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europea.

De esa exigencia de autonomía se deriva


la inevitabilidad de una esfera artística separada.
A
ACTIVISMO El activismo artístico niega de facto esa separa-
ción, no exclusivamente en el plano teórico e ideo-
ARTÍSTICO lógico, sino en la práctica.

2. Ello conlleva que el activismo artístico ten-


Una parte importante de las prácticas que tene- siona siempre su relación con la institución artística
mos en mente a la hora de elaborar esta entrada del y las instituciones culturales que son dominantes
glosario nunca echó mano de la expresión “acti- en cada momento. Lo hace de diferentes maneras,
vismo artístico”. Así todo, la elección del término pero fundamentalmente se muestra irrespetuoso
pretende resaltar las inadecuaciones, así como hacia la diferenciación entre el adentro y el afuera
la potencia de contagio que el intento retroactivo de la institución artística. El activismo artístico
de abordarlas desde el “activismo artístico” puede define un territorio y una cartografía de interven-
ejercer sobre el presente. En este sentido, y con ción propias, donde el binomio dentro/fuera de
el objeto de repensar, tensionar y cuestionar estas la institución no es casi nunca un criterio de valor
experiencias, optamos por darle a esta entrada la prioritario como un fin en sí mismo. Las decisiones
forma irónica de un decálogo, aludiendo al carác- sobre dónde intervenir, desde qué lugar plantear
ter prescriptivo que habitualmente se atribuye al la interpelación social, etc., se toman de acuerdo
pensamiento sobre el activismo artístico. De esta con criterios que no dependen de la normatividad
manera, los diez puntos que siguen no son des- de la institución artística, y que se derivan, en cam-
cripciones autocontenidas, sino que el conjunto bio, de los objetivos sociales-políticos que cada
se articula transversalmente mediante ciertos ritor- práctica se propone.
nelos. En sus repeticiones y matices, el decálogo Siendo todo esto cierto, en las experiencias
pretende producir miradas que activen algunos de latinoamericanas de los ochenta, la articulación
los modos de hacer arte y política de los ochenta entre arte y política registraba una menor referen-
latinoamericanos desde lecturas disidentes, inco- cialidad rupturista a las instituciones artísticas
rrectas e, incluso, deliberadamente anacrónicas. y culturales si la comparamos con lo acontecido
El concepto “activismo artístico” surgió en en décadas anteriores dentro del ámbito regional
el seno de la politización de la vanguardia europea —pensemos, por ejemplo, en los sesenta— o en
de entreguerras. Lo preferimos al de “arte acti- otros contextos del mismo periodo. Este costado
vista” porque, en este segundo, pareciera que el de los “activismos artísticos” latinoamericanos de
“activismo” es un adjetivo o un apellido del “arte”, los ochenta se puede explicar, al menos parcial-
mientras que en aquél, es el activismo lo que prima mente, por los siguientes motivos:
permitiéndonos al mismo tiempo subrayar la di-
mensión “artística” de ciertas prácticas de interven- a) en muchos casos, sus actores no habían ocupa-
ción social. El “arte” es aquí también un concepto do, en el caso de que las hubieran transitado, un
resignificado: se ha de entender como el campo rol central en esas instituciones artísticas y cultura-
ampliado de confluencia y de articulación de prác- les, por lo demás sumamente devaluadas en su ver-
ticas “especializadas” (plástica, literatura, teatro, tiente vanguardista bajo el yugo de las dictaduras;
música…) y “no especializadas” (formas de inven- b) muchos de los integrantes de los grupos o co-
ción y saberes populares, extrainstitucionales…). lectivos sentían que, de algún modo, estaban actua-
En definitiva, cuando decimos “activismo artístico”, lizando la actividad de experiencias que ya habían
se ha de considerar como la síntesis práctica de roto en el pasado con las instituciones artísticas
una multiplicidad: no es un estilo, ni una corriente, y culturales para situar su accionar en espacios
ni un movimiento. de sociabilidad alternativos;
c) en no pocos casos, la marginalidad de su posi-
1. Llamamos “activismo artístico” a aquellos ción en el campo artístico era una extensión de
modos de producción de formas estéticas y de la clandestinidad de su militancia política;
relacionalidad que anteponen la acción social a la d) finalmente, el impulso por aliar su actividad con
tradicional exigencia de autonomía del arte que la de los movimientos sociales (y, en particular,
es consustancial al pensamiento de la modernidad con el movimiento de derechos humanos) llevaba

