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VISIÓN CRISTIANA DE LA SEXUALIDAD

Pbro. Luis Ayala Falla

A. PRIMERA PARTE:

PRESENTACIÓN DEL TEMA

1. Un gran cambio en la visión de la sexualidad y en los comportamientos sexuales se


ha operado un gran cambio durante los últimos cincuenta años. Se puede afirmar
en líneas generales que se ha pasado de una visión cerrada a una mirada más
abierta y positiva; y de comportamientos rígidos y estrechos a formas de actuar más
libres y espontáneas. Los cambios más visibles se perciben en el modo de obrar de
los jóvenes. Pero los más profundos se han dado y siguen dándose a partir del
campo biológico, de los estudios psicológicos y de la filosofía de la sexualidad. En
conjunto, estos cambios se han de mirar con esperanza, porque la sexualidad es
una obra de Dios y una de las realidades más bellas de la vida humana. Un mejor
conocimiento de la biología y la psicología humana no ataca a la obra de Dios, sino
que la favorece, porque la desarrolla. La mirada recelosa y torturada de quienes ven
en los avances sexuales males o al menos peligros no es una mirada cristiana. Lo
cual no obsta para que afirmemos que ciertos comportamientos de jóvenes y de
mayores, ciertas maneras de pensar, no pueden mirarse con ojos de aprobación, ni
siquiera con indiferencia, porque son inaceptables.
La postura de esta catequesis ante los cambios de visión y comportamiento sexual
se resume en dos expresiones: apertura, sentido crítico. Apertura, porque hay
mucho de positivo en todo lo nuevo; sentido crítico, porque no todo es bueno.

2. Objetivo de esta catequesis La sexualidad humana se puede estudiar desde varios


ángulos, principalmente los tres siguientes: científico, psicológico, ético. Esta
catequesis se sitúa en el tercero, allá donde nos preguntamos por lo bueno y lo
malo. El cambio en el terreno sexual es tan grande que muchas personas se sienten
desorientadas. “Antes nos decían esto y esto; ahora la gente no hace caso de todo
eso. ¿Qué es lo que debemos hacer?”. Esta podría ser la reflexión y la pregunta de
una persona de cierta edad. Pero también entre los jóvenes existe el confusionismo,
aunque de otra forma. La mayor confusión de los jóvenes puede estar en no dar
importancia a los diferentes comportamientos, verlo todo bien, estar indiferentes
ante las exigencias éticas de la sexualidad, o ser liberales hasta el extremo de caer
en el subjetivismo. Frecuentemente se oyen a los jóvenes frases como éstas: “Si ellos
lo ven bien… Si los dos están de acuerdo… Son asuntos particulares de cada uno…”

Estos no son criterios válidos de comportamiento para nadie, menos para un


cristiano. Por eso el objetivo general de esta catequesis es atajar este confusionismo
de jóvenes y mayores y dar una visión correcta de la sexualidad. De ella nacerán los
criterios morales para el comportamiento sexual. Hemos de aprender a no dar por
buenas, sin juzgarlas, las afirmaciones que se hacen vulgarmente. Algunas de las
ideas que exponemos aquí resultarán por eso mismo chocantes para determinadas
personas. Pero la catequesis entera está impregnada de optimismo y presenta una
idea muy elevada de la sexualidad humana y la coloca a gran altura.

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3. De entrada, dos palabras fundamentales: gozar y frágil He aquí lo primero que
debemos decir, desde una perspectiva cristiana: la sexualidad es buena, muy
buena; es fuente de felicidad y de gozo.

a) La palabra “gozar” es una de las que mejor le cuadran a la sexualidad humana.


Somos seres sexuados para gozar más, para llevar una vida más feliz. La
sexualidad es una de las mayores fuentes de gozo y de realización personal. Sin
embargo, para algunas personas ha sido motivo de sufrimientos, a causa de
normas, temores y recelos. Una moral estrecha y oscurantista ha imperado en
amplios sectores de la Iglesia, y ha sido causa de sufrimientos para muchos
matrimonios cristianos. Todavía hoy, en determinados movimientos y grupos, se
exacerba el miedo a la sexualidad, como fuente de peligros y de pecados. Es
triste que hayan ocurrido y sigan ocurriendo estas cosas.

Dios quiere, precisamente, todo lo contrario. Nos ha hecho sexuados para que
nuestra vida sea más dichosa. Su voluntad es que gracias a la sexualidad,
gocemos más y nos realicemos mejor. Debemos mirar a la sexualidad con
optimismo e ilusión, oyendo estas palabras de Dios: gozad lo más posible, sed
felices de verdad.

b) Pero también la palabra “frágil” le cuadra a la sexualidad. Como las mejores


cosas del ser humano, la sexualidad es frágil; puede romperse con facilidad, y
necesita cuidados diarios. Hoy en día ha aumentado esta fragilidad por varias
circunstancias, entre las cuales están las siguientes:

1) La extremada erotización del ambiente, que acrecienta los estímulos.

2) La supervaloración del aspecto físico de la sexualidad, de tal forma que a


menudo se olvida o posterga el aspecto psíquico, que es el más importante.
Con ellos se rompe la armonía de la sexualidad y la de toda la persona; se
provocan necesidades artificiales y se preparan unas relaciones difíciles,
cuando no desastrosas.

3) En relación con lo anterior, está la disociación del deseo y la entrega. La


relación amorosa es una síntesis de estos dos factores, que no deben
separarse. De esos dos elementos, el que da estabilidad a la vida sexual es la
entrega. El deseo es mucho más cambiante, porque va ligado a los sentidos.
Y ¿qué ocurre con frecuencia hoy en día? Que se disocian estos dos
elementos, se olvida la entrega y nos quedamos sólo con el deseo. Entonces
la relación mutua y toda la vida sexual se vuelve inestable. Con ello hemos
acrecentado muchísimo la fragilidad de la sexualidad. En conclusión, las
palabras gozar y frágil expresan dos características importantes de la
sexualidad. Estamos invitados a gozar lo más posible. Y con ello realizamos
el deseo de Dios. Pero debemos poner al mismo tiempo el máximo cuidado,
porque la sexualidad es una realidad frágil.

