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E ST U DIO S E N

GU BE R NA M E N TA L I DA D
E N S AYO S S OB R E P ODE R ,
V I DA Y N EOL I BE R A L I SMO

ASOCIACIONES * 01
ESTUDIOS EN GUBER NAMENTALIDAD
Ensayos sobre poder, vida y neoliberalismo
compiladores: Luna Follegati Montenegro y Rodrigo Karmy

asociación communes

Edición: Asociación communes


Revisión de textos: Pablo Concha
Diseño y diagramación: Aracelli Salinas Vargas

ISBN: 978-956-9830-10-5

Permitimos la reproducción completa o parcial de este libro sin fines de lucro,


para uso privado o colectivo, en cualquier medio impreso o electrónico, con
el debido reconocimiento de la autoría y fuente de los textos, y sin alterarlos.
Este permiso corresponde a la licencia de Creative Commons BY-NC-ND.

Viña del Mar, abril de 2018


E ST U DIO S E N
GU BE R NA M E N TA L I DA D
E N S AYO S S OB R E P ODE R ,
V I DA Y N EOL I BE R A L I SMO

L u n a F o ll e g a t i M o n t e n e g r o
Rodr ig o K a r m y
compil a dor es

ASOCIACIONES * 01
Índice

Pa l a br as pr ev i as 9
Communes

P r e sen tación 13

I n t roducción 17

I. Derivas teóricas: la guber namentalida d y su


deriva a nalítica

Foucault: la “guber namentalida d” y las 49


r elaciones entr e sujeto y ver da d
Kamal Cumsille Marzouka

Dispositivos: historia e inma nencia. 89


(Consider aciones pr eliminar es)
Sergio Villalobos-Ruminott

II. Dispositivos, medicina y guber namentalida d

Dispositivos de alivio: fortalecer, 139


agua ntar, dominar
Hugo Sir Retamales
L as r eformas psiquiátricas br asileña y 161
chilena y la gestión por la liberta d. Una
historia de los modos de gobier no en las
pr ácticas vincula das a salud mental
Jimena Carrasco Madariaga y Arthur Arruda
Leal Ferreira

L a sobr evida en conflicto: tr es r egímenes 195


de valor en tor no a la leucemia
linfoblástica aguda
Yuri Carvajal Bañados y Tuillang Yuing
Alfaro

III. Tecnologías de gobier no en el Chile actual

El gobier no del miedo 231


Iván Pincheira Torres

Política de con vivencia escolar: 281


guber namentalización de la escuela y sus
tecnologías de gobier no
Marcela Apablaza S.

S obr e los au tor e s 323


Palabras previas
communes

ontribuir al desmontaje del neoliberalis-


mo, en tanto modelo económico pero sobre
todo como racionalidad de gobierno que se ha
instalado en los más diversos ámbitos de la vida
cotidiana, es uno de los principales objetivos políticos de
communes. Para ello, una de nuestras estrategias es recobrar
la potencia de los libros como armas de intervención en el
debate público y de generación de espacios para la discusión
colectiva en territorios específicos. En ese sentido, asumimos
que a través de los libros se difunden “ideas-herramientas”
que pueden interrumpir los cómodos diagnósticos del pre-
sente que, más allá del “caso” chileno, insisten en que no
tenemos alternativa frente al neoliberalismo.

Tal como queda manifiesto en uno de nuestros primeros


libros, el neoliberalismo no es simplemente una ideología
de mercado, como quieren sus detractores más ortodoxos;
tampoco es una mera teoría económica, como dicen sus

Palabras previas · 9
propulsores, o, en el mejor de los casos, un paquete de medi-
das de reajuste, un mero programa político, como lo impul-
saron sus agentes institucionales y los organismos financieros
a nivel internacional. El neoliberalismo excede estos intentos
descriptivos. Es un conjunto de presupuestos, dispositivos y
técnicas que instituyen prácticas individualizadoras y modu-
lan subjetividades. La razón neoliberal consta de formas de
gobierno y de modos bien específicas de concebir y habitar el
mundo. Y fue justamente el filosofo francés Michel Foucault
quien advirtió tempranamente esta compleja máquina de
engranaje, que llamó gubernamentalidad neoliberal. Es por ello
que hemos acogido Estudios en gubernamentalidad. Ensayos sobre
poder, vida y neoliberalismo, pues se trata de un libro que sigue
indagando, como hizo Foucault, en cómo hemos llegado a
ser lo que somos; dicho de otra manera, ¿cómo somos gober-
nados de una forma y no de otra? Y, por lo tanto, abre tam-
bién una reflexión sobre otras prácticas de gobierno posibles.

Los textos aquí reunidos nos ofrecen algunas precisiones


teóricas en torno a la idea misma de gubernamentalidad y
profundizan en algunos de sus dispositivos o mecanismos
de poder, explorando, en específico, el ámbito de la medi-
cina, la psiquiatría y el contexto escolar. Valga aclarar que
desde su misma formulación, el neoliberalismo no ha sido
una racionalidad política de sentido único, estática y me-
nos aún total. Es por ello que consideramos fundamental
seguir indagando sus formas, variaciones, modulaciones y
reconversiones para desidentificarnos de sus dinámicas y
reimaginar nuestro presente y nuestro porvenir.

10 · Estudios en gubernamentalidad
El trabajo de Michel Foucault es clave para las críticas al
neoliberalismo. De ello no hay duda. Y tal vez los sectores
hegemónicos que abrazan la razón neoliberal lo han ad-
vertido en su justa dimensión, si no ¿cómo explicar que su
nombre esté siendo invocado de manera cada vez más fre-
cuente por los defensores del neoliberalismo? La supuesta
última tentación de Foucault por el neoliberalismo, que le
atribuye hoy la derecha académica y política a este pensa-
dor vinculado con la izquierda, no es más que una lectura
apresurada, cuando no miope, que da cuenta de una eco-
nomía política que también incumbe las formas de leer. Es
crucial por ello disputar su lectura morosa y rumiante. Es
esa también nuestra apuesta.

Vi ña del Mar, dici em br e 2017

Palabras previas · 11
Presentación

n 2017, el Núcleo Transdisciplinar de Estu-


dios en Gubernamentalidad cumplió cuatro
años de funcionamiento. Esta trayectoria da
cuenta de una intención inicial que buscaba, de
manera transversal, situar, problematizar, converger y dia-
logar en torno a la producción nacional que abordaba la
propuesta foucaulteana desde la noción de biopolítica hasta
conceptualizar la noción de gubernamentalidad. Este gesto
inicial encontró una primera concreción en las I Jornadas
Transdisciplinares de Estudios en Gubernamentalidad
(septiembre de 2014), las que dieron cuenta no solo del
gran interés en la materia, sino también de la diversidad
de enfoques de las distintas investigaciones y análisis que
allí se expusieron. El gesto, más que un ámbito nacional de
encuentro académico, buscó también un posicionamiento
teórico-político a partir de las propuestas del autor francés.

Cuatro años han transcurrido desde entonces, y el espa-


cio ha continuado con un trabajo interno –a través de la

Presentación · 13
coordinación de publicaciones y espacios de reflexión pro-
pios del Núcleo– como también incentivando el debate y
socialización de las producciones nacionales, pero esta vez
acentuando el análisis del presente y la construcción de
subjetividades desde la deriva gubernamental. Ambas ex-
periencias han contado con la participación de académicos
nacionales e internacionales, generando una instancia de
diálogo, discusión y coconstrucción basada en las propias
aperturas que posibilita Foucault. Es por esto que el Núcleo
se constituye como un espacio donde las barreras disciplina-
res se desdibujan, pierden la densidad que las caracteriza en
la academia, pasando a constituir un espacio de encuentro,
disputa y propuesta.

En su conjunto, el Núcleo construyó una plataforma en la que


confluyeron la reflexión filosófica, la de las ciencias sociales,
el psicoanálisis y aquellas referidas a las artes. Uno de los
efectos clave de dicha plataforma fue no solo compartir con
investigadores de diversas universidades nacionales a lo largo
y ancho de todo Chile, sino también advertir que el Núcleo
estaba articulando otra forma de entender el despliegue de
los saberes, puesto que no respondía a una mirada “inter” ni
“transdisciplinaria” sino que, en la medida en que la reflexión
foucaulteana nos conducía “tras lo singular”, atendiendo a la
inactualidad del presente, el Núcleo se veía como una plata-
forma infradisciplinaria; es decir, no pretendía la integración en
una totalidad sistémica de saber, sino que más bien intentaba
problematizar el propio saber en sus específicas formas de ar-
ticulación del poder y sus diversos procesos de subjetivación.

14 · Estudios en gubernamentalidad
“Infra” viene a situar el hecho de que los saberes no apuntan
a su “fortalecimiento”, sino que son conducidos a una fuerza
que los “debilita” abriéndolos hacia la dimensión an-árquica
del pensamiento en que todo fundamento, principio u origen
queda diseminado. El prefijo “infra” funciona para designar
el carácter exploratorio y ensayístico de un conjunto de re-
flexiones en que el saber y la escritura, el conocimiento y la
invención, se vuelven una misma intensidad.

La riqueza de comprender los problemas contemporáneos


desde esta mirada infradisciplinar radica en la posibilidad
misma que nos entrega esta noción: sus límites parecen estar
siempre abiertos para analizar las formas con las que opera
la racionalidad política contemporánea. Es una categoría
que saca a cada disciplina de su lugar, exhibiendo la trama
de saber-poder a la que pertenece. Los saberes advierten sus
efectos de poder, entienden que no designan una realidad
que está dada de antemano, sino que los problemas que pro-
ducen articulan prácticas específicas, desencadenan efec-
tos y producen específicas formas de subjetividad. En este
sentido, como bien distinguió Foucault en su momento, la
discusión del Núcleo se desarrolló sin un orden predefinido,
en relación a tres aristas que tuvieron lugar en los diversos
debates: el problema en torno al saber, a las relaciones de
poder y a los diferentes procesos de subjetivación.

La polisemia con la que juega la noción de gubernamentali-


dad que Foucault va ensayando durante los años 1976-1978
se teje en la pluralidad de los abordajes articulados en el

Presentación · 15
Seminario Permanente del Núcleo Transdisciplinar de Es-
tudios en Gubernamentalidad, financiado por el Proyecto
Bicentenario de la Universidad de Chile. Esta instancia,
bajo el alero del Núcleo, posibilitó la invitación de diferentes
académicos y académicas con la intención de generar un
espacio de discusión sobre las investigaciones que llevaban
en curso. El presente libro constituye una selección de los
trabajos allí presentados.

A esta luz, el techo de la Universidad de Chile que acogió


este proyecto durante el año 2016 y el Proyecto Bicentenario
que apoyó la iniciativa también experimentaron tránsitos
interesantes: tanto entre los miembros del Núcleo que pro-
venían desde diversas universidades del país, como entre los
invitados (muchos de ellos provenientes de otras universida-
des públicas) que expusieron y compartieron con nosotros
sus diversos trabajos. Fue una conversación ininterrum-
pida entre Valparaíso, Concepción, Valdivia y Santiago,
una conversación que encontró su complemento en las II
Jornadas de Estudios en Gubernamentalidad, realizadas
en septiembre de 2016. En ellas se presentaron diversos in-
vestigadores nacionales e internacionales, constituyendo la
universidad un nudo más de la red por la que transita el
nombre de Foucault. Algunos de estos trabajos son los que
publicamos aquí, no por un afán simplemente pedagógico,
sino ante todo para poner en común el único legado ofrecido
por Foucault: la an-arquía, que asume al pensamiento como
una experiencia inactual que se juega en un “trabajo de re-
creación infinito” sobre nosotros mismos.

16 · Estudios en gubernamentalidad
Introducción

1. Foucault an-árquico
1.1. El 3 de enero del año 2017, Arturo Fontaine publica en
el sitio web de Ciper-Chile1 un breve artículo, a modo de re-
seña, sobre el libro Democracia y poder constituyente.2 Este texto
funciona más como un pre-texto para deslizar ciertas críti-
cas a la izquierda, pues Fontaine usa la reseña para plantear
dos cuestiones clave: una, que al indicar que la izquierda no
tiene una noción propia de “gubernamentalidad”, Michel
Foucault dejaría entrever, en sus cursos de 1979, su “atrac-
ción” hacia el neoliberalismo; y dos, que el propio Foucault
habría sugerido que la izquierda no sabe gobernar porque

1  Arturo Fontaine, “Crisis actual del socialismo y gobernamen-


talidad en Foucault”, fecha de acceso 19 de agosto 2017, http://
ciperchile.cl/2017/01/03/crisis-actual-del-socialismo-y-goberna-
mentalidad-segun-foucault/

2  Gonzalo Bustamante Kushel y Diego Sazo, Democracia y Poder


Constituyente. (Santiago de Chile: FCE, 2016).

Introducción · 17
carece de una noción propia de gobierno: “Foucault planteó,
en su etapa final, la falta de lo que llamó ‘gouvernementalité’
(‘gobernamentalidad’) propia del socialismo. ‘El socialismo
carece de gobernamentalidad autónoma’, afirma”3 –dice
Fontaine. Al ser uno de los intelectuales más importantes
de la derecha neoliberal chilena, el texto de Fontaine resulta
estratégico: para criticar a los autores de “izquierda” que
escriben en dicho libro, Fontaine debe apropiarse del autor
que funciona como su operador más decisivo: Foucault. Y
entonces, Fontaine vía Foucault plantea que la izquierda
carecería de un concepto propio de “gubernamentalidad”
y, por tanto, de un concepto propio de economía. De esta
forma, la izquierda solo podría gobernar gracias a la noción
liberal de gobierno. Al requerirle, la izquierda estaría con-
denada a gobernar como la derecha, haciendo del liberalismo
–y del neoliberalismo en particular– el único paradigma de
gobierno, la única forma capaz de gobernar.

Pero ¿por qué Fontaine plantea que las lecciones de 1979


constituyen parte de la “etapa final” de Foucault, si sabe-
mos que después de ese año no dejó de hacer clases en el
Collège de France y derivó hacia los problemas de la ética,
hasta su muerte en 1984? Fontaine no lo aclara. Lo da por
supuesto. Ahora bien, ¿dice aquella clase lo que Fontaine
dice que dice? En lo inmediato, Fontaine pretende desacti-
var a los intelectuales de izquierda que articulan una crítica

3  Fontaine, “Crisis actual del socialismo y gobernamentalidad en


Foucault”.

18 · Estudios en gubernamentalidad
al neoliberalismo transformando al antídoto Foucault en su
veneno más eficaz.4 Desde esta lectura, el efecto no podría
ser más dramático: los teóricos de izquierda se han nutrido
de un neoliberal; sin saberlo, la izquierda ha sucumbido a
Hayek vía Foucault y no ha leído bien la apuesta foucaultea-
na, pues ha intentado una crítica al neoliberalismo con las
armas que, inevitablemente, le conducían a él.

Para empezar, es clave advertir que la constelación de pensa-


miento en la que se imbrica Fontaine sigue la vía planteada
por los investigadores (paradójicamente provenientes de la
izquierda francesa) Geoffroy Lagasnerie y Daniel Zamora.
En el último tiempo, estos autores han puesto en circulación
ciertas tesis que enfatizan la singular relación que supues-
tamente Foucault habría mantenido con el neoliberalismo

4  Quizás una de las primeras veces en que en Chile se plantea la


idea de que Foucault se habría inclinado por el neoliberalismo sea
la publicación de Eugenio Tironi titulada No. En ella el sociólogo
reconstruye, sólo citando a Lagasnerie (y no a Foucault), el supues-
to periplo de Foucault desde su inclinación por las izquierdas hasta
abrazar el neoliberalismo. Al igual que Fontaine en el texto que
comentamos, la operación de Tironi también redunda en un ideo-
logismo febril: trata de justificar, en un descaro de proporciones, su
propia conversión al neoliberalismo a partir de la figura de Foucault.
Así como el intelectual francés era de izquierdas y polemizó con
la izquierda de su tiempo para abrazar al neoliberalismo, también
Tironi dice haber llegado a entender que era necesario volcarse
hacia el neoliberalismo para, yendo a contrapelo de la izquierda,
renovar a las izquierdas. Eugenio Tironi, Sin miedo, sin odio, sin vio-
lencia. Una historia personal del NO. (Santiago de Chile: Ariel, 2013).

Introducción · 19
en sus clases de 1979, tituladas El nacimiento de la biopolítica.5
Para Lagasnerie, Foucault se habría sentido atraído por el
neoliberalismo puesto que su modelo le habría permitido
adoptar una analítica más allá del modelo político-estatal:
“[…] Foucault vio en los conceptos de ‘mercado’, ‘raciona-
lidad económica’, homo oeconomicus, etc. instrumentos
críticos sumamente poderosos que permitían descalificar
el modelo del Derecho, la Ley, el Contrato, la Voluntad
General, etc. Ese paradigma abre paso a la posibilidad de
hablar un lenguaje que no sea el del Estado.”6 Según La-
gasnerie, Foucault habría encontrado en el neoliberalismo
un paradigma que le posibilitó pensar más allá del léxico
político-estatal. La hipótesis de Lagasnerie no plantea que
Foucault haya abrazado ideológicamente al neoliberalismo
en contra de la izquierda, sino tan solo que le habría adop-
tado como “estrategia” “contra la sociedad disciplinaria” en
orden a elaborar nuevas prácticas de “desujeción”.7 En este
sentido, diremos que la hipótesis de Lagasnerie sostiene que
la atracción foucaulteana por el neoliberalismo habría sido
una “estrategia” para reinventar a la propia izquierda, pero
en ningún caso suscribiría el que tal estrategia terminara en
una adscripción ideológica clara.

5  Michel Foucault, El nacimiento de la biopolítica. Clases en el Collège de


France 1978-1979. (Buenos Aires: FCE, 2006).

6  Geoffroy De Lagasnerie, La última lección de Michel Foucault. Sobre


neoliberalismo, la teoría y la política. (Buenos Aires: FCE, 2015), 97.

7  Ibídem, 113.

20 · Estudios en gubernamentalidad
Para Daniel Zamora, la atracción foucaulteana por el neo-
liberalismo no sería una simple “estrategia”, como plantea
Lagasnerie, sino que constituiría una adscripción mucho
más profunda:

Foucault –dice Zamora– estuvo altamente atraído


al liberalismo económico: él vio allí la posibilidad
de una forma de gubernamentalidad que era mucho
menos normativa y autoritaria que la de la izquierda
socialista y comunista, a la que él veía como total-
mente obsoleta. Él vio especialmente en el neolibe-
ralismo una forma de política “mucho menos buro-
crática” y “mucho menos disciplinaria” que aquella
ofrecida por el estado de bienestar de la posguerra
[…] Nuestra perspectiva es que él lo usa [al neolibera-
lismo] como más que sólo una herramienta: él adopta
la visión neoliberal para criticar a la izquierda.8

Si bien Zamora parece estar de acuerdo con la hipótesis


estratégica de Lagasnerie, reconoce que su propia hipótesis
va más allá, postulando que Foucault no se habría sentido
“atraído” al neoliberalismo económico simplemente como
una “estrategia” para reinventar la izquierda, sino para
articular una crítica de la izquierda de la que el propio Fou-
cault se habría alejado, “adoptando” directamente la visión

8  Daniel Zamora, “¿Podemos criticar a Foucault? Foucault como


neoliberal”, fecha de acceso 19 de Agosto de 2017, https://an-
doenpando.wordpress.com/2015/01/07/podemos-criticar-a-fou-
cault-foucault-como-neoliberal/

Introducción · 21
neoliberal. Digamos que la hipótesis de Zamora es ideológica,
pues no contempla a un Foucault atraído por el neolibera-
lismo como parte de una estrategia, sino a un Foucault que
supuestamente “adopta la visión neoliberal” como tal.

Sin embargo, tanto la hipótesis estratégica de Lagasnerie como


la ideológica de Zamora, referidas al hecho de que la “atrac-
ción” foucaulteana por el neoliberalismo tendría que ver con
el modo en que una razón gubernamental viene a sustituir a
una teoría del Estado, resultan problemáticas si recordamos
que Foucault no tuvo que esperar al paradigma del neolibe-
ralismo para desplazarse metodológicamente al paradigma
de la soberanía. En lo que se refiere a sus primeros trabajos
dedicados al problema del saber y el discurso (Las palabras y
las cosas, La arqueología del saber), Foucault interroga radical-
mente al dispositivo soberano, desplazando la función autoral
para problematizar la de la episteme. En esta misma lógica,
sus clases de 1976 recurrieron a la famosa “hipótesis Nietzs-
che”9 en contraste con la “hipótesis Hobbes”, en función de
articular una analítica que contemplara la lucha de fuerzas
que atraviesan los cuerpos, descentrando la perspectiva de la
clásica visión estatalista (la “hipótesis Hobbes”) y mostrando
el modo en que los cuerpos no están simplemente confiscados
a la captura estatal: “[…] ¿podemos encontrar –pregunta
Foucault– por el lado de la relación belicosa, por el lado del

9  Edgardo Castro, “Categorías de la filosofía política contempo-


ránea: gubernamentalidad y soberanía”, Revista de Filosofía y Teoría
Política 35 (2004): 39-69.

22 · Estudios en gubernamentalidad
modelo de la guerra, por el lado del esquema de la lucha,
de las luchas, un principio de inteligibilidad y análisis polí-
tico, descifrado, por lo tanto, en términos de guerras, luchas
y enfrentamientos?”10 Foucault intenta buscar otro referente
metodológico para enfrentar al clásico paradigma de la filo-
sofía política. Como ocurría respecto del discurso, también
respecto del poder Foucault intentará liberar los análisis de
la filosofía política moderna centrados excesivamente en el
problema político-estatal del poder, para comenzar a trabajar
en torno a la cuestión de las “relaciones de poder”. No se tra-
tará jamás de “el poder” como de las “relaciones de poder”,
nunca de un centro soberano, sino de una red o conjunto de
redes de relaciones de poder. Si el análisis clásico privilegia el
esquema soberano al enfocarse en el orden y, según Foucault,
asentarse en la filosofía política de Hobbes, la “hipótesis Niet-
zsche” posibilitará pensar las luchas que van más allá de un
marco político-estatal, y que acontecen en la inmanencia de
las prácticas. De hecho, en su clase del 21 de enero de 1976,
Foucault problematiza el modo en que el “modelo jurídico de
la soberanía” entiende al poder y cómo este no estaba: “[…]
adaptado a un análisis concreto de la multiplicidad de rela-
ciones de poder.”11

A diferencia de lo que sostienen tanto Lagasnerie como


Zamora, será Nietzsche y no Hayek, será la inmanencia

10  Michel Foucault Defender la sociedad. Clases en el Collège de France


1975-1976. (Buenos Aires: FCE, 2000), 33.

11  Ibídem, 49.

Introducción · 23
de los cuerpos y no el despliegue del mercado, lo que da
la pista a Foucault para desarrollar su singular “analítica”
que, tres años más tarde, extenderá a la cuestión neoliberal.
En esta vía, los trabajos de Lagasnerie y Zamora han dado
excesivo énfasis a la cuestión del neoliberalismo –conside-
rándolo como la matriz de una estrategia o el tardío reducto
de una adopción ideológica–, perdiendo de vista que, desde
sus primeros trabajos, la propuesta foucaulteana asume una
crítica histórico-filosófica orientada a trazar una “ontología
histórica acerca de nosotros mismos”:

Tres dominios de la genealogía son posibles –res-


ponde Foucault en una entrevista ofrecida en 1983–.
Primero, una ontología histórica de nosotros mismos
en relación con la verdad, a través de la cual nos
constituimos como sujetos de conocimiento; segundo
una ontología histórica de nosotros mismos en rela-
ción con el campo de poder, a través de la cual nos
constituimos como sujetos que actúan sobre otros;
y tercero, una ontología histórica en relación con la
ética, por medio de la cual, nos constituimos como
agentes morales.12

¿Cómo hemos llegado a ser lo que somos? Esa es la pregunta


que se deslinda en la articulación genealógica de estos “tres

12 Michel Foucault, “La estructura de la interpretación genea-


lógica”, en El yo minimalista y otras conversaciones, Michel Foucault.
(Buenos Aires: Biblioteca de La Mirada, 2003), 62.

24 · Estudios en gubernamentalidad
dominios”. ¿Cómo nos hemos constituido como “sujetos
del conocimiento”, como “sujetos que actúan sobre otros”
y cómo nos constituimos en “agentes morales”? Problema
histórico-filosófico que desplaza la supuesta evidencia del
sujeto (del conocimiento, del poder o de la ética) por una
interrogación radical acerca de su historicidad. Foucault
no esperó al neoliberalismo para tomar de él su matriz y
desplazar la cuestión de la soberanía, como creen Lagasne-
rie o Zamora, sino que desde sus primeros trabajos desafió
las diferentes formas de soberanía y abrió la cuestión de la
“ontología histórica” en aras de pensar el presente. Como
veremos, será esta apuesta la que exhiba la an-arquía inma-
nente al pensamiento foucaulteano en el que falta toda pre-
suposición de un origen, principio o sentido.

1.2. Más allá del bien y el mal, no se trata de reivindicar


a un cierto Foucault “verdadero” en contra de un Foucault
“falso”, sino de atender a que el autor aquí en cuestión es
parte de una guerra por la verdad cuya intensidad consiste en la
articulación de una singular tecnología académica (y de la
academia como tecnología) orientada a hacer que Foucault
confiese su más prístina verdad, a inventar a un Foucault
“autoral” al precio de neutralizar su fuerza. Cuando Fon-
taine adhiere secretamente a los trabajos de Lagasnerie y
Zamora (sin citarles), no está haciendo otra cosa que recurrir
a la autoridad filosófica de cierta izquierda francesa para in-
dicarle a una cierta “izquierda” chilena (un término espec-
tral en el texto de Fontaine, que equipara imprecisamente

Introducción · 25
a Maduro con Podemos y a ambos con el Frente Amplio)
que está equivocada, que no ha leído bien; que Foucault
podría haber sido de izquierdas, pero que llegó a la misma
conclusión de los teóricos neoliberales y conduciría a cual-
quier visión de izquierdas a su “renovación” aceptando así
la noción neoliberal de gobierno: la izquierda no posee una
noción “autónoma” de gubernamentalidad y, por tanto, no
podría gobernar si es que pretende eliminar de su horizonte
político a la economía liberal y el respeto último a la pro-
piedad privada. Fontaine se viste de ropajes foucaulteanos,
pero en rigor opera como su inquisidor. Pretende sonsacar
su verdad, aprisionarle para que confiese que, en el laberin-
to de su pensamiento, habría terminado siendo “atraído”
por el neoliberalismo. ¿Qué designa “atracción” aquí? ¿El
inconfesable deseo de un Foucault que, en el fondo, estaba
con Thatcher y Pinochet, con Hayek y los Chicago Boys?
¿Qué es “atracción” si no el significante de quien atribu-
ye un estatuto autoral a una fuerza, una identidad a quien
trabajó cada vez para rehuir de ella? ¿Quién puede decir
“atracción” sino aquel que cree ver un “detrás” donde la
an-arquía foucaulteana no hacía otra cosa que esforzarse por
diseminar todo origen e identidad?

Más sintomático aún resulta que en esta exposición Fontai-


ne no haga referencia alguna a la figura del poder pastoral
cristiano que, en sus clases de 1978, Foucault había identi-
ficado como la matriz genealógica desde la cual se habría
inaugurado la gubernamentalidad y, con ello, la deriva del
liberalismo moderno y sus consecuentes “ordo” y “neo”

26 · Estudios en gubernamentalidad
liberalismos. O quizás sí, pero no lo dice. Lleva el pastora-
do como tecnología de poder en la exposición de su propio
texto, en la misma articulación del dispositivo que pretende
sonsacar una identidad neoliberal a Foucault. Como guar-
dián de la ortodoxia neoliberal, Fontaine ha visto el mayor
peligro en las clases de Foucault: el germen de una cierta
izquierda intelectual que rechaza la gubernamentalidad
neoliberal, la posibilidad de conducirnos de otro modo y
de transformarnos a nosotros mismos. Como alguna vez
Tomás de Aquino hizo con Aristóteles, Fontaine intenta
hacer con Foucault: legitimar el estudio de Foucault, pero
purificarlo bajo la seña “neoliberal”. Sin la opacidad que le
caracteriza, se trata de un Foucault exento del gesto por el
que experimenta el temblor del acontecimiento y la an-arquía
de su pensamiento.

Fontaine quiere un Foucault sin acontecimiento, en que el pen-


samiento quede confiscado por la fuerza hegemónica del
mercado. La interrogante foucaulteana ha podido circular
en nuestros precarios espacios de lectura y reflexión solo al
precio de intentar neutralizar un pensamiento bajo el peso
de una identidad. Se trata de hablar de Foucault, leer sus
libros, escribir sobre él, hacerlo parte de la mercaduría del
capital y así privarle de la fuerza del acontecimiento, despo-
jándole del gesto por el que él mismoarticula pensamiento
e historia. El nombre de Foucault ha comenzado a circular
al precio de pasar por múltiples dispositivos –académicos o
no– que operan para hacerle “confesar” sus posiciones, para
supuestamente mostrar quién “realmente” es.

Introducción · 27
Como si tras su nombre se escondiera un “genio maligno”
en el que se alojara la verdadera identidad. Y, sin embar-
go, todo el trabajo foucaulteano no va más que “tras lo
singular”,13 articulando una serie de gestos que le permi-
ten sortear a los innumerables dispositivos (entre ellos a
la filosofía) y abrazar la intensidad del acontecimiento. A
esta luz, aquello que discontinúa la serie, lo que irrumpe
de improviso, es a lo que Foucault aboca todo su trabajo.
Su gesto no cabe en la estrechez de una identidad, menos
aún en el dispositivo confesional que lo produce. Porque
solo en la medida en que nos abocamos a una ontología
del presente es que recurrimos tanto a la arqueología como
aquella indagación en torno a las condiciones de positi-
vidad de los discursos (el régimen de verdad que los hace
aceptables), como a la genealogía entendida al modo de una
estrategia que intenta restituir las condiciones de aparición
de una singularidad en la inmanencia de sus luchas y en
la heterogeneidad de sus fuerzas.14 Se trata de pensar, por
tanto, la imbricación entre filosofía e historia como una
tarea política que permita no solo dilucidar cómo hemos
llegado a ser lo que somos, sino también formular la pre-
gunta acerca de la posibilidad de ser de otro modo.15

13  Tuillang Yuing Alfaro, Tras lo singular. Foucault y el ejercicio del filo-
sofar histórico. (Viña del Mar: Cenaltes, 2017).

14 Michel Foucault, “¿Qué es la crítica?” en Sobre la ilustración.


(Madrid: Tecnos, 2003), 39.

15  Wendy Brown, La política fuera de la historia. (Madrid: Enclave,


2014).

28 · Estudios en gubernamentalidad
Foucault es hostil al pastorado. No se deja docilizar por el
juego de los dispositivos. Foucault no confiesa quién es. Pro-
blematiza al sujeto moderno constituido por años de pasto-
rado y le hace experimentar una inquietud. Un Foucault
transparente, prístino a los ojos de la verdad, tranquiliza
a las conciencias, permite que los neoliberales respiren sin
temor y puedan incluso celebrar que, hasta el teórico más
radical, podía sentirse atraído por la nueva doctrina y sus
dogmas. Supuestamente, como los neoliberales, Foucault
acentúa la flexibilidad de los dispositivos, rechaza la dis-
ciplina y, hasta cierto punto, deja de lado la perspectiva
político-estatal. ¿Cómo, entonces, no ver en Foucault a un
aliado de la razón neoliberal antes que una amenaza? Y, a
la inversa: ¿cómo no exhibir su gesto como aquél discurso
moral que les dice a las izquierdas que, como Foucault, la
alternativa no es más que aceptar la gubernamentalidad
neoliberal como garante de la democracia o derivar a un
autoritarismo sin retorno?

Si no se trata de ingresar en la grilla de un Foucault “falso”


contra uno “verdadero” –se trata más bien de atender a la
guerra por la verdad que aquí se juega–, es porque el gesto fou-
caulteano por excelencia abre su pensamiento como una expe-
riencia de lo singular. Como tal, Foucault irrumpe incaptu-
rable a cualquier lógica identitaria e invita a resistir con él.
Que cierta izquierda diga que Foucault no sirve porque es
neoliberal o que lo celebre la derecha poco importa. Ambas
funcionan como técnicas “pastorales” orientadas a gober-
nar una fuerza que pulsa en la superficie. Un Foucault indócil,

Introducción · 29
ingobernable, es aquel que no deja de ofrecer perspectivas
para nuestro presente. Un Foucault que no se deja sitiar –ni
en su vida ni en su muerte–, que no cabe en marco alguno,
es un Foucault an-árquico (no “anarquista”) cuya fuerza pare-
ce estar presente desde sus primeros trabajos: “No me pre-
gunten quién soy, ni me pidan que permanezca invariable:
es una moral de estado civil la que rige nuestra documenta-
ción. Que nos deje en paz cuando se trata de escribir.”16 El
trabajo de escritura se fragua como el gesto de resistirse a
confesar “quién es”, como la lucha por no dejarse capturar
por el dispositivo identitario, por la dislocación de la “moral
de estado civil” regida por la primacía del autor. Por esto, un
Foucault an-árquico es aquel que nos reenvía a un campo de
flotación en el que nuestras formas, identidades y contornos
se dislocan, experimentando la intensidad de lo histórico en
el énfasis puesto en las fracturas y discontinuidades, en la
apuesta por la singularidad de las racionalidades (y no en la
“racionalización”, como ocurre con el “weberismo” presen-
te en la Escuela de Frankfurt) y en la renuncia a cualquier
“prescripción” ofrecida desde la posición del intelectual.17
Un Foucault an-árquico es aquel gesto capaz de pensar lo
impensado y que no solo designa la resistencia a las innume-
rables formas de captura del pensamiento, sino también a la
posibilidad de abrirnos a la invención de nosotros mismos

16 Michel Foucault, La arqueología del saber. (México: Siglo XXI,


1970), 29.

17 Brown, La política fuera de la historia.

30 · Estudios en gubernamentalidad
más allá de la forma “empresa”, promovida por la actual
razón neoliberal.18

1.3. “[…] no creo que haya por el momento gubernamen-


talidad autónoma del socialismo.”19 –dice efectivamente
Foucault en su clase del 31 de enero de 1979. Pero ¿cómo
leer dicha afirmación en una clave diferente de la que nos
proponen Lagasnerie y Zamora y que Fontaine reinterpreta
ideológicamente para destrozar a una izquierda que, por no
ser (neo)liberal supuestamente no sabría gobernar? Fontaine
se apresura, quizás; Lagasnerie y Zamora también. No se
trata de una defensa del neoliberalismo ni para disponerlo
como “estrategia” ni tampoco para asumirlo “ideológica-
mente”. Se trata de algo mucho más oscuro y esquivo, que
concierne a tres asuntos clave. Primero, al intento foucaul-
teano de trazar una analítica del neoliberalismo atendiendo
a su novedad (al acontecimiento que se pone en juego en el
cambio entre la gubernamentalidad liberal y la neoliberal).
Segundo, yendo a contrapelo de la izquierda de su tiempo,
de pensar nuevas prácticas de resistencia en el seno del
nuevo “régimen de veridicción” de corte neoliberal que se
está imponiendo; prácticas que –tal como indica Lagasne-
rie– permitan concebir otra izquierda más allá de las formas
disciplinarias articuladas por el socialismo real. Tercero,

18  Rodrigo Karmy, “Michel Foucault, un pensador de la sobera-


nía: notas por una genealogía de la vida ética”. Revista Aurora 37
(2013): 13-41.

19 Foucault, El nacimiento de la biopolítica, 118.

Introducción · 31
Foucault pone en juego una suerte de crítica antihumanista
que pretende mostrar que, si bien se trata de pensar en la
relación sujeto-verdad, ello debe hacerse solo en el declive
de cualquier horizonte antropológico. La querella antro-
pológica cuya fuerza se anuncia en la tríada decimonóni-
ca articulada por Max Stirner, Ludwig Feuerbach y Karl
Marx, y cuya reverberación pervive en Friedrich Nietzsche,
terminará consumándose en la idea foucaulteana de que
el “hombre” no es más que un “desgarrón” inmanente al
orden del discurso:

Por extraño que parezca –escribía Foucault en Las


palabras y las cosas– el hombre –cuyo cimiento es consi-
derado por los ingenuos como la más vieja búsqueda
desde Sócrates– es indudablemente sólo un desgarrón
en el orden de las cosas, en todo caso una configura-
ción trazada por la nueva disposición que ha tomado
recientemente el saber. De ahí nacen todas las quime-
ras de los nuevos humanismos, todas las facilidades de
una “antropología”, entendida como reflexión gene-
ral, medio positiva, medio general, sobre el hombre.
Sin embargo, reconforta pensar que el hombre es sólo
una invención reciente, una figura que no tiene ni dos
siglos, un simple pliegue en nuestro saber y que desa-
parecerá en cuanto éste encuentre una forma nueva.20

20 Michel Foucault, Las palabras y las cosas (México: Siglo XXI,


2008), 8-9.

32 · Estudios en gubernamentalidad
Invención reciente, el “hombre”, un desgarrón sin esencia
alguna, exento de naturaleza, tan solo una inquietud en la
circulación significante, da curso a los “nuevos humanis-
mos” dentro de los cuales, sin duda, estarán el liberalismo
y el socialismo como dos proyectos cuya convergencia se
encuentra en un mismo horizonte antropológico. Tras el
lenguaje no hay sujeto, tras el poder no hay voluntad, tras la
ética no habrá nada más que inmanencia de las prácticas.
Superficie y no profundidad, relaciones contingentes y no
universalidad antropológica: “[…] hay que despertar de ese
sueño antropológico como antaño nos despertamos del sue-
ño dogmático.”21 Como un nuevo gesto kantiano, Foucault
se apresta a inquietar las categorías heredadas por el “sueño
dogmático” de la antropología moderna: conciencia, perso-
na, sujeto y autor, entre otras, y de las que el propio Kant
fue responsable. En esta vía, ¿quién vive tras Foucault? Na-
die. Todo se resuelve en la “conquista del anonimato”22 que
cruzará cada uno de sus trabajos desde finales de los años
sesenta hasta 1984 y que orientan su apuesta como un gesto
permanente de resistencia frente a la “moral de estado civil”.

La afirmación de que el socialismo carece de una “guberna-


mentalidad autónoma” cobra sentido aquí: la idea socialista
de “hombre” no fue una noción “autónoma”, toda vez que

21 Michel Foucault, “Filosofía y psicología. Conversación con


Alain Badiou”, en ¿Qué es usted, profesor Foucault? Sobre la arqueología y
su método. (Buenos Aires: Siglo XXI, 2013), 51.

22  Idem.

Introducción · 33
habría sucumbido a la norma antropológica burguesa; bajo
ese prisma, la crítica foucaulteana constituye una apuesta
para su desactivación. ¿Acaso no contemplamos aquí la seña
de un Louis Althusser que nos alertaba acerca de los peli-
gros del “hombre”?23 ¿No está en juego también la huella
de lo que un Georges Bataille afirmaba sobre Nietzsche, al
indicar que su carácter “póstumo” hacía su pensamiento
irreductible al “racionalismo” de las izquierdas y al “vo-
luntarismo” de las derechas?24 ¿Cómo pensar más allá del
humanismo yendo más allá de la forma del hombre como
sujeto y agente del pensamiento sobre el cual se articuló el
“sueño dogmático” de la antropología moderna?

La afirmación foucaulteana del curso de 1979 que ha des-


tacado Fontaine para sus propios fines ideológicos pierde de
vista que, en Foucault, siempre estará en juego una apuesta
histórico-filosófica que, articulada como una ontología his-
tórica acerca de nosotros mismos, hace la experiencia de
la falta de fundamento (no hay principio, origen o sentido),
circunscribiendo su reflexión a las superficies (episteme, disposi-
tivos, formas de subjetivación/saber, poder, ética) en las que
se juegan cuerpos, fuerzas y el conjunto de sus luchas. Se tra-
ta de la arqueología y la genealogía como prácticas históri-
co-filosóficas que muestran el carácter an-árquico de nosotros

23  Louis Althusser, La revolución teórica de Marx, (México D.F: Siglo


XXI, 2004).

24  Georges Bataille, “Nietzsche y los fascistas”, Revista Acéphale. Re-


ligión. Sociología. Filosofía. 1936/1939, (2005): 35-58.

34 · Estudios en gubernamentalidad
mismos. No habrá un sujeto de la historia, ni profundidad
en la subjetividad; tan solo la inmanencia de prácticas en
cuya historicidad la filosofía podrá vislumbrar la posibilidad
de ser de otro modo.

En este registro, no solo los análisis de Lagasnerie y Zamora


desvían el camino, sino que Fontaine equivoca el paso cuan-
do lee esa afirmación de Foucault desprendida de la proble-
matización foucaulteana en torno al humanismo. Mientras
Foucault subraya el fin del humanismo y la exigencia filosó-
fica para atender al “desgarrón”, Fontaine intenta restituirlo
en la forma antropológica del neoliberalismo: “Es cierto
que nadie es más humanista que los tecnócratas.”25 –decía
Foucault a Badiou. ¿Acaso el discurso neoliberal –cuya ar-
ticulación tecnocrática no deja de asolar al planeta en la ac-
tualidad– no se presenta como una forma de “mejoramiento
del hombre” que promete progreso, crecimiento y libertad,
compartiendo así el “sueño dogmático” de la antropología
moderna que, sin embargo, Foucault nos invita a disipar?

Según sugerencia de Lagasnerie, si las lecciones de 1979


trabajan en la vía de pensar nuevas prácticas emancipato-
rias adecuadas a la época neoliberal, Fontaine (y Zamora)
las lee bajo la peligrosa rúbrica de una adhesión. Como si
Fontaine hubiera olvidado la fontaine de Foucault, intentando
producir una última confesión que él hubiera legado como

25  Foucault, “Filosofía y psicología. Conversación con Alain Ba-


diou”, 51.

Introducción · 35
testamento: aquella que dice que, en realidad, terminó con-
virtiéndose en “neoliberal”, obliterando la an-arquía abierta
por la hipótesis del “fin del hombre”. Con la autoridad de
Lagasnerie y Zamora, Fontaine invita a los inquietos a tran-
quilizarse, a los izquierdistas a neoliberalizarse y a los fou-
caulteanos a preñarse de la verdad revelada por la célebre
“filosofía de la libertad”.

Ahora bien, ¿qué es el neoliberalismo para Foucault? No es


una simple teoría económica (como piensan los teóricos neo-
liberales), tampoco solo una ideología de clase (como pien-
san los teóricos marxistas); es, más bien, una forma precisa
de gubernamentalidad ceñida a lo que podríamos llamar el
“modelo alemán”. La puesta en juego de esta singular técni-
ca de gobierno (una técnica entre otras que se han articula-
do históricamente) muestra que para Foucault la economía
no resulta ser una simple “infraestructura”, como pensaría
la tradición marxista, pero tampoco una simple “mano invi-
sible” o un “orden espontáneo”, como pensaría la tradición
liberal y neoliberal respectivamente, sino una verdadera
razón política que articula un modo preciso –y absoluta-
mente novedoso– de gobernar. Porque si bien Foucault se
opone al análisis de la “fascistización del Estado” que cierta
izquierda está llevando a cabo en ese entonces, es porque
subraya el desplazamiento de la “gubernamentalidad de
Estado” que, en su momento, habría quedado capturada
por la “gubernamentalidad de partido” (el fascismo), por la
búsqueda de una “gubernamentalidad liberal” que, como
nueva razón política, inaugura al neoliberalismo como un

36 · Estudios en gubernamentalidad
verdadero “régimen de veridicción”, esto es, como un nuevo
horizonte de inteligibilidad que transformará todo el léxico
político-estatal de la tradición política en un nuevo léxico
económico-gestional.26

He aquí el acontecimiento al que Foucault será enteramente


fiel. El surgimiento de lo nuevo, a contrapelo de los teóricos
de su tiempo, que será pensado por él en un ejercicio cuya
an-arquía hará de su pensamiento un gesto radicalmente
intempestivo. No se trata de la represión del Estado, como
de los modos de articulación de una nueva razón guberna-
mental. No se trata del estruendo del fascismo, como de la
silenciosa operación de la democracia. Foucault no esperó
a Hayek, sino que siguió el juego de Nietzsche para pen-
sar de modo radicalmente an-árquico, sin principio, origen
o sentido alguno. ¿Cómo podríamos decir que la razón
neoliberal ofrece la an-arquía que nos lega Foucault, cuan-
do la libertad no es nada más que el juego de un “orden
espontáneo”, cuando el propio Hayek no puede pensar a
los cuerpos más allá la forma del “capital humano”? Una
an-arquía contra la anarquía del capital. Un alma emprende-
dora articulada por la nueva razón neoliberal se ha vuelto
la nueva “prisión del cuerpo”. Y Foucault pretende notificar
a la izquierda de su tiempo sobre dicha nueva articulación.
Porque si hay “atracción” en Foucault hacia la nueva razón
neoliberal, esta será una “atracción” por la discontinuidad
abierta entre la gubernamentalidad del liberalismo clásico

26 Foucault El nacimiento de la biopolítica, 225.

Introducción · 37
y la del nuevo neoliberalismo. Preñada de una “fobia al Es-
tado”, la izquierda de su tiempo se enfrenta a un Foucault
que cumple la función intelectual de advertir la peligrosa
convergencia de esta con la “fobia” que muestra la misma
razón neoliberal. La clave consiste no en pensar al Estado,
sino en concebir el modus operandi de la nueva razón guberna-
mental. He aquí el disenso entre el diagnóstico foucaulteano
y el de la izquierda del momento. Un diagnóstico que aferra
al acontecimiento y que hace del trabajo filosófico un gesto
intempestivo que responde al brío de su actualidad.

2. La an-arquía Foucault

2.1. El conjunto de ensayos que se ofrecen aquí fueron


presentados en el Seminario Permanente del Núcleo Trans-
disciplinar de Estudios en Gubernamentalidad durante el
año 2017. Se trataba de una experiencia colectiva en la que
debatíamos acerca de los diferentes usos (y no apropiacio-
nes) de Foucault desde nuestros respectivos trabajos. Muchos
de ellos tentativos, otros un poco más elaborados, todos se
plantearon como eje la cuestión de la “gubernamentalidad”.
Sin embargo, dicho término no se articula de un modo claro
y distinto. Antes bien, se trata de una noción cuyos sentidos
Foucault va explorando únicamente a partir de sus clases en
el Collège de France de 1978, tituladas Seguridad, territorio,
población. En ellas, el término gubernamentalidad comienza
poco a poco a desplazar, en lo que a la discusión genealógica
concierne, a la noción de biopoder. De hecho, llega un punto

38 · Estudios en gubernamentalidad
en que el biopoder encontrará una inteligibilidad sólo a la
luz de la gubernamentalidad.

Tal desplazamiento se produce por la propia deriva de la no-


ción de biopoder en cuatro momentos claves. El primer mo-
mento corresponde a su aparición, en 1974, para designar al
proceso de medicalización de la vida social característico de
la modernidad. El segundo momento lo encontramos en la
publicación del primer tomo de Historia de la sexualidad publi-
cado en 1976, en el que Foucault indaga sobre el biopoder
en relación al problema de la soberanía (el poder de muer-
te). El tercer momento se encuentra en sus clases de 1976,
Hay que defender la sociedad, en que el biopoder se anuda a la
“guerra de razas” para, en un cuarto momento, imbricarse
con la economía en Seguridad, territorio, población (1978).27 Es
aquí justamente cuando se vincula el término biopoder con
el novedoso término de gubernamentalidad, cuya historia
Foucault identifica con la del liberalismo. Sin embargo, es
en el mismo momento de su aparición que la noción de gu-
bernamentalidad asume, al menos, tres derivas que abren
diferentes aristas de esta nueva racionalidad.

En primer lugar, una definición “estratégica” que define a la


gubernamentalidad como: “[…] el conjunto constituido por
las instituciones, los procedimientos, análisis, reflexiones, los
cálculos y las tácticas que permiten ejercer esa forma bien

27  Edgardo Castro, Lecturas foucaulteanas. Una historia conceptual de la


biopolítica. (Buenos Aires: UNIPE, 2011).

Introducción · 39
específica, aunque muy compleja, de poder que tiene por
blanco la población, por forma mayor de saber la economía
política y por instrumento técnico esencial los dispositivos de
seguridad.”28 La definición estratégica pone el énfasis en tres
aspectos clave de esta nueva forma de ejercicio del poder: en
primer lugar, de un poder que “tiene como blanco la pobla-
ción” y no el pueblo. Si este último constituía el sujeto políti-
co-estatal, el término “población” reconduce a dicho sujeto a
un conjunto de seres vivientes económicamente administra-
bles. En segundo lugar, la gubernamentalidad opera en base
a una forma específica del saber según la cual la economía
política establece una hegemonía sobre el resto de los sabe-
res. La economía política y no la clásica “ciencia política”,
sobre la que los gobernantes basaban su práctica, se erigirá
como el “saber mayor” que determinará progresivamente
las prácticas del Estado. En tercer lugar, la puesta en juego
de unos dispositivos que Foucault denomina “de seguridad”.
Como él mismo ha explicado con anterioridad, esta seguri-
dad consiste en un conjunto de mecanismos centrífugos (y
no centrípetos, como la disciplina) que ya no opera con el
criterio normativo de lo permitido y lo prohibido, sino con el
criterio económico del costo y el beneficio; que no prescribe
desde una norma, sino que simplemente regula en función de
una curva estadística orientada a la normalización (y no a la
“normación”, circunscrita a la operación disciplinaria y no
securitaria, como especificará Foucault en otro sitio).

28  Michel Foucault, Seguridad, territorio, población. Clases en el Collège


de France 1978-1979. (Buenos Aires: FCE, 2006), 136.

40 · Estudios en gubernamentalidad
En segundo lugar, Foucault juega con una definición “ge-
nealógica” en que pondrá en juego la dimensión histórica de
dicha racionalidad:

[…] entiendo la tendencia, la línea de fuerza que, en


todo Occidente, no dejó de conducir, y desde hace
mucho, hacia la preeminencia del tipo de poder que
podemos llamar “gobierno” sobre todos los demás:
soberanía, disciplina, y que indujo, por un lado el de-
sarrollo de toda una serie de aparatos específicos de
gobierno (y por otro) el desarrollo de toda una serie
de saberes.29

La gubernamentalidad no es solo una forma precisa de ejer-


cicio del poder basada en el modelo económico, es también
una “línea de fuerza” que comenzó a imponerse por sobre
la soberanía y la disciplina, y que la literatura comenzó a
denominar “gobierno”. Se trata de una forma histórica que
pugnó con otras formas de ejercicio del poder y que, según
Foucault, desarrolló una serie muy específica de “aparatos
de gobierno” junto con un haz de “saberes” muy precisos.

El “gobierno” encontraría una raíz inicialmente hebrea,


pero realizada con todas sus consecuencias gubernamentales
en la forma del poder pastoral cristiano que se caracterizará
por dirigir a un “rebaño en movimiento”, más que dominar
un territorio; el pastor “guía y conduce al rebaño”, debiendo

29 Idem.

Introducción · 41
reunir a los individuos dispersos e impedir su descarrío; el
pastor debe asegurar la salvación del rebaño atendiendo a
cada una de sus ovejas para promover su salvación; el pastor
ejerce su poder por el bien del rebaño y, como Cristo, se
sacrifica por su rebaño de un modo que el otrora soberano
no hacía.30 En estas cuatro características del pastorado se
ponen en juego procesos de individualización apuntalados
tanto en la “dirección de conciencia”, como en el “examen
de conciencia” que, constituyendo inicialmente mecanismos
presentes en el estoicismo, se configuraron como decisivos
en el cristianismo. He aquí la diferencia central, el punto de
innovación de esta “línea de fuerza” que atravesaría toda la
historia política de Occidente.

En tercer lugar, Foucault desarrolla una definición “histo-


riográfica”, si se quiere, en el entendido de que pone én-
fasis en el proceso histórico de transformación del Estado
de justicia medieval en el Estado administrativo de corte
moderno: “[…] el proceso o mejor, el resultado del proceso
en virtud del cual el Estado de justicia en la Edad Media,
convertido en Estado administrativo durante los siglos XV y
XVI, se “gubernamentalizó” poco a poco.”31 Clave es el uso
que hace Foucault del término “gubernamentalidad” como
un verbo que permite describir la mutación experimentada

30  Michel Foucault, “Omnes et singulatim. Hacia una crítica de la


razón política”, en Tecnología del yo y otros textos afines (Buenos Aires:
Paidós, 1996), 95-118.

31 Foucault, Seguridad, territorio, población, 136.

42 · Estudios en gubernamentalidad
por la forma Estado. Como explicará en otros lugares, tal
mutación tuvo lugar gracias a la progresiva implicación del
poder pastoral cristiano –inicialmente, un dispositivo exter-
no a toda formación estatal– en el seno del Estado soberano
de corte territorial. En dicha conjunción de dos racionali-
dades disímiles del poder se produce la mutación descrita
en esta tercera definición. Cristo será el paradigma pastoral
de tipo gubernamental y César el paradigma soberano de
tipo territorial, los cuales se enfrentan y complementan en la
nueva definición del Estado moderno, en su complejo proce-
so de “gubernamentalización”.

Las definiciones en torno a la noción de gubernamentalidad


propuesta desde sus clases de 1978 permiten pensar la arti-
culación entre sujeto, verdad y poder que ha tenido lugar
en la historia de Occidente. Pero estas tres definiciones no
se quedan ahí. Se agrega una cuarta que aparece en una
conferencia que Foucault dictó en Vermont allá por 1979,
titulada Tecnologías del yo. En esta, que tiene a Habermas por
interlocutor implícito, definirá cuatro tipos de tecnologías:
las de “producción”, que nos permiten transformar cosas;
las de “sistema de signos”, que nos permiten usar símbolos y
formas del lenguaje; las “tecnologías de poder”, que se enfo-
can en la determinación de la conducta de los individuos; y
las “tecnologías del yo”, que configuran formas específicas
de subjetividad. Sin embargo, Foucault plantea que dichas
tecnologías jamás operan en solitario, sino que casi siem-
pre en conjunto con otras. Es así como subraya que el foco
de su interés ha estado en las dos últimas tecnologías cuyo

Introducción · 43
“contacto” configura una noción precisa de la gubernamen-
talidad: “Este contacto entre las tecnologías de dominación
de los demás y las referidas a uno mismo es lo que llamo
gubernamentalidad.”32 En cierta medida, esta cuarta defini-
ción no es ajena a las tres que había planteado en sus clases
del año anterior. Ante todo, porque tal “contacto” apunta
precisamente al punto de confluencia entre dos diferentes
racionalidades del poder que en Historia de la sexualidad apa-
recía en la forma del “envés” entre soberanía y biopoder, y
que ahora toma fuerza a partir del “contacto” entre el poder
pastoral cristiano como una específica tecnología del yo y
el poder soberano como una específica tecnología de domi-
nación. Sólo por tal “contacto”, Foucault podrá situar las
formas de producción de subjetividad moderna.

