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Cómo cultivar la relación de pareja

La vida en pareja no es fácil, y quien te diga lo contrario muy probablemente estará


contribuyendo a que te des de bruces a las primeras de cambio.

Analiza el estado de tu relación de pareja


Vivir en pareja significa convivir bajo unas normas y respetar unos límites, y hacerlo a
través de una firme responsabilidad.

Son precisamente esta responsabilidad y estas normas las que muchas veces entran en
conflicto con nuestros egoísmos, necesidades o intereses personales, provocando
discusiones que van deteriorando la relación.

Regenerar la relación de pareja es una de las mayores necesidades para mantener una vida
saludable, porque convivir sin cuidar la relación puede desembocar en una verdadera
tortura.

10 reflexiones que tienes que hacer sobre tu


relación de pareja
Te recomendamos que hagas el siguiente ejercicio para descubrir cuál es el estado
actual de tu pareja.

Contesta en un papel a las cuestiones que te vamos a plantear: quizás descubras muchas
cosas sobre tu relación que todavía no habías hecho conscientes.

Es importante que pienses muy profundamente las respuestas, así que hazlo en un
momento que puedas estar solo y relajado.

1.- Qué papel representas en la relación y si estás satisfecho del mismo.

2.- Qué cosas te gustaría cambiar y cuáles tienes que potenciar.

3.-Cuánto tiempo dedicas en exclusiva a tu pareja.

4.- Cuáles son los motivos principales por los que discutís.

5.- Cómo os repartís las responsabilidades.

6.- Cada cuánto sorprendes a tu pareja.

7.- Si compartís los mismos valores e ideales.

8.- Si coincidís en vuestra idea sobre la familia y los hijos.

9.- Si compartís la misma idea sobre cuestiones económicas.

10.- Cuál es tu grado de satisfacción con vuestras relaciones sexuales.

Con este análisis sobre tu relación de pareja seguro que habrás encontrado algunos
aspectos que quizás quieras mejorar, algunos que prefieras cambiar y puede que algunos
sobre los que todavía tienes que reflexionar más detenidamente.

10 ideas para cultivar tu relación


1.- Sorprende a tu pareja cada cierto tiempo con pequeños detalles.
No hace falta ni siquiera gastar dinero. Un mensaje, una visita, una nota, un beso, una
caricia, una palabra de amor cuando menos lo espera romperá la rutina del día.

2.- Busca un poco de tiempo para compartir cada día en exclusiva. No hay excusas
para esto. Puede ser cuando los niños estén acostados.

Diez minutos sin televisión, con exclusiva atención el uno hacia el otro, y poco a poco irá
fluyendo la comunicación que quizás habíais perdido.

3.- Reserva unas entradas para el cine, el teatro o cualquier otro espectáculo.

4.- Sorpréndela preparando una cena en casa.

5.- Prepara una noche sexual cargada de sorpresas.

6.- Programa una escapada de fin de semana. En nuestra sección de


ocio encontrarás múltiples propuestas interesantes que lograrán cautivaros.

7.- Fíjate en su estado de ánimo y percibe esos pequeños detalles que no se dicen en
voz alta. Un mensaje de ánimo cuando más se necesita es algo que refuerza los vínculos,
porque demuestra que tu pareja está pendiente de ti.

8.-Respeta sus silencios. A veces nos apetece estar al lado de alguien simplemente sin
decir nada.

9.- Ofrécete a ayudarle en sus tareas si tú tienes más tiempo disponible.

10.-Cuida tu vida sexual. Cuanto más disfrute tu pareja, más placer obtendrás tú
también.

Si sigues todos o algunos de estos consejos, no tengas la más mínima duda de que vuestra
relación mejorará sustancialmente.

10 signos de que algo va mal en tu relación de pareja


No es extraño que este tipo de ideas, en forma de dudas, generen malestar y emociones
negativas.

La emoción protagonista suele ser el miedo: miedo a que la relación fracase, miedo a
estar perdiendo el tiempo, miedo a perder a esa persona especial y todo lo construido
juntos. Miedo a dudar.

El fantasma de la duda
Cuando las dudas asaltan, se convierten en un golpe bajo para la relación. Esto no significa
que las dudas sean el acabose; de hecho, es muy normal que aparezcan en un
momento de crisis: la mayoría de parejas las tienen.

Lo importante es delimitarlas y resolverlas, pues si se mantienen durante largo tiempo


pueden acabar debilitando y perjudicando al vínculo común.

Los 10 signos de que algo va mal en tu relación


Algunos de estos signos pueden avisarte de que algo no funciona en vuestra relación. Si te
identificas con todos o muchos de ellos… ¡plantéate seriamente un cambio!

1-. Te molestan demasiadas cosas de tu pareja (por ejemplo: sus comentarios, su


forma de hablar, sus comportamientos, su vestimenta…). En ocasiones te sientes irritado
con su presencia, y muy frecuentemente estás pensando aspectos que desearías
cambiarle.
2-. Cuando lleváis tiempo sin estar juntos, no la echas de menos ni tienes necesidad de
contacto. Sientes que estás más tranquilo a solas, o con otras personas como tus amigos.

3-. Te da cierto reparo presentar a tu pareja en sociedad. Cuando estáis con otras
personas (como amigos o familiares tuyos) te sientes tenso, pues algunas de las cosas
que dice o hace te avergüenzan.

4-. Hace mucho tiempo que no expresas a tu pareja tus sentimientos, ni te nace
hacerle algún detalle agradable. Dices expresiones como “te quiero” por simple
costumbre, o ni siquiera lo dices.

5-. Vuestro deseo sexual se encuentra apagado o resentido. Tenéis poca o nula
iniciativa sexual, o bien vuestro deseo está desequilibrado (uno desea notablemente
más que el otro, lo que suele generar conflictos).

6-. Una tercera persona está empezando a cobrar protagonismo en tu vida,


aunque te cueste reconocerlo. Probablemente, en este caso los celos también están
haciendo mella entre vosotros y empeorando la situación.

7-. Tienes la sensación de que pasas con tu pareja más tiempo mal que bien. La balanza
se declina notablemente por los malos ratos, las discusiones, los enfados y los
distanciamientos.

8-. Probablemente ya no tienes la misma ilusión por un futuro juntos a medio plazo.
No te ves con esa persona de aquí a pocos años. Preferirías no hacer planes que impliquen
compromiso entre ambos.

9-. A menudo piensas que estarías mejor solo o con otra persona. Con frecuencia
tienes la idea o el plan de finalizar la relación, o bien ya habéis cortado varias veces en la
última temporada.

10-. Te notas desmotivado, sin ganas, sientes que “te da igual”. Tus emociones
están como dormidas: no sientes felicidad, no sientes rabia ni tristeza, sólo indiferencia
hacia la relación.

Esto es lo que a menudo llamamos “estar por estar”, es decir, continuar juntos por
costumbre o por rutina.

Si deseas un resultado diferente, haz algo diferente


Si te encuentras en esta situación, sin duda es un momento complicado para la relación.

Pero las crisis son normales y necesarias. Si quieres salir de ellas, ¡tienes que hacer algo
distinto! Recuerda: “Si deseas un resultado diferente, haz algo diferente”.

Tomar decisiones importantes es difícil: comúnmente las retrasamos, escondiendo los


problemas para ver si pasan desapercibidos… pero, tarde o temprano, salen a la luz.

Hay dos caminos: o echar de tu mente al fantasma de la duda y optar por mejorar la relación
con tu pareja; o bifurcar vuestros caminos. No hay una decisión objetivamente mejor que
otra.

En ocasiones, resulta inútil empecinarse en mantener una relación que ya no da más de sí.
En otros casos, es una pena tirar la toalla cuando lo que de verdad hace falta es implementar
ciertos cambios.

En definitiva, lo realmente importante es valorar vuestra situación muy


conscientemente, dialogando juntos, de forma adulta y madura.

Con calma, dejando a un lado la impulsividad, tómate tu tiempo y analiza tu relación de


pareja: ¿en la actualidad, qué te aporta de positivo y qué de negativo estar con ella?

Si te ha gustado este artículo también te encantará:


- ¿Hay mentiras en tu relación de pareja?

- 14 juegos creativos para mantener viva tu relación.

- Descubre los 3 pilares que sostienen una relación de pareja.

Descubre los tres pilares que sostienen


una relación de pareja
¿Has oído alguna vez aquello de: “No es lo mismo construir sobre roca que sobre
arena”?

Si construyes tu casa sobre arena, es probable que con los primeros vientos y tormentas
se derrumbe, ya sea de golpe o poco a poco.

Sin embargo, si la construyes sobre roca, estará mejor preparada para resistir los
temporales, y se verá menos afectada cuando lleguen. Evidente, ¿verdad?

Ahora traslademos la metáfora a las relaciones de pareja… ¿Te has planteado alguna
vez cómo están los cimientos de tu relación? ¿La habéis edificado sobre roca o sobre arena?

Para facilitar este autoanálisis de tu pareja, te propongo que continúes leyendo sobre los
tres pilares fundamentales sobre los que se construye una relación de pareja
equilibrada.

Descubre los tres pilares que sostienen una relación de pareja


Si lo deseas, puedes responder a las preguntas que te planteo para que pienses y te
explores.

Las tres columnas básicas de una relación de pareja son el amor, la intimidad y la
confianza.

1.- El amor
Existen tantas definiciones de amor como personas que lo definan, y seguramente tú
tendrás la tuya.

No se puede limitar la definición del amor, pero sí podemos afirmar que existen dos
elementos que un amor sano posee:

- Respeto
El respeto en el seno de la pareja se percibe a través de la comunicación que existe entre
los dos, tanto verbal como no verbal.

Si prestamos atención, no es difícil apreciar cuándo una pareja no se respeta. Tan sólo
hay que realizar un ejercicio: observarles.

La comunicación es la vía mediante la cual se pide y se ofrece apoyo, comprensión y


cariño. Cuando la comunicación se vuelve agresiva, no es difícil cruzar la frontera del
respeto… y no hay nada más inestable que construir una relación en la arena de las faltas
de respeto.

Cuando se pierde el respeto mutuo, la comunicación a menudo se vuelve hiriente, y


faltar al otro se acaba convirtiendo en hábito.
Es importante trabajar por una comunicación responsable, y crear en la pareja un
espacio donde nos permitamos ser honestos y asertivos.

Preguntas para explorarte: ¿Cuidas tus palabras y expresiones cuando discutes con tu
pareja? ¿Te sientes respetado por tu compañero? ¿En qué momentos crees que os faltáis
el respeto, y de qué forma lo hacéis? ¿Cómo es vuestra comunicación verbal y no verbal?

- Reciprocidad
Cuánto daño ha hecho la falsa creencia de que “amar es dar sin recibir nada cambio”. Ese
amor incondicional y altruista no es más que un mito de las películas de Hollywood.

El amor real es recíproco, bidireccional; es decir: el amor real es dar y recibir al


mismo nivel. Si no hay reciprocidad, no hay igualdad… y sin igualdad en la pareja el
conflicto está servido, porque se rompe la relación horizontal de dos iguales al mismo
nivel.

Para que el amor sea equilibrado es necesario dar y recibir al


mismo nivel, que no es lo mismo que dar y recibir de la misma
manera.

Cada uno de nosotros tenemos nuestro estilo personal de pedir y ofrecer amor, y
ese estilo no tiene por qué coincidir con el de nuestro compañero.

Algunas personas se sienten desequilibradas en su relación de pareja porque el otro no


les da lo que ellos esperan recibir, aunque a menudo el verdadero problema es que
no se lo da de la forma en la que ellos esperan recibirlo.

Por ejemplo, si la forma de dar amor de un miembro de la pareja es con un “te quiero”,
mientras que el otro lo hace con gestos físicos de cariño pero no lo habla, es posible que
haya desencuentro.

Preguntas para explorarte: ¿Qué le demandas tú a tu pareja? ¿Qué tienes para ofrecerle?
¿Qué te pide y te ofrece tu compañero? ¿Sientes igualdad en tu relación?

2.- La intimidad

La intimidad es un término muy amplio. Por ello, es preferible analizar la intimidad


diferenciándola en tres tipos:

- Intimidad intelectual
La intimidad intelectual se ve favorecida cuando la pareja comparte creencias y
valores vitales o, por lo menos, los valores de ambos no son contradictorios.

Por ejemplo, si una persona está fuertemente comprometida con la defensa animal,
difícilmente construirá una relación con un torero: la incoherencia es clara.

La intimidad intelectual no implica ser iguales ni tener los mismos intereses; al revés: es
muy interesante el enriquecimiento que se produce con las diferencias
intelectuales en una pareja.

La intimidad intelectual se apoya más bien en la compatibilidad de ambas mentes, y


también en el respeto de la complejidad mutua.
Preguntas para explorarte: ¿Qué creencias y valores compartes con tu pareja? ¿En cuáles
discrepáis? ¿Podéis expresar libremente vuestras ideas y opiniones entre vosotros? ¿Te
sientes cómodo con su forma de pensar, y con cómo se reflejan esos pensamientos en
sus actos?

- Intimidad emocional
En la intimidad emocional ambos miembros de la pareja sienten que pueden expresar con
libertad sus emociones y sentimientos al otro; además están dispuestos a escuchar y
comprender al compañero con la máxima empatía posible.

La capacidad de intimidad emocional de una pareja se ve fuertemente influida por las


familias de origen de cada uno, ya que es en el seno familiar donde de pequeños
aprendemos a expresar o a reprimir emociones.

Preguntas para explorarte: ¿Hablas de tus emociones con tu pareja con facilidad? ¿Y
con otras personas? ¿Cómo reaccionas cuando tu pareja se acerca a ti para hablarte de
sentimientos? ¿Sientes que tu pareja se abre a ti? ¿Emocionalmente hablando, os sentís
cercanos o distantes?

- Intimidad sexual
Atracción física, pasión, relaciones sexuales, erotismo, contacto corporal, caricias,
besos, piropos… La intimidad sexual es una de las primeras áreas que se ve afectada
cuando se termina la etapa de pasión romántica.

El enfriamiento sexual en ocasiones desgasta a la pareja, produciendo


una acumulación de frustración que acaba creando conflictos a otros niveles.

También es interesante saber que ciertos conflictos en el área de la intimidad sexual tienen
su verdadero origen en un problema de intimidad emocional de la pareja.

Preguntas para explorarte: ¿Te sientes satisfecho con la calidad de tus relaciones
sexuales? ¿Qué maneras tenéis tu pareja y tú de expresar vuestra intimidad sexual?
¿Cómo te encuentras con tu sexualidad personal, más allá de la pareja?

3.- La confianza
La confianza es el tercer pilar que mantiene el equilibrio sano de una relación de pareja.

Se refiere a la seguridad mutua de que el otro va a estar ahí en los mejores y en los
peores momentos.

En definitiva, la confianza se resumiría en un “sé que cuento contigo, y sabes que cuentas
conmigo”.

La confianza se resumiría en un "sé que cuento contigo, y sabes que


cuentas conmigo".

Es cierto que un exceso de seguridad puede llevarnos a descuidar a nuestra pareja, porque
si va a estar ahí de todas maneras, ¿para qué me voy a esforzar en cuidarle?

Sin embargo, la confianza en pareja es imprescindible para crear un clima sano entre
los dos. La desconfianza es la semilla del malestar.

La confianza y la seguridad también están relacionadas con el compromiso, que puede (pero
no tiene por qué) expresarse en acciones sociales como casarse, irse a vivir juntos, tener
hijos…
El compromiso de la pareja se ve reflejado en los proyectos que tienen juntos, sus
ideas de futuro y su deseo interno de permanecer el uno junto al otro.

Preguntas para explorarte: ¿Crees que desconfías de tu pareja en algún aspecto? ¿En
qué cosas ves que tu pareja confía (o no confía) en ti? ¿Qué proyectos habéis emprendido
o deseáis emprender juntos? ¿Si tuvieras que puntuarlo del 1 al 10, qué nivel de seguridad
consideras que existe en tu relación?

El principal objetivo: no descuidar la relación


Y bien, ¿has detectado las grietas del edificio de tu relación?

En ese caso, ¡recuerda que nunca es tarde para poner en marcha una reforma! Si
vuestros cimientos son sólidos, todo lo demás fluye con mayor facilidad.

Tras toda esta reflexión, lo más importante es no perder de vista que una relación de
pareja es algo que se construye permanentemente. Siempre está en obras. Cada día
que pasa, colocamos nuevos ladrillos.

Trabaja con cuidado, cariño y dedicación… e intenta no despistarte demasiado.

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juegos creativos para mantener viva tu relación de pareja
¿La monotonía, la rutina y el aburrimiento se están adueñando de tu relación de pareja?
¡No lo permitas! Hay muchas formas de llevar la cotidianidad de una manera divertida y
dinámica.

