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2013
3 Presentación
Presentación
3
que nuestra revista haya alcanzado aún su “identidad” definitiva,
esperamos por fin que ésta publicación se vuelva regular y que siga
conforme al espíritu que presidió a su creación presentando siempre
un papel de francotirador cultural.
En el número precedente afirmábamos que “frente a la creciente
imposición burocrática en los espacios de investigación” Graphen
reclamaba para sí esa especie de estatus de marginalidad, lo que no
quiere decir, que rechazáramos, tanto antes como ahora, “la seriedad
y la inteligencia en la reflexión”. Si jamás hemos sido tentados por el
deseo del reconocimiento y de integrarnos al consenso de los lugares
comunes historiográficos, podemos asegurar, otra vez, a nuestro
lector que en Graphen tenemos ese mismo firme propósito de no
caer en lo “historiográficamente correcto”, aunque nos aseguraría
recursos y prebendas. Como lo dijimos en el anterior y muy lejano
número, no se trataba aquí de resabios juveniles, (era un poco tarde) o
de una simple pose sino de esa convicción, cada vez más y más firme,
de que México necesitaba una profunda renovación historiográfica.
Después de las orgías conmemorativas del 2010, que cumplieron
solo en parte las esperanzas que podíamos tener de que un gran
movimiento nacional podría llegar a repensar estos dos grandes
momentos de la historia nacional: la Independencia y la Revolución,
nuestro objetivo ahora es más bien el horizonte de los 500 años de la
destrucción de Tenochtitlán. Si este horizonte nos parece fundamental
es porque lo que está en juego en esa fecha, aunque parezca muy,
muy lejana, atañe al corazón identitario del México contemporáneo.
***
Inaugura este número de Graphen un interesante análisis
de José Pantoja Reyes, maestro de la ENAH, quien no teme
enfrentarse a la glosa nacionalista que pretende que Tezozómoc y
su crónica Mexicayotl pertenecen a una “historiografía mestiza”.
Con detenimiento nos explica el verdadero proyecto del autor, su
finalidad y el porqué de esa escritura. Es evidente que el lector, si
logra aceptar adentrarse con espíritu abierto en esa lectura, saldrá
con una riqueza historiográfica que le ayudará a pensar y repensar
las crónicas americanas, sin dejarse atontar por las pretendidas
“novedades parisinas”.
4
El artículo de Gertrudis Payás, una de las escasas maestras de
la “traductología”, nos muestra, como su título lo enuncia muy
bien, que la historia de la traducción es una veta historiográfica
impresionante para revisar o, como lo dijimos nosotros, repensar la
historia. Payás ha orientado su trabajo “hacia la exploración de las
funciones que las traducciones ejercen en las culturas, y sobre todo
las formas en que la traducción, como fenómeno cultural, contribuye
a una representación de las identidades, nacionales u otras, es decir,
cómo forma parte de un discurso de identidad”.
En cuanto a Marie Lecouvey y Helia Bonilla, que trabajan cada
una desde riberas opuestas de Atlántico, su ensayo nos muestra cómo
se puede trabajar en colaboración y producir ideas interesantes. Este
artículo nos interesó porque utilizan no los grandes autores ni las
grandes teorías nacionales, sino más bien trabajan a partir de una
fuente que a muchos les parecería de poco interés historiográfico,
la Biblioteca del Niño Mexicano de Heriberto Frías. Creemos
que este ensayo puede servir de ejemplo a los jóvenes estudiantes
que buscan temas y campos muy sofisticados para sus tesis. Aquí
vemos cómo una publicación para la juventud, de repente, por la
imaginación historiográfica de sus autoras, se vuelve reveladora de
las ambigüedades de la construcción de un relato histórico nacional.
Los lectores de Graphen ya conocen el trabajo erudito y preciso
de Miguel Segundo. En este ensayo continúa su deconstrucción de la
glosa pseudoantropológica que afirma que los cronistas, franciscanos
y otros, en su “descripción” del mundo americano dan cuenta de
las creencias y costumbres de los nativos. Analizando estos escritos
nos lleva de la mano a esa invención de los “infiernos imaginarios”
y que no son más que elementos de esa construcción del olvido
que quiere imponer el cristianismo sobre ese mundo americano. Si
bien todos los hombres son mortales, la muerte en cada sociedad
reviste caracteres profundamente originales. Es el “encuentro” por
los cronistas de las tradiciones americanas que pone en duda el ojo
implacable de Miguel Segundo.