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B. SEGUNDA PARTE:

CRITERIOS PARA UNA VALORACIÓN ÉTICA

4) Significado profundo de la sexualidad humana.

a) Imagen de Dios H/DIGNIDAD: Todos conocemos la importancia de la persona


humana para el cristianismo: ocupa en él el lugar central el primero de todos, junto
a Dios. Esta importancia ha pasado luego a todos los credos religiosos y políticos,
bajo el nombre de “dignidad” de la persona humana. ¿De dónde nace esa dignidad?
Según la Biblia, nace de que todo ser humano es imagen de Dios.
Pero la Biblia dice más. Aunque cada hombre o mujer es imagen de Dios, la Biblia
afirma que la imagen plena es la pareja, hombre y mujer. Con ello nos muestra el
sentido profundo de la pareja y, por tanto, de la sexualidad humana: nos dice que
la pareja es el retrato de un Dios amoroso y comunitario; y nos enseña que ese
amor se expande en la creación de seres libres y solidarios. Cada pareja es un signo
llamativo de Dios. Por eso hablamos del matrimonio como “sacramento”. Cuando
una pareja cristiana se casa con fe y expresa su unión ante la comunidad eclesial,
se convierte para sí misma y para los demás en retrato comunitario de Dios y canal
o instrumento de su gracia.
b) Colaborador de Dios para la Biblia el ser humano es siempre colaborador de Dios
por su inteligencia, su voluntad, su creatividad y su trabajo. La creación del
universo es un proceso continuado, y el ser humano es creador junto a Dios. Pero
en este aspecto ocurre lo mismo de antes. La pareja humana ocupa un lugar
especial en el campo de la creación en un sentido personal: la propia educación de
la pareja, y la procreación y educación de nuevos seres humanos.

5) Tres notas: tres criterios Par una valoración ética de los comportamientos sexuales,
hemos de tomar en consideración tres notas que acompañan a la sexualidad humana.
 Primera nota, la persona humana.
 Segunda nota, el amor.
 Tercera, la dimensión social.

Estos son los tres criterios para hacer una valoración de la actividad sexual, desde el
punto de vista cristiano los comportamientos sexuales son éticamente correctos
cuando se realizan en consonancia con esos tres criterios.

6) Primer criterio: la persona humana El primer criterio para valorar éticamente la


sexualidad es la persona humana: más en concreto, si tal actividad es personal o
personalizante. “Personal” quiere decir: que nace de la consciencia, la libertad y el
sentido de responsabilidad de los sujetos. “Personalizante” quiere decir: que esa
actividad o comportamiento personaliza a los sujetos, los hace más personas.

¿De dónde nace este criterio? Del hecho de que se trata de la sexualidad humana,
sexualidad que impregna toda la persona, cuerpo, cerebro, sentimientos, carácter,
voluntad. Además ocurre que la sexualidad es un factor decisivo del desarrollo de la
personalidad en dos sentidos: el individual y el social. Es uno de los factores
principales de la personalidad equilibrada y madura, y de la apertura, la comunicación
y la sociabilidad. En consecuencia, es ética o moralmente incorrecta toda actividad
sexual que separe sexualidad y persona humana; es degradar la sexualidad humana
a sexualidad animal. La degradación y utilización de la sexualidad es degradación y la
utilización de la persona humana es la negación de sus dignidad. La misma valoración

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hay que dar de las actividades sexuales que no sean personales y personalizantes, en
la forma antes explicada. Este criterio se aplica, por supuesto, a las actividades
externas, como los negocios, los espectáculos, la publicidad, la prostitución etcétera.
Pero vales igualmente para los comportamientos más íntimos y particulares de cada
uno. Números 7-10. Segundo criterio, el amor.

7) Segundo criterio: El amor El segundo criterio para valorar la actividad sexual es el


amor. Con este criterio queda mucho más concretado el anterior, pues ambos están
íntimamente relacionados. La actividad sexual es personal y personalizante cuando es
resultado y expresión del amor.

En consecuencia, hay que afirmar abiertamente que la actividad sexual sin amor no
es humana; no es personal ni personalizaste; es una estafa. Por eso es inmoral. Donde
no haya nada de amor, la inmoralidad es absoluta y la degradación de la persona
humana total. Cuando hay algo de amor, la corrupción moral no es tan absoluta. Pero
hemos de añadir que tampoco basta cualquier amor, para que esté justificada la
actividad sexual. Lo vamos a ver en los números siguientes.

8) Amor totalizante y exclusivo ¿Cuál es el significado profundo de la relación íntima?


Las relaciones íntimas son un lenguaje corporal en el que, con o sin palabra, cada
persona le dice al otro: Me entrego a ti por entero.

Es un gesto que expresa un amor totalizante, un amor en que se da toda la persona,


todo el ser, toda la vida de cada uno. Por ser totalizante, ese amor es también exclusivo.
No se puede amar con amor totalizante a dos personas, porque al persona amada es
alguien ÚNICO para mí. Esa relación íntima, ¿no puede ser simplemente signo de
amistad? Esa unión expresa mucha más que la amistad. Esta palabra es insuficiente
para mostrar todo lo que contiene la unión corporal. Es una experiencia de todos los
amantes, aun de aquellos que por otro lado tienen sus debilidades. En consecuencia,
debemos afirmar que la segunda nota de la sexualidad, o sea, el amor, no se refiere a
un amor cualquiera, ni siquiera a una gran amistad. Se trata de un amor muy especial,
un amor totalizante y exclusivo. Por eso la actividad sexual que no nace de ese amor
no es moralmente correcta. La relación sexual sin ese amor podrá resultar gratificante,
y hasta parecer positiva; pero tiene algo de falsa, está herida de falsedad, porque dice
y expresa algo que no existe; expresa un amor totalizante y exclusivo, y resulta que no
hay tal. Por eso es moralmente inaceptable.

Algunos podrían poner la siguiente objeción: Y ¿si para ellos esa relación no expresa
un amor de esa naturaleza, sino una simple amistad? A esta objeción se ha de
responder que en ese caso la concepción de la sexualidad se ha devaluado; se ha
convertido en algo de menos valor. El cristianismo tiene una idea mucho más alta de
la sexualidad humana, a la que considera parte esencial de las persona humana. Para
el cristianismo, devaluar la relación sexual equivale a devaluar a la persona humana.
Todavía objetará alguno: “Vale, pero eso puede ser fruto de nuestra cultura”. Por
supuesto, respondemos; lo que hay que ver es si en este punto nuestra cultura no es
la más humana y humanizante, la que mejor responde al sentido profundo de la
persona humana.

9) Amor estable y duradero MA/A-ESTABLE NOVIAZGO/SEXO:: Cuando el amor es


totalizante y exclusivo tiende, por su propia naturaleza, a mantenerse y durar
indefinidamente. Es también una experiencia de los amantes: se quieren para siempre,

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quieren vivir juntos para siempre. El amante se convierte en alguien imprescindible,
sin el cual la vida se quiebra y pierde sentido. De ahí que la actividad sexual exija
previamente un amor estable, acompañado de compromiso mutuo. Sin esta condición
el amor no es totalizante y las relaciones íntimas no expresan un lenguaje verdadero.

