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Introducción

Con las profundas transformaciones del contexto y los avances actuales de la ciencia,
especialmente, en la comprensión del propio ser humano, también se hacen necesarios
explorar nuevos paradigmas de la educación. Las teorías contemporáneas de educación,
aportan un sin número de contribuciones que posibilitan reorientar las prácticas de enseñar y
aprender en la contemporaneidad.

A lo largo de esta unidad, abordamos el tema –subjetividad-, un contenido que por sí


mismo es complejo, pues implica analizarlo desde un conjunto de saberes que permitan dar
argumentos válidos y claros acerca del mismo. Es preciso entender la importancia de la
subjetividad como punto de partida para comprender el desarrollo del sujeto mismo, en lo
que este concibe como realidad, es decir, lo que el construye como realidad y que, para hablar
de sujeto, es necesario especificar la importancia de ser sujetos, y no solo eso, sino que como
sujetos inmersos en una realidad que nosotros mismos vamos construyendo.
Subjetividad y educación
La fragmentación del conocimiento que ha caracterizado el desarrollo de la psicología
bajo el predominio del paradigma positivista, ha tenido consecuencias no solo para el
desarrollo de la investigación científica, sino también para la práctica profesional, entre las
que podríamos destacar la separación entre los procesos de salud y educación, la no
consideración del carácter social de las funciones psicológicas del hombre.

El tema del aprendizaje ha sido tratado esencialmente desde posiciones


instrumentalistas y racionalistas en la historia del pensamiento psicológico, predominando
en su desarrollo los enfoques conductista y cognitivista. En consecuencia, si la educación
entraña la formación integral de los sujetos sociales, hay que partir de la subjetividad del
hombre como un eje vertebrador de su participación y protagonismo en los procesos que,
desde la intencionalidad docente de su organización, llevan a la educación del futuro
profesional. Analizar el papel del hombre, en tanto estudiante, en el proceso docente-
educativo implica renovar una visión reflexiva sobre el tema de la subjetividad, que
permitiría avanzar en el lugar del sujeto en la producción del conocimiento y las
representaciones sociales, lo que facilita una nueva comprensión de la relación entre lo social
y lo individual en la formación de los sujetos.

La gran aceleración de las experiencias de la vida, sumada a los efectos de la


globalización y la inmediatez de las influencias recíprocas, nos lleva a vernos inmersos en
un mundo en el que la diversidad y la alteridad cobran gran importancia. La presencia del
-otro- y el -yo- establece una línea delimitante entre el sujeto de la experiencia y los otros.

El supuesto social pensado como el -universo de significaciones- que constituyen una


sociedad está básicamente relacionado con las jerarquías sociales, las prácticas y los sistemas
de valores, así como los lazos comunitarios en la vida social. Este proceso tiene un fuerte
impacto y se inscribe en la subjetividad de hombres y mujeres, organizando y dotando de
sentido los actos humanos.

La –Subjetividad- es el punto de vista o la valoración expresados a partir de los


sentimientos, sensaciones, intereses, vivencias, opiniones y deseos y opiniones personales de
quien habla, sobre una persona, idea o cosa en concreto; contraponiéndose a la valoración
objetiva, que, por lo menos idealmente, sólo se basa en los hechos comprobables y medibles,
o bien, en los valores universales.

En una conversación o escrito, sin importar el tema, la subjetividad es evidente, si lo


que se expresa es una opinión, basada en las opiniones y deseos de quien habla o escribe
sobre algo o alguien. Se habla de subjetividad desde una perspectiva histórico - cultural, y no
lo definimos como una esencia estática e intrapsíquica, sustancializada en ciertas formas
concretas de la psique humana, sino como un proceso que representa una forma diferente de
constitución de lo real, caracterizada por la constitución de sistemas simbólicos, de
significación y de sentido en los que aparece constituida la experiencia humana.

Zemelman (2012) expresa:

“No es posible pensar en ningún tipo de estructura social, económica o política, como
tampoco cultural, si no es como resultado de la presencia de sujetos en complejas relaciones
recíprocas en cuanto a tiempos y espacios; lo que implica tener que enfocar los procesos
como construcciones que se van dando al compás de la capacidad de despliegue de los
sujetos, los cuales establecen entre sí relaciones de dependencia recíproca según el contexto
histórico concreto”.

La subjetividad no la agotamos en ninguna de sus formas constitutivas particulares,


sino que la vemos como un sistema complejo, dentro del cual estas formas constitutivas
pueden tener una significación diferente partiendo de la historia diferenciada de cada sujeto
individual y de las propias diferencias culturales. Estas se expresan en formas diferentes de
constitución de la subjetividad social.

O. Hernandez (2010) menciona que “un sistema se define como un conjunto de cosas
que, relacionadas entre sí y de manera ordenada, contribuyen a la configuración de un
determinado objeto”.

