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Carlos Basch David I<reszes

(]audio Glasman Daniel Rubinsztejn

EL PADRE
Q!JE NO CESA

ENSAYO Y CRÍTICA
DEL PSICOANÁLISIS

ti Letra VIVa
Carlos Basch Claudio Glasman
David Kreszes Daniel Rubinsztejn

EL PADRE
QUE NO CESA

ENSAYO Y CRÍTICA
DEL PSICOANÁLISIS

(m Letra Vnta
Basch, Carlos 1 Glasman, Claudio 1 Kreszes, David 1 Rubinsztejn, Daniel
El padre que no cesa. "
- 1• ed. - Buenos Aires- Letra Viva, 2006.
176 p. ; 22,5 x14 cm.
In dice
ISBN 950-649-129-1

1. Psicoanálisis. l. Título
CDD 150.195

Prólogo . . . . 7
EDUARDO RINESI

Capítulo I . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
El Nombre-del-Padre: Un punto de partida
CLAUDIO GLASMAN

Capítulo II. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57
El acto de Atalía y el punto de almohadillado
CLAUDIO GLASMAN

Capítulo III . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91
Un deseo de muerte no mortífero
DAVID KRESZES

Capítulo IV . . . . . . . . . . . 109
© 2006, LETRA VIVA, LIBRERÍA y EDITORIAL Impurezas de la desligadura del padre
Av. Coronel Díaz 1837, (1425) Buenos Aires, Argentina DAVID KRESZES
letraviva@elsigma.com

Corrección: Jung Ha Kang Capítulo V . . 125


Versagung del padre
I.S.B.N.: 950-649-129-1 CARLOS BASCH

Primera edición: Abril de 2006


Capítulo VI 143
Impreso en Argentina- Printed in Argentina Catacresis
DANIEL RUBINSZTEJN
Queda hecho el depósito que muren lu Lny 11 .72:3

Prohibida la reproducción total o purdul do t•H IH ohru luyo cualquier


Capítulo VII . . . 161
método, incluidos lareprografla, la fol.ompiu y t•l·lrulu1111nnl o d itrit.al, sin la Final de un análisis
previa y expresa autorización por (IHI'ril.n dt• lotl lillll.ln•H d1.t l'rii i,YI'ight. DANIEL RUBINSZTEJN
Prólogo

Eduardo Rinesi

Este libro comienza con una reflexión sobre el nombre) So-


bre el nombre de este libro: El padre que no cesa. Que es un
nombre que bus-ca "poner en forma", según nos indica Clau·
dio Glasman desde la primera línea, otro nombre: el de un
seminario sobre los ~'Espectros del padre en la escena ana-
lítica"Jque está en el origen de estos trabajos y nombra uno
de los problemas de los que aquí se habla (uno de los pro-
blemas que subsisten, que permanecen, dice Glasman, en el
paso de lo oral al escrito: de aquellas reuniones a este libro),
y que por su parte recogía inspiración en un tercer nombre,
que en realidad era el primero: el de un libro anterior de los
mismos autores, titulado Espectros del padre, que en cier-
to sentido este libro que ahora tenemos entre manos here-
da, prolonga y continúa. De manera que estamos -bien s
ve- ante una insistencia, ante una presencia (una presen-
cia claramente espectral: volveré sobre esto# que persevera;1
que porfia, que reincide, que -eiertamente- no cesq, que se
resiste a desaparecer y, por el contrario, se obstina testaru-
damente en volver y en mantenerse y en seguir compare-
ciendo e inspirando nuevas reflexiones. En otras palabras:
que el propio tema del padre -del padre, de sus nombres y
de sus espectros- es, él mismo, el primero de los espectros,
y lo primero que no cesa, en el recorrido que va de Espectrog
del padre a El padre que no cesa_
Un recorrido que mira claramente, como señala de inme-
d,iato el propio Glasman, en una doble dirección. Por un lad~
hacia el mundo de la tragedia: de la tragedia antigua (SófQ)-

7
EouARDO RrNESr PltnLo< :o

eles, y sobre todo, aquí, Edipo en Colona), de la tragedia isa- uante, pacificante, y desempeña de ese modo un papel que
belina (Shakespeare, y sobre todo, siempre, Hamlet), de la corresponderla llamar "inaugural", en la medida en que Sj
tragedia francesa moderna (Racine, Claudel: Atalta y la tri- conyie.rte en un punto de partida para el sujeto, en la carre~
logía de los Coufontaine). Por el otro, hacia el texto de una tera principal por donde éste realizará su jornada.
muy comentada clase de Lacan (la primera y única clase de Estas dos metáforas -la del "punto de partida" y la de la
su inmediatamente interrumpido seminario de 1963) sobre "carretera principal"- merecen interesantes consideracio-
el problema de los nombres del padre, que introduce, des- nes en las páginas que siguen. Por un lado, Glasman lla-
de su misma presentación, desde su mismo nombre, la deci- ma la atención, muy sugerentemente, sobre la fundamental
siva cuestión de la pluralidad de esos nombres que vienen ambivalencia de la expresión "punto de partida", que indi-
a cumplir la función ordenadora del significante del Nom- ca que el sujeto sólo se separa del Otro separándose al mis-
bre-del-Padre, del que Lacan venía ocupándose, por cier- mo tiempo de sí mismo, partiéndose a sí mismo. El sujeto es
to, desde los inicios de sus enseñanzas. Inicios adonde van sujeto porque está siempre exiliado del Otro y de sí: escin-
entonces a buscar inspiración -contra ciertas lecturas eta- dido. Por otro lado, David Kreszes se pregunta si el propio
pistas, evolucionistas, despuesistas, de la obra del maestro éxito de la expresión "carretera principal" no nos habla aca-
francés-los autores de este libro, convencidos de la ilegiti- so de un olvido (de una represión) fundamental, en el pen-
midad del gesto que pretende hacer precipitar la constata- samiento psicoanalítico contemporáneo, respecto al modo
ción de la diversidad de los nombres del padre en devela- en que funcionan las cosas para el sujeto. Que no se limita
miento de la presunta vaporización o pulverización de una a transitar cómodamente por esa "carretera principal" con-
función estructurante que ningún dato sociológico, según se ducido sin sobresaltos por el significante del Nombre-del-Pa-
argumenta en los textos que van a leerse, autoriza a imagi- dre, sino que a cada paso se ve en la encrucijada de decidir
nar extinguida. qué hacer con ese significante, qué oír, cómo acoger ese "Tu
Por eso es que aquí se afirma reiteradamente, en sentido es ce qui me suivra(s)" en el que consiste -como había indi-
contrario, que antes que celebrar el primaveral estallido de cado Lacan en su célebre seminario sobre las psicosis, aquí
lo Uno y el advenimiento de la diversidad de las cosas, de la cuidadosamente revisitado- la interpelación del Otro. Con
variedad de las relaciones y de la multiplicidad de las iden- cuánta hospitalidad -como se dice acá, recogiendo un noto-
tidades, hay que reparar en la explicación lacaniana del mo- rio motivo derrideano- acoger el llamado a la subjetivación
mento de la institución del sujeto, a través del significante., (es decir, de nuevo: a la partición) contenido en esa deman-
como momento (anterior) de pasaje de lo múltiple a lo um¡. da. Que no hay motivo entonces para no reescribir como di-
En otras palabras: que la explicación de ese "paso del sin- ciendo apenas lo siguiente: "Tu es... ", "Tú eres ..." (que en el
gular al plural" ensayada por Lacan en aquella única sesión fondo es todo lo que el Padre dice y todo lo que puede decir),
de su seminario trunco del 63 no obliga a rechazar, sino que, con esos sugerentes puntos suspensivos que dejan, del lado
al contrario, hace sistema con -y presupone- su explicación del Padre y como don del Padre, una indeterminación, una
anterior sobre el "paso previo" de la introducción de lo dis- irresolución, un enigma, un silencio, que son interiores a la
continuo (de lo Uno) en la masa m1,1ltiforme, innumerable y propia función paterna.
terrorifica del significado. Retomando entonces esa explica- El Padre, en efecto, está habitado por un silencio (por
ción, los autores de este libro nos reeuerdan que, para La-' "un silencio de muerte", escribe Kreszes), que es otro nom-
can, el significante (todo significante, desde ya, y el signi:fi,; bre para su propia finitud, su propia necesidad de perecer
cante del Nombre-del-Padre en tanto point· de capiton del y de ser olvidado, y su desafio es entonces el desafío de re-
universo simbólico de un sujeto) cumple una función apaci- conciliarse con esa necesidad, de volverse sujeto del deseo

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EDUARDO RlNESl 1)Jl(~L()(:()

de muerte que lo tiene por objeto, de ese deseo de muerte hace un momento, un don, lo es porque, como explica por su
del padre cuyo de deberíamos poder leer, entonces, no (sólo) parte Basch, opera como causa de la lectura del sujeto: la
como un genitivo objetivo sino (también) como un genitivo encrucijada - bien se ve- es inherente a la "carretera princi-
subjetivo: como el deseo de muerte del padre que él es. (Si se pal", es ese punto al que las vías del significante necesaria-
me permitiera jugar con un trocadillo de Lacan que acá nos mente apuntan, y en el que se constituye el sujeto.
recuerda Carlos Basch -"tuez le pere", "tu es le pere"-, diría Por eso, porque la función paterna consiste exactamente
que el Padre debe oír, desde lo más profundo de su condi- en convoéar a una lectura por parte del sujeto (y esto "por la
ción humana, esta invitación: "Tuez le pereque tu es".) Sólo simple razón", como se dice, de que el significante del Nom-
que, igual que el sujeto nunca podrá ser enteramente hospi- bre-del-Padre "no significa nada"), porque el mandato pa-
talario respecto al llamado a la subjetivación contenido en terno implica constituir un mandatario 1lector, pero tam-
la interpelación paterna (o sólo podrá serlo al precio de dis- bién porque ese lector puede leer, y a veces lee - y justamen-
torsionar esa interpelación, de no "dejarla pasar" sino con- te cuando lee y porque lee- ese "mandato" paterno como una
virtiéndola en un mandato superyoico, que es otro modo de orden, es que aparecen los espectros del padre. El verbo es
decir lo que ya hemos dicho: que sólo podrá "partir" partién- apropiado: los espectros son apariciones, no "son" ni "están":
dose) y por eso su subjetividad será siempre una subjetivi- aparecen. Y aparecen, entonces, por los agujeros, por los va-
dad escindida, así también el Padre nunca podrá ser ente- cíos, por los silencios (otros tantos nombres para los puntos
ramente hospitalario respecto a esa invitación a reconciliar- suspensivos que siguen al "Tú eres ...") que vienen del lado
se con su propia finitud y con su propia necesidad de pere- del Padre y que el sujeto no termina de acoger tomando la
cer, y por eso tendrá siempre el doble deseo de ser olvidado palabra en (el) lugar del Padre, o (pero, de nuevo, este "o" no
y de ser recordado. quiere mostrar una disyunción, sino volver a señalar esas
Así, resulta que tenemos (como dicen los franceses: "río dos hebras que forman el nudo que el sujeto es) que el Pa-
arriba y río abajo") nudos de tensiones, puntos de irresolu- dre no termina de aceptar asumiendo su necesidad de pere-
ción, indeterminación e incompletud, encrucijadas, impure- cer. Por cierto, es justamente eso (son justamente esas dos
zas, "manchas" y tachaduras tanto del lado de la carretera cosas) lo que pasa en Hamlet, donde tenemos un sujeto que
principal del significante del Nombre-del-Padre (que, como no se decide a actuar y un padre que no se resigna a ser ol-
dice Daniel Rubinsztejn con Lacan, es pacifiant, pero pas si vidado ("Remember me" [1.5.91]) y al que su propio hijo debe
fiant) cuanto del lado del sujeto. Aunque ponerlo así puede pedirle ("Rest, rest, perturbed spirit" [1.5.183]: volveré sobre
resultar todavía un tanto equívoco, porque en realidad (al este rest) que descanse de una buena vez.
menos en la realidad de la escena analítica, que es la que Impurezas, decíamos. Impurezas del padre. Yuso el plu-
les importa a los autores de este libro) no hay nunca esos ral con toda intención, a fin de subrayar que existen distin-
dos "lados". En efecto, como subraya Rubinsztejn, la "fun- tas formas de esas impurezas, que no son (digámoslo una
ción paterna" y el "sujeto" -el "sujeto/lector", el sujeto que es vez más) modalidades anómalas de una función que podría-
convocado a leer (por) el significante del Nombre-del-Padre- mos concebir -ideal o tendencialmente- como "pura", sino
no son dos entidades preexistentes a la m(lquina metafórica modos, modulaciones, inflexiones de esa misma, impura fun-
que los hace co-surgir, sino los dos cnhm; do un nudo inextri- ción. En la exploración de estas formas de la impureza del
cable. Si la Versagung (la frustmdón) ·qut~ t'H inherente a la padre encuentran su lugar, en este libro, los análisis, que ya
función paterna -{}Ue es otro modo, podríumoH decir, de nom- anunciamos, de algunos de los otros grandes capítulos de la
brar aquellos puntos susp(\nt~ivm~ c¡uc• t~•••\nlnn esa indeter- historia del teatro trágico que mencionábamos al comienzo.
minación esencial de la fund(ln ¡u•t..-r·nn - OH, tomo decíamos Así, Kreszes vuelve sobre un momento fundamental de la

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EDUARDO RINESl PHóLOOO

saga edípica para mostrarnos, en Edipo en Colo na, a un Edi- Henalar algún tipo de déficit de esa función por contraste
po furioso, colérico y terrible, que maldice a sus hijos y con- <'On lo que ella debería ser, con su estofa "normal", digamos,
dena a sus hijas -al ocultarles el lugar de su propia tumba- sino para caracterizar esa misma estofa. Vale decir: que la
al doble desconsuelo de no poder olvidarlo y de no poder Ho- función paterna no está "en harapos y remiendos" por con-
rario. Y Basch nos revela, de la mano de las consideraciones traste con algún otro tipo de forma que podría asumir, y que
de Lacan sobre el teatro de Claudel, el modo en que en él por lo tanto el estar "en harapos y remiendos" -si quisiéra-
se abre, para dar cuenta del carácter ridículo, irrisorio, que mos usar esa expresión para indicar algo rajado, agujerea-
tiene también el padre, "un margen de comedia bufa en el do, roto: en suma, pas si fiant- no constituye la falla de la
corazón de la tragedia edípica". Esta última expresión -"en función paterna, sino su misma naturaleza.
el corazón de la tragedia edípica"- resulta sin duda feliz, y Si, en cambio, quisiéramos usar la expresión "en harapos
resume lo que en este libro se postula sobre estas "impure- y remiendos" -como suele hacérselo- para indicar algo que
zas" de las que hablamos: lo que el padre tiene de ridículo y está funcionando mal, algo que falla respecto al modo en
lo que tiene de terrible (igual que lo que tiene de incomple- que debería funcionar, deberíamos decir que la función pa-
to, finito e indeterminado) no lo tiene "a un costado", por así terna está "en harapos y remiendos" justo cuando pretende
decir, del "núcleo duro" de la función que representa frente erigirse como otra cosa que el lugar donde se deja oír un bal-
al sujeto, ni tampoco como el resultado de un asalto a esa buceo.que no lo sabe todo sobre sí mismo. En ese sentido, si
función por algún elemento extraño, sino en el mismo cora- en Hamlet la función paterna está (como en efecto está) "en
zón de la relación -trágica- que lo constituye. harapos y remiendos" no es porque en una ocasión el espec-
Casi una digresión: En un valioso trabajo reciente, titula- tro del antiguo rey se presente ante su hijo sin su armadura
do Hamlet, el padre y la ley (Garla, Buenos Aires, 2004), En- ni sus seguridades ni su majestuosidad, sino porque antes
rique Kozicki defiende la idea de que la famosa expresión de -en la escena que determina todo el curso posterior de los
Hamlet "A king ofshreds and patches" [3.4.102] ("un rey de acontecimientos- se había presentado ante él con todas las
harapos y remiendos", aunque también se la ha traducido a galas y los atavíos de la guerra, cubierto, "de pies a cabeza"
veces como "un rey payasesco", lo que la deja muy cerca de [1.2.226], por un acero impenetrable, y sobre todo cubierto,
las observaciones de Basch que acabamos de presentar) se de pies a cabeza, por un no menos impenetrable saber sobre
refiere, no -como suele suponerse- al rey Claudia, sino a su las cosas: tanto sobre las circunstancias de su propia muerte
hermano, Papá Hamlet, y afirma que hay que entender esa como sobre lo que hay que hacer (sobre lo que ahora Hamlet
frase como una reflexión sobre el menoscabo de la función tiene que hacer) para vengarla. Nada de puntos suspensivos,
paterna que se tematizaría en la pieza. Que es esa función nada de llamado a la lectura ni de aceptación de la muer-
simbólica del padre la que estaría, en Hamlet, "en harapos te y el olvido: aquí, en este momento (y no en el dormitorio),
y remiendos", en la medida en que el padre de Hamlet (que es cuando el padre de Hamlet falla como encaniación de la
se aparece ahora frente a él, débil y sin su armadura, en la función paterna. De otro modo: Que, vestido de harapos y re-
recámara de la reina, para pedirle que la cuide) estaría re- miendos, el padre de Hamlet personifica cabalmente la fun-
velándose como un inadecuado portador y vocero de la Ley. ción paterna de la que se habla en este libro, mientras que,
Creo reproducir fielmente la observación que, comentando engalanado con todos los signos de su dignidad, nos presen-
ese libro hace un par de años, nos hizo á ambos (a Kozicki y ta esa función paterna en harapos y remiendos.
a mí) David Kreszes si la resumo di<'ÍNldo lo siguiente: que ¿Paradoja? Es que es de eso, de paradojas (significan-
la expresión "en harapos y remi<mdoH" n'Hulla feliz para ca- tes que lo son justamente porque no significan nada, cau-
racterizar la función paterna Hiompr(l qtH' no se la use para sas que funcionan precisamente porque están vacías, su-

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EDUARDO RINESI PJtóW<iO

jetos que se vuelven tales justo cuando se parten y se exi- los espectros sqn pensados aquí, en este libro (no, quiero de-
lian para siempre de sí mismos), de lo que se trata siempre cir, en el sentido de lo que se les aparece a los sujetos bajo
aquí, en el mundo gobernado por el significante del Nom- la forma del "espectro del padre"), sino en un sentido algo
bre-del-Padre. De paradojas y de conflictos irresolubles y diferente, que pone a este libro (insisto: al ademán teórico-
de ambigüedades y de enigmas: de todo ello hay cantidad político de este libro) en sintonía con otro libro notorio, que
de ejemplos en este libro. Y es por eso, justamente, que la sin ser mencionado expresamente en éste lo sobrevuela sin
tragedia interesa al psicoanálisis. La tragedia interesa al embargo -me parece- muy evidentemente, y al que en una
psicoanálisis, en efecto, porque el mundo organizado bajo tercera dirección -junto con la que señalan el universo de la
el imperio de la ley del padre está siempre, constitutiva- tragedia y la obra teórica de Lacan- me parece que apunta
mente -igual que el mundo trágico-, "out ofjoint", "fuera de también su propio nombre.
quicio" [Hamlet, 1.5.189]: tiene siempre -igual que aquél- Me refiero al muy sugerente Espectros de Marx, de Jac-
una estructura contradictoria, paradójica y conflictiva. Las ques Derrida (Trotta, Madrid, 1995), escrito en años de de-
cosas serían sin duda menos complicadas (y menos trági- rrota política y cultural de las ideas de Marx, de la heren-
cas) si pudiéramos pasar de preguntarnos por la función cia de Marx, en todo el mundo, y que se ocupaba en reali-
del padre a decretar su de-función, el fin del Nombre-del- dad -simplificando mucho- de dos cuestiones, distintas pero
Padre, y entonces descubrir tendido ante nosotros -como complementarias. Por un lado, de la presencia del proble-
el filósofo positivista o neopositivista descubre desplega- ma teórico de los espectros en la obra de ese gran lector de
do ante sus ojos el glorioso espectáculo de todo lo existen- Shakespeare que fue Marx. Por otro lado, de la propia obra
te- el sabroso festín de un conjunto de singularidades que de Marx como un espectro. Como el espectro de un muerto
reclamarían ahora (ahora: "más allá" o "más acá" del pa- que, despachado demasiado aprisa y barrido con excesiva
dre, fuera -mejor- del viejo y odioso y obsoleto Padre, de precipitación (como les pasa a los muertos de Hamlet: eso
sus redes y de sus paradojas) ser nombradas, clasificadas Lacan lo. vio muy bien) debajo de la alfombra del palacio del
y ordenadas con palabras claras y distintas. neo-liberalismo triunfante y soberano en esos años, ronda-
Pues bien: esta posibilidad no solamente existe, sino que ba sin embargo alrededor de sus murallas con un mensaje
las posiciones que resultan de abrazarla son hoy -según se para darnos. Un mensaje que nosotros teníamos el deber, la
sugiere en este libro- "imperantes" tanto dentro como fue- responsabilidad (responsabilidad teórica, responsabilidad
ra del campo psicoanalítico, tanto en el terreno de la clínica política) de escuchar. De heredar, decía incluso Derrida, po-
como en el de los debates culturales, y es exactamente con- niendo su tema (que prolongará en su intervención, titula-
tra esas posiciones que está escrito este libro. Que sin duda da "Marx & Sons", en un volumen colectivo de discusión de
por eso tiene ese tono de reincidencia y de porfía que seña- sus planteas editado por Michael Sprinker: Ghostly demar-
lábamos al comienzo: porque de lo que se trata acá, en efec- cations [Verso, Londres, 1999]) sugerentemente cerca del de
to, es de seguir formulándose, obstinadamente, la vieja pre- este libro. Donde también, ciertamente, se habla de heren-
gunta por el Padre. De seguir oyendo, diríamos, esa vieja y cias, y cuya invitación fundamental, me parece, es esa mis-
siempre renovada pregunta. A eso me rC'f(,rfn yo al inicio de ma: una invitación a no apurarnos a barrer las grandes pre-
estas notas cuando hablaba de la pr<'s~.mcia espectral, en es- guntas y los grandes temas debajo de la alfombra.
tas páginas, de u.n tema, una Pr<'gunla d<'l !{esto mismo de Hablando de alfombras: había una en el escenario del tea-
una pregunta, de la insistencia dt~ 111111 ¡m•gunta- : la pre- tro The Globe donde la compañía de Shakespeare represen-
gunta por el padre. Esa pregunt.u, 1'11 nfC•d.o, puede ser pen- taba Hamlet. Estaba en el centro, y se usaba para disimular,
sada ella misma como un t'HJWdro, no 1•11 1'1 Hl'ntido en que durante las escenas que transcurrían dentro del palacio, un

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EDUA1ill0 HINES! l'lt()LOOO

agujero rectangular que había en el piso, que era el agujero dP Hegel) que no había sido él quien había actuado en su
por el cual, en la última escena del primer acto, desaparecía contra, sino su locura la que lo había hecho actuar. En am-
bajo tierra el espectro del antiguo rey, y que más tarde ser- bos casos, en efecto, lo que tenemos es la descripción de la
vía de tumba al cuerpo de Ofelia en la escena del cemente- Aituación de un individuo sometido a fuerzas superiores a él
rio. No necesito indicar aquí, evidentemente, la enorme im- y que él no controla, lo cual por cierto no deja de ser, por de-
portancia de ese agujero, adonde van a parar los restos (rests) cir lo menos, uno de los temas fundamentales de toda la pie-
y de donde salen -además de huesos, calaveras y gusanos- za, y ciertamente uno que interesa centralmente a las cues-
los espectros de los muertos: ese agujero es la vía de comu- tiones que se discuten en este libro.
nicación entre los dos mundos por los que transita la pieza Pero todo esto podría llevarnos muy lejos, y es necesario
-el mundo de los vivos y el mundo subterráneo- y en cierto que no nos distraigamos, porque acaban de hacer su apari-
sentido esa comunicación es el tema de la obra, lo que vuel- ción sobre el escenario Hamlet y su amigo Horacio, quienes
ve muy verosímil la sugerencia de Glasman, inspirada en se acercan hablando sobre el sentido de la vida y de la muer-
el seminario que Lacan dictó sobre Hamlet en 1959, de leer te y parecen dispuestos a iniciar un diálogo con el primer se-
esa escena del cementerio como el verdadero centro (como pulturero. Éste, entretanto, ha despachado ya a su ayudan-
el point de capiton, dice Glasman, en el contexto de una ex- te mandándolo a comprar "una jarra de aguardiente a lo de
plicación sobre ese concepto y sobre la posibilidad de leer la Yaughan", quien según parece era un tabernero que tenía
sesión sobre el point de capiton como el point de capiton del su cantina a la vuelta del teatro. Pero nosotros no estamos
seminario de Lacan sobre las psicosis) de toda la tragedia. acá para revelar los "chivos" de Shakespeare sino para oír
Esta idea es efectivamente interesantísima, y podemos tra- a Hamlet, que acaba de dar un paso al frente y se dispone a
tar de examinar su productividad echando siquiera un rápi- formular una pregunta importantísima:
do vistazo a lo que ocurre en esa escena fundamental.
La misma, como se recordará, se abre con el delicioso diá- ¿De quén es esta tumba, compañero? [5.1.99],
logo entre los dos sepultureros, que -con su parodia de la jer-
ga judicial, su latín mal articulado, sus blasfemias, sus adi- pregunta efectivamente fundamental que no sólo prod"li-
vinanzas y sus chanzas- constituye un tesoro lleno de ver- ce (nos produce) el estremecedor efecto de una argentiniza-
daderas piedras preciosas, varias de las cuales aumentan su ción violenta, inesperada y total de Hamlet, sino que resu-
valor por su capacidad para, como de soslayo y en tono de co- me también, de un solo golpe, otro de los temas fundamen-
media, echar luz sobre algunos aspectos fundamentales de tales de toda la pieza, cual es (Glasman lo señala desde el
la pieza, cuando no incluso ayudarnos a inteligir su sentido comienzo) el tema del duelo, del trabajo de duelo. Que re-
general y más profundo. Es el caso de la disparatada expo- quiere, como dice Derrida en el libro que mencionábamos un
sición del primer sepulturero sobre el suicidio "en defensa poco más arriba, "identificar los despojos [los restos] y loca-
propia", o el de su divertida explicación sobre la diferencia lizar a los muertos": saber dónde están, de quiénes son las
entre el hombre que va hacia el agua y el agua que va ha- tumbas. Y saber que, ahí donde están, están tranquilos y se-
cia el hombre y lo ahoga, que Harold Goddard, en su notable guros y quietos, y que ahí se quedarán. Ya habíamos oído a
The Meaning of Shakespeare (Univer.sity of Chicago Press, Hamlet pedírselo al espectro de su padre, mientras el actor
Chicago, 1951), ha propuesto comparar con la disculpa que que representaba al viejo rey, después de haber desapareci-
en la escena siguiente le ofrecerá Hamlet a Laertes preten- do por el agujero donde ahora están por enterrar a Ofelia,
diendo (pretensión inaceptable, por supuesto, no sólo para corría de un lado a otro ("excelente zapador, viejo topo") gri-
cualquier psicoanalista sino también para cualquier lector tando "Swear, swear!" por debajo de las tablas. "Rest, rest,

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I•;Jll JAlUJO RINEHI l'ltf>J.()( :o

perturbed spirit!", le había pedido el hijo al espectro de su qui er cosa , y sobre todo no está diciendo que él es "danés",
padre. Rest: Quedate quieto, quedate mudo, quedate muer- sino (como entendió en seguida Claudia, que justamente por
to. Y quedate ahí: "Que, dans ce que reste de lui, il y rest", t'IW se apresura a recordar a todos que el príncipe está loco:

escribe Derrida. ¿Hay que hacer notar que la última frase "¡Oh! Está loco, Laertes" [239]) que él es el Danés. "Soy yo, 1
que pronuncia Hamlet antes de morir, la famosísima "The llamlet el Danés", dice, en efecto, Hamlet, y la frase puede
rest is silence" [5.2.337], dice - como tantísimas otras frases conectarse con la del buen Marcelo, al comienzo de la pieza
de esta pieza llena de ambigüedades y dobles sentidos- mu- ("FRANcisco: Stand ho! Who is there? 1 HoRATIO: Friends to
cho más que lo que dice? this ground. MARcELLUS :And liegemen to the Dane" [1.1.15] :
Pero Hamlet no sabrá, todavía, de quién, o para quién, es "y súbditos leales del rey de Dinamarca"), o con la del pro-
esa tumba. El sepulturero lo enredará en una ingeniosa serie pio rey, en la escena siguiente ("You cannot speak of reason
de juegos de palabras y después le explicará cuánto tardan to the Dane 1 And lose your voice" [1.2.44-5]: "No malgasta-
los cuerpos en pudrirse y le hablará de Yorik y le mostrará réis la voz con vuestro Rey 1 Si se trata de algo razonable"),
su calavera. Hamlet no sabrá que Ofelia ha muerto hasta porque, igual que en esos dos pasajes, the Dane, el Danés, in-
que (escondido con Horacio detrás de un árbol o una lápi- dica una dignidad real: la posesión de la corona o el derecho
da) lo oiga de boca de Laertes, quien, después de protestar a ella. Lo que Hamlet está proclamando, entonces, al vocife-
por lo exiguo de los ritos mortuorios dedicados a su herma- rar "Soy yo, 1Hamlet el Danés", es nada menos que la legiti-
na, salta ahora dentro de su tumba --en una demostración midad de sus títulos. Lo que Hamlet está diciendo es que ha
de dolor que a Hamlet le parece algo altisonante y ofensiva- vuelto de Inglaterra para luchar por lo que le corresponde.
para abrazarla por última vez. Es entonces cuando el prín- Lo que Hamlet está haciendo es, como se dice en este libro,
cipe sale de su escondite, ridiculiza a grito pelado la exage- tomar la palabra. Tomar la palabra en (el) lugar del Padre,
rada afectación del muchacho y lanza su sonoro hacer-la-suya (Glasman) y asumir así el papel-apropiarse
del papel- que habrá de jugar hasta el final de la pieza.
[...] This is 1, Pero volvamos a nuestro agujero, donde habíamos deja-
Hamlet the Dane [5.1.224-5] do a Laertes -justo antes de que Hamlet saliera de atrás del
árbol a los gritos- abrazando el cuerpo muerto de su her-
("Soy yo, 1Hamlet el Danés"), para inmediatamente trenzar- mana. Lacan está dispuesto a sacarle todo el jugo posible a
se en una pelea con Laertes, de quien deberán separarlo, a ese agujero, como lo revela el sugestivo final de la segunda
pedido del mismísimo rey, los caballeros presentes. sesión de su seminario sobre Hamlet, y nosotros mismos es-
Todo esto es muy interesante, a condición de que enten- tamos tratando de ponerlo en comunicación con los temas
damos qué es lo que está pasando. Qué es lo que está dicien- centrales de los que se habla en este libro. Pero para que ese
do Hamlet. Lacan, pasmado por las palabras del príncipe agujero funcione efectivamente como la metáfora como la
("la cosa más inesperada", dice), se limita a observar que a que sin duda puede ser leído es necesario que no nos ponga-
Hamlet ''jamás se le escuchó decir que era danés" (lo cual mos a tirar gente ahí a tontas y a locas. Lacan, quien como
es cierto), que "los daneses le dan náuseas" (lo cual tam- acabo de sugerir no alcanza a comprender qué está dicien-
bién es cierto), y que "de pronto está todo revolucionado" (lo do Hamlet cuando se presenta con su "This is 1, 1 Hamlet
cual es certísimo: Hamlet acaba de enterarse de la muerte the Dane", supone que, inmediatamente después de lanzar
de la mujer a la que amaba). Pero una cosa es que de pron- ese ''verdadero rugido", el príncipe "se precipita a continua-
to esté todo revolucionado y otra muy distinta que Hamlet ción de Laertes":·se tira al pozo. Pero eso es absurdo. Como
esté diciendo cualquier cosa. Hamlet no está diciendo cual- ha observado Harley Granville-Barker en su clásico Prefa-

18 19
EDUARDO RJNESI PR<) LO(:O

ce to Hamlet (Hill and Wand, Nueva York, 1957), es invero- 11pn rar los restos y de donde, como dice Lacan, "se escapan
símil que alguien pronuncie a viva voz una frase de la so- cosas". Y de donde nosotros mismos estamos siempre tratan-
lemnidad, de la dignidad (de la royal dignity, escribe Gran- do de escapar, y donde siempre, por cierto, estamos en ries-
ville-Barker) de la que acabamos de oír de boca del Prínci- go de re-caer. En su presentación de la idea que aquí hemos
pe Hamlet y a renglón seguido se tire ridículamente a un intentado acompañar (la que nos invita a pensar la escena
hoyo para agarrarse a las trompadas, bajo tierra ("vemos a del cementerio como point de capiton de Hamlet), Glasman
los dos amigos desaparecer en el pozo", dice Lacan), con un hace una observación preciosa: dice (acaso inspirado -no ten-
deudo de la muerta. go idea- en Lacan, pero muy lejos de lo que Lacan, en este
El punto es relativamente controversia! porque, como se específico punto, dice) que Hamlet, "en su pelea con Laer-
sabe, Shakespeare (que era el propio director de las primeras tes", se cae al pozo. Se cae, no se tira. La idea me parece po-
puestas de sus obras) nos ha dejado muy pocas indicaciones derosísima, y querría terminar entonces llamando la aten-
de dirección anotadas en sus textos, pero además porque de ción sobre la notable alegoría de lo humano que nos ofrece-
esos textos no tenemos una única versión original, sino tres. ría la siguiente escena, que la estupenda sugerencia de Glas-
Acaso inspirado en una de esas tres versiones - una versión man nos permite imaginar: un sujeto forcejeando con otro al
in quarto, de 1603, considerada tan defectuosa que se conoce borde del vacío, moviéndose con torpeza, bamboleándose sin
como Bad Quarto-, un tal Rowe, temprano editor de la pieza, gracia, intentando esquivar los golpes, trastabillando, tra-
estableció que, tras su frase, Hamlet "leaps into the grave", tando de evitar caer pero fracasando y, entonces sí, cayen-
se tira a la tumba, y sus colegas posteriores lo han seguido do, junto con el otro, en un pozo lleno de restos y de oscuri-
en ese punto. Sin embargo, ninguna de las otras dos versio- dad y de confusión y pugnando allí, dentro del pozo, mien-
nes originales de la pieza (el otro Quarto de 1604-5 y elFo- tras tal vez sigue luchando con el otro (¿cómo saberlo?: no
lio de 1623) ordenan a Hamlet lanzarse gimnásticamente los vemos), por escapar, y consiguiendo en efecto, finalmen-
al agujero, pero sobre todo es evidente por la propia secuen- te, volver a salir -quién sabe si por sus propios medios o afe-
cia del texto (Laertes, ni bien termina de oír la declaración rrando la mano que le tiende, desde arriba, su amigo Hora-
de Hamlet -de hecho, en la misma línea-, lo insulta dicien- cío o alguno de los cortesanos o el mismo rey- y ponerse de
do "¡Que el diablo se lleve tu alma!" [225], y dos líneas des- nuevo, tambaleante, todo magullado, de pie.
pués oímos a Hamlet pidiéndole "... que quites tus dedos de Por lo menos por un tiempo.
mi cuello" [227]) que es Laertes quien agrede físicamente a
Hamlet, y no al revés, y que por lo tanto es Laertes quien
"climbs out ofthe grave", sale de la tumba (como anota por
ejemplo Philip Edwards en su edición de Hamlet, Cambrid-
ge University Press, 1985), para atacar al príncipe. La pelea
entre los dos jóvenes tiene pues lugar fuera de la tumba, al
borde de la tumba, no "dentro" de la tumba.
Lo cual, me parece, vuelve mucho mayor el valor de me-
táfora (de metáfora de algo de lo que se habla largamente
en ese libro: de ese abismo, de ese devastador vacío de sen-
tido al borde del cual se erigen siempre -y siempre preca-
riamente-los sujetos, toman la palabra, como acabamos de
oír hacer a Hamlet, los sujetos) de ese agujero adonde van

20 21
Capítulo 1

El Nombre-del-Padre:
Un punto de partida

Claudia Glasman

Sé que en sus vínculos con personas o


cosas ustedes advierten la significación
del punto de partida.
SIGMUND FREUD

Nuestro punto de partida, el punto al


que siempre volvemos, pues siempre
estaremos en el punto de partida, es~
que todo verdadero significante es, en
-tanto tal, un s1gn1ficante que no signi-
fica nada.
JAcQUEs LAcAN

A modo de introducción: Con Lacan, psicoanalista,


lector/es de Freud

El título del presente libro, El padre que no cesa es en


cierta medida una puesta en forma de Espectros del padre
en la escena analítica, título del seminario que fue su acon-
tecimiento de origen y que sin embargo permanece como
uno de sus problemas nucleares. Aquel nombre estaba ins-
pirado en nuestro libro anterior, casi homónimo, Espectros
del padre. El presente fue decidido teniendo en cuenta cier-
ta discusión que consideramos necesaria en el interior del
campo psicoWlalítico. Es que se ha vuelto casi una eviden-
cia que en esta época post-moderna hay desde una declina-
ción, una desaparición, y hasta lo que algunos "celebran in-

23
CLAUDIO GLASMAN
1+:1. NoMIIIU•:· m:l ,· PAillU•:: lJN Pl JN'I 'O m : I'Alt'L'IIlA

cluso como el descubrimiento de la inexistencia del padre


simbólico tañfo-pur fuera como put dentro del psicoanáli-
~ Consideramos que la pregunta por la función o defun-
ción del Nombre-del-Padre es tan urgente y crucial para la
""j)ractica del análisis, que esta evidencia debe ser decidida-
mente conmovida. Por eso el nuevo título, que bajo una for-
ma modal y más cerca de la lógica, quiere apuntar a lo se
vuelve una insistencia necesaria. Será necesario interrogar
las nuevas máscaras y la diversidad de modos sintomáticos
o de malestar de la presencia siempre velada de lo que en-
tendemos no cesa de ser una función nodal en la constitu-
ción del sujeto. Su costado político, ya sea en la dirección de
la cura o por fuera de ella en el ámbito de los debates cultu-
rales, es entonces plantear una discusión en y desde el psi-
coanálisis, desde una posición que va a contracorriente de
ciertos ideales imperantes que han vuelto natural este tipo
de afirmaciones ajenas a nuestra experiencia y teñidas de
ilusiones, y desilusiones, de decadencia y progreso.
También es una promesa o, para decirlo más cerca de
nuestro deseo, una apuesta práctica. Aquel libro surgió de
una reunión de trabajos pre-existentes, de psicoanalistas que
venimos desde hace tiempo reuniéndonos en un trabajo co-
mún. Esos textos, que ya habían sido escritos, fueron reuni-
dos para su publicación. Después de aparecido el libro, y en-
tusiasmados por el resultado de esa conjunción, decidimos
comenzar a reunirnos para un nuevo trabajo, nuevas lectu-
ras, otras discusiones. El fin más inmediato, un seminario,
lo oral; quizás después, un nuevo libro, es decir, el paso al
escrito. El propósito no era contar lo ya escrito, sino tomar-
lo como punto de inicio para darle otras vueltas a las cues-
tiones que evocan e invocan, lo cual debería ser más inquie-
tante a ... los Espectros del padre, esos modos singulares del
retorno y de la ms1stencia de lo no s1mbolizadQ:
Por otra parte, dicho título Juega alusiVamente con la tra-
gedia de Hamlet. Pero en la tragedia el espectro está en sin-
gular, es elghost, el fantasma del padre asesinado, que retor-
na demandando la venganza del hijo. Pluralizarlo lo aproxi-
ma a los Nombres-del-Padre. Sin embargo no son la misma
cosa espectros o nombres. Podríamos anticiparnos a cuestio-

25
24
1•:1. NllMIIItt•: lll•:t .. PAiliU•:: UN l'liN'I'O 111•: I'AH'I'IJ)¡\
CLAumo GLASMAN
He aquí lo extraído de las citas freudianas: dos veces in,-
alcanza que se digan una vez para que puedan ser leídas u siste en una repetición casi idéntica,_en el capítulo V, "Algu-
oídas. Este es un punto de encuentro textual entre el funda- nas discusiones", del historial del Hombre de los Lobos. Note
dor del psicoanálisis y Lacan ,gue quisiera primero remar- el lector que esta repetición es la puesta en forma de un tex-
car, luego comentar. Lo que tiene como unto . . .' re etición
Hay una presentación del método afectado por la estruc- m1sma. Relación de homología entre la cosa tratada y la for-
tura de la tragedia de Hamlet, en tanto entramado literal: ma del tratamiento. Los detalles de forma en las cuestiones
todas las vías de la pieza conducen a la escena del cemen- cruciales del psicoanálisis no son secundarios. En nuestro
terio. La can hace ahí algo con sus lecturas del texto freu- campo las cuestiones de forma son cuestiones de fondo. Más
diano. Se dejan oír aquí ecos de esas lecturas. Hoy se ha-
allá de la forma, en el fondo no hay nada:
bla entre nosotros, psicoanalistas, de la relación problemá-
tica entre Lacan y Freud. Más específicamente, de la rela- [...) cómo a partir de cierta fase del tratamiento todo pare-
ción crítica que hay entre el Lacan de los últimos semina- cía converger hacia ellas y ahora, en la síntesis, los más di-
rios y el Lacan, más freudiano, de los primeros. Y aquí crí- versos y notables resultados irradian de ellas, y cómo jus-
tica quiere decir ruptura; en términos más filosóficos, supe- tamente mediante su supuesto hallaron solución los gran-
ración; en términos de herencia y transmisión, corte limpio des y los más pequeños problemas así como las rarezas del
de deudas. Lacan dice en algún lugar del seminario que es
un lector de Freud. ¿Pero qué es un lector? Podemos para- historial clínico [...)
frasearlo y proponer que así como él sostiene que al Nom- [...] para la solución conjunta de todos los enigmas que nos
bre-del-Padre no basta con tenerlo sino que hay que poder- plantea la sintomatología de la neurosis de la infancia, que
saber servirse de él, al texto de Freud como a la obra de La- de ella irradien toda sesión de efectos del mismo modo como
can no basta con tenerlos sabidos ha ue poder servirse de todos los hilos del análisis llevaron hasta ella; entonces, con
é, e ellos, y un amenta mente si el lector es un psicoana- respecto a su contenido, será imposible que no constituya la
1ista. El saber del mconsciente justamente es un saber que reproducción de una realidad vivenciada por el niño. •
1 2

