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33 Días
De Ti

Hunab Amaya

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Todos los derechos reservados © Luis Enrique Amaya Vázquez.
Primera edición por Hunab Amaya.
Legal Dpt.: -
ISBN: -

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Gracias a Julia Pieper, quien me inspiró a redefinir y redescubrir
la belleza de la vida. Gracias a su poder femenino pude
reinterpretar la existencia como una experiencia llena de alegría,
misterio y propósito. Que Dios sostenga este amor en la palma
de su mano y que todas las personas en todo el mundo vivan esta
bendición por su cuenta.

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La historia de este breve texto me llena de inspiración tan sólo
al recordarla. Tuve la maravillosa oportunidad de conocer a una
mujer espectacular. Todas las mujeres son únicas, pero ella tiene
una chispa particular que ilumina todo aquello que le rodea. Yo
era un hombre que llevaba mucho trabajo personal realizado,
principalmente en mejorar mis hábitos y reparar cualquier daño
emocional causado en mi pasado. La vida me había mostrado a
duros golpes el significado de amar incondicionalmente y valorar
a través de la gratitud. Así que cuando conocí a esta grandiosa
mujer, había recientemente eliminado mis expectativas de cómo
debería o no ser el amor. Había dejado ir ya la imagen ideal que
se aferra en la mente sobre cómo podría ser “el amor de mi vida”,
comprendiendo que los individuos que conforman una pareja no
se encuentran, sino que se eligen y se construyen. Y ella tan sólo

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apareció; con un sutil y alegre humor que reflejaba un mágico
entusiasmo.

Los días pasaron, y ambos mostramos interés en compartir


tiempo y espacio. Hallábamos agradables nuestras presencias, y
nuestras energías se transmutaban en risas y sinceras caricias.
Vivimos un enamoramiento sobrio, vivo, multicolor. Nuestras
almas se conocieron con miradas, palabras y silencios. Pensé
durante ese tiempo lo afortunado que era, pues no sólo le veía
muy atractiva y de inigualable personalidad, sino que me
encontraba siendo correspondido en todo sentimiento. El “aquí
y ahora” se volvió nuestro centro, y cada segundo vivido era
extendido hasta el límite.

Lamentablemente ella vivía del otro lado del planeta. El


boleto de avión de regreso a su país ya estaba comprado. Ella
debía atender compromisos importantes que había adquirido
aún antes de habernos conocido. Así que hicimos valer los pocos
días que teníamos para pasar juntos. Conocimos lugares
asombrosos, conversamos de los temas más descabellados y
reímos hasta que el estómago nos pidió descanso. Sin
prometernos nada, nos dijimos el uno al otro cuánto nos
amábamos. Llevaba años planeando una visita a su continente.
Fue entonces que decidí viajar hasta allá para reafirmar el amor
que había nacido y compartir el sentido de pertenencia que desde
la libertad había florecido.

Cuando se fue, por primera vez mi mundo no se había venido


abajo. Mi corazón sentía dolor, pero había logrado templar el
sufrimiento, manteniendo recuerdos de empoderamiento y
crecimiento a su lado. Entonces comencé a trabajar más duro

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que de costumbre. Visualicé mi boleto de avión para ir a verla 4
meses después; cuando según yo tendría el tiempo y el dinero
por seguro. Todos los días conversábamos por mensaje de texto,
llamada o video. Aquello que nos mantenía unidos trascendía
distancias y medios. Siempre teníamos tiempo el uno para el
otro, y comencé a pensar que tal vez había encontrado a la
persona que me acompañaría por el resto de mi vida.

Un dia me sorprendió enviándome una fotografía de un


boleto de avión a mi ciudad, tan sólo a 35 días de distancia. Casi
me vuelvo loco de la emoción, y por supuesto mi mente comenzó
a maquinar todas las cosas que sucederían a partir de ese
momento. Entendí que ella de verdad me amaba; que de verdad
deseaba estar conmigo.

Al día siguiente de recibir esta noticia, vi a un amigo que


estimo mucho por sus capacidades de resiliencia y su temple
espiritual. Ambos habíamos quedado de vernos en un café para
comentar lo sucedido. Al escuchar la historia completa sonrió,
me dijo lo feliz que estaba por mí y continuó diciéndome: “Sólo
hay algo que no debes olvidar; lo que sientes por ella no viene de
ella, sino de ti mismo. Es por todo aquello en lo que has
trabajado los últimos años en soledad. Aprende a amarla en todo
aquello que encuentras a diario, y habrás aprendido a amar de
verdad”. Al principio no lo comprendí muy bien. De hecho, su
segunda explicación me confundió aún más. Terminó la
conversación especificando: “Encuentra el amor que sientes por
ella en tu día, esté ella presente o no. Sólo así aprenderás a amar
de verdad, y eso ella y el Universo te lo agradecerán y
recompensarán”.

