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UNIVERSIDAD ALAS PERUANAS

ESCUELA ACADÉMICO PROFESIONAL DE INGENIERÍA CIVIL

LA FILOSOFÍA LATINOAMERICANA

El término Filosofía latinoamericana hace referencia a un proyecto filosófico que propugna por una
contextualización de la filosofía en el ámbito latinoamericano y no, como podría inferirse, al conjunto
amplio de corrientes filosóficas practicadas en los distintos países de América Latina. Es el proyecto
de una filosofía surgida desde América Latina y enfocada en la reflexión sistemática sobre sus
problemas y situaciones propias. Conviene por ello realizar una distinción técnica entre Filosofía en
Latinoamérica y Filosofía latinoamericana.

El proyecto de elaborar una filosofía propia, anclada en la idiosincrasia y en las realidades


latinoamericanas, se desarrolló durante el siglo XX en tres vertientes diferentes:

1) la vertiente ontológica, también llamada "americanismo filosófico", que reflexiona sobre la


identidad nacional o continental.
2) la vertiente historicista, que busca una comprensión filosófica de la historia de América Latina y
la formulación de una historia de las ideas en el continente.
3) la vertiente liberacionista, más conocida como "filosofía de la liberación", que reflexiona sobre
las condiciones para la emancipación política, económica y cultural de los pueblos
latinoamericanos.

Vertiente ontológica
El nacimiento de la primera vertiente, también llamada “americanismo filosófico”, puede rastrearse
hasta las primeras décadas del siglo XX en México, como fruto del ambiente nacionalista que había
generado la revolución mexicana. La revolución de 1910, con su carácter nacionalista, antiimperialista
y anti oligárquico, promovió en México una reflexión sobre el “ser” del hombre mexicano y
latinoamericano, que se tradujo en una serie de ensayos literarios con pretensiones filosóficas.

Vertiente historicista
Se origina también en México y es impulsada inicialmente por la influencia del filósofo español José
Ortega y Gasset a través de su discípulo José Gaos, quien llega a México a finales de los años treinta
como refugiado a causa de la guerra civil española. Adoptando las tesis historicistas de su maestro,
Gaos delinea el proyecto de reconstruir la historia de las ideas como base para elaborar una Filosofía
en lengua española, título de su importante libro publicado en 1945. Pero no hay duda de que la gran
figura del historicismo latinoamericano es Leopoldo Zea, discípulo directo de Gaos, quien propone y
desarrolla una reflexión sistemática sobre la historia de las ideas en el continente como presupuesto
indispensable para la generación de un filosofar propio.

Vertiente liberacionista
La filosofía de la liberación nace en el extremo sur, en Argentina. Fue allí donde hacia comienzos de la
década del setenta empezó a surgir un movimiento filosófico que recogía las preocupaciones
articuladas por otros sectores de la intelectualidad latinoamericana como la sociología de la
dependencia y la teología de la liberación. Antecedente importante fue la publicación en 1968 del libro
¿Existe una filosofía de nuestra América? del peruano Augusto Salazar Bondy, en el que se plantea
que la autenticidad de la filosofía latinoamericana vendrá como autoconciencia de la situación de
alienación y dependencia en la que se halla sumido el continente.

La Filosofía Latinoamericana tiene el mismo problema en el mundo que tiene la filosofía de la


liberación, la teología de la liberación y todo pensamiento que no sea europeo. Es difícil hacerse
conocer cuando los dueños de los medios de comunicación tienen interés tan concretos como el de
presentar el pensamiento mestizo europeo (griego-semita) como el valor universal del que debe
depender todo pensamiento, Filosofía, Teología o Sociología posteriores.
Zea, ya había olido hace siglos lo que se debería hacer para que nuestra América ocupe el lugar que
merece dentro de la historia: “hagamos frente al fanatismo, rompamos las cadenas que esos infames
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déspotas de la literatura pusieron sobre nuestros entendimientos y sacudamos el yugo de la


servidumbre filosófica“.

Es una experiencia hecha por casi todos los pueblos subyugados y colonizados por las potencias a las
que se les han considerado inferiores y capaces de nada. De esa concepción se sale de la fila
Latinoamérica, al menos en el campo de la filosofía, Teología y sociología comprometidas y basadas
en la realidad de nuestros pueblos, partiendo de lo que nos muestra la experiencia y no partiendo de
teorías, así “En la base de cualquier pensamiento latinoamericano impulsor de una liberación socio
política se halla la conciencia de una situación de injusticia grave y generalizada, caracterizada como
opresión de grupos y de pueblos. Las ideologías que han engendrado esta conciencia son muy
diferentes. En algunos casos ha sido la doctrina social que el magisterio de la iglesia católica o grupos
de cristianos comprometidos han elaborado a partir del Evangelio. En otros, la doctrina social
revolucionaria que numerosos grupos políticos de filiación marxista han elaborado a partir del
materialismo histórico. Otros, finalmente, han tomado conciencia a partir de distintos pensamientos
filosóficos, políticos y religiosos que proponen algún ideal humano en contraste con la realidad social
de nuestros pueblos”

Características de la Filosofía Latinoamericana.