Los seres humanos tenemos una tendencia muy acusada a habituarnos rápidamente tanto
a lo malo como a lo bueno.

Ésa es una capacidad muy adaptativa que nos permite amoldarnos al medio, aunque
también nos trae repercusiones negativas: aquello que antes tanto nos gustaba ya no nos
hace disfrutar de la misma manera.

Es por eso que las personas necesitamos permanentemente nuevos estímulos: es la


novedad es lo que nos hace sentirnos vivos. Por supuesto, sin olvidar las diferencias
interpersonales, que se notan de forma muy evidente: algunas personas son auténticos
buscadores de sensaciones y experiencias, mientras que otras prefieren la estabilidad que
les aportan sus rutinas.

Cuando una pareja cae en el aburrimiento


Cuando repetimos día tras día las mismas rutinas como si fuéramos autómatas, no
aprendemos nada ni creamos nuevas conexiones, sólo reforzamos una y otra vez las ya
existentes (es decir, estamos arraigando cada vez más nuestros hábitos).

Nuestro cerebro, infraestimulado, se va acostumbrando a funcionar así: bajo mínimos, en


una zona de confort muy limitada, sin aprovechar todo el potencial que puede ofrecer.

Esto es algo que también ocurre con la pareja en el terreno amoroso. Tras el
eufórico enamoramientoviene el verdadero amor, pero, en muchas ocasiones, parece
que se queda estancado y deja de evolucionar.

Pasan años y más años, y la relación de pareja permanece enganchada en el mismo punto.
Esta situación termina por desgastar a ambos miembros de la pareja, sumiéndoles en
la costumbre, el aburrimiento y la monotonía.

Pero ¿por qué hay parejas a las que esto no les ocurre? ¡Queremos saber cómo lo hacen!

La fórmula de las parejas que no caen en la monotonía


¿Alguna idea? ¿Tal vez diversión, experiencias, juego, creatividad...? ¡Así es!
Las parejas que duran más años y son más felices son aquellas que saben renovarse;
aquellas que no se quedan estancadas, sino que evolucionan juntos de forma activa y
dinámica. Y esa actividad y dinamismo es un entrenamiento de todos los días.

¿Quieres la fórmula de las parejas que no caen en la monotonía? Es más simple de lo que
te imaginas. Solamente: ¡Dejad de hacer siempre lo mismo!

Y si la monotonía también se ha adueñado de vuestra vida sexual, te ayudará revisar el


artículo “Cómo remontar el declive sexual en una relación”.

La creatividad está en los pequeños detalles

Muchas personas sienten que su forma de vida, principalmente por una cuestión laboral, las
arrastra a la rutinay les dificulta cualquier posibilidad de creatividad.

Sin embargo, la creatividad no es algo tan extraordinario como a veces pensamos. Como
dijo Truman Capote:

Todas las personas tienen la disposición de vivir creativamente, lo


que sucede es que la mayoría jamás lo nota.

La creatividad está muy relacionada con la plasticidad cerebral. La plasticidad cerebral es


una capacidad física de nuestro cerebro que nos permite crear nuevas conexiones
neuronales con cada nuevo aprendizaje que hacemos.

Tenemos la falsa idea de que esta capacidad está muy presente en niños y jóvenes y de
que desaparece con la adultez y aún más en la vejez. ¡Y eso no es cierto!

Nuestro cerebro es plástico hasta el momento final de nuestra vida: eso significa
que, mientras estamos vivos, tenemos potencial para aprender. Y cada vez que
somos creativos, estamos aprendiendo.

La creatividad no está sólo en aquel estereotipo de artista bohemio que vive en un estudio
plagado de sus propias obras de arte. La creatividad también está en las pequeñas
cosas.

Podemos hacer que nuestro día a día sea más creativo si introducimos pequeños cambios
en nuestro trabajo, en nuestra relación de pareja, en nuestras relaciones sociales, en
nuestro tiempo libre…

14 juegos creativos para mantener la chispa de la relación


En este artículo nos centraremos en cómo podemos desarrollar la creatividad en la
pareja para mantener viva la chispa de la relación.

Para ello, te propongo 14 juegos creativos en pareja. ¡Destierra de una vez el aburrimiento
de tu relación amorosa!

Elige el juego o los juegos que mejor se adapten a tus características personales y a tus
posibilidades (y a las de tu pareja) y… ¡anímate a ponerlos en práctica!

1.- Todos los días durante una semana, ambos miembros de la pareja prepararán un
pequeño detalle sorpresa para el otro, para dárselo en cualquier momento del día:
llevarle el desayuno a la cama, cocinar su plato favorito, hacerle un buen masaje, una
sesión intensa de sexo con su postura favorita…

2.- Elabora una “cuponera del amor” para regalársela a tu pareja. Cada cupón podrá
canjearse por la cosa que tú decidas (preferiblemente experiencias).
¡No olvides ponerle fecha límite de canje a los cupones, y que no sea muy tardía, o
acabarán en el fondo de un cajón!

3.- Prepárale a tu pareja una ghymkana. Una ghymkana es un juego en el que los
participantes deben pasar por muchas pruebas y obstáculos antes de llegar a la meta.
Dichas pruebas son sucesivas: sólo la superación de la prueba 1 da paso a la prueba 2, y
así sucesivamente.

¿Qué tal si escondes fotos tuyas atrevidas por la casa? Si quiere ir descubriendo dónde se
ocultan, tendrá que superar las pruebas que tú le mandes…

4.- Elegid un recuerdo bonito de hace tiempo que hayáis compartido juntos, y volved a
ese lugar. Os surgirán bellas sensaciones.

5.- Invertid vuestros roles por un día. Tan sólo por un día, que cada uno funcione con
el rol del otro. Por ejemplo, si tú llevas los niños a la escuela y tu pareja los acuesta,
hacedlo todo al revés.

Este ejercicio, además de la creatividad, también ayuda a desarrollar la empatía hacia la


pareja.

6.- Haced una lista de cosas que tengáis pendientes y que os gustaría hacer juntos.
¿Por qué no ir planificando y poniendo fechas para algunas de ellas?

Tener un plan especial a corto o medio plazo es algo que nos genera ilusión y disfrute.
Durante los momentos previos al placer, debido a nuestras expectativas, nuestro cuerpo
genera las mismas sustancias químicas que en el momento placentero en sí.

7.- Durante unos días, cada vez que tu pareja haga algo bueno o algo que te
gusta, apláudele. Sí, apláudele. Puede que os produzca risa (¡y eso ya sería fenomenal!),
pero realmente es una forma original de mostrar gratitud por pequeñas cosas que
normalmente no le reconocemos a nuestra pareja.

Sentirnos reconocidos siempre nos sienta bien.

8.- Poned más a menudo música en casa, y que cada vez escoja uno lo que quiere
escuchar. La música en sí misma es creatividad, y nos inspira y nos pone de buen humor.

9.- Escribe en un post-itcinco cosas que amas de tu pareja, y que tu pareja escriba en
otro post-it cinco cosas que ama de ti. Pega ambos papelitos en la nevera o en cualquier
lugar de la casa donde los tengáis bien a la vista.

10.- Introduce pequeños cambios en vuestras rutinas: cambiar el lado de la cama,


comprar algunos alimentos nuevos en el supermercado, apagar la tele a la hora de cenar,
etc.

Este tipo de cambios, aunque muy sutiles, ya son percibidos por nuestro cerebro y le
apartan de su piloto automático.

11.- Cada mañana, abraza a tu pareja durante un minuto antes de que cada uno os
vayáis a trabajar. No hay prisa que pueda cancelar este abrazo. Hacedlo una costumbre.

El contacto físico que se produce en un abrazo largo nos hace liberar endorfinas, la
hormona de la felicidad, y además fortalecerá el vínculo afectivo entre vosotros.

Bromear y reír con tu pareja también dispara vuestras endorfinas.

12.- Innovad en vuestras relaciones sexuales. El artículo “El orgasmo no lo es


todo”, en el que hablo sobre sexo tántrico, te dará algunas ideas.

Podéis elegir un sitio diferente para hacer el amor, cumplir alguna fantasía sexual,
introducir juguetes sexuales, probar nuevas posturas…

13.- Cuando os sea posible, por supuesto en función de vuestra situación


económica, haced un viaje o una escapada de fin de semana.
No hace falta irse muy lejos; lo interesante es tomarse un respiro del ambiente al que
estamos habituados. Viajar es la forma más completa de estimular nuestro cerebro y
poner a prueba nuestra creatividad.

14.- Permitíos un día especial a la semana: por ejemplo, los sábados. La propuesta es
que cada sábado hagáis algo juntos que os produzca bienestar.

Pueden ser experiencias nuevas o ya conocidas que sepáis que os agradan. Podéis ir al
cine, a cenar, a pasar el día en la naturaleza, salir con amigos, hacer algún deporte…

Y tú, ¿te animas a poner a prueba tu creatividad?¿Cómo vas a empezar a hacerlo?

Cinco cosas que NO debes hacer cuando estás


celoso
Escrito por Estefanía Mónaco Gerónimo

© Depositphotos.com/Wavebreakmedia
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Dicen que el celoso no sufre por lo que ve, sino por lo que imagina. Es posible que
estés sesgando la realidad por miedo a perder a tu pareja, y puede que tus celos estén
injustificados.

En ese caso, lo recomendable es intentar apartarlos como sea. Sin embargo, no siempre
hay que asumir que los celos hay que quitárselos y olvidarlos.

En ocasiones los celos funcionan como una especie de alarma, pues avisan de que algo no
está funcionando bien entre vosotros (rutina, desinterés, cansancio…) y precisamente por
eso una tercera persona está colándose en vuestro espacio.
Cinco cosas que NO debes hacer cuando estás celoso
En este otro caso, es necesario que determinéis juntos los pasos a seguir, siempre
que queráis salvar la relación.

Sea cual sea vuestra situación, hay cinco cosas que no debes hacer cuando te sientes
celoso.

¡Cuidado, es muy fácil caer en ellas!

1.- No acuses a tu pareja


No la acuses ni des por hecho cosas inciertas, o se pondrá a la defensiva. Los celos son
un tema que debe tratarse con delicadeza y dulzura.

Además, hay personas que odian que se ponga en duda su confianza, y más si sienten
que no están dando motivos.

Aclara con tu pareja qué razones tienes para sentirte celoso. Habla con sinceridad,
no ocultes nada, por absurdo que te parezca.

Decirlo en voz alta te ayudará a ti también a darte cuenta de matices nuevos.

2.- No prohíbas
No quieras que tu pareja esté contigo por obligación, ni que se sienta frustrada o
limitada por ti. Eso hará que cada vez tenga menos ganas de estar contigo.

A nadie nos gusta que nos quiten libertades. Todo es negociable, y podéis hablarlo
para llegar a un acuerdo.

Prohibirle algo es una forma de amenazarle con quitarle tu cariño si lo hace: ¡y eso es
chantaje!

3.- No caigas en la tentación de mirarle a escondidas el móvil, el ordenador…


Si lo haces, pierdes la razón que tienes.

El fin no justifica los medios. En todo caso es mejor que, eventualmente (no lo hagas
costumbre), le pidas a tu pareja que te enseñe ella misma algo que necesitas ver para
estar más tranquilo (algún mensaje, por ejemplo).

Si no quiere quiere hacerlo está en su derecho, y eso tampoco significa que tenga
algo que ocultar.

Todos necesitamos nuestra intimidad (es positivo que no fusionéis vuestros espacios) y
nos sentimos incómodos si alguien lo invade.

4.- No pienses mal ni busques cinco pies al gato


Ante la duda, pregúntaselo abiertamente. Por otro lado, plantéate: ¿haces tú cosas
similares a las que rechazas en tu pareja? ¿Te consideras infiel por ello?

Piensa que ella no está sola en el mundo: es normal que se relacione, y tú también lo
haces.

A lo mejor, si lo haces tú no le das importancia y lo ves normal, pero si lo hace ella te


molesta.
5.- No actúes por despecho
Piénsatelo dos veces antes de reaccionar haciendo algo a modo de “venganza” para
conseguir que tu pareja sienta celos, igual que tú.

En ese momento puede que te sientas aliviado, pero a la larga os puede perjudicar a los
dos.

De esta manera sólo desvías el foco de atención del problema y lo engrosas: en lugar
de hablarlo y madurarlo, provocas más confusión y más motivos para distanciaros.

Piensa antes de hacer o hablar


En definitiva, ¡intenta pensar antes de hacer o de hablar! Los celos son totalmente
emocionales e irracionales, nos salen de nuestra parte más profunda e instintiva.

En realidad, son adaptativos: evitan que se produzca una infidelidad, manteniendo a


nuestro lado a la pareja y asegurando la reproducción de nuestros genes. ¡Pero ya no
vivimos en las cavernas!

Tenemos que intentar poner un poco de cabeza y, aunque nos sintamos amenazados,
procurar dejar de lado el acaloramiento para poder dialogarlo y actuar con sensatez.

El artículo “Mantén tus celos a raya” también te ayudará a aprender a controlarlos.

Para los conflictos de pareja, comunicación


Escrito por Manuel Fernández Antón

Fotografía Manuel Bono http://www.bonofotografia.com


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Tener pareja implica muchas cosas buenas. Inevitablemente, también conlleva conflictos.
Desde la gestión de la vida cotidiana a las visitas a las familias políticas, pasando por los
diferentes caracteres que tiene cada uno, tener pareja es casi como desarrollar un oficio
extra (sobre todo cuando llegan los hijos, cuya presencia puede precipitar roces intensos
en parejas que no estaban demasiado compenetradas).

Para los conflictos de pareja, comunicación


Visto que la convivencia conlleva conflictos y que éstos sólo se superan negociando,
tendremos que tomarnos en serio el desarrollo de una buena comunicación productiva.

Si lo piensas dos veces, ¿con quién mejor que con tu pareja es útil que te comuniques bien?

Para que las dificultades que siempre aparecen sean superadas y dejen de acumularse a
las espaldas de lospartenaires, es indispensable que aprendamos a comunicarnos.

Hablar no es sólo emitir mensajes: conviene que hablemos bien.

Reglas para una establecer una buena comunicación con tu pareja


Estas reglas pueden ayudarte a ello:

1.- Establecer un único tema de conversación para cada momento: Hablamos de mí o


de ti, o bien tratamos un asunto que nos afecte a los dos, por ejemplo el nivel de orden
que hay en casa.

2.- Nunca atacaremos al otro diciendo “eres un desastre” o “haces igual que tu padre”.
Visto que lo que estamos buscando es mejorar la relación y la convivencia de ambos,
tendremos que ser constructivos.

Podríamos decir: “ya sabes que tenemos un problema con el orden en casa. Me gustaría
que lo comentásemos y llegásemos a un acuerdo entre los dos”.

Es decir: todo lo que nos ocurre es un asunto de los dos, por tanto nunca señalamos
con el dedo al otro, que al sentirse atacado responderá a la defensiva.

3.- Recuerda que no es una batalla: No hay ganador o perdedor, o mejor dicho sí que
los hay: en la pareja, o ambos ganan o ambos pierden, aunque en un primer momento
no lo parezca.

4.- Dar el brazo a torcer: Es mala señal que siempre sea el mismo quien se sale con la
suya. Ambas partes deben ponerse en el lugar del otro y ser capaces de negociar para
que la pareja salga reforzada.

Para ello tendremos que aprender a ceder sin pensar que somos menos hombres o menos
mujeres por ello. Es bien cierto que cuando estamos “calentitos” puede ser difícil hablar
siguiendo estos parámetros.

5.- La quinta regla de la comunicación sería que,si no estamos anímicamente “pacíficos”,


no se nos ocurra hablar de un tema candente. No estaremos en condiciones de hacer el
esfuerzo que supone la comunicación en pareja, así que más vale esperar al
momento propicio.

Si te ha gustado este artículo, también te gustará:

- ¿Qué tipo de pareja somos?

- La asertividad: clave en tu relación de pareja.

- ¿Cómo evitar los conflictos de pareja?

- Analiza el estado de tu relación de pareja.


¿Eres infiel a tu pareja?
Escrito por Manuel Fernández Antón

© Depositphotos.com/Wavebreakmedia
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Mucho más habituales de lo que podemos creer a priori, los cuernos son algo tan antiguo
como el conocido oficio de la prostitución.

Los líos de faldas son tan propios del ser humano como reprochables desde el punto de
vista moral.

¿Eres infiel a tu pareja?


“Mi mujer es como una catedral para mí; las otras son simples capillitas”, me decía Juan,
un empresario de 60 años con una aparente vida familiar modélica.

Él mismo llevaba más de 15 años siéndole infiel a su mujer alguna que otra vez al mes.

Tenía perfectamente integrado en su cabeza el papel que su mujer y


sus amantes desempeñaban en su vida.

La primera era la madre de sus hijos, una figura familiar intocable: su catedral.