10) Conclusiones sobre la segunda nota


 Primero, la segunda nota, y el segundo criterio para valorar éticamente la
actividad sexual, es el amor. Pero no un amor cualquiera, no la sola amistad, por
grande que sea; sino un amor totalizante, exclusivo, estable y duradero.
 Segundo, las relaciones íntimas ocasionales contradicen por completo este amor
y son totalmente inaceptables; esto está claro para los cristianos. Pero tampoco
son aceptables las relaciones íntimas demasiado rápidas, en las que no puede
haber amor verdadero, aunque a los interesados les parezca que sí. Antes hemos
hablado de los dos componentes y se llama amor a lo que sólo es deseo. Este es
el caso de las relaciones íntimas rápidas, salvo excepciones rarísimas. Pero hemos
de decir más: tampoco son aceptables las relaciones íntimas de aquellos que no
están dispuestos a comprometerse del todo, aunque lleven cierto tiempo de mutua
relación. Ahí no puede hablarse de amor totalizante. El compromiso total es
esencial.
 Tercero, el amor sexual, tal como lo hemos expuesto, sólo se vive adecuadamente
en la convivencia. Las relaciones íntimas fuera de la convivencia y el compromiso
mutuo, además de resultar engañosas, son también éticamente incorrectas.
(Véanse no obstante, algunas matizaciones para ciertos casos de relaciones
prematrimoniales, más adelante).
Números 11-14: tercer criterio, dimensión social

11) Tercer criterio, dimensión social SEXO/DIMENSION-SOCIAL: El ser humano es


social por su propia historia: nace, crece y se realiza en sociedad. La familia es la
primera realidad social que, además de dar la vida, provoca poco a poco el despertar
y el desarrollo de la personalidad. Progresivamente, el niño va entrando en la
sociedad, y ésta le impregna y le configura. Al llegar a la adultez, el ser humano, sin
salir de la sociedad forma una comunidad mucho más intensa con su pareja. Toda
la vida humana tiene dimensión social. Esta característica impregna también por
completo la sexualidad, por ser un elemento esencial de la personalidad.

La sexualidad humana tiene también dimensión social. Esto quiere decir que no es
un asunto exclusivo de dos personas; sino que la sociedad se entrecruza en la vida
de la pareja de mil maneras, y viceversa. Al comienzo del noviazgo, la pareja se
encuentra tan dichosa en su propia intimidad que considera como intromisiones
molestas las intervenciones de los padres, las referencias al papeleo de la boda, las
interferencias religiosas, etcétera. Es una molestia comprensible, propia del idilio
inicial, pero no justificada. Porque la verdad es que esas dos personas ya no se
relacionan sólo individualmente con la sociedad, sino que, a partir del día en que
formalicen su unión, constituyen una unidad dentro de ella: unidad de intereses, de
derechos, de obligaciones, que la sociedad debe amparar. No se trata sólo de que la
pareja necesite de la sociedad; se trata, además, de que la pareja ha modificado la
sociedad, ante todo por su unión; y luego, quizás por los hijos. La dimensión social
de la sexualidad humana es algo evidente. La pareja es un nuevo grupo –el mínimo,
pero real- dentro de la sociedad. Como es lógico, esa nueva unidad irá creando poco

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a poco un fuerte entramado social en el que se entremezclarán, junto a la afectividad
y el parentesco, intereses económicos, culturales, educacionales y hasta políticos.

12) Dimensión social y reconocimiento jurídico

La dimensión social de la sexualidad y del amor no puede quedarse en el


conocimiento y apoyo de los amigos y la familia. La pareja es una nueva unidad
dentro de la sociedad, que adquiere derechos y obligaciones con ésta. A este fin hace
falta un reconocimiento formal de su existencia por parte de la sociedad.
Curiosamente, cuando los antropólogos han estudiado las sociedades primitivas se
han encontrado con expresiones sociales, públicas y formales de los vínculos del
amor, hasta en las tribus más atrasadas. El reconocimiento oficial lo da el jefe de la
tribu. Los historiadores encuentran el mismo fenómeno en todas las civilizaciones, si
bien en las sociedades modernas el reconocimiento lo da el Estado.

Podemos sacar desde ahora una primera conclusión: la actividad sexual, si ha de ser
éticamente correcta, no debe ser clandestina.

La clandestinidad no es buena ni para la sociedad ni para la pareja. No es


personalizante ni favorece al amor. Otra cosa es que las relaciones privatizadas o
clandestinas merezcan nuestro apoyo; pero ha de ser un apoyo constructivo, aunque
respetuoso, orientado a que se presenten en la sociedad y reciban el reconocimiento
y amparo que necesitan.

13) En conjunto, los lazas jurídicos son muy positivos SEXO/LAZOS-JURIDICOS


A/LAZOS-JURIDICOS MA/LAZOS-JRIDICOS

 Primero, algunas razones contra los lazos jurídicos tiene mucho de verdad. Por
ejemplo, los siguientes: que el amor es libre; que no se puede sostener con lazos
jurídicos la falta de amor; que ciertos lazos jurídicos de los casamientos civiles y
bodas religiosas son vacíos y convencionales, etcétera. Por eso tiene su parte
positiva el rechazo reflexivo de las formalidades jurídicas, por parte de ciertas
personas, como contestación contra ritos y expresiones vacías. Todos estos
argumentos coinciden en el punto siguiente: que los lazos jurídicos sin amor son
una contradicción y un absurdo. Pero exageran cuando añaden que los lazos
jurídicos son además un estorbo, incluso cuando hay amor. Lo veremos a
continuación.

 Segundo, cuando hay amor, los lazos jurídicos son positivos para la pareja y para
la sociedad. Ante todo, conviene advertir que los lazos jurídicos no imponen el amor,
sino que lo expresan y lo amparan. Son, además, una garantía para la sociedad,
que contrae graves obligaciones con esa pareja y sus posibles hijos: obligaciones de
seguridad ciudadana y social, cultura, sanidad, alimentación, trabajo, etcétera. Son
finalmente, una garantía para la pareja ante la sociedad y ante ellos mismos,
especialmente para la parte más débil; una garantía incluso en casos de problemas
y de debilidades. El mayor inconveniente de los lazos jurídicos es el mantenimiento
artificial de la unión cuando ya no hay amor. Pero esto mismo es ventajoso para
evitar las rupturas irreflexivas o apresuradas. Lo que habrá que hacer es facilitar
las rupturas irreflexivas o apresuradas. Lo que habrá que hacer es facilitar los
trámites de separación para cuando la recuperación se considere imposible.

