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Lengua
La lengua con la que están escritas la Ilíada y la Odisea es la
llamada lengua homérica. No existió realmente, sino que se trata
de una lengua artificial que mezcla varios dialectos. La base es
jonio con una gran cantidad de rasgos eolios y hay mezclas de
palabras de distintas épocas; en el mismo poema puede aparecer
una forma antigua y otra moderna de la misma palabra:
λόγοιο/λόγος, τοί/οἱ, ἒσταν/ἒστησαν.
La lengua homérica no solo se reduce a la gramática, responde a
unas reglas sintácticas, métricas y de contenido. A pesar de ser
artificial tiene unas reglas métricas fijas con todo tipo de licencias,
cuando el autor las necesite, para adaptar la palabra al verso. Así
encontramos alargamientos artificiales de vocales breves,
abreviación de vocal ante vocal o la creación de nuevas palabras
que se ajusten mejor a la métrica.
La Ilíada
En el décimo año de asedio a Troya, una peste está mermando el
campamento aqueo. El sacerdote Crises le había suplicado a
Agamenón, quien tenía retenida a su hija, Criseida, que la dejara
libre. El jefe de los griegos despacha a Crises de mala manera sin
casi dejarle hablar. Así pues, el sacerdote ruega a Apolo sea
vengado y éste es el propagador de la peste por el campamento
aqueo. El adivino griego Calcante, por petición de Aquiles,
anuncia que la enfermedad será remitida cuando Agamenón
libere a Criseida. Él, contra su voluntad, accede a liberarla, pero a
cambio pide que se le traiga a Briseida, cautiva que pertenece a
Aquiles. El jefe de los mirmidones pide a su madre Tetis, ninfa
marina, ser vengado por esta ofensa y se retira a su nave con la
intención de no volver a luchar contra los troyanos; Agamenón
continúa con la lucha. La madre del héroe griego le ruega a Zeus
que ayude a su hijo y el dios de dioses se pone de parte de los
troyanos.
De esta manera se van produciendo luchas en las que unas
veces vencen aqueos y otras troyanos. La balanza, gracias a la
ayuda de los dioses, cae a favor de los troyanos, quienes
después de la batalla, son capaces de acampar cerca de la
muralla construida por los griegos delante de las naves. Patroclo,
el fiel compañero de Aquiles, viendo lo próximo que se encuentra
el ejército enemigo, pide a Aquiles que le deje ir a luchar. El
Pelida finalmente acepta que vaya, pero llevando su armadura,
pues es mucho mejor que la del propio Patroclo y le aconseja que
cuando el ejército enemigo huya él no se ensañe
y regrese a las naves. Al
llegar al campo de batalla con la reluciente armadura de Aquiles,
los troyanos entran en pánico y salen despavoridos. Patroclo no
hace caso del consejo de su amigo y sale detrás del ejército en
retirada. Héctor, el caudillo de los troyanos, se enfrenta a Patroclo
creyendo que es el propio Aquiles y acaba dándole muerte.
Cuando el jefe de los mirmidones se entera de la noticia, sólo
busca venganza. Se reconcilia con Agamenón y, con una nueva
armadura hecha por Hefesto a petición de su madre, sale a la
batalla.
La Odisea
Veinte años después de la partida de Odiseo y diez después de la
toma de Troya, Penélope, esposa de Odiseo y Telémaco, hijo de
éste, empiezan a perder la esperanza de que regrese a Ítaca. Por
lo que Telémaco decide partir para informarse del posible
paradero de su padre. Es la diosa Atenea bajo la apariencia de
Mentes, antiguo huésped de Odiseo, quien le aconseja comenzar
su búsqueda por Pilo y después trasladarse a Esparta. Al día
siguiente, Telémaco denuncia en la asamblea el trato vejatorio
que está sufriendo en su propia casa por parte de los
pretendientes. Éstos mientras esperan
que Penélope elija a uno
de ellos como nuevo esposo, están acabando con las provisiones
de la casa, aprovechando la falta del dueño. Nadie se preocupa
por la petición de Telémaco y se va a la orilla del mar a pedir la
ayuda de los dioses. Atenea, disfrazada ahora de Méntor, ayuda
al hijo de Odiseo a conseguir una nave y una tripulación con la
que marchar a Pilo. De esta manera viaja a Pilo donde le recibe el
viejo rey Néstor y de ahí parte a Esparta donde le acoge Menelao
que está preparando las bodas de sus hijos.
Por otro lado, Odiseo lleva tiempo retenido por la ninfa Calipso en
la isla de Ogigia. Finalmente Hermes por orden de Zeus le
anuncia a la ninfa que tiene que dejar libre a Odiseo. Después de
diecisiete días luchando contra la marea que levanta Poseidón,
llega a la isla de los Feacios donde es recibido por su rey Alcínoo.
Es conducido a la ciudad por Nausícaa, la hija de Alcínoo. El rey
de los feacios promete llevar hasta Ítaca a Odiseo después de
colmarlo de regalos. Durante un banquete Odiseo se emociona al
escuchar el relato del Caballo de Troya, Alcínoo que se percata
de esto le pregunta qué le ocurre. Así pues el Laertíada empieza
a narrar las vicisitudes de sus viajes.
La cuestión homérica
Aunque ya se había debatido antes sobre este tema, fue en el
siglo XVIII d.C. cuando Friedrich August Wolf, en su prolegomena
ad homerum, inauguró “oficialmente” la cuestión homérica. En la
antigüedad se pensaba que la Ilíada y la Odisea eran obras de un
solo autor del que no se dudaba su existencia. En el siglo XVII
d.C. François Hédelin, abate de Aubignac, concibió la idea de que
las omisiones, partes inconclusas, referencias de personajes a
sucesos que deberían de haber ocurrido, pero no aparecen por
ningún lado, se deben a que las obras son la compilación de
varios poemas.
Es F.A. Wolf quien, en la obra citada, inicia la línea de
investigación analítica. A partir de ese momento, los defensores
de que la Ilíada y la Odisea son de un único autor serán los
Unitarios, mientras que del otro lado estarán los Analistas. Los
Analistas defienden que los poemas no son obra de un mismo
autor, sino de varios; ya sea una conglomeración de poemas
menores o un poema central al que se le han ido añadiendo otros,
como sucedería con el último canto de la Odisea. Según éstos
hay defectos de composición en las obras como ocurre en los
primeros cantos de la Ilíada, a saber: Tetis suplica a Zeus que
vengue a su hijo por lo sucedido con Briseida, durante los cantos
2 a 8 no se sabe nada de este tema, finalmente en el canto 11 es
cuando se lleva a cabo el plan.
Repercusión y tradición
La Ilíada y la Odisea son las primeras obras de la literatura
occidental, por este motivo, en menor o mayor medida, ya sea
para bien o para mal, toda obra literaria está influida por estos
poemas. No hay que avanzar muchos años para ver la influencia
de Homero. Ya Arquíloco (S.VII a.C.) y otros poetas líricos utilizan
para muchos de sus poemas motivos épicos e incluso la misma
métrica. En el siglo III a.C. Livio Andrónico, esclavo en Roma de
origen griego, hizo una traducción de la Odisea al latín. Virgilio y
su gran Eneida beben directamente de los poemas de Homero. Si
damos un gran salto en el tiempo, encontramos a Dictis (S.IV
d.C.) y Dares (S.VI d.C.) quienes tachan de mentiroso a Homero.
Dan una visión novedosa de la guerra de Troya, ya que dicen, de
sí mismos, haber estado presentes en la batalla y que Homero al
no haber asistido a la toma de la ciudad, no sabe a ciencia cierta
lo que realmente sucedió. Durante toda la Edad Media aparecen
numerosas obras en las que se asedian ciudades, en este caso
cristianas, o relatan el regreso de héroes a su patria. Entre la
infinidad de obras con rasgos homéricos, no hay que obviar tales
como el Ulysses de James Joyce (1882-1941) o, más
modernamente y cercano, El mar en ruinas de David Torres
(1966).
No solo las dos obras de Homero han dejado huella con la pluma,
la Ilíada y la Odisea han llenado cuantas variedades tiene el arte.
Pintura, escultura, teatro o cine han tomado en algún momento
los tópicos épicos. J. W. Waterhouse (1849-1917) ha plasmado
sobre el lienzo, entre otras muchas obras de corte mitológico, el
episodio de Odiseo y las sirenas. En la gran pantalla encontramos
también ejemplos de la influencia de la Ilíada y la