ñOSe tiene. Es una de sus propiedades la de ser inapropia-


ble. Pero lo que no se tiene se sostiene, se conquista y se ol- Cuando Lacan se refiere al punto de almohadillado, que
vida a partir de la demanda analizante. Y si se produce y se es el punto hacia donde quiero dirigir al lector, lo hace en
pierde es porque hay respuesta, eso que llamamos res on-
sabi 1 a o deseo del analista. on as o ras e reud y de los siguientes términos:
Lacan tenemos al menos dos opciones: o somos sus creyentes
servidores, lo que se llama fanáticos, nombre de la obedien- l. Sería muy interesante comparar la función de este supuesto necesa-
rio con aquella otra función, nombrada en el "Fragmento de análisis
cia extrema, y entonces las convertimos en monumentos de
de un caso de histeria" como puntos nodales. En el caso Dora lo que
un saber sin fisuras de cuya adoración y autoridad vivimos domina es la función de las palabras de doble sentido, esas que posi-
\l!
parasitándolas, para-citándolas vivir de ellas, o, en cambio_}. bilitan un cambio de vía o el anudamiento entre círculo de represen-
nos servimos de ellas y las hacemos redes vacías para po- T taciones. Entiendo que Lacan hace un nuevo uso de estos términos
der atrapar el deseo en las letras smgulares de los anális-:-: freudianos. Son su punto de partida. Les extrae consecuencias. Pero
nuevamente distinguimos dos puntos nodales. Uno donde hay pala-
que practicamos. Tam 1én en los modos que reinventamos bras-cruciales y otro donde hay construcción de una falta como nudo-
para transmitir la experiencia del análisis. Brevemente, o
bordeado.
nos consagramos a servirlos repitiéndolos o nos servimos de 2. Freud, S., "De la historia de una neurosis infantil", en Obras comple-
ellos crítica y heréticamente. tas, t . XVII, Amorrortu, Buenos Aires, 1994.
27
2()
l•:t. NoMIIIU:- In:L· PAI)Itto: : UN l'UN'l'O Ul~ J'Ait'l' li>A
CLAUOTO GLAHMAN

Alrededor de ese significante, todo se irradia y se organi-


las v{as irrepetibles de la repetición se constituye, se co-ins-
za, cual si fuesen pequeñas líneas de fuerza formadas en la t ituye en su relación-separaciÓn con el Otro.
Es el momento de adelantar otra propuesta de lectura:}
superficie de una trama por el punto de almohadillado. Es el
punto de convergencia que permite situar retroactivamente
"El punto de almohadillado"4 como capítulo ocupa el lugar f
y la función de punto de almohadillado del seminario de
y prospectivamente todo lo que sucede en ese discurso. 3
Las psicosis.
Repleguemos sobre estos textos el método del psicoaná- Como lector, uno va adquiriendo la convicción de que todo
lisis. Dejemos registrados algunos significantes que se pre- lo que está antes y todo lo que viene después se organizan
sentan y repiten en ambos. Se pueden extraer enormes con- alrededor de lo que en este capítulo se postula, despliega y
secuencias de esta pequeña secuencia: irradian de ellas, con- ejemplifica sobre este famoso y un tanto olvidado punto de
vergen a ella, punto de convergencia, todo se irradia y orga- almohadillado o punto de capitonado o punto de basta. Qui-
niza, hilos, líneas, retroactivamente, prospectivamente. zás el lector-psicoanalista se haya preguntado alguna vez
Veremos más adelante hasta dónde nos conducen. Desde por qué este término clave tiene tantos nombres. Su plura-
ya podemos marcar una diferencia que valdría la pena con- lidad aludiendo a una falla, es índice de la falta. Para repe-
servar: el texto freudiano apunta a un nudo, punto de um- tirlo en una fórmula breve: La sesión "el punto de almoha-
bilicación, que es un supuesto vuelto necesario por el reco- 4. Ibídem. Quizás valga la pena agregar aquí que cuando decimos pun-
rrido del análisis, a un sitio construido, fantasmático-real, to de almohadillado, no estamos diciendo punto final, como hoy suele
lo no reconocido, límite de la interpretación y de la historia, leerse su función en relación a lo que sería una topología del no todo
borromea y más acorde a nuestra época, que sería la de la inexisten-
mientras que el seminario marca la presencia de ese pun- cia del Otro. Los términos que Lacan utiliza para referirse a las con-
to de anudamiento significante, ya se trate de un discurso secuencias de la localización de este punto, las que van en una direc-
oral o de un texto escrito, alrededor del cual se organiza la ción dominada tanto por efectos retrospectivos como por los prospec-
lectura-interpretación psicoanalítica. Tendríamos entonces tivos, no dejan lugar a dudas sobre este punto. La idea de punto final
dos puntos o dos nudos en la trama y en el drama del anª-: liga el Nombre-del-Padre a una función-a Pero que-
remos estacar aquí, que el efecto retrospectivo, si bien es fundamen-
lisis. Un punto de referencia significante para la interpre- tal, no lo es todo. No menos decisivo es el efecto prospectivo, al que
tación y un punto-agujereado creado por la re-construcci' . quisiéramos anudar esta función de ser menos un punto final que un
a escena e cementerio en a tragedia de Hamlet está de punto de partida de la serie, sea ésta planteada en términos de lina-
tal modo localizada en la lectura de Lacan, que adquiere je, filiación o sucesión, se trate del fundamento numérico de la serie
o de las consecuencias de herencia y transmisión en la constitución y
ese valor, esa función de ser el punto de almohadillado de la el devenir del sujeto, o incluso de las consecuencias que esto tiene en
pieza. No queremos dejar de señalarlo: ella contiene hterai.:- la concepción de lo que inicia o termina la serie asociativa en el tra-
ñleñte un agujero, ese pozo al que cae Hamlet en su pelea yecto de un análisis. Esta distinción cobra hoy plena actualidad por-
con Laertes y del gue sale literalmente otro. que se intenta declarar caducos tanto la función del significante del
Nuestra conjetura es que en esta sobreimpresión de tra- Nombre-del-Padre como el punto de almohadillado, justamente por
esta supuesta función de punto final a la que se le opondría como ca-
mas, la insistencia de estos puentes ínter-textuales que ope- rácter dominante de nuestra época la existencia de series infinitas
ran cada una en su texto como llaves intra-textuales no es no todas-femeninas. Nuestro modo de tomar esta cuestión es que no
una mera analogía. Se trata de la singularidad de una lec- nos resulta la vía más fructífera la de oponer la excepción del Nom-
tura, de la puesta en acto del método analítico y de cierta_ bre-del-Padre y la constitución del todo al no todo del lado femenino
de las fórmulas de la sexuación. Este binarismo, del o bien un lado,
concepción de lo que es la estructura del sujeto que por es- o bien el otro elimi ue ara el psicoanálisis es más b1en eXIs-
encia problemática y paradoja! e no ay un a o sm e otro. Y para
:l. Lacan, J., El seminario, libro 3. Las psicosis, Paidós, Buenos Aires,
1984. Coimo no hacen conjunción. ........,
29
OH
CLAUDIO GLASMAN 1•:1. NoMtlltK·m:. .- JlAIHn:: UN PUNTO ug PARTIDA

dillado" es el punto de almohadillado del seminario toma- to, lo que viene después -y se sabe por otra parte que estas
do en su conjunto.
Me interesa además mostrar cómo las afirmaciones de La-
can del seminario III, Las psicosis, no son meras ideas supe-
<"on ·l:lccuencias serán las decisivas-. Ese horizonte ue os-
~ tila que hay en el conjunto de los sigm cantes al menos un
Htgm can e e e y un su e o ore 1mp 1ca o, in-citado a
f
radas del joven Lacan, de aquel, caduco, de la-primacía-del- tomar a pa a raen nuestra práctica psicoana ítica. Hay un
significante, versus - idea de progreso- un último Lacan-bo- !t nles y un después de este punto, como sucede en la histo-
rromeo-de lo real. Una cierta estafa, quiérase o no, dirá el ria de un sujeto cuando se produce un acto, que es, en tanto
mismo Lacan, está en el horizonte de este modo de ofrecer Lni, d d t- -- ---te.
al mercado la última novedad de su enseñanza, agregamos,
no sin cierta ironía ... a Lacan.
En el plano lógico, esta idea de progreso implica ir acer- Una cuestión preliminar: ¿Qué es un significante?
cándose a lo que el psicoanálisis pone en cuestión: al final
habría universo del discurso, todo el saber estaría allí con- Lo que hace función de punto de almohadillado es enton-
tenido; o, dicho en términos transferenciales, Lacan sería un ces ... un sigmficante. N o es de -Perogrullo detenerñ'QS'para
nombre del sujeto supuesto saber. Un-Saber-Lacan al que al interrogar qué es un significante. Quizás sea una pregun-
final de la cuenta, y dicha la última palabra, no le faltaría ta que pueda parecer del orden de las evidencias primeras.
nada. Sobre el plano práctico, un ideal de mayor dominio a .fut.sgar el yelo de la evidencia ya justifica la pregunta analí-
tica. ¿Qué es un significante? Resulta sumamente fructífero
partir del supuesto de la evolución o desarrollo de un pensa-
miento: esto es el discurso del amo. Dicho más simplemen- -seguir, a lo largo del seminario, el modo en que se va cons-
te, el ideal psicoterapéutico de dominio instrumental. Por truyendo la noción de significante en psicoanálisis, para cul-_
nuestra parte, encontramos algunas aseveraciones que an- mina..!JID la función que tienen algunos significantes que se
ticipan de modo notable cuestiones que no dejan de ser re- distinguen como estructurantes del sujeto.
tomadas reiteradamente a lo largo del conjunto de su ense- ¿Qué es un significanté? N o es una pregunta de lingüista
ñanza, con nuevas articulaciones y nuevos apoyos formales. si se articula a ¿qué es el inconsciente?, y, desde una pers-
Para decirlo de otro modo y parafraseando al propio Lacan, pectiva explícitamente práctica, a ¿qué es la interpretación?
existen dichos y proposiciones que se formulan de un modo Estas preguntas implican, suponen la pregunta por el suje-
metafórico en los años 1955/1956 que más tarde encontra- to del análisis. Pregunta subversiva en psicoanálisis, si to-
rán nuevas justificaciones de estruc~ura. Esto toca el pro- davía las hay.
blema del -ª.nudamiento entre el decir de lalengua y la es- Existen hoy analistas que, en función de razones de
critura formalizada. Desde el principiO y por principios, un eficacia y de una cierta lógica del o bien ... o bien ... , opo-
rechazo de jerarquía de tiempos y lenguajes para la lógica y nen acto a interpretación, significante a objeto, simbólico
la disimetría práctica del lazo psicoanalítico. a real, en fin, etc. a etc., y desestiman el valor de la inter-
Remarco la proposición de lectura: la sesión llamada "El pretación en el interior del acto analítico porque entien-
punto de almohadillado" tiene en el seminario la función den que ésta es un modo de agregar sentidos al síntoma o
de punto de almohadillado. Decirlo de este modo es funda- alimentar la Religión del Padre. Por eso se hace urgente y
mental porque es práctica teórica del "no hay metalengua- necesario despejar cierta confusión entre significante, si -
je". Esto supone que, para atrás, este nudo se convierte, pa- no, senb o, s1gn1 cacwn,·s1gn1 ca o, etra, etc. Desde esta
radójicamente una vez producido, en un punto de atracción tarea de despeje o de despegue, si se me permite la expre-
hacia donde los hilos del discurso se dirigen; y hacia delan- sión, emergerá nuestra concepción del sujeto del análisis.

30 31
CLAUDIO GLASMAN t•:r. NoMHitK DEI.- PADJt~:: UN I'UN'l'O UB PAH1'1UA

También del encuentro paradójico entre la función de un !!.l"iHII'ILsignificantes puros. Se vuelve una cuestión crucial
significante sacralizado que ordena el conjunto de los sig- illl.t•rrogur qué son estos "significantes puros". 5
nificantes del sujeto X una práctica desacralizante que está I•:Htc asunto de lo puro y lo impuro es muy complejo en
en el.Quntg de mira del deseo y del acto del psicoanalista PI pHicoanálisis. Toca desde las metáforas químico-científi-
Es apuntando a estas resistencias que están dirigidos los t'II H al discurso de lo sagrado y lo profano, es decir religio-
esfuerzos de Lacan y también los nuestros. La distinción, o. Hccordará el lector aquella comparación freudiana en-
la separación entre el significante y el significado, la fun- 1ro doro puro del psicoanálisis y el cobre ... de ciertas prác-
• ción de la barra, las diferencias entre signo, huella, sig- 1icnH institucionales posibles. Pero también sabemos cuán-
nificante y objeto son aquí cuestiones preliminares para 1(lH abusos se han cometido tanto en nombre de la pureza,
introducir el significante o los significantes del Nombre- l11 rilualización de la ortodoxia, como de las múltiples ma-
del-Padre y ese otro significante no menos problemático y ll<•ras del oportunismo psicoterapéutico de un hoy signado
misterioso, el falo. La oposición, práctica, entre búsqueda por "todo por dos cobres".
de significaciones, que está en el fondo de la demanda del Lacan fue tomando, sobre esta espinosa cuestión, diferen-
analizante, y el encuentro con significantes en sí mismos lt•s posturas. En el seminario VII, La ética del psicoanálisis,
insignificantes, que es el hallazgo sorpresivo del análisis, purecería que el deseo del analista, ese deseo advertido de los
es lo que permite al analista salir de los callejones sin sa- Hcñuelos imaginarios, se confunde con un deseo puro. En esta
lida de la significación_y pasar a la encrucijada de deci- dirección, sigue siendo válida aquella recomendación freudia-
sión 9}1e el significante abre al sujeto del análisis, el ana- na de que el analista debería volver a pasar por una cura ca-
lizante. Lo que está en juego es nada menos que el sujeto tártica. De esta cura, que tiene por objeto la purificación de
implicado en el horizonte de nuestra práctica. las pasiones del yo, saldría, por una metamorfosis ética, con
En principio, Lacan se sirve de Saussure, lo interroga, un ... deseo, no sólo advertido, sino, sobre todo, purificado.
lo transforma, para desnués de la sesión sobre el punto
de almohadillado hacer un pasaje de Saussure a Benve- ti . lbidem. En su texto de 1972, "L'etourdit", de escritura al límite de lo
niste. Con este último intentará articular el significante ilegible, Lacan vuelve a referirse a la reunión del seminario de Las
psicosis donde introduce lo que según su nueva formulación llamará
a la pregunta por la persona, en términos del sujeto gra- "el significante asemántico". He leído que algunos analistas restrin-
matical, el sujeto del verbo, según interroga Benveniste a geñ dicho asemanltsmo al Significante del Nombre-del-Padre, o para
la subjetividad. Pero Lacan se sirve de la lingüística para decirlo en términos posteriores, al significante amo. Considero que el
fines no lingüísticos, analíticos. Para salir de este malen- significante asemántico, el significante que no significa nada, el sig-
tendido, en el seminario Encore llamará a la lingüística nificante puro, es lisa y llanamente... el significante, es decir, el signi-
ficante a secas. Afirmar que el atributo de no significar nada se res-
que le conviene al psicoanálisis lingüistería, más próxima tringe al significante del Nombre-del-Padre alimenta nuestro engaña-
a la poética, como su neologismo lo dice, y más acorde al do sentido común que imagina que siempre nos encontramos con sig-
fin de esas palabrerías en juego cuando se trata del dis- nificaciones, que todo significante debe su existencia a lo que quiere
curso amoroso o deseante. decir, etc. Podría agregar como problema que lo que ya se anuncia en
el seminario III como el ejemplo límite de significante puro es la fór-
La proposición clave_del seminario III es que "el signifi~ mula escrita, ese juego de escritura formal. En 1972, esa fórmula ya
ca~n cuanto tal no significa nada". Separada de ella, 1
forClüsión del Nombre-del-Padre, también introducida e ~i no serán las letritas de la fórmula de la relatividad de Einstein que
permiten que tengamos al mundo en el puño de la mano, sino los pu-
este seminario, se convierte en una fórmula mecánica y va f ros mathemas. Hay aquí por lo menos una misma cosa que atraviesa
cía. Esto tiene otros modos de formulación que van más all y marca a un texto, testimonio de una práctica hecha de anticipacio-
nes y relecturas retroactivas, y no un mero desarrollo y ampliación
de las sesiones de los años cincuenta. Otro modo de decirlo: del dominio teórico.

32 33
GLAUDI o GLA..'-;MAN 1•:1. NoMIIHE 1>1•:1,· PALJIU•:: UN !'UNTO m .: PARTIDA

Pero un malentendido produjo la asimilación del analista l~nLre las páginas 198-199 de la edición de Paidós, apa-
a la figura de Antígona, la heroína, que marcha hacia su des- n·t~l' un ejemplo que no es cualquiera. Otra cuestión de mé-
tino fatal, purificada de las pasiones de la vida, sin piedad ni Lndo. Hacemos nuestro el aforismo freudiano: el ejemplo es
temor. Y a pesar de tanta advertencia, siempre estamos ten-
In cosa misma, no ilustración de teoría:
tados a identificarnos con algún héroe ya sea trágico o épico,
lo que suele resultar, caída la impostura, tragicómico. Por eso Les ruego entonces detenerse un momento en lo siguien-
surge la necesidad, en el seminario XI, Los cuatro conceptos le. Están en el declinar de una jornada de tormenta y fati-
fundamentales del psicoanálisis, de rectificar lo que rápida- ga, contemplan la sombra que comienza a invadir lo que los
mente se convirtió en un ideal de pureza .Y una nueva adver- rodea, y algo les viene a la mente, que se encarna en la for-
tencia nos dirige sobre los desastres a los que los ideales de
mulación la paz del atardecer.
pureza nos han llevado, ya sea en la política de la cura o en N o creo que nadie que tenga una vida afectiva normal
la política de masas. Ideales como aquel de la pureza de raza ignore que eso es algo que existe, y que tiene un valor muy
y sus consecuencias de segregación y exterminio de lo otro. distinto al de la aprehensión fenoménica del declinar del
Deseo advertido rectifica, entonces, que el deseo del analis- brillo del día, al de la atenuación de líneas y pasiones. En
ta no es un deseo puro. Un deseo entendido así llevaría a Iá la paz del atardecer hay a la vez una presencia y una selec-
catástrofe de la extermmación del cuerpo, es decir, a la pu- ción en el conjunto de lo que Los rodea.
rificación-liquidación de lo patológico. Se trata más bien, no
está de más re etirlo de un deseo de diferencia a so u a, es 'f ¿Qué vínculo hay entre la formulación la paz del atarde-
cer y lo que experimentan? No es absurdo preguntarse si se-
decir de un deseo de separación. res que no hiciesen existí; esa paz del atardecer como dis-
• A partir de aquí podemos plantear la práctica del análi- tinta, que no la formulasen verbalmente, podrían distinguir-
sis como una paradoja pragmática: un deseo que no es puro 1 1 la de cualquier otro registro bajo el cual la realidad tempo-
se dirige a un puro significante. Ahora lo puro se desplaza a 't ral puede ser aprehendida. Podría ser, por ejemplo, un sen-
la ura di erencia materializada en el significante, como lo timiento de pánico ante la presencia del mundo, una agita-
reformula en "La ciencia y la ver ad". ción que incluso observan en el mismo momento, en el com-
portamiento de vuestro gato que parece buscar en todos los
rincones la presencia de algún espectro, o esa angustia que
La construcción del significante y de su función atribuimos a los primitivos, sin saber nada de ella, ante la
como punto de almohadillado puesta del sol, cuando pensamos que quizá temen que el sol
no vuelva, lo cual para nada es impensable. En suma, una
Paso al comentario de algunos fragmentos de capítulos inquietud, una búsqueda. Ven, ¿no es cierto?, que esto deja
previos a "El punto de almohadillado" para ir pesquisando intacta la cuestión de saber qué relación mantiene con su
el modo en que va componiendo, paso a paso, la necesidad formulación verbal ese orden de ser, que realmente tiene su
del término y de la función del significante en tanto signi- existencia, equivalente a toda suerte de otras existencias en
ficante puro. Una vez más el lector estará advertido que el nuestra vivencia, y que se llama la paz del atardecer. 6
avance será zigzagueante y no lineal porque no pudo y no
puede ser de otra manera. La cosa obliga al rodeo. Si algu- Es la primera vez que nos tropezamos con la"idea de que
na cita parece un tanto extensa, no es por fidelidad a la obra si no existiese esta fórmula significante "la paz del atarde-
sino por necesidad de la presencia del texto para practicar
el comentario.
6. Ibídem.

34 35
CLAUDIO GLASMAN 1~ 1 . N OMli JU<:-OEL-PAURE: UN PUNTO DE PARTIDA

cer" para el que está tomado por ella, podría no experimen- OLr·os ejemplos de la función pacificante del
tar esa paz sino tener un sentimiento pánico. El ejemplo no lignificante
es casual: que el significante "la paz del atardecer" tenga
un efecto pacificante parece casi una tautología o un pleo- Cierta vez, una analizante contó que una tarde en un
nasmo, pero no se trata de una descripción y la repetición lugar desconocido salió a caminar. Estaba de viaje en otro
de una información ya suministrada sino de la institución 1mis y se le hizo un poco más tarde que de costumbre. Es-
de aquello que parece ser constatado, es decir de un perfor- t nba en un barrio negro, digamos Harlem, y comenzaba a
mativo. No es una cosa menor que llame significante a este oHcurecer. De pronto, se encontró en un lugar extraño, po-
sintagma de cuatro palabras. Del mismo modo, en "El pun- hlado de gente extraña y empezó a sentirse inquieta, obser-
to de almohadillado" el Temor de Dios es tomado como un vada. No quiso seguir adelante con su caminata, se detu-
significante que hace a la función de punto de capitonado. vo, y dio la vuelta ya asustada porque "tuve miedo de que
1 a experiencia de la paz del atardecer solamente puede ser rue agarre la noche". En este caso, esa posibilidad de dar la
vivida por aquel sujeto, ordenado, tan habitante como~ vuelta ante el temor de que "la agarre la noche", está muy
hitado por este significante. Aquí anticipa lo que más tarde cercana a un efecto apaciguante. Si hubiera avanzado un
llamará un 1;ignificante amo1Desde esta perspectiva, el que poco más habría sido presa, objeto de una angustia pánica,
no dice o esCüelia o piensa en estos términos podría correr y quién sabe si hubiera podido volverse, girar, y volver de
el riesgo de ver agitarse en él una angustia pánica.
Lacan insiste en diferentes lugares en este seminario y
también en otros, respecto de la función de apaciguamiento,
( 1Sa zona negra. Aquí,pacificante es hacer osible un movi-
miento, un acto - i a vue ta"- ante un horror pasivizan-
le . s a ormu a, es e e ~e e o es ereotipo con e que ace su
f
pacificante, o de atemperamiento de la metáfora. Así lo re-
toma, por ejemplo, en el seminario XI: cuando se refiere al
Nombre-del-Padre, a su función de medium en la relación en- }
tre el hombre y la mujer, dice allí que su presencia tempera
+ HTntOma !:_S el punto de giro, el giro lingüístico, _g.ue le hace
posible emprender un movimiento orientado de retorno, y
no caer presa des-orientada en la inmensidad de la oscur
noche del Otro.
el encuentro con el otro sexo. Podríamos jugar entonces con Otro síntoma de la misma analizante. Comenzó a nadar.
el ejemplo y decir que la paz del atardecer sería la de la hora Lo hacía sin dificultades y con placer desde la parte baja, don-
de un encuentro no pánico, deseante, entre el sujeto y el Otro de hacía pie, hacia lo más profundo. Pero una vez que llega-
sexo. La hora de la verdad de una cita de no · ' . Por la ba a la otra punta no podía volver. Miraba el fondo y sentía
función e este signi cante, se abrá evitado, contandOC'On que el fondo se la tragaba. fuemQre una dimensión de devo-
~1. el horror, pudiendo entonces condescender al deseo. Nues; ración, de ser tragado, está en el fondo de la fobia. Un fondo
tro error sería absolutizar esta cara pacificante y desconocer sin fondo la amenazaba.
el carácter polifacético y paradoja! de dicho significante. Sí, En distintos lugares encontramos una ca-relación entre la
_P.acifica,~e_ro ... tambi:_én ~ortgica, somete..No somos repara- angustia-pánica, paralizante, y la continuidad confusa, y el
dores del Padre. Pero por ahora suspendamos el juicio. significante con su punteado delimitante, atenuante, intro-
Esta formulación (expresamente no decimos expresión) duciendo la posibilidad de alguna acción o movimiento del
tiene una función pacificadora. No expresa o representa una sujeto. A veces la huida es hacia atrás, a veces és una huida
experiencia sino que como significante la organiza, la insti- hacia adelante como en Hamlet. Se trata en cada caso de un
tuye. No refleja un estado del mundo, del otro o del cuerpo, movimiento del deseo que impulsa a la acción.
sino que lo instaura. El sujeto de la metáfora deja de ser ob- Otro eJemplo, esta vez tomado del seminario V, Las for-
jeto-presa, preso de pamco. maciones del inconsciente. Ocupándose de la metáfora, h a-

36 37
CLAUDIO GLASMAN
1•:1. NoMIIIH·:- m :L· JlAIJtn:: UN !'UNTO m: l'AHTIDA

liamos un rastreo filológico con el término "aterrado". Ahí 11 qlH' nos dirigimos, el temor de ser mordido por un caballo
afirma que "aterrado" en tanto metáfora es un terror mitiga- '' dPvorado por un lobo, el miedo de que "me agarre la noche",
do. Cierta idea de atenuación producida gracias a la homo- ,;l 1t•mor a que "el fondo de la pileta me trague" o el signifi-
nimia, caso límite que, en la arbitrariedad o la contingencia •'t lltlt• aterrado, son diferentes ejemplos de la función apaci-
de su composición y sustitución, muestra lo que es un sig- ¡p tuntc, de-limitanfe <;1.~1 sillni.fic:;ªnte. En cada uno d.e ellOs
nificante puro. Entre aterrado, en el antiguo sentido de de- l· n-i'l>ntramos resonancias y versiones de ese significante del
rribado o abatido, presa de terror o aterrorizado, puesto en 11ort1bre impronunciable, el del Nombre-del-Padre. No sabe-
tierra, sólo hay la relación hecha posible por la raíz terr, es ntos si al lector alguna vez lo agarró la noche o se le cayó
decir, por un significante, que es puro nexo, puro texto. Es l1 noche encima. Cada cual podría saber de los significan-
la sustitución misma de abatido por aterrado, con su matiz I• •H opacos que con miedo nominan algún encuentro allími-
suplementario de terror, lo que produce el nacimiento de un ¡,. de lo angustiante, eso innominado. El lenguaje tiene peso
nuevo sentido por vía metafórica. Dice: y I'Íecto de realidad. Ante tal inminencia, cada sujeto busca

Pero todo el interés de la cosa es subrayar que el terror


l•vttar una entrada sin retorno u horadar su agujero de sa-
ltela. En todo caso, el significante metafórico tiene por efec-J
lo un descompletamiento del terror. Este descompletamien-
f
es introducido por el terr que está en aterrado. [... ] Por la
vía significante, la del equívoco y de la homonimia, es decir lo no es ajeno al descompletamiento de un goce del Todo, de
11 n Otro ilimitado.
por la vía de lo más sin sentido que puede haber, es como
la palabra engendra ese matiz de sentido, ese matiz de te- Sabemos que la topología ha puesto en cuestión las opo-
rror [... ] Hiciones de interior y exterior, del adentro y del afuera. Pero
In fobia inscribe en la topografía del sujeto, límites, delimi-
Y agrega más adelante algo, que nos parece fundamental laciones, puntos de orientación, señalización y demarcación
para lo que nos ocupa en este momento: del mundo. El Otro, el mundo ilimitado del goce del Otro es,
por la vía del síntoma, re-marcado, demarcado.
Ya les he indicado la función esencial del gancho terr, Sobre esta cuestión, las citas, diseminadas por diferentes
que debemos considerar puramente significante, y el papel Heminarios, son insistentes, casi repetitivas. Elegimos demo-
de reserva homonímica con la que trabaja la metáfora, lo rarnos en la vía de la repetición, de la insistencia. Pero aquí
veamos o no. [...] la repetición es el modo de ir contorneando algo nuevo, la
El matiz de significación que aporta aterrado, en la me- noción y la función del significante, y un ejercicio para que
dida misma en que se constituye y se afirma, implica, ad- los que leen y analizan lo escuchen en su familiar extrañe-
viértanlo, cierto dominio y cierta domesticación del terror. za. Es un recorrido que apunta, en sus repeticiones, por di-
El terror no sólo es nombrado sino también atenuado, y esto ferencias de matiz, a producir un efecto de novedad:
es precisamente, por otra parte, lo que les permite mantener
en su mente la ambigüedad de la palabra aterrado. 7 [... ] el significante a pesar de todo está ahí [. .. ] Estable-
cer una ley natural es despejar una fórmula insignifican-
Abreviando, a partir de aterrado el terror ya no es completo. te. Mientras menos signifique, más contentos nos ponemos.
La metáfora produce un descompletamiento del terror. Por eso nos contenta tanto la culminación de la física eins-
Recapitulemos. ''La paz deTatardecer", "el temor de Dios" teniana. Se equivocan si creen que las formulitas de Eins-
tein que relacíonan la masa de ínercia con una constante y
7. Lacan, J., El seminario, libro 5. Las formaciones del inconsciente, Pai- algunos exponentes, tienen la menor significación. Son un
dós, Buenos Aires, 1999.

38 39
CLAUDIO GLASMAN l•j1. NoMUHJ•:-oEL-PADRE: UN PUNTO DE PARTIDA

puro significante. Y por eso, gracias a él tenemos el mundo .o, inicio, separación. Por supuesto no podemos dejar de lado
en la palma de la mano. t•l costado de juego, la partida sea de cartas o del juego de psi-
La noción de que el significante significa algo, de que al- t·mmálisis. Lacan en el seminario X, La angustia, formó con
guien se vale de ese significante para significar algo, sella- t •HLu diversidad de cañiSun neologismo: separtisión ..Digámos-
ma la Signatura rerum . Es el título de una obra de Jakob lo usí. l que parte se part . El que parte del Otro se parte de
Boehme. Con lo cual quería decir que, en los fenómenos na- 111. Modo e nombrar tanto la diVIsiÓn de sa6eres comOTa,...Pér-:
turales, está el susodicho Dios hablándonos en su lengua. elida del objeto a. Hay una bi-partición. La partida es por par-
[...] Estos comentarios pueden parecer lejanos. Son, sin em- tida doble. Luego vendrá el inicíoa:eTa. serie o la secuencia a
bargo, esenciales para retomar el comienzo de nuestro dis- partir de la ex-sistencia de este punto primero. La interpreta-
curso de este año. Nuestro punto de partida, el punto al que ción hace intervenir al Nombre-del-Padre por sus con-secuen-
siempre volvemos, pues siempre estaremos en el punto de cias. De este modo reinicia y al mismo tiempo anticipa, cada
partida, es que todo verdadero significante es, en tanto tal, vez, una por una, el más allá de un final. El final en todo caso
un significante que no significa nada. 8 vuelve a encontrarse con ese punto inicial, lo repite, y en la re-
peticióp reinstaura ese punto como pérdida. Las consecuencias
¿Es una necesidad del discurso analítico, ya sea en un para cada sujeto son decisivas y a modo de ejemplo podríamos
análisis, en una enseñanza o en la misma historia del movi- abreviar alguna de ellas con el siguiente aforismo co-inspira-
miento psicoanalítico, tener que volver al punto de partida? do en un análisis: "Si el padre no separa, no se para" ~n defi-
Esta pregunta no es ajena a la cuestión del significante del. nitiva, todo sujeto en tanto hablante, eshijo del significante y
Nombre-del-Padre. Años más tarde Lacan va a definir una de en tanto tal ...un exiliado tanto del Otro como de sí.
sus funciones en el seminario De un discurso que no sería del Pasemos al apólogo del capitán de bar~9· No será la única
semblante... como la de ser un punto de partida. Me anticipo: vez que Lacan recurre a esta figura para tratar 1~ experien-
el Nombre-del-Padre es un significante y en tanto tal es un cia analítica. Se trata en ambos casos de dirección y mane.:-
punto. Será un punto de almohadillado, punto de amarra, un j o~Pero no nos dejemos tentar, abstengámonos, no confun-
punto de referencia, un punto de apoyo, un punto de no retor- damos manejo con dominio, deseo con poder.
no, etc., pero en el fundamento tiene una función inaugural,
y en tanto instituyente del sujeto es un punto de partida dél Estoy en el mar, capitán de un pequeño navío. Veo co-
Otro. Es necesario recordar que, en tanto acto de palabra, a sas que se agitan en la noche de un modo que me hace pen-
un significante lo que lo hace significante es el punto de lle- sar que puede tratarse de un signo. ¿Cómo voy a reaccio-
gada, su registro en el Otro. No digo con esto que el signifi- nar? Si no soy todavía un ser humano, reacciono mediante
cante del Nombre-del-Padre es tanto punto de partida como todo tipo de manifestaciones, como suele decirse, modela-
un punto final del psicoanálisis. Recordamos que un signifi- das, motoras y emocionales, satisfago las descripciones de
cante sólo se realiza en el punto de llegada, en ese momen- los psicólogos, comprendo algo, en fin, hago todo lo que les
to de homologación en el Otro. Aquí la experiencia del chiste digo que hay que saber no hacer. En cambio, si soy un ser
es, si se la toma en serio en sus consecuencias, paradigmátí- humano escribo en mi bitácora: A tal hora, en tal grado de
ca. Un significante sólo se consuma en el Otro. longitud y latitud, percibimos esto y lo otro .
El giro lingüístico "punto de partida" tiene, además, múl~
-
Esto es lo fundamental. Salvo mi responsabilidad. La dis-

--
tiples resonancias. Se enlaza con división, lo que se parte. Es
punto de partición subjetiva. Pero al mismo tiempo es comien-
8. Lacan, J. , El seminario, libro 3 ..., op. cit.
.
tinción del significante está ahí. Tomo constancia del si

-
-como tal. El acuse de recibo es lo esencial de la comunicación
en tanto ella es, no significativa, sino significante. Si no arti-

40 41
CLAUDIO GLASMAN l •: ~o NoMIIIW m :I.· P AIJill•: : UN l't JN 'I'o 111•: PA it'I'II JA

culan fuertemente esta distinción, recaerán sin cesar en las rodt•o a lo que está en el punto crucial de la experiencia ana-
significaciones que sólo pueden enmascarar el resorte origi- líLJ<'a, el hombre y la mujer. Dice:
nal del significante en tanto ejerce su función propia.9
El significante debe primero concebirse como diferente
El punto de coincidencia entre el capitán en su barco y el de la significación. Se distingue por no tener en sí mismo
analista dirigiendo un análisis, es que su primera respQU.- Hignificación propia. Intenten, pues, imaginar qué puede ser
sabilidad es la de tomar registro de lo incomprendido. ~ la aparición de un puro significante. Obviamente, por defi-
analista, desde el lugar del Otro, toma registro, de rebote nición, ni siquiera podemos imaginarlo.10
el ana11zante puede tomar la paiabra regi§trada. Al contra-
rio;el que no registra, en tanto analista, determina que no Como se puede leer, el párrafo goza de cierta ambigüe-
se diga aunque se hable. dad. Algunos analistas lo han interpretado en el sentido
. Avancemos y detengámonos brevemente en el pensamien- de que no se puede imaginar, simplemente porque no exis-
to de Schreber, en el extraño presentimiento de que le gusta- t <' un puro significante. Es inimaginable porque un signi-
ría ser una mujer en el momento del coito. A este momento ficante así no existe. Pero el texto admite u obliga a otras
crucial Lacan lo nombra como un período de confusión J!.áni- interpretaciones que se ajustan más al contexto del semi-
ca. Cuando se refiere a los fenómenos de franja, y ubica en nario. La primera es que existe un significante puro pero
·segundo lugar los milagros del alarido, no podemos imaginar dicha existencia. Esta lectura, que
-.....,..._....... dice de éstos que son
"-··-
unpuro significante. Nuevamente encontramos esta relación considero más ceñida al texto, podría formularse así: el
entre la confusión pánica y el puro significante, que es el que significante puro existe pero ex-siste a la imaginación. Es
introduce un principio, por más precario y patológico que sea, necesario distinguir concebir de imaginar, tal como están
de orden espacializante en estados de confusión pánica. en el párrafo arriba citado, del mismo modo que en "La di-
Y en medio de relatos de "la paz del atardecer", de meteoros rección de la cura y los principios de su poder" oponía en-
y de barcos, pasa de pronto al interior de la escena del aná- tender y comprender. Tenemos dos pares opuestos: conce-
lisis y vuelve a hablar de Schreber, de la confusión pánica y bir y entender y, por el otro lado, imaginar y comprenaer:
de cómo, en cada caso, la acción, la insistencia, reinstituyen- Nuestro trabajo intenta concebir, dar razones, volver in-
te, restituyente del significante, puntuando el mundo, hace teligible, incluso dar cuenta de aquello que es de por sí in-
un mundo posible para el sujeto que resulta de su acto. comprensible e inimaginable. Pero no se trata sólo de pos-
tular la existencia de un puro significante que es un su-
puesto necesario y básico de la práctica del analista, sino
La aparición de un significante nuevo. que además se trata de pensar su aparición o el momento
Con-secuencias y discusión de nacimiento del significante. La idea de aparición está
ligada a la idea de origen. Y esto se confirma con lo que le
Hablando de ambigüedades, nos tropezamos en nuestro sucede al párrafo en el seminario: aparecen mitos de ori-
recorrido con un párrafo que nos obliga como lectores-ana- gen de pueblos primitivos que dan cuenta del modo origi-
listas a interpretar, a decidir, Lacan aclara que comenzó a nario en que se constituye la relación del hombre con el
hablar del día y la noche para poder referirse mediante ese símbolo. Esos mitos ficcionalizan una verdadera genealo-
gía del significante. Son un modo épico, narrativo, de ese

9. Ibídem. lO . Ibídem .

42 43
CLAUOlO GLASMAN }~1 . N ü Mllllli- DJ,o;L-PADRE : UN PUNTO DE PARTIDA

encuentro estructural, de esa aparición y de esa secuen- Es notable que cuando vuelve al asunto del que nunca se
cia, personificados en dioses, acciones y en linajes. En esa apartó, las psicosis, lo hace con estas preguntas:
misma dirección será interpretado ,...el mito de Edipo, que
si no es un modo de relatar este anudamiento entre el.§.Y: ¿Qué sucede cuando el registro del padre está ausente?
jeto y el significante, no ti~ para-nosotros analistas nin- El padre no es simplemente un generador. Es también
gún sentido. quien posee el derecho a la madre, y, en principio, en paz. [...]
Es sumamente importante anotar la diferencia entre lo No es casual esta referencia al derecho y a la paz.
que sería el primitivo y su mundo y el hombre moderno, es Supongamos que esa situación entrañe precisamente
decir nosotros y el nuestro. Porque el primitivo es alguien para el sujeto la imposibilidad de asumir la realización del
que tiene su vida y sus actos ordenados bajo el ritmo de ri- significante padre a nivel simbólico. ¿Qué le queda? Le que-
tos y de narraciones míticas. da la imagen a la que se reduce la función paterna. [.. .] Es
una imagen [...]le da pese a todo al sujeto un punto d~
Gracias a estos mitos el primitivo se sitúa en el orden ga~he.~, y le permite aprehenderse en el plano imaginario.
de las significancias. Tiene claves para todo tipo de situa- ( .] La alienación es aquí radical, no está vinculada con nin-
ciones extraordinarias. Si rompe con todo, aún lo sostienen gún sig:Ó.ificado anonadante, como sucede en cierto modo de
los significantes, le dicen, por ejemplo, cuál es exactamen-
te el tipo de castigo que su salida, que pudo producir des-
órdenes, implica[ .. .] Nosotros, en cambio, nos vemos redu-
-
rivalidad con el padre, sino en un anonadamiento signifi-
,cante. Esta verdadera desposesión primitiva del significan-
te, será lo que el sujeto tendrá que cargar,_y aquello cuya
cidos a permanecer temerosamente en el conformismo, te- compensación deberá asumir, largamente en la vida, a tra-
memos volvernos un poquito locos cada vez que no decimos vés de una serie de identificaciones puramente conformis-
exactamente lo mismo que todo el mundo. Esta es la situa- tas a personajes que le darán la impresión de qué h,ay que
ción del hombre moderno. 11 hacer para ser un hombre.12

Este párrafo nos toca doblemente: por modernos y ade- Hoy, los analistas podríamos sentirnos aludidos cuan-
más por analistas. N os toca como analistas esta cuestión del do Lacan habla de los psicóticos en estos términos. ¿No es-
conformismo. Este estado pánico del hombre moderno es un tamos algunas veces locamente aferrados a imágenes, mo-
estado del cual nosotros, psicoanalistas, no estamos en ab- delos e in-vestimos hábitos de analistas, aterrorizados ante
soluto excluidos. Por eso es tan dificil entre analistas tomar cualquier accidente o pregunta que ponga en cuestión el sa-
la palabra y no morir de pánico en el intento de decir algo ber consagrado? Somos casi modernos, al menos en el con-
que no lleve la garantía de saber marcado de autoridad, sea formismo. ¿Nos falta acaso un significante o un nombre de
la de Freud o de Lacan o de algún otro más contemporáneo. autor de referencia donde autorizarnos? ¿En qué se autoriza
E!:_la~, el nombre de autor ola consigna institucional el psicoanalista en el instante del acta_? i,En el significante
consa ida tienen la función de cita de autoridad, unifican.- deTNOmbre-del-Padre, en el nombre de Freud, en el de La-
Así como 1a práctica del análisis no es el rito de Edipo, el sa:- can? Aunque respondamos correctamente con un "no" rotun-
ber del psicoanálisis no debería convertirse en nuestra mi- do, resuenan en nuestros oídos las recitadas citas de auto-
tología, entendiendo por tal ese saber que se ofrece como ga- ridad. Lo cierto es que aquí está quizás una de las razones
rante de nuestros actos en la dirección de la cura. por las cuales Lacan denunciaba con cierto espanto todo fin
,
ll.Ibidem. 12.Ibidem.