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 Tercero los lazos jurídicos son positivos incluso para el amor mismo. Esta
afirmación puede chocar mucho a algunas personas, pero tiene serio fundamento.
Cuando dos personas sellan públicamente su amor con lazos jurídicos, y lo han
hecho bien, ¿qué es lo que ha ocurrido? Ante todo, que han tenido que reflexionar
mucho y tomar su compromiso mutuo con mucha seriedad. Por eso cada uno de
ellos ha tenido que actuar con mayor limpieza y transparencia. Todo esto no es
indiferente para el amor; todo esto aquilata el amor, le da profundidad, le da firmeza.

Por lo tanto, los lazos jurídicos, bien realizados, no son un “sombrero”, un añadido
accidental, un algo superficial y externo al amor, sino que lo mejoran desde dentro:
lo hacen más totalizante y exclusivo, más definitivo, simplemente más amor Por eso
la expresión pública y jurídica del amor no se puede comparar con un signo privado,
por sincero que sea. No se trata sólo del rito, sino de todo lo que lleva detrás, si se
ha hecho bien. Y ¿si se ha hecho mal, superficialmente, como tantas veces? Esta
objeción carece de fuerza, porque todas las demás cosas se corrompen igualmente
si se hacen mal. Siempre, sin excepción, el amor hay que trabajarlo y construirlo a
día.

El primer reconocimiento jurídico es el civil, y por él se debe empezar. Los cristianos


añadimos el reconocimiento eclesiástico, que acompaña al acto sacramental.

14) Los lazos jurídicos del matrimonio cristiano MA/INDISOLUBLE: Anteriormente, hemos
expuesto el significado profundo del matrimonio cristiano como sacramento; signo e
instrumento del encuentro con Dios y de su gracia especial, a través de la unión mutua
(N° 4 a). Esto no suele provocar rechazo. Lo que provoca rechazo en no pocos cristianos
casaderos es la indisolubilidad jurídica que acompaña al rito sacramental. Hacemos a
continuación algunas observaciones sobre esta cuestión concreta.

 Primero, la indisolubilidad no es primariamente una ley eclesiástica, sino una


tendencia del amor totalizante que aspira a perdurar. Lo que hace la ley es
consagrar jurídicamente esa tendencia.

 Segundo, es cierto que el evangelio afirma claramente la indisolubilidad. No pocos


estudiosos dicen que Jesús no dictó en este punto una ley, como tampoco en otros.
Lo que hizo fue marcar el ideal cristiano, que no debe ser necesariamente una
cuestión jurídica estricta. La Iglesia ha hecho de la indisolubilidad una ley y ha
creado para solucionar ciertos casos la figura de la nulidad, que equivale a afirmar
que el matrimonio no fue válido. No entramos ahora en las críticas que se les hacen
a los tribunales eclesiásticos por las increíbles diferencias de sus sentencias, que
a veces han resultado escandalosas. Pueden ser errores humanos. Su dificultad
mayor para determinadas personas está en la misma existencia de tales leyes.

 Tercero, esta legislación tiene de positivo todo lo que hemos expuesto


anteriormente sobre los lazos jurídicos en general. Tiene de discutido, de negativo
a juicio de muchos, la rigidez del derecho eclesiástico. No es correcto olvidar lo
positivo para ver sólo lo negativo o discutido. El reconocimiento público, por parte
de la comunidad eclesial, de que dos personas realizan su matrimonio en la fe, es
muy positivo, si se hace bien. No sólo porque con ello realizamos el sacramento del
matrimonio, sino además porque refuerza la profundidad y la firmeza del amor.
MA-CR/SIG-PROFETICO: A pesar de algunas dificultades, el matrimonio

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sacramental consciente puede ser en nuestro mundo un signo profético de primer
orden. Frente al rechazo de los compromisos duraderos, el cristiano sigue
afirmando que el amor es más fuerte que la muerte; aspira a un amor perdurable
y confía en la gracia de Dios para un amor tan grande y difícil como el que se pide
a los esposos cristianos.

15) Sexualidad y matrimonio Esta catequesis liga completamente la sexualidad al


matrimonio. Ante esto, algunos preguntarán: ¿qué ocurre con la sexualidad de los
jóvenes, los solteros y los viudos? SEXO/MA SEXO/NOVIAZGO: Digamos, ante todo,
que según la visión cristiana, la sexualidad está orientada al matrimonio. Este es el
motivo por el que la catequesis los une también completamente. Los cristianos
pensamos que el carácter sexual del ser humano se realiza en la vida estable de pareja
en el matrimonio. De tal forma que el amor sexual, los sentimientos amorosos, el deseo
y la entrega, y las relaciones íntimas quedan reservadas para el matrimonio. Con las
demás personas, los casados mantienen lo que suelen llamarse relaciones fraternales,
que no son ni íntimas ni exclusivas. La sexualidad de los solteros debe desarrollar al
máximo esta nota de la fraternidad incluso afectuosa, aunque no íntima ni exclusiva,
de forma que, a través de ella, dé salida al enorme potencial de amistad, gozo, entrega
y sacrificio del ser humano. No deja de haber otras vías de amistad, gozo y
compromiso, capaces de llenar una vida, sobre todo si no supervaloramos el aspecto
físico y el deseo, por encima de los demás. Algo parecido habrá que recomendar a los
viudos y viudas. Pero alguno dirá: “Una cosa es la supervaloración y otra muy distinta
la abstención. ¿Es que, según lo anterior, los solteros deben abstenerse de las
relaciones íntimas y la entrega corporal?”. Por supuesto que sí, según queda expuesto
en los números 4-6. Porque si su amor es totalizante y exclusivo, lo que deben hacer
es casarse. Y si no lo es, la unión sexual estaría herida de falsedad. Lo que se ha de
procurar es conocer cuanto antes el propio camino o vocación y empeñarse en
realizarlo sin rapidez ni retraso excesivo.

El camino de la inmensa mayoría de las personas es el matrimonio. No es bueno


quedarse soltero por no encontrar pareja, pero a veces ocurre: hemos de estar
preparados para esa eventualidad, lo mismo, que para un posible enviudamiento. La
viudedad o la soltería no son tragedias irreparables, como se ve por innumerables
casos ni siquiera la soltería no querida. Pero conviene no incurrir en dilaciones
excesivas en la búsqueda de pareja, ni siquiera por hacer un servicio religioso, con el
siguiente riesgo de retrasos irreparables.

Una observación final. En el cristianismo hay personas que se quedan


voluntariamente solteras por trabajar más por el RD, y para dar un testimonio especial
del sentido profundo de la vida humana. Todos conocemos a algunas de ellas que nos
han dejado impactados por su calidad personal, su consagración al prójimo, su
entrega al apostolado, su dedicación total a las tareas más desagradables de
enfermedades o marginación. A tales personas, que indudablemente pueden tener sus
fallos, les resultaría incongruente el planteamiento de relaciones íntimas, aunque
fueran intermitentes. No son propiamente solteros y solteras, sino personas
comprometidas con Dios, la Iglesia y la sociedad. Tales personas suelen ser una gracia
de Dios para todos nosotros, y para sus comunidades de origen. Son vocaciones que
debemos favorecer.

