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Son precisamente esta responsabilidad y estas normas las que muchas veces entran en
conflicto con nuestros egoísmos, necesidades o intereses personales, provocando
discusiones que van deteriorando la relación.
Regenerar la relación de pareja es una de las mayores necesidades para mantener una vida
saludable, porque convivir sin cuidar la relación puede desembocar en una verdadera
tortura.
Contesta en un papel a las cuestiones que te vamos a plantear: quizás descubras muchas
cosas sobre tu relación que todavía no habías hecho conscientes.
Es importante que pienses muy profundamente las respuestas, así que hazlo en un
momento que puedas estar solo y relajado.
4.- Cuáles son los motivos principales por los que discutís.
Con este análisis sobre tu relación de pareja seguro que habrás encontrado algunos
aspectos que quizás quieras mejorar, algunos que prefieras cambiar y puede que algunos
sobre los que todavía tienes que reflexionar más detenidamente.
2.- Busca un poco de tiempo para compartir cada día en exclusiva. No hay excusas
para esto. Puede ser cuando los niños estén acostados.
Diez minutos sin televisión, con exclusiva atención el uno hacia el otro, y poco a poco irá
fluyendo la comunicación que quizás habíais perdido.
3.- Reserva unas entradas para el cine, el teatro o cualquier otro espectáculo.
7.- Fíjate en su estado de ánimo y percibe esos pequeños detalles que no se dicen en
voz alta. Un mensaje de ánimo cuando más se necesita es algo que refuerza los vínculos,
porque demuestra que tu pareja está pendiente de ti.
8.-Respeta sus silencios. A veces nos apetece estar al lado de alguien simplemente sin
decir nada.
10.-Cuida tu vida sexual. Cuanto más disfrute tu pareja, más placer obtendrás tú
también.
Si sigues todos o algunos de estos consejos, no tengas la más mínima duda de que vuestra
relación mejorará sustancialmente.
La emoción protagonista suele ser el miedo: miedo a que la relación fracase, miedo a
estar perdiendo el tiempo, miedo a perder a esa persona especial y todo lo construido
juntos. Miedo a dudar.
El fantasma de la duda
Cuando las dudas asaltan, se convierten en un golpe bajo para la relación. Esto no significa
que las dudas sean el acabose; de hecho, es muy normal que aparezcan en un
momento de crisis: la mayoría de parejas las tienen.
3-. Te da cierto reparo presentar a tu pareja en sociedad. Cuando estáis con otras
personas (como amigos o familiares tuyos) te sientes tenso, pues algunas de las cosas
que dice o hace te avergüenzan.
4-. Hace mucho tiempo que no expresas a tu pareja tus sentimientos, ni te nace
hacerle algún detalle agradable. Dices expresiones como “te quiero” por simple
costumbre, o ni siquiera lo dices.
5-. Vuestro deseo sexual se encuentra apagado o resentido. Tenéis poca o nula
iniciativa sexual, o bien vuestro deseo está desequilibrado (uno desea notablemente
más que el otro, lo que suele generar conflictos).
7-. Tienes la sensación de que pasas con tu pareja más tiempo mal que bien. La balanza
se declina notablemente por los malos ratos, las discusiones, los enfados y los
distanciamientos.
8-. Probablemente ya no tienes la misma ilusión por un futuro juntos a medio plazo.
No te ves con esa persona de aquí a pocos años. Preferirías no hacer planes que impliquen
compromiso entre ambos.
9-. A menudo piensas que estarías mejor solo o con otra persona. Con frecuencia
tienes la idea o el plan de finalizar la relación, o bien ya habéis cortado varias veces en la
última temporada.
10-. Te notas desmotivado, sin ganas, sientes que “te da igual”. Tus emociones
están como dormidas: no sientes felicidad, no sientes rabia ni tristeza, sólo indiferencia
hacia la relación.
Esto es lo que a menudo llamamos “estar por estar”, es decir, continuar juntos por
costumbre o por rutina.
Pero las crisis son normales y necesarias. Si quieres salir de ellas, ¡tienes que hacer algo
distinto! Recuerda: “Si deseas un resultado diferente, haz algo diferente”.
Hay dos caminos: o echar de tu mente al fantasma de la duda y optar por mejorar la relación
con tu pareja; o bifurcar vuestros caminos. No hay una decisión objetivamente mejor que
otra.
En ocasiones, resulta inútil empecinarse en mantener una relación que ya no da más de sí.
En otros casos, es una pena tirar la toalla cuando lo que de verdad hace falta es implementar
ciertos cambios.
Si construyes tu casa sobre arena, es probable que con los primeros vientos y tormentas
se derrumbe, ya sea de golpe o poco a poco.
Sin embargo, si la construyes sobre roca, estará mejor preparada para resistir los
temporales, y se verá menos afectada cuando lleguen. Evidente, ¿verdad?
Ahora traslademos la metáfora a las relaciones de pareja… ¿Te has planteado alguna
vez cómo están los cimientos de tu relación? ¿La habéis edificado sobre roca o sobre arena?
Para facilitar este autoanálisis de tu pareja, te propongo que continúes leyendo sobre los
tres pilares fundamentales sobre los que se construye una relación de pareja
equilibrada.
Las tres columnas básicas de una relación de pareja son el amor, la intimidad y la
confianza.
1.- El amor
Existen tantas definiciones de amor como personas que lo definan, y seguramente tú
tendrás la tuya.
No se puede limitar la definición del amor, pero sí podemos afirmar que existen dos
elementos que un amor sano posee:
- Respeto
El respeto en el seno de la pareja se percibe a través de la comunicación que existe entre
los dos, tanto verbal como no verbal.
Si prestamos atención, no es difícil apreciar cuándo una pareja no se respeta. Tan sólo
hay que realizar un ejercicio: observarles.
Preguntas para explorarte: ¿Cuidas tus palabras y expresiones cuando discutes con tu
pareja? ¿Te sientes respetado por tu compañero? ¿En qué momentos crees que os faltáis
el respeto, y de qué forma lo hacéis? ¿Cómo es vuestra comunicación verbal y no verbal?
- Reciprocidad
Cuánto daño ha hecho la falsa creencia de que “amar es dar sin recibir nada cambio”. Ese
amor incondicional y altruista no es más que un mito de las películas de Hollywood.
Cada uno de nosotros tenemos nuestro estilo personal de pedir y ofrecer amor, y
ese estilo no tiene por qué coincidir con el de nuestro compañero.
Por ejemplo, si la forma de dar amor de un miembro de la pareja es con un “te quiero”,
mientras que el otro lo hace con gestos físicos de cariño pero no lo habla, es posible que
haya desencuentro.
Preguntas para explorarte: ¿Qué le demandas tú a tu pareja? ¿Qué tienes para ofrecerle?
¿Qué te pide y te ofrece tu compañero? ¿Sientes igualdad en tu relación?
2.- La intimidad
- Intimidad intelectual
La intimidad intelectual se ve favorecida cuando la pareja comparte creencias y
valores vitales o, por lo menos, los valores de ambos no son contradictorios.
Por ejemplo, si una persona está fuertemente comprometida con la defensa animal,
difícilmente construirá una relación con un torero: la incoherencia es clara.
La intimidad intelectual no implica ser iguales ni tener los mismos intereses; al revés: es
muy interesante el enriquecimiento que se produce con las diferencias
intelectuales en una pareja.
- Intimidad emocional
En la intimidad emocional ambos miembros de la pareja sienten que pueden expresar con
libertad sus emociones y sentimientos al otro; además están dispuestos a escuchar y
comprender al compañero con la máxima empatía posible.
Preguntas para explorarte: ¿Hablas de tus emociones con tu pareja con facilidad? ¿Y
con otras personas? ¿Cómo reaccionas cuando tu pareja se acerca a ti para hablarte de
sentimientos? ¿Sientes que tu pareja se abre a ti? ¿Emocionalmente hablando, os sentís
cercanos o distantes?
- Intimidad sexual
Atracción física, pasión, relaciones sexuales, erotismo, contacto corporal, caricias,
besos, piropos… La intimidad sexual es una de las primeras áreas que se ve afectada
cuando se termina la etapa de pasión romántica.
También es interesante saber que ciertos conflictos en el área de la intimidad sexual tienen
su verdadero origen en un problema de intimidad emocional de la pareja.
Preguntas para explorarte: ¿Te sientes satisfecho con la calidad de tus relaciones
sexuales? ¿Qué maneras tenéis tu pareja y tú de expresar vuestra intimidad sexual?
¿Cómo te encuentras con tu sexualidad personal, más allá de la pareja?
3.- La confianza
La confianza es el tercer pilar que mantiene el equilibrio sano de una relación de pareja.
Se refiere a la seguridad mutua de que el otro va a estar ahí en los mejores y en los
peores momentos.
En definitiva, la confianza se resumiría en un “sé que cuento contigo, y sabes que cuentas
conmigo”.
Es cierto que un exceso de seguridad puede llevarnos a descuidar a nuestra pareja, porque
si va a estar ahí de todas maneras, ¿para qué me voy a esforzar en cuidarle?
Sin embargo, la confianza en pareja es imprescindible para crear un clima sano entre
los dos. La desconfianza es la semilla del malestar.
La confianza y la seguridad también están relacionadas con el compromiso, que puede (pero
no tiene por qué) expresarse en acciones sociales como casarse, irse a vivir juntos, tener
hijos…
El compromiso de la pareja se ve reflejado en los proyectos que tienen juntos, sus
ideas de futuro y su deseo interno de permanecer el uno junto al otro.
Preguntas para explorarte: ¿Crees que desconfías de tu pareja en algún aspecto? ¿En
qué cosas ves que tu pareja confía (o no confía) en ti? ¿Qué proyectos habéis emprendido
o deseáis emprender juntos? ¿Si tuvieras que puntuarlo del 1 al 10, qué nivel de seguridad
consideras que existe en tu relación?
