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docente”
Arturo Dabalos
M.U. Nº:2148
AÑO: 2019
En este narrativa realizo una reflexión sobre mi propia práctica como
estudiante residente de Historia; instancia que fue realizada en dos
instituciones educativas (Colegio del Carmen y San José y Escuela Pre
Universitaria Fray Mamerto Esquiu) que me brindaron esta posibilidad y en la
que fue importante también la actitud de apertura de los profesores (de los
cursos 2° año sección “A” Ciclo Básico y 5° año Sección “A” del Ciclo
Orientado), quienes han actuado como verdaderos tutores en mí transitar por
esta etapa, realizando un acompañamiento desde lo profesional y lo humano.
La narrativa está estructurada de acuerdo a las diferentes etapas por las que
transcurrí. Esto es, destacando desafíos, situaciones y toma de decisiones
durante la observación, ensayo y residencia.
En esta etapa se presentaron en mí, diversas cuestiones que propiciaron
momentos de crisis y replanteos y me obligaron a desglosar los diversos
objetivos que me había planteado en el inicio de este proceso. Dichas
cuestiones fueron develándose a medida que transcurrió el periodo lectivo y
que traté de resolverlas de manera fehaciente pero que al final, no creo que
hayan sido satisfechas en su totalidad.
Al referir a mi experiencia durante la práctica y residencia en las escuelas
secundarias, he decidido organizar el presente trabajo en 3 apartados:
1. ACERCANDOME A UN AULA
2. ENTRE PRE CONCEPTOS Y NUEVAS MIRADAS
3. HUELLAS DEJADAS
ACERCANDOME A UN AULA
Este año estuvo cargado de emociones, como de miedos a pesar de que no
era la primera vez que iba a estar como docente a cargo de un curso, ya había
estado en algunas durante el cursado de la Práctica I. Me surgieron preguntas
tales como: ¿estoy realmente preparada para esto? ¿Estaré en condiciones de
las demandas y necesidades del aula y de la institución? ¿tendré dominio
suficiente del conocimiento que esté de acuerdo a los contenidos a enseñar?
¿Cuál será la impresión inicial de los estudiantes y directivos? ¿Me
respetaran?, y tantos otros interrogantes me planteaba teniendo en cuenta al
adolescente de hoy, muy diferente a cuando me encontraba o estaba en su
lugar.
Esa distancia se ve reflejada en el perfil del alumno, en el establecimiento de
relaciones y vínculos con el docente, el comportamiento, la atención, la
participación y el interés frente a las clases. Durante mi paso por la escuela
secundaria, los alumnos solíamos ser callados, moderados en términos de
comportamiento, ubicados de acuerdo a la disciplina individual/grupal (los más
callados y dedicados en los primeros asientos, mientras que los poco
disciplinados en la parte última del aula), las actividades asignadas eran
realizadas de manera silenciosa (todos callados, sin desorden) y colectiva,
había una relación cordial de respeto mutuo, y primaba el verticalismo, dando
cuenta de aspectos propios de la Educación Bancaria: “el único margen de
acción, que se ofrece a los educandos es el de recibir los depósitos, guardarlos
y archivarlos. Se vuelven archiveros de lo que le proporciona” (Freire, P.:
Pedagogía del Oprimido; 1970. pág. 52). El estudiante de hoy, de acuerdo a las
observaciones realizadas en las instituciones mencionadas, son muy activos,
participativos, dinámicos, curiosos, colaborativos, con intereses diversos,
organizados de acuerdo a sus “afinidades” (relación, amistades), autónomos,
entre otros aspectos.
Al respecto, Anijovich afirma que es necesario tener en cuenta que los
niños/as, los adolescentes y los jóvenes son el centro del proceso educativo
que tienen diferentes formas de aprender, acorde a sus intereses, sus
debilidades y fortalezas, sus entornos culturales y sociales. Razón por la que
desde la enseñanza podremos ofrecer, como docentes, las mejores opciones
para que todos se involucren activamente y encuentren sentido a lo que
aprenden y al mundo en el que están insertos. En el enfoque de trabajo en
aulas heterogéneas que plantea la autora, se puede reconocer la existencia de
diferencias entre las personas, no solo en lo discursivo sino también en las
prácticas de enseñanza cotidianas en las escuelas, desde el estilo de gestión
institucional hasta las actividades que se proponen en el aula, la revisión del
diseño del espacio físico, de los modos de interacción social, entre los distintos
actores de la institución educativa y de nuevas formas de utilizar el tiempo y de
enfocar la evaluación de los aprendizajes. De esta manera, la enseñanza debe
realizar diferentes actividades considerando las intenciones educativas, la
heterogeneidad de los estudiantes en términos de estilos de aprendizaje, tipos
de inteligencia, intereses, niveles de pensamiento, experiencias anteriores y
culturas diferentes.