Como siempre es tradición en la revista, hemos incluido en este
número la traducción de un texto de John Tolan que pone en duda la
irenista situación en la “España de las Tres Religiones” en la edad
5
media española. Más bien intenta llevar a su lector a pensar que
los contactos y los roces cotidianos fueron legiones durante estos
siglos. Su demostración a través de los textos jurídicos, difícilmente
negables, es impecable y si no insiste en las formas cotidianas de esa
violencia simbólica, nosotros podemos utilizar su demostración para
conclusiones un poco más radicales.
Para finalizar, el artículo de Guy Rozat se propone recuperar
una investigación muy original, la de Didier Lett, quien analiza los
documentos de una canonización fallida en la época medieval italiana
mostrando cómo a lo largo de las investigaciones se va construyendo
un testimonio único, una memoria para la invención de un santo.
Aplicando parte de esta reflexión intenta pensar cuál puede ser la
naturaleza del testimonio de los “informantes de Sahagún” así como
de los supuestos ancianos nobles y sabios que la glosa contemporánea
construye como garantía “científica” del relato de Sahagún.
G. R.
6
El papel de la genealogía en las crónicas indígenas: La
crónica Mexicáyotl de Hernando Alvarado Tezozómoc
Primer paso
La “operación deshistoriadora” inicia, como hemos señalado, con
el establecimiento del corpus, en el cual el problema de validez
habría quedado resuelto por el hecho de que la información del
pasado prehispánico es igual o similar en ambos tipos de crónica,
es decir, que la misma información proviene de fuentes producidas
en lugares sociales y culturales diferentes. La parcialidad de las
fuentes (españolas, por un lado e indígenas, por otro) reforzaría la
solidaridad en el corpus documental poscortesiano.
Este primer paso necesita que las crónicas indígenas sean
consideradas como verdaderas. Esa construcción se “consolidó” 2
con la historiografía de la segunda mitad del XIX y de la primera
del siglo XX3, y se basa en la premisa de que los indígenas (sean
prehispánicos o no) por el hecho de serlo nos entregarían la verdad
sobre su pasado, en su naturaleza no cabría la falsedad o la mentira y
que la información que contienen las crónicas ha sido proporcionada
por los indígenas prehispánicos. Así que la validez de la crónica
indígena sería el resultado de la estrechez de relación entre los
cronistas indígenas y los indígenas prehispánicos.
Así, por ejemplo, la crónica de Sahagún es reconocida como una
fuente imprescindible en tanto que, supuestamente, fue elaborada
con base en “informantes indígenas” que de viva voz o a través de
la lectura de manuscritos (que paradójicamente fueron quemados en
2 El término lo uso como se usa en el sistema contable, consolidar las cifras es cerrar
la cuenta garantizando el respaldo de los “valores”.
3 En esta labor participaron autores fundamentales en la historiografía nacional como
Manuel Orozco y Berra, Francisco del Paso y Troncoso, Miguel Angel Garibay.
8
su mayoría por los evangelizadores) proporcionaron la información
sobre su pasado.
a) primer criterio. La “operación deshistoriadora” se valdría en
este caso de la vieja formula de que un relato verdadero se funda en el
testimonio de quien participó directamente en los acontecimientos.4
Sería imposible enumerar los casos en los que se emplea este
procedimiento pues en realidad casi toda la historiografía y el “saber”
contemporáneo del mundo prehispánico se funda en la utilización
libre de la información de la crónica, tal vez sólo valga señalar un par
de casos ilustrativos. Un modelo característico son las antologías,
en ellas los autores ceden su palabra a las crónicas y mediante esa
operación las “fuentes” ofrecen por “sí mismas” la información
de un aspecto del pasado prehispánico, por ejemplo, puede verse
el texto de Alfredo López Austin: Educación mexica: antología
de documentos sahaguntinos5, en la cual se da por sentado que la
educación indígena prehispánica es tal cual la “describe” Sahagún.
Otro modelo que se sirve de este criterio de validez, son aquellos
textos en los que el discurso sobre el pasado prehispánico se
entreteje con las narraciones de la crónica y el autor contemporáneo.
Un ejemplo que llama la atención es un libro reciente coordinado
por la antropóloga Johanna Broda6 sobre los graniceros (“brujos,
hechiceros o naguales que controlan el tiempo y el clima”) de
comunidades indígenas contemporáneas. El libro es el resultado
del trabajo “etnohistórico” de un grupo de profesores y alumnos del
posgrado de Historia y Etnohistoria de la ENAH y el objetivo del
texto es establecer la continuidad en la tradición religiosa indígena
4 Con respecto al uso de este criterio en la Grecia clásica, Jorge Lozano nos dice:
“El yo he visto se sitúa como garante de verdad y como autor fiable de los hechos que
cuenta como del decir mismo; no es cualquiera el que habla, sino que fue testigo”.