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a que el hecho de disputar a las instituciones artís- que el activismo artístico adopta con respecto a
ticas y culturales el lugar y el valor social del arte la institución constituye un resultado del rechazo
resultara absolutamente secundario en comparación institucional a la acción social y política, y no un
a otras motivaciones políticas (entendiendo aquí el apriorismo de las prácticas.
término en un sentido amplio, no estrictamente mi- En el ámbito latinoaméricano de los años
litante) que guiaron la práctica de muchos de estos ochenta, se reproduce y se multiplica también esta
artistas o colectivos en su encrucijada histórica. complejidad, ampliada por el hecho de que las
instituciones del arte y la cultura adquieren en mu-
En ocasiones, estas experiencias de los ochenta chas ocasiones una función elitista y antipopular.
en Latinoamérica se caracterizaron, más que por En muchos casos, las prácticas que podríamos vin-
romper con la autonomía del arte moderno de raíz cular con el activismo artístico se emplazaron en
eurocéntrica, por desplazar el eje del problema la trama urbana diluyéndose en los movimientos
hacia la afirmación de la libertad de las prácticas sociales. Pero en otros, operar en una institución
y de los sujetos, no tanto con respecto a la insti- artística, cultural o social pudo resultar necesario
tución artística y/o cultural como en relación al con el fin táctico de obtener recursos materiales
partido político en que militaban esos sujetos, con o simbólicos, como medida de protección frente
el que a veces entraban en colisión; y, en menor a la represión bajo situaciones históricas de dicta-
medida, en relación a los presupuestos políticos, dura militar, estado de sitio o guerra interna; con
estéticos y discursivos manejados por organiza- el propósito de extender la agitación política al
ciones como el movimiento de derechos humanos máximo en cualquier esfera de la sociedad; con la
o por los medios de comunicación. intención de subvertir/cambiar la política artística
Todo lo antedicho no implica que estos artistas de la propia institución o con la ambición de lanzar
o colectivos de arte no se propusieran, según de- críticas a otras instituciones que formaban parte
muestran los documentos de la época, disputar la del mismo mecanismo regulador de la vida social.
comprensión hegemónica del arte como institución En otras ocasiones, las instituciones artísticas o
social o, lo que es lo mismo, desbloquear el sentido culturales fueron usadas como cajas de resonan-
común sobre qué se considera arte (y, como vere- cia o centros de irradiación de circuitos comunica-
mos, sobre qué se considera política). Esa compren- tivos o de incidencia política que desbordaban su
sión, recordémoslo, no sólo remite a los espacios ámbito simbólico.
físico-simbólicos de las mencionadas instituciones
artístico-culturales, de los cuales el museo ha sido 4. El activismo artístico no sólo plantea “rom-
su referente emblemático, sino que incluye más ex- per” con la autonomía del arte. Declara indeseable
tensamente las ideas hegemónicas que en un deter- esta separación de una esfera especializada o,
minado momento y contexto históricos circulan en incluso, denuncia que el discurso sobre la sepa-
torno al arte y las experiencias que se inscriben en ese ración constituya de facto una falsedad: las élites
campo. En este plano, el referente contra el que se culturales y las oligarquías sociales caminan
reaccionaba, más que el concepto institucionaliza- muchas veces de la mano, hecho especialmente
do del arte burgués, eran formas, tendencias o esté- denunciable en situaciones de grave represión
ticas hegemónicas como el muralismo, el realismo política; o es precisamente esa autoimpuesta se-
estalinista, el teatro peronista, etc. paración de la esfera cultural lo que impide ayudar
a revertir esas situaciones represivas o avanzar
3. Es, a pesar de todo, un dato empírico que en la transformación de la sociedad.
el activismo artístico se desarrolla principalmente Pero resulta aún más interesante observar
en los márgenes o extramuros de la institución ar- cómo el activismo artístico “desplaza” el eje del
tística; pero ello sucede por motivos que no pueden problema: frente a la concepción de una esfera
reducirse al único denominador común de su “anti- del arte autónoma, plantea la autonomía de las
institucionalidad”. Se rechaza en muchos casos, prácticas y de los sujetos con respecto a la institu-
como un apriorismo ideológico programático, la ción. Los sujetos involucrados en las prácticas
relación con la institución del arte por su tradición de activismo artístico se dotan de criterios pro-
burguesa, en beneficio por ejemplo de la construc- pios (extrainstitucionales) a la hora de tomar las
ción política en el amplio seno de la sociedad. Pero, decisiones que conciernen a la articulación entre
en otras ocasiones, el carácter externo o periférico formas estéticas y relacionalidad social-política.

