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A. PRIMERA PARTE:
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3. De entrada, dos palabras fundamentales: gozar y frágil He aquí lo primero que
debemos decir, desde una perspectiva cristiana: la sexualidad es buena, muy
buena; es fuente de felicidad y de gozo.
Dios quiere, precisamente, todo lo contrario. Nos ha hecho sexuados para que
nuestra vida sea más dichosa. Su voluntad es que gracias a la sexualidad,
gocemos más y nos realicemos mejor. Debemos mirar a la sexualidad con
optimismo e ilusión, oyendo estas palabras de Dios: gozad lo más posible, sed
felices de verdad.
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B. SEGUNDA PARTE:
5) Tres notas: tres criterios Par una valoración ética de los comportamientos sexuales,
hemos de tomar en consideración tres notas que acompañan a la sexualidad humana.
Primera nota, la persona humana.
Segunda nota, el amor.
Tercera, la dimensión social.
Estos son los tres criterios para hacer una valoración de la actividad sexual, desde el
punto de vista cristiano los comportamientos sexuales son éticamente correctos
cuando se realizan en consonancia con esos tres criterios.
¿De dónde nace este criterio? Del hecho de que se trata de la sexualidad humana,
sexualidad que impregna toda la persona, cuerpo, cerebro, sentimientos, carácter,
voluntad. Además ocurre que la sexualidad es un factor decisivo del desarrollo de la
personalidad en dos sentidos: el individual y el social. Es uno de los factores
principales de la personalidad equilibrada y madura, y de la apertura, la comunicación
y la sociabilidad. En consecuencia, es ética o moralmente incorrecta toda actividad
sexual que separe sexualidad y persona humana; es degradar la sexualidad humana
a sexualidad animal. La degradación y utilización de la sexualidad es degradación y la
utilización de la persona humana es la negación de sus dignidad. La misma valoración
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hay que dar de las actividades sexuales que no sean personales y personalizantes, en
la forma antes explicada. Este criterio se aplica, por supuesto, a las actividades
externas, como los negocios, los espectáculos, la publicidad, la prostitución etcétera.
Pero vales igualmente para los comportamientos más íntimos y particulares de cada
uno. Números 7-10. Segundo criterio, el amor.
En consecuencia, hay que afirmar abiertamente que la actividad sexual sin amor no
es humana; no es personal ni personalizaste; es una estafa. Por eso es inmoral. Donde
no haya nada de amor, la inmoralidad es absoluta y la degradación de la persona
humana total. Cuando hay algo de amor, la corrupción moral no es tan absoluta. Pero
hemos de añadir que tampoco basta cualquier amor, para que esté justificada la
actividad sexual. Lo vamos a ver en los números siguientes.
Algunos podrían poner la siguiente objeción: Y ¿si para ellos esa relación no expresa
un amor de esa naturaleza, sino una simple amistad? A esta objeción se ha de
responder que en ese caso la concepción de la sexualidad se ha devaluado; se ha
convertido en algo de menos valor. El cristianismo tiene una idea mucho más alta de
la sexualidad humana, a la que considera parte esencial de las persona humana. Para
el cristianismo, devaluar la relación sexual equivale a devaluar a la persona humana.
Todavía objetará alguno: “Vale, pero eso puede ser fruto de nuestra cultura”. Por
supuesto, respondemos; lo que hay que ver es si en este punto nuestra cultura no es
la más humana y humanizante, la que mejor responde al sentido profundo de la
persona humana.
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quieren vivir juntos para siempre. El amante se convierte en alguien imprescindible,
sin el cual la vida se quiebra y pierde sentido. De ahí que la actividad sexual exija
previamente un amor estable, acompañado de compromiso mutuo. Sin esta condición
el amor no es totalizante y las relaciones íntimas no expresan un lenguaje verdadero.