Jorge Lozano, El discurso histórico, Alianza, Madrid, 1987, p. 19. También en Francois
Hartog, El espejo de Heródoto, FCE, México, 2002, p. 250
5 Alfredo López Austin, Educación mexica: antología de documentos sahaguntinos,
Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones
Antropológicas, México, 1985, 273 páginas
6 Es de llamar la atención este trabajo porque Johanna Broda es reconocida como una
promotora de la arqueoastronomía en México, investigaciones que buscan relacionar
la disposición espacial de las zonas arqueológicas con el movimiento de los astros. Es
decir, un campo que prometía proporcionar una información valiosísima sobre el saber
prehispánico directamente a partir de los restos materiales, sin que para ello hubiese
necesidad de recurrir a la mediación de las fuentes coloniales. Pero como podemos ver,
el proyecto sólo quedo en “promesas”.
9
sobre el clima y el tiempo desde la época prehispánica hasta la
actual. Para el registro actual de dichas prácticas se reporta trabajo
etnográfico de campo, mientras que para el periodo prehispánico:
“El ciclo de las fiestas aztecas de los dioses de la lluvia se reconstruye
con base en la información de los cronistas del siglo XVI (sobre todo fray
Bernandino de Sahagún y fray Diego de Durán) y representa una etnografía
de los ritos mexica comparable a un material etnográfico que recupera el
antropólogo de campo”7
Basados en la información de las crónicas, los autores interpretarán
el significado de “ofrendas” prehispánicas en cuevas, murales y
estelas prehispánicas,8 con lo cual demostrarían la continuidad (a
pesar de los cambios que puedan detectarse) de creencias entre la
época prehispánica y la actual.
b) segundo criterio. Al primer criterio utilizado para la
validación de la crónica como fuente, el del testigo presencial, se le
agrega un segundo: el yo he oído. Así, al yo he visto y yo digo se
incorpora el yo he oído. A través de este criterio se extiende el poder
de la verdad del testigo directo hacia un testigo indirecto, es decir
un testigo de oídas; un testigo que escuchó el testimonio verdadero
de un observador directo.9 Este criterio es utilizado para salvar el
anacronismo en que se incurre al utilizar las crónicas indígenas de
finales del siglo XVI y principios del XVII para conocer el pasado
prehispánico, crónicas que fueron elaboradas por indígenas que
pertenecieron a una o dos generaciones posteriores a la conquista. La
brecha temporal, el anacronismo, se resuelve porque el testimonio
supuestamente fue trasmitido de una generación indígena a otra sin
cambio alguno.
7 Graniceros. Cosmología y meteorología indígenas de Mesoamérica. Coordinado por
Johanna Broda y Beatriz Albores, El Colegio Mexiquense A. C. UNAM, México, 1997
(reimpresión 2003)
8 Para el caso de las cuevas, puede verse el artículo del mismo libro, de Druzo
Maldonado y Johanna Broda, Culto en la Cueva de Chimalacatepec, San Juan
Tlocotenco, Morelos, pp. 175-211. Por su parte en el artículo de Gustavo Aviña Cerecer,
El caso de doña Pragedis en la lógica de la fuerza del rayo, nos dice que la cuchara
de madera recién sacada de la olla que doña Pragedis utiliza para enfrentar la tormenta
y detener el granizo, puede verse en: “esta cuchara larga de madera es muy similar
a los palos en forma de hacha que aparecen en manos de seres alados en las estelas
tres, cuatro, cinco, nueve y diez de Izapa, o en las de algunos individuos del mural del
Tlalocan de Tepantitla en Teotihuacan” (p. 294) y referida en Sahagún, Historia general
de las cosas de Nueva España, Porrúa, México, p. 54.
9 Para las relaciones entre la ópsis y ákoe y la credibilidad del relato en la Grecia
clásica, Francois Hartog, ibidem, pp. 254-256.