44 45
Ct.Al1Ul0 Gt.ASMAN 1•:1. NoMllltJ•:-D~:L-PADHE: UN PUNTO DE PARTIDA

de análisis basado en la identificación con el analista: no es Detengámonos en este punto: la aparición dt=.l. un signifi:
éste sino un modo de conformarse, vestirse con los hábitos <~ante nuevo tendría un efecto devastador. A continuación y
del Otro que no existe y que sin embargo de mil modos ha_- <'n uria dirección confraria, lo que va a postular es la exis-
cemos eXislir. A 1~ pregunta ¿por qué lo híce?, la respuesta L<'ncia de un agujero en la estructura del significante. Será
más rápida es"porque estaba en conformidad con lo que el la confrontación del sujeto con la falta de un significante lo
Otro me hizo". "Hago lo que me hicieron." La identificación que tiene ta1 efecto devastador. Como veremos más adelan-
precipitada de esta respuesta ubica en el Otro la responsa- te, la aparición de un significante nuevo, al contrario, con sus
bilidad del acto. efectos de reordenamiento de la estructura del sujeto, evita
Avanzamos en la lectura y nuevamente nos topamos con o reconstruye con su trabajo las devastaciones.
otro párrafo problemático. No porque en sí presente ambi-
güedades sino porque entra en tensión con afirmaciones que La pregunta adicional que les invito a formular es la si-
encontramos en otros lugares del seminario. Nuevamente guiente: ¿No es acaso concebible, en los sujetos inmediata-
obligados a decidir como lectores, pero aquí parece que esta- mente asequibles que son los psicóticos, considerar las con-
mos obligados a decidir en contra de una afirmación de La- secuencias de la falta esencial de un significante?
can. Riesgo de herejía. Pero recordemos aquí un principio
lacaniano, metodológico del análisis: "Hay que hacer vivir Y más adelante:
un texto con lo que sigue y con lo que lo precede. Pero sobre
todo con lo que sigue". Con estas indicaciones, por otra par- ¿Puede hablarse de un acercamiento a un agujero? ¿Por
te muy freudianas, ahora leemos este párrafo problemático, qué no? Nada es más peligroso que el acercamiento a un
con lo que sigue, aunque lo que sigue no es próximo, lo que vacío. 14
mantiene el suspenso y la dificultad. Tendremos que espe-
rar para justificar nuestra lectura: El conjunto de la argumentación de este seminario, y to-
marlo en su conjunto es otra cuestión de método, es lo que
Encamemos, aunque más no sea un poco, esta presen- nos orienta y autoriza a _tomar esta proposición en sentido
cia del significante en lo real. La aparición de un significan- contrario. La invención de un significante es lo que permite
te nuevo, con todas las resonancias que supone hasta en lo salir de cierto estado de estupor o _pánico, de anonadamien-
más íntimo de las conductas y los pensamientos, la apari- to, para pasar a la acción. Esto es lo que plantea en el capí-
ción de un registro como, por ejemplo, el de una nueva reli- tulo "El punto de almohadillado".
gión, no es algo que podamos manipular fácilmente, la expe- Cuando Lacan relee el caso Juanito, en el transcurso de
rien~ia lo prueba. [... ] La aparición de una nueva estruc.m- su comentario en el seminario IV, La relación de objeto, el
ra en las relaciones entre los significantes de base, la crea objeto fóbico queda redefinido como un objeto en función
ción de un nuevo término en el orden del significante, tiene significante en la medida en que es la creación de un nue-
.
un carácter devastador.
Nuestro problema no es éste. No tenemos por qué inte-
vo término. Un significante nuevo en la estructura del suje-
to. Este significante no tiene en absoluto consecuencias de-
resamos en la aparición de un significante, porque profesio- vastadoras. Al contrario, lo saca al sujeto, de cierto estado
nalmente éste es un fenómeno que nunca encontramos. 13 confuso, de cierta angustia pánica. De nuevo la misma in-
sistencia, cierta cosa difusa para introducirlo en otro orden

13./bidem. 14./bidem.

46 47
CLAlJJ)[O ÜLA';MAN 1•:1. N oM IIHK l)gJ.. P AIIIU•:; UNI'IJN'I'O DI~ l'AI{TIUA

del mundo, en la medida en que el mundo es un mundo or- Agreguemos por nuestra parte que el caballo es un pun-
denado por el significante. Dicho en sus términos: Lo centr al, es asimismo un punto de detención, una puntua-
l:ión del mundo textual del sujeto. Parafraseando un poco a
[...] yo subrayo que en un momento crítico de la evolución de Lacan y otro poco a Derrida, por la vía del síntoma, el mun-
Juanito, interviene determinado significante con un papel po- do está sobre la escena .. . de la escritura. Vale la pena recor-
larizador, recristalizador. Esto, sin duda, de forma patológica dar que el mismo Lacan había definido a la alucinación como
pero no menos constituyente. Desde ese momento el caballo una puntuación sin texto. Al contrario, la puntuación de la
se pone a puntuar el mundo exterior con señales. [...] Estas fobia se produce sobre un mundo textualizado. Nuevamen-
señales reestructuran para Juan el mundo, marcándolo pro- te, la función del significante (fóbico) es producir los puntos
fundamente con toda clase de límites, la propiedad y la fun- que le sirvan al sujeto como puntos de orientación ante un
ción de los cuales habremos de establecer seguidamente.15 mundo que se le presentaba como confuso ante una angus-
tia imposible de soportar.
Si nos quedara alguna duda de esta coincidencia respec- La idea de la creación de un significante nuevo es de
to de la función del punto de almohadillado y la función del gran valor para nosotros. En años posteriores de su ense-
significante sintomático en la fobia de Juanito como un sig- ñanza, Lacan vuelve a insistir con la pregunta sobre ¿qué
nificante o término nuevo, agrega en el seminario IV: sería un significante nuevo? Y lo que muestra como ejem-
plo de significante nuevo es el neologismo. Y una vez más
La función del caballo, cuando se introduce como punto vuelve al ejemplo que tiene a mano, el chiste de Heine re-
central de la fobia, es la de ser un término nuevo, cuya pro- tomado una y otra vez por Freud, una neoformación: "Fa-
piedad consiste ante todo precisamente en la de ser un sig- millionaria".
nificante oscuro. 16 Y sin mencionarlo explícitamente, van a retornar algu-
nos rasgos donde se puede reconocer, en ese significante
Añade más adelante como enfatizando y remarcando lo nuevo, algo del punto de almohadillado, que es nudo y pun-
que no termina de quedar del todo claro para los psicoana- to. ¿Qué es ese neologismo? Se pregunta y responde: Es un
listas de ayer y de hoy: punto, es un nudo.
En el seminario III, a las preguntas ¿qué es el padre?, ¿qué
[Freud] Articula plenamente que el caballo es un objeto es el significante del Nombre-del-Padre?, responde con una
que sustituye a todas las imágenes y a todas las significa- serie de términos que nos interesa destacar: es un punto, un
ciones confusas alrededor de las cuales la angustia del su- nudo, un anillo, una metáfora, un número. No son proposicio-
jeto no llega a desencadenarse. Hace de él un objeto casi ar- nes aisladas ni se superan unas a otras, se correlacionan y
bitrario, y por eso lo llama una señal, la cual permitirá, en están destinadas a problematizar la respuesta. El complejo
este campo de confusiones, definir límites que, si bien son paterno quiere decir eso: la función del padre no es símple,
arbitrarios, aun así introducen el elemento de delimitación tiene pliegues. Hacia ese problema vamos. Hacia la función
que hace posible esbozar un orden, primer cristal de una de "un significante nuevo". Por lo que encontramos antes y
cristalización organizada entre lo simbólico y lo real. 17 lo que viene después, no podríamos sostener que el efecto
de la aparición de un significante nuevo es devastador. Por
15. Lacan, J., El seminario, libro 4. La relación de objeto, Paidós, Barcelo- el contrario, aparecerá, a partir de ahí, un nuevo sujeto de
na, 1994. y por ese significante nuevo. Por eso, destacamos la impor-
16. /bidem.
17./bidem. tancia del neologismo -y es casi una tautología-: el neo-lo-

48 49
CJ.i\111)1() <ll.i\HMi\N F!l . Nt"lMIIlli<:O III•:J.· Pi\llHI•: : UN I'UN'J'() IH•: l'i\lt'l'llli\

gos como ejemplo elevado al rango de paradigma de lo que .d"' siga.ifieaR.tc ]ntroduce la discontinuidad en lo real. Si hay
entendernos por un significante nuevo. el tu y noche, paz y guerra, hombre y mujer, es porque exis-
En el seminario V, Las formaciones del inconsciente, es ten significantes que producen esas oposiciones. Esas pre-
donde dirá que "Famillionaria" es un nudo, un punto. Freud sencias significantes que hacen posible esas ausencias don-
en su libro sobre el chiste siempre vuelve a ese punto. Un de se alojan la noche, la guerra, la mujer. Es una tesis, la lla-
punto poético, de creación, dentro de la estructura del sujeto ma así, de supuesto necesario, postular para la práctica del
y un punto poético dentro del saber del psicoanálisis. Agre- psicoanalista, la existencia de significantes que no signifi-
guemos que en la misma historia del acto de nacimiento del can nada, y en tanto tales los registramos.
psicoanálisis, Lacan no duda en reconocer corno aparición Hay lugares del seminario donde el puro significante se
de un significante nuevo al mismo Unbewusste, al incons- aproxima a la letra. Entre los ejemplos de puros significan-
ciente freudiano: Este significante nuevo, aunque ya exis- tes, está la fórmula de Einstein y la fórmula ya no es signi-
tía de un modo homónimo, adquiere un valor absol utarnen- ficante, es función de la letra. Deberíamos por lo menos ano-
te inédito y crea el campo de una praxis, de una experien- tar esto en nuestra lectura. Podríamos preguntarnos qué re-
cia y de un lazo social hasta ese momento inexistente. Se- lación hay entre lo que llama puro significante y cierta idea
gún Michel Foucault, ha sido decisiva su contribución para de inscripción, en el sentido de la letra como función. ¿Qué
la concepción del símbolo que produce el nacimiento de la relación con lo simbólico? ¿Qué punta apunta a lo real?
modernidad. Por otra parte, cabe la pregunta de si conside- Nos queda planteada hasta aquí una relación entre con-
rar la aparición de un significante nuevo corno devastado- tinuidad, confusión y pánico. Una oposición entre la masa
ra no nos condena a la inhibición o al conformismo, es de- amorfa y continua como significado y la acción del signifi-
cir al eterno retorno repetitivo de las mismas citas de auto- cante, que es la que introduce la discontinuidad en lo real,
ridad. En todo caso, no fue esa la operación de lectura que y de ese modo atempera, apacigua, creando los intersticios
Lacan realizó sobre el texto freudiano; y sus innovaciones, por donde se desliza el deseo.
sus nuevos significantes y sus nuevos juegos de escritura
forman parte de lo que él llamó un nuevo pacto con el des-
cubrimiento de Freud.
Retornemos. Que sea un punto tiene una enorme impor- El analista, el síntoma y el significante del Nombre-
tancia pues se anuda con la puntuación corno actividad del del-Padre
intérprete, del lector, del analista. Postulamos una relación
interior, de hornología, entre la estructura textual, ya pun- Antes de terminar este capítulo quisiera dejar planteada
tuada, del sujeto y el acto analítico con sus intervenciones cierta proximidad problemática entre tres funciones diferen-
puntualizantes, interpretantes. N a die puede decidir pre- tes. ¿Qué relación y qué diferencias existen entre la función
viamente en un texto cuál es su centro organizador. Lacan del síntoma, la función del significante del Nombre-del-Pa-
afirma que todo texto, todo análisis de discurso, se organizá dre y la función del analista? N o es forzado ese ternario. Res-
alrededor de un punto al que converge el conjunto del te~ pecto del Nombre-del-Padre y del síntoma, hay afirmaciones
to. Es una indicación para lectores, de especial interés para que los conjugan. Cuando sostiene que no es una metáfora
lectóres psicoanalistas. Que no seá evidente su presencia en decir que el síntoma es una metáfora y cuando en otro lugar
el texto no quiere decir que no exista. Por otra parte, el su- plantea que el único modo de acceso del sujeto a la función
jeto no espera al psicoanalista para producirla. Sino que §L del padre es por vía metafórica. Por lo tanto, el síntoma es
su mundo, pensado como cosa continua, mediante la acción uno de los modos de acceso metafórico a la función paterna,

50 51
CI.AIIIliO 0LASMAN t<;r. NoMIIIU: DEI,· PAIHtr:: U N PUNTO OE PARTIDA

una de sus metáforas posibles. Anómalo o si se quiere pato- do es el surgimientO de un sujeto que se autoriza a sí mismo,
lógico, pero también constituyente del sujeto. es decir, que ya no estará sostenido en su acto ni por el reco-
En el seminario V dice que el significante del Nombre-del- nocimiento ni por ninguna autorización del Otro. En el pa-
Padre autoriza el juego de los significantes, lo garantiza, lo saje al acto, resolutivo del fin de análisis, el Otro habrá que-
sostiene. Es el significante que representa al conjunto de los dado fuera de juego. Por eso no hay alta analítica,_hay dar de
significantes. Nos detenemos en el término autoriza porque baja al sujeto supuesto saber, que en esa pendiente deviene
es el que nos sirve de puente con una afirmación del semina- el "a" del sujeto. Pero sabemos que ese es un final ideal más
rio xrv, El acto psicoanalítico, donde podemos leer -son for- fácil de saberlo y citarlo que de ponerlo en acto.
mulaciones que se aproximan de modo problemático sin ser
idénticas- que el analista con su acto autoriza la tarea del
analizante. Es parte de su función paradoja!, autorizar la ta- Un paso yreyio al pasaje del singular al plural...
rea y no responder a la demanda de permiso, de autorización
de actos. Autoriza una tarea que se consumará como caída Ha sido destacado, no sólo por J.-A. Miller, 18 a partir de la
de la figura de autoridad que él mismo encarna. Llama la lectura de la única sesión del seminario interrumpido Los
atención el término autoriza, por su proximidad al discurso Nombres-del-Padre, el pasaje que Lacan realizara en su en-
del amo, de la autoridad. Es que el significante del Nombre- señanza del singular, tal como lo introdujo en los prime-
del-Padre es un signi:ficañte amo, está ligado a lo que ordena: ros seminarios, al plural, del Nombre-del-Padre a los Nom-
Los términos que utiliza para hablar del significante so~ bres-del-Padre. Este paso, según coincide la mayoría de los
canos al discurso amo: él orden significante. Próximos, inclu- comentadores, éStaríá"deS'tinado a quitarle consistencia al
so etim~mente, pero sospechamos que no es lo mismo nombre entendido como Uno ~n tanto demasiado religioso,
el orden que la orden. El significante del Nombre-del-Padre afimenta la ilusión de la consistencia, unificante, totalizan-
ordena, estructura, delimita las condiciones del desear. Pero te, del Uno. No olvidemos que esa reunión está casi por en-
vale la.pena decirlo, no se puede ordenar el deseo, se ordena tero dedicada al comentario del sacrificio de Abraham. Pare-
el goce. Hay una ambigüedad entre masculino y femenino, cería que el paso de lo uno a lo múltiple, esta pluralización
entre el orden y la orden. Así como el superyó ordena gozar, por sí misma, cuestionaría la existencia del Dios-Uno-Todo.
el Nombre-del-Padre ordena el desear, demarcando el cam- Pero recordemos que cuando Lacan asimila el sujeto supues-
po del Otro. En tanto el Otro es tachado hace posible el juego to saber a Dios, no se trata del Dios del monoteísmo hebreo,
de los significantes como sitio del deseo. El falo será el punto- que es un Dios-no-Todo, ya que no desconoce la existencia
significante de carencia en el tesoro de los significantes. Ade- de otros dioses, sino del Dios de los filósofos, ese Dios-Uno-
lanto otra pregunta: ¿Qué relación hay entre el Nombre-del- Todo. Por otra parte, tanto la religión hebrea como la cris-
Padre y el sujeto? En términos de Lacan-Benveniste, ¿dónde tiana, las que hasta nueva orden constituyen nuestra tradi-
se almohadilla la persona?, ¿dónde se produce la personiza- ción, no estarían en desacuerdo en referirse a los nombres de
ción? Entonces, un punto de coincidencia es que el analista Dios en plural. Véase, por ejemplo, el libro de San Juan de la
autoriza la tarea, el juego del análisis, así como el significan- Cruz Los nombres de Cristo o el clásico libro de G. Scholem,
te del Nombre-del-Padre autoriza el juego del inconsciente. La cábala y sus simbolismos, para la mística judía.
¿Es esta una de las maneras en las que forma parte del con- Este pasaje al plural ya es un lugar común, del cual por
cepto de inconsciente? Pero el analista sabe de cierta manera, supuesto no podemos ni debemos escapar sin antes haberlo
que ese juego que él autoriza está destinado a su caída como
18. Miller, J .-A., Comentario del seminario inexistente, Manantial, Bue-
figura de autoridad. En el salto del fin de análisis, el resulta-
nos Aires, 1992.

52 53
Ci./\l/1 )J() <: 1.1\!'iM/\N
1•:1. NoMmm III·:L-l'ADH~<: : UN PUNTo DE PARTIDA

interrogado. ¿Quién podría escaparse de los lugares comu-


nes sin antes haber pasado por ellos? Ya Freud había des- difusos. Ese mismo uno es el que encontramos en la cons-
cubierto cómo con esos giros lingüísticos, esos estereotipos titución de la masa freudiana, y el pánico es la pérdida del
o clichés, en fin, esos lugares comunes, sus histéricas hacían lazo amoroso-identificatorio que sostenía esa ilusión de ser
síntomas. Nuestros analizantes, con este mismo recurso de iodos por y para el uno. La solución, el remedio se convierte
la lengua, los siguen haciendo. en la fuente de un nuevo malestar. El psicoanálisis rechaza
Paradójicamente, hacen con los lugares comunes sínto- las ideas de punto y de solución final. Ya sabemos las reso-
mas singulares con los que empiezan a salir del lugar co- nancias de espanto que este último término tiene. Ese Uno
mún. Salir de lo que Lacan llamó la "consideración general" tiene un nombre particular en la constitución de nuestra tra-
para hacer posible la desideración singular del sujeto. Se dición, tradición en la que nuestros pacientes hacen sus sín-
hace, con el síntoma, un uso no común de los lugares comu- tomas. Uno es el nombre que veremos aparecer como signifi-
nes. Es la vía que, renunciando a la consideración general y cante n~en"Ta tragedia de Raci.ne. Otros, tan imprevisi-
pasando por la des-consideración, aspira a la desideración, bTes como incalculables, son los nombres que hacen función
la vía singular del deseo. de síntoma o de almohadillado en cada análisis. Desde un
Pero, es lo que queremos enfatizar, a partir de la lectu- significante-síntoma fóbico, a un neologismo en el chiste, al
ra del seminario III, es necesario plantear un tiempo ante- temor de Dios, cada uno de ellos se presenta como nombres de
rior, un movimiento en Lacan que va de lo múltiple a lo uno. la función del significante del Nombre-del-Padre. Son nom-
El capítulúqüe pasaré a comentar plantea ese pasaje coz:ñ;; bres del punto de almohadillado, nombres a los que siempre
constituyente. Dice, literalmente, que ese Uno, hablando del se vuelve en un texto. ¿Cuál es el movimiento? ¿Es de aspi-
monoteísmo, unoteísmo, forma parte de una tradición que ración? ¿Es de amarra? Si es de aspiración, nos aproxima-
es la nuestra ... Entendiendo por nuestra la judía y cristia- mos a la represión primaria.
na. La tragedia de Racine, que es un poeta trágico del siglo Esto nos lleva a otro ejemplo de nudo, de otro nudo que es
XVII, es una tragedia que hace una lectura cristiana de un el ombligo del sueño, punto que apunta a lo real. Este nudo
episodio de la Biblia hebrea, de Reyes, que se repite con algu- del sueño es un nudo imposible de desatar. Desde ese lími-
nas modificaciones en Números, referido al reinado de Ata- te, desde ese irreconocible lugar, se eleva el deseo del sueño
lía. Muestra por medio del análisis de esa tragedia, esta re- al cabo de la interpretación.
lación entre lo múltiple y lo uno. Lo uno para Lacan es un Quizás forme parte de la lógica del discurso analítico esta
remedio. Pero sabemos que, en tanto phármakon, su exis- necesidad de volver al punto de partida. Este punto de par-
tencia es ambigua y contradictoria, es decir paradoja!, que tida lo reencontramos en el seminario XVIII, De un discur-
lo que opera como remedio es también otra enfermedad, lo so que no sería del semblante. Allí dice que el Nombre-del-
que cura y salva puede ser, a veces es cuestión de dosis, un Padre además de ser un punto, ademasde serunnuao, ade-
veneno que puede matar. más de ser un anillo, es un número. En otro lugar podría-
En su seminario La naturaleza de los semblantes, 19 J.-A mos desarrollar las consecuencias de postular su existencia
Miller dice acertadamente que estamos enfermos d~ como número, pero esta función lo ubica como introducien-
Pero él cree que se resuelve la cuestión pasando del Nom- do lo numerable, lo que es pasible de ser contado, la existen-
bre-del-Padre a los Nombres-del-Padre. cia de la serie, de la sucesión en la que se habrá localizado
En Lacan ese uno es el que viene a remediar los terrores el sujeto. Uno cuenta con el Uno del Nombre-del-Padre. Se
cuenta con o no con él. Es decir, que este significante da la
19. Miller, J.-A, La naturaleza de los semblantes, Paidós, Buenos Aires, posibilidad de la cuenta, de la serie. Será necesario releer el
2000.
último capítulo del seminario III, titulado "El falo y el me-
54
55
1
1..Al!IJIO ÜIA.'lMJ\N

teoro", y cotejar sus argumentos de principios de enseñan- Capítulo 11


za con aquel del semiñario XVIII sobre la importancia de lo
numerable y lo innumerable. Es sorprendente encontrar de
nuevo lo innumerable como algo del orden de lo pánico. En El acto de Atalía
cambio, este uno es el uno contable, el que abre la posibili-
dad de la cuenta. El uno punto de partida es punto d~ refe-
y el punto de almohadillado
rencia necesario para-ra interpretación. Punto de opacidadj f
y amarra para no ser arrastrado, gozado, sabido, por capn
_;:ho gozoso del Otro, si existiera. Claudia Glasman

A veces es más importante mantener el


problema planteado que resolverlo.
JACQUES LACAN

A partir de determinado punto ya no


hay regreso. Es preciso alcanzar este
punto.
FRANZ KA.FKA

Como hemos adelantado, existe un peligro real para el


sujeto: la devastación, el desencadenamiento producido por
el abismo del agujero, la inminencia del vacío. Existe un re-
medio significante, temporal y espacializan~e, que abre tan-
to el tiempo como el espacio del sujeto, más específicamen-
te, un remedio-significante. Éste no es cualquiera y produ-
ce irremediablemente sus propios males.
Hay un riesgo de exposición y de escritura: la dispersión.
Ante el imperio del Uno, del fascismo del lenguaje, una res-
puesta política de la lengua podría ser la que concibió Roland
Barthes, una poética de la digresión, una literatu.ra_de...ftag-
mento, Sin embargo, es necesario, para quien avanza en una
interrogación, abstenerse de la tentación de la multiplicidad
de vías posibles que se le van abriendo a cada paso. En todo
caso, mi propósito, o mi apuesta, es que estas vías, si se mul-

56
57
CI.AI JJ)i() (;!.MIMAN

¡.;,AlTO ""' ATAJ.II\ V ~: L I'I IN' I'O 111•: AI.MOIIAilii.I.Ail()


tiplican, tal como sucede inevitablemente en un análisis o en
su exposición, en un punto imprevisible, se crucen o anuden. Hornos utilizado además la edición francesa de Larousse
Hacia ese horizonte-punto-encrucijada nos dirigimos. romo texto testigo. 3

Las traducciones son traiciones pero que las hay y Atalía y la amenaza de devastación
las ¡ay!
Quisiera circunscribirme al Acto primero y al comenta-
En el capítulo donde Lacan inventa e interroga lo que de rio que Lacan realiza de la tragedia de Atalía, pero deberé
hecho es un significante nuevo en el psicoanálisis, el punto de relatar algunos otros episodios del drama para contextua-
almohadillado, toma como base de su análisis el acto prime- lizarlo, no para darle sentidos pero sí para volverlo legible,
ro del oema trágico de Racine Atalía su última tragedia. inteligible, ya que es también cuestión de método analíti-
Es necesario advertir al lector acerca de la traducción de co...que ese fragmento se inscriba en un conjunto articula-
Paidós donde aparecen los fragmentos del poema trágico de do. Enfatizo el término conjunto y no totalidad porque por
los que se sirve Lacan: es imposible seguir su lectura. En po- más exhaustivo que sea el análisis de un texto o de un dis-
cas palabras, digamos que si hemos trabajado el punto de al- curso, éste siempre es seccionado, recortado en la serie sig-
mohadillado en el texto ejemplar de Atalía, con la traducción- nificante o literal decidida en el trabajo de lectura e inter-
versión de Paidós, es entendible que nos resulte inentendi- pretación. Se decide por un conjunto articulado que nunca
ble. Es una dificultad de valor agregado para el psicoanahs- es todo. Ya hemos dicho que también los textos están aguj~­
ta de lengua castellana que pretende adentrarse en el tex- reados, aunque no lo parezcan.
to de Lacan, ya por sí de entrada dificil. Si recordamos que Lacan se dirige a un público al que supone familiarizado
el ejemplo es la cosa misma, esta vez la cosa se nos vuelve con esta historia trágica. Racine, el autor, no supone que sus
más opaca e inaccesible por las dificultades de traducción. lectores conozcan el episodio bíblico sobre el que basó su tex-
Estas dificultades se agudizan cuando se trata de un poema, to. Por eso, cuando publicó la tragedia se encargó de introdu-
lo cual lleva la dificultad al límite de lo intraducible. cir a los futuros espectadores en su contexto bíblico.
Existe una traducción del acto primero de la tragedia en En el capítulo anterior habíamos propuesto que "El punto
las Notas de la Escuela Freudiana de la Argentina. 1 Con sus de almohadillado" no sólo describe y define sino ue efectúa
defectos, incluso con la ironía de sus errores de puntuación esa misma función ma el seminario. Lo que está
en un texto sobre el punto y la puntuación, es más respe- antes apunta hacia él y lo que viene después son las conse-
tuosa del texto trágico, y, por lo tanto, más legible y aprove- cuencias de ese punto de giro: primero el lugar y la función
chable para nuestro análisis. Utilizaremos también, frente a que tiene en la estructura significante, luego sus consecuen-
esta dificultad, una versión de Atalía de la colección Austral cias para la constitución del sujeto que es sujeto de un sig-
de Espasa-Calpe realizada por M. Pérez Ferrero y R. Santos nificante en particular.
Torroella. Esta versión en prosa - se recordará que se trata Michel De Certeau llamaba a este modo freudiano de ope-
de un poema trágico- nos aportará al menos algunos deta- rar, "práctica teórica". Tomó como ejemplo al mismo Freud
lles que nos serán de importancia. 2 cuando en el Moisés y la religión monoteísta, entre doctas
citas bíblicas y de historia de las religiones, de pronto intro-
l. Racine, J., Atalía, Acto primero. Notas de La Escuela Freudiana de La
Argentina, N" 3, Helguero, Buenos Aires, 1979. duce en la argumentación un poema. Evoca a Schiller, "Lo
2. Racinc, J., Athalia, Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1948.

58 3. Racine, J.,Athalie, Larousse, París, 1964.

59
CLAUDIO GLASMAN
1•:1. AGr o "'': A'I'ALIA Y~;, , l'UN'I'O o~: ALMOI!AOILLAJ ><>

que se ha hundido en este mundo permanecerá eternamen-


In presencia desmedida de un Goce Otro. El punto de almo-
te en el poema", para mostrar en acto, mediante esta cita, la
hadillado tiende a poner medida en lo desmedido, límite a
pérdida de la referencia en y por la palabra poética.
lo ilimitado, sea el temor de Dios o el temor a la castración.
Las cosas del mundo, el sujeto,, se suben a la escena tex-
Son puntos-límite .•
tual. Pero no se suben del todo, y esto se vuelve particular-
Nos estamos acercando al punto no sólo de las consecuen-
mente cierto cuando el sexo llega al saber-significante y algo
cias de la existencia del significante en el mundo sino de las
irreductiblemente se pierde en ese pasaje y no pasa al saber.
g\retendría la aparición de un significante nuevo. Este últi-
Anticipamos de este modo lo que va a decir en años poste-
mo, en el capítulo "El punto de almohadillado" y a partir del
riores, donde el mundo se sube sobre la escena. Allí donde el
análisis de la tragedia, muestra de un modo dramático y con-
significante en su función estructurante no lo recubre tacto.¡ f
tundente que no sólo no tiene un efecto devastador sino que,
es donde se descubren los especÉ:os para cubrir, poblar de
imágenes, lo que realmente s; ha perdido. por el contrario, es lo que evita el pánico y permite pasar al
acto. Porque Atalía, la reina, tiene rodeado el templo con un
En el capítulo donde comenta Atalía no habla de puros
innumerable ejército mercenario, mientras que a éste lo de-
significantes, sino de una "cadena pura de significantes".
fiende sólo un número pequeño de levitas, sacerdotes que la
Reitera aquí el carácter no aislable del significante. Éste
forma cadenas. única sangre que saben derramar es sangre de inocentes ca-
britos en acotados ritos sacrificiales. El término devastador
Me ocupé de otros ejemplos en los cuales reencontramos
en la tragedia está con todas las letras puesto del lado de la
al significante en su función pacificante, de atenuación ante
furia de la rema-madie. LO unico que evita el pánico, el te-
lo que aparece como pánico, terror, confuso o difuso. Lo ex-
rror, la desbandada, es la apanciÓn de un significante nue-
cesivo inconmensurable se presentará en AtqlíC!.._como el t~
vo transformándolos en un verdadero coraje. Y esto a cansé="
rror ante el furor. Lo que se anuncia como amenaza de de-
cuencia de la puesta en función escénica pero también histó-
vastaciÓn proviene de una mirada furiosa. El furor, la furia,
rica de un nuevo, tan absolutamente nuevo como puro signi-
son nombres de la hybris, del exceso, de lo desmedido, de lo
ficante, Uno. Las consecuencias de esa sorprendente irrup-
innumerable. En el texto de Racine la inminencia de la de-
ción trascienden el marco de la tragedia y llegan hasta noso-
vastación no proviene de un significante nuevo sino por el
tros. Ya gue todavía vivimos, y deseamos y sufrimos, bajo el
contrario de lo que entra en tensión dramática con él. Eso-
orden im uesto orla tradición instaurada or ese Uno-si -
Otro-amorfo-innumerable-furioso-femenino será, en la trage-
nificante. Es en lo que no cesó e msistir Lacan a lo largo de
dia, eso, a lo que este significante permite proporcionar me-
su enseñanza. A menos que la época y el mundo contemporá-
dida y freno. En la lectura de la obra no hay ninguna duda
neos ya sean otros de los que Lacan vivió y enseñó, lo que no
de que se trata del furor vengativo de una reina, de una ma-
es del todo seguro, en este punto las cosas no habrán cambia-
dre, de una abuela y de los dioses, Baal, para llamarlos por
do para nosotros. Mi conjetura es que las consecuencias de la
su nombre bíblico, en nombre de los que ella actúa. Sin em-
~arición de un término nuevo no podrlan ser devastadoras;"
bargo, Lacan no toma en cuenta, al menos de un modo explí-
sino que, por el contrario, aportarían a la constitución de un
cito, este costado femenino-materno del furor, se ocupa sólo
unto basal, si se lile per@te la expresión, que impide la de-
del terror de los dioses. Pero es tan relevante este costado
yastación del edificio estructural del sujeto. Y esto tiene una
del texto, que considero que deberíamos tomar nota de esa
enorme importancia, si pasamos de la escena trágica, literaria
mirada furiosa, presencia de un goce femenino, y de los te-
o histórica, a la dimensión trágica de la escena analítica.
rrores que provoca. No podemos ni debemos dejar de anotar
En Juanito, lo que irrumpe corno devastador no es la apa-
aquí en esa amenaza de peligros innumerables, incontables,
rición de un significante nuevo, es la irrupción de ciertos ele-
60
61
Cr.AlJI)I() (;I.MIMI\N J•:1. i\1 "1'0 111•: J\'rALII\ Y 1<.:1. l'l!NTO DE ALMOHAIJILLADO

mentas inasimilables de lo real como son el goce anómalo de Antigona, Hamlet. Estas son, al menos hasta aquí, algunas
una parte del cuerpo o la llegada de la pequeña intrusa. Las de las más importantes tragedias del psicoanálisis. Lacan
reglas del mundo que hasta ese momento dominaban para llama a Juanito poeta trágico. Lo dijimos hay una dimen..: 1

él, estallan. Es que ese goce hace estallar la pantalla, se pro- sión trágica de la ex.periencia analítica. Existe una rela-
duce una caída de la escena del Otro porque eso real no tie- ción que no es exterior, cita culta o erudita entre psicoaná-
ne lugar en su mundo de engaños imaginarios y... se cae de lisis y tragedia. El lazo es interno y orgánico. En el capítu-
ese Otro. Ese momento de máxima angustia es el de la caída lo de La interpretación de los sueños sobre los sueños típi-
del Otro. Es necesario preservar esta ambigüedad. Esta caí- cos, Freud incluye los sueños de muerte de personas que-
aa del Otro, ¿qué implica? ¿Una caída del sujeto o una caída ridas. Allí, comentando Edipo Rey, compara el arte trágico
del Otro? Posiblemente ambas cosas a la vez. Verdadero pa- de demorar la revelación de la identidad del héroe con la
saje al acto constituyente del sujeto. Una caída co-destitu- verdad en demora, ese suspenso que sostenemos también
yente. Un tiempo segundo, fantasmáticamente terrible, pero con nuestro arte abstinente de no satisfacer ni rechazar la
menos terrible, es el de ese Otro cuando se levanta furioso, demanda de saber, de identidad, de ser, en la doble pers-
insatisfecho e insaciable y se abalanza con sus fauces abier- pectiva de un "horizonte de no respuesta" por ser al mismo
tas sobre el cuerpo del sujeto. En todo caso es preferible el tiempo un "horizonte deshabitado del ser". Hay una rela-
temor a s r e do e no ser nada para el Otro. ción entre esta demora, una letra en espera, el diferimien-
El término nuevo es aquel que viene a reor enar el mundo. to, el arte de suspender el juicio o la decisión, que acercan
Es~ significante fóbico, el que viene a apuntalar, a puntuar de el escenario trágico, la escena del sueño y el acto analítico..
nuevo la textura del mundo. Retoma, dice Lacan, la pregunta El hilo del deseo atraviesa las tres escenas. Ese tiempo en
del sujeto, que incumbe a su ser, su sexo, su existencia. suspenso es el tiempo-rodeo necesario para el advenimien-
En capítulos anteriores había anticipado la posibilidad to de la palabra-deseo, de la efectuación del acto y del su-
de que un significante nuevo, no especifica todavía cual, po- jeto que es su consecuencia paradójica. Es el tiempo nece-
dría suponer en el orden de la cultura, la sociedad, la apa- sario para la creación de las condiciones para la consuma-
rición de una nueva religión. No dice nada más. Incluso pa- ción del acto. Resulta notable que a propósito de esos sue-
rece decir que en todo caso esa cuestión no sería de nuestra ños típicos introduzca las tragedias de Edipo, el ue actúa
incumbencia. Recién en "El punto de almohadillado", unas sm saber, y e am e que sa e, pero no actúa.
cien páginas después, explicita de cuál significante se trata, Inversamente, en las tragedias son decisivos los sueños.
de qué tradición religiosa y del modo en que estamos afec- Hay creencia y fe en la palabra soñada en el texto trágico.
tados por ella.
En el mundo trágico los personajes creen en la verdad que
Es a partir de allí que es posible un acto, incluso parado- los sueños enigmáticamente transmiten, cosa que en otros
jalmente en el nombre de ... , para nombrarlo casi todo, "el te- discursos no sucede y que por esta vía crea otro cruce entre
mor de Dios".
psicoanálisis y tragedia. En Mito y tragedia en la Grecia an-
tigua, 4 Vernant dedica un capítulo, "Ambigüedad e inversión.
Sobre la estructura enigmática de Edipo Rey", a la singu-
Algunas observaciones sobre tragedia y psicoanálisis laridad de la palabra trágica. Allí muestra cómo los héroes
trágicos no son unívocos, no son seres de una sola cara, son
N os otros nos encontramos interrogando los espectros controvertidos, en conflicto interior, ambiguos, verdaderas
del padre en textos, comentarios, interpretaciones de Ata-
lía, Edipo en Colana, en la trilogía de Claudel, Edipo Rey, 4. Vernant, J.-P., Mito y tragedia en la Grecia antigua, t. 1, Paidós, Bar-
celona, 2002.
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63
ÜLAlJl)l() 0LAHMAN
1•:1 , A<•I'O m: A'rAl.lA Y EL PUNTO m: ALMOHADILLADO

paradojas encarnadas o pers9nificadas. Y las palabras que


utilizan en los diálogos suelen ser tan ambiguas como ellos Hobre el comentario del acto primerq._El punto en
mismos, al punto de variar en forma antitética su valor. Di- cuestión
chas por uno o escuchadas por otro, dicen lo contrario. Este
punto permite también establecer respecto de la ambigüe- Comienza Lacan el capítulo situando la función activa,
dad y la contradicción cruces de escenas o discursos. Por la creadora, del significante.
ambigüedad de la palabra, es posible que el personaje trá-
gico diga algo y no sepa lo que dice, pero que los que escu- El significante no sólo da la envoltura, el recipiente de \ f
chan, el público o el coro, escuchen la otra cara de la pala- la significación, la polariza, la estructura, la instala en la
bra. Por la misma palabra saben algo que el que la profiere existencia. 5
ignora. La ambigüedad dicha divide al sujeto en su desdi-
cha. Esta ambigüedad crea las condiciones de lo que se ha El significante no da envoltura a algo que preexiste. En
Lodo_caso, la envoltura formal del significante instaura lo que
llamado ironía trágica. Aquí se anudan ambigüedad y enig-
ma. Es una de las vías de la ironía trágica. No es fácil, en· antes no estaba. En este sentido pensamos la performativi- f
latragedia de Racine, encontrar esta ironía trágica. Pero, dad significante, su acción. De este modo leemos la llamada
como veremos más adelante, hay también ironía en la esce- envoltura formal del síntoma.
na racineana. Tanto en Edipo Rey como en Atalía hay men-
ción a los sueños y sus consecuencias. En la primera, Yocas- Sin un conocimiento exacto del orden propio del significan-
ta le dice a Edipo que renuncie a la búsqueda de quién es ... te y de sus propiedades, es imposible comprender cualquier
el asesino, que todos los hombres siempre han tenido sue- cosa, no digo de la psicología -en cierta manera basta limi-
ños incestuosos pero que son sólo sueños, no hay que hacer- tarla- sino ciertamente de la experiencia psicoanalítica.
les caso. Freud comenta que nosotros los psicoanalistas ja-
más podríamos estar de acuerdo con esta posición, y que a Toma el esquema de Saussure de los dos flujos:
esos sueños hay que tomárselos en serio, que tienen conse-
cuencias, y que son dignos de interpretación. En Atalía, la
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reina tiene un sueño que la transforma, que la trastorna, y
el execrable sacerdote de Baal, Natam, le dice que una rei- '
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na poderosa como ella no puede sentir temor por un mero 1 • • - 1 •• 1

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niño de sueños. Pero Atalía cree en el anuncio del sueño. Ese ~~~'!O
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sueño y sus efectos sobre la reina tienen consecuencias de- -:'\-~.: 1 - ~·- ""':'!!'~ ··.-.:;:::w .... _.f
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cisivas en el desarrollo del drama. Entonces, si bien la vida '' :'
no es sueño, un sueño no es solamente un sueño, afecta la
vida del sujeto, es ecialmente si hay otro ue está dispues- Recordemos que en el nivel superior Saussure ubica el
to a escuchar o leer lo que ahí se Ice y escribe. Uujo del significado, en tanto se diferencia del flujo signifi-
cante. Tendríamos arriba el significado y abajo el significan-
Le. Por fuera de esta relación y de este esquema nos queda

5. Lacan, J., El seminario, libro 3. Las psicosis, Paidós, Barcelona, 1984.


De aquí en adelante y sólo en este capítulo, las citas sin la referencia
al pie corresponden a la clase 21 de este seminario.
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1•;1. At:I'O m ; ArALIA Y ~;L PUNTO DE ALMOHADILLADO
CLAUU!O GLA.':iMAN

el referente, "las cosas del mundo". De la línea del significa- rrafo en el que Abner, el General, viniendo del templo donde
do comenta Lacan que es una masa amorfa y agrega: está el Sumo Sacerdote, de un modo muy ambiguo dice:

Por nuestra parte, lo llamaremos provisoriamente la Sí, vengo a su templo a adorar al Eterno.
masa sentimental de la corriente del discurso, masa confu-
sa donde aparecen unidades, islotes, una imagen, un objeto, Este comienzo abrupto es enigmático. Ha provocado diver-
un sentimiento, un grito, un llamado. Es un continuo [... ] sas interpretaciones. Como si el diálogo viniera de antes. Una
continuación de no se sabe qué. Del mismo modo, la tragedia
Nuevamente nos encontramos con el término "confusa". tiene un final abierto. Pero no tan oscuro para los que cono-
Reencontramos un punto fundamental sobre el que opera cen la historia bíblica. Hasta podría parecer un buen final.
la acción del significante cuya intervención viene a reorde- El peligro ha desaparecido. Pero no es así del todo. La ame-
nar cierta cosa confusa, pánica. Recordemos que cuando he- naza del principio se transforma en un deseo, que es tam-
mos mencionado el pánico, éste aparece asociado a lo confu- bién profecía e ironía final. Así, la tragedia transcurre en el
so. La relación es tan íntima que llega a formar el sintagma medio de escenas supuestamente anteriores pero también
c;;;;¡usión pánica. Otro término que localizamos en esta fra- de una historia que continuará. En el texto bíblico que Ra-
se: "es un contin;o". El pánico, lo confuso y lo continuo que- cine supone sabido, dice que esta historia continuó de una
dan del lado de la masa amorfa del significado. Es respecto manera no menos trágica por no decir horrorosa. Son ambi-
de este continuo que la función significante se realza intro- guos el comienzo y el final porque la palabra ambigua .for-
duciendo una discontinuidad. ma parte necesaria de la puesta en escena trágica.
Lacan anuda su punto de almohadillado al apres-coup
[...]Es un continuo, mientras que por debajo, el significante freudiano. Habría que esperar al final de la frase. Si nos que-
está ahí como la pura cadena del discurso, sucesión de pa- damos en el "sí", podría ser un "no" o un "sí, pero", un "qui-
labras, donde nada es aislable. zás" como todo "sí". Terminada la frase, parecería que "Sí,
vengo a su templo a adorar el Eterno" nos tranquilizara res-
Es importante remarcar, en contrapunto al término "con- pecto de su sentido; eso sería el apres-coup. La última pala-
tinuo", los términos "cadena" y "sucesión", ya que hacen del bra daría sentido a la primera. Ahora sabríamos a qué vie-
significante un elemento no aislable. LOs significantes se ne, a adorar al Eterno. Pero no es del todo así. El Sacerdo-
presentan encadenados, haciendo lazos enlazados . Que ha- te no está tranquilo después de que el general Abner dijo a
gan lazo es decisivo. Es esta metáfora del lazo la que Freud qué venía. El lector no está seguro. El conjunto del enuncia-
~ en su morfología de la masa., Esa es la estr~ do no agota el enigma de la enunciación.
ue construye en Psicología de las masas análisis del yo.__ - ¿Pero qué sucede en la escena que estamos tratando de
Esta es una r enc1a que se puede leer entre líneas en el analizar? Viene un general de Atalía. Ella, la extranjera, es
comentario de Atalía. El sujeto es un sujeto que está doble- una reina que no es hebrea ni creyente en el Dios de los ju-
mente enlazado, atado, al o§jeto que ocupa el lugar del Ideai díos. Pero es la reina de Judea e Israel legitimada por ma-
5kJ. Yo y a los otros yo. trimonio, y viene al templo que es el lugar sagrado donde se
Lacan se pregunta por dónde podríamos trabajar este pro- conserva el arca, la ley. Viene al templo de David donde sos-
blema. Pasa por Hamlet, dejándolo para más adelante, y toma pecha que hay algo escondido que podría ser el tesoro de Da-
lo que tiene a mano, porque es francófono,Atalía . Dedica una vid, es decir oro pero también algo más. El General, Abner,
página entera para mostrar la ambigüedad del primer pá- es el general del rey. Por lo tanto, si Atalía es la reina, él es

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CLAUDIO Üt.A';MAN 1•:1 . A<.."l'O m: ATAL!A Y EL PUN1'0 DE ALMOHADILLADO

el general de la reina. Pero no es tan simple, el General tie- T,ncan ubica este diálogo inaugural entre Abner y Joad
ne dos amos, ya que al mismo tiempo reconoce como su au- on el registro de la significación, que en este momento de su
toridad sagrada a Joad, el Sumo Sacerdote. 11nseñanza se equipara al de lo imaginario, y prosigue:
En esta tragedia, trono y altar están en conflicto. El tro-
no personificado por Atalía y el altar por Joad. A este envia- Y, luego de haber sido dejado en suspenso el Eterno, no se
do, doble enviado que va y viene de la Otra al Uno, del Uno a hablará nunca más de él hasta el final de la pieza. Se evocan
la Otra, llevando mensajes, Lacan lo llama doble agente, co- recuerdos, eran los buenos tiempos, en multitud el pueblo
laboracionista. Muy francés, en sus des-calificativos. Incluso santo inundaba los pórticos, pero en fin, las cosas han cam-
los significantes que usa para hablar de la escena -"quiere biado mucho, adoradores celosos apenas unos pocos.
pasar a la Resistencia"- son de la historia reciente de Fran-
cia. Hace una lectura muy actual de la tragedia porque uti- Lacan no se ocupa de un fragmento que otros lectores-críti-
liza significantes de la ocupación nazi. Así planteado, pare- cos de la tragedia han remarcado y que me interesaría desta-
cería ser que se trata del reino de Judá ocupado por una ex- car porque está ligado a lo que al psicoanálisis le interesa.
tranjera. Pero no es tan así, porque Atalía se había casado
con un rey de Judá. Siendo extranjera, no había ocupado por Eran otros tiempos. La audacia de una mujer, despidien-
la fuerza el reino sino por una alianza matrimonial. do esa afluencia de la multitud, convirtió esos bellos días en
Pero volvamos, no se sabe con qué intenciones viene Ab- días tenebrosos. 7
ner al templo. Es el general de la reina el que viene a decla-
rar su fe y a renovar su pacto con Dios y con su ley. Recorde- Remarquemos:"[ ... ] convirtió esos bellos días en días tene-
mos que Atalía vive al amparo de los Dioses. Baal, a quien brosos". Estamos ante lo que se llama en retórica un quias-
le ha erigido un templo, es nombre de Dioses. mo. La segunda proposición gira alrededor del término día
Y"ii.rando sobre este punto se pasa de lo bello a lo tenebro:
Sí, vengo a su templo a adorar al Eterno,
Vengo, según el uso antiguo y solemne,
A celebrar la famosa jornada
-
Ho. Hay un giro, una inversión que no es simétrica. Aquí nos
lropezamos con obstáculos-problemas de traducción. La ver-
Hión de la Escuela Freudiana dice:
En que en el Monte Sinaí la ley nos fue dada.
Un pequeño número, apenas, de adoradores
El coro repite, a lo largo de la obra, que lo que se recuer- Osa volver a darnos alguna sombra de los primeros
da es el don de la ley pura . En ese día, en el templo, se con- /tiempos. 8
memora el momento en el que Dios le entrega la ley a Moi-
sés. Se va a celebrar el don de la ley: Y como por arte de magia del traductor, el quiasmo con su
giro han desaparecido.
Gracias Dios por habernos dado la ley pura, la ley santa.6 Como también notará el lector, además del quiasmo, el tra-
ductor eliminó la palabra "celosos" que para Lacan es un térmi-
Se trata del don de la ley. Según repite el coro, lo más no fundamental en su interpretación. En otra de las traduccio-
grande que Dios le habría dado al hombre es la ley pura, la nes queda "celosos" pero desaparece "adoradores". Cuando lo
ley santa. que está en juego para nuestro análisis es del sintagma "adora-
'f . Racine, J.,Athalie, op. cit. (la traducción es nuestra).
6. Racine, J., Athalia, op. cit. H. Racine, J., Atalía, Acto primero, op. cit.

