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Teórico – Práctico Nº 10
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Buenas tardes.
Hoy vamos a ver la polémica Lacan-Deleuze. Vamos a ver una serie de cuestiones
dentro del marco de las polémicas con el estructuralismo que ya empezaron a ver en el
teórico-práctico de Carolina Ramallo y que después continuó en el TP de Leonora
Djament: nos encontramos en los particulares vaivenes del estructuralismo y del así
denominado post-estructuralismo.
Preparé una breve introducción para decir una serie de proposiciones un poco
más ordenadas. “Para comenzar a la hora exacta, voy a leerles primero un poema que,
en verdad, nada tiene que ver con lo que voy a decir”1:
El problema con la poesía es que la metáfora puede ser una forma de ambigüedad.
Es un poema de Vicente Federico Luy (1961-2011), para mí, uno de los mejores
poetas argentinos, lamentablemente fallecido a comienzos de este año. En el poema hay
una formulación que me parece productiva a la hora de ver la oposición o, mejor dicho,
la polémica instaurada entre Deleuze y Lacan: ¿qué conexión guarda el pensamiento de
lo metafórico y lo metonímico, del pensamiento de la ausencia con el problema de la
representación? ¿Hasta qué punto este tipo de concepciones son útiles, felices para el
pensamiento y pueden (o no) permitir nuevas conexiones, nuevas posibilidades?
Revisaremos, entonces, como este pensamiento de la ausencia puede ser, al mismo
tiempo, aquello que distingue al estructuralismo del pensamiento filososófico-
metafísico occidental (digamos, desde Descartes en adelante, por no ir más atrás) y
1
LACAN, Jacques. “El inconsciente freudiano y el nuestro” en: El seminario de Jacques Lacan XI: los
cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidos, 1987. p. 25. A partir de ahora,
todas las referencias a este texto de esta edición estarán acompañadas por la letra S junto al número de
página.
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Teoría y Análisis Literario
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George Bataille –con cuya esposa, Sylvia, termina casándose- y Salvador Dalí. Tienen
que tener en cuenta que hay una relación con todo este grupo que, en determinado
momento, empiezan a convertirse en un vínculo teóricamente pertinente en la medida de
que algunas proposiciones, como el método paranoico-crítico de Dalí, se convierten en
una formulaciones teórico-metodológicas centrales para el pensamiento lacaniano.
Lacan desarrolla sus ideas, principalmente, a lo largo de una serie de seminarios
que duraron muchísimo tiempo, más de veinte años, en los que trabajó desde la relectura
de Freud. Ustedes tienen que pensar que una de las principales formulaciones de Lacan
está en esa frase que recupera Foucault, en “¿Qué es un autor?”, al hablar del “retorno a
Freud”. ¿Qué implica regresar a Freud desde la perspectiva de Lacan? Releer los textos.
No tanto seguir la escuela freudiana, sino volver a los textos originales y releerlos bajo
una nueva clave que va a ser la clave estructuralista. Cuando lean el segundo capítulo
van a ver que está esa gran frase, ese leiv-motiv, esa bandera que dice que “El
inconciente estaría estructurado como un lenguaje”. Ahí tenemos dos ideas que son
sumamente productivas: primero, la noción de estructura y, segundo, el papel central del
lenguaje para pensar el inconsciente. Recordemos: Lacan se quiere sumar a toda esta
línea de pensadores estructuralistas que están buscando zonas del pensamiento o de las
ciencias sociales que podrían argumentarse o construirse a la manera de una ciencia
dura, cosa que por el momento parecía estar cumpliéndose en la lingüística
estructuralista con basamento en las proposiciones de De Saussure y en las
particularizaciones de otros lingüísticas, como el propio Roman Jakobson.
Vamos a tratar de ver la polémica en tres ámbitos. Primero, el problema del
sujeto; segundo, el problema del lenguaje; tercero, el tema del deseo.