10
Para la aplicación de este criterio se utiliza la información de
las mismas crónicas pues en ellas se consigna que su narración
estaba basada en códices y testimonios prehispánicos, por ejemplo,
Fernando Alva Ixtlixochitl, en sus Obras Históricas nos dice que:
Estas y otras muchas cosas alcanzaron los Tultecas desde la creación
del mundo, y así hasta nuestros tiempos, que, como tengo dicho,
por excusar prolijidad, no se ponen según en sus historias y pinturas
parece, principalmente de la original, digo de las cosas queíseles
halla pintura é historia, que todo es cifras en comparación de las
historias que mandó quemar el primer arzobispo que fué de México.10
Gracias a ello, historiadores como Miguel León Portilla pueden
afirmar que:
“En México mismo, especialmente a principios del XVII, varios indígenas
o mestizos como don Fernando Alvarado Tezozómoc, Chimalpain e
Ixtilixóchitl, descendientes de la antigua nobleza indígena, escribieron en
idioma náhuatl o en castellano sus propias historias, basadas principalmente
en documentos de procedencia prehispánica. Imbuidos ya en la manera
europea de escribir la historia, sus imágenes del mundo antiguo pueden
describirse, no obstante como los primeros intentos indígenas de defender
ante el mundo español sus tradiciones e historia”11
El primer paso de la “operación deshistoriadora” se cierra justo
aquí, en el momento en el que los criterios de pertinencia (o crítica
de autenticidad) se convierten en criterios de verdad. El corpus ha
quedado constituido. Tan sólo un ejemplo contemporáneo, de los
millones que pueden citarse, nos ilustra ésta “operación” en la que
se convierte a la crónica en fuente de información. El arqueólogo
Leonardo López Lujan encargado de las excavaciones en la casa de
las Ajaracas, en Templo Mayor de la ciudad de México, en donde se
ha encontrado por “azar” el “monolito” de Tlaltecuhtli y 6 fabulosas
“ofrendas”, nos señala:
Al cierre de esta edición se comenzaba a abrir un túnel hacia el poniente
para continuar la búsqueda del Cuauhxicalco, es decir, el lugar de reposo
de los soberanos mexicanos según las crónicas del fraile dominico Diego
Durán y del historiador indígena Hernando Alvarado Tezozómoc.
Si consideramos que hasta ahora no ha sido descubierta una sola tumba
14
“visión de los vencidos” dado que fueron elaboradas en el horizonte
del nuevo orden colonial y por ello en estás crónicas, los indígenas
no se asumen como vencidos sino como parte de los vencedores.
Dicha hipótesis está sustentada en la estructura y el sentido mismo
de la crónica y que los hechos relatados adquieren su significado en
cuanto los relacionamos con la coyuntura y a las circunstancias que
obligan (y hacen posible) a estos autores indígenas confeccionar
dichas crónicas, es decir, que la memoria tiene también utilidad
pragmática para estos cronistas indígenas. Dicho esto en el sentido que
la memoria no es una entidad separada de quienes la producen y por
consiguiente, independiente de su forma de vida y de su ser cultural.
La hipótesis que ha guiado mi lectura del texto es que la obra
de Tezozómoc, a pesar de la opinión generalizada, nos ilustra
sobre el proceso de cristianización y castellanización en el que
fueron formados ciertos grupos de la sociedad indígena que por su
participación en el establecimiento del orden colonial y por su papel
de intermediarios entre las autoridades españolas y la población
indígena en esta fase temprana de la colonización, adquirieron un
estatus de privilegio que pretenden defender a través de la crónica.
Por consiguiente, esta perspectiva se enfrenta a la opinión muy
arraigada en la historiografía de que esta fuente como otras del mismo
carácter (por ejemplo, Las Relaciones de Chimalpain) constituye un
corpus sólido para acceder a la mentalidad y la historia prehispánica.
Podemos identificar en la crónica las tensiones que existen
entre el horizonte cultural occidental y la procedencia indígena de
sus autores. En la narración existen diversos momentos (marcas
narrativas) en los cuales los autores se distancian del discurso
colonial español a través de un mecanismo de asimilación de la
“historia” indígena a la “historia” bíblica cristiana. Es decir, en
nuestro caso, que a pesar de que la Crónica Mexicáyotl fue escrita en
el marco del discurso occidental cristiano, no significa que en ella no
se señalen diferencias en el discurso entre indígenas y españoles, por
el contrario, la tensión entre “asimilación” y “distancia” del discurso
cristiano occidental, sirve al autor para ubicarse políticamente y
reclamar un lugar en la estructura colonial española.