Las “otras” eran simples pasatiempos con las que de vez en cuando tenía una cita en
un hotel o con las que se iba a pasar un par de días entre semana con la excusa de un viaje
de negocios.

También recuerdo a Luis, un pescador de 45 años que llevaba diez años manteniendo una
relación paralela con su querida. A ella se la llevaba incluso de vacaciones.

Él sí mantenía dos mujeres: la oficial y la extraoficial.

Pero ¿qué lleva a las personas a ser infieles? ¿Es el ser humano infiel por naturaleza?

La Ley de Oro de las relaciones


Metámonoslo en la cabeza: es imposible encontrarlo todo en la misma persona.
Estamos ante una de las leyes aparentemente más simples pero, en realidad, más
importantes que hay que tener en cuenta a la hora de plantearse una relación.

Muchos buscan sin saberlo al “inencontrable perfecto”, aquella persona que, se supone,
deberá llenar todos sus vacíos, gran parte de los cuales son causadas por las fantasías
made in Disney.

Ello supone una búsqueda condenada de antemano al fracaso, pese a que la fase de
enamoramiento haga creer que el príncipe azul existe de verdad y que hemos tenido la
suerte de encontrarlo.

Como consecuencia de esta ley se deriva el hecho de que mantener una relación estable
de pareja implica per se asumir la renuncia a ciertas cosas.

Llegado este punto es cuando no todas las personas son capaces de asumir los déficits de
su pareja y miran más allá.

El punto de partida para la infidelidad


Llega un momento en que uno se despierta del sueño y se da cuenta de que el príncipe que
creía tener es en realidad un ser humano de carne y hueso como nosotros, alguien
que tiene algunos (o muchos) defectos.

A partir de ese momento la infidelidad dependerá de dos características fundamentales:


el nivel de frustración de pareja que se soporta y el nivel de madurez personal de los
miembros de la pareja.

No es lo mismo convivir con alguien que tiene tres o cuatro defectos que nos molestan
que con alguien que los tiene todos.

Tampoco se trata de convertirse en masoquistas; para eso se inventó el divorcio, para


corregir las equivocaciones maritales y poder volver a empezar.

No obstante, hay quien prefiere tener una vida paralela en lugar de remendar los errores.

Ello entronca con la segunda característica: una pareja madura y con ciertos valores éticos
será consciente de sus problemas y trabajará para solucionarlos.

Ambos unidos remando en la misma dirección: intentando solucionar los problemas


inherentes a cualquier vínculo. Éstas son las que, a solas o con ayuda de un terapeuta,
tratan de atajar lo que las separa.

Aquellas parejas que no quieran o no puedan arreglar sus asuntos irán acumulándolos, con
lo que sin darse cuenta generarán una situación de vulnerabilidad a los cuernos.

Así que ya sabes, si acumulamos y no solucionamos los problemas de la vida cotidiana


abrimos la puerta a enamoramientos alternativos.

¡Cuánto daño ha hecho Disney a la pareja!


Escrito por Manuel Fernández Antón
© Depositphotos.com/Drkskmn
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La princesa indefensa presa en el castillo del malo de la película. El valeroso príncipe,


capaz de superar todas las pruebas posibles hasta que la libera. Y, al final, los banquetes
de perdices que presagian una felicidad sin fecha de caducidad.

Así se las gastan las historias que nos cuentan cuando somos pequeños. Años más tarde,
aunque como seres adultos nos creamos libres de esas “ñoñerías”, en realidad seguimos
siendo víctimas de la influencia de esas enseñanzas.

¡Cuánto daño ha hecho Disney a la pareja!


Hemos de ser justos: en realidad no es sólo Disney quien tiene la culpa.

El resto se lo reparten en proporciones iguales los cuentos que nos contaban por las noches,
las telenovelas, la telebasura que tan alegremente devoramos pese a ser un aniquilador de
neuronas, las maravillosas series para adolescentes y toda la “cultura popular” que,
quien más quien menos, hemos devorado en nuestra infancia y adolescencia.

Pero ¿qué relación tiene todo esto con las parejas? ¿Por qué afirmo que hace daño a las
relaciones reales?

Pues sencillamente porque nos muestran un modelo de comportamiento ideal, como el


del príncipe o la princesa de turno, que acaba por convertirse en espejo para muchos
adultos.

El efecto de las expectativas en la pareja


Tras correrse sus aventuras, el príncipe y la princesa logran por fin estar juntos. Se trata
del culmen de la historia y el broche de oro que parece prometer la felicidad eterna.

El final de los cuentos siempre da a entender que los protagonistas serán siempre felices
como pareja. Como si una vez juntos la vida conyugal tuviese que ser fácil, es decir, nada
más lejos de la realidad.
En la vida real no siempre se comen perdices y eso no todo el mundo lo lleva bien.
De hecho, muchas parejas se plantean si quizás se han equivocado de pareja al ver que en
lugar de perdices no hay nada para comer.

Los cuentos han puesto el listón demasiado alto; como me decía una paciente, “la vida es
mucho más cutre de lo que nos gustaría, y esto es algo que cuesta bastante de aceptar”.

La exigencia
Las expectativas generan cierto grado de exigencia marital: nosotros también queremos
algo que se parezca a lo de los cuentos. E insisto: aunque sea algo inconsciente, ahí
está.

Si mi pareja no se parece al príncipe ideal que me gustaría tener, si a veces no se ducha,


si el día a día es un poco aburrida, si escucho que se tira pedos, si no es tan romántica
como yo querría, si no tiene inteligencia emocional ni muchas otras características de las
que deseamos, entonces nos sentimos defraudados.

Pero la realidad es que estamos compartiendo nuestra vida con un ser humano, no con un
personaje surgido de la imaginación de un escritor.

Un ser humano tan imperfecto como nosotros que, como mucho, podrá satisfacernos en un
determinado porcentaje de nuestras expectativas.

Así que si tu pareja se asemeja en un 60% o incluso en un 70% al príncipe azul que tanto
deseas, ya puedes darte con un canto en los dientes… a no ser que seas de los que piensas
que no te vas a contentar con menos del 100% y entonces decidas pasar tu vida entera
buscando al “inencontrable perfecto”, como decía mi padre.

Así que de lo que se trata es de construir la mejor relación que podamos junto a nuestra
pareja, teniendo en cuenta que tampoco hay que aguantar la infelicidad ni conformarse con
todo.

Eso sí: baja un poco las expectativas y las exigencias que haces al otro y comprobarás que
muchos de los problemas de pareja se esfuman.

El complejo de príncipe azul


Escrito por Rosetta Forner
© Depositphotos.com/Londondeposit
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“Cuando el Príncipe Azul encuentra a su hada madrina se convierte en un hombre fuera de


serie, ése con el que todas las mujeres sueñan pero a cuyos ojos del alma pocas se atreven
a mirar para desnudar de toda impostura el sentimiento de su corazón primigenio”. (1)

El complejo de príncipe azul


No todos los hombres son sapos, al igual que no todas las mujeres son damiselas. A pesar
del complejo de príncipe azul, no todos degeneran en “sapos-sapetes-sapones”.

Los hombres que se dejan amar, saben amar y ser amados ¡existen! Asumo que he dicho
en muchos de mis libros que “el Príncipe Azul no existe, y que, además, destiñe”.

Empero, hay hombres a los que les impusieron ser príncipe azul y pasarse la vida
besando damiselas que nunca despertarán de su letargo de princesas y, por tanto, jamás
se convertirán en reinas ni aprenderán a amar al ser más importante de sus vidas (ellas
mismas).

A pesar de ello, algunos fueron capaces de superar su complejo, el sentimiento de


culpabilidad que le atribuyeron y su supuesta incapacidad de amar por el hecho de ser
genéticamente hombre.

Algunos hombres saben amar. Algunos poseen un buen corazón y un alma limpia. Algunos
son honestos y de fiar y proporcionan amor a la mujer que a su vida se acerca. Algunos han
sufrido mucho debido a una culpabilidad o “pecado original” que nunca existió.

El arquetipo de príncipe azul


El arquetipo de príncipe azul es un hombre que está harto de besar damiselas que nunca
se despiertan de su letargo existencial, que sólo saben insultarle, rebajarle o echarle las
culpas de su desastre vital empeñándose en hacerle pagar sus sueños rotos.

Empero, nadie nos hace nada que no consintamos.

Es desastroso para la dignidad femenina el empecinarse en relacionarse con un


hombre exigiéndole que le haga de papá cuando es una adulta con edad suficiente como
para asumir las riendas de su vida y responsabilizarse de con quién, por qué y cómo se
relaciona.

Por otro lado, también es de memos tragar con semejantes culpas y responsabilidades
ajenas, en el caso de los hombres. Éstos deberían liberarse de una vez por todas de
esas obligaciones que no constan en Biblia alguna.

Ni ellos son superiores, ni ellas inferiores. Cuando se es adulto, ni los hombres necesitan a
una mujer que les haga de mamá, ni las mujeres necesitan de un papá. Cada uno es
responsable de su vida.

Ergo, se acabó el jugar a papás y mamás como suplantación de la responsabilidad del vivir.

Las descalificaciones sobre los hombres son producto, a mi entender -basado en mi praxis
profesional y experiencia vital-, de las frustraciones de las mujeres y de un no querer
asumir su cuota de responsabilidad.

Al igual que los machistas y misóginos, ellas han desarrollado un tic disfuncional: el
hembrismo, que les permite criticar, apabullar, acusar, culpabilizar y ningunear al hombre
en nombre de la propia superioridad que les otorga el hecho de ser genéticamente mujeres.

Proceden igual que los machistas y los misóginos, a los que tanto han denostado. ¿Cómo
se puede amar a un hombre si se piensa así del colectivo masculino? Mal.

Ponte la corona y no te la quites ni para dormir.


En vez de meter a todos los hombres en el mismo saco, deberíamos aislar a los buenos
de los malos, igual que aíslo a las reinas de las damiselas, porque tampoco todas las
mujeres son iguales.

Una cosa es conocer a alguien que merezca la pena, y otra muy diferente enamorarse.
Cuando ello no sucede en una o en ninguna de las dos direcciones, ninguno de los implicados
es un sapo o una damisela, simplemente no se dio esa magia.

Sin embargo, las damiselas parece que poseen “el botón del amor” y, en cuanto ven a un
hombre, lo convierten en “candidato para saciar su hambre emocional”.

Se encandilan y, obviamente, él debe corresponderlas sí o sí. Imposible. Un hombre no es


un muñeco con mando a distancia que se le aprietan botones y ejecuta acciones.

¿Príncipe o sapo?
No te confundas: que un hombre no se enamore de una mujer no lo convierte en sapo.

Irónicamente, sí que hay mucho sapo que se “enamora” de mujeres que, al no darse cuenta
de su verdadera naturaleza, lo toman por su príncipe azul.

Eso sí: los morros se les quedan hinchados cual sapo inflado al besar a tanto ídem.

Hay mujeres que se pasan la vida en una mala relación, con un hombre que ni sabe
amarlas ni quiere comprometerse, en vez de irse a vivir sus vidas y ocuparse de su
felicidad propia.

Lo mismo que hay hombres que aguantan en una relación sosa y fría con una mujer que
no les ama y que, en el mejor de los casos, les hace el vacío.

Los hay que se pasan la vida con una suerte de “bruja” o mujer frustrada que sólo sabe
criticarles y acusarles de lo mala que es, ha sido y será su vida.

El sentimiento o complejo de culpabilidad hace que algunos hombres aguanten lo


inaguantable.

El “acusismo” y el “quejismo”
El “acusismo” y el “quejismo” son los dos cánceres que matan el amor y que hacen de la
vida humana un campo de concentración tipo Siberia.

Un hombre no debería permitir que nadie le diga que no sabe amar o que tiene la culpa de
que ella no sea feliz.

Nadie deberíamos asumir la responsabilidad de hacer feliz a nadie. La vida de cada


uno es responsabilidad propia, como su nombre indica.

Los hombres buenos, los metroemocionales, esos hombres fuera de serie, han de
rebelarse y mandar a paseo a las damiselas de aflojada diadema.

¡Se acabaron los ósculos redentores!


En lugar de seguir besando sapas que nunca se convertirá en reinas, cómprate un
despertador y pónselo a toda mujer que se cruce en tu camino. Así sabrás si es reina o
damisela.

En vez de la prueba del algodón, queda inaugurada la era de “la prueba del
despertador”. Si estás adormilado, despiértate antes de salir al amor.

Cómo superar el complejo de príncipe azul en ocho pasos

1.- Aprende a creer en ti y a valorarte


Mientras no te valores, no dejarás de besuquear damiselas que jamás serán reinas. Por
consiguiente, valórate y no se te volverán a hinchar nunca más los morros.

2.- Averigua cómo te gusta que te amen


Tenemos con los demás la relación que tenemos con nosotros mismos. Por consiguiente,
el cómo te relacionas con los demás o el tipo de relaciones que tienes refleja el cómo te
amas y el cómo te odias.

3.- Se acabó consentir: “No al azulear”, “sí a la dignidad masculina”


Nadie te hace nada que tú no consientas. Por consiguiente, de ahora en adelante, sólo
debes permitir que te traten bien y te amen como a ti te gusta que te amen.

4.- Asume que amar y rescatar no son sinónimos


Sólo tú, y nadie más que tú, estás al mando de tu bienestar emocional. Hacerte feliz y ser
feliz es personal e intransferible, pues ningún adulto es responsable de la felicidad de otro.

Todos, sin distinción, poseemos la capacidad de expresar nuestras emociones, cada


uno según su propio estilo.

5.- Haz añicos el techo de cristal emocional


No todas las lágrimas son el latido de la alegría que da vida a un corazón –cuya
contrapartida es la risa genuina que brota de un alma sin trampa ni cartón-; algunas son
interesadas y tramposas.

Dado que sólo un alma sincera almacena sensibilidad, es primordial que aprendas
aprender a diferenciar entre sensibilidad y sensiblería.
6.- ¡Adiós culpa, adiós!

La mujer que practica el “acuseiner” y el “quejeine” no es reina sino damisela de diadema


floja, y le amargará la vida a todo hombre que se relacione con ella, además de
amargársela a sí misma.

Por consiguiente, te usará como cubo de sus miserias emocionales y como diana de sus
frustraciones. Si no quieres acabar en el cubo de la basura, ya sabes: tómate en serio la
primera acusación y pon límites.

7.- Amante si, malquerido no.


Si concilias los opuestos en ti te convertirás en un ser humano completo y equilibrado, y
nunca más serás un malquerido. Sólo las personas “completadas” desconocen la
inferioridad y la incapacidad emocionales.

8.- Con tu padre te reconciliarás y así desteñirte definitivamente podrás.


Independientemente de los matices –éstos son los defectos, es decir, aquellos aspectos
que no te gustan, no comprendes o con los que no estás de acuerdo - que tus progenitores
exhiban, si quieres fluir en tu vida y aprender a amar de verdad, la interiorización
(arquetipos) de tus padres deberás sanear, reestructurar y depurar.

Sin, por supuesto, olvidar conciliar los opuestos en ti. Ésta, y sólo ésta, es la auténtica
iniciación a la madurez existencial.

Artículo basado en el libro: Príncipe Azul que dio Calabazas a la princesa que creía en
cuentos de hadas.

Pareja estable vs. Pareja inestable


Escrito por Webmaster Psicología

© Depositphotos.com/Apid
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Ya sabemos que todas las parejas se enfrentan a problemas y discusiones . Algunas
consiguen sobreponerse a ellos y no dejan que afecten a la relación, pero otras los
convierten en grandes conflictos que reinan en sus vidas. No dejes que ocurra esto en
vuestra relación: implantad la estabilidad en la pareja.

Pareja estable vs. Pareja inestable


Existen muchos tipos de parejas dependiendo del grado en que predominan componentes
fundamentales como la pasión, la intimidad, el compromiso o la comunicación.

No obstante, si tomamos la definición de pareja dirigida hacia el ámbito de los conflictos


podríamos hablar de dos grandes grupos: las parejas estables y las parejas
inestables.

¿Cómo conseguir ser una pareja estable?


La estabilidad en la pareja no significa exclusivamente la ausencia de conflictos. Es
imposible evitar al completo que se produzcan problemas, pero sí se puede hacer algo
cuando aparecen.

Las parejas estables suelen ser expertas a la hora de evitar los conflictos, pero ¿cómo? La
clave está en desdramatizar los problemas: la solución consiste en no darles una
importancia que puede que no tengan.

Muchas parejas saben que hay problemas que no merece la pena ni mencionarlos porque
no suponen un gran obstáculo para la pareja, no implican un cambio negativo en ella y lo
único que se consigue al sacarlos a la luz es agravar el conflicto.

Estas parejas también cuentan con un gran punto a favor: se adaptan muy bien a los
cambios propios de la relación, sobre todo si es duradera.