En ese caso, ¡recuerda que nunca es tarde para poner en marcha una reforma! Si
vuestros cimientos son sólidos, todo lo demás fluye con mayor facilidad.
Tras toda esta reflexión, lo más importante es no perder de vista que una relación de
pareja es algo que se construye permanentemente. Siempre está en obras. Cada día
que pasa, colocamos nuevos ladrillos.
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juegos creativos para mantener viva tu relación de pareja
¿La monotonía, la rutina y el aburrimiento se están adueñando de tu relación de pareja?
¡No lo permitas! Hay muchas formas de llevar la cotidianidad de una manera divertida y
dinámica.
Los seres humanos tenemos una tendencia muy acusada a habituarnos rápidamente tanto
a lo malo como a lo bueno.
Ésa es una capacidad muy adaptativa que nos permite amoldarnos al medio, aunque
también nos trae repercusiones negativas: aquello que antes tanto nos gustaba ya no nos
hace disfrutar de la misma manera.
Esto es algo que también ocurre con la pareja en el terreno amoroso. Tras el
eufórico enamoramientoviene el verdadero amor, pero, en muchas ocasiones, parece
que se queda estancado y deja de evolucionar.
Pasan años y más años, y la relación de pareja permanece enganchada en el mismo punto.
Esta situación termina por desgastar a ambos miembros de la pareja, sumiéndoles en
la costumbre, el aburrimiento y la monotonía.
Pero ¿por qué hay parejas a las que esto no les ocurre? ¡Queremos saber cómo lo hacen!
¿Quieres la fórmula de las parejas que no caen en la monotonía? Es más simple de lo que
te imaginas. Solamente: ¡Dejad de hacer siempre lo mismo!
Muchas personas sienten que su forma de vida, principalmente por una cuestión laboral, las
arrastra a la rutinay les dificulta cualquier posibilidad de creatividad.
Sin embargo, la creatividad no es algo tan extraordinario como a veces pensamos. Como
dijo Truman Capote:
Tenemos la falsa idea de que esta capacidad está muy presente en niños y jóvenes y de
que desaparece con la adultez y aún más en la vejez. ¡Y eso no es cierto!
Nuestro cerebro es plástico hasta el momento final de nuestra vida: eso significa
que, mientras estamos vivos, tenemos potencial para aprender. Y cada vez que
somos creativos, estamos aprendiendo.
La creatividad no está sólo en aquel estereotipo de artista bohemio que vive en un estudio
plagado de sus propias obras de arte. La creatividad también está en las pequeñas
cosas.
Podemos hacer que nuestro día a día sea más creativo si introducimos pequeños cambios
en nuestro trabajo, en nuestra relación de pareja, en nuestras relaciones sociales, en
nuestro tiempo libre…
Para ello, te propongo 14 juegos creativos en pareja. ¡Destierra de una vez el aburrimiento
de tu relación amorosa!
Elige el juego o los juegos que mejor se adapten a tus características personales y a tus
posibilidades (y a las de tu pareja) y… ¡anímate a ponerlos en práctica!
1.- Todos los días durante una semana, ambos miembros de la pareja prepararán un
pequeño detalle sorpresa para el otro, para dárselo en cualquier momento del día:
llevarle el desayuno a la cama, cocinar su plato favorito, hacerle un buen masaje, una
sesión intensa de sexo con su postura favorita…
2.- Elabora una “cuponera del amor” para regalársela a tu pareja. Cada cupón podrá
canjearse por la cosa que tú decidas (preferiblemente experiencias).
¡No olvides ponerle fecha límite de canje a los cupones, y que no sea muy tardía, o
acabarán en el fondo de un cajón!
3.- Prepárale a tu pareja una ghymkana. Una ghymkana es un juego en el que los
participantes deben pasar por muchas pruebas y obstáculos antes de llegar a la meta.
Dichas pruebas son sucesivas: sólo la superación de la prueba 1 da paso a la prueba 2, y
así sucesivamente.
¿Qué tal si escondes fotos tuyas atrevidas por la casa? Si quiere ir descubriendo dónde se
ocultan, tendrá que superar las pruebas que tú le mandes…
4.- Elegid un recuerdo bonito de hace tiempo que hayáis compartido juntos, y volved a
ese lugar. Os surgirán bellas sensaciones.
5.- Invertid vuestros roles por un día. Tan sólo por un día, que cada uno funcione con
el rol del otro. Por ejemplo, si tú llevas los niños a la escuela y tu pareja los acuesta,
hacedlo todo al revés.
6.- Haced una lista de cosas que tengáis pendientes y que os gustaría hacer juntos.
¿Por qué no ir planificando y poniendo fechas para algunas de ellas?
Tener un plan especial a corto o medio plazo es algo que nos genera ilusión y disfrute.
Durante los momentos previos al placer, debido a nuestras expectativas, nuestro cuerpo
genera las mismas sustancias químicas que en el momento placentero en sí.
7.- Durante unos días, cada vez que tu pareja haga algo bueno o algo que te
gusta, apláudele. Sí, apláudele. Puede que os produzca risa (¡y eso ya sería fenomenal!),
pero realmente es una forma original de mostrar gratitud por pequeñas cosas que
normalmente no le reconocemos a nuestra pareja.
8.- Poned más a menudo música en casa, y que cada vez escoja uno lo que quiere
escuchar. La música en sí misma es creatividad, y nos inspira y nos pone de buen humor.
9.- Escribe en un post-itcinco cosas que amas de tu pareja, y que tu pareja escriba en
otro post-it cinco cosas que ama de ti. Pega ambos papelitos en la nevera o en cualquier
lugar de la casa donde los tengáis bien a la vista.
Este tipo de cambios, aunque muy sutiles, ya son percibidos por nuestro cerebro y le
apartan de su piloto automático.
11.- Cada mañana, abraza a tu pareja durante un minuto antes de que cada uno os
vayáis a trabajar. No hay prisa que pueda cancelar este abrazo. Hacedlo una costumbre.
El contacto físico que se produce en un abrazo largo nos hace liberar endorfinas, la
hormona de la felicidad, y además fortalecerá el vínculo afectivo entre vosotros.
Podéis elegir un sitio diferente para hacer el amor, cumplir alguna fantasía sexual,
introducir juguetes sexuales, probar nuevas posturas…
14.- Permitíos un día especial a la semana: por ejemplo, los sábados. La propuesta es
que cada sábado hagáis algo juntos que os produzca bienestar.
Pueden ser experiencias nuevas o ya conocidas que sepáis que os agradan. Podéis ir al
cine, a cenar, a pasar el día en la naturaleza, salir con amigos, hacer algún deporte…
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Dicen que el celoso no sufre por lo que ve, sino por lo que imagina. Es posible que
estés sesgando la realidad por miedo a perder a tu pareja, y puede que tus celos estén
injustificados.
En ese caso, lo recomendable es intentar apartarlos como sea. Sin embargo, no siempre
hay que asumir que los celos hay que quitárselos y olvidarlos.
En ocasiones los celos funcionan como una especie de alarma, pues avisan de que algo no
está funcionando bien entre vosotros (rutina, desinterés, cansancio…) y precisamente por
eso una tercera persona está colándose en vuestro espacio.
Cinco cosas que NO debes hacer cuando estás celoso
En este otro caso, es necesario que determinéis juntos los pasos a seguir, siempre
que queráis salvar la relación.
Sea cual sea vuestra situación, hay cinco cosas que no debes hacer cuando te sientes
celoso.
Además, hay personas que odian que se ponga en duda su confianza, y más si sienten
que no están dando motivos.
Aclara con tu pareja qué razones tienes para sentirte celoso. Habla con sinceridad,
no ocultes nada, por absurdo que te parezca.
2.- No prohíbas
No quieras que tu pareja esté contigo por obligación, ni que se sienta frustrada o
limitada por ti. Eso hará que cada vez tenga menos ganas de estar contigo.
A nadie nos gusta que nos quiten libertades. Todo es negociable, y podéis hablarlo
para llegar a un acuerdo.
Prohibirle algo es una forma de amenazarle con quitarle tu cariño si lo hace: ¡y eso es
chantaje!
El fin no justifica los medios. En todo caso es mejor que, eventualmente (no lo hagas
costumbre), le pidas a tu pareja que te enseñe ella misma algo que necesitas ver para
estar más tranquilo (algún mensaje, por ejemplo).
Si no quiere quiere hacerlo está en su derecho, y eso tampoco significa que tenga
algo que ocultar.
Todos necesitamos nuestra intimidad (es positivo que no fusionéis vuestros espacios) y
nos sentimos incómodos si alguien lo invade.
Piensa que ella no está sola en el mundo: es normal que se relacione, y tú también lo
haces.
En ese momento puede que te sientas aliviado, pero a la larga os puede perjudicar a los
dos.
De esta manera sólo desvías el foco de atención del problema y lo engrosas: en lugar
de hablarlo y madurarlo, provocas más confusión y más motivos para distanciaros.
Tenemos que intentar poner un poco de cabeza y, aunque nos sintamos amenazados,
procurar dejar de lado el acaloramiento para poder dialogarlo y actuar con sensatez.
Tener pareja implica muchas cosas buenas. Inevitablemente, también conlleva conflictos.
Desde la gestión de la vida cotidiana a las visitas a las familias políticas, pasando por los
diferentes caracteres que tiene cada uno, tener pareja es casi como desarrollar un oficio
extra (sobre todo cuando llegan los hijos, cuya presencia puede precipitar roces intensos
en parejas que no estaban demasiado compenetradas).
Si lo piensas dos veces, ¿con quién mejor que con tu pareja es útil que te comuniques bien?
Para que las dificultades que siempre aparecen sean superadas y dejen de acumularse a
las espaldas de lospartenaires, es indispensable que aprendamos a comunicarnos.
2.- Nunca atacaremos al otro diciendo “eres un desastre” o “haces igual que tu padre”.
Visto que lo que estamos buscando es mejorar la relación y la convivencia de ambos,
tendremos que ser constructivos.