1. Proyección vital: a la vida.

2. Producto social.

3. Valoración de lo telúrico, de lo terrrígeno.

4. Sentido de la historia.

5. Proceso de independencia: querer ser propio.

6. Inseguridad juvenil: como es Filosofía joven es insegura, inventa términos.

7. Sentido optimista del tiempo: se mira lo futuro, se ve no lo que se hizo sino lo que se puede
hacer.

8. Valoración de los aportes éticos.

9. Preocupación por lo social-político.

10. Connotación revolucionaria.

El tema de la filosofía latinoamericana presenta una duda inicial, José Gaos se ha preguntado “¿Hay
razón de ser hombres de lengua española o de América para no satisfacerse con la filosofía, por
ejemplo, de lengua inglesa o con la filosofía Europea sino, Asiática?”. Sabemos que la humanidad ha
desarrollado una rica tradición filosófica. Las problemáticas que han aquejado a cada época están
prolijamente detalladas en una multiplicidad de textos, hoy día, canónicos.
Entonces, ¿existe alguna razón para que nosotros, hombres de esta América, no nos contentemos
con esta rica tradición? Parece que si, porque la historia de las ideas en Latinoamérica está marcada
por un deseo constante de encontrar el camino de la propia filosofía. Si para los primeros filósofos
griegos la filosofía es afán de saber, ese afán, en Latinoamérica siempre se ha presentado como la
voluntad de dar respuesta nada más y nada menos, a nuestra capacidad y posibilidad de pensar.

Acerca del carácter de la distinción, en base a qué surge este sentimiento de distinción o mejor aún,
¿cuáles son los caracteres distintivos que ofrece el pensamiento filosófico latinoamericano? Lo cual a
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su vez nos lleva a preguntarnos acerca de la unidad de pensamiento en nuestra región. ¿Es lícito
tomar a Latinoamérica como un solo cuerpo?
En primer lugar, se ha tomado a Latinoamérica como un solo cuerpo, en virtud de la similar evolución
que han tenido las ideas en los distintos países. En Chile, en México, en Argentina, en Perú y en gran
parte del continente, se dan los mismos períodos de desenvolvimiento filosófico. Además operan las
mismas influencias con efectos análogos y se producen muy semejantes frutos intelectuales.

Tenemos, entonces, que el marco referencial de la filosofía latinoamericana es político, así lo han
entendido sus principales figuras y así ha quedado plasmado en el trabajo que a la fecha acumula
cientos de volúmenes. Realizar, sin embargo, el itinerario de las problemáticas no es nada fácil, no
sólo por su extensión y complejidad, sino fundamentalmente porque el carácter activo y casi militante
que sus creadores le ha conferido dificulta la tarea de clarificar y distinguir. Pareciera que en el
espacio de la reflexión latinoamericana no hubiera cabida a ningún tipo de objetividad, la necesidad de
tomar partido amenaza a cada instante con convertir cualquier trabajo de investigación en un punto de
vista parcial e interesado. Aun así, creemos que es posible realizar un mapa tentativo –y ciertamente
inconcluso– de algunas problemáticas que por su carácter general y en la mayoría de los casos
generacional, puede servir como introducción de lo que ha sido la reflexión filosófica en nuestra
región.

La Europa consideró que su destino, el destino de sus hombres, era hacer de su humanismo el
arquetipo a alcanzar por todo ente que se le pudiera asemejar, esta Europa, al trascender los límites
de su geografía y tropezar con otros entes, que parecían ser hombres, exigió a éstos que justificasen
su supuesta humanidad, esto es, puso en tela de juicio la posibilidad de tal justificación si la misma no
iba acompañada de pruebas de que no sólo eran semejantes si no reproducciones, de lo que el
europeo consideraba como lo humano por La filosofía comienza, entonces, en América con una
polémica sobre la esencia de lo humano y la relación que pudiera tener esta esencia con los raros
habitantes del continente descubierto, conquistado y colonizado. Dura problemática que hoy
avergonzaría a cualquier pensador, sin embargo, situación real que marcó la manera de conducir la
sociedad en su contexto jurídico, y en tanto que tal, filosofía política que sentó las bases de la
convivencia de los habitantes de América. Al menos en su primer periodo, porque hay que decir que a
pesar de la polémica entre Las Casas y Sepultada, los conquistadores mezclaban libremente su
sangre con aquellos a los cuales se estaba negando la humanidad, y cabe decir, que lo hacían no sólo
para enyuntarse, sino también, para formar familia y con ello, dar nacimiento al pueblo
latinoamericano. La escolástica que tomó el control de las reflexiones teóricas del tiempo de la colonia
se mantiene –con variantes locales y mayor o menor intensidad– hasta el siglo XVIII.