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CI.AliiJIO (; I.AHMAN
EL ACTO !)lo; A ·I'AI.IA Y EL PUNTO DE ALMOHADILLADO

dores celosos". Como ya lo hemos dicho, no se traLu de un exce-


so de celo, sino de mostrar la relación entre traducción, comen- Lo que el General dice temer es que Atalía concrete so-
tario e interpretación. Cuando se pierden los significantes, sea bre el Sacerdote sus venganzas funestas. Hay, como se verá
en el pasaje de lenguas de una traducción o en el relato de un en más de una oportunidad, problemas de traducción que
análisis, lo que queda es, en resumidas cuentas, el sentido, la dificultan el análisis del ejemplo. Como el lector apreciará,
significación. Omitidos, elididos los significantes, tanto la lec- en este párrafo aparece el término "temo" en lugar de "tiem-
tura como la interpretación analítica quedan imposibilitadas blo''. En el texto francés están los dos. La distinción vale por-
porque con los significantes se pierden tanto la estructura en que, para Lacan, con el temblo ntra en escena el temor. El
la que éstos se articulan como el sujeto que implican. enera e 1ce a acerdote: 'j)emblo por vos" porque la ha
Lacan hace un pequeño rastreo etimológico del término visto a Atalía dirigir miradas furiosas sobre el templo. La-
"celo". Le sirve este ejercicio filológico porque relaciona celo can dice:
a emulación, rivalidad, imitación. Y con celo se reflejan los
personajes en el espejo. Ahí, vemos surgir una palabra que tiene mucha impor-
Dice la versión castellana en el seminario III: tancia: tiemblo. Es etimológicamente la misma palabra que
temer, y el temor va a aparecer.
Tiemblo porque Atalía, para no ocultaros nada,
Haciéndoos arrancar a vos mismo del altar Es muy importante destacar que con el significante "tiem-
No logre en fin sobre vos venganzas funestas, blo'' aparece el temor. Es congruente con su insistencia de
Y de un respeto forzado despoje los restos. cómo el si ificante introduce, crea, el temor. El significan-
te temblor instaura e emor. ¿ ué tiene que ver aquella paz 1 f
Desde el punto de vista de la significación, incluso de lo del atardecer con este temor? ¿Sería una contradicción pos-
que llamamos comprensión de texto, éste es incomprensible. tular que hay un temor que pacifica? ¿Acaso es un oxímo-
Podría ser que Atalía no le oculta nada a Joad y no es así. ron "temor pacificante"? Esta paradoja no es ajena a la fun-
Abner es el que dice: "Para no ocultaros nada". Es más legi- ción del significante del Nombre-del-Padre.
ble en la traducción de la Escuela Freudiana: Para Lacan, toda esta parte del diálogo se desarrolla en lo
que él llama la "masa amorfa de la significación". Este diá-
Para no ocultaros nada, tiemblo que Atalía, logo intersubjetiva, especular, se mantiene dentro del pla-
Al arrancaros a vos mismo del altar, no imaginario de la significación. Es un intercambio afecta-
No concrete al fin sobre vos sus cruentas venganzas. 9 do de sospechas. Cada uno sospecha del otro. El otro algo se
guarda, algo no dice. Respecto de la intención, ¿a qué viene?
En la traducción de Espasa-Calpe, el segundo "no" des- El otro, ¿qué guarda? ¿Qué esconde? Joad le dice al Sacer-
aparece. "(no) concrete al fin ..." Es que en verdad esta nega- dote que Dios hace mucho que ha callado, que no muestra
ción es una afirmación: sus milagros. En cambio Atalía ha demostrado en la gue-
rra que es una poderosa triunfadora. Hay una tensión dra-
Para no ocultaros nada, temo que Atalía, al arrancaros a mática entre Atalía y Joad, entre los Dioses de ella (Baal)
vos mismo del altar, concluya sobre vos su funesta vengan- y su Dios. Lacan comenta que no se sabe si es una adver-
za y con insincero respeto despoje cuanto quede. 10 tencia, un consejo, un consejo prudente o incluso eso que
se llama sabiduría. Su comentario apunta a la ambigüe-
9. Racine, J., Atalía, Acto primero, op. cit. dad de lo que sería, en términos de Austin, la fuerza ilocu-
10. Racine, J., Athalia, op. cit. toria del discurso de Abner. Estamos en el terreno de lapa-
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EL A( : I'O Dt: A TAL.tA Y EL PUNTO DE ALMOHADILLADO
CLAUDIO GLASMAN

udmisibles para un lector hispano, profano e ignorante tan-


labra y de la acción. Cuando Abner habla, ¿le da un conse-
to del texto hebreo como de ésta, la última tragedia de Raci-
jo, realiza una advertencia, le arroja una amenaza o le pro-
ne. Es que Racine, poeta trágico, se permite recrear el texto
porciona sabiduría?
bíblico, inventar nombres, darles a los personajes bíblicos la
El diálogo continúa en el plano de la adulación y del jue-
palabra y la acción en la escena trágica. Y esto Lacan no lo
go significativo. Cuando habla del chivo emisario, dice:
cuenta, lo cual obliga al lector a leer la tragedia y la Biblia.
Para Joas, el futuro niño-rey, que es un personaje y un
El chivo emisario está ahí muy convenientemente como
nombre bíblico, le inventa un nombre trágico. Eliacin es el
para seguir siendo el cebo.
nombre de un niño que el Sumo Sacerdote ha adoptado, pro-
tegido y educado en secreto y que es el último descendien-
Está anticipando que Abner, el General, se va a transfor-
te de la estirpe de David. Lo ha preparado, sin que el mis-
mar en un chivo emisario, que va a ser el cebo viviente sin
mo niño lo sepa, para ser el futuro rey de los judíos. Es el
saberlo de una trampa que el Sacerdote, que sabe un poco
último, la última gota de sangre que Atalía, por un descui-
más, le va a tender a Atalía, que se presenta como alguien
do, por un error, no mató, no exterminó. Atalía es una ex-
que tampoco sabe.
terminadora fallida, pero también será una víctima sacrifi-
Prosigue Lacan:
cada. El Dios de los judíos, por boca del sacerdote, también
llama al exterminio.
No sabemos todavía adónde quiere llegar, salvo que [dice
Es una tragedia de una violencia tremenda a dos pun-
el General]:
tas. N o se podría decidir fácilmente quiénes son los buenos
"Creedme, cuanto más pienso en ello, menos dudo
y quiénes los malos. No es tan sencillo porque los persona-
Que sobre vos su furia no está dispuesta a estallar."
jes, como en la tragedia antigua, no son simples, son al me-
nos dobles. Incluso quien es más doble y equívoca es Atalía,
A ese último "no" también p!Odríamos sacarlo, y siguien-
aun más que Joad, que parece permanecer siempre idénti-
do el texto reconocemos la ambigüedad del no. Nuevamen-
co a sí mismo. Entonces, un Eliacin quiere decir simplemen-
te una afirmación que parece negar, hay algunos no que son
te: Un niño huérfano llamado Eliacin al que en un momento
s(, y el texto quedaría así:
determinado del drama se le dirá que es Joas, el rey de los
judíos, cosa que él no sabía. Joad resguarda un niño, el úl-
Creedme, cuanto más pienso en ello, menos dudo
timo heredero de David, a quien proyecta coronar próximo
Que sobre vos su furia está dispuesta a estallar.
rey. Más adelante, Lacan dirá que es el hijo del Sacerdote.
Sin embargo, su importancia en la obra se debe a que no es
La observaba ayer y veía sus ojos lanzar
el hijo del Sacerdote. Es hijo del hijo de Atalía, es decir su
sobre el santo lugar miradas furiosas.
nieto. Pero no hay que ponerse aquí demasiado tiernos, por-
que ella mató a toda su descendencia e intentó matarlo a
Lo dijimos, hay uno que sabe más que el otro. ¿Qué es lo
Joas ya que no sólo es su nieto sino también un descendien-
que sabe Joad, el gran sacerdote? Según nos cuenta Lacan,
te de David. Por sus pequeñas venas corre doble sangre, no
sabe que en el templo hay escondido un Eliacin. Sabe que hay
tiene sangre pura. En todo caso es un hijo adoptado. El mi H
gato encerrado. Pero, nos preguntamos, ¿qué es un Eliacin?
mo niño no sabe quién es, no sabe de quién es hijo. Sa~ q111 •
¿Es quizás un Dios?, ¿un objeto sagrado? ¿Un Eliacin será
fue abandonado y adoptado por el Sacerdote y su mujPr. No
acaso otro nombre de Dios como un Elohim? Parecen rimar,
sabe que bajo el nombre de Eliacin lo espera Joas, futuro r·n
pero no todo lo que rima es nombre de Dios. Son preguntas

ti
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CLA!JJ)JO GLA..'-;MAN
l~r. AC'l'O m; NPALIA Y EL PUNTO DE ALMüli.ADILLAUO
y último sobreviviente de la estirpe de David. Ht•d(•n ('fi el
momento en que lo coronan rey le revelan el nombre verda- dencia: el punto en cuestión y el hecho decisivo de tomar la
dero, le dicen quién es. Por eso Lacan cita a Abner: palabra que al sujeto lo constituye en cuanto tal. Es el mo-
mento en que le cambia el peso de sentido a la misma pala-
Ella se equivocó, dice más tarde, vale decir -¿Falló ella bra "temo". Primero, entonces, "temblar" y "temer" las em-
en una parte de la masacre? plea Abner cuando dice: "Temo por vos, tiemblo".
Aislemos el final del párrafo:
Deténgase nuestro lector en esta pregunta terrible que gol-
pea hasta nosotros. ¿Cuál fue el error? Como decían por acá, Temblar y temer son primero empleadas por Abner, que
en una época no tan lejana, ¿no matar a todos? Pues sí, otra nos lleva al punto que acabo de indicar, es decir al momen-
vez, una vez más, la solución final falló. Ese fue el error. Al to en que Joad verdaderamente toma la palabra.
último sobreviviente, herido y agonizante, lo dio por muerto.
Ese fue el error deAtalía, creer que estaba muerto. Digámos- Lacan le da mucha importancia al acto de tomar la pala-··
lo en nuestros términos: él no estaba muerto y no lo sabía. Él, bra, porque si alguien es sujeto, habrá sido sujeto de la pala-\ J
Joas, el pequeño heredero, no lo sabía; ella, su abuela asesi- bra tomada. Vale aquí sostener la ambigüedad entre el que 1 f.
na, tampoco. No lo sabían. Es más espantoso todavía porque toma la palabra y el que es tomado por ella. Joad, el Sacer-
además el niño, Joas, era su nieto, su descendiente. Hay algo dote, respecto del "tiemblo", de la amenaza, de la intimida-
aquí que recuerda a Medea. Esta Reina-Madre venga en sus ción, responde:
descendientes la muerte de sus ascendientes.
Para Lacan, un tanto irónicamente, Abner es atraído por Quien pone un freno al furor del mar,
carne fresca, por sed de sangre. Sabe también detener de los malvados los complots.
A continuación practica el método freudiano de recorrer Sometido con respeto a su santa voluntad,
hacia atrás este trayecto del texto y anotar la serie de los Temo a Dios, estimado Abner, y no tengo ningún otro temor.
significantes que intervinieron en el diálogo:
En la traducción de Paidós dice:
Pero esto sólo es así con una única condición: que se per-
caten ustedes del papel del significante. Si se percatan, ve- Temo a Dios, decís ... Le responde, mientras que Abner
rán que hay cierto número de palabras claves subyacentes nunca dijo eso [... ]
al discurso de los dos personajes, y que en parte se recubren.
Está la palabra temblar, la palabra temer, la palabra exter- Confusa es en este punto la versión-Paidós, y este punto
minación. Temblar y temer son primero empleadas por Ab- así oscurecido es justamente el punto crucial de la lectura
ner, que nos lleva al punto que acabo de indicar, es decir al de Lacan, el punto de almohadillado.
momento en que Joad verdaderamente toma la palabra. Las cosas son un poco diferentes en el texto francés. Al
traductor y a los editores se les escapó un pequeño detalle.
Remarco el final del párrafo:"[ .. .] nos lleva al punto [... ] Primero, es Joad, el Sacerdote, quien, al responder, toma la
es decir al momento en que Joad toma verdaderamente la palabra e introduce el punto "Temo a Dios, querido Abner.
palabra". Es que hay aquí una cuestión crucial. Porque ese No tengo ningún otro temor". Eso lo dice el Sacerdote. Pero
punto del que se trata, es el mismo del momento en el que Racine se ocupó de poner su repetición entre comillas y ci-
el personaje toma la palabra. Anotemos pues esta coinci- tándolo a Abner, le dice: "'Temo a Dios', decís ...". Pero esta se-
gunda vez es Joad nuevamente el que habla, citando a Ab-
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CLAUDIO GLASMAN l~L A(;I'O m: Ñl'AL.IA Y EL PUNTO DE ALMOHADLLLADO

ner, mientras que Abner, que nunca dijo eso, es tomado por Es tan notable como espantoso ver de qué manera se mez-
dicha palabra. En la versión-Paidós desaparecen las comillas clan en la escena trágica lo que es del orden del sacrificio ri-
y con ellas el valor de cita, de repetición de lo que no había tual y lo que es del exceso, de la inmolación de víctimas hu-
sido dicho, que tienen estas palabras en boca de Joad. manas, masacre o exterminio. Se pasa, con cierta facilidad
Llegamos al punto crucial del texto, las palabras han aterradora, de un lugar a otro. Esta conversación sucede so-
sido dos veces pronunciadas. "Temo a Dios ...", las dos veces bre un fondo de sangre.
por Joad, pero la segunda es atribuida a Abner. Y de este Comenta Lacan:
modo se produce el pase de la palabra de uno al otro. De
este modo tan extraño, Abner es tomado por el significante Y vemos aparecer aquí la palabra que señalé al comien-
"temor de dios". zo, el celo[ ...] No hay que creer que sean inocentes víctimas
Lo provoca Joad a Abner, diciéndole: "La fe que no actúa, bajo formas más o menos fijas en lugares apropiados.
¿es una fe sincera?". Porque Abner viene como enviado de la
reina proclamando su fe al Dios de Joad. En el mundo del escenario trágico sucede lo mismo que
en la historia de los hombres: del derramamiento de sangre
Ya han pasado ocho años y una impía extranjera del sacrificio ritual ·a la masacre a secas hay un solo paso.
Usurpa todos los derechos del cetro de David.
Se baña impunemente en la sangre de nuestros reyes, Cuando Abner hace notar que El Arca Santa está muda
De los hijos de su hijo, detestable homicida. 11 y ya no brinda mas oráculos, se le replica vivamente que:
"[... ]
Es decir, de sus nietos. Como decíamos más arriba, ella Y Dios siempre fiel en todas sus amenazas"
los mató a todos, a todos excepto a uno. Joad no dice, has-
ta la escena en donde los hechos se desencadenan, que está Deténgase el lector en lo que dice Joad de Jezabel, lama-
vivo el último heredero de David, que es al mismo tiempo dre de Atalía:
el nieto de Atalía.
Cerca de ese campo Jezabel fatal inmolada,
Temo a Dios, decís su verdad me toca. Bajo los pies de los caballos esa reina pisoteada,
Ved como ese Dios responde por mi boca. En su sangre inhumana los perros refrescados;
Y de su cuerpo horrendo los miembros desgarrados;
Dice Joad, el Sacerdote:
Según la Biblia, Jehu, el que la mata en el nombre de
¿Del celo de mi ley os sirve adornaros? Dios, ordena no enterrarla. Es castigada de este modo para
¿Pensáis honrarme con estériles votos? que se la coman los perros, del mismo modo en que Crean-
¿Qué fruto me toca de todos vuestros sacrificios? te castiga al hermano muerto enAntígona de Sófocles. Ata-
La sangre de vuestros reyes clama y no es escuchada lía tiene, en este punto, antecedentes antiguos tanto en la
Romped, romped todo pacto con la impiedad. tradición hebrea como también en la tragedia griega. Nue-
Del medio de mi pueblo exterminad los crímenes. vamente nos encontramos con ritos de duelo no realiza-
Y vendréis entonces a inmolarme víctimas. dos, de muertos y muertas insepultos. Lo cual quiere de-
cir: no muertos según las leyes sagradas, ágrafas, no es-
11. Racine, J. , Atalía, Acto primero, op. cit.
critas, como hombres. Una paradoja a tener en cuenta es

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CLAUDIO GLASMAN J•;t. ¡\( ' 1'1) 1)1•: A·I'AI.IA y 1•:1 . I'IIN'I'O l)J•: ALMOIJAI >II.I.AI )()

que Jezabel es condenada a quedar insepulta por orden y El temor de Dios es un término esencial en cierta línea
castigo divino. de pensamiento religioso, que se equivocarían si creen sim-
plemente que es la línea general. El temor de los dioses [...]
El siguiente comentario de Lacan introduce el punto de- un sentimiento multiforme, confuso, de pánico.
cisivo. El paso de registro. Y no es cualquier medio el utili-
zado para darlo, la homonimia. Aquí vamos llegando a cierto momento culminante del tex-
Por sus consecuencias, es algo más que un ingenioso juego to; vemos el modo en que el analista aísla algunos significan-
de palabras si se me permite la invención: la homonimia ho- tes. En el capítulo anterior habíamos localizado la confusión
monimiza. Hay en Lacan una idea de homonimización. Por su pánica para hablar de cierta continuidad confusa. Acá lo usa
doble vía, a través de la homonimia, se hace posible el cambio J como multiforme y casi aparece lo de masa amorfa, confusa
de registro, el pasaje de lo imagmano a o simbólico. La borra- r del significado, en lo multiforme. Amorfo y multiforme se con-
aura del s1gno como reproducCIÓn de un objeto real. Por su paso funden en el sujeto que es presa de la angustia pánica.
homonimizante de huella borrada, se realiza la pérdida del re-
ferente y la elevación del signo a la dignidad significante. El temor de Dios al contrario, sobre el que se funda una
tradición que se remonta a Salomón, es principio de una sa-
En suma, ¿cuál es aquí el papel del significante? Noso- biduría[ ... ]
tros los analistas no ignoramos que el miedo es algo especial-
mente ambivalente; es también algo que nos empuja hacia Destaquemos que "es principio", porque después va a ex-
adelante, que nos jala hacia atrás, es algo que hace de us- plicitar que la tradición que allí se funda es la tradición ju-
tedes un ser doble y que cuando lo expresan ante un perso- dea-cristiana, que es la nuestra. Y esto significa que bajo es-
naje con el que quieren jugar a tener miedo juntos, los pone tos significantes se organizan las neurosis, las psicosis y las
a cada instante en la postura del reflejo. Pero hay otra cosa, perversiones así como es posible la existencia de la práctica
que tiene aire homónimo, el temor de Dios. analítica. En todas ellas, de diferente manera, en esta épo-
ca de progreso tecnológico científico, "Dios está más o me-
Es decisivo en este punto el uso de la homonimia. Para nos velado en el asunto".
Lacan, el temor de Dios y el temor son términos casi homó- Es necesario destacar que el psicoanálisis, surgido en cier-
nimos. No tienen nada que ver, excepto por su relación sig- to momento del desarrollo de la ciencia y el capitalismo, tam-
nificante. Si el temor de Dios es homónimo del temor a se- bién tiene por referencia la religión de un Dios que no ter-
cas, es por una contingencia puramente significante en la mina de morirse. Son estos significantes religiosos los que
nos interesan porque es la tradición en la que padecemos y
que se produce la sustitución.
en la que analizamos. Es necesario volver a partir de ahí. El
sujeto que demanda análisis es ante todo el sujeto de la re-
J
Para nada son lo mismo. Este es el significante, más bien
fJ
rígido, que Joad saca del bolsillo en el momento preciso en
que le advierten de un peligro. -
ligión, de la creencia y de la fe.

El temor de Dios es un significante [... ]


Amenazado de una devastación furiosa, saca el signifi
cante del bolsillo del Otro.
tJ Así como "la paz del atardecer" es un significante, no son
cuatro, "el temor de Dios" es otro significante que tampoco
son tres, es uno.

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CI.AUDJO ÜI.AHMAN 1•;1 , A( ~1'0 1)1•! A 'I'Ar.IA Y I•!L I'UN'I'O U.l<! ALMOIIADILLAJ){)

Fue necesario alguien que lo inventase y propusiese a mento ni nosotros, hemos venido a sostener una versión re-
los hombres, como remedio a un mundo hecho de terrores ligiosa del psicoanálisis. Pero el sujeto del análisis, aquel que
múltiples [...] nos consulta, es el sujeto de la creencia, de la superstición y
de la fe. En esto se sostiene la transferencia. La transferen-
Nótese cómo retorna lo multiforme ahora como terrores cia misma es un acto de fe en Q.Ue hay Uno-Otro-Todo-Saber.
múltiples. Encontramos cierta relación entre el pánico y el Una respuesta posible a uno de estos contradictores es que
terror múltiple. acá Lacan plantea que el advenimiento del temor de dios es
la de un rimer si ificante, un significante nuevo u · ·_
[...] tener miedo a un ser que, después de todo, no puede ejer- cia una tradición que es a nuestra, un punto de partida, no
cer sus malos tratos más que por los males que están ahí, un punto final. Es tamb1en el punto de part1da del análisisJ
múltiplemente presentes, en la vida humana. Reemplazar en la medida en que se instala la tran ferencia como su· et
los temores innumerables por el temor de un ser único que supuesto sa ero, para decirlo Todo, como Dios. Paradoja del
no tiene otro medio para manifestar su potencia salvo por lo ps1coaná11sis, este Uno 12 tiene que mstaurarse como suposi-
que es temido tras esos innumerables temores, es fuerte. ción para, al fin de la tarea y como acto final, caer. Pero ade-
más, este remedio, que no elimina los males, es un punto de
Es importante aquí destacar la idea de sustitución me- partida que dice que no hay modo de establecer un punto fi-
tafórica, porque el uno sustituyea lo innumerable, lo uno nal. Este punto de partida es el que hace posible el análisis,
sustituye a lo múlbp~ Entonces, lo uno aquí es el comien- porque es condición tanto de la transferencia como del sín-
zo, el principio de una serie o secuencia, en tanto remedio, toma. En términos de nuestra política, no hay modo de dic-
de algo que aparece como caído debajo de la barra, pero no taminar con éxito un punto final como tampoco hay mane-
desaparecido por eso mismo que lo sustituye y de ese modo ra de imponer un nunca más. Al final sólo hay salto, pasaje.
lo significa. El poder del temor de Dios es el poder que tiene al acto como momento resolutivo, tan significante como real,
respecto de aquello a lo que reemplaza. Lo uno hace alusión del acto analítico.
y sustitución, pero no elimina lo innumerable. El temor no Por otra parte,"Teemos estas historias que vienen de tan
elimina el terror, lo atenúa. El poder de temor de Uno-Dios-
,.......
Padre se lo obtiene de aquello que acecha como la amenaza
innumerable. De ahí surge y se mantiene el poder del uno.
{jj. De todos modos, el problema aquí introducido es complejo pues Lacan
más adelante, y justamente para abordar el problema de la transferen-
Quizás, podríamos conjeturar que de esa operación de sus- cia y del sujeto supuesto saber, distingue el Dios de los filósofos, ese Uno
titución de lo innumerable por lo uno numerable queda ese de la Totalidad, del Dios de Abraham, Jacob... , que es un Dios que habla,
resto inconmensurable que se escribirá como letra "a" y será Dios de la palabra revelada y que además nunca se propuso como Todo.
El pacto de fe que realiza con su pueblo, cuya transgresión es terriblemen-
la causa del deseo. Lacan se anticipa a una objeción y dice: te castigada, sólo rige en la tierra del Dios; no se niega en otras tierras la
creencia de otros pueblos en otros dioses, se los niega sólo en el territorio
Me dirán: ¡Esa sí que es una idea de cura! y para el pueblo en que este Dios reina. Entonces, según Lacan, este Dios
no es todo. Se encontrará una muy interesante diferencia entre creencia
Han pasado tantos años de este seminario y se siguen es- y fe en el ya clásico y todavía vigente artículo de Octave Mannoni: "Ya lo
sé, pero aun así" (en La otra escena. Claves de lo imaginario, Amorrortu,
cuchando objeciones similares. Como si plantear la eficacia Buenos Aires, 1973). La distinción está planteada en dicho artículo entre
del significante del Nombre-del-Padre y del temor de Dios, la fe en un solo dios con el cual hay pacto y la creencia en la existencia de
que es su antecedente religioso, fuera un modo de sostener otros dioses, que no son negados por esta fe, pero con los cuales no se pac-
la religión del Padre. Pero no es así. Ni Lacan en ese mo- ta. Este punto de co-incidencia es el que lo lleva a Lacan a afirmar que el
dios de los judíos es "no todo" porque es "no todos... los dioses".

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C...:I.A\11 )10 G I.AHMAN Bt. M ~ 1·o m: J\TALlll Y L~ L l'lJN'l'O m : ALMmwm.LAilO

lejos y que no dejan de mostrar que hay algo de la repetí:_ abierta esta cuestión respecto del acto que se efectú_a en el
ción de un horror genocida, sacrificial, que no cesa de no ex- nombre del temor de Dios. Será necesario volver a interro-
tiñguirse.___..., gar la relación entre el N ornbre-del-Padre y su función corno
Entonces, dice Lacan que hay que ser poeta o profeta para condición del deseo y la del super ó corno orden de goce. Y
inventar un significante así, un significante mayor, primor- aqm reencon ramos, respecto de este significante, tanto su
dial; es decir, un significante de base. El significante domi- función de puesta en orden del conjunto de los significan-
na la cosa, la reestructura, a partir de ahí están las signi- tes del sujeto como también la orden o el mandato del que
ficaciones totalmente cambiadas. Este es el significante "el alguien puede ser objeto o sujeto (sobre la distinción entre
Temor de Dios": 13 orden y mandato y los efectos subjetivantes u objetivantes
véase el comentario en los capítulos siguientes realizados
Ese famoso temor de Dios lleva a cabo el pase de pres- por David Kreszes). Una bi-escisión, entonces, de la fun-
tidigitación de transformar, de un minuto a otro, todos los ción del significante temor de Dios: como condición del de-
temores en un perfecto coraje. Todos los temores -No ten- seo, ya que inaugura y autoriza el juego del conjunto signi-
go otro temor- son intercambiados contra lo que se llama ficante donde el deseo se juega, y también esa otra cara del
el temor de Dios, que, por obligatorio que sea, es lo contra- significante que comanda las acciones del sujeto en tanto
rio a un temor. significante amo. Esta relación entre el Nornbre-del-Padr
y el superyó será una de las cuestiones retomadas por Da-
No queda del todo claro si el término "obligatorio" nos u.lü.: vid Kreszes en los próximos dos capítulos. y el punto de al-
ca.más cerca del deseo o del superyó en este paso al acto. LQ mohadillado será retornado en dichos capítulos corno pun-
que es seguro es gue una acción se hace posible a partir de to decisorio del sujeto en la metáfora de la carretera prin-
él. Habría que poder hacer esta distinción. ya que el temor cipal y sus puntos-encrucijadas.
de Dios aparece, en tanto punto de almohadillado, comÜUñ Lacan construye una proporción donde se sustituye terro-
-sigmtícante del Nombre-del-Padre-nudo-punto. Dejamos res múltiples por el temor de Dios-uno, y, por otra parte, el
celo, y su dimensión especular, es sustituido por Dios fiel a
@importancia de la creación de un significante nuevo retornará en mo-
mentos puntuales en la enseñanza de Lacan. Así como habíamos adelan- sus amenazas. Es a partir de esta doble sustitución que va
tado que el síntoma es un término nuevo que viene a reestructurar el con- a unirse, tornando y cambiando de posición, a la "tropa fiel".
junto de los significantes del sujeto, también el inconsciente freudiano, el Doble sustitución en este pasaje de lo imaginario a lo sim-
Unbewusste, es, según palabras de Lacan, un significante nuevo que ha bólico: Terrores por temor y celo por fiel. En este seminario,
subvertido las relaciones del sujeto occidental con el saber. En el momen-
el término "fiel" es sumamente importante porque está re-
to en que Lacan produce lo que llama su traducción al francés como l'un.e-
bévue, una equivocación, es el momento en que comenta acerca de la posi- lacionado con lo planteado al comienzo del año respecto de
bilidad y de la necesidad de creación de un significante nuevo. ¿Es l'un.e- lo que llama "palabras fundadoras". "Tú eres mi amo", "Tú
bévue un nuevo significante que ha reordenado el edificio del psicoanálisis eres mi mujer" son para Lacan una dimensión de lo que in-
afectando en el paso de lenguas el mismo concepto de inconsciente? ¿Es troduce, en un tiempo primero de la constitución del suje-
otro el inconsciente a partir de esta "traducción"? Lacan se reconoce a sí
mismo como no suficientemente poiite como para producirlo, neologismo, to, la palabra como acto, más específicamente corno pacto.
este último, inventado por él entre poeta y otra cosa que permanece para Esta dimensión de pacto de la palabra es lo que llamafides.
nosotros enigmática. Pero desde aquel temor de Dios al Unbewusste freu- Esto último es lo que va a retomar a partir de aquí para ha-
diano hay un paso enorme, porque el segundo se inscribe en la tradición blar justamente de cómo de este pacto surge un sujeto. Es
fundada por el primero, pero para ponerla en cuestión. Podríamos decir
que la transferencia es la puesta en acto de la realidad no sexual sino de
la pregunta que viene después de aquella por la función del
creencia, sagrada, del inconsciente, su cicmt- punto de almohadillado.

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CLAlJI)J() GI.AHMAN
~1. A< ~L'() m: ATALfA Y EL PUNTO DE ALMOHADILLADO

Cuando Ja aguja del colchonero, que entró en el momento


tión no es un punto final sino un punto seguido ... de con-
de Dios fiel en todas las amenazas, vuelve a salir, todo está
secuencias.
cocinado, el muchacho dice: Me voy a unir a la tropa fiel.
Si para Freud el Edipo tiene esa función nuclear, es porque
(Obsérvese al pasar que el general, el colaboracionista, aho-
el padre es nudo, un punto, un punto de almohadillado, un \
punto de ¡basta!, si se nos permite el uso, del goce autoeróti-
f
ra se transfonna, es parte del pasaje, en un muchacho que
pasa a la resistencia.) co, del goce incestuoso y un punto de a-filiación a la serie sig-
nificante planteada en ténninos de sucesión generacional.
Si analizamos esta escena como una partitura musical,
veremos que ahí está el punto donde llega a anudarse el
significado y el significante, entre la masa siempre flotante A modo de recapitulación y de algunas
de las significaciones (... ] y el texto. AtaUa debe a ese tex- consideraciones y problemas
to admirable, y no a la significación, el no ser una pieza de
boulevard. Cuando me referí al advenimiento de un significante
El punto de almohadillado es la palabra temor [...) nuevo, el temor de Dios, enfaticé su valor de sustitución, sin
nombrarlo así, de metáfora. Por el lado de lo caído, los terro-
Apuntemos que si es la palabra temor, habría que agre- res, es decir, lo múltiple, sustituido por la emergencia de lo
gar, aunque sea entre paréntesis, (de Dios). Sigue: uno. Podríamos escribirlo así: Uno/múltiple, o, si se quiere,
El U no-lo numerable/ lo múltiple-lo innumerable. Otro modo
(... ] con todas sus connotaciones trans-significativas. Alre- de escribirlo: la morfología del Uno/lo amorfo-lo difuso. Por
dedor de ese significante, todo se irradia y se organiza, cual otra parte, tenemos la sustitución del celo por la fe, la fides;
si fuesen pequeñas líneas de fuerza formadas en la superfi- entonces: Pacto/celos. Otro modo de nombrar esta operación
cie de una trama por el punto de almohadillado. Es el pun- podría ser: del lazo especular al pacto de la palabra.
to de convergencia que permite situar retroactivamente y Con el pacto nace el acto en el nombre del temor de Dios,
prospectivamente todo lo que sucede en ese discurso. en el Nombre-del-Padre. Esta sustitución interesa porque ha
quedado remarcado y difundido el modo en que Lacan pasa
Es sumamente importante la inclusión de los dos movi- del significante del Nombre-del-Padre en tanto singular a
mientos, retrospectivo y prospectivo, porque lo que viene "Los Nombres-del-Padre"; dicho en otros términos: cómo pasa
después está muy ligado a lo que se anudó antes por este de lo uno a lo múltiple, del singular al plural. Pero aquí loca-
punto. Estos significantes, que están tomados de la discu- lizamos un 'ro anterior, el momento en ue introduce el si -
sión Freud-Jung del capítulo V del historial del Hombre nificante del Nom re- e - a re como un remedio a los terro- ( -J
de los Lobos, dicen, ya lo habíamos anticipado, que el pun- res difusos. Un acto de palabra que va de lo múltiple-confu-:- j'
to en cuestión no es un punto final, pues tiene un efecto so a lo uno-primero. Despues va a tener que hacer un nuevo
prospectivo, con-secuencial. No olvidemos que el acto del grro para volver a lo'"múltiple, pero será otro múltiple.
que se trata es el acto primero, y ese acto primero afecta - n la cura analítica este pasaje tiene una enonne im or-
de un modo decisivo el desarrollo posterior del argumen- tancia en la con ormacwn el síntoma. Es el modo en que el
to de la tragedia. Como en el quiasmo que comentamos, sujeto puede sahr de la angustia pánica para entrar en el
el discurso, el texto sufre un giro a partir y alrededor de orden del síntoma, es decir de lo que se puede contar, y pa-
este punto. Aquí queda planteado que el punto en cues- sar, en una nueva dimensión del discurso, a servirse de e.•w
uno de múltiples modos. En términos del chiste, al múltiplo
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~1
!•!1. ¡\( "!'() m: Á'I'I\I.[A Y 1•:1, !'UNTO LH' AI ,MOIII\IJILJ.AUO
CLAUDIO GLASMAN