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Afortunadamente el día siguiente fue un sábado, por lo que
pude dedicarme a la meditación de todo lo sucedido. Entonces,
comencé a escribir cada uno de los textos que a continuación
presento. Fueron 33 días exactos desde que comencé el ejercicio
hasta nuestro nuevo encuentro. En cada uno de ellos, recitaba
desde el corazón lo que mi gran amigo me había sugerido.
Gracias a este poderoso y magnífico ejercicio pude comprender
el significado de amar y trascender toda enseñanza que hasta
ahora tenía sobre ello. Siendo la vida misma la maestra que me
educara en el arte de amar, y mi contemplación atenta sobre lo
que tenía ella que enseñar, hoy comparto contigo este trabajo
fabricado con puro amor.

Deseo que esta historia y sus resultados logren inspirar en ti


una forma nueva de apreciar la vida como el amor que en ella
podemos encontrar día con día. Este ejercicio me permitió
experimentar un incomparable reencuentro, lleno de magia, luz
y poder. Gracias a esta maravillosa mujer por decidir amarme y
permitirme descubrir a través de ella lo mejor de mí mismo.

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Día 1
Llevaba ya tiempo planeando este viaje junto a mis amigos
más queridos. Visitamos las majestuosas montañas del norte, en
donde el celoso desierto impide la vida abundante. Tras un largo
día de caminar y explorar, subimos por un estrecho cañón del
que provenía un misterioso canto. Escalamos a pesar del
aparente peligro, descubriendo en el trayecto una inesperada
armonía de verdes. Así, llegando a la cúspide de la comisura de
las montañas, brotaron a nuestros ojos cientos de flores,
pequeñas como las joyas de los anillos. Fue tal la sorpresa que
me incliné hacia una de ellas, una que poseía un color tan
llamativo como el fuego. La tomé entre mis dedos y sin
arrancarla me convencí a mí mismo de lo bella que era. Y
entonces te recordé, y pensé que tan minúsculo objeto era capaz
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de evocar tu magnífica belleza. Te encontré en una diminuta flor
en lo alto de las montañas, y es que a pesar de su delicadeza,
ambas se aferran a florecer y ser bellas en donde uno pensaría
que sólo hay olvido.

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Día 2
Esta tarde me reencontré con una vieja y querida amiga. Ella
lucía tan hermosa y contenta como desde hace 1 año que la
recordaba. Es cierto, le amé y ella me amó, y nos veíamos una
vez más para contarnos todo aquello que había sucedido.
Después de una elegante cena, salimos a caminar por la vereda
del parque al que más acudíamos. Ahí, bajo una noche iluminada
por la luna creciente, le hablé de ti. Sentí que su humor se
desvaneció, y que una ligera decepción se apoderaba de su
sonrisa. Así que tomé suavemente su rostro y con voz serena dije:
“Gracias a ti es que hoy puedo amar como lo hago”. Entonces te
vi en la sonrisa que me dio como respuesta, y comprendí que
pensaba, sentía y hacía lo correcto. Te pude reconocer en la
sabiduría de una mujer que ama y deja al otro que ame en
libertad.
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Día 3
El día de hoy fue lluvioso. Tuvimos la oportunidad de
conversar por mensajes de texto mientras me desplazaba de
regreso a casa. Enviaste uno en particular que me dejó pasmado:
“No sólo te amo, sino que amo quien soy cuando estoy contigo”.
Me detuve un par de segundos a degustar tu mensaje, cuando
desde lo alto de un árbol cayó una gota de lluvia sobre la pantalla
de mi móvil. La gota magnificó una letra “o”, y entonces te vi
ahí. Sentí amor por aquella pizca de agua, de cielo, pues me hacía
pensar en tu claridad y en tu fluidez para amar y ser amada.

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Día 4
Hoy desperté más temprano de lo normal, cuando el sol aún
no ha salido. No me encontraba del todo conforme con
interrumpir mi sueño, así que salí al jardín a tomar aire fresco.
Miré al cielo aún oscuro y te encontré en un punto brillante del
cielo. Era Venus, el místico planeta ligado al amor y a la guerra.
Pensé en cuántos hombres habrá guiado en sus viajes a lo largo
de la historia del planeta. Su luz era tan radiante y pura que sólo
podía pensar en el brillo que tus ojos despedían. Una estela que
hacía vibrar mi corazón tan fuerte como tus palabras de amor a
mi oído. Pude encontrarte en el punto más luminoso de la noche.

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Día 5
Me habían invitado a tocar algo de música en una ceremonia
de cacao. Como es la costumbre, la gente compartía amor,
alegría y fiesta. Miré que todos venían acompañados, y aquellos
que no, eran capaces de encontrarse y conocerse para iniciar algo
nuevo. Sentí que te extrañé por breves momentos, que tu
ausencia causaba un hueco en mi corazón. Llegó el momento de
la música, y con mis ojos cerrados, comencé a tocar las primeras
notas. Nació un vaivén que danzaba entre un Fa# menor y La
mayor. Como lo sabes, la nota de La se encuentra en ambos
acordes. Al cantar esa nota, pude sentir la forma perfecta en que
se vestía con la armonía. Pensé en ti, y repetí tu nombre una y
otra vez en voz baja, siguiendo la nota de La. Y te encontré ahí,
en un tono precioso que coloreaba un momento de alegría y
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felicidad en mi vida; en una nota dulce y sostenida en la
perfección de la música.

