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Vuelve el control de precios,

¿Qué puede esperarse?


 Septiembre 9, 2019

 Escrito por El Emprendedor

 Publicado en Mercados

Se trata de una medida que llega luego de un par de meses en


los que la inflación volvió a acelerarse de manera significativa

A finales de la semana pasada, Nicolás Maduro anunció que estaría


iniciándose un nuevo periodo de control de precios en el país, e instruyó
a la vicepresidencia Sectorial de Economía a realizar reuniones con los
sectores agroindustriales para comenzar un nuevo proceso de marcaje
de precios centralizada.

Maduro afirmó que esto se estaría dando bajo un marco de "precios


justos y acordados", es decir, serían los mismos representantes del sector
los encargados de acordar (en conjunto con entidades gubernamentales)
los precios finales que se estarán viendo en las tiendas de todo el país, de
cara a las próximas semanas.

Vuelta del control de precios

Es importante recordar que a lo largo del 2019 el control de precios


parecía haber desaparecido por completo, no solo porque los precios de
los productos mantenían una serie de variaciones periódicas mucho más
veloces que en el pasado, sino porque el uso de moneda extranjera se
había extendido a todos los rubros.
La medida viene luego de un par de meses en que todo tipo de productos
y servicios vieron incrementos significativos de precio.

Aunque el control se estaba anunciando apenas a finales de la semana


pasada, la realidad es que desde hace varias semanas se han observado
sectores en los que, debido a la dolarización de facto que ha llevado a una
especie de internacionalización de precios, el gobierno ha buscado
intervenir para "controlar" los márgenes de ganancia. Un ejemplo de
esto es el de las tarifas de estacionamientos.

¿Qué puede esperarse?

Si bien es cierto que Venezuela actual se ha dado a conocer por ser


impredecible, la realidad es que los efectos de una medida de esta
naturaleza parecen indicar hacia una sola dirección: escasez.

Como se mencionó, por varios meses pareció que el control de precios


había desaparecido, y fue precisamente durante este periodo de tiempo
en el que el abastecimiento daba señales de haberse normalizado.

Aunque muchos consumidores no tenían el poder adquisitivo para


comprar productos (ya que el sueldo venezolano no supera los $3), los
anaqueles se mantenían abastecidos por una serie de oferentes capaces
de reponer inventario sin tener que pensar en limitaciones impuestas
por el estado.

Control de precios en el emprendimiento

Aunque los precios acordados inicialmente parecían apunta la


producción de empresas específicas, la realidad es que los mismos se
impusieron para todos los productores de sectores específicos. Es por
esto que muchos emprendedores tuvieron que limitar sus márgenes de
ganancia de acuerdo a las estructuras de costos de las grandes empresas
que firmaron dicho acuerdo.
Esto quiere decir que, sin importar la estructura de costos de cada
producto, los emprendedores tendrán que atenerse a lo que indiquen las
nuevas leyes de control de precio, lo que sería contraproducente para los
pequeños empresarios. Representantes del sector, como
Consecomercio, ya se han pronunciado en contra de la medida.

Si bien es cierto que cada vez parece más complicado que un control de
precios pueda mantenerse vigente, no solo por el incremento en el precio
de las divisas sino también por la hiperinflación que atraviesa la
economía, es necesario esperar a la aplicación de la misma para poder
determinar los verdaderos efectos que tendrá.

https://periodicoelemprendedor.com/ve/mercados/item/3700-vuelve-el-control-de-precios,-
%C2%BFqu%C3%A9-puede-esperarse.html

El fracaso histórico de los


Controles de Precios y su
implementación en Venezuela
Por

Jiferson Santiago

febrero 1, 2019

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Hoy más que nunca, los gobernantes y políticos ortodoxos mantienen vigente la
creencia irrestricta que los controles de precios representan una medida efectiva para
detener la inflación y el desabastecimiento. A pesar que la historia nos brinda una
nutrida cantidad de ejemplos, en los que todos y cada uno de los casos en que se ha
aplicado dicho método ha resultado infructífero, y que al contrario de los resultados
esperados se generaron una serie de complicaciones más graves que acentuaron el
problema. A pesar de ello algunos persisten en la errada idea de intervenir la
economía utilizando semejante herramienta.

Durante los últimos 40 siglos los gobiernos han tratado en diferentes tiempos y
latitudes de controlar los precios, argumentando que debe existir un precio “justo”
para las mercancías comercializadas, y cuando la política fracasa como
generalmente sucede, se busca culpabilizar a factores externos, ajenos a los políticos
de turno.

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Leer: ¿Inflación en dólares en Venezuela?