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5. La pregunta por el “ser” artístico de una el plano afectivo y en el de la conciencia sociopo-


práctica se considera irrelevante, toda vez que
el arte deja de concebirse como una “esencia”.
lítica, como de los efectos que se proyectan sobre
ese proceso de subjetivación. Esa “inmediatez” se
A
La pregunta sobre si algo “es” arte, desde esta suele encontrar vinculada a las “urgencias” deman-
otra perspectiva, carece de sentido. El activis- dadas por el contexto histórico de interpelación.
mo artístico —señaladamente en un área como En algunos casos consiste en la completa abolición
Latinoamérica, espacio donde se condensan de la distancia obra-sujeto: es así en las prácticas de
históricamente enormes tensiones culturales carácter colaborativo, en las cuales se persigue
y políticas derivadas de las diversas etapas de que una colectividad asuma la producción median-
la colonialidad— piensa el “arte” como el resul- te el fomento de la cooperación social. Pensemos,
tado de una historia que no se conforma exclu- por ejemplo, en el papel que viene cumpliendo
sivamente de acuerdo con la tradición europea; desde los ochenta la serigrafía o la fotocopia en las
busca conjugar habitualmente una diversidad acciones impulsadas por colectivos vinculados a
de tradiciones culturales o sociales sobre el arte, los movimientos de derechos humanos. En otros
la cultura o la creatividad, sin respetar los prejui- casos, la “distancia” se reformula, convirtiéndola
cios instituidos sobre la diferenciación entre alta en una suerte de “extrañamiento” en el seno de
cultura y cultura popular, entre arte y artesanía, la sociedad. Pensemos, por ejemplo, en el efecto
entre lo moderno y lo primitivo, etc. generado por las pancartas llevadas por las Madres
El “arte” consiste entonces, para el activismo de Plaza de Mayo con fotografías ampliadas de los
artístico, en un reservorio histórico no ya sólo de desaparecidos durante las marchas, o por las silue-
“representaciones estéticas” en un sentido res- tas desplegadas en el espacio urbano de Buenos
trictivo, sino también de herramientas, técnicas Aires, sobre aquellos transeúntes que se sintieron
o estrategias materiales, conceptuales, simbólicas, 1
etc. Ese reservorio se nutre en gran medida impor-
tante de la historia del experimentalismo artístico
vanguardista, pero no exclusivamente. El activismo
artístico echa mano de ese reservorio tanto para
producir antagonismo y confrontación (especial-
mente bajo condiciones de represión grave) como
para ampliar los márgenes de lo posible (desblo-
quear el sentido común sobre qué se considera
arte, extender el uso de las herramientas creativas,
construir sociabilidad y política, etc.) más allá de
las instituciones del arte y la cultura.
Corolario: el activismo artístico no “es” ni deja
de “ser” arte. Es legible, o no, como arte depen- 2
diendo del marco y del lugar desde donde se busca
hacerlo legible. En ocasiones, la ocultación de su
condición “artística” resulta imprescindible para
potenciar su eficacia comunicativa y relacional,
para facilitar su socialización y multiplicación.
Otras veces, resulta necesario desentrañar su me-
cánica “artística” para comprender su funciona-
miento y favorecer su reactivación.