La observación en la formación docente, tal como lo define Anijovich “se
entiende no solo como una estrategia de enseñanza, sino como un espacio
curricular propiamente dicho (Anijovich, R.: Transitar la formación Pedagógica;
pag.61; 2009). Por lo tanto su valoración y su contribución fueron
fundamentales en esta instancia, ya que me brindó las herramientas necesarias
respecto a los cursos en cuestión para practicar, residir, poner en juego lo que
soy, lo que sé y lo que me propongo lograr.
Este primer ingreso al aula, como practicante/residente que observa a la
institución (macro: infraestructura, rituales, espacios, conductas, recursos) y al
aula (micro: los alumnos y al docente, al espacio del aula, los recursos
presentes, la dinámica y el desarrollo de las clases (momentos de inicio,
desarrollo, integración y síntesis), el establecimiento de las relaciones entre
pares y con el docente) fue muy enriquecedora en la impronta que generó al
momento de pensar mis clases, de planificar. Para ello ya tuve un conocimiento
ameno acerca de los intereses y expectativas de los estudiantes, su forma de
trabajar en el aula, sus reacciones, y los recursos con los que contaba (pizarra,
láminas, escritorio), y las características de este espacio (amplio, con buena
iluminación).
Este primer ingreso a la institución y al aula me generó cierto entusiasmo y me
permitió pensarme como docente para luego poder ponerme en situación.
Acorde a ello, las autoras Gloria Edelstein y Adela Coria refieren al lugar de
“indeterminación “en el que nos encontramos, en donde la persona del
´´practicante ‘entra en un estado de conflictividad, ya que el hecho de estar en
una situación de transición; salir de un momento que lo llama ‘’alumno’’ (que
viene formado, rellenado con cierto bagaje de conocimiento generado en
instituciones formadoras) empieza desaparecer, para hallarse, frente a las
autoridades que lo reciben, como ‘’colega’’. Pero ello no termina de’’ ser’’ algo
concreto. Podría admitirse que se trata de un alumno muy particular al que se
le demanda asumir responsabilidad que son propias de los docentes, que sea
alguien con un rol específico, pero no llega a esa, y ese estado en la que no
existe un posicionamiento fijo. Por lo tanto, podríamos decir que el practicante
sería una construcción de las instituciones formadoras de las propuestas de
formación, que se basaría en un conjunto de supuestos, es decir, un resto de
ideas e imágenes que suscita, no explicitadas. Se trataría de múltiples acciones
o estados, vinculados a la institución escolar donde habrán de desplegarse las
prácticas; con sus alumnos, sujetos del aprendizaje; con la institución en
nombre de la cual se "es" practicante; con el propio practicante En relación con
la institución escolar se destacarían:
Una institución dispuesta a recibir practicantes;
Que esa institución tiene una historia, en el espacio en el que despliega
su acción, historia de sujetos qué la habitan, que puede contar con un
cierto reconocimiento
Que esa institución escolar tiene una dinámica particular, una
cotidianeidad que permite distinguirla de otras;
Que existe un aula donde desarrollarán las prácticas: - que esa aula está
a cargo de un maestro o un profesor:
Que en el aula también hay alumnos, los que poseen una historia socio-
cultural singular; - que habrá un tiempo acotado y relativamente breve de
permanencia en ese espacio; es el tiempo de las prácticas.
En cuanto a la institución en nombre de la cual se puede ser practicante,
algunos supuestos serían:
Que se está formando en una institución particular, cada instituto
superior, incluida la universidad;
Que esa institución prepara instrumental y conceptualmente para "ser"
docentes;
Que, en función de ese objetivo, ha realizado una oferta sistemática de
formación, que incluye la práctica como momento clave, transmitiendo
un saber en relación con los contenidos a enseñar.
Los supuestos en relación con el practicante:
Que trabajar en la posición de enseñante es una elección;
Que tiene "vocación" para ello, o que se trata de una opción laboral,
relativamente independiente de los factores vocacionales;
Que algo sabe sobre los contenidos por transmitir
Que. en la mayoría de los casos, no tiene experiencia previa;
Que cuenta con la posibilidad de instrumentar propuestas innovadoras,
de corte metodológico
Que en el "tiempo de la práctica" realizará gran parte de la tarea que le
compete al maestro o al profesor: presentar los contenidos, organizar
actividades, cuidar la disciplina, transmitir hábitos
Que está en proceso de formación, por lo tanto, sujeto a evaluación.