En Egipto y babilonia
En el país del Nilo, bajo la dinastía Lagid (306 A.C.) la intervención estatal era tan
férrea que en todos los niveles los precios de las mercancías eran fijados mediante
decretos, existía un monopolio estatal exagerado en todas las áreas de producción y
distribución. El gobierno trató de mantener el control de las cosechas de granos,
considerando que “el control de la comida es el control de la vida”, gradualmente
reguló los graneros, los direccionó y finalmente se apropió de los mismos. Mientras
que los agricultores disgustados abandonaban sus granjas y como consecuencia caía
la provisión de alimentos

En babilonia hace 40 siglos no resultó ser distinto, destaca la creación y aplicación


del código de Hammurabi, en el que se impuso un estricto sistema de controles,
cuyos lineamientos restringieron el desenvolvimiento económico del Imperio quizás
por muchos siglos, W.F. Leemans describe la recesión de esta forma: “No se
encontraban ya más tamkaru (mercaderes) prominentes y prósperos durante el
reinado de Hammurabi”. Eso quiere decir que la misma gente a la que se prometió
sería beneficiada por el código era expulsada del mercado por el mismo estatuto

En la antigua China
Quizás este sea este el caso más emblemático de los Controles de precios estatales
en la historia, deriva de la dinastía Chou, bajo la cual vivió el reconocido Confucio
(552 A.C.) quien sostenía: “que la intervención del gobierno es necesaria para que la
vida económica y la competencia sean reducidas al mínimo” bajo ese enfoque se
desarrollaría la actividad económica y comercial. El sistema oficial de Chou era el
manual de regulaciones gubernamentales, en el que se trataba de reemplazar las
leyes naturales de oferta y demanda por el juicio personal de algunos

Existía una enorme burocracia, había un jefe comerciante para cada veinte
comercios, cuyo deber era establecer el precio de cada ítem sujeto a la venta, el
sistema refería lo siguiente: “cuando sobreviene cualquier calamidad los
comerciantes no están autorizados a elevar su precio, ejemplo: durante una
hambruna el grano debe venderse al precio natural”. Eso representaba el precio que
el gobierno considere natural. Mientras que en los caso de epidemias “los ataúdes
deben venderse de la misma forma”. De todo eso los resultados no fueron nada
favorables, el erudito chino Dr. Huan-Chang Cheng refiere que cada vez que el
gobierno tomaba cualquier medida minuciosa, fracasaba, con pocas excepciones.

El Imperio Romano
El edicto Diocleciano es el aspecto más relevante de esta época. Para la fecha que
asumió el poder el Emperador Diocleciano en el año 284, los precios de las
mercancías y los sueldos de los trabajadores alcanzaron niveles exorbitantes, dicha
inflación Y desequilibrios económicos según De Moribus Persecutotum un
documento contemporáneo a los sucesos, se debieron a las políticas implementadas
por el Emperador, considerando el vasto incremento del gasto dispuesto a las fuerzas
armadas, a grandes programas de construcción y el empleo de gran cantidad de
funcionarios gubernamentales, es decir el drástico crecimiento de la oferta monetaria
debido a la devaluación o degradación de la moneda y el aumento exagerado del
gasto público
En el muy famoso edicto, Diocleciano culpaba directamente a mercaderes y
especuladores de la situación económica, razón por la cual emite, como ellos
mismos la consideraban tan “arrolladora” ley que afectaba a cada persona del
Imperio cada día de la semana, en el que utilizaba suficiente retórica para justificar
su accionar. Inmediatamente los resultados no se hicieron esperar, agricultores,
comerciantes y artesanos si no iban a recibir lo que ellos consideraban el valor
adecuado de sus mercancías no las llevarían al mercado.

Por lo que en su edicto tampoco paso por alto condenar, a aquellos que teniendo
alimentos y otros productos necesarios no los colocaran en el mercado para su venta,
por lo cual consideraría la muerte para aquellos que incurrieran en tal acto.

En Venezuela en pleno Siglo XXI

El gobierno Bolivariano en su afán de solventar el problema de inflación y


desabastecimiento que ellos mismos han creado, desde más de 15 años hasta la
fecha, desempolvaron el manual teórico y retórico de controles de precios,
utilizando argumentos falaces para su aplicación de supuestos especuladores,
acaparadores, destructores de la economía, entre otros.

Bajo la ya conocida excusa de la “Guerra Económica”, el actual Gobierno ha


impuesto diferentes métodos, que va desde fiscalizaciones, absurdas imposiciones
de precios que nada tienen que ver con la estructura real de costos de producción de
los bienes y servicios, encarcelamiento a los comerciantes y Empresarios, pero el
resultado no dista de aquellos de los tiempos primitivos, supermercados con estantes
vacíos y ninguna intención de reabastecerlos, Empresas que han reducido su
producción o que en su defecto han tenido que cerrar sus puertas, lo que ha
conllevado a una caída estrepitosa de la producción y por lo tanto de la oferta, El
más reciente informe del Economista Gerver Torres titulado “El drama Venezolano
en 14 gráficos” Refiere: La Venezuela, que en la década de 1990 solía producir el
70% de los alimentos que consumía e importar el 30%, ahora producía sólo el 30% e
importaba el 70 por ciento para el año 2017″

Es inevitable que los precios de los bienes y servicios suban mientras que exista una
demanda infinita de bienes escasos, es imposible que las empresas subsistan
mientras exista un estado controlador en toda la cadena productiva, es impensable
que los comerciantes repongan inventarios ante la presencia de funcionarios
públicos determinando precios máximos de venta en cada establecimiento, es remota
la posibilidad de que el Venezolano bajo estas condiciones encuentre los productos
para su supervivencia, es hora de la racionalidad.