¿Qué es lo que tiene que decir Lacan con respecto al sujeto? Otra de las grandes
frases que recupera Lacan, en este caso de la poesía y en particular de Rimbaud, es la
gran frase “Yo soy otro”. ¿Cómo se relaciona esto con el problema del sujeto? Algo que
es sumamente productivo a partir de las diferentes lecturas que hemos hecho en
teóricos, teóricos-prácticos y prácticos. El sujeto no sería la “persona” en cuestión sino
que sería un efecto producido por una estructura que lo antecede, preexiste al sujeto. El
sujeto, en última instancia, no es un origen sino un efecto. No es causa sino efecto de
estructura. En la medida en que es un efecto de estructura, el sujeto siempre se va a
encontrar descentrado, nunca va a poder hallarse a sí mismo. No existe aquello que,
desde Descartes en adelante, podríamos llamar el principio de identidad que fundamenta
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Aquí la cita:
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inabordable. Se entiende como causa pero por sus efectos. Deduzco la causa por el
efecto. Piensen en lo que hace el psicoanálisis: vos contaste un chiste, en el peor lugar
del mundo, de una manera totalmente inadecuada, y eso hace resonar mis oídos
psicoanalíticos y concluyo que te querés acostar con tu mamá o cosas por el estilo. Ahí
estaría la importancia de entender que el inconciente está estructurado como un
lenguaje. Es en la producción de significantes donde se bordea una zona en donde hay
un plus de sentido, un descentramiento, algo que sobrepasa el nivel de la organización
significante. Es lo que Lacan llama desde Kant una hiancia, un “ombligo de los
sueños”, una cicatriz. Tengan presente que una de las críticas más fuertes al
psicoanálisis lacaniano ha sido la escasa claridad de sus conceptos, por lo que
atravesarlos va a requerir de su parte un doble movimiento: uno de fe y otro de
paciencia. Casi, diríamos, una entrega religiosa.
El inconciente, entonces, sería aquella zona que estaría estructurada como un
lenguaje y que implicaría el plano de lo simbólico, aquella producción lingüística en
donde uno puede percibir los efectos de algo que sobrepasa lo que el propio sujeto,
siempre descentrado, quiere decir.
¿Y el yo, mi querido Fernando? Digamos: el Yo en tanto instancia psicoanalítica,
momento del análisis, categoría pero, también, forma subjetiva: el Yo corresponde a
otro de los registros que es el registro de lo imaginario. En la medida en que lo
imaginario implica esa serie de imágenes mediante las que uno percibe a un otro y
tiempo después entiende que ese otro es uno mismo: la frase “Yo soy otro” [Je est un
autre] de Rimbaud. El niño, en el estadio del espejo – estudiado por Lacan en uno de
sus más célebres trabajos- se ve en el reflejo del espejo y entiende que hay otro, pero la
madre lo mira desde afuera y le dice: hijo mío, ese eres tú, aprehéndete. Efectivamente,
uno reconoce un reflejo y entiende a eso por otro pero, al mismo tiempo, el discurso del
otro (la madre, el padre) instaura la idea de que ese reflejo es uno mismo. Pasa con
todos los niños. ¿Vieron que hablan cual Riquelme de sí mismos en tercera persona? No
quiero decir que Riquelme no se acepte como yo, pero el niño, hasta ese momento, no
internalizó el concepto de que ese otro es un “Yo”. Imaginemos un párvulo de nombre
Boris (no quiero ofender a nadie). El joven Boris se mira al espejo, ve un reflejo,
entiende que es un otro, pero tiempo después conceptualiza la idea de que, cuando
alguien dice Boris, se refiere a él mismo, está haciendo referencia a un Yo. Esa instancia
de lo imaginario implica también una especie de límite con respecto al conocimiento del
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otro. Cuando yo estoy hablando con otra persona no hablo con esa otra persona sino con
las proyecciones imaginarias que, desde el momento mismo en que me vi frente a un
espejo, empecé a producir. Yo estoy hablando conmigo mismo, el otro es un duplicado
imaginario de mi mismo. Ese es el registro de lo imaginario. Por eso cuando uno habla
con otro está hablando con una especie de reflejo del sí mismo que nos impide
estrictamente conocer la otredad del otro, lo que Lacan llamará el Otro –con mayúscula,
el Autre, el “gran Otro”-.
En un esquema de Lacan —a quien le encantaban los esquemas porque querían
decir que esto es matemático y, por lo tanto, es una ciencia, no una palabrería sin
sentido—, denominado “esquema L”, efectivamente, tenemos la pequeña a que sería el
sujeto en tanto instancia imaginaria, en referencia a una a’ que implica la referencia
hacia ese otro imaginario. Sobre ese esquema se plantea la instancia del verdadero
sujeto (S), el inconsciente, o sea, su lugar. Recuerden que el sujeto estaría ubicado en
algo que sobrepasa esta idea de sujeto, por eso el sujeto está descentrado; el sujeto es el
inconciente, no el yo. Al mismo tiempo marca una línea hacia esa A que sería el gran
otro. O sea, no puedo realmente conocer a ninguno de ustedes. Conozco instancias
imaginarias. El “otro” [Autre] es inabordable. Como diría Derrida: “el otro es secreto
porque es el otro”.