A fines de este siglo se produce una atmósfera de cultura equivalente a lo que se conoce en Europa
como la época de la ilustración y por eso algunos pensadores han denominado del mismo modo a
esta etapa del proceso hispanoamericano. Periodo que cobra real significado con el advenimiento de
los procesos revolucionarios de principios del siglo XIX y que se extiende aproximadamente hasta
1870, segmento de tiempo que configura el estadio de los emancipadores, definiendo por tal a los
pensadores que tomaron el relevo, en el ámbito del pensamiento, de las figuras emblemáticas de los
procesos independentistas.
Andrés Bello, los describe de la siguiente forma; “La obra de los guerreros está consumada; la de los
legisladores no lo estará mientras no se efectúe una penetración más íntima de la idea imitada, de la
idea advenediza, en los duros y tenaces materiales ibéricos”. Al definir Andrés Bello el perfil de estos
hombres como continuadores de la obra de los guerreros, los sitúa también como el fundamento de
las teorías políticas que surgirán en esta época. Concretamente estos pensadores darán cabida a la
discusión entre liberales y conservadores y protagonizarán las principales disputas acerca de la forma
de conducir el Estado y dirigir la sociedad civilizada
Tal vez quien mejor ilustra la voluntad de los emancipadores el propio Simón Bolívar, un hombre de
acción, pero que supo plantear una cuestión que sería capital para la reflexión de gran parte del siglo
XIX en el continente. Bolívar pide la total ruptura con el orden político, social y cultural, dentro del cual
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los americanos sólo pueden tener el papel de siervos. No teniendo nada propio a lo cual aferrarse, la
América bien puede hacer suyos los modelos y experiencias culturales que han triunfado en otras
latitudes. Las mismas naciones que habían marginado la cultura iberoamericana servirían como
modelo emancipador, para borrar el largo y equívoco pasado colonial. Habría que partir de cero,
apropiándose del modelo exterior, este será, el proyecto civilizador que adoptarán los emancipadores,
una generación de pensadores críticos en los que se adelantará, en muchos sentidos, la interpretación
que harán suya, años después, los positivistas latinoamericanos. Varios miembros de esta generación
crítica encontrarán posteriormente, en el positivismo, la justificación filosófica de sus interpretaciones.
Expresión de estas críticas al pasado colonial impuesto, lo serán entre otras la Memoria de José
Victorino Lastarria (1817-1888), presentada en 1843, bajo el título de Investigación sobre la
influencia de la Conquista y del sistema colonial de los españoles en Chile. La obra del mexicano
José María Luís Mora, publicada en 1837, titulada Revista política de las diversas administraciones
que la República Mexicana ha tenido hasta 1837. La obra del argentino Domingo Faustino
Sarmiento, publicada en 1845, Civilización y Barbarie. Vida de Juan Facundo Quiroga. Y aspecto
físico, costumbres y hábitos de la República Argentina. La obra de otro argentino, Juan Bautista
Alberdi, publicada en 1852, Bases y puntos de partida para la organización política de la República
Argentina. La de Francisco Bilbao, Sociedad Chilena, publicada en 1844.

De la misma forma como los conquistadores y colonizadores iberos, trataron de soterrar las viejas
culturas indígenas yuxtaponiendo las propias, los emancipadores latinoamericanos tratarán de
enterrar el pasado colonial, la cultura hispana y la indígena, así como el mestizaje a que dio origen la
Colonia. Se intenta una nueva yuxtaposición imitándose ahora los modelos culturales de la Europa
occidental, tanto las instituciones políticas sajonas como las expresiones de la Literatura y la Filosofía
de la Cultura de Francia. De igual manera se tomarán las expresiones a que diera origen la
democracia de los Estados Unidos. Ser como Inglaterra, Francia o los Estados Unidos serán las
metas del proyecto civilizador, por tanto será necesario anular el propio pasado, considerándolo
impropio. La emancipación política alcanzada por los libertadores, deberá ser ahora seguida por lo
que los civilizadores llamaron emancipación mental