ProEconomía es una organización independiente que ofrece análisis disponibles


para todos gracias a las contribuciones de nuestros lectores y colaboradores.
https://proeconomia.net/el-fracaso-historico-de-los-controles-de-precios-y-su-implementacion-
en-venezuela/

Análisis: Si vuelve el
control de precios,
¡bachaqueros al ataque?
Heilet Morales

Agencias
De nuevo el pensamiento económico del presidente Nicolás
Maduro, como lo describió hace poco su ministro de Industria,
Tarek El Aissami, amenaza con desafiar a la ciencia económica.
La sola posibilidad de que reaparezca la fracasada política de
control de precios, que durante 12 años demolió a la industria
venezolana, hace que el “bachaquerismo” del que tan ingrata
recordación tienen los zulianos, se frote las manos.
En la memoria colectiva de los marabinos todavía está fresco el
laberinto que transitó durante casi cuatro años detrás de la harina
de maíz, del arroz, del azúcar, del pollo, del aceite, la leche, la
margarina, el mismísimo papel higiénico y un largo etcétera de
productos que el control de precios “entregó” literalmente al
“bachaquerismo”, con precios regulados que en modo alguno no
resistían el menor análisis de costos de producción.
El Gobierno pretende regresar a una política fracasada que
intentó tutelar el Indecu, luego el Ondecu, después el Indepabis,
más recientemente la Sundde, en fin, esa suerte de “sopa de
letras” de organismos de control dentro de los cuales, además, se
cultivó todo tipo de vicios al “amparo de los precios justos”.
La orden está dada. Maduro instruyó a El Aissami: “Señor
vicepresidente, lo encargo para que establezca de manera
permanente, con información al pueblo, el sistema de precios
acordados y justos actualizado, es una orden de pleno
cumplimiento y de protección al pueblo”.
Según el pensamiento económico de Maduro, mediante el
acuerdo de los precios, se alcanzó un “equilibrio” entre el costo de
los productos y la capacidad adquisitiva de los venezolanos, pero
agrega que el “alza descontrolada de los precios debido a
la especulación y la falta de contraloría perjudicó el equilibrio
alcanzado”.
Más allá del encendido verbo presidencial sobre la materia, la
política de liberación de precios que propició la falta de divisas del
Ejecutivo, logró dos cosas: primero, que lo que queda en pie de la
agroindustria venezolana pusiera pecho para importar lo
necesario en materia prima y productos elaborados para el
abastecimiento nacional.
Eso sí, con una condición que está a la vista, cero control de
precios, como sucede en una economía competitiva, liberada del
demonio de la hiperinflación. Entonces, y como segundo avance;
el abastecimiento desapareció del radar de la opinión pública
venezolana, con la consecuente estabilidad política que eso
supone. Datanálisis, en su sondeo del mes pasado, ubica al
problema del abastecimiento de alimentos como el octavo de
mayor impacto para los venezolanos, lejos, muy lejos, del dolor de
cabeza principal: el costo de la vida.
“Antes de controlar lo que tienes que preguntarte es cómo
incentivo la oferta de bienes y servicios; cómo genero condiciones
propicias para la inversión; cómo incremento la productividad
nacional; cómo ordeno el mercado con reglas claras y
transparentes; y cómo estimulo la competencia. Pero estas son
ideas alejadas de sus dogmas”, interviene el economista zuliano
Oscar Morales.
“El control es un incentivo incorrecto en economía. Solamente
provocará escasez y vas a tener que constituir legiones para
fiscalizar el sacrosanto control de precios y la posterior conducta
de los agentes económicos cuando tomen decisiones de
acaparamiento o especulación para proteger su inventario,
patrimonio o viabilidad financiera”, agrega Morales.
“Una medida que tienda a regular precio va a contribuir a que no
puedan conseguirse los productos básicos en el momento en que
son requeridos”, dijo Felipe Capozzolo, presidente de
Consecomercio, en una entrevista para Unión Radio.
“Por qué el gobierno quiere retomar el control de precios? Porque
lamentablemente los números están diciendo que a la inflación se
le acabó esa ‘estabilidad’ de los últimos meses y va a empezar a
subir de manera importante. Viene un cuatrimestre más difícil”,
predice en su cuenta de twitter el economista Luis Oliveros, quien
se pregunta: “Que esperar ahora? Muy posiblemente volverán los
controles (nunca se fueron, solo estaban “apagados) y
radicalizarán el ataque a los privados. Lo de siempre”.
La economía no es como la medicina. En economía, dos más dos
siempre será cuatro. No existe otro resultado, dicho de otra forma,
Es una ciencia con alguna precisión numérica para apoyarse en
sus mediciones diagnósticas.