La polisemia de la noción de gubernamentalidad opera en


las derivas de los diferentes ensayos aquí publicados, cuyo
conjunto configura una trama infradisciplinaria que puede
proponer diferentes “grillas” para pensar nuestra actualidad.
Los Estudios en gubernamentalidad no pretenden establecer un
canon acerca de qué debe entenderse por tal término como
advertir sobre sus lógicas, no tienen por objetivo fundar un
nuevo léxico político –o reemplazar uno ya existente– como
complementar dichos análisis por una perspectiva menor. De
acuerdo con esta, no caben ni lo “inter” ni lo “trans”, sino
tan solo la precariedad, fragmentación y discontinuidad
de lo “infra”. Es esa intensidad la que pulsa en la an-arquía

32 Foucault, Tecnologías del yo, 49.

44 · Estudios en gubernamentalidad
que nos atraviesa, la que determina el naufragio de toda
identidad y la que nos ofrece múltiples usos para el “trabajo
infinito de recreación sobre nosotros mismos”.

Luna Follegati
Rodrigo K army
Junio, 2017

Introducción · 45
I.
Derivas teóricas:
la gubernamentalidad
y su deriva analítica
Foucault:
la “gubernamentalidad”
y las relaciones entre sujeto
y verdad
Kamal Cumsille Marzouka

Foucault: la “gubernamentalidad” y las relaciones entre sujeto y verdad · 49


l presente escrito tiene por objeto proble-
matizar dos aspectos en el pensamiento de
Foucault: 1. La problemática de la guberna-
mentalidad; y 2. La pregunta por las relaciones
entre el sujeto y la verdad. Desde el comienzo, se traza un
itinerario de la problemática del gobierno y el desplaza-
miento lexical desde la biopolítica hacia los dispositivos de
seguridad. Por último, se aborda la pregunta por las rela-
ciones entre sujeto y verdad, de manera de develar el modo
en que esa pregunta, con la que Foucault recorre la cultura
grecolatina, nos ilumina hoy para pensar nuestro modo de
obedecer y ser gobernados.1

1  El material central para este trabajo lo constituyen los cursos


Seguridad, territorio, población y Nacimiento de la biopolítica. Los cursos
siguientes, como El gobierno de sí y de los otros, El coraje de la verdad
y El gobierno de los vivientes, así como las conferencias del Dartmouth
College, serán objeto de una investigación de próxima publicación
en el marco del mismo Núcleo.

Foucault: la “gubernamentalidad” y las relaciones entre sujeto y verdad · 51


1. La problemática del gobierno
y la noción de gubernamentalidad

La problemática del gobierno, lo que Michel Foucault de-


nominará “gubernamentalidad”, se inserta en su trabajo a
partir de su curso de 1978, Seguridad, territorio y población, en el
que, luego de concluir su ciclo anterior (Defender la sociedad de
1976) con el tema de la biopolítica, se proponía continuar con
el análisis del biopoder. Es entonces que, en la cuarta lección
de su curso de 1978, aparece la problemática del gobierno de
los hombres, la que pasará a ocupar un lugar central en todo
su trabajo sucesivo. Con todo, cabe señalar que el biopoder y
la biopolítica son nociones que Foucault ya había planteado
hacia el final del primer tomo de Historia de la sexualidad (1976)
y en su curso del mismo año ya mencionado.

En consecuencia, la problemática de la “gubernamentali-


dad” se desprende de una discusión de Foucault en torno
a una noción –la de biopolítica– que no durará mucho en
su léxico (desplazándose luego a hablar de dispositivos de
seguridad), pero que es importante como diagnóstico que
acompaña a lo que será la gubernamentalidad. Las ideas de
biopoder o biopolítica indican algo que no se puede excluir
de la reflexión política de nuestra época, y sobre todo de
lo que luego predominará en la reflexión foucaultiana –la
problemática del gobierno–, a saber: la preocupación políti-
co-estatal por la vida biológica de los individuos. Biopolítica
es algo tan simple y tan esencial para esta época como lo
es que el Estado se preocupe por la vida de sus ciudadanos,

52 · Estudios en gubernamentalidad
por la conservación de la vida biológica, por su salud, por
su natalidad o mortalidad, causas y medidas de prevención,
extensión de la esperanza de vida, es decir, de la longevidad,
la reproducción, etc.

Como indica Foucault, estos temas comienzan a preocupar


novedosamente a los Estados a partir del siglo XVIII, en con-
creto, el hecho de que su control pase a formar parte de las
tareas estatales, lo que es una particularidad de la política
moderna. Para Foucault, habría que ponerlos bajo la cate-
goría de biopolítica o biopoder, es decir, poder sobre la vida.
Desde el comienzo del curso de 1978, inscribirá esta forma
de poder dentro de una matriz de ejercicio del poder que
difiere tanto del poder soberano, como del disciplinario: los
“dispositivos de seguridad”. Así, serán los rasgos de estos dis-
positivos (como modos de operar), junto con la emergencia
del fenómeno de la población (como sujeto-objeto productivo
de gobierno) los que en la mentada cuarta lección –también
apartada como ensayo titulado “La gubernamentalidad”–
producirán el desplazamiento del tema de la biopolítica a
la problemática del gobierno. “Cómo gobernarse, cómo ser
gobernado, cómo gobernar a los demás, por quién se debe
aceptar ser gobernado, cómo ser el mejor gobernante posi-
ble”;2 estas serán las preguntas que constituirán la inquietud
central de la literatura política europea desde el siglo XVI
(que como teoría se mantuvo bloqueada hasta el siglo XVIII),

2  Michel Foucault, “La gubernamentalidad”, Obras esenciales (Bar-


celona: Paidós, 2010), 838.

Foucault: la “gubernamentalidad” y las relaciones entre sujeto y verdad · 53


y que darán lugar a una creciente “gubernamentalización”
de las relaciones de poder, que es lo que caracterizaría a la
política moderna, nuestra política.

Es a partir de estas preguntas que Foucault, en aquella clase


denominada “La gubernamentalidad”, se propone hacer
el inventario de la problemática del gobierno. Por cierto,
como el proyecto foucaultiano trata finalmente sobre las
relaciones entre el sujeto y la verdad, de la historia de las
veridicciones,3 entonces este inventario consiste, sobre todo,
en identificar las condiciones que hacen que una determi-
nada cosa, en una determinada época, se convierta en una
problemática. Por otro lado, como se trata de las condicio-
nes de veridicción de un asunto bien preciso, que es el tema
del gobierno en todos sus niveles, a Foucault le interesa
identificar cómo, desde entonces, el gobierno en su forma
política –esto es el gobierno del Estado– adquiere diferentes
preocupaciones y diferentes ideas sobre el buen gobierno

3  Con la expresión “historia de las veridicciones”, Foucault quería


señalar la historia de las “posibilidades de verdad” de las cosas. Las
condiciones de posibilidad para un asidero de las cosas como ver-
daderas. La veridicción es aquello que en La arqueología del saber es
llamado la positividad de un discurso. Las positividades, dice: “Son
aquello a partir de lo cual se construyen proposiciones coherentes
(o no), se desarrollan descripciones más o menos exactas, se efec-
túan verificaciones, se despliegan teorías. Forman lo previo de lo
que se revelará y funcionará como un conocimiento o una ilusión,
una verdad admitida o un error denunciado, un saber definitivo o
un obstáculo superado”. Ver Michel Foucault, La arqueología del saber
(Buenos Aires: Siglo XXI, 2004), 305.

54 · Estudios en gubernamentalidad
(que ha sido siempre la pregunta de la filosofía política). Por
lo tanto, diferentes maneras de operar y actuar sobre los
individuos, un modo de operar que, como veremos, no es
posible si no es a partir de una imagen específica del sujeto,
o bien, una imagen específica del hombre que constituye a
un sujeto. Veamos pues, brevemente, este inventario de la
problemática del gobierno.

Foucault señala que desde el siglo XVI hasta fines del siglo
XVIII, se dio en Europa toda una literatura sobre las “artes
de gobernar” que ya se alejaba de los clásicos “espejos de
príncipe”, pues su objetivo era otra cosa. Estos tratados ya
no se referían a las “artes de gobernar” como la relación de
equilibrio que debiera mantener un príncipe con sus súbdi-
tos, para preservar su lealtad y así garantizar la soberanía
sobre el territorio que abarca su principado. En esta literatu-
ra, el gobierno será entendido de otra forma. Este cuerpo de
textos constituye, según Foucault, una especie de literatura
anti-Maquiavelo. Es aquí donde verá que esa otra cosa que
van formulando esos tratados sobre las “artes de gobernar”
es el gobierno entendido como una tecnología política.

Ya veíamos que en la formulación de las preguntas que


constituyen la problemática, Foucault en cierta manera se
refiere a la diversidad de situaciones y, por lo tanto, niveles
que abarca este asunto del gobierno, es decir, gobierno de
sí mismo, de las almas (el cual, como dice nuestro autor, ha
constituido el problema de la pastoral católica y protestante),
de los niños (la pedagogía) y, finalmente, de los Estados. Este

Foucault: la “gubernamentalidad” y las relaciones entre sujeto y verdad · 55


fenómeno se daría por el cruce de dos procesos: 1. La insta-
lación de los grandes Estados territoriales, administrativos,
coloniales4; 2. Los procesos de Reforma y contra-Reforma,
que van a poner en cuestión la manera bajo la cual se quiere
ser dirigido espiritualmente, es decir, hacia la salvación.5 El
cruce consistiría, por un lado, en concentración territorial, y
por otro, en disidencia religiosa.

Para Foucault, es tan significativa la etiqueta de literatura


“anti-Maquiavelo” que, para identificar ciertos puntos rela-
tivos al gobierno del Estado en este cuerpo de textos, lo hace
justamente oponiéndolos a El Príncipe. De hecho, algunos
de los textos que cita se subtitulan “contra Maquiavelo”, así
como en el siglo XIII se había vuelto moda en la escolástica
latina subtitular los tratados sobre el intelecto como “contra
Averroes” o “contra averroístas”,6 y en este sentido tampoco

4  Foucault, “La gubernamentalidad”, 838.

5 Ídem.

6  El tema de un posible averroísmo en Maquiavelo es algo por es-


tudiar, pues así como hay una querella de la escolástica contra Ave-
rroes por un tema noético de implicancia política y moral –el del
intelecto material–, asimismo hay una querella contra Maquiavelo
por el tema del arte de gobernar. Digamos que en Averroes-Ma-
quiavelo tendríamos un cruce muy interesante de ataques desde el
pensamiento teológico o técnico, uno en el siglo XIII y el otro en
el siglo XVI, en que ambos son atacados desde diferentes medios:
el primero por la fragilidad del pensamiento en cuanto exterior
al hombre, siendo un problema para la constitución de principios
morales, y el otro, por la fragilidad sobre la que se sostiene la rela-
ción del príncipe con su principado; en realidad, la fragilidad de la

56 · Estudios en gubernamentalidad
es casualidad que esta literatura anti-Maquiavelo provenga,
como nos dice Foucault, principalmente de medios católi-
cos. Pues bien, ¿qué es lo que se encuentra en esta literatura
“anti-Maquiavelo” y cuáles son los puntos relativos a la nue-
va tecnología política del gobierno que Foucault desprende
de su oposición a El Príncipe?

política, siendo un problema para el gobierno entendido como


orden de las cosas que se encuentran bajo jurisdicción de un Es-
tado. El paralelo que ya se ha establecido entre él e Ibn Jaldún,
quien es heredero de la misma tradición de Averroes, puede decir
algo. Al respecto, ver Erwin Rosenthal, El pensamiento político en el
Islam medieval (Madrid: Revista de Occidente, 1967) y Abdallah La-
roui, El islam árabe y sus problemas (Barcelona: Península, 1996). Sin
embargo, en cuanto a relaciones más directas entre Maquiavelo
y el averroísmo hay dos pistas que habría que seguir, ambas de
Paul Rahe: el artículo “In the Shadow of Averroes: Machiavelli
and the Question of Civil Religion”, Annual Meeting of the American
Political Science Association (August 30th-September 2nd, 2007); y el
libro Against Throne and Altar: Machiavelli and Political Theory Under the
English Republic. En la introducción de este, llega incluso a sostener
que, si Maquiavelo es bien entendido, debe ser inscrito en la tradi-
ción de pensamiento iniciada por Al-Farabi: “I argue that, if he is
properly understood, his political science must also be situated with
regard to a conceptually powerful tradition of thought crafted in
tenth-century Baghdad in response to the epochal political trans-
formation that the emergence of universal, monotheistic religions
equipped with clerical establishments brought about. This tradi-
tion, which reached Europe by Latin translation of works written
by the Arab philosophers Al-Farabi, Avicenna, and Averroes and
by Averroes fellow Cordoban Maimonides, provided Machiavelli
with a point of departure”. Paul Rahe, Against Throne and Altar:
Machiavelli and Political Theory Under the English Republic (Cambridge:
Cambridge University Press, 2008), 2.

Foucault: la “gubernamentalidad” y las relaciones entre sujeto y verdad · 57


En primer lugar, por un principio: en Maquiavelo el
príncipe está en relación de singularidad, de exterio-
ridad, de trascendencia con respecto a su principado.
El príncipe de Maquiavelo recibe su principado, sea
por herencia, sea por adquisición, sea por conquista;
de cualquier modo, no forma parte de él, le es exte-
rior. El vínculo que le une a su principado es o bien
de violencia, o de tradición, o incluso un vínculo que
ha sido establecido por la transacción de tratados y
la complicidad o el acuerdo de otros príncipes, poco
importa. De todos modos, es un vínculo puramente
sintético: no hay pertenencia fundamental, esencial,
natural y jurídica entre el príncipe y su principado.
Exterioridad, trascendencia del príncipe, este es el
principio. Corolario del principio: en la medida en
que esta relación es de exterioridad, es frágil, y no
dejará de estar amenazada. Amenazada desde el
exterior por los enemigos del príncipe que quieren to-
mar o retomar su principado; desde el interior igual-
mente, pues no hay razón a priori, razón inmediata
para que los súbditos acepten la autoridad del prínci-
pe. (…) este principado como relación del príncipe
con sus súbditos y con su territorio es lo que se trata
de proteger, y no directa o fundamentalmente el te-
rritorio y sus habitantes. El vínculo frágil del príncipe
con su principado es lo que el arte de gobernar, el
arte de ser príncipe presentado por Maquiavelo, debe
tener como objetivo.

58 · Estudios en gubernamentalidad
(…) El príncipe de Maquiavelo, tal como se muestra
en filigrana en estos diferentes tratados, explícita
o implícitamente abocados al antimaquiavelismo,
aparece esencialmente como un tratado de habilidad
del príncipe para conservar su principado. Creo que
este tratado de la habilidad del príncipe, del savoirfaire
del príncipe, es lo que la literatura anti-Maquiavelo
quiere sustituir por algo distinto, y en relación, de
nuevo, con el que es un arte de gobernar: ser hábil en
conservar su principado no es, en absoluto, poseer el
arte de gobernar.7

A partir de estos pasajes podemos identificar el primero de


los puntos que las nuevas artes de gobernar tienen por obje-
to: atacar la fragilidad de una relación política en cuanto al
gobierno de los hombres concierne. Contra la relación de
exterioridad que pudiera tener un príncipe con su principa-
do –lo que implica la no existencia de una razón a priori para
obedecer–, las nuevas artes de gobernar introducen la obli-
gación de obedecer de un modo totalmente novedoso, dife-
rente del poder soberano y disciplinario, con unas técnicas
que consisten en hacer del gobierno algo natural, necesario,
que fluye. En definitiva, lo que se proponían las artes de
gobernar inscritas, según Foucault, en el antimaquiavelismo
era reducir al máximo posible la fragilidad de la relación
de gobierno y la posibilidad de no obedecer. Aun teniendo

7 Foucault, “La gubernamentalidad”, 840-841. Los destacados


son míos.

Foucault: la “gubernamentalidad” y las relaciones entre sujeto y verdad · 59


en cuenta el hecho de no existir una razón primordial para
ello (la obediencia), estas artes intentaban gobernar no por
medio de la imposición, sino por medio del “dejar hacer”,
hacer que las cosas pasen y administrar el pasar de las cosas.
Este constituye, de acuerdo al filósofo francés, el principio
del liberalismo, que es una condición fundamental para esta
nueva razón gubernamental. Es decir, se trata de adminis-
trar la libertad de los individuos a través de unas técnicas
de gobierno, cuyo objeto es coincidir al máximo posible con
las técnicas de sí, es decir, con el modo en que los sujetos
se piensan a sí mismos. Así, tal cual, lo definirá en 1980 en
una conferencia titulada “Subjetividad y verdad”: “El punto
de contacto, donde [la manera en que] los individuos son
dirigidos por los otros se articula con la manera en que ellos
mismos se conducen, es lo que puede llamarse ‘gobierno’.”8

Por otro lado, estas artes de gobernar intentan sustituir lo


que desde la antigüedad era visto como una de las principa-
les virtudes políticas: la sabiduría de un gobernante, es decir,
su habilidad en el manejo de los asuntos de su reino. Las artes
de gobernar pretenden sustituir esta virtud política por una
multiplicidad de técnicas de gobierno que hagan que este sea
ejercido independientemente del rey, esto es, que una cosa
sea el orden de las cosas y otra la investidura del rey. ¿En qué
consiste entonces el arte de gobernar?, pregunta Foucault.
Dirá él mismo que toda esta diversidad de autores “al tratar

8  Foucault, “Subjetividad y verdad”, El origen de la hermenéutica de sí.


Conferencias de Dartmouth, 1980 (Buenos Aires: Siglo XXI, 2016), 45.

60 · Estudios en gubernamentalidad
del arte de gobernar, recordarán del mismo modo gobernar
una casa, niños, almas, una provincia, una orden religiosa,
una familia”.9 Estas cuestiones que, según el autor, “parecen
de puro vocabulario, tienen de hecho implicancias políticas
importantes.”10 En definitiva, se trata de una “pluralidad de
formas de gobierno e inmanencia de prácticas de gobierno
respecto del Estado, multiplicidad e inmanencia de estas
actividades, que se oponen radicalmente a la singularidad
trascendente del príncipe de Maquiavelo.”11

Hay otro rasgo esencial de esta nueva razón gubernamen-


tal que tiene que ver, como lo plantea Foucault, con una
pregunta que finalmente resume la tarea esencial a la que
intenta responder la cuestión de las artes del gobierno:

¿cómo introducir la economía, es decir, la manera


de administrar como es debido a los individuos, los
bienes, las riquezas, cómo puede hacerse en el interior
de una familia, cómo puede hacerlo un buen padre de
familia que sabe dirigir a su mujer, a sus hijos, a sus
sirvientes, que sabe hacer prosperar la fortuna de su
familia, que sabe procurar para ella las alianzas con-
venientes, cómo introducir esta atención, esta meticu-
losidad, este tipo de relación del padre de familia para

9  Foucault, “La Gubernamentalidad”, 841

10  Foucault, “La Gubernamentalidad”, 841

11 Ídem.

Foucault: la “gubernamentalidad” y las relaciones entre sujeto y verdad · 61


con ella en el interior del Estado? (…) La introducción
de la economía dentro del ejercicio político: eso es,
creo, lo que constituirá el desafío del gobierno.12

Así como lo plantea Foucault, la brecha que en filosofía po-


lítica recorre esta preocupación se remonta incluso a Rous-
seau, cuando en su artículo “Economía política”, plantea
la pregunta de cómo introducir en la administración del
gobierno el prudente gobierno de la casa, que es lo que
originariamente designaba el término “economía”, como el
mismo Rousseau sostiene13 . De manera que, dirá Foucault,
si en el siglo XVI el término “economía” designaba una
forma específica de gobierno, ya en el siglo XVIII llegará
a constituir otra cosa, ese nivel de realidad en el que pen-
saban los teóricos de estas artes desde el XVI, esto es: “un
campo de intervención a través de una serie de procesos
complejos y creo que absolutamente capitales para nuestra
historia. En esto consiste, por tanto, lo que es gobernar y
ser gobernado.”14

12  Ibídem, 843.

13  Ibídem, 843.

14  Ibídem, 843-844.

62 · Estudios en gubernamentalidad
2. Dispositivos de seguridad

Sin embargo, es en las clases anteriores a la del 1 de febrero


de 1978 –“La gubernamentalidad”– donde Foucault, identi-
ficando los rasgos esenciales de los dispositivos de seguridad
(nombre que definitivamente adoptará la biopolítica a lo lar-
go del curso), y en el cruce de la emergencia no de la noción,
sino de la realidad de la población y de la economía que
pasa de ser una forma de gobierno en el siglo XVI a designar
un nivel de realidad en el XVIII, logra establecer el foco ha-
cia el que se dirige esta nueva razón gubernamental como
tecnología política. Esto es, aquello de lo que debe ocuparse
el gobierno según esta nueva razón gubernamental.

Los principales rasgos que Foucault identifica de los disposi-


tivos de seguridad son cuatro: 1. Los espacios de seguridad;
2. Lo que llama “el tratamiento de lo aleatorio”, es decir, la
gestión del acontecimiento, de lo impredecible; 3. La forma
de normalización específica de la seguridad, que a él le pa-
rece muy diferente de la que adquiere en la disciplina; 4. La
correlación entre las técnicas de seguridad y la población
como sujeto y objeto de estos dispositivos, esto es, analizar
el surgimiento no solamente de la noción de población, sino
de la realidad de la población que, para nuestro filósofo, es
un asunto absolutamente moderno, que también concierne
a los saberes y la teoría política desde el siglo XVIII.

En cuanto al primer rasgo, el problema del espacio, Foucault


distingue cuatro modos de acuerdo a los cuales la seguridad

Foucault: la “gubernamentalidad” y las relaciones entre sujeto y verdad · 63


se relaciona con él: 1. La seguridad “se apoyará en una serie
de datos materiales. Va a trabajar […] con el emplazamien-
to, con los desagües, con las islas, con el aire, etc.”; 2. “Se
trata simplemente de maximizar los elementos positivos […]
y minimizar, al contrario, los aspectos riesgosos e inconve-
nientes […], sin desconocer […] que jamás se suprimirá del
todo.”15 Esto es, lo que se trata de maximizar es la mejor
circulación posible de las cosas, bienes, gente, etc., y de mi-
nimizar los aspectos como el robo, la enfermedad, la conta-
minación, etc. En consecuencia, no solo se trata de apoyarse
en los datos, sino trabajar sobre las probabilidades de que
ocurra lo deseable o indeseable, a sabiendas de que esto úl-
timo es imposible de suprimir; 3. “en esos ordenamientos
de las ciudades se intentará organizar elementos que se jus-
tifican por su polifuncionalidad.”16 El ejemplo de Foucault
a este respecto es propiamente la calle; “¿Qué es una buena
calle?”, pregunta:

Una calle en la cual habrá, desde luego, circulación


de lo que se denomina miasmas, y por ende de las
enfermedades, y será preciso manejarla en función de
ese papel necesario aunque poco deseable. La calle
será también el lugar a través del cual se trasladan las
mercaderías y en cuya extensión se instalan las tien-
das. Será igualmente la vía de tránsito de los ladrones

15 Michel Foucault, Seguridad, territorio, población (Buenos Aires:


FCE, 2006), 39.

16 Ídem.

64 · Estudios en gubernamentalidad
y, llegado el caso, de los amotinados, etc. Por consi-
guiente, el ordenamiento consistirá en poner en juego
todas esas diferentes funciones de la ciudad, unas
positivas y otras negativas. Para terminar, el cuarto
punto importante es que se va a trabajar con vistas al
futuro: la ciudad no será concebida ni acondicionada
en función de una percepción estática que asegure
la perfección instantánea de su funcionamiento, y se
abrirá en cambio hacia un porvenir no exactamente
controlado ni controlable, no exactamente medido ni
mesurable; el buen ordenamiento de la ciudad será
justamente eso: tener en cuenta lo que puede pasar.
En síntesis, creo que se puede hablar de una técnica
que en lo fundamental se ajusta al problema de la se-
guridad, es decir, en el fondo, al problema de la serie.
Serie indefinida de los elementos que se desplazan:
la circulación, cantidad x de carros, cantidad x de
transeúntes, cantidad x de ladrones, cantidad x de
miasmas, etc. Serie indefinida de acontecimientos
que se producen: tantos barcos van a atracar, tantos
carros van a llegar, etc. Serie indefinida, asimismo,
de las unidades que se acumulan: cuántos habitantes,
cuántas casas, etc. Lo que caracteriza en esencia el
mecanismo de seguridad es, creo, la gestión de esas
series abiertas y que, por consiguiente, sólo pueden
controlarse mediante un cálculo de probabilidades.17

17 Ídem.

Foucault: la “gubernamentalidad” y las relaciones entre sujeto y verdad · 65


Tal como este pasaje sirve de ejemplo a ese tercer rasgo de
la seguridad, que trata de organizar la polifuncionalidad, de
este mismo Foucault desprende el cuarto rasgo que caracte-
riza la relación de la seguridad con el espacio: la seguridad
trabaja en vistas a un futuro, en base a un porvenir no con-
trolable, pero que hay que tener en cuenta: gobernar se trata
de tener en cuenta lo que puede pasar. De manera que ya
no se trata de la capitalización del territorio –como consistía
en la soberanía y cuyo problema era la sede del gobierno– o
como en la disciplina, dice el autor –donde se trataba de la
arquitectura de un espacio, y su principal problema era el de
la distribución de los elementos de manera funcional y jerár-
quica–; la seguridad “tratará de acondicionar un medio en
función de acontecimientos o de series de acontecimientos
posibles, series que será preciso regularizar en un marco
polivalente y transformable.”18

Así, la relación de la seguridad con el espacio es una que


remite a lo temporal y a la aleatoriedad que, enmarcadas
en un espacio dado, se traducen en series abiertas de acon-
tecimientos posibles. Como nunca es viable eliminar del
todo lo impredecible y que puede ser catastrófico, se trata
de acondicionar el espacio de un modo tal que, al menos la
buena circulación minimice los aspectos riesgosos para el
gobierno. Nótese: no se trata de una arquitectura que or-
dena y jerarquiza elementos como en la disciplina, se trata
de acondicionar un medio transformable en función de la

18  Ibídem, 40.

66 · Estudios en gubernamentalidad
circulación. El tema del espacio en la seguridad es la circu-
lación de las cosas, gente, bienes, capitales, vehículos, aguas,
todo lo que, además, hace que la gestión del gobierno sea
necesaria y suficiente para la misma población. Ahora, es
llamativo que el espacio adopte la forma de medio, es decir,
que el espacio de la seguridad sea, como dice Foucault, “lo
que llamamos un medio”, en cuanto lugar en que se des-
pliegan los elementos aleatorios de esa temporalidad. Nos
detendremos en ello, es decir, en la aparición de la noción de
“medio” en el discurso de Foucault respecto de la seguridad,
de la razón gubernamental.

El concepto, dice nuestro autor, ya existía en física. New-


ton y los newtonianos lo habrían ocupado, entendiéndolo
como: “lo necesario para explicar la acción a distancia de
un cuerpo sobre otro. Se trata, por lo tanto, del soporte y el
elemento de circulación de una acción.”19 Así, el foco al que
está dirigido el gobierno sería:

(…) el enredo perpetuo de un medio geográfico, cli-


mático y físico con la especie humana, en cuanto esta
tiene un cuerpo y un alma, una existencia física [y]
moral; y el soberano será quien tenga que ejercer su
poder en ese punto de articulación donde la naturale-
za, en el sentido de los elementos físicos, interfiere con
la naturaleza en el sentido de la especie humana; en
ese punto de articulación donde el medio se convierte

19  Ibídem, 40-41.

Foucault: la “gubernamentalidad” y las relaciones entre sujeto y verdad · 67


en determinante de la naturaleza. (…) Creo que ese es
uno de los ejes, uno de los elementos fundamentales
de la introducción de los mecanismos de seguridad,
es decir, la aparición aún no de una noción de medio,
sino de un proyecto, una técnica política que se dirige
al medio.20

De este pasaje habría que destacar dos puntos: 1. La idea de


que el hombre tiene una existencia física y moral, y que el
gobierno debe ejercerse allí, en ese punto de articulación en
que los elementos físicos interfieren con la especie humana.
Es precisamente en ese punto de articulación donde el me-
dio se vuelve determinante de la naturaleza, en el sentido de
que se trata de la articulación de dos naturalezas que se cru-
zan, la naturaleza de los cuerpos físicos y la naturaleza de la
especie humana. 2. Ese eje es planteado por Foucault como
uno de los principales sobre los que se basan los dispositivos
de seguridad, como tecnología política que se dirige al me-
dio. ¿Qué significa una tecnología política que se dirige al
medio? Foucault da cuenta del uso que le daban los físicos,
y también de cómo eso que se llama “medio” es el foco de
esta nueva tecnología política, lo que nos llama a pensar
filosóficamente el medio. La necesidad de una filosofía que
dé autonomía ontológica a los medios es una exigencia para
pensar la crítica de la gubernamentalidad.

20  Ibídem, 44.

68 · Estudios en gubernamentalidad
Habría que tomar atención a Emanuele Coccia, cuando
plantea en La trasparenza delle immagini:

Quizá sea preciso aprender a captar en términos me-


diales todos los ‘órganos’ espirituales que Occidente
ha considerado relacionados con el conocimiento –
intelecto, razón, lenguaje–: no se trata de facultades
o potencias con que las que solo el individuo ejerce su
propia soberanía (el juicio) sobre las cosas y sobre el
mundo, ni de simples facultades colectivas o genéri-
cas sino, más exactamente, de formas de medialidad,
de potencias anónimas y absolutas, capaces de recibir
todo lo que está en su ser medial y, por lo tanto, de
hacer existir las cosas y las formas por separado como
cognoscibilidades o decibilidades absolutas, como si
se tratara de sustancias neutras y tan límpidas que
permitiesen a las formas subsistir en ellas mismas del
modo más puro […] Fue Averroes quien sugirió ubi-
car en el intelecto material la paradójica realidad de
un medio absoluto.21

Esto significa que una filosofía que permita pensar al sujeto


de un modo diverso al dispuesto para la gubernamentalidad,
podrá proceder de la tradición árabe clásica con Averroes
como uno de sus exponentes, en la medida en que plantea
una ontología medial.

21 Emanuele Coccia, Filosofía de la imaginación (Buenos Aires:


Adriana Hidalgo, 2008), 210-211.

Foucault: la “gubernamentalidad” y las relaciones entre sujeto y verdad · 69


Por lo que respecta al segundo rasgo de los dispositivos de
seguridad, el tratamiento de lo aleatorio y la gestión del
acontecimiento, Foucault recordará que: “desde las expe-
riencias del siglo XVII, la revuelta urbana es desde luego la
gran cosa que el gobierno debe evitar. Flagelo por el lado de
la población; catástrofe o crisis, si lo prefieren, por el lado del
gobierno.”22 De manera que la revuelta, que es la catástrofe
para el gobierno generada por la crisis de algo y el momento
en que la población hace ver su descontento ante el manejo,
gestión o administración que el gobierno está haciendo de
las cosas, es por lo tanto lo que el gobierno deberá evitar.
Según Michel Foucault, a través de un dispositivo que sea
capaz de intervenir sobre la misma realidad de las oscila-
ciones de la fortuna, un dispositivo cuyo objetivo sea, poco a
poco, compensar o bien limitar, incluso anular si es posible,
el fenómeno o el conjunto de fenómenos que pueden produ-
cir una revuelta. Se trata de un cálculo y cruce de factores,
reflexión sobre las combinaciones, probabilidades y efectos
esperados de estos factores e intervenciones producto de su
análisis. En palabras del filósofo: “hay un trabajo sobre el
elemento mismo de esa realidad que es la oscilación abun-
dancia/escasez, carestía/baratura, y al intervenir en ella
pero sin tratar de impedirla por anticipado, se introducirá
un dispositivo que es precisamente, me parece, un dispositi-
vo de seguridad y ya no un sistema jurídico disciplinario.”23

22 Foucault, Seguridad, territorio, población, 47.

23  Ibídem, 57.

70 · Estudios en gubernamentalidad
Es decir, el dispositivo de seguridad se dirige a captar el
punto en que las cosas van a producirse, sean estas deseables
o indeseables. Dicho de otro modo, el dispositivo se dirige
a la gestión de la potencia, de la posibilidad, y esto significa
precisamente gobernar el medio. En este sentido, una tarea
filosófica actual es pensar los medios (algo que no estuvo
ausente de la reflexión medieval, pero que, sin embargo, se
clausura desde Descartes, por la idea según la cual no hay
nada entre medio de las cosas y las mentes24). En tanto la gu-
bernamentalidad, como tecnología política de gobierno de
las poblaciones, se dirige al medio, se vuelve necesario que,
también filosóficamente, seamos capaces de captar el medio.
Se trata de desprender otra idea de individuo que no haga
el compuesto constituido con la población, sino que en tanto
ser medial, que existe en los medios, y en un medio que es,
de hecho, común. Un sujeto que pueda ser pensado como un
singular-plural en lugar de un miembro de una población
económicamente regulada. Esta sería la tarea filosófica de
una crítica de la gubernamentalidad.

En este aspecto, cobra un particular sentido la interesante


oposición que introduce Foucault entre pueblo y población
que, aunque breve, en ningún momento escapa a la posibili-
dad del acontecimiento. El pueblo se va constituyendo por to-
dos aquellos que, en el nivel de la misma población, se niegan
a ser parte de un manejo tal, y en ese sentido, interrumpen el

24  Emanuele Coccia, La vida sensible (Buenos Aires: Editorial Ma-


rea, 2011), 26.

Foucault: la “gubernamentalidad” y las relaciones entre sujeto y verdad · 71


funcionamiento del buen gobierno, de la circulación. El pue-
blo es esa partición que se da en la población que se niega a
ser parte de ella. Se trata de una oposición que se da al nivel
de la misma población, que se hace al margen de esta; no se
trata de elaborar un concepto que se oponga al de población,
sino de que la oposición pueblo/población se perfila paralela-
mente desde la emergencia de esta última, “como el elemento
resistente a la regulación de la población, el elemento que
trata de sustraerse al dispositivo por cuyo conducto la po-
blación existe, se mantiene y subsiste, y lo hace en un nivel
óptimo.”25 Sin embargo, esta partición que se hace al margen
de la población e interrumpe la circulación gestionada por el
gobierno –cuando el “medio” se muestra puro, no goberna-
do–, en la medida en que es esporádica, ocurre sólo a veces,
y en general en períodos de corta duración. Y por ello es que
existe un permanente esfuerzo de dar fundamento al gobier-
no, que más allá de las “técnicas” en sentido estricto, genere
esta disposición a ser gobernados como poblaciones, razón
de que el gobierno funcione “en sentido óptimo” en relación
a la existencia y gestión de la población.

Se trata, para Foucault, de algo que está en el nivel de las


ideas y principios, que bien podría ser leído como ideología,
pero que en este caso es el fondo de la tecnología política
gubernamental. Apunta al principio del liberalismo, la li-
bertad entendida en su sentido liberal, y en el sentido preciso
de la razón gubernamental –la libertad, sin embargo, puede

25 Foucault, Seguridad, territorio, población, 65.

72 · Estudios en gubernamentalidad
ser pensada de múltiples maneras–. La libertad individual
de un sujeto de derecho, es esto lo que debe administrar el
gobierno –por ello Foucault señala la necesidad de un estu-
dio de la historia del derecho, paralelo al de los regímenes
de verdad 26 –.

Es así como se diferencia la “gubernamentalidad” de la


soberanía y de la disciplina: si la soberanía en cuanto ley
prohíbe y la disciplina en cuanto orden prescribe, la gu-
bernamentalidad –sin tener ninguno de los dos elementos
anteriores como distintivos, aunque incorporando algunos
aspectos de ambos– se diferencia de ambas porque, en cuan-
to gestión de una circulación, consiste en un “dejar hacer”;
los flujos de población son posibles en la medida en que las
poblaciones sean libres de circular.

Para que haya gobierno, es necesario que haya libertad.


Que la gente haga lo que quiera. Obviamente dentro de
ciertos límites, que son los que el gobierno fija de acuerdo al
principio de utilidad para la población. La libertad –según
Foucault expone aquí, el principio del liberalismo, tomado a
la vez como ideología y tecnología política– “no es otra cosa
que el correlato de la introducción de los dispositivos de se-
guridad.”27 Es decir, los dispositivos de seguridad, digamos
la introducción de estos dispositivos, como explica Foucault,

26  Michel Foucault, Lecciones sobre la voluntad de saber (Buenos Aires:


FCE, 2012), 18.

27 Foucault, Seguridad, territorio, población, 71.

Foucault: la “gubernamentalidad” y las relaciones entre sujeto y verdad · 73


necesitaron que se diera en cierto nivel de realidad el con-
cepto de libertad con el sentido que adopta en el siglo XVIII.
Pues la libertad, desde entonces, ya no es entendida como los
privilegios asociados a unos pocos, sino como una soberanía
sobre sí misma; en lugar de propiedad de bienes asociados a
una persona, se trata de la propiedad situada en el cuerpo y
la conciencia, lo que exige de parte de esa población libertad
de trabajo, movimiento, circulación de bienes, en fin, lo que
son los procesos de la gente y de las cosas. Y es ese concepto
de libertad, dirá Foucault, pero ya no solo como concepto,
sino instalado en el nivel de realidad de la población –es
decir, el régimen de verdad, la veridicción (las condiciones
de posibilidad de verdad)–, el que producirá realidades tales
como la necesidad de un gobierno que nos acondicione y
garantice un medio en el cual poder desenvolver nuestras
actividades individuales.

De aquí, Foucault también desprende un elemento sobre el


que trabajarán los teóricos de la población, y es algo que
concierne a su naturalidad. En un primer aspecto, esta na-
turalidad de la población consistirá en asumirla como un
fenómeno de la naturaleza que no se puede cambiar por la
voluntad de algún soberano o por las prescripciones de las
disciplinas,

[…]) la población aparece entonces como un fenóme-


no de la naturaleza. Un fenómeno de la naturaleza
que no se puede cambiar por decreto, lo cual no sig-
nifica, empero, que la población sea una naturaleza

74 · Estudios en gubernamentalidad
inaccesible e impenetrable; al contrario. Y el análisis
de los fisiócratas y los economistas se torna interesan-
te en este punto: la naturalidad que se advierte en
el hecho de que la población sea permanentemente
accesible a agentes y técnicas de transformación,
siempre que esos agentes y esas técnicas sean a la vez
ilustrados, meditados, analíticos, calculados y calcu-
ladores. Es preciso, desde luego, tomar en cuenta no
solo el cambio voluntario de las leyes si estas son des-
favorables a la población. Lo necesario, si se pretende
favorecerla o lograr que mantenga una relación justa
con los recursos y las posibilidades de un Estado, es
ante todo actuar sobre una multitud de factores, en
elementos que en apariencia están lejos de la pobla-
ción misma y su comportamiento inmediato, lejos
de su fertilidad, de su voluntad de reproducción […]
a través del juego de todos esos factores lejanos va a
ser posible actuar efectivamente sobre la población.
[…] se perfila una técnica muy distinta: no obtener la
obediencia de los súbditos a la voluntad del soberano,
sino influir sobre cosas aparentemente alejadas de la
población, pero que, según hacen saber el cálculo, el
análisis y la reflexión, pueden actuar en concreto so-
bre ella. Esta naturalidad penetrable de la población
constituye, me parece, una mutación muy importante
en la organización y la racionalización de los métodos
de poder.28

28  Ibídem, 95.

Foucault: la “gubernamentalidad” y las relaciones entre sujeto y verdad · 75


Se trata de que la relación de obediencia a la Ley o, a las
prescripciones de las disciplinas, cambian por una gestión
de lo que los individuos quieren hacer, pero que es pene-
trable por el acondicionamiento del medio. Ahora podemos
ver esta mutación de las técnicas de poder, lo que signifi-
ca actuar de manera calculadora sobre una multiplicidad
de factores; sin embargo, dentro de todos estos factores,
hay uno que aparece como preponderante en cuanto sería
el principio motor de la población, y este factor, que es el
deseo de los individuos, aparece de la siguiente manera en
el segundo rasgo que se distingue de la concepción de esta
naturalidad de la población:

[…] la naturalidad de la población se pone de ma-


nifiesto en un segundo aspecto, el hecho de que,
después de todo, esa población está compuesta de
individuos, individuos perfectamente diferentes unos
de otros y cuyo comportamiento, al menos dentro de
ciertos límites, no se puede prever con exactitud. No
por ello deja de ser verdad que, según los primeros
teóricos de la población del siglo XVIII, hay al menos
un invariante por el cual, tomada en su conjunto, ella
tiene y solo puede tener un único motor de acción.
Ese motor de acción es el deseo. El deseo —vieja
noción que había hecho su entrada en la dirección
de conciencia […]— reaparece ahora en las técnicas
de poder y gobierno. El deseo es el elemento que va
a impulsar la acción de todos los individuos. Y con-
tra él no se puede hacer nada. […] Pero —y aquí la

76 · Estudios en gubernamentalidad
naturalidad del deseo marca la población y la técnica
gubernamental puede penetrarlo— ese deseo […] es
tal que, si se lo deja actuar y siempre que se lo deje
actuar, dentro de determinados límites y en virtud de
una serie de relaciones y conexiones, redundará en
suma en el interés general de la población. El deseo
es la búsqueda del interés para el individuo.
Por otra parte, aunque este pueda perfectamente ser
engañado por su deseo en lo concerniente al interés
personal, hay algo que no engaña: el juego espontá-
neo, o en todo caso, a la vez espontáneo y regulado
del deseo permitirá, en efecto, la producción de un
interés colectivo por el juego del deseo: esto marca
al mismo tiempo la naturalidad de la población y la
artificialidad posible de los medios que se instrumen-
tarán para manejarla.29

Como se ve, aunque el gobierno de la población debe siem-


pre consistir en la consideración y cálculo de una multiplici-
dad de factores, los teóricos de la población fueron capaces
de captar un principio motor, una razón para la acción y
el movimiento; por analogía, incluso podríamos decir “un
principio de vida” de la población. Este es el deseo de cada
individuo, el cual en su conjunto produce el movimiento de
la población, y la acción del gobierno deberá consistir en
cómo hacer coincidir lo más posible el deseo de los indivi-
duos con un interés general de la población. Aquí el deseo

29  Ibídem, 96. El destacado es mío.

Foucault: la “gubernamentalidad” y las relaciones entre sujeto y verdad · 77


está considerado de una manera muy precisa: la búsqueda
del interés para el individuo. De manera que la razón gu-
bernamental requiere del concepto liberal de la libertad,
que es una libertad de conciencia y movimiento, y que tiene
como consecuencia la circulación de la gente y las cosas en
el marco del manejo de una población. Solo así puede con-
cebirse un sujeto que sea susceptible de ser gobernado de tal
forma, es decir, que el deseo sea concebido como algo que
viene de la conciencia individual y se expresa en esa noción
de interés, que en cuanto tal puede ser gobernado a través
de los cálculos y el balance de los intereses del resto de la
población. “El problema –del gobierno– será cómo decir sí a
ese deseo”,30 dirá Foucault; esto requiere de la concepción de
un sujeto según la cual este sea cognoscente de suyo, es decir,
de por sí capaz de verdad, capaz de acceder a la verdad, un
viviente al que el pensamiento le va unido desde el comienzo
y en acto, en la medida en que tiene un alma. En síntesis,
si el soporte de la gubernamentalidad es el principio liberal
de libertad, el soporte de este principio es una concepción
específica del hombre que lo constituye en un sujeto cognos-
cente, que es capaz en acto de cierta verdad –de pensarse a
sí mismo bajo cierta manifestación de verdad–, la cual es su
deseo expresado en la forma de un interés.

30 Ídem.

78 · Estudios en gubernamentalidad
3. Sujeto y verdad

Que el problema del gobierno sea cómo decir sí al deseo de


los individuos, y que su tarea finalmente consista en su ges-
tión, o sea, que la gubernamentalidad se trate de gobernar
el deseo a través del interés; el hecho de que el deseo sea
gobernable, que pueda ser expresado en la noción de interés
y que obedezca a ese sujeto portador de alma y conciencia
(según la teología), y cognoscente (según la filosofía moder-
na), sujeto gobernable por su deseo a través de/expresado en
“un interés”, según la economía; todo ello hace necesaria
una indagación arqueológica acerca de la articulación de
esa serie sujeto-de-creencia-conciencia-interés, que es la que
estamos siguiendo en Foucault como aquella imagen espe-
cífica del hombre que hace posible la gubernamentalidad.

Esta serie, por cierto, la encontramos a la inversa en los cur-


sos. Hemos visto en Seguridad, territorio, población la emergencia
de la problemática de la gubernamentalidad, su dirección del
deseo, y la aparición de la noción de interés como operado-
ra de la posibilidad del gobierno del deseo. A continuación,
veremos cómo Foucault profundiza esta relación entre lo
que es la gubernamentalidad como tecnología política y su
relación con el interés como expresión del deseo individual
en el curso siguiente, titulado Nacimiento de la biopolítica (1979),
dedicado más precisamente a la razón gubernamental actual,
a través del estudio de los teóricos del neoliberalismo. En el
momento en que está tratando acerca de cómo el principio de
utilidad va englobando progresivamente todos los problemas

Foucault: la “gubernamentalidad” y las relaciones entre sujeto y verdad · 79


tradicionales del derecho, se detiene a hacer una interesante
observación sobre el mercado como lugar de veridicción31, e
introduce también sugerentes palabras acerca de la relación
de la razón gubernamental con la noción de interés:

[…] querría hacer una observación con referencia al


mercado. Hace un rato comprobamos que uno de los
puntos de anclaje de la nueva razón gubernamental
era el mercado, entendido como mecanismo de los
intercambios y lugar de veridicción en cuanto a la
relación del valor y el precio. Ahora encontramos
un segundo punto de anclaje de esa nueva razón
gubernamental. Se trata de la elaboración del poder
público y la medida de sus intervenciones ajustadas
al principio de utilidad. Intercambio por el lado del
mercado, utilidad por el lado del poder público. Va-
lor de cambio y veridicción espontánea de los pro-
cesos económicos, medidas de utilidad y jurisdicción
interna de los actos del poder público. Intercambio
para las riquezas, utilidad para el poder público: así
articula la razón gubernamental los principios fun-
damentales de su autolimitación. Intercambio de un
lado, utilidad de otro; y verán con claridad, me ima-
gino, que para abarcar el todo o como categoría
general que va a englobar el intercambio y la

31  Ya nos hemos referido a esta expresión como aquello que hace
posible que algo sea verdadero, algo que otorga las posibilidades de
verdad a una cosa o a un determinado orden de cosas.

80 · Estudios en gubernamentalidad
utilidad, tenemos desde luego el interés, pues el
interés es principio de intercambio y criterio
de utilidad. La razón gubernamental en su for-
ma moderna, la forma que se establece a comienzos
del siglo XVIII, esa razón gubernamental que tiene
por característica fundamental la búsqueda de su
principio de autolimitación, es una razón que funcio-
na con el interés. Pero este ya no es, por supuesto, el
del Estado íntegramente referido a sí mismo y que no
busca más que su crecimiento, su riqueza, su pobla-
ción, su poder, como sucedía con la razón de Estado.
Ahora, el interés cuyo principio debe obedecer la
razón gubernamental es el interés en plural, un juego
complejo de los intereses individuales y colectivos,
la utilidad social y la ganancia económica; entre el
equilibrio del mercado y el régimen de poder público.
Es un juego complejo entre derechos fundamentales
e independencia de los gobernados. El gobierno, o en
todo caso, el gobierno en esta nueva razón gu-
bernamental, es algo que manipula intereses.32

Si es que, de acuerdo a lo que venimos viendo hasta ahora,


esta nueva razón gubernamental consiste en gobernar el de-
seo de los individuos –a través del principio de utilidad para
la población–, el interés aparecía como aquello que expresa
el deseo de los individuos; en este curso, la misma noción

32  Michel Foucault, Nacimiento de la biopolítica (Buenos Aires: FCE,


2007), 64. Los destacados son míos.

Foucault: la “gubernamentalidad” y las relaciones entre sujeto y verdad · 81


va a adquirir un carácter mucho más decisivo en la nueva
tecnología política gubernamental, al punto de llegar a decir
que es una razón que funciona con el interés, y que final-
mente el gobierno en su forma política consiste en la mani-
pulación de intereses. Es decir, en ambos cursos o al menos
en los pasajes que hemos comentado para articular nuestra
propuesta, podemos distinguir dos sentidos del interés: 1.
En Seguridad, territorio, población, el interés aparece como la
expresión del deseo de los individuos. 2. En Nacimiento de la
biopolítica, el interés es el criterio que crea la posibilidad de la
elaboración de un poder público, a partir de la veridicción
que se da en el intercambio del mercado y la utilidad para la
población, aunque no por ello en este curso la noción pierde
el significado anterior. Podríamos decir que este segundo
significado se suma a la aparición del problema del interés
en Seguridad, territorio, población y, de hecho, eleva la noción
a criterio articulador de la nueva razón gubernamental, o
como la categoría que engloba el resultado de la elaboración
del poder público en función del intercambio y la utilidad.

Las premisas son: 1. La razón gubernamental funciona con


el interés. 2. El gobierno consiste en manipular intereses.
Hay una cita de Nacimiento de la biopolítica que expresa de la
manera más clara y precisa la articulación del interés indi-
vidual con el interés colectivo, hecho que hace que el objeto
del gobierno sean los intereses:

A partir de la nueva razón gubernamental –y allí está


el punto de desenganche entre la vieja y la nueva,

82 · Estudios en gubernamentalidad
la de la razón de Estado y la de la razón del menor
Estado–, en lo sucesivo, el gobierno ya no tiene que
intervenir, ya no tiene influjo directo sobre las cosas
y las personas ni puede tenerlo, sólo está legitimado,
fundado en el derecho y la razón para intervenir en
la medida en que el interés, los intereses, los juegos de
los intereses hacen que tal o cual individuo o tal o cual
cosa, tal o cual bien o riqueza, o proceso, tenga cierto
interés para los individuos, para el conjunto de estos
o para los intereses de tal o cual individuo enfrenta-
dos a los de todos, etc. El gobierno sólo se interesa
en los intereses. El nuevo gobierno, la nueva razón
gubernamental, no se ocupa de lo que yo llamaría
esas cosas en sí de la gubernamentalidad que son los
individuos, las cosas, las riquezas, las tierras. Ya no se
ocupa de esas cosas en sí. Se ocupa de esos fenómenos
de la política –y que constituyen precisamente la po-
lítica y sus objetivos– que son los intereses o aquello
por lo cual tal individuo, tal cosa, tal riqueza, etc.,
interesan a los otros individuos o a la colectividad.33

Si el problema es el gobierno de los hombres, lo que filosó-


ficamente habría que indagar sería entonces –junto con la
historia de la constitución de ese sujeto de interés, que por lo
tanto puede ser gobernado en el marco de un manejo de inte-
reses que viene desde la concepción moderna del sujeto cog-
noscente, heredera del sujeto de creencia medieval occidental

33  Ibídem, 65

Foucault: la “gubernamentalidad” y las relaciones entre sujeto y verdad · 83


latino– la posibilidad de pensar al hombre de otro modo. No
para volver a ser como en el pasado, sino sólo para tener en
cuenta que, si hemos sido de otro modo, es porque también
podemos hoy ser de otro modo, y de esa manera poder man-
tener en el pensamiento una especie de permanente sospecha
y duda sobre cómo se nos va constituyendo como sujetos de
acuerdo al progreso como norma histórica. Sería la manera
más simple, quizá, de dar una tarea precisa a esa “ontología
histórica de nosotros mismos” u “ontología del presente” que
traza Foucault como tarea de la filosofía, desprendiéndola de
un nuevo “modo de filosofar” que inauguraría Kant en su
respuesta a la pregunta ¿Qué es la Ilustración?, en la medida en
que se trata de una pregunta acerca de qué es lo que somos.
Esto haría de la tarea del filósofo la de un “analista crítico de
nuestro mundo”, algo que es, según Foucault, “cada vez más
y más importante”. Tal vez, “el más importante de todos los
problemas filosóficos es el problema del tiempo presente y
de lo que somos en este preciso momento”, y el objetivo más
importante dentro de este gran problema, será “descubrir lo
que somos, pero para rechazarlo”. Es decir, esta tarea man-
tiene a la filosofía como un espacio resistente, y la indagación
acerca de cómo se nos ha constituido históricamente como
sujetos consiste en “promover nuevas formas de subjetividad
a través de esta especie de individualidad que nos ha sido
impuesta por siglos.”34

34  Michel Foucault, “El sujeto y el poder”, en Hubert Dreyfus y


Paul Rabinow, Michel Foucault: más allá del estructuralismo y la hermenéu-
tica (Buenos Aires: Nueva Visión, 2001), 249.

84 · Estudios en gubernamentalidad
Es por ello que, desde el curso siguiente a Nacimiento de la
biopolítica, el de 1981 Subjetividad y verdad (momento en que se
encuentra escribiendo los últimos dos volúmenes de su His-
toria de la sexualidad), Foucault introduce nuevas variantes en
las preguntas que guían su investigación. Así, enmarca todo
su trabajo anterior y posterior en una empresa que podría ser
una historia de la verdad, de las veridicciones, de las relacio-
nes entre el sujeto y la verdad, lo que en general podría arti-
cularse como una “historia crítica del pensamiento”, como la
definirá el filósofo en su curso Hermenéutica del sujeto (1982).35

En definitiva, el problema de esta nueva razón guberna-


mental lleva a Foucault a una profunda indagación acerca
del nacimiento del gobierno de los hombres referido a la
problemática, más amplia, de las relaciones entre el sujeto
y la verdad. Así lo enunciará en el resumen de su curso Sub-
jetividad y verdad:

[…] se trata de iniciar una indagación sobre los modos


instituidos del conocimiento de sí y sobre su historia:
¿cómo ha sido establecido el sujeto, en diferentes mo-
mentos y en diferentes contextos institucionales, como
un objeto de conocimiento posible, deseable e incluso
indispensable? ¿Cómo la experiencia que se puede
hacer de sí mismo y el saber que de ello se forma han
sido organizados a través de ciertos esquemas? ¿Cómo
se han definido, valorado, aconsejado o impuesto estos

35  Michel Foucault, La hermenéutica del sujeto (México: FCE, 2004).

Foucault: la “gubernamentalidad” y las relaciones entre sujeto y verdad · 85


esquemas? (…) El hilo conductor que parece más útil
para llevar a cabo esta indagación está constituido por
lo que podríamos llamar «técnicas de sí», es decir, por
los procedimientos, existentes sin duda en cualquier
civilización, que son propuestos o prescritos a los in-
dividuos para fijar su identidad, mantenerla o trans-
formarla en función de cierto número de fines, y todo
ello gracias a las relaciones de dominio de sí sobre
uno mismo o de conocimiento de uno por sí mismo.
En suma, se trata de volver a situar el imperativo del
«conocerse a sí mismo», que nos parece tan caracte-
rístico de nuestra civilización, en la interrogación más
amplia que le sirve de contexto más o menos explícito:
¿qué hacer de sí mismo? ¿Qué trabajo llevar a cabo
sobre sí? ¿Cómo «gobernarse» al ejercer acciones en
las que uno mismo es el objetivo de dichas acciones,
el dominio en el que se aplican, el instrumento al que
han recurrido y el sujeto que actúa?36

En fin, el gobierno como problemática y las relaciones entre


sujeto y verdad como pregunta matriz hacen que el pun-
to de partida del estudio del problema del gobierno de los
vivientes sea la propia constitución del sujeto en cuanto a
las reglas, prescripciones, y no la ley, sino las prescripciones
que para todo sujeto en toda cultura y en todo momento
existen como modos de subjetivación, que Foucault llamará
“técnicas de sí”. Esto es lo esencial de la problemática del

36  Michel Foucault, “Subjetividad y verdad”, Obras, 907.

86 · Estudios en gubernamentalidad
gobierno, es decir, cómo un sujeto se constituye y se piensa a
sí mismo en un determinado régimen de verdad:

La historia del «cuidado» y de las «técnicas» de sí


sería, entonces, una manera de hacer la historia de la
subjetividad; pero ya no a través de las separaciones
entre locos y no-locos, enfermos y no-enfermos, delin-
cuentes y no-delincuentes, sino a través del emplaza-
miento y las transformaciones en nuestra cultura de
las «relaciones consigo mismo», con su armazón teó-
rico y sus efectos de saber. Y de este modo se podría
recuperar, bajo otro aspecto, la cuestión de la «guber-
namentalidad»: el gobierno de sí por uno mismo en
su articulación con las relaciones habidas con algún
otro (autrui) (según lo encontramos en la pedagogía,
en los consejos de conducta, en la dirección espiritual,
en la prescripción de modelos de vida, etc.).37

De manera que el estudio del problema del cuidado de sí


sería “otro” aspecto de trabajar la problemática de la gu-
bernamentalidad, relacionado con discutir sobre el modo
en que se constituye el sujeto, sus posibles relaciones con los
otros y cómo se da, de manera simultánea, la posibilidad de
múltiples modos de vida.

Así, podemos concluir que, en la medida en que la guberna-


mentalidad es una tecnología política que se dirige hacia el

37  Ibídem, 908.

Foucault: la “gubernamentalidad” y las relaciones entre sujeto y verdad · 87


medio, logra intervenir el deseo y hacer necesario que este
sea expresado en la forma de un interés. Bajo la premisa
de que el gobierno consiste en la manipulación de intereses,
la gubernamentalidad contemporánea sería una tecnología
de gobierno del deseo. La pregunta por las relaciones entre
sujeto y verdad sería, finalmente, el camino desde el cual
recuperar el asunto de la gubernamentalidad bajo el aspecto
de la constitución del sujeto, de la constitución de sí, lo que
abriría las puertas para pensar un deseo que no pueda ser
gobernado como un interés, cuya base conceptual ha de
provenir de una ontología de los medios.

88 · Estudios en gubernamentalidad
Dispositivos:
historia e inmanencia.
(Consideraciones preliminares)
Sergio Villalobos-Ruminott

Dispositivos: historia e inmanencia · 89


omenzamos nuestra interrogación sobre
las diferentes acepciones: de la noción de
dispositivo en el pensamiento contemporáneo,
desde su formulación principal en el trabajo de
Michel Foucault. Luego derivamos hacia otras interpreta-
ciones en textos ahora centrales para este problema, como
aquellos de Gilles Deleuze, Giorgio Agamben y Roberto
Esposito. A estos hay que sumar una bibliografía creciente
y relevante, dedicada a precisar y tensionar las diferentes
interpretaciones del dispositivo y de su problemática en el
trabajo del mismo Foucault y en el pensamiento contempo-
ráneo. El origen inmediato de nuestra interrogación viene
dado por la necesidad de precisar las relaciones de poder,
normalización e inducción normativa en el horizonte de lo
que ha sido llamado articulación planetaria del capital o,
alternativamente, realización de la metafísica en su consti-
tución ontoteológica. Partamos entonces por reparar en un
hecho mínimo pero significativo, a saber, el hecho de que
una de las traducciones habituales de la noción de dispositif

Dispositivos: historia e inmanencia · 91


en inglés es la de apparatus, lo que produce una yuxtaposición
natural entre la problemática de la técnica, de la existencia
y la cuestión del poder.

Estas consideraciones preliminares intentan entonces pen-


sar las dimensiones y acepciones de la noción de dispositivo
en Michel Foucault y precisar su relación con la proble-
mática de la vida y de su organización. Dejamos para un
escrito posterior la relación entre dispositivos y experiencia
estética, así como la cuestión central relativa a la pregunta
por el modo de existencia de los objetos técnicos y de los
organismos vivientes, que no responden a dos paradigmas
irreconciliables, sino al fortuito encuentro de las reflexiones
de Gilbert Simondon y Georges Canguilhem. En dicho en-
cuentro, creemos, se juegan importantes matices para pen-
sar no solo la cuestión de los dispositivos, de la técnica y su
relación con la “autenticidad” de la experiencia –más allá de
las dicotomías estructurantes de la metafísica occidental–,
sino también para pensar el paso mismo desde la concep-
ción dinástica y monacal de la soberanía hacia la cuestión
de la gubernamentalidad y sus distintas configuraciones
disciplinantes y de control en las relaciones de poder con-
temporáneas. Por ahora creemos que una discusión acotada
a las diversas acepciones de la noción de dispositivo es un
lugar acertado para ir desenvolviendo los diversos hilos de
una madeja enrevesada y compleja.

Una última consideración resulta pertinente antes de entrar


propiamente en la cuestión que nos proponemos como tarea.

92 · Estudios en gubernamentalidad
No queremos circunscribir nuestras observaciones a un tipo
de interrogación disciplinaria que, movida por el rigor de
sus metodologías, ignore la profunda complicidad que hay
entre las nomenclaturas académicas y las mismas relaciones
de saber-poder que configuran tanto las políticas como las
prácticas y los discursos gubernamentales en la actualidad.
En otras palabras, la discusión sobre el dispositivo debe evi-
tar reinseminar sus propios énfasis como otro dispositivo de
saber ajeno a las dinámicas de resistencia que toda relación
de poder engendra. De esta forma, no intentamos definir ni
determinar qué es un dispositivo sino habitar en sus vaci-
laciones porque ahí se juega, creemos, una relación con la
temporalidad que intenta no remitirla a ningún juego tras-
cendental. La puesta en evidencia del carácter incompleto
de las grandes verticales del poder, digamos su contingencia,
nos permite avanzar hacia lo que llamaremos (siguiendo el
trabajo de Maddalena Cerrato1) la filosofía práctica foucaul-
tiana, donde la cuestión de la práctica no se refiere ni a un
suplemento de la teoría, ni a un ensimismamiento en la filo-
sofía como perfeccionamiento individual del sujeto, sino a la
cuestión del poder y de la vida, más allá de los imperativos
nómicos y los interdictos normativos que configuran la pre-
gunta filosófica por el qué hacer. En última instancia, dicha
filosofía práctica exigiría como condición de su posibilidad
la deconstrucción de la misma determinación metafísica
de las relaciones entre teoría y práctica según la lógica de

1  Maddalena Cerrato, La filosofia pratica di Michel Foucault (Milano:


Mimesis Edizione, 2015).

Dispositivos: historia e inmanencia · 93


una habilitación o legitimación emanada desde una cierta
filosofía primera.

Sostenemos entonces que es en la cuestión misma del dis-


positivo donde se juegan importantes claves de lectura del
pensamiento foucaultiano, más allá de la imagen conven-
cional que divide su obra en sucesivas etapas abocadas a
la arqueología, la genealogía y la hermenéutica del sujeto
como proposición de una ética del cuidado de sí. Frente a
esa imagen convencional, por lo tanto, propondremos una
lectura de Foucault donde predominan las preocupaciones
prácticas sin quedar estas subordinadas a ninguna forma de
filosofía primera. En otras palabras, Foucault piensa –y ahí
se inscribe su trabajo– en el descoyuntamiento de la relación
entre filosofía e historia, entre teoría y práctica, cuestión
que hace imposible derivar desde sus obras algo así como
una ética o una filosofía dispuesta a señalar las reglas de
conducta a las que debiera ajustarse, sujetarse, el hombre en
su obrar práctico. La práctica así pensada ya no responde
ni al concepto dialéctico de praxis ni está regulada por la
preeminencia de algún imperativo categórico, abriendo de
esta manera la posibilidad de una nueva comprensión de
la relación entre filosofía e historia y, con eso, una nueva
comprensión de la política. Quizás esto es lo más decisivo
de nuestra lectura: intentar rastrear en las vacilaciones del
dispositivo la posibilidad de un concepto de práctica que no
esté ni habilitado normativamente, ni reificado en nombre
de un pragmatismo instrumental. Para tal efecto, conclui-
remos esta indagación con una referencia al problema del

94 · Estudios en gubernamentalidad
sujeto anarquista, opuesto al sujeto transgresivo, según la in-
terpretación de Foucault realizada por Reiner Schürmann.2

Sin agotar entonces la enorme complejidad de estos pro-


blemas, las observaciones que prosiguen intentan trazar un
recorrido cuyo tema central es la cuestión del dispositivo
en sus diferentes articulaciones. Ninguna de las decisiones
en nuestro recorrido es definitiva o concluyente, pero todas
ellas complicitan –es nuestra pretensión– en la formulación
de una problemática común y, de alguna manera, todavía
crucial para nosotros.

II
Existen al menos dos lecturas en disputa en torno a la no-
ción de dispositivo. Por un lado, Agamben lo relaciona con
el concepto de positividad tal cual aparece en trabajos an-
teriores de Foucault, y remite tal positividad a la filosofía
real hegeliana y a la noción latina de dispositio, cuestión que
marcaría la proximidad entre el dispositivo foucaultiano y la
dispositio como instancia de encarnación de los presupuestos

2 Reiner Schürmann, “On Constituing Oneself an Anarchist


Subject”, Praxis International 6, no. 3 (1986): 294-310. De cual-
quier forma, la consideración de Foucault como un pensador an-
tihumanista en sentido filosófico, esto es, como un pensador que
emerge en el contexto de la decadencia de la epocalidad humanista
moderna, se haya en Reiner Schürmann, Heidegger. On Being and
Acting. From Principles to Anarchy (Bloomington: Indiana University
Press, 1987).

Dispositivos: historia e inmanencia · 95


teológico-políticos del orden social.3 Con esta vinculación
entre dispositivo, gubernamentalidad y biopolítica, Agam-
ben intenta expandir el trabajo foucaultiano, radicalizando
la pregunta por el poder más allá de su interrogación de las
formas de disciplinamiento y normalización modernas. Es
decir, esto le permite establecer una conexión entre los dis-
positivos modernos y la tradición ontoteológica encarnada
en las formas históricas de producción desubjetivante de vida
desnuda (blosses Leben), mientras evalúa al mismo tiempo la
condición negativa de los procesos de tecnificación contem-
poráneos. Volveremos a Agamben posteriormente, conten-
témonos ahora con señalar la fuerza de su lectura.

Por otro lado, sin embargo, y siguiendo una línea de tra-


bajo sugerida por Gilles Deleuze,4 sería posible mostrar el
dispositivo como una articulación puntual, sobre la que se
van erigiendo una serie de prácticas y relaciones estratégicas
de poder que no pueden ser devueltas a ningún principio
trascendental, ni a ningún sujeto como origen o causa. En
tal caso, el dispositivo aparece como una tecnología consti-
tuida en relación con las condiciones acotadas y singulares
de poder (entendiendo el poder como una cuestión relacio-
nal), y no como una tecnología que restituye algún tipo de

3  Giorgio Agamben, ¿Qué es un dispositivo? (Barcelona: Anagrama,


2015), 9-51.

4  Gilles Deleuze, “¿Qué es un dispositivo?”, en Contribución a la


guerra en curso, trad. Javier Palacio Tauste (Madrid: Errata Naturae,
2012), 7-25.

96 · Estudios en gubernamentalidad
operación transhistórica de dominación. Para Deleuze el
dispositivo es, en última instancia, un mecanismo constitui-
do en la inmanencia de las relaciones sociales y no tramado
por la trascendencia de una economía principal y sus lógi-
cas fundamentales. La diferencia entre ambas lecturas es
notable y llena de consecuencias, pero antes de detenernos
en ellas, reparemos en el uso específico y acotado que hace
Foucault de esta noción.

En efecto, la noción de dispositivo habría aparecido en el


lenguaje foucaultiano en el momento en que este cambia el
foco de su investigación desde la interrogación de las confi-
guraciones disciplinarias de saber, básicamente Las palabras
y las cosas y La arqueología del saber (sin descontar sus investi-
gaciones sobre la psiquiatría, la mirada médica y la carac-
terización moderna de la locura), hacia la interrogación de
las relaciones y aparatos de poder, comenzando por Vigilar y
castigar y el tomo uno de su Historia de la sexualidad.5 Gracias
a la reciente publicación de sus cursos en el Collège de France
y a la compilación de sus textos inéditos, Dits et écrits, se hace
incluso más evidente cómo la noción de dispositivo apare-
ce ligada, a medidos de los años setenta, a dos decisiones
fundamentales: por un lado, la necesidad de complementar
la noción de episteme, que como sistema de enunciados or-
ganizó su arqueología de las ciencias humanas en cuanto

5  Como señalan también Judith Revel, Le vocabulaire de Foucault (Pa-


ris: Ellipsis: 2002), 24-25; y Edgardo Castro, El vocabulario de Michel
Foucault (Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes, 2004),
147-149.

Dispositivos: historia e inmanencia · 97


relaciones de saber, para abrirse a las dimensiones no dis-
cursivas de las prácticas sociales. Por otro lado, la necesidad
de problematizar la noción propietarista y vertical del poder
que emana de la tradición de la teoría y la filosofía política y
que se remite a la cuestión de la soberanía y del Estado. Fou-
cault nos dice: “en el pensamiento y en el análisis político,
aún no se ha guillotinado al rey.”6

Así, en el mismo periodo en que presenta su noción descen-


trada, relacional e inesencial del poder en el tomo uno de su
Historia de la sexualidad (1976), aparece la noción de dispositi-
vo para marcar una inflexión contextual y relacional donde
dicho poder ya no se posee ni se ejerce unilateralmente, ni
responde a los imperativos éticos o pragmáticos del Estado
y sus aparatos, sino que se diversifica y articula en múltiples
instancias de interacción social. Solo así su investigación so-
bre la relación entre verdad y sexo, sobre la emergencia de
la sexualidad y los saberes acotados a ella, logra escapar a
la reproducción del modelo represivo, monacal y jerárquico
con el que se sigue analizando la relación entre ley y pro-
hibición, interdicto y transgresión7. En este mismo periodo,
además, Foucault dicta un curso en el Collège cuya temática

6  Michel Foucault, Historia de la sexualidad. 1. La voluntad de saber


(México, D.F.: Siglo XXI, 1991 [1976]), 108.

7 Por supuesto, Foucault está plenamente advertido del trabajo


crítico de Georges Bataille, del temprano Collège de sociologie y de
la revista Acéphale. Véase su “Prefacio a la transgresión”, en En-
tre filosofía y literatura. Obras esenciales, volumen 1 (Barcelona: Paidós,
1999), 163-180.

98 · Estudios en gubernamentalidad
está referida al mismo desplazamiento desde la soberanía a
la gubernamentalidad, curso en el que se juega una estra-
tificación relevante de la pregunta por la dominación que
ya no aparece como simple exterioridad o superestructura
de las relaciones sociales. No se trata, en todo caso, de pos-
tular una imagen lineal y progresiva desde el poder mo-
nárquico y soberano hacia formas biopolíticas más laxas y
heterogéneas (“error” en el que ha caído una cierta lectura
neoliberal de Foucault 8) sino, por el contrario, de mostrar
que las nociones de gubernamentalidad, anatomopolítica y
biopolítica, dispositivo y subjetivación intentan dar cuenta
de las formas complejas y circunstanciales de las prácticas
de poder en la sociedad occidental.9 Así, en una entrevista
del mismo periodo, frente a una demanda de precisión en

8  Véase Daniel Zamora y Michael Behrent, eds., Foucault and Neo-


liberalism (Cambridge, UK: Polity, 2016). Se trata de un libro pu-
blicado originalmente en Francia el 2014 donde se hace coincidir
una suerte de coqueteo foucaultiano con la revolución neoliberal
leída como emancipación individual y que complementa, en cierta
medida, las críticas marxistas tradicionales que ven en el trabajo
foucaultiano un debilitamiento de las nociones centrales del pen-
samiento crítico moderno (totalidad, Historia, sujeto, razón, etc.).
Sin embargo, hay que reparar en esta seducción de la libertad neo-
liberal y en la perseverancia de su individualismo posesivo, más allá
de estos autores, pues algo de ella hay en las lecturas que intentan
remitir el trabajo tardío de Foucault a una preocupación ética rela-
tiva al bienestar y al perfeccionamiento del individuo. Contra todo
esto, proponemos una lectura anarquista radical hacia el final de
nuestro texto.

9  Michel Foucault, Seguridad, territorio, población. Curso en el Collège de


France (1977-1978) (Madrid: FCE, 2006).

Dispositivos: historia e inmanencia · 99


torno a la noción de dispositivo, Foucault destaca tres as-
pectos centrales:

Lo que trato de situar bajo este nombre es, en pri-


mer lugar, un conjunto decididamente heterogéneo,
que comprende discursos, instituciones, instalaciones
arquitectónicas, decisiones reglamentarias, leyes,
medidas administrativas, enunciados científicos, pro-
posiciones filosóficas, morales, filantrópicas; en resu-
men: los elementos del dispositivo pertenecen tanto a
lo dicho como a lo no dicho. El dispositivo es la red
que puede establecerse entre estos elementos.10

Es decir, no solo se trata de un sistema acotado de relacio-


nes, sino que además estas relaciones incluyen aspectos dis-
cursivos y no discursivos, cuestión que desborda la noción
de episteme y su focalización en las prácticas discursivas. En
segundo lugar, Foucault precisa que el dispositivo también
implica a la naturaleza misma de las relaciones entre sus
elementos, relaciones que no responden a un modelo uni-
lateral exterior al dispositivo, sino que son inmanentes a su
configuración.

En tercer lugar, por dispositivo entiendo una especie


–digamos– de formación que, en un momento histó-
rico dado, tuvo como función mayor la de responder

10  Michel Foucault, “El juego de Michel Foucault”, en Saber y ver-


dad (Madrid: La Piqueta, 1991 [1977]), 128.

100 · Estudios en gubernamentalidad


a una urgencia. El dispositivo tiene pues una posición
estratégica dominante. Esta pudo ser, por ejemplo, la
reabsorción de una masa de población flotante que a
una sociedad con una economía de tipo mercantilis-
ta le resultaba embarazosa: hubo ahí un imperativo
estratégico, jugando como matriz de un dispositivo,
que se fue convirtiendo poco a poco en el mecanismo
de sujeción de la locura, de la enfermedad mental, de
la neurosis.11

Lo que interesa de esta larga cita es precisamente este úl-


timo aspecto, es decir, la explicación del carácter utilita-
rio o práctico del dispositivo y de la forma en que este se
constituye para responder a una anomalía o “urgencia”. Se
trata de un conjunto heterogéneo de prácticas organizadas
puntualmente para responder a una eventualidad, después
de lo cual decantan y se naturalizan. Con esto, Foucault
matiza incluso los malos entendidos que se produjeron en
torno a su Historia de la locura en la época clásica (1964), pues no
se trata de pensar la relación entre saber y poder al modo
de una relación determinativa y unilateral, sino mediada
por diversos mecanismos de implementación destinados
a corregir o contener un accidente; de hecho, los mismos
discursos psiquiátricos aparecen como dispositivos hetero-
géneos constituidos como formas de contención y manejo
de la locura, hasta fines del XIX, momento en que el psicoa-
nálisis se constituye como un nuevo dispositivo que cambia

11  Ibídem, 129.

Dispositivos: historia e inmanencia · 101


su naturaleza.12 La población flotante de la que nos habla
la cita, en este caso, constituye una urgencia para la que se
conforma un mecanismo de contención en el que participan
prácticas discursivas y no discursivas. En última instancia,
nos arriesgaríamos a decir que el dispositivo no responde
a ningún trascendental del poder, sino que se constituye
como reacción y contención frente a la emergencia de una
irregularidad. Así, el dispositivo registra y contiene el acon-
tecimiento, haciéndolo posible mientras lo normaliza.13

Nótese que, al pensar el dispositivo de esta manera, no solo


se hace improcedente recurrir a una concepción superes-
tructural de poder y de la agencia social (soberano, clase
dominante, etc.), sino que se introduce una concepción de la
temporalidad abierta a la condición heterogénea (o heterócli-
ta, como él mismo preferiría) del cambio y de la emergencia,

12  Michel Foucault, El poder psiquiátrico. Curso en el Collège de France


(1973-1974) (Madrid: FCE, 2005).

13  Como señala Jean-Louis Déotte: “El acontecimiento no puede


ser determinado más que si es inscrito. El encadenamiento sobre él,
y la experiencia que se tiene, son indisociables de la superficie so-
bre la que se inscribe. Es esta superficie que lo determina, ofrecién-
dole la reproducción” [Catástrofe y olvido. Las ruinas, Europa, el museo
(Santiago: Cuarto Propio, 1998), 183]. Y aun cuando Déotte está
pensando en el museo (un dispositivo de la memoria que reprime
lo inmemorial), converge aquí la idea de que el acontecimiento no
es una ruptura extramundana, un aparecer mesiánico investido de
fuerza mítica, sino una relación “dialéctica” entre emergencia y re-
gularización, entre irrupción e inscripción, cuestión que permite la
reproducción del acontecimiento y la apertura hacia su serialidad.

102 · Estudios en gubernamentalidad


cuestión aludida con las nociones de urgencia, irregularidad,
accidente, anomalía, etc. Efectivamente, si una de las pregun-
tas inciertas dirigidas contra el modelo epistémico (clásico,
moderno, contemporáneo) presente en Las palabras y las
cosas tenía que ver con la falta de explicitación respecto de la
transición desde una episteme a otra, el mismo Foucault in-
tenta responder a esta interrogante “pluralizando” la noción
hegeliana de ruptura (determinada) al instalar la pregunta
por las rarezas, las escansiones, los desplazamientos y las des-
viaciones.14 Ahora entonces el dispositivo no encarna ninguna
disposición trascendental de dominación, sino que se articula
como respuesta acotada a una determinada acontecimenta-
lidad que no puede ser conjugada en los términos ilustrados
de la filosofía de la historia, ni en los términos escatológicos
del paradigma teológico-político. De ahí que sea posible per-
cibir una relación compleja entre la dimensión práctica de
su concepción del poder y de los dispositivos, y una cierta
comprensión aleatoria de la temporalidad y de la historia.

III

Antes de detenernos debidamente en la relación entre dis-


positivo y temporalidad aleatoria, retomemos la lectura de
Agamben quien, de manera bastante creativa, ha constelado

14  Michel Foucault, La arqueología del saber (México, D.F.: Siglo XXI,
1970). En especial, “Rareza, exterioridad, acumulación” (200-
213), y “El cambio y las transformaciones” (278-297).

Dispositivos: historia e inmanencia · 103


la destrucción heideggeriana de la metafísica, la crítica ben-
jaminiana de la violencia mítica y la condición catastrófica
de la historia occidental, al presentar la experiencia del
campo de concentración como lugar decisivo en la conver-
sión negativa de la biopolítica contemporánea. Como ya
advertíamos, su lectura del dispositivo es posible porque él
relaciona el dispositivo foucaultiano con la positividad hege-
liana y más decisivamente con la dispositio romana, cuestión
que le permite leerlo como un mecanismo de subjetivación
y desubjetivación vinculado a la tradición teológico-políti-
ca. En este sentido, el dispositivo funciona en el paradigma
cristiano de la oikonomía como gobierno divino del mundo.
Sin embargo, lo que distinguiría a los dispositivos clásicos de
los contemporáneos es el hecho de que mientras los clásicos
producen procesos de subjetivación con un cierto rango de
indeterminación, la sofisticación tecnológica tardomoderna
indiferencia estos procesos de subjetivación de sus opuestos,
los procesos de desubjetivación, convirtiendo a los hombres
no en sujetos, sino en una masa indiferenciada y a disposi-
ción para su manejo técnico: “lo que sucede ahora es que los
procesos de subjetivación y los procesos de desubjetivación
parecen volverse recíprocamente indiferentes y sólo dan lu-
gar a la recomposición de un nuevo sujeto de forma larvada
y, por así decir, espectral.”15 O, de manera más enfática:

Las sociedades contemporáneas se presentan así


como cuerpos inertes atravesados por gigantescos

15  Agamben, “¿Qué es un dispositivo?”, 31.

104 · Estudios en gubernamentalidad


procesos de desubjetivación real. De ahí el eclipse de
la política que presuponía sujetos e identidades reales
(el movimiento de los trabajadores, la burguesía, etc.)
y el triunfo de la oikonomía, de una actividad pura de
gobierno, que sólo busca su propia reproducción.16

No se trata, habría que advertir, de una mera sospecha so-


bre el carácter unidimensional de la técnica, sino de algo
mucho más complejo. Agamben percibe en el predominio
de los dispositivos desubjetivantes y de la biopolítica con-
temporánea, la realización del paradigma teológico-políti-
co de control y dominación de la existencia, sin margen de
aleatoriedad. De esta manera, su sospecha de los dispositi-
vos pasa por dos cuestiones centrales: por un lado, la exten-
sión del dispositivo a toda forma de “captura” o inscripción
de la existencia; por otro lado, la conversión del dispositivo
en máquina.

En lugar del anunciado fin de la historia –nos dice–,


se asiste de hecho al incesante girar en vacío de la
máquina. En una especie de parodia inmanente de
la oikonomía teológica, la máquina asume en sí misma
la herencia del gobierno providencial del mundo y,
en vez de salvarlo, lo conduce –en esto fiel a la origi-
naria vocación escatológica de la providencia– a la
catástrofe.17

16  Ibídem, 32.

17  Ibídem, 34.

Dispositivos: historia e inmanencia · 105


Habría que precisar, en todo caso, que la cuestión de la ca-
tástrofe comporta un double-bind, pues no sería lo mismo la
catástrofe burguesa que la catástrofe barroca, siempre que
en la última, el des-astre permite una experiencia radical de
desfundamentación que bordea en el abismo de la existen-
cia sin principios y, por tanto, abre hacia una concepción
radical de libertad. Sin embargo, todo parece indicar que,
en este opúsculo en particular y en su insistencia reitera-
da en remitir a Foucault al paradigma teológico-político,
Agamben termina convirtiendo el pensamiento foucaul-
tiano en una sostenida arqueología de los mecanismos de
poder y dominación que se irían turnando en el largo plazo
de la tradición ontoteológica, expresada en la doble articu-
lación del reino y la gloria. Digamos que su sospecha de la
máquina y de la técnica como producción desubjetivante
ladea el dispositivo hacia uno de sus polos, devolviéndonos
una imagen de este ya siempre atravesado por las grandes
verticales del poder y la dominación, en un sentido propia-
mente prefoucaultiano.

Interesaría entonces reparar en dos puntos relevantes. Por


un lado, la forma en que Agamben lee y reduce el problema
del dispositivo a la cuestión de la máquina y de la técnica,
reduciendo a su vez, la pregunta por la técnica a una con-
cepción como mínimo discutible. Por otro lado, la forma en
que el pensamiento foucaultiano queda convertido en una
versión negativa de la biopolítica, que debe ser abierta desde
una inoperosidad que desactiva la compulsión engendra-
da sobre los hombres por la dispositio gubernamental. Por

106 · Estudios en gubernamentalidad


supuesto, las críticas a esta operación de lectura abundan,18
pero todavía parece necesario contestar no solo “su” lectura
de Foucault y del dispositivo, sino su recurso al paradigma
teológico-político, un paradigma que en el francés no tiene
el mismo carácter explicativo ni determinativo que tiene en
el pensador italiano.

De manera similar habría que leer, aunque con importantes


matices, la contribución de Roberto Esposito. En un recien-
te libro dedicado a mostrar la continuidad de los dispositivos
de sujeción en la historia occidental, Esposito presenta la no-
ción de persona como un dispositivo específico y reiterado
que media entre lo teológico-político y lo jurídico, haciendo
necesario un paso más allá del personalismo, hacia lo neutro
y lo impersonal, única posibilidad de una política no cap-
turada por los procesos inmunitarios que se reconstituyen

18  Mencionaría como muestra solo tres de estas críticas. María


Luciana Cadahia, “Dispositivos estéticos y formas sensibles de la
emancipación”, Ideas y valores 65, no. 161 (2016): 267-285; este tex-
to relativiza la lectura determinista de Agamben y otros, a la vez
que, recurriendo a Deleuze y a Schelling, interroga la dimensión
sensible y estética de los dispositivos). Sandro Chignola, “Sobre
o dispositivo. Foucault, Agamben, Deleuze”, Cadernos IHU Ideias
12, no. 214 (2014): 1-28; texto inspirado en la historia conceptual
y rigurosamente dedicado a determinar las diferencias entre los
autores en cuestión. Y, finalmente, Matteo Pasquinelli, “What an
Apparatus is Not: On the Archeology of the Norm in Foucault,
Canguilhem, and Goldstein”, Parrhesia 22 (2015): 79-89. Este úl-
timo texto, central para nuestras preocupaciones, logra establecer
una fuerte relación entre Foucault y el trabajo de su maestro Geor-
ges Canguilhem, al que volveremos en el siguiente apartado.

Dispositivos: historia e inmanencia · 107


permanentemente en dicha historia.19 Son muchos los mati-
ces que distancian el trabajo de ambos pensadores italianos,
sobre todo el hecho de que mientras uno ahonda las con-
secuencias del paradigma teológico-político como encar-
nación de la onto-teología señalada por Heidegger, el otro
interroga de manera histórico-conceptual las dinámicas de
configuración comunitaria e inmunitaria en la tradición del
pensamiento político occidental, poniendo especial atención
a la historia conceptual como procedimiento destinado a
esclarecer los usos acotados de los conceptos, más allá de
las extrapolaciones historicistas. Sin embargo, al realizar
esta suerte de genealogía del dispositivo persona, Esposito ubi-
ca su emergencia en la configuración del derecho romano
como sistematización del horizonte metafísico clásico. Esto
lo lleva a pensar no solo en la mera repetición del mecanis-
mo jurídico que captura a toda forma de vida humana en
dicho dispositivo, sino también en las diversas mediaciones
que dicha captura supone históricamente, desde el plato-
nismo clásico, pasando por la constitución del cristianismo,
el derecho romano como momento fundamental, hasta el
personalismo filosófico moderno y contemporáneo. Y esto
le permite a su vez pensar la dialéctica entre subjetivación
y desubjetivación a nivel de una operación jurídica previa
que consistiría en identificar y, por tanto, remitir las formas
de vida heterogéneas a la definición misma, trascendental y
valórica, de la persona.

19  Roberto Esposito, El dispositivo de la persona (Buenos Aires:


Amorrortu, 2011).

108 · Estudios en gubernamentalidad


Aún sin pretender disponer a lo largo de un mismo
eje semántico acontecimientos y conceptos lejanos en
su génesis y en su destino, como los del mundo roma-
no y los pertenecientes a periodos cercanos a nosotros
o directamente contemporáneos, resulta difícil sus-
traerse a la impresión de que estamos ante algo que
va más allá de una simple analogía y que parece más
bien una especie de recurrencia, como un remanente
no disponible para la transformación histórica que se
produce en forma periódica en un marco contextual
modificado por completo. Pero, más precisamente,
¿de qué se trata? ¿Qué es lo que retorna con las mo-
dalidades de una aparente compulsión a repetirse? Y
lo que denominamos “dispositivo persona”, ¿puede
constituir una expresión significativa de ello?20

Es aquí donde su trabajo parece vacilar, pues por un lado,


identifica los riesgos de reducir las diversas dinámicas his-
tóricas a un eje estructurador, a saber, la preeminencia del
derecho romano como gran dispositivo que materializa los
presupuestos antropológico-políticos de la metafísica occi-
dental; mientras que, por otro lado, y aun saliendo desde
el horizonte teológico-político, su apuesta por la función
reiterativa del “dispositivo persona” lo lleva a afirmar “la
referencia romana” ahí donde Agamben afirma “la referen-
cia teológica”. En cualquier caso, no intentamos desmerecer
la importancia del paradigma teológico-político o de la

20  Ibídem, 78.

Dispositivos: historia e inmanencia · 109


referencia al derecho romano, sino cuestionar su rol expli-
cativo o causal, pues al operar de esa manera se tiende a
sobrecodificar los dispositivos haciéndolos aparecer como
encarnación o articulación de fuerzas trans-históricas o
trascendentales.21

Por supuesto, con estas observaciones no intentamos ni des-


pachar, ni menos “criticar” el trabajo decisivo que ambos
pensadores italianos han venido realizando en los últimos
años. Sin embargo, en la forma en que ladean el dispositivo
hacia una política de la encarnación, ya sea de la oikonomía o
de la persona, se deja ver una cierta imposibilidad a la hora
de pensar el dispositivo en su otra dimensión, aquella rela-
tiva a la condición puntual, contingente y continente, de su
performatividad, más allá de toda encarnación. Si es posible
afirmar el carácter eventual de las relaciones y prácticas que
constituyen al dispositivo, su naturaleza, entonces ya no es
posible reducirlo a una mera articulación contingente tra-
mada por una orientación de largo plazo, por un eje sobre
el que se organizaría la sucesión de distintos dispositivos
orientados más o menos en la misma dirección, sin importar

21  De ahí la “anfibología” constitutiva del pensamiento contem-


poráneo que, incapaz de resolver de una vez por todas las relacio-
nes entre lo empírico y lo trascendental, no puede evitar que sus
conceptos sean, a la vez, descriptivos y normativos. Por ejemplo,
para Agamben la política es tanto el cierre biopolítico de la ex-
periencia en la modalidad del campo de concentración y de los
dispositivos técnicos de control y manipulación, como el nombre
de una posibilidad incierta y por venir, basada en la figura de la
inoperosidad y de la desactivación.

110 · Estudios en gubernamentalidad


si este eje es la “referencia romana” o la “referencia teológi-
co-política”.

IV

Retomemos ahora la cuestión de la aleatoriedad en la eco-


nomía de los dispositivos, manteniendo presente el hecho
de que la misma noción de dispositivo muestra una cierta
proximidad con la de aparato, y no solo con la analítica de
los aparatos estéticos desarrollada por Jean-Louis Déotte,22
sino también con la problemática althusseriana de los apa-
ratos ideológicos de estado.23 En efecto, partamos por notar
que Althusser presenta estas reflexiones como “notas para
una investigación”, investigación que tendría por cometido
no solo desarrollar una teoría del funcionamiento del estado
en la teoría marxista, más allá de la caracterización de su
función instrumental y represiva, sino también –cuestión
en extremo relevante– desarrollar una teoría de la políti-
ca que rompa con los determinismos y esquematismos del
evolucionismo y del economicismo marxista convencional.
En tal caso, no debería dejar de sorprender que la lista de
aparatos ideológicos de estado presentada tentativamente

22  Jean-Louis Déotte, ¿Qué es un aparato estético? Benjamin, Lyotard,


Rancière (Santiago: Metales Pesados, 2012).

23 Louis Althusser, “Ideología y aparatos ideológicos de estado


(notas para una investigación)”, en La filosofía como arma de la revolu-
ción (México, D.F.: Siglo XXI, 1974), 102-141.

Dispositivos: historia e inmanencia · 111


por Althusser esté en estrecha proximidad con los dispo-
sitivos interrogados por Foucault: aparatos ideológicos de
estado religiosos, escolares, familiares, jurídicos, políticos,
sindicales, de información, culturales, etc., que no son el
estado y que “median” entre la función represiva de este y la
reproducción de las relaciones sociales. En este sentido, los
aparatos ideológicos de estado cumplen una doble función
en la formulación althusseriana. Por un lado, complemen-
tan la analítica del estado, matizando su función represiva
con los procesos de interpelación. Por otro lado –cuestión
más relevante para nuestro cometido actual–, estos aparatos
complejizan la teoría política marxista convencional que la
reduce a un mero reflejo de las determinaciones e intereses
en juego en el ámbito de las relaciones sociales de produc-
ción (economicismo).

Obviamente, al aproximar la noción foucaultiana de poder


y la noción marxista de ideología se produce una contradictio
in abjecto, pues ambas nociones parecen moverse en campos
diferenciados. Sin embargo, quizás acá es donde las contri-
buciones de Althusser resulten relevantes, toda vez que su
noción de ideología no opera a nivel doctrinario ni deter-
minativo, como si fuera un interdicto vertical o una fuerza
de ley jerárquicamente emanada desde un poder central,
desde una cierta base económica o trono soberano, sino
que se abre a las diversas mediaciones y sobredetermina-
ciones que constituyen el campo social. Si la ideología es
la representación imaginaria que los hombres se hacen de
sus condiciones reales de existencia, entonces ya no se trata

112 · Estudios en gubernamentalidad


(como tampoco se trata en Foucault de la performance de-
terminativa del saber sobre los cuerpos, sin la mediación de
los dispositivos) de una relación unilateral o vertical, de de-
terminación o condicionamiento “en última instancia”, sino
de pensar la función de los aparatos ideológicos de estado
como sobredeterminación de las relaciones entre lo que la
tradición marxista llama base y superestructura. Aunque
esto merece un desarrollo más sostenido, contentémonos por
ahora con apuntar a la relación fundamental en Althusser
entre interpelación ideológica, aparato, sobredeterminación
y coyuntura política, pues así se nos abre un campo de re-
flexión que contradice, en cierta medida, las lecturas más
estandarizadas del althusserianismo y que lo identifican con
la figura de un militante convencido de la cientificidad no
ideológica del materialismo histórico.

En efecto, la ideología interpela a los individuos para con-


vertirlos en sujetos, pero esta interpelación no es “cruda”,
directa o unilateral, sino que está articulada por diversos
aparatos ideológicos de estado. Una analítica de las for-
mas de subjetivación no se puede conformar entonces con
determinar el contenido cognitivo ni los intereses de una
ideología dominante, sino que tiene que precisar las formas
diversas y aleatorias en que, en una determinada coyuntura
histórica, dichos intereses y dichos contenidos se van con-
figurando en su paso a través de los aparatos, paso que no
los deja incólumes, sino que los va constituyendo, es decir,
que va constituyendo a la ideología como algo más que un
mero discurso determinativo. En este sentido, Althusser ya

Dispositivos: historia e inmanencia · 113


piensa la política más allá de su función instrumental y de su
condición epifenoménica con respecto a los intereses y las re-
laciones de producción. Y así, las relaciones entre la base y la
superestructura no aparecen articuladas por discursos más o
menos transparentes emanados desde un lugar en particular
y dirigidos hacia “abajo”, sino que están ya siempre inte-
rrumpidos por procesos múltiples de sobredeterminación.24

Lo que está en juego en esta complejización de los discursos,


los aparatos y la ideología es la misma noción hegeliana de
contradicción que, heredada por el marxismo, transporta la
lógica del concepto al campo social, como contradicción en-
tre fuerzas productivas y relaciones sociales de producción.
Al suspender entonces la noción de contradicción como
eje explicativo de las luchas sociales, se suspende también
la condición auto-télica del modelo dialéctico o, si se quie-
re, su teleología inherente como despliegue y realización,
cuestión que tiene enormes consecuencias para la teoría de
la historia marxista y que, para el caso de nuestra actual
preocupación, permite mostrar –es la noción de coyuntura
que interesaría pensar acá– el carácter finalmente indeter-
minable de la prácticas sociales. Sobre este desplazamiento
de la contradicción y su automatismo lógico-conceptual se
ha abierto el campo del neomarxismo y del postmarxismo;
sin embargo, más allá de las capitalizaciones puntuales del

24  Louis Althusser, “Contradicción y sobredeterminación” (notas


para una investigación)”, en La revolución teórica de Marx (México,
D.F.: Siglo XXI, 1968), 71-106.

114 · Estudios en gubernamentalidad


anti-hegelianismo althusseriano, lo que todavía parece de-
mandar una consideración más detenida es precisamente
el problema de la historicidad y de su condición aleatoria,
cuestión que no ocurre en la escena postmarxista contem-
poránea, más abocada a la restitución de una lógica prag-
mática de la política.

No podemos discutir aquí la noción de hegemonía que de-


viene, en el pasamiento post-marxista de Ernesto Laclau y
Chantal Mouffe, una clave de la recuperación de la lógica
de la contingencia, opuesta a la lógica de la necesidad del
marxismo clásico y determinista.25 Sin embargo, desde la
consideración sobre los dispositivos que estamos elaborando,
la misma hegemonía se muestra como un aparato más que
captura, registra y regulariza las eventualidades sociales,
normalizándolas y traduciéndolas al ámbito institucional
(estatal) de la política. En otras palabras, en el postmarxismo
la hegemonía se convierte en una especie de mega-dispositivo
que regula y prescribe el funcionamiento de la misma po-
lítica, al punto de extinguir cualquier acontecimentalidad,
reduciéndola a la lógica interna de la lucha hegemónica. De
esto se sigue que toda diferencia con la hegemonía solo sea

25  Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, Hegemonía y estrategia socialis-


ta. Hacia una radicalización de la democracia (Madrid: Siglo XXI, 1987).
Sugeriríamos entonces leer la recepción problemática de Althusser
en el giro postmarxista como índice de una no problematizada res-
titución de la filosofía de la historia, un cierto evolucionismo, que
en estos autores aparece como “tradición democrática occidental”,
sobre la que descansa el buen sentido de los actores democráticos.

Dispositivos: historia e inmanencia · 115


pensable como lucha por la hegemonía. Así, mientras que la
referencia romana o el peso de la tradición teológico-política
tienden a codificar el dispositivo en términos de una cierta
recurrencia o encarnación, la hegemonía, convertida en me-
ga-dispositivo, desactiva su pluralidad inherente, cancelando
su indeterminación, al remitirlo siempre a la lucha por el
poder y por el control del estado.26

Por otro lado, repensar las tempranas “notas para una in-
vestigación” desarrolladas por Althusser, incluso antes del
boom de su llamado materialismo aleatorio, permitiría leer

26 Permítasenos insistir en este delicado punto. No se trata de


descartar la teoría de la hegemonía de Mouffe y Laclau como si
se tratara de un oportunismo culturalista o de una refundación
todavía fundacional (y por tanto trascendental) de la política. En
rigor, ambos autores presentan sus reflexiones advertidos de las li-
mitaciones que la filosofía de la historia impone sobre la práctica
política, y ambos autores desplazan dicha “lógica de la necesidad”
desde la consideración pragmática de las articulaciones hegemóni-
cas que no están atravesadas por ningún criterio universal preexis-
tente, sino por una lógica contingente. Sin embargo, la hegemonía
como dispositivo tiende a quedar sobredeterminada en la medida
en que esa misma hegemonía no puede sino articularse en torno a
la toma del poder del estado, cuestión que hace que las instancias
articuladas prácticamente en su performance contingente si bien
no responden a leyes históricas previas, sean sin embargo sobre-
pujadas desde la organización estratégica en la lucha política. De
ahí entonces que: 1) la lógica hegemónica se presente como una
lógica contingente opuesta a la lógica de la necesidad, pero todavía
desde una concepción “aristotélica” de la misma contingencia, y
2) la hegemonía como dispositivo esté ya siempre habitada por la
demanda del poder, haciendo que el populismo sea el horizonte
último de toda articulación hegemónica.

116 · Estudios en gubernamentalidad


a contrapelo su trabajo, no para rehabilitarlo (ironía estali-
nista), sino para retomar la problemática central de la his-
toria y su condición aleatoria. Es decir, con las nociones de
aparato ideológico de estado y de sobredeterminación ya se
estaba intentando responder a la necesidad de elaborar una
concepción atenta a la condición singular e indeterminada
de la temporalidad histórica, cuestión que nos permite, a
su vez, pensar en los aparatos ideológicos de estado como
proto-dispositivos surgidos a partir de las inconsistencias de la
teoría marxista de la historia de carácter hegeliano, y de las
respectivas concepciones de la ideología y la política que se
siguen de tal filosofía de la historia.27

Por supuesto, todo esto es solo la formulación de un horizonte


problemático al que habría que atender con mayor detención.

27  Louis Althusser, Philosophy of the Encounter: Later Writings 1978-


1987 (New York: Verso, 2006). Esta es una versión abreviada de
los dos tomos de sus Écrits philosophiques et politiques (1994), que han
permitido una serie de publicaciones de sus escritos sobre filósofos
modernos. Importa entonces señalar que, más que una reorienta-
ción general de su trabajo, lo que está contenido en sus tempranas
“notas para una investigación” (subtítulo de sus primeros textos)
ya indica la necesidad de una concepción aleatoria y materialista
de la historia. Habría que pensar, más allá de este primer punto, si
efectivamente la concepción aleatoria desarrollada por Althusser
logra desplazar los remanentes ontoteológicos de la lógica hege-
liana de la historia presentes en el marxismo y si a partir de ahí
es posible una teoría radical de la historicidad ya más allá de las
tibias recepciones contemporáneas del materialismo aleatorio que
siguen motivadas por la necesidad, más pasional que reflexiva, de
rehabilitar al pensador marxista.

Dispositivos: historia e inmanencia · 117


Ahora quisiéramos, sin embargo, desplazarnos, dentro de la
problemática del dispositivo, hacia la cuestión de la normali-
zación y de la relación entre norma, normalidad y anomalía.

En su curso Seguridad, territorio, población (1977-1978), Foucault


elabora una distinción, basada en la teoría pura del derecho
de Hans Kelsen, entre ley, norma y normalización, que re-
sulta capital para entender su uso de esta última noción.

Yo creo que es preciso mostrar que la relación de


la ley con la norma indica en efecto que, intrínseco
a todo imperativo de la primera, hay algo que po-
dríamos llamar una normatividad, pero que esta
normatividad inherente a la ley, fundadora tal vez
de la ley, no puede confundirse en ningún caso con
lo que se trata de identificar aquí con el nombre de
procedimientos, métodos, técnicas de normalización.
Yo diría incluso que, por el contrario, si es cierto que
la ley se refiere a una norma, su papel y función, por
consiguiente –ésa es su operación misma–, consisten
en codificar una norma, efectuar con respecto a ésta
una codificación, cuando el problema que trato de
señalar es el de mostrar que, a partir y por debajo,
en los márgenes e incluso a contrapelo de un sistema
de la ley, se desarrollan técnicas de normalización.28

28 Foucault, Seguridad, territorio, población, 74-75.

118 · Estudios en gubernamentalidad


No se trata solo de distinguir, en el derecho, a la ley de la
norma (tema central de la tradición kantiana y que encuen-
tra en Kelsen una elaboración paradigmática), sino también
de pensar en una normatividad que no se agota en el ámbito
de una teoría cultural o simbólica de las costumbres y los
usos. De ahí entonces nuestra dificultad con la crítica re-
cientemente elaborada por Catherine Malabou a Foucault,
Agamben y Derrida (¡qué extraña homologación!), como
pensadores de la soberanía y de lo simbólico que, incapaces
de pensar la biología contemporánea, quedarían siempre
presos de la misma re-inseminación de sus lógicas: “Como
ya he dicho –nos comenta Malabou– el problema es que esta
crítica de la soberanía está estructurada de manera exacta
por aquello que critica. La separación entre lo biológico y lo
simbólico es la letra escarlata impresa por la soberanía en
el cuerpo filosófico.”29 Esta letra escarlata o marca distin-
tiva convertiría a estos pensadores no solo en culturalistas,
sino también en pensadores desatentos a los desarrollos de
la misma biología, desarrollos que permitirían, según Ma-
labou, no solo salir desde la “infinita deconstrucción de la
soberanía”, sino que cambiar los presupuestos ontológicos
del pensamiento moderno. Por supuesto, no intentamos des-
pachar el importante trabajo de Malabou, sino interrogar la
viabilidad de su reducción culturalista de la genealogía o de
la deconstrucción y su homologación con la biopolítica, por

29  Malabou, “Will Sovereignty Ever Be Deconstructed?”, en Plas-


tic Materialities. Politics, Legality, and the Metamorphosis in the Work of
Catherine Malabou, eds. Brenna Bhandar y Jonathan Goldberg-Hi-
ller (Durham: Duke University Press, 2015), 42.

Dispositivos: historia e inmanencia · 119


un lado, mientras que, por otro, preguntarnos si su crítica no
restituye, como su única posibilidad, la misma separación
que quiere criticar, esto es, como si la biología no fuera, ella
misma, un discurso histórico.

Más allá de esto, sin embargo, todavía debemos atender a la


forma en que la normatividad –ya no pensada como origen
ni fundamento del derecho– es concebida, en cuanto ope-
ración efectiva y acotada a la producción de determinados
comportamientos en el análisis foucaultiano. Pues dicha
normatividad no opera como ley ni como horizonte simbó-
lico o cultural, sino que responde a una economía puntual
de emergencia y regularidad que caracteriza al dispositivo.
En este sentido, Matteo Pasquinelli30 ha llamado la atención
sobre la forma en que Foucault usa la noción de norma, nor-
malidad y normalización tanto en su curso sobre Los anorma-
les en el Collège,31 como en Vigilar y castigar, rastreando en tal
uso la herencia de su maestro Georges Canguilhem.

En efecto, en su libro Lo normal y lo patológico, Canguilhem


opera una inversión y una inmanentización de la relación
lógica y cronológica entre ambos conceptos, lo normal y lo
patológico, mostrando que la normalidad nunca preexiste a
la desviación y que la normalización es una forma de cap-
tura y regulación de la diversidad de manifestaciones de la

30  Pasquinelli, “What an Apparatus is Not”, 79-89.

31  Michel Foucault, Los anormales. Curso en el Collège de France (1974-


1975) (Argentina: FCE, 2000).

120 · Estudios en gubernamentalidad


vida.32 Para ambos, Canguilhem y Foucault, la normaliza-
ción y la ley se mueven a distintos niveles, y a diferencia del
modelo jurídico de la norma como configuración simbólica
y cultural de la ley (como en Kelsen33), en la explicación de
Canguilhem no hay necesidad de esta mediación cultural,
pues la norma responde a los acomodos intestinos de la his-
toria de la ciencia en su intento por dar cuenta de la vida,
de su proliferación y de sus dinámicas heteróclitas. En este
sentido, observa Pasquinelli: “en contraste con Agamben,
sin embargo, Canguilhem afirma que ‘lo normal no es un
concepto estático o pasivo, sino un concepto dinámico y
polémico’. Lo normal es continuamente producido y redefi-
nido por el campo inmanente de fuerzas sociales.”34

Así, más allá del contraste con la fuerza de ley y la crítica del
derecho que en Agamben reinscriben el problema en tér-
minos de violencia mítica y producción de vida sacrificable
(homo sacer), lo que interesa de la referencia a Canguilhem no
es solo su concepto dinámico de norma, sino la inmanencia
de esta norma, surgida de las relaciones de fuerza singu-
lares que se traman en cada coyuntura, entre lo normal y
lo patológico, a lo largo de la historia de la medicina, de la
biología y, en un sentido menos explícito, de la filosofía de

32  Georges Canguilhem, The Normal and the Pathological (New York:
Zone Books, 2015).

33 Foucault, Seguridad, territorio, población, 73-76.

34  Pasquinelli, “What an Apparatus is Not”, 84.

Dispositivos: historia e inmanencia · 121


la vida. Es decir, la diferencia entre normatividad jurídica y
normalización permite entender las técnicas y operaciones
constitutivas del dispositivo ya no como la aplicación de una
fuerza soberana, sino como articulación conflictiva entre lo
normal y lo anormal, la norma y la anormalidad, diferen-
ciándose (de paso) de la tradición sociológico-normativa que
insiste en pensar en términos de agentes y acciones orienta-
das según fines y valores culturales.35 Nos dice Canguilhem,
al final de sus reflexiones tardías (veinte años después de la
primera publicación) de Lo normal y lo patológico:

Lo anormal, como a-normal, se produce después de


la definición de lo normal, es su negación lógica. Sin
embargo, es la precedencia histórica de este futuro
anormal el que hace posible la intención normativa.
Lo normal es el efecto obtenido por la ejecución del
proyecto normativo, es la norma exhibida de facto.
En esta relación de facto hay entonces una relación
de exclusión entre lo normal y lo anormal. Pero esta
diferencia está subordinada a su vez a la relación de
negación, a la corrección convocada por la anormali-
dad. Consecuentemente, no es paradojal sostener que

35  Sería interesante indagar cómo la micropolítica de los dispo-


sitivos desplaza las grandes referencias de la teoría social clásica
(actor, racionalidad, sociedad, sistema de valores, normas, etc.),
permitiendo una complejización de las dinámicas de poder e in-
tercambio que difieren de las versiones clásicas, tributarias de la
antropología hipotética de la temprana modernidad europea.

122 · Estudios en gubernamentalidad


lo anormal, mientras que es lógicamente posterior, es
existencialmente primero.36

Así, lo anormal como a-normal preexiste a la norma, la per-


mite y la posibilita, aunque sea para quedar normalizado
por ella. Más allá de las consecuencias puntuales del trabajo
de Canguilhem en la historia de la biología moderna y en la
misma problemática filosófica de articular dicha historia, lo
que resulta relevante para nuestra interrogación actual tiene
que ver con el vértigo de la inmanencia que define las relaciones
de copertenencia y exclusión entre lo normal y lo anormal,
entre la emergencia y la regularización: en ellas se juega una
analítica de las relaciones de normalización que matiza, e
incluso materializa, las reflexiones del pensamiento norma-
tivo occidental. Y esta analítica contextual y acotada no solo
se distancia del modelo kantiano de la ética como configu-
ración de una conducta adecuada al interés de la razón y a
sus principios e imperativos, sino que se distancia también de
las sociologías normativas y de la recurrencia del paradigma
teológico-político en el schmittianismo contemporáneo.