Podríamos decir: “ya sabes que tenemos un problema con el orden en casa. Me gustaría
que lo comentásemos y llegásemos a un acuerdo entre los dos”.
Es decir: todo lo que nos ocurre es un asunto de los dos, por tanto nunca señalamos
con el dedo al otro, que al sentirse atacado responderá a la defensiva.
3.- Recuerda que no es una batalla: No hay ganador o perdedor, o mejor dicho sí que
los hay: en la pareja, o ambos ganan o ambos pierden, aunque en un primer momento
no lo parezca.
4.- Dar el brazo a torcer: Es mala señal que siempre sea el mismo quien se sale con la
suya. Ambas partes deben ponerse en el lugar del otro y ser capaces de negociar para
que la pareja salga reforzada.
Para ello tendremos que aprender a ceder sin pensar que somos menos hombres o menos
mujeres por ello. Es bien cierto que cuando estamos “calentitos” puede ser difícil hablar
siguiendo estos parámetros.
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Mucho más habituales de lo que podemos creer a priori, los cuernos son algo tan antiguo
como el conocido oficio de la prostitución.
Los líos de faldas son tan propios del ser humano como reprochables desde el punto de
vista moral.
Él mismo llevaba más de 15 años siéndole infiel a su mujer alguna que otra vez al mes.
La primera era la madre de sus hijos, una figura familiar intocable: su catedral.
Las “otras” eran simples pasatiempos con las que de vez en cuando tenía una cita en
un hotel o con las que se iba a pasar un par de días entre semana con la excusa de un viaje
de negocios.
También recuerdo a Luis, un pescador de 45 años que llevaba diez años manteniendo una
relación paralela con su querida. A ella se la llevaba incluso de vacaciones.
Pero ¿qué lleva a las personas a ser infieles? ¿Es el ser humano infiel por naturaleza?
Muchos buscan sin saberlo al “inencontrable perfecto”, aquella persona que, se supone,
deberá llenar todos sus vacíos, gran parte de los cuales son causadas por las fantasías
made in Disney.
Ello supone una búsqueda condenada de antemano al fracaso, pese a que la fase de
enamoramiento haga creer que el príncipe azul existe de verdad y que hemos tenido la
suerte de encontrarlo.
Como consecuencia de esta ley se deriva el hecho de que mantener una relación estable
de pareja implica per se asumir la renuncia a ciertas cosas.
Llegado este punto es cuando no todas las personas son capaces de asumir los déficits de
su pareja y miran más allá.
No es lo mismo convivir con alguien que tiene tres o cuatro defectos que nos molestan
que con alguien que los tiene todos.
No obstante, hay quien prefiere tener una vida paralela en lugar de remendar los errores.
Ello entronca con la segunda característica: una pareja madura y con ciertos valores éticos
será consciente de sus problemas y trabajará para solucionarlos.
Aquellas parejas que no quieran o no puedan arreglar sus asuntos irán acumulándolos, con
lo que sin darse cuenta generarán una situación de vulnerabilidad a los cuernos.
Así se las gastan las historias que nos cuentan cuando somos pequeños. Años más tarde,
aunque como seres adultos nos creamos libres de esas “ñoñerías”, en realidad seguimos
siendo víctimas de la influencia de esas enseñanzas.
El resto se lo reparten en proporciones iguales los cuentos que nos contaban por las noches,
las telenovelas, la telebasura que tan alegremente devoramos pese a ser un aniquilador de
neuronas, las maravillosas series para adolescentes y toda la “cultura popular” que,
quien más quien menos, hemos devorado en nuestra infancia y adolescencia.
Pero ¿qué relación tiene todo esto con las parejas? ¿Por qué afirmo que hace daño a las
relaciones reales?
El final de los cuentos siempre da a entender que los protagonistas serán siempre felices
como pareja. Como si una vez juntos la vida conyugal tuviese que ser fácil, es decir, nada
más lejos de la realidad.
En la vida real no siempre se comen perdices y eso no todo el mundo lo lleva bien.
De hecho, muchas parejas se plantean si quizás se han equivocado de pareja al ver que en
lugar de perdices no hay nada para comer.
Los cuentos han puesto el listón demasiado alto; como me decía una paciente, “la vida es
mucho más cutre de lo que nos gustaría, y esto es algo que cuesta bastante de aceptar”.
La exigencia
Las expectativas generan cierto grado de exigencia marital: nosotros también queremos
algo que se parezca a lo de los cuentos. E insisto: aunque sea algo inconsciente, ahí
está.
Pero la realidad es que estamos compartiendo nuestra vida con un ser humano, no con un
personaje surgido de la imaginación de un escritor.
Un ser humano tan imperfecto como nosotros que, como mucho, podrá satisfacernos en un
determinado porcentaje de nuestras expectativas.
Así que si tu pareja se asemeja en un 60% o incluso en un 70% al príncipe azul que tanto
deseas, ya puedes darte con un canto en los dientes… a no ser que seas de los que piensas
que no te vas a contentar con menos del 100% y entonces decidas pasar tu vida entera
buscando al “inencontrable perfecto”, como decía mi padre.
Así que de lo que se trata es de construir la mejor relación que podamos junto a nuestra
pareja, teniendo en cuenta que tampoco hay que aguantar la infelicidad ni conformarse con
todo.
Eso sí: baja un poco las expectativas y las exigencias que haces al otro y comprobarás que
muchos de los problemas de pareja se esfuman.
Los hombres que se dejan amar, saben amar y ser amados ¡existen! Asumo que he dicho
en muchos de mis libros que “el Príncipe Azul no existe, y que, además, destiñe”.
Empero, hay hombres a los que les impusieron ser príncipe azul y pasarse la vida
besando damiselas que nunca despertarán de su letargo de princesas y, por tanto, jamás
se convertirán en reinas ni aprenderán a amar al ser más importante de sus vidas (ellas
mismas).
Algunos hombres saben amar. Algunos poseen un buen corazón y un alma limpia. Algunos
son honestos y de fiar y proporcionan amor a la mujer que a su vida se acerca. Algunos han
sufrido mucho debido a una culpabilidad o “pecado original” que nunca existió.
Por otro lado, también es de memos tragar con semejantes culpas y responsabilidades
ajenas, en el caso de los hombres. Éstos deberían liberarse de una vez por todas de
esas obligaciones que no constan en Biblia alguna.
Ni ellos son superiores, ni ellas inferiores. Cuando se es adulto, ni los hombres necesitan a
una mujer que les haga de mamá, ni las mujeres necesitan de un papá. Cada uno es
responsable de su vida.
Ergo, se acabó el jugar a papás y mamás como suplantación de la responsabilidad del vivir.
Las descalificaciones sobre los hombres son producto, a mi entender -basado en mi praxis
profesional y experiencia vital-, de las frustraciones de las mujeres y de un no querer
asumir su cuota de responsabilidad.
Al igual que los machistas y misóginos, ellas han desarrollado un tic disfuncional: el
hembrismo, que les permite criticar, apabullar, acusar, culpabilizar y ningunear al hombre
en nombre de la propia superioridad que les otorga el hecho de ser genéticamente mujeres.
Proceden igual que los machistas y los misóginos, a los que tanto han denostado. ¿Cómo
se puede amar a un hombre si se piensa así del colectivo masculino? Mal.
Una cosa es conocer a alguien que merezca la pena, y otra muy diferente enamorarse.
Cuando ello no sucede en una o en ninguna de las dos direcciones, ninguno de los implicados
es un sapo o una damisela, simplemente no se dio esa magia.
Sin embargo, las damiselas parece que poseen “el botón del amor” y, en cuanto ven a un
hombre, lo convierten en “candidato para saciar su hambre emocional”.
¿Príncipe o sapo?
No te confundas: que un hombre no se enamore de una mujer no lo convierte en sapo.
Irónicamente, sí que hay mucho sapo que se “enamora” de mujeres que, al no darse cuenta
de su verdadera naturaleza, lo toman por su príncipe azul.
Eso sí: los morros se les quedan hinchados cual sapo inflado al besar a tanto ídem.
Hay mujeres que se pasan la vida en una mala relación, con un hombre que ni sabe
amarlas ni quiere comprometerse, en vez de irse a vivir sus vidas y ocuparse de su
felicidad propia.
Lo mismo que hay hombres que aguantan en una relación sosa y fría con una mujer que
no les ama y que, en el mejor de los casos, les hace el vacío.
Los hay que se pasan la vida con una suerte de “bruja” o mujer frustrada que sólo sabe
criticarles y acusarles de lo mala que es, ha sido y será su vida.
El “acusismo” y el “quejismo”
El “acusismo” y el “quejismo” son los dos cánceres que matan el amor y que hacen de la
vida humana un campo de concentración tipo Siberia.
Un hombre no debería permitir que nadie le diga que no sabe amar o que tiene la culpa de
que ella no sea feliz.
Los hombres buenos, los metroemocionales, esos hombres fuera de serie, han de
rebelarse y mandar a paseo a las damiselas de aflojada diadema.
En vez de la prueba del algodón, queda inaugurada la era de “la prueba del
despertador”. Si estás adormilado, despiértate antes de salir al amor.
Dado que sólo un alma sincera almacena sensibilidad, es primordial que aprendas
aprender a diferenciar entre sensibilidad y sensiblería.
6.- ¡Adiós culpa, adiós!
Por consiguiente, te usará como cubo de sus miserias emocionales y como diana de sus
frustraciones. Si no quieres acabar en el cubo de la basura, ya sabes: tómate en serio la
primera acusación y pon límites.
Sin, por supuesto, olvidar conciliar los opuestos en ti. Ésta, y sólo ésta, es la auténtica
iniciación a la madurez existencial.
Artículo basado en el libro: Príncipe Azul que dio Calabazas a la princesa que creía en
cuentos de hadas.
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Ya sabemos que todas las parejas se enfrentan a problemas y discusiones . Algunas
consiguen sobreponerse a ellos y no dejan que afecten a la relación, pero otras los
convierten en grandes conflictos que reinan en sus vidas. No dejes que ocurra esto en
vuestra relación: implantad la estabilidad en la pareja.
Las parejas estables suelen ser expertas a la hora de evitar los conflictos, pero ¿cómo? La
clave está en desdramatizar los problemas: la solución consiste en no darles una
importancia que puede que no tengan.
Muchas parejas saben que hay problemas que no merece la pena ni mencionarlos porque
no suponen un gran obstáculo para la pareja, no implican un cambio negativo en ella y lo
único que se consigue al sacarlos a la luz es agravar el conflicto.
Estas parejas también cuentan con un gran punto a favor: se adaptan muy bien a los
cambios propios de la relación, sobre todo si es duradera.
La vida de la pareja cambia, igual que lo hacéis vosotros, y es muy importante adaptarse
a estos cambios.
Las parejas estables son muy flexibles en este aspecto; conocen muy bien las etapas que
la relación atraviesa y tienen una muy buena capacidad para aceptar estos cambios y no
dejar que afecten a sus vidas.
Las parejas estables son más felices porque se valoran mucho el uno al otro, se aceptan tal
y como son y realmente se aprecian.
Estas parejas se respetan y potencian sus aspectos positivos, haciendo ver al otro que se
le valora y sabiendo comunicar todo lo bueno que significa para él.
Obviamente, este estilo negativo no sólo es perjudicial en sí mismo, sino que impide que
la pareja disfrute de buenos momentos que puedan relanzar la relación.
La carga de problemas se hace mayor cada día, aumentando las dificultades para
solucionarlos, con lo que, cada vez más, la pareja comparte menos momentos juntos
positivos, con lo que tienen menos posibilidades de reforzar las cosas buenas que pueden
hacer.
Las parejas hostiles y conflictivas no sólo tienden a separarse, sino que los momentos juntos
en la relación son cada vez menos positivos, por lo que esa separación se convierte casi en
la única solución.
De este modo, hay dos aspectos a tener en cuenta: el impacto que tienen dichos problemas
en la relación y el manejo de los mismos por parte de la pareja.
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Según nuestras autoridades, a partir de ahora el Producto Interior Bruto (PIB) nacional
tendrá en cuenta el efecto de ciertas actividades ilícitas o alegales, entre estas últimas la
prostitución.
Los economistas ya lo contabilizan; mientras tanto, los demás seguimos tapándonos los
ojos como si esto no existiera.
Prostitución: el triunfo de la hipocresía
En 2014 una directiva europea obligará a los estados miembros a contabilizar el tráfico de
drogas y la prostitución en sus cuentas nacionales.
En definitiva, hay que sacar el dinero de debajo de las piedras, y sólo el pastel del sexo de
pago supone varios miles de millones de euros.
Quizás la necesidad económica pueda al fin hacernos menos hipócritas en lo que respecta
al oficio más antiguo del mundo.
El instinto sexual humano es tan potente que antes acabaremos con los bosques y con
nosotros mismos como especie que con ella. El deseo sexual no desaparecerá de la faz de
la Tierra mientras quede un solo homínido: esto es una realidad biológica incuestionable.
Y no me adentro más en el tema: cada uno que saque sus conclusiones, porque aquí es
donde se desmadra el asunto, donde cada uno interpreta lo que le da la gana y donde los
más radicales enseñan sus colmillos.
Así que mi propuesta y la de otros mucho millones de personas es que, mientras exista la
prostitución, lo único que sí es incuestionable es que no puede seguir tal y como está.
Sólo cuando el Estado entra a fiscalizar con contundencia una actividad, las mafias dejan
de campar a sus anchas.
Acabando con las mafias que explotan y chantajean a mujeres indefensas venidas de otros
países y que caen en el limbo de sociedades ñoñas como la nuestra que hacen como si no
existieran mientras gentuza de la peor calaña se reparte del pastel.
Simplemente coherencia
En definitiva, maduremos un poco y seamos honestos.
Así que al menos pongamos los medios para que esto se dé en las mejores
condiciones higiénico-laborales tanto para trabajadores (también lo hay hombres, pero
de ésos ni se habla), como para los usuarios.
Da igual: mientras nos decidimos y discutimos si sí o si no, la UE nos obligará por puro
interés económico a hacer algo que muchos años atrás tendríamos que haber hecho por
voluntad propia.
© Depositphotos.com/
1982
Dar el paso de convivir con la pareja es uno de los más importantes y significativos en
la evolución de una relación.
Algunas parejas tardan años en tomar esta decisión, mientras que otras lo hacen
rápidamente y sin pensarlo demasiado.
Cinco consejos para convivir con tu pareja (y que todo salga bien)
No hay una forma más adecuada que otra de decidirlo: cada relación tiene sus tiempos y
se desarrolla de forma particular.
No te dejes guiar por las personas que dicen que es mejor retrasar la convivencia tanto
como sea posible, “porque es el principio del fin”, ni tampoco por aquellos que aseguran
que es mejor convivir cuanto antes para verle los defectos al otro, para saber si seguir
adelante o no.
Aparte de pasar más tiempo juntos, compartir la compañía y el cariño del día a día,
podréis conoceros mejor el uno al otro, aprenderéis a comunicar casi sin necesidad
de hablar y la pareja fluirá con armonía, sabiendo cómo funcionar en cada momento.
Los miembros de la pareja pueden incluso llegar a creer que ir a vivir juntos ha sido un
error, que la convivencia ha estropeado la relación, o tal vez que ni siquiera deberían
haberla empezado.
En estos casos en que la pareja no sabe convivir adecuadamente, los aspectos positivos
de la relación se van debilitando y, cuanto más se debilitan, peor es la convivencia…
cayendo así en un círculo vicioso de negatividad.
¡Apúntate estos cinco consejos imprescindibles! De hecho, ¿por qué no eliges el que
más te convenza y lo pones en práctica a partir de hoy?
Muchas veces esto no es físicamente posible, pero eso no implica no poder tener un
espacio personal.
Vivir juntos no significa tener que hacerlo todo juntos, ir a todos lados juntos, ni estar
siempre juntos.
Ése es uno de los errores más frecuentes de las parejas que conviven desde hace poco.
Aunque algunas parejas se sienten conformes con ese estilo de convivencia (en ese caso
no supone un problema), otras no están a gusto con la idea de renunciar a su
independencia.
Vivir con tu pareja no tiene por qué significar renunciar a tus amigos, ocio, hobbies…
Por el contrario, estos momentos agradables nos llenan de energía que más tarde
podemos compartir con el compañero sentimental.
Sin embargo, es imprescindible aprender a discutir sin herir al otro, sin gritar, no
perdiendo en exceso los nervios ni las formas ni faltando el respeto.
Cuando una pareja no convive, hay más probabilidades de que esa tensión se disuelva
sola, cada uno por su parte.
Pero, cuando la pareja convive, si no se pone un punto y aparte esa tensión puede flotar
en casa durante días, alargándose el malestar y convirtiéndose en una situación cada vez
más desagradable y difícil de resolver.
Cuando desees realizar una crítica, intenta que sea constructiva y no destructiva. No
ataques a la forma de ser del otro; mejor refiérete a su comportamiento.
Y también al revés: cuando tu pareja te realice una crítica, procura aceptarla sin dejar
que hiera tu sensibilidad.
Estableced claramente aquello que necesitáis y aquello que no estáis dispuestos a tolerar.
Aunque parezca evidente, esto es algo que nunca está de más hablarlo. A veces damos
por hecho que el otro sabe lo que pensamos, que ve las cosas igual que nosotros,
porque es “lo evidente”.
Pero esto no siempre es así, y menos tras las paredes del hogar, donde cada persona es
un mundo.
Cada uno tiene su forma personal de comportarse en su casa, y esta forma le parece la
correcta. Para compatibilizar ambas formas, cada uno tendréis que ceder un poco.
No toméis la decisión bajo presión, pues esa tensión o ansiedad puede suponer un
obstáculo. Cuando decidáis vivir juntos, que sea con seguridad y convencimiento.
A nivel personal, convivir es una oportunidad para desarrollar nuestra paciencia y para
trabajar la tolerancia y el respeto.
Procurad que vuestra casa sea vuestro hogar, un espacio relajante, un refugio del
exterior. Aquel lugar donde os podéis permitir momentos de tranquilidad compartida.
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Los celos: esa pequeña sombra que aparece sin darnos cuenta y ronda las relaciones.
¿Hasta qué punto son normales?
En cierta medida, necesitamos sentir que nos quieren y nos necesitan, que somos especiales
para nuestra pareja, que existe una exclusividad entre nosotros.
Pero puede llegar un punto en el que esa necesidad se vuelva posesiva y empiece a
deteriorar la relación: coartando libertades personales, poniendo límites innecesarios,
provocando discusiones, malestar psicológico, distanciamientos…
Marca del 1 al 10 el grado de celos que alcanzas con cada cosa, y la seguridad que tienes
de que eso está ocurriendo (“Posiblemente lo estoy imaginando” o bien “Es seguro que
esto pasa”).
Por ejemplo:
a) “Le da “me gusta” a la foto de otro hombre. Eso es un hecho real que me consta, y
me produce un 4 de celos.
b) Creo que cuando está trabajando aprovecha el horario del almuerzo para hablar con él
y seducirle. Eso es imaginado y me produce un 9 de celos”.
Es posible que te des cuenta de que las cosas que más celos te dan, tan sólo están
en tu cabeza…
El pensamiento a veces nos juega malas pasadas; incluso podemos llegar a convencernos
de algo que no existe.
Ejercicios como el anterior te ayudarán a reordenar en tu cabeza las ideas, a saber qué
es lo que te produce esos celos, lo que más y lo que menos celos te da…
Puede que la actual sea una situación puntual con tu pareja actual, o que tú tengas
ciertas características estables que propician los celos: baja
autoestima, dependencia, poca confianza en ti mismo, expectativas poco realistas sobre
el amor o la exclusividad en la pareja…
Si crees que éste puede ser tu caso, te recomiendo leer el artículo "Deshazte de las
mentiras sobre el amor".
Si no solucionas esos problemas, que están en la base de la pirámide, será más difícil
poner fin a los celos.
Como muchas cosas en la vida, los celos comienzan a ser preocupantes cuando se
acercan a un extremo.
No dejes que sobrepasen ese límite en el que ya no son “una tontería” y se convierten un
problema cotidiano para vosotros.
Los celos pueden instalarse en los cimientos de tu relación e ir debilitándola poco a poco,
hasta acabar con la naturalidad y la chispa de la pareja.
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¿Te acuerdas de las primeras semanas y los primeros meses de vuestra relación?
Seguramente recordarás el inicio de la pareja como un momento de euforia y felicidad
constante, en el que tenías siempre ganas de estar con el otro y hacer cosas juntos e incluso
notabas intensas sensaciones físicas, como un aumento de los latidos del corazón, agitación
o ese cosquilleo en el estómago.
Parece ser que estas alteraciones a la hora de enamorarnos vienen dadas por una sustancia
llamada feniletilamina, que aumenta nuestra energía y que hace que produzcamos más
dopamina, la llamada hormona de la felicidad o del amor.
Estos inicios de la pareja son vitales para el mantenimiento de la relación. La etapa del
enamoramiento cambia la producción de hormonas del cuerpo y altera por completo nuestro
estado de ánimo.
De este modo, acabamos relacionando esa gran satisfacción y felicidad, producidas por los
cambios químicos, con la persona que las produce.
Así también se crea una relación de intimidad y de deseo por seguir con el otro y mantener
la pareja.
Al principio, al ser una situación nueva, la reacción ante dichas hormonas es muy intensa,
pero una producción continuada hace que el organismo se habitúe y la respuesta vaya
disminuyendo, aun cuando las sustancias siguen estando en el cuerpo.
Esto ocurre normalmente al cabo de dos años, que es lo que muchos consideran como
el final del enamoramiento.
En este momento es cuando aparecen otros componentes químicos, como las endorfinas,
que producen una sensación de tranquilidad, comodidad o seguridad.
Y ¿cuál es el problema de todo esto? Parece obvio que los cambios son evidentes y que
prácticamente todos hemos pasado por esto. Sin embargo, no todas las personas aceptan
esta situación de la misma forma.
El problema surge al creer ciegamente que el enamoramiento debe perdurar siempre y que,
si no existen esas reacciones iniciales durante los siguientes años, es que el amor ha
desaparecido.
Pues no. El amor no desaparece, sino que cambia y se adapta. Y lo mismo debemos
hacer nosotros.
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La salud de la pareja depende de muchos factores. Uno muy importante es la idea que
tenemos de cómo debe funcionar la relación.
Si somos muy rígidos a la hora de pensar todo lo que significa tener una buena relación, es
más que probable que se desarrollen conflictos tanto personales como con la pareja.
Como vimos en “Cuatro ideas falsas sobre el amor” y en “¿Qué piensas sobre tu
hijo?: Creencias erróneas de los padres”, nuestras ideas preconcebidas sobre cómo
debe ser el mundo, el amor, el comportamiento de los demás y lo que creemos que es
correcto o incorrecto, a menudo no son pruebas objetivas de la realidad, sino más bien
deseos e ideas muy rígidas que, cuando no se ven demostrados, provocan un gran malestar.
"Nuestras verdades absolutas son muchas veces eso, nuestras, pero no la única realidad
para todo el mundo."
Nuestras verdades absolutas son muchas veces eso, nuestras, pero no la única realidad
para todo el mundo.
La pareja es uno de esos aspectos: nuestras ideas sobre cómo debe ser la relación pueden
suponer una primera señal de futuros conflictos.
La pareja es un gran refuerzo para los miembros de la misma, pero no debería ser el único
motivo de alegría en la vida.
Muchas veces el pensamiento suele ser éste: “Mi pareja debe mostrarme amor
constantemente y haga lo que yo haga, porque, si no, es que no me quiere”.
No debemos esforzarnos por demostrar nuestro amor. Tampoco hay que irse al polo
opuesto y no mostrar ningún afecto al otro.
Ni una cosa ni otra: no todo va a ser espontáneo, sino que hay que demostrar ese amor,
pero nunca llevando esas ideas a los extremos.
Está muy relacionada con la creencia de que todo debe ser como uno quiere porque, si no,
sería una catástrofe.
Cada uno tiene sus opiniones y toma sus decisiones, y no por ser diferentes significa que la
relación sea un fracaso.
Suele estar relacionado con la idea de que necesitamos darlo todo al otro para que la
relación prosiga, porque si no estamos constantemente pensando en cómo agradarle
decidirá acabar con ella.
Lo primero siempre tiene que ser uno mismo, pensar en la propia felicidad, y así poder
trasladarla a la pareja.
Es posible que reconozcas algunas de estas ideas en tu propia forma de pensar, o quizá
tengas otras creencias muy marcadas sobre cómo debe ser tu relación.
Recuerda: lo más importante es ser flexible a la hora de pensar, pues no por creer algo
significa que sea cierto.
De forma cotidiana, es habitual que las personas usemos pequeñas mentiras u ocultemos
algunas verdades que no es necesario sacar a relucir.
Esas pequeñas mentiras están presentes en nuestra relación con los demás, a veces
incluso de forma inconsciente, y las solemos denominar “mentiras piadosas” (piadosas hacia
el otro, por ejemplo para no herir su sensibilidad, o piadosas hacia nosotros mismos, para
evitar quedar mal ante alguien o para ensalzar nuestras virtudes).
Lo más deseable en una relación de pareja es que exista plena transparencia por parte
de ambos, evitando cualquier tipo de mentiras, incluso las pequeñas.
Sin embargo, y aun siendo conscientes de la importancia de la sinceridad con la pareja, las
mentiras en las relaciones son bastante más frecuentes de lo que nos imaginamos.
Lo que es un hecho es que una pareja construida en base a engaños es una pareja que
no posee unos pilares sólidos en los cuales sustentarse.
Por tanto, en cuanto esas mentiras salen a la luz (algo que suele pasar la mayoría de veces,
antes o después), la relación inevitablemente va a tambalearse, poco o mucho,
dependiendo de la gravedad de las mentiras y de la relevancia que hayan tenido en el
contexto de la pareja.
Es normal que en algunas ocasiones nos veamos tentados a utilizar la mentira, que suele
ser, a corto plazo, un camino más sencillo que la verdad.
La causa de esa necesidad de recurrir a las mentiras para que una relación funcione puede
estar en una (o en varias) de las siguientes carencias:
- Falta de comunicación
La pareja no está acostumbrada a hablar de forma clara y honesta sobre ciertos temas
que producen incomodidad a sus miembros.
Ellos no tienen la sensación de que exista un entendimiento completo entre los dos, y por
eso prefieren mentir u ocultar ciertas cosas. Explicarlas sería demasiado complicado,
extraño o antinatural en el contexto de esa relación.
- Falta de confianza
La mentira puede funcionar como un mecanismo de defensa de la propia intimidad. Las
mentiras por falta de confianza ocurren sobre todo en parejas que llevan poco tiempo o
en parejas que, por el motivo que sea, han perdido la confianza.
Es bastante normal y común no abrirnos al cien por cien durante el período de conquista,
pues ese misterio también resulta interesante.
Pero si finalmente desemboca en una relación estable, lo recomendable es que esa falta
de confianza no dure mucho tiempo más.
- Falta de seguridad en uno mismo
En ocasiones la mentira aparece como una forma de protegernos a nosotros mismos, o
mejor dicho, al “yo ideal” que a todos nos gustaría ser.
Mentimos para que parezca que somos mejores de lo que realmente somos, si
consideramos que no hemos hecho bien algo.
También hay quien miente (por ejemplo, ocultando una infidelidad) para poder seguir
manteniendo el rol que desempeña en la pareja, como puede ser el de víctima sufridora.
De este tipo de mentiras se trasluce una falta de seguridad personal que no permite a la
persona asumir con honestidad sus aciertos y sus errores ni aceptarse a sí misma a pesar
de ellos.
Necesita crear una falsa imagen para que la sigan queriendo, porque piensa que lo que
realmente hay no merece amor.
- Falta de comprensión
Muchas personas dicen que mienten porque su pareja “no lo entendería”. Justificamos las
mentiras con una falta de comprensión del otro que, en ocasiones, sólo es una excusa, y
únicamente en otras es real.
Verdaderamente, hay personas que se sienten obligadas a mentir para poder hacer cosas
totalmente lícitas que la pareja no permite por celos patológicos o excesivo control.
Sorprendentemente, las consecuencias de mentir a la pareja coinciden con las causas por
las que mentimos. Cuando la mentira es descubierta, la relación se llena de incomunicación,
desconfianza, inseguridad e incomprensión. Por lo tanto, la mentira suele convertirse
en un bucle de malestar e insatisfacción.
Descubrir una mentira duele, pero también es doloroso ser el que miente. Ambos
miembros de la pareja sufren con la mentira, y recuperarse de ese daño lleva tiempo,
paciencia y esfuerzo.
Si finalmente tu pareja te confirma que tus sospechas eran reales y que te ha mentido,
las siguientes pautaspueden serte de utilidad:
- Valora el grado de importancia que le das a esa mentira. Deja pasar unos días y
vuelve a valorarlo. Es posible que la intensidad de tus emociones se haya reducido y
puedas pensar con más claridad.
- Si pasa un tiempo y notas que no has podido recuperar la confianza, háblalo con tu
pareja para poner una solución. Es preferible dejar la relación que vivir ambos
angustiados en una relación tormentosa.
-Valora el grado de importancia que le das a tu mentira, pero contempla también el grado
de importancia que le daría tu pareja.
-Intenta poner fin a la mentira cuanto antes. Cuanto más lo alargues, peor será: todo
se enredará más y el paso del tiempo empeorará la situación.
-Explica a tu pareja, de forma honesta y lo más calmada posible, por qué mentiste. Para
eso, es importante que previamente reflexiones y tengas claro por qué lo hiciste, ya que
a veces ni siquiera nosotros mismos somos plenamente conscientes de las razones de
nuestros actos.
-Hacerse responsable de los propios actos conlleva enfrentar las consecuencias que se
derivan de ellos. Te sentirás mejor si lo haces.
-No te hundas: de los errores se aprende. Intenta extraer una enseñanza de esta
situación.
La verdad hace libre a las personas. No hay nada más gratificante en una pareja que tener
la sensación de máxima transparencia entre los dos.
Por todo esto, piénsatelo dos veces antes de mentir a tu pareja. Plantéate las
consecuencias de tus actos y decide, de forma libre, lo que quieres hacer: si asumir tu
responsabilidad o esconderte tras el escudo protector de una mentira.
También te gustará:
Gran parte de esta comunicación es involuntaria. Conocer las señales que se emiten de
manera espontánea al mentir nos permitirá identificarlas de manera eficaz.
En cualquier caso, cuando mentimos prestamos más atención a lo que decimos que a
nuestros gestos o expresiones faciales.
Por ello, es habitual que se escapen pistas no verbales que nos delatarán. Mentir supone
un esfuerzo mental, genera estrés y provoca miedo a ser descubierto.
Cuando aparece una emoción, ciertos músculos del rostro se activan de manera
involuntaria.
Existen estudios que demuestran que, ante incongruencias entre el mensaje verbal y la
comunicación no verbal, se tiende a dar más credibilidad a ésta última.
Paul Ekman señaló que "el rostro suele contener un doble mensaje: por un lado, lo que
el mentiroso quiere mostrar; por el otro, lo que quiere ocultar".
Las microexpresiones son expresiones faciales involuntarias que reflejan la emoción que
está sintiendo la persona.
Se las denomina “micro” porque tienen una duración muy corta (entre 1/25 a 1/15 de
segundo). Además, son muy difíciles de evitar o esconder (a diferencia de las
expresiones faciales comunes).
Por ello, para detectar mentiras, observaremos la expresión facial y los gestos del
(supuesto) mentiroso.
Es lógico pensar que quien miente quiere saber la reacción del otro (“¿Se lo habrá
creído?”) y, por tanto, le mira fijamente (casi intenta analizarlo).
Por otro lado, también habrá momentos en los que mirará fijamente a otro punto
indeterminado.
En cualquier caso, mientras se miente, los ojos se mueven menos que cuando se dice la
verdad.
Por ejemplo:
Por ejemplo:
- “Quedé para comer con mis compañeros de trabajo a las 14:00 y fuimos al
restaurante italiano que hay en la calle Alegría. A las 16:30 salimos del restaurante
y fuimos a tomar un café, a la cafetería que está en la calle de al lado, la de las
mesas azules. Nos atendió un camarero con gafas. Tomé un té verde”.
No deben sacarse conclusiones precipitadas por detectar una señal aislada; lo conveniente
es visualizar el conjunto y observar todo el cuerpo (especialmente la expresión facial y las
manos).
No existe una fórmula mágica para detectar mentiras, pero poniendo especial atención
al lenguaje no verbal de los demás puedes empezar a descubrir indicios de que se está
ocultando la verdad o falseando la realidad.
Sea como sea, cuando practicamos sexo podemos decidirnos entre llegar hasta la última
fase o bien apearnos antes en cualquiera de ellas, disfrutando sólo de parte del trayecto.
La excitación
La primera de estas fases es la de excitación. En la mujer se produce la activación de la
sexualidad. Los hombres sienten la erección del pene y el aumento de la concentración en
el erotismo de la escena.
La meseta
Tras los preliminares que ayudan a calentar los motores durante la excitación, se produce
el juego sexual en la fase de meseta. Aquí la variabilidad es inmensa, pues cada uno juega
como le place.
El sexo es instinto y placer, así que en la fase de meseta lo que más te hará disfrutar será
desinhibirte y dejarte llevar. Hemos de dejar los problemas fuera de la habitación para que
no nos estropeen el momento.
A medida que jugamos, llega un momento en que la tensión sexual acumulada es de tal
intensidad que el cuerpo se dispone a descongestionarse.
El orgasmo
Nos estamos acercando poco a poco (o en ocasiones demasiado rápido) a la tercera fase:
el orgasmo. En él se producen una serie de contracciones musculares más o menos
intensas que, en el caso de los hombres, ayudan a expulsar el esperma.
En la mujer estas sacudidas musculares pueden darse únicamente en la zona genital o bien
sentirse por todo el cuerpo. En otro artículo hablaremos de la enorme variabilidad que existe
en hombres y mujeres a la hora de experimentar los orgasmos.
La resolución
Tras la descarga orgásmica se produce la fase de resolución, en la que los genitales
recobran su tamaño y su sensibilización normal. Muchos hombres se duermen en esta fase
y algunas parejas, jóvenes y muy activas, vuelven a empezar el recorrido.
En sexualidad más vale calidad que cantidad, así que para experimentar el máximo
placer posible disfruta de cada una de las fases poniendo toda tu atención en lo que estás
haciendo.
Cuando la rutina acecha la vida sexual de la pareja, hay que innovar y probar cosas
nuevas. No hay que tenerle miedo al cambio en el sexo, pues puede ser más una ayuda
que un obstáculo.
Conoce todas las claves para ser más atrevido en tus relaciones sexuales, y seguro que tu
pareja te lo agradecerá.
Ser atrevido en el sexo no significa tener relaciones con desconocidos, ni hacerlo sin
protección, ni hacer algo peligroso o incluso ilegal.
Este artículo está dirigido a potenciar el atrevimiento en las relaciones sexuales con tu
pareja, con el fin de evitar caer en la rutina y fomentar una vida sexual saludable.
Ser atrevido implica entender que el sexo no es algo estático, sino que se trata de un campo
en el que hay que innovar para mantenerlo vivo, y de vez en cuando experimentar cosas
nuevas con el fin de enriquecerlo.
1.- Toma la iniciativa. Este primer consejo es ideal para ambos. Ninguno tiene que ser
el que siempre comience los acercamientos, sino que debéis ser totalmente flexibles en
este aspecto: dar el primer paso sin esperar que lo haga el otro puede pillarle por sorpresa
y hacer que el deseo aumente.
2.- Sal de la cama. Otro importante paso para evitar la rutina es cambiar de aires, variar
el lugar en el que mantenéis vuestras relaciones habitualmente y buscar un sitio nuevo,
ya sea en vuestra propia casa o en otro lugar que os resulte excitante.
Probad alguna escapada a un hotel o un viaje a un sitio exótico; servirá para afianzar
enormemente vuestras relaciones.
4.- Aprende sobre sexo. Nunca es tarde para seguir conociendo cosas acerca del sexo,
como vimos en “Toda una vida para aprender sobre sexo”.
No sólo posturas nuevas, como hemos visto en el punto anterior, sino cualquier tipo de
información sexual que pueda serviros para mejorar vuestras relaciones: leer literatura o
ver vídeos eróticos os puede ayudar mucho en este sentido.
6.- Comparte tus fantasías sexuales. Es la única manera de cumplirlas: dejando que
tu pareja las conozca.
La comunicación sexual es una parte fundamental del éxito de las relaciones, por lo que
no temas decirle a tu pareja qué te gustaría hacer y pregúntale lo mismo a ella; quizá te
sorprenda averiguar que compartís fantasías y que os gusta cumplir las del otro.
7.- Juegos. No olvides que se trata de disfrutar, por lo que podéis probar cosas como
utilizar algún juego erótico, disfraces, cambio de roles o cualquier cosa que os apetezca,
con el fin de divertiros y aprovechar al máximo el momento.
8.- Sorprende. Igual que al tomar la iniciativa, la sorpresa puede dar mucho juego en
vuestras relaciones. No esperes al fin de semana o a ese momento por la noche antes de
dormir; aprovecha algún instante del día para sorprender a tu pareja.
9.- No tengas miedo ni vergüenza. Un último consejo que engloba todos los
mencionados. Para atreverse a algo hay que perderle el miedo.
Puedes confiar en tu pareja para decirle cualquier cosa o intentar algo nuevo, por lo que
no temas una respuesta negativa y da el primer paso.
Atreverse en el sexo puede convertirse en un arma para potenciar vuestras relaciones, por
lo que no dejéis de intentar cosas nuevas, porque, en el sexo, lo ideal es nunca estancarse.
La práctica sexual sirve para acumular experiencia y conocimiento práctico sobre este
instinto tan potente, lo cual curiosamente nos ayuda a no caer tan fácilmente en sus redes.
Es por ello que la experiencia sexual previa se muestra como un factor estabilizador de las
relaciones de pareja.
Durante los tristes siglos de represión sexual que hemos padecido se nos grabó a sangre y
fuego que esconder este instinto era lo correcto y lo deseable en las personas “decentes”.
Una vez casados ya podíamos practicar sexo para engendrar; eso sí, el sexo lúdico ni se
concebía.
Esta creencia, que asimila lo puro con lo virginal y lo impuro o lo sucio con la vivencia sexual
no matrimonial, sigue pululando en nuestras mentes como un eco de aquel oscuro pasado.
Desde el punto de vista de la salud sexual, hoy sabemos que la represión del instinto,
principalmente durante la adolescencia y la juventud, es el peor favor que uno puede
hacerse a sí mismo.
Como sabes, a medida que se usa, la pasión decae y el enamoramiento feroz de todo
comienzo se estabiliza.
Quien ha tenido varias experiencias asume esto como algo natural, como algo que siempre
sucede.
La experiencia nos ayuda a ser conscientes de que toda relación atraviesa sus fases, y que
cambiando de pareja lo único que nos aseguramos es otro viaje en la montaña rusa del
amor.