Tenemos, entonces, el registro de lo simbólico, que sería el registro sígnico de
los significantes, la estructura, etc.; y la instancia de lo imaginario como esta serie de
construcciones imaginarias que emergen desde el primer momento en el cual yo me
reconozco en el espejo. La instancia imaginaria es completamente narcisista, las
referencias hacia el yo son narcisistas, son cosas que me gustan. La masturbación es una
instancia narcisista de referencia imaginaria al yo. No hay un conocimiento radical del
otro. Por eso toda la problemática de la escena primaria y el verdadero contacto con lo
físico, esa especie de instancia de temor. No quiero hablar de la sexualidad de ninguno
de ustedes pero, seguro, al encontrarse con un cuerpo desnudo primero está el miedo.
¿Por qué? Porque es el encuentro radical con el otro, no es la paja juvenil del
imaginario.
Entre todo esto, lo que estamos bordeando es el tercer registro anudado con los
otros que es el registro de lo Real. Ahora, lo Real en sí es inabordable. Es esta idea
kantiana del fenómeno y el noúmeno, aquello que, en realidad, lo percibo por sus efectos
y no por su causa. Por eso lo real siempre se va a plantear como cicatriz. Esa instancia
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que solo se puede percibir, entre los dos registros, como lo que está sobrando, lo que
está de más, ese plus de significado que es inabordable. Parafraseando a Barthes: el
efecto de lo real.
Alumno: Lo único abordable es el inconciente.
Profesor: Por sus efectos, no en sí. Por eso es esa gran “S” que en sí es
inabordable pero que se puede percibir por los efectos. Lo mismo pasa, en algún
sentido, con lo Real. Lo Real es aquello que desborda, en los registros de lo simbólico y
de lo imaginario, que está, que se percibe, pero siempre bajo la forma de una cicatriz, de
una ausencia, no de una presencia plena.
Alumno: Lo del otro absoluto. ¿Es una situación que es pragmática? ¿De dónde
sale? ¿Es como en Descartes que es como un resto del sistema?
Profesor: Podría entenderse como un resto del sistema, lo que pasa es que, para
todo este pensamiento, el resto del sistema es lo realmente interesante. La preocupación
de Lacan es por lo Real –situación que se va a hacer muchísimo más palpable cuando
“abandone” el estructuralismo a comienzos de los setenta-. El inconciente es como el
lenguaje, se pueden entender algunas cosas, pero lo importante es la percepción de la
cicatriz, el margen, aquello que también va a ser importante para las escuelas
postestructuralistas. Aquello que está de más, que sobra, que funciona como un afuera
de la estructura. Es lo que llama atención. Sobra pero en tanto que sobra es interesante.
Tenemos, entonces, tres registros: el de lo simbólico, el de lo imaginario y el de
lo Real. Ahora, lo Real, insisto, solo se percibe a través de las cicatrices. Al final del
capítulo V, solo son dos capítulos que tienen que leer, no se asusten, está el niño que
tiene terror nocturno y llama a la madre. La madre viene, luego se va, y el niño queda
despierto, mirando la puerta, pero no por tener la expectativa, en el plano del placer, de
ver de nuevo a la madre cuando entre, sino porque, en esa ida y en esa imagen que está
entre la llegada de la madre y su espera, se dibuja una cicatriz. Hay un Real ahí y lo
único que puede hacer el niño es instaurar esa instancia de repetición para ver si se
puede producir de vuelta aquello que supuso como Real. Lo Real, estrictamente, es
aquello que se supone que está en un lugar y cuando se va a buscar lo único que se
encuentra es el desplazamiento, el lugar vacío. Piensen en cualquier frase neurótica
como “¡uy, me olvidé las llaves!”. Voy a buscar las llaves donde supuestamente están y
ahí no están. Lo Real sería aquello que se va a buscar a un determinado lugar y siempre
está en fuga, no es abarcable.
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Alumno. (inaudible).