6. El problema de la cualidad relacional e inter-


subjetiva está en el centro del activismo artístico.
En este aspecto, una prioridad de sus prácticas
suele ser abolir la tradicional “distancia” impues-
fig. 1. Silvio Zuccheri, fotografías de desaparecidos en
ta por el “estatismo” de la contemplación, para
pancartas, Buenos Aires, 1983.
pasar a potenciar la “inmediatez” tanto de la fig. 2. Eduardo Gil, Marcha de la Resistencia, Buenos Aires,
interpelación que persigue involucrar al otro en 9 y 10 de diciembre de 1982.

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mirados por ellas. En el caso del Siluetazo, por 7. Se deduce de lo anterior que el activismo
ejemplo, la abolición de la distancia intrínseca artístico no se puede reducir (como habitualmente
a la práctica colaborativa y el extrañamiento se hace con el fin de caricaturizarlo o despreciarlo)
contemplativo son características simultáneas, al agit-prop. La “agitación y propaganda” puede
de tal manera que es en la articulación de ambos formar legítimamente parte del carácter de una
mecanismos donde reside la clave de la comple- práctica, de acuerdo con el principio ya señalado
jidad del efecto afectivo-político que esa práctica según el cual el activismo artístico define sus con-
quiere producir en términos de subjetivación diciones con autonomía del sentido común de la
social. institución artística. Pero no se debe perder de
A ello habría que sumar que en los ochenta vista que unas prácticas que buscan incidir en el
encontramos una fuerte presencia de prácticas plano de la conciencia, así como intervenir en los
performativas de raíz teatral que, inspirándose en procesos de subjetivación social, apuntan también
antecedentes que van del surrealismo bretoniano a producir modificaciones profundas y a largo
al teatro del oprimido, idearon formas de actualizar plazo de la sociedad y de las subjetividades. Incluso
la abolición de la distancia impuesta por la escena en las prácticas de activismo artístico donde los
clásica entre actor y espectador ensayada por las aspectos de agitación o contrainformación parecen
vanguardias históricas. Así, el colectivo rosarino prioritarios o aparecen de forma manifiesta, no se
Cucaño, el Taller de Investigaciones Teatrales (TIT) debe olvidar que esas prácticas se piensan a sí
de Buenos Aires y Viajou Sem Passaporte de São mismas seguramente como un instrumento pun-
Paulo, dando por sentado que la radicalidad crítica tual que forma parte de un proyecto más ambicio-
de ese gesto inaugural habría sido neutralizada so de modificación social, política y subjetiva.
ya por las instituciones culturales burguesas, alum- El activismo artístico, en definitiva, suele
braron una modalidad de emergencia perturbadora tematizar “la política”. Pero lo verdaderamente
y furtiva en el espacio urbano, la “intervención”, relevante es cómo contribuye a “producir” política:
con la intención de concretar de una vez por todas, cómo constituye lo político en acto. En cuanto a
de forma disruptiva e iconoclasta, la anhelada las experiencias latinoamericanas de los ochenta,
fusión vanguardista entre el arte y la vida. Evocando no es que esas prácticas despreciaran el ámbito
el teatro de la crueldad de Artaud, la posibilidad de la representación política o de la macropolítica,
de retornar a los orígenes eleusinos de una dra- sino que lo abordaron de manera que la disputa
maturgia festiva, callejera, ritual y ceremonial se vio por su forma visual y su contenido semántico fuera
transmutada en acciones cuyo componente even- un activador de la potencia micropolítica de los
tual y performativo se desarrolló hasta el extremo cuerpos; sabedoras, en definitiva, de que las repre-
de que, en muchas ocasiones, el público al que sentaciones, ya sean determinadas (reales) o inde-
afectaban e interpelaban no era consciente de su terminadas (deseables), también se pueden sentir
condición de “espectador”. Sin embargo, en con- y ser fuente de sensaciones. Con todo, es necesario
trapunto con estas experiencias, otras iniciativas complementar el análisis del sentido histórico de
de irrupción en la esfera pública recuperaron es- la relación forma-contenido en esas representa-
pacios de experiencia estética más tradicionales, ciones con cuestiones relativas a la técnica, la dis-
deshaciendo el tópico que acabamos de asociar posición y el reparto de los cuerpos en el espacio
con el activismo artístico. Como decíamos más y los agenciamientos que procuraron las diferentes
arriba, esos casos nos muestran que, si bien el experiencias. Se torna urgente valorar los diferen-
activismo artístico se alimenta de un reservorio tes modos en que estas experiencias conjugaron
histórico que no renuncia a los hallazgos del expe- los planos macro y micropolítico, la efectividad y
rimentalismo y la ruptura vanguardistas, no se la afectividad, en su intervención en la sociedad,
restringe a él. Así mismo, nos permite observar teniendo en cuenta que, en ocasiones, la articula-
que los disensos producidos por algunos de los ción de dichos planos se da de manera conflictiva,
episodios que trabajamos, no se dan exclusiva- incluso en el seno de una misma experiencia.
mente en términos de antagonismo y confron-
tación, sino que en muchas ocasiones persiguen 8. El activismo artístico se plantea siempre
más bien desdoblar el espectro de lo posible el horizonte de su propia socialización como prácti-
(lo visible, lo pensable, lo decible) en un deter- ca. Incluso en aquellas prácticas que quedan redu-
minado contex to histórico. cidas a la intervención de un pequeño grupo,