Las colas en los supermercados eran el "pan nuestro de cada


día" para los zulianos, quienes debían sortearlas para acceder a
los productos regulados.
La hiperinflación, que en dos meses cumplirá dos años
demoliendo el bolsillo de los venezolanos, no se debe únicamente
a la tan cacareada “guerra económica”, se debe a un conjunto de
desequilibrios macroeconómicos que pasan por el desorden fiscal
venezolano, la demolición de casi 60% del aparato productivo
nacional, a una política cambiaria impresentable que no da pie
con bola, porque lo que sí es seguro en economía es que lo que
no hay es lo más caro.
Cuánto del incendio amazónico de la hiperinflación venezolana
está azuzado por el financiamiento del déficit público venezolano
con impresión de dinero inorgánico por parte del Banco Central.
Gobernador sostuvo encuentro para incrementar el
abastecimiento de...

“No puedes resolver un problema que omites o derechamente


ignoras, es por esto que el Gobierno no ataca las causas de la
hiperinflación. Al Gobierno solo le interesa el resultado
cortoplacista que le puede generar el control de precios. Los hijos
del control de precios son el desabastecimiento, el mercado negro
y el incremento del costo de la vida, aún más, crecerán sanos y
fuertes en un contexto como el nuestro de depresión económica”,
agrega el economista Morales.
En cualquier caso, los fantasmas del control de precios
sobrevuelan de nuevo la economía venezolana. La pesadilla del
“bachaquerismo” se alimenta de él y en breve, si la orden a El
Aissami no termina siendo como la de la gasolina a precios
internacionales o la de “doblarle el ‘pescuezo’ a la guerra
económica”, otra cola se sumará a la vida de los venezolanos, la
de la búsqueda de alimentos, un privilegio para pocos en este
país.
https://www.panorama.com.ve/politicayeconomia/Analisis-Si-vuelve-el-control-de-precios-
bachaqueros-al-ataque-20190909-0079.html

Maduro llama a
reuniones para analizar
control de precios
El presidente de Fedecámaras señaló que si aplican estas medidas
hará que los productos desaparezcan de los anaqueles, recomendó
que el país necesita mayor producción y confianza en el sector
privado

Caracas.- El Gobierno ha anunciado en los últimos días el regreso al sistema de precios


acordados y justos, así como la reactivación del aparato productivo.

Instruyó el presidente Nicolás Maduro a la vicepresidencia Sectorial de Economía, a


reunirse con “los agroindustriales, con los productores”, a los fines de “establecer en forma
permanente un sistema de precios justos y acordados, que ha demostrado ser útil. No es el
sistema de control de precios que al final no controla nada, ni el sistema de liberación de
precios que nos quieren imponer”.

Al respecto, el presidente de Fedecámaras, Ricardo Cusanno, señaló que la reactivación del


sistema de control de precios solo hará que los productos desaparezcan de los anaqueles. Y
precisó que lo que el país necesita es mayor producción, un cambio en el modelo político y
más confianza en el sector privado.

Por otra parte, Maduro propuso también una alianza nacional-regional para recuperar las
empresas que se encuentran en manos del Estado, con el objetivo de atender las
necesidades del pueblo.

“He ratificado la línea de entregar, en alianza nacional-regional todos los proyectos y


empresas productivas que estén en manos del Estado, para gestionarlas, recuperarlas y
ponerlas 100% productivas. Tengo la confianza absoluta de nuestros gobernadores, en la
recuperación de todos los proyectos”, destacó.
Es por ello que Maduro ordenó a su gabinete buscar a los mejores productores de todos los
estados, al tiempo que reiteró el llamado a las empresas privadas en pro de la recuperación
del aparato productivo local, afectado por las sanciones de Estados Unidos.

De este modo, calificó como exitosas las tareas realizadas para recuperar la economía en
este año, luego de “haber descentralizado, entregado proyectos productivos, para producir
alimentos, para dinamizar la recuperación económica real de los estados, de las regiones”.

https://www.eluniversal.com/economia/50214/gobierno-anuncia-regreso-al-control-de-precios-
en-el-pais

El descontrol de precios
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Fotografía: Prensa Sundde.


Los efectos inflacionarios ocasionados por desequilibrios
fiscales y monetarios no pueden ser contrarrestados con
medidas administrativas. Es necesario un conjunto amplio de
medidas, muy diferentes de las regulaciones y restricciones
que contribuyeron a causar la crisis económica más
devastadora y profunda ocurrida en América Latina.

Francisco Sáez y Pedro Cadenas / 18 de febrero de 2019

Aunque las previsiones de inflación en Venezuela superan la


barrera de diez millones por ciento para 2019, todavía hay quienes
creen que los controles de precios ofrecen una solución
«novedosa» para los problemas inflacionarios. Lo cierto es que
tales controles forman parte de la historia de la humanidad desde
los tiempos de Hammurabi y del antiguo Egipto (Butler y
Schuettinger, 1979).