homofónica. Hay certeza en la orden. En el mandato hay


uso del mismo-uno material. Pero esta vuelta a lo múltiple confianza y con la confianza vuelve la fe, el pacto. Es a par-
ya no es al campo del terror sino al del deseo del Otro, es de- tir de la fe que se puede mentir y el sujeto ya no será igual
cir el del deseo del sujeto. a lo que dice. Es a partir de la fe incluso que habrá primera
A partir de aquí, en las reuniones siguientes, Lacan co- mentira histérica, es decir dimensión de la verdad e incluso
mienza a distinguir lo que es orden de lo que es mandato esa no-fe de la intriga histérica, su modo de mostrar en car-.
que, en general, suelen utilizarse entre nosotros como sinó- ne propia que el amo está castrado. En su pseudo melanco-
nimos. Decimos indistintamente con cierto descuido las ór-
denes o los mandatos del superyó. Para Lacan no se trata
de lo mismo. La orden hace del otro un objeto, constata gue
lía, ella se queja de que no sirve ... , de que es una inútil, y en
realidad por su síntoma ella no sirve, añadamos, al amo, se
niega a ser... le un útil. Hay que interpretar entonces el "no
J f
es un objeto, mientras ue el mandato or el contrario es sirvo para nada", "no produzco nada", "soy una inútil", como
un ama o, una mterpelación, una in-citación al sujeto. El un "no sirvo al amo", "me niego a producir según el amo me
tú eres el que me segUlrás es un llamado dirigido a la pre- demanda", "me rebelo a ser un útil, un instrumento de su
gunta del sujeto, a un sujeto que permanece indeterminado; goce". En el capitalismo actual, la histérica suele declarar-
el mandato lo convoca a su pregunta, a su pregunta funda- se en huelga de miembros caídos.
mental. Empieza a jugar con el "Tú eres el que me seguirás"
y el "tú eres el que me seguirá", es decir, con la sutil diferen- Volviendo a la tragedia, quizás, valdría la pena intentar
cia en francés entre la segunda y la tercera persona. Es tan distinguir, como ya lo hemos señalado, si se trata de orden o
sutil, que no se escucha, sólo se lee. Opone el llamado al su- mandato. ¿En qué se nos presenta como una orden? En que
jeto del seguirás a la constatación de la tercera persona, la cuando Lacan empieza a hablar de Abner y el texto mismo de
no persona, del seguirá. Todas las consecuencias pasan por la tragedia nos lo muestra de este modo, el Sacerdote nunca
la presencia o ausencia de esa "s" que en francés es muda, confía del todo en él. Nunca le dice de qué se trata, lo usa de
pero legible. Hay homofonía, pero no homonimia. Esto es de- cebo. En el seminario V lo dice mejor: "Lo usa de lombriz". No
cisivo, porque cuando él dice: "Tú eres el que seguirás el li- parece que sea un modo subjetivante denominarlo lombriz o
bro", por ejemplo, la pregunta del s,ujeto es la respuesta al cebo. Lo usa de objeto, incluso de cigarra, un insecto, al final.
mandato. El mandato introduce la dimensión de la pregun- Lo usa de objeto-carnada para que Atalía, que es la otra que
ta, la suscita. La cita al sujeto se produce por la suscitación está en juego, muerda el anzuelo y caiga en la trampa que la
de su pregunta. El sujeto responde al tú eres... con una pre- llevará a la ruina y a la muerte al final: ''Ved", "oíd", "recibid",
gunta: ¿quién soy para ser ese que tú dices que soy? ¿Quién son órdenes. Los modos verbales que utiliza el Sacerdote son
soy para seguir el libro? En cambio, cuando pone como ejem- imperativos. Habla como un Amo, y algunos críticos han mos-
plo "tú eres el que seguirá a la multitud", las, las del suje- trado cómo Joad mantiene la apariencia de ser siempre idén-
to, que está en la segunda persona, desaparece. La "s" del tico a sí mismo. Parecería que no está barrado. Es quizás el
sujeto está forcluida. Y el sujeto queda pasivizado, objeta- único que no vacila en ningún momento de la pieza. Sin em-
lizado. Recordemos que una de las respuestas al mandato bargo, él es quien dice: "no soy yo, es Dios quien habla por mi
es la pregunta formulada opacamente en la vestidura for- boca". Y esta invocación al Otro, lo divide.
mal del síntoma. En cambio, en los otros, desde Atalía a Eliacin-Joas, en-
La orden es, como dice Lacan en ((Subversión del sujeto y contramos que el conflicto, el no saber, la vacilación, lo doble-
dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano", orden de irreconciliable fluye por las mismas venas. Y si Atalía cae en
goce; el que escucha sólo puede responder oigo, nada más, la trampa, es porque tiene un sueño donde sueña con el pe-
un oigo que es gozo en francés, sólo en francés por operación
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Cr.Atmro GL.A."'MAN
E L ACTO DE A TALlA Y EL PUNTO DE ALMOHADILLADO
queño. Está loca de ira y temor, y mira al templo con miradas
furiosas, pero también temerosas. Todo a partir de un sue- hijo de Joad, a Zacarías, su hermano. Continúa la escalada
ño, donde ve primero a Jezabel, su madre muerta, y luego a de la venganza, porque él también lleva sangre doble. Es un
un bello niño con un cuchillo que la viene a matar. De pron- sujeto por sangres dividido. El que era uno, deviene el otro,
to, siente temor y culpa, y como se siente culpable, vá a ren- su contrario. Es que el que era uno, Joas, no era uno, era al
dirle un sacrificio al Dios de los judíos en el que ella no tiene menos dos. Es una ironía de un final que permanece abier-
fe, pero en el que sin embargo tiene cierta creencia porque le to a paradojas como ésta.
lleva un sacrificio. Cuando entra al templo ve al niño de su Quisiera remarcar que, en el transcurso de la tragedia, na-
sueño, es el mismo, y el efecto siniestro sobre ella no se deja die sabe, excepto el sacerdote y su mujer, la verdadera iden-
esperar, entra en pánico. Ésta, "una mujer audaz", una reina tidad de Eliacin. Como ya dijimos, él mismo no sabe quién
soberbia, de pronto, ve la repetición de la imagen del sueño en es. A tal punto que Atalía, después de su sueño, y queriendo
la realidad y entra primero en pánico. Más tarde, se ve sedu- saber quién es verdaderamente, lo llama a Eliacin y lo in-
cida por el niño e intenta llevárselo a vivir a su palacio. terroga, porque ella piensa que un niño no va a mentir. Y el
Al final, cae en la trampa que le tiende Joad, la apresan pequeño responde, responde de lo que sabe. No sabe quién
y la mandan a matar. Pero antes de morir pasa algo funda- es. Pero lo hace de tal modo que termina seduciendo a la
mental. Hasta ese momento ella quería matar a la última reina, que le ofrece ir a vivir a su palacio con ella. Comien-
gota de sangre viva de los herederos de David. Le pregunta za allí un intento de reconciliación entre esta reina asesina
Joad aAbner, en el fragmento que lee Lacan: "¿Cómo se re- y el que había sido su víctima y terminará siendo su perdi-
conoce a alguien que profesa la fe?". Algo del reconocimiento ción. Aparentemente, los únicos que saben son Joad, el Sumo
está en juego. El reconocimiento tiene una función decisiva Sacerdote, y su esposa, la tía del niño. Joad es quien mane-
en la trama trágica desde la tragedia antigua, como lo for- ja los hilos, evita el pánico y la desbandada, y prepara la ce-
mulara Aristóteles en La poética. Al final, ella viene a bus- lada. Pero tampoco sabe todo. Porque cuando Atalía al final
car al niño y reconoce en Eliacin-Joas al nieto. Porque el nie- le transmite su deseo de venganza a Joas, no sabe el Sumo
to lleva en el cuerpo "la huella del cuchillo". Es muy impac- Sacerdote que este niño a quien él ha salvado y educado con
tante. Ese es el punto del reconocimiento trágico. Él lleva tanto celo, y en quien ha depositado todas sus esperanzas, es
en el cuerpo "la huella del cuchillo" que ella misma le hizo el que un día va a matar a su hijo. De eso hay una alusión,
cuando en el día de la masacre de sus descendientes estuvo no está escrito en la tragedia este futuro final: y es aquí que
a punto de matarlo y lo dejó agonizando creyendo que esta- descubrimos la ironía trágica. Él, que lo protegió y lo edu-
ba muerto. Ahora, por su cicatriz, lo reconoce como su nie- có para ser rey, está formando, criando sin saberlo, al asesi-
to. Pero en ese momento crucial en el cual se encuentra per- no de su propio hijo, Zacarías. Él tampoco sabe. Acá, ¿quién
dida, ya no quiere matarlo. Le transmite un deseo. Ya no le sabe? Es impactante la transmisión de este deseo de muer-
lanza una mirada de exterminio. Le transmite un deseo. El te y de venganza. No podemos aquí dejar de evocar ese afo"'::
deseo de que él sea quien va a vengarla a ella, a la madre de rismo de Lacan que dice que "el Nombre-del-Padre articula l 't
ella, a su padre, a su linaje. Él va a ser el vengador de su es-
tirpe. Paradoja trágica, la última gota de sangre de la casa
de David se convertirá en el último vengador de la estirpe
de Atalía. Y, según dice la Biblia, así fue. Fue Joas, al prin-
cipio, un buen rey judío, pero después se apartó de la ley y
el deseo a la ley, la herencia es su pecado". Ese pecado crimi-
nal es transmitido en la tragedia por vía materna.
El desde Edipo en adelante, no es dueño dé
sus actos, pero es responsa e e o que hace sin saber. E
es el SUJeto ara OJl escu nmiento freudiano, el ue
l't
terminó cumpliendo ese último deseo maldito, matando al resnonde por lo que 1zo y IJO ... sm sa ~ ~~~
La tragedia muestra que no es posible la solución final,
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CLAUIJIO GLASMAN

Capítulo 111
que es la purificación de una raza o estirpe por la desapa-
rición de la otra, la que se presenta como extranjera. Est
tragedia muestra que no se puede matar a todos, porqu Un deseo de muerte
el sujeto mismo está dividido. El sujeto mismo es uno y e1 i no mortífero
otro. Joas es uno y el otro. ¿Cómo matar lo otro que habit
en uno? Esta división interna es incurable. El sujeto es ex-
tranjero de sí m1smo ......

Esta historia articula lo que Lacan llamó la dimensión


trágica de la experiencia analítica. El conflicto se va despla- David Kreszes
zando, Jamas desaparece, persiste irreconciliado. Incluso lo
que llamamos pacto no deja a los sujetos del pacto del todo
constituidos. Aquel "Tú eres mi mujer", que parece concluir Una sabiduría eterna, con el ropaje del
en la determinación de la identidad de ambos participantes mito primordial, aconseja al hombre
del pacto, introduce paradojalmente la pregunta: ¿qué soy anciano renunciar al amor, escoger la
para ser esa mujer que tú dices? Por supuesto, esta pregun- muerte, reconciliarse con la necesidad
ta retorna en forma invertida sobre el hombre que profie- del fenecer.
S!GMUND FREUD
re el pacto. En la escena trágica, en la escena del sueño, en
la escena analítica, escenarios del sujeto del deseo, siempreiJ
queda un resto irreconciliable. En el reconocimiento, que-
da siempre un resto irreconocible. No olvidemos que cuan-
do Lacan propone que se crea con el temor de Dios un reme- Encrucijadas de la enunciación
dio a los males, surge con este significante otra dimensión
del malestar que encuentra su lugar sintomático en el dis- A este respecto quisiéramos no dejar de mencionar
curso del psicoanálisis. Nuestros pacientes están, cada unq nuestra preocupación. A esta altura de su lectura del li-
a su modo, enfermos del Uno. El problema sigue siendo en bro, el lector ya habrá transitado por múltiples comenta-
un análisis cómo de lo Uno puede devenir lo Otro. Retorno rios en torno a la tragedia Atalía. En el presente capítulo
de un Otro múltiple, más próximo a la falta, de Otro-Uno- será objeto de interrogación el bíblico sacrificio de Isaac,
Padre del que el sujeto se pueda servir. Porque, como antici- llamado también de Abraham. En el próximo comentare-
pó el poeta, "conquistarás la herencia de tus padres, porque /-f mos la tragedia de Sófocles Edipo en Colana . Todos ellos,
lo que no se usa, es una pesada carga que se lleva". O para textos aparentemente no vinculados de manera directa a
decirlo en nuestros términos, de un modo más rioplatense y nuestra práctica.
válido para múltiples usos, desde la formación de síntomas ¿Qué es lo que conviene a nuestro campo, el de la prácti-
hasta la enseñanza y transmisión del psicoanálisis: la heren- ca psicoanalítica? ¿Conviene, como se hace habitualmente,
cia de tus antecesores (de Freud a Lacan): ¡hacé-la-tuya! apelar a las viñetas clínicas, comentar algún caso a lama-
nera de los especialistas, o interpelar nuestro campo desde
un lugar extranjero? ¿Pero acaso se trata de conveniencias?
¿Cómo interpelar nuestra propia casa? ¿Hablando desde un

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DAVID KHI·:s~gs UN DESEO D~ MUERTE NO MORTtl!'ERO

lugar de intimidad, apropiados de la casa, o desde un lugar tos de la soberbia resolución del enigma por parte de Edipo,
extranjero, inquietantemente extraño? Algo de esta pregun- el despeñamiento de la esfinge.
ta retornará en ocasión del comentario del texto de Derrida,
La hospitalidad.
En Ensayo y Crítica del Psicoanálisis 1 hemos recibi- El más allá
do distintos comentarios, algunos críticos, a propósito de
nuestras actividades. Se nos ha reprochado una suerte de La pregunta por la paternidad es la que sostendremos.
demasiada filosofía, demasiada antropología, demasiada La doxa lacaniana ha planteado que un análisis progresa
lingüística, es decir, demasiada otra cosa que propiamen- en la dirección de un más allá del padre. ¿Qué se nombra
te psicoanálisis. Por el contrario, aun en lo que podría ha- con ir más allá del padre? ¿Y qué relación tiene, entonces,
berse tornado excesivo -no hay por qué escandalizarse de ese más allá del padre con el lugar del analista? ¿Qué tipo
los excesos- , la elegida práctica del comentario responde, de lazo se postula en ese más allá del padre?
en un tiempo inverso al esperado, a las preguntas que nos Distintos autores, a veces de manera explícita, otras im-
acabamos de plantear. Aquí las preguntas surgen luego de plícitamente, plantean la cuestión en este sentido: se trata
practicar las respuestas. Arriesgamos entonces interrogar de ir más allá del padre en tanto consideran la función pa-
nuestra práctica desde un lugar extranjero. La pertinencia terna como una suerte de collar consistente del que el su-
de esta perspectiva deberá ponerse en cuestión cada vez. jeto debería liberarse. Hay autores que plantean esto oca-
sionalmente, no en toda su obra. Deleuze, 2 por ejemplo, ha
Por otra parte nos topamos con una demanda cada vez postulado la alternativa de un lazo de fraternidad despoja-
más actual. Se nos piden pruebas de la eficacia del psicoa- do de padre. Agamben3 propone una suerte de renuncia a la
nálisis, validación de sus hipótesis, seguimiento de los pro- ley en tanto la concibe homogénea a la estructura del ban-
gresos de los análisis mediante parámetros compartibles y do soberano, el cual no le hace lugar al sujeto; por lo tanto,
objetivables. A las demandas cientificistas del medio psi se se le impone como política producir un corte respecto de la
agregan las aspiraciones de muchos psicoanalistas, enmar- ley, ir más allá de la ley.
cadas en el deseo y el privilegio de pertenecer. Uno de los efec- Pero parecería que esta aparente alternativa, la de afirmar
tos de hacerle lugar acríticamente a dichas demandas se re- el lazo paterno o progresar hacia un más allá del padre, se
conoce en el manejo de la lengua. Se advierte un empuje a ha vuelto en los últimos años obsoleta, en tanto un gran nú-
plantear los problemas analíticos y los intentos de resolu- mero de analistas de orientación lacaniana constatan -ellos-
ción de una manera clara y distinta, al estilo de al pan, pan, que vivimos en una época caracterizada por la decadencia y
y al vino, vino. Esta demanda reclama apartarse de la pers- prácticamente desaparición del Nombre-del-Padre, con con-
pectiva paradoja[ inherente al corazón del psicoanálisis. La secuencias inéditas en la clínica. Un sinnúmero de nuevos
impaciencia está a la orden del día. Muchas veces - no siem- cuadros son descriptos y comparados en base al rasgo común
pre- , ciertos rodeos y pérdida de tiempo tienen que ver con de la ausencia de punto de capitón. Las adicciones, el ata-
la estofa del objeto en cuestión. En esta perspectiva, plan- que de pámco, la proftlswn de lo que llaman urgencias sub-
tearemos de entrada algunas preguntas sin intentar resol- jetivas, las depresiones, son algunos ejemplos de esta nueva
verlas, sin forzar rápidamente la solución de los enigmas al
estilo del ilustrado Edipo Rey. Recordemos uno de los efec- 2. Deleuze, G., "Bartleby o la fórmula", en Preferiría no hacerlo, Pre-Tex-
tos, Valencia, 2000.
l . Institución psicoanalítica en la que tuvo lugar el seminario que dio 3. Agamben, G., Homo sacer. El poder soberano y lanuda vida , Pre-Tex-
origen al presente libro. tos, Valencia, 1998.

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I)AVIIl Klii·:~ZI·:~
UN !)[.;SEO DI•: MlJJ-:Jt'I'Jo: NO MORTU<' ERO

clínica efecto de una época caracterizada como "lu d0l Otro


que no existe"4 y que lleva "las marcas de la decadencia de la ción paterna ¿ordena y a la vez umbilica hacia lo no realiza-
función del padre, de la caída del Otro como semblante". 5 La do?, ¿o se trata de dos cuestiones distintas?
sociologización del Otro les permite concluir que "el incons- Otro punto interesante que subrayaba Glasman es que el
ciente obedece al lazo social", 6 el cual se concibe ya no en re- temor de Dios enAtalía se había constituido en condición de
ferencia a un punto de capitón como sería el Nombre-del-Pa- posibilidad del acto de Abner. Le insuflaba coraje al general.
dre -inherente a la época de Freud y a lo sumo del primer Aquí también resulta pertinente contraponer acto y temor
Lacan- sino como lazo anarquizante y no segregativo donde de Dios, significante al que Lacan da estatuto de inventado
prima la deriva metonímica. No avanzaremos en esta oca- y de clave de bóveda de la tragedia mencionada. Temor de
sión en la consideración crítica de este nuevo psicoanálisis Dios como significante ordenador, y acto, ¿acaso no constitu-
de última generación aggiornado a las demandas de los sis- yen un par paradoja!? ¿Qué ligadura puede plantearse en-
temas de salud. Permaneceremos en otra zona, la aparente- tre el acto como salto y un significante que ordena, que per-
mente obsoleta y pasada de moda en la que todavía resuena mite un cierto orden?
atronadoramente la pregunta ¿qué es un padre?

Intentaremos acercarnos a la idea de que ese más allá del Carretera principal y encrucijada
padre -propuesto por algunos· en el sentido de cortar con la
función- implica un más allá interior a la función misma, Después del comentario de Atalía, y a lo largo de varias
una suerte de pliegue interior a la función paterna. Ingre- sesiones del seminario, Lacan avanza en el comentario de
samos en una de las paradojas de peso y con enormes con- dos frases que propone a la consideración de sus oyentes: tú
secuencias en el campo analítico. 'eres el que me seguirás y tú eres el que me seguirá. Una de
Retomar algunas cuestiones planteadas en los dos prime- 'esas sesiones termina con la introducción de otro sintagma,
ros capítulos nos servirá de apoyo. Claudia Glasman recordó .la carretera principaL Describe entonces lo que en el campo
el énfasis que Lacan puso en su seminario sobre las psico- de lo humano implica la carretera principal como polariza-
sis en ubicar el significante del Nombre-del-Padre como or- dora de significaciones, como nudo, como centro respecto al
denador, como temperante en lo relativo al goce y al terror. cual se organiza la vida humana, la población.
Pero además, ubicó en el texto del seminario dos nudos: el Sabemos que la propuesta lacaniana de considerar al sig-
significante ordenador y el ombligo. nificante del Nombre-del-Padre como carretera principal ha
Nos parece pertinente abrir aquí una pregunta. ¿Se trata recorrido un largo y exitoso camino, y no solamente en ella-
de dos nudos o del mismo nudo? Aquello que funciona como cano-ambiente. El seminario sobre las psicosis no sólo es leí-
significante ordenador ¿es a la vez ombligo, en el sentido de do por los psicoanalistas lacanianos. El mundo psi en su con-
lo que conduce a lo no realizado o a lo desconocido tal como junto está al tanto: significante del Nombre-del-Padre, la ca-
lo concibe Freud en La interpretación de los sueños? La fun- rretera principal, ah sí, la forclusión del Nombre-del-Padre
como causa de las psicosis. La pregunta que proponemos es
4. Basz, G., "La posmodernidad no liquida al psicoanálisis", en Una prác·
tica de la época. El psicoanálisis en lo contemporáneo, Grama, Buenos
la siguiente: el éxito de difusión del significante carretera
Aires, 2005. principal, ¿no nos anoticia de que algo de la estofa misma
5. Rubistein, A., "Para una política del psicoanálisis en la época actual", del Nombre-del-Padre, particularmente su enraizamiento en
en Una práctica de la época ... , op. cit. la castración, ha quedado elidido, reprimido? El sintagma
6. Miller, J.-A., "El inconsciente es político", en Lacaniana 1, Altamira,
Buenos Aires, 2003.
carretera principal nos empuja a considerar la función a-
terna so amen e es e e punto e vista de lo ordenador, y
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DAVID Kneszgs UN u~;S80 DE MUERTE NO MORTíFERO

ese no es el único plano inherente a la función paterna que cación al sujeto, pasa a la subordinada, si se produce lo que
merece ser resaltado. Parece convalidar la idea de que bas- nombra como personización. 7
ta con subirse a la carretera principal para que todo ande ¿Qué quiere decir que el tú pasa de la principal a la re-
sobre ruedas, para impedir toda emergencia de angustia, en lativa? Que atraviesa la pantalla, encarnada en la partícu-
tanto la carretera principal lleva al destino deseado sin so- la que. Constata entonces que el verbo de la subordinada, el
bresaltos. Basta con subirse y dejarse llevar. ¿Cómo hace- seguirás, aparece declinado en segunda persona del singu-
mos entonces para ligar carretera principal a acto en tanto lar, en concordancia con el verbo de la principal. En cambio,
el acto comporta un salto y la carretera principal parece no cuando el que escucha sanciona un tú eres el que me segui-
tocar en nuestro imaginario el campo del acto? rá, ese seguirá de la subordinada aparece en tercera perso-
Hay otro término que insiste en la obra de Lacan, tam- na. Lacan conclu e entonces ue no ha habido asa' e ue no
bién en el seminario 111: la encrucijada. Si carretera princi- ha abi o atravesamiento de la pantalla. Ese tú de la prin-,
pal puede encarnar un Nombre-del-Padre en tanto remite cipal no ha atravesado la pantalla y entonces el verbo de la
a la función paterna, también encrucijada debería elevarse su o in es ec inado en tercera persona. ·Qué implican-
al estatuto de otro de los Nombres-del-Padre. En caso de no cias tiene esto? Tiene cierta comp ejidad. Se advierte que en
articular en un solo nudo carretera principal y encrucijada el tú eres el que me seguirás, de alguna manera resueniTQ.
(como intentamos plantearlo respecto a significante ordena- que Lacan ha llamado la carretera prmclpal, en tanto una
dor y ombligo), nuestra concepción del Nombre-del-Padre o frase así, dirigida al sujeto, parece ponerlo en la carretera,
de los Nombres-del~ Padre se volverá poco eficaz en cuanto a parece encaminarlo, lo orienta, lo ubica. Tiene la estructura
los problemas que debemos abordar. Acaso la carretera prin- de una frase ftliatorla, de esas que un padre puede decirle a
cipal, el Nombre-del-Padre como carretera principal, ¿no nos su hijo'l:>ero, ¿qué mensaje recibe el suJeto con tú eres el que
lleva a una encrucijada? El Nombre-del-Padre confronta al me segÚirás? Simplemente: estás en el camino, estás enca-
sujeto con la posibilidad del acto, lo liga paradojalmente a minado. Junto a una apariencia de consistente orientación,
la falta de ligadura. Esta ptoblemabca paradoJa! puede ser -aTgo fuerte del orden de la indeterminación resuena en la
esclarecida si desplegamos suficientemente los planteos de frase al producirse el pasaje del tú de la principal a la su-
Lacan en torno a las dos frases antes mencionadas: tú eres bordinada. Es este pasaje el que abre la frase a la pregunta
el que me seguirás y tú eres el que me seguirá. Lo haremos del sujeto, a que el sujeto ponga su pregunta en juego. ¿Qué
brevemente, siempre teniendo en el horizonte este nudo de me dice con esto? ¿Qué me dice el que me lanza un "tú eres el
carretera principal y encruci·
Las dos frases son homofónicas en francés. Incluso se-
mánticamente parecen no comportar ninguna diferencia.
que me seguirás"?,Abre a la pregunta por el deseo del Otro.
- 1 campo del ser emerge afectado en su consistencia or la
indetermmacwn que encarna e se.gwras.

Sin embargo, las consecuencias que Lacan saca a nivel de la Entonces, como afirmaba Glasman en su comentario, pun-
enunciación son importantísimas. Plantea que cada una de to de partida, pero no punto final. Es apenas un punto de
ellas está compuesta por una frase principal y una subordi- partida, punto de comienzo, comienzo del partido, de la par-
nada o relativa. 1ü eres el es 14frase principall Al término
~e atribuye el valor de pantalla o 1 A continuación
aparece a subor mada e seguirás o me se uirá La pre-
(j) "La cuestión es saber si la personización que está en la principal pasa
o no la pantalla, la lente que está a la entrada de la relativa. La pan-
gunta que se hace Lacan, y que es realmente de importan- talla es manifiestamente neutra, no variará. Se trata pues de saber
cia, es si ese tú -la segunda persona del singular- de la fra- en qué consiste el poder de penetración, si se puede decir, de la perso-
nización antecedente." (Lacan, J., El seminario, libro 3. Las psicosis,
se principal, que tiene para él un valor de llamada, de invo- Paidós, Buenos Aires, 1984.)

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tida, del camino, pero también punto de partida en el senti- entre la frase principal y la relativa: pantalla y lente. Pare-
do de la división del sujeto, de su barradura. Si del lado del cería que los nombra como sinónimos. Sin embargo, si evi-
que escucha se anota ese tú, si eso se registra, hay allí di- tamos la seducción de la sinonimia, tendremos la oportuni-
visión del sujeto. El sujeto emerge dividido por este signifi- dad de encontrarle algún plus de riqueza al planteo de La-
cante subordinado al Nombre-del-Padre, el tú. A la segun- can. Por el contexto en relación al cual Lacan introduce sus
da persona del singular debemos considerarla como un do dos frases, pantalla tiene un valor de filtro. Un filtro, según
del padre, un don significante del padre. Del lado del sujeto la dimensión de los agujeros que constituyen la trama del
se le puede hacer o no lugar a ese tú. Hacerle lugar es escu- material con el que está fabricado, permite o impide el pa-
char el seguirás. Para Lacan, es el que escucha el que san- saje de los elementos que intentan atravesarlo. Imagen ade-
ciona sobre el sentido en juego. Entonces, escuchar el segui- cuada a la apuesta lacaniana por la dimensión significante
rás supone escuchar allí un llamado dirigido al sujeto, una para dar cuenta de la diferencia neurosis-psicosis.
cita. El sujeto es convocado a responder,_ Pero si en lugar de considerar la pantalla como filtro, la
¿Qué sucede cuando el sujeto escucha un seguirá en lu- consideramos como lente, advertiremos que se nos abre otra
gar de un seguirás? Lo gue plantea Lacan es que entonces no perspectiva. La lente no tiene la misma estructura que un
se produce la personización, el tú no atraviesa la pantalla filtro. Ahora ya no se trata de abrir o no el paso al elemento
consecuentemente, el verbo aparece en tercera persona. Para que intenta penetrarla. Una lente deja pasar, sólo gue pro-
Benvemste -Lacan lo cita allí-, la tercera persona no es en duce un desvío, una torsiOn. Damos entonces por desconta-
lingüística ninguna persona. Personas son el yo y el tú, las do el paso del tú; la personización ha tenido lugar. Conside-
que mtervienen en el dialogo. De la tercera persona se habla, remos la posibilidad de que el sujeto haya sido hospitalario
se dice algo. No hay allí llamada, sólo descripción, constata- -!especto a ese tú proveniente del campo del Otro, pero ope-
ción. ~ntonces, el escuchar tú eres el que me seguirá implicará, .randa cierta transformación por la cual la segunda persona
para Lacan, el rechazo del tú. No se escucha el llamado que el 5le ha convertido en tercera. En este sentido, tú eres el que
tú porta. Sólo se dice del sujeto. El análisis precedente le ser- me seguirá puede ahora leerse como una frase con las coor-
virá a Lacan para cernir una diferencia crucial entre neuro- denadas de la fantasía, allí donde el sujeto se sitúa como ob-
ta
sis y psicosis. Entonces, si el atraviesa la pantalla -cons!: jeto del deseo del Otro. La operación de personización, el pa-
derada filtro-, tendremos inscripción del tú, afirmación de la saje del tú, es la condición de esta apuesta del sujeto por el
llamada dirigida al sujeto, afirmación del tú como don del a- objeto. El tú eres el que me seguirá cobra valor destinal. Aho-

-- e. e trata e campo de la neurosis en tanto están dadas


las condiciones que posibilitan la lectura, en los enunciados,
de las marcas de enunciación. En cambio, el no pasaje del tú,
ra escenario superyoico, el punto de partida se transforma
en punto de llegada. El sujeto le devuelve la palabra al Otro,
mochando el filo cortante de la llamada.
la no personización, define el campo de la psicosis. Inhabili- El análisis intentará que en tensión con el seguirá resue-
tada la personización, habiendo sido rechazado -Verwirft- el ne un seguirás, que en el hacerse pegar -en tanto objeto de la
tú, el sujeto surge "violado, manipulado, transfonnado, habla- voz atronadora del padre- se escuche un hacerse oír. 9 Se trata
do de todas las maneras, y, diría, charloteado". 8
(J. En "Subversión del sujeto ... " Lacan aprovecha la homofonía en francés
de dos términos:jows ("goza") y j'oui"s ("oigo") para afirmar que "aun
Ahora bien, nos parece propiciador retomar los dos térmi- si la ley ordenase:Goza, el sujeto sólo podríacontestar con un: Oigo,
nos que Lacan utiliza para designar la función del conector donde el goce no estaría sino sobreentendido". Si la apuesta de lec-
tura de la neurosis es escuchar proviniendo del Otro sólo un "¡goza!"
en tanto imperativo superyoico, un análisis habilitará la escucha del
8. Ibídem. lado del sujeto de un "¡oigo!" que hace diferencia con dicha demanda

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DAvm KREszt:o:s lJN llto:Sl~O l)g MlJBR'l'l~ NO MOI{'l' fl•'t:HO

de la puesta en acto de la delegación y el mandato. Se vuelve no dice gran cosa, quedándose finalmente muda, silenciosa.
necesario aclarar que mandato, término que habitualmente Lear entonces, enojado, enfadado con su parca hija menor,
utilizamos para referirnos a lo que se produce según la lógi- reparte su reino en dos, una parte para la mayor y otra par-
ca del superyó, es emparentado por Lacan en este seminario te para la del medio. A Cordelia la deshereda. La expectati-
a la delegación. El sujeto adviene como mandatario del Otro, va de Lear era pasar el resto de sus días en casa de una, en
como delegado. No se trata aquí del mandato como orden, sino casa de la otra, con su séquito, con sus emblemas, con todo
de la delegación, del don de la palabra. El mandato, la dele- lo que hace a la magnificencia real. Visita a sus hijas, quie-
gación, involucran la confianza. El neurótico hace del man- nes lo empiezan a tratar con descortesía. Le van reducien-
dato, orden; de la interpelación del tú, demanda y acusación; do el séquito aduciendo el mucho gasto, hasta que terminan
de la angustia inherente al encuentro con la encrucijada al dejándole algunos pocos soldados. La tragedia termina con
que lo conduce el tú eres el que me seguirás, culpa. el Rey Lear loco, llevando en sus brazos el cadáver de Cor-
Proponemos parafrasear el tú eres el que me seguirás, con delia. En su interpretación, Freud produce una interesante
esa cuota de indeterminación que arrastra, por un "tú eres ..." inversión. Ya no se trata del rey llevando en brazos a su hija
Esta paráfrasis permite acentuar ese silencioso plus que el muerta; ahora es Cordelia, como "diosa de la muerte, quien
tú como don del padre lleva puesto. El silencio, la indeter- se lleva al héroe muerto fuera del campo de batalla, como
minación del sujeto, es también un don paterno. Un silen- las Valquirias en la mitología alemana". 10 La mudez de Cor-
cio de muerte paradojalmente no mortífero acompaña al tú, delia se revela como silencio de muerte.
a la operación de personización. Un silencio de muerte que Freud plantea que no era su propósito contradecir que el
barra tanto al sujeto como al Otro. drama del Rey Lear quiera realzar dos sabias enseñanzas:
"uno no debe renunciar en vida a sus bienes y derechos, y
debe guardarse de confundir lisonja con buena moneda".U
Un consejo freudiano Tampoco que el poeta haya querido mostrarnos la tragedia
del desagradecimiento. Pero Freud avanza sobre una terce-
A fin de seguirle la pista a esos puntos suspensivos que ra cuestión, proponiéndole a Lear un consejo:
acompañan al tú eres y que indican la presencia del men-
cionado silencio de muerte, nos encaminaremos a la lectu- Una sabiduría eterna, con el ropaje del mito primordial,
ra del artículo de Freud "El motivo de la elección del cofre". aconseja al hombre anciano renunciar al amor, escoger la
Daremos un salto, de Racine a Shakespeare. Hacia el final muerte, reconciliarse con la necesidad del fenecer. 12
de su texto, Freud comenta la tragedia de El Rey Lear, tra-
gedia del soberano y la soberanía. Al llegar a la vejez, el Rey ¿Quién es el destinatario de este consejo de Freud? Lo
Lear decide repartir su patrimonio entre sus tres hijas pero, sabemos, Lear. Pero insistamos, ¿quién es el destinatario?
como condición, les pide que cada una manifieste cuánto lo ¿Es el hombre viejo, el que va llegando al final de sus días
quiere. Entonces, una por una, desde la mayor en adelante, y entonces tiene que aceptar la muerte, reconciliarse con la
toman la palabra. La mayor y la del medio lo halagan ma- necesidad del fenecer, o este consejo, le está dirigido a Lear
nifestándole su desbordante amor filial. Por último le toca en tanto rey, en tanto soberano, en tanto padre? El destina-
el turno a la menor, a Cordelia, quien empieza a balbucear,
10. Freud, S., "El motivo de la elección del cofre", en Obras completas, t.
supuesta de goce en tanto lee entre Uneas el silencio que habita la al- XII, Amorrortu, Buenos Aires, 1980, p. 316.
teridad. (Lacan, J., "Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el ll . lbidem, p. 316.
inconsciente freudiano", en Escritos, t. II, Siglo XXI, México, 1978.) 12. lbidem, p. 317.

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tario del consejo, ¿es la función, o el rey de carne y hueso, para todo lo que concerniera al campo psi. Su obra comenzó
Lear como anciano que está llegando al final de sus días? a ser consultada incluso en el campo forense.
Es una pregunta pertinente porque interesa a una política Sospechoso del asesinato de su padre, Halsmann es ob-
de la transferencia en el análisis. jeto de un exhaustivo peritaje que descubre en el acusado
la presencia de intensos deseos parricidas. El perito había
Damos otro salto antes de retomar el consejo de Freud al concluido, en concordancia con la fiscalía, que no otro que
Rey Lear. En "Subversión del sujeto... " Lacan afirma que el Halsmann podía haber cometido el asesinato de su padre,
psicoanálisis no es el rito del Edipo. ¿Qué entender de esta dados los deseos parricidas descubiertos en el transcurso de
afirmación si no que el análisis no debe reducir su accionar dicho peritaje, amén de los informes de testigos que asegu-
a la interpretación de los deseos incestuosos y parricidas raban haber presenciado escenas violentas y tormentosas
tal como, por ejemplo, puede leerse en las intervenciones entre padre e hijo. El Tribunal de Innsbruck declaró cul-
de Freud con el Hombre de las Ratas? Los temores de que pable al reo. La condena fue luego ratificada por la Corte
le pasase algo al padre -por otra parte ya muerto- eran re- de Apelaciones de Viena. Peso a todo, Halsmann fue final-
conducidos por Freud al deseo de muerte, al deseo parricida. mente absuelto. Un tal doctor Josef Kupka, convencido de
El planteo lacaniano de que el psicoanálisis no es el rito del la inocencia de Halsmann, inició una activa campaña en fa-
Edipo resulta coherente con la afirmación, sostenida en el vor de una revisión de la decisión primitiva del tribunal. Es
mismo texto, de que el padre deseado por el neurótico es el en este contexto que se le solicita a Freud su opinión sobre
padre muerto, un Padre-perfectamente-dueño-de-su-deseo. tan espinoso asunto.
La interpretación de los deseos parricidas lleva, según este En su informe, Freud arguye que sólo si se hubiera de-
planteo, al sostenimiento del padre muerto como padre ide- mostrado objetivamente que Halsmann asesinara a su pa-
alizado. La ritualización del Edipo nos pone entonces frente dre, estaría justificada la mención del complejo de Edipo a
al límite de no poder ir más allá de una suerte de par com- fin de esclarecer los motivos del crimen. Y agrega: "Pero como
plementario: deseo parricida e intento de reconciliación, con esa prueba no se ha producido, la mención del complejo de
lo cual se imposibilita una operación crucial, la que permite Edipo está fuera de lugar; es, por lo menos, ociosa". 13 Clara-
despejar la causa del padre. Si el neurótico ofrece su castra- mente Freud se opone a establecer una línea directa entre
ción para sostener la causa del padre, el análisis posibilita- el complejo (el nudo) y el acto criminal. Cuenta entonces en
rá hacer de la causa del padre una causa erdida. Sin ero- el mismo informe la siguiente anécdota:
argo, es a ormu acwn pue e resultar engañosa, si se de-
duce de ella la e ui aración entre padre idealizado y fun- Se había producido una violación de domicilio. Se conde-
ciOn pa erna. El vaciamiento de la causa no es ajeno, todo lo na como delincuente a un hombre a quien se le encontró una
"COntrario, a lo que llamamos func1Ón paterna. ganzúa. Tras el pronunciamiento de la sentencia, y pregun-
tado el reo si tenía alguna observación que hacer, pidió ser
Alrededor de 1930, Freud escribe un pequeño informe que penado además por adulterio, pues también tenía el instru-
tituló "El dictamen de la Facultad en el proceso Halsmann". mento para cometerlo.14
Se le había pedido que tomara posición en relación al proce-
so penal iniciado a un estudiante, Philippe Halsmann, cuyo Para Freud, ni siquiera el cernimiento del deseo permite
padre había sido asesinado. Ya lejos de su espléndido ais-
lamiento, Freud se había convertido en punto de referencia 13. Freud, S., "El dictamen de la Facultad en el proceso Halsmann", en
Obras completas, t. XXI, Amorrortu, Buenos Aires, 1979.
14./bidem.

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anticipar el acto. El sujeto se vuelve radicalmente no calcu- sino, todo lo contrario, con la idealización del padre, con su
lable. La subversión freud1ana no cons1ste, como se escucha eternización. El sepulcro de Cristo es hallado vacío por sus '
decir a menudo, en haber ampliado el campo de las determi- discípulos, lo cual es tomado como signo de la resurrección,
naciones con su descubrimiento del inconsciente, en haber del pasaje a la inmortalidad; eterno en tanto ha muerto y
advertido la masa colosal del iceberg bajo el agua, en haberle su tumba encontrada vacía. Lacan no escribe este párrafo
dado mayor consistencia a la causa del sujeto, sino justamen- con Hegel sino haciendo diferencia con Hegel. También pa-
te en haber vaciado la causa, en haber afectado la consisten- recerla tomar alguna distancia con Freud en tanto plantea
cia supuesta de la determinación en lo que al sujeto concier- al padre muerto freudiano como límite. La tumba vacía en-
ne. Y todo ello absteniéndose radicalmente de toda pendien- carna el efecto de sostenimiento, de eternización del padre, .
te ensalzadora del libre albedrio o la autodeterminación. que el deseo parricida alimenta.
Ahora, ¿por qué plantea Lacan que Abraham no ha entre-
gado su m1steno a ninguno de los dos? ¿Cuál es ese miste-
El misterio de Abraham. La metáfora del padre rio? Alguna orientación de lo que encierra el misterio -irre-
ductiblemente resistente- de Abraham puede ser rastreada
Habíamos comentado previamente la afirmación de La- en la única clase del seminario Los Nombres-del-Padre. Se
can de que el psicoanálisis no es el rito del Edipo. En un ho- trata de la primera clase posterior al seminario de La an-
rizonte de cierto cuestionamiento al mito freudiano del ase- gustia y la previa al de Los cuatro conceptos fundamentales
sinato del padre de la horda y en un intento de plantear un del psicoanálisis. Al producirse su expulsión de la IPA, La-
más allá del límite que Freud situó con su mito del padre can decide interrumpir su seminario luego de dar la primera
muerto, Lacan escribe: clase. Es allí, en esta única clase del seminario, donde, hacia
el final, Lacan introduce un comentario acerca del sacrificio
Sin duda el cadáver es por cierto un significante, pero
la tumba de Moisés está tan vacía para Freud como la de
i de Isaac, al que nombra como sacrificio de Abraham, y que
se conoce en la tradición judía como la Akedá, la liiadnra.
Cristo para Hegel. Abraham no ha entregado su misterio a La diferencia de nominación nos será de utilidad. Yahvé le
ninguno de los dos.15 promete a Abraham que va a ser padre de pueblos, que ten-
drá una multitudinaria descendencia. 16 Isaac es el hijo de
Se trata de una frase a la que le asignamos, a la vez, va- la promesa. Sara, su esposa, concibe después de los noven-
lor de punto de almohadillado y de ombligo. Frase enigmá- ta años, cuando ya se la consideraba no fértil. Nace Isaac, el
tica que se abre a varias lecturas posibles. Nos inclinaremos único hijo de Abraham. En realidad no era el único, puesto
por la que nos permita avanzar en la interrogación del es- que había tenido otro con una sierva, pero el hijo de la pro-
tatuto de lo paterno. mesa es Isaac. Yahvé le dice a Abraham: "Coge a tu hijo, al
Lacan produce una divisoria de a¡uas Abraham queda único, al amado, y vete al país de Moriá; y ofrécemelo allí en
situado de un lado, y Freud He el de otro. Para los dos úl- holocausto en uno de los montes, en el que yo te diga".
timos a um a aparece vacía, la de Moisés para Freud, la Lacan comenta un inquietante texto de Kierkegaard, Te-
de Cristo para Hegel. ll9-a lectura posible es la que liga.la
tumba vacía, no con la representación de lo irr 16. La promesa y el pacto son acompañados de un cambio en el nombre.
ble -si bien este es un abordaJe pertinente y prometedor- Antes Avra-m, de allí en más Avra-ha-m (en hebreo: padre de pueblos).
"Y no se llamará más Avra-m tu nombre, sino que Avra-ha-m será tu
nombre, porque te he hecho padre de una multitud de naciones" (Gé·
15. Lacan, J ., "Subversión del sujeto ... ", op. cit. nesis, capítulo XVII).