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Día 6
Tuve un día pesado en la oficina. Ha sido de esos días en que
siento que mi trabajo es insuficiente, a pesar de que intento dar
lo mejor de mí mismo. La secretaria de la organización es una
mujer vieja, y constantemente se queja. Le entiendo
perfectamente, pues su historia personal es dura, y la cantidad de
trabajo que ella ejerce a comparación de mí es brutal. Hoy le vi
vuelta loca por pendientes sin terminar, y pude sentir sus ganas
de terminar con todo. Entonces entendí que, a pesar de su
apariencia y sus pensamientos, era una mujer completamente
leal. Hacía lo que hacía porque amaba ayudar, y era tal su
dedicación, que estaba dispuesta a pasar días como esos para
sostener a su familia. Entonces comprendí el gran poder que la
mujer posee cuando ama, y pensé en ti. Te vi en sus ganas de
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salir adelante, en su vejez y en su intensión de proteger a quienes
ama. Sentí tanta ternura por aquella mujer, que le abracé y le dije
que todo estaría bien.

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Día 7
Suelo andar a las prisas, y muchas veces mi alimentación no
es la más correcta por ello. Pero hoy dediqué un tiempo especial
para preparar mi desayuno. En la soledad de mi departamento
reproduje piezas de Frank Sinatra, Mia Farrow y Billy Vaughn,
mientras cortaba fruta fresca. Así que miré un pequeño durazno,
suave y muy rojo. Este fruto en particular me recordó tu suave
piel y la dulzura que alberga en tu interior. Y pensé lo maravilloso
que era degustar la comida sin prisa. Di gracias por los sentidos
que me permitían contemplar el alimento con tal amor.
Comprendí que el alimento está vivo, y que si uno le come con
amor, ellos nos nutren con el mismo sentimiento. Así es nuestro
amor.

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Día 8
Este día fue fantástico. Después de algunas horas de camino,
llegué a mi playa favorita en el pueblo de Tulum. Pensé en ti
durante todo el trayecto, y lo mucho que me hubiera gustado
compartir una buena charla contigo. Al pisar la arena, mi cuerpo
sintió un alivio único. El mar turquesa se veía totalmente limpio,
y la gente que ahí se encontraba parecía sacada de una película;
todos se encontraban felices y llenos de ánimo. De un lado, un
grupo de jóvenes jugando con un balón; del otro, una familia
compartiendo el alimento. Decidí recostarme unos momentos
debajo de una palmera que me ofreció sombra, y así contemplé
la inmensa alfombra azul de agua. Entré a nadar en soledad, y
me mantuve en un espacio en el que el agua llegaba a mi pecho.
Las olas estaban ligeramente agitadas, lo suficiente para separar
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mis pies del piso en diferentes ocasiones. Sentía que era
nuevamente un niño que se encontraba jugando en el mar. Sentí
diversión, alegría, aventura en cada ola que me levantaba. La
sutileza del mar era tal que sentía que flotaba sin esfuerzo alguno.
A su vez, las nubes poco a poco tomaban un alucinante tono
violeta, mismo que coloreaba de nostalgia el momento. Entonces
te vi en el agua y en el cielo. Te reconocí como la sangre del
planeta. Sentí que así era nuestro amor; como el vaivén que
provocaban las olas sobre mi cuerpo, como el juego que el mar y
yo jugábamos.

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Día 9
Después de un largo día de trabajo, visité el parque frente a
mi casa. Compré algunas frutas para comer, entre ellas mi
favorita: un mamey. Dio la casualidad de que mientras compraba
la fruta, un grupo de niños exploradores pasó a mi lado. Escuché
a lo lejos lo que el guía del grupo decía. Era un recorrido de
educación ambiental por el parque. Decidí seguirlos para
escuchar y aprender junto con ellos mientras comía mi fruta. El
guía detuvo al grupo en un amplio espacio de tierra, sin árboles
ni plantas grandes. Invitó a todos los niños a plantar las semillas
que desde el inicio les había proveído, recordando la importancia
de la vida y la paciencia requerida para contemplar su
nacimiento. Entonces tomé la semilla del mamey que comía y
comencé a cavar un pequeño hueco en la tierra. Mientras lo hacía
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pensé en ti. Reconocí que nuestra relación, a pesar de la
distancia, era como aquella semilla. Pensé en el proceso de
esperar, cuidar y amar a una planta para cosechar su fruto en el
futuro. Con mucho cariño, y rodeado de niños llenos de
entusiasmo, miré mis manos llenas de tierra y pensé lo
maravilloso que era el proceso de la vida en sí mismo.