La vida de la pareja cambia, igual que lo hacéis vosotros, y es muy importante adaptarse
a estos cambios.

Las parejas estables son muy flexibles en este aspecto; conocen muy bien las etapas que
la relación atraviesa y tienen una muy buena capacidad para aceptar estos cambios y no
dejar que afecten a sus vidas.

Y, por último, la estabilidad no únicamente significa evitar conflictos y adaptarse a los


cambios, sino también desarrollar lo positivo de la relación.

Las parejas estables son más felices porque se valoran mucho el uno al otro, se aceptan tal
y como son y realmente se aprecian.

Estas parejas se respetan y potencian sus aspectos positivos, haciendo ver al otro que se
le valora y sabiendo comunicar todo lo bueno que significa para él.

¿Cómo evitar ser una pareja inestable?


En el extremo opuesto, la inestabilidad en las relaciones se caracteriza por propiedades
totalmente contrarias. En este tipo de parejas predomina la hostilidad y la agresividad,
incluso la rivalidad o la incompatibilidad.

Las discusiones están instauradas en la relación: cualquier problema, por pequeño o


insignificante que pueda parecer, se convierte en una gran discusión, aumentando las
posibilidades de conflicto y de crisis en la pareja.

La relación es completamente negativa, pues la dinámica se ha convertido en una búsqueda


constante de conflictos para poner a prueba a la pareja.

Obviamente, este estilo negativo no sólo es perjudicial en sí mismo, sino que impide que
la pareja disfrute de buenos momentos que puedan relanzar la relación.
La carga de problemas se hace mayor cada día, aumentando las dificultades para
solucionarlos, con lo que, cada vez más, la pareja comparte menos momentos juntos
positivos, con lo que tienen menos posibilidades de reforzar las cosas buenas que pueden
hacer.

La inestabilidad está íntimamente relacionada con un mayor riesgo de divorcio, en un


tiempo en el que esto ocurre más que nunca.

Las parejas hostiles y conflictivas no sólo tienden a separarse, sino que los momentos juntos
en la relación son cada vez menos positivos, por lo que esa separación se convierte casi en
la única solución.

La estabilidad depende de la forma de afrontar los conflictos


Por tanto, tened claro esto acerca de la estabilidad en la pareja: no tiene que ver con tener
o no tener conflictos, sino con la forma en que se afrontan.

De este modo, hay dos aspectos a tener en cuenta: el impacto que tienen dichos problemas
en la relación y el manejo de los mismos por parte de la pareja.

Así que, si queréis estabilidad y un buen mantenimiento de la relación, no hagáis siempre


una montaña de un grano de arena, no ensalcéis las dificultades, quitad hierro a los
asuntos que no lo merezcan, sed más flexibles y relajados y disfrutad al máximo de los
momentos juntos; es la única manera de estabilizar la relación.

Prostitución: el triunfo de la hipocresía


Escrito por Manuel Fernández Antón

© Depositphotos.com/Shmeljov
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Según nuestras autoridades, a partir de ahora el Producto Interior Bruto (PIB) nacional
tendrá en cuenta el efecto de ciertas actividades ilícitas o alegales, entre estas últimas la
prostitución.

Los economistas ya lo contabilizan; mientras tanto, los demás seguimos tapándonos los
ojos como si esto no existiera.
Prostitución: el triunfo de la hipocresía
En 2014 una directiva europea obligará a los estados miembros a contabilizar el tráfico de
drogas y la prostitución en sus cuentas nacionales.

Se trata de ciertos sectores económicos al margen de la legalidad que, en tiempos


de sequía económica, constituyen un “caramelo” muy tentador.

En definitiva, hay que sacar el dinero de debajo de las piedras, y sólo el pastel del sexo de
pago supone varios miles de millones de euros.

Quizás la necesidad económica pueda al fin hacernos menos hipócritas en lo que respecta
al oficio más antiguo del mundo.

Vivimos en la sociedad de la doble moral y de lo políticamente correcto, donde oír hablar a


la mayoría de los políticos, elegidos por nosotros, supone un insulto a las neuronas.

En lo que respecta a ciertos asuntos espinosos, se ha instaurado un estilo particular por el


que públicamente manifestamos una cosa cuando en realidad pensamos y
hacemos otras muy distintas.

En definitiva, la normalización de la hipocresía en la sociedad.

La prostitución nunca va a desaparecer


Como sexólogo con casi diez años de experiencia profesional no estoy del todo convencido
de que sea posible, ni siquiera de que sea recomendable, hacer desaparecer la prostitución,
como piden algunas voces.

El instinto sexual humano es tan potente que antes acabaremos con los bosques y con
nosotros mismos como especie que con ella. El deseo sexual no desaparecerá de la faz de
la Tierra mientras quede un solo homínido: esto es una realidad biológica incuestionable.

Por otro lado, tampoco sé si sería bueno acabar con la prostitución.

Y no me adentro más en el tema: cada uno que saque sus conclusiones, porque aquí es
donde se desmadra el asunto, donde cada uno interpreta lo que le da la gana y donde los
más radicales enseñan sus colmillos.

Así que mi propuesta y la de otros mucho millones de personas es que, mientras exista la
prostitución, lo único que sí es incuestionable es que no puede seguir tal y como está.

Regular la prostitución, una forma de control de la explotación sexual


Basta con ello. Si existe la prostitución, si nuestra frontera pirenaica es un Silicon Valley del
sexo de pago, si, además, en tiempos de crisis nos vendría bien a todos un poco más de
ingresos, regularicémosla y, entonces, controlémosla.

Sólo cuando el Estado entra a fiscalizar con contundencia una actividad, las mafias dejan
de campar a sus anchas.

Pongamos a los inspectores de sanidad y a los de trabajo a controlar el correcto desempeño


de la prostitución. ¿Qué ocurre? ¿Nos da vergüenza? ¿Preferimos mirar hacia otro lado?
¿Nos sonrojamos ante algo que existe como si fuésemos adolescentes mojigatos?

Por economía y por dignidad, la única manera de que la prostitución se limite es


regulándola.

Acabando con las mafias que explotan y chantajean a mujeres indefensas venidas de otros
países y que caen en el limbo de sociedades ñoñas como la nuestra que hacen como si no
existieran mientras gentuza de la peor calaña se reparte del pastel.

Simplemente coherencia
En definitiva, maduremos un poco y seamos honestos.

Regularicemos y sometamos a control gubernamental este oficio que es la prostitución. Nos


guste o no, existe. Y, nos parezca mejor o peor, seguirá existiendo.

Así que al menos pongamos los medios para que esto se dé en las mejores
condiciones higiénico-laborales tanto para trabajadores (también lo hay hombres, pero
de ésos ni se habla), como para los usuarios.

Da igual: mientras nos decidimos y discutimos si sí o si no, la UE nos obligará por puro
interés económico a hacer algo que muchos años atrás tendríamos que haber hecho por
voluntad propia.

Cinco consejos para convivir con tu pareja (y que


todo salga bien)
Escrito por Estefanía Mónaco Gerónimo

© Depositphotos.com/
1982

Dar el paso de convivir con la pareja es uno de los más importantes y significativos en
la evolución de una relación.

Algunas parejas tardan años en tomar esta decisión, mientras que otras lo hacen
rápidamente y sin pensarlo demasiado.

Cinco consejos para convivir con tu pareja (y que todo salga bien)
No hay una forma más adecuada que otra de decidirlo: cada relación tiene sus tiempos y
se desarrolla de forma particular.

Sólo vosotros podéis saber si estáis preparados para la convivencia, si éste es el


momento adecuado para vivir juntos o si, por diversas circunstancias, no lo es.

No te dejes guiar por las personas que dicen que es mejor retrasar la convivencia tanto
como sea posible, “porque es el principio del fin”, ni tampoco por aquellos que aseguran
que es mejor convivir cuanto antes para verle los defectos al otro, para saber si seguir
adelante o no.

Ninguna de estas dos posiciones extremistas tiene verdadero fundamento.

La convivencia: ¿Aliada o enemiga del amor?


Hay un pensamiento que está muy extendido socialmente, que advierte a la vez que mete
miedo: “La convivencia mata al amor”.

No soy en absoluto partidaria de esa creencia. No es la convivencia lo que mata el amor,


sino el no saber convivir lo que lo hace. Si la convivencia es buena, puede reforzar la
relación.

Aparte de pasar más tiempo juntos, compartir la compañía y el cariño del día a día,
podréis conoceros mejor el uno al otro, aprenderéis a comunicar casi sin necesidad
de hablar y la pareja fluirá con armonía, sabiendo cómo funcionar en cada momento.

Por el contrario, si la convivencia es mala, los choques y las discusiones se volverán un


tormento diario.

A medida que el tiempo transcurra, estas situaciones de tensión se transformarán en rutina


y la pareja asumirá que eso es algo que no se puede cambiar, aunque esta forma de
pensar sea un error.

Los miembros de la pareja pueden incluso llegar a creer que ir a vivir juntos ha sido un
error, que la convivencia ha estropeado la relación, o tal vez que ni siquiera deberían
haberla empezado.

En estos casos en que la pareja no sabe convivir adecuadamente, los aspectos positivos
de la relación se van debilitando y, cuanto más se debilitan, peor es la convivencia…
cayendo así en un círculo vicioso de negatividad.

Cinco consejos para convivir con tu pareja


Sí, a convivir bien también se aprende y es algo que se puede trabajar, sobre todo si estáis
pensando en iros a vivir juntos o si hace poco que convivís.

Si tu convivencia ya cuenta con largos años, no te desanimes: nunca es tarde para


cambiar pequeñas cosasconcretas que os ayudarán a llevaros mejor en casa.

¡Apúntate estos cinco consejos imprescindibles! De hecho, ¿por qué no eliges el que
más te convenza y lo pones en práctica a partir de hoy?

1.- Date tu espacio


Es positivo que cada miembro de la pareja tenga un espacio personal en la casa, para
acudir allí cuando lo necesite, o si prefiere soledad.

Muchas veces esto no es físicamente posible, pero eso no implica no poder tener un
espacio personal.

Vivir juntos no significa tener que hacerlo todo juntos, ir a todos lados juntos, ni estar
siempre juntos.

Ése es uno de los errores más frecuentes de las parejas que conviven desde hace poco.

Aunque algunas parejas se sienten conformes con ese estilo de convivencia (en ese caso
no supone un problema), otras no están a gusto con la idea de renunciar a su
independencia.

Vivir con tu pareja no tiene por qué significar renunciar a tus amigos, ocio, hobbies…
Por el contrario, estos momentos agradables nos llenan de energía que más tarde
podemos compartir con el compañero sentimental.

2.- Aprende a discutir


Sería utópico proponerse no discutir nunca, ya que las discusiones en el hogar son algo
prácticamente inevitables.

Sin embargo, es imprescindible aprender a discutir sin herir al otro, sin gritar, no
perdiendo en exceso los nervios ni las formas ni faltando el respeto.

Procura que vuestras discusiones sean un intercambio de argumentos y opiniones de


talante positivo, y que tengan una finalidad de mejora.

3.- Pon punto y final a los conflictos


No siempre es posible cumplir con el punto anterior, y en ocasiones las discusiones se nos
van de las manos. Cuando esto ocurra, tenéis que saber poner fin al conflicto.

Cuando una pareja no convive, hay más probabilidades de que esa tensión se disuelva
sola, cada uno por su parte.

Pero, cuando la pareja convive, si no se pone un punto y aparte esa tensión puede flotar
en casa durante días, alargándose el malestar y convirtiéndose en una situación cada vez
más desagradable y difícil de resolver.

4.- Realiza críticas constructivas


Naturalmente, las críticas surgirán. Cada uno tiene su forma de hacer las cosas, y ninguna
es mejor que otra: sólo son hábitos diferentes que es mejor respetar.

Cuando desees realizar una crítica, intenta que sea constructiva y no destructiva. No
ataques a la forma de ser del otro; mejor refiérete a su comportamiento.

Propón una solución con la que ambos estéis conformes.

Y también al revés: cuando tu pareja te realice una crítica, procura aceptarla sin dejar
que hiera tu sensibilidad.

5.- Estableced vuestras propias normas


Convivir implica compartir constantemente, y para ello es importante llegar a acuerdos.

Estableced claramente aquello que necesitáis y aquello que no estáis dispuestos a tolerar.

Aunque parezca evidente, esto es algo que nunca está de más hablarlo. A veces damos
por hecho que el otro sabe lo que pensamos, que ve las cosas igual que nosotros,
porque es “lo evidente”.

Pero esto no siempre es así, y menos tras las paredes del hogar, donde cada persona es
un mundo.

Cada uno tiene su forma personal de comportarse en su casa, y esta forma le parece la
correcta. Para compatibilizar ambas formas, cada uno tendréis que ceder un poco.

Para convivir bien, complicidad y negociación


A menudo la convivencia es algo deseado, incluso idealizado por las parejas.

Lo más recomendable es tomar esta decisión serenamente, teniendo en cuenta la


diversidad de factores que están en juego.
El éxito o el fracaso de la convivencia no dependen únicamente de lo bien o mal que se
lleve la pareja; también hay otras circunstancias externas como la situación
económica, familiar o laboral que afectan notablemente y hay que considerar.

No toméis la decisión bajo presión, pues esa tensión o ansiedad puede suponer un
obstáculo. Cuando decidáis vivir juntos, que sea con seguridad y convencimiento.

A nivel personal, convivir es una oportunidad para desarrollar nuestra paciencia y para
trabajar la tolerancia y el respeto.

A nivel de relación, es un buen momento para encontrar el equilibro de la relación.

Procurad que vuestra casa sea vuestro hogar, un espacio relajante, un refugio del
exterior. Aquel lugar donde os podéis permitir momentos de tranquilidad compartida.

Y recuerda que la complicidad y la negociación no pueden faltar en vuestro espacio.

Si te ha gustado este artículo, también te encantará:

- Cómo discutir (bien) y no morir en el intento.

- El orgullo: ¿aliado o enemigo de tu relación?.

Mantén los celos a raya


Escrito por Estefanía Mónaco Gerónimo

© Depositphotos.com/Stefano Lunardi
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Los celos: esa pequeña sombra que aparece sin darnos cuenta y ronda las relaciones.
¿Hasta qué punto son normales?

En cierta medida, necesitamos sentir que nos quieren y nos necesitan, que somos especiales
para nuestra pareja, que existe una exclusividad entre nosotros.
Pero puede llegar un punto en el que esa necesidad se vuelva posesiva y empiece a
deteriorar la relación: coartando libertades personales, poniendo límites innecesarios,
provocando discusiones, malestar psicológico, distanciamientos…

Mantén los celos a raya


¿Crees que los celos están empezando a deteriorar tu relación? ¿Quieres dar un corte a esa
situación tan indeseable? ¡Puedes aprender a mantener los celos a raya!

Si los celos te están amargando…

1.- Intenta ser objetivo


Valora hasta qué punto tus celos están fundamentados, siendo realista. Te recomiendo un
ejercicio: haz una lista con todas aquellas cosas concretas con las que te pones celoso.

Marca del 1 al 10 el grado de celos que alcanzas con cada cosa, y la seguridad que tienes
de que eso está ocurriendo (“Posiblemente lo estoy imaginando” o bien “Es seguro que
esto pasa”).

Por ejemplo:

a) “Le da “me gusta” a la foto de otro hombre. Eso es un hecho real que me consta, y
me produce un 4 de celos.

b) Creo que cuando está trabajando aprovecha el horario del almuerzo para hablar con él
y seducirle. Eso es imaginado y me produce un 9 de celos”.

Es posible que te des cuenta de que las cosas que más celos te dan, tan sólo están
en tu cabeza…

El pensamiento a veces nos juega malas pasadas; incluso podemos llegar a convencernos
de algo que no existe.

A menudo nos amargamos por un pensamiento o un sentimiento que no es real, que


tan solo nace de las miles de vueltas que le hemos dado al coco… ¡y ahora pasa a ser real
para nosotros!

No debes alimentar este tipo de pensamientos, pues lo único que provocan es


malestar en ti; un malestar que luego transmitirás a tu pareja (voluntariamente o no) y,
por tanto, perjudicará la relación.

Detecta este tipo de pensamientos falsos (y tóxicos) y deséchalos cuanto antes.

2.- Comunícate siempre


No cortes el flujo de comunicación con tu pareja por ninguna razón, y menos aún por
celos: así sólo estarás empeorando la situación.

Créeme, te lo aseguro: ¡los enfados de “ahora ni te miro ni te hablo” jamás en la Historia


han solucionado ningún problema de pareja!