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0AV[J) KJH!SZES lJN !)J•!S~;o m: MU!<!!{l'l<! NO MORTlF.KRO

mor y temblor. Toma de allí el sintagma temor de Dios, al tiene un cuerno arrancado. Se trata aquí del shofar, cuya fun-
cual-lo habíamos mencionado-le otorga valor de condición ción Lacan había resaltado el año anterior en el seminario
del acto de Abner, el general de la tragedia Atalía. Kierke- La angustia. En la tradición judía el cuerno del carnero es
gaard propone distintas versiones de la escena que comien- utilizado como un instrumento que se hace sonar el día del
za con una larga caminata y culmina con el sacrificio en la Perdón. Lacan se pregunta en el seminario X, unos meses
cima del monte sagrado. Lacan menciona el cuadro de Cara- antes de la sesión sobre Los Nombres-del-Padre, para qué se
vaggio que representa la escena. Abraham está a punto de hace sonar el shofar, a quién le está destinado. El shofar re-
~sacrificar a su hiJo, cuando el ángel le detiene la mano. Ca- cuerda la alianza, el pacto. Pero, ¿a quién se pide que recuer-
ravaggio pinta un Isaac con cara de angustia, su cabeza so- de? Lacan menciona una posible respuesta: shofar median-
bre la piedra, a punto de ser sacrificado. Abraham tiene en te, se le demanda al pueblo hebreo que recuerde la alianza
su mano el puñal que apunta hacia el hijo. El ángel enviado que tiene con Yahvé, la alianza que ha suscripto con la divi-
por Yahvé toma de la mano a Abraham y le señala un car- nidad. Pero inmediatamente se corre de esta interpretación
nero enredado en una zarza. Abraham sacrifica al carnero diciendo que la voz del shofar, esos sonidos desgarradores,
en lugar de su hijo Isaac. constituyen una demanda de recuerdo a Dios, a Yahvé, y no
N os vamos acercando al enigma, a ese misterio que, según al pueblo. Entonces, nuevamente, ¿qué se le pide a Dios que
Lacan,Abraham no le entregó ni a Freud ni a Hegel. Lacan co- recuerde? Propongo articular la demanda de recuerdo diri-
menta, basándose en fuentes rabínicas, que el carnero del re- gida a Yahvé con el consejo que Freud le dirige al Rey Lear.
lato no es un simple animal que sustituye a Isaac, sino que es Se le pide al Otro que no olvide haber esco ido la muerte
el carnero primordial, su antepasado, el dios de su raza. ¿Qué a erse · La o con a necesi ad del fenecer. El pacto a
importancia tiene, entonces, que Abraham sacrifique a su an- recordar es el firmado en ocas1Ón de la operacwn de susti-
tepasado, al dios de su raza? ¿Se trata de un ritual totémico tución que llamamos metáfora del padre. 17 El deseo del pa-
en el que el sacrificio del tótem refuerza la identificación? dre se torna paradojalmente parricida. El deseo parricida,
Por el contrario, conjeturamos ue el sacrificio del carnero nombrado como deseo de muerte del padre, 18 puede ahora
primordial produce la caída del padre del ugar e a causa. ser leído de otra manera, ya no sólo en el sentido del geni-
·La consideramos como una segunda vuelta m tenor a la opé-
ración de la metáfora paterna. Una primera vuelta anuda el
@.Formulábamos una pregunta al inicio del capítulo: ¿qué relación tie-
ne el más allá del padre con el lugar del analista? Pero si, como inten-
deseo materno al Nombre-del-Padre. El Deseo de la Madre tamos explicitarlo, el más allá no es sino un pliegue interior a la fun-
(DM) cae bajo la barra siendo sustituido por el Nombre-del- ción paterna misma, podremos reformular la cuestión interrogándonos
Padre (NP). La sustitución hace emerger una nueva signifi- por la relación entre padre - a secas- y analista. Podemos arriesgar un
comienzo de respuesta. Si el consejo de Freud a Lear tuviera también
cación; el deseo materno adquiere regulación fálica. como destino a los analistas, tal vez podría ser parafraseado como si-
El sacrificio de Abraham -optamos por elegir este sintag- gue: "Una sabiduría eterna, con el ropaje del mito primordial, aconse1
ma de los tres en circulación- pone en escena una segunda
sustitución. En este segundo paso interior a la metáfora, es
ahora el Nombre-del-Padre el que, sustituido por el objeto a,
ja al analista renunciar al amor de transferencia, escoger la mue
haciéndose semblante de a, reconciliándose con la necesidad de fene 1
cer del sujeto supuesto al saber". Entonces, si en la metáfora del padre
r
el a sustituye al Nombre, la metáfora del analista opera singularizan
cae bajo la barra. Proponemos nominar esta segunda vuel- do uno de los Nombres-del-Padre, el SsS, haciéndolo caer bajo la barr
ta como metáfora del padre. No se trata entonces, en la es- (barrándolo).
cena de sacrificio, de un retorno del padre al estilo de la fo- 18. Raúl Yafar ha vinculado de manera sumamente interesante la vol un·
bia, sino de su barradura. tad de ocaso en Nietzsche con el deseo de muerte del padre. Véase "El
atardecer del padre", en Sujeto, acto, repetición, Letra Viva, Buenos
Lacan menciona que el carnero del cuadro de Caravaggio Aires, 1997.

106 107
DAvw KHJ<;sz~:H

tivo objetivo, sino también del genitivo subjetivo: el padre Capítulo IV


como agente de un deseo de muerte que lo tiene por objeto.
Habíamos mencionado, a propósito de la consideración del
tú como don del padre, que dicho don lleva puesto un silen- Impurezas de la
cio de muerte no mortífero, un silencio condición. Dicho si-
lencio es uno de los nombres del deseo-de-muerte-del-padre,
desligadura del padre
uno de los Nombres-del-Padre.

Resulta pertinente recordar la interrupción del seminario David Kreszes


Los Nombres-del-Padre. A la primera clase Lacan le agrega
su silencio, un silencio que surge en primera instancia como
Abraham cogió al hijo por el pecho,
reticente, en tanto Lacan decide -y así lo explicita- no conti-
lo arrojó a tierra y le gritó: "¡Imbécil!
nuar, decide llamarse a silencio, decide silenciar eso que te- ¿Crees acaso que soy tu padre? No,
nía para decir sobre los Nombres-del-Padre. ¿No tendremos no soy tu padre, sólo soy un idólatra.
que ubicar allí, junto al silencio de quien calla guardándose ¿Crees que hago esto obedeciendo un
lo que se proponía decir, un silencio de estructura, un silen- mandato divino?"
cio interior a los Nombres-del-Padre? SOREN KmRKEGAARD

Un olvido de olvido de olvido

Partiremos del relato de una experiencia de olvido, de un


olvido que insistió tozudamente en distintas oportunidades en
el tiempo que medió entre la segunda y la cuarta reunión del
seminario que dio origen al presente libro. Estaba preparan-
do las notas de las cuestiones que quería tratar, intentando
decidir qué carretera tomar, para lo cual busqué nuevamente
la clase del seminario de Lacan sobre Los Nombres-del-Padre.
lnhallable. Le pedí entonces a Claudio Glasman que me faci-
litara una fotocopia de la suya. Nos encontramos en mi con-
sultorio por otras cuestiones, charlamos, y cuando nos despe-
dimos, partió sin dejarme la copia que había traído. Posterior-
mente hablamos por teléfono y acordamos que la dejaba en
una fotocopiadora frente a su consultorio, de manera que pu-
diera pasar a buscarla antes de irme afuera de la ciudad por
el fin de semana largo. Nuevamente el olvido lo impidió; el re-
cuerdo acudió demasiado tarde. Pensaba contar acerca de este
olvido en oportunidad de la tercera reunión, pero no lo recor-
dé a tiempo. Por lo tanto, olvido de olvido de olvido.

108 109
DAvlo KltgHzEl:l lMPUHEZAS DE LA DESLIGADURA DEL PADRE

Ahora bien, ¿qué clase de olvido es inherente o interesa un deseo de muerte paradojalmente no mortífero, un deseo
al Nombre o a los Nombres-del-Padre? ¿Un olvido con retor- de muerte afectando a la función paterna misma. Saltamos
no, un olvido del lado de la represión, un olvido que asegu- de allí al sacrificio de Isaac, a este sacrificio que resulta no
ra el no olvido; o un olvido como desligadura? Derrida, en ser el de Isaac sino finalmente el de ese carnero que el án-
un texto que gira alrededor de la problemática del don, Dar gel le señala a Abraham y que es sacrificado en el lugar del
(el) tiempo, menciona la huella ceniza 1 sintagma que utiliza hijo. Propusimos tomar este relato bíblico en el horizonte de
para designar una desligadura radical que habilita un no lo que nombramos la caída del padre del lugar de la cau-
retorno. No estamos afirmando que lo que conviene a la fun - sa. En este sentido, abordamos la metáfora paterna no sólo
Ción paterna sea sólo esta clase de olvido, puro, sin retorno. como la operación que sustituye el Nombre-del-Padre al De-
Pero, en todo caso, no es sin ese olvido como huella ceniza. seo de la Madre sino también como operación que hace caer
Retorno entonces, pero también ausencia de retorno. A pro- al Nombre-del-Padre mismo bajo la barra. Llamamos a esta
pósito de estos interrogantes mantendremos un diálogo con segunda vuelta la metáfora del padre. Por último, conecta-
otro texto de Derrida, La hospitalidad. mos la voz del shofar en tanto recordatorio a Yahvé del pac-
Retomamos entonces la punta del hilo por donde la deja- to, con el consejo que Freud le dirige a Lear, también una
mos en el capítulo anterior. Nos preguntamos por la articu- suerte de recordatorio singular sobre el escoger la muerte y
lación entre padre y analista, qué entender por un más allá reconciliarse con la necesidad del fenecer.
del padre, qué clase de lazo pone a jugar este más allá del
padre. Intentamos acercarnos a la paradojalidad inherente
a la función paterna. Pusimos en relación carretera princi- El padre. Extranjero y parricida
pal y encrucijada, significante ordenador y ombligo, incluso
carretera principal y la posibilidad del acto. Carretera, en- En su texto La hospitalidad, Derrida introduce la figura
tonces, que sin comportar destino asegurado, lleva a la en- del Extranjero en relación con el estatuto de la pregunta. La
crucijada, al punto del salto, al punto del acto. Comentamos pregunta se le formula al extranjero pero también, la pre-
las dos frases que Lacan problematiza: 1ü eres el que me se- gunta como tal, siempre viene del extranjero. Derrida tra-
guirás y 1ü eres el que me seguirá. lia]a algunos diálogos de Platón donde el Extranjero, el Xe-
Nuestro comentario sobre la tragedia Edipo en Colana nos, es un personaje fundamental, en tanto es el que inter-
y el texto de Derrida La hospitalidad tendrá por horizonte pela, el que trae la pregunta, el que interroga, el que cuestio-
el corazón de lo que Lacan ha introducido como problema na. Ese es el lugar fundamental del Extranjero. Lo sorpren-
al abordar dichas frases. Consideraremos al tú, al tú eres... dente es que Derrida, tan acostumbrado a las paradojas, a
como un significante proveniente de la alteridad, de lo ex- ubicar paradojas en todo tema, en todo campo de problemas
tranjero, y al que el sujeto le otorga -o no- hospitalidad. Se ue aborda, deja al padre -en su ar mentación- preserva-
trata de una operación hospitalaria del lado del sujeto que do de toda a ec acwn por a paradoja. El padre tiene para
le hace lugar al tú y al silencio que el tú porta. Llamamos perrida un lugar de patrón, de patrón de medida, de dueñó
silencio a esos puntos suspensivos que impiden el cierre de del dogma, de dueño de la casa; es falocéntrico. Desde esta
la frase tú eres... perspectiva de abordaje, aquel que llama el Extranjero vie-
Establecimos una relación de no relación entre padre y ne justamente a oponerse al padre. Desde el principio del
muerte, entre función paterna y el consejo de Freud aLear, texto, padre y Extranjero son situados por Derrida en cam-
el "escoger la muerte y reconciliarse con la necesidad del fe- pos opuestos. Mantiene esta posición aun cuando termina
necer". Mencionamos como inherente a la función paterna su comentario hablando del Edipo-Extranjero de Edipo en

110 111
DAVID Km:s;,~:s 1M 1'l ll(l•!:t.AH m: LA DJo:SLIGAOUllA DJ.o:L PAUR[<;

Colona, quien aparece en la tragedia citada más en posición qué condiciones. El padre aparece caracterizado como amo
de padre que de hijo. de la familia, dueño de casa, el que ejerce el poder de hospi-
Derrida introduce también otra polaridad. Contrapone talidad; y el Extranjero es el que viene a sacudir este lugar.
padre a parricida. En primera instancia no parece perti- Padre y Extranjero son caracterizados por Derrida como an- 111

nente oponer objeción alguna a esta polaridad, en tanto el verso y reverso; uno, imagen invertida del otro.
parricida siempre es, aparentemente, un hijo. El Extranje-
ro es considerado parricida en tanto afecta al logos pater- La guerra interna allogos, esa es la pregunta del Ex-
no. Su pregunta erosiona, interpela allogos paterno. Enton- tranjero, la doble pregunta, la disputa del padre y del pa-

ces, extranjero y parricida quedan situados de un lado, y pa- rricida.3
dre, del otro.
N o acordamos con este planteo de Derrida. N os propone- En última instancia, la disputa, la lucha, es fundamen- ¡1¡ ¡
mos articular de otro modo el lazo entre las figuras del Ex- talmente la del padre con el Extranjero-parricida. Sin em-
tranjero, del padre y del parricida. No sólo concebiremos al bargo, Derrida comenta que en El sofista el Extranjero soli-
padre como Extranjero, sino también como parricida. cita explícitamente no ser tomado por parricida.
Comentando el diálogo El sofista, de Platón, Derrida
dice: "Te haré aún un ruego, dice el Xenos a Teeteto, no consi-
derarme como un parricida.""¿Qué quieres decir?", pregun-
El Extranjero es quien, anticipando la pregunta intole- ta entonces Teeteto. El Extranjero: "Que deberemos necesa-
rable, la pregunta parricida, refuta la tesis parmenidiana, riamente, para defendernos, poner en duda la tesis (logon)
pone en duda ellogos de nuestro padre Parménides. 1 de nuestro padre Parménides y, por fuerza, establecer que 1

•¡
el no-ser es en cierto aspecto y que el ser, a su vez, de una
Del lado del Extranjero, entonces, la pregunta parricida. cierta manera, no es".4
Pero advertimos que Derrida confronta al Extranjero no con
el padre sino con ellogos paterno. En su lectura de lo pater- Esta es una intervención clave del Extranjero, en tanto
no, como planteábamos anteriormente, Derrida parece incli- no cuestiona simplemente y en el mismo plano la afirma-
narse por una consideración homogénea del campo paterno, ción de Parménides. Introduce la paradoja en su comentario.
en el que sólo encuentra el reinado dellogos y el dogma. Para refutar a Parménides, el Extranjero plantea que el no-
ser en algún aspecto es, y el ser, de una cierta manera, no es.
El Extranjero sacude el dogmatismo amenazante dello- Para Derrida, todo lo inherente al padre no comporta ningu-
gos paterno: el ser que es, y el no-ser que no es. Como si el na paradojalidad, se reduce a una apuesta por la consisten-
Extranjero debiera comenzar por refutar la autoridad del cia dellogos. De manera que queda nuevamente entrampa-
jefe, del padre, del amo de la familia, del "dueño de casa", do: el pedido del Extranjero de no ser tomado por parricida
del poder de hospitalidad. 2 sólo admite ser entendido como una posición defensiva.

El dueño de casa es el que ejerce el poder de hospitalidad Ésta es la pregunta temible, la hipótesis revolucionaria
en tanto dice a quién deja entrar, a quién no deja entrar, en del Extranjero. Él se defiende de ser parricida por negación.
No se le ocurriría defenderse si no sintiese en el fondo de sí,
l. Derrida, J., La hospitalidad, Ediciones de la Flor, Buenos Aires,
2000. 3. Ibidem.
2. lbidem. 4. Ibidem.

112 113
DAVID KRESZES )MI'lJHI•:í'.AH m: LA DE!.:>LIGADURA DEL PADRE

que en verdad lo es, parricida, virtualmente parricida, y que hijas el tener un lugar donde acudir a llorarlo? La tumba es
decir "el no-ser es" sigue siendo un desafío a la lógica pater- un lugar donde hacer el duelo, pero también una especie de
na de Parménides, un desafio venido del extranjero. 5 altar, un lugar donde se recuerda al padre, donde no se lo ol-
vida, un lugar donde se intenta la apropiación final del pa-
Pero en vez de proponer, como Derrida, que el Extranjero dre, donde se empuja a volverlo menos extranjero.
se defiende de lo que en realidad es, un parricida, ¿no con- Derrida comenta:
vendrá otorgarle estatuto de verdad a sus palabras cuando
pide que no lo tomen por parricida? ¿No será que, al igual ¿Qué ocurre en el final de Edipo en CoLana?[ ... ] Antígo-
que en su afirmación crítica de la tesis parmenideana acerca na soporta y nombra esa cosa terrible: estar privada de la
del ser -que el no-ser es y que el ser no es-, esté plantean- tumba de su padre, privada sobre todo, como su hermana
do que al mismo tiempo es y no es parricida? Ismena, del saber en cuanto a la última morada del padre.
No debemos olvidar la hipótesis freudiana sobre Moisés. Y peor, estar privada de eso por el padre, según la última
El Moisés egipcio es la figura del extranjero por excelencia, voluntad del propio padre. 6
del padre extranjero. ¿Qué derivar de esa paternidad ex-
tranjera, o de esa extranjera paternidad? Aquello que De- No sólo estar privada de ese saber a secas, sino estar pri-
rrida acentúa en sus citas de El sofista: que es su condición vada del saber en cuanto a la última morada del padre según
de extranjero lo que lo lleva a formular la pregunta parrici- la última voluntad del propio padre. Aquí empieza a apare-
da, pregunta que no sólo interpela al sujeto, sino que afirma cer un sesgo que me parece clave en relación a lo paterno, a su
performativamente la inconsistencia del Otro paterno. función -iniciamos su comentario en el capítulo anterior-, que
Resulta particularmente interesante que en el texto de es el deseo de muerte del padre no leído en el plano del geni-
Derrida todo confluye, como la carretera en relación a la en- tivo objetivo -el hijo que le desea la muerte al padre, el padre
crucijada, en Edipo en Colona, tragedia donde Edipo afirma como objeto de ese deseo parricida- sino el deseo de muerte del
su condición de extranjero. Viene de Tebas, de donde había padre como genitivo subjetivo -el padre deseando la muerte
sido exilado luego de arrancarse los ojos, al descubrir que y no precisamente el filicidio-. Avanzaremos desde la "recon-
fue el asesino de su padre, esposo de su madre y hermano de ciliación de la necesidad del fenecer", consejo de Freud al Rey
sus hijos. Viene con sus hijas a los alrededores de Atenas, a Lear, a algo caracterizable como núcleo duro del padre, el de-
Colana. Viene a morir acompañado de ellas y lo hace en ca- seo de muerte del padre. En su Zarathustra Nietzsche intro-
lidad de extranjero. duce lo que nombra como voluntad de ocaso. Voluntad de oca-
Derrida eleva esa extranjeridad a la segunda o a la ter- so, entonces, del lado del padre.
cera potencia. Edipo se vuelve. cada vez más extranjero. Por Derrida pone en relación el secreto exigido por Edipo a
un lado, viene del extranjero, es un extranjero en Atenas. Teseo con la posibilidad e imposibilidad del duelo:
Pero viene a morir como extranjero allí, y quiere morir ade-
más en un lugar extranjero a toda localización posible, sobre Según un juramento. En el momento de morir, Edipo or-
todo para sus hijas. En este sentido, Derrida plantea a Edi- dena a Teseo no revelar jamás el lugar de su tumba a nadie,
po como doble o triplemente extranjero. Se asume extranje- en particular a sus hijas. Es como si quisiera partir sin si-
ro hasta en su muerte. quiera dejar una dirección para el duelo de las que lo aman.
¿Qué lugar darle a este secreto sobre la localización de su Actúa como si quisiera agravar infinitamente su duelo, ha-
tumba que pide a Teseo que guarde? ¿Por qué evitarles a sus
5. lbidem. 6. Ibídem.

114 115
DAVID KRESZES lMPUm:zAS DE LA DESLIGADURA DEL PADRE

cerio más pesado, incluso, que el duelo que ellas ya no pue- te que, oculto en el secreto de una tierra extranjera, su ca-
den hacer. Va a privarlas de su duelo, obligándolas así a ha- dáver, su cadáver paterno sea además inhumado sin tum-
cer su duelo por el duelo. 7 ba. No, quizás sin sepultura, sino sin tumba, sin lugar de-
terminable, sin monumento, sin lugar de duelo localizable
Parecería que esta sustracción del saber sobre la tum- y circunscrito, sin parada. Sin lugar fijo, sin topos determi-
ba va en dirección de la eternización del duelo, de volver- nable, un duelo está negado. 10
lo imposible. Sin embargo, Derrida afirma, al final del pá-
rrafo, que Edipo las obliga a hacer el duelo por el duelo. In- Nuevamente la extranjeridad. Eso no se soporta, que el
teresante paradoja, un duelo por lo imposible del duelo. No padre muera en tierra extranjera y que, en ese sentido, se
se trata entonces de un duelo imposibilitado o eternizado, vuelva doblemente extranjero, que no sea inhumado en la
sino del duelo que trabaja el encuentro con lo imposible del propia tierra. Derrida acentúa el su que antecede a lamen-
duelo. Derrida avanza un paso más dándole a esta sustrac- ción del cadáver paterno, un su que remite al desesperado
ción de la localización de la tumba, a esta operación de due- intento de las hijas por apropiarse del padre, de su cadá-
lo por el duelo, el carácter de don, un don a la vez genero- ver, despojándolo, expropiándolo de la extranjeridad que le
so y amargo. 8 es inherente.
Derrida pasa a considerar la posición de las hijas de Edi- Antígona e Ismena - pero sobre todoAntígona- se quejan,
po respecto a la decisión del padre de morir y ser enterrado desesperan. Edipo ciego conduce a Teseo al lugar donde va
en Colana, amén de la demanda dirigida a Teseo de guardar a morir. Las hijas se quedan fuera. Antígona, anteriormen-
el secreto del lugar de la tumba. Las hijas se quejan. Se que- te la guía de Edipo, su bastón, se dirige desesperada al es-
jan y desesperan de aquello a lo que las obliga Edipo. pectro de su padre tratando de evitar lo que está sucedien-
do. Le exige la localización de la tumba para ir a morir ella
Al quejarse y al lamentar el destino de su padre, al mis- también allí. El espectro del padre se hace presente cuan-
mo tiempo que se queja dice algo terrorífico, Antígona. Osa do algo del silencio inherente a la función, de ese deseo de
declarar que ese destino terrible, el destino de su padre, éste muerte no mortífero, de estos puntos suspensivos que arras-
lo habrá deseado. 9 tra el Tú eres... , no es acogido por el sujeto. Cuando el suje-
to no hace lugar hospitalariamente a este silencio que viene
Antígona pone el acento en el deseo de muerte de Edipo, del lado del padre, el que toma la voz es el espectro, un su-
en esta voluntad de ocaso con esta singular característica peryó siempre espectral. Y es el sujeto el que queda, no en
agregada, la de al mismo tiempo sustraer una dirección, un silencio, sino silenciado.
lugar, una localización donde llorarlo. Fue el deseo de Edi-
po, la ley del deseo de Edipo.
Parricidios
[Ambas hijas] lloran dos causas y acusan dos veces: por
una parte, que su padre haya muerto en tierra extranjera, Con relación al silencio, al secreto, al enigma, a lo que
que haya sobre todo querido morir lejos, pero por otra par- agujerea el campo del saber, resulta pertinente la compara-
ción entre Edipo Rey y Edipo en Colona.
7. lbidem. En Edipo Rey la acción comienza habiendo ya sucedido
8. "¿Se conoce una forma más generosa y más amarga del don?"
(lbidem.)
9. lbidem. lO.lbidem .

116 117
0/\Vll> KRESZES lM 1'lilH•!ZAS m: LA DESLlGAOURA DEL PADUE

tanto el parricidio como la resolución del enigma de la es- amargo y generoso don, a sus hijas. Esa tumba secreta in-
finge. Edipo, llamado sabio, resuelve rápidamente el enig- hallable, que evita apropiación, adoración, conduce al due-.
ma apelando a una cifra universal. La respuesta que da al -lo por el duelo.
enigma de la ·Extranjera es "el hombre". Ese monstruo que Cermmos de esta manera tres planos diferentes del pa-
interpela la ciudad, que pone la pregunta imposible de res- rricidio. En primer lugar, el llamado deseo parricida del su-
ponder, encarna un lugar extranjero. Edipo reduce el enig- jeto en tanto hijo. Trabaja en el intento de darle consisten-
ma apelando a la razón y, al hacerlo, desencadena la trage- cia al padre, de sostenerlQ.:_
dia. Tal vez tendríamos que alterar cierta cronología en la En segundo lugar, el deseo de muerte del padre leído como
tragedia de Sófocles, particularmente el tiempo del parrici- genitivo subJebvo. Toca la mcons1stencia del padre. Deseo-
dio. El acto parricida de Edipo-hijo no es sólo el asesinato de _don amargo y generoso, condición de encuentro con el acto y
su padre sino también la resolución del enigma. Parricida, de la toma de la palabra ;para el sujeto
en este sentido, es entonces el que no le hace lugar a aque- En tercer lugar, el parricidio como pasaje al acto, como
llo enigmático que viene del lado del Extranjero, del padre. supresión de la altendad. La shoá, el extermmw nazi de los
Y, por supuesto, en relación a algo que interesa vivamente Juaíos, puede considerarse un eJemplo extremo de pasaje
al sujeto, el nombre. Lacan ha hablado del padre del nom- al acto parricida. La "concepción carnicera de la filiación" 12
bre, del nombre como don dirigido al sujeto. ¿No porta acaso arrasa el lazo filiatorio mismo.
el nombre un enigma? ¿No porta algo de silencio en lo que
de llamada tiene el nombre como don paterno? Acaso el Tú
eres el que me seguirás ¿no puede ser leído como una pará- La maldición paterna
frasis del nombre?
En su artículo "El nombre secreto", Murena describe la Ahora bien, en Edipo en Colana aparece otra cuestión
lógica del campamento instalada en América Latina a par- sumamente complicada y que requiere de interpretación.
tir de la conquista. Recuerda que las ciudades se fundaban Se trata de una escena que corre aparentemente en senti-
dándoles tres nombres: uno, el nombre público, el nombre por do contrario de lo que Lacan planteaba en el seminario III
todos conocido, el nombre profano; otro, el nombre sagrado, acerca del significante del Nombre-del-Padre como pacifi-
el sacerdotal, y un tercer nombre, secreto. El nombre secreto cante, como apaciguador, como temperador. Allí, Edipo no
era el nombre sobre el cual se asentaban los otros dos. 11 Algo sólo reintroduce el enigma, no sólo tiene voluntad de oca-
así como el fundamento mismo del acto de nominación. so, no sólo aparece afectado de este deseo de muerte, sino
En Edipo Rey tenemos entonces a Edipo de alguna ma- que con sus hijos varones hace además otra cosa, los mal-
nera atacando el enigma, esos puntos suspensivos, ese si- dice. ¿Qué clase de don, s1 lo es, es esa maldición fatídicade
lencio de muerte no mortífero que viene del lado del padre, 'Edipo? ¿Qué estatuto darle a ese furor, a ese enojo sin me· jlll
del lado del padre extranjero. Es a partir de allí que se des- dida de Edipo que vuelve a maldecir, apenas antes de mo-
encadena la tragedia. Edipo lleva en carne viva ese enigma rir, a sus hijos varones? 1111

hasta el final. Pero en Edipo en Colana es Edipo mismo, ya Polinices, uno de ellos, se presenta ante Edipo. Había sido
en otra posición, el que reintroduce el enigma bajo la forma echado de Tebas por su hermano Eteocles, quien asume la
del secreto acerca del lugar de su muerte: Edipo mismo, do- jefatura de la ciudad. Polinices viene a pedirle a Edipo que
blemente extranjero, se hace esfinge y dona ese secreto, ese lo ampare, que lo proteja, y que haga algo para revertir la
11. Murena, H., "El nombre secreto", en La cárcel de la mente, Fondo de 12. Legendre, P., El crimen del cabo Lortie. Tratado sobre el padre, Siglo
Cultura Económica, México, 2002. XXI, México, 1994.

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DAVID KRESZES IMl'lJHKí':AS DI!: LA DESLI(tADURA DEL !'ADRE

situación planteada con su hermano. Terminado el parla- te tu linaje y que mates a aquel por quien fuiste desterra-
mento de Polinices, Edipo le contesta: do. Tales son mis maldiciones. 15

Porque tú, oh miserable, cuando tenías el cetro que aho- ¿Qué lugar darle a estas maldiciones, a este furor, a esta
ra posee tu hermano en Tebas, tú mismo, a tu propio padre cólera de Edipo? ¿Debemos leer dicho parlamento necesa-
aquí presente, expulsaste y le convertiste en desterrado y riamente en el sentido de un pasaje al acto filicida, es de-
le hiciste llevar esas prendas ante las que ahora, al verlas, cir, parricida en el tercer sentido que sugeríamos, en tan-
te lamentas una vez que has venido a dar al igual que yo to el filicidio puede reducirse por sus efectos a un ataque
en el mismo infortunio. Tú has hecho que viva en esta mi- a la filiación misma? Por el contrario, sugerimos poner en
seria, tú me has arrojado a ella. Por tu culpa soy un vaga- serie la cólera de Edipo, estas maldiciones que lanza con-
bundo y pido a los demás mi sustento de cada día. [... ] Por tra sus hijos, con el sacnfico de Isaac que habíamos comen-
lo tanto, la divinidad te contempla y no del modo en que lo tado en el capítulo anteriOr. En Temor y temblor, Kierke-
hará en seguida, si es que esos ejércitos se ponen en movi- gaard, en una de las versiones que da del trayecto que hace
miento contra la ciudad de Tebas. 13 Abraham con Isaac hacia el monte Moriá para sacrificar-
lo, nos presenta un Abraham en una posición muy simi-
En la tragedia Los siete contra Tebas, Polinices reúne sie- lar a la del Edipo de Ed~po en Cotona. N o mald1ce a Isaac,
te ejércitos. Él comanda uno y los siete avanzan sobre Te- -pero sí asume un rostro horrendo, sádico, colérico. Ade-
has. En la batalla, Polinices se traba en lucha con su herma- más, en esa versión y en otras que propone, Kierkegaard
no, pereciendo ambos. Cuando en Edipo en Colana Polini- insiste primero con un Abraham que toma de la mano a
ces acude a Edipo, ya tiene preparado su ejército para ata- Isaac, como un buen padre, caminando en silencio. Lo va
car Tebas. Es por eso que Edipo lo amenaza de muerte "si llevando una y otra vez. Descansan, lo vuelve a tomar de
es que esos ejércitos se ponen en movimiento contra la ciu- la mano y parten hacia el monte Moriá mientras lo mmor-
dad de Tebas". 14 ta y consuela.
Edipo sigue su parlamento preso de furia:
Entonces Abraham levantó al muchacho del suelo, lo co-
Es imposible que destruyas esa ciudad. Antes caeréis gió de la mano y continuó la marcha. Sus palabras estaban
manchados con tu propia sangre tú y tu hermano. Tales mal- llenas de consuelo y exhortación. Pero Isaac no podía com-
diciones lancé yo antaño contra vosotros dos y ahora apelo prenderlo. Siguieron trepando monte arriba mas Isaac no
a ellas de nuevo para que vengan como aliadas mías a fin lo comprendía. EntoncesAbraham se apartó unos instantes
de que os dignéis a reverenciar a los que os engendraron y de él y cuando Isaac volvió a contemplar de nuevo el rostro
no seáis desconsiderados si habéis nacido de un padre cie- de su padre lo encontró totalmente cambiado.
go. Tú vete en mala hora, aborrecido y sin contar conmigo Abraham cogió al hijo por el pecho, lo arrojó a tierra y le
como padre. Más malvado que nadie llevándote contigo es- gritó: "¡Imbécil! ¿Crees acaso que soy tu padre? No, no soy
tas maldiciones que invoco contra ti: Que ni conquistes con tu padre, sólo soy un idólatra. ¿Crees que hago esto obede-
la lanza la tierra de nuestra patria, ni regreses nunca a la ciendo un mandato divino?" 16
cóncava Argos sino que mueras por mano de quien compar-

13. Sófocles, Edipo en Colono, en Tragedias, Gredos, Madrid, 1992. 15.lbidem.


14.Ibidem. 16. Kierkegaard, S., Temor y temblor, Guadarrama, Madrid, 1976.

120 121
DAVID KRESZES IMI'lllti•:ZI\H ,,,.; 1.1\ llESL.LOAI>l ) II.A lli•:L 1'1\IJIU:

Recordemos que Yahvé le había ordenado: "Toma a tu al Moisés que finalmente logra dominarse, restableciendo
hijo, a tu único, al amado, y tráemelo para ofrecérmelo en el dominio sobre su cólera. Estaba por arrojar las tablas de
sacrificio". la ley; se le estaban por resbalar y hacerse añicos en el piso.
Continúa sin pausa Abraham: Entonces Moisés se reacomoda, las vuelve a agarrar y salva
las tablas. Pero en la posición de la estatua quedan los ras-
"No, lo hago solamente porque me da la real gana y me tros, los restos, del furor y la cólera. Presencia ineliminable
inunda de placer." Entonces, Isaac se estremeció hasta la del sin medida del padre .•
médula de sus huesos y en medio de su angustia gritó a su - Habíamos mencionado previamente que en "Subversión
vez: "Dios del cielo, ten misericordia de mí. Dios deAbraham, del sujeto ... " Lacan define al padre muerto como el padre
ten piedad de mí y sé mi padre ya que no tengo ninguno en deseado por el neurótico, sobre todo, un padre dueño de su
este mundo". Pero Abraham se dijo muy quedamente: "Se- deseo, un padre que sabe sobre su deseo. Lo que acabamos
ñor omnipotente, recibe mi humilde acción de gracias, pues de encontrar, tanto en Edipo en Colana, como en la versión
es mil veces mejor que mi hijo me crea un monstruo que no de Kierkegaard del sacrificio de Isaac, y también en el Moi-
pierda la fe en ti". l 7 sés de Miguel Angel, es justamente el no dominio. las man-
chas deloodre. El padre aparece manchado, tomado por la
Una lectura posible afirma que Abraham utiliza este ar- "éó'lera. ¿No tenemos que ub1car estas manchas, entonceS:
tilugio, un semblante de furia filicida, para religar, para afir- áellado-de ese deseo de muerte interior a la función mis-
mar una vez más la fe en el padre, ya no en el padre terrenal ma? ¿Las manchas del padre, acaso no son el nombre de una
sino en el padre celestial. Parecería que, en esta versión, Kier- desligadura que habita y palpita en la función? ¿Qué lugar
kegaard promoviera en última instancia la pacificación, bajo para el goce del padre? ¿Acaso no resuena atronadoramente
la forma del encadenamiento o la ligadura al padre celestial. esta pregunta cuando Freud lee el fantasma un niño es pe-
Nos parece que éste es el intento de Kierkegaard de resolver gado? El goce masoquista es interpretado como "conjunción
un problema que de todas maneras no cesa de resistir. Con- de conciencia de culpa y erotismo". 18 ¿No deberemos consi-
sideramos que la cólera de Abraham no debe ser tomada en derar dicho goce como la marca en la fantasía de una pa-
su valor instrumental; no se trata de un semblante de idola- radoja insuprimible? El goce paterno en la escena fantas-
tría que busca religar al hijo al padre celestial. mática es a la vez la apuesta incestuosa del sujeto y aque-
Afirmábamos que esta versión de Kierkegaard debía em- llo que impide la apropiación de la medida del padre. El lá-
parentarse con las maldiciones de Edipo a Polinices en Edi- tigo encarna al mismo tiempo la medida fálica y el sin me-
po en Colana. Otro texto para incluir en la serie es el aná- dida del objeto a.
lisis que Freud hace del Moisés de Miguel Ángel en el tex-
to homónimo. En su interpretación de numerosos detalles Para terminar, un detalle que nos vuelve a poner, como
de la posición de la estatua, Freud lee la presencia de la in- al inicio del capítulo, sobre la pista del olvido. Habíamos si-
hibición de un movimiento comenzado. Para Freud, Miguel tuado el olvido. Edipo promueve con sus hijas el duelo por
Ángel esculpe la estatua en una posición tal que revela, no el duelo, algo del orden de un olvido radical, de un olvido
sólo al Moisés dispuesto, en un ataque de furia, a romper las concebido como huella ceniza, en palabras de Derrida. Sus-
tablas de la ley contra el suelo al encontrar a su pueblo ado- trae su cadáver, oculta la tumba, priva a sus hijas del lu-
rando de manera idólatra un becerro de oro, sino también gar donde llorarlo. Sin embargo, en Edipo en Colona, Edi-
18. Freud, S., "Pegan a un niño", en Obras completas, t. XVII, AmorrorLu,
17. Ibidem. Buenos Aires, 1980.

122 12:3
DAVID KRESZES

po mismo pide no ser olvidado. No les pide esto a sus hijas


Capítulo V
sino a Teseo y a los habitantes de Atenas. Escuchamos en- 1111

tonces una contradicción. Por un lado, una suerte de empu- Versagung del padre
je al olvido, y, por el otro, esa demanda de "no me olVIden". rn
En lugar de recortar allí una contradicción, ¿no queda si-
, t ada de esta manera la ~mpureza del padre, esto es, lo im-
posible de a pura es 1ga ura. e ra a e recuerdo y del
Carlos Basch
olvido, del recuerdo afectado de olvido, afectado de desliga-
dura, y de un olvido arruinado en su pureza y radicalidad. The time is out ofjoint.
Ambos, olvido y recuerdo, conviven indiscerniblemente en O cursed spite. That euer
un nudo umb1hcado. 1 was born to set it right!

HAMLET, Acto I, escena V

Una común incidencia normativa enlaza paternidad y


metáfora, al menos en dos órdenes diferentes de legalidad:
la de la combinatoria significante que rige las emergencias
del inconsciente en sus formaciones, y la que ordena el hori-
zonte "edípico", en torno a la llamada "prohibición del inces-
to". Legalidades estas que se imbrican a su vez, con efectos
de instauración de temporalidad -la temporalidad del suje-
to- a partir de la lectura en la cura analítica.
Desde sus primeros seminarios, Lacan avanzó sobre esta
encrucijada entre paternidad y metáfora; a la que hoy en día
damos por obvia, descuidando a menudo precisar sus alcan-
ces. En lo que sigue intentaré poner de relieve la afectación
que sus términos sufren en la escena analítica.
19. _En Hamlet, el fantasma del padre aparece también pidiendo no ser ol-
vidado, pero esta demanda es sobre todo una demanda de venganza.
No hay nada del orden de la afectación del saber del lado del ghost.
Sabe quién ha sido el asesino y las circunstancias precisas de su muer- Acontecimiento y política de lectura
te. Sabe y pide. Sabe y demanda. Y pide de manera pura, digámoslo
así, que Hamlet no lo olvide. El parlamento del espectro presentifica
el rechazo del deseo de muerte, con todas sus resonancias. Hamlet re- En principio paternidad y metáfora comparten una co-
chaza el encuentro con su deseo parricida y la voluntad de ocaso no mún incertidumbre referencial, que en última instancia sólo
habita alghost. Su voz de ultratumba asegura el enmudecimiento de puede ser objeto de creencia. Hay en juego un acto de nomi-
Hamlet, al menos en un sen\ido virtual, a lo largo de casi toda la tra- nación de lo incierto (esto es, de lectura) no menos cuando
gedia.

125
124
CARLOS BASCH V~tUSAUUN() OEL PAUHL..:

'
un padre designa a su hijo como tal, que cuando una metá- tica de lectura: o bien desde la aridez diagnóstica y psicopa-
fora -y con ella, el sujeto- es articulada por la lectura en la tológica (esto es, por fuera de las coordenadas de la transfe-
cura. En este último caso, con efectos de oscilación entre lo rencia) concedemos a las producciones inconscientes un es-
que ya desde siempre allí "era" y lo que sólo adquiere exis- tatuto de "ser" (dado de una vez y para siempre) al que sólo
tencia a partir de la escucha en transferencia. Una oscila- podemos referir desde enunciados descriptivos (por ende, me-
ción indecidible -que Freud problematizara en la perspecti- talingüísticos); o bien, admitiendo que el deseo del analista
va de la "doble inscripción"- en que estriba la peculiar tem- es inherente al estatuto mismo del inconsciente, apostamos
poralidad que abre la experiencia del inconsciente: la inercia al acto de lectura de los circuitos retóricos que se abren a la
imaginaria induce a suponer que la lectura en transferencia transferencia, y, en la perspectiva abierta por la afirmación
reconstruye algo ya sido con anterioridad, pero ello se debe de Lacan (seminario VI): "el deseo es la inte1pretación", afir-
al espaciamiento temporal inherente al acontecimiento de mamos que la metáfora es la lectura de la metáfora.
lectura. Un acontecimiento que al repetirse por primera vez Desde esta última posición, la metáfora adquiere un lugar
-no hay otra manera de decirlo- realiza lo que en términos esencial en la operatoria analítica. Y ello no supone --<:abe su-
freudianos cabe llamar consumación del crimen edípico, con brayarlo- descuidar "el abordaje de lo real"; ni limitar la clíni-
efectos de apuntalamiento de la división subjetiva por la que ca analítica a la mera interpretación de "significados" alimen-
somos Otros, a la vez que nosotros mismos. tando el "goce del sentido" en el marco del apuntalamiento del
Otro, encarnado en la figura del padre. Estas y otras objecio-
Podemos convenir a grandes rasgos en que el sujeto entra nes de índole similar, hace tiempo circulantes en el agitado
al análisis sin otro recurso que sus síntomas; y que a partir campo de la controversias lacanianas (tan a menudo enreda-
de ellos las operaciones de la cura desgajan el inconsciente, das en querellas de legitimidad), tienden a ubicar la lectura
provisto del cual habrá de finalizarlo. Ello supone algún or- de la metáfora en una perspectiva casi hermenéutica, como
den de transformación, de eso hasta entonces inmovilizado poco más que un anacronismo propio de una época (luego fe-
en el tiempo sin desgaste de la neurosis, hacia la temporali- lizmente "superada" en la enseñanza de Lacan) de primacía
dad escandida del acto y el sujeto que de él resulta. de un simbólico desconectado de su anclaje real. Por eso es
Hasta qué punto esa transformación se sostiene en la efi- preciso insistir en que, muy por el contrario, en tanto tiene
cacia de la metáfora es lo que intentaré abrir a la conside- como condición la puesta en juego del tope irrepresentable
ración en lo que sigue. que umbilica el decir analizante en torno a las marcas dis-
cursivas de (pérdida de) goce, nunca podría ser de "significa-
Para ello será necesario retomar una vez más el rema- dos" una lectura que no hace acto 2 sin el fracaso de su cierre,
nido asunto de que el inconsciente "est structuré comme un y que sólo por eso disuelve la fascinación hipnótica, 3 consti-
langage"; a estas alturas un estribillo que todos repetimos, tuyéndose en punto de transferencia. Para esa lectura que,
aunque a menudo desestimando -insuficiencias de traduc- sin reducir el decir analizante a enunciados unívocos que sa-
ción1 de por medio-lo que nos indica de un inconsciente que turen el lugar de la causa, apunta al horizonte de la fijación
no tanto está, sino que más bien es (o a lo sumo, está siendo) de la pulsión a su (falta de) representante articulando allí un
estructurado como un (no como el) lenguaje, en el transcurso kern irreductible de sinsentido (lo que la distingue, en sumn,
mismo de las operaciones de lectura. Resultan obvias las im-
plicancias para una política de la cura, entendida como polí- 2. Véase Carbajal, E., "El saber de la lectura", en Redes de la le/m lt•¡¡ ,
critura del psicoanálisis, N" 9, octubre de 2000.
l. En la medida en que pone en juego un pasaje de lenguas, también la 3. Véase Koop, G., "El ojo de la lectura", en Redes de la letm lt'lil:ri lllm
traducción es asunto de lecLura. del psicoanálisis, N" 1, mayo de 1993.