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Día 10
Hoy tuve un momento de claridad en la oficina. Había
terminado mis pendientes desde muy temprano, y me
encontraba mirando hacia afuera de la ventana, justo al jardín.
Tomé tres bocanadas de aire fresco y cerré mis ojos. Comencé a
imaginar el tono de tus ojos, azules como el cielo. Recordé tu
mirada al amanecer, y sentí incontenibles ganas de volver hacia
atrás en el tiempo. Entonces abrí mis ojos e inesperadamente
revoloteó una preciosa mariposa azul frente a mí. Me maravilló
su hermoso tinte y su forma de volar. Comprendí que tu belleza
se asemejaba a la de aquella sublime mariposa, que con la
intensidad de su color alumbraba mi atención, recordándome
que es tu libertad de volar lo que me cautivó.

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Día 11
Caminaba a lo largo de un mercado cercano a mi casa.
Buscaba algunas frutas y productos de aseo personal, por aquello
que activar la economía local es lo mejor. Mientras un vendedor
me convencía de comprar jabones artesanales, una mujer de edad
avanzada y con vestido tradicional se acercó a pedirme unas
monedas. Le dije que no cargaba monedas conmigo en aquel
momento, pero que en otra ocasión podría ser. Sus ojos
cabizbajos miraron el piso y con angustia arrastró sus pies
siguiendo su camino. Inmediatamente compré aquel jabón con
el billete que ya tenía en mi mano y recibí algunas monedas de
cambio. Entonces seguí aquella anciana, quien ya se encontraba
pidiendo ayuda a un comerciante de ropa. Toqué su hombro
para llamar su atención; giró su cabeza con lentitud y me
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reconoció sonriendo. En ese momento sentí la fragilidad de su
existir. Me pregunté cuánto podría pasar todos los días para
andar sola por ahí pidiendo ayuda de cientos de extraños, y aún
así, continuar sonriendo como lo hizo en ese momento.
Entonces te imaginé en tu vejez, y supe que lo último que
desearía para ti era aquella vulnerabilidad. Tomé todas las
monedas que tenía en ese momento y se las di, esperando que
hubiera alguien en casa esperándole. Deseé desde lo profundo de
mi corazón acompañarte hasta llegar a ser viejos, y así, que
ninguno estuviera solo.

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Día 12
Como parte de las actividades de mi trabajo, organizamos un
recorrido con un grupo de artistas internacionales a una
comunidad maya, ubicada al sur de Cobá, en Quintana Roo,
México. Iniciamos visitando el sitio arqueológico, y
posteriormente acudimos con una familia maya para compartir
los alimentos tradicionales y conocer el santuario de la abeja
melipona. La gente cuenta que la abeja melipona se consideraba
sagrada para los mayas, no sólo por las propiedades curativas de
su miel, sino porque es la única abeja sin aguijón. Las personas
de la comunidad nos dieron una cálida bienvenida,
ofreciéndonos una experiencia culinaria muy especial. Al
terminar de comer, nos dirigimos al meliponario, donde además
de participar en el ritual para ser aceptado por la colmena, nos
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hablaron a detalle del maravilloso animal. Lo mágico sucedió
cuando se nos permitió mirar al interior de los panales
construidos por las abejas. Pude apreciar sus magníficos diseños
y su asombrosa organización. Además pude probar la miel
directamente del panal, lo cual no causó molestia en las abejas.
Los colores, aromas y sabores me recordaron a tu piel, a tu
cabello y a tu boca. Pensé que eras tan hermosa como cada una
de esas abejas y que tu amor era como su miel; dulce camino al
éxtasis.

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Día 13
Esta noche asistí a una meditación realizada en un complejo
residencial cercano a mi casa. Los residentes nos recibieron con
un ánimo familiar, totalmente ameno y agradable. Comenzamos
a musicalizar el ambiente, armonizando con tonalidades místicas
el momento. La gente formaba un círculo alrededor de un
humilde altar, en donde tres velas encendidas sostenían la única
luz en el sitio. Todos mantenían sus ojos cerrados, pero yo miré
la flama de una de las velas, siguiendo su danza serena y
espontánea. Entonces te vi en ese fuego precioso, tan calmo y
con ganas de continuar existiendo. Entendí que eras para mi vida
lo que ese punto de luz representaba para aquel círculo de
personas. Mi atención se aferró a la luminiscencia tanto que mi
consciencia experimentó un indescriptible placer; tan similar
como el mirar tu silueta durante el atardecer.
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Día 14
Caminaba nuevamente por la misma playa en la que sucedió
nuestro primer beso. Esta noche en particular se encontraba al
desnudo, con un cielo completamente despejado que dejaba ver
las estrellas que contemplamos juntos. Ahí se encontraba Sirio,
el punto más brillante del cielo nocturno, pulsante y atractivo.
Recordé aquella larga explicación que te di sobre el nacimiento
de las estrellas, y como Sirio en particular, estaba compuesto por
dos de ellas, que danzaban en una órbita perfecta a pesar de
poseer propiedades tan diferentes. Fue entonces claro que
nuestro amor era como el que se tenían esas dos estrellas, que a
pesar de ser tan distintas, juntas formaban la chispa más
iluminada del firmamento.

