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TEMA RELEVANTE
MARCO NORMATIVO
• Código Civil: arts. 660, 661, 662, 672, 673, 677, 682, 723, 729, 788 y 830.
I. Premisa
Ahora bien, la base del actual proyecto de reforma ha sido el fruto del trabajo de una
Comisión originalmente conformada por los profesores Mario Castillo Freyre, Gastón
Fernández Cruz y Miguel Bueno Olazábal. A efectos de la presente investigación, me
interesa destacar, sin restar méritos a los profesores aludidos, que ninguno tenía como
especialidad el derecho hereditario. Tal circunstancia resulta trascendental en la
medida que las críticas que formularé al proyecto son, fundamentalmente, técnicas y
persiguen que el proyecto sea coherente con el resto de la legislación sucesoria.
Consecuentemente, adelanto desde ya que mis objeciones no serán de cariz teórico ni
importarán una distinta valoración de las doctrinas que explican el derecho de
sucesiones, por lo que, al menos en ese punto, no debieran generar mayor debate.
No cabe duda de que todos los sistemas jurídicos que reconocen la propiedad privada,
afrontan un doble orden de problemas referido a su transferencia intergeneracional. En
aras de simplificar el punto quisiera presentarlo en dos grupos de preguntas. En primer
término, ¿cómo y en qué momento, se transfiere la herencia? En segunda instancia se
fijará, ¿a quiénes se transfiere la herencia? Y ¿qué límites enfrenta el causante para
transferir sus activos a terceros?
No es propósito de este artículo dilucidar qué países se adscriben a tal o cual opción,
ni mucho menos explicar cuál sería la mejor solución para el Perú, a la luz de las
peculiaridades tanto de nuestro sistema jurídico, como de nuestra sociedad. Lo que me
interesa subrayar es la opción legislativa peruana y cómo ha sido formulada.
En el caso peruano se observa una pequeña dificultad operativa. En el artículo 660 del
Código Civil se señala que con la muerte del de cuius la herencia se transmite
“inmediatamente” a los sucesores; sin embargo, solo algunos artículos después,
especialmente en el artículo 677 del Código Civil, el legislador nacional estableció que
los efectos de la aceptación y de la renuncia a la herencia se retrotraen a la apertura
de la sucesión (la muerte del causante). Consecuentemente, surge la duda de si lo que
transmite la herencia es la aceptación o la muerte del causante.
ii) Transferencia mediante aceptación, es decir, se requiere que el sucesor emite una
declaración de voluntad premunida de ciertas formalidades para que la herencia se
considere aceptada; y
Existe, sin embargo, una posibilidad adicional, la cual se encuentra presente, por
ejemplo, en el Code Napoléon. Esta alternativa no es nueva, sino que combina las
opciones (i) y (ii) a causa de razones históricas. En concreto, se superponen dos
principios de Derecho consuetudinario: el primero, de origen germánico y que se
sintetiza en la idea de que el heredero ingresa, de modo inmediato, en la posesión de
los bienes del de cuius con el deber de satisfacer todas las deudas hereditarias (art.
724 del Code); y el segundo, de origen francés, se refiere a que nadie es heredero si
así no lo desea (art. 775 del Code).
Así, la aceptación de la herencia sería una conditio iuris que confirma la transferencia
acaecida con la muerte del causante. Naturalmente, la aceptación tendría efectos
retroactivos a la fecha de la apertura de la sucesión. Cabe destacar que esta
interpretación no enerva la posibilidad de que el heredero renuncie a la herencia, la
cual actuaría como una condición resolutiva de la transferencia producida ope legis y
cuyos efectos también se retrotraerían a la apertura de la sucesión.
Todo lo anterior es relevante en la medida que el sistema sucesorio peruano replica las
reglas del sistema francés en lo relativo a la transferencia y adquisición de la herencia.
La situación no es desconocida para los especialistas nacionales en materia de
sucesiones, quienes, desde la entrada en vigencia del Código Civil, asumieron –
consciente o inconscientemente– la solución francesa y, por tanto, la explicación de
que la muerte transfiere la herencia a favor del sucesor.
