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Torres, Joel y la belleza post-mortem

Joel Torres nunca ha visto un fantasma, un espíritu, ni nada parecido, pero hoy está pálido y
ojeroso como si hubiese visto uno. Su trabajo, pensaba, lo había inmunizado contra el
asombro común de ver un cadáver, pero esta vez es distinto. A quien están velando en la
funeraria donde trabaja es a su único hermano, Raúl Torres, quien falleció el día anterior por
un ataque cardiaco. Los familiares lloran, un niño pequeño vestido con sus ropas de diciembre
juega de un lado a otro como si nada hubiese pasado. Joel Torres no suelta una sola lágrima,
pero la tristeza se le escapa entre los dientes que tiemblan cada vez que levanta el café gratis
en vaso de icopor de la funeraria. César, el conductor del coche fúnebre, afirma que jamás
había visto a Torres así, que era extraño verlo de esa manera, pero que era aún más extraño
que los familiares lo llamaran Joel, pues hasta ese momento y después de trabajar cinco años
juntos casi se le había borrado su nombre de pila. Todos en el trabajo lo llaman Torres, un
reducto de los años que este pasó en el ejército; justo hasta que le dieran la baja por un
varicocele que jamás volvió a registrarse en ningún examen médico, exámenes a los que
Torres asiste sin falta cada tres meses, porque si algo ha aprendido desde que es
tanatopractor es que se debe cuidar la salud.

Torres tiene 47 años, un dejo de barba siempre rasurada, es alto como pocas personas y
tiene un trabajo también como pocas que, por la situación de violencia en Cali, tiene
perspectivas salariales en aumento: es tanatopractor y le pagan por cadáver atendido,
actualmente gana tres millones de pesos en promedio. Su labor radica en desinfectar,
preservar y embellecer a los muertos que llegan a la Funeraria Trujillo en los dos turnos que
trabaja, de 7 a 12 y de 2 a 7. Hace años tenía un compañero que atendía uno de los turnos,
pero desde el día en que llegó al laboratorio donde trabaja y observó que en el certificado de
defunción figuraba el nombre de su compañero supo inmediatamente que su trabajo
aumentaría.

- Mi casa la pude construir en la época de la guerra entre los carteles, voj jabes, en esa
época se daban plomo como unos locos y muchos eran unos culicagados, me los
mandaban desde Metrallo que los mandaban por allá a hacer vueltas y ¡Pram! Los
pillaban en la vuelta, los quebraban y ya la familia pedía era que se los trajeran, a
otros los mataban acá mismo en Cali, me tocó atender una vez al hijo de doña Yolanda
que todos creíamos que estudiaba para paramedico pero vamos a ver que era ladrón,
intentó robar a los hijos de un traquetico y en el acto los pelados le dieron de baja -
Torres intenta disimular una mueca de rabia que le surge al hablar de Medellín y de la
violencia de los carteles, como si tuviera un asunto pendiente con una ciudad a la que
nunca ha ido.
- ¿Dirías que tu casa esta construida a base de muertos?
- Pues pelao, uno puede decir muchas cosas pero solo puede dormir en una casa, antes
yo les ayudaba a esas familias porque muchos llegaban con tiros en la cabeza o con
cortes de machete por todo lado, si esa gente hubiese visto a sus hijos como estaban
antes de traerlos por ahí mismito toca enterrarlos juntos.

La Funeraria Trujillo, ubicada al frente del Hospital Carlos Holmes Trujillo, atendía antes a la
mayoría de los muertos del oriente de Cali, pero la competencia en el negocio de la muerte
siempre está en aumento. Torres recibe ahora por día entre tres y cinco cadáveres, y ya
perdió la cuenta de todos los que ha atendido en la vida. Pero por mas costumbre que se
tenga, afirma, le pareció imposible tratar a su hermano que falleció, por lo cual pidió el favor
a Hugo, el muchacho que le sirve de aprendiz mientras trabaja en una funeraria del sur.