15
La estructura de la obra
Dos crónicas son atribuidas a Hernando (Fernando) Alvarado
Tezozomoc, La Crónica mexicana y la Crónica Mexicáyotl, una
escrita en español y la segunda en náhuatl, las dos datadas en el
cambio de siglo, 1598 y 1608 respectivamente, pero cuyo destino
fue completamente diferente. La crónica Mexicana fue conocida,
citada y difundida desde el siglo XVII, aunque publicada en 1898;
el manuscrito de la Crónica Mexicáyotl se “extravió” desde el siglo
XVII y sólo fue una referencia en diversos textos hasta que en el
siglo XX, en 1911, fue reencontrada entre los documentos de Aubin
en la colección de Eugène Goupil en la Biblioteca Nacional Francesa
y publicada por primera vez en 1949. Aún, no queda claro cuáles
fueron las razones del “extravío” de una y la difusión de la otra, es
posible que la escritura en náhuatl incidiera en su destino o que las
particulares temáticas terminaran por decidir el olvido o el interés
de una sobre la otra, particularidades que nos indican que hay una
historia de la recepción a través de la cual se insertan las crónicas
en la historiografía de México, sin embargo, nos encontramos en
realidad frente a un mismo proyecto en el que cada una de ellas es
complemento de la otra.
La Crónica Mexicana, es una versión indígena de las Historia
General de las Cosas de la Nueva España de Sahagún, llena de
descripciones sobre objetos, alimentos, plantas, animales, series de
objetos y costumbres que formarían lo que se llamaría antigüedades
en el siglo XIX, así como la relación de la fundación y la conquista
española de México Tenochtitlán.18
Por su parte, la Crónica Mexicáyotl, se ocupa de la historia de
la ciudad de México Tenochtitlán desde la salida de los aztecas de
Aztlán (Chicomostoc) y la fundación de la ciudad, hasta el año de
1578 con la anotación de los descendientes “nobles” de los mexicas.19
17
el siglo XVI y su relación con los registros del linaje, esto es con la
narración, dado que la crónica insiste en la denominación de “noble”
en la reconstrucción genealógica. ¿Existe alguna diferencia entre
el uso del término “noble” en la crónica y su uso en la sociedad
castellana (feudal y medieval en términos culturales) en la que el
rango de “nobleza” tiene connotaciones que derivan en un estatuto
social, político y jurídico? ¿Pertenece a esa tradición la crónica?
¿Cuál puede ser su relación con las narrativas prehispánicas?
Genealogía indígena
Rastrear la función del registro de los linajes en la época prehispánica
resulta problemático por dos razones, uno porque estos registros son
escasos (ya sea por la destrucción sufrida durante y después de la
conquista y/o porque no era relevante para ciertas culturas o épocas)
y dos porque al parecer había una gran heterogeneidad en las formas
de sucesión y filiación entre los indígenas. Un ejemplo significativo
de esta situación es el periodo conocido como clásico en donde la
arqueología se ha encontrado con dos situaciones contradictorias
en la misma época, una en Teotihuacán y otra en Palenque. En
Teotihuacán, no sólo no hay registros genealógicos, en estelas o
pinturas, sino que durante mucho tiempo algunos arqueólogos,
arqueólogas, han buscado tumbas de monarcas sin encontrarlas,
así la urbe que “dominó” Mesoamérica durante 500 años parece
no haber tenido un poder central personificado o encarnado en una
persona o familia, lo que ha llevado a algunos arqueólogos a pensar
que la ciudad estaba gobernada por clanes cuya identidad totémica
fueron primero los adscritos a la serpiente emplumada y el monstruo
de la tierra (Tláloc) y luego al jaguar y el coyote, clanes que estaban
vinculados a territorios y profesiones especializadas. En todo caso
la carencia de restos materiales (arqueológicos o iconográficos) no
permite caracterizar la forma de gobierno o estado en este centro
mesoamericano.
Por el contrario, en los centros mayas del Usumacinta, entre
ellos Palenque, se han encontrado registros en pinturas y estelas,
inscripciones que se refieren a los linajes de los gobernantes de esas
ciudades. En Palenque además de los registros se encontró la tumba
18
de Pakal, gobernante del periodo, en una de las pirámides por lo que
se pudieron relacionar las inscripciones de las sucesiones dinásticas
con personajes “históricos” de estas ciudades mayas.20 Estos
registros están sólo asociados a los gobernantes, ahaw, “en retratos
con los miembros de la familia y participando en otras actividades,
como el baile o el juego de pelota” pero sobre todo en batallas y
capturas de enemigos. La aparición de otros personajes, los sahal, en
las inscripciones al mismo nivel que los ahaw (aunque su presencia
no generó el registro de sus linajes) ocurrió hacia el final, en los
últimos cincuenta años de los registros del periodo clásico en la
región.