Ejercicios como el anterior te ayudarán a reordenar en tu cabeza las ideas, a saber qué
es lo que te produce esos celos, lo que más y lo que menos celos te da…

Así, podrás comunicárselo a tu pareja de forma clara y transparente, en lugar de


transmitirle una masa amorfa de celos indiferenciados, mezclada con otro tipo de
problemas... y al final nada se distingue, quedando todo en el aire sin solución.
3.- Busca dentro de ti
Una forma de conocer qué hay en el fondo de tus celos es reflexionar sobre tus
relaciones con anteriores parejas.

¿Tenías también problemas por celos? ¿Por qué?

Puede que la actual sea una situación puntual con tu pareja actual, o que tú tengas
ciertas características estables que propician los celos: baja
autoestima, dependencia, poca confianza en ti mismo, expectativas poco realistas sobre
el amor o la exclusividad en la pareja…

Si crees que éste puede ser tu caso, te recomiendo leer el artículo "Deshazte de las
mentiras sobre el amor".

Si no solucionas esos problemas, que están en la base de la pirámide, será más difícil
poner fin a los celos.

Como muchas cosas en la vida, los celos comienzan a ser preocupantes cuando se
acercan a un extremo.

No dejes que sobrepasen ese límite en el que ya no son “una tontería” y se convierten un
problema cotidiano para vosotros.

Los celos pueden instalarse en los cimientos de tu relación e ir debilitándola poco a poco,
hasta acabar con la naturalidad y la chispa de la pareja.

Cuando el enamoramiento se acaba


Escrito por Webmaster Psicología

© Depositphotos.com/Remains
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¿Te acuerdas de las primeras semanas y los primeros meses de vuestra relación?
Seguramente recordarás el inicio de la pareja como un momento de euforia y felicidad
constante, en el que tenías siempre ganas de estar con el otro y hacer cosas juntos e incluso
notabas intensas sensaciones físicas, como un aumento de los latidos del corazón, agitación
o ese cosquilleo en el estómago.

Son las típicas respuestas de nuestro cuerpo ante el enamoramiento, ante el


comienzo de una relación íntima. Pero ¿qué ocurre cuando esta etapa de la pareja termina?

Cuando el enamoramiento se acaba


Así es: este período de sensaciones intensas no dura siempre. Como vimos en “Cuatro
ideas falsas sobre el amor”, una de las creencias que más atormenta a las personas en
una relación es que el amor se acabe, creyendo equivocadamente que el amor es todo ese
cúmulo de sensaciones iniciales.

Enamorarse es un paso en la relación, seguramente el primero, pero no es más que una


etapa en el amor, que es mucho más que eso.

La respuesta fisiológica del amor


La biología y la medicina siempre han intentado explicar todo comportamiento de forma
química, como hace el cerebro respondiendo con sustancias ante ciertos estímulos. Incluso
esta reacción de enamorarse ha sido estudiada y analizada.

Parece ser que estas alteraciones a la hora de enamorarnos vienen dadas por una sustancia
llamada feniletilamina, que aumenta nuestra energía y que hace que produzcamos más
dopamina, la llamada hormona de la felicidad o del amor.

Esta sustancia está relacionada con el placer y la satisfacción, y su aumento es lo que


produce la sensación de euforia típica de los primeros meses de relación.

Estos inicios de la pareja son vitales para el mantenimiento de la relación. La etapa del
enamoramiento cambia la producción de hormonas del cuerpo y altera por completo nuestro
estado de ánimo.

De este modo, acabamos relacionando esa gran satisfacción y felicidad, producidas por los
cambios químicos, con la persona que las produce.

Así también se crea una relación de intimidad y de deseo por seguir con el otro y mantener
la pareja.

¿Nos acostumbramos al amor?


Como se ha repetido, el enamoramiento acaba terminando. La producción de las sustancias
mencionadas va decayendo con el paso del tiempo. ¿Por qué? Básicamente porque nuestro
cuerpo se acostumbra a dichas sustancias.

Al principio, al ser una situación nueva, la reacción ante dichas hormonas es muy intensa,
pero una producción continuada hace que el organismo se habitúe y la respuesta vaya
disminuyendo, aun cuando las sustancias siguen estando en el cuerpo.

Esto ocurre normalmente al cabo de dos años, que es lo que muchos consideran como
el final del enamoramiento.

En este momento es cuando aparecen otros componentes químicos, como las endorfinas,
que producen una sensación de tranquilidad, comodidad o seguridad.

La siguiente etapa del amor ha llegado: la fase de la vinculación, del apego, de la


intimidad o incluso de la convivencia, según cada pareja.
Lo que sí está claro es que la relación cambia, y parece que nuestro cuerpo no reacciona
tanto con esa euforia y esas reacciones fisiológicas intensas, sino con una búsqueda de
seguridad y de serenidad al lado de nuestra pareja.

Y ¿cuál es el problema de todo esto? Parece obvio que los cambios son evidentes y que
prácticamente todos hemos pasado por esto. Sin embargo, no todas las personas aceptan
esta situación de la misma forma.

El problema surge al creer ciegamente que el enamoramiento debe perdurar siempre y que,
si no existen esas reacciones iniciales durante los siguientes años, es que el amor ha
desaparecido.

Pues no. El amor no desaparece, sino que cambia y se adapta. Y lo mismo debemos
hacer nosotros.

¿Qué piensas sobre tu relación? Creencias


erróneas de la pareja
Escrito por Webmaster Psicología

© Depositphotos.com/Mr_Brightside
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La salud de la pareja depende de muchos factores. Uno muy importante es la idea que
tenemos de cómo debe funcionar la relación.

Si somos muy rígidos a la hora de pensar todo lo que significa tener una buena relación, es
más que probable que se desarrollen conflictos tanto personales como con la pareja.

¿Qué piensas sobre tu relación? Creencias erróneas de la pareja


No es la primera vez que se destaca el papel de nuestros pensamientos en el desarrollo de
algún problema emocional.

Como vimos en “Cuatro ideas falsas sobre el amor” y en “¿Qué piensas sobre tu
hijo?: Creencias erróneas de los padres”, nuestras ideas preconcebidas sobre cómo
debe ser el mundo, el amor, el comportamiento de los demás y lo que creemos que es
correcto o incorrecto, a menudo no son pruebas objetivas de la realidad, sino más bien
deseos e ideas muy rígidas que, cuando no se ven demostrados, provocan un gran malestar.

"Nuestras verdades absolutas son muchas veces eso, nuestras, pero no la única realidad
para todo el mundo."

Nuestras verdades absolutas son muchas veces eso, nuestras, pero no la única realidad
para todo el mundo.

Cada persona puede pensar de forma diferente sobre multitud de aspectos, y no


por eso significa que esté equivocada.

La pareja es uno de esos aspectos: nuestras ideas sobre cómo debe ser la relación pueden
suponer una primera señal de futuros conflictos.

Creencias irracionales de la pareja

Sólo soy feliz si la relación funciona


Éste es un pensamiento que puede generar gran malestar, pues la persona atribuye toda
su felicidad a la relación.

La pareja es un gran refuerzo para los miembros de la misma, pero no debería ser el único
motivo de alegría en la vida.

Mi pareja debe quererme siempre


Es una idea muy relacionada con la anterior, debido a que comparten ese estilo de
dependencia sobre el otro miembro de la relación.

Muchas veces el pensamiento suele ser éste: “Mi pareja debe mostrarme amor
constantemente y haga lo que yo haga, porque, si no, es que no me quiere”.

No debemos esforzarnos por demostrar nuestro amor. Tampoco hay que irse al polo
opuesto y no mostrar ningún afecto al otro.

Ni una cosa ni otra: no todo va a ser espontáneo, sino que hay que demostrar ese amor,
pero nunca llevando esas ideas a los extremos.

Si me quiere, lo hará todo por mí


Ésta es la idea de que si le pides a tu pareja algo que es importante, simplemente por ser
quien es y como muestra de amor hacia ti debe cumplirlo.

Está muy relacionada con la creencia de que todo debe ser como uno quiere porque, si no,
sería una catástrofe.
Cada uno tiene sus opiniones y toma sus decisiones, y no por ser diferentes significa que la
relación sea un fracaso.

Debo pensar más en el otro que en mí mismo


Algunas personas viven por y para la pareja, sin tener en cuenta su propio bienestar.

Suele estar relacionado con la idea de que necesitamos darlo todo al otro para que la
relación prosiga, porque si no estamos constantemente pensando en cómo agradarle
decidirá acabar con ella.

Lo primero siempre tiene que ser uno mismo, pensar en la propia felicidad, y así poder
trasladarla a la pareja.

No podemos tener problemas


Muchas personas consideran que la pareja perfecta es aquella que nunca tiene una discusión
o un problema.

Primero: no existe la perfección en la pareja; y segundo: no todo va a salir bien, pueden


existir conflictos y cometerse errores; no es algo tan horrible. Lo importante es saber
afrontarlos y superarlos.

Tenemos que ser almas gemelas


El concepto mitificado de que la pareja debe compartirlo todo: los gustos, actividades, toda
la vida, hasta la forma de pensar; una idea muy parecida a la atribución de toda la felicidad
a la pareja. La relación es un gran marco de comprensión, entendimiento y apoyo, pero
también sois dos individuos que no tienen por qué compartirlo absolutamente todo.

Es posible que reconozcas algunas de estas ideas en tu propia forma de pensar, o quizá
tengas otras creencias muy marcadas sobre cómo debe ser tu relación.

Recuerda: lo más importante es ser flexible a la hora de pensar, pues no por creer algo
significa que sea cierto.

¿Hay mentiras en tu relación de pareja? Destacado

Escrito por Estefanía Mónaco Gerónimo


© Depositphotos.com/Creatista
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De forma cotidiana, es habitual que las personas usemos pequeñas mentiras u ocultemos
algunas verdades que no es necesario sacar a relucir.

Esas pequeñas mentiras están presentes en nuestra relación con los demás, a veces
incluso de forma inconsciente, y las solemos denominar “mentiras piadosas” (piadosas hacia
el otro, por ejemplo para no herir su sensibilidad, o piadosas hacia nosotros mismos, para
evitar quedar mal ante alguien o para ensalzar nuestras virtudes).

A pesar de estas pequeñas distorsiones de la realidad (más o menos frecuentes


dependiendo de la persona), no nos calificaríamos de mentirosos ni lo consideraríamos un
engaño grave.

Las mentiras en la pareja


Pero ¿qué ocurre en el terreno de la pareja? ¿Tienen aquí cabida las ocultaciones y las
mentiras?

Lo más deseable en una relación de pareja es que exista plena transparencia por parte
de ambos, evitando cualquier tipo de mentiras, incluso las pequeñas.

Sin embargo, y aun siendo conscientes de la importancia de la sinceridad con la pareja, las
mentiras en las relaciones son bastante más frecuentes de lo que nos imaginamos.

Algunas parejas llegan a terapia siendo conscientes de la existencia de esas mentiras,


mientras que otras lo descubren con sorpresa.

Lo que es un hecho es que una pareja construida en base a engaños es una pareja que
no posee unos pilares sólidos en los cuales sustentarse.

Por tanto, en cuanto esas mentiras salen a la luz (algo que suele pasar la mayoría de veces,
antes o después), la relación inevitablemente va a tambalearse, poco o mucho,
dependiendo de la gravedad de las mentiras y de la relevancia que hayan tenido en el
contexto de la pareja.

¿Por qué mentimos?


Tanto en las relaciones de pareja como en otros contextos, las personas utilizamos la
mentira con dos posibles objetivos: conseguir un beneficio o evitar un perjuicio.

Es normal que en algunas ocasiones nos veamos tentados a utilizar la mentira, que suele
ser, a corto plazo, un camino más sencillo que la verdad.

Pero si las mentiras en el seno de la relación de pareja se convierten en algo continuado y


habitual, casi necesario para uno de los miembros o para ambos, hay algo que está fallando.

La causa de esa necesidad de recurrir a las mentiras para que una relación funcione puede
estar en una (o en varias) de las siguientes carencias:

- Falta de comunicación
La pareja no está acostumbrada a hablar de forma clara y honesta sobre ciertos temas
que producen incomodidad a sus miembros.

Ellos no tienen la sensación de que exista un entendimiento completo entre los dos, y por
eso prefieren mentir u ocultar ciertas cosas. Explicarlas sería demasiado complicado,
extraño o antinatural en el contexto de esa relación.

- Falta de confianza
La mentira puede funcionar como un mecanismo de defensa de la propia intimidad. Las
mentiras por falta de confianza ocurren sobre todo en parejas que llevan poco tiempo o
en parejas que, por el motivo que sea, han perdido la confianza.

Esta falta de confianza en el compañero lleva a ocultar información, principalmente sobre


uno mismo o sobre el pasado, por temor a que la nueva pareja no la acepte o no la
apruebe.

Es bastante normal y común no abrirnos al cien por cien durante el período de conquista,
pues ese misterio también resulta interesante.

Pero si finalmente desemboca en una relación estable, lo recomendable es que esa falta
de confianza no dure mucho tiempo más.
- Falta de seguridad en uno mismo
En ocasiones la mentira aparece como una forma de protegernos a nosotros mismos, o
mejor dicho, al “yo ideal” que a todos nos gustaría ser.

Mentimos para que parezca que somos mejores de lo que realmente somos, si
consideramos que no hemos hecho bien algo.

También hay quien miente (por ejemplo, ocultando una infidelidad) para poder seguir
manteniendo el rol que desempeña en la pareja, como puede ser el de víctima sufridora.

De este tipo de mentiras se trasluce una falta de seguridad personal que no permite a la
persona asumir con honestidad sus aciertos y sus errores ni aceptarse a sí misma a pesar
de ellos.

Necesita crear una falsa imagen para que la sigan queriendo, porque piensa que lo que
realmente hay no merece amor.

- Falta de comprensión
Muchas personas dicen que mienten porque su pareja “no lo entendería”. Justificamos las
mentiras con una falta de comprensión del otro que, en ocasiones, sólo es una excusa, y
únicamente en otras es real.

Verdaderamente, hay personas que se sienten obligadas a mentir para poder hacer cosas
totalmente lícitas que la pareja no permite por celos patológicos o excesivo control.

Un ejemplo muy común es el de salir con los amigos sin la pareja.

Las consecuencias de la mentira en la pareja

Mentir continuadamente a la pareja, aunque sea en nimiedades, puede convertirse en un


hábito que se lleve a cabo sin un beneficio o una finalidad real.

Además, es habitual que una mentira acabe convirtiéndose en una cadena de


mentiras en la que una lleva a la otra para tapar la anterior, y así sucesivamente.
Finalmente, la persona acaba enredada en un cúmulo de engaños del que ya no sabe cómo
salir, resultando mucho más difícil que al principio enfrentar la realidad.

Sorprendentemente, las consecuencias de mentir a la pareja coinciden con las causas por
las que mentimos. Cuando la mentira es descubierta, la relación se llena de incomunicación,
desconfianza, inseguridad e incomprensión. Por lo tanto, la mentira suele convertirse
en un bucle de malestar e insatisfacción.

Tras una mentira o muchas mentiras continuadas, dependiendo de la gravedad y la


importancia de esos engaños, una pareja puede salir profundamente dañada o incluso
romperse.

Descubrir una mentira duele, pero también es doloroso ser el que miente. Ambos
miembros de la pareja sufren con la mentira, y recuperarse de ese daño lleva tiempo,
paciencia y esfuerzo.

Si las mentiras se repiten y continúan extendiéndose en el tiempo, la pérdida de confianza


es prácticamente inevitable. Permanecer en una relación en la que no existen confianza,
seguridad, comunicación y comprensión supone un desgaste muy intenso para los dos.

Si os encontráis en esta situación, lo más recomendable es que acudáis a un terapeuta


de parejas.

Qué hacer si tu pareja te ha mentido


Si crees que tu pareja te ha mentido o está mintiéndote, el primer paso es hablarlo con
ella de forma honesta, como adultos maduros y sensatos.

Es frecuente que personas que se sienten inseguras de sí mismas duden de su pareja e


imaginen mentiras que terminan por no ser ciertas.

Si finalmente tu pareja te confirma que tus sospechas eran reales y que te ha mentido,
las siguientes pautaspueden serte de utilidad:

- Valora el grado de importancia que le das a esa mentira. Deja pasar unos días y
vuelve a valorarlo. Es posible que la intensidad de tus emociones se haya reducido y
puedas pensar con más claridad.

- Haz balance y decide si te sientes capaz de seguir confiando en tu pareja o


necesitas terminar la relación.

- Si decides continuar, permítete un tiempo de “reajuste” tras la mentira. No pretendas


hacer como si nada hubiera pasado de un día para otro.

- Ten en cuenta que perdonar no es lo mismo que olvidar. Proponerse olvidar la


mentira es absurdo, ya que no está en nuestra mano decidir voluntariamente qué
recordamos y qué no. Sí podemos decidir si deseamos perdonar al otro.

- No intentes vengarte ni pagarle con la misma moneda: en ese tipo de batallas de


pareja sólo quedan perdedores.