La sexualidad humana tiene también dimensión social. Esto quiere decir que no es
un asunto exclusivo de dos personas; sino que la sociedad se entrecruza en la vida
de la pareja de mil maneras, y viceversa. Al comienzo del noviazgo, la pareja se
encuentra tan dichosa en su propia intimidad que considera como intromisiones
molestas las intervenciones de los padres, las referencias al papeleo de la boda, las
interferencias religiosas, etcétera. Es una molestia comprensible, propia del idilio
inicial, pero no justificada. Porque la verdad es que esas dos personas ya no se
relacionan sólo individualmente con la sociedad, sino que, a partir del día en que
formalicen su unión, constituyen una unidad dentro de ella: unidad de intereses, de
derechos, de obligaciones, que la sociedad debe amparar. No se trata sólo de que la
pareja necesite de la sociedad; se trata, además, de que la pareja ha modificado la
sociedad, ante todo por su unión; y luego, quizás por los hijos. La dimensión social
de la sexualidad humana es algo evidente. La pareja es un nuevo grupo –el mínimo,
pero real- dentro de la sociedad. Como es lógico, esa nueva unidad irá creando poco
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a poco un fuerte entramado social en el que se entremezclarán, junto a la afectividad
y el parentesco, intereses económicos, culturales, educacionales y hasta políticos.
Podemos sacar desde ahora una primera conclusión: la actividad sexual, si ha de ser
éticamente correcta, no debe ser clandestina.
Primero, algunas razones contra los lazos jurídicos tiene mucho de verdad. Por
ejemplo, los siguientes: que el amor es libre; que no se puede sostener con lazos
jurídicos la falta de amor; que ciertos lazos jurídicos de los casamientos civiles y
bodas religiosas son vacíos y convencionales, etcétera. Por eso tiene su parte
positiva el rechazo reflexivo de las formalidades jurídicas, por parte de ciertas
personas, como contestación contra ritos y expresiones vacías. Todos estos
argumentos coinciden en el punto siguiente: que los lazos jurídicos sin amor son
una contradicción y un absurdo. Pero exageran cuando añaden que los lazos
jurídicos son además un estorbo, incluso cuando hay amor. Lo veremos a
continuación.
Segundo, cuando hay amor, los lazos jurídicos son positivos para la pareja y para
la sociedad. Ante todo, conviene advertir que los lazos jurídicos no imponen el amor,
sino que lo expresan y lo amparan. Son, además, una garantía para la sociedad,
que contrae graves obligaciones con esa pareja y sus posibles hijos: obligaciones de
seguridad ciudadana y social, cultura, sanidad, alimentación, trabajo, etcétera. Son
finalmente, una garantía para la pareja ante la sociedad y ante ellos mismos,
especialmente para la parte más débil; una garantía incluso en casos de problemas
y de debilidades. El mayor inconveniente de los lazos jurídicos es el mantenimiento
artificial de la unión cuando ya no hay amor. Pero esto mismo es ventajoso para
evitar las rupturas irreflexivas o apresuradas. Lo que habrá que hacer es facilitar
las rupturas irreflexivas o apresuradas. Lo que habrá que hacer es facilitar los
trámites de separación para cuando la recuperación se considere imposible.
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Tercero los lazos jurídicos son positivos incluso para el amor mismo. Esta
afirmación puede chocar mucho a algunas personas, pero tiene serio fundamento.
Cuando dos personas sellan públicamente su amor con lazos jurídicos, y lo han
hecho bien, ¿qué es lo que ha ocurrido? Ante todo, que han tenido que reflexionar
mucho y tomar su compromiso mutuo con mucha seriedad. Por eso cada uno de
ellos ha tenido que actuar con mayor limpieza y transparencia. Todo esto no es
indiferente para el amor; todo esto aquilata el amor, le da profundidad, le da firmeza.