Una vez aclarado este extremo del debate es necesario establecer qué aspecto del
patrimonio del causante se transfiere a favor de los herederos. Un amplio sector de
abogados nacionales considera, sobre la base de la redacción del artículo 660 del
Código Civil, que el patrimonio a ser transferido a los sucesores no solamente incluye
los bienes y derechos que ostentaba el causante al momento de la muerte, sino
también las obligaciones asumidas por aquel y que se encuentran pendientes de
ejecución. En síntesis, los abogados (y académicos) no especialistas en sucesiones
piensan –erradamente– que de acuerdo con el sistema jurídico peruano, las
obligaciones se transfieren a los herederos5.
La realidad difiere sustancialmente de lo dicho. El heredero no se encuentra obligado a
asumir, con su propio patrimonio, el costo económico de las deudas del causante; en
los hechos, es el patrimonio hereditario a ser trasmitido el que soporta el impacto que
significa honrar todas las obligaciones pendientes de cumplimiento que sobrevivan al
deceso del causante6. La acción del heredero se limitará, por tanto, a emplear los
recursos o los productos del patrimonio de su causante para honrar las obligaciones de
este y no es que deba disponer de sus activos. La diferencia, aunque sutil, es
importante. El artículo 661 del Código Civil es claro: “El heredero responde de las
deudas y cargas de la herencia solo hasta donde alcancen los bienes de esta.
Incumbe al heredero la prueba del exceso”. La herencia propiamente dicha siempre
importará activos y nunca pasivos, estos siempre deberán sanearse con el patrimonio
del causante7.
El punto queda claramente acreditado con el artículo 470 del Codice Civile, el cual
prescribe que: “La herencia puede ser aceptada pura y simplemente o con el beneficio
de inventario. La aceptación con el beneficio de inventario puede hacerse a pesar de
cualquier prohibición establecida por el testador”. Lo dicho es sumamente importante a
la luz de las modificaciones que propone el legislador al Código Civil. En Italia dada la
norma transcrita se sostiene que la responsabilidad del heredero por las deudas de su
causante resulta, por naturaleza, ilimitada o ultra vires hereditatis; aspecto que no
llama la atención pues se trata de la regla vigente en el Derecho Romano.
Por su parte, la propuesta de reforma al artículo 788 del Código Civil, sí tiene el mérito
de dar una solución a un problema real: la ausencia de facultades de representación
procesal de los albaceas y la potestad que estos tendrían de comparecer en los juicios
promovidos en vida por el causante. Con esta regulación se evitaría el riesgo que
dichos procesos judiciales no prosigan por la ausencia de un representante de la masa
hereditaria, sobre todo por la regulación de la sucesión procesal en el Código adjetivo
(o la designación de un curador procesal). Así, la regla a introducirse en el Código Civil
facilitaría la defensa de los intereses de la testamentaria. A pesar del mérito
reconocido, no es menos cierto que este objetivo se suplía –hasta cierto punto– con
una correcta regulación de las funciones a ser desempeñadas por el albacea, objetivo
que se lograría a través de la redacción adecuada del testamento (recuérdese que los
albaceas solo se designan por testamento). El mérito de la propuesta permanecería
justamente en los casos en que el testador no fue lo cuidadoso que se desearía,
además de reducir los costos involucrados en la redacción del negocio de última
voluntad.
La regulación vigente del artículo 673 del Código Civil establece la presunción de
aceptación, si es que el heredero no declara expresamente su renuncia a la
herencia. A tal efecto, se fija un plazo de tres meses si el heredero se encuentra
en el Perú o seis meses si se encontrase en el exterior.
b) El artículo 662 del Código Civil fija que la responsabilidad ultra vires hereditatis
resulta únicamente un castigo al heredero que oculta bienes o simular deudas, y no
porque el heredero no declare que acepta con beneficio de inventario.
c) El artículo 677 del Código Civil establece que la aceptación de herencia es pura y
simple, sin admitir ninguna modalidad como el beneficio de inventario (tal como sí
sucede en el sistema italiano); y así por el estilo.