- Procura no obsesionarte con las mentiras, ya que puedes caer en un desmesurado


control de tu pareja que no resultará positivo ni estará basado en la confianza. Que te
haya mentido una vez no significa que vaya a hacerlo siempre.

- Cuida tu autoestima y no permitas que ningún tipo de engaño la dañe.

- Si pasa un tiempo y notas que no has podido recuperar la confianza, háblalo con tu
pareja para poner una solución. Es preferible dejar la relación que vivir ambos
angustiados en una relación tormentosa.

Qué hacer si eres tú quien está mintiendo a tu pareja


Si, por el contrario, eres tú quien está mintiendo a su pareja, también tienes mucho que
hacer.
Puedes guiarte por los siguientes consejos:

-Valora el grado de importancia que le das a tu mentira, pero contempla también el grado
de importancia que le daría tu pareja.

-Identifica cuál es la causa de tu mentira: ¿Falta de comunicación, falta de confianza,


falta de seguridad, falta de comprensión? Una vez identificada la carencia, comienza a dar
pasos para solventarla.

-Intenta poner fin a la mentira cuanto antes. Cuanto más lo alargues, peor será: todo
se enredará más y el paso del tiempo empeorará la situación.

-Explica a tu pareja, de forma honesta y lo más calmada posible, por qué mentiste. Para
eso, es importante que previamente reflexiones y tengas claro por qué lo hiciste, ya que
a veces ni siquiera nosotros mismos somos plenamente conscientes de las razones de
nuestros actos.

-Respeta los tiempos de tu pareja, sin presiones. Recuperar la confianza lleva un


tiempo.

-Hacerse responsable de los propios actos conlleva enfrentar las consecuencias que se
derivan de ellos. Te sentirás mejor si lo haces.

-Identifica si necesitas ciertos cambios en la relación para no volver a sentirte tentado


de caer en la mentira, y plantéale esas propuestas a tu pareja. Ir renovando la relación
en función de las necesidades de ambos es muy positivo para los dos.

-No te hundas: de los errores se aprende. Intenta extraer una enseñanza de esta
situación.

La verdad nos hace libres


Mentir continuadamente, además de ser un esfuerzo mental que produce incomodidad,
tiene como consecuencia un profundo malestar y daña la relación.

La verdad hace libre a las personas. No hay nada más gratificante en una pareja que tener
la sensación de máxima transparencia entre los dos.

Por todo esto, piénsatelo dos veces antes de mentir a tu pareja. Plantéate las
consecuencias de tus actos y decide, de forma libre, lo que quieres hacer: si asumir tu
responsabilidad o esconderte tras el escudo protector de una mentira.

También te gustará:

- Ocho señales que delatan a un mentiroso.

Ocho señales que delatan a un mentiroso


Escrito por Cristina de Alba Galván
© Depositphotos.com/Coolfonk
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A través de los gestos, posturas o expresiones faciales se transmite mucha información.

Gran parte de esta comunicación es involuntaria. Conocer las señales que se emiten de
manera espontánea al mentir nos permitirá identificarlas de manera eficaz.

Ocho señales que delatan a un mentiroso


Las mentiras pueden ser por ocultamiento de la verdad o por falseamiento de la realidad.

En cualquier caso, cuando mentimos prestamos más atención a lo que decimos que a
nuestros gestos o expresiones faciales.

Por ello, es habitual que se escapen pistas no verbales que nos delatarán. Mentir supone
un esfuerzo mental, genera estrés y provoca miedo a ser descubierto.

Todas estas emociones pueden reflejarse en la comunicación no verbal de la persona que


miente, contradiciendo sus palabras.

Cuando aparece una emoción, ciertos músculos del rostro se activan de manera
involuntaria.

Mentiras y comunicación no verbal


La importancia de la comunicación no verbal es de sobra conocida.

Existen estudios que demuestran que, ante incongruencias entre el mensaje verbal y la
comunicación no verbal, se tiende a dar más credibilidad a ésta última.

La comunicación no verbal cumple diferentes funciones como:

- Enfatizar el mensaje verbal.

- Aclarar el significado del mensaje.

- Sustituir las palabras.


- Expresar emociones, voluntaria o involuntariamente.

Microexpresiones faciales que delatan a un mentiroso


Paul Ekman es un psicólogo estadounidense experto en la expresión facial de las emociones
que estudió y clasificó multitud de microexpresiones faciales.

Paul Ekman señaló que "el rostro suele contener un doble mensaje: por un lado, lo que
el mentiroso quiere mostrar; por el otro, lo que quiere ocultar".

Las microexpresiones son expresiones faciales involuntarias que reflejan la emoción que
está sintiendo la persona.

Se las denomina “micro” porque tienen una duración muy corta (entre 1/25 a 1/15 de
segundo). Además, son muy difíciles de evitar o esconder (a diferencia de las
expresiones faciales comunes).

Debido a su corta duración, el análisis de las microexpresiones para detectar mentiras se


realiza mediante cámaras que permiten ver los movimientos faciales ralentizados.

Como es obvio, en nuestra vida cotidiana no podemos analizar las microexpresiones


(aunque alguna información sutil nos llegue).

Por ello, para detectar mentiras, observaremos la expresión facial y los gestos del
(supuesto) mentiroso.

Las ocho señales principales que delatan al mentiroso

1.- Taparse la boca


En adultos, el gesto instintivo de los niños de taparse la boca al mentir se vuelve más sutil
y, habitualmente, se convierte en otros gestos como tocarse las comisuras de los labios o
rascarse la nariz (lo que lleva aparejado el taparse disimuladamente la boca).

2.- Mirada fija

El hecho de que los mentirosos no miren directamente a los ojos de su interlocutor es un


mito.

Es lógico pensar que quien miente quiere saber la reacción del otro (“¿Se lo habrá
creído?”) y, por tanto, le mira fijamente (casi intenta analizarlo).

Por otro lado, también habrá momentos en los que mirará fijamente a otro punto
indeterminado.

En cualquier caso, mientras se miente, los ojos se mueven menos que cuando se dice la
verdad.

3.- Repetir la pregunta


Repetir la pregunta (total o parcialmente) en un intento de hacernos creer que no la
ha entendido correctamente.

El acto de repetir la pregunta cuando se va a mentir es instintivo y se hace con el objetivo


de ganar el tiempo necesario para elaborar una respuesta no sincera.

Por ejemplo:

- “¿Dónde has estado?”.

- “¿Quién? ¿Yo? ¿Cuándo?”.


4.- Justificarse innecesariamente
El refrán latino “excusatio non petita acusatio manifesta” nos da la clave.

Por ejemplo:

- “¿Qué hiciste el sábado por la tarde?”.

- “Quedé para comer con mis compañeros de trabajo a las 14:00 y fuimos al
restaurante italiano que hay en la calle Alegría. A las 16:30 salimos del restaurante
y fuimos a tomar un café, a la cafetería que está en la calle de al lado, la de las
mesas azules. Nos atendió un camarero con gafas. Tomé un té verde”.

El exceso de detalle en la respuesta puede indicar que ya tenía pensada su “coartada” y


había practicado la respuesta a la posible pregunta.

Se dan tantos detalles para probar que se está diciendo la verdad.

5.- Tragar saliva


Aunque es un acto que se hace repetidamente, cuando se está nervioso se hace de manera
consciente (¡presta atención a la garganta de tu interlocutor!)

6.- Cambiar la entonación y la modulación de la voz.


Es importante detectar cualquier cambio en la entonación y la modulación de la voz.

7.- Esconder las manos


Es un gesto muy habitual cuando no se dice la verdad. Por el contrario, las palmas hacia
arriba denotan honestidad.

8.- Sonrisa falsa


Cuando se sonríe de verdad, la expresión del rostro cambia por completo. Una sonrisa
falsa, junto con otras señales, puede ser otro indicio de la mentira.

Es importante destacar que la comunicación no verbal es un conjunto y hay que


analizarla en su globalidad.

No deben sacarse conclusiones precipitadas por detectar una señal aislada; lo conveniente
es visualizar el conjunto y observar todo el cuerpo (especialmente la expresión facial y las
manos).

No existe una fórmula mágica para detectar mentiras, pero poniendo especial atención
al lenguaje no verbal de los demás puedes empezar a descubrir indicios de que se está
ocultando la verdad o falseando la realidad.

La clave es observar detenidamente.

Las cuatro fases del ciclo sexual


Como si fuesen estaciones sucesivas a lo largo de un gran recorrido, la vivencia de la
sexualidad humana se divide en cuatro fases.
Éstas tienen lugar tanto si hablamos de una relación de pareja como si nos referimos a una
masturbación a solas.

Sea como sea, cuando practicamos sexo podemos decidirnos entre llegar hasta la última
fase o bien apearnos antes en cualquiera de ellas, disfrutando sólo de parte del trayecto.

La excitación
La primera de estas fases es la de excitación. En la mujer se produce la activación de la
sexualidad. Los hombres sienten la erección del pene y el aumento de la concentración en
el erotismo de la escena.

En ellas se produce la sensibilización de sus zonas erógenas gracias a la llegada de sangre


a sus genitales. Asimismo, se produce la lubricación de la vagina, preparando el canal
vaginal para la siguiente fase.

La meseta
Tras los preliminares que ayudan a calentar los motores durante la excitación, se produce
el juego sexual en la fase de meseta. Aquí la variabilidad es inmensa, pues cada uno juega
como le place.

La riqueza de la meseta puede desarrollarse gracias a la imaginación y al apetito sexual.


Coito, sexo oral, juguetes de todo tipo, masturbación a solas… Todo vale mientras se
disfrute desde la Regla de Oro de la Sexualidad.

El sexo es instinto y placer, así que en la fase de meseta lo que más te hará disfrutar será
desinhibirte y dejarte llevar. Hemos de dejar los problemas fuera de la habitación para que
no nos estropeen el momento.

A medida que jugamos, llega un momento en que la tensión sexual acumulada es de tal
intensidad que el cuerpo se dispone a descongestionarse.

El orgasmo
Nos estamos acercando poco a poco (o en ocasiones demasiado rápido) a la tercera fase:
el orgasmo. En él se producen una serie de contracciones musculares más o menos
intensas que, en el caso de los hombres, ayudan a expulsar el esperma.

En la mujer estas sacudidas musculares pueden darse únicamente en la zona genital o bien
sentirse por todo el cuerpo. En otro artículo hablaremos de la enorme variabilidad que existe
en hombres y mujeres a la hora de experimentar los orgasmos.

La resolución
Tras la descarga orgásmica se produce la fase de resolución, en la que los genitales
recobran su tamaño y su sensibilización normal. Muchos hombres se duermen en esta fase
y algunas parejas, jóvenes y muy activas, vuelven a empezar el recorrido.

En sexualidad más vale calidad que cantidad, así que para experimentar el máximo
placer posible disfruta de cada una de las fases poniendo toda tu atención en lo que estás
haciendo.

Nueve consejos para aumentar el deseo y el placer


sexual
Escrito por Webmaster Psicología
© Depositphotos.com/Ginasanders

Cuando la rutina acecha la vida sexual de la pareja, hay que innovar y probar cosas
nuevas. No hay que tenerle miedo al cambio en el sexo, pues puede ser más una ayuda
que un obstáculo.

Conoce todas las claves para ser más atrevido en tus relaciones sexuales, y seguro que tu
pareja te lo agradecerá.

Nueve consejos para aumentar el deseo y el placer sexual


Lo primero que hay que remarcar es que el atrevimiento sexual no tiene que estar
relacionado con el riesgo.

Ser atrevido en el sexo no significa tener relaciones con desconocidos, ni hacerlo sin
protección, ni hacer algo peligroso o incluso ilegal.

Este artículo está dirigido a potenciar el atrevimiento en las relaciones sexuales con tu
pareja, con el fin de evitar caer en la rutina y fomentar una vida sexual saludable.

Atreverse para evitar la rutina sexual


Entonces, ¿qué significa atreverse en el sexo?

Ser atrevido implica entender que el sexo no es algo estático, sino que se trata de un campo
en el que hay que innovar para mantenerlo vivo, y de vez en cuando experimentar cosas
nuevas con el fin de enriquecerlo.

Ésta es la mejor forma de seguir disfrutando plenamente de las relaciones sexuales.

¿Cómo aumentar el deseo y el placer sexual?


He aquí algunos consejos para aumentar el deseo y placer sexual a base de intentar cosas
nuevas:

1.- Toma la iniciativa. Este primer consejo es ideal para ambos. Ninguno tiene que ser
el que siempre comience los acercamientos, sino que debéis ser totalmente flexibles en
este aspecto: dar el primer paso sin esperar que lo haga el otro puede pillarle por sorpresa
y hacer que el deseo aumente.

2.- Sal de la cama. Otro importante paso para evitar la rutina es cambiar de aires, variar
el lugar en el que mantenéis vuestras relaciones habitualmente y buscar un sitio nuevo,
ya sea en vuestra propia casa o en otro lugar que os resulte excitante.

Probad alguna escapada a un hotel o un viaje a un sitio exótico; servirá para afianzar
enormemente vuestras relaciones.

3.- Cambia de postura. La variedad también se encuentra en vuestras posturas


sexuales. Si estáis acostumbrados a las mismas, es aconsejable que cambiéis para no
caer en la rutina, la cual acabará por mermar vuestro deseo sexual.

Así que habladlo entre vosotros y decidid probar algo nuevo.

4.- Aprende sobre sexo. Nunca es tarde para seguir conociendo cosas acerca del sexo,
como vimos en “Toda una vida para aprender sobre sexo”.

No sólo posturas nuevas, como hemos visto en el punto anterior, sino cualquier tipo de
información sexual que pueda serviros para mejorar vuestras relaciones: leer literatura o
ver vídeos eróticos os puede ayudar mucho en este sentido.

5.- Evita el estrés. Es el principal enemigo de unas relaciones sexuales satisfactorias.


Como es imposible evitar todas las preocupaciones diarias y el cansancio habitual, lo mejor
es no dejar que afecte a tu vida sexual.

Deja a un lado todo ese estrés y céntrate en satisfacer vuestras necesidades.

6.- Comparte tus fantasías sexuales. Es la única manera de cumplirlas: dejando que
tu pareja las conozca.

La comunicación sexual es una parte fundamental del éxito de las relaciones, por lo que
no temas decirle a tu pareja qué te gustaría hacer y pregúntale lo mismo a ella; quizá te
sorprenda averiguar que compartís fantasías y que os gusta cumplir las del otro.

7.- Juegos. No olvides que se trata de disfrutar, por lo que podéis probar cosas como
utilizar algún juego erótico, disfraces, cambio de roles o cualquier cosa que os apetezca,
con el fin de divertiros y aprovechar al máximo el momento.

8.- Sorprende. Igual que al tomar la iniciativa, la sorpresa puede dar mucho juego en
vuestras relaciones. No esperes al fin de semana o a ese momento por la noche antes de
dormir; aprovecha algún instante del día para sorprender a tu pareja.

Cambiar los hábitos es vital para evitar la rutina.

9.- No tengas miedo ni vergüenza. Un último consejo que engloba todos los
mencionados. Para atreverse a algo hay que perderle el miedo.

Puedes confiar en tu pareja para decirle cualquier cosa o intentar algo nuevo, por lo que
no temas una respuesta negativa y da el primer paso.

Sigue estos consejos y vuestro deseo sexual se verá beneficiado.

Atreverse en el sexo puede convertirse en un arma para potenciar vuestras relaciones, por
lo que no dejéis de intentar cosas nuevas, porque, en el sexo, lo ideal es nunca estancarse.

La experiencia sexual favorece las relaciones


estables
Escrito por Manuel Fernández Antón
© Depositphotos.com/Shmeljov
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La práctica sexual sirve para acumular experiencia y conocimiento práctico sobre este
instinto tan potente, lo cual curiosamente nos ayuda a no caer tan fácilmente en sus redes.

La práctica genera capacidad de control.

Es por ello que la experiencia sexual previa se muestra como un factor estabilizador de las
relaciones de pareja.

La experiencia sexual favorece las relaciones estables


La sexualidad es un potente instinto natural que aflora en el ser humano a partir de la
pubertad.

Durante los tristes siglos de represión sexual que hemos padecido se nos grabó a sangre y
fuego que esconder este instinto era lo correcto y lo deseable en las personas “decentes”.

Una vez casados ya podíamos practicar sexo para engendrar; eso sí, el sexo lúdico ni se
concebía.

Esta creencia, que asimila lo puro con lo virginal y lo impuro o lo sucio con la vivencia sexual
no matrimonial, sigue pululando en nuestras mentes como un eco de aquel oscuro pasado.

Desde el punto de vista de la salud sexual, hoy sabemos que la represión del instinto,
principalmente durante la adolescencia y la juventud, es el peor favor que uno puede
hacerse a sí mismo.