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fig. 3. CADA, ¡Ay Sudamérica!, Santiago de Chile, 1981. 47


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figs. 4-9. CADA, ¡Ay Sudamérica!, Santiago de Chile, 1981.
Fotografías: Lotty Rosenfeld y Diamela Eltit.

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el activismo artístico desublima, desidealiza de ma-
nera tan evidente la práctica del arte, evidencia de
una forma tan obvia su mecánica, que su mensaje
A
es siempre que cualquier persona tiene la capacidad
de hacerlo. En muchas ocasiones, si la socialización
efectiva de una práctica no se produce es porque
adopta la forma de prototipo experimental avanzado
de dimensiones a veces modestas. Al contrario,
el horizonte de su socialización se aproxima a veces
tanto al presente, que se convierte en el tiempo real
de una práctica: algunas prácticas de activismo
artístico “son” de hecho su propia socialización en
movimiento. En algunos casos formidables, el ac-
figs. 10-12. CADA, NO+, Santiago de Chile, 1983-1989.
tivismo artístico alcanza el carácter de herramienta Fotografías: Lotty Rosenfeld y Diamela Eltit.
clave para la modelación del mismísimo movimiento
social. Dicho con otras palabras, el activismo artís-
tico busca, y en ocasiones logra, su multiplicación. medida en que todo ser humano tiene no solamente
Los mecanismos de su proliferación son de facto capacidades creativas, sino que también dispone
técnicas que logran producir la relacionalidad afec- de experiencia, conocimiento, saber, etc., el activis-
tiva-política antes mencionada. Si podemos hablar mo artístico busca potenciar la capacidad humana
de un sujeto “creador” colectivo es a condición de de invención que puntualmente se expresa median-
tener en cuenta siempre dos puntos importantes: te la singularidad de individuos o grupos. Los ar-
tistas, en su previa función “especializada”, buscan
a) que el activismo artístico no diferencia artistas precisamente socializar y poner en común su propia
de no-artistas; el “ser” artista no se considera especialización con otras “especializaciones” so-
una esencia de los sujetos, sino una función: en la ciales para disolver así la separación de funciones
que está instalada en el sentido común dominante
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de una sociedad;
b) que la finalidad del activismo artístico, por tanto,
no es la práctica en sí, ni las imágenes u objetos
mismos que puedan ser creados. La finalidad es
literalmente social-política: producir mecanismos
de subjetivación alternativos en una sociedad que
“se crea” a sí misma como una sociedad política.
De este punto se comprende por qué el activismo
artístico busca ampliarse hacia públicos ajenos
al sistema del arte o de la cultura, insertándose con
frecuencia en acontecimientos políticos o movi-
mientos sociales, o buscando incluso directamente
11 producirlos en primera instancia.