Los supuestos podrían pensarse en relación con los niños, adolescentes,
jóvenes o adultos, con quienes trabajará el practicante:
Que seguirán siendo alumnos, aunque cambie la persona a cargo. En
ese sentido, que su lugar sigue siendo el de aprender, el de asumir el
oficio de alumno, independientemente de criterios erarios;
Que se comportarán como es debido con alguien que viene de afuera,
es decir, que harán "quedar bien" a la institución a la que pertenecen.
Fue importante esta instancia, debido a que de ella se puede extraer una idea
cabal de lo que va a ser el ámbito en donde se pondrá a prueba todos los
saberes adquiridos en mi instancia de formación docente (tanto de la materia
especifica; Historia, como de lo didáctico-pedagógico), la misma se convirtió en
un instrumento básico para evaluar y reflexionar todo el proceso a llevar a
cabo. Las técnicas de registro de observación aplicadas en esta instancia
tuvieron para mí, la finalidad de describir y registrar sistemáticamente las
manifestaciones de los comportamientos del grupo de estudiantes y así
generar una propuesta de enseñanza acorde a las características,
necesidades, valores y conocimientos adecuados a la edad y el ser del grupo
áulico.
Por otra parte, este transitar implicó uno que otro momento de tensión o
conflictividad. Este proceso nos traspasa, y está presente en nosotros una
fuerte carga emocional condicionada por los éxitos o fracasos de nuestra vida
académico como cotidiano. En otras palabras, ´´el aula cumple una función
epistemológica y trasformadora; epistemológica en el sentido no solo de
conocimientos socialmente aceptados y otorgados como válidos y útiles y, por
consiguiente, que se espera que la escuela los proporcione sino que, en
ocasiones constituyen en sí mismos un saber. La función transformadora se
refiere al logro de objetivos que vayan más allá del conocimiento por sí mismo,
que atiendan a “lo que queremos que los estudiantes sean como seres
humanos, es decir, con los atributos que esperamos que posean cuando
terminen de estudiar, por encima y más allá de los que podamos querer que
sepan´´ (Jackson1998 pág.61). Vivir el ámbito escolar, con sus tiempos, con
sus problemas, sus particularidades, y quienes la constituyen, resulto todo un
desafío, significó también combatir esos miedos propios de la iniciación y dejar
de concebirme extraño dentro de todo lo que es el sistema educativo, y sentir
que realmente ahora formo parte del mismo.
Paralelamente a los saberes que me proporciona la observación sobre la
situación áulica, también es necesario tener en cuenta los conocimientos que
adquirimos como estudiantes académicos, la misma se convierte en un
requisito esencial para poder orientar nuestra acción de ´´ENSEÑAR´´, y por lo
tanto darle cuerpo a nuestra tarea como educadores. He ahí nuestro
compromiso: Se trata de hacer, de proponer, de enriquecer, de problematizar, y
en base a ello, reflexionar sobre nuestra acción. Continuando esta línea, y
volviendo a lo afirmado anteriormente sobre la situación de enseñar, algunos
de esos contenidos anteriormente adquiridos no los había “aprobado” aun,
implicando un desafío en mi práctica. En este caso específico, mi decisión
consistió en releer bibliografía de materias ya aprobadas y que referían a los
temas a abordar en las clases, exploración de textos vía internet (páginas del
Ministerio de Educación, Edu.car, revistas digitales, entre otras), lectura de
manuales de secundaria (editorial Larousse), lectura de material bibliográfico
de las cátedras no aprobadas (Historia moderna, por ejemplo). Esta decisión
me ayudó a pensar cómo diseñar y abordar la clase (profundizando en ciertos
aspectos que podrían resultar interesantes para los alumnos; una
ejemplificación de ello es la cultura y la sociedad de la época de la colonia en
América Latina) con qué recursos (imágenes, afiches, textos), desde qué
estrategias (explicación didáctica, diálogo dirigido, torbellino de ideas, método
deductivo-inductivo) y con cuáles objetivos (acercarse de manera reflexiva
hacia la estructura social y cultural de la sociedad colonial de ese momento,
comprender los procesos históricos, analizar y reflejar las causas y
consecuencias de los hechos históricos, aplicar un sentido crítico-reflexivo
sobre los temas o cuestiones a plantear, propiciar un espacio para el debate,
intercambiar ideas entre compañeros de curso, fortalecer el respeto entre pares
y con el docente, contribuir en la consolidación del compañerismo, tolerancia,
altruismo).
