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Fronteras,
Los textos que forman parte de esta obra nos permiten realizar un estudio
comparativo de las acciones que sobre la población pobre y marginada,
tanto rural como urbana, llevan a cabo los organismos gubernamentales,
Patrimonio y
metodología cuantitativa o cualitativa, todas las contribuciones destacan
la importancia de los análisis micro y la concepción holística de la sociedad
Etnicidad en
y culturales y sus relaciones con la economía y la política; es decir, lo que
se ha venido en llamar desarrollo humano.
Iberoamérica
evidencia la insuficiencia e incapacidad de los sistemas político, económico
y social para afrontar la pobreza y la marginación. Dichas asociaciones
que responden a diferentes tipos (según los ámbitos de trabajo y la
procedencia de la financiación) y diversos ámbitos (internacionales,
nacionales, locales...), suelen tener diversas finalidades de acuerdo a la
línea de actuación en la que se inscriban (enfoque del bienestar, enfoque
de la equidad, enfoque antipobreza, enfoque de la eficiencia)
9 7 884 96 2 107 52
Composición
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica
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SIGNATURA DEMOS
Una mirada abierta a la sociedad y a la cultura
Índice
INTRODUCCIÓN (Eds.).......................................................... X
I. FRONTERA
II. PATRIMONIO
III. ETNICIDAD
Anexo:
CV (Autores)................................................................................ X
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica
INTRODUCCIÓN
Los editores.
I. FRONTERAS
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 15
Realmente, las categorías de “negros” y de “indios” fueron creadas por los “blancos”
para despojar de sus identidades étnicas específicas a las poblaciones dominadas au-
tóctonas y a los esclavos africanos. (Ver Moreno, 1999).
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 19
En todas las series los siete primeros cuadros reproducen la terminología siguiente:
“De Español e India, Mestizo”; “de Español y Mestiza, Castizo”; “de Español y
Castiza, Español”; “de Español y Negra, Mulato”; “de Español y Mulata, Morisco”;
“de Español y Morisca, Albino”; “de Español y Albina, Torna atrás”. Para las sucesivas
mezclas entre negros e indias, los nombres no son fijos: lobo, cambujo, zambaigo, al-
barazado, tente en el aire... El “regreso a indio” desde un mestizo (cruzamiento de este
con una india) es denominado “coyote” o “cholo”, y el “regreso a negro” (de negro y
mulata) “zambo”. (Ver Moreno, 1973).
20 E. Medina, J. Marcos, M. Gómez-Ullate y D. Lagunas (Eds).
III. E
l europeismo de la élites criollas en las repúblicas
latinoamericanas
Desde antes de la independencia política, y más aún una vez consti-
tuidas las repúblicas latinoamericanas, las élites socioeconómicas e inte-
lectuales criollas adoptaron una autoidentificación europea. A pesar de la
evidente plurietnicidad y del multiculturalismo de sus sociedades, quienes
ocuparon los puestos de poder económico y político y constituyeron la
minoría intelectual, con muy pocas excepciones, construyeron un imagi-
nario ilusorio en el que la antes América colonial, sobre todo la española,
fue considerada como una prolongación de Europa. Expresiones como
“madre patria” con referencia a España, y luego términos como Hispa-
noamérica, Iberoamérica y también América Latina, no son sino reflejo
verbalizado de esa idea, tenida como real o al menos como objetivo a
conseguir. No importa que, en muchos países, la mayoría de la población
pertenezca a diversas etnias indígenas, sea mestiza o ladina, y hable o no
la lengua definida como “nacional”, es decir el español, ni que casi todos
los que se declaran criollos, es decir, americanos “europeos”, tengan rasgos
físicos e incluso características culturales de indudable origen amerindio o
africano: la clase dominante y, sobre todo, los intelectuales se consideran
a sí mismos hijos de Europa y del pensamiento ilustrado, o sea “blancos”.
Por ello construyen institucionalmente las nuevas repúblicas respondiendo
al modelo de Estado-Nación cristalizado en la Revolución Francesa y ex-
portado por la ideología liberal, según el cual no ha de tenerse en conside-
ración que los individuos pertenezcan a una determinada etnia o posean
un cultura específica. Pero como la plurietnicidad y el multiculturalismo,
sin embargo, eran la realidad innegable, la “sociedad nacional” es sola-
mente la sociedad criolla minoritaria, que mantiene en una situación muy
cercana al appartheid social y político a la mayor parte de la población
mediante el establecimiento de la frontera jurídica de la “ciudadanía”, que
venía a consolidar la existencia de fronteras económicas, sociales y cultu-
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 21
entonces sin interés económico alguno, salvo el pesquero, del Sahara Occi-
dental, es preciso añadir otros factores. Tras los años del llamado “sexenio
revolucionario” (1868-74), el régimen caciquil de la Restauración borbónica
que se estableció supuso una aparente “normalidad política” que ocultaba
la realidad de una profunda crisis social del Estado liberal-conservador. A
la fuerza creciente del anarquismo, sobre todo en la Andalucía agraria y
en la industrializada Cataluña, a los primeros brotes socialistas y al nunca
desaparecido republicanismo se unieron la activación de los nacionalismos
y regionalismos, especialmente del catalán, y el problema, nunca resuelto,
de los fueros vascos. Antes, incluso, de la derrota en la guerra hispano-
norteamericana, existía una evidente crisis de identidad ante el fracaso de
la construcción nacional a partir de la realidad de facto del Estado. Y el
intento de reafirmar esa identidad española, nunca plenamente construida
ni aceptada, se planteó, desde el poder conservador, con base en cuatro
mitos sobre los que se construyeron otras tantas fronteras: la equivalencia
entre España y Castilla, con lo que se establece una frontera excluidora
de cuantos no se integren en el ámbito castellano; la equivalencia entre
España y religión católica, con lo que se excluye a cuantos pertenezcan
a otras religiones o no sean creyentes; la Reconquista como empresa espa-
ñola, básicamente castellana, de ocho siglos en lucha permanente contra
los “invasores” árabes hasta conseguir la “unidad nacional”, con lo que se
crea una frontera civilizatoria con el mediterráneo sur y fronteras internas
con las nacionalidades distintas de la castellana; y el Descubrimiento y con-
quista de América como gesta civilizadora española –que en su versión
fascista sería “el destino de España en lo universal”–, la cual establecía una
frontera insalvable con las sociedades autóctonas del continente y con la
población afroamericana. Cuatro groseras falsificaciones de la Historia que
no resisten la más mínima crítica pero que han sido reproducidas durante
ciento cincuenta años en los textos escolares y en la retórica del naciona-
lismo de estado español, reproduciendo las cuatro fronteras señaladas en el
imaginario de muchas generaciones.
Seis años antes del llamado “desastre del 98” fue aprovechada la fecha
de 1892, cuarto centenario de la llegada de Colón a Guanahaní, para ac-
tivar uno de dichos mitos: el americano. Fueron el descubridor y la reina
católica, Isabel de Castilla, las figuras centrales en torno a las cuales se de-
sarrollaron las celebraciones: inauguración de monumentos en homenaje a
ambos, exposiciones, exhibiciones navales, restauración de los “lugares co-
lombinos” de donde partieron las tres carabelas, congresos... y, sobre todo,
retórica exaltando una grandeza que la realidad desmentía, tanto a nivel
28 E. Medina, J. Marcos, M. Gómez-Ullate y D. Lagunas (Eds).
Bibliografía
DELGADO, J. M. (1987): “América en la teoría y praxis política de José
Moñino y Redondo, conde de Floridablanca”, en Hacienda Pública
Española, 108-109, pp. 133-146, Madrid.
FONTANA, J. (1992): El legado de 1492 en la conciencia histórica espa-
ñola. Quito.
38 E. Medina, J. Marcos, M. Gómez-Ullate y D. Lagunas (Eds).
que ficou conhecido por alguns como a estética da ironia de Eça, onde
nada escapava ao escalpelo do autor, possivelmente nem ele mesmo. Mas
é verdade que, no meio dos seus textos, Eça deixa cair alguns pingos que
de algum modo escapam às circunstâncias mais imediatas de uma viagem
diplomática. Ainda em Uma Campanha Alegre, o nosso Autor fala de uma
espécie de gente que, não sendo, como ele diz, o “brasileiro brasílico”, é o
português que foi para o Brasil, lá trabalhou e regressou com uma mentali-
dade muito própria. Todavia, aqui Eça efectua uma estranha fusão entre os
portugueses e os brasileiros que ainda se ouve e lê na imprensa de hoje en-
quanto senso comum. Eça ridiculariza o “brasileiro” que surge no Portugal
do séc. XIX como novo-rico, cheio de vícios e más qualidades. “Tudo o
que se respeita no homem é escarnecido aqui no brasileiro”15, diz Eça, mas,
adverte, nós portugueses não deveremos escarnecê-los, pois estes “brasi-
leiros”, que afinal o não são, não passam de uma “expansão do Português
(…) O Brasileiro é o Português –dilatado pelo calor”16. E acrescenta: “As
qualidades internadas em nós, estão neles florescentes. Onde nós somos
à sorrelfa ridiculitos, eles são à larga ridiculões (…) O Brasileiro é o Por-
tuguês desabrochado. (…) O brasileiro é bem mais respeitável porque é
completo, atingiu o seu pleno desenvolvimento: nós permanecemos rudi-
mentares. Eles estão já acabados como a abóbora, nós embrionários como
a pevide. O Português é pevide de Brasileiro!”17. Finalmente, criticando
os lusitanos por desprezarem o “brasileiro”, aponta a hipocrisia nacional
dizendo que os portugueses chamam ao “brasileiro”, em conversa de café,
macaco, enquanto na imprensa é o nosso irmão de além-mar…18
Há nestas considerações de Eça uma certa ironia que ficou para a
história, porquanto é frequente hoje ouvir, em conversas de café, que se
estendem à comunicação social, a ideia de que o brasileiro é um português
sem censura, sem peias, sem cabresto, um português a agir em função dos
ditames do seu imaginário… Mas há igualmente uma certa ambiguidade
em Eça, já que fala do “brasileiro”, que ele reconhece como português
“torna-viagem”, e ignora, pura e simplesmente, quem seria, ao tempo, o
tal “brasileiro brasílico”. Seria o índio? Há discussão sobre a atitude de Eça
de Queiroz, não faltando quem sustente que este modificou a redacção
dos seus artigos quando os compilou em volume, já que teria preten-
19 Cf. por todos FARO, A. (1977), Eça e o Brasil, Ed. Nacional/edusp, São Paulo.
20 EÇA DE QUEIROZ (1907, 2001), Cartas de Paris, Ed. Livros do Brasil, Lisboa, pp.
247 ss.
21 Cf. por todos TRIGO CHACÓN, M. (1994), Manual de Historia de las Relaciones
Internacionales, uned, Madrid, pp. 251 ss.
46 E. Medina, J. Marcos, M. Gómez-Ullate y D. Lagunas (Eds).
afirma alto e bom som Eça, que de novo volta a defender o Brasil enquanto
nação contra algumas observações críticas do jornal britânico que, esque-
cendo o contexto histórico, compara o incomparável, como, por exemplo,
a balança de pagamentos entre Brasil e Bélgica para chegar à conclusão de
que, ou o Brasil se europeíza rapidamente ou tomba na categoria de nação
semicivilizada… E Eça de Queiroz volta às suas críticas do imperialismo
dos mais fortes, na ocorrência a Inglaterra, que no fundo mais não fariam
do que estar à espera de uma oportunidade para recolonizar a América
Latina.
Como já se percebeu, há em Eça inúmeras contradições. Se juntarmos
a estes exemplos que já foram dados outros que se encontram dispersos
(como em A Correspondência de Fradique Mendes, publicada em 1900, ano
da sua morte39), desde logo se vê que o escritor supera determinados qua-
dros mentais da sua época, utilizando a ironia e a mordacidade, ao mesmo
tempo que deles participa. Por um lado, partilhava com a sua época a
ideia de que as relações entre os povos se baseava numa ideia de civili-
zação que, na verdade, dava primazia à civilização europeia. O positivismo
do séc. XIX favorecia o optimismo eurocêntrico que dividiu os povos do
mundo em “civilizados”, “semi-civilizados” e “selvagens”, não concedendo
quaisquer direitos a estes últimos que foram ocupados e colonizados. Por
outro lado, contudo, Eça revela um lado crítico que supera os absolutos do
tempo, na medida em que não deixa de ver que “civilização” significava no
seu tempo “colonização”, o que já se traduzia em abuso e força normativa
dos factos, com tudo o que isso sempre implicou de injusto e opressivo.
De um lado, Eça não escapa a um certo darwinismo social, onde importa
a “raça” e os brancos surgem como mais evoluídos. Do outro, porém, aper-
cebe-se de que nessa mesma superioridade vai incluída a estandardização
e compressão culturais que retiram autenticidade e veracidade aos homens
e suas culturas. Curiosamente, para Eça o progresso tecnológico, tipica-
mente norte-americano, não significa muito em termos de “civilização”,
pois é na realidade considerado uma espécie de progresso instrumental
que em nada abala a verdade da civilização no que respeita a valores. Por
isso, Eça de Queiroz dá mais relevância à “civilização” que lhe surge unida
a outra palavra –“sofisticação”– de que a França, e depois a Inglaterra, são
os paradigmas supremos. Por isso, o escritor acaba por admirar a auten-
ticidade de civilizações antigas, como a chinesa, a indiana ou a egípcia,
39 Cf. ID. (s.d.), A Correspondência de Fradique Mendes, ed. Helena Cidade Moura, Ed.
Livros do Brasil, Lisboa, pp. 112 ss.
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 51
50 Por isso, diz BENJAMIN, ibid., 191, as fantásticas imagens de Fourier revelam, face
a esta concepção dominante, um “surpreendente bom senso. Para ele o efeito do tra-
balho social bem ordenado deveria ser o de que quatro luas iluminassem a noite da
Terra, que o gelo se retirasse dos pólos, que a água do mar deixasse de ser salgada e
que as feras se colocassem ao serviço do homem”.
51 Cf. MAYR, O. (1988), La Bilancia e l’Orologio. Libertà e Autorità nel Pensiero Politico
dell’Europa Moderna, Il Mulino, Bologna, pp. 205 ss. Pertencem a este período outras
citações feitas a seguir.
54 E. Medina, J. Marcos, M. Gómez-Ullate y D. Lagunas (Eds).
dia de Primavera precoce, mas a geada nocturna obrigou-o a desistir. (...) Eis
aqui um poro mais grosso: talvez tenha sido o ninho de uma larva; não de ca-
runcho, porque assim que nascesse teria continuado a escavar, mas sim de uma
lagarta que roeu as folhas, e foi por isso que escolheram esta árvore para ser
abatida... Esta borda foi talhada pelo marceneiro com a goiva para aderir ao
quadrado contíguo, mais saliente... A quantidade de coisas que se podiam ler
num bocadinho de madeira liso e vazio, cismava Kublai; e Marco Polo já es-
tava a falar dos bosques de ébano, das jangadas de troncos que desciam os rios,
dos cais, das mulheres às janelas...”61. Eis os dois tipos de conhecimento que
se bifurcam, mas de algum modo se justapõem, e de que o discurso nunca
dará plenamente conta. Num caso, porque a formalização nunca eliminará
o rumor; no outro, porque, face à densidade do mundo, o discurso será
sempre fragmentário relativamente à totalidade. Diz Italo Calvino que, no
limite, tal como o faz a poética de Mallarmé, “a palavra atinge o máximo de
exactidão ao tocar o extremo da abstracção e indicar o nada como substância
última do mundo”62, tal como quando a palavra “tem a forma das coisas mais
humildes, contingentes e assimétricas”, identificando-se com a substância
absoluta, mesmo quando sob a forma de pequenos sulcos deixados à su-
perfície, pois nesta complementaridade entre micro- e macrocosmo só a
palavra se conhece a si mesma e só assim se conhece o mundo. E é “exacto”
que o Autor possa exemplificar o sentido disto com uma descrição de
Leonardo da Vinci, que se auto-definia como um “uomo senza lettere”, um
membro dos “inventori e interpreti tra la natura e li uomini”, ao pretender
fixar, em sucessivas redacções no papel63, a imagem, que possuía na cabeça,
de um monstro antediluviano, fazendo uso da vis imaginationis e, com
ela, abrindo as portas do inefável. E isso é assim porque, como sustenta o
Autor, só uma racionalidade que combine os influxos entre o micro- e o
macrocosmos poderá preencher, a um tempo, o particular e o universal,
seguir a recomendação de Valéry: “Il faut être léger comme l’oiseau, et non
comme la plume”64.
69 Cf. ALMEIDA, P. R. (2002), Os Primeiros Anos do Século XXI, Paz e Terra, Rio de
Janeiro, p. 147.
70 Cf. DUPAS, G. (1999), Economia Global e Exclusão Social, 2.ª ed. revista e ampliada,
Paz e Terra, Rio de Janeiro, p. 126.
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 59
71 SACHS, I., WILHEIM, J., PINHEIRO, P. S. [orgs.] (2001, 3.ª reimp. 2006), Brasil,
um Século de Transformações, Companhia das Letras, São Paulo.
72 LAFER, C., “O Brasil e o Mundo”, in SACHS, I. et alii, op. cit., p. 168.
73 FURTADO, C., “Quando o Futuro Chegar”, in SACHS, I. et alii, op. cit., pp. 420
ss.; e nesta mesma obra SACHS, I., “Quo Vadis, Brasil?”, pp. 490 ss.
74 DUPAS, G., “Os Grandes Desafios da Economia Globalizada”, in SACHS, I. et alii,
op. cit., pp. 432 ss.
60 E. Medina, J. Marcos, M. Gómez-Ullate y D. Lagunas (Eds).
I. I ntroducción
Hoy resulta evidente que estamos abocados al eclecticismo y las hibri-
daciones. La ciencia actual precisa de un nuevo enfoque que diluya los co-
nocimientos estancos y favorezca la creación en espacios de investigación
compartidos. Las fronteras en general son ejemplos elocuentes de hibrida-
ción, de multivalencias, de encuentros y desencuentros, donde se mani-
fiestan intensificados los aspectos singulares de los fenómenos nacionales
e internacionales y se escenifican, dramáticamente, las grandes aporías de
la condición humana. Las fronteras internacionales constituyen espacios
privilegiados para la observación de importantes hechos sociales: migra-
ciones, deslocalización industrial, procesos de urbanización acelerada, de
vivencia y reconfiguración identitaria...; espacios privilegiados también
para estudiar fenómenos nuevos y emergentes. El estudio sistemático y
comparativo de las fronteras y de los fenómenos que se desarrollan con
ellas, pueden proporcionarnos valiosas claves interpretativas del mundo
que estamos construyendo y mostrarnos, tal vez, algunos caminos para
resolver sus principales dilemas.
En este trabajo se presenta un análisis comparado de dos realidades
fronterizas distantes y distintas: la Línea o frontera de México con los
Estados Unidos de América y la Raya o frontera de España con Portugal.
Bajo este ejercicio comparativo subyace un enfoque epistemológico, en el
que se tienen en consideración tanto los aspectos materiales –tangibles– de
la realidad frontera, como los aspectos normativos, simbólicos y culturales
66 E. Medina, J. Marcos, M. Gómez-Ullate y D. Lagunas (Eds).
III. E
ntidades territoriales y poblamiento
Los diez estados limítrofes con la Frontera Norte (la Línea) abarcan el
24% de la superficie de México más la de Estados Unidos de Norteamé-
rica (EE.UU.) y representan algo más de la quinta parte de la población
total (20,6%) de ambas naciones. La densidad de población registrada en
Dicha clasificación es la siguiente: Raya Norte, comprende las provincias españolas
de Pontevedra y Ourense y los distritos portugueses de Minho-Lima, Cávado y Alto-
Tras-os-Montes; Raya Centro-Norte, comprende las provincias españolas de Zamora
y Salamanca y los distritos portugueses de Douro, Beira Interior Norte y Beira In-
terior Sur; Raya Centro-Sur, comprende las provincias españolas de Cáceres y Badajoz
y los distritos portugueses de Alto Alentejo, Alentejo Central y Bajo Alentejo; Raya
Sur, comprende la provincia española de Huelva y el distrito portugués de Algarve.
En la parte estadounidense dichos estados son los siguientes: California, Arizona,
Nuevo México y Texas. En la parte mexicana son: Baja California Norte, Sonora,
Chihuahua, Nuevo León, Coahuila y Tamaulipas.
Como decíamos, sería interesante y necesario realizar un análisis comparativo, de corte
estadístico, entre los espacios transfronterizos de las fronteras internacionales; para
ello, no sólo habría que unificar criterios acerca de los límites espaciales sino también
consensuar las metodologías y establecer los indicadores comunes de medición. De
momento, lo que predomina es la descoordinación de los sistemas de información y
la dispersión y heterogeneidad de los datos.
68 E. Medina, J. Marcos, M. Gómez-Ullate y D. Lagunas (Eds).
Fuentes: U.S. Bureau, Census, 2000. INEGI, XII Censo General de Población y Vivienda
2000. Tabulados Básicos, Aguascalientes. Ags 2001. Conceiçao Cruz, M.C. y Nogales Gui-
llén, L. (2005). Papeles de Economía Española (Anexo Estadístico); pp. 360. Elaboración
propia.
10 Curiosamente, los agentes de aduanas más temidos por los mexicanos son estadouni-
denses de ascendencia mexicana. Cfr. Bustamante, 1996.
11 La Frontera Norte es probablemente la más transitada del mundo. Se estima que en
dicha frontera se producen alrededor de un millón de cruces diarios. Cfr. Emmerich,
2003: 13.
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 73
21 Aztlán, el fabuloso Reino de Saba, la Atlántida, las Siete Ciudades de Oro, las Minas
del Rey Salomón, El Dorado, Cibola y Quiriva... Cfr. Medina García, 2006.
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 85
24 Existe una literatura muy abundante en torno a los chicanos. Respecto a sus procesos
identitarios destacamos las investigaciones de J. Mª Valenzuela Arce (2004). Otros
procesos identitarios singulares presentes en esa Frontera se refieren a comunidades
mixtecas asentadas a ambos lados de la Línea y a otros grupos étnicos divididos por
la misma frontera, como es el caso de los cucapá, de los pápagos o los k´miai. Cfr.
Velasco Ortiz (2004); Chávez Chávez (2004); Salas Quintanal (2004) y Garduño
(2001).
25 Prueba evidente de la penetración de los chicanos en la sociedad estadounidense
es la presencia de sujetos relevantes en la escena nacional, desde astronautas –Sid
Gutiérrez–, hasta premios Nobel de química –Mario Molina– pasando por un amplio
espectro de personajes relacionados con el cine –Roberto Rodríguez–, la pintura –Ar-
mando Sánchez–, el deporte –Nancy López–, la política –Federico Peña–, etc.
26 Anderson, 1993; cit por Velasco, 2004: 139. Un proceso similar puede observarse, en
su especifidad, respecto de los pápagos asentados en ambos lados de la Frontera Norte
(Salas Quintanal, 2004: 331 y ss.).
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 87
en uno u otro tramo, a uno y otro lado de una misma frontera e incluso
dentro de la misma ciudad y entre la misma gente (Alegría, 2000: 99 y
ss.). Es más, probablemente la identidad fronteriza se teje, como en todas
partes, mediante un juego de diferenciaciones y oposiciones, muchas de
las cuales se dan con el vecino más inmediato que no tiene porqué ser
siempre ni necesariamente el del Otro lado de la frontera. Nos referimos
con esto a la existencia de identidades múltiples: personales, locales, regio-
nales, nacionales y a los procesos de superposición, articulación, desarrollo
y evolución de dichas identidades. En este sentido, encontramos una gran
complejidad acentuada por la presencia de fenómenos ambiguos, diná-
micos y polivalentes, como es el caso de muchos pacenses –habitantes de
la ciudad de Badajoz, en España– los cuales se sienten más cercanos de
sus vecinos portugueses que de los emeritenses –habitantes de la ciudad
de Mérida, en España– con los que tradicionalmente han mantenido una
relación de distanciamiento y confrontación identitaria, sin considerarse
por ello menos españoles. Igualmente, en la Frontera Norte parece que se
han desarrollado fuertes referentes locales, que en algunos casos pueden
llegar incluso a suplantar a las identidades étnicas, de clase social y hasta a
la misma identidad nacional.
Algunos autores defienden la existencia de una cultura de frontera
en la Raya luso-española. Dicha cultura estaría caracterizada por “...una
fluida permeabilidad sociocultural que estructura una fuerte interdependencia
simétrica [asentada sobre] relaciones de complementariedad e interdepen-
dencia” (Uriarte, 1994). Aunque en principio existen manifestaciones que
avalan, al menos en parte, tal aseveración, especialmente si ésta queda
referida a relaciones de complementariedad e interdependencia, siendo la
permeabilidad y la simetría mucho menos evidentes, consideramos que el
concepto de cultura o subcultura de frontera debe contener una serie de
elementos distintivos, específicos, que la diferencien significativamente de
las culturas matrices y debe ser, además, percibida desde dentro y desde
fuera de su ámbito territorial, en su especificidad, tanto por los sujetos que
forman parte de ella como por los demás (Barth, 1976).
En ambas fronteras encontramos, junto a las identidades locales, dis-
persas y/o fragmentadas, procesos en los que la propia frontera se con-
figura como un referente de gran magnitud, como fuente de constante
inspiración para indagar en la esencia de esas nuevas formas de ser y estar
en la frontera. En la Línea, uno de los principales símbolos de identidad es
la propia Línea; una barrera fronteriza jalonada de vallas metálicas y otros
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 91
elementos de control como son las patrullas de vigilancia –la border patrol–
28
. La propia valla de seguridad se ve asaltada física y simbólicamente, sir-
viendo no sólo de motivo de inspiración para pintores, músicos, cineastas,
escritores, etc. sino incluso de soporte material para la expresión plástica
de ideas y representaciones colectivas, cuyo contenido gira principalmente
sobre las dificultades y peligros asociados con el paso de la Línea.
En ciudades fronterizas como Tijuana observamos, junto con los pro-
cesos de hibridación cultural, un cierto afán por desarrollar símbolos iden-
tificadores propios, tomando como referencia fundamental a la Frontera y
aprovechando determinados elementos que forman parte de las experien-
cias de la vida cotidiana: el salto de la valla, la migra, el contrabando, etc.29
Las aproximaciones para intentar definir esa nueva identidad se realizan
utilizando diversas formas del arte como vehículo de expresión: pintura,
música, cine, literatura, etc.30; y conforman, junto con el discurrir de las
prácticas y las actividades diarias, un peculiar corpus identitario que, afir-
mando su procedencia de realidades nacionales, regionales y locales es-
pecíficas, combina determinados símbolos de la identidad nacional –la
bandera, el himno nacional, la Virgen de Guadalupe...– con elementos
pertenecientes a la cultura estadounidense y otros referentes iconográficos
singulares, propios de la Frontera: la valla de separación, el paso de inmi-
grantes ilegales, la música, el contrabando, etc.
En la Raya, aunque también encontramos símbolos identitarios re-
feridos a las respectivas nacionalidades, así como una cierta hibridación
que se refleja en varios frentes o dimensiones de la realidad, tales como
la existencia de redes parentelares transfronterizas, la participación en
fiestas y celebraciones del otro lado, los fenómenos de diglosia, el parecido
modo de realizar las construcciones, los lugares de culto compartidos, la
semejanza en los modos de vida, etc, echamos en falta la existencia de
28 En la Raya, este papel de salvaguarda fue desempeñado durante mucho tiempo por
los puestos de aduanas y los servicios del resguardo de fronteras: carabineros –espa-
ñoles– y guardinhas –portugueses–. De aquellos antiguos puestos de control y cuerpos
de vigilancia ya apenas queda el recuerdo; no obstante, persiste la frontera policía,
mucho mejor equipada, coordinada y disimulada que antaño.
29 Este proceso de conformación identitaria se ve respaldado por diversas instituciones
culturales presentes en ambos lados de la Línea como son el Centro Cultural Tijuana
(CECUT), el Museo de Arte Contemporáneo de San Diego, etc.
30 Algunos de los muchos ejemplos que se sirven de la Frontera como inspiración y
de música como forjadora de una identidad de la Frontera Norte son: los Tigres del
Norte y Nort-Tec.
92 E. Medina, J. Marcos, M. Gómez-Ullate y D. Lagunas (Eds).
X. R
elaciones fronterizas y transfronterizas
En el ámbito de las interacciones sociales, la frontera ejerce una con-
siderable influencia sobre las agencias –personas– al nivel de su vida coti-
diana, aunque de manera muy dispar. El abanico de posibilidades, opor-
tunidades y obstáculos que generan las fronteras depende en gran medida
del ámbito normativo –leyes y normas generales y otras específicas sobre
las fronteras– el cual está a su vez mediatizado por contextos más ge-
nerales. No obstante, dicha influencia no es determinante, pues permite
que a lo largo de una misma frontera se desarrollen espacios interactivos
31 Como señala Valenzuela Arce, la figura del pocho no sólo “expresa la dimensión com-
pleja de los intersticios socioculturales y vivir en los espacios intermedios (...) Desde México,
pocho ha sido un concepto estigmatizante...que denota traición, fuga, abandono, traición
a la identidad” (Valenzuela, 2004: 126 y 135).
32 En nuestro amplio periplo por la Frontera hemos encontrado ejemplos elocuentes de
identidades ambiguas de carácter instrumental; es decir que varían y se acomodan a
las circunstacias más favorables, en: Barrancos, Cheles, Olivenza, la Codosera, Jola, la
Fontañera, Mirando do Douro, etc.
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 93
por la mayor interacción con el Otro, el cual denota una figura esencial-
mente ambigua, pues es percibido a la vez como un problema y como una
oportunidad (Bustamante, 1997: 311 y ss.)35.
Tanto en la Línea como en la Raya encontramos personajes singulares
cuya existencia está configurada por tránsitos hacia uno y otro lado de
la frontera, frecuentes o más espaciados, por motivos laborales u otros;
agencias que han hecho de la frontera un medio y un modo de vida, que
se han construido a si mismas en torno a las posibilidades que ofrecen las
fronteras: comerciantes, contrabandistas, transportistas, intermediarios,
agentes de cambio, policías, polleros...; igualmente encontramos a muchas
personas limitadas por la frontera, indocumentados para los que la valla
de separación es una barrera infranqueable contra la que no pueden, no
quieren y/o no saben luchar; pero incluso en estos casos, la frontera genera
intersticios, lugares intermedios que permiten la supervivencia y la confi-
guración de nuevas identidades adaptativas, personales y colectivas (Va-
lenzuela Arce, 1998: 105). A través de las innumerables experiencias que
acontecen, de manera constante, en estos espacios singulares, la frontera
aparece integrada en el imaginario y en la rutina diaria de la gente como
algo dado, como algo con lo que es preciso aprender a vivir, tal como
acontece con otras fronteras que forjamos y padecemos, en la práctica en
común de nuestra vida cotidiana.
XII. C
onclusión
A pesar del considerable esfuerzo realizado para elaborar el presente
trabajo, somos conscientes de sus múltiples lagunas y limitaciones para dar
cuenta de realidades tan amplias y complejas como son los espacios fron-
terizos entre España y Portugal por un lado (la Raya) y México-EE.UU (la
Línea) por otro. No obstante, el reto está planteado, así como la propuesta
de un esquema general para recoger, ordenar y contrastar los datos. Consi-
deramos necesario completar dicho ejercicio previo de caracterización, des-
criptivo y comparativo, antes de poder acometer otras investigaciones que
nos conduzcan, por una parte, al descubrimiento de regularidades de tipo
medio y general (las famosas leyes sociales) y por otra, al desvelamiento de,
al menos algunos, procesos y mecanismos de funcionamiento subyacentes
35 El sexo y la posición social –clase social de pertenencia– parecen jugar un papel deter-
minante en la conformación de los procesos de identidad en la Frontera Norte. Cfr.
Douglas Taylor, 2001:207 y ss.
96 E. Medina, J. Marcos, M. Gómez-Ullate y D. Lagunas (Eds).
Muy alta (*). Varía sustancialmente en función de los tramos de fron- Medio-alta (*). Varía sustancialmente en función de los tramos de fron-
Intensidad del tráfico mercantil
tera tera
Principal origen/destino de las EE.UU/ México. Varía en función de los tipos de mercancías y de los España/ Portugal. Varía en función de los tipos de mercancías y de los
mercancías tramos de frontera tramos de frontera
Muy alta (*). Varía sustancialmente en función de los tramos de frontera Medio-alta (*). Varía sustancialmente en función de los tramos de fron-
Intensidad del tránsito de personas
y de las fechas tera y de las fechas
Principal origen/destino de las México/EE.UU. Varía en función de las fechas y de los tramos de fron- Portugal/España. Varía en función de las fechas y de los tramos de fron-
personas tera tera y de las épocas del año
Intensidad de los movimientos Muy alta (*). Varía sustancialmente en función de los tramos de frontera Baja (*). Varía ligeramente en función de los tramos de frontera
migratorios y de las épocas del año
Principal origen/destino de las per- México/EE.UU. y la propia franja fronteriza Portugal/España. Centros urbanos alejados de la frontera.
sonas migrantes
Importancia de la economía fron- Muy alta (*) Baja/Muy Baja (*)
teriza en las respectivas economías
nacionales
Principales sectores de actividad Industria. Servicios (comercio, turismo, transportes). Construcción y Servicios (administración, comercio, turismo) y Agroindustria. Varía
económica Otros. Varía sustancialmente en función de los tramos de frontera sustancialmente en función de los tramos de frontera
Grado de diversificación econó- Muy alto (*). Varía sustancialmente en función de los tramos de fron- Bajo/Medio (*). Varía sustancialmente en función de los tramos de fron-
mica tera tera (mayor diversidad en las regiones litorales)
Flujos de capital transfronterizos Importantes (*) Importantes (*)
Principal orígen/destino de los EE.UU/ México. Muchas inversiones localizadas en la misma frontera España/Portugal. El grueso de las inversiones se realizan lejos de la fron-
flujos de capital tera.
Flexibles y dinámicos. Varía sustancialmente en función de los tramos Rígidos y estancados. Varía sustancialmente en función de los tramos
Mercados de trabajo
de frontera de frontera
Tasas de actividad/ocupación y Alta/Alta/Baja. Varía sustancialmente en función de los tramos de fron- Baja/Baja/Alta. Varía sustancialmente en función de los tramos de fron-
paro (desempleo) tera tera
Importancia de la economía su- Alta (*) Media/Baja (*)
mergida
Intensidad de los intercambios ilí- Muy alta (*) Muy baja (*)
citos (contrabandos)
Redes y organizaciones informales Cárteles. Redes de inmigración ilegal (polleros). Otras: se desconocen Se desconocen
(ilícitas)
Principal orígen/destino de los México/EE.UU. Varía sustancialmente en función de los tipos de mer- Portugal/España. Varía sustancialmente en función de los tipos de mer-
contrabandos cancías y los tramos de frontera cancías y los tramos de frontera
Principales mercancías de contra- Drogas. Inmigrantes. Otras: se desconocen Drogas. Tabaco. Textiles. Gasolina. Otras: se desconocen
bando
Tipo de complementariedad Asimétrica Simétrica
Características y aspectos intangibles
Ambiguas (positivas y negativas). Las “Puertas del Paraíso”. El “Sueño Ambiguas (más bien negativas). La “Costa del Luto”. El “Telón de
Americano”. “El Dorado” (California). Tijuana “la Horrible”. Varían Corcho”. El “Muro Ibérico”. La “Frontera del Subdesarrollo”.
Imágenes de la frontera
sustancialmente en función de ciertas variables: nacionalidad, etnia, es-
tatus social, ocupación, etc.
Fronteras étnicas y culturales Diversidad de grupos étnicos diferenciados Homogeneidad étnica y cultural
Anglos. Hispanos (chicanos, mexicanos...), Asiáticos. Afroamericanos. Portugueses y españoles
Principales grupos poblacionales
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica
Indígenas
99
100
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Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 107
Andándome yo pasiando
por las Fronteras del Norte
¡Ay qué cosa tan hermosa!
“Chulas Fronteras”,
Lalo González “El Piporro”
“Justo al otro lado de la calle empezaba México. (…) Al fin habíamos encontrado la
tierra mágica al final de la carretera y nunca nos habíamos imaginado hasta dónde
llegaba esta magia. (…) -¡Qué país tan salvaje! –grité. Dean y yo estábamos completa-
mente despiertos.” (357-361).
112 E. Medina, J. Marcos, M. Gómez-Ullate y D. Lagunas (Eds).
“La frontera significa algo más que una aduana, un oficial encargado de los pasa-
portes, un hombre con un arma. Del otro lado, todo será distinto; una vez que nos
sellen el pasaporte, la vida no volverá nunca a ser exactamente igual, y uno se en-
cuentra sin saber hablar entre los agentes de cambio. El hombre que busca paisajes
imagina extraños bosques y montañas inauditas; el romántico cree que del otro lado
de la frontera las mujeres serán más hermosas y más complacientes que las de su país;
el desdichado se imagina por lo menos un infierno distinto; el viajero suicida espera
la muerte que no encuentra nunca. La atmósfera de la frontera… es como volver a
empezar; se parece un poco a una buena confesión: uno se encuentra en equilibrio
durante algunos momentos entre pecado y pecado.” (33)
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 113
canos, no siempre compartida por sus vecinos del sur. El paradigma mayo-
ritario hoy en la aproximación chicana a su realidad sociocultural parte de
la acuñación de la metáfora de las “tierras fronterizas” –borderlands– para
designar una realidad más espiritual que territorial, capaz de remarcar los
componentes híbridos y migrantes de su identidad. Emblema de esta ac-
titud es el trabajo, ampliamente citado, de Gloria Anzaldúa, Borderlands/
La frontera. The New Mestiza (1987), para el cual la frontera se constituiría
fundamentalmente como un lugar de encuentro y transgresión de géneros,
naciones, etnicidades y clases sociales:
“It is in a constant state of transition. The prohibited and forbidden are
its inhabitants. Los atravesados live here: the squint-eyed, the perverse,
the queer, the troublesome, the mongrel, the mulato, the half-breed, the
half dead; in short, those who cross over, pass over, or go through the con-
fines of the <normal>” (3).
Es esta misma orientación la que guía la práctica vital y artística de
Guillermo Gómez-Peña, nacido en la Ciudad de México, pero radicado
durante parte de su vida en el área Tijuana-San Diego, cuya polifacética
actividad creativa y capacidad para moverse libremente entre una y otra
nación, una y otra cultura, le convierten para muchos críticos en la per-
fecta encarnación del artista fronterizo. Otras voces defienden la existencia
del área como una “tercera nación”, con sus caracteres propios:
“The strong impulses of rejection on both sides of the border make this
area more and more homogenous (...). In this way a third avenue is cre-
ated which is what makes this zone unique, not entirely American and
not entirely Mexican, but rather a third party that can claim to be Mex-
ican-American, pocho, or Chicano” (Armando Miguélez en Vaquera-
Vásquez 3),
evidenciando de paso el modo en que la frontera norte mexicana tiende
a ser subsumida en una espacialidad chicana (Vaquera-Vásquez). En una
dirección semejante, el mexicano Sergio Gómez Montero propone el con-
cepto de “ecotono”, que toma del ámbito de las ciencias naturales para
describir la manera en que un límite –en este caso la separación fronte-
riza entre dos estados nacionales– se constituye más que como un mar-
cador de contrastes como el generador de un espacio extendido, una zona
de influencia propia y de transición entre comunidades diversas (2003:
164-166). “La comunidad ecotonal”, señala Gómez Montero citando a
P. Odum, “suele contener muchos de los organismos de cada una de las
118 E. Medina, J. Marcos, M. Gómez-Ullate y D. Lagunas (Eds).
“Even more important than the formal characteristics, however, are the
questions of tone and ideological content. As Américo Paredes made clear
more than thirty years ago, it is the spirit of militant mexicanismo that
sets the Greater Mexican corrido apart from the traditional romance-cor-
rido far more clearly than any aspect of form”10.
Con todo, el conflicto fronterizo tiene implicaciones formales para
el desarrollo de un subgénero particular dentro del corpus corridístico,
basado en el enfrentamiento entre dos figuras antagónicas, el mexicano
que defiende su derecho y el representante de la ley estadounidense, el
Ranger de Texas. Existen asimismo variaciones discursivas, formulaicas y
tonales que singularizarían a este grupo de composiciones. Por otra parte,
el funcionamiento del corrido como medio de adscripción simbólica a
una identidad colectiva –local o nacional según los casos– y como forma
de resistencia social y cultural, ha permitido a los especialistas rastrear el
surgimiento a nivel popular de una identidad méxico-americana diferen-
ciada, antecedente de la chicana. Si los que en opinión de Paredes consti-
tuyen los más antiguos corridos íntegramente conservados, los “Corridos
de Kiansis” (originarios de la década de 1860), dan cuenta del traslado de
grandes cantidades de ganado desde el sur de los Estados Unidos hasta el
nudo ferroviario de Kansas en términos de rivalidad inter-étnica, de ma-
nera que los peones mexicanos sobresalen en las artes de doma y pastoreo
frente a la cobardía de los caporales angloamericanos, una composición
como el “Corrido de Rito García” (c. 1885), revela ya el resquemor con
respecto al abandono en que el gobierno de Díaz habría sumido a sus
antiguos conciudadanos, relegados a posiciones de subordinación por la
nueva legalidad anglosajona vigente en Texas tras la firma del Tratado de
Guadalupe Hidalgo, y ofrece los primeros indicios de gestación de una
identidad diferencial:
10 Sin embargo, no todos los especialistas concuerdan con las tesis de Paredes y resultan
ya clásicas las disputas que éste sostuviera al respecto con Merle E. Simmons, defensor
de la formación del corrido a partir de una tradición baladística americana que se
habría ido constituyendo sobre la base del romance español desde los tiempos de la
Colonia (1963), orientación compartida en líneas generales por investigadores como
Vicente T. Mendoza (1997) o Guillermo E. Hernández (1992). Véase asimismo El co-
rrido zacatecano (1979: México, D.F., INAH) de Cuauhtémoc Esparza Sánchez, que
proporciona indicios de la existencia de una antigua tradición corridística existente en
Zacatecas con anterioridad a las fechas propuestas por Paredes para la frontera.
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 121
11 Entre los primeros, se destacan nombres como los de Federico Campbell (Tijuana,
1941), José Manuel Di Bella (Tampico, 1952), Rosina Conde (Mexicali, 1954), Ro-
sario Sanmiguel (Benavides, Chihuahua, 1954), Gabriel Trujillo Muñoz (Mexicali,
1958)… En una perspectiva algo distinta se sitúan ya autores como David Toscana
(Monterrey, 1961), Luis Humberto Crosthwaite (Tijuana, 1962), Eduardo Antonio
Parra (León, Guanajuato, 1965), Dolores Zamorano (Tijuana, 1965), Regina Swain
(Monterrey, 1967), Rafa Saavedra (Tijuana, 1967) o Fran Ilich (Tijuana, 1975).
124 E. Medina, J. Marcos, M. Gómez-Ullate y D. Lagunas (Eds).
este modo, el registro coloquial del español norteño es sólo uno de los mu-
chos adoptados por unos autores que han incursionado simultáneamente
en la parquedad mítico-poética rulfiana, en la entonación folklórica y le-
gendaria, en la recuperación estilizada de un castellano de sabor añejo o en
la hibridación jergal del pastiche internauta.
En muchos de ellos se observa sí un interés por normalizar la imagen
de la ciudad fronteriza, por llevar a primer plano las inquietudes del ciu-
dadano medio y colocarlas en mitad de un paisaje denostado por propios
y ajenos. El amor, la soledad, la insatisfacción, la rutina, la enfermedad
y la vejez, el lugar de la mujer en una sociedad que la discrimina, la ho-
mofobia… se constituyen en núcleos argumentales y buscan completar y
redefinir anteriores panoramas reduccionistas sobre la realidad fronteriza
y sus habitantes. La cuestión de la identidad escindida adquiere asimismo
un lugar protagónico. “Ejemplos de una concepción de la frontera como en-
trada, como acceso, más que como límite”, se distribuyen a lo largo de la
producción de varios autores norteños, apunta Santiago Vaquera-Vásquez,
que menciona entre otros ejemplos la doble direccionalidad de la vida del
fronterizo sugerida por Federico Campbell en “Insurgentes Big Sur”:
“Y uno volvía la vista de un lado a otro, de Los Angeles al DF y viceversa,
como en un juego de ping pong. No se decidía uno muy bien hacia cuál de
los dos polos dejarse atraer; no quedaba muy claro si las innovaciones en el
caló o el bien vestir ... procedían de Tepito o del East Side” (170).
Si Campbell, quien frecuenta una y otra vez el terruño tijuanense,
escoge la imagen de la foca, a medio camino entre la tierra y el agua, como
emblema de la ambivalente identidad de sus paisanos (Todo lo de las focas,
1989), Rosina Conde centra el interés de buena parte de sus creaciones en
denostar la marginación del norteño, no específicamente del fronterizo,
por parte de la capital de la nación o en explorar los agravios que rodean
a la que ha sido codificada por muchos como otra frontera, la de la iden-
tidad genérica.
Como un activo impulsor literario de la idea de una identidad pecu-
liar de la frontera norte viene revelándose desde hace años el género negro,
que si por una parte ha destacado la presencia de una importante “cultura
de la violencia” en la región, por otra ha tratado de mostrar con su pin-
tura de la vida común de los fronterizos las dimensiones normales de su
existencia y de exculparlos de la responsabilidad exclusiva de unos males
cuyas dinámicas forman parte de la organización económica del conjunto
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 125
del país y son acogidas con beneplácito desde el exterior. La saga de Miguel
Ángel Morgado, el investigador y abogado pro-derechos humanos creado
por Gabriel Trujillo, se alza como representativa en este sentido de una
“literatura que pareciera asumir desde un principio su papel de entreteni-
miento, pero sobre todo, su camino hacia una percepción diferente de la
frontera, destacando su modus vivendi, su historia, su tradición” (Rodrí-
guez Lozano 66):
– Es que Mexicali, la frontera, todo esto tiene lo suyo. Te vuelve un cantor
de su belleza.
– Estás loco. ¿De qué lugar hablas? ¿De esta pinche ciudad apestosa y
llena de polvo? Si aquí la belleza mayor son los cactus.
– Ya entenderás, Morgado. Sigue contemplando a esta multitud que se
aglomera en busca de relajo y cachondeo. Ellos son la clave de este ma-
remágnum. Ésta es nuestra Alexanderplatz, nuestro Greenwich Village,
nuestro Soho. De quinta categoría, si tú quieres verlo así, pero nuestro
al fin. Construido a nuestra imagen y semejanza. Un infierno propio. El
mejor de todos (Trujillo 2006: 268).
Las fronteras emocionales de los solitarios y desheredados que pululan
por los locales de alterne del juarense Callejón Sucre, pero también las de
la otredad articulada “a partir del constante diálogo con su contexto so-
cial” (Tabuenca Córdoba en Sanmiguel) se alzan como los puntales de ese
“lugar de enunciación fronteriza” que Humberto Félix Berumen atribuye
a escritores como Rosario Sanmiguel12. El horizonte de la migración y la
transformación antiutópica del dorado norteño, el trabajo en la maquila,
la desigualdad estructurada…, son retratados sin estridencias, desde una
visión íntima, en las páginas de Callejón Sucre y otros relatos (1994):
“…pensábamos rentar unos cuartos para vivir juntos, nomás mientras
nos íbamos a Chicago, de mojados también nosotros como los pobres que
cruzan el río nomás con la bendición de Dios, ésos que se meten a los va-
gones de carga a escondidas a esperar horas, a veces todo el día hasta que
12 “Si partimos de la frontera en tanto que frontera cultural, cabe reconocer la presencia
de una escritura que trabaja en los límites geográficos de una zona cultural. La frontera
es aquí la condición de la enunciación narrativa, el lugar desde donde se articula el
discurso literario. Estos relatos estructuran un mundo de choque y de conflicto entre
culturas diferentes. Pienso sobre todo en los cuentos de Rosario Sanmiguel y Luis
Humberto Crosthwaite, en algunos cuentos de Eduardo Antonio Parra y otros tantos
de Marco Antonio Rodríguez Leija y Rafa Saavedra.” (2005: 15)
126 E. Medina, J. Marcos, M. Gómez-Ullate y D. Lagunas (Eds).
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Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 131
2. Obras de ficción.
Manuela Ribeiro mostra, no caso barrosão, esta valorização patrimonial da terra, ex-
pressa na recusa a vendê-la, por parte dos proprietários, na tentativa de a comprarem,
por parte dos emigrantes e na tensão com que são vividas as partilhas ou as doações
de terras (Ribeiro, 1996:355)
142 E. Medina, J. Marcos, M. Gómez-Ullate y D. Lagunas (Eds).
Sobre este assunto, ver a muito interessante abordagem de Ribeiro et al., 2008.
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 145
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Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 151
museo dice que hay que pensar, sino, lo que ciertas personas o grupos,
dignos de todo respeto, pensaban y nos han legado a este museo. Esta
perspectiva meta-museística cercana a un museo de historia del museo
–de historia de la teorización y activismo patrimonial– impulsa al
espectador a adoptar una comparación reflexiva, en que puede elegir
el aceptar, rechazar, discutir las formulaciones diversas que el museo le
ofrece para su consideración.
2. La contextualización del país en un marco geográfico e histórico más
amplio hace superar la miopía localista y dar categoría más profunda
a los ítems del museo. No sólo son entrañables por haber existido
o haberlos vivido en un ambiente cercano, sino que cobran mayor
categoría humana, e incluso emoción, al verlos formulados en unas
dimensiones mucho más amplias. Valga como muestra un ejemplo.
Tuve la oportunidad de asesorar algunas escenas en una exposición
etnográfica que una fundación llevó a cabo en A Coruña. Sus
inquietudes eran desmitificadoras, por lo que les ofrecí gustosamente
ideas y materiales. Uno de los ejemplos etnográficos era el “hórreo”,
considerado tradicionalmente por muchos, como uno de los símbolos
de Galicia. Definiéndolo como un almacén de cereal elevado sobre el
suelo mediante soportes y con un sistema de aireación con ranuras,
este tipo de graneros tiene una inmensa extensión geográfica. Hay
sin duda formas y variantes diversas, no sólo a nivel planetario,
sino dentro de la misma Galicia y regiones o países vecinos, e
incluso diversidad de nombres. Ateniéndonos al definición más
amplia, en nuestra exposición fotográfica presentábamos “hórreos”
cuidadosamente decorados en las islas Trobriand, al sudeste de Nueva
Guinea, estudiadas por Malinowski. Asimismo incluíamos algunas
fotografías de aldeas de muros de piedra y tejados de pizarra con
graneros semejantes y que suelo utilizar en mis clases como una
trampa; los alumnos suelen ubicar las fotografías en las montañas del
interior de Galicia; mi explicación les aclara que se trata de una aldea
de una provincia central de China. Por supuesto otras fotografías
de la misma aldea introducen elementos disonantes, relativamente
secundarios en el conjunto, pero que podían ser seleccionados como
característicos. La exposición fotográfica se completaba con un
“hórreo” del estado norteamericano de Indiana; es sabido que ese tipo
de “barns” es un símbolo distintivo de este estado. El visitante del
museo puede reflexionar y elegir.
166 E. Medina, J. Marcos, M. Gómez-Ullate y D. Lagunas (Eds).
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Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 169
***
El espíritu y el texto completo de la <<Convención sobre la protec-
ción y promoción de la diversidad de las expresiones culturales>> (UNESCO,
2005), van encaminados a la salvaguarda de la diversidad cultural frente
a la homogeneización que orienta la mundialización. El texto condensa,
básicamente, las siguientes ideas: 1ª.-La cultura adquiere formas diversas
a través del tiempo y del espacio. 2ª.-La protección y promoción de la di-
versidad de las expresiones culturales presuponen el reconocimiento de la
igual dignidad de todas las culturas. 3ª.-Considera el patrimonio cultural
inmaterial como elemento fundamental de la identidad. 4ª.-Y la diver-
sidad cultural como uno de los motores del desarrollo sostenible de las
comunidades, los pueblos y los grupos sociales. Y 5ª.-Con el documento
se pretende contribuir a promover el respeto y el diálogo entre las culturas,
así como a fomentar la interculturalidad.
Desde una concepción dinámica, alejada de la retórica de la nostalgia
por el pretérito, hay que entender el patrimonio como producto, pero
también como proceso vivo, y no como algo inmovilista…Los bienes cul-
turales, tangibles o intangibles, no son residuos de un tiempo pasado que
hay que conservar en un supuesto modelo ideal. Por ejemplo las manifesta-
ciones vivas, representaciones significativas de la tradición, continuamente
están reproduciéndose en un proceso inacabado de transmisión.
Hay que convenir que el patrimonio, como resultado de una cons-
trucción social, refiere un conjunto de bienes culturales que reciben una
valoración positiva por parte de la sociedad, cuya identidad expresan, en el
sentido que es un elemento mediante el que se establece la diferencia con
los otros grupos sociales y culturales; pero representa, asimismo, un factor
de resistencia contra los embates de la uniformización. El patrimonio, una
especie de simbología social para el mantenimiento y la transmisión de la
memoria colectiva, está constituido por los bienes representativos de cada
sociedad. Y se puede afirmar que los fenómenos patrimoniales revisten
una triple dimensión: física, social y mental, inmaterial y simbólica.
El patrimonio intangible está en todos los aspectos de los bienes cul-
turales. Y es la base de la identidad, la creatividad y la diversidad cul-
tural. Es un patrimonio vivo, continuamente recreándose, que cobra vida
a través de los seres humanos y de sus prácticas y formas de expresión.
Mediante las manifestaciones patrimoniales significativas la gente recuerda
y reconoce su pertenencia a un grupo social y a una comunidad; si bien
la identidad cultural no es sólo una, sino múltiple, y siempre relacional y
contextual; es decir, dinámica y procesual.
I. La tradición
La cultura, las formas de vida materiales, sociales e ideacionales de las
sociedades, los pueblos y los grupos sociales, es a la vez universal y parti-
cular, múltiple y diversa en la experiencia humana. Para mi la tradición
equivale al concepto de cultura como la conciben los antropólogos: un sis-
tema integrado dialécticamente por subsistemas interrelacionados: lo ma-
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 173
en todas partes. Todos los grupos sociales, urbanos o rurales, tienen tra-
dición. En la ciudad también se dan manifestaciones tradicionales pro-
venientes del mundo rural a través de la emigración. Es decir, existe una
cultura tradicional, más allá de la ruralía, en el medio urbano. De manera
que los obreros industriales, los arquitectos, los empresarios, los juristas,
los profesionales de la enseñanza, los comerciantes, la burguesía, la aristo-
cracia, etc., poseen peculiares formas de expresión económicas, sociales y
creenciales, en suma, tradiciones diferenciadas a través de sus propias ex-
periencias existenciales. Valgan como ejemplo las ceremonias y los rituales
universitarios que se escenifican, según usos y tradiciones particulares,
cuando se obtienen los grados de licenciatura, doctorado, o cuando se
formaliza el ascenso al estatus de funcionario. Rangos que se acompañan
de elementos intangibles, como el tratamiento especial que se dispensa a
quienes los obtienen; pero también materiales como los que simbolizan
determinados colores de la indumentaria ceremonial, togas, birretes, ani-
llos, etc.; lo que del mismo modo puede trasladarse a la actividad de polí-
ticos, juristas y a otros profesionales y actividades sociolaborales.
Frente a la esencialista, restrictiva y tradicional noción de tradición,
convencionalmente figurada como estática, inalterable y pretérita, algunos
antropólogos han sugerido la necesidad de proceder a la resemantización
de sus significados en el contexto más comprensivo que supone la teoría
del cambio cultural. De manera que la tradición sería ahora algo así como
el resultado de un proceso evolutivo inacabado con dos polos dialéctica-
mente vinculados: la continuidad recreada y el cambio. La idea de tradi-
ción remite al pasado pero también a un presente vivo. Lo que del pasado
queda en el presente eso es la tradición. La tradición sería, entonces, la
permanencia del pasado vivo, la memoria colectiva, en el presente. Supone
un proceso y un resultado, pues simultáneamente es un proceso de pro-
ducción, transmisión y reproducción. De tal manera la tradición, vehículo
de memoria, se adapta y recrea; porque la tradición por su característica de
fluidez y permeabilidad vincula a la gente con su historia, es decir con la
memoria colectiva. Las personas vienen y se van, pero la cultura perdura
en la medida que una generación la transmite a la siguiente (B. Kirshen-
blattt-Gimblett: 2004).
La tradición, que no se hereda genéticamente; se transmite social-
mente y deriva de un proceso de selección cultural. La parte de la cultura
seleccionada en el tiempo con una función de uso en el presente sería la
tradición. El pasado, decantado, es continuamente reincorporado al pre-
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 175
sente. Desde tal punto de vista la tradición implica una cierta selección de
la realidad social. Y aunque la tradición es un hecho de permanencia de una
parte del pasado en el presente, lo antiguo –la continuidad– persistente en
lo nuevo –el cambio–, no todo el pasado que sobrevive en el presente es o
se convierte mecánicamente en tradición. Invirtiendo los planteamientos
convencionales, se considera la tradición como una construcción social
que se elabora desde el presente sobre el pasado. No es el pasado el que
produce el presente, sino a la inversa, el presente quien configura el pasado
El presente es el legado cultural en marcha, con significado social, que
carga a la tradición de sentido. La tradición, de tal modo, más que madre
es hija del presente (G. Lenclud: 1987).
La tradición, para seguir siéndolo, implica unas tasas de transforma-
ción, en términos de adaptación sociocultural, para su reproducción y
mantenimiento. La tradición y el cambio no son categorías antinómicas,
remiten a un sistema dialéctico de oposiciones binarias complementarias.
La experiencia del pasado se hace en el presente. La tradición, sujeta a
ciertas modificaciones, tiene su origen en la relación dialéctica entre el
pasado y el presente, entre la continuidad y el cambio. El soporte del
cambio suele ser la tradición y, parte de ella, se encuentra incorporada a los
resultados del proceso de cambio, la continuidad. Ahora bien, tradición
e innovación son categorías que están unidas mecánicamente. Continuar
sin renovar es sólo repetir, mientras que innovar, sin el soporte del pasado,
de la experiencia vivencial, puede equivaler a hacer castillos de naipes o a
construirlos en la arena. Sería como quedarse sin asideros, pues la tradi-
ción pauta la conducta. Cualquier cambio se produce sobre un fondo de
continuidad y cualquier permanencia incorpora variaciones. La tradición
no consiste en la reproducción, o el calco prístino, del supuesto patrón
original. La réplica del pasado no se realiza con toda fidelidad. La tradición
se reactualiza y transforma continuamente. La tradición en conjunto, o en
cualquiera de sus ámbitos referenciales, como por ejemplo la literatura de
tradición oral, el cancionero o la música popular específicamente, se recrea
permanentemente perviviendo no tanto en un imaginario o especulado
primer modelo, que no existe, como en versiones y variantes. La innova-
ción, el cambio, opera actualizando el texto, la tradición. En palabras de
Gérard Lenclud: “…La tradición integra el pasado y el presente en el futuro
en vez de sustituirlo…” (1983: 110-123). Es decir, es un proceso inacabado
de creación-recreación, producción-reproducción, continuidad-disconti-
nuidad; un sistema en constante renovación. Asumida la tradición desde tal
punto de vista hay que poner en cuestión la idea que, sesgadamente, tem-
176 E. Medina, J. Marcos, M. Gómez-Ullate y D. Lagunas (Eds).
experiencias en el presente y para prever lo que hay más adelante” (J. Fentress,
2003: 46 y 74).
La transmisión de la memoria se verifica mediante la cultura. La cul-
tura y el patrimonio como parte de ella cambian en el tiempo y el es-
pacio. Determinados usos del pasado se desechan cuando dejan de ser
funcionalmente útiles o se consideren simbólicamente irrelevantes para la
comunidad, mientras que otros, en cambio, permanecen transformados
y adaptados a las nuevas situaciones. La memoria social implica cons-
trucción y representación del pasado, pero también proyección en el pre-
sente en cuanto factor generador de identidad grupal. Lo que recordamos
como individuos, el pasado seleccionado y a veces distorsionado también,
siempre está condicionado por el hecho de que pertenecemos a un colec-
tivo que tiene existencia en un contexto cultural concreto. La memoria del
pasado colectivo, reflejada en diferentes formas en los referentes patrimo-
niales, está estrechamente unida al sentimiento de identidad. De hecho
es la memoria y la experiencia compartida la que determina la identidad,
una ligazón con un pasado común que, como han puesto de manifiesto
Eric Hobsbawm y Terence Ranger (2002) con su teoría de la invención
de las tradiciones, se reactualiza constantemente y se construye o inventa
desde el presente. Ahora bien en el presente, en todos los presentes, existe
una memoria viva del pasado, o representación de él, permanentemente
recreado desde la contemporaneidad.