Latinoamérica cuenta con una larga experiencia en materia de


congelamiento de precios y eliminación de la libre convertibilidad
de divisas. Un ejemplo muy cercano es el amargo sabor que dejó
entre los venezolanos el sistema Recadi durante el gobierno de
Luis Herrera Campins. Décadas de historia han permitido a los
economistas entender mejor el peligro letal que resulta abrigar la
ilusión del control total de los precios.

Si bien es cierto que economistas de talla mundial como Taussig,


J. K. Galbraith, Pigou, J. M. Keynes y Kalecki defendieron
políticas de control de precios en sociedades sacudidas por las
guerras mundiales, no lo es menos que sus opiniones diferían tan
pronto sus estudios se centraban en sociedades bendecidas por
tiempos de paz. Más aún, ninguno concibió el control de precios
en los mismos términos de un líder autoritario o populista: como
mecanismo de coerción política.

En febrero de 2003 aparece en la Gaceta Oficial el primer decreto


del chavismo en materia de controles. Transcurridos quince años
de la regulación, y pulverizado el ingreso familiar por una
irrefrenable hiperinflación, todavía hay quienes piensan que los
controles de precios pueden resolver el problema inflacionario en
Venezuela; eso sí, siempre y cuando sean complementados con
acciones más punitivas y más novedosas. Más voluntad ―se
piensa― es lo que se precisa; mayor amedrentamiento a los
especuladores y acaparadores es lo que se necesita; más personas
con buena fe y elevada moral es lo que hace falta. Pero está
comprobado que los controles de este tipo crean nuevos incentivos
que afianzan aún más la inestabilidad de los precios.

La tentación es atribuir a la «naturaleza egoísta de las


personas» o a la falta de compromiso con las políticas
públicas el fracaso de las políticas antiinflacionarias

Vencer la hidra de la hiperinflación no es tan sencillo como


redactar y promulgar decretos, o solicitar en cadenas televisivas
poderes especiales vía leyes habilitantes. Salir de un fenómeno
monetario de gran inestabilidad y causante de expectativas
negativas requiere un conjunto amplio de medidas, muy diferentes
de las regulaciones y restricciones impuestas a los venezolanos,
que han dado lugar a la crisis económica más devastadora y
profunda de la que se tenga registro en América Latina.
¿Por qué no funcionan los controles?

Pretender que unos empleados públicos eliminen las prácticas de


arbitraje mediante controles policiales, mayor vigilancia y leyes
más estrictas equivale, en la práctica, al despropósito de exigir a
un ingeniero civil construir una represa con palillos de dientes y
goma de mascar. Quizá el «adefesio ingenieril» funcione durante
un tiempo, pero no se precisa mayor conocimiento en física de
materiales para saber que la presión del líquido terminará por
quebrar la precariedad de la estructura.

Grandes desviaciones de precios con respecto al nivel de mercado


estimulan el denominado «bachaqueo», o la práctica de
aprovechar las diferencias de precios entre mercados. En cuanto a
los efectos del control cambiario, con el crecimiento de la brecha
—la diferencia entre la tasa de cambio oficial y la del mercado
paralelo— en la práctica resulta imposible contener el contrabando
de extracción, la sobrefacturación de importaciones o la
subfacturación de exportaciones, con independencia de la cantidad
de recursos destinados al control.

En los modelos teóricos planteados para analizar las economías


con mercados paralelos suelen asociarse las actividades de
arbitraje que se incrementan con la magnitud de la brecha
cambiaria. La relación es sencilla: a mayor brecha mayor la
probabilidad de fuga de capital, contrabando, soborno y distorsión.
De esta consideración no se desprende la inexistencia de gente
honrada o incorruptible: esa es otra discusión.

La relación entre la magnitud de los incentivos y la asignación de


recursos significa, simplemente, que las acciones de quienes
intentan obtener ganancias extraordinarias siempre sobrepasarán
los esfuerzos institucionales para evitarlo. ¿Por qué? Porque en
muchos casos la rentabilidad asociada con estas actividades supera
la obtenida en negocios ilícitos como la droga o el tráfico de
armas. De allí que tarde o temprano, y sin desmeritar la
inquebrantable voluntad de funcionarios incorruptibles, es fácil y
muy razonable vaticinar que los bienes y servicios subsidiados
irán a parar a manos de los consumidores, mercados o individuos
dispuestos a pagar más por ellos. Con pesquisas, alcabalas, trabas
legales o castigos lo único que se consigue es incrementar los
costos de comercialización del bien subsidiado (o
«bachaqueado»); costos que luego serán trasladados a los clientes.
Tales medidas nunca constituirán una barrera infranqueable.

La tentación es atribuir a la «naturaleza egoísta de las personas» o


a la falta de compromiso con las políticas pública el fracaso de las
políticas antiinflacionarias. En la analogía de la represa, la
situación equivalente sería que el encargado de la obra, tras
cerciorarse del colapso de la «instalaciones» por la presión del
agua, se dedique a declarar a los medios de comunicación que los
palillos de dientes y la goma de mascar fueron saboteados por sus
enemigos políticos; en lugar de proceder a efectuar los cálculos
correctos o adquirir mejores materiales.