Profesor: Sí, esa instancia es que lo real en sí es inabordable pero se perciben
efectos de lo real. Se percibe un plus de significado en el plano de lo simbólico, se
percibe una instancia de lo imaginario que no es entendible dentro del marco creado.
Eso es lo que, supuestamente, se tiene que producir dentro del diván psicoanalítico: el
encuentro con aquel Real siempre en fuga, el lugar donde tendría que estar lo Real, al
menos, el descubrimiento del lugar siempre vacante de lo Real –el rincón donde las
llaves tendrían que estar y no están; recordemos, la llaves están perdidas desde un
primer momento, lo Real no está en donde debería estar-. Ustedes piensen que esto es
muy importante para entender el deseo. El deseo se instaura a partir de una instancia de
carencia que sería, precisamente, el complejo de castración. La estructura del
significante, lo simbólico, tiene un centro que es un significante vacío, un significante
de un significado ausente: el complejo de castración. El significante fálico es aquello
que configura el centro de la estructura pero que, al mismo tiempo, es significante de
algo que no está.
Alumno: (inaudible).
Profesor: Sí. Vos pensá que el sujeto no se puede asir a sí mismo. Si ocurriera
eso, detendría todo el proceso en el que estamos metidos que es el deseo como carencia.
Si hay algo que me moviliza es el deseo. Me moviliza porque no puedo encontrar una
satisfacción radical de ese deseo y eso sería, precisamente, la posibilidad de que el
sujeto se encuentre con aquello que, desde el primer momento que apareció, anhela. O
sea, tranquilizar totalmente esas ansias.
Lo que va a decir Lacan, retomando parte del discurso lingüístico, es que uno
está dividido entre un sujeto del enunciado y un sujeto de la enunciación. Uno nunca
podría ser un sujeto de la enunciación, sino que siempre parte de un sujeto del
enunciado. El sujeto de la enunciación es el que habla y el sujeto del enunciado es aquel
constructo dentro del lenguaje. Yo les cuento la historia de Roberto que fue a comprar
pan y volvió. Yo, Fernando, es el sujeto de la enunciación; Roberto, que fue a comprar
pan, es el sujeto del enunciado. Ahora, nosotros, en tanto somos hablados por un sujeto
que está en el inconsciente —mejor dicho, el inconciente como subjetividad que me
habla—, seríamos sujeto del enunciado, nunca sujeto de la enunciación. Sería imposible
hacer este traspaso.
Él plantea que, en el plano del sujeto de la enunciación, estaría la instancia del
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goce. O sea, el fin radical del deseo, ese encuentro siempre demorado con lo Real,
mientras que en el sujeto del enunciado uno siempre puede encontrar la perspectiva del
placer. Esto es una oposición interesante que después va a ser retomada por Barthes
cuando hable del placer del texto; texto de placer, texto de goce, etc. Igual, Barthes no
es Lacan, no va a utilizar todo el aparato lacaniano, pero está en sintonía con ese
pensamiento. Piensen que El placer del texto es del ’73.
Alumno: (inaudible).
Profesor: También. Los cuatro grandes nombres del estructuralismo son
Foucault, Lacan, Barthes y Lévi-Strauss. Foucault siempre va a renegar del título de
estructuralista pero, si uno lee Las palabras y las cosas, hay como un dejo de
estructuralismo. En “¿Qué es un autor?” habla de la función autor, termino
absolutamente propio de esta “tendencia”.
La instancia de goce, entonces, estaría en el plano del sujeto de la enunciación y
la instancia del placer en el del sujeto del enunciado. Placer producido, por ejemplo, por
el orgasmo: esa descarga rápida por aquel anhelo para después seguir con la vida.
Desprendimiento, descarga. Piensen en el sentido de la idea del orgasmo como
descarga: instancia de placer. Si hubiera un goce sería una instancia radical de encuentro
absoluto en el cual no necesito a nadie más.
Entonces, a partir de esto de sujeto del enunciado y sujeto de la enunciación,
entendemos que no habría un sujeto central que fundamente toda la estructura, sino que,
de movida, el sujeto está esparcido, dividido. El sujeto verdadero es el inconciente.
Aquel sujeto que se puede percibir como efecto estaría dividido. El sujeto de
enunciación, que sería aquel que accede al goce, es imposible de alcanzar. Estamos
determinados a ser hablados por una estructura que nos precede y que, encima, nos
limita el juego del deseo a poder, cada tanto, satisfacer nuestros pequeños placeres y
seguir adelante.