Incluso me atrevería a afirmar que la represión sexual es motivo de importantes


problemas psicológicos y, por increíble que parezca, también es un potenciador de las
infidelidades.

La naturalidad de la experiencia sexual como garantía de estabilidad


La experiencia sexual nos ayuda a entender qué es el sexo. Nos sirve para vivirlo,
recorriendo todas las fases del deseo.
Gracias a una vivencia natural de la sexualidad podemos experimentar el enamoramiento,
ese periodo de locura transitoria que nubla nuestras entendederas, y podemos asistir
también al decaimiento de la pasión.

Como sabes, a medida que se usa, la pasión decae y el enamoramiento feroz de todo
comienzo se estabiliza.

Quien ha tenido varias experiencias asume esto como algo natural, como algo que siempre
sucede.

La experiencia nos ayuda a ser conscientes de que toda relación atraviesa sus fases, y que
cambiando de pareja lo único que nos aseguramos es otro viaje en la montaña rusa del
amor.

Tras algunas relaciones, la mayoría de las personas deciden “sentar cabeza”, es decir,
asumir que nadie es perfecto (empezando por nosotros mismos) y disfrutar de lo bueno
que esa persona aporta a nuestra vida.

En ese caso, la tentación -pese a que no desaparece y el riesgo de fracaso matrimonial


siempre está ahí- se reduce sustancialmente.

Es mucho más sencillo poner coto a las tentaciones cuando ya se han experimentado.

La represión sexual y la falta de experiencia como potenciadores de


la infidelidad
Quien no tiene experiencia es mucho más vulnerable a ser hipnotizado por los cantos de
sirena de la pasión. Es la novatada que el instinto tiene reservada a quienes no se han
sentido sexualmente libres.

Una vez descubren el mundo del placer sexual es precisamente cuando ya están casados o
comprometidos, sin tiempo para más.

Por primera vez sienten un atisbo de libertad, pero como no se apoyan sobre una base
experiencial que les confiera solidez, estas personas son más vulnerables a los
enamoramientos alternativos, e incluso a tirarlo todo por la borda en un arranque de pasión
por otra persona.

Los conflictos pasionales que soportan las personas sin experiencia previa son de una
intensidad mucho mayor que los de aquellos con un historial previo.

Seguramente, si Romeo y Julieta hubiesen tenido un par de romances antes de conocerse


no habrían padecido ese final tan dramático.

Por eso, ahora que podemos hablar de sexo con total naturalidad, recomendaría que nadie
se casase o se comprometiese sin haber tenido dos o tres relaciones previas, por
uno mismo y por el daño que se podría causar a la pareja.

Cómo evitar los conflictos de pareja


Escrito por Webmaster Psicología
© Depositphotos.com/Luminastock
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Todas las parejas discuten. Ésa es una realidad incuestionable.

Y aunque se trate de una situación que no suele agradar a ninguna de las partes, es bien
cierto que las peleas por ellas mismas no son negativas.

Si se manejan de forma adecuada, sin agredir al otro ni dejándonos llevar, es posible que
fortalezcan la relación y eviten crear un conflicto mayor o una crisis de pareja. ¿Qué se
puede hacer para evitarlo?

Cómo evitar los conflictos de pareja


La mayoría de los conflictos de pareja se originan por problemas individuales, ya
sean problemas de enfado, como vimos en “Seis pasos para controlar el enfado con tu
pareja", celos, problemas de baja autoestima, o incluso ideas muy rígidas e irreales sobre
cómo debería ser la relación o el otro.

Existe una regla que se cumple siempre: “Si un problema personal no se soluciona, el
conflicto de pareja persistirá”.

Por tanto, primero ponle remedio a tu problema personal y esta mejora influirá
muchísimo en tu relación de pareja.

La importancia de la comunicación en los conflictos


La propia relación también puede ser un detonante de conflicto en la pareja; es decir, las
propias características del vínculo pueden desembocar en una discusión.

Por ejemplo, es conocido por todos que la comunicación es vital en las relaciones.
Cómo se comunican los dos miembros es un factor a tener muy en cuenta.
La comunicación, sobre todo en las discusiones, debe dirigirse hacia una solución del
problema, no hacia dañar al otro o a expresar toda nuestra rabia.

Una comunicación en pareja eficaz es aquella que pone soluciones a los problemas, no
la que crea un problema adicional.

Pero también existen otros factores de la propia relación.

Es posible que la pareja haya entrado en una dinámica en la que se han perdido aspectos
positivos: hacéis pocas cosas juntos, no dedicáis tiempo al otro o simplemente no le dais
algo gratificante a la pareja.

Esto es muy significativo: la principal diferencia entre una pareja feliz y una pareja infeliz
es la presencia de refuerzos positivos entre los miembros.

Y estos refuerzos pueden ser unas palabras bonitas que le digas a tu pareja a diario,
preparar una cena romántica por sorpresa, abrazarle en un momento inesperado u
organizar un plan para el fin de semana.

Cualquier cosa que se añada a vuestra “cesta” de lo positivo hará que la relación vaya en
la dirección correcta y que evite así un posible conflicto.

Negociar en pareja la solución


Aunque, cuando los problemas llegan, es de suma importancia saber afrontarlos de la mejor
manera posible.

La pareja debe ser hábil a la hora de negociar entre ellos las posibles soluciones de
los conflictos y elegir una buena resolución del problema, abarcando todas las
posibilidades que existan, así como todas sus consecuencias.

Una buena pareja es aquella que llega a una conclusión y encuentra la mejor solución
conjuntamente.

Por último, es posible que la pareja esté manteniendo un patrón negativo de


relación.

Esto ocurre cuando comportamientos de exigencia, crítica, castigo o amenazas son


habituales en la interacción de los miembros de la pareja.

Por tanto, si veis que existe esta dinámica en vuestra relación, planteaos cuál es el problema
al que os enfrentáis y eliminad cualquier rastro de patrón de interacción negativo que
tengáis en el presente.

No creas que los problemas en la relación no van a seguir existiendo. Este artículo no ha
tratado de inculcarte la idea de que, al ser una pareja, no debéis discutir.

Todo lo contrario: la idea que hay que recordar es que siempre se pueden afrontar las
discusiones de forma correcta, siempre existe algo que podéis hacer para evitar un
conflicto mayor y siempre podéis conoceros un poco mejor para averiguar cómo no entrar
en crisis.

Seis pasos para controlar el enfado con tu pareja


Escrito por Webmaster Psicología
© Depositphotos.com/
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Todos nos enfadamos. El enfado es una de nuestras emociones primarias, y nos sirve
para reaccionar ante una injusticia y querer optar a algo mejor.

Sin embargo, el enfado continuo y excesivo es contraproducente y crea una dinámica social
negativa.

Siempre que se trate con respeto, sin agresividad, hostilidad ni descontrol, el enfado es una
respuesta natural.

La pareja es uno de los ambientes más proclives a crear situaciones de irritabilidad,


pero existen técnicas que puedes aprender para manejar tus respuestas de
enfado.

Seis pasos para controlar el enfado con tu pareja


Si te enfadas habitualmente con tu pareja, quizá pienses que siempre es culpa suya, que
está en tu contra.

Sin embargo, debes tener en cuenta otras posibles razones: puede que veas como una
amenaza prácticamente todo lo que te dice.

Es posible que tengas razón, pero si reaccionas estallando y perdiendo el control no


solucionas nada.

Técnicas y consejos para manejar el enfado


Entonces, ¿cómo puedes controlar tu enfado hacia tu pareja? Echa un vistazo a los
siguientes consejos y técnicas que puedes utilizar para manejarlo:

1.- Primero, conócete a ti mismo


Date cuenta de tus señales que indican que estás comenzando a enfadarte, ya sean
calores o respiraciones fuertes, pensamientos como “ya empezamos…” o “¿cómo se
atreve…?”, y conductas típicas como alzar la voz o gestos bruscos y amenazantes.
Reconoce estas señales, pues son el punto de partida de tu enfado.

2.- Sé consciente de cuando te enfadas


Del mismo modo, sé consciente de esas situaciones en las que tienes más facilidad para
enfadarte, como al esperar mucho tiempo a tu pareja cuando habéis quedado,
estando en el coche parados en un atasco, ciertos temas de conversación que son de por
sí conflictivos (la educación de los hijos, por ejemplo), etc.

Es vital que conozcas tus propios contextos en los que puede ser más fácil que te enfades.

3.- Bloquea tu respuesta de enfado desde ya


Si ya eres consciente de tus señales y tus situaciones, has dado un gran paso. Ahora no
permitas que vaya a más.

Si hace falta, sal de donde estés y distráete con música, una película o cualquier
otra cosa.

Si, por ejemplo, has tenido un mal día, no hables con tu pareja de temas conflictivos:
déjalo para otro momento. Detén tu enfado en este momento, que no avance.

4.- Utiliza la relajación


Respira profundamente, destensa los músculos, céntrate en tu respiración y piensa en
cualquier cosa que te relaje.

Al principio será muy complicado usar la relajación en estos momentos, pero con la
práctica podrás utilizarlo como un mecanismo para mitigar tu enfado.

5.- Trabaja los pensamientos


Las ideas rígidas del tipo “mi pareja debe estar de acuerdo conmigo en todo” o “mi opinión
siempre es la mejor” son muy dañinas para la relación y totalmente irreales.

Debes ser flexible a la hora de pensar: podéis tener opiniones contrarias y ése no tiene
por qué ser un motivo de discusión.

6.- Aprende otras formas de mostrar tu descontento


Se pueden hacer críticas sin descalificar ni dando toques de ironía, entendiendo al otro,
diciendo sin atacar lo que deseas de tu pareja.

Y recibe tus propias críticas sin generalizar hacia otros temas ni sintiéndote
menospreciado; acepta y entiende la queja, y argumenta tu desacuerdo sin atacar la
postura de tu pareja.

Es muy complicado controlar el enfado, y más aún si ha sido una respuesta habitual en tu
repertorio.

Así que recuerda estos consejos, practícalos y dale un respiro a tu relación.

Las parejas que se comunican viven más


Escrito por Webmaster Psicología
© Depositphotos.com/CandyBoxImages
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La comunicación es uno de los pilares de las relaciones de pareja. Si mantenéis


una correcta forma de comunicaros entre vosotros, no sólo la relación mejorará en ese
momento, sino que crearéis una fuerte base con la que superaréis los conflictos a los que
os podáis enfrentar.

De esta manera la pareja vivirá más, y vosotros también.

Las parejas que se comunican viven más


Que la comunicación es vital para las personas es algo que ya sabíamos, pero parece ser
que el sentido es literal.

Hace apenas un mes se publicó una noticia en el diario ABC en referencia a la investidura
del psiquiatra Luis Rojas Marcos como doctor honoris causa por la Universidad del País
Vasco.

En dicho artículo se hacía mención a sus palabras en relación al vínculo entre la


comunicación y la longevidad de las mujeres en España. El catedrático de Psiquiatría de
la Universidad de Nueva York afirma que una de las causas por las que las mujeres
españolas viven tanto es porque hablan mucho.

Hablar mucho para vivir mucho


Aunque afirma que no ha estudiado en profundidad su teoría, Rojas Marcos cree que hablar
es saludable para las personas, y por ello las que hablan mucho viven más.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), España es el país europeo con mayor
esperanza de vida (85 años en las mujeres, 79 en los hombres), y, concretamente, las
mujeres españolas son las terceras en el mundo que más viven.

En referencia a estos datos, Rojas Marcos opina que uno de los factores de longevidad
puede ser la comunicación y la capacidad de expresarse y hablar con otras personas,
características importantísimas a la hora de potenciar las relaciones con los demás, pues se
conecta de mejor forma con otras personas, aumentando la afectividad y la sociabilidad, y,
en última instancia, esto hace que sean capaces de afrontar de mejor forma los
acontecimientos que ocurran.

Resiliencia: cómo superar adversidades


Ése es el concepto de resiliencia: la capacidad de las personas para sobreponerse a los
reveses de la vida, una condición que nos permite superar cualquier adversidad a la que
nos enfrentemos.

Según Rojas Marcos, una de las claves de este concepto reside en las relaciones
personales de cada uno y la unión emocional con otras personas.

En definitiva, si somos capaces de fomentar las relaciones con los demás a través de la
comunicación, nuestra capacidad para afrontar y resolver los problemas a los que nos
enfrentemos será mayor, por lo que nuestra salud, obviamente, también lo agradecerá.

¿Y cuál es el papel de la pareja en todo este asunto?

Si la resiliencia es la capacidad para afrontar los conflictos, rehacerse y seguir adelante,


estaremos de acuerdo en que uno de los ámbitos donde mayores conflictos se generan es
la relación de pareja y, por tanto, es allí donde la resiliencia es más necesaria.

No hay más que ver lo importante que es la comunicación y la unión afectiva con los
demás a la hora de ser capaces de superar dificultades. Y no hay persona con la que más
se hable y cuya unión sea más íntima que la pareja.

Por ello hay que hablar más con el otro y comunicarse de forma positiva, incluso a la
hora de hacer una crítica por algo que no te guste del otro, al igual que hay que ser flexible
y aceptar las críticas que puedan recibirse.

Si sois capaces de crear un clima de comunicación óptimo, podréis también afrontar de la


mejor forma los posibles contratiempos que lleguen.

Recordad: hablad entre vosotros, sed positivos, restad importancia a los pequeños
problemas para no convertirlos en grandes conflictos y sed flexibles a los cambios que se
puedan producir en la relación.

Porque ya sabéis, si habláis más no sólo viviréis más, sino que viviréis mejor.

Para los conflictos de pareja, comunicación


Escrito por Manuel Fernández Antón
Fotografía Manuel Bono http://www.bonofotografia.com
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Tener pareja implica muchas cosas buenas. Inevitablemente, también conlleva conflictos.

Desde la gestión de la vida cotidiana a las visitas a las familias políticas, pasando por los
diferentes caracteres que tiene cada uno, tener pareja es casi como desarrollar un oficio
extra (sobre todo cuando llegan los hijos, cuya presencia puede precipitar roces intensos
en parejas que no estaban demasiado compenetradas).

Para los conflictos de pareja, comunicación


Visto que la convivencia conlleva conflictos y que éstos sólo se superan negociando,
tendremos que tomarnos en serio el desarrollo de una buena comunicación productiva.

Si lo piensas dos veces, ¿con quién mejor que con tu pareja es útil que te comuniques bien?

Para que las dificultades que siempre aparecen sean superadas y dejen de acumularse a
las espaldas de lospartenaires, es indispensable que aprendamos a comunicarnos.

Hablar no es sólo emitir mensajes: conviene que hablemos bien.

Reglas para una establecer una buena comunicación con tu pareja


Estas reglas pueden ayudarte a ello:

1.- Establecer un único tema de conversación para cada momento: Hablamos de mí o


de ti, o bien tratamos un asunto que nos afecte a los dos, por ejemplo el nivel de orden
que hay en casa.

2.- Nunca atacaremos al otro diciendo “eres un desastre” o “haces igual que tu padre”.
Visto que lo que estamos buscando es mejorar la relación y la convivencia de ambos,
tendremos que ser constructivos.
Podríamos decir: “ya sabes que tenemos un problema con el orden en casa. Me gustaría
que lo comentásemos y llegásemos a un acuerdo entre los dos”.

Es decir: todo lo que nos ocurre es un asunto de los dos, por tanto nunca señalamos
con el dedo al otro, que al sentirse atacado responderá a la defensiva.

3.- Recuerda que no es una batalla: No hay ganador o perdedor, o mejor dicho sí que
los hay: en la pareja, o ambos ganan o ambos pierden, aunque en un primer momento
no lo parezca.

4.- Dar el brazo a torcer: Es mala señal que siempre sea el mismo quien se sale con la
suya. Ambas partes deben ponerse en el lugar del otro y ser capaces de negociar para
que la pareja salga reforzada.

Para ello tendremos que aprender a ceder sin pensar que somos menos hombres o menos
mujeres por ello. Es bien cierto que cuando estamos “calentitos” puede ser difícil hablar
siguiendo estos parámetros.

5.- La quinta regla de la comunicación sería que,si no estamos anímicamente “pacíficos”,


no se nos ocurra hablar de un tema candente. No estaremos en condiciones de hacer el
esfuerzo que supone la comunicación en pareja, así que más vale esperar al
momento propicio.

Protocolo social I: Presentaciones y saludos


Escrito por Amable Liñán Reyes

© Depositphotos.com/Paha_L
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¿Sabes cuál es la mejor manera de saludar a una persona? ¿Y el orden que debes seguir
para presentar a alguien ante un grupo? Hoy en día muy pocas personas dan importancia
a este acto tan sencillo.

La primera impresión que des es fundamental a la hora de crear una imagen sobre los
demás.

