular acto.
Obviamente, muchos de tales actos son más bien
menores, y es provechoso proseguirlos solo si se
cometen repetidamente. En tales instancias, la
primera infracción será frecuentemente
castigada por simplemente una amonestación o
aviso al infractor o/y su compañía defensora, o
por expulsión o destierro del infractor por un
periodo de tiempo del área de aplicación de la
compañía acusadora. La compañía defensora del
acusado generalmente no se verá implicada, a
no ser que haya una disputa de facto. No
consideraremos aquí estos problemas menores,
ya que el acusado no se ve privado de sus
propiedades o de su libertad, más allá de la
libertad perdida como resultado de que otra
persona ejerza su propia libertad de desterrar al
ofensor de su territorio. Consideremos un caso
más serio.

Utilizando las reconocidas capacidades del


economista para las conjeturas improbables, voy
a plantear que yo y mis lectores podríamos, en
una anarquía, formar una compañía de defensa.
Asumamos además que uno de los principios de
nuestro código sea que la información y la
retención juiciosa de información son bienes
económicos y que el comercio de esos bienes no
debería ser prohibido. En términos más simples,
que no reconocemos que el chantaje, (como algo
distinto de la extorsión), sea un crimen. Mientras
únicamente traficamos entre nosotros con
silencio no entramos en conflicto con otras
compañías. Sin embargo, supongamos que uno
de nuestros miembros jóvenes y atrevidos
intenta chantajear a una persona que no
comparte nuestra filosofía de comercio libre.
Entonces entraríamos en conflicto con la
compañía de defensa de esta persona.

Nuestra respuesta es una cuestión que solo será


determinada por nuestras propias preferencias.
Puede entenderse entre nosotros que en tal
situación, únicamente proporcionaremos al
agresor consejo y recursos normales de
investigación, y que permitiremos que sea
juzgado bajo las estipulaciones del código de la
compañía demandante. Esta forma de actuación
puede ser perfectamente recomendable cuando
los códigos de uno difieren considerablemente de
los códigos del área. La anarquía simplemente
facilita la vida que uno quiere tener con
interferencias mínimas. No puede garantizarle a
uno la libertad de imponer sus ideas a los demás,
y no puede protegerle contra una fuerza
abrumadamente superior a la que uno se ha
enfrentado intentando tal imposición.

Otro recurso es negociar la liberación de nuestro


asociado. Esto ofrecerá generalmente buenas
expectativas de éxito, porque las compañías que
maximicen el beneficio se esforzarán por una
penalización monetaria par ala mayoría de las
ofensas. Un maximizador de beneficios
normalmente no tendrá interés en el
encarcelamiento per se, pero lo propugnaría
principalmente para asegurar la restauración
futura del valor monetario a sus clientes,
mediante un mecanismo que será descrito más
adelante. Tal sanción monetaria asegura una
base conveniente sobre la cual la compañía
demandante puede justificar sus cargos o su
participación del acuerdo al cliente. Si
fracasamos en llegar a un acuerdo, sin embargo,
nos queda la opción previa de permitir nuestro
dictamen asociado en el código de la compañía o
algún criterio de compromiso, o recuperar a
nuestro asociado por la fuerza.

Una decisión de recuperar al prisionero por la


fuerza conllevaría un gasto y riesgo
relativamente grandes. Debemos sopesar contra
el costo de recuperar a nuestro hombre la
seriedad de las penalizaciones que
probablemente serían impuestas al ofensor, y la
potencial pérdida de clientes o miembros si no
tomásemos acción alguna. También
consideraríamos el grado de apoyo que podemos
esperar de otras compañías, y nuestras
oportunidades de un éxito final. Obviamente, en
el caso que estamos suponiendo, no tendremos
prácticamente ningún apoyo de otras compañías
y nuestras oportunidades de éxito son
prácticamente cero, puesto que muchas de las
otras compañías pueden unirse contra nosotros,
y la pérdida potencial de miembros es pequeña,
ya que estamos todos informados y nos
percatamos de la futilidad de una acción
contundente en este caso.
Sin embargo, si uno de nosotros estuviera
visitando California del Sur, y buscando una
fuente de agua o siguiendo su propio andar
inocuo, inadvertidamente violase el Altar
Sagrado de Isthar , y si los adoradores de Isthar
percibiesen que esto merece una pena de
muerte, la situación sería inversa. El castigo es
esta vez inaceptable, será más fácil esta vez
obtener apoyo de otras compañías, y nuestra
inacción tendría por consecuencia perder muchos
de nuestros miembros. Tomaríamos a nuestro
cliente por la fuerza, o, si la ejecución no es
inminente, exigiríamos y recibiríamos, en virtud
de la fuerza mayor a nuestra disposición, su
liberación, con solo una amonestación, una multa
o o una sanción razonable.