Todas estas formulaciones, por más que uno pueda pensar que se dan fuera de un
pensamiento de la subjetividad como es el caso del existencialismo sartreano y demás,
abre un poco el panorama pero, al mismo tiempo, llega hasta ahí. Esa va a ser la gran
crítica de los filósofos posteriores o, mejor dicho, de los que representan al llamado
postestructuralismo, como Derrida y Deleuze. Lo que le critican al lacanismo es
instaurar una innovación pero quedarse hasta ahí. Una de las críticas de Derrida va a ser
que en el centro de la estructura ponés el falo. En el final del capítulo II (“El inconciente
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si gana el premio busca lo Real. Sabemos de antemano que lo Real es imposible y que,
si llega a ganar el premio, algo va a impedir el acceso a él, desde deducciones
impositivas hasta imposibilidades planteadas por la misma empresa que regentea el
bingo: “ah, no, esta máquina no está destinada a tener como premio máximo tantos
millones”.
Efectivamente, cuando Deleuze y Guattari trabajan sobre la instancia de la
repetición y de lo Real, van a decir que el deseo, en tanto no carece de nada sino que
tiene todo, no es otra cosa que producir Real. Por lo tanto, no hay encuentros imposibles
sino derivaciones, flujos, devenires.
Alumna: (inaudible).
Profesor: Claro, para Deleuze y Guattari, desde el primer momento, está en el
plano del deseo en tanto producción de lo Real. Ahora, lo Real, en esa posición entre lo
virtual y lo actual, implica que hay producción en los dos ámbitos, producción de real
actual o producción de real virtual, pero siempre producción de Real, se producen cosas.
El inconciente no es una estructuración al estilo del lenguaje sino que es una máquina.
Alumna: (inaudible).
Profesor: En lo que hablé de la máquina. Lacan trabaja muchísimo con la
instancia de repetición, sobre todo en el Seminario II, el yo en la teoría freudiana y en la
práctica psicoanalítica. Ahí trabaja obsesivamente sobre una escena, la van a ver la
semana que viene cuando vean la polémica Derrida-Lacan, entre el niño y el juego en
que esconde las bolitas en la mano y pregunta cuántas tiene. Hace todo un registro de
esas variaciones posibles, dentro de un sistema limitado, podés tener dos o tres bolitas.
Está esa variación significante que es constante y que, en realidad, es el plano del
“automatón” que quiere producir novedad y ver si, en algún momento, aparece lo Real.
Ahora, la idea de repetición como lo maquínico se mantiene acá pero no es algo que
tenga carencia. La máquina y la repetición no se dan por carencia sino por la misma
lógica de producción de la máquina. Cuando habla de diferencia y repetición, dice que a
lo largo de toda la historia de la filosofía, la diferencia fue pensada exclusivamente bajo
la trampa de la analogía: algo es diferente a tal cosa pero semejante a tal otra. Cuando la
diferencia, en realidad, es una instancia radical; en esta repetición no se hace sino
producir lo diferente. Piensen en el “eterno retorno” nietzscheano: el regreso de lo
mismo produce una diferencia, es en sí mismo una diferencia desde el plano más básico
del problema. Ustedes piensen que al haber un eterno retorno siempre va a haber una
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está sometido a esta estructura edípica, sino que empieza a conectarse, a maquinar.
Alumno: (inaudible).
Profesor: El deseo, que siempre es producción de real, es empujado por la
estructura social hacia el triángulo edípico. La estructura no es del inconciente, el
inconciente es maquínico. Lo que hace la sociedad es encauzar a la trampa de la
triangulación edípica al flujo producido por el inconciente. Tu deseo es edipizado; tu
deseo, que es pura producción de Real, de repente se presenta como carencia.
Entonces tenemos que el deseo, producción de real del inconciente maquínico,
es empujado por las estructuras político-sociales hacia la triangulación edípica. El deseo
que es producción se presenta como carencia solo bajo esta instancia. Lo que
tendríamos, entonces, es procesos de edipización que nos hacen pensar que la familia es
la primera referencia de cualquier niño, cuando, en realidad, en el momento mismo en
que el niño aparece está conectado con todo el espectro político. Lo que se hace es
imponer una familia. Ese niño no tiene familia, cuando, en realidad, desde el primer
momento en que alguien aparece está en una instancia política. Nuestra primera
referencia no es con papá y mama sino con el todo. Somos sujetos sociales desde el
primer momento en que aparecemos, más allá de las diferencias que podemos tener
sobre el sujeto. Lo que dice Deleuze y Guattari es que la familia es parte de esta
triangulación edípica. El sujeto y su familia, el par simbólico-imaginario Papá-Mamá
sería aquella imposición política que se hace sobre el individuo.