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APÉNDICE: SEXUALIDAD JUVENIL

1. Síntesis de extremos Frecuentemente se oye decir: “La juventud es para pasarlo bien.
Si no se divierten ahora, ¿cuándo lo van a hacer”. Estas apreciaciones, aunque tengan
buena parte de verdad no constituyen toda la verdad. Otros, por el contrario, decían
hace tiempo y siguen diciendo todavía: “La juventud no está hecha para el placer, sino
para el heroísmo”. Quizás la verdad completa sea la síntesis de ambos extremos. Los
jóvenes deben derrochar esfuerzo y sacrificio para preparar una adultez fecunda. Pero
también deben pasárselo bien, disfrutar mucho y almacenar alegría.

Esta síntesis de extremos vale igualmente para la sexualidad juvenil. También ésta es
para pasarlo bien, para gozar, para almacenar felicidad y alegría. No insistiremos
constantemente en ello, pero quede claro que es la primera verdad acerca de la
sexualidad. Sin embargo, es preciso añadir que durante la juventud igual que en el
resto de la vida, la sexualidad no deja de ser frágil, por lo cual hemos de unir el disfrute
y la felicidad con el control.

2. Control y normas morales REPRESION/CONTROL: A veces se llama represión a


cualquier tipo de control. Conviene distinguir estos dos conceptos. El control es
racional y personalizante, brota desde la libertad interior y tiene como finalidad no la
destrucción o el recorte de la energía personal, sino su dominio y encauzamiento, para
sacar el mayor partido posible. La represión no brota de la libertad interior, sino de la
imposición exterior o de la interiorización de ideas opresoras; no busca el
encauzamiento, sino la dominación y el desmochamiento. El control bien entendido
puede ser y es altamente positivo.

MORAL/NORMAS: Todo esto tiene relación con las normas morales. Más de una vez,
demasiadas veces, por desgracia, las normas morales se exponen o se toman como
una imposición del exterior, realizada con argumentos autoritarios. No es éste el origen
de las normas morales. Para el cristiano, éstas proceden del interior del ser humano,
no de una orden dada desde fuera. Y ello por dos razones. Primera, porque la norma
suprema del cristiano es siempre la conciencia, aunque le lleve a oponerse a la
autoridad; este principio pertenece a la enseñanza tradicional del cristianismo desde
hace muchos siglos. Segunda, porque las normas y orientaciones morales no nacen
de la autoridad, sino de las leyes de funcionamiento de la persona humana, que es el
valor supremo del evangelio. Lo que hace la autoridad es sancionar o confirmar las
orientaciones que se derivan de tales leyes, por lo cual dichas orientaciones pueden
experimentar cambios por un mejor conocimiento de aquellas. En resumen: que lo que
marca las orientaciones morales cristianas no es la imposición, sino la realización de
la persona humana, desde la libertad. Este es el sentido correcto de las normas
morales y del control en la propia vida sexual. Su objetivo en personalidad y ayudar
mejor al prójimo.

3. Esfuerzo y alegría. La ayuda del ambiente Todo esto, visto así parece lógico y
razonable: gozar, control, orientaciones morales, pasarlo bien, realizarse al máximo,
todo ello muy sugerente. Pero no nos ahorra el esfuerzo y la costosidad. La consecución
del equilibrio sexual no se hace sin esfuerzo y sacrificio.

Ante el desagrado que nos produzca esta realidad, la primera consideración que
podemos hacernos a nosotros mismos es la siguiente: todas las cosas buenas del ser
humano exigen esfuerzo y sacrificio. Nao hacemos hechos; nos tenemos que ir

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haciendo, lo cual no se consigue sin esfuerzo y poda. Es ley de vida, que impera en
toda la realidad humana. Llevar bien los estudios, adquirir conocimientos serios, pulir
y moldear el carácter, habituarse al trabajo, hacerse amable y atento, todo esto y
tantos otros bienes cuestan esfuerzos y sacrificios. Con la sexualidad ocurre lo mismo:
no es el único campo de la personalidad que exija esfuerzos. Exige control y cauces,
como todos los demás aspectos de la persona.

Una segunda consideración es que la forja de nuestra personalidad no es únicamente


obra nuestra. No conviene agobiarse por los esfuerzos y sacrificios que uno deba hacer.

No estamos solos. Muchas personas nos ayudan a desarrollarnos con su compañía,


sus servicios y sus avisos: la familia, los amigos, la comunidad y, en el caso de la
pareja, especialmente el compañero o compañera. De tal forma que, en buena medida,
vamos creciendo y controlándonos como sin darnos cuenta, alegremente, gracias a la
compañía de todas esas personas. Eso es también lo que ocurre con la sexualidad,
que fácilmente se desarrolla con armonía cuando, además de los esfuerzos personales,
contamos con la ayuda, a veces imperceptible, de todas esas personas y grupos. Por
eso es tan decisivo el encontrarse en ambientes positivos. Para los jóvenes, la cuadrilla
que elijan y la inserción en una comunidad pueden ser factores decisivos en el
desarrollo sexual, aparte la familia y la pareja.

Esta consideración nos debe llevar a sacar el máximo provecho de tales ambientes,
con una entrega generosa. De esa forma el esfuerzo personal es mucho más llevadero
y hasta más gratificante. Queremos añadir una nota sobre los padres. El clima familiar
ayuda o desayuda al desarrollo equilibrado del carácter y también de la sexualidad.

Tienen gran importancia las buenas relaciones de los padres entre sí, el bienestar que
se respira en casa, el ambiente de diálogo. Es de desear que los padres sean abiertos
y comprensivos, cuando el adolescente empieza a preocuparse del otro sexo. Los
padres que viven obsesionados con los peligros sexuales, especialmente de las chicas,
no ayudan a sus hijos. Es más positivo crear un ambiente de amistad, de tal forma
que el adolescente pueda hablarles con naturalidad de cualquier asunto.

Los jóvenes necesitan hallar en sus padres una actitud de apertura, confianza y
diálogo lo cual no se opone a la educación en la disciplina y el trabajo, que es también
imprescindible. Ante las nuevas ideas, recomendamos a los padres la postura marcada
en el N.”1: apertura y sentido crítico. De todos modos, el joven ha de hacerse a la idea
de que, para un buen desarrollo sexual, el binomio esfuerzo-sacrificio es inevitable.