Tras algunas relaciones, la mayoría de las personas deciden “sentar cabeza”, es decir,
asumir que nadie es perfecto (empezando por nosotros mismos) y disfrutar de lo bueno
que esa persona aporta a nuestra vida.
Es mucho más sencillo poner coto a las tentaciones cuando ya se han experimentado.
Una vez descubren el mundo del placer sexual es precisamente cuando ya están casados o
comprometidos, sin tiempo para más.
Por primera vez sienten un atisbo de libertad, pero como no se apoyan sobre una base
experiencial que les confiera solidez, estas personas son más vulnerables a los
enamoramientos alternativos, e incluso a tirarlo todo por la borda en un arranque de pasión
por otra persona.
Los conflictos pasionales que soportan las personas sin experiencia previa son de una
intensidad mucho mayor que los de aquellos con un historial previo.
Por eso, ahora que podemos hablar de sexo con total naturalidad, recomendaría que nadie
se casase o se comprometiese sin haber tenido dos o tres relaciones previas, por
uno mismo y por el daño que se podría causar a la pareja.
Y aunque se trate de una situación que no suele agradar a ninguna de las partes, es bien
cierto que las peleas por ellas mismas no son negativas.
Si se manejan de forma adecuada, sin agredir al otro ni dejándonos llevar, es posible que
fortalezcan la relación y eviten crear un conflicto mayor o una crisis de pareja. ¿Qué se
puede hacer para evitarlo?
Existe una regla que se cumple siempre: “Si un problema personal no se soluciona, el
conflicto de pareja persistirá”.
Por tanto, primero ponle remedio a tu problema personal y esta mejora influirá
muchísimo en tu relación de pareja.
Por ejemplo, es conocido por todos que la comunicación es vital en las relaciones.
Cómo se comunican los dos miembros es un factor a tener muy en cuenta.
La comunicación, sobre todo en las discusiones, debe dirigirse hacia una solución del
problema, no hacia dañar al otro o a expresar toda nuestra rabia.
Una comunicación en pareja eficaz es aquella que pone soluciones a los problemas, no
la que crea un problema adicional.
Es posible que la pareja haya entrado en una dinámica en la que se han perdido aspectos
positivos: hacéis pocas cosas juntos, no dedicáis tiempo al otro o simplemente no le dais
algo gratificante a la pareja.
Esto es muy significativo: la principal diferencia entre una pareja feliz y una pareja infeliz
es la presencia de refuerzos positivos entre los miembros.
Y estos refuerzos pueden ser unas palabras bonitas que le digas a tu pareja a diario,
preparar una cena romántica por sorpresa, abrazarle en un momento inesperado u
organizar un plan para el fin de semana.
Cualquier cosa que se añada a vuestra “cesta” de lo positivo hará que la relación vaya en
la dirección correcta y que evite así un posible conflicto.
La pareja debe ser hábil a la hora de negociar entre ellos las posibles soluciones de
los conflictos y elegir una buena resolución del problema, abarcando todas las
posibilidades que existan, así como todas sus consecuencias.
Una buena pareja es aquella que llega a una conclusión y encuentra la mejor solución
conjuntamente.
Por tanto, si veis que existe esta dinámica en vuestra relación, planteaos cuál es el problema
al que os enfrentáis y eliminad cualquier rastro de patrón de interacción negativo que
tengáis en el presente.
No creas que los problemas en la relación no van a seguir existiendo. Este artículo no ha
tratado de inculcarte la idea de que, al ser una pareja, no debéis discutir.
Todo lo contrario: la idea que hay que recordar es que siempre se pueden afrontar las
discusiones de forma correcta, siempre existe algo que podéis hacer para evitar un
conflicto mayor y siempre podéis conoceros un poco mejor para averiguar cómo no entrar
en crisis.
Todos nos enfadamos. El enfado es una de nuestras emociones primarias, y nos sirve
para reaccionar ante una injusticia y querer optar a algo mejor.
Sin embargo, el enfado continuo y excesivo es contraproducente y crea una dinámica social
negativa.
Siempre que se trate con respeto, sin agresividad, hostilidad ni descontrol, el enfado es una
respuesta natural.
Sin embargo, debes tener en cuenta otras posibles razones: puede que veas como una
amenaza prácticamente todo lo que te dice.
Es vital que conozcas tus propios contextos en los que puede ser más fácil que te enfades.
Si hace falta, sal de donde estés y distráete con música, una película o cualquier
otra cosa.
Si, por ejemplo, has tenido un mal día, no hables con tu pareja de temas conflictivos:
déjalo para otro momento. Detén tu enfado en este momento, que no avance.
Al principio será muy complicado usar la relajación en estos momentos, pero con la
práctica podrás utilizarlo como un mecanismo para mitigar tu enfado.
Debes ser flexible a la hora de pensar: podéis tener opiniones contrarias y ése no tiene
por qué ser un motivo de discusión.
Y recibe tus propias críticas sin generalizar hacia otros temas ni sintiéndote
menospreciado; acepta y entiende la queja, y argumenta tu desacuerdo sin atacar la
postura de tu pareja.
Es muy complicado controlar el enfado, y más aún si ha sido una respuesta habitual en tu
repertorio.
Hace apenas un mes se publicó una noticia en el diario ABC en referencia a la investidura
del psiquiatra Luis Rojas Marcos como doctor honoris causa por la Universidad del País
Vasco.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), España es el país europeo con mayor
esperanza de vida (85 años en las mujeres, 79 en los hombres), y, concretamente, las
mujeres españolas son las terceras en el mundo que más viven.
En referencia a estos datos, Rojas Marcos opina que uno de los factores de longevidad
puede ser la comunicación y la capacidad de expresarse y hablar con otras personas,
características importantísimas a la hora de potenciar las relaciones con los demás, pues se
conecta de mejor forma con otras personas, aumentando la afectividad y la sociabilidad, y,
en última instancia, esto hace que sean capaces de afrontar de mejor forma los
acontecimientos que ocurran.
Según Rojas Marcos, una de las claves de este concepto reside en las relaciones
personales de cada uno y la unión emocional con otras personas.
En definitiva, si somos capaces de fomentar las relaciones con los demás a través de la
comunicación, nuestra capacidad para afrontar y resolver los problemas a los que nos
enfrentemos será mayor, por lo que nuestra salud, obviamente, también lo agradecerá.
No hay más que ver lo importante que es la comunicación y la unión afectiva con los
demás a la hora de ser capaces de superar dificultades. Y no hay persona con la que más
se hable y cuya unión sea más íntima que la pareja.
Por ello hay que hablar más con el otro y comunicarse de forma positiva, incluso a la
hora de hacer una crítica por algo que no te guste del otro, al igual que hay que ser flexible
y aceptar las críticas que puedan recibirse.
Recordad: hablad entre vosotros, sed positivos, restad importancia a los pequeños
problemas para no convertirlos en grandes conflictos y sed flexibles a los cambios que se
puedan producir en la relación.
Porque ya sabéis, si habláis más no sólo viviréis más, sino que viviréis mejor.
Tener pareja implica muchas cosas buenas. Inevitablemente, también conlleva conflictos.
Desde la gestión de la vida cotidiana a las visitas a las familias políticas, pasando por los
diferentes caracteres que tiene cada uno, tener pareja es casi como desarrollar un oficio
extra (sobre todo cuando llegan los hijos, cuya presencia puede precipitar roces intensos
en parejas que no estaban demasiado compenetradas).
Si lo piensas dos veces, ¿con quién mejor que con tu pareja es útil que te comuniques bien?
Para que las dificultades que siempre aparecen sean superadas y dejen de acumularse a
las espaldas de lospartenaires, es indispensable que aprendamos a comunicarnos.
2.- Nunca atacaremos al otro diciendo “eres un desastre” o “haces igual que tu padre”.
Visto que lo que estamos buscando es mejorar la relación y la convivencia de ambos,
tendremos que ser constructivos.
Podríamos decir: “ya sabes que tenemos un problema con el orden en casa. Me gustaría
que lo comentásemos y llegásemos a un acuerdo entre los dos”.
Es decir: todo lo que nos ocurre es un asunto de los dos, por tanto nunca señalamos
con el dedo al otro, que al sentirse atacado responderá a la defensiva.
3.- Recuerda que no es una batalla: No hay ganador o perdedor, o mejor dicho sí que
los hay: en la pareja, o ambos ganan o ambos pierden, aunque en un primer momento
no lo parezca.
4.- Dar el brazo a torcer: Es mala señal que siempre sea el mismo quien se sale con la
suya. Ambas partes deben ponerse en el lugar del otro y ser capaces de negociar para
que la pareja salga reforzada.
Para ello tendremos que aprender a ceder sin pensar que somos menos hombres o menos
mujeres por ello. Es bien cierto que cuando estamos “calentitos” puede ser difícil hablar
siguiendo estos parámetros.
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¿Sabes cuál es la mejor manera de saludar a una persona? ¿Y el orden que debes seguir
para presentar a alguien ante un grupo? Hoy en día muy pocas personas dan importancia
a este acto tan sencillo.
La primera impresión que des es fundamental a la hora de crear una imagen sobre los
demás.
Tanto un buen saludo como un mal saludo puede decir mucho de ti: por tanto, sabiendo la
manera correcta de saludar podrás evitar que tengan una imagen errónea tuya.
Protocolo social I: Presentaciones y saludos
Hoy en día saludamos a cualquier persona dándole la mano. Antiguamente, cuando se
llevaba sombrero, sólo se daba la mano a los amigos más íntimos; al resto de personas se
les saludaba con una breve inclinación de cabeza.
El saludo con la mano es muy importante. Debes saber que se tiene que dar la mano de
igual manera a un hombre que a una mujer, incluso queda más profesional dar la mano
que un beso a una mujer.
En caso de saludar a una mujer, ella será la que deba iniciar el gesto del saludo, y el hombre
complementarlo. La fortaleza del apretón siempre dependerá de cada uno.
Otra cosa a tener en cuenta en un saludo es que, a la hora de dar la mano, nunca se deberá
dar con guantes.