126 1.2'7
CARLos BAScH
VERSAGUNG DEL PADRE

de toda "lectura" hermenéutica o científica), no hay más me-


como posición del analista, es porque en cierto modo un análi-
táfora que la que es leída como tal.
sis no consiste sino en poner de relieve esa diferencia del pa-
dre, para hacer de ella don: aligerando el tránsito de circui-
tos significantes dejados en souffrance por la neurosis, la cura
La metáfora, entre la injuria y el don apunta a que aquello que subsiste en estado infans (bañado,
sí, por la Otredad del lenguaje; pero sólo como mera exterio-
El don, tramitado por la metáfora, remite siempre, de una ridad, sin alcanzar aún eficacia de don del deseo) pueda adve-
u otra manera, a la instancia paterna, que encarna (y sopor- nir sujeto de discurso (sostenido en las marcas enunciativas
ta) la inadecuación del lenguaje para decir el cuerpo sexua- de la imposibilidad de dicha Otredad para representar, si no
do. En última instancia (y dicho en términos más estructu- es para otro significante). Un análisis pone en juego al Otro, !ll'li
rales), encarna la inadecuación de la determinación univer- pero sólo para llevarlo hasta su imposibilidad, hacer que la
sal del lenguaje para decir la indeterminación del ser. Hay suelte. A eso mismo apunta la injuria: si facilita la introduc-
allí una Versagung (frustración, rehusamiento) de estructu- ción de la metáfora, es porque en rigor ésta siempre se origi-
ra, que opera asimismo como causa de lectura. El lenguaje na en ella, dado que el lenguaje, por sí, es injuria original del
no puede decir el ser, pero no deja de anotar las huellas de ser. 5 Algo injuriante apela al Otro en el origen de toda me-
esa imposibilidad, de cuya lectura resulta el sujeto. táfora llamando a la lectura, al modo del acting, resonando
En cuanto al padre como medium para tramitar esa in- como un shofar6 que tornase la experiencia analítica en día
adecuación, Lacan ilustra con el caso del Hombre de las Ra- del perdón (del padre); poniendo a prueba la mediación entre
tas el valor de metáfora radical que en ocasiones adquiere lenguaje y ser (bajo cobertura habitual, en la fantasmagoría
la injuria al padre: 4 buscando provocarlo hasta obtener de neurótica, de la relación del sujeto al Otro sexo). La metá-
su palabra alguna opacidad que sirva como punto de fuga fora, en suma, es injuriante por lo mismo que es paterna (y
de la significancia para anclar la erogeneidad en lo irrepre- que lo paterno es injuriante), allí donde el lenguaje, entre el
sentable. Para imbricar, en definitiva, la pulsionalidad li- campo de la significación y el carozo de sinsentido en su fun-
bidinal en lo irrepresentable de la muerte. Pero el logro de damento, sólo alcanza a morder el cuerpo, con efectos eróge-
ese tono opaco tiene por requisito que el padre "no oiga" el nos de constitución pulsional, en la articulación (por segun-
deseo de muerte en las injurias que se le dirigen, sin dejar, da) de que algo le es radicalmente inarticulable. 7
a la vez, de oírlo del todo. Esta condición evoca algo de la
winnicottiana madre good enough sólo que en versión pa- Pero si la injuria al padre es medium hacia la metáfora, y
terna, así como también de la "atención libremente flotan- ésta lo es a su vez hacia el encuentro con el Otro sexo (algo
te" freudiana. Y en efecto, por su modo de golpear las puer- para lo que el padre, por sí, poco puede aportar), es porque
tas del Otro en procura de su falta, la injuria, como todo ac- entre padre y metáfora hay mutuo recubrimiento de insu-
ting, evoca el punto más salvaje de la transferencia analí- ficiencias. Falta siempre un medium más hacia la anhela-
tica: su grado cero, cuando por algún motivo flaquea el de- da e imposible mediación con lo real. Y un análisis no es ex-
seo de diferencia.
5. Véase Jinkis, J., "El insulto y la metáfora", en Lo que el psicoanálisis
Ahora bien, si esa diferencia respecto de sí mismo que la nos enseña, Lugar, Buenos Aires, 1982.
injuria busca arrancar al padre es una premisa a sostener 6. Véanse Lacan, J. , Seminario X. La angustia; y Reik, T., "El shofar", en
Ritual, Psycho-analitic Studies, International University Press, Nuo
4. Véase Lacan, J., "La metafora del sujeto", en Escritos, t. II, Siglo XXI, va York, 1946 (hay versión castellana).
México, 1984. 7. Véase Rabant, C., Inventar lo real, Nueva Visión, Buenos Aires, 1!)H:I,
parte 111, "Fragmentos de la metáfora paterna".
128
l~H
11
y,.;RSAOUNCI l)gL l'AUH.Jo:
CARLOS BASCH

Ahora bien, Lacan lee en esos lugares, más bien que dos
cepción: nada nos asegura, como analistas, la disponibilidad
significantes, dos notaciones del mismo significante: S'\ S'2
del adoquín (así caracteriza Lacan en "Radiofonía" a la me-
táfora) en que hacer pie para enfrentar eso -uno de cuyos S' S'2 ( 1
nombres es goce femenino- que no se deja representar. Por --
S'1
--~s
x
--
s" ) 1
eso no nos es dado utilizarla en un análisis como una "he- 11
Pero lo importante es el modo en que sostiene esa lectura.
rramienta" de la que dispondríamos previamente. Podemos, ¡'
Se vale de un fragmento (citado por el mismo Perelman en
a lo más, apostar a ella: una apuesta al sujeto, que es condi-
su Tratado ... ) extraído de un texto de Berkeley: 10 "an ocean
ción de transferencia.
offalse learning". Sólo que allí donde las alternativas de lec-
tura propuestas por Perelman de esa metáfora se mantienen
en el marco de una analogía proporcional de cuatro térmi-
Lo radical de la metáfora, el sujeto nos (ubicando por ejemplo "un nadador" y "un sabio", o "un
arroyo" y "la verdad" respectivamente como denominadores
No por nada decimos, con Lacan, que la metáfora que se de "océano" en el lugar del "tema" y de "falsa ciencia" en el
entreabre en la cura es del sujeto. Abierta a la lectura, se de la "fora"), Lacan la considera como una metáfora de tres
distingue de su acepción clásica (aristotélica), al poner de términos. Ello lo lleva a desglosar false de learning, llevan-
relieve un fuera de foco que, por irreductible a los enuncia- do el primero de esos términos al numerador del "tema" y il
dos que relaciona, descompleta el "código" adquiriendo va- dejando al último como numerador de la "fora", cuyo deno-
lor de causa de lectura. minador queda libre entonces para alojar la incógnita ..Por
cierto, la metáfora así producida no resulta clara a simple
Desde sus primeras formulaciones 8 Lacan fue precisando vista. De hecho, como señala Le Gaufey, 11 no se advierte si-
su abordaje de la metáfora como sustitución significante, has- quiera con alguna facilidad que sea una metáfora:
ta llegar a un punto de inflexión, en "La metáfora del sujeto".
Este escrito acredita lo esencial de la discusión con Ch. Perel- an ocean of false ~ an ocean ( -1-)
man,9 autor de un Tratado de la argumentación, en que reto- learning x ?
ma la línea de la tradición retórica en torno a la metáfora. Pero de algo sí nos percatamos en seguida. No se trata
En la perspectiva aristotélica la metáfora puede reducir- ya aquí de la mera sustitución de un significante por otro
se a una analogía proporcional de cuatro términos, repar- (que no se ve por lo demás, si fuera el caso, por qué no ha-
tidos en dos relaciones de dos, que Perelman designa en su brían de arrastrar -cada uno- a sus respectivos significa-
tratado como "tema" y "fora". Así, si "la vejez es el atarde- dos); sino de la puesta de relieve de un significante desdo-
cer de la vida", la vejez es a la vida ("tema") como el atar- blado, entre "tema" y "fora". Pero lo cierto es (y es lo esencial)
decer es al día ("fora"). Pero hay también metáforas de tres que esta puesta de relieve sólo puede tener lugar por efec-
términos, que se caracterizan incluso por tender de algún to de lectura. Sería sencillamente imposible de notar para
modo a dos, por el valor equivalente de los elementos ubica- quien no conociera el plexo de circunstancias argumentati-
dos como términos medios (el denominador del "tema" y el vas en que la metáfora en cuestión surgiera de la pluma de
numerador de la fora").
10. Three dialogues between Hylas and Philonius in opposition to sceptics
8. Véase Lacan, J., El seminario, libro 5. Las formaciones del inconscien -
and atheists, de 1713.
te, Paidós, Buenos Aires, 1999; y "La instancia de la letra en el incons- 11. Le Gaufey, G., "La metáfora paterna", en La euicción del origen, Edelp,
ciente o la razón desde Freud", en Escritos, t . II, op. cit.
Buenos Aires, 1993.
9. En una reunión organizada por la Sociedad de Filosofía.
131
130
CARLOS BASCII VERSAGUNG DEL PADRE

Berkeley, enmarcada en su discusión -€1 texto es de 1713- excentricidad tanto al "tema" como a la "fora" adquiere fun-
c.on los pensadores materialistas de su época. Es preciso es- ción de causa material.
tar al tanto de ese arduo polemizar para calibrar hasta qué Sólo así la escucha en transferencia, tras producir una
punto, de haber éstos aceptado sus puntos de vista empiris- equivalencia entre dos términos del discurso, llega a articu-
tas, ello hubiera permitido hacer economía de todo un "océa- lar la pregunta por la significación en pérdida en ese océano
no de falsa ciencia". Tan sólo en ese contexto de atribución en que todo se hunde. Un océano que, por añadidura, Lacan
de falsedad a la ciencia "oficial" de su época (y sólo en él) {al- nombra en su escrito como apeiron (el Tártaro, lugar al que
se learning es un pleonasmo, una redundancia; de modo que iban los muertos en la mitología griega, era apeiron: espacio
sus dos términos resultan equivalentes, como un solo signi- infranqueable no por inmenso ni por compacto, sino por no
ficante desdoblado. orientable); término en que resuena asimismo peiras, que es
Se ve entonces cómo, en esta nueva perspectiva, no hay tanto trayecto en el mar como venda que cubre una herida.
metáfora si no es para una lectura; que -como afirmara Freud Es precisamente en este punto imposible que la metáfora
del chiste- sólo es para la parroquia; o bien (en la perspecti- es del sujeto: al modo de la "carretera principal" a la que es
va de la cura analítica) para la transferencia (que asimismo inherente la encrucijada, orienta en dirección a una orienta-
requiere, como contexto, del despliegue discursivo; así por ción imposible. Y no es una simple paradoja, porque hay un
ejemplo de los pensamientos latentes del sueño, como con- orden de antelación. Es preciso estar orientado en la conca-
dición de interpretación). tenación significante para arribar a la falta de orientación
en que ésta se ancla. Sólo las vías del significante apuntan
Será de utilidad mencionar brevemente la aproximación a esa encrucijada en la que nos dejan en banda. Ese cruce es
de lectura por la que Ricardo Bianchi 12 acerca la distinción el sujeto; y sólo por eso hay ética de lectura, en acto.
aristotélica entre proporción (relación entre términos) y Por eso podemos decir que en cierto modo se trata siem-
proporcionalidad (semejanza no de términos, sino de pro- pre en la metáfora (no sólo cuando alcanza valor de injuria),
porciones) a las coordenadas de la lectura en transferencia. de algo "radical", irreductible a su efecto de significación. A
La proporción supone relaciones precisables (de distancia, diferencia de la concepción aristotélica de la metáfora como
u otras: entre el 2 y ell, por ejemplo). En la proporcionali- comparación de significaciones de la que surge una identifi-
dad, en cambio, sólo hay semejanza entre dos proporciones cación, la transferencia permite leer una significación nueva
(así, el 6 es doble de 3 como el 4lo es de 2). Esta última se producida por la identificación, en dos significantes, de uno
presta por eso para el discurso teológico: de los atributos di- desdoblado. Más allá de cualquier proporcionalidad analó-
vinos no sólo nada se puede predicar, sino que, no habiendo gica entre el otro y el Otro, y aún desestimada por el clamor
nada que pueda entrar en relación en ellos, no hay propor- de venganza del espectro, en esa radicalidad retorna la im-
ción posible que pueda adjudicárseles. Pero sí alguna pro- posibilidad de la paternidad antigua, ofreciéndose a la lec-
porcionalidad, dado que una cosa finita es a otra como un tura como sujeto. Y en efecto, cuando esta última localiza al-
infinito es a otro. Es fácil advertir que, por la misma razón, gún "común valor" significante entre términos en ese apei-
la proporcionalidad se presta para pensar la lectura que en ron (y sólo entonces, de vuelta de su localización de lectura,
un análisis articula el pensar respecto a su límite impensa- éste admite ser designado Deseo de la Madre), ello propicia
ble, irreductible a todo enunciado que una vez ubicado en el trabajo de duelo por lo muerto -desde siempre- del padre,
tendiendo con ello, en alguna medida, a apaciguar su espec-
12. Véase Bianchi, R., "Las figuras retóricas y las artes de la diferencia", tral clamor. Lo que supone, asimismo, reabrir un horizonte
en Vestigium Lectionis. Los pasos de la lectura, Ediciones de las 47 pi-
cas, Rosario, 2001.
temporal que incluya la Versagung del padre.

132 UJ:l
CARLOS BASCH VERSAGUNG DEL PADRE

Un analizante menciona al comienzo de una sesión una 11


picazón en las piernas por la que piensa consultar un derma-
tólogo. Enseguida discurre sobre sus hijos, adolescentes: salir
con el varón es más dificil que con la hija. A ella alcanza con Torsión del significante en tiempos de restauración
llevarla a ver alguna película y a tomar algo, pero el mucha- del padre
cho exige más: "quiere que hagamos juntos algún deporte o
algo así, la clase de cosas que yo nunca hice con mi padre, y En lo que comparece del padre en la escena analítica, a.me-
que no sé bien cómo son. También, con lo pollerudo que era, nudo predomina su aspecto de espectro. El padre de Hamlet,
siempre agarrado a las polleras de mi mamá ... ". que a diferencia del de Edipo sabe quién y por qué lo mató,
Intervengo entonces: le pican en las piernas los pantalo- marca suficientemente la inflexión superyoica del padre en
nes de padre de los que no pudo agarrarse. la modernidad: golpeado por el significante (muere envene-
nado por el oído), clama imperativamente la imposible res-
Por su localización de lectura, la picazón es nombre del titución de plenitud de sentido, y pide venganza.
padre. Se constituye como tal sólo cuando la lectura articu- Pero en su lectura de la trilogía de Claudell3 Lacan nos
la .:entre los pantalones de los que nunca, y las polleras que hace asomar a las vicisitudes del padre en épocas de una mo-
siempre- el desdoblamiento de un mismo significante (tan- dernidad más tardía, que conjuga la consolidación de la do-
to cabe decir que el analizante nunca se agarró a aquéllos minancia del "discurso de la ciencia" con la expansión mun-
por estar siempre tomado de éstas como lo recíproco) una dial del capitalismo y la constatación de la muerte de Dios,
vez cesada su identidad consigo mismo. Esta localización en en la caída de los lazos que hasta el fin del Antiguo Régi-
pérdida de la identidad pone en movimiento la temporali- men anudaran la sangre al nombre y a la tierra. Sobreviene
dad detenida de la neurosis ("siempre agarrado a las polle- entonces una torsión más en ese padre espectral (y correla-
ras de mamá"); al tiempo que la metáfora articula un signo tivamente, en el significante mismo, llevado a su grado ex-
de pregunta bajo la barra, relativo al ser del padre. tremo) como horizonte de fondo de un sacrificio radicalmen-
te diferente al de Antígona, en el rehusamiento (Versagung)
polleras de Sygne de Coüfontaine. Cediendo a los ruegos de su con-
picazón que siempre fesor, ella ha aceptado - para salvarle la vida al Papa rehén,

pantalones
~picazón
(+) en tiempos del primer imperio napoleónico- desposar al vil
verdugo de sus padres (es necesario tener aquí presente la
X condición sacramental del matrimonio cristiano, que obli-
que nunca ga a los creyentes a amar al cónyuge por toda la eternidad),
traicionando con ello la solemne promesa hecha ante la cruz.
De ahí en más se le torna imposible incluso responder con
la propia vida a la Áte (la deuda con la ley de los antepasa-
dos) ya que es la deuda misma lo que, en una suerte de Ver-
sagung a la segunda potencia, le es arrebatado. Consecuen-

13. Véase Lacan, J ., El seminario, libro 8. La transferencia, Paidós, Bue-


nos Aires, 2003; clases XIX a XXII, con el comentario de la trilogía de
los Coüfontaine, de Paul Claudel: El rehén, El pan duro, El padre hu-
millado.

134 131)
CARLOS BASCH VE.'RSAOUNG DEL PADRE

temente, la función del significante tiende a ser apenas algo te del padre ("tuez le pere") es recibido por el "héroe" (Louis
más que la del signo (Lacan no deja de subrayar la homofo- de Coufontaine) de su amada; la misma de la que aquél in-
nía Sygnelsigne). De este giro del horizonte moderno se si- tentara en su oportunidad despojarlo, y que por su dispo-
gue entonces algo más que la mortificación del ser por la efi- sición sacrificial en aras de un ideal (el de la patria polaca,
cacia del significante. El significante mismo es ahora morti- en este caso, y que habría de llevarla asimismo a la muerte)
ficado; y su marca se reencuentra -nos dice Lacan- en una evoca sobremanera a su madre. Encontramos nuevamente
psicosomática. La prevalencia, en tales afecciones, del hola- aquí condiciones que evocan la tragedia antigua, pero ya de
fraseo que "pegotea" el par significante, solidificándolo (ha- vuelta de las marcas del pasaje por la modernidad y el pos-
ciendo de dos, uno) nos hace advertir la vastedad de impli- terior angostamiento de los márgenes del significante. Tal
cancias que esto acarrea para la pulsionalidad contemporá- como en Hamlet, el padre es traicionado, y su propio hijo es
nea. Todo el variopinto campo de las llamadas "nuevas pato- quien lo mata, como en Edipo. Pero ahora cada uno de ellos
logías" resulta encuadrable en este casi congelamiento síg- sabe quién es ese al que se enfrenta; por más que, acorde a
nico del significante, que induce el virtual desvanecimiento los aires de comedia bufa, baste una pistola con balas de sal-
de las marcas de su umbilicación en un real en pérdida, ten- va para matar de susto al padre. Tras haber cometido ese
diendo a desorientar el deseo del analista y la lectura, por el acto, y consecuentemente ocupar su lugar ("tu es le pere"),
agregado de una vertiente de pretendida transparencia síg- el hijo parricida, de súbito tan canalla como su progenitor,
nica: una suerte de factor antimetáfora, que sin inhabilitar deja ir a la mujer amada, para tomar como esposa, en pro-
por cierto la lectura, la torna más ardua. cura de recapturar su fortuna, a quien fuera la amante de
Por su rehusamiento a recibir la asistencia del sacerdote, éste (la hija del usurero asociado con el cual aquél pretendía
redoblado en el tic que afea su rostro, el modo en que Sygne esquilmarlo). Lacan designa descomposición estructural del
de Coufontaine enfrenta la inminencia de la muerte nos re- objeto materno a esta difracción de la elección de objeto edí-
cuerda el "mejor no haber nacido" de Edipo en Colana. Sólo pica, consustancial a la torsión del significante. 15
que ahora éste, al igual que otros elementos que dejan reso- Resalta así en esta nueva configuración el enlace entre
nar ecos de la tragedia clásica, se conjuga en la perspectiva dos variables, en modo alguno independientes: concomitan-
general de la irrisión del padre, bordeando siempre la virtual te al corrimiento de padre e hijo hacia la canallada y la ni-
inminencia del colapso de la diferencia significante. De las va- velación homicida, propios de la restricción de los márge-
rias figuras de padre claud.eliano, la más ilustrativa en este nes del significante, son las figuras femeninas y maternas
aspecto es Toussaint Turelure, padre (en El pan duro) literal- las que tienden a mantener la relación al ideal, al extremo
mente ''jugado a los dados", y cuya torpeza al intentar arre- de perder no sólo la vida, sino la misma deuda que sostiene
batar a su hijo fortuna y mujer ubica, para Lacan, un margen la ligazón al Otro. La madre ideal hace así figura de desme-
de comedia bufa en el corazón de la tragedia edípica. taforización; correlativa, en suma (por más que como su re-
verso), a la ignominia del padre restaurado.
Las particularidades de las condiciones "edípicas" propias
de una tal configuración se advierten claramente en las cir- imbecilidad "posicional" inherente al padre en la estructura edípica,
nos exime de abundar en ella. Véase Lacan, J., "El seminario sobre La
cunstancias en que se enmarca el parricidio en esa, la se- carta robada", en Escritos, t . I, Siglo XXI, Buenos Aires, 1985.
gunda de las tragedias que integran la trilogía, acontecida 15. Una descomposición al modo de la "constelación" del Hombre de las Ra-
durante la restauración monárquica: 14 el mandato de muer- tas (padre que por privilegiar el casamiento con un "buen partido" por
sobre la mujer amada traiciona al deseo); y que de algún modo invier-
14. La misma época, por cierto, en que transcurre "La carta robada" de te la de la freudiana "degradación de la vida erótica", por el hecho de
Poe. Lo conocido de su lectura por parte de Lacan en lo que hace a la ser el hombre quien se entrega por dinero, traicionando al deseo.

136 137
CARLOS BASCH V ERSAOUNG DEL PADRE

En relación a semejante figura de padre caricatura!, cuya Temporalidad de la lectura


voz no puede sino desfallecer al articular la ley sobre un fon-
do de repliegue narcisista y búsqueda de bienestar conco- Versagung del padre es el término que utiliza Lacan para
mitantes al hundimiento de los (sus) ideales, se configura el dar cuenta del perfil de bufonería trágica que prevalece en la
deseo claudeliano, tan cercano al que encontrara Freud al trilogía claudeliana. El mismo del que se vale Freud en un
interrogar el inconsciente: insistente y siempre renovado, a párrafo clave de su carta 52 a Fliess, a propósito del atasca-
la vez que vacilante y frágil. Sobre ese mismo fondo (más miento cruzado entre legalidad y temporalidad que llama a
y más acentuados sus relieves a lo largo del siglo reciente- la lectura de la retórica inconsciente. Dice allí que por la de-
mente finalizado) se recorta la escucha analítica. Con fre - negación (Versagung) de traducción,
cuencia desalentada por la aparente transparencia sígnica
del decir relativo a las afecciones somáticas, o (para decir- toda vez que la reescritura posterior falta , la excitación es
lo con la conocida imagen freudiana) enredados sus alean- tramitada según las leyes psicológicas que valían para el pe-
ces en cronificaciones hipostasiadas del grano de arena de ríodo psíquico anterior, y por los caminos de que entonces se
neurosis actual que subtiende siempre al discurso analizan- disponía. Subsistirá así un anacronismo, en ciertas provin-
te, la lectura del significante en tales condiciones no podría cias regirán todavía unos "fueros"; aparecen "relictos". 16
prescindir de la preservación, vía deseo del analista, de un
"punto de lectura". Ahora bien, si algo deja suficientemente en evidencia la
experiencia analítica es que, en el horizonte de la transfe-
Pero en este nuevo horizonte del padre, rehén de los en- rencia, la reescritura posterior, en efecto, falta ... toda vez:
gaños del verbo y restaurado al costo de un goce que - más esto es, que la Versagung del padre es condición de estruc-
allá de la desgracia de Job, dice Lacan- ordena disfrutar de tura, y que la consecuente persistencia de fueros anacróni-
esa misma injusticia que horroriza al sujeto, los lazos al pa- cos hace inexorable el llamado al Otro de la combinatoria
dre antiguo no han desaparecido simplemente. Se han ido al significante, convocado a reforzar la desfalleciente ley del
fundamento, donde la nostalgia y el terror ante el padre in- padre en el Edipo.
tocado por el significante persisten como primordialidad mí- Dicha Versagung, cercana a la perspectiva que abriera
tica; esa que Freud avistara como punto de fuga de la escu- Kierkegaard del pecado original como protopatorikon (peca-
cha analítica de los síntomas y demás producciones incons- do del primer padre), 17 soporta un primer punto de enganche
cientes. Es por eso que la experiencia del inconsciente freu- significante para que el lenguaje pueda echar raíces en la di-
diano, consustancial al deseo como don de discurso, no po- ferencia sexual (privilegiada en relación a todas las otras, por
dría haber surgido en otro horizonte epocal, y que en ella no plantear la alteridad en tanto tal): una falta primera de lapa-
se interpreta al padre, sino que éste es término de la inter- ternidad, que debe entenderse en la doble acepción del geni-
pretación. Así pues, de un análisis no se sigue otra paterni- tivo. Lo paterno, convocado para subsanar la injuria del ser,
dad que la que destella como metáfora por la lectura, que en tan sólo puede hacer don de filiación por el engendramien-
nombre del padre vacía la consistencia del espectro hacien- to de metáforas, en la medida en que no escatime los signifi-
do lugar, como sujeto que hace haber sido, a lo que el padre cantes que portan las marcas de su fallo (del padre, del len-
"restaurado" de nuestros días representa para (la falta de)
el padre antiguo. 16. Freud, S., "Carta 52", en Obras completas, t. I,Amorrortu, Buenos Ai-
res, 1998.
17. Véase Kierkegaard, S., El concepto de la angustia, Espasa-Calpe, Ma-
drid, 1982.

138 139
CARLOS BASCH
VERSAGUNGDELPADRE

guaje para decir lo irrepresentable del sujeto). Kierkegaard Cuando el momento de concluir el tiempo de comprender
subraya cierta dimensión de escándalo 18 en este choque de la desgaja alguna lectura que hace pasar el destello evanes-
razón con lo absolutamente diferente: no pudiendo dejar de cente del sujeto en la metáfora, lo que acontece, en definiti-
sentirse en deuda ante algo respecto a lo que no puede ir más va, es una suerte de mutua apropiación entre el impensado
allá, ni tampoco dejar de registrarlo en su paradoja, el suje- pensar, entreabierto por el decir en transferencia, y el ser
to hace de ese límite tanto el tormento de su pasión, como su en falta, que, puesto en acto por la lectura, opera la dona-
acicate. Sólo que algo allí no se deja abordar en las coordena- ción de un Otro tiempo, des-quiciado de toda sincronía con-
20
das de una simple frontera territorial. El lenguaje, convocado sigo mismo: un tiempo que no es, sino que hay.
para dar cuenta del ser, no puede apropiarse de eso in-fantil
que se le sustrae, pero no por ello deja de recubrirlo, en una
suerte de pliegue. Así plegado, insiste aquello que no deja de
no inscribirse, en una pulsación temporal que Lacan desig-
nara como de apertura y cierre. Asomada en cada vuelta de
repetición en transferencia a la apertura del Otro, la lectura
en análisis escribe, con la letra de su cierre, el (des)tiempo de
(\
ese (mal) encuentro entre registros heteróclitos.

Pero, entonces, si con Freud admitimos que la formación


de un síntoma requiere de dos tiempos, y con Lacan, que su
estructura es la de una metáfora a ser leída en la cura, ¿ubi-
camos acaso dicha lectura como un tercer tiempo? No estric-
tamente; al menos no en progresión lineal con los otros dos.
Por el agregado de un suplemento de opacidad a la "inter-
pretación" que las propias formaciones del inconsciente (ce-
diendo de algún modo al clamor del espectro por la restitu-
ción de la plenitud de sentido) ya portan por sí, la lectura ad-
quiere valor de consumación (parricida) de eso que el tiem-
po sintomático mantenía en souffrance de lo irrepresentable
traumático. La lectura delinea así un espaciamiento tempo-
ral, que propicia el duelo por lo imposible del padre. Al des-
echar toda totalización idealizante de la significación, y de
algún modo en las antípodas de la injuria, que golpea has-
ta entreabrir en el Otro el lugar para la metáfora, la lectu-
ra hace causa de su cierre 19 para articular, con el duelo por
lo imposible, la temporalidad disjunta de sí del sujeto.

18. Véase Kierkegaard, S., Migajas filosóficas o un poco de filosofía, Tro-


tta, Madrid, 1997.
19. Véase Lacan, J., El seminario, libro 11. Los cuatro conceptos funda-
mentales del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1987. 20. Véase Heidegger, M., Tiempo y ser, Tecnos, Madrid, 1999.

141
140
Capítulo VI

Catacresis

Daniel Rubinsztejn

La hipótesis que deseo someter a prueba y desarrollar en


este capítulo es que el Nombre-del-Padre tiene en el análisis
un poder catacrético. Catacresis es un tropo, una figura re-
tórica mediante la cual se otorga a una palabra un sentido
traslaticio para designar a una cosa que carece de nombre.
Por ejemplo: hoja de papel, hoja de la espada, alas del edi-
ficio, ojo de la cerradura. Carece de nombre y, en un senti-
do traslaticio, por ejemplo, ojo de la cerradura viene a nom-
brar algo que en sí carece de nombre. Es un término figural
porque la puerta no tiene ojo, ni el edificio tiene alas. Hay
un llamado a otras palabras para que concurran a ocupar el
lugar del nombre que no hay. En la medida en que no haya
término literal, habría catacresis.
Catacresis etimológicamente significa abuso del lengua-
je. A través de este abuso -la nominación catacrética- se es-
cribe en el lenguaje algo que hasta allí era innombrable, no
. poseía término literal. Este término sustituye... nada, por-
que no hay una palabra que sea sustituida por ese térmi-
no. La metáfora es la sustitución de un significante por otro,
pero "ojo de la cerradura" ¿a qué otra palabra sustituye? En
este sentido, se trataría de una metáfora originaria: la ins-
cripción de un significante, pero no en el lugar de otro sino
en el lugar de nada.
Para Nietzsche la metáfora dice de la pérdida de lo pro-

143
DANIEL RUBINSZTEJN CA't'AC!lliSlS

pio, del despojamiento de la individualidad. El hombre no la determinación universal del lenguaje para decir la inde-
puede tener más que representaciones y todas ellas son im- terminación del ser"3 •
propias; todas las palabras son impropias, entonces todas
serían catacréticas en un sentido. En "Psicoterapia de la histeria" (1896), 4 Freud escribe:
Agamben dice en Estancias: 1


[...] habremos de suponer que se trata realmente de ideas
Nada se sustituye a nada porque no existe un término que no han llegado a existir; esto es, de ideas para las cua- 1

propio que el metafórico sea llamado a sustituir. Hay una les sólo había una posibilidad de existencia, aceptando así
dislocación y una diferencia en el interior de un único signi- que la terapia consistiría en la realización de un acto psí-
ficar. En una metáfora originaria sería inútil buscar algo así quico no cumplido.
11

como un término propio. La dislocación metafórica no suce-


de entre lo propio y lo impropio sino que es una dislocación Lacan a su vez se ha formulado la misma interrogación:
de la misma estructuración del significar: la recíproca ex- ¿dónde está el deseo, dónde está el inconsciente antes que
clusión del significante y el significado. La experiencia ori- sea nombrado en el análisis, antes de la interpretación? Res-
ginaria es rastro y escritura. El significado está ya en posi- ponde: en el limbo de la abortadora. Habrá estado sin un lu-
ción de significante. gar.. . aún. El inconsciente no es ser ni no ser, sino lo no rea-
lizado, es el análisis el que tendrá a su cargo que se realice,
Afirma que el significante sustituye a otro significante, que se articule, que se diga. Pero, a su vez, eso que se dice
y que se trata de un juego entre significantes porque el sig- tendrá un defecto, que es falla fundamental por la inadecua-
nificado es un significante en posición de significado. Sos- ción del lenguaje para decir el cuerpo sexuado.
tiene que "lo humano es fractura de la presencia que abre Sitúa de este modo a la interpretación analítica en un re-
un mundo y sobre el cual se sostiene el lenguaje". Se recha- lieve que deseo relacionar con lo ya expuesto sobre la cata-
za así alguna reciprocidad de la palabra con el objeto y se cresis. La interpretación analítica tendría la dimensión de
subraya la inadecuación de la palabra al mundo, inadecua- una nominación catacrética. Es decir que, al poner en jue-
ción del lenguaje. go al Nombre-del-Padre, al padre como término, se conmue-
Abuso del lenguaje como definición etimológica de cata- ve la relación con el lenguaje, se revela la inadecuación para
cresis es correcto, pero se podría afirmar que todas las figu- decir la indeterminación del ser, para decir al cuerpo sexua-
ras retóricas, y la metáfora por supuesto, son abusos del len- do. Cuando una interpretación es tal, presentifica esta rela-
guaje. Es inherente a su uso el abuso. ción (de no-relación) del sujeto al lenguaje, revela la impro-
piedad de la palabra. Toda la relación del sujeto al lengua-
El gato hace guau-guau, el perro hace miau-miau. He je queda en suspenso, se conmueve en ese instante, por esta
aquí de qué modo deletrea el niño los poderes del discurso ... referencia necesaria al Nombre-del-Padre. Se pone en juego
e inaugura el pensamiento de la cosa. 2 el límite, la potencia del límite de la palabra (límite al poder
de la palabra), que a su vez hace posible la eficacia de la in-
El don tramitado por la metáfora remite a la instancia terpretación. Pensar la interpretación como nominación ca-
paterna que encarna y soporta la inadecuación del lengua- tacrética, creo que nos aleja de una asimilación de la función
je para decir el cuerpo sexuado. Encarna la inadecuación de
3. Véase el capítulo 5 de Carlos Basch en este libro.
l. Agamben, G., Estancias, Pre-Textos, Valencia, 1995. 4. Freud, S., Estudios sobre la histeria, en Obras completas, t. 1, Biblioteca
2. Lacan, J., La metáfora del sujeto, Horno Sapiens, Buenos Aires, 1978. Nueva, Madrid, 1948.

144 14{)
DANrEL RUBINSZTEJN CATACRESIS

del padre a cualquier pensamiento religioso porque resalta En el libro La evicción del origen, 7 Guy Le Gaufey rompe
su inconsistencia. con la idea de primacía y de antecedencia.
En el transcurso de un análisis quizás no haya tantas in-
terpretaciones; son momentos privilegiados en los que, cuan- La máquina metafórica hace ca-surgir un sujeto (Je) y un
do ocurren, efectivamente, las cosas ya no son como eran an- Nombre-del-Padre que no existían antes de esta ligazón se-
tes. Incluso, a partir del acto analítico, de la interpretación, paradamente. Si el padre es el progenitor, es necesario pen-
nace un nuevo sujeto que ya no es el que era antes. Analis- sar la antecedencia del padre al hijo. La metáfora pater-
ta -como portador de la función de la palabra- y analizan te na propone una contemporaneidad de ese padre simbólico
restan modificados. Sin embargo, este nacimiento es mortí- y de ese sujeto y deja de buscar una precedencia que otor-
fero porque presentifica la muerte: el acto analítico realiza gue al padre simbólico una consistencia intrínseca. Son ele-
en el ca-surgimiento de sujeto y analista, que este último de- mentos que cumplieron con la operación metáfora paterna
cline, en el mismo acto, su lugar. Del lado del analizante el sin que exista ninguna primacía. Se trata de los elemen-
acto presentifica la castración en tanto este nacimiento no tos que cumplieron con la operación. Este es el paso decisi-
le otorga sustancia, ni permanencia alguna. vo que dio Lacan.

En este sentido hay una suerte de realización de lo que te-


Sujeto y Nombre-del-Padre nía posibilidad de existencia -como las ideas en "Psicoterapia
de la histeria"- y que el análisis vendría a hacer posible. Se
La Versagung, el rehusamiento del padre, es condición trata de un tiempo que, cuando precipita, hace existir lo que
de estructura y la consecuente "persistencia de fueros ana- hasta allí estaba en potencia: sujeto y Nombre-del-Padre.
crónicos hace inexorable el llamado al Otro de la combina- No hay entonces precedencia sino ca-surgimiento del suje-
toria significante, convocado a reforzar la ley desfalleciente to y del Nombre-del-Padre. No es que el uno precede al otro.
del padre en el Edipo. [... ] Lo paterno, convocado para sub- En todo caso, insisto, hay elementos en potencia que reali-
sanar la injuria del ser, [... ] hace don de filiación por el en- zan su existencia por y a través de un acto.
gendramiento de metáforas"5 en los significantes que por- En el seminario XVIII,8 Lacan dice:
tan las marcas de su falla, del padre, del lenguaje, para de-
cir lo irrepresentable del sujeto. [...] en la experiencia analítica el padre no es más que refe-
En el seminario XVII 6 encontramos esta afirmación: "cual- rencial. Interpretamos tal o cual relación con el padre, pero
quier significante puede venir a representar al sujeto". Pero, ¿analizamos alguna vez a alguien en tanto que padre? [... ]
aclara, ninguno lo termina de representar. El padre es un término de la interpretación analítica. A él
Hay un juego de palabras (por homofonía) cuando se sos- se refiere algo [... ] De alguna manera el mito de Edipo pro-
tiene que el Nombre-del-Padre es pacificante, porque en fran- duce algunas molestias, porque aparentemente instaura la
cés se dice pacifiant. Lacan divide la palabra en pas-si-fiant primacía del padre, que sería una especie de reflejo del pa-
y dice que pacificante también quiere decir: no tan de fiar. triarcado [. .. ],a mí por lo menos no me parece en absoluto
No hay entonces ni plena representación, ni significantes un reflejo del patriarcado. Muy lejos de eso. Nos hace apa-
propios, ni garantía, sólo inadecuación. recer esto: un punto de acceso por donde la castración po-

5. Véase el capítulo V ya referido. 7. Le Gaufey, G., La evicción del origen, Edelp, Buenos Aires, 1995.
6. Lacan, J., El seminario, libro 17. El reverso del psicoanálisis, Paidós, 8. Lacan, J., Seminario XVIII. De un discurso que no sería de la aparien·
Buenos Aires, 1992. cia, inédito, 1971.

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DANIEL RUBINSZTEJN CA'l'AC.:tU:!:li!:l

dría ser aferrada por un acceso lógico y de esta manera que Actualidad del Edipo
designaría por ser numerable. El padre no solamente está
castrado, sino que es castrado precisamente al punto de no Le Gaufey afirma que "El Nombre-del-Padre no es unifi-
ser más que un número. cador de una multitud y no es punto de origen de una serie.
Así se golpea la consistencia de la religión que Tótem y tabú
Escribe allí la sucesión de reyes: Jorge III, Jorge IV, etc. fortalecía al describirla". "
Continúa: "La madre en su descendencia, diré, es innu- Es una crítica al texto Tótem y tabú, que, según él, sólo
merable. Es innumerable en todos los sentidos propios del describía la identificación del padre con el origen. Todo em-
término, no se puede numerar porque no hay un punto de pezó con un protopadre. Dice así:
partida."
En este seminario, al menos en estos párrafos, no tiene Esta identificación [del padre con el origen] puede esta-
duda Lacan de que al mito no se lo puede eludir. El mito hace llar porque ahora [se refiere a Lacan] podemos distinguir
aparecer, da la posibilidad de un acceso lógico a la castración. el progenitor del padre simbólico.
Decir que al padre se refiere algo, que es término de la inter-
pretación, significa que el padre es elemento de un cálculo y Con Tótem y tabú todo el mundo se ordena en virtud de
que no cuenta en tanto tal como una consistencia. que Freud lleva casi hasta el punto de ruptura, sin atrave-
sarlo jamás, el mundo de la representación y la figura del
En el capítulo "El amo castrado" (seminario XVII) distin- padre-origen.
gue entre discurso analítico y discurso amo. Discurso ana-
lítico como contrapunto del discurso amo. Efectivamente, Desde Lacan ya no tiene que alojarse una figura que le
el S 1 de abajo, del discurso analítico, es el primer punto del garantizaría un poco de ser aparte. Por eso el padre simbó-
discurso del amo. Lacan ubica el contrapunto entre el lugar lico se reduce en Lacan al poco ser de un significante.
fundamental que ocupa el S 1 en el discurso del amo y el de
desecho que ocupa en el discurso analítico -un significan- Entonces, Guy Le Gaufey plantea la misma lectura que
te menos tonto-. Joseph Goux en Edipo filósofo: que Freud otorga consisten-
cia a la religión porque ésta no queda cuestionada, y que el
Pero por eso también cada uno de ellos es capaz de ad- amor al padre queda inalterado. Y, además, que queda iden-
quirir la posición de significante amo, precisamente por lo tificado el padre con el progenitor.
siguiente, porque su función eventual es representar a un Sin embargo, lo primero que queda despegado en Tótem
sujeto para cualquier otro significante. y Tabú es el padre del progenitor. En ningún momento que-
da identificado el padre al progenitor.
De algún modo todos los significantes son equivalentes, Lacan no es unívoco al decir "el Edipo no sirve para nada".
porque sólo juegan con la diferencia de cada uno respecto Después dirá: "Yo no dije que el Edipo no sirva para nada".
de todos los demás [... ]
En el seminario XV, El acto psicoanalítico,9 dice:
El sujeto está representado por un significante pero, lo
hemos dicho, también no está representado. El Edipo es el marco dentro del cual podemos reglar el

9. Lacan, J., Seminario, XV El acto psicoanalítico, inédito.

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DANIEL RUBINSZTEJN CA'l'ACit~;HIS

juego [... ] Nos damos cuenta de los fallos, de las diferencias con tomar en la mano los significantes que las histéricas le
[... ] en relación a un mito, simplemente en relación a algo daban sin necesidad de apelar al mito de Edipo. Dice:
que nos permite poner en orden nuestras observaciones.
[... ] las configuraciones que ella le proporcionaba, hubieran
Incluso dice que sin Edipo el psicoanálisis sería un de- debido resultarle aquí mejor guía que el complejo de Edipo
lirio. y le hubieran debido llevar a pensar que esto sugiere la ne-
cesidad de reconsiderar, en el nivel del propio análisis, cuál
En el seminario V, 10 Las formaciones del inconsciente, afir- es el saber que hace falta, para que este saber pueda ser
ma Lacan que: puesto en cuestión en el lugar de la verdad.