Pero, al mismo tiempo, es muy conveniente almacenar alegría en ese mismo esfuerzo,
gozar mucho con él en razón de la propia superación que vamos logrando, y de la
energía que de esa forma preparamos para los demás. Resumiendo: esfuerzo sí, pero
con la ayuda del ambiente y gozando mucho.

4. El aprendizaje del amor MA/APRENDIZAJE-A: A/APRENDIZAJE: Amar es difícil. El


deseo del otro no es amor. El amor, como hemos visto, es una síntesis de deseo y
entrega. Por ello, esa síntesis es difícil, costosa. Todo amor verdadero tiene una fuerte
componente de olvido de sí mismo. Este es el motivo por el que toda la vida estamos
aprendiendo a amar.

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Este aprendizaje debe comenzar con fuerza en la juventud, para que el matrimonio
pueda resistir los golpes de las crisis que vendrán. Debemos llegar al día de la boda
con un cierto entrenamiento para el amor. Hasta el día en que empezamos a vivir
juntos no sabemos lo que es la convivencia, sus gozos y sus roces; creemos que
sabemos, pero no lo sabemos. Sin embargo, se puede llegar al día de la boda preparado
o impreparado. Cuando no se llega preparado todo es más difícil. Hay casos en que los
parientes y amigos pueden predecir el fracaso matrimonial el mismo día de la boda.

El aprendizaje del amor comienza en casa de los padres, cuando dejamos de ser niños
o déspotas o subnormales, que exigen que se les dé, sin que ellos aporten nada a
cambio; cuando empezamos a dar, incluso en cosas muy pequeñas y no tenemos a la
madre de esclava. Claro, en este caso no existe el atractivo del amigo o la amiga para
sacrificarse y tener detalles. Pero por eso mismo, aquí el amor está más garantizado.

Es, pues, un buen lugar de aprendizaje del amor. Hay a voces jóvenes, en los mismos
catecumenados, de alguna de esas tres especies arriba mencionadas: y hacen oración,
y hablan de comunidad, de conversión y de compromiso. Ese aprendizaje se desarrolla
también en las cuadrillas de amigos y en la comunidad. En esta última es fácil
quedarse en palabras hermosas y reuniones majas, y no llegar al amor. El amor es
otro mundo, otra galaxia. El amor son obras. La comunidad, la cuadrilla, pueden ser
una gran escuela para el amor de pareja, aunque siempre insuficiente. Debiéramos
sacar más partido de la comunidad en este aspecto.

No pocas parejas adultas han comunicado que, desde están en la comunidad, sus
relaciones han mejorado sensiblemente. ¿No debiera ocurrir otro tanto entre parejas
jóvenes, aún no casadas? El día en que dos personas deciden salir juntos debiera
comenzar, además de la emoción alucinante, un mutuo aprendizaje y transformación.

Ese es un gran momento de crecimiento en todos los sentidos: en alegría, en


servicialidad, en diálogo, en respeto, en aguante, en afinamiento del carácter.. Con
todo ello, la pareja puede ser una gran ayuda para la conversión, porque esos puntos
suponen mucho cambio. Aprovechemos la época de noviazgo para gozar y para
transformarnos. Muchos matrimonios estaban fracasados desde antes de casarse. Hoy
día se suele decir que "no deberían haberse casado”, que “no son el uno para el otro”.

A veces es así y es preciso ayudar con valentía a determinadas parejas a que se separen
antes de casarse. Pero otras veces lo que ocurre es que se ha vivido el noviazgo sin
seriedad. Porque tampoco debemos olvidar que, en principio, nadie viene fabricado
previamente para Fulanita de Tal, sino que siempre hay que hacerse el uno para el
otro. Esta labor se realiza sobre todo en la convivencia. Pero se puede iniciar en el
noviazgo, como hemos dicho anteriormente, para llegar al día de la boda con cierto
entrenamiento y preparación. Este es el sentido profundo del noviazgo. Cuando se
pasa este tiempo superficialmente, o se centran los esfuerzos en la intimidad rápida,
como ocurre actualmente demasiadas veces, puede que se esté preparando la tumba
de la realidad más bella creada por Dios, que es la pareja.

5. Cuatro consejos breves casi telegráficamente, para no alargarnos.


 Primero, encuadrar la sexualidad en el conjunto de la personalidad, no aislarla
como si fuera algo separado. Puede ser importante y útil para toda tu vida la
siguiente afirmación: la sexualidad equilibrada es el resultado de todas las fuerzas
personales, puestas al servicio de un ideal. Recuérdalo siempre. Ese ideal, para un

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cristiano, es el de parecerse a Jesús y comprometerse lo más posible por el Reino
de Dios como él. En este compromiso, en primerísima línea, está la construcción
de una familia que valga la pena. Ese ideal logra unificar todas las fuerzas
personales, de tal forma que produce como resultado una maduración sexual
verdaderamente humana. O sea, que el mejor modo de trabajar por el desarrollo
sexual es trabajar conjuntamente por toda la personalidad, bajo la motivación y la
guía de aquel ideal.

 Segundo, mantener siempre unidos los dos elementos integrantes del amor sexual:
el deseo y la entrega. Incluso será preciso trabajar más sobre la entrega, puesto
que, por costar más, corre más riesgo de quedar en segundo plano.

 Tercero, colocar la entrega corporal en su debido lugar, que no es el primero,


aunque tampoco el último. La entrega corporal es un aspecto necesario, pero debe
ir precedido de un gran esfuerzo de maduración. En la visión cristiana de la
sexualidad, la entrega corporal debe tener el presup0uesto del amor totalizante y
exclusivo y ser expresión del mismo (ver N.° 5). No empecemos la casa por el tejado.
Hay mucho camino que recorrer previamente. El tiempo no perdona.

 Cuarto, en las expresiones de cariño avanzar muy poco a poco, y con el freno
echado. ¿Por qué? Porque tales signos, cuando se aceleran, exigen por su propia
naturaleza cada vez más, para no quedarse inexpresivos. El deseo vuela como un
avión y exige cada vez más; en cambio, la entrega rueda como un coche. Hay pasos
que conviene ralentizar, para no verse impelido a dar el siguiente y el siguiente. No
disminuye el amor con ciertos frenos, sino que crece mejor.

 Cuatro líneas de conducta que recomendamos vivamente. Ojalá las recuerdes y


practiques siempre. Te irá bien, aunque veas que muchos jóvenes piensan y hacen
lo contrario.