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Día 15
Sé lo mucho que te gusta el Yoga, en especial en parejas. Te
he visto tan entusiasmada con esta parte de tu vida, que decidí
practicarlo para acompañarte. Me reúno con excelentes amigos
que disponen amigablemente sus cuerpos para divertirse con el
ejercicio. Hoy experimenté por primera vez un acercamiento a
un cuerpo que no era el tuyo. Afortunadamente, ella poseía más
experiencia que yo en esta disciplina, por lo que me guió a la
calma a través del respeto y la confianza. Mientras mis pies
sostenían sus piernas balanceándola en el aire, realizó una
postura que dignificó su totalidad. Entonces, pensé en ti. Te
imaginé en tal posición, contemplando el mar turquesa que a lo
lejos decoraba la vista. Y me entusiasmé tanto como tú, no sólo
en comprender la belleza del trabajo corporal realizado, sino por
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pensar que serías tú quien estuviera ahí. Supe de inmediato que
te encontrabas en aquella postura de Yoga.

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Día 16
Desde muy temprano subí a la azotea del edificio en el que
vivo. Como bien lo sabes, me encanta realizar ejercicios para
activar mi cuerpo desde que sale el sol. Hoy decidí escalar hasta
la parte más alta del lugar, justo sobre el techo del último
departamento. Ahí, con la oportunidad de contemplar el
horizonte desde lo alto, pude disfrutar de los primeros rayos de
luz golpeando mis párpados. Comencé entonces a mover mi
cuerpo despacio, adoptando las posturas que más disfruto del Qi
Gong. Por unos momentos, el viento comenzó a soplar con más
intensidad. Permití que mi cuerpo respondiera con ligereza a las
direcciones que el mismo aire indicaba. Sorpresivamente me
encontré siguiendo el flujo del aire según su marca. Sentí que
mis extremidades perdían peso y que cada caricia que el viento
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ofrecía a mi cuerpo me disolvía en serenidad con él. Tú eras
como el aire, que me movía de un lado a otro en un mágico y
espontáneo baile.

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Día 17
Decidí pasar todo el día en casa y dedicarme a la pintura.
Tengo un libro para colorear que me permite aclarar y relajar la
mente para estimular mi creatividad. La obra a trabajar simulaba
el cielo nocturno, donde era posible ver estrellas, planetas y
galaxias. Comencé a utilizar los tonos púrpuras para definir la
luz interestelar que es posible apreciar en los cúmulos de galaxias
lejanos. La música de fondo armonizaba perfectamente un buen
audiolibro de espiritualidad y superación personal, así que mis
ojos y mis oídos se encontraban completamente estimulados.
Decidí utilizar el color violeta para dar vida a las fibras luminosas
que conectan cuerpos masivos entre sí, y entonces te pensé. No
sólo relacioné el tono de tus labios con aquel vivo color, sino que
me di cuenta que te encontrabas en cada uno de los trazos
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necesarios para pintar la obra. Entendí que se requería de mucha
paciencia y amor para terminar aquel trabajo de manera
impecable. Supe que la belleza también se construye, y continué
la obra con una gran sonrisa en el rostro, pensando que sería para
ti al estar terminada.

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Día 18
Hoy he tenido una larga caminata por la ciudad. Realicé
varias compras importantes para el proyecto nuevo en el que
estoy trabajando, del cual planeo hacerte parte si es tu deseo. El
día fue despejado, y el calor del caribe se manifestó en pleno
febrero. Mientras me encontraba sobre la acera de una avenida
principal, recordé aquel paseo que tuvimos por la selva. Recordé
la forma en la que tomé mi collar favorito, envolviéndolo al
rededor de mi mano y colocando su gema sobre la palma de mi
mano. Así, nos tomamos de las manos sosteniendo la gema y
caminamos en silencio de regreso a casa. Así que tomé
nuevamente mi collar y lo enredé de la misma forma, sólo que
esta vez no pude tomar tu mano. Sin embargo, entendí el poder
del símbolo que damos a los objetos, y comprendí que mi collar
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no era un simple collar, sino un maravilloso recuerdo de un
momento valioso y memorable. Te vi y reconocí en mi collar,
sabiendo que de una u otra forma, te llevaba en mí a donde
quiera que fuese .

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Día 19
Me involucré en una asombrosa expedición marítima en la
laguna de Bacalar. Un grupo de 8 personas conformaban la
embarcación. Después de un recorrido de al menos 50
kilómetros a través del agua, llegamos a una pequeña isla en el
centro de la laguna. Todos bajamos a explorar aquel misterioso
pedazo de tierra, en el que inmediatamente reconocimos un
árbol viejo y de gran tamaño. Subí hasta la parte más alta, donde
podía contemplar el agua turquesa desde las alturas. Ahí arriba,
decidí practicar mi balance, confiando en mis piernas y la
resistencia del árbol. Al alcanzar el equilibrio y la paz, el viento
provocó que las hojas del árbol comenzaran a acariciar mi
cuerpo. Entonces pude reconocerte en la confianza y amor que
sentí por este ser vivo. Me di cuenta que te percibía como un
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fuerte y resistente árbol, que da sombra, fruto y compañía a aquel
que le ama con el corazón.