Siempre hay que llevar un orden: puedes hacerlo en el sentido de las agujas del reloj.
De esa manera no te olvidarás de nadie.
Por tanto, ser empático significa ser consciente y considerado con los sentimientos de los
demás. ¿Sabrías leer emocionalmente a otra persona o eres de los que padece sordera
emocional?
La empatía tiene que ver no sólo con darse cuenta de cómo se siente el otro; también con el
tipo de respuesta que damos ante eso que percibimos.
Por ejemplo, si un día llegas a la oficina y tu compañero de trabajo tiene mala cara, sus
ojos parecen hinchados y no levanta la vista de su ordenador, no hace falta ser muy
empático para darse cuenta de que le pasa algo.
Si cuando le preguntas te responde que su mujer se ha ido de casa, te puedes hacer una
idea de cuál es su estado emocional, por lo que una respuesta del tipo “¿Ah, sí? ¿Y cuándo
lo celebramos?” no sería la más conveniente…
Aunque muchas de las cosas las percibimos y las trasmitimos de manera inconsciente,
conviene saber cómo estamos influyendo.
Por una parte, hablamos de sintonía verbal cuando nos referimos a reflejar en nuestro
discurso las palabras, expresiones o figuras retóricas que ha utilizado la otra persona.
Cuando adaptamos nuestro lenguaje a la otra persona, ésta se siente mucho más entendido
y percibe cómo más agradable la conversación. Sin saber por qué, el otro se irá pensando
que le gusta hablar contigo, que se siente bien.
Por otra parte, hay que tener muy en cuenta la sintonía no verbal, o sea, la postura de
nuestro cuerpo y sobre todo la orientación de éste.
¿Alguna vez te ha saludado alguien por la calle y te ha dado la impresión de que tenía
muchas ganas de salir corriendo? ¿Te has fijado en su cuerpo? Es muy probable que su cara
te mirara pero que, con su cuerpo ya girado, te estuviera diciendo adiós.
Si alguna vez te han despachado en algún sitio sin levantar la vista de lo que estuvieran
haciendo sabrás a lo que me estoy refiriendo.
Siempre que le hables a otra persona u otra persona te esté hablando, mírale a los ojos;
más allá de hacerlo por mera educación, trasmitirás honestidad, confianza y seguridad en
ti mismo.
Además, todos nos sentimos más atraídos hacia este tipo de personas.
La escucha activa. No vale solo con oír: hay que prestar atención y hay que escuchar. Eso
implica detenerse ante lo que estás oyendo y centrar tu atención en ello.
Hay personas a las que no les resulta fácil, pues hay que silenciar nuestro diálogo
interior para estar 100% en las palabras del otro. Cuando desarrollas la capacidad de
escuchar de forma activa descubres cuántas cosas te has perdido por no saber escuchar.
Las personas que muestran un falso interés en los demás a menudo se delatan fácilmente
con indicios no verbales que trasmiten de forma inconsciente.
Ser empático tiene que ir de la mano de ser auténtico; si no, antes o después se te
verá el plumero.
A muchos nos ha pasado. Llega un día en el que nos levantamos y, cansados de nuestra
rutina o de la inercia que arrastra nuestra existencia, decidimos hacer cambios
importantes en nuestra vida.
Empezamos un cursillo del famoso coaching, del que ya te hablamos en el artículo "Los 10
beneficios del coaching", nos hacemos con toda una biblioteca de libros de autoayuda,
nos inflamos a artículos y a vídeos motivacionales y comenzamos a meditar.
Entonces nos emocionamos y queremos que todo el mundo sepa los grandes hallazgos que
estamos efectuando, así que los predicamos a los cuatro vientos sin importar si a quien nos
escucha le interesa nuestra cantinela…
…y esto está bien. Después de una educación y una socialización en la que nos han
empujado a alejarnos de nuestra verdadera esencia, entramos en una etapa totalmente
distinta: nos estamos empezando a conocer a nosotros mismos.
Por tanto, es normal que queramos transmitir a nuestros seres queridos lo bien que
nos sentimos a medida que nos vamos acercando a lo que realmente somos, a nuestro ser
menos “contaminado” por el mundo exterior.
Es entonces cuando podemos caer en la trampa del ego y comenzar a resultar insoportables
a nuestros allegados. No hay más que darse un paseíto por Twitter para comprobar la
cantidad de profesionales del Desarrollo Personal que se dedican a echarse flores a ellos
mismos indiscriminadamente.
Sin embargo, sabemos que a nadie le gusta conversar con alguien que se dedica a hablar
solamente de sí mismo y a dar consejos sin que su interlocutor se los haya pedido,
basándose simplemente en su experiencia y sin tener en cuenta el proceso de aprendizaje
del otro.
Los seres humanos somos sistema. Al igual que en la película Avatar los personajes
larguiruchos y azules se unen entre ellos para salvar la vida del protagonista, creando una
energía especial y altamente poderosa, las personas multiplicamos nuestra fuerza si la
juntamos con las fuerzas de otros individuos diferentes.
Y no me estoy refiriendo a compartir con palabras, como hacemos en esa fase en la que
todo nos resulta nuevo y emocionante, tanto que no podemos evitar verbalizarlo.
Me refiero, a partir del momento en el que nos damos cuenta de que el fin del
autoconocimiento es la influencia en positivo al resto de seres humanos, a compartir
nuestros descubrimientos, nuestra recién adquirida sabiduría, a través de nuestros actos,
de nuestra simple presencia, de la energía que transmitimos y de las decisiones que
tomamos.
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Según Virginia Satir, una afamada terapeuta familiar, hay cuatro áreas que influyen en
los cambios que hacemos en nosotros mismos: autoestima, comportamiento,
responsabilidad y comunicación.
Recuerda que los cambios siempre ofrecen resistencias, por lo que es importante que
te sientas bien a gusto en tu intimidad para sortearlas mejor.
2.- Comportamiento
Relacionado con las pautas, sobre todo con las inconscientes, que utilizas a la hora
de manejar tus sentimientos.
¿Qué haces con tus sentimientos? ¿Te pertenecen o se los atribuyes a otros? ¿Actúas
como si sintieras algo que no sientes? ¿Como si tus sentimientos pertenecieran a otros o
tuvieras que cumplir un papel?
3.- Responsabilidad
¿Alguna vez te has preguntado cómo reaccionas al hacer cosas nuevas y distintas? El
cómo lo hagas tiene que ver con cómo te responsabilizas de ti mismo, de tu
aprendizaje y de la forma en que cambias.
Es muy conveniente que reflexiones sobre ello y practiques con la novedad. ¿Cuántas
maneras diferentes de caminar, hablar o pensar puedes practicar hoy? ¿Qué resultados
obtienes?
4.- Comunicación
¿Cómo haces para que los demás te comprendan? Si mejoras la forma que tienes de
darte a entender, mejorarán tus relaciones personales y la gestión del cambio será
más agradable.
Ten en cuenta que los demás están familiarizados con tu forma tradicional de ser y
expresarte, y por tanto advertirán los cambios, te lo harán saber e incluso se opondrán
tal y como te contamos en el artículo "El enemigo está en casa".
Por ejemplo, puedes decidirte a correr o hacer dieta a la vez que te enfocas en elevar tu
autoestima. O empezar una aventura laboral al tiempo que cambias la manera en que te
comunicas con los demás.
Recuerda que formamos un sistema y que cualquier cambio que hagas en un área influirá
en las otras.
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Llevabas años optando por el camino seguro, acogiéndote a una vida fácil aunque poco
satisfactoria.
Un día decides que necesitas un cambio, que estás desencantado de todo, y llegas a la
conclusión de que la vida debe de ser algo más.
Estás dispuesto a arriesgar y a enfrentarte a tus miedos, porque sabes que el resultado te
hará muy feliz.
Y cuando has hecho lo más difícil, cuando estás empezando a sentir que esto
marcha, descubres que tienes al enemigo en casa.
El enemigo está en casa
Hay muchas personas a las que les pasa esto. Muchos seres humanos deciden hacer un
cambio importante en sus vidas que les haga mejorar su autoestima, sentirse más
realizados, disfrutar más; en definitiva, ser más felices…
En ese momento se encuentran con que las personas más significativas en su vida, su
pareja, sus hijos o sus padres, se convierten en el mayor obstáculo.
¿Por qué ocurre esto? Porque ellos, consciente o inconscientemente, no quieren que tú
crezcas. Al evolucionar, empiezas a vivir y a pensar por ti mismo y, lo que más molesta, a
comportarte de otra manera.
Y eso es difícil de aceptar por quienes han pasado mucho tiempo acomodamos en un rol
que encajaba muy bien con tu antiguo yo.
Además, puede que ahora pase más tiempo fuera de casa y esto haga aflorar las
inseguridades de su pareja o de sus hijos, inseguridades que hasta ahora no habían surgido.
En el caso concreto de las mujeres, muchas, sobre todo hasta hace unos años, se casaban
cuando todavía eran muy jóvenes, y pronto se veían rodeadas de niños y con una casa
entera por gestionar.
Con el paso de los años empezaban a sentirse insatisfechas y las más valientes decidían
que querían volver a estudiar para tener una formación.
Esto, a menudo, ocasiona una gran revolución en los que las rodean.
Por una parte, la mujer se culpabiliza porque piensa que está desatendiendo a sus hijos
y a su casa; por otro lado, al marido le causa resentimiento ver como ella tiene una vida
independiente de la suya y además acabará teniendo más estudios que él; por último, los
hijos se encargan de hacerla sentir culpable cuando no está para cubrir sus necesidades.
En ocasiones, hasta las amigas se atreven a malmeter.
Hay quien tiene la suerte de contar con una familia y amigos que le apoyan en todo lo que
hace, pero esto no sucede siempre.
Aunque al principio sea duro tener que luchar contra los que tienes en casa, si con el tiempo
te mantienes firme en tu decisión ellos serán los primeros en sentirse
orgullosos y celebrar tus éxitos.