6. El noviazgo, época de nebulosa una neblina de felicidad y de miedo a la verdad


envuelve ordinariamente a las parejas durante el noviazgo. Es como una realidad
inexorable, de la cual frecuentemente los menos conscientes son ellos mismos. Lo que
todos los demás ven con claridad, los únicos que no lo ven son ellos mismos. El miedo
a la verdad significa inseguridad. No se quiere perder la felicidad hallada, aunque sea
ficticia. Como si dijeran: “Mejor no ver la verdad; no vaya a ser que realmente la joya
que he encontrado sea falsa”.

El noviazgo es una época de nebulosa, y seguirá siéndolo por su propia naturaleza


utópica. Aun así son mayoría los novios que logran ver bien en esa niebla y que
aciertan. Es mayor el número de éxitos matrimoniales que el de fracasos, aunque el
acierto no sea absoluto, sino relativo. Pero los fracasos son siempre dolorosos para los
interesados, para sus hijos, para los amigos y para toda la sociedad. Por ello vamos a
hacer dos sugerencias.

 La primera, para los interesados, es la siguiente: que enciendan los faros antiniebla
y abran bien los ojos; que no dejen pasar sin afrontamiento los puntos negros que
aparezcan, por pequeños que sean; que pongan los problemas sobre la mesa con
claridad; que no los dejen para después de la boda, pues serán más difíciles y hasta
imposibles; que no teman romper en caso de duda, puesto que el noviazgo no es

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para seguir adelante inexorablemente con orejeras, sino para ver y probar; que no
teman quedarse solteros, que hay mucha gente buena que busca compañero…
Habrá que decir igualmente a los interesados que la fe cristiana no es factor de
segundo orden a la hora de elegir pareja. Los que hacen tales afirmaciones dan un
mal consejo. No sólo se ha de mirar la fe cristiana a secas, sino la fe cristiana vivida
a tope, la vivencia comunitaria y el compromiso. Hay demasiados casos de
personas que se han engañado, que han tenido que rebajar sustancialmente sus
ideales cristianos y humanos, por el peso muerto de un compañero. Demasiados
casos tristes, para que todavía descuidemos este punto.

 Segunda sugerencia, para los amigos de los interesados: que podemos prestarles.
No hace falta esperar a que nos pidan consejo: cuando veamos algo importante,
debemos actuar. También a este caso se aplican aquellas palabras del evangelio:
“Tuve hambre y no me disteis de comer”. El amor auténtico se edifica sobre la
verdad. Y si ésta origina la separación, nada de sentirnos culpables, puesto que
hemos hecho una buena obra.

Estos consejos no son invitaciones a romper parejas. El que saque esta conclusión ve
lo que no hay, o es corto, o no actúa con buena intención. Pero además, ¿Qué? ¿Acaso
es una catástrofe la ruptura del noviazgo? ¿No son mucho más catastróficas ciertas
uniones? Y otros casos que no llegan a la catástrofe, ¿no se salvan porque uno de los
cónyuges es un mártir? Ahora que nos hemos vuelto tan abiertos ante el divorcio,
parece mentira que sigamos tan cerrados a las separaciones de novios. Una joven, casi
recién casada, explicaba así la nebulosa del noviazgo: “De novios nos esforzamos en
mostrar sólo lo bueno; después inevitablemente enseñamos lo bueno y lo malo” (M.
C.). Habría que completar esta aguda observación con el verbo ver: “De novios nos
empeñamos en ver sólo lo bueno; después, inevitablemente, vemos lo bueno y lo malo”.
El noviazgo es una de las épocas más bellas de la vida. Pero es un poco oscura.
Necesita claridad.

7. Relaciones prematrimoniales

a) Delimitación. A qué llamamos relaciones prematrimoniales damos este nombre a


las relaciones íntimas de novios, que tiene un compromiso formalizado hacia el
matrimonio. Aquí se habla únicamente de este caso. Las relaciones íntimas entre
conocidos o entre personas que acaban de empezar a salir juntos, no son relaciones
prematrimoniales, sino extramatrimoniales. De ellas debemos decir abiertamente
que son inaceptables para un cristiano. Pero volvamos a nuestro tema. ¿Qué juicio
moral nos merecen las relaciones prematrimoniales?

b) Relación sexual sin convivencia El amor sexual se expresa y vive adecuadamente


en la convivencia total. Las relaciones íntimas al margen de la convivencia
permanente suelen resultar engañosas. Dichas relaciones son un componente
necesario de la vida de pareja, pero sólo uno. Por eso, contrariamente a lo que se
oye decir, no sirven ellas solas para mostrar el grado de entendimiento futuro; es
un argumento que carece de peso. Una prueba más valida sería la convivencia
plena durante dos o tres años antes de formalizar el matrimonio. La jerarquía
eclesiástica se opone en general a esta vía. En el Sínodo episcopal sobre el
matrimonio, algunos obispos africanos presentaron a la asamblea esta cuestión,
como una costumbre africana que podría tener cabida en el cristianismo. Entre los
judíos existían los desposorios o esponsales previos a la boda, que llevaban consigo

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la convivencia total. Ambos casos suponen un compromiso serio de matrimonio,
pero reversible, con vuelta atrás. En consecuencia, no se trata de relaciones
íntimas separadas de la convivencia, sino de un verdadero pre-matrimonio. Entre
los estudiosos no faltan los partidarios de esta solución, sobre todo ante el aumento
de las separaciones de matrimonios recientes. Abogan además por hacer un signo
público, una celebración cristiana, con lo cual esa convivencia total tendría la
conveniente dimensión social. En tal caso sería un inicio del sacramento del
matrimonio; es decir, un signo efectivo de la gracia especial de Dios que lleva
consigo el matrimonio realizado desde la fe en Jesús.

En el mundo occidental, una dificultad seria para esta experiencia es la falta de


trabajo y de medios económicos: la convivencia supone contar con vivienda.
Realizarla en casa de los padres de uno de los dos no parece el mejor modo de
hacer la prueba, aparte la falta de sitio de muchas casas. Precisamente es este
problema económico uno de los factores que plantea la cuestión de las relaciones
prematrimoniales entre jóvenes responsables.

c) Nueva delimitación del problema Estas últimas observaciones nos ayudan a


delimitar mejor el problema.
 No se trata de un pre-matrimonio. De él acabamos de hablar en el apartado
anterior.
 Tampoco hablamos de relaciones de solteros jóvenes no comprometidos.
Hemos dado anteriormente la valoración negativa sobre las mismas.
 Se trata de noviazgos formalizados, que se proponen tener relaciones íntimas
sin convivencia.

d) Factores que se deben tener en cuenta para un juicio moral En la Iglesia hay
moralistas y movimientos, a veces importantes, que despachan estas cuestiones con
una contestación simple y global: “Pecado moral”. Ni siquiera tiene en cuenta que
puede haber distintos grados de gravedad en los comportamientos negativos y
positivos. Hay otras personas que incurren en la misma simplificación y globalidad
por el lado contrario: “En esas cosas no condicional tan difícil (“si se quieren”). Aquí
vamos a adoptar la postura de aquellos que analizan las situaciones y toman en
consideración los diversos factores. Tengamos presente la última delimitación que
acabamos de hacer. ¿Qué factores se deben tener en cuenta para dar un juicio moral
sobre talos relaciones prematrimoniales? Conviene tomar en consideración los
cuatro factores siguientes:
 Primero, ver las razones por las que no se casan.
 Segundo, el tiempo que llevan de noviazgo.
 Tercero, la edad que tienen.
 Cuarto, ver su grado de decisión y compromiso para el matrimonio.

e) Respuesta a algunos casos


 Primero, si son muy jóvenes y llevan poco tiempo de noviazgo, la entrega corporal
es inaceptable, porque no hay todavía entrega personal plena, aunque ellos lo
afirmen, y hasta lo sientan así.

