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Angeline Herrera Moreno

El ideal de lo negro
En la poesía de Blanca Varela
El canto oscuro de Varela, frente a las consideraciones que hace Adorno, sobre lo

que debería ser el arte en su crítica sobre el arte moderno, es autónomo y radical. Tal

como lo define “arte radical significa hoy tanto como arte tenebroso, arte cuyo color

fundamental es el negro”. Para vislumbrar el color de la poesía valeriana, este ensayo

tomará como objeto de estudio un poema de la autora llamado Lección de anatomía.

La crítica ubica a Varela, por un lado, dentro de la generación de poetas peruanos

de los 50s, junto con otras figuras como: Nicomedes Santa Cruz, Javier Sologuren, Efraín

Miranda, Alejandro Romualdo, entre otros. Y por otro lado es considerada como parte de

la post-vanguardia, como poeta de ruptura. Es en el año de 1949, en su viaje a París donde

entra en contacto con la corriente de pensamiento existencialista, y el surrealismo de la

vanguardia europea, bebiendo de ambas y cultivando una palabra que le aportaría agudeza

y densidad a la poesía peruana.

No eran tiempos felices aquellos. Habíamos salido de los años de

guerra, pero ninguna puerta se abrió ante nosotros: sólo un túnel largo (el

mismo de ahora, aunque más pobre y desnudo, el mismo túnel sin salida).

Paredes blancas, grises, rosas, bañadas por una luz igual, ni demasiado

brillante, ni demasiado opaca. Esos años no fueron ni un lujoso incendio,

como los de 1920, ni el fuego graneado de 1930 a 1939. Era, al fin, el

mundo nuevo, comenzaban de verdad “los tiempos modernos”1.

Paz alude al tiempo compartido con la poeta, en los años en que también él residió en

París. Habla de los tiempos modernos impregnados del tedio y la desazón que tantos

1
Octavio Paz, “Prólogo”, en Ese puerto existe, 1951.
críticos, escritores, poetas, le han atribuido. El período de posguerra había dejado un

enorme silencio que para Adorno era indudablemente negro.

Y dentro del contexto de la producción industrial del arte, el ideal de lo negro

propone estar a la altura de una realidad dolorosa y no caer en un arte placentero y de

entretenimiento. Pues con respecto a esto menciona “para substituir en medio de lo más

extremo y tenebroso de la realidad, las obras de arte que no quieran venderse como

consuelo, tienen que igualarase a esa realidad2.

Blanca Varela transitó por aquel “túnel largo” pobre y desnudo, en su poesía. No

“alegrándose infantilmente con colores”3 sino haciendo de la oscuridad una luz. Su poesía

no consuela, ni entretiene, pero la lectura de su obra produce placer en tanto que:

hay más placer en la disonancia que en la consonancia […], lo cortante,

agudizado dinámicamente y diferenciado en sí mismo y de la univocidad

de lo afirmativo, se convierte en estímulo; y este estímulo, casi tanto como

el horror ante la estupidez afirmativa, es quien conduce el arte nuevo a una

tierra de nadie, sucedáneo de una tierra habitable.

Varela consigue aquello que solo los grandes poetas pueden logar, construir un universo,

todo un imaginario en su poesía. A pesar de pertenecer a una de las tradiciones más fuertes

en Latinoamérica, y de tener la sombra de un padre como Vallejo, quien ya en su poesía

dialogaba con Dios, algo recurrente en la poesía de Varela, ella consigue diferenciarse.

Hace un agujero en el lenguaje y a través de el consigue llegar a “una tierra de nadie”.

Lejos del lugar común, la poeta, se abre camino hacia un territorio original.

2
Theodor Adorno, “El ideal de lo negro”, La estética del arte, 80.
3
Ibidem, 80.
Hay que señalar primero que el título del poema Lección de anatomá, hace alusión al

cuadro de Rembrandt, pintado en 1632, que lleva el nombre de Lección de Anatomía por

el Dr. Tulp. Este cuadro pertenece al movimiento del barroco y fue realizado bajo la

técnica del claroscuro. Esto nos debe de dar una idea clara de lo que Varela intenta hacer

en su poema. Ella no escribe, sino que pinta el poema.

Más allá del dolor y del placer la carne/inescrutable/balbuceando su lenguaje de

sombras y brumosos colores. Habla de una materialidad que hace inmaterial, la carne. La

voz poética nos sitúa en un más allá de las polaridades dolor-placer para presentar una

imagen oscura, nada fácil, que permanece enigmática, como un cuadro sobre la pared.

La carne convertida en paisaje/en tierra/en tregua/en acontecimiento/en pan inesperado y

en miel/en orina en leche en abrasadora sospechar/en océano/en animal castigado/en

evidenciar y en olvido. La concreción de la carne se extiende en abstracciones como el

acontecimiento y el olvido. La carne, el cuerpo, alcanzan otras dimensiones, metafísicas.

Pero sin perder sus dimensiones corpóreas. También podría ser que esas abstracciones

metafísicas alcanzan su propia materialidad. En la imagen la poeta fusiona en la carne los

opuestos dolor-placer. Superando las contradicciones del poema.

El día con la noche/fresca hermosa muerte a la mitad del lecho/donde los miembros

mutilados retoñan/mientras la lengua gira como una estrella/flor de carne carnívora/entre

los dientes de carbón/ah la voz gangosa entrecortada dulcísima del amor/saciándose

saboreando el ciego bocado/. Este fragmento empieza con un fuerte contraste de

oscuridad y claridad. La palabra muerte adquiere otro matiz y la imagen de un cuerpo

mutilado se asoma en la escena como en un cuadro tenebrista. Una imagen sombría y

además de un erotismo lúgubre. Todo eso envuelto en una melodía vacilante.


Es oportuno mencionar el siguiente pasaje que Adorno plantea en su teoría “el arte

denuncia la pobreza superflua haciéndose voluntariamente pobre, pero también denuncia

el ascetismo y no puede aceptarlo sin más como norma propia”4. En los citados

fragmentos del poema se puede vislumbrar el tratamiento que da Varela al cuerpo en su

poesía. No habla de un ideal espiritual, sino que lo aborda desde una mirada nada

escrupulosa, ahondando en su crudeza.

Los mondos los frágiles huesecillos del amor/ ese fracaso esa hambre esa tristeza

futura/como cielo de una jaula/ la tierra gira/la carne permanece/ cambia el paisaje/las

horas se deshojan/ merodean las bestias del amor en esa ruina/ florece gangrena del amor/.

El amor Varela lo pinta de negro. La imagen del amor como duelo. En el poema no hay

distancias entre la imagen del amor y la imagen de la muerte, la autora conjuga ambos

sentidos en la misma imagen.

Ruido de ventosas nacaradas/osario de mínimos pájaros/ primavera de suaves

gusanos agrios/como la bilis materna/más allá del dolor y del placer/la negra estirpe/el

rojo prestigio/la mortal victoria de la carne. Varela finaliza el poema con imágenes duras

y tanto más oscuras en el sentido en que no son leídas como metáforas sino como

referencia a los aspectos más crudos de la carne. Todas estas son imágenes

maravillosamente logradas en un poema de una plasticidad magistral.

Bibliografía:

Adorno, Theodor. Teoría estética del arte. Taurus: Madrid, 1971.

4
Ibidem, 80.
Paz, Octavio. Ese puerto existe. Prólogo, 1951. Universidad Veracruzana:

México, 1959.

Varela, Blanca. “Lección de anatomía” en Canto Villano. Fondo de Cultura

Económica: Lima, 2017.

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