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Día 20
Hoy visité aquella hermosa comunidad dentro de la jungla en
la que alguna vez estuvimos. Tuve la oportunidad de conversar
con el abuelo y guardián de aquellas tierras. Compartía con
sabiduría el significado del “sueño americano”, mientras unos
cuantos escuchábamos. Dijo que el sueño americano era un
momento en particular de la historia de América en que el
indígena olvidó el origen de la riqueza y abundancia. Entonces
tomó un puñado de tierra del piso y dijo con certeza que ahí se
encontraba la verdadera riqueza y que hasta no comprender
nuevamente como humanidad esto, permanecíamos condenados
al sueño. “Despertar significa recordar que la riqueza está en la
tierra”. Pude verte entonces en aquel puño de tierra, y después
en la que se encontraba debajo de mí. Y entendí por qué se le
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dice “madre” al planeta, y descubrí riqueza y abundancia
incalculable también en ti.

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Día 21
Hoy fue mi último día en el apartamento que conociste.
Decidí irme de ahí como preparativo para aligerarme y poder
visitarte este mismo año. Después de empacar durante la
madrugada, decidí recibir al sol en la terraza por última vez.
Mientras respiraba el aire fresco de la mañana y recibía los
primeros rayos de luz, escuché el canto de unas aves acercándose
rápidamente. Abrí los ojos y frente a mí se postraron dos xtakay,
el pájaro amarillo maya. Después de un breve silencio cantaron
sutilmente y en conjunto, para después volar nuevamente en
sincronía. Mientras volaban, continuaban regando su bello
silbido por las calles. Pensé entonces en nuestro amor. Supe lo
libres que somos y deseé volar a tu lado como lo hacían aquellos
pájaros, que en total libertad deciden acompañarse para juntos
por el mundo cantar.
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Día 22
Pasé todo el día de hoy ordenando y acomodando mis
pertenencias en mi nuevo hogar. Me fue insuficiente el tiempo
para dejar todo listo, por lo que aún habían cajas y ropa dispersos
por toda la habitación donde duermo. Exhausto y con la
esperanza de continuar al día siguiente con más luz, me recosté
sobre el piso y me dispuse a dormir. Como el lugar es nuevo, el
cuarto donde me encuentro es alumbrado por una pequeña
lámpara de tela en el piso, que con su tenue blanquecino revela
el signo del Om. Mirándolo fijamente comprendí la gran
función que cumplía esa luz en mis actividades del día a pesar de
su sutileza. Pensé que tu luz era muy similar, no por su
intensidad sino por su tan oportuna capacidad de iluminar.

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Día 23
Esta mañana realicé mis ejercicios físicos en la palapa
comunitaria del nuevo lugar en el que vivo. Aún antes de que el
alba diera color al cielo matutino, mi cuerpo ya se encontraba
activándose. No sólo me di la oportunidad de experimentar
posturas nuevas de Yoga, sino que pude sentir en todos mis
sistemas la vibrante energía del sitio en el que me encontraba.
Así, en la postura del Guerrero, elevando mis palmas
suavemente, miré al techo y percibí los primeros rayos del sol
entrando por un pequeño hueco. Esta estela de luz escarlata
embelleció el cenit de la estructura de hoja de palma,
recordándome el tono de tu rostro al sonreír. Pensé nuevamente
que eras tan símil a la luz en todas sus facetas que comprendí que
nuestro amor es luz.
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Día 24
El jardín de mi nuevo hogar está lleno de plantas y flores que
armonizan el espacio. Esta mañana dediqué unos minutos a
observar cada una de ellas. Una flor de pétalos anaranjados era
sostenida por un tallo verde con largas espinas del mismo color.
Pensé que un ser tan bello podía necesitar espinas para
protegerse de ser arrancada de la vida. Así que recordé aquellas
vivencias amargas en las que tropecé en el amor, y pensé que eran
como espinas tocando ligeramente mi piel, recordándome su
sensibilidad. Mas supe que gracias a esas espinas, hoy era capaz
de respetar a la flor, dejándole brotar y ser viva; y eras tú aquella
flor.

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Día 25
Hoy visité una comunidad en medio de la selva. Es parte de
los proyectos en los que me he involucrado como voluntario para
contribuir en la sociedad. Llegamos a una plaza central, donde
los niños jugaban bajo la sombra de un gran árbol autóctono. La
misión era clara, evaluar dicho árbol para transformarlo en un
tesoro natural y garantizar su protección. Mientras los
especialistas trabajaban en ello, una hermosa niña de vestido
tradicional se acercó y me pregunto sonrojada por lo que
hacíamos. Al explicarle, miró al árbol y dijo desde el corazón
“Gracias”. Inmediatamente se sentó en una banca junto al árbol
y miró atenta la labor que realizábamos. Pude ver en sus ojos

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rasgados inocencia, compasión y esperanza por la vida. Te vi
claramente en su mirada, tan dulce, sincera y llena de fe.