Cada vez que visito a Torres me pide que ore antes de entrar al laboratorio, es su costumbre
y le parece sagrada, la tiene incluso desde sus años en el ejército cuando veía cuerpos
destrozados con metralla por los enfrentamientos en la región del Guaviare, donde antes de
saber su futuro trabajo ya le tocaba levantar a sus compañeros, pero no con la calma y
paciencia que ahora tiene, si no con la celeridad propia de la guerra, pues las balas zumbaban
tan cerca que era probable que él se sumará a los cuerpos que se debían recoger antes de
que llegaran los milicianos, como él llama a los guerrilleros, a llevarse lo poco que quedaba
con ellos. Torres preserva del ejército, aparte de un tatuaje que parece bastante artesanal, la
costumbre de levantarse antes de que amanezca, pues su trabajo en el laboratorio empieza
a las 7, pero el debe orar y en eso si demora más que en rasurarse.

- Uno tiene que hablar con el difunto, pedirle permiso y explicarle que no se le va a
hacer daño, este es un trabajo de respeto y el difunto tiene que saberlo, a mi nunca
me han asustado pero uno sabe que Dios que está en los cielos existe y que existe
un cielo y un infierno. Yo antes de entrar al ejército no creía en nadie, el barrio siempre
le hace pensar a uno que creer en Dios es ridículo porque lo que existe es la plata y
el plomo, pero después viendo tanta gente muerta en el ejército, lanzas con los que
uno compartía la cajetilla de cigarrillos que debía durar dos semanas, ahí botaos, uno
comienza a coger respeto a Dios, un compañero que era cristiano me presento a
Cristo como salvador, que él había muerto en la cruz por mis pecados y los de los
lanzas, me pidió hacer la oración para recibir a Cristo en mi corazón, yo la hice y desde
ese día se que soy salvo y que Jesucristo anotó mi nombre en el libro de la vida. La
oración empieza como: Te acepto, Jesús, como mi Salvador y Señor. Dios de
misericordia, reconozco que soy pecador y necesito salvación….

Al llegar al laboratorio siempre se toma un cafe sin azucar que él mismo prepara en la cocineta
del servicio. A esa hora no han llegado las dos señoras encargadas de la limpieza, quienes
le llevan el resto del día el café en su vaso que tiene impreso el salmo 93. Después de la
primera taza de café, procede a rezar por aproximadamente diez minutos, lo acompaño en la
oración silenciosa que en mi caso es más cercano a una conversación interna conmigo mismo
en donde repaso las preguntas que tenía preparadas para la entrevista. Acabo antes de que
él termine y observo que mueve los ojos debajo de sus párpados cerrados y los labios parecen
recitar un memorial notarial incomprensible del cual solo queda un ligero zumbido producido
por la voz muda de su oración. Se dirige a los casilleros metálicos donde los trabajadores de
la funeraria dejan su ropa y sus objetos personales, en esta ocasión habla por celular con una
prima sobre la precaria salud de algún familiar, una semana antes de que quien falleciera
fuera su hermano, deja allí su camisa marca Pat Primo y su pantalón de lino para ponerse
una camiseta con el logo de alguna marca de pintura y un pantalón deportivo. Torres saca
del casillero también una bolsita plástica pequeña llena de unas semillas que resultan ser de
cardamomo, se introduce varias a la boca antes de seguir con el resto de su indumentaria de
trabajo, un traje de plástico completo de color azul que lo cubre desde el cuello hasta los
tobillos, un delantal amarillo también plastico, unos guantes gruesos, botas pantaneras
blancas, careta de visera parecida a la de un soldador en su versión tanatopractica y un
tapabocas.

- El cardamomo ayuda a que a uno no le sepa la boca a formol todo el tiempo, voj sabes
que lo que uno respira también le sabe en la boca, como en el paladar, el cardamomo
ayuda a pasar ese sabor, uno con los años se acostumbra pero no quita que quede
el dejo en la boca. No me gustan las mentas porque tienen muchos químicos y son
malas para la salud.

Siempre Torres debe revisar los papeles de los cadáveres antes de iniciar el procedimiento,
dice que es peligroso por lo legal no hacerlo, casi tan peligroso como el SIDA al cual le tiene
tanto miedo o los piojos y pulgas con las que llegan algunos muertos.

- Uno lo primero que tiene que hacer es comparar que el cuerpo con el que uno va a
trabajar si sea el de los papeles, uno nunca sabe en qué lugar hay una chueca y queda
uno engrapado ahí, a un man del sur le pasó que le ponían ahí unos muertos que no
eran, después se dieron cuenta era que los dueños de la funeraria eran sicarios,
tenían el negocio redondito los manes.