Una idea fundamental en el trabajo de Maurice Halbwachs es que el
recuerdo y la memoria no se conciben al margen de sus correspondientes
marcos sociales o marcos de la memoria, el espacio y el tiempo, que fun-
cionan como puntos de referencia en relación con los grupos de los que
formamos parte. Un planteamiento equivalente sobre esta cuestión, los
contextos relacionales, desarrolló varias décadas después el antropólogo
James Fentress (2003).
El patrimonio supone una representación de la memoria social del
grupo, lo que se expresa estableciendo vínculos y afectos con la tradición.
Quienes bombardearon los Budas de Afganistán, los talibanes, se equivo-
caron en los fines perseguidos. No sólo por la destrucción que perpetraron
de unos bienes patrimoniales, sino porque creyeron que con la desapari-
ción de las formas materiales desaparecería su recuerdo y lo que represen-
taban para los budistas y la humanidad. El soporte de la memoria social no
está únicamente en lo material, pues de igual modo los grupos humanos
cargan los lugares de significados. De tal manera el espacio culturizado,
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 185
Documentos UNESCO:
— (2008): Directrices operativas para la aplicación de la Convención para
la salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial. (http://www.
unesco.org/culture/ich/)
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 195
mostraron identificación con los mismos los habitantes de los barrios ale-
daños.
Parecen paradójicas y hasta increíbles estas conclusiones, pero nos dan
un acercamiento hacia lo que habría de esperar si existiesen estudios a pro-
pósito de los otros tantos vestigios del enorme patrimonio industrial mexi-
cano existentes desde el amplio periodo virreinal (1521-1821) hasta el
desarrollo industrial del siglo XIX y XX que produjeron conjuntos, obras,
edificaciones y objetos notables, además de un vastísimo patrimonio in-
tangible en costumbres, memorias, etc.
Entre los restos más importantes del pasado industrial en México se
pueden considerar desde las fundiciones de hierro que funcionaron en el
Estado de Durango, los ingenios azucareros, fábricas de puros, molinos de
trigo, batanes y obrajes para textiles de lana y algodón, así como las muy
abundantes y enormes instalaciones construidas durante el siglo XIX y
hasta antes de la Revolución de 1910 .
La experiencia a lo largo de los últimos 20 años nos deja claro que es la
sociedad civil quien hasta ahora se ha interesado por el rescate y conserva-
ción del patrimonio industrial el mejor ejemplo es el enorme complejo del
“Parque Fundidora”, donde se rescató un alto horno y se ha convertido en
un símbolo de la ciudad de Monterrey. Los casos en los que se ha tenido el
apoyo de manera sistemática de parte de los distintos niveles de gobierno o
de instituciones culturales públicas son escasísimos. Esto quiere decir que
no hay ninguna política pública definida y sostenida al respecto. En otras
palabras, no se ha logrado desarrollar aún ninguna conciencia entre los
distintos niveles de gobierno de manera que se logre la tan necesaria revita-
lización de los antiguos centros industriales, mineros, ferroviarios, etc. No
hablamos con esto de una simple esperanza inspirada en la nostalgia por
el pasado industrial. Desde nuestro punto de vista, consideramos que se
trata de una necesidad de mejoría para las poblaciones surgidas en función
de alguna actividad productiva de las muchas existentes en el territorio
mexicano, y ahora involucradas con el Patrimonio Industrial en desuso. Se
sus ascendientes con algún ferrocarrilero, obrero textil, o que aún viven
en sitios aledaños a las construcciones o ruinas fabriles. En la ciudad de
Pachuca, centro productor de plata por cerca de 500 años consecutivos,
por ejemplo, es perceptible que el pasado minero es motivo de vergüenza
más que de identidad ya que se le relaciona básicamente con condiciones
de vida miserables y no con algún oficio prestigioso o saberes técnicos
importantes.
tiva el bien común, así como el bienestar y la justicia social para todos y
cada uno de los habitantes de un territorio determinado.
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Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 205
REIVINDICACIÓN DE LO INDÍGENA EN EL
CINE MEXICANO
I. Introducción
Según la Nueva enciclopedia Larousse, la definición de Indigenismo
sería: Condición de indígena (Originario del país de que se trata). Ten-
dencia política y cultural, ligada al izquierdismo, que revaloriza el pasado
de los pueblos indígenas americanos precolombinos, contraponiéndolo a
las tradiciones europeas, y particularmente, a las españolas, consideradas
conservadoras. Esta definición, que podríamos adjetivar como academi-
cista, correría el riesgo de ser rechazada por los propios pueblos indígenas,
puesto que aparecen directamente expuestos en ella con el apelativo cla-
sista de ellos. Para Ovando Sanz “el indigenismo es la teoría de las oligarquías
de América Latina para detener y reprimir el movimiento de liberación de los
pueblos indígenas; su objetivo es la desaparición de estos, mediante la aplica-
ción de medidas tendentes a destruir sus elementos constitutivos. Desde esta
perspectiva, aparecería la figura del indigenista” como una elaboración de
las clases dominantes tendente al acomodo social de los grupos nativos,
quienes, afortunadamente, no ven hoy con simpatía a esta figura interme-
diaria y niegan que personas no pertenecientes a su mundo cultural tengan
el derecho de hablar en su nombre o de representarlos. Encontramos así
11 Pedro Henríquez Ureña, José Luis Abellán, Ana María Barrenechea. Ensayos. Edi-
torial Universidad de Costa Rica, 1998 p. 261.
12 Consultado en Microsoft ® Encarta ® 2008. © 1993-2007 Microsoft Corporation.
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 211
13 Ibidem.
14 PÉREZ MONFORT, R.: Las invenciones del México indio. Nacionalismo y cultura
en México 1920 – 1940. Consultar en:
http://www.insumisos.com/lecturasinsumisas/LAS%20INVENCIONES%20DEL%
20MEXICO%20INDIO.pdf
212 E. Medina, J. Marcos, M. Gómez-Ullate y D. Lagunas (Eds).
ción de mando de las razas ária y azteca”20, ambas superiores a las demás
pues las dos procedían del norte.
De esta forma nos encontramos, casi hasta la calidad, con la confi-
guración de tres corrientes básicas de pensamiento; la indigenista (pro-
yectos oficiales), la hispanista (conservadores) y la Latinoamericanista (fu-
turistas).
raza de bronce” 21. Aunque la distancia del tiempo representado entre Allá
en el rancho grande y Cuauhtémoc ronde los quinientos años el indígena
vuelve a verse con paternalismo, con referencias románticas, con el ansia
de la continua búsqueda específica de la mexicanidad. Del mismo año es
Tabaré se describía al indio como “... indio joven, de alta estatura, el fuerte
musculatura; de mirada impasible, huraño, nervioso, y reservado...” como
se puede observar, una visión y idealizada, inventada y estereotipada del
indio prehispánico. Otra película que va a responder a los términos de
Cuautehmoc va a ser la realizada en 1920 por Sánchez Valtierra22 El rey
poeta (Nezahualcóyotl)23, película poco conocida y difícil de visualizar pero
que certifica la vigencia de una estética cinematográfica sobre el indio.
La ruptura de esterilidad lo realizaron entre 1930 y 1932 el director
ruso Eisenstein con su película ¡Que viva México!, cogiendo posterior-
mente el testigo Emilio “el indio” Fernández con María Candelaria (1943)
a la que les seguirán Maclovia (1948) la gran Los olvidados (1950) de Luis
Buñuel y finalmente o las obras de Juan Catlett, Retorno a Aztlán (1991)
y Eréndira (2007).
La historia de María Candelaria es muy diferente dentro o fuera de
México debido a la antipatía que despertó el filme en México y la buena
acogida que tuvo en el Viejo Continente tras su triunfo en Cannes y Lo-
carno, en 1946 y 1947, respectivamente. Según Marina Díaz López ”Su
argumento tenía un intenso parecido con el de Janitzio (Carlos Navarro,
1933), que protagonizó el propio Fernández y era hasta entonces la única pelí-
cula reseñable que trataba el tema del indigenismo. Si la propuesta de Flor sil-
vestre fue admitida sin reservas, pues participaba de un mundo, el ranchero y
revolucionario, reconocible en el ámbito cinematográfico y popular, un drama
cuyos personajes fueran los indígenas moradores de las aguas de Xochimilco no
encontró tan buena acogida por parte de las personas próximas a Fernández.
La propia Dolores del Río se indignó, alegando que ya había tenido que ser
una ranchera y que convertirse en una indita descalza no le parecía bien... A
pesar del tremendo dolor que padecen los protagonistas asistimos, sin embargo,
a una sencilla historia de amor en la que lo más importante es el retrato posi-
tivo de estos dos indígenas. Los dos encarnan todos los valores de esta raza que
21 Aurelio de los Reyes (1983): Cine y sociedad en México., 1896-1930. México D.F.:
Universidad Nacional Autónoma de México, p. 271.
22 Ricardo Pérez Montfort (1994): Estampas de nacionalismo popular mexicano: : Ensayos
sobre cultura popular y nacionalismo. México: CIESAS, p. 166.
23 José María Vigil (1957): Nezahualcóyotl, el rey poeta. Ediciones de Andrea.
216 E. Medina, J. Marcos, M. Gómez-Ullate y D. Lagunas (Eds).
I. Introducción
La pretensión de estas páginas no es revisitar las teorías sobre el otro,
la alteridad, presentes en las religiones universalistas, ni tampoco analizar
teorías filosóficas del otro, como las de Buber, Heidegger, Levinas o Ri-
coeur, o teorías sociológicas como las de G. H. Mead o Ch. H. Cooley,
sino más bien dar cuenta de las diversas tramas de significado implicadas
en la facticidad de las distintas variedades de encuentros con el otro, tra-
tando de comprenderlos interpretativamente.
Para poder hablar de la realidad del “otro” tenemos que determinar
cuáles son las distinciones directrices que determinan la inclusión/exclu-
sión de los individuos dentro de una unidad sociocultural. En este sen-
tido, podemos distinguir dos tipos de relación: por una parte, la relación
“arriba/abajo”, y por otra parte, la relación “adentro/afuera”.
de América. El problema del otro, México. D. F., 1987, 195ss; O. Paz, El Laberinto de
la Soledad. Posdata, Barcelona, 1996, 72ss, 98ss.
11 S. Todorov, On Human Diversity, Cambridge, Mass, 1994, 1-90.
12 E. Dussell, El encubrimiento del otro, hacia el origen del mito de la modernidad, Quito,
Ediciones, ABYA-YALA, 1994, 38.
13 Se puede documentar esto en: http://poblamerica.blogspot.com/, http://argoperu.pe-
rublog.net/
14 Ver por ejemplo el interesante trabajo de Eviatar Zerubavel: Terra Cognita. The Mnetal
Discovery of America, Rutgers Univ. Nueva Jersey, 1992, 11-36.
228 E. Medina, J. Marcos, M. Gómez-Ullate y D. Lagunas (Eds).
21 Ver al respecto el trabajo de A. Appadurai: Fear of Small Numbers, Duke, North Ca-
rolina, 2006.
22 B. Anderson: “Exodo”, Inguruak, 21, 1998, 7 y ss (Original aparecido en Critical
Inquiry, , 20, Invierno, 1994, 314-327).
23 Ver al respecto la obra de I. Chambers: Migración, cultura, identidad, Buenos Aires,
14.
24 G. Simmel, Sociología, Madrid, 1986, Vol.2, 716ss. Ver también el interesante trabajo
de Nedim Karayakali: “The Uses of the Starnger: Circulation, Arbitration, Secrecy,
and Dirt”, Sociological Theory, 24, 4, 2006, 312-330.
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 231
27 Norbert Elias es quien introduce estas categorías en: “Ensayo acerca de las relaciones
entre establecidos y forasteros”, Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 104,
2003, 220-251 (traduce. De Jesús casquete).
28 E. Neumann, Tiephenpsychologie und neue Ethik, Frankfurt/M, 1990, 38ss.
29 A. Oz, La tercera condición, Barcelona, 1994, 44.
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 233
35 Eliade, Mircea, [1957] 1985. Lo sagrado y lo profano, trad. Luis Gil, Barcelona:
Labor.
36 Beal, Timothy, 2001. Religion and Its Monsters, Londres: Routledge, Ver la Intro-
ducción.
236 E. Medina, J. Marcos, M. Gómez-Ullate y D. Lagunas (Eds).
“ahora en todos los sitios”, debido a los nuevos desarrollos en las tec-
nologías de la información y de la comunicación. Evidentemente, estas
modernidades en plural son iguales sólo desde un punto de vista lógico,
sin embargo, desde el punto de vista sociológico no lo son. La asimetría se
manifiesta en que esferas como la familia, la sociedad civil, el mercado, la
política, no actúan con arreglo a una sincronización global, están diferen-
ciadas en el espacio y en el tiempo. A mi modo de ver el conflicto actual
no emerge de un choque de civilizaciones sino más bien de un choque
dentro de las civilizaciones, de las contradicciones y antinomias que pro-
duce la emergencia de proyectos de modernidad dentro de distintas civili-
zaciones. Toda interpretación es una traducción in nuce51. No existe ninguna
cultura ni civilización que sobreviva aislada sino en permanente contacto e
hibridación con otras culturas. Empíricamente, podemos afirmar que la tesis
del contacto cultural formulada por la Escuela de los Círculos Culturales
desarrollada por Gräbner a comienzos del siglo XX en Viena y que tendrá
desarrollos posteriores en los estudios de mitología comparada de Franz Boas
y en la teoría del intercambio de Marcel Mauss da cuenta con mucho más
acierto de la co-existencia de distintos cluster culturales que la teoría del
choque cultural. En el fondo de todo encuentro con el otro está siempre
la pretensión de comprender-se mutuamente asumiendo el rol del otro52, en
los términos de Mead, de alcanzar una cierta “fusión de horizontes”53, en los
términos de Gadamer, en donde la idea fuerza no estaría en el Logos del yo,
ni el Anti-logos del Otro, sino el Diálogos del yo como otro. De hecho, “las
culturas están demasiado entremezcladas, sus contenidos e historias son de-
masiado interdependientes e híbridas, para la separación quirúrgica en opo-
siciones la mayor parte de las veces ideológicas como oriente y occidente”54
o Islam versus occidente u occidente versus el resto del mundo, como pre-
tenden los teóricos del choque cultural, de hecho, ¿qué es occidente sino una
exitosa hibridación de Jerusalén, Atenas y Roma?, ¿acaso no proceden las tres
grandes religiones monoteístas de un mismo tronco común?
Déjenme finalizar estas páginas con una pequeña historia de hibrida-
ción cultural. Cuenta Benedict Anderson en Spectre of Comparisons (1998),
que el 29 febrero de 1920, en la pequeña ciudad del centro de la isla de Java,
55 B. Anderson, Spectre of Comparisons. Nationalism, South Asia and the World, Londres,
1998, 30.
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 243
Roger Bartra (2003 [1987]) elige la metáfora del axolote, un animal anfibio, endémico
de algunas regiones de México, una larva de salamandra tigre que se ha quedado como
neotenía, término científico de un estado intermedio que no termina su maduración.
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 245
Pero antes que Brading o Duverger, pocas voces como las de un mexi-
cano, Octavio Paz, se han levantado tan claras y firmes contra esta arbi-
traria elección y selección identitaria de la sinécdoque azteca. Así lo de-
nuncia el nóbel en las que sean quizás sus palabras más polémicas:
¿Por cuál aberración religiosa y social una ciudad de la hermosura de
México-Tenochtitlan fue el teatro de agua, piedra y cielo de un aluci-
nante ballet fúnebre? ¿Y por cuál ofuscación del espíritu nadie entre
nosotros –no pienso en los nacionalistas trasnochados sino en los sabios, los
historiadores, los artistas y los poetas– quiere ver y admitir que el mundo
azteca es una de las aberraciones de la historia? (…) México-Tenochtitlan
ha desaparecido y ante su cuerpo caído lo que me preocupa no es un pro-
blema de interpretación histórica sino que no podamos contemplar frente
a frente al muerto: su fantasma nos habita”. (Paz, 2004[1970]:303 y
ss).
A la crítica perspicaz de Octavio Paz no se le escapa que el Museo Na-
cional de Antropología es un grandioso exponente de este fenómeno,
“la imagen que nos presenta del pasado no obedece tanto a las exigen-
cias de la ciencia como a la estética del paradigma. No es un museo sino
un espejo –sólo que en esa superficie tatuada de símbolos no nos refle-
jamos nosotros sino que contemplamos agigantado, el mito de México-
Tenochtitlan con su Huitzilopochtli y su madre Coatlicue, su tlatoani
y su culebra Hembra, sus prisioneros de guerra y sus corazones-frutos-
de-nopal-. En ese espejo no nos abismamos en nuestra imagen sino que
adoramos a la Imagen que nos aplasta”. (…) “su versión de la civilización
mesoamericana la simplifica por una parte y, por la otra, la exagera: de
ambas maneras la empobrece. La exaltación y glorificación de México-
Tenochtitlan transforma el Museo de Antropología en un templo”. (Paz,
2004[1970]:316).
El museo-templo es efectivamente fuente y receptáculo de discursos
sobre la identidad y sobre la nación, a través de la monumentalidad de sus
exposiciones. Desde unos y otros sistemas de valores, y discursos, este gran
icono se interpreta de una u otra manera. La mirada de Guillermo Bonfil
Cortés “más allá de su tiempo, visionario”, “mestizo de fe y de convicción”, “creador
de civilización” no descansa sobre ninguna base sólida. La realidad es bastante más
prosaica: Cortés fue un jefe carismático, un líder excepcional, pero sobre todo se
distinguió de los otros conquistadores al aplicar, frente a situaciones novedosas, una
mezcla acertada de viejas ideas medievales y de nuevas concepciones del Renaci-
miento…” (2007, 526).
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 247
Del tipo: “Hay una actitud total del hombre (indígena) ante la naturaleza” (Bonfil,
1987:55).
248 E. Medina, J. Marcos, M. Gómez-Ullate y D. Lagunas (Eds).
haya ningún drama nacional se puede imaginar hasta qué punto está aún
vigente el “raciarcado” (Gómez-Ullate, 2008:72) y con qué naturalidad
existe. Un fenómeno paradójico y sintomático es la falta de interés aca-
démico por el racismo en México (vid. Silveira Saraiva, 2008:11). La es-
terilización anatómica involuntaria, a pesar de su gravedad, es apenas un
reflejo de la relación de la sociedad dominante con las minorías étnicas. El
proceso de asimilación orquestado desde hace siglos desde la administra-
ción mexicana ha logrado sus frutos, el indígena, por lo general, y a pesar
de los focos y brotes de resistencia, se niega a sí mismo para poder medrar
en una sociedad que, de otra manera, lo acorrala en el último escalón de
la pobreza. Pero la existencia de focos de resistencia y de comunidades
indígenas apegadas a su etnicidad debería ser una razón suficiente para
pensar en los indios como los responsables últimos de su cambio o su
continuidad. Al fin y al cabo, es un logro o un fracaso privado el que unos
padres les enseñen o no a sus hijos la lengua, pero tiene consecuencias
fulminantes para la cultura y la identidad. Si bien, Bonfil Batalla acierta en
que sin lengua aún puede existir identidad, cuando se pierde una lengua se
ha perdido la gramática de la cultura y gran parte del sentido último de las
celebraciones colectivas que realizan.
Observando las tablas 1 y 2 del Anexo I, si tenemos en cuenta que
hay 63 grupos indígenas, podemos comprender, según la anterior tabla
que, a pesar de la aparente estabilización general y hasta el incremento del
número de hablantes de lengua indígena más de la mitad de estas lenguas
están en franca extinción.
Lo indígena, por contraposición o por alineamiento, juega un im-
portante papel en la identidad nacional mexicana, y es estratégica y po-
líticamente utilizado por los grupos en conflicto en distintas situaciones.
Es objeto de propaganda y chivo expiatorio, sueño romántico y clave de
resistencia.
Señal del arraigo y la extensión del nacionalismo mexicano hasta en
el último mexicano de la república es que (tercera gran paradoja) hasta los
propios neozapatistas, que se levantaron contra el gobierno mexicano, –el
mismo gobierno, que según sus discursos, les oprime desde hace siglos– y
en pro de la autonomía en todos los órdenes, enarbolaban, orgullosos, la
bandera mexicana. Son patentes las diferencias sobre la amplitud y la cua-
lidad de las relaciones de la sociedad actual mexicana y la española con los
símbolos patrios. La idea de México, por muy distintas vías y en muy dis-
tintas lógicas, llega y resuena en la enorme diversidad social y cultural de
250 E. Medina, J. Marcos, M. Gómez-Ullate y D. Lagunas (Eds).
mexicana, los mitos de la historia oficial pero echan mano de otros, como
si no pudieran pensarse de otro modo, y ese modo de pensarse se siente
como un problemático enigma.
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256 E. Medina, J. Marcos, M. Gómez-Ullate y D. Lagunas (Eds).
ANEXO I.
EVOLUCIÓN DE HABLANTES DE LENGUAS INDÍGENAS EN
MÉXICO.
Tabla 1.
Evolución de la población hablante de lengua indígena (1950-2005)
Indicador 1950 1960 1970 1990 2000 2005
Población hablante de 2 447 609 3 030 254 3 111 415 5 282 347 6 044 547 6 011 202
lengua indígena de 5 y más
años
Hombres 1 227 909 1 495 627 1 566 511 2 629 326 2 985 872 2 959 064
Mujeres 1 219 700 1 534 627 1 544 904 2 653 021 3 058 675 3 052 138
Porcentaje de población 11.2 10.4 7.8 7.5 7.2 6.7
hablante de lengua indígenaa
Hombres 11.5 10.3 7.9 7.6 7.3 6.8
Mujeres 11.0 10.5 7.7 7.4 7.0 6.6
Porcentaje de población 67.5 63.5 72.4 83.5 83.1 87.7
hablante de lengua indígena
bilingüeb
Hombres 69.5 66.3 77.6 88.3 87.4 91.1
Mujeres 65.5 60.9 67.1 78.7 78.8 84.4
Porcentaje de población 32.5 36.5 27.6 16.5 16.9 12.3
hablante de lengua indígena
monolingüeb
Hombres 30.5 33.7 22.4 11.7 12.6 8.9
Mujeres 34.5 39.1 32.9 21.3 21.2 15.6
Con respecto a la población total de 5 y más años. Para 1990 a 2005, se excluye a la población que
(a)
ANEXO II.
RESULTADOS PARCIALES DE UNA ENCUESTA A CIEN
UNIVERSITARIOS HIDALGUENSES.
¿En qué país o países estaría dispuesto a vivir una larga temporada?
Japón 14,46%
España 12,05%
En ninguno 12,05%
Canadá 10,84%
Francia 9,64%
Italia 9,64%
Inglaterra 6,02%
Argentina 3,61%
EUA 3,61%
Suiza 2,41%
Europa en gral. 2,41%
Holanda 2,41%
China 2,41%
Dinamarca 1,20%
Portugal 1,20%
Grecia 1,20%
Chile 1,20%
Islandia 1,20%
Finlandia 1,20%
Noruega 1,20%
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 261
Pérez Galdós 2
Hernán Cortés 2
Francisco Pizarro 2
La oreja de Van Gog 2
Joan Miró 2
Mocedades 2
Hombres G 2
Lorca 2
Unamuno 2
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 263
ANEXO III.
ENTREVISTA/CONVERSACIÓN DE DOS JÓVENES
UNIVERSITARIAS HIDALGUENSES, ROSA SHAID MENESES
JASSO Y TANIA MARTÍNEZ JUÁREZ, ESTUDIANTES DE
CIENCIAS DE LA COMUNICACIÓN, SOBRE LO INDÍGENA
Y LO ESPAÑOL EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD
NACIONAL MEXICANA (10/04/2008).
Rosa: Cuáles son tus primeros referentes de España, tus primeras imá-
genes?
Tania: Algo que me daba mucha risa era que mi papá siempre decía
que “España era la Madre Patria y que entonces que chingará a su madre
México”, eso me daba mucha gracia, hasta después entendí. Esa era la
primera referencia desde que tenía como tres años, cuatro. Y después, pues
básicamente en la escuela, las cosas que te empiezan a contar y todo este
rollo y en los primeros años yo tenía una postura muy de tratar de de-
fender de una manera equívoca esa identidad mexicana que me parecía
que la apropiada era la indígena, y entonces yo siempre como que avalaba
más por los indígenas y tal y… “¡pinches españoles!”, y todo el tiempo,
pero después fue como a los 12 años, una cosa así, cuando leí El laberinto
de la Soledad y empecé a entender muchas cosas, cuando Octavio Paz tam-
bién habla de la mexicanidad como tal, definitivamente no se entendería
sin este apartado ibérico que tenemos, entonces me agrada bastante… he
conocido a algunos españoles que trabajan en el tablado en la zona rosa y
bueno, te das cuenta de algunas cosas, algunos chicos que han venido de
intercambio y algunos amigos que han ido también y creo que al final lo
único que tengo es, sí curiosidad por ir allá y tratar de entender de una
manera más fehaciente qué chingados sucede, pero yo no la veo como una
patria alterna, no, algo así como mucha gente lo dice. No, a mi no me
parece, me parece que no somos ajenos pero me parece que no somos tan
necesarios unos para otros (…).
La imagen esta que mi padre me presentaba me daba mucha risa, pero
después cuando fui entendiendo determinadas cosas sobre todo enten-
diendo la postura de la familia porque provenían, mi abuela en este caso,
de una etnia, bueno, uno lo iba, ya como transpolando en una manera di-
ferente. (…) Se hablaba de España, pero siempre como ese reclamo, como
si correspondiera a mi familia hacer el reclamo ancestral de todos aquellos
264 E. Medina, J. Marcos, M. Gómez-Ullate y D. Lagunas (Eds).
que fueron vejados por los españoles, que ni eran esos españoles contem-
poráneos nuestros, sino aquellos otros que vinieron a conquistar.
R.: hace cientos de años.
T.: Ajá. Pero en casa se veía como si tuviera que ser una revancha, mi
padre, por ejemplo es muy obtuso todo el tiempo, por ejemplo, siempre
está como con ese rollo con los españoles y odia a los gringos y entonces ni
siquiera puede escuchar una canción en inglés o puede ver baseball ame-
ricano porque parece que está traicionando su mexicanidad, que es como
muy extraño, y además aquí, como lo más interesante es como dijera la
canción esa de Pericos, que él es el margen de ese lugar, ah, pues pareciera
que esos opuestos que mi padre menciona eran los márgenes de México,
justamente, como lo son. (…) En la familia hay un español amigo de uno
de mis tíos y de “gachupín” no lo bajaba, –que esos eran los franceses,
creo– y cosas así, o siempre como haciéndole bromas, justamente esa que
te decía, “pues entonces chinga a tu madre”, ese tipo de cosas, y bueno,
pues el tipo terminó adaptándose y vive muy feliz conviviendo con noso-
tros. (…) En la familia todos son de izquierdas, fijando su postura izquier-
dista, en el sentido más amplio del término, ¿no?, donde también aquellos
que habían cometido cosas en detrimento del mexicano, como mi padre
lo consideraba, también eran susceptibles a ser víctimas de sus blasfemias
o de sus cosas.
R.: En particular, ¿conoces algún conflicto histórico o actual entre
España y México?
T.: Pues yo me atrevería a decir que el que tuvo a bien originar Cal-
derón cuando invita a Aznar a participar en su precampaña para la presi-
dencia del país. Esa forma de querer venirnos a decir como si siguiéramos
siendo una colonia, de eso que nunca fuimos una colonia.
R.: Lo sentiste como una…
T.: Como un ataque, sí, sí, sí, y lo era tanto, porque ya deja total-
mente de lado la postura de mi padre, ¿no?, mi padre estaba encabrona-
dísimo pero sí lo sentí como un este, vengo y te digo qué se supone que
tienes que hacer, o sea, como apelando también ese señor a ese desmadre
de siglos atrás, ¿no?, de bueno, volvamos a la Nueva España y te voy a decir
cómo te conduzcas, porque… no sé, no sé.
R.: Así hay que tratar a la gente y todo ese tipo de cosas.
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 265
estamos hechos, estamos hablando de que somos una cultura vejada, y que
somos una cultura, pues, usurpada, rota.
T.: Bueno, que nos han invadido más los gringos, en un sentido es-
tricto de la palabra,
R.: Sí, nos han conquistado más los gringos que en sí, los mismos
españoles, pero yo siento que ese eterno rencor y resentimiento sigue pre-
sente. ¿Tú sientes que sigue presente?
T.: Ummm, ¿unipersonal, desde mi punto de vista?
R.: En tu punto particular, ¿tú les sientes algún tipo de rencor?
T.: No, no. De hecho ni a los gringos como tal, yo quiero que Bush se
muera pero es otra cosa. Pero, no, eh, no, no, no.
R.: ¿Tú piensas que la demás gente sí?
T.: En algunos casos sí, sobre todo hay gente de generaciones atrás
como te decía mi papá que tiene 45 años, y mi tío que tiene 48.
R.: No igual mi abuelita, nuestros abuelos, es un odio hacia todo tipo
de cosa que sea español.
T.: Sobre todo si vienen de fracción indígena es lógico, lógico.
R.: Sí, y más que nada, yo siento que el problema no viene en sí de
los mismos españoles, ni siquiera de los españoles que llegaron en la con-
quista, viene de la raza que salió entre indígenas y españoles.
T.: Sí porque somos al final como…
R.: …como todos hijos de ellos.
T.: no, pero esa situación que planteaban los chicanos con los pa-
chucos, o sea somos el resultado de esta mezcla, pero además es que es
algo impresionante porque, por ejemplo, la gente lo puede ver así, yo en
un tiempo lo veía así, era como, provengo de aquellos españoles, y yo lo
puedo ver, por ejemplo, mi cabello es rizado que no es una connotación
indígena, entonces, mis genes provienen de gente de allá también, mi
abuelo tenía ascendencia española.
R.: La mayoría tenemos ascendencia española.
T.: Ajá, pero también tienes esta otra vertiente, ¿no?, que es mi abuela
que viene de una etnia, entonces yo lo veía así pero era muy complicado
268 E. Medina, J. Marcos, M. Gómez-Ullate y D. Lagunas (Eds).
para mí, porque de pronto veías como aquellos, de hecho tengo familia en
España son familia ahora como en segundo o tercer grado, una cosa así,
pero seguimos siendo parientes. Y de pronto tener noticias de ellos me
ocasionaba cierta como melancolía injustificada, porque yo ni los conocía,
pero sentirse como raro, todo el tiempo.
R.: A parte es esa pérdida de identidad y esa pérdida de arraigo, de
decir, bueno, no soy de aquí, tampoco de allá, entonces ¿de dónde soy?