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Día 26
Decidí recibir el amanecer en la playa. Amo sentir la esencia
solar derramándose por el horizonte y acariciando mi piel.
Definitivamente gocé de una meditación muy profunda, en la
que se manifestaron auténticas sensaciones de calma y
templanza. Al prepararme para irme del lugar, miré sobre la
arena una concha diminuta de caracol. La tomé con la mano
izquierda y la llevé directamente a mi pecho. Imaginé que aquella
espiral perfecta se asemejaba a la danza que nuestros corazones
realizan cuando están juntos. Me di cuenta que ese había sido el
hogar de un caracol, y que la enseñanza estaba en la relación del
caracol y su concha. Vi en ti mi hogar y la posibilidad de que
este me acompañara a donde quiera que fuera.

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Día 27
Asistí a una ceremonia de cacao dirigida por dos amigos
nuestros. Llegué desde muy temprano para ayudar con los
preparativos. Conforme el sol se despedía detrás de las palmas y
regaba sus últimos destellos de luz en el mar, más gente llegaba
al lugar. Noté que llegaban muchas parejas, mismas que
hablaban entre sí con familiaridad. Encendimos una fogata y
dimos inicio a la ceremonia en cuanto las primeras estrellas
anunciaron su aparición. La música y la danza comenzaron, y las
almas que ahí se encontraban se despojaban lentamente de la
vergüenza y los juicios. Yo tocaba mi guitarra, sentado frente el
calor del fuego y acompañado de un par de músicos más.
Mientras miraba el festín desenvolverse, la luz de las llamas
atrajo mi atención hasta fijar mi mirada en su bamboleo.
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Entonces el tiempo se disolvió, y la energía de las flamas se
impregnaba en mi totalidad, fundiéndome lentamente con su
sustancia. Entonces supe que te encontrabas en ese calor, que me
llevó al momento en que en la intimidad nos fundimos siendo
uno sólo.

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Día 28
Hoy tuvimos una llamada por teléfono en la que hablamos
sobre las cosas que haríamos cuando estuviéramos juntos. Había
sido un día lluvioso, por lo que me encontraba recostado
cómodamente en el sofá de la sala, escuchando la dulzura de tu
voz y mirando la lluvia golpear la ventana. Justo acababa de
decirte lo poderosas que consideraba nuestras fuerzas uniéndose,
cuando en sincronía con la oración se escuchó el rugido de un
relámpago causando estruendo en la casa. Mi corazón se
sobresaltó y todo mi sistema nervioso se activó al instante, como
reafirmando lo que recién salía de mi boca. Entendí que nuestra
energía era como la del rayo, luminosa y vibrante, capaz de
encender el intento y la voluntad a fugaz velocidad.

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Día 29
Una vez más caminaba sobre la playa en la que sucedió
nuestro primer beso. Me encontraba justo a unos pasos del
excéntrico restaurante en el que tuvimos una larga y reveladora
conversación, cuando escuché música proviniendo del lugar.
Eran sonidos típicos del caribe, alegres y energizantes. Recordé
aquel momento en que juntos intentamos bailar esos ritmos por
vez primera, riendo intento tras intento. Cerré mis ojos y decidí
imaginarte a mi lado, haciendo un ligero esfuerzo por bailar
nuevamente juntos. Sentí claramente tu presencia, como si la
música evocara nuestras infantiles almas dispuestas al juego.
Amé la ridiculez en la que me envolvía, pues a pesar de bailar
junto a un recuerdo, disfruté ese estado de felicidad puro al saber
que pronto estarías nuevamente conmigo.
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Día 30
Había llegado a casa muy agotado, por lo que permití a mi
cuerpo descansar por un largo tiempo sobre mi cama antes de
dormir. Frente a mí se encontraba la foto de mi madre sobre una
repisa, misma que miré fijamente por algunos minutos.
Comencé a hablar con su imagen en voz alta, sabiendo que era
capaz de escucharme donde quiera se encontraba. Le hablé de ti
y del gran amor que sentía desde tu llegada, así como la gran
emoción que afloraba en mi interior por tu regreso. Entonces
una voz dentro de mi corazón respondió asegurando que tú eras
una manifestación del amor incondicional que mi propia madre
me tenía, y que a través de ti el poder de la energía cósmica
femenina me nutriría como nunca antes. Comprendí entonces
que eres tú un medio por el que la madre naturaleza se encarna,
y que juntos representamos la totalidad como Shiva y Shakti.
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Día 31
Hoy me encontraba en un espacio ceremonial fabuloso en
medio de la selva del caribe. Llegué mucho más temprano de lo
necesario, pues aún no había nadie en el lugar. Fuera del templo
había un espacio abierto en el que pude sentarme sobre el tronco
de un árbol caído a dejar pasar el tiempo. Ahí sentado, pude
sentir la gran calma que la naturaleza ofrecía. Los sonidos que
percibía eran producidos por el movimiento de los árboles con el
viento, el diverso cantar de las aves y el caminar de los animales
silvestres. Todo mi cuerpo sintió una profunda serenidad y dejé
que mis ojos se cerraran poco a poco, cayendo en una ensoñación
donde mi atención se mantuvo activa. Mi mente quedo clara, y
el fluir de mis pensamientos cesó. Entonces sentí no sólo que un
silencio interno se manifestaba, sino que también todo sonido a
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mi alrededor se desvanecía. Entonces me vi sumergido un
silencio total que me pareció tan atemporal como un sueño. Tras
unos segundos de contemplación de esta “nada”, vino
inmediatamente a mi mente el recuerdo en que por vez primera
compartimos música con nuestros instrumentos, seguido de una
veloz reproducción de todos los momentos que compartimos
juntos. La última imagen presentada fue verte sentada a mi lado
en aquel árbol, en aquella selva, fuera de aquel templo,
mirándome fijamente y sonriendo en paz. Entendí que te
encontrabas incluso en el más profundo de los silencios, y que tu
alma se había impregnado en mi ser más profundo de lo que
podría imaginar.