Vemos así que, bajo una estrategia


esencialmente de maximización de beneficios,
una compañía de defensa es inducida a permitir
el cumplimiento de otros códigos sobre sus
clientes cuando se encuentran en otras zonas de
ejecución, siempre y cuando el código parezca
razonable o su cliente consienta en ser sometido
a él. Los códigos que difieran en la forma
extrema del grueso de códigos de cumplimiento
en una región dada podrían funcionar como una
forma de resolver conflictos entre sus
adherentes, pero serían limitados en su
capacidad para limitar efectivamente a no-
adherentes. La sanción aplicable a una persona
que violase un código extremadamente no-
estándar sería variable, dependiendo de la
claridad y extensión de la diseminación pública
de las restricciones y de la probabilidad de que la
ofensa no hubiese sido perpetrada
deliberadamente en desafío directo al código.

No habría y no podría haber un código uniforme


en una anarquía, a no ser que asegurásemos el
consentimiento unánime de cientos de millones
de personas, lo cual es más bien improbable.
Habría, sin embargo, una tendencia de los
códigos a estandarizarse, especialmente,
entrando en detalle, por consideraciones sobre
los costes de transacción y los costes de
mantener un stock de conocimiento de otros
códigos. Solo podría persistir diferencia de
códigos en aquellas áreas donde la demanda de
una ejecución no estandarizada se antepusiese a
los beneficios económicos de la estandarización.
Estas áreas consistirían, en gran parte, en
requerimientos de ejecución basados en
convicciones morales y religiosas, los cuales,
mientras no sean irracionales, pueden ser
clasificadas como no-racionales, y no sometidas
a supuestos de conductas de maximización de
beneficios. Así, en el tratamiento de los crímenes
de violencia e infracciones de códigos
comerciales se produciría un movimiento
considerable hacia la estandarización, mientras
persistiría diversidad en la demanda de otras-
ejecuciones. En general sería beneficioso para la
compañía gastar cierto capital en incrementar el
conocimiento sobre diferencias de código por
parte de los no-clientes, en anticipación de que el
número de ofensas, y con él la dificultad de
mantener un código no-estándar, disminuyese.

Tenemos así un breve bosquejo de la estructura


de una industria de defensa no-monopolizada. El
proceso actual de juzgar al presunto criminal y
ejecutar una pena puede ser ahora derivado a
líneas similarmente voluntarias.

El mecanismo de procesamiento puede ser


dispuesto por acuerdo mutuo entre las
compañías y las personas individuales
implicadas. En la medida en que la compañía
acusadora pudiera disponer del agresor o de una
fianza sustancial, hay motivos sólidos para que la
compañía defensora actúe de buena fe y
concluya la disputa tan rápidamente como sea
posible.

En la mayoría de las disputas sobre culpabilidad


o inocencia y en algunos casos de negociación de
la sanción que debe aplicarse para un delito
admitido, será útil para los intereses de ambas
compañías emplear un arbitrador imparcial. La
arbitración puede cortar tiempos y gastos
asociados con una negociación, especialmente si
ambas partes están convencidas de la virtud de
su posición, y la compañía podría con frecuencia
evitar ser directamente culpada por un acuerdo
desfavorable o insatisfactoria para su cliente.

Podría contratarse al arbitrados para concluir


disputas. A tal objetivo puede demandar su
derecho a ejecutar —y ser pagado por la
ejecución de— su decisión. En tal caso, el
arbitrador podría él mismo emplear a otro
defensor.

No es necesario que el arbitrador sea


seleccionado cada vez de nuevo para cada caso.
Algunas compañías pueden acordar,
adelantándose a cualquier conflicto entre ellas,
emplear un arbitrador en todos los casos de
cierto tipo que puedan surgir entre ellas. De esta
forma el arbitrador se convierte en un tribunal de
último recurso en el contexto de un acuerdo del
que cualquier compañía puede salir, suponiendo
que no hay ningún caso en curso.

Las reglas de la evidencia porfían ser


establecidas por las compañías por mutuo
acuerdo, o por el arbitrador. Estas reglas
tenderían a estandarizarse rápidamente en los
detalles menores, teniendo en cuenta que
aunque la admisibilidad y peso dado a
grabaciones en cinta, testimonios de oídas,
polígrafo, y otros tipos de evidencias no
conclusivas, aunque frecuentemente útiles en
una investigación, y otras cuestiones de este
orden o magnitud, probablemente podrían no
resolverse a la satisfacción de todas las
compañías. En la ausencia de acuerdo entre las
compañías sobre las reglas de evidencia en el
procedimiento, el arbitrador podría dirimir esas
disputas también, y de hecho, fijar sus propias
reglas.

El arbitrador, en estas situaciones, decide la


culpabilidad o inocencia del acusad, y determina
la sanción. SI el acusado es absuelto, la sanción
recae sobre la compañía acusadora, y podría
implicar una indemnización al acusado por las
inconveniencias, dependiendo el tamaño de la
sanción del grado estimado de la inconveniencia,
y de la certeza con la cual el arbitrador declara
sobre su inocencia. Si el acusado es hallado
culpable, la sanción recae sobre él o sobre su
compañía defensora, tal como esta acordado, y
podría implicar una restitución a la víctima o sus
herederos, en la extensión en que sea posible,
del valor perdido por la víctima, además de un
pago a la compañía acusadora por los gastos
incurrimos en el arresto, confinamiento y
prosecución contra el acusado, más un beneficio.

En este puntos se presentan dos alternativas


obvias: O bien el convicto puede correr con los
gastos de su juicio, o la carga cae recae sobre su
compañía defensora, la cual acordará con el
convicto un esquema de reembolso del juicio a la
compañía. En el primer caso, si la sentencia no
requirió que el convicto sea confinado, o que
pague su juicio con las ganancias de una agencia
penal como se esquematiza mas adelante,
entonces, el convicto tendrá literalmente que
pagar su deuda a aquellos a los que ha
lesionado, y el caso, si ha sido cerrado, hasta allá
donde estemos interesados.
En el segundo caso, sin embargo ¿Qué opciones
tiene la compañía? Podría permitir al convicto
trabajar fuera de su jurisdicción en su ocupación
previa, bajo varios grados de seguridad y
supervisión que podrían variar entre trabajar a
prueba o esquemas de redención por el trabajo.
El factor determinante aquí es la disposición de la
compañía a asumir riesgos. Si la compañía no
está dispuesta a asumir el riesgo con el cliente,
entonces se emplearán especialistas penales.

Varios especialistas penales podrían ser invitados


a hacer ofertas de empleo bajo condiciones de
seguridad al convicto, el cual podría ser libre de
aceptar cualquier oferta que pudiera permitirle
saldar su deuda con su compañía de defensa. El
convicto podría renunciar en cualquier momento
y ser encarcelado de nuevo bajo la custodia de
su compañía de defensa. Entonces podría
asegurarsele movilidad y podría recibir un sueldo
bruto competitivo igual a su producto marginal.
De este sueldo podría deducirse los gastos
generales de la agencia penal por provisión de
seguridad mas beneficios, y el reembolso
acordado a la compañía defensora. El podría
permanecer libre de gastar el resto de su sueldo
como estime conveniente. Su movilidad
impediría la brutalidad penal.

Alternativamente, la agencia penal podría estar


dispuesta a asumir el riesgo de no poder hacer
productivo al convicto, y por lo tanto, comprar la
deuda del convicto a la compañía, con el
consentimiento del convicto y entonces acordar
un reembolso con el convicto. En esta situación
el convicto, generalmente podría retener una
compañía de defensa, quizás la misma compañía,
para que le asegurase la movilidad
permaneciendo dispuesta a retribuir su deuda no
prescrita y así dar por concluído su acuerdo con
esa agencia penal particular si el convicto lo
desease así. Esto, asímismo, impediría la
brutalidad penal.

Un sistema como éste tiene varias ventajas sobre


el actual sistema de prisión. Si aseguramos la
movilidad y un sueldo bruto competitivo,
entonces, el esfuerzo realizado por el convicto es
recomenzado directamente con un periodo de
confinamiento o prueba abreviado. Podríamos
tener un patrón objetivo de medida con el cual
podríamos medir su progreso. El actual sistema
de libertad condicional administrado por
burócratas menores frecuentemente corruptos,
prejuicios o sesgados políticamente podría ser
liquidado finalmente. La moral de los prisioneros
mejoraría, haciendo una rehabilitación eventual
más fácil.

Como extensión a este punto, el convicto podría


apreciar directamente el valor de la educación. Si
hubiese cometido su agresión primariamente
porque no tenía ningún oficio, podría encontrar
ventajoso aprender uno. La agencia penal puede
proporcionar educación sobre una base de buscar
su propio beneficio, o podría permitir a
educadores que buscasen beneficios, hacer su
negocio dentro de sus muros. De esta forma el
convicto tendría una mejor oportunidad de
regresar a una vida normal cuando recupere su
libertad.

La colonia penal podría también generalmente


continuar empleando al convicto después de que
haya saldado su deuda. Sería estúpido a todos
los efectos despedir a un trabajador con
experiencia simplemente porque ha recuperado
ahora su libertad. Podría permanecer todavía
empleado por la agencia penal pero siendo libre
de restricciones de seguridad y siendo un
trabajador ordinario. De hecho, una agencia que
proporcionase empleo a convictos “graduados”
tendría una fuerte ventaja competitiva en el
proceso de contratación.

El convicto tendría un incentivo directo en


mostrar una buena conducta. Cuanto menos
portador de riesgo le parezca a la agencia penal,
más probable es que se le autorice la libertad
condicional u otras libertades en interés de
aumentar su productividad. La buena conducta
sería también recompensada monetariamente,
reflejandose las disminuciones de coste marginal
en la provisión de seguridad por la reducción en
el desgaste de los guardias.

Finalmente la agencia podría ser responsable de


las demandas de los convictos, ya que son
empleados móviles, y no literalmente prisioneros.
Así, podría permitirse al convicto, con cualquier
sueldo neto que mantenga tras pactar el pago
con la agencia penal o compañía de defensa,
comprar bienes de la economía externa a la
prisión, naturalmente, sujetos a restricciones de
seguridad. Esto eliminaría la extorsión y mercado
negro descontroladas actualmente en nuestras
prisiones. Las visitas y correo dejarían de ser
limitados arbitrariamente. Podrían permitirse las
visitas conyugales, o en ciertos casos, que la
familia se mudase a la prisión. Nuestro análogo a
la prisión podría no ser, como es hoy, una
institución brutal que funciona principalmente
enseñando a los brutos a ser más brutos, sino
que se convertiría en casi un centro de
tratamiento, un lugar donde aprender cómo vivir
pacíficamente en la sociedad exterior. Nuestro
sistema presente solo enseña a a las personas
cómo vivir en prisión.

He bosquejado así, en la medida que lo permite


el espacio, un sistema de defensa competitivo y
de libre mercado. Esta no es de ningún modo, sin
embargo en que una anarquía puede ser
organizada; Unicamente sostengo que tal
estructura probablemente emergerá de un
entorno de mercado libre competitivo. Tal
estructura de mercado es susceptible de
organización bajo esquemas de organización
capitalista, comunista o cualquiera adoptado
voluntariamente. Permite el mayor grado de
libertad para el mayor número de personas, de
tal modo que puedan conseguir el mayor bien, en
la medida que sepan apreciarlo. Incluso donde
restrinja la libertad, el sistema anarquista enseña
al privado de libertad temporal a vivir en una
sociedad libre.

Desde un punto de vista macroeconómico, el


sistema anarquista será una mejoría radical
sobre el sistema actual. Los así llamados
“crímenes sin víctimas” dejarían de ser
perseguidos como crímenes, y los crímenes
serios, que se originan actualmente en los
monopolios del tráfico relacionado con vicios
podrían ser eliminados. Más agresores primarios
podrían ser educados y rehabilitados que con el
sistema actual, ya habrían incentivos de
provecho directo para mantener a los agresores
jóvenes casuales alejados de criminales
endurecidos. La restitución forzada bajo un
sistema anarquista puede convencer a algunos
de que el crimen no compensa. Grandes
reducciones de recursos asignados a la industria
de defensa liberarán capital y labor a los
empleados en otros lugares, y de forma similar la
eliminación de la burocracia del estado aligerará
un gran peso muerto de los empresarios,
capitalistas por igual. Una economía en rápida
expansión podría entonces aliviar la pobreza en
cierto grado, como podría hacerlo la
redistribución de los activos del gobierno. Esto
podría tender a disminuir las conductas
criminales. Finalmente el rendimiento de los
suministradores competitivos de defensa podría
fácilmente superar el rendimiento del monopolio
del estado, proporcionando a menor precio, un
producto superior en un mercado libre.

Nos enfrentamos a una decisión clásica:


¿Monopolio o competencia? Del mismo modo que
los monopolios en otros mercados fueron
hallados como intolerables, el monopolio de la
industria de defensa, el Estado, será hallado
pronto como intolerable. Hay una alternativa al
sistema del Estado; un orden sin ley, una
sociedad realmente libre, y esa sociedad es la
anarquía

No existe mejor forma de reducir al absurdo una


forma de pensamiento falaz que dejarla estar y
desarrollarse hasta sus últimas consecuencias

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