Acercándome a una aula, refiere al hecho de experimentar en toda su vasta
dimensión, la situación de estar frente a una clase, de enseñar, y aprender
todas sus situaciones, realidades y personajes, que la constituyen y justifican.
HUELLAS LOGRADAS
Al momento de aplicar lo aprendido previamente (conocimientos adquiridos a
través de la observación con respecto a la institución y al aula y saberes
académicos) en la realidad áulica ha sido un desafío. Afirmándome en lo
diseñado en la secuencia didáctica, su puesta en práctica resultó, en algunos
casos, regulares y, en otros, muy buenos. Para ser más explícito, ejemplifico
esto a partir de dos situaciones:
Situación 1: en una de las clases que tuvieron lugar en el 2° año A del
Ciclo Básico, al presentar y explicar el tema, me extendí en el tiempo de
manera excesiva, lo cual obstaculizó el desarrollo de las actividades y la
integración de éstos y del tema. En otras clases, en cambio, el tiempo
sobró.
Situación 2: en este caso, otra dificultad al momento de poner en
práctica lo planificado, consistió en la no finalización de las actividades.
Nuevamente la administración del tiempo obstaculizaba la realización de
la clase, a pesar de que contaba con la predisposición y compromiso de
los alumnos. De este modo, al no finalizar las actividades, quedaba un
vacío, dudas, interrogantes y pendiente la socialización de sus
respectivas producciones y trabajos.
Otro aspecto a trabajar será la relación con el alumnado y el conocimiento. Si
consideramos al conocimiento como inacabado y la necesidad de construirlo
desde el trabajo en el aula, no solamente nosotros somos quienes lo
impartimos a nuestros alumnos, sino que resulta necesario indagar y recuperar
aquellos que ellos mismos portan. Los alumnos tienen el papel principal dentro
del aula y por ello era fundamental darle voz y centralidad en el proceso de
enseñanza aprendizaje. Aquí me confieso que el protagonismo, en muchos
casos, lo tuve yo (apasionado con el tema), impidiendo, sin darme cuenta, la
participación de los alumnos.
De todas maneras, en mi práctica docente no se basó solamente en malas
experiencias (y que hubiera por lo tanto impedido mi finalización) sino que
estuvo impregnada también por momentos lindos que se hacen presentes al
lograr el acercamiento con los estudiantes, ganando su confianza a través del
dialogo, del respeto y la proximidad a sus propios intereses, preocupaciones.
Ante cualquier duda, ellos se mostraron expresivos, animosos, algo que al
principio de mi práctica, no ocurría, dando dinamismo a la relación docente-
alumno, y a que la resolución de las actividades fuese muy buena, o
excelentes (esto ocurrió en los chicas y chicos del Nivel Orientado), propiciando
un espacio dinámico.
La práctica y residencia docente, nos lleva a pensarnos como estudiantes del
profesorado en historia quienes estamos recorriendo este camino a ser futuros
profesores en esta rama de las Ciencias Sociales. Este proceso implicó
redescubrirnos, reafirmando nuestra inclinación como docentes, aprender de
ello, detenernos para solucionar errores, mejorar y seguir el camino. Algo que
tal vez lo resolví, aunque no en su totalidad.
Para finalizar, debo decir que inicié este 2019 esperando mucho de mí,
sabía que este año no iba a ser solo un año académico más. En este trayecto
de formación como docente de historia, han sido muchos las circunstancias
que me ha tocado vivir a nivel personal y académico. Pero realizar esta
materia, marcaría un antes y un después en mi vida. Ya que tengo el
convencimiento de que voy a tener sobre mis hombros, la responsabilidad de
formar a personas, no solo en historia, sino para la vida. Llegar a este
momento, me dio la posibilidad de contribuir a mi identidad como profesional
(con competencias contextuales, capaz de analizar el contexto en el que le
cabe actuar y desarrollar propuestas adecuadas para ala acción) y, más
importante aún, ayudar a construir a otro ser humano, brindarles las
herramientas para que cada uno pueda desarrollarse, fomentar sus
capacidades y habilidades para desenvolverse en el día a día. En definitiva, la
etapa de Residencia, resultó un camino positivo, que me ayudó a progresar
(actitudes, desempeño, confianza, autocrítica, autovaloración) y, aunque hay
varias cosas que debo mejorar, me dio el convencimiento de que,
definitivamente, deseo ser un buen profesor en historia.
Huellas dejadas, se debe a las marcas dejadas en mi transitar por las aulas,
para formarme eficiente como un profesor, en la que resalta tantos los avances,
como así también las situaciones negativas propicias para su mejoramiento
futuro.
Bibliografía: