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La Ley de Educación Sexual Integral (ESI) en Argentina, lleva el número 26.150, y establece el derecho de
todos los y las estudiantes a recibir contenidos de educación sexual de manera integral en todas las
escuelas del país desde el Nivel Inicial hasta la formación técnica no universitaria. Esta ley da origen al
Programa Nacional de Educación Sexual Integral. [1] [2]
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Existen distintos modelos pedagógicos para el abordaje de la sexualidad en la escuela. Cada uno nos
trae una mirada particular acerca de la sexualidad, el rol de los distintos actores de la comunidad
educativa y el proceso de enseñanza y aprendizaje.[3]
Existen enfoques que tienen muchos elementos en común con la ESI y otros que se alejan más de esta
propuesta. Entre los abordajes más distantes podemos mencionar los enfoques tradicionales o
moralistas que se basan en una pedagogía mecanicista centrándose en lo que “es correcto” y lo que “se
debe hacer”, así como también el enfoque biomédico que entiende el abordaje de la sexualidad desde
una mirada centrada en la genitalidad y la reproducción humana.
La sexología, la misma se basa en promover la enseñanza de las “buenas prácticas” sexuales cómo
percibimos nuestro cuerpo sexuado, qué nos sucede en las relaciones sexuales dándole importancia a la
subjetividad.[4]
El Enfoque Judicializante hace hincapié en un abordaje que contempla los derechos humanos y pone
especial énfasis en las situaciones de vulneración que viven NNyA como por ejemplo los abuso. Aquí se
propone la inclusión de una sólida formación en derechos humanos.
El enfoque de género, pone su énfasis en las demandas de los organismos de derechos humanos y los
movimientos de mujeres y de disidencia sexual (llamadas LGTTBIQ: lesbianas, gays, travesti, transexual,
bisexuales, intersexual y queer). Tiene un enfoque fuertemente pedagógico, ya que se respeta la
situación y realidad de cada persona, su capacidad de construir conocimiento crítico, y pone en relación
esa experiencia particular con la sociedad.[4]
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Con perspectiva de género, se refiere a la manera de ver las relaciones de poder, entre personas de
distintos géneros para evitar situaciones de vulnerabilidad de derechos.[5]
Este eje propone analizar estos casos de desigualdad, problematizar aquello etiquetado como femenino
o masculino, identificando estereotipos de género y así promover la igualdad social.
Respetar la diversidad
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Este eje implica reconocer y valorar las infinitas diferencias que existen como seres humanos teniendo
en cuenta que todos tienen los mismos derechos.
La identidad de género y la orientación sexual de cada individuo también forma parte de esta diversidad,
y es por esto que abordar dichos temas en las escuelas implica a respetar la identidad sexual, es decir,
con la cual se presenta cada persona, y no suponer que solo se interactúa con personas heterosexuales,
siendo que no es la única manera de vivir la sexualidad. [6]
Valorar la afectividad
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En este eje se busca recuperar el lugar que tienen las emociones y los sentimientos a la hora del
aprendizaje y hacer hincapié en la empatía, la solidaridad y el respeto, volviéndose fundamental para la
hora de tomar decisiones sobre el cuerpo propio y del otro, y para trabajar diferencias en las relaciones
sociales de pareja.
Destaca que las emociones están presentes en toda interacción humana, que pueden sumar o restar a
dichas interacciones. A su vez, promueve la posibilidad de generar condiciones en las que todas las
personas puedan manifestar sus puntos de vista, siempre con respeto, y repudiando cualquier tipo de
violencia y/o cohesión.[7]
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Este eje explicita que los niños, niñas y adolescentes son sujetos de derecho, con capacidad
participativa, para ser escuchados y no sufrir ningún tipo de discriminación, considerando a personas
adultas y al Estado como garantes de dichos derechos, escrito dentro de un marco de políticas públicas
en relación a la inclusión, igualdad y ejercicio de los mismos. A su vez, plantea incluir a los mismos a la
hora de la construcción de normas para así evitar sanciones que perjudiquen sus derechos. [8]
En este eje se destaca también la importancia tanto del docente como del resto del equipo educativo
como garante de los derechos del niño.
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Este eje pone al cuerpo más allá de los conceptos socioculturales y busca trabajarlo desde un concepto
más amplio que del de salud sexual, incluyendo también la historia personal, los discursos científicos, los
derechos humanos, las ofertas de los medios masivos de comunicación y la representación de los
cuerpos a través de las distintas manifestaciones artísticas. Además promueve la reflexión sobre los
mensajes de “belleza” que la sociedad impone y cómo esto puede influir de manera negativa en la vida.
Este eje plantea eliminar los estereotipos de los cuerpos y las sexualidades, dando un valor positivo a la
diversidad, el disfrute y el placer.
Educación y ESI
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Existen distintas formas de acercarse al trabajo de la ESI dentro de la institución y que involucran a los
diferentes actores de la comunidad educativa.[11]
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Plantea la necesidad de que todos los docentes revisen su historia escolar a fin de identificar miedos,
vergüenzas y perjuicios que los interpelen a la hora de abordar la ESI. Poner en palabras las dificultades
para el abordaje integral de la sexualidad es esencial a la hora de transmitir contenidos validados
científicamente sin vulnerar los derechos de los niños.
La enseñanza de la ESI
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Donde se plantea la necesidad de crear consensos, vínculos y estrategias entre la escuela, las familias y
la comunidad para un abordaje integral. Para esto es necesario generar espacios de participación donde
sea posible el diálogo.[12]
Materiales oficiales de ESI
Véase también
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Educación Sexual
Aborto en Argentina
Derechos Sexuales
Referencias
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«Fundación Huésped».
«Educar en igualdad».
«Programa nacional».