Cortarse con una costilla, uno de los instrumentos de trabajo o algún hueso mal puesto es un
riesgo biológico, por eso el traje de trabajo es tan importante. Aunque afirma no conocer a
nadie que se haya enfermado por dicho trabajo, él prefiere prevenir que lamentar.

Hasta la edad media a los muertos solo se les untaban aceites, bálsamos y se les cubría con
telas, era mucho más cercano a un ritual religioso, como los métodos egipcios de
preservación. Pero ahora el enfoque es incluso más social, para las familias es ahora
importante la preservación estética del difunto para una correcta velación. Es tan importante
el procedimiento de la velación y el aspecto que en este tenga el cadáver, que Torres afirma
que muchas personas sueñan a sus familiares con el aspecto y la ropa que tenían el último
día que lo vieron. Hago un repaso mental por la imagen de mi abuela que murió hace apenas
unos cuatro días en Cartagena y efectivamente tiene la ropa con la que la enterraron, intento
sacar rápidamente el tema de la cabeza pero ahora el horrible vestido color beige de la
velación y su cara hinchada no me dejan organizar mis preguntas. Ojalá fuera Torres quien
la hubiese arreglado, debo pedirle un momento porque no me siento bien, me ofrece café
pero es la única bebida que no tomo y la única que hay, busco en la sala principal de la
funeraria una de esas aromáticas que dan a los familiares, pero las dos señoras siguen sin
llegar, lavarme la cara y respirar profundo aplacan por un momento la imagen.

Después de revisar los certificados y comprobar la identidad del fallecido, el primer paso es
bañarlos. Torres utiliza una manguera como aquellas con las que lavan los carros mientras le
unta jabón perfumado por todo el cuerpo, sin omitir partes, mientras va estirando las
extremidades que toman formas extrañas y duras por el rigor mortis. Algunos expulsan gases
que hace parecer que hablaran con tonos incomprensibles, de alguna lengua ahora realmente
muerta, cuando presiona el estómago durante el baño. Torres procede inmediatamente a
generar un intercambio de fluidos a nivel vascular, por las arterias inyecta un líquido
preservante a base de formol, glicerina y agua, el cual tiene un color rosado parecido a un
helado de fresa artificial, mientras introduce una cánula en las venas por las cuales drena la
sangre.
Una vez el cuerpo tiene corriendo por sus venas el líquido preservante en lugar de sangre el
aspecto de los cadáveres cambia notablemente, su piel comienza a parecer más a la de un
muñeco de cera al estilo Museo de Madame Tussauds. Luego continúa la hidro-aspiración
toracoabdominal, Torres realiza una incisión con el bisturí quirúrgico cuatro dedos arriba del
ombligo y procede a introducir con fuerza la troca como un torero que en plena faena clava
su banderilla, la troca en conjunto con la aspiradora son instrumentos usados también durante
las liposucciones. Sorpresivamente el precio de una troca es más barata en Colombia que en
los países vecinos, aunque es complejo definir si esto es debido a la cantidad de muertos que
hay cada año en el país, doscientos mil, o por la misma gran cantidad de cirugías plásticas
que se realizan, doscientas once mil, parece que en Colombia la gente se embellece a mayor
velocidad de la que muere. Con la troca y la aspiradora se extraen del cuerpo los residuos
gaseosos, líquidos, y semisólidos de la parte abdominal, se rellena los espacios con algodón
grueso quirúrgico y se cierran los incisiones generadas, se baña nuevamente el cadáver y se
sellan todos los orificios del cuerpo con el mismo algodón grueso, usando para ello una tijera
de punta curva que ayuda a introducirlo con fuerza en las cavidades.