Esto en un -sistema social- las personas actúan hacia los objetos en función del
significado que éstos tienen, significados que se construyen en la interacción interpersonal y
que son recreados permanentemente en el proceso social. Los significados son los grandes
articuladores del proceso social, constituyendo tanto a la sociedad como a las personas.

“Los sujetos son siempre sujetos situados en relaciones múltiples y heterogéneas, las
cuales conforman el espacio que los determina en la naturaleza de su movimiento, que se
traduce, en primer lugar, en el surgimiento de la necesidad de ocupar un espacio en el que
tiene lugar el reconocimiento a pertenencias colectivas, lo que se acompaña de la
conformación de una subjetividad social” Zemelman (2012).

De este modo, la noción del sí mismo está altamente ligada al reconocimiento del
otro, en tanto atribución de significados compartidos en el espacio social compartido. El otro
me reconoce y me constituye como persona, brindándome su mirada que me personifica y
me permite ver el mundo tal como lo ven los demás. Incorporo así, el -otro generalizado- o
sea los significados más importantes de mi mundo social, cuya presencia me permitirá
orientarme y desenvolverme en el mundo.
“Para poder abrir todas estas discusiones es necesario distinguir las relaciones de
poder, las construcciones de subjetividad y la posición del sujeto”. (J. Aleman, 2016).

El concepto de subjetividad fue estigmatizado esencialmente por el culto a la


-objetividad-, al objeto, y a la neutralidad, dentro del modelo positivista, también así a la
tradición racionalista de la cultura occidental.

D.A. Hernández (2004) hace alusión a esto cuando indica que en “En el ámbito
epistemológico, el culto a la objetividad que impuso el paradigma racionalista y positivista
es cuestionado desde distintos ángulos.”

El tema –subjetividad- ha tenido un tratamiento impreciso en el campo de las ciencias


sociales y de la educación, por una parte, se asocia de forma general a una concepción
mentalista e individualista de carácter metafísico y se presenta como algo que no puede ser
palpable, algo que no puede ser medido por el –positivismo- que actualmente se encuentra
instaurada en la mayoría de aulas del mundo. Sin embargo, el concepto de subjetividad
funciona como un marcador cognitivo del papel del hombre y su conciencia individual en los
procesos sociales, entre ellos la formación escolarizada de los -sujetos- mediante el proceso
docente-educativo.

“Para poder armonizar el desarrollo humano con el desarrollo social, se requiere


organizar la sociedad con base en relaciones sociales que no impliquen dominación
económica ni política” Zemelman (2012).

Por tanto, en los marcos de la formación, el tema de la –subjetividad- adquiere un


significado extraordinario, esto porque los sujetos sociales son el centro de los procesos
educacionales y por tanto creadores de las instituciones y de la subjetividad social.

Históricamente, muchas teorías trajeron contribuciones, y es a partir de ellas que


tenemos hoy la posibilidad de repensar más maduramente los procesos que orientan las
prácticas de enseñanza y aprendizaje. Las teorías contemporáneas de educación, aportan un
sin número de contribuciones que posibilitan reorientar las prácticas de enseñar y aprender
en la contemporaneidad, la proliferación de eventos académicos y publicaciones donde se
destaca abiertamente la centralidad de la -subjetividad- en la comprensión de los procesos
sociales contemporáneos, así lo confirman los nuevos paradigmas: -cultura y subjetividad-

La educación como práctica social humana implica siempre la participación de


Docentes, Alumnos, Psicólogos, Directivos, Autoridades educacionales, por tanto;
paradigmas, subjetividades, cosmovisiones que se compartirán entre instituciones.

El educador además de conocer sobre los contenidos que debe transmitir a sus
-alumnos-, de reproducir la cultura existente a través de los tiempos y de describir el aquí y
el ahora en el que viven él y sus alumnos, es importante considerar y analizar otros fenómenos
que ocurren en el aula, pero también fuera de ella, en todos aquellos escenarios sociales en
los que nos desenvolvemos. Por tanto, el acto educativo debe convertirse en un acto creador
y dialógico en el que las personas, como sujetos activos de este proceso, nos desafiamos
mutuamente a producir lo nuevo.

Para Sacristán (1993) “La educación constituye un espacio a través del cual se expresa
una particular relación sujeto-mundo y ello nos constituye en seres sociales y culturales.”

Por tanto, si la educación que es proyecto reflexivamente dirigido, no la pensamos


como lugar para construir esos pilares de la humanización. Es decir, la educación debe ser
entendida como cauce y guía de la creación de la sociedad de sujetos humanos. Se trata de
una perspectiva de lo educativo que, en su expresión pedagógica, permita: comprender la
complejidad que supone como fundamental la multiplicidad de tiempos, interrelaciones y
espacios que trastocan nuestra subjetividad y las formas de apropiación de lo real; así como
la implicación de éstas en los modos de organización del conocimiento y la subjetividad.