 Segundo, tampoco son aceptables las relaciones íntimas cuando la pareja cuenta
con medios económicos para casarse o para iniciar un prematrimonio, y no lo
hace por otros motivos distintos: por ejemplo, que todavía no lo ven claro; que

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hay diferencias y dificultades entre ellos; que no hay decisión de compromiso
matrimonial, etcétera. Es fácil comprender que en estos casos las relaciones
íntimas no sean moralmente aceptables: no hay amor totalizante o exclusivo; no
hay compromiso para algo estable y duradero. Es lógico que no quieran casarse
todavía. Pero en tales condiciones esas relaciones no son del todo verdaderas:
expresan un amor que no existe en grado tan alto. (Ver N° 5). Aparte de ser
éticamente inaceptable, es un error psicológico utilizar las relaciones íntimas
como medio de encuentro y amor. Lo que ocurre ordinariamente es que tapan la
falta de ese amor totalizante y exclusivo, estable y duradero, que es previo a tales
relaciones.

 Queda un caso. Tienen edad prudencial, veinticinco, veintiséis años; llevan cierto
tiempo de noviazgo, cuatro, cinco años; están totalmente comprometidos entre si
y decididos a casarse tan pronto como puedan; pero carecen de medios
económicos. ¿Quedan justificadas en ese caso las relaciones íntimas
prematrimoniales? ¿Serían unas relaciones responsables y positivas? Existen
entre los moralistas las dos opiniones: afirmativa y negativa. Algunos de los que
responden afirmativamente añaden que no sólo son tolerables, sino que hasta
pueden ser convivientes para seguir desarrollando el vínculo amoroso y el
compromiso mutuo. La dificultad de otros moralistas para dar una respuesta
afirmativa neta a este caso es la carencia de la tercera nota (N° 7-9), la dimensión
social, expresada públicamente. Pero se ha de tener en cuenta que esa expresión
pública obliga a la convivencia total, que es precisamente lo que resulta
imposible.

Algunos argumentan del modo siguiente: es Dios mismo quien nos ha creado sexuados
y nos ha llamado a la vida dichosa de pareja. ¿Corresponde a su voluntad el sufrimiento
de aquellas personas que, después de haber realizado un noviazgo responsable, se
encuentran ante una prolongación indefinida de su situación de paro?

La Conferencia Episcopal Española desaprueba las relaciones prematimoniales y dice


taxativamente que “no pueden justificarse”, así como tampoco “la vida en común antes
del matrimonio, como prueba para conocer las posibilidades de convivencia y de
armonía sexual en el matrimonio futuro”. Pero añade que “cuando se trata de personas
que se quieren y están seriamente decididas a contraer matrimonios las relaciones
prematrimoniales “tienen un significado diferente al que poseen cuando se trata de una
entrega despersonalizada y sin amor”. Lo cual no quiere decir que, aun manteniendo la
desaprobación, esos casos no los ve totalmente carentes de sentido, les concede algún
sentido (Ver Matrimonio y familia, hoy .-6-VII-1979. N.° 91 b-c).

No entra en este último apartado el caso de estudiantes de edad normal que están en
los últimos años de carrera, y otros casos semejantes, aunque hayan empezado el
noviazgo desde muy jóvenes. Tampoco el de noviazgos breves, dos o tres años, salvo
cuando se trate de personas de cierta edad.

Basten estas notas para cumplir el cometido de esta catequesis, que es dar criterios
serios sobre este problema real. A parte de ello conviene estudiar cada caso
particularmente porque puede tener matices propios. Es muy conveniente, antes de
tomar una decisión, dialogar en plan de consulta con una persona preparada, que sea
al mismo tiempo creyente responsable y comprometido. Suele ser un signo más de
sinceridad con Dios.

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f) Los casos extremos Todos sabemos que en situaciones extremas se modifican las
orientaciones ordinarias de la moralidad. El ejemplo más socorrido es el de la
legítima defensa personal, que permite agredir a un enemigo consciente o
inconsciente (por ejemplo, un loco), aunque haciéndole el menor daño, si es posible.
Este es un principio moral de todos los tiempos que debe aplicarse también a
nuestro problema. Por ejemplo, si en un caso de noviazgo prolongado, la psicología
personal quedase dañada con la abstención.

8. Observación final Este tema va dirigido a personas que quieren seguir sinceramente a
Jesucristo; no es para personas de fe convencional. Deliberadamente aparecen
muchas matizaciones, porque la mayoría de estas cuestiones no son absolutas. Donde
más debemos insistir es en los criterios fundamentales. Es importante que tengamos
criterios sólidos y que nos pongamos en situación de búsqueda y de marcha.

Es posible que algunas de estas líneas choquen con nuestro medio ambiente. Como
decíamos anteriormente, hoy en día estamos más dispuestos a ir contra corriente en
cuestiones económicas y sociales, en cuestiones referentes al amor y la sexualidad. Si
nos situamos realmente dentro del evangelio, es probable que debamos ir contra
corriente incluso en cuestiones que no están de moda, ni en la derecha ni en la
izquierda. Estamos llamados a amar y recoger todo lo bueno del mundo, pero con gran
sentido crítico. La crítica y la libertad son tan importantes para el cristiano como el
amor y la solidaridad. Debemos amar la verdad más que nuestros gustos. Puede
ocurrir que después de una reflexión seria no aceptemos todas las ideas que aparecen
en esta catequesis. Así debemos hacerlo, si es lo que nos dice responsablemente la
conciencia. Formemos bien la conciencia, para poder ser más libres. Jesús nos dará
la fuerza para ir contra corriente en cualquier circunstancia, y superar la falta de
aprecio y consideración que pueda venirnos. Sigamos sus pasos.

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