En 1852, el argentino Juan Bautista Alberdi, al referirse al sistema educativo propio para los pueblos
como los latinoamericanos, que tratan de rebasar hábitos y costumbres impuestos por un largo
dominio colonial, escribe: “En nuestros planes de instrucción debemos huir de los sofistas, que hacen
demagogos, y del monarquismo, que hace esclavos y caracteres disimulados. Que el clero se eduque
a sí mismo, pero no se encargue de formar a nuestros abogados y estadistas, a nuestros negociantes,
marineros y guerreros. ¿Podrá el clero dar a nuestra juventud los instintos mercantiles e industriales
que deben distinguir al hombre de Sudamérica? ¿Sacará de sus manos esa fiebre de actividad y de
empresa que lo haga ser el yankee hispanoamericano?” Colindante con el anterior pensamiento el
mexicano José Luís Mora se empeñaba en alcanzar lo que llamaba la mayoría de edad mental.
Lograda la emancipación frente al poder político de la Colonia, era necesario dar el segundo paso, la
emancipación del espíritu, frente a hábitos y costumbres que ésta había impuesto a los americanos.
Los mexicanos particularmente sensibilizados frente al poder de su vecino país pensaban que sus
posibilidades pasaban por hacer de sí mismos una nación poderosa, para lo cual debía fortalecerse,
en primer lugar, mediante una educación que permitiese a los mexicanos ser tan fuertes como sus
vecinos. Sólo semejándose a ellos, podría resistir cualquier nuevo embate.
LEOPOLDO ZEA AGUILAR

Nació en México, Distrito Federal, el 30 de junio de 1912. Sobre el origen de su familia: “Creció en un
ambiente humilde al lado de su abuela Micaela, quien vendía dulces, tejía y planchaba ropa para
subsistir, pero que en sus ratos libres disfrutaba de la lectura al lado de su nieto”.

En 1936 ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, al mismo tiempo que estudiaba
Derecho en la respectiva Facultad y trabajaba como mensajero en Telégrafos de México.
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En 1938 se inscribió en el curso de Filosofía de José Gaos, quien leyó un trabajo suyo sobre Heráclito,
ante lo cual (narra el propio Zea),

El maestro José Gaos lo recomendó con Alfonso Reyes, quien le ofreció un sueldo en El Colegio de
México, para que se dedicara exclusivamente a los estudios filosóficos y dejara los jurídicos, lo cual
aceptó. Luego el mismo Gaos le sugirió como tema de tesis el estudio del positivismo en México, con
lo cual se interesó en la filosofía mexicana y más tarde se dedicó completamente a la filosofía
latinoamericana.

Recibió en 1943 el grado de maestro, y en 1944 realizó su doctorado en Filosofía como investigador
becario de El Colegio de México.

Se hizo famoso gracias a las tesis de grado El positivismo en México (1945), con la que aplicó y
estudió el positivismo en el contexto de su país del mundo en transición de los siglos XIX y XX. Con
ello, inició la defensa de la integración americana, concebida por el libertador y estadista, Simón
Bolívar y le dio un significado propio, basado en la ruptura con el imperialismo estadounidense y el
neocolonialismo.

En su idea de una Latinoamérica unida, defendió el pensamiento sobre el papel del hombre en la
región, aclarando que el descubrimiento de 1492 no fue sino un encubrimiento en términos culturales
y de saberes, producto del mestizaje ideológico para la configuración de la identidad latinoamericana,
cosa que expuso en el V centenario, en 1992. Luego, estudió el análisis ontológico de Latinoamérica
en los planos cultural y geo histórico.

Aportes: Su filosofía marcó su concepto de una América Latina unida; y no en la utopía, sino en la
realidad, en la lucha y renovación de un pueblo en demanda de dicho surgimiento, lo que le abrió la
puerta a otros estudiosos del tema en el futuro.

Uno de los puntos centrales de su filosofía, que se centra en una insistente y siempre actual pregunta
¿Es posible hablar de una filosofía latino-americana?, es el "proyecto asuntivo", que se basa en la
necesidad de no olvidar el pasado colonizador que implica la "asimilación de lo que ha sido" para
poder ser "algo distinto" sin por ello "dejar de ser quien se es".

Este pasado, reconocido y aceptado, debe ser superado histórica y filosóficamente con el objetivo de
crear un pensamiento nuevo, una "filosofía sin más".

Fue comparado con diversas personalidades del mundo intelectual, político y revolucionario, tales
como Germán Arciniegas, quien fue su amigo; con José Gaos, quien fue su maestro; con Víctor Raúl
Haya de la Torre, con Andrés Bello, con Simón Bolívar y con Domingo Faustino Sarmiento, entre
muchos otros.

Obras
- Introducción a la Filosofía
- El positivismo en México: Nacimiento, apogeo y decadencia
- Apogeo y decadencia del positivismo en México
- En torno a una filosofía americana
- Ensayos sobre filosofía de la historia
- Dos etapas del pensamiento en Hispanoamérica
- La filosofía como compromiso y otros ensayos
- América como conciencia
- La conciencia del hombre en la filosofía: Introducción a la filosofía
- El occidente y la conciencia de México
- América en la historia
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- Las ideas en Iberoamérica en el siglo XIX


- La cultura y el hombre de nuestros días
- El pensamiento latinoamericano
- La filosofía americana como filosofía sin más
- La esencia de lo americano

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