[... ] el Nombre-del-Padre, lo que yo llamo el Nombre-del- El Edipo ahí desempeña el papel de un saber con pre-
Padre, es decir el padre simbólico. Esto es un término que tensiones de verdad. Se trata de la función del mito, así de-
subsiste a nivel del significante. Es algo que en el Otro, [... ] nomina a la función cuando el S2, el saber, está en el lugar
representa a este Otro en el Otro, ese significante [... ] que de la verdad (en el discurso analítico). Lo que queda dicho
promulga la ley. es que la función del mito es inexpurgable en la realización
de la verdad.
En el mito, el padre muerto promulga la ley; el padre Lacan dice que el error de Freud fue sustituir los signi-
muerto es el Nombre-del-Padre que se construye a partir ficantes que las histéricas le ofrecían, por la referencia in-
del contenido del mito. A partir de aquí se articula el orden sistente al Edipo, la versión del Edipo de Sófocles (matar al
significante, la ley de prohibición de la madre, a partir del padre para gozar de la madre), que es distinta al mito de
mito del padre muerto, del tótem. Tótem y tabú. La versión de la tragedia es un mito histérico
Volvamos a los párrafos más conflictivos del seminario porque sostiene la idealización del padre; es un mito dicta-
XVII: do por las histéricas. Pero ¿cómo aparece el mito de Edipo?
¿Cómo se introduce el complejo de Edipo en la teoría? Sur-
[... ] el padre no es sólo lo que es, es un título como el de ex ge a partir del "sueño de muerte de personas queridas", en
combatiente, es un ex genitor [... ] algo que siempre está 1900, a partir de una asociación con el mito de Edipo. Apa-
en potencia, en materia de creación. ¿Y por qué se equivo- rece como una asociación de Freud en el marco del análi-
có Freud [. .. ] ? ¿Por qué sustituye el saber que recoge de to- sis de sus sueños. Antes de introducirlo en la teoría lo in-
dos esos picos de oro, Anna, Emmie, Dora, por ese mito, el troduce como término de una asociación para el análisis de
complejo de Edipo? su propio sueño.

Responde: "La idea de poner al padre omnipotente en el Si toda la interpretación analítica se decantó del lado de
principio del deseo queda suficientemente desmentida por la gratificación [... ] o no a la demanda, [... ] es probablemen-
el hecho de que ése es el deseo de la histérica cuyos signifi- te en razón del carácter estrictamente inservible del com-
cantes amo extrajo Freud". plejo de Edipo.
Desde la escena traumática de seducción paterna, a su
sustitución por la fantasía. Aparentemente, era suficiente Se plantea una diferencia entre el discurso analítico y el
discurso de los analistas. No es lo mismo. Cuando se refiere
10. Lacan, J., El seminario, libro 5. Las formaciones del inconsciente, Pai-
dós, Barcelona, 1999. al discurso de los analistas de su época, lo hace para criti-

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CA'l'AClU:SIS
DANIEL RUBINSZTEJN

car el uso de las nociones de gratificación y frustración, dis- 3. Además, está muerto, excluido, se llevó su secreto y su
curso dominante entre los analistas. misterio a la tumba.
Si durante años se interpretó alrededor de gratificar o no
la demanda, y todo el eje del análisis estaba puesto en eso, Lacan se burla cuando afirma que goza de todas las mu-
entonces a los analistas el complejo de Edipo no les servía jeres porque, dice, apenas se puede gozar de alguna. Se ríe
porque sólo hablaban de gratificación, satisfacción, frustra- del mito freudiano, pero para mostrar que es paradoja! y
ción de la demanda. además absurdo que se goce de todas las mujeres y que
haya un todo goce.
¿qué lugar tiene en un análisis, la referencia a este famoso
complejo de Edipo? [.. .] Los de mi escuela se esfuerzan en
hacer algo con esto ... Función del mito. Campo de las paradojas

Podría ser leído, y muchos analistas lo leen así, que La- Le Gaufey dice que el mito de Tótem y tabú mantiene
can dice que el Edipo es estrictamente inservible, que no sir- al padre todo amor, describe, no toca la religión. Lacan,
ve para nada. Insisto: considero que está criticando a lo que en cambio, dice que la pone en cuestión porque pone un
él llamó el discurso de los analistas, que trabajan de este punto de absurdidad y de paradoja en el mito. Es lo que
modo, con los parámetros de si hay gratificación o no. Para escribe como :Jx : <\>X, que es la expresión qe este proto-
ellos, entonces, el Edipo era inservible porque no ordenaba padre. Lo escribe leyendo la exclusión del protopadre; su
ningún campo de la acción analítica. asesinato constituye la comunidad de los hermanos, a
condición de quedar fuera . Es esta su lectura del Moisés,
Es algo estrictamente inservible, salvo porque recuerda quien no puede entrar a la tierra prometida.
de forma grosera el valor de obstáculo de la madre para toda Con estos mitos, según Le Gaufey se trata de simular
investidura de un objeto como causa del deseo. algo y es que el padre está castrado desde el origen. Porque
si se dice que había una vez ... un protopadre que no estaba
Freud, por ejemplo, en la última de sus "Nuevas confe- castrado, que gozaba de todas las mujeres, eso velaría que
rencias sobre psicoanálisis", puede creer zanjado el tema el padre está castrado desde el origen. Pero, insisto, a ese
de excluir a la religión del horizonte de lo admisible, puede protopadre Freud no lo llama padre. Estas son las parado-
creer que el psicoanálisis desempeña en eso un papel deci- jas del texto. Lo llama protopadre, macho de la horda, jefe.
sivo y que ya está todo dicho con decirnos que la base de la Además, no habla el texto de prohibición sino que habla de
religión no es más que el padre al que el niño recurre en su impedimento. Ni de padre ni de prohibición: sólo un macho
infancia sabiendo que es todo amor... que impide. Y una vez muerto, la obediencia retrospectiva
lo transmuta en padre ... muerto.
Lacan dice que Freud preserva con el amor al padre lo Respecto del capítulo "Del mito a la estructura", se ha
que es sustancial en la religión. Pero que hay una paradoja entendido que una vez planteada la estructura: :Jx : <\>X, no
en la religión misma o en la relación del psicoanálisis con la se tendría más necesidad de mito, el psicoanálisis podría
religión al introducir estas afirmaciones: prescindir de él.
Lacan no piensa así:
l. El padre es todo amor.
2. El padre es el que goza de todas las mujeres.

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152
DANIEL RUBINSZT&JN CA'I'ACiti~HI~

[...] el medio decir es la ley interna de toda clase de enuncia- en una salida heterosexual normativizante para algunos
ción de la verdad, y lo que mejor encarna esto es el mito. síntomas (que Dora acepte su amor por K o por el ingenie-
ro, e Isabel, su pasión por el cuñado), es arriesgado soste-
Sin embargo, bien podemos no declararnos satisfechos ner que en el discurso de Freud se plantee que hay relación
con el hecho de que en el psicoanálisis nos encontremos to- sexual. Textos como "La degradación general de la vida eró-
davía en el mito [... ]. Pueden decirse muchas tonterías acer- tica", El malestar en la cultura, ''Análisis terminable e in-
ca del mito, porque es precisamente el campo de las tonte- terminable", entre otros, afirman que la sexualidad huma-
rías. Y la tontería, como se los he dicho siempre, es la ver- na no es satisfactoria, que la pulsión carece de objeto, y que
dad. Es idéntico. La verdad es algo que permite decir cual- el deseo se estructura en torno a una falta, que el principio
quier cosa [... ] . de placer está destinado al fracaso, que la libido es mascu-
lina, que no hay relación entre los sexos, sino que lo que los
No estoy diciendo, de ningún modo, que el Edipo no sir- "une" es el común repudio de lo femenino.
va para nada, ni que no tenga ninguna relación con lo que Resalto además lo que considero el carácter fundante de
hacemos [... ]. la paradoja, con una paradoja:

¿Qué es un mito? No respondan todos a la vez. Es un con- No hay ningún hombre que pueda gozar de todas las
tenido manifiesto ... el psicoanálisis parecería que prefiere mujeres.
mantener, reservar, el campo de la religión. No hay todas las mujeres.
Es imposible matar al padre, porque no hay padre que
En todo caso, lo que la práctica del análisis no puede, es como tal esté vivo.
hacer desaparecer del todo a este campo, ni la función del
mito como único modo de medio decir la verdad. Considero que el error de este pensamiento está en el pun-
En un artículo, Erik Porge plantea que Lacan al enunciar to en el que Porge se esfuerza en eliminar la paradoja. Es
"no hay relación sexual" cambia el inconsciente, y que a par- discutible, además, que el inconsciente de Lacan sea distin-
tir de aquí ya no se trata más del inconsciente freudiano. 11 to del inconsciente de Freud, que el inconsciente de Lacan
Es el inconsciente lacaniano. Y, además, afirma que Lacan sea "no hay relación sexual" y que el de Freud plantee que
"lo integra al complejo de Edipo y elimina la paradoja". sí la hay. Lacan sostiene, afirma la paradoja. Lo que apare-
ce como contradictorio entre el mito y la tragedia de Edipo
Son varias las conclusiones que surgen de esta afirmación: lo piensa como paradoja!.

En el inconsciente freudiano hay relación sexual. l. En la tragedia de Edipo, el asesinato de Layo -y el des-
- La paradoja no puede ser fundamento. ciframiento del enigma de la esfinge- es la condición
- Lacan propone otro fundamento, otro paradigma. de goce.
Hay un ideal de integración. 2. En el mito encontramos la clave del goce. En el mito,
la prohibición del goce se edifica a partir de la muerte
Intentaré argumentar mi desacuerdo con este planteo. del padre.
Si bien en el historial de Dora o en el de Isabel de R., Freud
deja entrever que tiene esperanzas en una cura por el amor, El asesinato del padre no es condición de goce como en la
11. Porge, E., "Como es dicho el padre", en Littoral, W 9, 1990. tragedia de Sófocles.

154 1fi!)
DANIEL RUBINSZTEJN CATA< au•:sts

Se distingue así mito de tragedia. La tragedia de Edipo gravitatoria. En la quietud, aunque opera la fuerza, no nos
y el mito de Tótem y tabú. percatamos de su acción. Es un operador que está y a veces
caemos en su cuenta.
[...] el padre muerto tiene la salvaguarda del goce y que de
ahí partió la prohibición del goce, de ahí procede. Considero que el intento de retirar la paradoja del psi-
coanálisis es pensar que efectivamente hay otro inconscien-
Hay equivalencia entre el padre muerto y el goce. Es esto te que no es el de las formaciones del inconsciente, que no es
lo que se enuncia en el enunciado del mito. Esto es un signo el de los sueños, que no es el del síntoma. ¿Cómo se podría
de lo imposible mismo. Es el enunciado de lo imposible. Es el practicar un psicoanálisis sin paradoja?
no saber del goce del padre. Él no sabía que vivía de ser mor- Cuando se afirma que Lacan ha sustituido el mito por la
tal. Es decir, hay algo del padre que radicalmente no sabe, y, lógica, se intenta desterrar al mito y reemplazarlo por el uso
si lo supiera -esto es paradoja!-, se llevó su secreto a la tum- de fórmulas. Como si fuera posible pensar la transmisión de
ba. El padre primordial, podríamos decir que es lo primor- la castración, su operatoria ("el operador de la estructura es
dialmente reprimido. Algo así como el ombligo de lo simbóli- el padre real") sin complejo de Edipo. Ya no sería sólo la evic-
co, porque ahí hay un absurdo que es el absurdo que se des- ción del origen, sino la evicción de los espectros y del mito.
prende del mito de Tótem y tabú al plantear la equivalencia En el seminario IV 12 Lacan ya había mencionado al pa-
del padre muerto y el goce. Esto implica hacer de este punto dre real. Es al padre real a quien le confiere la función des-
el lugar de lo imposible: que un muerto goce ... pero, ¿él sabe tacada en el complejo de castración.
que goza? Este punto remite a lo real de la estructura.
Lacan llama padre real a la relación entre padre muer- Es preciso que el padre real juegue de verdad el juego.
to y goce imposible. Dice: ¿el padre real qué es? Es el opera- Debe asumir su función de padre castrador, la función de pa-
dor estructural, el agente de la castración (ex combatiente), dre en su forma concreta, empírica, casi iba a decir degene-
como cuando se tiene un agente que trabaja para uno. Se lo rada, pensando en el personaje del padre primordial [...] .
indemniza para que no tenga otra cosa que hacer más que
de ... padre. Hace el trabajo de la agencia amo, pero lo que Se relaciona así padre y goce. Si bien a esta altura de los
hay es una operación real de este padre real que es la cas- desarrollos es el portador de la prohibición, también sufre
tración, por la incidencia del significante en el cuerpo. la barra, está castrado.
También en el seminario IV retoma el "Tú eres el que
No es en absoluto sorprendente que nos encontremos sin me seguirás" y dice que el padre diría un: "Tú eres el que
cesar con el padre imaginario. Es una dependencia necesa- me mataba".
ria, estructural de algo que precisamente se nos escapa y
que es el padre real.
Tú eres ...
El padre real es equivalente a goce imposible, goce del pa-
dre muerto. Se articula con lo que concierne al padre imagi- Un sueño relatado en análisis: la tía, hermana de su ma-
nario en la prohibición del goce. El padre real, es una cons- dre, es en este sueño, su jefa en su trabajo. Él piensa que ahora,
trucción del lenguaje, no tiene otro real más que ese. por fin, va a estar bien en su trabajo. Se pone contento. A ren -
Se experimenta la presencia del padre real, como en la caí-
da cualquiera de nosotros puede experimentar la atracción 12. Lacan, J., El seminario, libro 4. La relación de objeto, Paidós, Barcelo
na, 1994.

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DANIEL RUBLN~Z'l'&JN CATACllESIS

glón seguido, aparece su madre y le dice que la tía lo critica Le va muy bien en el trabajo. Queda así del lado de su tía.
porque no está contenta, no está conforme con su trabajo. Efectivamente, hay una línea que va de la madre a su her-
mana y de él a su hermana. Hay además una relación entre
Se despierta. Pasa de estar contento a un despertar alte- "desamorada" y "desamparado".
rado. Cuenta que su madre está alejada de la hermana. Esta ¿Cómo cada quien toma la palabra frente a una frase con-
tía es exitosa aunque, dice él, desamorada. Le pregunto por denatoria?: "Serás un gran hombre o un gran criminal", "Tú
esa expresión. Se ríe y dice que su madre se expresa así de eres la que me seguirá siempre", ¿qué sucede con el sujeto?,
su hermana: "es una desamorada", que no se ocupa de ella. ¿cómo responde?, ¿toma o·no la palabra?
En el sueño, le parecía estar amparado porque la tía era la
jefa, pero al final se encontró desamparado.
Hace unos días la hermana de él les cuenta lo mal que
le va en la búsqueda de trabajo, que nadie la llama a pesar
de dejar su currículum en varios lugares. La madre la inte-
rrumpe diciendo: "Lo mismo que a mí, nadie me ofrece tra-
bajo". La hermana enojada le dice: "No, no es lo mismo". Aún
no se recibió y está buscando trabajo para pagarse los gas-
tos de su carrera. Él dice con tono burlón: "Se está tratan-
do de diferenciar".
"Ella sí", dije.
A riesgo de cometer una analogía, quiero hacer uso de la
frase "tú eres el que me seguirás" para pensar algo de este
recorte.
"Tú eres la que me seguirá siempre" podría ser la frase
dicha por la madre en ocasión de decir "lo mismo que a mí"
(''Vos me seguís los pasos y te pasa lo mismo que a mí, las
mismas desgracias").
Pero queda cuestionado en el enojo de su hermana cuan-
do dice que no es lo mismo. Me parece que con el no, no la
sigue y que él, con su burla, sigue siguiendo a la madre. Se
burla del "se está tratando de diferenciar" y esa burla qui-
zás diga que para él nq tiene sentido una diferencia posible
con la madre.
¿Por qué dije "Tú eres la que me seguirá" y no "Tú eres el
que me seguirá" tratándose de un analizante? Porque en va-
rios momentos del análisis quedó cuestionado por él mismo,
hasta con sensaciones corporales, si él es varón o no. Una
manera de seguir a la madre es con esta burla, pero impli-
ca para él seguirla como "la". Sin el tono de burla no podría
haber sido escuchado.

lf>H
158
Capítulo VII

Final de un análisis

Daniel Rubinsztejn

En el texto "Un trastorno de la memoria en la Acrópolis", 1


Freud se presenta diciendo:

Ahora que mi capacidad está agotada, le ofrezco el rega-


lo de un venido a menos.

En el último párrafo explica qué quiere decir venido a


menos: a su edad, en su vejez, depende de la indulgencia de
los demás.
Esta carta, escrita en 1936, relata un suceso que tuvo lu-
gar en 1904 y que a pesar de que transcurrieron treinta y
dos años dice que nunca llegó a comprender. Sólo se preci-
pita una conclusión cuando redacta esta carta-regalo a Ro-
main Rolland. Este análisis, en forma de carta, es un mo-
mento de resolución que concluye ese tiempo de comprender
el incidente que cada tanto retornaba a su memoria.
En "El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipa-
da. Un nuevo sofisma'? Lacan propone tres tiempos del in-
consciente: instante de la mirada, tiempo de comprender y
momento de concluir. El momento de concluir, efectivamente,
se produce con este análisis de lo ocurrido treinta y dos años
atrás. El tiempo de comprender ha durado treinta y dos años.

l. Freud, S., "Un trastorno de la memoria en la Acrópolis", en Obras com


pletas, t. III, Biblioteca Nueva, Madrid, 1958.
2. Lacan, J., Escritos, t. 1, Siglo XXI, México, 1985.

1()1
DANIEL RuBINSZ'l'EJN FINAL DE UN ANÁLISIS

Vuelve como recuerdo y nunca, hasta esta carta, le había en- aquí una reacción paradójica." Relaciona de este modo incre-
contrado la clave de análisis. Es necesario recorrer las con- dulidad en Grecia con desazón y mal humor en Trieste.
diciones que posibilitan el momento de concluir este tiempo Asocia esta situación con el texto "Los que fracasan al
de comprender, que se extiende de 1904 hasta 1936. triunfar". 3 ¿Por qué, cómo es posible que algo que esté orien-
Romain Rolland es diez años menor que él, igual que la tado hacia el fin de dar placer termine siendo displacente-
diferencia de edad que Freud mantiene con su hermano Ale- ro? Y ¿cómo es posible que alguien que triunfa, fracase? En
jandro, con quien viajó a Atenas. Con él discurrieron el plan cambio, no nos asombraría que el intento de rechazar la rea-
que un amigo les había sugerido: ir a Atenas y no a Corfú, lidad - lo que hace la primera persona de estas dos- se refi-
una isla que está al oeste de Grecia, porque hacía mucho ca- riera a una amenaza de producir displacer, cuando era pla-
lor. Cuenta que hablaron de ese plan, se acercaron a la venta- cer lo que hubiese sido esperable. Respecto de la increduli-
nilla, no comentaron entre ellos nada y con cierto mal humor dad dice que no habría creído posible que le fuese dado con-
(y es esto lo que le llama la atención) terminaron comprando templar Atenas con sus propios ojos.
los pasajes y esa misma tarde visitaron la Acrópolis. Lo que
no comprende (primera incomprensión) es ese mal humor y Me encuentro en la Acrópolis pero no puedo creerlo. Por
esas vacilaciones previas a acceder a la ventanilla. un momento tuve la sensación de que lo que aquí veo no
Quiero resaltar algunos párrafos que ponen en juego un es real.
"nosotros" y luego la emergencia de un reflexivo:
Un sentimiento de extrañamiento. Sin embargo realiza un
"[... ]el plan que nos había propuesto." análisis que descarta esa vía. Dice que rechazó esa sensación
"En la tarde de nuestra llegada, me encontré en la Acró- a costa de un pronunciamiento sobre el pasado y que, agrega,
polis." se producen en ese momento dos transformaciones: que habrá
pensado en el pasado que no existía la Acrópolis y que pasó
Ese "me" creo que anticipa el momento de concluir. de su relación a la Acrópolis a su existencia. Una cosa es no
Frente a la Acrópolis le acontece una escisión, como si hu- poder verla, dice, y otra, dudar de su existencia. Y retrotraer
biera dos personas: una que se ve obligada a creer en algo la idea presente a un momento del pasado, son las dos trans-
cuya realidad le ha sido dudosa, y la otra que es sorprendi- formaciones que, señala, ocurrieron en ese momento.
da porque la existencia de Atenas fuera puesta en duda por Diferencia las nociones de extrañamiento, desdoblamien-
la primera. to y despersonalización. Son modos de defensa, y agrega que-
Un suceso extraño (segunda incomprensión), porque una de estos mecanismos, al igual que las alucinaciones, no faltan
las personas no dudó jamás de la existencia de la Acrópolis. en los hombres normales. 4
El inicio del análisis comienza con una relación entre la
desazón en Trieste, el mal humor, la indecisión y la ocurren- 3. Freud, S., "Algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo psicon
cia frente a las ruinas. Estos dos acontecimientos están ín- nalítico", en Obras completas, t . II, Biblioteca Nueva, Madrid, 1948.
timamente vinculados. Hay una expresión de incredulidad, 4. Los fenómenos de extrañamiento y desdoblamientos, que encuen trun
en la experiencia del doble acaso su punto más extremo, se produto n
algo así como: Too good to be true, demasiado bueno para ser en los momentos en que la división del sujeto desfallece. Ese mcHtwn
cierto. ¿Llegaremos a ver Atenas? Eso no es posible, apenas toes el de la angustia en su sentido más radical. La experii'nria dol
podían llegar hasta Corfú. desdoblamiento por la cual me veo como visto por otro, eH ('Orr"~<l u ll
Se pregunta por qué tanta incredulidad frente a algo que va del hecho de que la división, que sost iene la posibilidncl nti HIIII I d1 •
la experiencia, ha quedado suspendida, dejó de funcionnr c·omo c·o11
debería procurar placer como conocer una ciudad nueva. ''He
dición pum preHenta rse e n la escen a.

162 1(¡;¡
FINAL 1ll•: IIN ANAI.Ifll!i
DANIEL RuBINSZTEJN
cisión de salir, y antes de decir de qué color es el disco que
Le cuenta a Romain Rolland la historia del rey Boabdil, llevan en su espalda necesitan de estos movimientos de
que frente a la noticia de la caída de la ciudad manda ama- los otros y de la tensión con los otros, para terminar cada
tar al mensajero y hace como que no llegó. Entonces, a ese uno concluyendo lo que él es, y no "nosotros somos blan-
mecanismo, del que ya había hablado en los Estudios sobre cos o negros", sino "yo soy un blanco". Es en ese momento
la histeria, lo llama non arrivé, no llegó la noticia. Muerto el donde se precipita un juicio en el que alguien se nombra.
mensajero, muerta la noticia. Corrige estas dos transforma,- Hay una precipitación de una identificación. En el duelo de
ciones y dice que no es cierto que haya dudado de la existen- palabras de Hamlet con Laertes, ante la tumba de Ofelia,
cia de la Acrópolis; de lo que dudé, dice, es de que llegara a cuando sale diciendo "Yo soy Hamlet el danés", nos podría
Atenas, de llegar tan lejos, y asocia con los adolescentes que evocar el "soy un blanco". Pero todos estos movimientos,
quieren escapar de su hogar para escapar de la tutela de los ya sea el de Hamlet con Laertes, el de los presos en el " ...
padres. Ese deseo de viajar, de correr aventuras se arraiga nuevo sofisma" o el de Freud a través de la carta a Romain
en la insatisfacción con el hogar y con la familia. En "La no- Rolland, necesitan del rodeo por otros, junto a otros, para
vela familiar del neurótico", se destaca la caída de los padres terminar afirmando solo, sin otro: "yo soy...". No se podría
de su lugar idealizado, y su sustitución por otros. llegar a esta conclusión de "yo soy... el danés ... o un blan-
co" o a la conclusión a la que llega Freud, sin haber pasa-
Ese día, en la Acrópolis, bien podría haberle pregunta- do por esta relación al otro. Considero que este es el lugar
do a mi hermano: "¿Recuerdas aún cómo en nuestra juven- que adquieren los "nos" y el "me", que aparecen en este tex-
tud recorríamos día tras día las mismas calles? ¡Y ahora es- to como claves de lectura.
tamos en Atenas, parados en la Acrópolis! ¡Realmente, he- ¿Qué es esto de llegar tan lejos? Después de todo, son sólo
mos llegado lejos!" unas horas más a Atenas que a la isla de Corfú.

Nuevamente se refiere al llegar lejos. Recuerda que Na- La satisfacción de haber "llegado tan lejos" entraña se-
poleón, cuando fue coronado emperador, le dice a su herma- guramente un sentimiento de culpabilidad: [... ] algo ances-
no: ¡qué diría ahora nuestro padre! Aparece en esta asocia- tralmente vedado.
ción la referencia al hermano, como la de Freud al suyo (y en
la carta al lugar que ocupa para él Romain Rolland). 5 Hay Aparece así la crítica infantil al padre, el menosprecio
una invocación al padre en ese momento: que sigue a la sobrevaloración. Nos detenemos en la famo-
sa frase:
¿Qué diría de esto monsieur notre pere si ahora pudie-
ra estar aquí? Parecería que lo esencial del éxito consistiera en llegar
más lejos que el propio padre ...
¿Dónde han llegado? ¿Cuán lejos han llegado? Hay mo-
mentos en los que Freud dice "nos", mi hermano y yo, y La frase puede ser dividida de este modo: éxito y ma.'ll•·
hay momentos en que él utiliza la primera persona. Cuan- jos, de un lado, y tratar de superar al padre fuese atín aiJJP
do utiliza la primera persona, es como en el ejemplo de los prohibido, del otro.
presos, que pasan de mirar a los otros, los movimientos de
los otros, las vacilaciones que hacen antes de tomar la de- Vuelve al "nosotros" en el texto y dice:
5. También en las asociaciones del sueño expuesto en el capítulo ante-
rior.

164
DAN 11•:1. l{u III NHZ'I' I•~ J N I•' INAI , Ul•: UN ANÁI ,IHIH

Lo que perturbó nuestro placer por el viaje a Atenas era, El padre es un término. Superar al padre o ir más lejos
pues, un sentimiento de piedad. que el padre, no es lo mismo. Lo imposible es la desligadura
pura, un ser sin Otro. "Superar" evoca un mito heroico, so-
Es allí donde dice que el padre de ellos era alguien que meterse a pruebas, como vencer al dragón. Por eso en Edi-
no tenía interés por conocer la Acrópolis; ese mundo no le po filósofo, lo que dice J. Goux: es que Edipo es un mito irre-
interesaba, en cambio a ellos sí. gular, porque Edipo mata al padre, lo que no ocurre en los
Sostengo que es necesario dividir la frase porque una cosa otros mitos. En todos los mitos hay una prueba en la que el
es el éxito en llegar más lejos y otra es la idea de superar al héroe supera la prueba y el premio es una mujer.. . que no
padre. ¿Qué es lo prohibido? ¿Llegar más lejos que el padre es la madre. Rompe con todos los mitos anteriores, griegos
y tener éxito o superarlo? Llegar más lejos ¿acaso es lo mis- y de Oriente también. Siempre hay una prueba, el rey so-
mo que superar al padre? mete a un joven a una prueba y el premio será un reino, la
De algún modo, al final del texto, y a partir del sentimien- princesa; etc.
to de piedad por el padre, retornan las palabras de Freud Hay un punto de soledad, en ese sentido, y de diferencia.
cuando hablaba de sí al principio ("mi capacidad de produc- Esa diferencia, respecto al deseo del analista, Lacan la ubi-
ción está agotada", "un venido a menos"). Hay un retorno de ca como diferencia absoluta. El analista debería apuntar a
ese padre que merece piedad cuando él habla de su propia la diferencia entre signo y significante, y al significante con-
fragilidad y que depende de la indulgencia ajena en ese mo- sigo mismo. Pero en la neurosis la diferencia6 no tiende a lo
mento. La pregunta es si el éxito que alcanza Freud yendo absoluto. ¿Cómo ser padre sin ser El padre? No se transita
a la Acrópolis o escribiendo La interpretación de los sueños sin fantasmáticas de superación, de triunfo, de asesinato, del
o lo inédito de la práctica psicoanalítica que él inaugura, si tercero peijudicado. Ir más allá del padre (o más lejos) sería
ese éxito se logra como triunfo sobre el padre, o si es llegar un pliegue interior a la función paterna misma.
más lejos que el padre. Pero eso no implica un triunfo sobre
el padre. Me parece que la idea de superar al padre está en
la línea del héroe que necesita vencer a su padre para po- Paradojas ... Aún
der ir más lejos, para triunfar. En cambio, llegar más lejos
no necesariamente implica eso, de ninguna manera. Llegar La paradoja es un pensamiento que emplea expresiones
más lejos o más allá del padre, lo que hace es introducir una que envuelven contradicción. Se opone así a la común opi-
diferencia entre el hijo y el padre. nión. Para Deleuze7 es la afirmación de dos sentidos a la vez;
es lo que destruye el buen sentido como sentido único, des-
"Más allá del complejo de Edipo" se llama el capítulo del truye además el sentido común en tanto identidad fija. Es
seminario XVII. Lacan no le puso ese nombre a ese capítu- la destitución de la profundidad, porque expone los aconte-
lo, fue establecido después. De todos modos, retomemos la cimientos en la superficie desplegando el lenguaje a lo lar-
idea de más lejos y más allá pensándolo como una diferencia. go de este límite. Un elemento paradoja! tiene la singulari-
Cuando decimos más allá del padre, ¿no lo podemos pensar dad de estar desplazado respecto de sí mismo, de faltar a su
como pensamos el más allá del principio del placer? Porque propio lugar y a su propia identidad, a su propia semejanza
el más allá del principio del placer no es independiente del y a su propio equilibrio.
principio del placer, sino que siempre aparece en inmixión
porque hay un trabajo silencioso del más allá en el princi- 6. Esa diferencia también se puede pensar desde el par: alienación-se-
pio del placer, es impensable un más allá puro. paración.
7. Deleuze, G., Lógica del sentido, Paidós, Barcelona, 1989.

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J)ANI J•:L ltlJJIJNHZ'I 'I•~JN FINAL Jll•: UN ANÁLlHIH

Deleuze dice que la fuerza de las paradojas reside en que bién deberíamos tomarla como Nombre-del-Padre. Armar
no son contradictorias sino que nos hacen "asistir a la gé- un nudo, un solo nudo, entre carretera principal y encruci-
nesis de la contradicción". El principio de contradicción se jada, entre significante ordenador y ombligo.
aplica a lo posible, pero no a lo imposible, que es lo que pre-
sentan las paradojas. 3. El planteo de Lacan de que el psicoanálisis no es el rito
Cuando Freud en El yo y el ello dice cuáles son las órde- del Edipo impide reducir la práctica analítica a la interpre-
nes de la instancia superyó o Ideal del Yo: "Así como el pa- tación de los deseos parricidas. Porque si ponemos al padre
dre debes ser, así como el padre no tienes el derecho de ser", en el lugar de la causa, lo que tenemos es consistencia, es
sitúa la enorme ferocidad de esta instancia en tanto convi- determinación. Entonces, no basta con ubicar los deseos pa-
ven el deber ser así y un no tienes derecho a ser así, que es rricidas para producir un cálculo respecto del sujeto. Se tra-
leída en la neurosis como una orden paradoj al. ta, entonces, de vaciar el lugar de la causa, que da lugar a la
A lo largo de todos los capítulos hemos intentado subra- posibilidad del acto. Ese acto puede ser leído en el texto "Un
yar que es ineliminable la paradoja como núcleo de nues- trastorno de la memoria en la Acrópolis": a pesar de no po-
tra práctica. der creerlo, llega a la Acrópolis y cuando está allí... aún no
lo puede creer. Su desdoblamiento -cuasi renegatorio (ya sé
l. La frase "Soy papá" es equívoca. En una ocasión unjo- que estoy en la Acrópolis, pero aun así...)- indica que el su-
ven, de unos 15 años, concurre a una sesión vestido con un jeto "del acto" no es contemporáneo de su acto. El acto no es
sobretodo muy grande. Se presenta en esa sesión diciendo: una acción volitiva: ''Voy a hacer tal cosa"; mientras ocurre,
"Soy papá". Se había puesto el sobretodo de su padre, a quien no se puede describir su alcance.
casi no había conocido porque había fallecido cuando él te- El deseo de muerte del padre podría ser pensado en el
nía dos años. Su madre había guardado algunas ropas del sentido de un genitivo objetivo y subjetivo: que el padre sea
padre, entre ellas, ese sobretodo que trajo a la sesión. Se no- objeto del deseo de muerte y que, a su vez, haya un deseo de
taba que le bailaba, le quedaba grande. Ese "Soy papá" efec- muerte en el padre, como el silencio de Abraham ante Isaac
tivamente implicaba una identificación a partir de la vesti- en el texto de Kierkegaard. El sacrificado es el padre, no es
menta del padre. Isaac. Diferenciamos así metáfora paterna y me~áfora del pa-
9
Pero, también, se podría recibir un llamado que diga: "soy dre: algo del padre cae (queda metaforizado) bajo la barra.
papá" y cuente que la mujer acaba de dar a luz.
4. También es necesario remarcar las modalidades de re-
8
2. La carretera principal nos lleva a considerar la fun- torno del padre como síntoma, como metáfora, como término
ción paterna solamente desde el punto de vista de un signi- de la interpretación y como espectro. Estos son los modos en
ficante ordenador, pero ese no es el único plano inherente a que hemos pensado la presencia del padre en el análisis: es-
la función paterna. Porque si no, bastaría con subirse a la pectros, síntoma y como término de la interpretación.
carretera principal para que esté todo solucionado, llegar a
destino, pero no es así: hay angustia. 5. Lacan pasa del significante del Nombre-del-Padre al
Hay encrucijadas, la carretera no es recta. La carretera seminario Los Nombres-del-Padre. Es decir, pasa de lo uno
principal, si bien es uno de los Nombres-del-padre, un signi- a lo múltiple. Pero antes había un giro en el que introduce
ficante que remite a la función paterna, la encrucijada tam- el significante del Nombre-del-Padre como "un remedio a los

8. Véase el capítulo III de David Kreszes en este libro. 9. Véase el capítulo IV de David Kreszes.

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1)ANII•:I, l{t i iiiNH/\'Ii'~JN l.<'tNAL 1>1•: UN ANALlSJH

temores difusos" (C. Glasman). Pasa primero de lo múltiple dura. Hay olvido y hay recuerdo. Recuerdo afectado de olvi-
a lo uno y luego de lo uno a lo múltiple. 10 dos, de desligadura" (D. Kreszes). En ese sentido, el don del
padre supone, también, el don del objeto a. No sólo nombra:
6. Otra cuestión que se relaciona con el texto "Lo siniestro" tú hijo, tú el falo, sino que al hacerlo también indica el obje-
es que el padre es una suerte de extranjero. Algo del espec- to a. El falo es la imposibilidad de consistencia del falo y eso
tro del padre emerge cuando algo de este silencio inheren- es paradoja del padre, de la función misma del padre.
te a la función, de este deseo de muerte inherente a la fun-
ción, de los puntos suspensivos en relación con el "tú eres" 8. Son modos de nombrar, entonces, la castración. Es de-
no es acogido por el sujeto. Cuando el sujeto no le hace lu- cir, la castración del padre, eso que divide al padre, es lo que
gar hospitalariamente a ese silencio que viene del lado del hace que el padre no sea Uno: "el pecado original del padre".
pádre, el que toma la voz entonces es el espectro y estamos ¿Falta el padre o la falta del padre como pecado? Se puede
en el campo del superyó. Es decir, del lado del sujeto hay si- leer que no hay suficiente padre o que el padre está fallado,
lencio en ese sentido, pero no es el mismo silencio que el de está afectado de falta. No hay padre que pueda mediar con
la transmisión del padre. 11 el ser, ser el medium.
Si falta algo del padre, y hay, por ejemplo, forclusión del
Nombre-del-Padre, inmediatamente se piensa en la psico- 9. Una de las paradojas centrales del seminario XVII es el
sis. Hemos puesto el acento en la respuesta del sujeto fren- lugar que tiene el mito y la relación entre ambos mitos: el de
te a cualquiera de los avatares. No que el sujeto es produc- Sófocles y el de Tótem y tabú. Hay dos modos de entender el
to, efecto directo, de una vicisitud anterior. Como si fuera mito: Si al mito lo pensamos como alegórico, el mito se usa para
una cuestión de cronología. Si había Nombre-del-Padre va hablar de otra cosa, es una alegoría de otra cosa. Pero hay otra
a haber después sujeto (Si A, entonces B). Hay una co-sur- manera de leerlo: la que afirma que el mito es tautegórico. De-
gencia dice Le Gaufey, surgen juntos Nombre-del-Padre y cir que el mito es tautegórico significa que la cosa de la que
sujeto... si el sujeto responde, porque puede no responder a habla el mito no puede decirse de otro modo que no sea a tra-
esa llamada del "tú eres". Si no, volvemos a la determina- vés del mito. Lacan dice que el psicoanálisis todavía no puede
ción (religiosa). desembarazarse del mito, a pesar de que él escribe las fórmu-
las de los discursos y las fórmulas de la sexuación en las que
7. A partir de Edipo en Colo na se planteó la paradoja en- el padre de la horda se escribe lógicamente. Es porque la cosa
tre olvido y recuerdo. Por un lado, una suerte de empuje al misma no puede decirse de otro modo en el análisis que no sea
olvido, una expropiación a las hijas del cadáver, de la tumba, a través del mito, de la novela familiar, de la relación noveles-
de un lugar donde ir a llorarlo. Y, por otro lado, Edipo dice: ca, mítica, de la identificación con el otro corno semejante. Es
"No me olviden". Se subrayó el duelo y la imposibilidad del la manera que Freud tiene de concluir su análisis -de la situa-
duelo, o rehusamiento del duelo. ción en la Acrópolis con el hermano- con el sustituto del her-
O se piensa contradictoriamente: olvídenme-no me olvi- mano. No hay modo de desembarazarse de esto.
den; o como una cuestión paradoja!. Al destacar la parado- En Los nombres del padre en Jacques Lacan de Erik Por-
ja se subraya la impureza del padre. Un don y una herencia ge12 encontré dos cuestiones muy interesantes. En la pági-
maldita o, como prefería Derrida nombrarlo, don amargo. Es na 156 dice:
decir, "no se trata de una pura ligadura ni una pura desliga-
lO. Véase el capítulo II de Claudio Glasman. 12. Porge, E., Los nombres del padre en Jacques Lacan, Nueva Visión,
11. Véase el capítulo IV de David Kreszes. Buenos Aires, 1998.

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I>AN II•: l, ltlJIIINH~' l 'l•~JN FINAL m: UN ANÁLIHIS

Esto permitiría comprender mejor por qué razón después


de haber hecho trizas el complejo de Edipo como lo ha hecho,
En la página 166, dice:
Lacan parece volver a dorar su blasón.¿ Cómo se explica que La ex-sistencia del Nombre-del-Padre es tan radical que
un sueño de Freud dictado por la histérica, un producto neu- Lacan lleva la interrogación al extremo de preguntarse si el
rótico, pueda desempeñar un papel tan importante como el padre mismo, el padre eterno de todos nosotros no es sino
de sostener juntos en Freud y consiguientemente también Nombre entre otros de la diosa blanca. Según Robert Gra-
en nosotros lo real, lo simbólico y lo imaginario? ves, al que alude Lacan, la diosa blanca era el nombre de la
madre primitiva, mítica, sin representación. Su símbolo más
¿No deshace así Lacan el nudo que él mismo pretende difundido seria tal vez el famoso Onfalo de Delfos. Consti-
anudar, para sacarse al mito de encima? Pero ahora lo vuel- tuido en su origen por un mantoncito de cenizas blancas que
ve a instalar en el seminario R, S, l. ¿No era que el mito ya cubrían el carbón de madera encendido a fin de que se con-
había sido desechado? servase el fuego sin humear. Graves sostiene además que,
más tarde en el mito olímpico de la creación, el Nombre-del-
Si como afirmó Lacan el complejo de Edipo es inutiliza- Padre original, Urano, padre de Zeus, sería una forma mas-
ble, ¿no es también acaso inutilizable para armar la éonsis- culina de Urana, reina de las montañas, reina del verano,
tencia del nudo Borromeo? reina de los vientos. Como vemos, Lacan no vacila en con-
vocar a los mitos en su búsqueda del Nombre-del-Padre. Y
¿Cómo llama Lacan a ese cuarto nudo que mantiene enla- así, él mismo apela a la dimensión de ficción de la que sos-
zados a los otros tres? Realidad psíquica o complejo de Edipo.
tiene la existencia del Nombre-del-Padre.
¿No era que había que tirarlo? Lo vuelve a poner. ¿Por qué,
13
si lo tiró, lo vuelve a poner? Esa es la pregunta de Porge. Ha pasado de afirmar que Lacan crea otro inconsciente,
a plantear que el mito es la forma del medio decir de la ver-
Al conceder este lugar al complejo de Edipo, en el nudo
Borromeo, Lacan le reconoce en definitiva una función que
dad y que no hay otro modo.
Para concluir: La verdad habla como ficción, como relato,
trasciende su propia crítica de este complejo.
"entre (un) nosotros".
Otorga al complejo de Edipo una función suplementaria.
A pesar incluso, o quizás a causa de las imperfecciones de
esos mitos.

La respuesta que brinda el cuarto redondel sería que en


el complejo de Edipo hay un decir de Freud que dice a me-
dias la verdad y que excede, suplementa los contenidos cri-
ticables de este complejo. Lacan da el paso de reconocer a
este decir la importancia de una dimensión en toda regla
irreductible a los dichos de Freud. Dichos que él no se mo-
lesta en criticar puesto que él va a reconocer esta dimen-
sión suplementaria del complejo de Edipo.

13. Véase el capítulo VI.


172 ' 7:l
L
a tragedia interesa al psicoanálisis, en efecto, porqm· l'l
mundo organizado bajo el imperio de la ley del padre estit
siempre, constitutivamente -igual que el mundo trágico-,
"out ofjoinf', "fuera de quicio": tiene siempre -igual que aquél-
una estructura contradictoria, paradójica y conflictiva. Las cosas
serian sin duda menos complicadas (y menos trágicas) si pudiéra-
mos pasar de preguntamos por la función del padre a decretar su
de-función, el fin del Nombre-del-Padre, y entonces descubrir
tendido ante nosotros el sabroso festin de un conjunto de singula-
ridades que reclamarian ahora ser nombradas, clasificadas y orde-
nadas con palabras claras y distintas.
Pues bien: esta posibilidad no solament~ existe, sino que las posi-
ciones que resultan de abrazarla son hoy -según se sugiere en este
libro- "imperantes" tanto dentro como fuera del campo psicoana-
lítico, tanto en el terreno de la clínica como en el de los debates
culturales, y es exactamente contra esas posiciones que está escri-
to este libro. Que sin duda por eso tiene ese tono de reincidencia y
de porfía, porque de lo que se trata acá, en efecto, es de seguir for-
mulándose, obstinadamente, la vieja y siempre renovada pregunta
por el Padre.

Del prólogo de Eduardo Rinesi

Además de numerosos ensayos editados en distintas publicaciones


psicoanalíticas, los autores -integrantes de la institución Ensayo y
Crítica del Psicoanálisis- han publicado juntos Espectros del padre
(2002) y participado en los libros Los nombres del deseo (1990) y
Entre el mito y la lógica (200 1).

ISBN ~50-64~-12~-1

ENSAYO Y CRÍTICA
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9 78~506 4~12~1
DEL PSICOANÁLISIS

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