Aunque este no es nuestro cometido actual, permítasenos


un par de observaciones destinadas a marcar el contraste
entre normalización y normatividad, o sea, entre la ana-
lítica foucaultiana y las preocupaciones del pensamiento
normativo. Si tomamos como ejemplo el trabajo seminal
de Émile Durkheim, específicamente su interrogación

36 Canguilhem, The Normal and the Pathological, 243.

Dispositivos: historia e inmanencia · 123


sobre la división del trabajo social y la transición desde las
formas orgánicas a las formas mecánicas de solidaridad y
cohesión social, podemos advertir que su concepción de la
norma no es solo jurídica, sino que está posibilitada por una
preocupación que antecede a sus mismas indagaciones: la
preocupación por el orden social, que funcionaría como
pregunta y como criterio de orientación hermenéutico.37 Es
decir, su analítica de las relaciones sociales está desde ya
pre-ocupada con la necesidad de resolver el orden social, esto
es, de explicarlo y reforzarlo. Y esto se debe a que la misma
noción de transición y evolución que alimenta su análisis de
la división del trabajo social y del derecho se basa, a su vez,
en una no problematizada concepción de la historia. Es esa
concepción de la historia la que estaría en cuestión si aten-
demos a la puntualidad autorreferente de la normalización
según la forma en que Foucault piensa los dispositivos. Así,
sea en Durkheim, Parsons, Touraine o Habermas, lo que
habría que pensar son las consecuencias que el pragmatismo
foucaultiano tiene para la hipótesis normativa (heredera de la
hipótesis hobbesiana) y su no problematizada filosofía de la
historia (el principio evolucionista de comprensión), cuestión
que supone la invención de una analítica microfísica que se

37  En efecto, el puto de partida analítico y existencial del trabajo


de Durkheim está dado por la necesidad de una interrogación in-
manente a las dinámicas de cambio social, en el contexto postrevo-
lucionario francés y europeo, donde el viejo orden no termina de
desaparecer y el nuevo no termina de configurarse. Véase Émile
Durkheim, La división del trabajo social (Madrid: Akal, 1995).

124 · Estudios en gubernamentalidad


distancia de las representaciones normativas y molares de
la sociedad.38

En este sentido, la referencia a Canguilhem nos permite


avanzar hacia una problemática similar a la que, por ejem-
plo, caracteriza al pensamiento deleuziano gracias a su
lectura de Bergson y a la microsociología de la imitación
de Gabriel Tarde. Pero no para afirmar una teoría social
en Foucault que corrija los vicios normativos de la teoría
sociológica clásica, sino para mostrar que esos vicios nor-
mativos son consistentes con una determinada concepción
de la historia, a la que se le supone una cierta racionalidad
que debe, a su vez, ser encarnada o expresada en una teoría
de la acción y de los agentes sociales, unidades básicas del
análisis convencional. Por supuesto, en Foucault la historia
aparece como proceso sin finalidad preconstituida y sin
sujeto, es decir, como articulación aleatoria de aparatos y
procesos organizados puntualmente, según las relaciones
de fuerza inherentes a su propia dinámica o economía.
Se trata, en palabras de Paul Veyne, de pensar la historia
como una serie de tramas complejas e irreducibles a una

38  Lo que está en cuestión en la teoría social clásica y contem-


poránea es, pues, la persistencia de un principio evolucionista de
comprensión que no debe reducirse al evolucionismo decimonóni-
co (Spencer, Comte, entre otros), y que primero se manifiesta como
teoría de la complejización de las relaciones sociales, para luego
manifestarse como teoría de la “reducción de la complejidad”;
todo esto al hilo de una no problematizada noción de evolución
y desarrollo histórico que hace de la teoría social, en general, una
teoría de la transición.

Dispositivos: historia e inmanencia · 125


voluntad, individual o colectiva, y a una soterrada teoría de
la intencionalidad.39

Por lo tanto, la normalización en Foucault no responde a los


procesos de socialización de las normas según el plexo de sen-
tido dado por una historia definida en términos teológico-po-
líticos o en términos de un proceso general de secularización;
de ahí que la llamada crisis anómica que caracterizaría a la
modernidad occidental (como secularización del orden teoló-
gico medieval), por ejemplo en Carl Schmitt40 y en el mismo
Durkheim, resulte desplazada al mostrar a la misma anomia
(al crimen) como condición de posibilidad de la norma (y de la
ley). Salir desde los presupuestos normativos de la sociología o
de la concepción schmittiana de la política y la soberanía ha-
cia la pregunta por las relaciones de fuerza y la configuración
puntual de los dispositivos, con sus procesos de contención,
subjetivación y normalización, es abrirse a la pregunta por la
condición material y aleatoria de la historicidad, más allá de
toda encarnación escatológica o trascendental.

39  Paul Veyne, “Foucault revoluciona la historia”, en ¿Cómo se es-


cribe la historia? (Madrid: Alianza, 1984), 199-238. En rigor, se trata
de pensar la historicidad más allá de la representación humanista
de la historia y de su captura técnica o historiográfica, cuestión
que ha producido una reacción casi gremial contra Foucault como
pensador antihistórico, estructuralista o posthumanista. En la dife-
rencia entre historiografía humanista e historicidad no humanista
se expresa uno de los problemas más delicados para el pensamiento
tardomoderno.

40  Carl Schmitt, Political Theology. Four Chapters on the Concept of So-
vereignty (Cambridge: The MIT Press, 1988).

126 · Estudios en gubernamentalidad


VI
Para ir concluyendo por ahora, volvamos por un momento a
la lectura deleuziana del dispositivo, porque creemos que en
ella se plantea algo relevante.

Los dispositivos tienen como componentes, pues, lí-


neas de visibilidad, de enunciación, líneas de fuerza,
líneas de subjetivación, líneas de cesura, de fisura,
que se entrecruzan y mezclan, yendo unas a parar
a otras o suscitando algunas nuevas mediante varia-
ciones o incluso mutaciones por apropiación. De ahí
se deducen dos consecuencias fundamentales para la
filosofía de los dispositivos. La primera es el rechazo
de los universales. El universal, en efecto, no explica
nada, es el universal el que debe ser explicado. Las
líneas son líneas de variación que no disponen siquie-
ra de coordenadas constantes. El Uno, el Todo, la
Verdad, el objeto o el sujeto no son universales, sino
procesos singulares de unificación, totalización, veri-
ficación, objetivación o subjetivación, inmanentes a
determinado dispositivo. Por otra parte, cada dispo-
sitivo constituye una multiplicidad en la que operan
tales procesos cambiantes, distintos a los que operan
en otro.41

41  Deleuze, “¿Qué es un dispositivo?”, 16-17.

Dispositivos: historia e inmanencia · 127


En efecto, se trata de romper con la relación entre univer-
sales y particulares, relación determinativa que transforma
la singularidad en una particularidad, esto es, en “un caso”
del universal, poseyéndola, apropiándosela, haciendo que la
singularidad quede constituida, hablada, desde una especie
de ventriloquía trascendental. “El Uno, el Todo, la Verdad,
el objeto o el sujeto no son universales, sino procesos singu-
lares de unificación, totalización, verificación, objetivación
o subjetivación, inmanentes a determinado dispositivo”; y
así, el dispositivo ya no puede ser anticipado, hilado según la
traza de una vertical de poder de largo plazo, que opere de
manera determinativa, desde una bambalina empírico-tras-
cendental, regulando sus rendimientos, calculando sus ope-
raciones. Ni el estado, ni el derecho como violencia mítica,
ni la encarnación de la ontoteología en el régimen institu-
cional de una transhistórica razón imperial, ni la lucha de
clases como conflicto central y monumental que captura la
multiplicidad de luchas para reconducirlas al régimen bi-
nario de un megadispositivo molar, ni la verdad como tras-
cendencia a ser descubierta cada vez de nuevo, ni la misma
historia como despliegue racional y autotélico del obrar de
los hombres. La economía aprincipial del análisis foucaultia-
no consistiría en desplazar la lógica de la predominancia
y abrir una dimensión pragmática, un pragmatismo que
nada tiene que ver con las preocupaciones del pragmatismo
americano; un pragmatismo que no indaga las conductas,
las relaciones de poder, los procesos de subjetivación, a nivel
de los fundamentos, de las esencias, sino que se entrevera
con la condición mundana y heterogénea de las prácticas y,

128 · Estudios en gubernamentalidad


a partir de ellas, va dibujando los contornos circunstanciales
de los dispositivos diseñados en el mismo régimen de histori-
cidad en el que esas luchas y esas prácticas están acaeciendo:
relaciones de poder sin Poder, procesos de normalización
sin Norma ni Ley, procesos de subjetivación sin Sujeto. En
otras palabras, Foucault hace posible la restitución de una
filosofía práctica, esto es, de la vocación de libertad de la
práctica reflexiva no reducida al problema individual del
perfeccionamiento y cuidado de sí. Maddalena Cerrato lo
dice así:

El problema central de la filosofía práctica foucaul-


tiana no es la eupraktein, el actuar bien, el ejercicio de
la phronesis, para alcanzar la eudaimonia, la felicidad
intensa como realización del hombre según su natu-
raleza universal. Para Foucault el problema consiste
en “pensar la historicidad de la forma de la expe-
riencia” en función de una posible transformación.
La demanda de la filosofía práctica de Foucault no se
refiere ni a los medios en vistas a un determinado fin,
ni al deber como principio trascendental de la acción
moral, sino a la posibilidad de la acción libre respecto
a los límites históricamente dados. Es evidente que,
desde este punto de vista, se juega tanto una refor-
mulación de la libertad humana, y, con ella, de la
posibilidad de resistencia, cuanto una redefinición
del campo de la filosofía.42

42 Cerrato, La filosofia pratica di Michel Foucault, 57.

Dispositivos: historia e inmanencia · 129


Y esa redefinición no es, no puede ser leída, como una re-
habilitación de la filosofía en su función determinativa, pues
la misma interrogación foucaultiana, su entreverarse no con
universales abstractos sino con “la historicidad de la expe-
riencia” nos lleva más allá de las disputas entre racionalistas
y empiristas, entre dogmáticos y nominalistas, hacia una in-
terrogación de la historicidad desujetada y deshilvanada de
los principios constitutivos de cada epocalidad en la historia
de la filosofía, en cuanto historia de la sobredeterminación
de la experiencia. Pero tampoco se trata de la experiencia
como dato inmediato para la conciencia, pues no hay un
interés cognitivo o fenomenológico en Foucault y, así, resulta
difícil remitir su trabajo a un cruce sui generis entre feno-
menología y hermenéutica. Más allá de la reducción de su
pensamiento al cuidado de sí como restitución de la filosofía
del sujeto y de la ética, más allá del llamado Foucault-Ca-
lifornia, liberal y pragmático, lo que Cerrato nos invita a
pensar, y lo que nosotros hemos tratado de mostrar con
nuestra interrogación de la problemática de los dispositivos,
tiene que ver con la posibilidad de un pensamiento filosó-
fico concernido con las prácticas sociales en su inmanencia
constitutiva, y no extorsionadas para que hablen la lengua
mayor de los principios y de los universales que estructuran
el procedimiento habitual de la filosofía política y de la filo-
sofía de la historia.

No debería asombrar entonces que en un momento decisivo


de su lectura, Cerrato refiera al trabajo de Reiner Schür-
mann (“On Constituing Oneself an Anarchist Subject”),

130 · Estudios en gubernamentalidad


pues este habría evidenciado la “estructura quiasmática” del
proceso de subjetivación, orientado, por un lado, por una in-
teriorización de tipo identitario, mientras que por otro lado,
“la constitución de una nueva forma de subjetividad adviene
siempre en un contexto público, la lucha por la subjetiva-
ción, aunque sea autónoma, es siempre externa”,43 cuestión
que nos envía fuera del paradigma del sujeto y de la con-
ciencia, hacia una exterioridad que no puede ser exorcizada,
de una vez y para siempre, por ningún astucia de la razón.
Un pensamiento del afuera, que ya no puede responder a la
pregunta kantiana ¿qué debo hacer?, en la medida en que no
rige sus acciones por un imperativo universal insostenible en
la analítica foucaultiana. Y es ahí donde Schürmann, cons-
ciente de la relevancia que tiene el pensamiento kantiano
para el programa de investigación de Foucault, opera un
desplazamiento lleno de consecuencias, haciendo posible
esta otra pregunta: ¿qué puedo hacer?, como la pregunta que
posibilita un anarquismo político radical ya no concernido
con el juego infinito del desenmascaramiento y la crítica,
de la trasgresión y el delito, sino abocado a romper con las
formas de totalización social, pues se trata de luchas anar-
quistas definidas “no solo [por estar] orientadas a romper
con las totalidades, sino y aún de manera más decisiva,
[por] su naturaleza polimorfa, esporádica, ‘inmediata’ y
‘transversal’.”44

43  Ibídem, 58.

44  Schürmann, “On Constituing Oneself an Anarchist Subject”,


306.

Dispositivos: historia e inmanencia · 131


La diferencia entre luchas transgresivas y anarquis-
tas radica en sus respectivos objetivos: para el sujeto
trasgresor, cualquier ley, para el sujeto anarquista,
la ley de totalización social […] El sujeto trasgresor
todavía fetichiza la ley al atreverse a lo prohibido. El
sujeto anarquista hace eco del Zaratustra de Nietzs-
che “Éste es mi camino; ¿cuál es el tuyo? [...] Porque
tal cosa como el camino no existe”. El anarquismo
a través de una intervención discursiva es hoy una
posibilidad, pero no un deber.45

Y esta posibilidad no debe confundirse con la teoría anar-


quista ni con su historia, pues el anarquismo al que alude
Schürmann resulta de una confrontación sostenida con la
historia del pensamiento occidental organizado epocalmen-
te según determinados principios que funcionan como arché,
como origen y fundamento, como “camino” del pensar. El
anarquismo de Schürmann, distinto al anarquismo episte-
mológico de Paul Feyerabend,46 por ejemplo, no se conforma
con mostrar el decisionismo al interior de las comunidades
académicas, sino que apunta a algo aún más decisivo: la fal-
ta de origen, de arché, es también la imposibilidad de seguir
sosteniendo la historia de los universales que traman tanto a
la filosofía como a la historia de las ideas (siempre que la falta
de arché es el debilitamiento de todo posible telos, de toda po-
sible archeo-teleología). Y es ahí donde Schürmann comprende

45  Ibídem, 307-308.

46  Paul Feyerabend, Against Method (New York: Verso, 2010).

132 · Estudios en gubernamentalidad


el trabajo foucaultiano, su an-arqueología, como una posibi-
lidad más que como un deber, la posibilidad anárquica de
pensar, en el horizonte de agotamiento de la metafísica, la
extinción o withering away de la organización principial y
nómica del pensamiento occidental, que abre la posibilidad,
anómala y anómica, de una relación no determinativa (no
moderna) entre teoría y práctica y, más radicalmente, nos
permite imaginar una forma de la política ya no asistida
por criterios instrumentales o normativos, por imperativos
éticos o calculabilistas.47

La lectura que Schürmann desarrolla de Foucault, a la que


refiere Cerrato, conlleva un problema aún más delicado,
que, si bien escapa a nuestro interés puntual, merece dejar
consignado. En efecto, si la analítica de los dispositivos nos
indica que más allá de las retroinseminaciones narrativas
que el poder desarrolla en función de su propia configura-
ción, nunca ha existido realmente una autoridad trascen-
dental que mediante la encarnación diversa de su voluntad

47  Una posibilidad infrapolítica, no regida por la ética, sino por


un moralismo salvaje, según la expresión de Alberto Moreiras; un
moralismo sin sujeto, sin cálculo y sin decisionismo, ya en retira-
da desde los presupuestos estructurantes de la politicidad moder-
na, abierto hacia una analítica existencial que no se reduce a la
cuestión del “ser para la muerte”, sino que comprende la finitud
como condición de posibilidad de otro modo que ser, de otra forma
de habitar. Ver Alberto Moreiras, “Infrapolitics: the Project and
its Politics. Allegory and Denarrativization. A Note on Posthege-
mony”, TRANSMODERNITY: Journal of Peripheral Cultural Production of
the Luso-Hispanic World 5, no. 1 (2015): 1-27.

Dispositivos: historia e inmanencia · 133


determine las relaciones de poder en cada caso, y que las
formas históricas de poder y autoridad responden siempre
a la economía inmanente de sus relaciones sociales, todavía
faltaría interrogar hasta qué punto la noción de “inmanen-
cia” y de “inmanencia absoluta” o “plano de inmanencia”
(Deleuze), aparte de cumplir una función analítica puntual
a nivel de la economía de los dispositivos, es capaz de con-
trarrestar los efectos metafísicos de la representación vulgar,
teológico-política, de la temporalidad. ¿Hasta qué punto no-
ciones tales como inmanencia, coyuntura, situación, evento,
etc., funcionan como simple inversión del presupuesto tras-
cendental de encarnación con el que la ontoteología clásica
organizó el mundo? ¿No es Hegel el gran pensador de la
inmanencia, de la humanidad como plano de inmanencia?
¿No fue Nietzsche quien reconoció en la secularización la
misma reconfiguración teológica del saber inmanente a su
propia legitimación? Y aunque la repuesta podría ser ca-
tegórica, habría que ponderar detenidamente lo que está
en juego en estas interrogaciones, pues no se trata de elegir
unos autores en vez de otros, sino de ponderar las conse-
cuencias que el problema de la historia, del tiempo histórico,
depara a la hora de pensar el poder, el poder de la historia y
la historia del poder.

Por otro lado, a pesar de la confluencia que la analítica fou-


caultiana pareciera mostrar con la anarquía de Schürmann,
todavía sería necesario reparar en una diferencia para nada
exenta de problemas. La configuración epistémica foucaul-
tiana y la organización epocal de la historia de la metafísica

134 · Estudios en gubernamentalidad


en Schürmann, más allá de sus coincidencias analógicas, se
mueven en planos diferentes, y en esa diferencia media la
relación que ambos tienen con Heidegger y con la filosofía
occidental. Esto, sin duda, amerita un trabajo aparte, pero
contentémonos con dejar establecido, por ahora, que si en
Foucault la lógica que alimenta la organización inmanente
de las epistemes se encuentra en las dinámicas de las rela-
ciones de poder y saber al interior de dichas epistemes; en
Schürmann, por el contrario, habría una cierta organiza-
ción, a través de las épocas del saber sobre el ser, que deter-
mina el declive del pensamiento occidental como desarrollo
ontoteológico de la metafísica (desde el Uno, pasando por la
Naturaleza hasta llegar al Sujeto o, alternativamente, desde
las determinaciones del ser en la ontología clásica, la teolo-
gía medieval y la ciencia moderna). De esta forma, mientras
que Foucault encuentra en la filosofía clásica elementos que
sostienen sus preocupaciones prácticas, ya más allá del con-
cepto metafísico de práctica como aplicación de principios
trascendentes; en Schürmann la posibilidad misma de ese
giro adverso a la filosofía primera y su organización princi-
pial depende fuertemente de la hipótesis heideggeriana del
agotamiento-realización de la metafísica, cuestión que mar-
caría su ontología del presente de una manera radicalmente
distinta a la foucaultiana, pues es el agotamiento (withering
away) de la organización principial o epocal de la metafísi-
ca el que permite y posibilita la anarquía como relación no
fundamental con la historia y con el quehacer. De esto se
derivan dos concepciones cercanas, pero no homologables
de práctica, cuyas consecuencias deben ser interrogadas

Dispositivos: historia e inmanencia · 135


en el contexto de la pregunta por la temporalidad y por la
historicidad, algo que, obviamente, solo podemos dejar se-
ñalado acá.

Como sea, no atender a estos desplazamientos implicaría,


de alguna manera, remitir otra vez a Foucault al panteón
filosófico occidental, como un nuevo arconte, convirtiendo su
analítica del poder en un nuevo y más eficiente dispositivo
de captura dispuesto a donar lenguaje para infinitas nuevas
investigaciones bien intencionadas, pero incapaces de asu-
mir la misma complicidad entre los énfasis paradigmáticos
del mundo académico y las formas eficientes de traducción y
obliteración de las luchas sociales desde una siempre renova-
da economía principial y normalizadora. Después de todo,
la filosofía también es un dispositivo, o varios, es decir, un
campo de batallas.

Ypsilanti, 2016

136 · Estudios en gubernamentalidad


II.
Dispositivos, medicina
y gubernamentalidad
Dispositivos de alivio:
fortalecer, aguantar, dominar
Hugo Sir Retamales

Dispositivos de alivio: fortalecer, aguantar, dominar · 139


1. Dystopía

ay una escena en la película Brazil (1985),


de Terry Gilliam, donde el protagonis-
ta se encuentra almorzando con su madre,
una amiga de ella y su respectiva hija. Todo
transcurre todo lo normal que puede ser en tan kafkiano am-
biente; hablan y ríen (o lo intentan), aunque el protagonista
fundamentalmente se siente incómodo en todo momento.
De pronto, una gran explosión irrumpe. No obstante, ape-
nas genera reacciones. El servicio del restorán se apresura
a asegurar que todo siga como antes, para lo cual cubre
las mesas de los imperturbables clientes con biombos. Por
fuera de ellos pasan cadáveres, heridos, bomberos y poli-
cías persiguiendo a supuestos terroristas, pues como todos
en Brazil saben, son ataques de falsa bandera. Ataques tan
completamente integrados que ya nadie se sorprende, y si-
guen, inmutables, desarrollando la actividad en la que están

Dispositivos de alivio: fortalecer, aguantar, dominar · 141


principalmente inmersos. Estos solo servirán posteriormen-
te, mediante su difusión por la prensa, para justificar nuevas
atribuciones del gobierno.

El 3 de julio del 2016, una persona que fue identificada


por la prensa como “un hombre de 35 años” se lanzó al
vacío justo en medio del edificio Costanera Center. Ma-
ll-monumento, mandado a hacer contra viento y marea
por los faraones de Chile para su propia celebración. Este
edificio, que no es tanto un palacio del consumo hedonista,
como el lugar de la consagración del dominio empresarial,
se enfrentaba por séptima vez a la eliminación volunta-
ria de la vida. Por supuesto, esto hace evidente para todo
quien quiera ver que no se trata de coincidencias o que, en
estas circunstancias, habría que considerar lo riguroso del
azar y, entonces, descubrir en estos cuerpos desbordados
de frustración, arruinados en razón de su propio deseo,
a las víctimas que cobra la religión faraónica. Es el acto
cuasi mecánico del consumo el que se ve interrumpido, no
obstante, solamente por un momento. Puesto que no duda-
rán en cubrir el cuerpo de aquel hombre de mediana edad,
también, con una especie de biombo. Curiosa coincidencia.
Advertidos todos del peligro de no consumir, quienes han
presenciado la autoaniquilación de otro cuerpo humano
claman por volver lo antes posible a la actividad en que se
encontraban principalmente inmersos: consumir.

142 · Estudios en gubernamentalidad


Suele entenderse a las dystopías,1 como el film Brazil, al modo
de futuros ficcionados, que escritores de ciencia ficción o teó-
ricos sociales realizarían con el objetivo tanto de criticar a
las sociedades actuales, como de urgir a la acción o incluso
“empoderar” comunidades políticas incitando a evitar aque-
llas realidades.2 Quisiéramos proponer acá, desde el trabajo
del Grupo de Estudios Paul K. Feyerabend, algo diferente;
una tesis aún no probada. Al menos desde fines de los años
setenta, no se trataría tanto de un futuro posible ficcionado,
como de la exposición descarnada de ficciones políticas
ya existentes. Es que un rasgo remarcable de las fantasías
dystópicas, sean estas audiovisuales o escritas, es que suelen
situarse después del apocalipsis, es decir, una vez que el mun-
do tal cual lo conocíamos ya se ha acabado, y por tanto,

1  Se optará por el uso de la “y” para enfatizar el carácter disyun-


tivo del prefijo “dys”. Este prefijo viene a enfatizar que algo “salió
mal”, “torcido”. La forma de la “Y”, a diferencia de la “I”, entrega
visualmente el elemento disyuntivo, algo que se separó; por tanto,
la idea no solo de dyscontinuidad, sino más bien de una continui-
dad compleja, respecto de la cual efectivamente es posible señalizar
un punto de divergencia.

2  Alain Musset, “Science-fiction et sociétés post-coloniales: la


revanche des Suds”, Divergences 2, no. 36 (2013). Véase también:
Frédéric Claisse y Pierre Delvenne, “Building on anticipation: Dys-
topia as empowerment”, Current sociology monograph 63 (2015): 155-
169; Martin Geyer, “Security and risk. How we have learned to
live with dystopian, utopian, and technocratic diagnoses of securi-
ty since 1970’s”, Historia 396 1 (2015): 93-134; Linda Skitka, et al.
“Utopian Hopes or Dystopian Fears? Exploring the Motivational
Underpinnings of Moralized Political Engagement”, Personality &
social psychology bulletin 43, no. 2, (2017): 177-190.

Dispositivos de alivio: fortalecer, aguantar, dominar · 143


en un tiempo alternativo ni pasado ni futuro. Quisiéramos
sostener, como entrada al problema que analizaremos, que
es posible comprender el concepto mismo de dystopía como
una imagen, una alusión, una provocación realista respecto
de las actuales sociedades, en línea con quienes plantean la
crítica al presente desde, por ejemplo, Espai en Blanc, Jona-
than Beller o Bernard Stiegler.3

En ese sentido, rechazamos la idea de crisis, incluso si esta


se entiende como una crisis terminal del capitalismo.4 El
neoliberalismo no destruirá el mundo, así como este tampoco
“se acabará” producto de su propia operación, puesto que la
organización político-económica global operada a partir de
los intereses de los más grandes capitales ya destruyó el mundo
y lo que hace es gestionar su ruina. Por esta razón, la imagen de
una dystopía puede ser interesante, pues a la vez que reco-
noce el estado de excepcional perplejidad que recorre las
más variadas aproximaciones, no necesita profetizar. En una
dystopía el mundo se acabó, pero el orden y la acumulación
siguen funcionado, así como a pesar de todo se sigue resistiendo.
En ese sentido, tampoco planteamos el fin de la historia, si

3  Jonathan Beller, The cinematic mode of production. Attention economy


and the society of the spectacle (Hanover: Dartmouth College Press,
2006); Santiago López-Petit, Breve tratado para atacar la realidad (Bue-
nos Aires: Tinta Limón, 2009); Bernard Stiegler, Dans la disruption.
Comment ne pas devenir fou? (París: Le liens que liebèrent, 2016).

4  Franco Berardi Bifo, Generación post-alfa: patologías e imaginarios en el


semiocapitalismo (Madrid: Traficantes de sueños, 2007) y Fenomenolo-
gía del fin (Buenos Aires: Caja Negra, 2017).

144 · Estudios en gubernamentalidad


entendemos por historia la lectura de las luchas políticas y la
manera en que aquello configura la escena del presente. Lo
que no llega es el fin redentor, el término abrupto de nada.
No hay colapso final, puesto que se habita el colapso. De ahí
que toda resistencia, todo acto de desobediencia sea enorme-
mente dificultoso, puesto que, al operar sobre la catástrofe,
el orden político actualmente existente se plantea como la única
realidad técnicamente posible, aun cuando profundice aquello
que indujo el desastre. Por esa razón, en toda dystopía los
mensajes son contradictorios para hacerla funcionar, al modo
del doble vínculo esquizogénico.5 Que sean contradictorios
significa explícitamente que no son falsos, no son conceptos que
escondan la realidad, sino que apuestan a la definición legí-
tima pero confusa de la misma. Así, por ejemplo, las deplo-
rables condiciones laborales llegan a cubrirse, a veces incluso
por medio de la propia crítica, de una lectura que hace de
estas una flexibilidad que permite alcanzar el éxito, o bien,
la autoexplotación se asocia a una suerte de hedonista idiota
que trabaja para comprar lo que no alcanza a consumir, en
una desmesura laboral que resulta sin explicación.6 Quisiéra-
mos sostener, para pasar al próximo punto, que el esfuerzo que
se despliega en esta contemporánea autoexplotación masiva

5  Gregory Bateson y Don Jackson, “Social Factors and Disorders


of Communication. Some varieties of pathogenic organization”,
Research publications. Associations for Research in Nervous and Mental Di-
sease 42 (1964): 270-290.

6  Michel Foucault, Historia de la sexualidad. 1. La voluntad de saber


(México, D.F.: Siglo XXI, 1991 [1976]), 108.

Dispositivos de alivio: fortalecer, aguantar, dominar · 145


“feliz”, no obedece a una proyección ni hedonista ni vital,
sino a la previa inscripción de nuestra fuerza de trabajo en la máquina
capitalista. En ese sentido, el éxito no es otra cosa que deuda
frente a una realidad que se plantea como inalterable.7

II. Esfuerzo

Entonces planteamos, aun provisoriamente, una confluencia


entre la proyección dystópica, la producción cultural de este
tipo de relatos y la descripción crítica de la realidad actual,
de modo que se configura una exposición de ciertos rasgos
ya presentes. En particular, el hecho de que no hay colapso
final, sino simple y lucrativa gestión de la ruina.

No cabe ver la realidad dystópica puramente en sus ele-


mentos estéticos, no se trata de un devenir cyberpunk mun-
dial (aunque no lo excluye). En cambio, cabría verlo en la
especificidad de las formas contemporáneas de gobierno, y
querríamos situarlo en particular respecto al mundo que se
construye en torno a nuestros mercados laborales.

En el libro traducido como Estado de inseguridad,8 Isabell Lorey


señala algo que a su vez Santiago Castro-Gómez también

7  Maurizio Lazzarato, La fábrica del hombre endeudado. Ensayo sobre la


condición neoliberal (Buenos Aires-Madrid: Amorrortu, 2013).

8  Isabell Lorey, Estado de inseguridad. Gobernar la precariedad (Madrid:


Traficantes de sueños, 2016).

146 · Estudios en gubernamentalidad


ha establecido: en el desarrollo del neoliberalismo, la tenaz
y terrible presencia de las incertidumbres,9 del riesgo,10 en
suma, de la inseguridad, no es simplemente un producto no
deseado del desarrollo de ciertas instituciones o procesos so-
ciales, sino que sin necesidad de ser conscientemente provo-
cado, pero sin ser por ello descartable, la inseguridad deviene
una táctica de gobierno. Así lo expresa Castro-Gómez:

La generación del riesgo permanente aparece enton-


ces como uno de los objetivos centrales de la raciona-
lidad neoliberal propuesta por la Escuela de Chica-
go. [La sociedad del riesgo] no es una consecuencia
“indeseada” de la industrialización, como pretende
Ulrich Beck, sino que es efecto de una racionalidad
de gobierno (…) que busca producir un ambiente
de riesgo en el que las personas se vean obligadas a
vérselas por sí mismas, pues la inseguridad es el me-
jor ambiente para estimular la competitividad y el
autogobierno.11

9  Robert Castel, El ascenso de las incertidumbres. Trabajo, protecciones,


estatuto del individuo (México D.F.: FCE, 2010).

10  Ulrich Beck, La sociedad del riesgo global (Barcelona: Siglo XXI,
2002).

11  Santiago Castro-Gómez, Historia de la gubernamentalidad. Razón de


Estado, liberalismo y neoliberalismo en Michel Foucault (Bogotá: Siglo del
Hombre, 2010), 209.

Dispositivos de alivio: fortalecer, aguantar, dominar · 147


Del mismo modo, el estado de precarización generalizado
no parece amenazar al orden imperante ni a sus técnicas
de gobierno desde un exterior, sino que poco a poco se hace
norma. Por tanto:

A diferencia del escenario amenazador descrito por


Castel, ni la seguridad del orden social ni las técnicas
de gubernamentalidad neoliberales están en peligro
en la actualidad por causa de la «precariedad» que
crece en los «márgenes». Antes bien, hace mucho
tiempo que la precarización alcanzó la llamada zona
media de la sociedad. Las condiciones de vida y de
trabajo precarias están normalizándose en un plano
estructural y se han convertido por ende en un instru-
mento fundamental de gobierno.12

Resultado de esto es que las condiciones de precarización


en los “mercados” laborales, incluida aquella dimensión
denominada seguridad social, no pueden seguir pensándose
como momentáneas. Antes bien, tal como lo plantea Lo-
rey –siguiendo a Lazzarato13 –, se trata de un nuevo arte de
gobernar, que no requiere de la eliminación de las desigual-
dades, sino más bien de su gestión óptima, lo que incluso
incluye iniciativas que pretenden “superarlas”. Así, estamos
inscritos ya en una forma de administración del mundo que

12 Lorey, Estado de inseguridad, 73.

13  Maurizio Lazzarato, Le gouvernement des inegalités. Critique de l’inse-


curité néolibérale (París: Amsterdam, 2008).

148 · Estudios en gubernamentalidad


entiende y plantea, no solo como normal, sino como lo único
posible, a un estado de constante tensión por sobrevivir. Sin
sorpresa, la deuda es también correlativa a la extensión de
esta catástrofe, puesto que la desregulación de diferentes secto-
res de la sociedad es, en estricto rigor, su “regulación econó-
mica”14 cuyo núcleo se encuentra en la deuda que alimenta a
los mercados financieros.15
Ahora bien, incluso más importante que plantear
la gestión técnico-capitalista de la ruina como único horizonte
posible, es que se viva de esa manera, y aún más poderoso
es que aquello sea experimentado como algo positivo. En
el marco de la gestión de las desigualdades, la inseguridad
generalizada tampoco es igualitaria bajo ningún punto de
vista. Esto en cierta medida hizo esperar que los “no garan-
tizados” pudieran tener un papel político activo16; sin em-
bargo, toda forma social parece encontrar los mecanismos
para la armonización de sus principios de visión y división
legítimos, con la forma en que los individuos se representan
a sí mismos y, por tanto, a aquel mundo que les toca vivir. Es
la doble naturalización que refiere Bourdieu17: la inscripción
del orden social en los cuerpos y en las cosas, en los habitus y

14  Franco Berardi Bifo, The soul at work. From alienation to autonomy
(USA: Semiotext(e), 2009), 186.

15 Lazzarato, La fábrica del hombre endeudado.

16  Suely Rolnik y Félix Guattari, Micropolítica (Buenos Aires: Tinta


Limón, 2006).

17  Pierre Bourdieu, El sentido práctico (Buenos Aires: Siglo XXI,


2007).

Dispositivos de alivio: fortalecer, aguantar, dominar · 149


en los campos. Sostendremos que un elemento fundamental
para ello es la categoría de esfuerzo, por supuesto individual,
como forma de denominar una autoexplotación en aparien-
cia “voluntaria”.

Se trataría entonces de que el modo de gobierno opera una


inscripción “preindividual” de nuestra fuerza de trabajo, y
por tanto de “nosotrxs mismxs”, en la máquina productiva.
Esto puede apreciarse en el amplio reconocimiento que tiene
la obligación de mostrarse y demostrar, extendida en el mercado
del trabajo. Serán buenos trabajadores quienes muestren un
esfuerzo inusitado, desmedido; los restantes pueden arries-
garse, por supuesto, ahí radica la voluntariedad de nuestra
servidumbre; sin embargo, el riesgo de esa desobediencia
será la pobreza, que actúa como una doble amenaza: no solo
se trata de estar materialmente desposeído, sino que simbó-
licamente devaluado (¿qué fotografía subirá a Instagram o
Facebook aquel que, habiendo sido “desvinculado” de sus
labores por no dar lo suficiente, quede marcado como trabaja-
dor indeseable; cesante que deberá demostrar su reanudado
compromiso con la religión faraónica a través de cursos y
pruebas, para volver al trabajo que –probablemente– detes-
ta?). Un esfuerzo personal, únicamente agregable de forma
atomizada a un esfuerzo nacional por mantener buenas ci-
fras macroeconómicas, es entonces un requisito previo para
cualquier “subjetividad”, para cualquier categoría que se
utilice para pensarnos y describirnos.

150 · Estudios en gubernamentalidad


El esfuerzo es, en este sentido, nuestra dimensión siniestra,
anterior a cualquier subjetivación,18 que despliega una com-
pulsión al trabajo. Una respuesta a los llamados al orden diri-
gidos al cuerpo,19 que articulan la inscripción preindividual
de los individuos en el capitalismo.20 La precarización gene-
ralizada, arribada a nuestro país de manos de los militares
y sus civiles portadores del milagro,21 impone la necesidad
de la movilización generalizada de los trabajadores, desde
las migraciones forzadas a las coloquiales maneras de decir-
nos que hay que ser ‘movíos’, saber jugársela y aprovechar cual-
quier oportunidad que gloriosamente logremos identificar,
so riesgo de ser excluidos como pecadores. Así el esfuerzo,
categoría tan naturalizada que se repite una y otra vez en
investigaciones en espacios laborales sin ninguna crítica, sino
como única moneda de salvación, es en cierta medida todavía
–como antaño escribió Weber22 – la secularización de la
idea cristiana de sacrificio, o mejor, una forma específica

18  Slavoj Zizek, Las metástasis del goce (Buenos Aires: Paidós, 2003).

19  Pierre Bourdieu, Meditaciones pascalianas (Barcelona: Anagrama,


1999).

20  Gilles Deleuze, Derrames. Entre capitalismo y esquizofrenia (Buenos


Aires: Cactus, 2005).

21 Rodrigo Karmy, “Milagro”, en El ABC del neoliberalismo, ed.


Mary Luz Estupiñan (Viña del Mar: Communes), 51-74.

22  Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo (México


D.F.: FCE, 2014)

Dispositivos de alivio: fortalecer, aguantar, dominar · 151


de la religión del capitalismo23 . Esto impensado e impensable, a
saber, nuestra inscripción preindividual, es lo que actuará
como creencia práctica, como “estado de cuerpo” al decir
de Bourdieu,24 sin que medie la consciencia racional (lo que
no significa, para pesar de muchos, que sea inmediatamente
“irracional”). Es precisamente lo “impensado” de la interpe-
lación ideológica, según Zizek: “el hecho de que previo al re-
conocimiento ideológico, tenemos un momento intermedio
de interpelación obscena, impenetrable, sin identificación,
una suerte de ‘mediador evanescente’ que tiene que volverse
invisible si el sujeto ha de alcanzar la identidad simbólica, si
ha de completar el gesto de la subjetivación.”25

Será en ese momento, entonces, cuando la alquimia social


haya operado y logrado transformar las condiciones im-
puestas de precariedad en relatos de heroísmos personales, y
el sacrificio tácitamente obligatorio en esfuerzo voluntaria-
mente entregado en pos de una meta reconstruida, elabora-
da como racional. En definitiva, el gesto de la subjetivación
llega siempre tarde,26 se actualizaría en el mismo instante en
que la necesidad se ha transformado en virtud y quizá por

23  Walter Benjamin, “El capitalismo como religión”, Iglesia Viva


249 (2012): 109-115.

24 Bourdieu, Meditaciones pascalianas, 111.

25 Zizek, Las metástasis del goce, 98.

26  Etienne Tassin, “De la subjetivación política. Althusser/Ran-


cière/Foucault/Arendt/Deleuze”, Revista de Estudios Sociales 43
(2012): 36-49.

152 · Estudios en gubernamentalidad


esa misma razón. Por tanto, nuestro dystópico orden actual,
en donde se gestionan las desigualdades y las crisis para el
enriquecimiento constante de algunos, puede pasar a ser
visto como el lugar en donde quienes se esfuerzan consiguen
triunfar. Aun cuando el llamado corporal al esfuerzo indivi-
dual parcialmente ilimitado es la obligación tácita si no se
quiere morir (material o simbólicamente), en un lugar donde
toda gestión de lo colectivo se hace recaer en los hombros
individuales. Y así, hay quienes aún se sorprenden de las
cifras de la salud mental chilena.

III. Alivio

Hagamos una aclaración antes de desencadenarnos al final.


No se trata tanto de sociedades individualizadas en el senti-
do de una suerte de encierro narcisista-hedonista, es decir,
de sociedades simplemente “posmodernas”; sino de una insti-
tucionalidad que hace descansar la administración de asun-
tos colectivos sobre esfuerzos individuales. Lo que quiere decir
que antes de pensar en un repliegue sobre los individuos,
habría que imaginar que la pretendida autonomía es también
una forma institucional.27 Condiciones de precariedad que
permiten aumentar la tasa de plusvalía, en tanto posibilitan
una intensificación del trabajo, un alejamiento de la curva
de los salarios del valor producido por el trabajo.28

27  Alain Ehrenberg, La societé du malaise (París: Odile Jacob, 2010).

28  Thomas Piketty, El capital en el siglo XXI (México D.F.: Siglo XXI).

Dispositivos de alivio: fortalecer, aguantar, dominar · 153


En resumen, en Chile, país en donde este modelo de gobier-
no alcanza un alto grado de desarrollo: i. Los principales
desafíos que podrían denominarse sociales, en tanto con-
ciernen a un común, descansan en la gestión que cada uno
pueda hacer (o quizá una familia, si cada uno se conduce
de forma que le permita tener una familia); ii. La incita-
ción a la deuda, a través del consumo, permite dinamizar
una economía basada en la desposesión29; iii. Los dos pun-
tos anteriores provocan que, previo a cualquier narrativa,
existan llamados al orden dirigidos al cuerpo que articulan
un principio de compulsión obsceno hacia el esfuerzo personal.
Esfuerzo que es tanto más por hacerse notar y demostrar
que se esfuerza, que por hacer esforzadamente lo que sea en
lo que se esté trabajando. Es decir, por mostrar la personalidad
adecuada. La compulsión corporal deviene, entonces, prin-
cipio de subjetivación, forma de comprenderse, jamás ajeno
al modo en que se comprende el mundo.

La alquimia social opera. El individuo obligado a valerse por


sí mismo para sobrevivir debe construirse como personalidad
adecuada.30 Trabajo y vida se confunden en una nebulosa,
que genera grandes dosis de malestar. Por ello, no debería
generar sorpresa que en Chile los individuos no solo se
experimenten abandonados por las instituciones, sino que

29  David Harvey, Breve historia del neoliberalismo (Madrid: Akal, 2007).

30  Entre otros muchos escritos, puede encontrarse un planteo afín


en: Jean Pierre Le Goff, La barbarie edulcorada (Buenos Aires: Siglo
XXI, 2009).

154 · Estudios en gubernamentalidad


agredidos por estas, como señalan Araujo y Martuccelli,31
ya que tal abandono no es sino una forma de gobierno.

Así, individuos arrojados a la incertidumbre, aun dentro de


puestos relativamente tradicionales, deben aprender a mos-
trarse del modo en que son susceptibles de ser vistos, si es
que (¿voluntariamente?) prefieren no morir de hambre o de
exclusión. Una personalidad acorde debe presentarse inde-
pendiente de la veracidad con que cada uno la experimente,
independiente de lo que íntimamente crea. Ese es el cinismo
constitutivo, el “realismo capitalista”,32 que desembocará no
solo en el fantasma de la responsabilización individual acen-
tuada, sino también en la experimentación de una realidad
amenazante.

La compulsión tácita a “vérselas por uno” y la experimen-


tación de la amenaza distribuyen una ansiedad y un males-
tar difusos que renuevan la necesidad del esfuerzo. De esa
forma, miedos concretos están preñados de una ansiedad
generalizada.

En la dinámica actual de la precarización como téc-


nica de gubernamentalidad, se hace cada vez más
difícil distinguir entre una ansiedad abstracta ante

31  Kathya Araujo y Danilo Martuccelli, Desafíos comunes: retrato de


la sociedad chilena y sus individuos.

32  M. Fisher, “The privatisation of stress”, Soundings 48 (2011):


122-133.

Dispositivos de alivio: fortalecer, aguantar, dominar · 155


la condición precaria existencial (la ansiedad porque
un cuerpo, en tanto que mortal, no puede hacerse
invulnerable) y un miedo concreto ante la precari-
zación política y económicamente provocada (miedo
a quedarse sin empleo o a no ser capaz de pagar el
alquiler o la sanidad aun teniendo un empleo); ambas
inquietudes negativas se superponen.33

De este modo, la proliferación de lo que denominaremos


dispositivos de alivio puede entenderse como expresión de un
poder terapéutico constitutivo de este modo de articular las
relaciones sociales.

Este nuevo modo de individuación requería un


cambio en el ejercicio del poder –señala López-Petit
(2009: 95-96)–. El poder tenía que hacerse poder te-
rapéutico. Esta forma de poder tiene como objetivo
imponer la persistencia del «ser precario». El ser pre-
cario tiene que persistir, porque comporta un tipo de
vulnerabilidad que produce el máximo de beneficios
para el capital. Desde esta perspectiva, el poder tera-
péutico actuará con el fin de adaptar el querer vivir
a la realidad y, a la vez, para inutilizar políticamente
todo tipo de malestar social que se pueda producir.34

33 Lorey, Estado de inseguridad, 94.

34 Jordi Solé, et al., “El malestar en una sociedad terapéutica:


el papel de la educación social”, Revista de Educación Social RES 18
(2014): 1-19.

156 · Estudios en gubernamentalidad


Y si son dispositivos, es porque responden a una urgencia.
La urgencia es definida por el inevitable sufrimiento que
genera este modelo de relaciones sociales. Dicho de manera
más provocadora: la dystopía como gestión de la ruina, es
decir, como forma de gobernar que tiene en las crisis tanto
una forma de generar nuevos mercados, como de asegurar
el régimen de los esforzados a la fuerza; esta dystopía re-
quiere que se gestione el residuo, ese malestar multiforme y
extendido. Tal como la medicina científica logró convertir la
politización de la cuestión social en un asunto técnico, aunque
politizándose a su vez en ciertas zonas y por ciertos periodos,
los nuevos dispositivos configuran la posibilidad de aguantar
incluso lo que se experimenta como inaceptable.

Si se trata de alivio es porque no hablamos en primer lugar


de una optimización, sino de la posibilidad de hacer soporta-
ble la carga que implica la gestión individual de problemas
comunes, en medio de la inseguridad generalizada y atemo-
rizante. En nuestra dystopía la salud es salvación en tanto
permite esforzarse. Aplanado término de un bienestar individual
que tiene como única proyección la inscripción en el régi-
men del trabajo.

IV. Dispositivos

Si el efecto local de los dispositivos de alivio es el fortale-


cimiento del individuo, es porque permite aliviar una
carga previamente impuesta. El carácter pionero de las

Dispositivos de alivio: fortalecer, aguantar, dominar · 157


transformaciones neoliberales en Chile, en la dictadura de
Pinochet, no debe tomarse más como un dato anecdótico,
sino como un elemento nuclear de lo que, de otra forma, solo
invita a la perplejidad. El capitalismo necesita la violencia con la
que se instala. Pero de manera más precisa, el neoliberalismo
no tiene solamente una ganancia en la lucha de las ideas,
por el contrario, la historia reciente muestra que el territorio
para la ideología ha sido material, corporal, sangrientamen-
te preparado. El individuo en deuda tiene y es él mismo una
urgencia en el sentido en que exige una gestión particular, un
gobierno. Y se activan así los que llamamos dispositivos de ali-
vio, que serán todos aquellos que ofrecen un fortalecimiento
individual exigiendo, casi imperceptiblemente, una trans-
formación personal, una conversión, por supuesto articulando
las armas de lo que Foucault denominó tecnologías del yo o
prácticas de subjetivación. Acá solo podremos nombrar algunos,
sin alcanzar a describirlos, pero encontraremos desde los li-
bros de managament a los de autoayuda; del coaching empresarial
al personal trainer; de los fármacos de optimización y las drogas de
diseño a las medicinas alternativas y complementarias.

Al respecto, quisiera plantear un último elemento antes de


concluir. Como sabemos desde la lectura que hace Deleuze
del concepto de dispositivo,35 si bien este hace ver y hace de-
cir ciertas cosas, atravesado por una línea de poder –tenien-
do como decía el propio Foucault, un objetivo estratégico

35  Gilles Deleuze, “¿Qué es un dispositivo?”, en Michel Foucault.


Filósofo, Étienne Balibar, et al. (Madrid: Gedisa, 1990), 155-163.

158 · Estudios en gubernamentalidad


mayor–, también es posible identificar en el dispositivo una
línea de subjetividad, que tiene un sentido de fractura.

Lo anterior significa, al menos, dos cosas. Primero, que la


subjetivación no es una práctica que se juegue únicamente
en la oposición libertad-coacción, sino que un espacio de
disputa que siempre se buscará reencauzar. Y segundo, que
se debe observar detenidamente la relación entre los efectos
locales y las inscripciones globales. Así, por ejemplo, al in-
vestigar incipientemente la medicina complementaria y al-
ternativa en la salud pública, específicamente respecto a las
personas mayores, puede apreciarse cómo, a nivel local, la
práctica es liberadora tanto porque permite a los individuos
reconocer en sí mismos dimensiones que tenían negadas,
como porque les permite contraponer esta nueva expe-
riencia a la tradicional autoridad lejana y displicente de la
medicina científica. Sin embargo, al mismo tiempo, puede
apreciarse cómo estas prácticas apuntan al fortalecimiento
de un individuo abandonado por el –así llamado– sistema
de seguridad social chileno. Individuo anciano que no tiene
otra opción que seguir gestionando su propia vida, puesto que
ni la posición material (dado el tipo y cantidad de las pensio-
nes en Chile) ni su lugar simbólico (dado el valor que tiene
estar ocupado trabajando en el país) se ven permanentemente
modificados ni cuestionados a través de estas prácticas. De
ahí que, en el funcionamiento de conjunto, el dispositivo
tendría sin duda una operación estratégica, adaptando el
sufrimiento existente a una organización nacional que, en tanto
administración política de la ruina, aparece inmodificable.

Dispositivos de alivio: fortalecer, aguantar, dominar · 159


Mas lo anterior no implica que las habilitaciones que desde
estos dispositivos estratégicos se posibilitan estén captura-
das de un modo absoluto por los intereses gubernamentales.
La invitación abierta, y quizás urgente entonces, es a la
indagación e intensificación de ese espacio de ambivalencia,
que no es otro que el espacio político de la terapia, el punto
crítico en donde el malestar, manifestación corporal del
orden distópico, puede ser encauzado, o bien, desbordado,
politizado, revolucionado.

160 · Estudios en gubernamentalidad


Las reformas psiquiátricas
brasileña y chilena
y la gestión por la libertad.

Una historia de los modos


de gobierno en las prácticas
vinculadas a salud mental.
Jimena Carrasco Madariaga
Arthur Arruda Leal Ferreira

Las refor mas psiquiátricas brasileña y chilena y la gestión por la libertad · 161
1. Introducción

esde mediados del siglo XX , se presentan


en diversos países europeos y americanos
una serie de movimientos contestatarios a la
psiquiatría tradicional. Tales agrupaciones,
en general, llevan a cabo un análisis esencialmente político,
cuestionando el asilo como piedra fundamental del trata-
miento, así como la asimetría entre los psiquiatras y el resto
del equipo médico, por un lado, y los pacientes, por otro.

Estos movimientos propusieron conceptos hasta entonces in-


compatibles con las prácticas psiquiátricas: libertad, ciuda-
danía y derechos humanos. Igualmente, han abierto territo-
rios antes inaccesibles para los pacientes: calles, asambleas,
trabajo libre, consumo, responsabilidad y autogobierno.
También han permitido la entrada en juego de psicólogos,
sociólogos, psicoanalistas, terapeutas ocupacionales y traba-
jadores sociales como nuevos protagonistas. Estas novedades

Las refor mas psiquiátricas brasileña y chilena y la gestión por la libertad · 163
se materializaron en instituciones de puertas abiertas, leyes
y políticas gubernamentales. En pocas décadas, la psiquia-
tría se transformó de forma radical: el asilo prácticamente
desapareció como dispositivo fundamental y el psiquiatra
perdió su omnipotencia delante de los demás profesionales
y los pacientes.

Estos procesos suelen ser celebrados como verdaderas “re-


voluciones” que liberaron la “locura” de las cadenas de la
vieja psiquiatría. Aquí proliferan las grandes narrativas de
estilo épico, que omiten los contextos históricos, políticos,
económicos y geográficos en que se dan distintos proce-
sos, generalizándolos a todos como una sola gran reforma.
Quizás esta celebración épica e histórica sea necesaria para
crear y recrear disposiciones, y para apoyar la batalla contra
las fuerzas conservadoras de algunos sectores de la psiquia-
tría que aún buscan la vuelta de los dispositivos asilares. Sin
embargo, pensamos que una aproximación de inspiración
genealógica puede ofrecer armas más interesantes y precisas
para esta batalla, al correlacionar los procesos de reforma
con una mayor variedad de prácticas gubernamentales, y
abrir un espacio para analizar los nuevos peligros presen-
tes. Lo que proponemos es abordar los procesos de reforma
psiquiátrica en Brasil y Chile desde una perspectiva históri-
co-crítica, a partir de los trabajos de Michel Foucault.1 Esto

1  Michel Foucault, Seguridad, territorio, población: curso en el Collège de


France (1977-1978) (Buenos Aires: FCE, 2006) y Michel Foucault,
Nacimiento de la biopolítica: curso en el Collège de France (1978-1979) (Bue-
nos Aires: FCE, 2007).

164 · Estudios en gubernamentalidad


quiere decir que no se trata del relato de una secuencia de
hechos precursores que legitimen el modelo, sino de una
argumentación acerca de sus condiciones de posibilidad,
relacionadas con procesos gubernamentales.

Nuestro objetivo no es poner en cuestión las directrices ge-


nerales de estos movimientos, sino analizar sus dispositivos
específicos en relación con los modos de gobierno implica-
dos. Con eso esperamos reforzar una actuación más precisa
del movimiento en sus aspectos políticos, especialmente en
su relación con lógicas liberales de gobierno.

A fin de lograr los objetivos propuestos, estudiaremos pri-


mero el concepto de gubernamentalidad, introducido por
Foucault a finales de los años setenta, con especial énfasis en
las técnicas de gobierno liberal. Luego, utilizaremos algunos
aportes desde los Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecno-
logía (ESCT) para comprender las prácticas terapéuticas en
la actualidad y su relación con las formas de gobierno. En
este sentido, introduciremos la propuesta de Nikolas Rose,2
quien plantea mirar las tecnologías terapéuticas tal como se
ha hecho al estudiar las ciencias y las tecnologías de las últi-
mas décadas. Luego, explicaremos el concepto de extitución
acuñado por Tirado y Domènech,3 como una herramienta

2 Nikolas Rose, “Terapia y poder: techné y ethos”, Archipiélago.


Cuadernos crítica de la cultura 76 (2007): 101-124.

3  Francisco Tirado y Miquel Domènech, “Extituciones: del poder


y sus anatomías”, Política y Sociedad 36 (2001): 191-204.

Las refor mas psiquiátricas brasileña y chilena y la gestión por la libertad · 165
conceptual que nos permitirá comprender la transforma-
ción de la institución psiquiátrica, desde el encierro hacia
los actuales dispositivos denominados de “puertas abiertas”.

Finalmente, utilizaremos este marco para analizar algunos


elementos de los procesos de reforma psiquiátrica en Brasil y
Chile. En la conclusión, discutiremos el concepto de libertad
presente en estas prácticas, abriendo un espacio de debate
para nuevas formulaciones.

II. Herramientas conceptuales

Gubernamentalidad
En dos cursos ofrecidos a finales de los años setenta en el
Collège de France, titulados Seguridad, territorio, población y El
nacimiento de la biopolítica, Foucault introduce el concepto de
gubernamentalidad, entendido como el ejercicio estratégico
de control de la conducta ajena. De forma más específica,
este es “el conjunto constituido por las instituciones, los pro-
cedimientos, análisis y reflexiones, los cálculos y las tácticas
que permiten ejercer esa forma específica, aunque muy
compleja de poder, que tiene por objetivo la población.”4

Un momento decisivo en la historia de las artes de gobier-


no, dice Foucault,5 se sitúa en el siglo XVI, cuando surgen

4  Foucault, Seguridad, territorio, población, 136.

5 Ídem.

166 · Estudios en gubernamentalidad


los llamados manuales de gobierno. Esos manuales poseían
prescripciones para los medios con los que el Estado debe-
ría administrar no solamente el flujo de mercancías, sino
también la población, que así se convierte en un asunto de
gobierno. Estos libros surgirán al mismo tiempo que nuevas
doctrinas y dispositivos relativos a los Estados: la doctrina o
la razón de Estado reúne los principios que apuntan a refor-
zar el poder del Estado y el equilibrio diplomático, mientras
que los dispositivos se agrupan en el Estado policial, que
incluye recursos para registrar y disciplinar las acciones de
los individuos.

En el siglo XVIII, algunos pensadores, como los fisiócratas,


establecieron que el Estado debería limitar sus modos de
actuación sobre los mercados; su argumento era que estos
obedecían a un orden natural y a leyes inherentes. Luego,
hay un cambio fundamental en las estrategias liberales a
partir de los siglos XIX y XX: si en el siglo XVIII el liberalismo
se afirmaba como una crítica al Estado, a partir del siglo XIX
y especialmente en el XX, pasa a ofrecer técnicas positivas
de gobierno, como las propuestas por el ordoliberalismo ale-
mán y el neoliberalismo norteamericano. Foucault sugiere
que el surgimiento del liberalismo hace del dominio de la po-
blación una nueva preocupación del gobierno, que requiere
descubrir medios para dirigirla respetando sus códigos natu-
rales de funcionamiento. Por tanto, se volverá absolutamente
necesario el conocimiento de sus patrones de acción, de sus
regularidades, a fin de conducir a los individuos como suje-
tos responsables. Es en este contexto que buena parte de los

Las refor mas psiquiátricas brasileña y chilena y la gestión por la libertad · 167
saberes psi (psicologías, psiquiatrías, psicoanálisis, psicobiolo-
gía, psicosociología, etc.) encuentran las condiciones para su
desarrollo, legitimados bajo la promesa de la cientificidad y
la conducción libre de la conducta ajena.

Los estudios de gubernamentalidad, propuestos inicialmen-


te por Barry, Osborne y Nikolas Rose,6 surgen a partir del
concepto acuñado por Foucault como un neologismo que
designa una determinada racionalidad de gobierno, con lo
cual el autor sintetiza la idea de gobierno y el sentido de
mentalidad.7 Los estudios de gubernamentalidad otorgan
un marco conceptual para el análisis de la razón política
o la mentalidad que, a través de diversos mecanismos, han
configurado nuestro presente: nuestras normas, nuestros
imperativos éticos y nuestra subjetividad. Este marco no
pretende ser una teoría política ni una propuesta ideológica,
sino un enfoque para dar cuenta del conjunto de técnicas
que se utilizan para gobernar en el presente, analizando
cómo se ejerce el poder y desde qué medios se expresa.8

6  Andrew Barry, et al. “Introduction”, en Foucault and Political Re-


ason: Liberalism, Neo-Liberalism and Rationalities of Government, ed. An-
drew Barry, et al. (Londres: University College London, 1996), 1-18.

7  Santiago Castro-Gómez, Historia de la gubernamentalidad (Bogotá:


Siglo del Hombre, 2010).

8  Pablo de Marinis, “Gobierno, gubernamentalidad, Foucault y los


anglofoucaultianos”, en Globalización, riesgo y reflexividad. Tres
temas de la teoría social contemporánea, ed. Ramón Ramos, et al.
(Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, 1999), 73-103.

168 · Estudios en gubernamentalidad


Saberes psi y tecnologías terapéuticas

Para Rose,9 la historia de los saberes psi está ligada a la his-


toria del gobierno de manera doble: 1) por medio de las téc-
nicas de inscripción que permitirán que las subjetividades
se vuelvan permeables a las técnicas de gobierno; y 2) por la
constitución de políticas múltiples que pretenden conducir
la conducta de los individuos no solamente a través de la
disciplina, sino principalmente a través de la libertad y de la
actividad de aquellos.

Para comprender cómo se ligan los saberes psi con las formas
que adquiere el gobierno, Rose10 realiza una descripción de
lo que denomina lógica de gobierno liberal, a partir del análisis
del conjunto de técnicas que se implementan en el welfare
State en la Inglaterra del siglo XX. Propone entonces que el
gobierno liberal se caracteriza por una nueva relación entre
el gobierno y el conocimiento, y una nueva definición del su-
jeto de gobierno: las acciones de gobierno se legitiman en el
conocimiento positivo sobre la conducta humana a través de
diversos dispositivos, y estos deben generar un saber acerca
de cómo gobernar a individuos libres.

9  Nikolas Rose, Inventing our selves. Psychology, Power and Per-


sonhood (Cambridge: Cambridge University Press, 1998).

10  Nikolas Rose, “El gobierno de las democracias liberales avan-


zadas: del liberalismo al neoliberalismo”, Archipiélago. Cuadernos
crítica de la cultura 29 (1997): 25-40.

Las refor mas psiquiátricas brasileña y chilena y la gestión por la libertad · 169
A partir de la década de 1980, propone el autor, surgen nue-
vas estrategias liberales llamadas avanzadas. Estas serían el
resultado de procesos de neoliberalización de la economía
en Inglaterra durante la década de los ochenta y noventa,
de la mano de críticas al welfare State. Como resultado, se
genera un cuerpo conceptual que exalta la eficiencia del
mercado como el mejor distribuidor de recursos dentro de
la sociedad, al tiempo que se culpa al Estado y su aparato
burocrático de ineficiente. La aplicación de tales preceptos
lleva a una desarticulación de las variadas tecnologías de
gobierno desarrolladas durante el siglo XX y su mutación a
una red de servicios públicos y privados. No se trata solo de
un cambio en las formas de administración de los servicios,
implica también un cambio en la racionalidad de gobierno11,
ya que, a través del despliegue de variadas tecnologías, la
teoría económica llega a ser el objeto y el blanco de los pro-
gramas políticos. La mercantilización ya no se restringe a
bienes materiales; ahora incorpora y modifica aspectos de la
vida y al sujeto de gobierno, que se define como un ser libre
y autónomo, que debe procurar maximizar sus capacidades
y bienestar por medio de elecciones en un mercado libre.

De esta forma, vemos que en los trabajos de Foucault y Rose, el


liberalismo y su variante neoliberal son más bien técnicas positi-
vas de gobierno que, si bien se originan en el dominio económi-
co, se desplazan poco a poco hacia la cuestión de la población
en general y finalmente hacia la cuestión de la subjetividad.

11 Ídem.

170 · Estudios en gubernamentalidad


El saber experto juega un papel clave en tales procesos. El
saber sobre las conductas de los sujetos genera una reali-
dad que establece parámetros sociales que direccionan las
conductas.12 Las técnicas desarrolladas por los saberes psi se
entienden entonces como estrategias que articulan temas re-
lativos a la subjetividad y la moral con el ejercicio del poder
en el Estado moderno. Luego, Rose muestra cómo los saberes
psi han penetrado en el lenguaje, en el conocimiento, en la
creación de espacios y en los repertorios de conductas entre
los seres humanos.

El estudio de las tecnologías terapéuticas

Rose13 propone que, para comprender cómo se conecta el


saber experto con los procesos de subjetivación, es necesario
observar las prácticas terapéuticas tal y como ocurren. Esto
se debe a que en tales instancias sería donde se delimitan
ciertos aspectos y se configuran como objetos de conoci-
miento y de intervención.

El autor propone entender las actuales técnicas terapéuticas


como dispositivos ambientales que proporcionan no solo
una explicación de los problemas a los encargados de inter-
venir, sino que también entregan a las personas maneras de

12  Michel Foucault, Vigilar y castigar: Nacimiento de la prisión (México


D.F: Siglo XXI, 1979).

13  Rose, “Terapia y poder”, 101-124.

Las refor mas psiquiátricas brasileña y chilena y la gestión por la libertad · 171
aproximarse a su propio malestar e intervenirlo. Es decir, los
conceptos y las teorías que sustentan las prácticas terapéuti-
cas actúan en la medida en que permiten, a los sujetos que
son objeto de la intervención terapéutica, representar ciertos
aspectos de sí como elementos a ser modificados. En otras
palabras, los conceptos y las teorías basales de las prácticas
terapéuticas solo funcionan en la medida en que representan
aspectos de la subjetividad como objetos a gobernar para
el propio sujeto, es decir, como un campo de autogobierno.
La situación terapéutica sería donde se crean los hechos
positivos que validan la intervención, es decir, donde se
hacen visibles para las dos partes: terapeuta y paciente. Di-
cha visibilidad es posible en la medida en que conductas,
pensamiento, sentimientos u otros aspectos de un sujeto se
convierten en signos que deben y pueden ser descifrados y
analizados, de manera de delimitar claramente aspectos de
la subjetividad. Así, las terapias hacen posible la subjetividad
normal y patológica. Es ahí donde se legitima la autoridad
científica, al conectarse con las subjetividades y hacer de
los signos de anormalidad nuevos hechos positivos que sean
“reconocibles para cada uno de nosotros como un término
común de descripción de personas y relaciones.”14

En este sentido, la propuesta de Rose es mirar las prácticas


terapéuticas tal como se ha hecho en los últimos años al
tratar de comprender cómo la ciencia genera hechos que

14  Nikolas Rose, Power of freedom. Reframing political thought (Lon-


dres: Cambridge University Press, 1999), 255-256.

172 · Estudios en gubernamentalidad


antes no existían, ya que “las situaciones terapéuticas se
parecen a los laboratorios, pues provocan la aparición de
ciertos fenómenos.”15

Cabe mencionar que los Estudios Sociales de Ciencia y


Tecnología surgen en la década de 1980 y han tenido un im-
portante desarrollo en distintos ámbitos del conocimiento,
además de aportar al debate respecto del creciente protago-
nismo de los saberes expertos en la definición de materias
de interés público.16 Dicho aporte se basa en incorporar
una perspectiva materialista y pragmática que reemplaza
los supuestos epistémicos del positivismo moderno, privile-
giando una descripción de los elementos que conforman y
mantienen la realidad. En esta descripción se asigna agencia
tanto a sujetos como a objetos, de manera de romper con la
distinción dicotómica sujeto-objeto de la ciencia moderna
y, en consecuencia, con la atribución de subjetividad a los
primeros y de objetividad y neutralidad a los segundos.17
Así, los objetos dejan de ser vistos como algo neutral y sin
agencia y pasan a ser comprendidos como ensamblajes que
pueden ser analizados en términos de su construcción y de
los efectos que producen.

15  Rose, “Terapia y poder”, 121.

16  Bruno Jaraba, “Saberes y prácticas psicológicos desde los es-


tudios sociales de la ciencia y la tecnología”, SUMMA psicológica 12
(2015): 5-7.

17  Bruno Latour, La esperanza de pandora. Ensayos sobre la realidad de


los estudios de la ciencia (Barcelona: Gedisa, 2001).

Las refor mas psiquiátricas brasileña y chilena y la gestión por la libertad · 173
De esta manera, la perspectiva propuesta por Rose para
comprender las prácticas terapéuticas significa abandonar
los abordajes tradicionales de la sociología de la ciencia y
su dicotomía entre el mundo social/humano y el mundo
natural/no humano. En su lugar, se propone atender a las
prácticas de profesionales y técnicos cuando están en medio
de los procesos de intervención, entendidos estos como el
punto donde se conectan los discursos, las subjetividades y
las materialidades para hacer realidad ciertas verdades.

Rose propone dejar de analizar las prácticas terapéuticas


como una “aplicación” o “desaplicación” de las teorías y, a
cambio, “contemplar la realidad de las prácticas terapéu-
ticas actualmente existentes tal y como funcionan.”18 Esto
quiere decir generar una comprensión acerca de cómo se
hacen aparecer ciertos aspectos de la subjetividad como algo
problemático que debe ser intervenido y modificado. En este
proceso, los conceptos y las teorías no son algo aislado, sino
que funcionan solo en la medida en que hacen parte de un
ensamblaje, que considera además aspectos no humanos
tales como disposiciones espaciales y objetos.

Dispositivos como extitución

Como plateamos en la introducción de este capítulo, la


institución de la psiquiatría ha sido objeto de una serie de

18  Rose, “Terapia y poder”, 103.

174 · Estudios en gubernamentalidad


críticas en las últimas décadas, y se ha visto en la necesidad
de reformular sus prácticas.19 De este modo, en la actualidad
las acciones sobre los denominados “enfermos mentales” se
pueden ver como tecnologías aplicadas ya no en el encierro
ni en lugares institucionales específicos de poder, sino como
dispositivos ambientales.20 El espacio que antes ocupó el hos-
pital psiquiátrico ahora debe ser reemplazado por una red
de servicios por la cual los usuarios (antes pacientes) puedan
transitar idealmente sin restricciones; sin embargo, esto no
quiere decir que hayan desaparecido los mecanismos de
control, ya que al mismo tiempo hay una extensión y per-
feccionamiento de los mecanismos disciplinarios del mani-
comio.21 La extensión tiene que ver con una serie de técnicas
de control que se desligan y se esparcen por toda la amplitud
del campo social, mientras que el perfeccionamiento tiene
que ver con un cambio desde formas propias de las socieda-
des disciplinares hacia otras más liberales de conducción de
la conducta. La pregunta que habría que responder, enton-
ces, sería: ¿cómo operan los mecanismos de control fuera del
espacio institucional tradicional? Para abordarla, Tirado y

19 Isabel Rivero, “Ciencia ‘PSI’, subjetividad y gobierno. Una


aproximación genealógica a la producción de subjetividades ‘psi’
en la modernidad” (Tesis doctoral, Universitat Autònoma de Bar-
celona, 2005).

20  Rose, “Terapia y poder”, 101-124.

21  Gilles Deleuze, Conversações 1972-1990. Post-scriptum sobre as so-


ciedades de controle (Río de Janeiro: Editora 34, 1992), 119-126.

Las refor mas psiquiátricas brasileña y chilena y la gestión por la libertad · 175
Domènech22 aportan elementos útiles. Su propuesta retoma
el trabajo de Michel Foucault en cuanto al papel que juega la
materialidad en las relaciones de poder y en el modo en que
estas son mantenidas en el tiempo y en el espacio.

En tal sentido, los autores se detienen en la descripción que


hace Foucault23 de la sociedad disciplinar como algo inse-
parable de una forma de distribución racional del espacio
y de los cuerpos. El panoptismo, como estrategia arquitec-
tónica de distribución de los individuos en el espacio, busca
someterlos a una vigilancia permanente y centralizada, y es,
por lo tanto, lo que mantiene en el tiempo y extiende en el
espacio el ejercicio del poder.

Pues bien, la historia de las prácticas relacionadas con el


campo de la salud mental y la psiquiatría nos indica que ha
habido un tránsito desde dispositivos disciplinares a otros
denominados “de puertas abiertas” o, dicho en los términos
de los relatos épicos que hemos mencionado al principio del
capítulo, ha habido un proceso de “desinstitucionalización”
de los pacientes psiquiátricos. Sin embargo, Tirado y Do-
mènech nos proponen una lectura diferente: lo que estaría
ocurriendo sería un proceso de extitucionalización.

El concepto extitución surge como una herramienta concep-


tual que se caracteriza por romper la dualidad clásica entre

22  Tirado y Domenèch, “Extituciones”, 191-204.

23 Foucault, Vigilar y castigar.

176 · Estudios en gubernamentalidad


el adentro y el afuera del espacio institucional. Propone un
nuevo tipo de disposición del espacio y de los sujetos, que
hace posible un control a distancia mantenido en el tiempo
y posibilitado por las tecnologías de flujos de información.

Tirado y Mora24 dan tres ejemplos para ilustrar las carac-


terísticas de una extitución. El primero de ellos es un proyec-
to de salud mental en Cataluña denominado Pla de Serveis
Individualitzat (en adelante, PSI), el cual se propone como
un movimiento desde una psiquiatría tradicional. A fin de
reemplazar la homogenización propia de las instituciones
psiquiátricas, el PSI propone hacer una gestión individual de
cada caso, de manera que el paciente puede transitar por los
diferentes lugares institucionales dependiendo de sus necesi-
dades, con el apoyo de un “gestor de casos”, que correspon-
de a un profesional del ámbito de la Salud Mental. El PSI no
se ubica en un espacio cerrado, sino que atraviesa diferentes
lugares, tales como centros de salud, escuelas, lugares de
trabajo, etc. Se implementa en todos y en ninguno a la vez.

Utilizando aportes de la teoría del actor red, los autores


apuntan a comprender cómo es que el PSI llega a ser una
realidad, y concluyen que este solo existe en la medida en
que un gestor conecta distintos lugares, personas y mate-
rialidades por medio de las trayectorias de un usuario del
servicio. De este modo, no existe un PSI dentro de los límites

24  Francisco Tirado y Martín Mora, Cyborgs y extituciones: nuevas for-


mas para lo social (Guadalajara: Universidad de Guadalajara, 2004).

Las refor mas psiquiátricas brasileña y chilena y la gestión por la libertad · 177
espaciales de un centro de atención, lo que no quiere decir
que no exista. Luego, para comprender cómo se ejerce el
control en estos nuevos modos de intervención sobre los su-
jetos se debe adoptar otra lógica.

Desde una lógica de poder basada en las prácticas discipli-


narias, se estaría dando paso a otras basadas en prácticas de
control abierto y continuo, justamente a partir de los efectos
que fueron provocados en principio, en lugares instituciona-
les específicos. Las tecnologías desarrolladas en las institu-
ciones disciplinares tradicionales han logrado desbordar sus
paredes e “invadir el exterior y provocar efectos duraderos
en el espacio y el tiempo.”25

Tirado y Domènech26 citan la descripción de Rose27 de la


proliferación de tests psicológicos: instrumentos que surgie-
ron por la constante vigilancia y registro al interior de cárce-
les y manicomios, luego han invadido cada vez más nuevos
espacios y ámbitos, tales como el trabajo, las relaciones fa-
miliares y las escuelas, llegando a introducir su racionalidad
en el lenguaje común.

Estas nuevas formas de control a distancia dependen, para su


mantención en el tiempo y para su despliegue en los distintos

25  Ibídem, 198.

26  Tirado y Domenèch, “Extituciones”, 201.

27 Rose, Inventing ourselves, 109-112.

178 · Estudios en gubernamentalidad


espacios, de una nueva materialidad. Esta se caracteriza por
ser durable y móvil, más que visible y localizada. Lo anterior
no quiere decir que no haya vigilancia, pues las nuevas tec-
nologías vigilan constantemente los movimientos. “Cuanto
mayor sea el movimiento del usuario, mayor será la proba-
bilidad de marcar y predecir su trayectoria.”28 Finalmente,
estas nuevas formas de control apuntan a que las personas
circulen y generen relaciones y, por lo tanto, lo que no se
puede hacer es lo contrario: permanecer y no relacionarse.

III. Situando las reformas psiquiátricas.


Los casos de Brasil y Chile

Desde el inicio de la psiquiatría hasta el siglo XX, lo que


se observa es el fortalecimiento del dispositivo asilar y del
poder psiquiátrico, apoyado por un conjunto de aparatos
legales que les dotan de un amplio poder de encierro de los
supuestos enfermos. Un cambio en este proceso solo ocurre
en el periodo de entreguerras. Las razones atribuidas a este
cambio son muchas: la presencia de nuevas orientaciones en
las prácticas psiquiátricas (fenomenológicas, existenciales y
psicoanalíticas), la presencia de los psicofármacos y de la psi-
cocirugía, la necesidad de fuerza de trabajo, la comparación
de los asilos con los campos de concentración, etc.

28  Tirado y Domenèch, “Extituciones”, 203.

Las refor mas psiquiátricas brasileña y chilena y la gestión por la libertad · 179
Nosotros creemos que es necesario considerar otro elemento
para comprender cómo fue posible que estos cambios ocu-
rrieran: el movimiento antipsiquiátrico. Este tomó forma en
Europa y Estados Unidos de la mano de otros movimientos
sociales contraculturales propios de las décadas de 1960 y
1970, que reivindicaban los derechos civiles y humanos.29
De esta forma, la crítica al modelo manicomial no se puede
entender como algo aislado, sino como parte de algo mayor:
un movimiento social crítico de todas las formas de poder
disciplinar. Si bien la crítica se expresó en el discurso de
intelectuales provenientes de la psiquiatría psicoanalítica y
las ciencias sociales (Laing en Inglaterra, Szasz en Estados
Unidos y Basaglia en Italia), la centralidad que esta alcanzó
y su capacidad para instalar la necesidad de transformacio-
nes no se explica solo por lo que ocurría al interior de los
círculos intelectuales o de la psiquiatría.

La antipsiquiatría se entiende entonces como un elemento


más en un cuadro social en el cual se estaba poniendo en
cuestión toda una lógica de gobierno. La crítica, propone
Rose,30 se extiende a todas las tecnologías de gobierno desa-
rrolladas durante el siglo XIX en el welfare State, y, por lo tanto,
no es extraño que la antipsiquiatría cuestionara el excesivo
poder de los psiquiatras en un contexto de cuestionamiento
general al rol de los expertos como agentes del Estado.

29 Rose, Inventing ourselves, 109-112.

30  Rose, “El gobierno de las democracias”, 24-40.

180 · Estudios en gubernamentalidad


Como resultado del movimiento antipsiquiátrico se produje-
ron distintos procesos de reestructuración de los sistemas de
salud mental y psiquiatría en algunos países centrales, como
Inglaterra, Francia, Italia, Alemania y Estados Unidos. Los
cambios se dieron en distintos grados y de diversos modos,
pero a partir de un mismo cuestionamiento a los asilos. Se
introdujeron dispositivos comunitarios, surgieron reformas
institucionales (las comunidades terapéuticas y las terapias
institucionales en Francia) y proyectos preventivos (la psi-
quiatría comunitaria en los Estados Unidos). Sin embargo,
una forma más crítica de reforma en relación con los modos
de conocimiento y las instituciones psiquiátricas se llevó a
cabo por la reforma psiquiátrica italiana y por la antipsi-
quiatría inglesa. En estas tendencias se pone en escena un
claro encuadre político de la cuestión de la locura.

En el contexto que nos interesa analizar, tanto la reforma


psiquiátrica brasileña como la chilena se inician luego del
fin de dictaduras militares, en medio de procesos políticos de
democratización del Estado. En el caso de Brasil, esto ocu-
rre en la década de los ochenta, mientras que en Chile en la
década de los noventas. Si en Europa los asilos podían haber
sido comparados con campos de concentración, en Brasil y
Chile el paralelo pudo haber sido las salas de tortura.

En ambos países, los movimientos que propiciaron las refor-


mas psiquiátricas fueron influenciados por los movimientos

Las refor mas psiquiátricas brasileña y chilena y la gestión por la libertad · 181
europeos más radicales de reforma, en especial, el italiano,31
de manera que hubo un fuerte énfasis en el carácter políti-
co de la cuestión de la locura. En el caso brasileño, esto se
refleja en el discurso del Movimiento de Trabajadores de la
Salud Mental; en el chileno, en los intentos de recuperación
de las primeras experiencias de desinstitucionalización de
pacientes psiquiátricos, durante el gobierno de la Unidad
Popular, por parte de profesionales involucrados en el pro-
ceso de reforma.

Luego, las formas de organización e institucionalización


que adoptaron los procesos de reforma en Brasil y Chile, si
bien difieren en múltiples aspectos, tienen un elemento en
común: en ambos países el Estado asume la tarea de trans-
formar la institución psiquiátrica como parte de su política
en salud mental.

Se generan una serie de leyes, programas y reglamentos


que van a tender a reemplazar la internación por otro tipo
de atenciones ambulatorias, que apunten a la reinserción
social y comunitaria del sujeto. En Brasil, esto se aprecia
más claramente con la promulgación en la década del 2000,
de leyes que apuntan a la extinción de los manicomios.32 Se

31 Ver Franco Basaglia, La institución negada (Barcelona: Barral,


1972) y Paulo Amarante, O homem e a serpente: histórias sobre a loucura
e a psiquiatria (Rio de Janeiro: FIOCRUZ, 1996).

32  Ministério da Saúde, Legislação em saúde mental: 1990-2004


(Brasília: Ministério da Saúde, 2004).

182 · Estudios en gubernamentalidad


establecen nuevos dispositivos que brinden atención en la
comunidad y ayudas sociales y económicas para que pacien-
tes internados en instituciones psiquiátricas puedan salir de
ellas. En Chile, los esfuerzos desde el Estado se traducen en
un plan nacional33 que no tiene la misma fuerza que una ley,
pero que sin embargo refleja la orientación de la política.

Es decir, en ambos países el abordaje comunitario y psi-


cosocial de la enfermedad mental se torna una medida de
gobierno, con lo cual se redireccionan recursos y se redefi-
nen estrategias. En esto, juegan un papel central los nuevos
dispositivos ambulatorios especializados en temas de salud
mental y psiquiatría, que inicialmente son propuestos como
alternativa a la internación psiquiátrica, pero que luego ten-
derán a sustituir casi por completo las prácticas del encierro.
Son los llamados dispositivos de “puertas abiertas”: los Cen-
tros de Atención Psicosocial (en adelante, CAPS) en Brasil34
y los Centros Comunitarios de Salud Mental (en adelante,
COSAM) en Chile.35

33  Ministerios de Salud, Plan nacional de salud mental y psiquia-


tría (Santiago de Chile: Gobierno de Chile, 2006).

34 Ministério da Saúde, Saúde mental no SUS: os centros de


atenção psicossocial (Brasília: Ministério da Saúde, 2004).

35  Ministerios de Salud, Norma Técnica para la implementación y fun-


cionamiento de centros de salud mental comunitaria (Santiago de Chile:
Gobierno de Chile, 2008).

Las refor mas psiquiátricas brasileña y chilena y la gestión por la libertad · 183
Siguiendo el modelo que los procesos de reforma en Europa,
estos nuevos dispositivos incorporan las ciencias sociales en
la intervención de la enfermedad mental. Dicho encuentro
entre el proceso de desinstitucionalización impulsado por la
reforma de la institución psiquiátrica y la intervención social
significará la incorporación de nuevos actores como parte
de los expertos que configuran los nuevos dispositivos, tales
como psicólogos, trabajadores sociales, terapeutas ocupa-
cionales, educadores, entre otros; y por lo tanto, implicará
cambios en las formas de intervención.36 Actualmente, la in-
tervención social (o psicosocial) de personas y grupos es algo
central en las prácticas que tienen lugar en estos dispositivos;
tanto así, que las “puertas abiertas” no serían posibles sin el
despliegue de estrategias de control en el campo social.

A la luz de las perspectivas teóricas desarrolladas en el apar-


tado anterior, estos dispositivos se entienden como los que
hacen posible los cambios políticos y administrativos en las
formas de gobierno de los enfermos mentales. En tal sentido,
se entienden como extituciones, es decir, no como lugares
donde los usuarios permanecen, sino como dispositivos que
propician la circulación. Los profesionales encargados de la
intervención deben vigilar las trayectorias de los usuarios: si
asisten o no al colegio, al trabajo, si se reúnen o no con ami-
gos, si participan o no en organizaciones, etc. Luego deben
hacer circular esta información.

36  Françoise Castel, et al. The psychiatric Society (Nueva York:


Columbia University Press, 1982).

184 · Estudios en gubernamentalidad


Además, como herencia del movimiento reformista italiano,
el discurso de la política apunta a involucrar a los traba-
jadores de la salud mental en el proyecto de reforma más
allá de las labores tradicionales de cuidado, instándolos a
tomar responsabilidad en el logro del proyecto. Hacer que
los enfermos mentales transiten, circulen y socialicen no es
solo una técnica más, sino que adquiere el carácter de im-
perativo ético y político, pues es la estrategia de lucha en
contra de la psiquiatría tradicional.37

En el caso del Plan Nacional de Salud Mental y Psiquiatría


chileno, se define una red que debe ser implementada por
cada servicio dependiente del ministerio de Salud. Los CO-
SAM son los encargados de articular la red en función de
las necesidades de los usuarios, es decir, son los dispositivos
que deben gestionar las trayectorias de los sujetos de inter-
vención. Además de COSAM, las redes deben contemplar
otras instancias, públicas y privadas, tales como hospitales
de día, comunidades terapéuticas, centros de rehabilitación
psicosocial, escuelas, organizaciones comunitarias, entre
otras. En Brasil, los CAPS son parte del Sistema Único de
Salud (SUS) y, por lo tanto, se entienden como parte de la
red de salud pública. Sin embargo, las acciones que debe

37  Ver Martinho Silva, “Atenção psicossocial e gestão de popu-


lações: sobre os discursos e as práticas em torno da responsabilida-
de no campo da saúde mental”, Physis – Revista de Saúde Coletiva 15
(2005): 127-150 y Jimena Carrasco y Tuillang Yuing, “Lo biomé-
dico, lo clínico y lo comunitario: Interfaces en las producciones de
subjetividad”, Psicoperspectivas 13 (2014): 98-108.

Las refor mas psiquiátricas brasileña y chilena y la gestión por la libertad · 185
realizar un CAPS considera también a otras entidades, tales
como residencias, escuelas y organizaciones comunitarias,
entre otras.

Los CAPS en Brasil y los CESAMCO en Chile son dispositi-


vos claves para las nuevas prácticas en el tratamiento de las
enfermedades mentales, y su funcionamiento solo se puede
comprender con base en una red que conecta diversos ac-
tores en función de un imperativo político, moral y de go-
bierno. Sin embargo, el campo de acción de estos nuevos
dispositivos y de la red no es ilimitado, pues se restringe a
un territorio claramente definido. Por otra parte, las accio-
nes en este territorio no deben limitarse solo a los enfermos
mentales, sino que deben avanzar hacia toda la población, a
fin de evitar que la enfermedad aparezca. De esta forma, la
acción de profesionales y técnicos invade nuevos aspectos de
la vida de la población tales como educación, organización
social, deporte y tiempo libre. A este proceso se le ha deno-
minado psiquiatrización de los problemas sociales.

Por otra parte, el Estado asume un nuevo rol respecto de la


decisión de internación forzosa de personas en instituciones
psiquiátricas. El poder de decisión que antes tuvieron los
psiquiatras ha sido limitado por la entrada en acción de dis-
tintas entidades públicas, que deberán velar por restringir lo
más posible el encierro: el Ministerio Público en el caso bra-
sileño (Brasil, 2002) y la Secretaría Regional Ministerial en

186 · Estudios en gubernamentalidad


el caso chileno38 deben autorizar las internaciones forzadas
solo en aquellos casos que la normativa lo permita, velando
por que estas sean lo más cortas posibles.

El llamado “paciente psiquiátrico”, ahora libre del encierro,


se reconfigura en estos nuevos dispositivos, a partir de los
nuevos imperativos: debe desplazarse libre por una red. Para
lograr este ideal, se le debe entrenar en ciertas habilidades
necesarias para la autorresponsabilidad o el autogobierno. A
este proceso de adquisición de habilidades para la vida fuera
del encierro se le ha denominado rehabilitación psicosocial.39

Los pacientes serían así estimulados por los trabajadores en


salud mental a obtener un papel activo en su propio trata-
miento y en la construcción de relaciones sociales. Estas ac-
tividades tienen por objetivo desarrollar en el paciente “una
fuerte integración social y familiar, la expresión de senti-
mientos y problemas, el entrenamiento de habilidades cor-
porales, el trabajo en actividades productivas, y el ejercicio
colectivo de la ciudadanía.”40 Además, algo distintivo en los
CAPS es el refuerzo y estímulo constante hacia los pacientes

38  Ministerio de Salud, Circular A15/24 Modifica circular n°2c/16 de


2002 sobre internación administrativa de personas afectadas por enfermedades
mentales. (Santiago de Chile: Gobierno de Chile, 2005).

39  Alessandra Teixeira y Arthur Arruda, “Problematizando a re-


forma psiquiátrica brasileira: a genealogia da reabilitação psicosso-
cial”, Psicologia em Estudo, Maringá 15, no. 1 (2010): 27-34.

40  Ministério da Saúde, Legislação em saúde mental, 20.

Las refor mas psiquiátricas brasileña y chilena y la gestión por la libertad · 187
para que participen en las asambleas colectivas. Aquí, el
supuesto enfermo mental obtendría una posibilidad real de
decidir y determinar los destinos de su propio tratamiento.

Finalmente, las prácticas reformistas en dispositivos de sa-


lud mental en Brasil y Chile apuntan a la generación de una
red de responsabilidad contra la internación y en pro de la
libertad de los pacientes. Así, saberes y prácticas “que tra-
dicionalmente detienen concepciones diferentes y muchas
veces contradictorias del fenómeno psiquiátrico, convergen
hacía la responsabilización de actores e instancias sociales
como camino en el sentido da desinstitucionalización de la
asistencia psiquiátrica.”41

Un ejemplo ilustrativo, en este sentido, es lo que se ha deno-


minado psicología comunitaria en Chile. Ahí convergen una se-
rie de teorías y métodos diversos que no se pueden entender
como una formulación teórica, metodológica y/o disciplinar,
sino más bien como una hibridación de desarrollos teóricos
latinoamericanos y políticas sociales de gobierno, que reú-
nen una gran diversidad de prácticas. Esta se perfiló como
una disciplina académica de pre y postgrado al amparo de
las políticas sociales en Chile postdictadura,42 incorporando
elementos de las teorías del desarrollo de las comunidades
y del capital humano con educación popular y enfoque de

41  Silva, “Atenção Psicossocial”, 143-144.

42  Jaime Alfaro y Alba Zambrano, “Psicología comunitaria y po-


líticas sociales en Chile”, Psicología & Sociedade 21 (2009): 275-282.

188 · Estudios en gubernamentalidad


redes, entre otras. Quizá lo que tienen en común todos estos
elementos es el mismo sujeto de intervención: el pobre. Esto
no es raro si recordamos que, para Foucault,43 las políticas
públicas neoliberales son devotadas exclusivamente a los
menos capacitados, buscando posicionarlos en el cuadro de
competencia social.44

De esta forma, distintos actores, saberes y prácticas se arti-


culan en una red que incorpora al Estado y su política social,
profesionales (psiquiatras, psicólogos, trabajadores sociales,
técnicos de referencia, etc.), familiares, la comunidad y el
propio paciente. La red que debe sostener a los enfermos
mentales se teje por medio de promesas, acuerdos y recom-
pensas en función de un nuevo imperativo de libertad. El
rol de profesionales y técnicos se transforma desde la clínica
hacia prácticas de intervención social en pos de modificar
las condiciones de vida de los enfermos mentales; sin em-
bargo, la responsabilidad de que el paciente se integre a la
sociedad sin generar problemas no recae solo en los expertos
profesionales y técnicos, sino que se esparce por toda la red.

Además, los profesionales y técnicos transmiten sus marcos


de referencia, así como sus planteamientos éticos y políticos

43  Foucault, Nacimiento de la biopolítica.

44  Jimena Carrasco, “Una historia de la salud mental y psiquia-


tría comunitaria en Chile a partir de las transformaciones neolibe-
rales en el periodo 1980 a 2010”, en Psicologia, Tecnologia e Sociedades,
ed. Arthur Arruda, et al. (Rio de Janeiro: NUA, 2015), 171-194.

Las refor mas psiquiátricas brasileña y chilena y la gestión por la libertad · 189
a usuarios, familiares y a la comunidad entera, con el pro-
pósito explícito de que estos puedan delimitar como un
problema la internación y la falta de sociabilización de los
enfermos mentales.45 De esta forma, se espera que todos se
involucren activamente en el proyecto reformista.

Todos estos dispositivos pueden estar muy próximos a las


formas liberales de gestión, especialmente cuando son ins-
titucionalizados y se enfocan en aspectos específicos que se
presentan como necesarios para que los sujetos sean con-
siderados como individuos autónomos: la posibilidad de
obtener un puesto de trabajo y las responsabilidades como
consumidor y ciudadano. Fuera de estas prácticas de auto-
gobierno quedaría el asilo, como un dispositivo restringido
a los pacientes incapaces de autogobernarse, y por lo tanto,
los menos aventajados en una escala de niveles de libertad
y ciudadanía.

Estas formas de libertad se inscriben en lógicas de gobiernos


liberales y neoliberales. Esto último se ve más claramente en
Chile, donde la implementación de la reforma psiquiátrica
ha ido a la par de cambios en las políticas sociales de go-
bierno. Así, el Plan Nacional de Salud Mental y Psiquiatría
chileno participa de los procesos de reforma en salud por
medio de la propuesta de una red mixta público y privada
que diluye las acciones de gobierno y su responsabilidad.
En esta nueva relación, cobra cada vez más valor la gestión

45  Carrasco y Yuing, “Lo biomédico”, 98-108.

190 · Estudios en gubernamentalidad


como mecanismo de control del desempeño de profesionales
y técnicos, incluso por sobre sus saberes expertos. La eva-
luación de las acciones en salud mental ha sido traducida
cada vez más a la contabilidad y la gestión de los recursos,
repercutiendo incluso en las condiciones laborales de los tra-
bajadores del sector.

Por último, los cambios introducidos por la reforma a la


salud en Chile tienen un objetivo claro: maximizar los años
de vida productivos y saludables de las personas. De esta
forma, la lógica económica se ha instalado no solo en los
medios de gestión en salud, sino que en la definición misma
del objeto de gobierno en salud, lo cual incluye al paciente
psiquiátrico.46

IV. Un nuevo modo de gobernar por me-


dio de la libertad y la autonomía
El esfuerzo central de las reformas psiquiátricas brasileña
y chilena es excluir las antiguas formas de gobierno de los
enfermos presentes en los dispositivos asilares. Sin embargo,
nuestra hipótesis es que junto con estas nuevas prácticas sur-
gen formas de gobierno liberal. Esto podría verse de alguna
forma como una contradicción, especialmente considerando
la fuerte tendencia izquierdista presente en los movimientos

46  Carrasco, “Una historia de la Salud Mental”, 171-194.

Las refor mas psiquiátricas brasileña y chilena y la gestión por la libertad · 191
reformistas. Pero como Foucault47 destaca, tal contradicción
se resuelve teniendo en cuenta que las prácticas políticas de
izquierda no han producido ninguna forma nueva de guber-
namentalidad, a pesar de la novedad de sus teorías políticas.

Nuestro principal objetivo no es afirmar que los actores de


la reforma brasileña y chilena se han limitado a incluir la lo-
cura en una forma liberal de gestión. Antes bien, lo que nos
gustaría destacar es la posible proximidad de estas formas
liberales con los dispositivos reformistas, especialmente en el
momento en el que estos se institucionalizan, cuando el vi-
gor del concepto cede espacio al automatismo de la práctica
cotidiana. En este sentido, creemos que es necesario incor-
porar nuevos enfoques teóricos para analizar las relaciones
de poder que se estarían configurando fuera del espacio
institucional tradicional. Es importante preguntarse: ¿cómo
estas relaciones de poder son mantenidas en el tiempo y en el
espacio más allá de los muros del encierro? Para responder
esa interrogante, es necesario prestar atención a la mate-
rialidad y a las nuevas disposiciones espaciales que hacen
posible el gobierno a distancia; de lo contrario, se corre el
riesgo de una ilusión de libertad.

Debemos recordar que las prácticas de contraconducta


pueden cambiarse por técnicas positivas de gobierno, como
Foucault48 muchas veces subraya en relación con algunas

47 Foucault, Seguridad, territorio, población.

48 Ídem.

192 · Estudios en gubernamentalidad


técnicas confesionales; y que las técnicas de gobierno no
existen en estado puro y distinto; siempre están mezcladas.
Este carácter cambiante y múltiple de las formas de gobier-
no es un aspecto al que todo el movimiento reformista debe
permanecer atento.

Creemos que, en el actual contexto de modos de liberaliza-


ción y tutela, es crucial repensar la ciudadanía y la libertad
en otro sentido: sería necesario preguntarse si es posible
crear nuevos modos de ciudadanía y libertad fuera del ho-
rizonte de las prácticas de autogobierno. Consideramos que
sería crucial despojar a la palabra libertad de sus modulacio-
nes liberales, que la limitan a una práctica gubernamental
de autoemprendimiento, autoconstitución y autogestión. Tal
y como Larrosa49 ha puesto de manifiesto, es necesario “li-
berar la libertad” de todas estas prácticas que hacen de esta
palabra algo débil. Este ejercicio es crucial para lo que Fou-
cault denomina una “historia crítica del presente”, abriendo
nuestra actualidad a otras posibilidades distintas de lo que
ha sido naturalizado y cristalizado. Libertad aquí no de-
biera entenderse como un atributo natural de la naturaleza
humana, sino como un efecto de prácticas críticas de resis-
tencia y problematización de nuestras más preciosas verda-
des. No sería una utopía, sino una heterotopía. La libertad
no es la autogestión. Por el contrario, “es un acontecimiento,

49  Justo Larrosa, “A libertação da liberdade”, en Retratos de Fou-


cault, ed. Vera Portocarrero y Guilherme Branco (Río de Janeiro:
Nau, 2000), 328-335.

Las refor mas psiquiátricas brasileña y chilena y la gestión por la libertad · 193
una experimentación, una transgresión, una ruptura, y una
creación.”50 Para concluir, nos gustaría plantear una posi-
ción efectiva para los movimientos reformistas basada en
este uso crítico y heterotópico de la palabra libertad: prestar
atención a los problemas actuales y específicos, y poner en
cuestión cualquier solución utópica para la locura, incluso
cualquier solución libertadora.

50  Ibídem, 331.

194 · Estudios en gubernamentalidad


La sobrevida en conflicto:
tres regímenes de valor
en torno a la leucemia
linfoblástica aguda

Yuri Carvajal Bañados


Tuillang Yuing Alfaro

La sobrevida en conflicto · 195


In the hemispheric configuration, therefore, failure to effectively address
health reform would constitute economic and political suicide.1

Christopher Thomas,
“I nforme de la Organización de Estados A mericanos”.

1. Introducción

ste texto ensaya una redescripción de los


entramados clínicos, tecnopolíticos, económicos
y ético-jurídicos que tienen lugar en torno al desa-
rrollo del tratamiento de la leucemia linfoblástica
aguda (en adelante, LLA), en el sistema de salud chileno, bajo
reglas en que concurren tanto la gratuidad pública como
el mercado. Según nuestra perspectiva, la emergencia y
constitución de la LLA como enfermedad tratable al interior
del sistema de salud es posible por la proyección y confor-
mación de tres regímenes de valor: 1) un régimen de valor
de eficacia, que dice relación con la dimensión clínica y
la efectividad del tratamiento terapéutico; 2) un régimen de
valor contable, que posibilita integrar dicho tratamiento al
sistema de salud como un objeto de mercado; y finalmente,

1  “Por lo tanto, en la configuración hemisférica, el fracaso en la


dirección eficaz de una reforma sanitaria, constituiría un suicidio
económico y político.”

La sobrevida en conflicto · 197


3) un régimen de valor biopolítico que asigna a la vida, y en
especial a la sobrevida, una estimación que, sin embargo,
entra en conflicto con una dimensión ética.

De esta manera, buscamos mostrar tanto la comunicabili-


dad y traductibilidad de estos distintos regímenes de valor,
así como sus asperezas y momentos de irreductibilidad, en
el paso desde una concepción nosológica de la enfermedad a
la constitución de la enfermedad como un objeto mercancía,
propiamente economizable. Además, intentamos dar cuenta
de cómo estos distintos regímenes de valor se entrelazan, se
apoyan y entran en conflicto al interior de la reforma de salud
chilena. Atendiendo a esto último se examina, desde un enfo-
que biopolítico, un pronunciamiento judicial específico en el
que un tribunal se ve obligado a escoger y dar prioridad a un
régimen de valor que prioriza el bienestar de la vida y la auto-
nomía por sobre la consideración porcentual de la sobrevida.

Para realizar este análisis nos hemos valido de los aportes


de la sociología de las ciencias, en especial de los trabajos
de Latour y Callon, y lo que se ha denominado la sociolo-
gie de l’acteur réseau (en adelante, SAR). En efecto, una de sus
opciones metodológicas es que “la sociedad no constituye
un cuadro al interior del cual evolucionan los actores. La
sociedad es el resultado siempre provisorio de acciones en
curso”,2 lo que resulta iluminador para nuestros propósitos.

2  Michel Callon, “Sociologie de l’acteur réseau”, en Sociologie de la


traduction. Textes fondateurs, ed. Madeleine Akrich, Michel Callon y

198 · Estudios en gubernamentalidad


La SAR nos provee de algunas nociones que resultan prove-
chosas. Una de ellas es la de inscription que, en nuestra inves-
tigación, alude a los dispositivos gráficos que explican cómo
la experiencia clínica se codifica fácilmente en el mundo
del mercado y la economía. Las gráficas y modelamientos
de las experiencias terapéuticas son las que, en su carácter
proyectivo, hacen posible una traducción desde lo estricta-
mente médico hacia lo contable. Otro concepto clave es el
de circulation,3 que alude a la articulación de dimensiones y
actividades heterogéneas que, en nuestro caso, enlazan la
experiencia clínica, la conformación de un grupo médico
especializado, una propuesta terapéutica normada luego
transformada en protocolo formal, y finalmente, la imple-
mentación de un protocolo terapéutico, bajo la categoría de
canasta de prestaciones médicas, en el sistema de salud oficial.

En definitiva, más que atender al sistema de salud en su


macroestructura, lo que se intenta es poner entre paréntesis
la institucionalidad y los sistemas de relaciones ya conforma-
dos y de por sí evidentes. Se busca describir cómo ha llegado
a ser el campo de acción en el que se despliega el sistema y la
reforma de salud, y donde sus funciones se vuelven posibles
y cobran sentido.

Bruno Latour (Paris: Presses de l’ École des mines de Paris, 2006),


267. La traducción es de los autores.

3  Ibídem, 269.

La sobrevida en conflicto · 199


También hemos acudido al trabajo de Latour y Callon en
relación con la conformación de los mercados. Estos aportes
nos han resultado provechosos porque definen el mercado
como un dispositivo de coordinación donde los agentes per-
siguen ciertos fines que requieren una operación de cálculo,
no exenta de divergencias de interés, que implica “transac-
ciones que resuelven el conflicto al hacer aparecer un pre-
cio.”4 La fortaleza de esta definición es que pone el acento en
“la descentralización de las decisiones, la puesta en escena
de agentes calculadores, conflictos de interés”; vale decir, en
la red de su despliegue más que en su sustancialidad.

A su vez, la noción de formateo permite plantear la puesta en


forma efectiva –performativa– de los mercados, atendiendo
a la emergencia de los agentes de cálculo que los posibilitan.
Se trata entonces de considerar las operaciones y efectos
performativos de la economía, más que atender a ella como
un saber o disciplina que se refiere descriptivamente a un
objeto. La economía “performa activamente esta cosa que
no existía antes que ella, y que no existiría sin ella.”5

4  Michel Callon y Bruno Latour, “¡No calcularás!” o cómo sime-


trizar el don y el capital”, Athenea Digital 11, no. 1 (2011),
172. Fecha de acceso 28 de noviembre de 2015, http://psicolo-
giasocial.uab.es/athenea/index.php/atheneaDigital/article/
view/847

5  Ibídem, 175.

200 · Estudios en gubernamentalidad


De esta manera, este enfoque nos permite dar cuenta de las
operaciones que integran el cálculo –material y concreto–
en virtud del cual la realidad, o al menos una parte de ella,
se vuelve medible, cuantificable, contable y economisable,
vale decir, como algo que ingresa al distrito de lo económi-
co. En nuestro caso, se trata de mostrar cómo tiene lugar la
elaboración y definición de una enfermedad como un objeto
de mercado, es decir, puesto en circulación bajo el régimen
de oferta y demanda. En ese sentido, esta perspectiva am-
plía la noción de cálculo para advertir las microoperaciones
–cognitivas, tecno-científicas, contables y económicas– que
habitan la puesta en marcha de una reforma de salud. Con
ello, el enfoque de Latour y Callon actualiza la tensión entre
aquel régimen de valor que es del orden de lo económico y
aquello que lo excede o simplemente se resta del paradigma
contable. Finalmente, esta perspectiva nos permite echar
una mirada a la reforma de salud chilena más allá de la
dicotomía rígida entre público y privado, para “reemplazar
la ilusión de un mercado mundial por una serie de redes de
poder enteramente trazables y asignables.”6

Por otra parte, hemos incorporado parte de la discusión en


torno a la categoría de Foucault de biopolítica, la que permite
poner en cuestión la univocidad de la noción de vida y la
uniformidad de su valoración, mostrando que tanto su con-
cepción como su estimación cobran sentido al interior de
una trama en que se disputan a la vez cuestiones científicas,

6  Ibídem, 188.

La sobrevida en conflicto · 201


éticas y políticas. En todo caso, más que las derivas filosó-
ficas que ha tomado, nos interesa como una categoría que
permite iluminar un debate en el que se enfrenta un modo
simple de considerar la vida, expresado en un porcentaje de
sobrevida, y una consideración que atiende al modo como
esa vida se padece y se lleva, esto es, una vida cualificada,
la que además pone el valor de la autonomía por sobre la
estimación cuantitativa.

II. Antecedentes

El 1 de agosto de 2002, el presidente Ricardo Lagos se dirigió


al Hospital de Valdivia, para poner en marcha desde allí el
plan piloto de Garantías Explícitas de Salud (GES), con que
se daba inicio a la reforma de salud chilena. Sin embargo,
antes de que alguna de las cinco leyes que conformaban la
reforma fuera aprobada, el régimen de garantías ya estaba
en acción. Las tres enfermedades incorporadas fueron: en-
fermedad renal crónica, malformaciones congénitas y cán-
cer infantil. La primera ley –Ley 19.888 de financiamiento–
tardaría poco más de un año en ser aprobada (13 de agosto
del 2003). Luego vendría la ley que distingue las funciones
reguladoras de las prestadoras, la Ley 19.937 (24 febrero del
2004), y el establecimiento oficial del plan, Ley 19.966 (3
septiembre 2004). Finalmente, la regulación sobre el sector
privado se realizaría mediante la Ley 20.015 (17 mayo 2005).
No obstante, a nuestro juicio, estas leyes, más que inaugurar,
ratifican y oficializan un intenso proceso constructivo en el

202 · Estudios en gubernamentalidad


orden clínico, económico y estadístico, que reorganiza el es-
tatuto de las enfermedades. Para sostener esto, examinamos
una de las tres patologías cuyo diagnóstico y tratamiento
fue oficialmente garantizado en agosto del 2002 como parte
de la reforma de salud: la leucemia linfoblástica aguda (LLA), el
cáncer infantil más importante en frecuencia.

Ahora bien, son al menos tres los regímenes de valor que


concurren y conflictúan en torno a la LLA: la evaluación de
la eficacia clínica de los tratamientos, el cálculo de su precio
como mecanismo de financiamiento de su tratamiento, y la
evaluación de los tribunales de justicia de la posibilidad de
que un niño pueda decidir la continuación de su terapia.
Cada uno de estos regímenes ha sido precedido por proto-
colos y mecanismos que estabilizan parcialmente al objeto
LLA . Solo porque la LLA ha sorteado estos procesos, pro-
duciendo registros cuantificables y organizables, ha podido
existir para la economía, la clínica y los tribunales. Y así,
la organización, estandarización y circulación de la LLA a
través de redes económicas, legales y terapéuticas son lo ra-
tificado por el programa de la reforma. Poniendo el acento
en las trastiendas microsociológicas y gráficas de la reforma,
buscamos comprender el surgimiento de una economía de
la salud de vocación microeconómica como corazón de la
reforma de salud chilena de los años dos mil.

La sobrevida en conflicto · 203


III. Valor terapéutico y económico: 1988

El año 1988 fue notable para los grupos hospitalarios que


trataban niños con leucemias. Ese año obtienen un financia-
miento oficial del Ministerio de Salud para sus tratamientos:
Programa Infantil Nacional de Drogas (PINDA). El año pre-
vio, uno de sus miembros había comandado una columna
editorial sobre la importancia de los protocolos en oncología
pediátrica. Allí concluía:

Por último ambas entidades [rama de Hematología y


Oncología y Comité de Cancerología de la Sociedad
Chilena de Pediatría] y la Sociedad Chilena de Pedia-
tría en su conjunto también consideran indispensable
que para que los protocolos sean operativos y tengan
carácter nacional es necesario contar con el apoyo del
Ministerio de Salud tanto en el aspecto de financia-
miento como en la promoción del perfeccionamiento
de aquellos pediatras de provincia interesados en
seguir y cumplir con eficacia algunas de las etapas
de estos protocolos en su totalidad según sea el caso.7

Con una medida de sobrevida sumaria en la mano, sumado


al trabajo cooperativo del Grupo Oncología Pediátrica de
Chile (GOPECH), más una rama y un comité, además de la
Sociedad de Pediatría en su conjunto; la posibilidad de que

7 Lautaro Vargas, “Protocolos en oncología pediátrica”, Revista


Chilena de Pediatría 58 (1987), 9-10.

204 · Estudios en gubernamentalidad


los economistas del Ministerio de Salud pudieran ser conmo-
vidos no era remota. Al año siguiente, con la obtención de
financiamiento para drogas PINDA , el pronóstico resultaría
cierto. Revisaremos algunos de los hitos que permitieron el
ingreso de la LLA como objeto clínico y económico. Se trata
de experiencias individuales que anticiparon este momento.

Hospital Calvo Mackenna

En 1976, la Revista Chilena de Pediatría dedica un número


especial a los tumores en la infancia. Entre los artículos del
tema oficial, se publica una revisión sobre quimioterapia, de
los doctores Humberto del Pozo y Victoria Beresi, del centro
de Oncología del Hospital Luis Calvo Mackenna. Los auto-
res terminan la revisión del estado del arte con un recuento
de las cifras de la sobrevida de los pacientes del centro de
Oncología del Hospital, que inició sus actividades en enero
de 1968. De los 242 pacientes tratados entre enero de 1968
y agosto de 1973, 50 corresponden a LLA . En estos casos,
la sobrevida a dos años es de once niños (22%) y a cinco
años, dos niños. En el mismo artículo se menciona el 50%
de sobrevida como la cifra esperable para leucemia LLA . El
trabajo concluye sin énfasis en las posibilidades de nuevos
desarrollos terapéuticos, sino únicamente en el diagnóstico
precoz: “Para mejorar estos resultados es necesario insistir
en el diagnóstico más oportuno de estas enfermedades, en el
cual juega un papel fundamental el pediatra general, pues-
to que realiza controles de salud sistemáticos a lactantes y

La sobrevida en conflicto · 205


niños mayores.”8 Posteriormente, en 1979, del Pozo y Beresi
junto a otros cuatro colegas publican su experiencia con leu-
cemia linfoblástica aguda en el Hospital Calvo Mackenna.
Aunque el análisis se centra en la diferencia de la sobrevida
de acuerdo con “factores pronósticos” como edad, leucocitos
iniciales y presencia de masa mediastínica, se intenta produ-
cir una cifra de eficacia. El valor del tratamiento combinado
(vincristina, prednisona y antarciclinas) es indeterminado,
pero apreciable por los investigadores: “Por ser un número
pequeño de pacientes no hubo diferencias estadísticamente
significativas en cuanto al tipo de droga usada; sin embargo,
apreciamos que el empleo de 3 drogas es más efectivo.”9

Hospital Manuel Arriarán-Paula Jaraquemada

La primera publicación que logra evaluar diferencialmente


tratamientos es de 1981, del equipo del Hospital Manuel
Arriarán-Paula Jaraquemada, encabezado por el doctor
Patricio Mardones. Los tratamientos fueron adjudicados
de acuerdo con “lo que en ese momento aparecía como
mejor terapia”. La introducción demasiado reciente de un
tercer medicamento en la inducción, la administración de

8  Humberto del Pozo y Victoria Beresi, “Quimioterapia en los


tumores malignos de la infancia”, Revista Chilena de Pediatría 47
(1976), 21.

9 Patricio Mardones, et. al., “Leucemia linfoblástica aguda del


niño”, Revista Chilena de Pediatría 50, no. 6 (1979), 12-17.

206 · Estudios en gubernamentalidad


quimioterápicos en forma intratecal y la tipificación de los
tratamientos de mantención en tres tipos no han permitido
contar con datos a cinco años de sus resultados. Los autores
señalan:

La mortalidad por infección fue la principal causa


del fracaso de la inducción, siendo su incidencia más
elevada que lo comunicado en otras series. Posibles
explicaciones de este hecho, son nuestras limitaciones
en la prevención y tratamiento de las infecciones del
paciente neutropénico grave (…) Los resultados más
prometedores son los obtenidos en los casos en los que
se agregó daunomicina o asparaginasa en el período
de inducción; sin embargo, el reducido número de ca-
sos y corto periodo de observación de este subgrupo,
no permiten sacar conclusiones definitivas aun.10

Hospital San Juan de Dios

En 1984, el grupo del Hospital San Juan de Dios publica


nuevos resultados. Este trabajo menciona que la Unidad de
Hematología forma parte del Grupo Oncológico Pediátrico
de Chile (GOPECH), que constituye el comienzo de los en-
sayos clínicos de Fase III multicéntricos. La investigación

10 Patricio Mardones, et. al. “Resultados del tratamiento de


la leucemia linfática aguda”, Revista Chilena de Pediatría 52, no. 6
(1981), 476.

La sobrevida en conflicto · 207


muestra la lista de factores de mal pronóstico con los cuales
selecciona a sus pacientes de LLA . El protocolo usado es una
modificación de los nominados 60 y 72 de la Unité de Chi-
miothérapie del Hospital Saint Louis de Paris. Esta publica-
ción es la primera en demostrar la significancia estadística
de la sobrevida en dos protocolos distintos, con cifras que
completan hasta los seis años de evolución, separando su
serie de casos según sean previos o posteriores a 1972.

Como se puede apreciar, las distintas experiencias en inves-


tigación señalan un momento inicial de formación de equi-
pos y estandarización concertada de protocolos de acción en
el tratamiento de la LLA .

IV. Combinación, centros y apoyo

Protocolos y GOPECH

A principios de 1987, Lautaro Vargas escribe una editorial


sobre la importancia de los protocolos en la Revista Chilena
de Pediatría. Su pronunciamiento no solo apunta al finan-
ciamiento que ya citamos, sino a destacar que “uno de los
hechos más determinantes en las mejores perspectivas para
estos enfermos ha sido la aplicación del método experimen-
tal en el diseño de los protocolos de tratamiento.”11 Luego
de citar seis grupos internacionales, refiere al trabajo del

11  Lautaro Vargas, “Protocolos en oncología pediátrica”, 9-10.

208 · Estudios en gubernamentalidad


GOPECH constituido en abril de 1978, con cuatro hospitales
de Santiago y uno de Valparaíso, con protocolos experimen-
tales de Fase III a partir de 1978 y el del Hospital Calvo
Mackenna a partir de 1975. Así, destaca que:

En 1984 el grupo de hematólogos y oncólogos pedia-


tras de Santiago consideró necesario la elaboración
de protocolos originales que pudiesen aplicarse en
escala nacional. Después del acucioso trabajo de una
comisión ad hoc y con el aporte de la mayoría de los
especialistas del país se elaboró el primer protocolo
nacional para el tratamiento de la leucemia aguda
linfoblástica que comenzó a aplicarse desde diciembre
de 1984 en 80 enfermos con promisorios resultados.12

A esta altura, se aprecia un trabajo que se organiza en torno


a una nomenclatura, se releva el carácter experimental de la
práctica, y el propósito nacional lleva a un debate público,
científico y político. El trabajo cooperativo se justifica por
la envergadura del estudio y la necesidad de aumentar los
tamaños de muestra. “La coordinación de especialistas en
el debate sobre el abordaje de la LLA y otras patologías, se
estableció con el uso de dos palabras ampliamente utiliza-
das: protocolos y experimentación.” El uso del vocablo expe-
rimentación apunta a la necesidad de contar con un método
que permita interpretar bajo reglas comunes aquello que sea
observado. En ese sentido, nos parece que la producción de
una norma nacional es lo que va a dar lugar al GOPECH.

12 Ídem.

La sobrevida en conflicto · 209


En ese mismo año, los hematólogos del Hospital Calvo Mac-
kenna publican los resultados de su protocolo LCM-LLA 75.
Pese a obtener mejoras cifras de sobrevida que en el artículo
ya comentado de 1981, el grupo aún tiene resultados por
debajo de la sobrevida reportada internacionalmente. Res-
pecto de la técnica de medición, el texto señala: “Las curvas
de sobrevida, remisión completa continua y tiempo hasta
el fracaso o primer evento negativo son de tipo actuarial
y se realizaron de acuerdo al método de Kaplan-Meier.”13
Los gráficos todavía son líneas continuas, uniendo puntos
porcentuales de sobrevida. El uso de esta modelación marca
un nuevo momento, en que el lenguaje epidemiológico de
poblaciones, riesgos y sobrevida permite la traducción hacia
el registro de lo clínico y lo económico.

En 1998, diez años después de obtenido el financiamiento


especial para drogas anticancerosas (PINDA), el doctor Lau-
taro Vargas realiza una evaluación totalmente exitosa de la
implementación del programa, con una sobrevida libre de
enfermedad para leucemia linfoblástica aguda de 70%. Al
año siguiente, mediante una publicación especial del Minis-
terio de Salud, editada por Vargas y titulada Cáncer infantil
en Chile, el programa ha dejado de ser solo un proveedor de
drogas y logra exhibir un desarrollo considerable, con doce
centros acreditados y dos centros de apoyo. Se trata ya de un
completo programa de cáncer infantil. Para ese año, se ha

13  Juan Quintana et. al., “Leucemia linfoblástica aguda”, en Re-


vista Chilena de Pediatría 58, no. 3 (1987), 219-224.

210 · Estudios en gubernamentalidad


logrado que el Fondo Nacional de Salud (FONASA) reconoz-
ca la leucemia como enfermedad compleja y que financie
el trasplante de médula ósea. En la lista de publicaciones
del PINDA o miembros del PINDA , en el mismo documento,
se registran 58 artículos (Vargas, 2001). Ese mismo año se
publican simultáneamente en la Revista Chilena de Pediatría y
en Medical and Pediatric Oncolog y los resultados del protocolo
nacional chileno PINDA 87, que consiste en una adaptación
chilena del protocolo Berlin-Frankfurt-Munster 86.

El trabajo articulado en torno a GOPECH/PINDA ha produci-


do una normalización local de la investigación que inaugura
el diálogo con las cifras de estudios europeos y norteameri-
canos. Se abre entonces la puerta para una “economización”
de la enfermedad según las reglas internacionales de finan-
ciamiento de salud. Lejos de una univocidad causal, se trata
de un proceso regido por la eficacia terapéutica –un régimen
de verdad técnico– que paulatinamente se conecta con otras
esferas. Será esta dimensión tecno-científica la que habilitará
a la LLA a ser considerada como un objeto de mercado.

V. Gramáticas de la objetividad: hacia


una economización de la enfermedad

Las técnicas matemáticas y gráficas para objetivar el be-


neficio de los tratamientos pueden considerarse parte de la
economización de la LLA , en la medida en que permiten el
encuentro de las cifras de las investigaciones clínicas con

La sobrevida en conflicto · 211


los números de los precios y de la rentabilidad. Distintos
elementos concurren para que esto sea posible. La llegada
de procesadores y de programas estadísticos automáticos va
de la mano con la evolución de cifras, gráficos y pruebas.
Una misma red hace posible la economización de estos fe-
nómenos y la producción de una objetividad experta. Las
curvas de sobrevida y las décimas estadísticas para testear
la diferencia logran su propósito en la medida en que el
análisis de sobrevida es practicado en los ensayos clínicos,
y es comprendido tanto por los participantes de los mismos
ensayos, como por economistas y asignadores de presu-
puesto. Su entrenamiento econométrico es crucial para el
desciframiento de cifras, gráficos, tablas y pruebas. Se hace
evidente que la cuantificación de lo médico –y su corres-
pondiente expresión en modelamientos gráficos en soporte
bidimensional y prospectivo– da una estatura objetiva a los
resultados y estimaciones de las experiencias terapéuticas.
Al mismo tiempo, pone en forma un lenguaje común que
atraviesa dimensiones clínicas, experimentales, pero tam-
bién económicas, administrativas y legales. La posibilidad
de que esta trama se traduzca en una acción pública oficial
debe mucho a estos desarrollos.

FONASA ocupa el centro

En 1987, la discusión sobre el PINDA había tenido como


protagonista a la Comisión Nacional de Cáncer y al Mi-
nisterio de Salud. En 1999, el programa de cáncer infantil

212 · Estudios en gubernamentalidad


tenía a FONASA como interlocutor para el reconocimiento
del cáncer como enfermedad compleja y el financiamiento
del trasplante de médula. En una década, los interlocutores
habían mudado notablemente.

El Proyecto HSRP (Health Sector Reform Program), firma-


do entre el Ministerio de Salud y el Banco Mundial el 15
diciembre de 1992, por un monto total de US$299 millones,
con un aporte del organismo internacional de US$90 millo-
nes y un aporte local de US$209 millones (convenio 3527-
CH), es el que ha permitido a FONASA este desplazamiento.
La sigla HRSP designaba a la reforma del sector Salud:

Las intervenciones de este proyecto se separaron en


dos componentes: Desarrollo Integrado de Servicios
de salud y Desarrollo Institucional […] El Desarrollo
Institucional, por su parte, se orientó a la descentra-
lización, separación de funciones y mejoramiento de
la gestión, la eficiencia y la eficacia del sector público
de salud. Para ellos se propuso la reorganización de
funciones y estructura del Ministerio de Salud, la
modernización institucional del Fondo Nacional de
Salud, Fonasa.14

Durante el periodo inicial de la postdictadura, la opinión


de los expertos del Banco Mundial sobre la salud chilena

14  MINSAL, Proyecto MINSAL BANCO MUNDIAL. MINSAL (Santiago:


1999), 35.

La sobrevida en conflicto · 213


era bastante pesimista: “La reforma de 1979 dio lugar a
un desarrollo desigual e inorgánico de un sistema de salud
mixto que a fines de los 80 se encuentra en profunda crisis
y presenta enormes inequidades entre los sectores públicos
y privados que lo componen, así como al interior de cada
ellas.”15 Por otra parte, la orientación hacia la eficiencia
microeconómica liderada por el Banco Mundial tenía un
fuerte énfasis en la formación de precios: “Al comenzar los
noventa, la evaluación de los mecanismos de asignación de
recursos en el sistema era negativa: no permitían asociar
financiamiento con resultados; inducían a la explosión de
costos e incentivaban la cantidad de prestaciones otorgadas
más que la calidad de las mismas; y adicionalmente, los pre-
cios no reflejaban los costos reales.”16

¿Cómo se llegó entonces a una reforma de salud considerada


exitosa a los ojos del Banco Mundial? La historia, tal como
la relata el propio equipo de FONASA , designa al año 1994
como clave. Su director escribe: “El inicio del mandato del
presidente Frei en 1994 marca una fecha decisiva, al confe-
rírsele a FONASA , dentro del marco de las políticas de salud
impulsadas por el Gobierno, una nueva función: gestionar el
Seguro Público de Salud.”17

15  Ibídem, 29.

16  Ibídem, 67.

17  MINSAL, Una mirada a fondo a la modernización de FONASA


1994-1995. (Santiago: MINSAL, 1999), 5.

214 · Estudios en gubernamentalidad


La primera modificación consistía en el traspaso desde el
Departamento de Recursos financieros del MINSAL a FO-
NASA . Ello confirió verdadera autonomía a esta institución
para la gestión de los recursos financieros. De este modo,
FONASA se concentró en transformaciones que permitieran
una microasignación de recursos. En otras palabras, se bus-
caba conseguir el traspaso de un régimen de transferencias
monetarias históricas a uno de pagos prospectivos, para así
fortalecer los servicios de salud para financiar a los hospi-
tales. Surgieron los siguientes mecanismos: Pago Asociado
a Diagnóstico (PAD), Pago Prospectivo por Prestación (PPP)
y tres variantes menores: Programa de Prestaciones Com-
plejas o Seguro Catastrófico, Programa del Adulto Mayor
(PAM) y Programa de Oportunidad de Atención (POA).

Un algoritmo para decidir

La producción de precios a esa altura se había vuelto un


mecanismo crucial:

Los convenios deberán celebrarse a precios no superio-


res a los contenidos en el arancel y normas señaladas
en la ley Nº 18.469. Sólo en casos excepcionales, por
resolución fundada del Ministro de Salud y por el pla-
zo máximo de un año, se podrán celebrar convenios
a precios superiores a los indicados en el arancel de
dicha ley.18

18  Ibídem, 7.

La sobrevida en conflicto · 215


En las formulaciones del Banco Mundial, los precios eran la
condición de la eficiencia. La modelación económica se ob-
tendría mediante un sencillo mecanismo gráfico. Usando el
esquema propuesto por el Banco Mundial en su informe de
1993, la comparación entre alternativas se transforma en la
aplicación de un algoritmo. No obstante, para la puesta en
forma se hacía necesaria una operación de cálculo algo más
compleja. La métrica de la utilidad se haría en base a los años
de vida ajustados por discapacidad (DALYs), una combinación
de la tradicional medida de años de vida potencial perdidos
(AVPP), a los cuales se adicionaba una ponderación entre 0
y 1 por discapacidad. Los datos para los cálculos estaban
disponibles en las estadísticas vitales. Para los efectos de la
discapacidad, en 1994 se promulgó una Ley de Discapacidad
(Ley 19.284, publicada en el Diario Oficial el 14 de enero de
1994), que creó un Registro Nacional de Discapacidad. En
marzo de 1995, el MINSAL inició el cálculo de esta medida
bajo el nombre local de AVISA. Esta operación produjo dos
listados de prioridades, listados con denominaciones precisas.

Ahora bien, para ser financiada, la leucemia linfoblástica


aguda, debía haber estado incluida en lo que se denominó
Problemas de salud Prioritarios Vulnerables a la Atención
Médica. Pero, al contrario, la LLA no solo estaba mal situada
en el gráfico del Banco Mundial, sino que además quedaba
excluida de los listados del MINSAL .19

19  MINSAL, Diseño e implementación de las prioridades de salud. La refor-


ma programática chilena. (Santiago: MINSAL, 1997), 99.

216 · Estudios en gubernamentalidad


El cáncer como prestación compleja: 1997

La incorporación de los cánceres en estos mecanismos había


ocurrido ya en 1987. A fines de los años noventa se agregó,
a su vez, el trasplante de médula. Como hemos menciona-
do, ello se había logrado a través de la noción de prestaciones
complejas:

¿Dónde podríamos observar todo lo que he mencio-


nado en algo concreto? ¿Dónde lo hemos aplicado?
Por ejemplo, los pagos asociados a diagnósticos. En
tres programas (…) Seguro Catastrófico o Programa
de Prestaciones Catastróficas o Programa de Presta-
ciones Complejas; el Programa del Adulto Mayor y
el programa de la Oportunidad de la Atención. Aquí
se ha procedido primero a identificar y luego costear
prestaciones para formar canastas que incluyan de-
terminadas patologías, se han transferido los recursos
prospectivamente y se ha procedido al control de las
acciones que han realizado los servicios de salud.20

En este reporte hay una identidad entre el Programa de


Prestaciones Complejas y el Seguro Catastrófico. Como
las drogas antineoplásicas del PINDA eran las que estaban
definidas en los protocolos, la ampliación de 1997 fue plan-
teada en términos de enfermedades o condiciones clínicas

20  MINSAL, Una mirada a fondo a la modernización de FONASA 1994-


1995, 124.

La sobrevida en conflicto · 217


asociadas: “Los nuevos protocolos de quimioterapia infantil
considerados en el marco de este programa corresponden al
20% de las patologías no incluidas en el Programa Nacional
de Drogas Antineoplásicas Infantil (PINDA)”. La lista desple-
gada incluye tumores cerebrales, recaída de tumores sólidos,
hepatoblastomas, leucemia mieloide crónica y recaídas de
leucemia. El mismo texto aclara: “Los precios unitarios co-
rresponden al tratamiento integral de estas patologías, de
acuerdo a lo señalado en los protocolos específicos elabora-
dos por los especialistas en esta área.”21

Además, en el debate relacionado con el financiamiento,


se usaron expresiones como Plan Garantizado de Beneficios de
Salud (PGBS) y luego canastas, concepto que apela a un con-
junto de bienes y servicios que integran lo necesario para el
tratamiento de la enfermedad. Por su parte, la concepción
de plan básico nos remite a un artículo de Arnold Haberger
de la década del ochenta, en el que propone el enfoque de
necesidades básicas como alternativa a las ponderaciones
distributivas. Mediante un gráfico de oferta y demanda,
Haberger muestra la posibilidad de modelar, mediante
curvas de oferta y demanda, el apoyo a grupos más pobres,
fijando una demanda alterna que agrega al poder efectivo
de compra de los pobres, un plus que considera el “altruismo
genuino” del resto de la sociedad:

21  Ibídem, 107.

218 · Estudios en gubernamentalidad


en el enfoque de las necesidades básicas se acepta a
esos elementos de paternalismo de nuestras sociedades
como reflejos posiblemente exactos de nuestros ver-
daderos valores, actitudes y creencias. Me complace
enterarme que un niño que en otras circunstancias
estaría mal nutrido actualmente se alimenta mejor,
y estoy dispuesto a pagar, ya sea en forma de contri-
buciones a CARE , o a través de los impuestos, para
lograr esa mejora […] el que yo me sienta satisfecho
no impide que también ustedes se sientan satisfechos.
Por consiguiente, es apropiado sumar mi disposición a
pagar para contribuir a lograr esa mejora a la disposi-
ción de ustedes, de la misma manera en que el análisis
tradicional de costos-beneficios se suma verticalmente
las disposiciones de los distintos ciudadanos a pagar
para lograr una mejora del medio ambiente, de la que
posteriormente puedan gozar gratuitamente.22

La propuesta de un Plan Básico de Salud para la reforma


chilena fue materializada en un documento preparado por
el Departamento de Economía de la Universidad de Chile
en 1997:

Precisamente, la llegada de un nuevo gobierno a diri-


gir los destinos del país en marzo del año 2000, hace

22  Arnold Harberger, Necesidades básicas versus ponderaciones distributi-


vas en el análisis de costos-beneficios (Chicago: Technical report, Apun-
tes de Evaluación Social de Proyectos, 1993), 12.

La sobrevida en conflicto · 219


posible imaginar un escenario de voluntad política
del nivel ejecutivo para impulsar un conjunto de cam-
bios más integrales de reforma al sector salud […]
asegurando el estado con fuente de subsidios públicos
que las personas pobres o indigentes también pue-
dan elegir libremente la institución de seguro que les
brinde la cobertura del PGBS […] a juicio del estudio
del Departamento de Economía de la Universidad de
Chile, la legitimación social de la reforma de salud se
favorece con la entrega de señales efectivas que se tra-
duzcan en un cambio real y rápido en las condiciones
de acceso de la población a prestaciones de salud […].
Además, la citada propuesta recomienda que el PGBS
explicite también algunos derechos sobre enfermeda-
des catastróficas, toda vez que también hay un gran
avance en el MINSAL y FONASA con el desarrollo de
algunos programas y protocolos para el tratamiento
de enfermedades crónicas y graves que requieren de
intervenciones complejas y de alto costo (Programa
de Prestaciones Complejas).23

Manteniendo un enfoque de necesidades básicas, que ofre-


ce un mínimo de acceso a bienes y prestaciones de salud,
se han injertado algunas prestaciones de mayor compleji-
dad, ya garantizadas. La expresión canasta traducirá una

23  Gustavo Zuleta, Chile: antecedentes sobre el proceso de reforma del sector
salud y escenarios posible a futuro (Santiago: Banco Interamericano de
Desarrollo Departamento regional de operaciones, 1999), 48-49.

220 · Estudios en gubernamentalidad


combinación de bienes y servicios que ya no se aloja ni en las
necesidades básicas, ni en la evaluación costo-efectividad de
los AVISA , sino en la capacidad de los grupos de especialistas
y los protocolos para incorporar tratamientos. En el mismo
movimiento, la capacidad de los seguros de organizar la ci-
fra del riesgo y asociarla a un precio se ha trasladado a un
conjunto de objetos especificados en las canastas.

Es en esta performance económica que la LLA queda cubierta


por el sistema de salud.

VI. Una vida no biopolítica, 2009

El 14 de mayo del 2009, esto es, diez años después de la


incorporación del trasplante de médula a la canasta del
tratamiento de la leucemia linfoblástica aguda, la Corte de
Apelaciones de Valdivia revoca una medida de protección
del 7 de abril, que disponía: “debe practicarse al niño Rob-
ynson Leonardo Gómez Noa, el tratamiento que la ciencia
médica aconseje para salvaguardar su vida.”24 La medida
original del 7 de abril fue solicitada mediante oficio por el
Hospital de Valdivia, que señalaba que “la madre no ha in-
formado su opción al equipo médico de continuar el trata-
miento para su hijo, ni ha sido ubicada telefónicamente para

24  Juan Varas (redactor), “Medida de protección terapéutica a fa-


vor de un menor (sentencias del Tribunal de Familia y de la Corte
de Apelaciones de Valdivia)”, Revista de Derecho 1 (2009), 280.

La sobrevida en conflicto · 221


que se pronuncie sobre la opción ofrecida”.25 La medida de
protección terapéutica continúa: “Explica la doctora infor-
mante, que al niño debe dársele la opción de someterse al
tratamiento prescrito porque tiene un 40% de posibilidades
de sobreviva.”26 El niño estaba aquejado de una recaída tes-
ticular, uno de los sitios mencionados en el artículo de 1987
como “santuarios, ya que las drogas no llegan en forma su-
ficiente y son causa de recaídas.”27 La decisión del tribunal
tuvo vista caminos que se bifurcan:

Luego la opción que se plantea es o enfrentar al niño


a la muerte inevitable en un breve lapso, o brindar
una posibilidad de sobrevida que puede ser superior a
ese periodo con la aplicación de los tratamientos que
la medicina ofrece. Enfrentados a esa opción, a juicio
de este Tribunal debe privilegiarse la alternativa que
científicamente ofrece una posibilidad de sobreviva
que es superior al del transcurso letal de la enferme-
dad, no existiendo motivo alguno para privar al niño
de esa alternativa. A este respecto debe ponderarse
que las argumentaciones de la madre para rehusar el
tratamiento se encuentran fundadas en un legítimo,
pero emotivo deseo de bienestar de su hijo en el corto

25  Ibídem, 277.

26  Ibídem, 279.

27  Juan Quintana et. al. “Leucemia linfoblástica aguda”, 219-224.

222 · Estudios en gubernamentalidad


tiempo, y además en el natural deseo de sustraerlo del
padecimiento que el tratamiento conlleva.28

La corte revocará la decisión basada en ese argumento,


pero va a deslindar su interpretación respecto de actuacio-
nes de los tribunales en huelgas de hambre o en oposiciones
religiosas a tratamientos médicos. La sentencia propone
una interpretación del derecho a la vida abierto a los va-
lores, al sentido de una existencia, según la cual el saber
acerca de la vida es indefinible en términos estrictamente
biológicos. Además, se propone maximizar la capacidad de
decisión del niño:

el derecho a la vida constitucionalmente garantizado


supone, primero y obviamente, el derecho a que no
se nos prive de nuestra continuidad biológica, pero
además, implica el derecho a decidir los parámetros
con los cuales viviremos nuestra existencia física y
espiritual.

Del artículo 19 N° 1 de la Constitución no se sigue, en-


tonces, la existencia de un deber de vivir (en el sentido
primario de conservar ciertas funciones biológicas) a
todo evento, a cualquier costo y bajo cualesquiera
condiciones, si ello supone una radical vulneración

28  Juan Varas, “Medida de protección terapéutica a favor de un


menor (sentencias del Tribunal de Familia y de la Corte de Apela-
ciones de Valdivia)”, 280.

La sobrevida en conflicto · 223


de la autonomía individual, y particularmente, de la
dignidad intrínseca de la persona humana. Menos,
desde luego, que el Estado tenga siempre y en todo
caso la tarea de imponer coactivamente ese deber, es-
pecialmente teniendo a la vista el contenido del inciso
tercero del artículo primero de la carta fundamental:
“El Estado está al servicio de la persona humana y
su finalidad es promover el bien común, para lo cual
debe contribuir a crear las condiciones sociales que
permitan a todos y a cada uno de los integrantes de la
comunidad nacional su mayor realización espiritual
y material posible, con pleno respeto a los derechos y
garantías que esta Constitución establece.”29

Usando una definición de vida que sobrepasa la mera bio-


logía o desnudez de la existencia, este dictamen cuestiona
la idea de una gubernamentalidad del faire vivre o laisser
mourir, que caracteriza la consideración biopolítica de la
vida. De este modo, este pronunciamiento legal desliga la
vida de una vinculación intrínseca con una economización
liberal y propone, desde el seno de una institución públi-
ca, una valoración de la vida y la muerte que despliega un
abanico de posibilidades, como por ejemplo, una discusión
del valor del régimen de verdad de la ciencia y de la auto-
nomía de un niño. En efecto, sorprende que la búsqueda de
maximización sea no ya de la función de utilidad, ni de la
optimización de la combinación de precios y AVISA , sino del

29  Ibídem, 284.

224 · Estudios en gubernamentalidad


incremento, hasta el límite de lo posible, de la opinión del
niño, produciendo ya no una canasta de servicios, sino de
derechos:

Es completamente cierto que la autonomía individual


no se reconoce plenamente por el ordenamiento ju-
rídico nacional sino hasta los dieciocho años, y que
por lo mismo esa opinión nunca podrá considerarse
definitivamente determinante. Pero la ley reconoce
que el proceso de formación de la conciencia humana
es gradual, y por lo mismo exige que la opinión del
menor sea objeto de consideración judicial, a la luz
de su edad y de sus capacidades intelectuales con-
cretas. Teniendo el niño Gómez Noa once años de
edad, y habiendo vivido antes la experiencia de un
tratamiento de quimioterapia, estima esta Corte que,
aunque fuera nada más que para una mejor ilustra-
ción, debió consultarse su parecer.30

Finalmente, respecto de esta medicina fortalecida en esta-


tuto ya no de técnica sino de ciencia, la corte se permite
reconocer sus incertidumbres, sus fragilidades, para de este
modo poner en igualdad de condiciones el valor ético y el
valor terapéutico. O, dicho en otras palabras, para no dar al
régimen de veracidad tecno-científico un privilegio ontoló-
gico-efectivo respecto del régimen de verdad ético:

30  Ibídem, 285.

La sobrevida en conflicto · 225


no puede una decisión judicial interferir en la rela-
ción médico-paciente, forzando un tratamiento de la
gravedad que tiene el que se propone al menor de
autos, cuando las probabilidades de sanación que ese
tratamiento ofrece son tan mínimas que resulta im-
posible a la ciencia médica afirmarlas, llegando solo
a aventurar que puede esperarse un 40% de posibili-
dades de sobrevida.31

VII. Consideraciones finales

La reforma de salud chilena de los años 2000 nos ha legado


algunos vocablos que impregnan el debate de la salud colec-
tiva en el Chile actual: protocolos, red, acreditación, piloto,
canastas, pagos prospectivos. Esas palabras tienen la marca
de los ensayos clínicos, de un tipo de experimentos –en este
caso, terapéutico-oncológico– que encuentran en el hospital
un lugar intermedio entre el laboratorio, la casa, la calle. Se
trata de experiencias, o si se quiere, de experimentos que
producen nuevos objetos técnicos, que se homogenizan, se
estabilizan y se hacen circular. Y como tales, se negocian
para su puesta en marcha como objetos económicos.

Hemos tratado de mostrar las modelaciones, configuracio-


nes y las reglas de cálculo con que se ha intentado capturar estos
nuevos objetos. Hemos intentado, aunque sea parcialmente,

31 Ídem.

226 · Estudios en gubernamentalidad


poner sobre la mesa la compatibilización de nomogramas
de eficiencia microeconómica, terapéutica y jurídica. Esas
reglas de cálculo, así examinadas, muestran su carácter in-
ventivo, es decir, la íntima vinculación entre materialidad y
teoría. De este modo, la economía de la salud, más que una
cosa o un ámbito, parece ser un resultado, un montaje, un
esfuerzo inventivo para animar nuevos objetos que se des-
plazan por esferas heterogéneas.

La reforma de la salud consideraba una primera ley de debe-


res y derechos, que finalmente fue más bien su coda: promul-
gada con el número 20.584, el 13 de abril del 2012 y con el
título: Regula los derechos y deberes que tienen las personas en relación
con acciones vinculadas a su atención en salud. A nuestro juicio, esta
ley es un esfuerzo por performar al enfermo como un con-
sumidor, asignándole una serie de atributos como derechos
comerciales. Así, por ejemplo, en su artículo 16, señala:

La persona que fuere informada de que su estado de


salud es terminal, tiene derecho a otorgar o denegar
su voluntad para someterse a cualquier tratamiento
que tenga como efecto prolongar artificialmente su
vida, sin perjuicio de mantener las medidas de soporte
ordinario. En ningún caso, el rechazo de tratamiento
podrá implicar como objetivo la aceleración artificial
del proceso de muerte.32

32  MINSAL, Ley 20.584 “Regula los derechos y deberes que tie-
nen las personas en relación con acciones vinculadas a su atención

La sobrevida en conflicto · 227


Se trata de derechos que sin embargo no consideran el mí-
nimo para que cualquiera pueda decir: preferiría no hacerlo.
En comparación con el pronunciamiento de la justicia en
el caso de Robinson Gómez, esta nueva versión de la ley
parece mezquina e insuficiente. Considerando al paciente
únicamente como un consumidor, esta no permite sugerir
un régimen de valor en el que la vida se resista al cálculo
estrecho de la economía.

Con esta nueva puesta a punto de la Ley de Salud, no solo


se ha evitado el suicidio político con que amenazaba el epí-
grafe, sino que también se ha arrebatado la posibilidad de
un tímido “no”. No obstante, las reglas de economización
han probado ser frágiles, inestables y vulnerables, a su vez, a
otros efectos. Lo insoportable, como dolor o como ley, puede
también a su manera ser condición para los desplazamien-
tos, traducciones y producciones de otros objetos tan frágiles
e inestables como los que aquí hemos bosquejado.

en salud”, fecha de acceso 20 de noviembre de 2015, http://www.


supersalud.gob.cl/normativa/571/articles-7564_recurso_1.pdf., 6.

228 · Estudios en gubernamentalidad


III.
Tecnologías de gobierno
en el Chile actual
El gobierno del miedo
Iván Pincheira Torres1

1  Este texto se enmarca dentro del Proyecto Fondecyt de iniciación


Nº 11170339, “Delincuencia, terrorismo y desastres naturales: un
estudio sobre la gestión gubernamental del miedo en el Chile de la
postdictadura (1990-2020)”.

El gobierno del miedo · 231


1. Introducción

ackenna instaurará el miedo en


su candidatura”; en estos términos
se promocionaba en el sitio web del
canal público de televisión, TVN, una
nueva emisión de la teleserie nocturna de la televisora esta-
tal chilena.2 La poseída, título de esta telenovela ambientada
en el Santiago de finales del siglo XIX, recrea el caso real
de Carmen Marín, la primera mujer exorcizada en nuestro
país. Transmitida a toda Latinoamérica y el mundo por la
señal internacional TV Chile, en esta historia la ciencia y
la religión se enfrentarán por determinar si los repentinos
ataques que sufre Carmen son producto de una posesión
demoníaca o, más bien, síntomas de una enfermedad.3

2 Ver: http://www.tvn.cl/teleseries/laposeida/capitulos/mackenna
-instaurara-el-miedo-en-su-campana-1678157

3 Ver: http://www.24horas.cl/tendencias/espectaculosycultura/
asi-se-grabo-la-nueva-teleserie-de-tvn-la-poseida-1665440

El gobierno del miedo · 233


Esta telenovela nocturna se basó en el libro titulado La
endemoniada de Santiago, editado por el periodista y escritor
Patricio Jara, quien “encontró y organizó esta historia”. A
partir de la recopilación de documentos existentes sobre este
caso verídico ocurrido en el invierno de 1857, en el libro se
relata el hecho del que fue protagonista una mujer llamada
Carmen Marín; una “muchacha bien parecida y de unos
20 años de edad”, según indican los registros periodísticos
de la época, quien supuestamente estaba poseída por el
demonio. Dicha situación se expresaba a través de gritos y
retorcidos movimientos espasmódicos, hasta que el presbí-
tero José Raimundo Zisternas la controla después de “seis
largos días” a través de la lectura del Evangelio, en lo que
se considera el primer caso de exorcismo registrado en el
país. También fueron testigos de este hecho una decena de
facultativos médicos, quienes emitieron informes sobre este
mismo asunto.4

4  Tal como señala el editor de este libro, “el debate a partir de la


endemoniada impulsó lo que hoy se reconoce como un hito funda-
cional de la psiquiatría chilena y su nacimiento a la vida científica,
por cuanto el estudio de los trastornos de Carmen Marín obligó a
los médicos a establecer una aguda mirada clínica, a normar un
proceso orientado a conseguir un diagnóstico sensato […] Todo,
por lo demás, al menos treinta años antes de las primeras publica-
ciones hechas por Freud y Breuer en el estudio de subconsciente
[…] El caso será incluido en un ensayo de 1974 del neurólogo y
psiquiatra Armando Roa, titulado “Demonio y psiquiatría. Apa-
rición de la conciencia científica en Chile”, en La endemoniada de
Santiago, ed. Patricio Jara (Santiago: Vergara, 2010), 16-17.

234 · Estudios en gubernamentalidad


Será a partir de estos “hechos reales” que se desarrollará
dicha producción del área dramática de Televisión Nacional
de Chile, TVN. En la telenovela, dando cuenta de las peri-
pecias acontecidas tanto a Carmen Marín como a una serie
de otros personajes que protagonizan esta obra dramática,
el guion de la teleserie nos sitúa en el Santiago de 1890; es-
cenificando un Chile regido por un gobierno liberal donde
la aristocracia conservadora y la Iglesia Católica sienten por
primera vez que están lejos del poder. En este periodo entre
guerras se habla de dos Chile, una élite ilustrada que vive los
privilegios del auge económico y otro que día a día trabaja
para poder subsistir.5 Será, pues, sobre ese marco argumen-
tativo que, en la promoción publicitaria del tercer capítulo,
emitido el domingo 31 de mayo del 2015, se indicará que
“Mackenna instaurará el miedo en su candidatura”. Aseme-
jando ser una crónica de hechos acaecidos en aquella época,
1890, dicha acción publicitaria continúa así:

Tras algunos años alejado de la política, Eleodoro


Mackenna decidió volver a la vida pública y presen-
tarse como candidato a la presidencia bajo las filas
del Partido Conservador. Pero, como sabe que el
camino no es fácil buscará la mejor forma de ma-
nipular a la gente y que vean en su gobierno protec-
ción y seguridad. “El miedo es la mejor manera de
controlar a la gente”, son las palabras con las que
Eleodoro Mackenna pretende iniciar su candidatura

5 Ver: http://es.teleserieschile.wikia.com/wiki/La_Pose%C3%ADda

El gobierno del miedo · 235


a la presidencia de la República de Chile. Basándose
en una moraleja de su infancia, está seguro que ins-
taurando el miedo podrá ganarse la confianza de la
población.

Imágenes obtenidas en: www.tvn.cl

236 · Estudios en gubernamentalidad


En lo que a nuestro propio ámbito de indagación respecta,
a través de la descripción de estos relatos –referidos tanto a
crónicas sobre acontecimientos verídicos como en lo que re-
fiere a guiones de ficción–, se hacen observables dos aspectos
relevantes de señalar. Por un lado, la condición social que
comporta el miedo; en donde la emergencia de dicho fenó-
meno emotivo se encontrará sujeta a contextos temporales y
espaciales específicos. Por el otro, el miedo como objeto de
gestión gubernamental; en donde la emergencia de dicho
fenómeno emotivo se encontrará sujeta a razonamientos,
discursos y prácticas implementadas desde instancias de
poder, colaborando intensamente en la producción del mie-
do. Ambas dimensiones, tanto el reconocimiento del orden
simbólico-cultural, económico y político en relación al cual
se suscitan escenas de miedo, como el reconocimiento de ac-
ciones que desde esferas de gobierno persiguen el control del
temor, del mismo modo en que se constituyen en elementos
que guían el trabajo académico contemporáneo efectuado
en torno a denominaciones tales como miedo, temor, terror,
pánico o inseguridad, se conformarán también en claves
analíticas estructurantes de la propuesta de investigación
que aquí ofrecemos.

En este eje de coordenadas, lo que a continuación se presen-


ta hace parte de una propuesta investigativa estructurada
de modo general a partir de la hipótesis de que, siendo asu-
midas como situaciones generadoras de conmoción social,
será en torno a los fenómenos de la delincuencia, el terro-
rismo, los desastres naturales y las epidemias que se hace

El gobierno del miedo · 237


posible observar el despliegue de específicas modalidades de
gobierno del fenómeno emotivo del miedo en el Chile de la
postdictadura. De este modo, nos hemos planteado el objeti-
vo de analizar las acciones gubernamentales implementadas
en el Chile de la postdictadura en torno a diversos episodios
generadores de temor en la población.

Sea que se trate de situaciones consideradas delictivas, de


la amenaza de acciones asumidas como terroristas, de la
condición de catástrofe establecida tras la ocurrencia de
los denominados desastres naturales tales como terremo-
tos, tsunamis o erupciones volcánicas que recurrentemente
asolan el territorio nacional, o la riesgosa propagación de
epidemias como el SIDA , la enfermedad de la “vaca loca”,
la “gripe aviar”, o los más recientes brotes de la gripe
A(H1N1), el virus Zika o el virus Ébola; estando configurados
todos estos sucesos como episodios productores de alarma o
conmoción pública, a un observador atento no le será difícil
reconocer acá algunas circunstancias significativas alre-
dedor de las cuales las personas manifiestan sentir temor.
Situando nuestro punto de observación en acontecimientos
de este tipo, junto con la descripción de algunos hechos que
dan cuenta de la prevalente presencia del temor en nuestras
contemporáneas configuraciones societales, en el transcurso
de nuestra investigación mayor nos hemos propuesto proce-
der a la caracterización de algunas de las modalidades de
intervención gubernamental urdidas en relación con estas
circunstancias colectivas de temor. Nos parece, pues, que,
en el examen de esos procesos de gestión gubernamental no

238 · Estudios en gubernamentalidad


solo colaboramos en la constitución de una opinión pública
informada respecto de los contextos situados en que se susci-
ta el miedo, sino que además podemos percibir cómo desde
discursos y prácticas de gobierno se implementan diversas
técnicas que, al proponer controlarlos, participarán activa-
mente en su misma conformación.

Desde estas claves analíticas, seguimos de cerca los aportes


proporcionados por distintas perspectivas teóricas desarro-
lladas sobre este tipo de asuntos, propuestas investigativas
a partir de las cuales podemos concluir que el proceso
subjetivo del miedo es configurado en relación, ya sea con
los específicos entornos culturales en que se suscita o con
extendidas modalidades de gestión gubernamental. De esta
manera, esperamos avanzar en la tipificación y problema-
tización –mediante el análisis de contenido de diferentes
fuentes documentales– de las condiciones de posibilidad y
las consecuencias que se suscitan toda vez que asistimos a
la elaboración de razonamientos, promoción de discursos,
desarrollo de estrategias, ejecución de planes y acciones de
gobierno –tanto público/estatales como privado/empresa-
riales– dispuestas para enfrentar distintos sucesos generado-
res de alarma y conmoción social.

Al interior de este marco mayor u objetivo general de es-


tudio, en lo que viene a continuación perseguimos fijar al-
gunas de las variables intervinientes en el proceso que se
ha venido describiendo. De particular relevancia resultará
sobre este asunto la utilización de las normas estatuidas en

El gobierno del miedo · 239


el sistema jurídico. Así, será en torno a acciones sustentadas
en disposiciones legales que tendremos ocasión de distinguir
concretas modalidades de gestión del miedo implementadas
en el Chile de la postdictadura. En este trabajo, más específi-
camente, nos referiremos al gobierno del miedo en el ámbito
del delito. Pero antes de llegar a lo recién anunciado, por el
momento nos detendremos en algunas propuestas surgidas
dentro del campo teórico contemporáneo que han llevado a
sus respectivas áreas de exploración el problema del miedo.

El miedo como fenómeno social, el mie-


do como objeto de gobierno

En primer lugar, concentrémonos en aquel aspecto o dimen-


sión que señala el carácter social que comporta el temor:
en cuanto a La endemoniada de Santiago, texto en el que se
recopilan distintas crónicas de los sucesos ocurridos el in-
vierno del 1857 en torno a Carmen Marín, “muchacha de
quien nunca más se supo una vez realizado el exorcismo”,
sus contenidos se insertan coherentemente con lo que se ha
venido posicionando como un ámbito de constante interés
para la producción académica actual, esto es, la recurrente
y marcada presencia del miedo en el devenir social. En re-
lación con situaciones o acontecimientos que son percibidos,
representados o considerados, ya sea como amenazantes,
inseguros, riesgosos o peligrosos, los individuos modelan su
conducta, regulan sus relaciones con el entorno y estructu-
ran instituciones a partir de un recurrente sentimiento de

240 · Estudios en gubernamentalidad


temor. Resulta, pues, que el caso de la endemoniada, que
atemorizó a una parte importante de los habitantes de San-
tiago en 1857, se corresponde con aquellas instancias en
donde podemos reconocer en el miedo un factor gatillante
del comportamiento. Esta historia, entonces, se adiciona al
conjunto de evidencias que dan cuenta de las diversas ma-
nifestaciones que adquiere el miedo a lo largo de la historia.
En este sentido, veamos el reporte efectuado por el diario El
Ferrocarril el día 3 de agosto de 1857, el cual no solo describe
las conmociones que sufría Carmen Marín, sino que los tras-
tornos que asimismo vivencian los habitantes de Santiago.

El sacudimiento que experimenta en su sistema ner-


vioso en los momentos del ataque se manifiesta con
una contracción espantosa y saltos violentos, unidos
a la rareza con que se presenta en los pueblos una
enfermedad de esta clase, ha dado origen para que
la ignorancia vea en este desgraciado fenómeno algo
sobrenatural y maléfico, y para que el vulgo suponga
que la enferma es una mujer endemoniada que lleva
a Satanás en sus entrañas.6

La historia acontecida en 1857 demuestra ser un ejemplo


palpable de las formas en que el fenómeno emotivo del mie-
do trascenderá el plano –pretendidamente privado– de la
experiencia individual para asentarse en la esfera pública

6  Patricio Jara, ed., La endemoniada de Santiago (Santiago: Vergara,


2010), 17.

El gobierno del miedo · 241


de la vivencia colectiva. En esta dirección, son varios los
actores que comparten escena y protagonismo junto a Car-
men Marín; “la niña espirituada”, según se consignaba en
periódicos que siguieron el caso; desfilando ante nuestra
vista sacerdotes, médicos, vecinos y periodistas. En este
paisaje es que se sitúa, tal como precisa Patricio Jara, editor
de estas crónicas que según él son “de las más aterradoras
que recuerde la historia de Chile”, el enfrentamiento entre
“la fe religiosa, empeñada en demostrar que lo ocurrido era
un caso de posesión demoníaca, y el conocimiento médi-
co-científico que situaba dicho fenómeno como un severo
caso de histeria”. Junto con la conmoción y controversias
que se fueron generando frente a la situación que afectaba
a la joven Carmen Marín, por otro lado, también es posible
referir al ambiente más general en el cual se desenvuelven el
conjunto de acontecimientos.

La historia de Carmen Marín puede leerse como una


representación del Santiago de mediados del siglo 19:
una ciudad en desarrollo, pero sin matices. Por un
lado, la urbe ilustrada, limpia, cristiana y, por otro,
una inmensa cloaca de infección y de vicio, de crimen
y de peste. “Un verdadero potrero de muerte”, en pa-
labras de Vicuña Mackenna.7

El examen y problematización de la imbricación entre mie-


do y sociedad ha venido conformándose en un fructífero

7  Ibídem, 16.

242 · Estudios en gubernamentalidad


campo interdisciplinario de investigación. A este respecto,
destacan los aportes proporcionados desde el campo his-
toriográfico. Al precisar cómo es que recurrentemente las
sociedades advierten la presencia de factores que han sido
identificados como portadores de peligro, inseguridad o
riesgo, al caracterizar las similitudes y las diferencias, las
variaciones y las constantes con que a lo largo del tiempo
este fenómeno se suscita, desde la historiografía se han pro-
porcionado relevantes elementos de análisis para el estudio
del miedo.

Tal como señala el peruano Fernando Rosas Moscoso, el


sustento general de los estudios históricos del miedo se en-
cuentra en la relación permanente e inexorable del indivi-
duo y, más aún, de las sociedades en su conjunto con el mie-
do. De esta manera, es fácil encontrar evidencias históricas
de las diversas expresiones que asume el temor colectivo.
Ahora bien, pese a que aparece como un elemento inhe-
rente a la naturaleza de los seres humanos y está presente
a lo largo de su existencia, el sentimiento de inseguridad
comporta múltiples caras y se va modificando en una inten-
sa dinámica a lo largo del tiempo. Por este motivo, Rosas
Moscoso nos propone algunas precisiones metodológicas
para su estudio, tales como: considerar la extensión espa-
cial y temporal en que se manifiesta el miedo; caracterizar
los sectores comprometidos y sus niveles de asimilación,
rechazo o indiferencia a los elementos generadores de mie-
do. Para el historiador, con la aplicación de instrumentos
de análisis teórico de este tipo será posible conocer nuevos

El gobierno del miedo · 243


factores presentes en procesos históricos que involucren al
miedo como elemento vertebrador.8

En concordancia con los anteriores lineamientos generales


para el estudio del miedo, el francés Jean Delumeau, quien
formará parte de la tradición inaugural de los estudios his-
toriográficos sobre el miedo, nos entregará una descripción
documentada de la imbricación entre temor y sociedad.
Verdadero bestiario del terror es el que recopila Delumeau
en las más de seiscientas páginas que componen El miedo
en Occidente; allí trazará el retrato de una sociedad europea
traumatizada por la peste, las guerras, las disputas religiosas
y la inseguridad permanente. Sin embargo, detrás de esta
amenazante diversidad, será el discurso y la práctica ecle-
sial el aglutinador del conjunto de los temores, fijando en la
imagen de Satán al adversario principal de los hombres. Los
hombres de Iglesia hicieron el inventario de los males que
es capaz de provocar y la lista de sus agentes: los turcos, los
judíos, los herejes, las mujeres y, especialmente, las brujas.

El discurso eclesiástico reducido a lo esencial fue el


siguiente: los lobos, el mar, las estrellas, las pestes,
las carestías y las guerras son menos temibles que el
demonio y el pecado, y la muerte del cuerpo es menos
temible que la del alma. Desenmascarar a Satán y a

8  Fernando Rosas Moscoso, “El miedo en la historia: lineamientos


generales para su estudio”, El miedo en el Perú. Siglos XVI al XX, ed.
Claudia Rosas Laura (Lima: Fondo editorial Pontificia Universidad
Católica del Perú, 2005), 23-26.

244 · Estudios en gubernamentalidad


sus agentes y luchar contra el pecado era, además,
disminuir en la tierra la dosis de las desgracias que
realmente él causaba.9

Es en este escenario, de una atmósfera obsesiva, que nos


encontramos con que desde el siglo XIV –época en la que
pestes, carestías, revueltas, avance turco y, finalmente, el
quiebre del protestantismo habían ido sumando sus efectos
traumatizantes– la cultura de la cristiandad se sintió ame-
nazada. Los dirigentes de la Iglesia y del Estado se encontra-
ban en la apremiante necesidad de identificar al enemigo.
“Es, evidentemente, Satán quien dirige, con rabia, su último
gran combate antes del fin del mundo […] En la hora de
la ofensiva demoníaca generalizada, resulta evidente que el
enemigo no está afuera de las fronteras, sino que dentro de
la ciudad misma.”10 Al inicio de los tiempos modernos, será
el miedo lo que explique la acción perseguidora en todas
direcciones, impulsada por el poder político-religioso en la
mayoría de los países de Europa.

Llegados a este punto, debemos recordar que en lo que a


nuestro propio ámbito de indagación respecta, a través de
la descripción de los anteriores relatos se hacen observables
dos aspectos relevantes de señalar. Por un lado, la condición
social que comporta el miedo; por el otro, el miedo como

9  Jean Delumeau, El miedo en Occidente (siglos XIV-XVIII). Una ciudad


sitiada (Ciudad de México: Taurus, 2008), 42.

10 Delumeau, El miedo en Occidente, 601.

El gobierno del miedo · 245


objeto de gestión gubernamental. Así, entonces, del mismo
modo en que puede ser observada su emergencia en con-
textos culturales diversos, podemos también advertir cómo
reiteradamente el miedo será tratado como un problema
de gobierno. Sobre este segundo aspecto, y en particular
sobre el relato ficcionado de La poseída, nos concentraremos
a continuación.

Más allá de interesarnos las peripecias acaecidas a los perso-


najes que hicieron parte de esta teleserie, nuestras preguntas
de investigación se dirigen hacia la particular escena de
ficción que muestra el método y estrategia ideada por Eleo-
doro Mackenna en su afán por alcanzar la presidencia de la
república. Es aquí donde surge el enunciado a través del que
se publicitaba la emisión del Capítulo 3 de la teleserie noc-
turna, en que se indica que “Mackenna instaurará el miedo
en su candidatura”.

La pregunta que esta escena novelada nos sugiere es saber si


en situaciones concretas el miedo puede presentarse efecti-
vamente como un objeto de interés gubernamental. Es decir,
en el presente estudio nos interrogamos por la posibilidad de
encontrar modalidades específicas de gestión del miedo a
nivel de razonamientos, discursos y acciones de gobierno.
Sobre esto, a la luz de los resultados obtenidos desde la pro-
ducción académica internacional, la respuesta pareciera ser
afirmativa. Los planteamientos de la historiadora mexicana
Pilar Gonzalbo Aizpuru resultan muy ilustrativos.

246 · Estudios en gubernamentalidad


El miedo es una de las pasiones propias del ser huma-
no que, como tal, ha sido analizada, desde Aristóteles
hasta nuestros días, por sociólogos, antropólogos,
psicólogos e historiadores. A lo largo de la historia
se puede apreciar cómo los hombres se agruparon
en aldeas, pueblos, villas y ciudades, con el afán de
protegerse. […] Pero con independencia del miedo
individual e instintivo, hay miedos de carácter cultu-
ral, que sólo se producen cuando el hombre vive en
sociedad. Son miedos colectivos, generados por ame-
nazas reales o imaginarias, que pueden ser manipu-
lados por quienes tienen la autoridad o la influencia;
en todo tiempo han sido los gobiernos, ya sean reyes
o democracias, ayer pudo ser la iglesia como hoy pue-
den ser los medios masivos.11

Alrededor de este plano de inferencias, esta autora buscará


fechar el momento en que los vecinos españoles de Ciudad
de México comienzan a manifestar más nítidamente expre-
siones de temor frente a los habitantes de estratos bajos; con-
juntos de individuos que ya no se identificaban únicamente
con los indios, sino que se incluían a mestizos, “vagabundo
sin hogar ni familia y esclavos y mulatos, insolentes y violen-
tos”. Esta situación habría ocurrido hacia 1692, cuando una
escasez y carestía que embargó a Ciudad de México detonó

11  Pilar Gonzalbo Aizpuru, “El nacimiento del miedo, 1692. In-
dios y españoles en la Ciudad de México”. Revista de Indias 68, no.
244 (2008), 10.

El gobierno del miedo · 247


un “alboroto que duró varias horas”, durante las cuales se
incendiaron el palacio de los virreyes y las casas del cabildo;
además, muchas tiendas fueron saqueadas. La reacción de
las autoridades fue una dura represión dirigida hacia la “ple-
be” de la ciudad, mezcla de todos los grupos resentidos por
las injusticias del gobierno y las humillaciones de los ricos
españoles. Para la norteamericana, en definitiva, respecto
del “motín de 1692” las autoridades impusieron una visión
parcial de los acontecimientos, con el doble propósito de
controlar el miedo, atribuyendo los desórdenes a determina-
dos culpables, y de alardear de su capacidad para dominar
cualquier situación de peligro que se presentase en el futuro.
En definitiva, como sucede con tantas rebeliones y protestas,
explotando el miedo suscitado por la alarma generada por
la acción de la plebe, el motín de 1692 –se sostendrá contri-
buyó a fortalecer la posición de las autoridades.

Considerando la existencia de un universo más amplio de


referencias teóricas desarrolladas sobre este mismo campo
de inquiria, esto es, “el miedo como problema político”,12 en
la precedente descripción hemos podido constatar que son
variadas las perspectivas analíticas disponibles para abordar
nuestro objeto de estudio. Situados en procesos acaecidos en
las últimas décadas, podemos comprobar la existencia de
una serie de trabajos investigativos desarrollados en torno al
significante miedo. Al interior de esta tradición internacional

12  Danny Monsálvez, “El miedo como problema político”. Tiempo


y Espacio 25 (2011): 121-130.