Digo imposición política porque Deleuze plantea que existe lo que se podría
llamar un “cuerpo sin órganos”, una frase de Artaud que recupera para este pensamiento
filosófico. El cuerpo sin órganos también es llamado “plano de inmanencia”. Se habla
de “plano de inmanencia” porque se opone al pensamiento de lo trascendente, todo está
acá y no hay que buscar un más allá. En el capítulo V, Lacan dice que no es que Dios ha
muerto sino que Dios es inconciente, siendo esta la verdadera fórmula del ateísmo:
digamos, vuelve a instaurar la trascendencia. Un pensamiento que estaba discutiendo la
idea de sujeto y demás, de repente, reinstaura la trascendencia. El pensamiento de
Deleuze niega cualquier posibilidad de trascendencia y por eso habla de “plano de
inmanencia”. Él piensa que todo está acá: dioses, tribus, animales. En el momento
mismo en que nos corremos un poco de la estructuración que nos forma como sujetos,
empezamos a descubrir, en este “plano de inmanencia”, la multiplicidad. No lo uno, no
lo múltiple, sino la multiplicidad. En el capítulo I de Mil mesetas, “Rizoma”, él dice que
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La comparaciones han sido muchas, pero creo que las más productivas corresponden al limo que se ve
en “Los cazafantasmas 2”: esa especie de flujo informe del cuál emergen afectos, gradaciones,
individualidades y que está “por debajo” de la ciudad en tanto estructura iluminada. La idea de Deleuze
ha sido siempre oponerse a las estructuras molares por abajo, no luchar contra una estructura
reemplazándola por otra construcción molar. Por eso, no es la burocracia de la URSS en tanto momento
molar de la revolución, sino mayo del ´68 como desterritorialización molecular de flujos que abrió el
campo a la experimentación lo realmente interesante.
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adulto que dice que hay que hacer esto. Si uno se entrega a una desterritorialización, al
flujo, plantea una línea de fuga, por ejemplo la escritura, y va a devenir inmediatamente
niño, mujer o animal porque son aquellas cosas no capturadas por la estructura. El
pensamiento de la estructura plantea un adentro y un afuera. En el plano de la
inmanencia no hay ni adentro ni afuera. Uno puede pensar al plano de inmanencia como
una serie de puntos que marcarían variaciones de grados. En el momento mismo en que
me desterritorializo y empiezo a participar del plano de inmanencia, me hago un cuerpo
sin órganos.
Es lo que él llama “plan de consistencia”, el cual implica reconocerse como
individuo, entender las posibilidades del cuerpo sin órganos y tratar de producirse uno.
Sería el límite entre estos dos planos. El plan de consistencia sería entregarme a la
posibilidad de las gradaciones, de las variables. Voy y establezco puntos de intensidad.
Los puntos de intensidad son políticos e históricos, no están desprendidos de historia.
Muchos de los internados en los hospicios se creen Napoleón. ¿Por qué se insiste en las
mismas figuras? Porque son puntos que ya están en el plano de inmanencia. Son
posibilidades y puntos de articulación: el “punto Napoleón”. Si vos te entregás a un
devenir son como articulaciones. Voy por Napoleón, me empujo en términos de
gradaciones y termino siendo otra cosa. El esquizofrénico que termina pasando por
distintas personalidades que siempre son personalidades históricas establece que, por
ejemplo, Juana de Arco no es un acontecimiento histórico de un tiempo lineal, sino que
es un punto de articulación dentro de un plano de gradaciones, de velocidad.
