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Con las profundas transformaciones del contexto y los avances actuales de la ciencia,
especialmente, en la comprensión del propio ser humano, también se hacen necesarios
explorar nuevos paradigmas de la educación. Las teorías contemporáneas de educación,
aportan un sin número de contribuciones que posibilitan reorientar las prácticas de enseñar y
aprender en la contemporaneidad.
“No es posible pensar en ningún tipo de estructura social, económica o política, como
tampoco cultural, si no es como resultado de la presencia de sujetos en complejas relaciones
recíprocas en cuanto a tiempos y espacios; lo que implica tener que enfocar los procesos
como construcciones que se van dando al compás de la capacidad de despliegue de los
sujetos, los cuales establecen entre sí relaciones de dependencia recíproca según el contexto
histórico concreto”.
O. Hernandez (2010) menciona que “un sistema se define como un conjunto de cosas
que, relacionadas entre sí y de manera ordenada, contribuyen a la configuración de un
determinado objeto”.
Esto en un -sistema social- las personas actúan hacia los objetos en función del
significado que éstos tienen, significados que se construyen en la interacción interpersonal y
que son recreados permanentemente en el proceso social. Los significados son los grandes
articuladores del proceso social, constituyendo tanto a la sociedad como a las personas.
“Los sujetos son siempre sujetos situados en relaciones múltiples y heterogéneas, las
cuales conforman el espacio que los determina en la naturaleza de su movimiento, que se
traduce, en primer lugar, en el surgimiento de la necesidad de ocupar un espacio en el que
tiene lugar el reconocimiento a pertenencias colectivas, lo que se acompaña de la
conformación de una subjetividad social” Zemelman (2012).
De este modo, la noción del sí mismo está altamente ligada al reconocimiento del
otro, en tanto atribución de significados compartidos en el espacio social compartido. El otro
me reconoce y me constituye como persona, brindándome su mirada que me personifica y
me permite ver el mundo tal como lo ven los demás. Incorporo así, el -otro generalizado- o
sea los significados más importantes de mi mundo social, cuya presencia me permitirá
orientarme y desenvolverme en el mundo.
“Para poder abrir todas estas discusiones es necesario distinguir las relaciones de
poder, las construcciones de subjetividad y la posición del sujeto”. (J. Aleman, 2016).
D.A. Hernández (2004) hace alusión a esto cuando indica que en “En el ámbito
epistemológico, el culto a la objetividad que impuso el paradigma racionalista y positivista
es cuestionado desde distintos ángulos.”
El educador además de conocer sobre los contenidos que debe transmitir a sus
-alumnos-, de reproducir la cultura existente a través de los tiempos y de describir el aquí y
el ahora en el que viven él y sus alumnos, es importante considerar y analizar otros fenómenos
que ocurren en el aula, pero también fuera de ella, en todos aquellos escenarios sociales en
los que nos desenvolvemos. Por tanto, el acto educativo debe convertirse en un acto creador
y dialógico en el que las personas, como sujetos activos de este proceso, nos desafiamos
mutuamente a producir lo nuevo.
Para Sacristán (1993) “La educación constituye un espacio a través del cual se expresa
una particular relación sujeto-mundo y ello nos constituye en seres sociales y culturales.”
Para Zemelman (1998) “La complejidad de lo que significa ser humanos ha estado
fuera de los discursos de la educación y, por ello, es necesario apropiarse de esas
complejidades para no seguir hablando de ficciones o roles cuando se hace referencia a los
sujetos de la educación.”
La educación que se necesita para este tiempo, debe constituirse en el lugar de
ensanchamiento de la propia capacidad del hombre para entender su mundo, poder pensarlo,
no sólo explicarlo.
Desde esta mirada de la formación, la educación debe asumir que el sujeto no es una
idea estática, definitiva, sino que se asocia con la dinámica de la vida, con la naturaleza, con
el contexto y con el entorno de ese sujeto. Por lo tanto, la realidad como tal, no es algo que
esté fuera del sujeto, el cual sólo tiene que ir a tomarla allá afuera. El sujeto no está excluido
del proceso de conocimiento, forma parte de él y como tal lo constituye, es decir lo forma.
En forma de conclusión, En retrospectiva, las lecturas nos hacen tener presente que
la educación y en particular las instituciones educativas siempre están sujetas a las
condiciones sociales, económicas y políticas propias de un determinado momento de la
historia.
Para Foucault (1991), los sistemas educativos son una “forma política de mantener o
modificar la adecuación de los discursos, con los saberes y poderes que implican”, y nos
encontramos en la actualidad con discursos y saberes que legitiman a la gestión como la clave
para llevar adelante los procesos educativos de una manera eficiente.
Pensar la gestión escolar como una experiencia sensible a la realidad y no sólo como
una maquinaria al servicio de la -eficiencia- educativa es una posibilidad muy importante que
debe capitalizarse en este contexto.
La escuela es una institución fabricante y eso no ha cambiado con el paso del tiempo.
Creadora de saberes, de representaciones, de prácticas, de pensamientos, de opiniones, de
experiencias, de subjetividades. Entonces, es tarea de todos los actores educativos pensar y
repensar constantemente qué estamos produciendo y para qué, teniendo como horizonte la
posibilidad de generar espacios de conocimiento y aprendizaje que no sean solo –eficientes-
sino, ante todo, críticos y significativos; pues somos, agentes de cambio en este sistema
social.
Referencias