T.: Claro, a eso iba, porque yo decía, bueno, entonces cómo ligo con
mi parte indígena, o con mi situación indígena si lo que yo veo como
indígenas son las ruinas, ¿no?, o sea, yo iba a Teotihuacan y yo juraba que
eso era...
R.: Que era Teotihuacan! Sí, sí, sí.
T.: Y después me doy cuenta que no, que, familia, por ejemplo, de la
abuela,…
R.: Y hay que remarcar eso, que los indígenas son más allá de las
ruinas, son…
T.: No sí claro. Y fíjate de eso me pude dar cuenta, cuando entré a
la universidad, cuando nos tocó empezar a hacer trabajos yo quería estar
identificada con el rollo indigenista y con todo el antecedente del movi-
miento zapatista, y yo quería hablar con ellos pero en realidad yo era una
estúpida al lado de ellos porque no sabía de qué hablar con ellos.
R.: Exacto.
T.: Una vez que uno de ellos me dijo, una señora me dijo, “no, yo
hablo mexicano”, o sea, casi me boto de la risa, pero no me pude poner en
ese momento, desde su catafalco y decir, “ah, es que ella está refiriéndose
a mexicano porque ella se considera una habitante originaria de México”,
entonces está bien dicho desde su punto de vista, no era tanto que lo dijera
bien o no, gramaticalmente o adecuación a las palabras, sino en el sentido
metafórico y específico que le estaba dando.
R.: ¿Sabes qué?, es que a nosotros también esto de la conquista, y
toda la multiculturalidad que de ello se vino, también nos enseñaron a ver
las cosas desde el modo occidental, entonces llega un momento en donde
choca todo eso que vas trayendo, es eso, ponerte en el lugar de la otra per-
sona y viendo la cosmovisión que tiene la otra persona.
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 269
T.: Tratando cuando menos, porque tú lo sabes tan bien como yo que
dentro de los “estudios multiculturales” lo más que puede uno hacer –no te
puedes poner en los zapatos de esa otra persona– es ponerte al lado de esa
persona, atrás de esa persona y tratar de ver la vida como ella la ve y más en
un afán de observación no participante. Y ¿sabes qué?, sobre todo tenemos
que entrar aquí en la teoría de los opuestos, ¿no?, siempre para que exista
un blanco tiene que existir un negro, si no, no están legitimados, entonces
en dado caso el mexicano ¿a quién le puede echar la culpa, –ahora se la
echa a los gringos y es más válido, me parece mucho más legítimo– pero
a quién podía echarle la culpa de todos sus desmadres, porque además sí
tenían la culpa, en una manera estricta.
R.: No y es que habrá que decirlo, muchas personas, que están en
contra, super en contra de los españoles, dicen que fueron los que vinieron
a arruinar todo, en realidad, no, ya se vivía una decadencia, históricamente
está demostrado que ya vivían una decadencia, todas las culturas ya vivían
una decadencia, entonces sólo fue como una gota que derramó el vaso y
que significativamente pues nos tocó a todos.
T.: Claro, pero a mí me parece un reclamo legítimo, bueno, que es
esta cosa de cuánto no explotaron este país, a raíz de la conquista, cuánta
gente no mataron, nos dieron, yo creo que la peor herencia que nos po-
dían haber dado que es, yo creo, el judeocristianismo, son aberraciones, a
mi parecer, puede ser que yo esté blasfemando, puede ser, pero me parecen
aberraciones, que desde otro punto de vista no se hubieran dado, o sea,
sobre todo llegar en este sentido, como toda conquista, yo entiendo lo
riguroso de toda conquista, y tratar de desplazar todo aquello.
R.: Avasallaron todo.
T.: No es que trataron pero no lo lograron y volvemos, tú puedes ver
a los indígenas ahora tan presentes como siempre. Y nosotros estamos en la
mitad porque, justamente como tú lo decías, ni somos indígenas ni somos
de allá, entonces estamos como en un piso que no es firme, tratando de
entender todo el tiempo, yo creo que por eso, los mexicanos… hay mu-
chos mexicanos que pintan, que escriben, que hacen arte, porque todo el
tiempo está como esa situación incógnita real de ¿quién chingados somos?,
esa es la realidad. O sea, naciste en este país, amas este país, te identificas
con este país, pero realmente no ubicas ni para dónde va porque no hay
forma de saber el rumbo de esta madre, ni de dónde vienes, a ciencia
270 E. Medina, J. Marcos, M. Gómez-Ullate y D. Lagunas (Eds).
cierta, en un sentido estricto y yo creo que eso refleja las dudas intelec-
tuales también de todas las personas.
R.: Pero aún así, yo siento que también hay un error histórico en
cuanto a que se dice que el mestizaje fue después de… y yo siento que el
mestizaje siempre ha existido, el mestizaje es una cosa que nunca se va a
poder detener y nunca se ha detenido
T.: Claro que el mestizaje se sigue dando ahora, ahora más que nunca,
ahora es la era de la interracialidad y esas cosas.
R.: Ahora, casi, casi, puedes transportar tus cromosomas por Internet,
¿no?
T.: Pero no, un rencor de mi parte para los españoles, no, pero sí me
da cierta tristeza porque me hubiera encantado, de verdad me hubiera
encantado, ser testigo presencial de todo este rollo indígena, lo he sido en
ocasiones, cuando me lo han permitido, cuando he podido filmar algunas
cosas.
R.: Lo que pasa es que también pasa algo bien importante, por lo
mismo de que no tenemos un origen bien planteado, llegas a este tipo de
grupos y es más fácil que le abran la puerta a un europeo, o a quien sea de
otro lado…
T.: Es que quizás aquí nos haya faltado tocar este punto, que esas
deferencia española, lo que Gabino Palomares llama “la maldición de Ma-
linche”, y justamente esa canción habla de eso. (…) y hay una parte que
dice “y hoy nos siguen cambiando oro por cuentas de vidrio, y damos
“Del mar los vieron llegar/mis hermanos emplumados/eran los hombres barbados/de la
profecía esperada./Se oyó la voz del monarca/de que el Dios había llegado/y les abrimos
la puerta/por temor a lo ignorado./Iban montados en bestias/como demonios del mal/iban
con fuego en las manos/y cubiertos de metal./Sólo el valor de unos cuantos/les opuso resis-
tencia/y al mirar correr la sangre/se llenaron de vergüenza./Porque los dioses ni comen,/ni
gozan con lo robado/y cuando nos dimos cuenta/ya todo estaba acabado./En ese error en-
tregamos/la grandeza del pasado/y en ese error nos quedamos/trescientos años esclavos./Se
nos quedó el maleficio/de brindar al extranjero/nuestra Fe, nuestra cultura/nuestro pan,
nuestro dinero./Y les seguimos cambiando/oro por cuentas de vidrio/y damos nuestra ri-
queza/por sus espejos con brillo. /Hoy en pleno siglo XX /nos siguen llegando rubios /y les
abrimos la casa /y los llamamos amigos. /Pero si llega cansado /un indio de andar la Sierra
/lo humillamos y lo vemos /como extraño por su tierra. /Tú, hipócrita que te muestras
/humilde ante el extranjero /pero te vuelves soberbio /con tus hermanos del pueblo. /¡Oh,
Maldicion de Malinche! /enfermedad del presente /cuando dejarás mi tierra /cuando harás
libre a mi gente.” (La maldición de Malinche, Gabino Palomares).
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 271
T.: Que nadie ubica donde chingados ponerla, ¿no?, cómo puedes ser
católico y puedes ser democrático también, o sea, no, ¡no se puede!
R.: Como puedes ser de mente abierta y al mismo tiempo actuar
como todo buen…
T.: Como todo un macho.
R.: Ajá, como un buen macho mexicano. Entonces yo siento que aquí
hay un problema bien cañón que no se puede resolver.
T.: Porque además, la identidad que se supone que te dan en la es-
cuela viene de Hidalgo y Costilla, y todo ese rollo, y aquí por ejemplo,
todos sabemos, espero que todos sepamos, que ese señor lo que estaba
haciendo era guardarle la corona a España (…). Este es un país, que co-
nozco tanto pero que tampoco entiendo, y que tanto me cuestiono. Este
país es mágico-místico-musical en el sentido estricto de la palabra, te da
todo pero te lo quita todo al mismo tiempo, es increíble, no, que aquí se
pueda hacer, como en mi caso particular de los amigos una familia, y sólo
se podría hacer aquí, yo creo que sólo lo podría hacer aquí, porque somos
cálidos, porque somos buenos pero también somos unos hijos de la chin-
gada, en el sentido estricto de la palabra, somos dicharacheros y largos y
contamos historias que nunca fueron.
R.: Y metiches, sí.
R.: Somos fantásticos, también, nos gusta la fantasía. Nos gusta el
dolor.
T.: Ya lo cantó José Alfredo.
R.: Nos gusta el chile.
T.: El tequila, el acatxul, bueno, el pulque, no, no, no, yo…
R.: Creo que no vamos a salir de este país.
T.: Nunca…
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 273
I. Introducción
Los antropólogos nos consideramos especialistas en temas como el
poder, la jerarquía, la identidad, la cosmovisión de otros pueblos pero
somos reacios a analizar a partir de esos conceptos nuestros propios ám-
bitos culturales y de trabajo como la universidad. En estas líneas pretendo
aportar unas pinceladas acerca de las relaciones entre un sector de inves-
tigadores españoles del cual formo parte y el entorno académico y fun-
cionarial de una universidad mexicana que tomo como caso de estudio.
Del trabajo de campo se extrae una serie de planteamientos que ponen
de relieve una relación y percepción social e institucional ambivalente en
torno a la figura del extranjero, así como elementos singulares de la cultura
del trabajo.
Muchas veces me pregunto qué hago en México y en una universidad
de provincias. Para intentar responder parcialmente a esta pregunta y, a la
vez, exorcizar algunos demonios personales, voy a detenerme sobre algunas
cuestiones vinculadas al contexto que rodea mi trabajo como investigador
en una universidad mexicana. Tengo que advertir que este texto es muy
local y muy concreto y no tiene pretensión de sistematicidad, y por otro
lado me esfuerzo en corregir un enfoque excesivo sobre mis experiencias
personales.
274 E. Medina, J. Marcos, M. Gómez-Ullate y D. Lagunas (Eds).
II. Extranjero
¿Qué es México? Se pregunta Sara Sefcovivh (2004). México es una
identidad estereotipada desde los años 40 del siglo pasado. ¿Y los españoles
en México? Los españoles son parte de un imaginario repleto de estereo-
tipos. Es el “gachupín”, el empresario capitalista avaro y cruel, similar
al conquistador que concentra el resentimiento de los criollos. Y son los
“gallegos” como los más brutos y más tontos. Pero también es el admirado
europeo, el que proviene del primer mundo, el descendiente lejano de los
conquistadores como representación del poder militar y tecnológicamente
superior en aquél tiempo y del dominio económico actualmente. Proba-
blemente explicar este imaginario no esté al alcance de las pretensiones
más bien modestas de este texto, puesto que también remite a un pro-
blema interno a los mexicanos, a lo Octavio Paz, quizá indescifrable.
Este problema del odio y la admiración tiene raíces históricas pro-
fundas. Baste señalar que después de la guerra de independencia los
Voy a utilizar por convención la nacionalidad que consta en mi pasaporte, dejando a
un lado mis sentimientos identitarios más íntimos.
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 275
III. Trabajo
Algo de lo cual los mexicanos se quejan es que probablemente en
México sea más cierto que en otro país que los méritos de cualquiera fre-
cuentemente no se miden por lo material (el currículum vitae, la calidad
de un producto, un artículo o un libro de investigación) sino por el hecho
de mostrar una lealtad y sumisión absoluta al jefe inmediato.
Los 71 años de dominio político del PRI hicieron de las “camarillas” (Gledhill, 2000)
todo un arte de la convivencia pragmática.
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 281
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Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 291
I. Introducción
El presente trabajo aborda el estudio de ciertas cuestiones relativas a
los fenómenos de identidad social, política y étnica en los primeros tiempos
de la Historia de Roma, centrándose en su configuración social, tema que
desarrollamos en relación con los conocidos conflictos entre patricios y
plebeyos. El tema de la identidad en las sociedades antiguas ha recibido
una interés puntual, atenta a cuestiones como la contraposición al bár-
baro, con trabajos como los de Balsdon (1979) y E. Hall (1989). Por otro
lado, se ha centrado en la identidad étnica, supervivencia de viejas formas
tribales que están en la base de los cambios que vertebran la Antigüedad.
Recientemente se ha suscitado polémica a propósito de las estirpes étnicas
griegas, iniciada por J. Hall (1997) y seguida por Malkin (2001), en cuya
estela podemos incluir al de Luranghi (2008).
Queremos plantear cómo la identidad étnica, propia pero no exclu-
siva de las sociedades preurbanas, da paso a otros fenómenos identitarios
encuadrados en otras estructuras políticas y sociales, y cómo en las pri-
meras fases de esa transformación que supuso la Historia antigua, se pro-
dujo la conexión entre ambas: identidades étnicas e identidades sociales.
Esto se evidencia en el caso griego. Cuando Hall (1997), al cuestionar la
naturaleza de la etnicidad griega antigua, incluyendo el mito étnico, la pre-
senta como una justificación a posteriori que necesita ser activamente pro-
clamada y reclamada por medios discursivos, nos sitúa en unos parámetros
adecuados para identificar otra clase de identidades sociales y políticas no
294 E. Medina, J. Marcos, M. Gómez-Ullate y D. Lagunas (Eds).
Nos estamos refiriendo a aquellos los casos de predominio político que se asocian
a supuestas diferencias étnicas, como los hilotas espartanos o mesenios, los penestes
tesalios, en particular, por no mencionar a los quilirios de Siracusa, los bitinios de
Bizancio, los mariandinos de Heraclea del Ponto, los paroicos y pelatas de todas clases
en Istros, Quersoneso de Taúride y en el reino del Bóstoro, etc. Una revisión de la si-
tuación mesenia en Malevanyi, Chiglintsev y Shofman (1989: 75), como contrapunto
al mencionado Luranghi (2008).
Algo parecido sucede con las conclusiones del trabajo de Barth (Barth 1969 en
Luranghi 2008) sobre las fronteras de los grupos étnicos: podría ser aplicable, for-
zando una pureza metodológica, a determinados grupos sociales, como el patriciado
romano, y en general, a muchos comportamientos aristocráticos del mundo antiguo
en tanto grupos de estatus. Si, como hace este autor, enfocamos la atención fuera de
los contenidos culturales de las identidades étnicas y hacia las fronteras que separan a
los grupos étnicos, entendidos no como límites territoriales, sino en la percepción de
los actores, en aquello que distinguía un grupo étnico de otro, nos encontraremos con
una delimitación semejante a la que podríamos hacer para otros grupos sociales. Se
trata de una clase de diferenciación social de raíz muy distinta (Utchenko y Diakonov
1982: 10).
Lo que equivale a decir que, en una primera instancia, pueden contemplarse como
consecuencia, y no como causa, de los conflictos, citado por Kwame Anthony Appiah
(La ética de la identidad, Katz, Buenos Aires, 2007:113) remitiéndose a Jean Loup
Amselle.
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 295
Noción que explica como las «tendencias sociales, fenómenos o instituciones que,
aunque pueden no terminar en castas claramente definidas o completamente cerradas,
tienden de todos modos a separar a tales grupos privilegiados y estratos de la masa de
la población, como, por ejemplo, los grupos de edad, las ramas genealógicas más an-
tiguas, los privilegios heredados y la notabilidad».