- A la gente que no conoce del oficio le parece que nosotros metemos la troca o el
algodón muy duro, pero es que un tieso de verdad se pone bien tieso, a nosotros nos
toca darles movilidad articular mientras los bañamos pero aun así es duro, por eso
toca hacerle con fuerza pero con respeto.
- ¿Cual parte de tu trabajo te gusta más o simplemente a uno no puede gustarle trabajar
con muertos?
- A mi todo mi trabajo me gusta, la gente nunca se fija en todo el trabajo previo de
desinfección y de preservación, ellos detallan más es la parte tanatoestetica que es el
maquillaje y reconstrucción de los cuerpos. Allí es donde yo me divierto mas por el
hecho de maquillar y peinar, no es que yo sea marica como los peluqueros ni nada,
pero si me gusta sentirme como el que prepara a la gente para una fiesta, como en
esta parte del Padrino en que lo arreglan para la fiesta antes de que se den plomo.
- ¿Cómo reacciona la gente al ver tu trabajo hecho en sus familiares?
- Algunos me dicen que muy bonito, que quedo igualito, otros ni se fijan en la labor de
uno, a mi lo que me gusta es que uno con ellos no puede darles la vida, pero por lo
menos si puede simularla y eso para le gente es importante, aunque ni ellos mismos
se den cuenta.

Si la causa de la muerte es natural, el procedimiento total puede durar unos cuarenta y cinco
minutos, pero si el cuerpo ha sido dañado en gran manera puede extenderse hasta tres horas,
especialmente en las muertes violentas o accidentes de tránsito. La reconstrucción se realiza
cuando el cuerpo ha sido bañado y secado por segunda vez, antes de vestirlos, para ello se
utiliza una cera especial que Torres llama “Una pasta americana”, aunque al momento de leer
la etiqueta noto que dice Made in Brasil, pero su nombre escrito en inglés puede dar pie a
esas confusiones. Para la reconstrucción se le pide a los familiares fotos del fallecido, así
como las indicaciones generales sobre su aspecto y sus requerimientos, le han pedido incluso
que quite arrugas, lo cual afirma es muy fácil en comparación con lo complicado que es para
algunas personas eliminarlas en vida, esto lo demuestra también las arrugas que Torres
comienza a evidenciar por el paso de los años.
El vestir el muerto hace parte fundamental del proceso, a mucha gente le llevan sus mejores
ropas, incluso cuenta Torres que en una ocasión le pidieron que el difunto fuera vestido con
una camiseta del America del año 1986, “Un clásico” dice Torres que también es hincha de
ese equipo de fútbol. Es tan importante la ropa del último día que él ya tiene comprado, aparte
del ataúd y su plan de entierro con la misma funeraria con que trabaja con el único descuento
de trabajador que se usa después de vivo, el traje entero que quiere usar el día de su entierro.
Afirma que no quiere que lo maquillen mucho, aunque ha recibido pedidos de gente que pide
incluso que se le pinte el cabello a sus familiares. El maquillaje se realiza después introducir
clavos en las encías y haber puesto prótesis en los ojos y la boca, cerrado ambos para darle
el aspecto de quien tiene un sueño tranquilo. Se utilizan las herramientas cosméticas de
cualquier mujer, polvos compactos de varios tonos, bases, sombras, pintalabios de diversos
colores y pintauñas.

- A mi me parece bien bonito pintarles las uñas, porque las manos siempre van
cruzadas en el pecho entonces siempre se les ven, aunque la gente piensa que a ellos
las uñas les siguen creciendo, pero eso es mentira, lo que pasa es que el tejido se
contrae y por eso parece que estuvieran creciendo, pero no nada, es solo un efecto
de la muerte.
- Uno de los mitos de la muerte que comenta la gente, como este de que crecen las
uñas, es el de que se le sacan los organos ¿es verdad?
- Nunca se les sacan los órganos, eso es falso, ni con la hidro-aspiración ni nada, los
únicos cadáveres que uno abre son los que vienen de medicina legal y es para poder
rellenar ciertas partes con algodón, es que esa gente por lo general los mandan mal
cocidos, una vez me mandaron uno abierto ya, como que a todo el mundo se le olvido
suturar y así se fue, cuando me llegó me tocó arreglarlo todo, es que quien va a pensar
después de muerto en que a uno se le ve todo por dentro, esa gente de medicina legal
es bien tosca por eso es mamón cuando se reciben los fallecidos de ellos.

Una vez se han completado la desinfección, la preservación y las mejoras estéticas, Torres
acerca la camilla con el ataúd y con únicamente la ayuda de sus fuerzas o algún asistente si
llega a estar presente, traspasa el cadáver de la plancha donde ha realizado los
procedimientos al ataúd, le gira un poco la cabeza al cadáver a la derecha que es el lado
contrario al de la tapa del cofre, lo cierra y lo entrega a César, quien lo transporta al lugar
donde será velado para que continúe el ritual de despedida y el negocio de la muerte.