Finalmente, el proyecto yerra cuando indica que la herencia no se tiene por aceptada
en los casos de herederos incursos en alguna causal de incapacidad reconocida en los
artículos 43 y 44 del Código Civil o cuando el beneficiario es el Estado. En el primer
caso parecería claro que el legislador teme la posibilidad de que el heredero reciba un
patrimonio gravoso, empero, en el Perú –como se ha insistido– rige la responsabilidad
intra vires hereditatis, por lo que se trata de un temor infundado. En el supuesto
negado que este fuese un temor real, la disposición del legislador es manifiestamente
incompleta. El legislador habría (hipotéticamente) detectado un inconveniente que
merece una regulación especial pero, curiosamente, no establece cuál sería esa
regulación o cómo se aplicará la aceptación de la herencia en estos casos, salvo que
el legislador piense –por alguna razón que escapa a mi comprensión– que es mejor
prolongar un estado de incertidumbre en torno a la identidad de los herederos
(situación que resulta en sí mismo peligrosa).
“Artículo 673
El texto propuesto rompe claramente con esta lógica. Si el causante efectúa una
liberalidad a favor de un tercero y ese acto se realizó diez (10) años antes de la
apertura de la sucesión, los herederos no podrán interponer ninguna pretensión para
proteger su cuota legitimaria, la cual podría quedar totalmente absorbida por la citada
liberalidad.
Uno podría preguntarse válidamente: ¿los herederos podrán, entonces, interponer una
acción por la que intenten proteger su legítima con anterioridad a la apertura de la
sucesión? La respuesta es un no rotundo. En la medida que la legítima solamente se
calcula a la muerte del causante, los herederos no podrán iniciar válidamente ninguna
acción destinada a cuestionar el acto realizado, salvo por supuesto que se acredite
algún vicio de la voluntad en el causante (dolo, violencia, error, etc.). La última
circunstancia sugiere la aplicación del artículo 1993 del Código Civil, esto es, que el
plazo de prescripción solo da inicio desde el momento en que el afectado puede
interponer alguna acción; en nuestro caso, el momento en que se consolida el derecho
de los herederos y en que se determina si el acto de disposición afectó efectivamente
–o no– su legítima no es la fecha en que se realizó el acto de disposición, sino la
apertura de la sucesión.
Ciertamente, habrá quien objetará que: a) el sujeto del ejemplo perderá el disfrute del
recurso desde la fecha en que realizó la operación, lo cual lo afecta y desincentiva su
actuar; y b) el o los herederos podrán impugnar por fraude a la ley el acto realizado por
su causante. Con relación a a), la afirmación es inocente porque el sujeto de nuestro
ejemplo tendrá el cuidado de incluir el usufructo del bien transferido o, en todo caso,
impondrá un cargo a su favor; por lo que así logrará retener el beneficio económico de
los activos durante su vida y aun así afectar el derecho de los herederos forzosos.
Por su parte, con respecto a b), la respuesta no es sólida en tanto que el acto de
disposición es totalmente lícito y su vocación también lo es. El texto propuesto por el
Congreso reconoce que las liberalidades con más de diez (10) años realizadas a favor
de terceros, no se incluyen en el cálculo de la masa hereditaria, consecuentemente el
legislador acepta como válido el objetivo de extraer tales derechos o bienes del cálculo
de la legítima. El asunto es relevante, toda vez que el elemento subjetivo es esencial a
efectos de lograr una nulidad por fraude a la ley. Al margen de ello, debe reconocerse
que aun cuando el fraude a la ley fuese la vía para impugnar el acto:
- El material probatorio para una acción de fraude a la ley, sobre todo en el plazo
indicado por la propuesta, es prácticamente imposible por lo que se condena a los
herederos a no tener un mecanismo para proteger eficazmente sus derechos (sobre
todo si se tratan de menores de edad o de personas con algún tipo de incapacidad).