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 297
Las castas endogámicas de los micronesios en las islas Marianas y Marshall o en las
gentes de las montañas de Assam, según Utchenko y Diakonov (1982).
Una tendencia hacia la herencia de estatus se encuentra entre los melanesios y los
papúes de Nueva Guinea, pero entre los papúes que viven cerca del monte Hagen es
ya una norma establecida. En la isla Bougainville, en las Salomón, hay un grupo de
siuay que hablan papúa. Las comunas de esta tribu están encabezadas por los mumis,
cuyo estatus es transmitido también por herencia, si bien su poder está basado en la
riqueza (en cerdos y conchas), cf. los mismos Utchenko y Diakonov (1982).
Procesos similares pueden trazarse en muchos otros lugares: entre los pueblos de
Oceanía (el «reino» de Tonga y especialmente en las islas Hawaii, donde el desarrollo
socioeconómico alcanza el nivel más alto de Oceanía), Indonesia, y en el Africa tro-
pical (el sistema jerárquico de «aportadores de títulos» en la ciudad de Yoruba), cf. los
mismos Utchenko y Diakonov (1982).
298 E. Medina, J. Marcos, M. Gómez-Ullate y D. Lagunas (Eds).
Respecto del primer caso –el nivel interior–, la misma situación geo-
gráfica de la ciudad, el mayor tamaño que adquiere desde épocas tem-
pranas respecto de las comunidades vecinas, alcanzado mediente la polí-
tica de asentamiento de poblaciones vencidas en la propia Roma, al que
se ha atribuido sus primeros éxitos y preeminencia frente a otras comuni-
dades inmediatamente próximas, conllevó los consiguientes problemas de
integración de la plebe respecto de unos grupos patricios, problemas que
caracterizaron la política interior romana durante el siglo V y gran parte
del IV a. C.. Pero nos interesa destacar aquí la segregación de una clase
rectora que configuró la vida de la ciudad durante toda su existencia prác-
ticamente. No podemos concebir la Historia de Roma sin un patriciado,
antecedente de una nobilitas. Ésta pudo mutar de aspecto, ceder posiciones
y admitir a nuevos individuos, pero mantuvo al tiempo una continuidad
hasta más allá de la extinción de las gentes patricias. Se trataba, en palabras
de Balsdon (1970: 24), de una meritocracia, en pos del control del aparato
del poder dirimida entre un pequeño número de familias.
Y en lo que respecta al nivel exterior, la base de la fórmula imperial
romana podemos describirla como un pragmático equilibrio entre la polí-
tica de distintas fórmulas de sometimiento de las comunidades vencidas,
en la que se aplica una gradación de beneficios hasta llegar a la integración,
diferenciada, de individuos y comunidades, entendiéndola como un privi-
legio. Y una importante faceta de esta política exterior se desarrolla en base
a unas relaciones entre élites, vinculadas por relaciones de clientela en oca-
siones y recompensada mediante la concesión de la ciudadanía viritana.
Cornell (1999: 85), se refiere a estos relatos como chocantes, al admitir una serie de
episodios poco edificantes. «La madre adoptiva de los gemelos (dedicada a la rapiña,
cuando no a la prostitución), el asesinato de Remo, y el rapto de las sabinas consti-
tuyen los rasgos deshonrosos más notables de la saga, y todos ellos fueron aprove-
chados sucesivamente por los enemigos de Roma y por los críticos cristianos de las
tradiciones paganas. Estos hechos llevaron a H. Strasburger a concluir que el mito de
Rómulo y Remo no era una leyenda autóctona primitiva, sino más bien fruto de la
propaganda antirromana elaborada probablemente en la Magna Grecia a finales del
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 299
siglo IV a.C. por alguna víctima resentida del imperialismo romano». Cf. también
Martínez-Pinna (1999: 81).
Acogida que se interpreta como una tergiversación de invasiones sabélicas en el siglo
V a. C. (Crawford 1982: 475; Bandelli (1988: 507), y las referencias que incluye en la
nota 21, que no transcribimos. Cf. también Tito Livio (2, 16).
10 Sobre las transformaciones urbanísticas cf. Ogilvie (19891: 32), el calendario (id. p.
41 ss), el ejército (id. p. 43 ss), el vestido (id. p. 49), y la lengua (id. p. 50). Respecto
del alfabeto, afirma su origen etrusco basándose en la grafía de la famosa fíbula de
Preneste y a través de la observación del orden de las guturales sorda y sonora C y G,
que en el alfabeto latino no es el mismo que en el griego y ha de ser explicado por
el hecho de que los etruscos no tenían consonantes sonoras. Sobre el calendario pri-
mitivo, cf. el mismo Heurgon (1982: 133).
11 Sobre la afirmación del carácter griego de Roma por Heráclides Póntico recogida por
Plutarco (Vida de Camilo, 22), cf. Musti (1988: p. 48), con referencias a aspectos
preliminares. También sobre la presencia de griegos en la Roma primitiva: cf. Coarelli
(1988: 129).
300 E. Medina, J. Marcos, M. Gómez-Ullate y D. Lagunas (Eds).
12 Heurgon (1982: 20); Kovaliov (p. 47), refiriéndose a una aldea sobre el Palatino en
los siglos X y IX de cultura de Villanova (provenientes, según todas las probabili-
dades, de los montes Albanos) de incineradores que sepultaban en el Foro las cenizas
y portadora de la técnica del hierro, predomina durante un cierto tiempo en el Lacio,
a los que identifica como osco-sabelios o sabinos. Alföldy «En cualquier caso, los co-
mienzos de aquel asentamiento en la colina del Palatino al que perteneció un cemen-
terio en el posterior emplazamiento del Forum Romanum y que puede ser considerado
como núcleo del desarrollo urbano de Roma, se retrotraen, cuando menos, a dicho
período y muy posiblemente incluso al siglo X a. C.
13 Cf. al respecto de las campañas de Tulo Hostilio y Anco Marcio en Martínez-Pinna
(1996: 88 y ss); en particular, sobre la fundación de Ostia. Sobre las campañas de
Tarquinio Prisco en el Lacio, cf. Martínez-Pinna (1996: 238 y ss).
14 Cf. Guarino (1975: 36), circunscribiéndolo al valle inferior del Tíber, concretamente
a su orilla izquierda, del Aniene al mar , en la zona levemente hondulada que se ex-
tendía al este hasta los montes de Cornicoli y Prenestre y al sudeste hasta los montes
Albanos, y al sur, a lo largo de la costa hasta el territorio de Ardea. Badian (1958: 20
ss).
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 301
las relaciones de patronato y clientela, cuyo desarrollo posterior fue tan significativo
en la sociedad romana, son relaciones significativas necesariamente de un desarrollo
social y urbano. Encontramos relaciones de dependencia análogas a la clientela entre
otros pueblos itálicos, como los etruscos (etera) o los celtas (ambacti) (Heurgon 1982:
125).
19 Remedamos la redacción presentada por este autor, sustituyendo familia por parentela,
por entender que hay una diferencia entre ambos conceptos tan próximos. Sobre las
cuestiones de reconocimiento del parentesco, cf. (Beals y Hoijer: Introducción a la
antropología).
20 Heurgon (1982:124 ss): «La gens implica, por su etimología, innegable relación de
parentesco: es el clan o grupo de todos cuantos reconocen un antepasado común. Tal
consanguinidad se expresa en el uso de un mismo nombre –el gentilicio–, derivado
a su vez del nombre individual que llevara el fundador epónimo: así, la gens Caecilia
se consideraba descendiente del prenestino Caeculus. La gens poseía sus tumbas do-
mésticas y celebraba sus cultos privados. P. Valerius Publicola recibió sepultura al pie
de la Velia, hecho que nos traslada a una época durante la cual esa colina no se había
incorporado aún a la Ciudad, y todos los Valerii sufrían allí, posteriormente, un si-
mulacro de incineración. Los Aurelii sentían especial devoción por el dios Sol, hasta el
punto que ostentaban su nombre, ya que ausel, en sabino, significa «sol». Los Potitii
y Pinarii rendían mancomunadamente culto a Hércules, en el Forum Boarium, antes
de que el Estado se hiciera cargo de este sacrum gentilicium».
304 E. Medina, J. Marcos, M. Gómez-Ullate y D. Lagunas (Eds).
24 H. M. Last, «The Servian Reforms», Journal of Roman Studies 35, 1945, pp. 30-48.
25 Declinamos desarrollar las hipótesis de A. Alföldi sobre la vinculación con la caba-
llería primitiva en A. Alföldi Der frührömischen Reiteradel und seine Ehrenabzeichen,
306 E. Medina, J. Marcos, M. Gómez-Ullate y D. Lagunas (Eds).
29 Tito Livio (1, 3 5, 6); Cicerón (De re publica, 2, 36); Dionisio (3, 41); sin embargo,
cfr. Tácito (Annales, 11, 25), quien atribuye esa circunstancia a los comienzos de la
República; cf. Ogilvie (1981).
30 Cuando la monarquía quedó vacante, los poderes religiosos residuales del estado, que
eran los auspicia o el poder de consultar la voluntad de los dioses, y por ende la
elección de un sucesor, recayeron en las manos de los patricios. Una serie de patricios
nombrados «entre reyes» (interreges) continuaban con un gobierno provisional hasta
que un nuevo rey era objeto de consenso. Y esta costumbre se mantuvo bajo la Repú-
blica, para los casos en que ambos consulados quedaran vacantes a causa de defunción
o de elecciones invalidadas; pero para esa época los interreges ya no sólo tenían que
ser patricios, sino que, además, debían haber ejercido la función de cónsules en algún
momento.
308 E. Medina, J. Marcos, M. Gómez-Ullate y D. Lagunas (Eds).
Referencias bibliográficas
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drid.
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BALSDON, J.P.V.D. (1979): Romans & Aliens. Londres.
BANDELLI, G. (1988): “La frontiera”, en Storia di Roma. Vol. I:505-525
Roma in Italia. Direzione de Aldo Schiavone, Giulio Einaudi. Turín.
BARTH, Fredrik (ed.) (1969): Ethnic groups and boundaries: the social
organization of culture difference, Little, Brown and Company [etc.],
cop. Boston.
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 311
AUTORES
Josetxo Beriain
Es licenciado en sociología y en filosofía, master en sociología por la New
School for Social Research de Nueva York y doctor en sociología por la
Universidad de Deusto. Actualmente es profesor titular de Teoría Socioló-
gica en la Universidad Pública de Navarra. Ha sido Research Assistant en
la New School for Social Research de Nueva York, y Visiting Scholar en la
Universidad de Bielefeld (Alemania), en la Freie Universität Berlin, en el
Center for European Studies de la Universidad de Harvard y en El Colegio
de México. Asimismo ha enseñado en la Universidad de Deusto en Bilbao,
en la Universidad del País Vasco en San Sebastián, en la Universidad Cen-
troamericana José Simeón Cañas de El Salvador, en la Universidad Ibero-
americana de México D. F. y de Puebla, en la UNAM y en la Universidad
Central de Venezuela en Caracas. Es autor de numerosos libros sobre la
Modernidad, las Representaciones e Identidades Culturales Colectivas, el
Estado del Bienestar, Teoría Sociológica, etc.
Correo: josetxob@mundivia.es
Paula Godinho
é antropóloga e professora no Departamento de Antropologia da Facul-
dade de Ciências Sociais e Humanas da Universidade Nova de Lisboa,
onde lecciona disciplinas ligadas à antropologia sobre Portugal e a Europa,
aos movimentos sociais e às fronteiras. É mestre em Cultura e Literatura
Portuguesa do séc. XX (1991), doutora em Antropologia (1998), área em
que fez também a sua agregação (2006). Realizou trabalho de campo no
norte de Portugal, na fronteira galega e no Ribatejo ao longo de vários
anos, repartindo os seus interesses de investigação por temas como a re-
sistência e os movimentos sociais, a mudança social rural e as sociedades
pós-rurais, as comemorações e os rituais, a construção de identidades na-
cionais e as culturas de orla. É membro da direcção do CRIA – Centro em
Rede de Investigação em Antropologia, - tendo pertencido à Direcção da
Associação Portuguesa de Antropologia (1991-93). Publicou vários livros,
seja como autora - Memórias da Resistência Rural no Sul (Couço, 1958-
1962), Oeiras, Celta, 2001; O leito e as margens - Estratégias familiares
de renovação e situações liminares no Alto Trás-os-Montes raiano, Lisboa,
Colibri – seja como organizadora, e foi editora de várias revistas. Ganhou
o Prémio Taboada Chivite deste ano, com uma obra intitulada «Ouvir o
galo cantar duas vezes» Identificações locais, culturas de orla e a construção
de nações na fronteira entre Portugal e Galiza, 2008.
Correo: gpca@fcsh.unl.pt
316 E. Medina, J. Marcos, M. Gómez-Ullate y D. Lagunas (Eds).
David Lagunas
Doctor en Antropología Social por la Universidad de Jaén y profesor ti-
tular en Antropología Social de la Universidad Autónoma del Estado de
Hidalgo, México. Es autor de 80 publicaciones: Entre sus libros destacan
Hablar de otros. Miradas y voces del mundo Tepehua (Plaza y Valdés, 2004);
Los tres cromosomas: modernidad, identidad y parentesco entre los gitanos ca-
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 317
Isidoro Moreno
catedrático de antropología social, ha sido profesor visitante en diversas
universidades españolas, europeas y latinoamericanas. Forma parte de los
consejos científicos de diversas revistas andaluzas, españolas e internacio-
nales de Ciencias Sociales. En 1986 ganó la primera Cátedra de Antro-
pología creada en Andalucía. Ha obtenido el Premio Extraordinario de
Licenciatura y Premio Extraordinario de Doctorado, este último con la
primera tesis en Antropología Social realizada por un andaluz sobre An-
dalucía, presentada en 1970 y publicada dos años más tarde con el título
de Propiedad, clases sociales y hermandades en la Baja Andalucía (Ed. Siglo
XXI). Desde su fundación, en 1988, y hasta el año 2000, fue director del
Departamento de Antropología Social de la Universidad de Sevilla. Di-
rige desde hace décadas el Grupo de Investigación GEISA (Grupo para el
Estudio de las Identidades Socioculturales en Andalucía). Durante varios
años fue Presidente de la FAAEE (Federación de Asociaciones de Antropo-
logía del Estado Español). Actualmente preside la Asociación Andaluza de
Antropología. Es autor o coautor de más de 30 libros y de más de centenar
320 E. Medina, J. Marcos, M. Gómez-Ullate y D. Lagunas (Eds).
Silvério da Rocha-Cunha
Es licenciado en derecho y doctor en teoría jurídico-política. Profesor Aso-
ciado de la Universidad de Évora (Portugal), es profesor de relaciones in-
ternacionales y de filosofía política y del derecho. Investigador de NICPRI
(“Núcleo de Investigação em Ciência Política e Relações Internacionais”).
Ultimo trabajo publicado: O improvável que aconteceu & outros estudos em
torno de dilemas do Direito e da Política numa Era Global, 2008.
Correo: scrc@uevora.pt
Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Iberoamérica 321
Número 1
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Salvador Rodríguez Becerra (Coord.)
Número 2
Convivencia entre culturas
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Número 3
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Número 4
La cultura tradicional en España y América
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Número 5
Cultura y Turismo
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Número 6
Gitanos Pentecostales
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Número 7
Las culturas del vino
Javier Marcos Arévalo (Ed.)
Número 8
Marginación y pobreza en América Latina
Pilar Sanchiz Ochoa y Pilar Gil Tébar (Eds.)