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Día 32
Por la mañana miraba el espejo de mi baño mientras me
arreglaba. Había terminado de afeitarme, por lo que el espejo se
salpicó de agua y de espuma combinados. Tomé un poco de
papel higiénico y comencé a limpiar su superficie, de manera que
no quedara ninguna mancha. Mientras hacía esto, vino a mi
mente la filosofía del reflejo: todos somos reflejos de nosotros
mismos. Han sido muchas las conversaciones que he tenido con
mis colegas acerca de este fascinante tema, pero me parecía
curioso que llegara a mi mente en este momento tan particular.
Así que pensé detenidamente en la manera que encuentro mi
propio reflejo en ti. Me di cuenta que cada vez que pienso o
deseo algo en beneficio tuyo, lo hago también por mí. Entonces
repasé todo aquello que he querido para mí mismo y puse mi
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intención en que tú lo tuvieras también. Eso incluía armonía,
realización, libertad, prosperidad, felicidad, paz y amor. Incluso
noté que comenzaba a limpiar el espejo de manera más sutil,
suave y cariñosa, como si fueras tú ese mismo espejo. Pensé
entonces que aquella forma de limpiar ese reflejo simbolizaba de
manera poderosa el compromiso que desde el amor adquiría para
mantener claro y radiante este mirarse y percibirse el uno en el
otro.

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Día 33
Me encuentro en estado de contemplación en el jardín
comunitario de donde vivo. Los árboles florecen nuevamente
con rojas cayenas, los pastizales reverdecen y las aguas se aclaran.
Han pasado dos horas desde que decidí meditar, buscando
nuevamente intimar con el silencio interno. Durante la recta
final, tuve la oportunidad de visualizar el día en que mi madre
partió de este mundo. Esta ocasión, mis emociones eran
distintas, pues re-experimentaba el suceso con una
interpretación sobria en comparación a la de mi infancia. Acudí
a dicho recuerdo para sanar cualquier remanente de abandono
que pudiera quedar en mí. Así, recordé claramente cuando la
hermana de mi madre se acercó hacia mí y me dijo con firmeza:
“Tu madre siempre vivirá en tu corazón”. Pasados los años, tras
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varios descalabros emocionales durante mi adolescencia y mi
juventud, pude finalmente comprender esta poderosa
afirmación. En efecto, cada vez que necesitaba de guía, consuelo
o compañía, debía concentrar mi atención en mi corazón y
pensar en mi madre. Así era posible acudir a su esencia, a su
espíritu inamovible en el espacio y en el tiempo, y desde ahí
brotaba toda respuesta inspirada en el amor incondicional.

Hoy, con los ojos y el corazón abierto, me doy cuenta que


conservar la esencia de las personas que amamos es un poder
único del Ser, y que los últimos 33 días has habitado no sólo en
mis pensamientos, sino en mi sentir, en mi corazón y su latir.
Hoy, sabiendo que estamos a pocas horas de nuestro
reencuentro, te encuentro en mi corazón como parte
complementaria de mi existir. De esta forma comprendo que,
mientras la consciencia divina se manifieste, tu ausencia física no
es sino una forma de activar tu presencia etérica en mí, y que por
este amor magnificente que siento por ti, me acompañarás por
el resto mis días, estemos donde estemos.

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“Nuestros cuerpos son templos que albergan el espíritu
supremo de la creación, de la vida y de la reproducción.
En todo objeto y ser vivo hay un reflejo, físico y
metafórico. Reconocernos en ese reflejo es reconstruirnos
a través de él. Eso es amor, puro y evolutivo”.

Nos amo.

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