El control de precios como utopía

Los responsables de formular políticas públicas que creen en los


controles como utopía tienden a interpretar la economía como una
sucesión de preceptos morales, al estilo de las tablas de Moisés.
Estas personas no reconocen la existencia de fuerzas económicas y
sociales que actúan a contracorriente de su estructura de valores o
su visión del mundo.

Las recetas económicas de carácter normativo ―basadas en «el


deber ser» y no en «el poder ser»― funcionan idealmente en
condiciones de coordinación, autocontrol y altruismo que más
bien parecen extraídas del reglamento interno de un monasterio de
monjes benedictinos que del marco de una estrategia económica
funcional. A pesar de ello, prevalidos de una «teórica»
superioridad moral de la nueva burocracia (el «hombre nuevo», la
«ética socialista» o cualquier otra especie similar), los defensores
de las políticas de intervención estatal en los mercados creen, por
ejemplo, que es posible establecer un control de cambios sin que
aparezca un mercado paralelo de divisas o sin filtraciones. Confían
en que los encargados del monopolio de la asignación de divisas,
por ser probos y austeros socialistas, no incurrirán en sobornos o
corruptelas que los transformen en multimillonarios de la noche a
la mañana. Imaginan también que, al asignar a los importadores
las divisas a precios irrisorios, estos, de un modo desinteresado, o
acaso en atención a los fines del Estado, se limitarán a trasladar el
subsidio a los consumidores en forma de bienes más baratos. Los
consumidores, por su parte, se abstendrán de revender los
productos en la frontera y se limitarán a demandar la cantidad
necesaria para su subsistencia, sin reparar en que el menor precio
les permite comprar una mayor cantidad de bienes regulados.

Existe un «sesgo prodemagógico» que conduce a la


demanda de malas políticas económicas

Finalmente, para lograr «la consistencia necesaria», esta utopía


confía en que esos consumidores al recibir mayores saldos
monetarios ―producto del financiamiento monetario del déficit―
procederán a guardarlos bajo la almohada o dejarlos
depositados ad infinitum en el banco; es decir, inhibirán el
impulso de comprar bienes adicionales, porque ello podría
incrementar los precios o aumentar el tipo de cambio. Así,
preocupados por el posible incremento de la demanda agregada,
actuarán como si ese ingreso monetario adicional jamás hubiese
ocurrido, y atesorarán el dinero de forma solidaria y consistente
con la política económica.

Pisar tierra

Este es un mundo que solo funciona si todos se autorregulan y no


les importa perder el valor de su riqueza… Si todos actúan en
contra de sus preferencias, para evitar la escasez o la inflación…
Si todos, aun a costa del bienestar propio, restringen su consumo
para que otros individuos puedan acceder a los productos más
económicos… En resumen, si todo fuese… como no es.

Porque la efectividad de las medidas depende de los incentivos


que producen. Los resultados de las políticas públicas están
condicionados por los precios relativos y la calidad de las
instituciones. Existen restricciones financieras y tecnológicas, e
incluso culturales. Y estas consideraciones deben ser tomadas en
cuenta por cualquiera que pretenda legislar en materia de política
económica en el mundo terrenal, y no en el país de «Nunca
Jamás».

Lo cierto es que a precios menores aumenta la demanda. El


incremento de los costos reduce la oferta. Si el precio es fijo,
cuando la demanda supera la oferta aparece la escasez (es decir,
una demanda que a ese precio excede la oferta). Los controles y
las prácticas administrativas discrecionales inducen corrupción y
«bachaqueo», no al revés; es decir, los «bachaqueros» no surgen
como consecuencia de un maléfico plan para sabotear el control.
Finalmente, por si alguien dudaba de la validez de experiencias
similares, un persistente y elevado déficit fiscal financiado
monetariamente ocasiona inflación. De nada sirve crear por
decreto un sistema de «precios justos», si en la práctica los
productos nunca estarán disponibles. De nada sirve imaginar
políticas «correctas y éticamente superiores», si solo pueden
funcionar en el plano de la fantasía o con más daños que
beneficios.

El círculo vicioso del populismo

Quizá señalar los impactos macroeconómicos de mediano y largo


plazo que se derivan de la destrucción del sistema de precios no
sea la aproximación teórica más ilustrativa para entender la
aceptación por parte de algunos sectores de la sociedad del
populismo radical, ese populismo que subestima el efecto
inflacionario del financiamiento monetario del déficit, aplaude las
expropiaciones a diestra y siniestra, y favorece la adopción
indiscriminada de controles cambiarios y de precios. Después de
todo, resulta perfectamente comprensible que las mayorías acepten
de buena gana el anuncio de cualquier política de corte populista,
cuando los salarios son de hambre y se sobrevive con la
incertidumbre de saber si se comerá al día siguiente.

Esta situación tiende a crear un «sesgo prodemagógico» que


conduce a la demanda de malas políticas económicas (Rodrik,
2018), entre ellas el control de precios, una oferta concreta muy
apreciada entre quienes no perciben oportunidades de otro tipo
(laborales o de negocio). Así, los controles suelen ser bien
recibidos, aunque a largo plazo terminen por minar la
productividad, reducir el crecimiento económico o incluso
aumentar la inflación. Expresiones como «caída del PIB», «tasa de
desocupación» o «desaceleración económica» pueden sonar
demasiado lejanas, confusas y abstractas para gran parte de la
población.

Gran parte de la población abriga la convicción de que


les iría peor sin la intervención del Estado

Lo trágico es la lógica perversa de esta historia. Aunque el


subsidio se reduzca continuamente, la tarjeta de racionamiento
rinda menos, el cupo de dólares preferenciales se elimine y el
inventario de mercancías desaparezca, gran parte de la población
abriga la convicción de que les iría peor sin la intervención del
Estado. De este modo se cierra el círculo vicioso: los ciudadanos
perciben como necesarias y se hacen dependientes de las políticas
que los empobrecen.

Un ejemplo es la práctica abusiva del «financiamiento monetario


del déficit», que al principio puede crear una ilusión de mayor
ingreso, pero que termina por inducir procesos inflacionarios. La
inflación deteriora la posición fiscal (entre otras cosas, por
reducción de la actividad económica) y parece hacer justificable y
necesario un nuevo financiamiento monetario (en términos
técnicos se puede afirmar que el dinero «se vuelve endógeno»).
Los controles de precios y de cambios también actúan en dirección
contraria a la prevista; es decir, no solo son inefectivos sino que
además favorecen las presiones inflacionarias (Vera, 2018). El
círculo vicioso del pensamiento populista se cierra cuando se
percibe que la inflación solo puede ser contenida mediante los
mismos controles que la catapultaron.

La paradoja de sostener consumo presente con destrucción de


riqueza, menor productividad y pérdida de fuentes de trabajo (es
decir, con consumo futuro) solo puede comprenderse en función
de incentivos populistas de corto plazo, o de previsiones miopes
con respecto al rumbo de la economía. Ahora bien, en nombre de
esas promesas siempre incumplidas de desarrollo, resulta urgente
preguntarse en qué medida la retórica populista ―simplista y
paternalista― sigue anidada en el ADN del imaginario colectivo.
Solo el tiempo dirá si la sociedad venezolana es capaz de aprender
las lecciones de su historia.

Referencias

 Butler, E. y Schuettinger, R. (1979): Forty centuries of


wage and price controls: how not to fight inflation.
Washington: The Heritage Foundation.
 Rodrik, D. (2018): «Populism and the economics of
globalization». Journal of International Business Policy.
Vol. 1. No. 1: 12-33.
 Vera, L. (2018): «Discurso de incorporación a la
Academia Nacional de Ciencias Económicas». Prodavinci:
https://prodavinci.com/lea-el-discurso-de-incorporacion-
de-leonardo-vera-a-academia-nacional-de-ciencias-
economicas-y-sociales/
http://www.debatesiesa.com/el-descontrol-de-precios/
Programa Precios Acordados
en Venezuela. Una política
productiva
Por: Guillermo Oglietti / Celag

La ley de precios es una de las armas contra la guerra económica


Publicado 7 diciembre 2017

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Esta ley responde a un nuevo paradigma de supervisión de precios


y vale la pena describirlo. Es un sistema que no aspira a controlar
todos los precios sino aquellos que valga la pena supervisar y sea
posible hacerlo.
Que el mercado libre siempre lleva a la felicidad, es un cuento muy bien escrito, pero de triste final.
Víctimas y villanos del libre mercado terminan sufriendo tarde o temprano las consecuencias de la
escasa o de la excesiva competencia. El mercado libre no conduce a un equilibrio, sino todo lo contrario,
es un mecanismo de movimiento perpetuo impulsado por dos combustibles principales, la concentración
y la escala productiva, que dirigen el sistema ciegamente hacia un objetivo, el lucro.

Pensar que semejantes fuerzas del mercado libre conducirán a la felicidad y al desarrollo de un pueblo,
es un ejercicio de confianza infantil en la ciencia ficción económica, que no pueden permitirse los que
tienen a su cargo la misión de velar por estos objetivos. Los riesgos que involucra este infantilismo y el
padecimiento de las víctimas pueden ser enormes.

Si. La Revolución Francesa le debe más al libre mercado que a Robespierre. La forma republicana de
gobierno no habría visto la luz sin el concurso ingenuo de economistas liberales, fanáticos de la ciencia
ficción anglosajona, que impulsaron la desregulación de precios y del mercado de cereales panificantes.
Permitieron la exportación de cereales, provocaron un riesgoso desabastecimiento y aumentos
inevitables del precio del pan que no toleraron los vacíos estómagos parisinos. Como reza el refrán, la
ley de la oferta y la demanda resolvió el problema del precio del pan, pero no el del hambre. Igualdad,
Libertad, Fraternidad y Hambre fueron los cuatro principios de la Revolución Francesa.

No es un ejemplo circunstancial. Los controles de precios tienen una historia milenaria y


geográficamente extendida. Persia, China, Suecia, Francia, Israel, Italia, Alemania, EE.UU. junto a
prácticamente todos los países en desarrollo, etc., muestran casos de buenos gobiernos velando por el
interés común generado por precios asequibles y mercados supervisados. Hay mucho análisis económico
sobre cómo deben diseñarse los controles de precios, sobre su duración, efectividad, sobre el
racionamiento de cantidades, sobre el control en mercados no competitivos, sobre la indispensabilidad
de los controles en tiempos de guerra, etc. El éxito del control de precios no está garantizado, tampoco
su fracaso. Uno de los mejores análisis corresponde a John Kenneth Galbraith,[1] un protagonista de la
historia económica norteamericana del siglo XX y director de la “Oficina de Administración de Precios”
de los EE.UU. durante la segunda guerra.

Pero no todo está escrito. No está escrito cómo regular los precios en una economía petrolera, con una
burguesía rentista, dependiente de importaciones y con una extensa y permeada frontera con Colombia,
con ingresos afectados desde fines de 2014 por la estrepitosa caída del precio del petróleo y por un
boicot económico de alta intensidad que recrudeció con el decreto de Trump de agosto de 2017
estableciendo sanciones económicas y financieras a Venezuela.

El desafío en estas circunstancias es enorme. Las herramientas disponibles son escasas. Pero el gobierno
de Venezuela está activo, innovador y propositivo en materia económica. A fines de noviembre la
Asamblea Nacional Constituyente discutió y lanzó una nueva ley: la ley de precios Acordados, que
pretende innovar sobre el esquema regulatorio vigente. Esta ley establece un marco para lograr una
regulación diferente. Crea el Programa Precios Acordados, un esquema similar al que se aplicó
exitosamente en Argentina con la política de Precios Cuidados.

Esta ley responde a un nuevo paradigma de supervisión de precios y vale la pena describirlo. Es un
sistema que no aspira a controlar todos los precios sino aquellos que valga la pena supervisar y sea
posible hacerlo. El que mucho abarca poco aprieta y es importante que el organismo de supervisión no
pierda su eficacia en aras de la ambición imposible de controlarlo todo. Los precios que se acuerden
serán el resultado del diálogo y negociación con proveedores, comercializadores e importadores
privados, es decir, acuerdos voluntarios en los que el precio de los productos incorporados al programa
garantizará ganancias normales al sector privado. Ganancias suficientes como para garantizar el
abastecimiento. Los privados reciben beneficios e incentivos si participan en el programa, que recibirán
si cumplen las condiciones de los acuerdos, es decir, si cumplen el compromiso de asegurar el
abastecimiento a los precios y condiciones acordadas. Uno de los incentivos es que quienes adhieran al
programa verán crecer sus ventas como mínimo cuatro veces más que sus competidores (de acuerdo a la
experiencia argentina) gracias a toda la logística de promoción de parte del Programa de Precios
Acordados. Es por esto que el programa no solo es una herramienta de supervisión de precios, sino que
también es una política de promoción productiva, y debe aspirarse a que se sumen productores pequeños
y medianos, productores regionales y nuevos productores. Un programa de estas características
incorporará paulatinamente más bienes, buscando tener una cesta representativa del consumo de los
venezolanos de ingresos medios y bajos, intentando incorporar cestas de bienes de consumo estacional
como útiles escolares, supermercados en zonas turísticas y productos navideños, por ejemplo. Es un
sistema inteligente porque se apoya en el interés privado de los productores para estimular una sana
competencia y porque la competencia que representan los precios de los productos acordados le pone un
límite al precio de los productos no incorporados. Cualquier desvío exagerado del precio de un producto
no adherido aumentará la demanda por el producto sustituto más cercano incorporado al programa.

La inflación es un problema multicausal y deben diseñarse instrumentos para enfrentar cada uno de sus
determinantes. El programa Precios Acordados es una herramienta de supervisión de precios que
también es una política de estímulo a la producción, y tiene que complementarse con otros instrumentos
de política económica, como los CLAP, diseñados para abastecer a precios muy bajos a grandes
segmentos de la población, con políticas aduaneras para combatir el comercio de extracción y políticas
monetarias como la creación de la Criptodivisa Petro entre otras. Hay un cambio de paradigma en
Venezuela, que muestra que la revolución está muy activa y no tiene miedo de innovar en economía.
[1] Galbraith, JK (1951) A Theory of Price Control. Harvard University Press.

Este artículo fue publicado en Celag


V

https://www.telesurtv.net/opinion/Programa-Precios-Acordados-en-Venezuela.-Una-politica-
productiva-20171207-0037.html

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