Por lo tanto, los lazos jurídicos, bien realizados, no son un “sombrero”, un añadido
accidental, un algo superficial y externo al amor, sino que lo mejoran desde dentro:
lo hacen más totalizante y exclusivo, más definitivo, simplemente más amor Por eso
la expresión pública y jurídica del amor no se puede comparar con un signo privado,
por sincero que sea. No se trata sólo del rito, sino de todo lo que lleva detrás, si se
ha hecho bien. Y ¿si se ha hecho mal, superficialmente, como tantas veces? Esta
objeción carece de fuerza, porque todas las demás cosas se corrompen igualmente
si se hacen mal. Siempre, sin excepción, el amor hay que trabajarlo y construirlo a
día.
14) Los lazos jurídicos del matrimonio cristiano MA/INDISOLUBLE: Anteriormente, hemos
expuesto el significado profundo del matrimonio cristiano como sacramento; signo e
instrumento del encuentro con Dios y de su gracia especial, a través de la unión mutua
(N° 4 a). Esto no suele provocar rechazo. Lo que provoca rechazo en no pocos cristianos
casaderos es la indisolubilidad jurídica que acompaña al rito sacramental. Hacemos a
continuación algunas observaciones sobre esta cuestión concreta.
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sacramental consciente puede ser en nuestro mundo un signo profético de primer
orden. Frente al rechazo de los compromisos duraderos, el cristiano sigue
afirmando que el amor es más fuerte que la muerte; aspira a un amor perdurable
y confía en la gracia de Dios para un amor tan grande y difícil como el que se pide
a los esposos cristianos.
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APÉNDICE: SEXUALIDAD JUVENIL
1. Síntesis de extremos Frecuentemente se oye decir: “La juventud es para pasarlo bien.
Si no se divierten ahora, ¿cuándo lo van a hacer”. Estas apreciaciones, aunque tengan
buena parte de verdad no constituyen toda la verdad. Otros, por el contrario, decían
hace tiempo y siguen diciendo todavía: “La juventud no está hecha para el placer, sino
para el heroísmo”. Quizás la verdad completa sea la síntesis de ambos extremos. Los
jóvenes deben derrochar esfuerzo y sacrificio para preparar una adultez fecunda. Pero
también deben pasárselo bien, disfrutar mucho y almacenar alegría.
Esta síntesis de extremos vale igualmente para la sexualidad juvenil. También ésta es
para pasarlo bien, para gozar, para almacenar felicidad y alegría. No insistiremos
constantemente en ello, pero quede claro que es la primera verdad acerca de la
sexualidad. Sin embargo, es preciso añadir que durante la juventud igual que en el
resto de la vida, la sexualidad no deja de ser frágil, por lo cual hemos de unir el disfrute
y la felicidad con el control.
MORAL/NORMAS: Todo esto tiene relación con las normas morales. Más de una vez,
demasiadas veces, por desgracia, las normas morales se exponen o se toman como
una imposición del exterior, realizada con argumentos autoritarios. No es éste el origen
de las normas morales. Para el cristiano, éstas proceden del interior del ser humano,
no de una orden dada desde fuera. Y ello por dos razones. Primera, porque la norma
suprema del cristiano es siempre la conciencia, aunque le lleve a oponerse a la
autoridad; este principio pertenece a la enseñanza tradicional del cristianismo desde
hace muchos siglos. Segunda, porque las normas y orientaciones morales no nacen
de la autoridad, sino de las leyes de funcionamiento de la persona humana, que es el
valor supremo del evangelio. Lo que hace la autoridad es sancionar o confirmar las
orientaciones que se derivan de tales leyes, por lo cual dichas orientaciones pueden
experimentar cambios por un mejor conocimiento de aquellas. En resumen: que lo que
marca las orientaciones morales cristianas no es la imposición, sino la realización de
la persona humana, desde la libertad. Este es el sentido correcto de las normas
morales y del control en la propia vida sexual. Su objetivo en personalidad y ayudar
mejor al prójimo.
3. Esfuerzo y alegría. La ayuda del ambiente Todo esto, visto así parece lógico y
razonable: gozar, control, orientaciones morales, pasarlo bien, realizarse al máximo,
todo ello muy sugerente. Pero no nos ahorra el esfuerzo y la costosidad. La consecución
del equilibrio sexual no se hace sin esfuerzo y sacrificio.
Ante el desagrado que nos produzca esta realidad, la primera consideración que
podemos hacernos a nosotros mismos es la siguiente: todas las cosas buenas del ser
humano exigen esfuerzo y sacrificio. Nao hacemos hechos; nos tenemos que ir
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haciendo, lo cual no se consigue sin esfuerzo y poda. Es ley de vida, que impera en
toda la realidad humana. Llevar bien los estudios, adquirir conocimientos serios, pulir
y moldear el carácter, habituarse al trabajo, hacerse amable y atento, todo esto y
tantos otros bienes cuestan esfuerzos y sacrificios. Con la sexualidad ocurre lo mismo:
no es el único campo de la personalidad que exija esfuerzos. Exige control y cauces,
como todos los demás aspectos de la persona.
Esta consideración nos debe llevar a sacar el máximo provecho de tales ambientes,
con una entrega generosa. De esa forma el esfuerzo personal es mucho más llevadero
y hasta más gratificante. Queremos añadir una nota sobre los padres. El clima familiar
ayuda o desayuda al desarrollo equilibrado del carácter y también de la sexualidad.
Tienen gran importancia las buenas relaciones de los padres entre sí, el bienestar que
se respira en casa, el ambiente de diálogo. Es de desear que los padres sean abiertos
y comprensivos, cuando el adolescente empieza a preocuparse del otro sexo. Los
padres que viven obsesionados con los peligros sexuales, especialmente de las chicas,
no ayudan a sus hijos. Es más positivo crear un ambiente de amistad, de tal forma
que el adolescente pueda hablarles con naturalidad de cualquier asunto.
Los jóvenes necesitan hallar en sus padres una actitud de apertura, confianza y
diálogo lo cual no se opone a la educación en la disciplina y el trabajo, que es también
imprescindible. Ante las nuevas ideas, recomendamos a los padres la postura marcada
en el N.”1: apertura y sentido crítico. De todos modos, el joven ha de hacerse a la idea
de que, para un buen desarrollo sexual, el binomio esfuerzo-sacrificio es inevitable.
Pero, al mismo tiempo, es muy conveniente almacenar alegría en ese mismo esfuerzo,
gozar mucho con él en razón de la propia superación que vamos logrando, y de la
energía que de esa forma preparamos para los demás. Resumiendo: esfuerzo sí, pero
con la ayuda del ambiente y gozando mucho.
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Este aprendizaje debe comenzar con fuerza en la juventud, para que el matrimonio
pueda resistir los golpes de las crisis que vendrán. Debemos llegar al día de la boda
con un cierto entrenamiento para el amor. Hasta el día en que empezamos a vivir
juntos no sabemos lo que es la convivencia, sus gozos y sus roces; creemos que
sabemos, pero no lo sabemos. Sin embargo, se puede llegar al día de la boda preparado
o impreparado. Cuando no se llega preparado todo es más difícil. Hay casos en que los
parientes y amigos pueden predecir el fracaso matrimonial el mismo día de la boda.
El aprendizaje del amor comienza en casa de los padres, cuando dejamos de ser niños
o déspotas o subnormales, que exigen que se les dé, sin que ellos aporten nada a
cambio; cuando empezamos a dar, incluso en cosas muy pequeñas y no tenemos a la
madre de esclava. Claro, en este caso no existe el atractivo del amigo o la amiga para
sacrificarse y tener detalles. Pero por eso mismo, aquí el amor está más garantizado.
Es, pues, un buen lugar de aprendizaje del amor. Hay a voces jóvenes, en los mismos
catecumenados, de alguna de esas tres especies arriba mencionadas: y hacen oración,
y hablan de comunidad, de conversión y de compromiso. Ese aprendizaje se desarrolla
también en las cuadrillas de amigos y en la comunidad. En esta última es fácil
quedarse en palabras hermosas y reuniones majas, y no llegar al amor. El amor es
otro mundo, otra galaxia. El amor son obras. La comunidad, la cuadrilla, pueden ser
una gran escuela para el amor de pareja, aunque siempre insuficiente. Debiéramos
sacar más partido de la comunidad en este aspecto.
No pocas parejas adultas han comunicado que, desde están en la comunidad, sus
relaciones han mejorado sensiblemente. ¿No debiera ocurrir otro tanto entre parejas
jóvenes, aún no casadas? El día en que dos personas deciden salir juntos debiera
comenzar, además de la emoción alucinante, un mutuo aprendizaje y transformación.
A veces es así y es preciso ayudar con valentía a determinadas parejas a que se separen
antes de casarse. Pero otras veces lo que ocurre es que se ha vivido el noviazgo sin
seriedad. Porque tampoco debemos olvidar que, en principio, nadie viene fabricado
previamente para Fulanita de Tal, sino que siempre hay que hacerse el uno para el
otro. Esta labor se realiza sobre todo en la convivencia. Pero se puede iniciar en el
noviazgo, como hemos dicho anteriormente, para llegar al día de la boda con cierto
entrenamiento y preparación. Este es el sentido profundo del noviazgo. Cuando se
pasa este tiempo superficialmente, o se centran los esfuerzos en la intimidad rápida,
como ocurre actualmente demasiadas veces, puede que se esté preparando la tumba
de la realidad más bella creada por Dios, que es la pareja.
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cristiano, es el de parecerse a Jesús y comprometerse lo más posible por el Reino
de Dios como él. En este compromiso, en primerísima línea, está la construcción
de una familia que valga la pena. Ese ideal logra unificar todas las fuerzas
personales, de tal forma que produce como resultado una maduración sexual
verdaderamente humana. O sea, que el mejor modo de trabajar por el desarrollo
sexual es trabajar conjuntamente por toda la personalidad, bajo la motivación y la
guía de aquel ideal.
Segundo, mantener siempre unidos los dos elementos integrantes del amor sexual:
el deseo y la entrega. Incluso será preciso trabajar más sobre la entrega, puesto
que, por costar más, corre más riesgo de quedar en segundo plano.
Cuarto, en las expresiones de cariño avanzar muy poco a poco, y con el freno
echado. ¿Por qué? Porque tales signos, cuando se aceleran, exigen por su propia
naturaleza cada vez más, para no quedarse inexpresivos. El deseo vuela como un
avión y exige cada vez más; en cambio, la entrega rueda como un coche. Hay pasos
que conviene ralentizar, para no verse impelido a dar el siguiente y el siguiente. No
disminuye el amor con ciertos frenos, sino que crece mejor.
La primera, para los interesados, es la siguiente: que enciendan los faros antiniebla
y abran bien los ojos; que no dejen pasar sin afrontamiento los puntos negros que
aparezcan, por pequeños que sean; que pongan los problemas sobre la mesa con
claridad; que no los dejen para después de la boda, pues serán más difíciles y hasta
imposibles; que no teman romper en caso de duda, puesto que el noviazgo no es
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para seguir adelante inexorablemente con orejeras, sino para ver y probar; que no
teman quedarse solteros, que hay mucha gente buena que busca compañero…
Habrá que decir igualmente a los interesados que la fe cristiana no es factor de
segundo orden a la hora de elegir pareja. Los que hacen tales afirmaciones dan un
mal consejo. No sólo se ha de mirar la fe cristiana a secas, sino la fe cristiana vivida
a tope, la vivencia comunitaria y el compromiso. Hay demasiados casos de
personas que se han engañado, que han tenido que rebajar sustancialmente sus
ideales cristianos y humanos, por el peso muerto de un compañero. Demasiados
casos tristes, para que todavía descuidemos este punto.
Segunda sugerencia, para los amigos de los interesados: que podemos prestarles.
No hace falta esperar a que nos pidan consejo: cuando veamos algo importante,
debemos actuar. También a este caso se aplican aquellas palabras del evangelio:
“Tuve hambre y no me disteis de comer”. El amor auténtico se edifica sobre la
verdad. Y si ésta origina la separación, nada de sentirnos culpables, puesto que
hemos hecho una buena obra.
Estos consejos no son invitaciones a romper parejas. El que saque esta conclusión ve
lo que no hay, o es corto, o no actúa con buena intención. Pero además, ¿Qué? ¿Acaso
es una catástrofe la ruptura del noviazgo? ¿No son mucho más catastróficas ciertas
uniones? Y otros casos que no llegan a la catástrofe, ¿no se salvan porque uno de los
cónyuges es un mártir? Ahora que nos hemos vuelto tan abiertos ante el divorcio,
parece mentira que sigamos tan cerrados a las separaciones de novios. Una joven, casi
recién casada, explicaba así la nebulosa del noviazgo: “De novios nos esforzamos en
mostrar sólo lo bueno; después inevitablemente enseñamos lo bueno y lo malo” (M.
C.). Habría que completar esta aguda observación con el verbo ver: “De novios nos
empeñamos en ver sólo lo bueno; después, inevitablemente, vemos lo bueno y lo malo”.
El noviazgo es una de las épocas más bellas de la vida. Pero es un poco oscura.
Necesita claridad.
7. Relaciones prematrimoniales
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la convivencia total. Ambos casos suponen un compromiso serio de matrimonio,
pero reversible, con vuelta atrás. En consecuencia, no se trata de relaciones
íntimas separadas de la convivencia, sino de un verdadero pre-matrimonio. Entre
los estudiosos no faltan los partidarios de esta solución, sobre todo ante el aumento
de las separaciones de matrimonios recientes. Abogan además por hacer un signo
público, una celebración cristiana, con lo cual esa convivencia total tendría la
conveniente dimensión social. En tal caso sería un inicio del sacramento del
matrimonio; es decir, un signo efectivo de la gracia especial de Dios que lleva
consigo el matrimonio realizado desde la fe en Jesús.
d) Factores que se deben tener en cuenta para un juicio moral En la Iglesia hay
moralistas y movimientos, a veces importantes, que despachan estas cuestiones con
una contestación simple y global: “Pecado moral”. Ni siquiera tiene en cuenta que
puede haber distintos grados de gravedad en los comportamientos negativos y
positivos. Hay otras personas que incurren en la misma simplificación y globalidad
por el lado contrario: “En esas cosas no condicional tan difícil (“si se quieren”). Aquí
vamos a adoptar la postura de aquellos que analizan las situaciones y toman en
consideración los diversos factores. Tengamos presente la última delimitación que
acabamos de hacer. ¿Qué factores se deben tener en cuenta para dar un juicio moral
sobre talos relaciones prematrimoniales? Conviene tomar en consideración los
cuatro factores siguientes:
Primero, ver las razones por las que no se casan.
Segundo, el tiempo que llevan de noviazgo.
Tercero, la edad que tienen.
Cuarto, ver su grado de decisión y compromiso para el matrimonio.
Segundo, tampoco son aceptables las relaciones íntimas cuando la pareja cuenta
con medios económicos para casarse o para iniciar un prematrimonio, y no lo
hace por otros motivos distintos: por ejemplo, que todavía no lo ven claro; que
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hay diferencias y dificultades entre ellos; que no hay decisión de compromiso
matrimonial, etcétera. Es fácil comprender que en estos casos las relaciones
íntimas no sean moralmente aceptables: no hay amor totalizante o exclusivo; no
hay compromiso para algo estable y duradero. Es lógico que no quieran casarse
todavía. Pero en tales condiciones esas relaciones no son del todo verdaderas:
expresan un amor que no existe en grado tan alto. (Ver N° 5). Aparte de ser
éticamente inaceptable, es un error psicológico utilizar las relaciones íntimas
como medio de encuentro y amor. Lo que ocurre ordinariamente es que tapan la
falta de ese amor totalizante y exclusivo, estable y duradero, que es previo a tales
relaciones.
Queda un caso. Tienen edad prudencial, veinticinco, veintiséis años; llevan cierto
tiempo de noviazgo, cuatro, cinco años; están totalmente comprometidos entre si
y decididos a casarse tan pronto como puedan; pero carecen de medios
económicos. ¿Quedan justificadas en ese caso las relaciones íntimas
prematrimoniales? ¿Serían unas relaciones responsables y positivas? Existen
entre los moralistas las dos opiniones: afirmativa y negativa. Algunos de los que
responden afirmativamente añaden que no sólo son tolerables, sino que hasta
pueden ser convivientes para seguir desarrollando el vínculo amoroso y el
compromiso mutuo. La dificultad de otros moralistas para dar una respuesta
afirmativa neta a este caso es la carencia de la tercera nota (N° 7-9), la dimensión
social, expresada públicamente. Pero se ha de tener en cuenta que esa expresión
pública obliga a la convivencia total, que es precisamente lo que resulta
imposible.
Algunos argumentan del modo siguiente: es Dios mismo quien nos ha creado sexuados
y nos ha llamado a la vida dichosa de pareja. ¿Corresponde a su voluntad el sufrimiento
de aquellas personas que, después de haber realizado un noviazgo responsable, se
encuentran ante una prolongación indefinida de su situación de paro?
No entra en este último apartado el caso de estudiantes de edad normal que están en
los últimos años de carrera, y otros casos semejantes, aunque hayan empezado el
noviazgo desde muy jóvenes. Tampoco el de noviazgos breves, dos o tres años, salvo
cuando se trate de personas de cierta edad.
Basten estas notas para cumplir el cometido de esta catequesis, que es dar criterios
serios sobre este problema real. A parte de ello conviene estudiar cada caso
particularmente porque puede tener matices propios. Es muy conveniente, antes de
tomar una decisión, dialogar en plan de consulta con una persona preparada, que sea
al mismo tiempo creyente responsable y comprometido. Suele ser un signo más de
sinceridad con Dios.
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f) Los casos extremos Todos sabemos que en situaciones extremas se modifican las
orientaciones ordinarias de la moralidad. El ejemplo más socorrido es el de la
legítima defensa personal, que permite agredir a un enemigo consciente o
inconsciente (por ejemplo, un loco), aunque haciéndole el menor daño, si es posible.
Este es un principio moral de todos los tiempos que debe aplicarse también a
nuestro problema. Por ejemplo, si en un caso de noviazgo prolongado, la psicología
personal quedase dañada con la abstención.
8. Observación final Este tema va dirigido a personas que quieren seguir sinceramente a
Jesucristo; no es para personas de fe convencional. Deliberadamente aparecen
muchas matizaciones, porque la mayoría de estas cuestiones no son absolutas. Donde
más debemos insistir es en los criterios fundamentales. Es importante que tengamos
criterios sólidos y que nos pongamos en situación de búsqueda y de marcha.
Es posible que algunas de estas líneas choquen con nuestro medio ambiente. Como
decíamos anteriormente, hoy en día estamos más dispuestos a ir contra corriente en
cuestiones económicas y sociales, en cuestiones referentes al amor y la sexualidad. Si
nos situamos realmente dentro del evangelio, es probable que debamos ir contra
corriente incluso en cuestiones que no están de moda, ni en la derecha ni en la
izquierda. Estamos llamados a amar y recoger todo lo bueno del mundo, pero con gran
sentido crítico. La crítica y la libertad son tan importantes para el cristiano como el
amor y la solidaridad. Debemos amar la verdad más que nuestros gustos. Puede
ocurrir que después de una reflexión seria no aceptemos todas las ideas que aparecen
en esta catequesis. Así debemos hacerlo, si es lo que nos dice responsablemente la
conciencia. Formemos bien la conciencia, para poder ser más libres. Jesús nos dará
la fuerza para ir contra corriente en cualquier circunstancia, y superar la falta de
aprecio y consideración que pueda venirnos. Sigamos sus pasos.
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