Nótese que en este último caso es posible que quien realice el acto de disposición en
perjuicio de herederos forzosos sea la misma persona que ostenta representación (por
tutor o curador) del incapaz.
El razonamiento efectuado fue el que motivó, hace más de doscientos años, que el
legislador francés otorgase el mismo margen de tutela a los herederos (y a la legítima)
frente a actos de disposición inter vivos y por causa de muerte, así como a favor de
herederos como frente a terceros. Después de todo, si se desprotegiese la legítima
frente a actos a favor de terceros no legitimarios hechos en vida (quienes pueden ser
herederos legales, tales como hermanos, tíos o sobrinos), el causante siempre podrá
utilizar esta vía para intermediar un beneficio a un eventual heredero forzoso y con ello
romper el equilibrio hereditario.
La crítica, para ser más directo, se centra en sincerar el discurso para que la sociedad
civil y los profesionales del Derecho estén al tanto del itinerario que iniciará el
legislador. Así las cosas, el proyecto quedaría:
“Artículo 723
1. La legítima constituye la parte del valor del patrimonio del causante del que este no
puede disponer libremente cuando tiene herederos forzosos.
Para calcular el valor neto de la masa sucesoria no se incluyen en los pasivos las
cantidades por los conceptos a que se refiere el artículo 869.
A manera de conclusión
___________________________
* Abogado por la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Profesor de Sistema
de Remedios en el Derecho Privado y Contratos Especiales 1 en la PUCP y profesor
de Responsabilidad Civil en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC).
Magíster en Derecho de Empresa por la UPC. Asociado del Estudio Osterling. Miembro
de la Asociación Latinoamericana e Ibérica de Derecho y Economía (Alacde) y de la
American Society of Comparative Law.
Deseo agradecer los útiles consejos y comentarios del doctor Antoni Vaquer Aloy,
profesor de Derecho Civil en la Universidad de Lleida, quien tuvo la oportunidad de
revisar una versión preliminar y resumida del presente artículo. No obstante ello, los
errores que pudiesen detectarse en la investigación, como no puede ser de otra
manera, me son íntegramente imputables.
1 La indiferencia –tal como anotaba León Hilario hace más de una década atrás– es
uno de los atributos de nuestros civilistas, por ello suelen encerrarse en sus cátedras u
oficinas, sin prestar atención a aquello que se gesta fuera de ellas. Esto es lo que ha
sucedido con el proyecto de reforma al Código Civil comentado, pocos le dispensan el
interés que merece. Al respecto vide León Hilario, Leysser. La reforma del Código Civil
vista en serio en Normas Legales. Doctrina, jurisprudencia, Actividad Jurídica. Editora
Normas Legales, Volumen II, agosto, Trujillo, 2003, ahora en Id., El sentido de la
codificación civil - Estudios sobre la circulación de los modelos jurídicos y su influencia
en el Código Civil peruano. Palestra, Lima, 2004, p. 295 y ss.
5 La impresión aludida se ratificaría por la redacción del artículo 1218 del Código Civil.
7 León Barandiarán, José. Tratado de Derecho Civil peruano. Tomo VII, Gaceta
Jurídica, Lima, 1995, p. 313.
8 Noción expuesta por Fernández Arce, César. Código Civil: Derecho de Sucesiones.
Tomo I, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2003, p.
126 y ss.
12 El link que se ofrece permite conocer el texto original de la propuesta formulada por
los profesores Mario Castillo Freyre y Miguel Bueno Olazábal. Cabe resaltar que el
proyecto dirigido al Congreso de la República no fue suscrito por el profesor Gastón
Fernández Cruz, representante del Poder Ejecutivo, quien incluso no ha sido
mencionado en el texto que se encuentra disponible en el portal web del Congreso de
la República en:
<http://www2.congreso.gob.pe/Sicr/TraDocEstProc/Contdoc01_2011.nsf/d99575da99e
bfbe305256f2e006d1cf0/230b4633a5a38cdf0525795a00509cd6/$FILE/PL0058201121
1.-.pdf>.