Dice, en “Rizoma”, que todos somos parte de un flujo y aquello que percibimos
ahora son viscosidades de ese flujo pero, en cualquier momento, ese flujo puede retomar
velocidad. Es la idea de que ustedes son un momento pero después siguen, prolifera la
vida y devienen en otra cosa. Cuando ustedes mueran van a aparecer moscas y gusanos
que los van a rodear y van a formar abono. Es medio hippie la idea pero hay una onda
“new wave” en algún momento de Deleuze. Por ejemplo, habla del sexo tántrico y cosas
así. El sexo tántrico sería una variación de intensidades entre dos individualidades que
rechazan el orgasmo porque es pensar en el plano del placer y es quitarle la fuerza al
deseo como fuerza productiva. El deseo es productivo. En el momento mismo en que
vos pensás que puede haber un fin del deseo deja de ser productivo. Cada uno sabe
cómo producirse su propio cuerpo sin órganos, cada individualización tiene en sí la
posibilidad de ser otra cosa, de entregarse a una línea de fuga, plantear sus propias
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líneas de fuga. Ejemplo: hay gente que se desterritorializa consumiendo drogas. Hay un
ejemplo que da Deleuze cuando habla de Janis Joplin y de Jimmy Hendrix. Son
individualidades que lograron producir líneas de fuga. La guitarra de Hendrix era
impensable para la época y el sonido que producía era una variación de gradaciones,
una ruptura del sonido de la época, que era impensable. Impensable en la medida en que
estaba todo pensado en el plano de organización. El problema de Hendrix fue que se
desterritorializó de una mala manera, de manera poco prudente: se murió por consumo
de drogas en su propio vómito y demás.
A lo que voy es que Deleuze dice que hay que tener prudencia para
desterritorializarse. Es un trabajo de paciencia porque existe una gran pared que, si vos
te desterritorializás y entrás en el plano de inmanencia, te puede llevar a la muerte si no
controlás bien ese viaje. Dice que el cuerpo sin órganos ofrece su cara de muerte. Por
eso, cuando habla de la pared y demás, hay que agarrar una pequeña lima y
experimentar. Ir cortando eso y manteniendo un flujo de experimentación constante.
Ahí es donde entra la escritura. La escritura sería una instancia de
experimentación. Si pensamos la escritura fuera de este sujeto dividido lacaniano y
demás, estamos pensando la escritura bajo la idea de protocolos de investigación, de
experimentación. La “escritura Kafka” no hacía sino instaurar protocolos de
investigación: devenir animal en “La metamorfosis”, instaurar una máquina en las
novelas. América no está terminada no por falta de tiempo: ese es el pensamiento del
neurótico. Lo que hizo Kafka fue plantear una máquina de desterritorialización. Una vez
que está planteada no son necesarios más capítulos si lo que se quiere hacer es
experimentar. William Burroughs y toda la trilogía Nova, con la idea de que el lenguaje
es un virus que viene de otro planeta y demás. El narrador de esa muy compleja serie de
textos que son La máquina blanda, entre otras, cuando se conecta con los indios se va a
drogar y, de repente, se siente un insecto y está con una tribu indígena y tuvo que viajar
a la frontera de México, etc. Está planteando desterritorializaciones. Por eso a Deleuze
le gusta la literatura angloparlante, porque esta literatura no comienza desde el principio
sino desde el medio y plantea un viaje: En el camino de Kerouac. Esta novela no
empieza desde el primer momento en que el personaje sufre un mal sino que empieza en
viaje. Viaje al fin de la noche de Celine. Traslación, movimiento, encuentro con otras
cosas, es desterritorialización. La escritura como experimentación.
Bajo esta perspectiva, el lenguaje tiene un lugar muy interesante. El lenguaje no
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estratificado como para negarse a ese mundo4. El devenir niño es esa instancia en la que
el adulto plantea una línea de fuga que no es esta instancia de carencia y recuerdo que
plantearía el lacanismo: la escena primaria psicoanalítica en donde nuestra infancia se
resume en el descubrimiento edípico de que nuestros padres tienen relaciones. Recuerdo
que era niño porque cuando tenía un camión vi a mis padres besándose. No, es la
posibilidad de repetición, el juego, pero el juego pensado como instancia de
experimentación.
Alumno: No hay ningún origen.
Profesor: No hay origen porque todo es inmanencia. Pensemos en los vínculos
entre Derrida y Deleuze: están pensando lo mismo, pero se reparten este pensamiento de
la diferencia y la piensan cada uno de manera particular. En Diferencia y repetición,
Deleuze cita a Derrida aunque después no haya mucha comunicación entre ambos.
Cuando Deleuze muere, Derrida escribe un obituario que se llama “Tendré que errar
solo”. Como si afirmara esta amistad implícita que hubo entre ellos a partir de que
ambos pensaron la diferencia. Están pensando, después del estructuralismo, instancias
que fueron dejadas de lado por toda la historia de la metafísica como es el caso de la
diferencia.