248 · Estudios en gubernamentalidad


de estudios, miedo, temor, pánico, terror, horror, espanto,
alarma, pavor o susto –perteneciendo todas estas denomi-
naciones a un mismo campo semántico de sentido– emer-
gen como enunciados en relación a los cuales se sucinta una
parte relevante del acontecer contemporáneo. Las personas,
las instituciones, los mercados y los estados, en siempre
renovadas circunstancias formulan ideaciones, establecen
discursos y generan acciones gatilladas por el denominado
estado emocional del miedo. Esta constatación ha venido
siendo planteada desde diversos sectores de la producción
académica contemporánea.

Para el caso chileno, tal como apreciaremos a continuación,


este es un fenómeno que también ha venido siendo abordado
desde el mundo académico. La revisión de estas lecturas no
solo nos permitirá graficar algunas de las modalidades en
que se ha desarrollado el gobierno del miedo en Chile, sino
que además, y más oportunamente a nuestros propósitos,
nos llevará a identificar lo que podemos entender como la
base constitucional-jurídica del gobierno del miedo en Chi-
le. Estos antecedentes resultan indispensables para proceder
a profundizar sobre nuestra propia línea de estudio, esto
es, la gestión del gubernamental del miedo en tiempos de
postdictadura.

El gobierno del miedo · 249


El miedo en Chile como problema
de gobierno
En su texto titulado Fear: a cultural history, la historiadora
Joanna Bourke sostiene que definir el miedo desde el prin-
cipio no sirve, por cuanto lo que la gente asegura temer en
un periodo o en otro resulta tener significativas variaciones;
“¿lo que la gente en la década de 1970 llamó miedo fue la
misma cosa que en la década de 1870?”, se pregunta. Por
este motivo, en virtud de superar estos “problemas de no-
menclatura”, en su trabajo investigativo optará por asumir
que cada vez que alguien en el pasado empleara una pala-
bra relacionada con el miedo –es decir, asustado, temeroso,
aterrorizado, etc.–, se estaba refiriendo al mismo concepto.
Para la investigadora británica las preguntas fundamentales
serán del tipo: ¿cómo se utilizaba la palabra miedo en ese con-
texto cultural? y ¿cuáles eran las normas sociales respecto de
la expresión del miedo? En estas circunstancias, afirmará
que el único acceso que tenemos a los miedos sentidos por
las personas en el pasado es a través de las cosas que ellos
dejaron atrás.

El miedo adquiere significado a través del lenguaje y


los ritos culturales. El análisis de estos ‘textos’ permite
a los historiadores seguir las fluctuaciones en la natu-
raleza del miedo, que se hacen visibles en el lenguaje
y los símbolos. Las emociones entran al archivo his-
tórico solamente entendiendo que ellas trascienden el
aislamiento de la experiencia psicológica individual

250 · Estudios en gubernamentalidad


y se presenta al sujeto inmerso en el ámbito público.
Como el antropólogo Clifford Geertz famosamente
declaró en La interpretación de las culturas (1973), “no
solo ideas, sino que las emociones también son arte-
factos culturales en el hombre”.13

En conexión con registros de este tipo, que problematizan


las consecuencias que se derivan de la mutua implicancia
existente entre emoción/miedo/sociedad, es dable encon-
trarnos con distintos tratamientos teóricos dispensados al
estudio del devenir del miedo en Chile14. Esto lo atestigua
la investigación desarrollada por Kathya Araujo en torno
a las formas de ejercicio de la autoridad. Según señala la
socióloga peruano-chilena, a nivel internacional los diag-
nósticos contemporáneos indican la existencia de una crisis
de autoridad, que se expresaría, por ejemplo, en “las dificul-
tades en la crianza de los niños, la creciente desconfianza
en las instituciones políticas, el problema de la violencia en
las escuelas.”15 En estos términos, concentrándose en las es-
feras de la familia y el trabajo, la indagación contempló la

13 Joanna Bourke, Fear: a cutural history (Londres: Shoemaker &


Hoard, 2006), 7.

14  Una revisión de distintas perspectivas de estudios sobre el mie-


do la hemos desarrollado en: Iván Pincheira, “Miedo”, en El ABC
del neoliberalismo, ed. Mary Luz Estupiñán (Viña del Mar: Commu-
nes, 2016), 165-182.

15  Kathya Araujo, El miedo a los subordinados. Una teoría de la autoridad


(Santiago: Lom, 2016).

El gobierno del miedo · 251


realización de entrevistas y de grupos de conversación-dra-
matización que arrojaron como resultado que en Chile la in-
terpretación del debilitamiento de la autoridad no es la clave
general de lectura sobre la sociedad; lo problemático no es
su debilitamiento, sino su exceso. Los modos de ejercicio de
autoridad desplegados en distintas esferas son reconocidos,
masivamente, como autoritarios. El problema que se suscita
es que, si bien se critican y rechazan las modalidades exce-
sivas de ejercicio de autoridad, es el modelo autoritario con
el que mejor se identifican los sujetos al pensarse o tener que
representar roles de autoridad.

Los individuos rechazan el autoritarismo si son objeto de


este, pero lo juzgan positivamente cuando lo aprecian como
un modo eficiente para conseguir obediencia de los otros.
En este sentido, para Araujo lo importante no es la tenden-
cia al autoritarismo; lo esencial es explicar esta ambivalencia
entre rechazo y aceptación del autoritarismo, sus motivos al
momento de encarar el ejercicio de la autoridad. Para ex-
plicar esta aporía es que surge la cuestión del miedo a los
subordinados como una línea explicativa. El autoritarismo
surgiría en relación al temor constante a ser desbordados
por aquellos sobre quienes se debería ejercer la autoridad; el
miedo a sentirse defenestrado y puesto en evidencia en su de-
bilidad para realizar esta función: “El corazón del problema
de la autoridad en Chile no es su declive generalizado, sino
la fortaleza inusual del fantasma del miedo a los subordina-
dos. Es este temor el que atraviesa a la sociedad y es el que
ordena las formas de interacción y gestión de las jerarquías

252 · Estudios en gubernamentalidad


para todos y cada uno en el momento que debemos asumir
una posición de autoridad.”16

En definitiva, para Kathya Araujo el miedo se hace presente


toda vez que las personas ocupan posiciones de autoridad,
mayor o menormente instituidas; “como padres de nuestros
hijos, como maestros, como dirigentes vecinales, como líder
de un grupo de música, o, incluso como organizador de un
paseo campestre.”17 En distintas circunstancias de la vida
en sociedad, en el contexto de una recomposición profunda
de las modalidades de enlazamientos colectivos, el fantasma
del miedo al subordinado surge con “vitalidad y brío”. Es-
tas anotaciones nos permiten conectar con dimensiones de
análisis centrales en lo que ha sido nuestro recorrido, en al
menos dos sentidos. En primer lugar, nos permite inscribir
al miedo como un fenómeno observable, y estudiable empí-
ricamente, al interior de un locus social específico. De este
modo, podemos advertir que, en el mismo sentido de lo ex-
presado por Fernando Rosas Moscoso, para quien “es fácil
encontrar evidencias históricas de las diversas expresiones
que asume el temor colectivo”, o en la misma dirección in-
dicada por Joanna Bourke, según la cual “el miedo adquiere
significado a través del lenguaje y los ritos culturales”, en el
caso tratado por Araujo, el miedo surge como un aspecto de-
tonante de los ejercicios de autoridad que son desarrollados
en distintas esferas del acontecer chileno contemporáneo.

16 Araujo, El miedo a los subordinados, 25.

17 Ibídem.

El gobierno del miedo · 253


En segundo lugar, en la problematización del fenómeno del
miedo al subordinado, el trabajo de Kathya Araujo nos per-
mite conectarnos con una serie de propuestas teóricas que,
desde nuestro punto de vista, concuerdan en señalar que el
miedo de los grupos de élite hacia los grupos subalternos
estructurará el proceso político chileno.

Hacer un estudio sobre el miedo involucra necesariamente


la realización de una historia del miedo de sus élites. A esta
conclusión parece haber arribado un sector de la producción
académica local. En esta senda nos hallamos con propues-
tas tales como la desarrollada por Alfredo Jocelyn-Holt.18
Este historiador propondrá una mirada de largo plazo para
“desentrañar y analizar” indicios de la recurrencia con que
las élites manifiestan temer a un “mundo marginal” que se
desplaza a la sombra del orden institucional establecido. Así,
hacia la década de 1830, figuras marginales tales como in-
quilinos, peones, gañanes, bandoleros, guerrilleros y vaga-
bundos, en su intento por establecerse precariamente, repre-
sentarán un serio desafío al ideal de orden imaginado por
las élites del periodo. Condensándose en figuras marginales
que poblaban los campos, las barriadas y los imaginarios de
aquel entonces, el miedo de la élite será, propiamente dicho,
el miedo al desorden.

18  Alfredo Jocelyn-Holt, El peso de la noche. Nuestra frágil fortaleza his-


tórica (Santiago: Debolsillo, 2014).

254 · Estudios en gubernamentalidad


Tal como sostiene Jocelyn-Holt, la amenaza del probable
desborde de la masa marginal y paralela será una preocu-
pación constante de las autoridades del periodo fundacional
de la república en Chile. El orden estatal inaugural, el “or-
den en forma”, se asentaría en la utilización de facultades
extraordinarias o el congelamiento del orden constitucional
y la entrega incondicionada de prerrogativas, por parte de
los intendentes, al aparato coercitivo policial. Un par de dé-
cadas más adelante, hacia 1870, es el mismo temor el que
haría pensar la remodelación urbana llevada adelante por
el intendente Benjamín Vicuña Mackenna, conducente a la
creación de un cordón sanitario profiláctico que dejaría al
margen a la barbarie que acecha a la ciudad. Continuando
con esta línea argumentativa, para Jocelyn-Holt fue miedo
lo que expresó la clase dirigente frente al enorme poder que
podría concentrarse en el presidente, todo lo cual sería un
factor gatillante de la Guerra Civil de 1891, que culminaría
con el derrocamiento del presidente José Manuel Balma-
ceda. Igualmente, miedo es lo que engendra y deja como
saldo esa seguidilla de estallidos sociales y represión que se
sucederán con una periodicidad asombrosa y preocupante:
Valparaíso en 1903, Santiago en 1905, Antofagasta en 1906,
Santa María de Iquique en 1907.

Miedo entendido como aprensión, alarma, incerti-


dumbre, angustia frente al porvenir… en fin, desa-
liento, sirve de telón de fondo de la literatura auto-
crítica que hacia fines del siglo XIX y comienzos de
siglo XX aflora una y otra vez. Recordemos también

El gobierno del miedo · 255


lo mucho que se ha hablado del miedo a innovar du-
rante la época parlamentaria […] Ciertamente fue
miedo lo que se sintió frente a Alessandri en 1920;
otro tanto ocurrió con el Frente Popular en 1938
[…] La literatura de toda la generación del 50 está
marcada, además, por el tema del miedo: miedo a
empobrecerse, a decaer, a desclasarse, a que se ponga
fin al “orden de las familias”, miedo a crecer, miedo a
los “invasores” según Egon Wolff; en fin, miedo per-
manente […] Más de alguien ha señalado respecto de
Ibáñez en 1952 (y de Jorge Alessandri en 1958 y 1970)
que el carisma de ambos se debía a que eran vistos
como figuras paternales. Otro tanto se ha dicho res-
pecto de Aylwin y Pinochet. No hay que ser freudiano
para saber que en toda imagen paterna suelen entre-
mezclarse indisolublemente respeto y temor.19

Al igual que en el caso descrito previamente por Pilar Gonzal-


bo Aizpuru respecto del motín popular ocurrido en Ciudad
de México en 1692, el miedo manifestado por las clases diri-
gentes hacia los grupos subalternos es una condición histórica
que se reitera en el caso chileno. En estas circunstancias, de
lo planteado por Jocelyn-Holt, ya podemos vislumbrar que el
miedo de los grupos gobernantes se manifestará en las for-
maciones jurídico-estatales que se han venido estructuran-
do a lo largo del tiempo. En esta misma dirección también
encontramos la propuesta analítica de Gabriel Salazar. En

19  Alfredo Jocelyn-Holt, El peso de la noche, 201-204.

256 · Estudios en gubernamentalidad


la introducción de su investigación acerca de la Violencia polí-
tica popular en Chile, Salazar sostendrá que la oposición entre el
“generalismo abstracto” condensado en el Estado y la “parti-
cularidad conflictiva” de las clases populares configuraría el
principal problema político de la sociedad chilena; y no, así,
la oposición entre dictadura militar y gobierno democrático
representativo. El problema de fondo consistiría en la incapa-
cidad del Estado para representar la conflictividad del pueblo
como conjunto de particularidades en movimiento. “Es eso,
al final de cuentas: el temor a la irreductibilidad histórica del
‘bajo pueblo’, lo que ha regido y sigue rigiendo la nerviosa
vigilancia armada de las capas dirigente. Es ese miedo, más
que otros. Pues no es lo mismo monopolizar las estructuras y
sistemas, que monopolizar la historia.”20

Para Salazar las categorías de “orden en sí” o de “Estado en


forma” se han convertido en un “axioma oficial” que han
debido respetar, aprender y asumir todos los chilenos.21 Dado
este escenario, en un trabajo referido al desenvolvimiento de
los movimientos sociales a través de la historia de Chile,22
Gabriel Salazar va a constatar cómo a lo largo del periodo

20  Gabriel Salazar, La violencia política popular en las grandes “alame-


das”. La violencia en Chile 1947-1987 (una perspectiva histórico popular)
(Santiago: Lom, 2006), 60.

21  Gabriel Salazar, Construcción de Estado en Chile (1800-1837) (San-


tiago: Sudamericana, 2007), 15.

22  Gabriel Salazar, Movimientos sociales en Chile. Trayectoria histórica,


proyección política (Santiago: Uqbar, 2012)

El gobierno del miedo · 257


republicano, teniendo como discurso legitimador el resguar-
do de un particular modelo de sociedad, se ha establecido un
marco jurídico que –a través de los textos constitucionales de
1833, 1925 y 1980– ha venido respondiendo a los miedos que
a los grupos dirigentes les provocan las masas ciudadanas. A
este respecto, la noción de “conmoción interna” es de espe-
cial relevancia. En este tenor, las formulaciones contenidas
en las constituciones de 1933, 1925 y 1980 desconocerán la
soberanía popular y se desviarán de la voluntad ciudadana.
A propósito de estas “anomias anticívicas” presentes en cada
una de estas cartas magnas, desviaciones que no han sido
nimias, se incubarán diferentes movimientos sociales ten-
dientes a resistirlas o eliminarlas.

Si bien, en lo particular, el análisis que realiza sobre los tex-


tos constitucionales busca caracterizar uno de los elementos
clave para la historización de las condiciones en que se han
desenvuelto los movimientos sociales en Chile, la propuesta
de Gabriel Salazar nos resulta pertinente por cuanto, preci-
samente, en la descripción de este proceso detallará de qué
manera los temores de la élite se encuentran contenidos en
todas estas cartas magnas. O, planteado desde otro ángulo,
la lectura de Salazar nos permite percibir cómo es que a
través de la ley los sectores gobernantes han venido fijan-
do mecanismos a través de los cuales se pretende enfrentar
mejormente episodios –considerados desde dichas esferas de
poder– productores de temor. En el tratamiento dispensado
por este historiador, serán preferentemente las organizacio-
nes ciudadanas los agentes identificados como causantes de

258 · Estudios en gubernamentalidad


sucesos de conmoción o alarma pública. De este modo, en
lo que a nuestros intereses de investigación concierne, volve-
mos a reconocer en el aparato jurídico un relevante instru-
mento utilizado para el gobierno del miedo.

En estas coordenadas, para el caso de la Constitución de


1925, lo mismo que en 1833 los constituyentes, “en este caso
Alessandri y sus amigos” focalizaron el texto en “privilegiar
a las autoridades” y en excluir a la soberanía popular expre-
sada en el ostensible trabajo desarrollado por las organiza-
ciones sociales. De modo tal que en las fórmulas contenidas
en la Constitución de 1925 se otorgarán, al igual que en
1833, “facultades extraordinarias” al presidente:

aunque las “facultades extraordinarias” no estaban


explícitamente formalizadas en la Constitución de
1925 como lo habían estado en la de 1833, de hecho
el abigarrado pero indefinido concepto de “conmo-
ción social” (que podía incluir desde motines popu-
lares y militares hasta terremotos, erupciones y otras
catástrofes telúricas) permitía dotar al Presidente –si
contaba con una mayoría adicta en el Congreso– de
facultades de ese tipo y gobernar, seis meses a lo más,
por la vía de los apetecidos decretos con fuerza de ley.23

Al igual que en las constituciones anteriores, la de 1980 se


planteó de modo excluyente. Por ello, Salazar la calificará

23 Salazar, Movimientos sociales en Chile, 95.

El gobierno del miedo · 259


como una constitución redactada de manera contra-ofensiva
y defensiva, centrada en la seguridad nacional más que en la
ciudadanía. Ello debido a que los constituyentes de 1980 “te-
mían que desde ‘lo social’ brotaran movimientos soberanos
que amenazaran la obra que, con tanto sudor intelectual, el
terrorismo militar levantó bajo el nombre de ‘Constitución
Política del Estado Nacional’.”24 Se construirá, del tal modo,
un Estado como “tiranosaurio policial de cuatro cabezas”,
haciendo referencia a la centralidad del presidente como
“primer policía del país”, así como a las figuras del Tribunal
Constitucional, el Consejo de Seguridad Nacional y el rol
central que desempeñarán las Fuerzas Armadas.

Los miedos de la élite son un actor constituyente del pro-


ceso de formación y desarrollo del Estado-nación chileno.
En esta misma ruta expositiva, en el libro titulado Cons-
titucionalismo del miedo, Renato Cristi y Pablo Ruiz-Tagle,25
provenientes de las áreas del derecho y la filosofía política,
explican cómo el esfuerzo constituyente de carácter gre-
mialista emprendido durante la dictadura cívico-militar, y
liderado por la figura de Jaime Guzmán, surge en primer
término del miedo. En ese sentido, el proyecto de Guzmán,
receloso de una democracia que podría devenir estatismo,
se plasmaría en una constitución política centrada en la
defensa de la propiedad privada.

24  Ibídem, 105.

25  Renato Cristi y Pablo Ruiz-Tagle, El constitucionalismo del miedo.


Propiedad, bien común y poder constituyente (Santiago: Lom, 2014).

260 · Estudios en gubernamentalidad


A efectos de describir cómo se inscribirá el miedo como
uno de los factores de la carta fundamental aún regente en
Chile, luego de sostener que la presencia del miedo siempre
ha acompañado a la humanidad y tiene múltiples expre-
siones, estos autores abordarán los planteamientos de dos
figuras relevantes dentro de la filosofía política actual; Cass
Sunstein y Judith Shklar. Para Sunstein, “en los regímenes
democráticos la ley responde a los miedos de la gente”. De
este modo, la ley puede ser conducida en direcciones des-
afortunadas y aun peligrosas. La solución de Sunstein es
que la ley y las instituciones conquisten el miedo a través
de procesos deliberativos, enriquecidos por el conocimiento
de expertos. Pero esto supone la existencia de gobiernos de-
mocráticos que cultiven la solidaridad entre sus ciudadanos
y no les inspiren temor por el solo objetivo de aumentar el
poder de la autoridad.

Judith Shklar, por su parte, piensa que el miedo es una ca-


racterística universal de la humanidad. Afirma que estar
vivo significa tener miedo. En este sentido, entiende el li-
beralismo como la posibilidad de hacer del miedo la norma
básica de la práctica política. El liberalismo nace a partir del
sentimiento de temor, y por ello Shklar lo caracteriza como
“liberalismo del miedo”. El liberalismo como doctrina polí-
tica tiene, según Shklar, temor al estatismo y la democracia,
y se relacionaría con el peligro que entraña la noción de bien
común, y aquello que denomina “ideologías de la solidari-
dad”. Los individuos deben tener una profunda actitud de
desconfianza respecto de la acción estatal. El liberalismo del

El gobierno del miedo · 261


miedo se traduce así en un “constitucionalismo del miedo”.
Frente a un Estado concebido como una temible amenaza,
el constitucionalismo tiene por objetivo la limitación de su
poder. El constitucionalismo del miedo se pone también al
servicio de la propiedad privada. Shklar piensa que la ruta
más efectiva de limitar el poder del Estado es la protección
constitucional de la propiedad privada. En este contexto, el
mayor de los temores de las ciudadanías liberales sería el
miedo a la expropiación. La expropiación, cuando proviene
de una política de Estado, aparece como la raíz última del
liberalismo del miedo.

A partir de estos planteamientos realizados por Shklar, y


en relación con la historia y con los principios rectores de la
constitución norteamericana, la cual se encuentra axiomá-
ticamente ligada al liberalismo del miedo recién descrito,
Renato Cristi y Pablo Ruiz-Tagle van a sostener que una
situación similar se vivenciaría en Chile, todo ello mate-
rializado en la Constitución de 1980. Para estos autores, la
génesis y orientación del texto constitucional surgido en el
marco de la dictadura militar está marcada por una defensa
del derecho de propiedad. De esta manera, nos encontramos
con que a partir de los años sesenta una minoría propietaria
logra transmitir a vastos sectores de la clase media el intenso
temor que experimenta frente a lo que se ve como un pro-
ceso de expropiación y, tal como sostuviera Jaime Guzmán,
“un aniquilamiento irreversible”.

262 · Estudios en gubernamentalidad


En definitiva, nos indican Cristi y Ruiz-Tagle, ese miedo
generalizado conduce en Chile al golpe de Estado de 1973.
Es así como, en el marco de la implementación hacia fina-
les de la década de los sesenta de las denominadas políticas
retributivas durante el gobierno del demócrata cristiano
Eduardo Frei Montalva, el mentor de nuestra regente car-
ta magna, Jaime Guzmán, identificaba al miedo como un
problema central de la sociedad chilena de aquel entonces.
“En el año 1969, el miedo a la democracia, específica-
mente a la Democracia Cristiana, lleva a Jaime Guzmán
a publicar un artículo en la revista Portada, que titula: ‘El
miedo: síntoma de la realidad político-social chilena’. Guz-
mán observa con horror que el Estado ha ido invadiendo y
controlando progresivamente los más variados campos de
la realidad nacional.”26

Pese a la riqueza analítica que nos proporciona el texto de


Cristi y Ruiz-Tagle, dejaremos hasta acá su lectura, por
cuanto más allá de su propuesta de propender hacia un
constitucionalismo republicano, basado en la solidaridad
y el acceso a bienes comunes, todo ello en contraposición
al reinante constitucionalismo liberal del miedo, lo que nos
interesa de este texto es que nos permite observar, una vez
más, que el cuerpo jurídico rector de la institucionalidad
nacional surge, en una medida importante, como el resul-
tado de los temores presentes, y acumulados, en los sectores
gobernantes. El rol desempeñado por el sistema jurídico

26  Cristi y Ruiz-Tagle, El constitucionalismo del miedo, 16.

El gobierno del miedo · 263


será, por lo tanto, el ámbito sobre el cual nos centraremos al
momento de caracterizar algunas modalidades de gobierno
del miedo en el presente.

El gobierno del miedo en Chile


de la postdictadura
En el mismo sentido de lo planteado por Kathya Araujo,
quien constataba que en distintas esferas de la vida actual,
en el contexto de una recomposición mayor de los entrela-
zamientos interpersonales, el fantasma del miedo al subordi-
nado surge con “vitalidad y brío” toda vez que las personas
ocupan posiciones de autoridad; por nuestro lado, hemos
podido comprobar que a partir de los miedos de la élite se
ha venido estructurando a lo largo de la historia nacional, en
buena medida, el entramado jurídico-estatal chileno. Se tra-
ta, pues, de una condición fundamental para comprender los
procesos de gestión gubernamental de la emoción del miedo.

En esta vía, buscando dar cuenta de los detalles de este


proceso, a partir de la propuesta de Alfredo Jocelyn-Holt
ubicábamos en distintos periodos al miedo siendo un vector
de afectación del transcurso social y estructuración de la ins-
titucionalidad estatal; todo ello a propósito de los eventuales
desbordes que los grupos marginados pudiesen ocasionar a
la particular noción de orden propuesta por la élite. Por otra
parte, con Gabriel Salazar visualizábamos de qué manera la
confrontación generada entre las necesidades frustradas de

264 · Estudios en gubernamentalidad


la clase popular y las estabilidades amenazadas de la institu-
cionalidad nacional darán como resultado el suscitamiento
de permanentes “reventones sociales” en contra de los ór-
denes culturales, económicos y políticos establecidos por
las élites nacionales. Si con Jocelyn-Holt y Salazar vamos a
reconocer en el aparato jurídico una relevante herramienta
utilizada para el gobierno del miedo, con Renato Cristi y
Pablo Ruiz-Tagle advertiremos que, del mismo modo en que
se concentra en la defensa de la propiedad privada, la regen-
te Constitución de 1980 situará al miedo como uno de los
fundamentos de las normas que guían la práctica política.

En resumen. En base a las lecturas recién reseñadas, al


abocarnos a la descripción del funcionamiento y la proble-
matización de las consecuencias que se derivan de la im-
plementación de medidas tendientes a enfrentar situaciones
generadoras de conmoción pública, sobre todo cuando fija-
mos el punto de mirada en el marco jurídico que norma las
conductas, dando cuenta por lo tanto de cómo las emociones
son moldeadas intensamente desde instancias de gobierno,
y siguiendo en este punto la lectura de la filósofa nortea-
mericana Martha Nussbaum, podemos apreciar una de las
maneras mediante las que desde instancias gubernativas se
van a “promocionar una serie de sentimientos desde los cua-
les se van introduciendo o reforzando divisiones, jerarquías
y formas diversas de desatención o cerrilidad.27

27  Martha Nussbaum, Emociones políticas. ¿Por qué el amor es tan im-
portante para la justicia? (Barcelona: Paidós, 2014), 15.

El gobierno del miedo · 265


En último término, al abordar el gobierno del miedo en
postdictadura, concentrándonos más puntualmente en la
aplicación del instrumento jurídico frente al problema del
delito, podremos notar cómo se impondrá una práctica
gubernamental autoritaria que fomenta la invisibilización y
la exclusión social, haciendo cargar con el peso de la estig-
matización a ingentes sectores poblacionales. Teniendo en
cuenta estas consideraciones, a continuación, se presentan
los lineamientos de una investigación en progreso. Aproxi-
maciones que buscan bosquejar los diagramas de poder que
se yerguen hoy en día en torno al miedo.

El gobierno del miedo a la delincuencia


en el Chile de la postdictadura
En concordancia con todo lo anteriormente planteado, lo
que acá buscamos es la caracterización de fórmulas a través
de las cuales desde instancias gubernativas se ha venido ges-
tionando el estado de temor manifestado por la población
ante acciones consideradas delictivas; lo que ha sido captado
y difundido a través de diferentes instrumentos estadísticos
recurrentemente aplicados, medios de prensa o representan-
tes de distintos sectores del espectro político. En estos térmi-
nos, podemos apreciar que será a propósito del sentimiento
de temor o inseguridad que se justificará la ejecución de las
políticas de seguridad ciudadana.

266 · Estudios en gubernamentalidad


La seguridad ciudadana será un factor estructurante de
nuestras sociedades contemporáneas. A este respecto, por
ejemplo, el criminólogo David Garland 28 constatará que a
partir de los años ochenta comenzará el declive del enfoque
de la política penal del Estado de bienestar, modelo en el
cual se asumía que la mejora de las condiciones económicas
reduciría la frecuencia del delito. Además, había un mar-
cado énfasis en la rehabilitación del infractor de la ley. El
argumento del sociólogo británico será que nuestros actua-
les dispositivos de control del delito han mutado. Desde los
años noventa en adelante, la política penal en gran parte del
mundo ha sido moldeada fundamentalmente a partir de una
combinación entre conservadurismo político y neoliberalis-
mo de libre mercado.

Coincidiendo con este esquema interpretativo, por nuestra


parte, vamos a abordar las políticas de la seguridad ciuda-
dana implementadas en Chile a través de dos ejes similares
a los recién planteados. En una primera dimensión, vemos
que las políticas de seguridad ciudadana comportan medidas
de tipo estimulante, alentadora o propositiva, que animarán
a la sociedad civil –las potenciales víctimas– a ser activos en
asumir conductas preventivas ante del delito. Será a partir
de esta articulación entre Estado y mercado, característico
de los programas de gobierno de corte neoliberal, que es
posible entender cómo desde el aparato estatal se estimulará

28  David Garland, La cultura del control. Crimen y orden social en la


sociedad contemporánea (Barcelona: Gedisa, 2012).

El gobierno del miedo · 267


a la ciudadanía para que sea activa en asumir conductas de
prevención del delito. Esta situación se hace manifiesta en el
llamado realizado desde instancias gubernamentales para
que las personas, las familias, los vecinos, los barrios realicen
conductas de autocuidado. En un contexto de minimización
de los recursos e instrumentos públicos que puedan garantizar
seguridad, deben ser los propios ciudadanos los que se deben
asegurar. Se plantea así, junto a la acción de los instrumentos
estatales, una co-gestión privatizada de la seguridad. Acá re-
sultan relevantes la elaboración de campañas y programas es-
tatales que incluyen preceptos tendientes a la responsabilidad
vecinal de sujetos privados que se unen para administrar su
propia seguridad. Destacan también los servicios y productos
ofertados en el mercado. Todo lo cual, además, redundará en
el crecimiento de la industria de la seguridad.29

En este mismo sentido, para el australiano O’Malley,30 en


el contexto de la erosión de la seguridad social, producto
del proceso de desmantelación a través de continuas priva-
tizaciones al que ha sido expuesto el Estado de bienestar,

29 Reflexiones sobre el carácter estimulante de las contempo-


ráneas prácticas de gobierno, las hemos desarrollado en: Iván
Pincheira, “La gestión noopolítica del ‘miedo’ en las actuales so-
ciedades de control”, Faro 11 (2010); Iván Pincheira, “Disciplina,
biopolítica y noopoder. Acerca de los actuales procesos de constitu-
ción de subjetividad”, Otros logos 1 (2010): 147-167.

30  Pat O’Malley, “Risk and responsibility”, en Foucault and political


reason. Liberalism, neo-liberalism and rationalities of government, eds. An-
drew Barry, et al. (Londres: UCL Press, 1996), 189-207.

268 · Estudios en gubernamentalidad


desde instancias gubernamentales se ha venido haciendo un
constante llamado a las personas para que efectúen acciones
de autocuidado en materia de prevención del delito. A este
fenómeno le denominará “nuevo prudencialismo”. En el
marco del nuevo prudencialismo, el homo prudens buscará en
el mercado variadas ofertas disponibles para satisfacer sus
necesidades vitales, tales como la seguridad.

Ahora bien, junto con esta dimensión estimulante y propo-


sitiva, indagar en el despliegue de las políticas de seguridad
ciudadana nos lleva a adentrarnos en una segunda dimen-
sión, a partir de la cual podemos vislumbrar cómo es que se
recurrirá al aparato jurídico para enfrentar el miedo provo-
cado por actos codificados como delictivos. Así, entonces,
vinculándose al entramado jurídico/estatal/policial que
la sustenta, la política de seguridad ciudadana se presenta
como una práctica represiva por parte del Estado, al ma-
terializarse en el despliegue de unas exhaustivas acciones
tendientes a la prevención, control y la persecución penal de
los sujetos considerados criminales.

Buscando precisar las modalidades a través de las cuales


desde el aparato jurídico-estatal se buscará enfrentar el mie-
do al delito, debemos señalar dos importantes reestructu-
raciones ejecutadas sobre el ámbito del derecho penal. Nos
referimos, por una parte, a la Reforma Procesal Penal que
fue implementada desde el año 2000 en adelante y, por la
otra, a la Ley de Responsabilidad Penal Adolescente que fue
promulgada el 28 de noviembre del 2005.

El gobierno del miedo · 269


Respecto a la Reforma Procesal Penal, cabe destacar lo
señalado por dos figuras que fueron responsables de la ela-
boración del diseño estratégico para su consumación; nos
referimos a la ex ministra de Justicia Soledad Alvear y al
abogado Rafael Blanco. En un texto que recoge en forma
de diálogos los diversos encuentros que hacia el año 2010
tuvieron ambos para “recordar momentos y acciones clave
en la generación de la Reforma Procesal Penal”,31 se precisa
que aquella representa uno de los esfuerzos más relevantes
y significativos de modernización del sistema de adminis-
tración de justicia llevados adelante en los últimos años en
Chile. En estos términos, el proceso de reforma tuvo como
finalidad instalar un sistema de persecución y enjuiciamien-
to criminal que, por una parte, fuera capaz de cautelar
adecuadamente los derechos de quien aparecía como impu-
tado frente al Estado, permitiendo la plena vigencia de los
derechos y garantías enunciados por la constitución. Junto
con ello se buscaba satisfacer los requerimientos de justicia
de las víctimas de los ilícitos penales.32

Al momento de formular e implementar durante la década


del dos mil esta reforma, siempre se la contempló como un
mecanismo que permitiría enfrentar el fenómeno de la de-
lincuencia. La Reforma Procesal Penal vendría a colaborar

31  Soledad Alvear y Rafael Blanco, Diálogos sobre la reforma procesal


penal. Gestación de una política pública. (Santiago: Universidad Alberto
Hurtado, s.d), 29.

32  Alvear y Blanco, Diálogos sobre la reforma procesal penal, 23.

270 · Estudios en gubernamentalidad


en la guerra contra los delincuentes que venía plasmándose
a través de las políticas de seguridad ciudadana. En este
orden de cosas, tras una década del comienzo de la puesta
en vigencia de su implementación, el balance será positivo
en cuanto a la persecución penal del delito; concretamente,
en materia de persecución penal, la reforma –se estima– ha
sido eficiente. De este modo, el nuevo modelo de investiga-
ción y enjuiciamiento criminal habría conseguido éxitos
muy significativos.

Desde luego el primer logro se refiere a la creación


del Ministerio Público como órgano especializado en
materia de persecución del delito, y la consecuente
generación de áreas de especialización por categoría
delictiva, que permite acumular información y mejo-
res estrategias de investigación, encaminando la perse-
cución penal incluso hacia tipos de criminalidad como
narcotráfico y delitos de corrupción, en los que el
sistema antiguo prácticamente no lograba resultados.33

Entendiendo que se trata de un mecanismo privilegiado para


la gestión gubernamental del miedo al delito en Chile, más
adelante nos abocaremos más detenidamente a la descrip-
ción y análisis de algunas de las implicancias que conllevará
la aplicación de esta reforma. De momento, realizaremos
una breve descripción de la segunda herramienta de carác-
ter jurídico que hemos identificado en nuestro estudio. Así,

33  Ibídem, 133.

El gobierno del miedo · 271


entonces, dentro del mismo ámbito de la política guberna-
mental en materia criminal ejecutada durante el periodo de
la postdictadura, también podemos situar la Ley de Respon-
sabilidad Penal de Adolescentes. A este respecto, en relación
con el funcionamiento de este sistema de enjuiciamiento
especial para jóvenes infractores de entre 14 y 17 años de
edad, que entrará en rigor en el año 2007, se derivan conse-
cuencias críticas. Al poco tiempo de inaugurada la Ley de
Responsabilidad Penal de Adolescentes, según el abogado y
criminólogo Julio Cortés Morales, el nuevo sistema está ma-
terialmente diseñado casi con papel calco sobre el sistema
penal de adultos. Todo lo cual significa que Chile seguirá
en deuda respecto a las obligaciones internacionales que ha
suscrito en materia de derechos de niños y adolescentes.34
Años más tarde, los investigadores en Derecho Criminal
Jaime Couso y Mauricio Duce también sostendrán que el
juzgamiento de los adolescentes infractores de ley no reviste
mayores diferencias con el tratamiento penal a los mayores
de edad. De este modo, se planteará la necesidad de un juz-
gamiento diferenciado hacia los adolescentes, que tome en
cuenta la singular situación y los derechos especiales de los
jóvenes ante el sistema penal.35

34  Julio Cortés, “La Ley de Responsabilidad Penal de Adolescen-


tes dentro de las transformaciones de largo plazo en el ámbito del
control social punitivo”, El Observador 5 (2009), 58-82.

35  Jaime Couso y Mauricio Duce, Juzgamiento penal de adolescentes


(Santiago: Lom, 2013).

272 · Estudios en gubernamentalidad


Siendo conceptualizado como “populismo penal”, a partir
de la década del noventa asistiremos a la instalación de razo-
namientos, discursos y prácticas tendientes a la implementa-
ción de medidas que procurarán robustecer los sistemas de
prevención, control y persecución penal. Tanto la Reforma
Procesal Penal como Ley de Responsabilidad Penal de Ado-
lescentes serán concebidas, sugeridas e implementadas en
esta lógica. Ahora bien, en estas condiciones, y para finalizar
nuestro recorrido, vamos a centrar puntualmente el foco de
atención sobre algunas de las consecuencias que se derivan
de la realización de la Reforma Procesal Penal chilena. A
este respecto, se destaca el hecho de la importancia que se le
ha asignado a esta Reforma desde el área misma del Dere-
cho Procesal. En este sentido se ha calificado que ha sido la
Reforma Procesal Penal una de las más relevantes, amplias,
complejas y consensuadas de cuantas ha vivido el país.

Podrá, por cierto, considerarse también muy amplia y


compleja la generación de la Constitución Política, de
1925, y más aún, la de 1980 y sus sustantivas reformas
de 1989, o como muy relevante y también consensuada,
la reforma de la justicia constitucional, pero insistimos
en que es la que tiene como máximo referente legisla-
tivo al Código Procesal Penal la que consideramos de
más amplio espectro, y de más amplia repercusión.36

36  Orlando Poblete, “Prólogo. Mirada a la historia con sugeren-


cias de futuro”, en Diálogos sobre la reforma procesal penal. Gestación de
una política pública, Soledad Alvear y Rafael Blanco (Santiago: Uni-
versidad Alberto Hurtado, s.d.), 13.

El gobierno del miedo · 273


En este ámbito problemas, en sintonía con lo explicitado
por la ex ministra Soledad Alvear y Rafael Blanco, quienes
sostuvieran párrafos más arriba que entre los objetivos de la
Reforma Procesal Penal estaba colaborar en la guerra con-
tra el delito, desde nuestra perspectiva, nos parece también
importante estar a la mira de algunas de las consecuencias
que surgen producto del funcionamiento de este renovado
sistema de administración de justicia. En esta dirección, en
términos de efectos prácticos, dentro de las consecuencias
derivadas del funcionamiento de la Reforma Procesal Penal
podremos apreciar, por ejemplo, el endurecimiento de las
penas y el aumento exponencial de la población penal.

Con el fin de comprobar esta situación, resulta relevante


la investigación dirigida por Jörg Alfred Stippel, quien al
poco tiempo de que fuera puesta en marcha la reforma en
comento, entregará información pormenorizada que recopiló
principalmente desde los compendios estadísticos anuales de
Gendarmería de Chile. Mediante la exposición de las cifras
relacionadas con el sistema penitenciario, este criminólogo
proporcionará antecedentes que muestreaban las contradic-
ciones entre resultados y postulados de la política criminal
chilena, donde “[l]as cifras demuestran que, al contrario de la
perspectiva reduccionista pretendidamente perseguida por la
Reforma Procesal Penal, la política criminal chilena favorece
el constante aumento de la tasa de encarcelamiento.”37

37  Jörg Stippel, Las cárceles y la búsqueda de una política criminal para
Chile (Santiago: Lom, 2006), 33.

274 · Estudios en gubernamentalidad


En referencia a las condiciones que deberán enfrentar los
reclusos, toda vez que se comprueba que en los últimos años
el número total de personas privadas de libertad aumentó
constantemente, una década después de que fuese publicado
el informe recién señalado de Jörg Alfred Stippel, en el Acta
elaborada por la Comisión de Visita Semestral de Cárcel de la
Corte Apelaciones de Santiago, se indicará que: “Persiste una
situación de hacinamiento que, en ocasiones, llega a estar re-
ñida con los más elementales estándares que exige la dignidad
humana.”38 El Acta referida describe, además, por ejemplo,
que hay personas que deben comer con la mano y que en al-
gunos recintos los reclusos duermen apilados unos sobre otros.

Dentro del ámbito de la política gubernamental en materia


criminal ejecutada durante el periodo de la postdictadura,
es posible comprobar consecuencias críticas. Esto es lo que
se puede constatar a propósito de lo ocurrido en la cárcel de
San Miguel en diciembre del 2010, cuando un incendio dejó
como saldo más de 81 jóvenes muertos, quienes se encon-
traban al interior de la sección de reos primerizos en dicho
recinto penitenciario para adultos, ubicado en la ciudad de
Santiago. Tal como se indica en el Acta de Veredicto pronun-
ciado en abril del 2014 por el Sexto Tribunal de Juicio Oral
en lo Penal de Santiago, respecto a las responsabilidades de
este hecho, reconocido como una de las mayores tragedias
que recuerde la historia carcelaria del país:

38  Corte de Apelaciones de Santiago, Acta Comisión de Visita Semes-


tral de Cárcel 2015, 217.

El gobierno del miedo · 275


En efecto, ha quedado sobradamente acreditado en
este juicio oral las prácticamente nulas o si se quiere
paupérrimas condiciones carcelarias que aquejan a
todos los internos habitantes de las cárceles públicas
de este país, incluyendo evidentemente en ellas al re-
cinto de San Miguel. Estas precariedades inhumanas
no son recientes, sino que obedecen a la insatisfacción
histórica de ajustar, tanto el derecho como la infraes-
tructura carcelaria, a patrones jurídicos mínimos
acordes a las garantías más básicas de la naturaleza
humana. Sin embargo, la mantención injustificada
del status quo, en consonancia con la desidia o inac-
ción de quien o quienes están llamados a promover y
garantizar el legítimo ejercicio y goce de los derechos
más elementales vinculados a la dignidad humana
han emergido como factores gravitantes al momento
de encontrar explicación al tétrico y lamentable epi-
sodio ocurrido el 08 de Diciembre de 2010.39

A partir del señalamiento de aspectos relativos a dos sus-


tanciales reestructuraciones ejecutadas en el ámbito del
derecho penal durante el periodo postdictadura –Reforma
Procesal Penal y Ley de Responsabilidad Penal de Adoles-
centes–, nos hemos propuesto hacer observable específicos
mecanismos desarrollados para la gestión gubernamental
del miedo al delito Chile. De este modo, ya sea que se busque

39  Sexto Tribunal de Juicio Oral en lo Penal de Santiago, Acta de


Veredicto, 30 de abril 2014.

276 · Estudios en gubernamentalidad


reducir las cifras de victimización o, bien, derechamente se
persiga disminuir el miedo al delito, podemos constatar que
el uso prioritario que se hace del instrumental penal tendrá
como efecto el fomento de acciones de carácter excluyente
y estigmatizador. En este camino, resultan ilustrativas las
actas emitidas desde el propio poder judicial; desde estos
informes es que se nos informará acerca de “paupérrimas
condiciones carcelarias”, “persistente hacinamiento”, “es-
tándares reñidos con lo que exige la dignidad humana” y
“precariedades inhumanas”.

En correspondencia con el planteamiento anterior, y dando


cuenta más rectamente de las condiciones de “marginación,
exclusión, desprecio y sufrimiento” que se vivencian en las
cárceles del sistema penitenciario chileno, resulta relevante
señalar la actividad convocada por una serie de organizacio-
nes –tales como la Vicaría de Pastoral Social Caritas, Hogar
de Cristo, 81 Razones, Leasur ONG – que llamaron a reunir-
se el 27 de agosto del 2017 a un costado de la cárcel de San
Miguel. Con el título Abrazo de justicia, paz y solidaridad a
la cárcel de San Miguel, se desarrolló el acto organizado en
recuerdo de todas las personas que fallecieron el “trágico” 8
de diciembre de 2010 cuando “un voraz incendio atrapó a
los internos de la torre 5 de la cárcel de San Miguel. Lamen-
tablemente, 81 de ellos fallecieron, otros tantos quedaron
heridos y el resto fue evacuado.”40 A continuación, reprodu-

40 El Desconcierto, #AbracemosLaCárcel: Convocan acto simbóli-


co para recordar a las víctimas del incendio de San Miguel, El Descon-

El gobierno del miedo · 277


cimos un extracto de la declaración emitida por las organi-
zaciones convocantes a dicha actividad, la que fue publicada
en el Fan Page de 81 Razones, agrupación conformada por
familiares y amigos de las víctimas del incendio.

La realidad carcelaria es de una indignidad que ya


no es tolerable. La miseria y la violencia se dan cita en
la cárcel, muchos lo sabemos, lo conocemos, lo hemos
visto y oído […] En una cultura en que los privados
de libertad son desechos sociales, en que no sólo viven
marginados y excluidos, sino que son despreciados y
sufren condiciones de vida indignas, nosotros quere-
mos manifestarnos y decirle al país, que ellos y ellas
nos importan […] No solo abrazamos a las personas
que están dentro de la cárcel, sino denunciamos la
injusticia estructural que encierra a pobres y que
sostiene una sociedad de marginalidad, violencia,
exclusión y desigualdad.41

cierto, 25/08/2017, Disponible en: http://www.eldesconcierto.


cl/2017/08/25/abracemoslacarcel-convocan-acto-simbolico-pa-
ra-recordar-a-las-victimas-del-incendio-de-san-miguel/

41  La declaración completa se encuentra disponible en el Fan Page


de la agrupación 81 Razones: https://www.facebook.com/events
/675471609308527/?acontext=%7B%22source%22%3A5%2C%
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278 · Estudios en gubernamentalidad


Tal como hemos venido apuntando a lo largo de este texto,
el proceso subjetivo del miedo no es ajeno a los intereses de
los ejercicios de poder. Para el caso chileno, tal como hemos
podido apreciar en lo señalado por un sector de la produc-
ción académica contemporánea, es dable sostener que el
miedo de los grupos de élite hacia los grupos subalternos ha
venido estructurando el proceso político chileno. Ello se ma-
nifiesta en las formaciones jurídico-estatales que han venido
generando a lo largo de la historia los grupos gobernantes,
las que han sido diseñadas sustancialmente para afianzar el
orden y el principio de autoridad. Ahora bien, no obstante se
declare oficialmente que a partir de la utilización de distin-
tas disposiciones legales se perseguirá enfrentar, atenuar o
extinguir sucesos causantes de temor, inseguridad o conmo-
ción pública, por nuestra parte, hemos podido comprobar
que antes que el logro de estados de seguridad individual
y paz pública, a raíz del modelo autoritario sobre el que se
han venido sustentando los distintos textos constitucionales
que han regido en el país, es posible concluir que la élites
gobernantes en el Chile republicano, más bien, introducirán
divisiones, establecerán jerarquías y reforzarán dinámicas
diversas que propenden a la marginación social. Formando
parte de este cuadro complejo, al abordar el gobierno del
miedo en postdictadura, concentrándonos más puntualmen-
te en la aplicación del instrumental jurídico frente al proble-
ma del delito, podemos notar cómo se vendrá imponiendo
una práctica gubernamental que activará mecanismos de
fomento de visibles procesos de exclusión.

El gobierno del miedo · 279


Así, pues, en atención de todos estos antecedentes, sostene-
mos que las actuales políticas implementadas para la gestión
del fenómeno subjetivo del miedo en el Chile postdictadura,
al menos las que se destilarán vía jurisconsulta, tenderán
más francamente hacia la reproducción, antes que a la in-
terrupción o deconstrucción, de un orden societal que de
forma reiterada manifiesta propiciar y contener profundas
desconfianzas en las relaciones establecidas entre quienes
ejercen un rol de autoridad y aquellos –otros– que van a
ocupar posiciones subalternas.

280 · Estudios en gubernamentalidad


Política de convivencia escolar:
gubernamentalización
de la escuela y sus tecnologías
de gobierno 1

Marcela Apablaza S.

1 Este estudio se enmarca en los resultados de la investigación


de tesis doctoral “Producción de los discursos de diferencia en el
contexto escolar: problematización de las políticas educativas chi-
lenas”, financiada por CONICYT Chile.

Política de convivencia escolar · 281


[…] El colegio se tiñe por el hecho de ser un colegio vulnerable,
de estar en un sector que la población es bastante vulnerable y yo
siento que los estudiantes se tiñen de eso. Su sana convivencia es
que ellos salen a recreo y se pelean, esos son sus juegos, entonces
es como que culturalmente lo tienen súper arraigado; para ellos
son parámetros normales de convivencia, algo que a ojos de
nosotros claramente está distorsionado.

Profesional especialista de escuela

n un contexto educativo chileno marcado


por principios neoliberales en su financiamien-
to, accountability y fuertes sistemas de medición/
fiscalización, la escuela debe responder al desafío
impulsado por las políticas de gobierno central, cuyas pre-
misas se orientan a una educación basada en el modelo de
estándares y a la vez bajo una perspectiva de derecho.

Este sistema educativo neoliberal, que se configuró a partir


de los años ochenta –durante la dictadura cívico-militar–
y que se profundizó en periodos posteriores (de los años
noventa a la fecha), sostiene en la actualidad discursos que
articulan lenguajes de igualdad, justicia, perspectiva de de-
recho y de libertad individual, Así se configura un sistema
educacional basado en una lógica de competencia por el fi-
nanciamiento, que funciona como un cuasimercado basado en
el accountability ante el aparato estatal, pero más importante
incluso, ante la sociedad como consumidores del sistema; un
sistema centrado en el cumplimiento de resultados, medidos

Política de convivencia escolar · 283


estos últimos a través del desempeño estudiantil.2 De esta
forma, la escuela y quienes la integran conforman un dispo-
sitivo de gobierno y de configuración social donde confluyen
objetivos de resultados, desempeños escolares, procesos de
normalización y modos de subjetivación tanto de estudian-
tes y sus familias, como de quienes administran y organizan
el establecimiento educacional.

Bajo este escenario, problemáticas como la violencia escolar,


la discriminación, las prácticas de exclusión y de marginali-
zación, continúan siendo un asunto de preocupación para el
campo educativo, desde distintos dominios (gubernamental,
académico o social).

En esta línea, esta investigación busca problematizar los


modos de pensar las diferencias sociales –articuladas con los
discursos de normalidad– en la política educativa, específi-
camente desde el marco normativo de convivencia escolar.
Me interesa desamarrar las formas en las que se producen,
gobiernan y gestionan los discursos de diferencia en el con-
texto educativo a partir de la Política de Convivencia Esco-
lar (2015), iluminar los discursos que la política considera y

2  Ver Cristian Bellei, El gran experimento. Mercado y privatización de la


educación chilena (Santiago de Chile: LOM, 2015); Alejandro Carras-
co, “Mecanismos performativos de la institucionalidad educativa
en Chile: pasos hacia un nuevo sujeto cultural”, Revista Observa-
torio Cultural 15 (2013): 4-10 y Alejandro Carrasco, “Educational
accountability in Chile and Findland”, en Contrasting Dynamics in
Education Politics of Extremes, ed. P. Seppänen, et al. (Rotterdam:
Sense Publishers, 2015).

284 · Estudios en gubernamentalidad


aquellos que deja de lado, las lógicas de gobierno y tecnolo-
gías que se ponen en juego. Esto nos permitirá desedimentar
lo que ha sido elaborado y fijado –parcialmente– como un
fenómeno social “dado” y “natural” y que funciona como
condiciones de producción histórico-contingentes de las di-
ferencias existentes en la escuela.

En este caso, dicha problemática trata sobre la persistencia


de discursos hegemónicos normativos y cómo estos confi-
guran determinadas prácticas políticas en las y los actores
educativos, que contribuyen a la subjetivación esencializada
de las/los estudiantes, lo que trae como consecuencia posibi-
lidades restringidas y delimitadas de acción y participación
de estos. En este sentido, el supuesto que sustenta el interés
por analizar la política en tanto discurso es que, mientras
persistan estas formas de comprender “las diferencias”
desde la política, como una categoría fija, constante e inde-
pendiente, las oportunidades de cuestionar sus efectos per-
manecerán en un alcance limitado y seguirán reafirmando
y asegurando el privilegio de una “normalidad” central en
el contexto de lo educativo, no solo a nivel de las relaciones
sociales, sino también de las formas institucionales.

Bajo este prisma, la problemática de convivencia escolar fue


una de las temáticas más latentes y urgentes de la escuela,
en cuya racionalidad de gobierno, en referencia al imagina-
rio del “estudiante ideal” y bajo una mentalidad de Estado
sobre la educación centrada en una lógica de mercado, la
escuela adopta y elabora discursos basados en supuestos de

Política de convivencia escolar · 285


clase social y de género, y a su vez, de responsabilización en
las/los estudiantes y sus familias, respecto de los resultados
por los cuales esta (como institución) será evaluada y medi-
da. Por tanto, en dicha racionalidad, la escuela internaliza
y produce una serie de tecnologías de gobierno centradas
en una lógica disciplinaria y de gobierno a distancia. Para
ello, recurre a diversos saberes y expertos, en particular, a
discursos de judicialidad-criminalidad y de intervención
psicosocial (tecnología “PSI”), incorporando nuevos actores
dentro del proceso de gestión e intervención de las diferen-
cias sociales en la escuela (psicólogo, asistentes sociales, te-
rapeutas ocupacionales, tribunal de familia, fiscalía, policía
de investigaciones y carabineros, entre otros) y desplegando
una serie de tecnologías de gobierno.

A modo de organización, en un primer momento delinearé


el marco onto-epistemológico y de intelección que guió esta
investigación. Posteriormente analizaré los nudos críticos
que sustentan la política de convivencia escolar, con foco en
la racionalidad de gobierno que la sostiene. En un tercer
movimiento, elucidaré los efectos que produce la política
pensada bajo lógicas de accountability y de una mentalidad
educativa neoliberal, haciendo énfasis en las tecnologías de
gobierno que elabora, específicamente del castigo/sanción.
Finalmente, concluiré problematizando cómo dichas lógicas
de gobierno producen y elaboran ciertos discursos sobre las
diferencias sociales, que cristalizan no solo en determinadas
formas de subjetivación, sino también en la reconfiguración
de los fines de la escuela como institución.

286 · Estudios en gubernamentalidad


I. Aproximaciones onto-epistemológicas
y de intelección
Focalizar sobre los discursos como unidad básica de confi-
guración social y en la política, desde una comprensión on-
tológica de lo político, a partir de lo cual se constituye la or-
ganización y estructura social, temporal y contingente, busca
tensionar y desestabilizar el terreno de lo que ha sido asumido
como discursos propios o estables de nuestra sociedad actual,
especialmente en lo referido al dispositivo escuela.