Para Zemelman (1998) “La complejidad de lo que significa ser humanos ha estado
fuera de los discursos de la educación y, por ello, es necesario apropiarse de esas
complejidades para no seguir hablando de ficciones o roles cuando se hace referencia a los
sujetos de la educación.”
La educación que se necesita para este tiempo, debe constituirse en el lugar de
ensanchamiento de la propia capacidad del hombre para entender su mundo, poder pensarlo,
no sólo explicarlo.

Desde esta mirada de la formación, la educación debe asumir que el sujeto no es una
idea estática, definitiva, sino que se asocia con la dinámica de la vida, con la naturaleza, con
el contexto y con el entorno de ese sujeto. Por lo tanto, la realidad como tal, no es algo que
esté fuera del sujeto, el cual sólo tiene que ir a tomarla allá afuera. El sujeto no está excluido
del proceso de conocimiento, forma parte de él y como tal lo constituye, es decir lo forma.

Los espacios educativos son por excelencia, espacios para la conformación de


subjetividades, por eso Foucault afirma “que todo sistema de educación es una forma de
mantener o de modificar la adecuación de los discursos, con los saberes y poderes que
implican” (1991). Pero las bases sustentadoras de la educación que irrumpe con la
modernidad, tienen definido uno de sus anclajes en la noción de sujeto absoluto, un sujeto
para el control y las posibilidades de observación de sus conductas a partir de instrumentos
de medición. Por ello, no es extraña la emergencia posterior, desde ese anclaje, de los
enfoques pedagógicos anudados a los objetivos en términos de conductas observables con su
implícita práctica evaluativa.

La práctica docente requiere de un análisis profundo del aquí y el ahora, de las


dimensiones que intervienen en los fenómenos áulicos, para que el docente detecte las
necesidades que tiene cada salón de clase para construir con los alumnos el conocimiento y
el aprendizaje, enfrentándose a situaciones nuevas e inesperadas, a través de la
intersubjetividad entre docentes y alumnos.

En muy frecuente escuchar que la educación, y más precisamente la escuela, están


sumidas en una profunda crisis. Muchas veces estas opiniones son vertidas desde una
representación que entiende que la escuela tiene una gran responsabilidad para con la
sociedad en general y en particular con los problemas que se presentan en ésta.

En forma de conclusión, En retrospectiva, las lecturas nos hacen tener presente que
la educación y en particular las instituciones educativas siempre están sujetas a las
condiciones sociales, económicas y políticas propias de un determinado momento de la
historia.

La escuela en particular, es la institución productora por excelencia. En este sentido,


desde la sociología se han realizado muchos aportes advirtiendo acerca de su contribución en
la reproducción de las desigualdades sociales.

Para Foucault (1991), los sistemas educativos son una “forma política de mantener o
modificar la adecuación de los discursos, con los saberes y poderes que implican”, y nos
encontramos en la actualidad con discursos y saberes que legitiman a la gestión como la clave
para llevar adelante los procesos educativos de una manera eficiente.

La escuela, al ser la institución productora de subjetividad por excelencia, desde la


escuela también se puede generar conciencia y nuevos espacios de reflexión. A pesar de que
vimos que en la actualidad la institución escolar y el sistema educativo en general
contribuyen a la producción de un ciudadano consumista y competitivo, es lógico pensar que
también pueden y deben realizar aportes significativos para la conformación de sujetos
críticos capaces de comprender y manejarse en estos escenarios tan cambiantes y de gran
tensión entre lo local y lo global, entre la responsabilidad individual y los procesos colectivos.

Pensar la gestión escolar como una experiencia sensible a la realidad y no sólo como
una maquinaria al servicio de la -eficiencia- educativa es una posibilidad muy importante que
debe capitalizarse en este contexto.

La escuela es una institución fabricante y eso no ha cambiado con el paso del tiempo.
Creadora de saberes, de representaciones, de prácticas, de pensamientos, de opiniones, de
experiencias, de subjetividades. Entonces, es tarea de todos los actores educativos pensar y
repensar constantemente qué estamos produciendo y para qué, teniendo como horizonte la
posibilidad de generar espacios de conocimiento y aprendizaje que no sean solo –eficientes-
sino, ante todo, críticos y significativos; pues somos, agentes de cambio en este sistema
social.
Referencias

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y transformación individual y social. En Problemas sociales de la complejidad. CIPS,
Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas, La Habana, Cuba. Consultado 18 de
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Jorge A. (2016). MALESTAR EN LA CIVILIZACIÓN, Diferencia entre sujeto y


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http://www.revistavirtualia.com/storage/articulos/pdf/dnnc586noArNBR76HHp4r1w6vC8d
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Foucault, M. (1991). La hermenéutica del sujeto. México: Fondo de Cultura


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Hernández Salamanca, O. (2011). La noción de la subjetividad en el concepto de la


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Hugo Z. M. (2012). Sujeto y subjetividad: la problemática de las alternativas como


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octubre 2019. URL : http://journals.openedition.org/polis/943

Sacristán, J. G. (1993). La evaluación en la enseñanza. En La evaluación su teoría y


su práctica. Caracas, Venezuela: Cooperativa laboratorio educativo.

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