En los ochenta latinoamericanos, esa multipli-


cación expansiva de los efectos del arte se vio
favorecida, además de por el uso de técnicas
de reproducción de la imagen, por otra serie de
fac tores: un contagio inter o transnacional que
explica la afinidad entre prácticas de diversos
países; la extensión de circuitos alternativos de
comunicación en los que, de modo inmediato,
el receptor se podía convertir en productor de una
red rizomática de relaciones que permitían incre-
mentar exponencialmente la repercusión de los

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mensajes; la generación de proclamas lingüísticas Ello se puede efectuar de diferentes modos: como
y elementos visuales reapropiables políticamente desplazamiento del propio cuerpo del artista hacia
por el conjunto de la ciudadanía (pensemos en el el espacio social extrainstitucional, en un desbor-
NO+, una de las acciones impulsadas por el CADA damiento subjetivo que lo lleva a conectar con
en Chile, consistente en difundir y disolver en la actores y saberes extradisciplinares; como activa-
protesta social una consigna que desde los años ción subjetiva y política del cuerpo del otro; accio-
ochenta ha servido como herramienta básica para nando el cuerpo propio (no exclusivamente el del
múltiples movimientos de oposición). “artista” especializado) en su potencialidad vibrá-
til con el fin de coproducir modos de subjetivación
9. La “materialidad débil” habitual en las prác- alternativos y otras formas de sociabilidad, etc.
ticas del activismo artístico es una característica El principio “poner el cuerpo”, en el activismo
artístico latinoamericano de los ochenta, adquirió
a) consecuencia de la habitual limitación de recursos además una significación muy particular. Fue la
con los que el activismo artístico opera, y manera en que la dimensión creativa de los movi-
b) resultante del énfasis puesto en la producción mientos sociales-políticos amplió el campo de lo
inmaterial: relaciones, subjetivación, concienciación. posible en las formas de concebir la transforma-
ción social. En la fase histórica precedente, el prin-
Pero también surge de la negatividad: del re- cipio “poner el cuerpo” se asocia inevitablemente
chazo a objetivarse en materiales fetichizables/ al sentido común de militarizar la subjetividad en
comercializables/museizables. No obstante, esta el tránsito de las luchas revolucionarias latinoame-
reflexión, autoevidente en la casi totalidad del ricanas. El cuerpo se vio extraordinariamente so-
activismo artístico latinoamericano de los ochenta, juzgado, en los sesenta, setenta y ochenta, entre
se torna más problemática con la capacidad que el la militarización del Estado y el autodisciplinamien-
sistema global del arte ha demostrado, en décadas to militante. Las experiencias poético-políticas
posteriores, para cosificar y objetualizar incluso que irrumpieron desde los márgenes de lo cultural-
la cualidad inmaterial de las prácticas artísticas- mente instituido durante los ochenta latinoameri-
activistas. canos buscaron potenciar de nuevo la vibratilidad
del cuerpo más allá (y, en ocasiones, además) de
10. Si el activismo artístico logra abolir la concienciación política. Ese hecho exige ser
la distancia objeto-sujeto es, ni más ni menos, igualmente cuidadosos a la hora de adjetivar las
porque exige “poner el cuerpo” en la práctica. prácticas que nos ocupan como “contraculturales”
o “resistentes”, puesto que toda consideración es-
trictamente reactiva de las mismas puede opacar
su carácter inventivo y disruptivo, reduciéndolas
a una relación confrontativa con el contexto que
soslaya su singularidad política y su especificidad
poética. Este hecho implica enriquecer el análisis
de las formas en que se materializaron las relacio-
nes y superposiciones entre lo micro y lo macropo-
lítico, exigiendo que nos detengamos en aspectos
secundarizados e incluso rechazados por el senti-
do común militante anterior: las desobediencias
sexuales; el carácter entre liberador y antagonista
de la felicidad, el placer y la fiesta, etc. Un ejercicio
imprescindible no sólo para pensar una sociedad
emancipada y compleja en su composición de las
diferencias, sino también para incentivar la actua-
lización y la invención de modos de hacer y vivir
que contribuyan a una transformación radical del
presente.
ME, AV, JV
fig. 13. Portada del diario Ruptura, Santiago de Chile, 1982.

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