Tal como lo enfatizan Laclau y Mouffe,3 desde una pers-


pectiva de análisis político del discurso (en adelante APD),
relevar el discurso y lo político como entidades superpues-
tas e indisociables permitirá estudiar las maneras y lógicas
en las que la configuración de lo social se ha elaborado en
un punto de interés particular. Asimismo, desde una pers-
pectiva foucaultiana, especialmente desde los estudios de
gubernamentalidad, situar nuestro objeto de estudio con
foco en el discurso, entendido este último como prácticas
que conforman los objetos que nombra,4 es repensar el fe-
nómeno de la operación de la política y particularmente de
la producción de las diferencias, sin centrar la mirada en
el sujeto, en el “oprimido” o en el “subalterno”, sino más

3  Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, Hegemonía y estrategia socialista:


hacia una radicalización de la democracia (Buenos Aires: FCE, 2011).

4 Michel Foucault, La arqueología del saber, trad. Aurelio Garzón


(México, D.F.: Siglo XXI, 2011 [1969]), 68.

Política de convivencia escolar · 287


bien en las condiciones de producción que llevan a pensar a
ciertos sujetos en un lugar específico (de la diferencia) y a otros
en un lugar de privilegio (de la normalidad). Estas formas de
producción traen consigo efectos, no solo sobre la subjetivi-
dad de las/los individuos, sino más relevante aún, sobre la
configuración de la escuela como institucionalidad, como
conjunto heterogéneo de prácticas, de formas de gobierno,
de tácticas y mecanismos que tienen como fin la conducción
de la manera en la que nos comportamos y participamos o
no, en la configuración de lo que hoy definimos como socie-
dad. Dicha producción de sentidos se establece conforme a
ciertos fines de gobierno que se entretejen y requieren de-
terminadas operaciones para establecerse en una relación
hegemónica o bien dislocatoria.

Dicho lo anterior, esta investigación se enmarca en una


perspectiva “metodológica” ecléctica, con base onto-episte-
mológica en las teorías feministas, pues estudiar los discursos
de diferencia me remiten a las contribuciones que sus pro-
ponentes, particularmente las postestructuralistas, han de-
sarrollado en el campo.5 Asimismo, elaboré una caja de he-
rramientas conformada por dos perspectivas de intelección

5  Ver Judith Butler, Gender Trouble: Feminism and the Subversion of Iden-
titiy (New York: Routledge Classics, 2006); Joan Scott, “Decons-
tructing equality-versus-difference: Or, the uses of poststructualist
theory for feminism”, The postmodern turn: New perspective on social
theory 15 (1994): 282-302 y Elizabeth St. Pierre, “Poststructural fe-
minism in education: An overview”, International Journal of Qualita-
tive Studies in Education 13, no. 5 (2000): 477-515.

288 · Estudios en gubernamentalidad


que pueden ser puestas en diálogo, me refiero a los estudios
de gubernamentalidad6 y el APD,7 que con interés por los
discursos y lo político como componentes yuxtapuestos para
la comprensión de lo social, desde sus posicionalidades par-
ticulares, me permitieron complejizar dicha problematiza-
ción. Finalmente, como forma de aproximación al campo
de estudio, empleo la etnografía postestructural8 como guía
deconstructora de la propia mirada y su uso en el proceso
de inmersión, búsqueda e intelección del corpus de análisis.

El material de análisis fue elaborado en base a la política


como documento y la política en su operación,9 ambos sus-
tratos puestos en una relación heterogénea y a la vez indiso-
ciable, bajo la figura del dispositivo de la política.10 La po-
lítica en tanto documento, fue construida en base al marco
legislativo de la Política de Convivencia Escolar, y remite a

6  Ver Graham Burchell, et al., The Foucault Effect. Studies in Govern-


mentality (Chicago: The University of Chicago Press, 1991) y Michel
Foucault, Seguridad, territorio, población (Buenos Aires: FCE, 2006).

7  Laclau y Mouffe, Hegemonía y estrategia socialista.

8 Wanda Pillow, “Confession, catharsis, or cure? Rethinking


the uses of reflexivity as methodological power in qualitative re-
search”, International Journal of Qualitative Studies in Education 16, no.
2 (2003): 175-196.

9  Stephen Ball, “What is policy? Texts, trajectories and toolboxes”,


The Australian Journal of Education Studies 13, no. 2 (1993): 10-17.

10 Luis García, “¿Qué es un dispositivo?: Foucault, Deleuze,


Agamben”. Revista de Filosofía: A Parte Rei 74 (2011): 1-8.

Política de convivencia escolar · 289


las normativas, políticas, orientaciones, decretos y leyes que
se han elaborado en el campo y cuyo objeto de interés son
las diferencias sociales y culturales, abordadas desde una
lógica de acción-afirmativa en función de la cultura, clase
social, género y sexualidad.

La política en su operación o en tanto discurso, como la


distingue Ball,11 fue analizada a partir de las prácticas, len-
guajes, sujetos, instituciones, mecanismos y estrategias que
se organizan en torno al tratamiento de los asuntos de con-
vivencia escolar en el contexto educativo, lo cual condujo a
introducirme en el organismo administrador-sostenedor de
las escuelas y a la escuela en sí.

De esta forma, desarrollé durante seis meses la etnografía


de la escuela bajo una mirada propia de la reflexividad in-
cómoda.12 Asimismo, la elaboración de entrevistas y análisis
de documentos confeccionados por el organismo adminis-
trador-sostenedor y el texto de la política configuraron el
corpus de análisis que posibilitó los desamarres y visibiliza-
ción de nudos críticos que develaban los sistemas de gobier-
no y su actuación en el contexto educativo.

11  Ball, “What is policy? Texts, trajectories and toolboxes”.

12  Pillow, “Confession, catharsis, or cure?”, 188.

290 · Estudios en gubernamentalidad


La política como mentalidad
de gobierno
Foucault introdujo el término gubernamentalidad para referir-
se al “conjunto constituido por las instituciones, los proce-
dimientos, análisis y reflexiones, los cálculos y las tácticas
que permiten ejercer esa forma bien específica, aunque muy
compleja, de poder que tiene por blanco principal la pobla-
ción, por forma mayor de saber la economía política y por
instrumento técnico esencial los dispositivos de seguridad.”13
Complementariamente, introdujo la noción de gobierno,
como un arte específico de poder desarrollado e instalado
en Occidente y que traería consigo aparatos/tácticas espe-
cíficas y el desarrollo de un conjunto de saberes con el fin de
conducir a los sujetos bajo una autoridad que los guía y que
se responsabiliza de lo que ocurra con ellos.14

En este sentido, en virtud de su nuevo interés sobre la pro-


blemática de gobierno, Foucault reorienta su concepto de
poder hacia los mecanismos e instrumentos puestos en juego
(tecnologías de gobierno), más que insistir en la existencia de

13  Foucault introduce el concepto de “dispositivos de seguridad”


para referirse al tránsito entre el dispositivo soberano o jurídico, el
disciplinario y el de seguridad, donde este último tiene como fin la
intervención del entorno que favorezca la potencialidad de la vida
de la población. Ver Foucault, Seguridad, territorio, población, 136.

14  Nikolas Rose, et al., “Governmentality”, Legal Studies Research


Paper 94, no. 9, (2009): 1-32.

Política de convivencia escolar · 291


fuentes o bases propias de las relaciones de poder.15 De este
modo, el neologismo gubernamentalidad fusiona dos nociones
analíticas: gobierno y mentalidad, sosteniendo con ello que de-
trás de cada forma de gobierno hay una mentalidad, donde
el ejercicio del poder será caracterizado como conductas o
como “conducción de conductas” (conduct of conducts).

Visto así, el gobierno es pensado como un conjunto de rela-


ciones de poder que se ejercen en base a una racionalidad
de cálculo, las que, a su vez, constituyen formas específicas
de conocimiento que son desplegadas a través de técnicas
particulares de dirección y regulación de los comportamien-
tos, en función de determinados fines o proyectos político.16
Por lo tanto, la gubernamentalidad constituiría prácticas
sistemáticas y reguladas de gobierno, acompañadas por
elementos de una lógica particular (que no responde a una
teoría política propiamente tal), basada en el cálculo y en un
conocimiento racional de los objetivos de gobierno, es decir,
los sujetos.17

Asimismo, otro elemento clave de esta nueva lógica es la


cualidad performativa del poder basado en su ejercicio

15 Thomas Lemke, “Foucault, Governmentality and Critique”.


Rethinking Marxism: a Journal of Economics, Culture & Society 14, no.
3 (2002): 49-64.

16 Ibídem.

17  Benjamin Baez, Technologies of Government: Politics and Power in


the “Information Age” (USA: Information Age Pubishing, 2014), 18.

292 · Estudios en gubernamentalidad


indirecto, cuya efectividad estará dada por la sutileza, que
solo será posible mediante el gobierno a distancia, o como
se ejerce actualmente, a través del autogobierno. De esta
forma, se entiende el tránsito desde un gobierno disciplinar
a un gobierno liberal, donde más que fortalecer al Estado se
robustece al Estado-gobierno, a partir del cual se cautela y
promueve la libertad individual como elemento clave para el
éxito de esta racionalidad política.18 Entonces, se trataría de
generar ciertas condiciones (una espacialidad) que posibili-
ten la actividad y autoconducción de los individuos, y donde
esas condiciones demarcarán los límites de lo aceptable.

Por lo tanto, el marco de gubernamentalidad orienta su in-


terés de estudio, por un lado, hacia el objeto de gobierno,
a partir del cual levanta cuatro interrogantes clave: ¿quién
o qué es lo que se gobierna?, ¿por qué ellos deberían ser
gobernados?, ¿cómo deberían ser gobernados? y ¿hacia qué
fines deberían ser gobernados?19 Y por otra parte, específi-
camente en las sociedades neoliberales, donde el Estado deja
de ser el órgano político exclusivo para ejercer la acción de
gobierno y en su acompañamiento surgen múltiples figuras
que cumplen roles y fines específicos. Los estudios de guber-
namentalidad complejizan su interés de análisis más allá del
objeto de gobierno, extendiéndolo hacia la racionalidad que
se pone en juego, es decir, hacia el que gobierna y la manera
en la que ejerce su conducción. Por tanto, se agregan nuevas

18  Rose, et al., “Governmentality”. 32.

19 Ídem.

Política de convivencia escolar · 293


interrogantes: ¿quién gobierna qué?, ¿de acuerdo a qué ló-
gicas se gobierna?, ¿con qué técnicas? y ¿hacia qué fines?20
De esta forma, la gubernamentalidad se centrará tanto en
la racionalidad de gobierno, es decir, en “las formas o sistemas
de pensamiento sobre la naturaleza de las prácticas de go-
bierno”,21 como en las tecnologías de gobierno que se ponen
en acción para cumplir su proyecto político particular y que
subyacen a dicha racionalidad, siempre bajo el propósito de
conducir la vida de los individuos hacia fines específicos de
quienes gobiernan.22

En síntesis, la gubernamentalidad media entre poder y sub-


jetividad, articulación que hace posible analizar las formas
en que son accionadas las políticas de gobierno (entendidas
como prácticas, no como quien gobierna) con prácticas de
autogobierno.23

Bajo esta perspectiva, la mentalidad de gobierno, entendida


como una forma específica de conducción, que consiste en
razonar, calcular, pensar e intervenir en la conducta de la
población, en función de la integridad del Estado de acuerdo

20  Burchell, et al., The Foucault Effect. Studies in Governmentality.

21  Ibídem, 3.

22 Baez, Technologies of Government: Politics and Power in the “Informa-


tion Age”, 7.

23  Thomas Lemke, Foucault, Governmentality and Critique (Colorado:


Paradigm Publishers, 2011).

294 · Estudios en gubernamentalidad


al bienestar económico, y que opera en un campo relacional
de fuerzas, despliega lo que Foucault denomina mecanismos de
seguridad.24 Estos consisten en tecnologías políticas específi-
cas y propias de los Estados modernos: la economía, la natu-
ralidad de los procesos de la sociedad civil y el manejo de la
población a través de la policía como el instrumento encar-
gado de mantener el orden. Para esta investigación, resulta
interesante hacer uso de tales mecanismos de seguridad en
vinculación con el análisis de la política, pues en su conjunto
se desplegarán medios, prácticas, instituciones, a través de
las cuales se buscan incrementar las fuerzas del Estado y a
su vez, mantener el orden del mismo.25 Por tanto, esta nueva
mentalidad se interesará por las actividades cotidianas de
las/los sujetos, sus relaciones, coexistencia, sus cuidados,
necesidades, costumbres, productividad, entre otros.

Particularmente, focalizaré mi análisis en cuatro dimensio-


nes propuestas por Mitchell Dean.26 Estas son: 1) formas de
visibilidad y de oscurecimiento que trae consigo la política;
2) aspectos técnicos de los textos (significados, mecanismos,
técnicas, instrumentos, tecnologías) que se emplean para el
arte de gobernar; 3) formas de conocimiento y de experticia
que subyacen y cimientan las racionalidades de gobierno y

24 Foucault, Seguridad, territorio, población, 136.

25  Ibídem, 357.

26 Baez, Technologies of Government: Politics and Power in the “Informa-


tion Age”, 4.

Política de convivencia escolar · 295


las formas de verdad; y 4) formas de subjetivación, produc-
ción de identidades e identificaciones mediante las cuales las
lógicas de gobierno operan sobre las individualidades que
intentan elaborar o reelaborar.

Por consiguiente, siguiendo el enfoque de en el problema


que produce la política,27 indagaré sobre: ¿qué sistemas de
razonamiento-supuestos sostiene la política?, ¿a quiénes pre-
tende representar, regular, gobernar?, ¿cómo se configura
y organiza el sistema garante de gobierno, específicamente
qué tecnologías y aparatos de gobierno diseña y despliega
la política?, ¿cuáles son los efectos e implicancias para la
configuración de subjetividades, tanto en las/los estudiantes
como en las/los actores de la política? En suma, interesa
hacer visible la operación de la política y su espacialidad.

II. Política de convivencia escolar como


dispositivo de control

Desinterés por el estudio, baja autoestima, desorden,


son anárquicos, no se someten a las reglas ni a la au-
toridad, están en una constante actitud de desafío, de
cuestionarte. Hay también otras cosas asociadas, que
gracias al despistaje de los profesionales (psicólogos y
educadoras diferenciales), uno va entendiendo más a

27  Carol Bacchi, C., Women, Policy and Politics: The construction of
policy problems (Great Britain: Sage Publications, 1999).

296 · Estudios en gubernamentalidad


fondo la problemática más personal del chico, tanto a
nivel social o familiar.
Profesor, hombre de 45 años

Un profesor me comenta sobre la excesiva derivación de


estudiantes en los últimos años al área de convivencia esco-
lar, como un reflejo de la característica y composición de la
matrícula que tiene la escuela. Asimismo, su reflexión sobre
la problemática de la convivencia se centra en la idea de
vulnerabilidad como una de sus principales causas. Este modo
de construir el problema trae consigo una serie de supuestos
e implicancias que repercutirán sobre la construcción de la
escuela como institución, sobre los procesos de subjetivación
en las/los estudiantes y sobre la configuración de identida-
des que se localizan en los márgenes o en lugares de exclu-
sión social.

Bajo este escenario, el sistema educacional y su política con-


figuran un nuevo dispositivo de gobierno centralizado en
la Política Nacional de Convivencia Escolar28 y materiali-
zado en un conjunto heterogéneo de elementos articulados
en una “sobredeterminación funcional”,29 cuya resonancia
estaría dada entre: documentos políticos (reglamentaciones,

28  MINEDUC, Política Nacional de Convivencia Escolar. Fecha de acceso


20 noviembre de 2015, http://www.convivenciaescolar.cl

29  Santiago Castro-Gómez, Historia de la gubernamentalidad: razón de


Estado, liberalismo y neoliberalismo en Michel Foucault (Madrid: Siglo del
Hombre, 2010), 64.

Política de convivencia escolar · 297


instructivos y orientaciones), gestión de las/los administra-
dores y gestión de la escuela. Tales componentes entraman
la operación de la política y despliegan un aparato de vigi-
lancia-control-conducción en pos de la “normalización” o
más bien, regulación, de las/los individuos implicados en
dichos procesos educativos.

Por consiguiente, la producción de las diferencias sociales


se configura a partir de lo que denomino “dispositivo de
control-convivencia escolar”, cuyo propósito central está
orientado a la formación ciudadana bajo un marco de prin-
cipios democrático-neoliberal. Me refiero a la convivencia
escolar como dispositivo, puesto que se configura como una
red heterogénea de formaciones discursivas, que sostienen
diversos sustratos conforme a un propósito programático
que se vuelve compartido bajo cierta interrelación30 del
Estado y de la escuela. En este caso, el dispositivo de con-
vivencia entrelaza dos lógicas de gobierno: la mentalidad
de Estado, por un lado, y la mentalidad de la escuela por el
otro (que, a su vez, incluye la del órgano administrador co-
rrespondiente al DAEM), las que en conjunto se constituyen
como producción de un soporte social más amplio e incluso
global, y a la vez como constitutivas de dicha organización
social (ver figura 1).

30  García, “¿Qué es un dispositivo?: Foucault, Deleuze, Agam-


ben”.

298 · Estudios en gubernamentalidad


Figura 1. Dispositivo de convivencia escolar.

(Fuente: elaboración propia)

Política de convivencia escolar · 299


En este dispositivo, la mentalidad de Estado está confor-
mada por un marco jurídico que incluye la política como
documento (Ley de Violencia Escolar, Política Nacional
de Convivencia Escolar, instructivos, reglamentaciones,
orientaciones y documentos de apoyo técnico); una institu-
cionalidad propia (Superintendencia de Educación, Unidad
de Convivencia Escolar a nivel central-ministerial, adminis-
trativo-sostenedor y local-escuela) y una lógica de gestión,
centralizada a través de la Ley SEP, marco de gestión que
provee el soporte financiero. Asimismo, esta mentalidad
de Estado sostiene una racionalidad de managerialización y
accountability en su operación.

Interrelacionada con la lógica anterior, la mentalidad de la


escuela se configura en torno a cuatro componentes: 1) “La
unidad de inspectoría general”: la cual conforma un aparato
disciplinador-control social, constituido por la “autoridad”
en materia de disciplina escolar (Inspector General) y por un
sistema de vigilancia mayor (el equipo de inspectoría31) y un
sistema reglamentario que funciona como la Ley/sanción de
la escuela (reglamento interno) 32; 2) “El plan estratégico de
convivencia escolar”: correspondiente al aparato de gestión,

31  El Equipo de Inspectoría está integrado por 1 inspector gene-


ral, encargado de coordinar y 5 inspectores e inspectoras de patio
(2 hombres y 3 mujeres).

32  El reglamento interno corresponde a un documento de ela-


boración obligatoria, mandatado por el Ministerio de Educación
según Ley de Violencia Escolar Nº 20.536. Más adelante profundi-
zaré sobre esta tecnología. Ver MINEDUC 2011.

300 · Estudios en gubernamentalidad


conformado por dos unidades de convivencia escolar, una a
nivel del sostenedor (DAEM) y otra a nivel de escuela, siendo
esta última la encargada de elaborar el plan de gestión de
convivencia escolar para el nivel local; 3) Un componente
denominado “El psicosocial”: el cual conforma el saber
“experto” en dicha materia y corresponde a un equipo de
profesionales especialistas, comúnmente denominado por
la escuela como “el psicosocial”33; y 4) “El protocolo”: co-
rrespondiente a tecnologías de gobierno que se materializan
en acciones/mecanismos/tácticas/estrategias vinculadas a
la temática de convivencia escolar, entre las que destaco: la
sanción/castigo, las actividades extracurriculares (charlas,
presentaciones o intervenciones de las redes intersectoriales)
y los talleres implementados en el periodo escolar (ver fig. 1).

Este conjunto de elementos discursivos conforma un com-


plejo aparato político de gobierno que entrelaza ambas ló-
gicas de conducción y diversos mecanismos de control que
analizaré en este apartado. A modo introductorio, sostengo
que funciona como un dispositivo de control social que, en
su articulación con otros discursos (demandas sociales, prin-
cipios morales y éticos propios de sociedades neoliberales),

33 Como lo nombran las/los participantes de la investigación.


Este nombre deriva de la figura de “dupla psicosocial” propuesta
por la Política de convivencia escolar y enmarcada en la Ley SEP.
La dupla psicosocial está conformada por un/una asistente social
y un/una psicóloga; no obstante, la escuela que analizo, excep-
cionalmente, cuenta con un “equipo psicosocial” encargado de las
temáticas de convivencia escolar (profundizaré en su composición
más adelante).

Política de convivencia escolar · 301


se configura como un proyecto ético-político de Estado
orientado específicamente a la formación de ciudadanos y
ciudadanas chilenas neoliberales.

Del Código penal a la Política


de convivencia escolar y su accountability

En un escenario educacional donde se ha instalado una ló-


gica de administración neoliberal, centrada en la efectividad
escolar, cuyos factores claves son la medición de desempeños a
través de evaluaciones estandarizadas y de rendición de cuen-
tas, sistemas de administración y de gestión basados en la res-
ponsabilización por los resultados,34 las políticas enmarcadas
en dicho contexto tienen un modo variable de comportarse y
operar al interior de la escuela; tal como nos advierte Ball,35 la
forma de comprender y de actuar las políticas en el contexto
educativo pueden funcionar de un modo refractario, resistido
y/o rearticulado, de tal forma que su impacto puede llegar a
ser impredecible y en consecuencia obtener efectos inespera-
dos. Sin embargo, el grado de libertad que tienen los sujetos
para tales procesos de actuación de la política dependerá de
cuan restrictivas sean aquellas, pues justamente la política

34  Stephen Ball y Deboorah Youdell. Hidden privatisation in public


education: Education International Brussels. (2008); Stephen Ball, et
al. “Policy actors: doing policy work in schools”, Discourse-Studies in
the Cultural Politics of Education 32 no. 4 (2011): 625-639.

35  Stephen Ball, Foucault, power, and education (New York: Routled-
ge, 2013).

302 · Estudios en gubernamentalidad


como discurso viene a delimitar los espacios en que los indi-
viduos pueden actuar y, en este sentido, es en la materialidad
donde se sitúa la lógica de gubernamentalidad, en el arte de
gobernar en este espacio, con cálculo de la mayor “libertad”
posible, sin dejar de tener objetivos de gobierno específicos.36
Visto así, en la lógica neoliberal, la libertad funciona en base
a su inscripción en el ethos del individuo, de tal forma que este
se asuma como un sujeto libre, aun cuando los objetivos de su
conducta sean definidos por otros.37

Este énfasis en la libertad como tecnología de gobierno, en


el caso de la política de convivencia escolar, se vincula con
los discursos de “responsabilización” ya no solo de las/los
estudiantes que transgredan la norma, sino también de la
escuela como institución (y sus actores educativos), en tanto
estas no cumplan con la normativa delineada por el gobier-
no central. Por tanto, dicha interacción es el nudo que arti-
cula su operación, es decir, la interfaz entre la mentalidad de
Estado y la de la escuela, espacio en el cual se reproducen,
potencian, trastocan, reorientan y subvierten los discursos
de la política de convivencia escolar. Sin olvidar que dicha
interrelación solo es posible, en permanente diálogo con un
contexto social más amplio, y a su vez, este dispositivo como
tal funciona como condición de posibilidad de la estructura
y organización social actual.

36  Michel Foucault, Tecnologías del yo (Buenos Aires: Paidós-I.C.E.-


U.A.B., 2008).

37 Castro-Gómez, Historia de la gubernamentalidad.

Política de convivencia escolar · 303


Con respecto a la mentalidad de Estado, el marco jurídico
sobre el cual se levanta la política de convivencia escolar
chilena está constituido por un conjunto de políticas –entre
ellas, la Ley General de Educación38 – y por una serie de do-
cumentos articulados entre sí: la Política Nacional de Con-
vivencia Escolar,39 la Ley de Violencia Escolar Nº 20.536,40
Actualización de instructivo para los establecimientos edu-
cacionales sobre reglamento interno (Superintendencia de
Educación, 2013), “Orientaciones sobre la Ley de Violencia
Escolar”41 y “Gestión de la buena convivencia”.42

En primer lugar, la construcción que la política (como docu-


mento) elabora sobre el problema de convivencia escolar es
desde un enfoque basado en el déficit, es decir, desde la falta
de una “buena convivencia escolar” o, más bien, de una
convivencia escolar perturbada (a ojos de quienes elaboran

38  MINEDUC, Ley General de Educación, 20.370 C.F.R., 2009.

39  MINEDUC, Política Nacional de Convivencia Escolar.

40  MINEDUC, Ley sobre Violencia Escolar, 20.536 C.F.R., 2011.

41  MINEDUC, Orientaciones Ley sobre Violencia Escolar, 2012. Fecha


de acceso 20 de noviembre de 2015, http://www.mineduc.cl/
usuarios/convivencia_escolar/doc/201210231622380.Orienta-
ciones_Ley_violencia.pdf

42  MINEDUC. Gestión de la Buena Convivencia: Orientaciones para el En-


cargado de Convivencia Escolar y equipos de Liderazgo, (2013) Fecha de ac-
ceso 20 de noviembre de 2015, http://www.mineduc.cl/usuarios/
convivencia_escolar/doc/201309091630460.GestiondelaBuena-
Convivencia.pdf

304 · Estudios en gubernamentalidad


y accionan el documento de la política). Más evidente aún,
la ley que regula dicho marco político es la Ley de Violencia
Escolar43 , cuyo objetivo es: “Promover la buena convivencia
escolar y prevenir toda forma de violencia física o psicoló-
gica, agresiones y hostigamientos, conforme a lo establecido
en el párrafo 3º de este título”.

Las nociones que la Política de convivencia escolar promue-


ve son dos, la “buena convivencia escolar” y el “acoso esco-
lar”, referido este último a la violencia escolar, significante
nodal que sostiene el marco jurídico de la ley. “Se entenderá
por buena convivencia escolar, la coexistencia armónica
de los miembros de la comunidad educativa, que supone
una interrelación positiva entre ellos y permite el adecuado
cumplimiento de los objetivos educativos en un clima que
propicia el desarrollo integral de los estudiantes”.

Desde el enfoque de APD, podemos ver cómo la política se


elabora a partir de una articulación dicotómica a partir de
un significante clave: convivencia; que en sus reenvíos funcio-
na como dos significantes contrapuestos: buena convivencia
y acoso escolar, y cuyo significante marco o representativo
es violencia escolar. Esta articulación sostiene una aparente
contraposición entre la buena convivencia y la violencia; sin
embargo, su articulación es más bien productiva, es decir,
el uso del significante “buena” convivencia, marca una re-
lación diferencial indisociable con una “mala” convivencia

43  MINEDUC, Ley sobre violencia escolar.

Política de convivencia escolar · 305


escolar, que estaría referida a la violencia escolar. Se trataría
de una relación de oposición o binaria que, como tal, posee
la cualidad de positividad que las entrelaza y que, asimismo,
adoptan una relación de subordinación44. Esta relación, a
diferencia de lo que se establece habitualmente, se daría
por una dominancia de la violencia escolar por sobre la buena
convivencia escolar, dado que el énfasis de los discursos remar-
ca en el primer término, como una forma de problemática
social y, por consiguiente, de preocupación política. Por
tanto, la convivencia se construye a partir del déficit y bajo
un lenguaje de higienización (sano-insano) o de la presunción
del escenario negativo que aqueja a las escuelas. Aludo a la
presunción, sin la intención de negar la existencia de hechos
de violencia al interior de las escuelas; no obstante, lo em-
pleo por la distinción del supuesto o premisa que sostiene la
construcción del problema de la política: la violencia escolar.

Esta lógica binaria deja entrever dos aristas de interés para


el gobierno de la escuela y del Estado. En un sentido, el
Estado delinea un supuesto ético frente a la idea del “ser es-
tudiante”, basada en el deber ser, que se precipita en el ima-
ginario del “buen estudiante”, el cual a su vez se articula con
el ideal del “buen ciudadano/ciudadana chileno/chilena”,
bajo premisas de blancura (hombre, blanco, heterosexual).
Incluyo la cualificación de nacionalidad, porque su inclu-
sión dentro del discurso oficial sostiene premisas que me

44 St. Pierre, “Poststructural feminism in education: An over-


view”.

306 · Estudios en gubernamentalidad


parece necesario relevar, pues el énfasis en la nacionalidad
configura un tipo particular de formación ciudadana: ya no
estaríamos pensando únicamente en el “ciudadano neoli-
beral” bajo una mirada pluralista, sino por el contrario, se
trataría de un supuesto ético, que delimita una formación de
“ciudadano neoliberal nacionalista”.

A partir de esta arista, podemos distinguir el mito sobre


el espacio de la “sana convivencia escolar”, cuya configu-
ración se erige sobre la base de supuestos morales, éticos
sanitarios, elaborados desde una posición de privilegio y
autoridad. Esta posición, como veremos más adelante, en-
trelaza las dimensiones de clase, género e incluso de raza
como categoría analítica.

En otro sentido, pensar el problema desde un racionalidad


del déficit trae al menos dos consecuencias posibles: por
una parte, este modo obedece a lo que Bacchi45 nos señala
como un problema social (desde un enfoque sociológico), es
decir, responde a una mirada positivista, pues pensar la con-
vivencia bajo una mirada dicotómica y binaria cuyo fin es
erradicar la violencia es asumir el problema desde una posi-
ción acrítica y de imposibilidad en su base: justamente esta
relación binaria opera de un modo positivo donde ambos
términos de la oposición se articulan de manera productiva
entre sí.

45 Bacchi, Women, Policy and Politics: The construction of policy problems.

Política de convivencia escolar · 307


Por otro lado, enfocar el problema sobre la violencia como
algo neutral, despolitizado, aislado y que debe ser resuelto,
da cuenta de una mirada reduccionista que enmascara todo
un sistema de relaciones de poder y que trae como conse-
cuencia la puesta en acción de un régimen de gobierno que
combina un enfoque disciplinar y de responsabilización, y
que tiene como fin “conducir la conducta” de las/los suje-
tos de acuerdo a los principios establecidos y legitimados
por la sociedad actual.46 Esto lleva irremediablemente a un
levantamiento de acciones y medidas bajo un sistema de
control/disciplinario centrado en un enfoque conductista/
sancionador, cuyo fin estaría orientado, en nuestro caso, a
la seguridad social.

Todo esto resulta problemático y preocupante, pues focali-


zar sobre uno u otro (buena convivencia o violencia escolar)
exige una serie de medidas y acciones en pos de neutralizar
y reconducir para mitigar dichas conductas. Propósito que
la escuela, en tanto institución, asumirá como parte de su
proyecto educativo, superponiéndose incluso a la función
pedagógica que antes la definía.

A este marco legislativo económico se suma un componen-


te que cierra el círculo del sistema de aseguramiento de
la calidad educativa, me refiero a la Superintendencia de

46  Michel Foucault, Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, trad.


Aurelio Garzón (México, D.F.: Siglo XXI, 2011 [1986]).

308 · Estudios en gubernamentalidad


Educación47; es este organismo el que tiene la atribución de
fiscalizar y sancionar a las escuelas, en caso que incumplan
la normativa vigente. Esto se traduce en que ya no se trata
de que las escuelas funcionen como un aparato de vigilancia
exclusivo y con atribuciones independientes, sino que se con-
forma una red de vigilancia no solo hacia las/los estudiantes,
sino también institucional. En efecto, la escuela estará sujeta
al control de sus índices de violencia escolar, las medidas que
accionan en caso de denuncia de algún hecho de violencia
particular, donde la Superintendencia actuará y sancionará
dependiendo del modo en que la escuela abordó la situación.

En síntesis, en su conjunto, la Ley SEP, mediante sus líneas


prioritarias de acción y su sistema de ordenación (clasifica-
ción por desempeño) de la escuela, y la Superintendencia de
Educación, a través de su sistema de fiscalización/sanción
(generalmente económica o revocación del reconocimiento
del Estado), conforman un aparato de vigilancia/sanción
de la institución-escuela, lo cual instala en esta última una
racionalidad de gobierno donde los discursos de principios
formativos que pretende diseminar la Política de Conviven-
cia Escolar quedan relegados o se diluyen, y en su lugar se
realzan discursos disciplinadores basados en la vigilancia,
el control y la sanción. Todo esto configura la nueva gu-
bernamentalidad, cuyo elemento clave estaría dado por

47  MINEDUC, Sistema Nacional de Aseguramiento de la Calidad


de la Educación Parvularia, Básica y Media y su Fiscalización, Nº
20.529 C.F.R., 2011.

Política de convivencia escolar · 309


el gobierno a distancia. El Estado no es quien mandata a
las escuelas a generar estas acciones concretas de discipli-
namiento/control/vigilancia, sino que es la escuela quien,
situada en el intersticio de “libertad” y “autonomía” y sub-
sumida en la racionalidad de gobierno central, elabora sus
propias lógicas y tecnologías que se materializan en el apa-
rato disciplinario que intento deconstruir en esta sección.

III. Tecnologías de gobierno:


de lo disciplinar y lo “psi”
Como grafiqué anteriormente, el aparato disciplinador de
convivencia escolar (fig. 1) se compone de un conjunto de
elementos que se articulan en red y que en su particulari-
dad conforman ciertas organizaciones y materializaciones
para diferentes mecanismos/artefactos como tecnologías de
gobierno. Me refiero, al Reglamento interno, a la tecnología de
gobierno equipo de inspectoría y a la moderna tecnología del yo
cristalizada en el equipo de especialistas.

El reglamento interno: la Ley

Una de las principales tecnologías que despliega la Política


de convivencia escolar, en sus discursos oficiales, es el regla-
mento interno. Este artefacto se sostiene bajo un régimen
de poder disciplinario, cuyo propósito es la regulación de la
conducta de las/los estudiantes, y por consiguiente, su objeto

310 · Estudios en gubernamentalidad


de intervención no solo apunta al “alma” sino también al
cuerpo; su técnica se centra en la “disciplina”, entendida esta
última como un método particular “que permite el control
minucioso de las operaciones del cuerpo, que garantizan la
sujeción constante de sus fuerzas y les imponen una relación
de docilidad-utilidad”.48 En suma, esta tecnología convoca
dos lógicas de poder, el régimen disciplinario y el régimen
de control. Bajo este marco, la normativa vigente señala:

El reglamento interno deberá incorporar las políticas


de prevención, medidas pedagógicas, los protocolos
de actuación y las diversas conductas que constituyen
falta a la convivencia escolar, graduándolas de acuer-
do a su menor o mayor gravedad. De igual forma,
establecerá las medidas disciplinarias correspon-
dientes a tales conductas, que podrán incluirse desde
una medida pedagógica hasta la cancelación de la
matrícula. En todo caso en la aplicación de dichas
medidas deberá garantizarse en todo momento, el
justo procedimiento, el cual deberá estar establecido
en el reglamento.49

Esta confluencia de racionalidades disciplinaria y de gobier-


no tiene como fin último someter los cuerpos, pero no de un
modo directo, sino bajo una cierta “anatomía política”, es

48  Foucault, Vigilar y castigar, 159.

49 Actualización para los establecimientos educacionales sobre


reglamento interno, SUPEREDUC, 2013.

Política de convivencia escolar · 311


decir, explora, estudia, interviene e intenta transformar a
los sujetos en útiles, “domesticados” y “autogobernados”. Su
actuar ya no está dado por la fuerza material de sujeción,
sino por la internalización de mecanismos, procedimientos
y cálculos de sus comportamientos.50 Desde aquí se puede
hacer la relación entre poder disciplinario y gubernamen-
talidad, pues es esta última la que le otorga sutileza e invisi-
bilización al ejercicio del poder, su tránsito desde el cuerpo
a la responsabilización moral y ética de sus actores educa-
tivos, desde un gobierno basado en el control directo a la
autorregulación, pero donde el cuerpo no deja de ser blanco
de intervención. En esta línea, se puede entender como la
máxima actualización del poder, un poder que opera de un
modo sofisticado, donde la racionalidad económica y de cál-
culo mandata sus intervenciones, y cuyos ejes de actuación
son la distancia y la libertad.51

La regulación: sanción/castigo

Esta lógica disciplinaria incorpora el castigo/sanción como


una medida legítima y necesaria, pero extranormativa,
para la obtención de una “sana convivencia escolar”. En
este sentido la sanción propuesta podría ser comprendida
como una forma de resistencia a la mentalidad central, y por

50 Ídem.

51 Michel Foucault, El gobierno de sí y de los otros (Buenos Aires:


FCE, 2011).

312 · Estudios en gubernamentalidad


consiguiente funcionaría en una economía más sutil, pero a
la vez eficaz y generalizable a todo el cuerpo social, en este
caso, las/los estudiantes y sus familias.

Una de las estrategias que la escuela emplea, en respuesta


a la racionalidad de accountability accionada por el aparato
Estado, es la elaboración e implementación de un mecanis-
mo penal propio. A partir de los lineamientos centrales, la
escuela acciona un conjunto de sanciones espontáneas o ins-
taladas, que conformarán el más potente sistema disciplinar
del aparato de convivencia escolar. Basado en una lógica
donde el castigo debe exceder el placer que trae consigo
transgredir la norma,52 la escuela busca implementar mi-
croacciones que supriman la ganancia de la infracción (ej.:
requisar objetos valiosos para las/los estudiantes; premiar
con permisos e invitaciones externas a quienes tienen buen
comportamiento), transformándose, a ojos de la escuela,
en una acción de doble positividad (refuerzo por una parte
de la buena conducta y sanción a quienes se les priva de
la invitación por su “mala conducta” anterior). Lo que deja
entrever el funcionamiento de un sistema de balance moral
de “buenos” y “malos” estudiantes.

Otra de las sanciones que la escuela ha incluido dentro de


su micropenalidad son los castigos vinculados a la supresión
de tiempo en la escuela. Aun cuando, por normativa legal,
las escuelas están impedidas de aplicar sanciones que se

52 Foucault, Vigilar y castigar, 108.

Política de convivencia escolar · 313


refieran a la reducción de jornada o a la suspensión, excepto
en casos muy justificados, la escuela ha implementado un
sistema “extranormativo” de este tipo de castigos: suspen-
sión, reducción de jornada, cancelación de matrícula (se
lleva a cabo a través del intercambio de estudiantes entre
escuelas del sector), “diferido” y envío a modalidad cuatro.53
Estos artefactos que la escuela ha inventado, al margen de
la norma, pueden ser interpretados como una práctica de
resistencia, pues ante la prohibición de aplicar ciertos tipos
de castigos, y frente a los mecanismos de fuerte medición
y evaluación (cumplimiento de metas), la escuela opta por
obviar la prohibición y generar un sistema jurídico-penal al-
ternativo al dictaminado oficialmente, dado que la sanción
por el incumplimiento de las metas comprometidas es aún
mayor que transgredir la prohibición.

En referencia a los tipos de castigos, un profesional de con-


vivencia escolar me comenta:

La lectura que se tiene de las medidas formativas es:


el alumno, a través de ser sancionado con esta falta
grave, él debería después de esto, tener la capacidad
de reflexión de la conducta que en el fondo lo hizo
llegar a tener este tipo de sanción. Eso es una me-
dida formativa: entrega una formación al niño, una

53  “El diferido” y “la derivación a modalidad cuatro” se tratarían


de una especie de tiempo fuera basado en una reducción de jor-
nada y/o marginalización informal de las actividades con el grupo
curso. Esta no se informa a la autoridad ministerial.

314 · Estudios en gubernamentalidad


reflexión de la situación […] Que podría ser un casti-
go también como algún tipo de reparación de daños,
a través de una acción comunitaria, por ejemplo. […]
Él [alumno sancionado] necesita saber que lo que
hizo tiene una consecuencia, de alguna forma tiene
que internalizar esa conducta.54

Lo que este actor defiende, a nombre de la política, es la me-


dida formativa, donde el castigo varía en su significante, mas
no en su principio disciplinario de aplicación: disminuir la
conducta “negativa”, transformar y reformar. Y para dicho
propósito él demanda, en línea con la política oficial, la res-
ponsabilización moral. Desde aquí, podemos distinguir la
sutileza que trastoca el régimen disciplinario tradicional y en
articulación con el régimen de gobierno, en cuyo principio
central está la responsabilización de la conducta por parte,
en este caso, del estudiante que transgrede una norma. Pero
como ya mencioné anteriormente, dicha responsabilización
recae con mayor fuerza aún en la escuela.

El equipo de especialistas: “el psicosocial”

[…] Si el niño necesita alguna reparación o reforzamiento en la parte va-


lórica, derivemos al encargado de convivencia y su equipo de psicosociales.
Equipo Técnico -directivo, 63 años

54 Profesional Equipo Convivencia Escolar, hombre 40 años,


E-13 10.10.2014.

Política de convivencia escolar · 315


“El psicosocial” es el nombre que los miembros de la escuela
le han puesto al equipo de Convivencia Escolar, integrado
por seis especialistas del área de las ciencias sociales: tres
psicólogos, una asistente social, un terapeuta ocupacional
y una psicopedagoga. La conformación de este equipo se
gestó gradualmente a partir de la Ley SEP, con la finalidad
de abordar aquellos puntos críticos que la escuela había
identificado dentro de su Plan de Mejora Educativa (PME) y
avanzar en el cumplimiento de las metas propuestas.

Una particularidad de la gubernamentalidad neoliberal es la


incorporación de nuevos actores, como los nuevos respon-
sables de los procesos de conducción que el Estado ha ex-
ternalizado y delegado en ellos. Los especialistas, investidos
como los “expertos”, los que portan ese saber necesario
para abordar la problemática de convivencia, configuran
un nuevo componente en este aparato disciplinario/control.
Su experticia, basada en una tecnología PSI, introducirá
nuevos lenguajes y nuevos procedimientos, que cambiarán
no solo los mecanismos de control/vigilancia en la escuela,
sino también trastocarán el rol “educativo” de la institución,
convirtiéndose en una organización ya no solo formativa en
el ámbito pedagógico, sino en la piedra angular de la forma-
ción del ciudadano neoliberal y de la normalización de la
población que se desvía de dicho proyecto.

Con este equipo de especialistas como una tecnología de con-


trol/intervención, se consolida el dispositivo de convivencia
escolar. Su formación en ciencias sociales, particularmente

316 · Estudios en gubernamentalidad


en el área de “psi”, instala no solo un modo de control dis-
ciplinar, sino más aún, un aparato de saber-conocimiento
que se preocupa no solo de intervenir para “reorientar”
estudiantes, sino también estudiar, evaluar y explorar sus
conductas y comportamientos, logrando generar nuevas
formas de categorización o patrones de conducta, para así
obtener el cálculo y proyección sobre la población de gobier-
no.55 Esta racionalidad es esencial para la efectividad de un
sistema de control/disciplinador basado en la gubernamen-
talidad, puesto que sus tácticas y estrategias son resultado
de un sistema de conocimiento y saberes respecto de las/los
sujetos que tienen por objetivo gobernar.56

Al respecto, Baez57 aclara que una racionalidad de gobierno


llega a ser gubernamental cuando se convierte en técnica,
cuando su funcionamiento o autorrealización se lleva a cabo
mediante el “ensamblaje” de formas de conocimiento y una
variedad de artefactos y tecnologías, cuya finalidad es pro-
ducir ciertos resultados; y que al margen de que dichos resul-
tados sean logrados o no (lo que es irrelevante), la instalación
de la lógica de conducción es lo que prevalece. En este sen-
tido, la configuración del dispositivo de convivencia escolar
propuesto por el Estado, en su racionalidad gubernamental,

55 Baez, Technologies of Government.

56  Michel Foucault, Nacimiento de la biopolítica: Curso del Collège de


France (1978-1979, (México D.F.: Akal, 2009).

57 Baez, Technologies of Government, 7.

Política de convivencia escolar · 317


requiere del saber especialista para desplegar el gobierno a
distancia, pues la “conducción de la conducta” de los actores
educativos, principalmente de las/los estudiantes, solo será
posible en la medida que la escuela sea estudiada, analizada
e intervenida desde el dominio de las ciencias humanas. De
este modo, la piedra angular del dispositivo estaría dada por
el régimen de saber psi, el cual permite el ensamblaje con
el dominio de lo penal y a la vez constituye y legitima una
serie de conocimientos respecto de las prácticas cotidianas
de las/los estudiantes y sus profesores; así se configura como
uno de los componentes de aseguramiento de la efectividad
de esta nueva forma de gobierno.

En este sentido, cuando las/los actores hacen referencia al


“equipo psicosocial”, en virtud de un dominio de especia-
listas, demandan justamente este saber experto, para que
defina respuestas de acción inmediata y de prevención. De
esta forma, los expertos establecen los parámetros válidos y
legitimados de maneras de actuar, de comportarse y de re-
lacionarse, siendo finalmente percibidos como “la solución”.
Aquí vemos cómo la racionalidad instrumental58 opera en la
actuación de la política, y demanda una serie de supuestos
y esencialismos sobre las/los estudiantes. Además, debemos
considerar que son justamente estos nuevos regímenes de
conocimiento-poder los que reconfigurarían la noción del
sujeto de la política, del sujeto de gobierno. Ya no se tra-
taría necesariamente del estudiante con NEE , sino que la

58 Bacchi, Women, Policy and Politics: The construction of policy problems.

318 · Estudios en gubernamentalidad


preocupación principal estaría centrada en otra figura, en
una “diferencia marginal” bajo la categoría de estudiantes vul-
nerables, con problemas psicosociales. Figura que trae como
efecto problemas de “convivencia” e introduce una serie de
categorizaciones, que Baker denomina “límites de la niñez
normal”,59 generando categorías psicosociales y penales en
nuestro caso (“en riesgo”, “emocionalmente perturbado”,
“agresor”, “víctima”, “familia disfuncional”, entre otras), que
llevan a la producción de un nuevo espacio para la “otredad”
o “la diferencia”, articulado en este escenario de estudio
sobre la base de situaciones de clase social y de un saber ex-
perto propio de las ciencias humanas. Estos casos requieren
una serie de intervenciones “psicosociales” y “judiciales” (en
casos mayores) para reorientar su formación ciudadana.

IV. A modo de cierre

Los discursos que la política instala sobre el problema de


la convivencia escolar, articulados con el lenguaje de violencia
escolar, de una perspectiva de derecho y de responsabiliza-
ción sobre las/los estudiantes que transgreden las normas
–y también sobre los actores educativos–, lejos de avanzar
hacia una mejora, se profundizan, legitiman, reafirman y

59  Bernadette Baker, “La ‘infancia’ en el surgimiento y difusión


de las escuelas públicas estadounidenses”, en El desafío de Foucault.
Discurso, conocimiento y poder en la educación, eds. Thomas Popkewitz
y Marie Brennan (Barcelona: Ediciones Pomares-Corredor, 2000),
139-168.

Política de convivencia escolar · 319


eclipsan los sistemas de vigilancia/control/sanción al inte-
rior de los establecimientos educacionales.

En este sentido, lo que me interesa rescatar es la compleji-


zación de la racionalidad de gobierno vigente en la escuela:
a partir de una forma de gubernamentalidad se instala y
reproduce un sistema disciplinario y de control social. En
este, cada vez más la sutileza, la invisibilidad de su ejercicio,
de quien lo actúa, sus traspasos y tecnologías, se configuran
como un nuevo aparato de gobierno, en cuyo nivel de ela-
boración resultan clave los sistemas de saber-poder de los
mismos sujetos/objetos que pretende gobernar.

Esta forma de problematizar la política devela ciertos fines a los


que sirve, fines que en este caso se orientan hacia un proyecto
de formación ciudadana más que al proyecto pedagógico, bajo
principios neoliberales. En el caso de la escuela explorada, lo
que cuenta es la premisa de seguridad, pues se entreteje una co-
herencia entre “la Ley” que opera al interior de las escuelas, sus
aparatos de vigilancia y la institucionalidad jurídico-penal de
la nueva Ley de Responsabilidad Penal Juvenil (Ley nº 20.084),
la cual rebaja la edad de imputabilidad de delitos a los 14 años
y establece una serie de protocolos de acción e intervención,
basados en el control y la sanción (ligada a la restricción del
principio de libertad). Establezco dicha relación dado el con-
texto en el que la escuela es localizada, tanto por sus actores,
como por las/los administradores, atribuyéndole el lugar de
“escuela periférica”, “marginal”, en relación a las “escuelas del
centro” que ocupan un estatus de mayor “privilegio”.

320 · Estudios en gubernamentalidad


Este cálculo y la proyección en base a “patrones”, a la que
se refiere este actor, dan cuenta de la biopolítica que opera
en torno a una racionalidad de gobierno de la política de
convivencia escolar, en cuya elaboración el saber experto
se identifica como un elemento clave. Dicha mentalidad
sostiene y pone a circular discursos de higienización de un
determinado grupo (categorizado como “vulnerable”) en su
actuación, cuyo resultado recaerá en determinadas formas
de subjetivación de estudiantes.

En este sentido, veo una nueva institucionalidad de la escuela,


una nueva identidad de la escuela periférica, posición que no
ha sido asumida por sus actores, que resisten. Sin embargo,
quienes la habitan como sujetos de gobierno (los estudiantes
y sus familias), bajo prácticas micropolíticas reiteradas y coti-
dianas, tensionan los proyectos educativos que se mantienen
bajo este contexto de neoliberalización y pobreza.

Política de convivencia escolar · 321


Sobre los autores

Rodrigo K army Bolton. Doctor en Filosofía por la


Universidad de Chile. Profesor e Investigador del Centro
de Estudios Árabes y del Departamento de Filosofía de la
Facultad de Filosofía y Humanidades de la misma universi-
dad. Director del Proyecto de Iniciativa Bicentenario para
conformar un “Núcleo Transdisciplinar de Estudios en
Gubernamentalidad” (2015-2016). Ha publicado múltiples
artículos, conferencias y seminarios en Chile, Argentina,
México, España y Brasil.

Luna Follegati Montenegro. Doctora© en Filosofía Po-


lítica y Magíster en Comunicación Política e Historiadora
de la Universidad de Chile. Sus líneas de investigación se
vinculan a dos ejes temáticos, abordados tanto desde la filo-
sofía política contemporánea como desde la historia: la tran-
sición a la democracia, surgimiento, gubernamentalidad y
disputas conceptuales; y el movimiento feminista en Chile.
Actualmente es académica del Magíster de Género y Cultu-
ra, mención Ciencias Sociales, de la Universidad de Chile.

Sobre los autores · 323


Sergio Villalobos -Ruminott. Profesor de literatura de
la Universidad de Michigan. Autor de Soberanías en suspenso.
Imaginación y violencia en América Latina (2013) y Heterografías
de la violencia. Historia Nihilismo Destrucción (2016). Trabaja
las transformaciones socio-cultuales y las formas de imagi-
nación contemporáneas, atendiendo a las mutaciones de la
soberanía y de los procesos de acumulación actuales.

K amal Cumsille M arzouka. Doctor en Filosofía por la


Universidad de Chile. Académico del Centro de Estudios
Árabes de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la
misma universidad. Sus líneas de investigación son la filo-
sofía árabe clásica, la filosofía contemporánea, la historia
del pensamiento político y la política árabe contemporánea.

Hugo Sir R etamales. Sociólogo por la Universidad Al-


berto Hurtado. Magíster y doctorando en Ciencias Sociales
por la Universidad de Chile. Actualmente es docente de
la carrera de sociología de la Universidad Andrés Bello e
investigador asociado a LaPSoS. Su investigación se enfo-
ca tanto en el mercado del trabajo como en los problemas
epistemológicos, morales y políticos asociados a la gestión
de la salud y al malestar de la población y los individuos
en un mundo en ruinas. Es parte del Grupo de Estudios
Experimentales Paul K. Feyerabend y del colectivo comuni-
cacional espectral Vitrina Dystópica.

324 · Estudios en gubernamentalidad


Jimena Carrasco M adariaga. Terapeuta ocupacional y
Doctora en Psicología Social por la Universidad Autóno-
ma de Barcelona. Actualmente es profesora auxiliar de la
Facultad de Medicina de la Universidad Austral de Chile.
Ha investigado principalmente los sistemas de salud mental
en Chile, las tecnologías de producción de subjetividad y su
relación con lógicas de gobierno.

A rthur A rruda L eal Ferreira. Psicólogo y Doctor en


Psicología por la Pontificia Universidad Católica de São
Paulo. Ha realizado postdoctorados en la Universidad Na-
cional de Educación a Distancia (Madrid) y en la Pontificia
Universidad Javeriana (Bogotá). Es profesor asociado del
Instituto de Psicología de la Universidad Federal de Río de
Janeiro. Sus principales líneas de investigación son la histo-
ria y la epistemología de la psicología, la producción de sub-
jetividad y los estudios sociales de la ciencia y la tecnología.

Yuri Carvajal Bañados. Médico cirujano por la Uni-


versidad de Valparaíso y Doctor en Salud Pública por
la Universidad de Chile. Director (ADP) del Hospital de
Puerto Montt y profesor asistente de Epistemología en el
Doctorado de Salud Pública y de Administración de Datos
en el Magíster de Salud Pública de la Universidad de Chile.
Miembro de HUMUS editores. Entre sus publicaciones
destacan: Volver al hospital. Por una salud pública integrada a las
clínicas (2016) y la coedición, junto a María José Correa, de
Historia de los medicamentos. Apropiaciones e invenciones en Chile,
Argentina y Perú (2016).

Sobre los autores · 325


Tuillang Yuing A lfaro. Doctor en Filosofía por la Pon-
tificia Universidad Católica de Valparaíso. Actualmente es
profesor en el Colegio Alonso de Quintero. Investigador in-
dependiente en las áreas de filosofía de las ciencias sociales
y filosofía contemporánea. Autor de Tras lo singular. Foucault y
el ejercicio del filosofar histórico (2017).

Iván P incheira Torres. Sociólogo por la Universidad de


Concepción y Doctor en Estudios Americanos por la Uni-
versidad de Santiago de Chile. Profesor de la Facultad de
Ciencias Sociales de la Universidad de Chile. Sus principa-
les áreas de investigación son el cuerpo, las emociones, la
gubernamentalidad neoliberal y los movimientos sociales.
Entre sus publicaciones se destacan: Organizaciones juveniles en
Santiago de Chile. Invisibles_Subterráneas (2009, en co-autoría); la
coordinación de Archivos de frontera: el gobierno de las emociones
en Argentina y Chile del presente (2012); y Espacios del conocimiento:
sujeto, verdad, heterotopías. A 30 años de la muerte de Michel Fou-
cault (2016, comp.).

M arcela A pablaza S. Terapeuta ocupacional y Doctora


en Ciencias de la Educación por la Pontificia Universidad
Católica de Chile. Actualmente es profesora auxiliar de la
Facultad de Medicina de la Universidad Austral de Chile.
Su investigación se centra principalmente en el sistema edu-
cacional chileno, desde el enfoque de la gubernamentalidad
y el análisis político del discurso.

326 · Estudios en gubernamentalidad

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