Ahora, el capitalismo, en tanto instancia de flujo, encuentra en el esquizofrénico
su reflejo oscuro. El esquizofrénico es aquel que hace pasar los flujos sin ninguna clase
de axiomática y por eso el loco es encerrado, porque es la posibilidad radical del
capitalismo. El capitalismo en sí tiene algo de esquizofrénico pero plantea una
axiomática que lo deja dentro de ciertos límites, mientras que el esquizofrénico no tiene
ningún tipo de límites. El psicótico es aquel esquizofrénico cuyo flujo fue detenido por
la edipización o por una experimentación mal llevada. El autista encerrado en un
hospicio es, en realidad, aquel que fue demasiado edipizado, cuyo flujo fue contenido de
una manera terrible. No es lo que dice Lacan que el psicótico tiene lo que llama
“forclusión” que es la expulsión de una carencia. El psicótico es tal porque no se da
cuenta de que hay algo que le falta: es terrible, expulsa dentro de la constitución de su
estructura el significante vacío del falo. Es lo mismo que aquellos antropólogos que
dicen que no hay Edipo africano. Es claro que no lo va a haber, si el Edipo es una idea
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Creo que la mejor manera de entender estos planteos es leer la gran historieta de Gran Morrison, Flex
Mentallo (1996), en donde se presenta una variación del mundo de los superhéroes que no tiene que ver
con la construcción de yoes imaginarios, sino efectivamente el advenimiento de seres de otro mundo: la
recomiendo muchísimo.
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de Occidente, pero la lectura antropológica que plantea que hay una estructura previa
que contiene al Edipo, se sorprende al no encontrarlo y edipiza a aquellas sociedades
que no se basan en ese principio de edipización. Es muy importante entender que en el
momento en que nos planteamos un devenir, una línea de experimentación o de fuga,
nos vamos a encontrar con estas comunidades marginales.
Es lo que dicen cuando trabajan a Kafka y la idea de una literatura menor. La
literatura menor le hace algo a una lengua mayor, operando en los bordes de los
dialectos y de las lenguas menores. No de la lengua oficial, no el alemán de Göethe,
sino del alemán de Kafka; un alemán que es mezcla del alemán burocrático, del de
Göethe, del yiddish de los judíos de Europa del este. Es una mezcla de dialectos que se
percibe por la escritura kafkiana. La literatura de Kafka no opera por sobrealimentación
de cosas, con muchos procedimientos, sino que opera por reducción, corta y va a lo
mínimo. Es una verdadera experimentación. ¿Por qué? Si uno plantea un devenir que es
un movimiento de flujo va a sacarse las anclas de encima. Va a reducir el lenguaje a lo
mínimo porque el lenguaje plantea una consigna de experimentación. No es el reflejo
representativo del neurótico. No es la literatura neurótica que cuenta un trauma. Toda
escritura que se entiende bien, la escritura del esquizofrénico, no es la escritura del
neurótico, sino que plantea experimentación y trata de devenir en otra cosa.
Alumno: (inaudible).
Profesor: Habría una conexión con esa idea de Adorno de ser dominado por la
obra y trabajar con los materiales. Por eso el gesto mínimo de la forma.
Otra cuestión. El sujeto no es activo sino pasivo y está formado por otros sujetos
que hablan en uno. Por eso habla de agenciamientos colectivos. La participación dentro
del lenguaje es un agenciamiento colectivo de enunciación. Yo no estoy diciendo esto,
me estoy conectando con un agenciamiento colectivo, con una comunidad que habla a
través de mí. Es algo de mí que quiere participar.
Bueno, antes de terminar, les recomiendo profundamente que lean los textos:
toda esta clase fue una breve introducción a una filosofía de por sí compleja, por lo que
va a requerir vuestra atención. Les recomiendo que lean las dos clases de Deleuze que
dejé como bibliografía optativa, esos dos capítulos de Derrames entre el capitalismo y
la esquizofrenia: Deleuze es un poco más amable con sus lectores y trata de acomodar y
explicar conceptos que después van a ver mencionados en El Anti-Edipo y Mil mesetas.
Para aquellos interesados por Lacan, les recomiendo el Seminario II y el XI como las
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dos mejores maneras de entrar a su pensamiento. Después, claro, cada uno de ustedes
hará su recorrido.
Un saludo, nos vemos luego.
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