Tanto un buen saludo como un mal saludo puede decir mucho de ti: por tanto, sabiendo la
manera correcta de saludar podrás evitar que tengan una imagen errónea tuya.
Protocolo social I: Presentaciones y saludos
Hoy en día saludamos a cualquier persona dándole la mano. Antiguamente, cuando se
llevaba sombrero, sólo se daba la mano a los amigos más íntimos; al resto de personas se
les saludaba con una breve inclinación de cabeza.

El saludo con la mano es muy importante. Debes saber que se tiene que dar la mano de
igual manera a un hombre que a una mujer, incluso queda más profesional dar la mano
que un beso a una mujer.

En caso de saludar a una mujer, ella será la que deba iniciar el gesto del saludo, y el hombre
complementarlo. La fortaleza del apretón siempre dependerá de cada uno.

Otra cosa a tener en cuenta en un saludo es que, a la hora de dar la mano, nunca se deberá
dar con guantes.

Consejos para no fallar en las presentaciones


Ahora continuemos con las presentaciones. Seguro que muchas veces no sabías el orden
para presentar a una persona: ¿Te has visto ante un grupo grande de personas y ha llegado
un momento en el que no sabías si habías presentado a tu amigo a todos o se te había
olvidado presentarlo a alguien? Aquí te doy unos consejos:

Siempre hay que llevar un orden: puedes hacerlo en el sentido de las agujas del reloj.
De esa manera no te olvidarás de nadie.

Siempre la persona de menor edad se presentará a la persona de mayor edad, y el


hombre se presentará a la mujer. En caso de tener algún cargo, rango o categoría
especiales, se presentará el de menor cargo al de mayor.

En caso de una presentación en una mesa, siempre el hombre se levantará primero. Si


llevas gorra o sombrero, deberás quitártelo. Tu tono de voz deberá ser el adecuado para
que te entiendan bien y para evitar confusiones.

Si te están presentando a una persona y no estás seguro de haber entendido el nombre o


el apellido, la mejor manera de preguntar es la siguiente: “Perdone, su nombre
era…”. Siempre deberás hablar de usted y nunca de tú, exceptuando que la otra persona
te indique que le puedes tutear.

Empatía I: ponerse en los zapatos del otro


Escrito por Mamen Garrido Ramón
© Depositphotos.com/Everett225
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La empatía es un elemento clave de la inteligencia emocional. Se trata del concepto que


utilizamos para referirnos a la capacidad del ser humano de ponerse en el lugar del
otro.

Por tanto, ser empático significa ser consciente y considerado con los sentimientos de los
demás. ¿Sabrías leer emocionalmente a otra persona o eres de los que padece sordera
emocional?

Si no lo tienes claro, puede que este artículo te saque de dudas.

Empatía I: ponerse en los zapatos del otro


A todos los seres humanos nos gusta que nos presten atención, que nos escuchen y nos
tomen en serio. La mejor manera de conseguirlo es aprender a prestar atención a los
demás, a escucharles y a tomarles en serio.

La empatía tiene que ver no sólo con darse cuenta de cómo se siente el otro; también con el
tipo de respuesta que damos ante eso que percibimos.

Por ejemplo, si un día llegas a la oficina y tu compañero de trabajo tiene mala cara, sus
ojos parecen hinchados y no levanta la vista de su ordenador, no hace falta ser muy
empático para darse cuenta de que le pasa algo.

Si cuando le preguntas te responde que su mujer se ha ido de casa, te puedes hacer una
idea de cuál es su estado emocional, por lo que una respuesta del tipo “¿Ah, sí? ¿Y cuándo
lo celebramos?” no sería la más conveniente…

La importancia de conectar con el otro


Para ser más empáticos con los demás nos conviene prestar atención a cómo nos
comportamos cuando estamos interactuando con alguien. Se trata de crear una sensación
de conexión con esa persona.

Aunque muchas de las cosas las percibimos y las trasmitimos de manera inconsciente,
conviene saber cómo estamos influyendo.
Por una parte, hablamos de sintonía verbal cuando nos referimos a reflejar en nuestro
discurso las palabras, expresiones o figuras retóricas que ha utilizado la otra persona.

Cuando adaptamos nuestro lenguaje a la otra persona, ésta se siente mucho más entendido
y percibe cómo más agradable la conversación. Sin saber por qué, el otro se irá pensando
que le gusta hablar contigo, que se siente bien.

Por otra parte, hay que tener muy en cuenta la sintonía no verbal, o sea, la postura de
nuestro cuerpo y sobre todo la orientación de éste.

¿Alguna vez te ha saludado alguien por la calle y te ha dado la impresión de que tenía
muchas ganas de salir corriendo? ¿Te has fijado en su cuerpo? Es muy probable que su cara
te mirara pero que, con su cuerpo ya girado, te estuviera diciendo adiós.

Lo que dice tu mirada


El contacto visual es otro punto clave en la empatía. Para que alguien se sienta atendido
hay que mirarle a la cara, pues es lo que le hará sentir que estás por él.

Si alguna vez te han despachado en algún sitio sin levantar la vista de lo que estuvieran
haciendo sabrás a lo que me estoy refiriendo.

Siempre que le hables a otra persona u otra persona te esté hablando, mírale a los ojos;
más allá de hacerlo por mera educación, trasmitirás honestidad, confianza y seguridad en
ti mismo.

Además, todos nos sentimos más atraídos hacia este tipo de personas.

La escucha activa. No vale solo con oír: hay que prestar atención y hay que escuchar. Eso
implica detenerse ante lo que estás oyendo y centrar tu atención en ello.

Hay personas a las que no les resulta fácil, pues hay que silenciar nuestro diálogo
interior para estar 100% en las palabras del otro. Cuando desarrollas la capacidad de
escuchar de forma activa descubres cuántas cosas te has perdido por no saber escuchar.

Escuchar de esta manera a otro le ayuda a sentirse entendido y acompañado, y en ocasiones


es la mejor ayuda que puedes prestar.

Las personas que muestran un falso interés en los demás a menudo se delatan fácilmente
con indicios no verbales que trasmiten de forma inconsciente.

Ser empático tiene que ir de la mano de ser auténtico; si no, antes o después se te
verá el plumero.

En el siguiente artículo seguiremos hablando de la empatía y de cómo tratando a los


demás como personas únicas puedes mejorar mucho tus relaciones personales y
enriquecerte con ellas.

Conviértete en una inspiración para tu entorno


Escrito por Irene Rodrigo Martínez
© Depositphotos.com/Lightsource
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A muchos nos ha pasado. Llega un día en el que nos levantamos y, cansados de nuestra
rutina o de la inercia que arrastra nuestra existencia, decidimos hacer cambios
importantes en nuestra vida.

Empezamos un cursillo del famoso coaching, del que ya te hablamos en el artículo "Los 10
beneficios del coaching", nos hacemos con toda una biblioteca de libros de autoayuda,
nos inflamos a artículos y a vídeos motivacionales y comenzamos a meditar.

Conviértete en una inspiración para tu entorno


De pronto, descubrimos que en nuestro interior albergamos un montón de información y
de conocimiento que teníamos olvidado.

Entonces nos emocionamos y queremos que todo el mundo sepa los grandes hallazgos que
estamos efectuando, así que los predicamos a los cuatro vientos sin importar si a quien nos
escucha le interesa nuestra cantinela…

…y esto está bien. Después de una educación y una socialización en la que nos han
empujado a alejarnos de nuestra verdadera esencia, entramos en una etapa totalmente
distinta: nos estamos empezando a conocer a nosotros mismos.

Por tanto, es normal que queramos transmitir a nuestros seres queridos lo bien que
nos sentimos a medida que nos vamos acercando a lo que realmente somos, a nuestro ser
menos “contaminado” por el mundo exterior.

El camino del autodescubrimiento


Lo que ya no es tan conveniente es mantenerse y recrearse en esa etapa. En el camino
del autodescubrimientoresulta fácil acomodarse en esta fase de “yo, mi, me, conmigo”.

Es entonces cuando podemos caer en la trampa del ego y comenzar a resultar insoportables
a nuestros allegados. No hay más que darse un paseíto por Twitter para comprobar la
cantidad de profesionales del Desarrollo Personal que se dedican a echarse flores a ellos
mismos indiscriminadamente.

Sin embargo, sabemos que a nadie le gusta conversar con alguien que se dedica a hablar
solamente de sí mismo y a dar consejos sin que su interlocutor se los haya pedido,
basándose simplemente en su experiencia y sin tener en cuenta el proceso de aprendizaje
del otro.

Los seres humanos somos sistema. Al igual que en la película Avatar los personajes
larguiruchos y azules se unen entre ellos para salvar la vida del protagonista, creando una
energía especial y altamente poderosa, las personas multiplicamos nuestra fuerza si la
juntamos con las fuerzas de otros individuos diferentes.

Descubrirnos a nosotros mismos para entregarnos a los demás


Esta metáfora puede explicar el objetivo final del desarrollo personal y
del autoconocimiento: cuando nos descubrimos a nosotros mismos, cuando nos
ocupamos de mejorar día a día, el fin último siempre ha de ser servir de inspiración a
aquellos que nos rodean.

Y como somos sistema, si haces un descubrimiento de ti mismo y lo compartes, influirás


inevitablemente en tu entorno y éste habrá de amoldarse a la nueva situación (en este
caso, una situación mejor que la que había antes).

Y no me estoy refiriendo a compartir con palabras, como hacemos en esa fase en la que
todo nos resulta nuevo y emocionante, tanto que no podemos evitar verbalizarlo.

Me refiero, a partir del momento en el que nos damos cuenta de que el fin del
autoconocimiento es la influencia en positivo al resto de seres humanos, a compartir
nuestros descubrimientos, nuestra recién adquirida sabiduría, a través de nuestros actos,
de nuestra simple presencia, de la energía que transmitimos y de las decisiones que
tomamos.

Reflexiona profundamente sobre lo que transmites al mundo


Por tanto, cada vez que actúes puedes pensar: ¿qué información estoy transmitiendo a
través de mis acciones? ¿Qué modelo estoy ofreciendo a aquellos que me observan, me
escuchan o reciben mis energías? ¿Cómo me gustaría que me recordaran? ¿Qué legado
estoy dejando?

Recuerda que, cuando emprendes el camino del autoconocimiento, adquieres


una responsabilidad insalvable: compartir con el resto de seres humanos tus hallazgos,
y no desde el ego sino desde una posición de humildad, compromiso y generosidad.

Las cuatro áreas del cambio personal


Escrito por Gonzalo Trigueros Muñoz

© Depositphotos.com/Joruba75
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Según Virginia Satir, una afamada terapeuta familiar, hay cuatro áreas que influyen en
los cambios que hacemos en nosotros mismos: autoestima, comportamiento,
responsabilidad y comunicación.

En este artículo aprenderás a gestionar mejor los cambios personales.

Las cuatro áreas del cambio personal


1.- Autoestima
El amor que sientes hacia ti mismo. Si tienes una alta consideración de ti mismo, te
verás más animado a emprender cambios y te sentirás mejor cuando los estés
llevando a cabo.

Recuerda que los cambios siempre ofrecen resistencias, por lo que es importante que
te sientas bien a gusto en tu intimidad para sortearlas mejor.

El nivel de tu autoestima respondería a las preguntas: ¿Cómo te sientes? ¿Cómo te


tratas? ¿Cómo te hace sentir el cambio y todo lo que conlleva?

2.- Comportamiento
Relacionado con las pautas, sobre todo con las inconscientes, que utilizas a la hora
de manejar tus sentimientos.

¿Qué haces con tus sentimientos? ¿Te pertenecen o se los atribuyes a otros? ¿Actúas
como si sintieras algo que no sientes? ¿Como si tus sentimientos pertenecieran a otros o
tuvieras que cumplir un papel?

Estas preguntas te ayudarán a analizar mejor tu conducta cuando estés en el proceso


del cambio.

3.- Responsabilidad
¿Alguna vez te has preguntado cómo reaccionas al hacer cosas nuevas y distintas? El
cómo lo hagas tiene que ver con cómo te responsabilizas de ti mismo, de tu
aprendizaje y de la forma en que cambias.

Es muy conveniente que reflexiones sobre ello y practiques con la novedad. ¿Cuántas
maneras diferentes de caminar, hablar o pensar puedes practicar hoy? ¿Qué resultados
obtienes?

4.- Comunicación
¿Cómo haces para que los demás te comprendan? Si mejoras la forma que tienes de
darte a entender, mejorarán tus relaciones personales y la gestión del cambio será
más agradable.

Ten en cuenta que los demás están familiarizados con tu forma tradicional de ser y
expresarte, y por tanto advertirán los cambios, te lo harán saber e incluso se opondrán
tal y como te contamos en el artículo "El enemigo está en casa".

Una buena comunicación te facilitará la tarea.

Si mejoras un área, mejoran las demás


Además, lo bueno de todo esto es que se trata de un sistema interconectado: cualquiera
de las áreas influye en las otras tres.

Si mejoras tu autoestima, influirás en tu manera de comunicarte con los demás (querrás


decir al mundo cómo te sientes), cambiarás tus comportamientos siendo más honesto con
tus sentimientos y serás más responsable de ti mismo, pues te apetecerá probar
experiencias nuevas y asumir más riesgos.
Te animo a que elijas una de las cuatro áreas y comiences a practicar con el objetivo
de mejorar tus cambios personales.

Por ejemplo, puedes decidirte a correr o hacer dieta a la vez que te enfocas en elevar tu
autoestima. O empezar una aventura laboral al tiempo que cambias la manera en que te
comunicas con los demás.

Recuerda que formamos un sistema y que cualquier cambio que hagas en un área influirá
en las otras.

Cuando el enemigo para cumplir tus sueños está en


casa
Escrito por Mamen Garrido Ramón

© Depositphotos.com/photography33
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Llevabas años optando por el camino seguro, acogiéndote a una vida fácil aunque poco
satisfactoria.

Un día decides que necesitas un cambio, que estás desencantado de todo, y llegas a la
conclusión de que la vida debe de ser algo más.

Estás dispuesto a arriesgar y a enfrentarte a tus miedos, porque sabes que el resultado te
hará muy feliz.

Y cuando has hecho lo más difícil, cuando estás empezando a sentir que esto
marcha, descubres que tienes al enemigo en casa.
El enemigo está en casa
Hay muchas personas a las que les pasa esto. Muchos seres humanos deciden hacer un
cambio importante en sus vidas que les haga mejorar su autoestima, sentirse más
realizados, disfrutar más; en definitiva, ser más felices…

En ese momento se encuentran con que las personas más significativas en su vida, su
pareja, sus hijos o sus padres, se convierten en el mayor obstáculo.

¿Por qué ocurre esto? Porque ellos, consciente o inconscientemente, no quieren que tú
crezcas. Al evolucionar, empiezas a vivir y a pensar por ti mismo y, lo que más molesta, a
comportarte de otra manera.

Y eso es difícil de aceptar por quienes han pasado mucho tiempo acomodamos en un rol
que encajaba muy bien con tu antiguo yo.

Cuando la familia no cree en tu potencial


El hecho de que un hombre se arriesgue a cambiar de trabajo o a emprender un negocio
puede ser muy motivador para él, pero puede suponer el fin de la estabilidad económica a
la que estaba acostumbrada su pareja.

Además, puede que ahora pase más tiempo fuera de casa y esto haga aflorar las
inseguridades de su pareja o de sus hijos, inseguridades que hasta ahora no habían surgido.

E incluso puede que, en el fondo, su familia no crea en su potencial y piense que va a


fracasar.

En el caso concreto de las mujeres, muchas, sobre todo hasta hace unos años, se casaban
cuando todavía eran muy jóvenes, y pronto se veían rodeadas de niños y con una casa
entera por gestionar.

Con el paso de los años empezaban a sentirse insatisfechas y las más valientes decidían
que querían volver a estudiar para tener una formación.

Esto, a menudo, ocasiona una gran revolución en los que las rodean.

Por una parte, la mujer se culpabiliza porque piensa que está desatendiendo a sus hijos
y a su casa; por otro lado, al marido le causa resentimiento ver como ella tiene una vida
independiente de la suya y además acabará teniendo más estudios que él; por último, los
hijos se encargan de hacerla sentir culpable cuando no está para cubrir sus necesidades.
En ocasiones, hasta las amigas se atreven a malmeter.

Hay que mantenerse firme en las metas


Cuando uno toma una decisión importante que va a suponer un cambio en su vida, necesita
de los demás.

Hay quien tiene la suerte de contar con una familia y amigos que le apoyan en todo lo que
hace, pero esto no sucede siempre.

Aunque al principio sea duro tener que luchar contra los que tienes en casa, si con el tiempo
te mantienes firme en tu decisión ellos serán los primeros en sentirse
orgullosos y celebrar tus éxitos.

Y, si no es así, habrás dejado en el camino a quienes no quieren lo mejor para ti.

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