- ¿Puede uno acostumbrarse a la muerte?


- Uno nunca se acostumbra a la muerte, uno lo que se acostumbra es al trabajo, yo
llevo 25 años trabajando en servicios funerarios y todavía me da miedo morirme, pero
yo creo en Dios y en un Cristo que murió para limpiarme de los pecados.
- ¿Alguna vez te ha tocado trabajar con niños pequeños?
- Siempre, mueren muchos niños acá en Cali, la semana pasada recibí dos, uno de
ocho años y un pequeñito de 2 añitos.
- ¿Y este contacto tan cotidiano con la muerte nunca ha hecho tambalear sus principios
religiosos? Me refiero a que atender niños pequeños, que nunca han hecho nada
malo, parecería ser injusto para un Dios omnipotente que pide que los niños se
acerquen a él.
- Todo lo que sucede está escrito en el plan de Dios, él allá arriba tiene un libro de la
vida donde anota todo lo que pasó y pasará, como dice Isaías 46:10 “anuncio lo por
venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi
consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero” Solo Dios conoce su voluntad y él es
quien sabe porque hace cada una de sus cosas, esos niños ya están sentados a los
pies del padre, yo siempre oro por ellos y le pido a Dios que cuide sus almas y los
proteja así como a las familias en ese momento que debe ser de tanto dolor.

Torres no se quita su indumentaria de trabajo porque sabe que aunque este es el primer
cuerpo del día, un joven de veintiocho años muerto por una enfermedad pulmonar obstructiva
crónica mayormente conocida como EPOC, la cual se lleva dos millones de vidas anualmente
en el mundo, como si anualmente muriera toda la población de una ciudad intermedia como
Cali, y me hace dudar del cigarrillo que esperaba fumar a la salida, faltan más cuerpos por
tratar en esta jornada laboral.

El laboratorio de Torres, cuyo piso blanco impecable y accesorios metálicos que reflejan la
luz blanca hacen parecer el lugar más frío de lo que realmente es, tiene un olor profundo y
penetrante que es difícil de identificar. Este laboratorio dista mucho de aquel en el que él
estudió hace unos años cuando buscó especializarse en aquello a lo que se dedicaba y
emprendió un curso en tanatología y tanatopraxia con el SENA en convenio con medicina
legal, 120 horas le permitieron obtener el diploma que lo acredita como tanatopractor.
Recuerda que en esa época los obligaban a practicar cosiendo pollos pues si lo hacían bien
con piel tan fina serían impecables con la gruesa piel humana. Torres me comenta también
que en esa época los obligaban a comer al lado de los cadáveres que compraba o le eran
donados al SENA, como un reto y una prueba a los futuros encargados funerarios, y fue allí
donde conoció a Edilberto, uno de sus compañeros de clase pero muchos años menor que
él y ahora íntimo amigo suyo, que en la primera comida compartida con el cadáver se vómito
sobre este y Torres le dijo “Mi hermano, usted no tiene rabo para pantalon de cuero, retírese
de esto y busque otro oficio” consejo que Edilberto atendió y montó una droguería a unas
cuantas cuadras de la funeraria, sin querer alejarse del negocio de la muerte que es también
el de la vida.

Volver a la funeraria una semana después de mi última visita, con el objetivo de terminar la
entrevista con preguntas entorno a las personas que debían matar en el ejército, la cremación
y el futuro laboral de las prácticas funerarias, y encontrar no a Torres si no a un Joel
devastado, me hizo pensar en la relación tan íntima de la muerte con aquellos que todavía
no lo conocen, le doy mi pésame mientras le digo que me asombra verlo tan calmado, incluso
con su amplia experiencia en el área, dice que Edilberto le dio unas pastillas que lo tienen
tranquilo, nos despedimos con un abrazo porque la muerte tiene la asombrosa capacidad de
acercar a las personas. Al salir de la funeraria prendo un cigarrillo que apago despues de la
segunda calada, debe ser el miedo porque las manos me tiemblan, desde afuera veo a Joel
acabar su vaso de café e inmediatamente tomar otro, como la continuación de un bucle
infinito, preparando a Torres para al día siguiente continuar con el ritual, porque labor de
embellecer la muerte, como la muerte misma, parecen no detenerse.

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