Como señala Peter Mathews, esta práctica genealógica al parecer
estuvo confinada a la región del Usumacinta pues “mientras que en
otras partes de las tierras mayas bajas ni siquiera la representación
de las reinas es común” y:
“Además de las referencias a las batallas y a la captura de individuos, los
gobernantes de los sitios del Usumacinta también registraron de manera
destacada entre sus títulos, por una parte, los nombres de sus prisioneros
de guerra y, por la otra, la cantidad de los mismos. Ambos tipos de títulos
son muy comunes en la región del Usumacinta, mientras son raros o no se
presentan en otras regiones.”21
Podemos ver, que el registro genealógico en el clásico no es un
problema de “falta de escritura”, alguna incapacidad de la “memoria”
o de ausencia de “gobernantes”, es más bien una elección en el
contexto de sistemas de gobierno heterogéneos cuyas necesidades
y formas de legitimación, puede deducirse, eran también diversas.
En esta revisión, por demás rápida, hay que considerar los
códices mixtecos del posclásico, que representan el mayor número
de códices prehispánicos que sobrevivieron a la conquista: Bodley,
Nutall, Vindobonesis y Colombino-Becker (aunque la mayoría de
autores incluye al Códice Selden, este se elaboró hacia el 1556).
20 Aunque debe considerarse que en dichas inscripciones los gobernantes, según los
epigrafistas encargados de su lectura, aparecen asociados a dioses o eventos que les
asignan un carácter “sagrado”.
21 Peter Mathews, Epigrafía de la región del Usumacinta” en Arqueología mexicana,
Vol IV, número 22, Editorial Raíces-INAH, México, noviembre-diciembre de 1996,
pp. 16-17
19
Estos códices fueron elaborados entre el siglo XIV y XV, y
contienen la fundación de una o varias dinastías (Tilantongo,
Teozacualco, Jaltepec, Zaachilla, Tlaxiaco, Achiutla, Suchixtlán,
Apoala, etcétera) la “genealogía” de algunos soberanos (como el de
8 Venado garra de jaguar que aparece en varios de ellos), alianzas
matrimoniales y ataques y conquistas de los “yya” o gobernantes,
entre los siglos X y XIV (por lo que con dificultad pueden establecerse
continuidades de los linajes al interior de los códices y entre ellos).
En general, los códices se ocupan de la sucesión dinástica más que
propiamente de un linaje en particular, como puede verse en el Códice
Nuttall que registra varias dinastías de Tilantongo o en el mapa de
Teozacualco en el que se consigna la instauración de un linaje que
venía de Tilantongo porque la “sucesión había quedado vacía” .
Aunque, varios autores consideran que los hechos relatados son
de orden histórico tienen que reconocer que:
“En algunas páginas de los códices son representados varios
señores naciendo de cerros, ríos, árboles y piedras, lo que pone de
relieve el origen sagrado del soberano y lo constituye en el gran
fundador del linaje que mantendrá el poder en toda la comunidad”. 22
Pero más que simples páginas, los códices parecen estar poblados de
guerras sagradas (Códice Nuttal, lámina 4), intervención de “dioses”,
ritos de paso para convertirse de un linaje a otro (8 venado garra
de jaguar “convirtiéndose” en tolteca-chichimeca, Códice Nuttall
lámina 52).23 ¿Estamos frente a un documento histórico24 o frente a
una narración mitológica? Es difícil contestar dicha pregunta pues
creo que el estado de la lectura de los códices prehispánicos aún
no nos permite resolver la cuestión sobre qué tipo de documentos
nos encontramos.25 Sin embargo, para el propósito de este trabajo
22 Manuel A. Hermann Lejarazu, Los códices de la Mixteca alta. Historias de linajes
y genealogías en Arqueología mexicana, Vol. XV, número 90, marzo-abril del 2008,
p. 49.
23 Ferdinand Anders, Cansen Maarten y Aurora Gabina Pérez, Crónica Mixteca: el
rey 8 venado Garra de Jaguar y la dinastía de Teozacoalco-Zaachila. Libro explicativo
del llamado Códice Zaouche-Nattal, Códices mexicanos II, FCE, España-Austria-
México, 1992.
24 Postura que puede verse en Nelly M. Robles (ed). Estructuras políticas en el Oaxaca
antiguo, Memoria de la Tercera Mesa Redonda de Monte Albán, INAH, México, 2004.
25 Sobre todo porque los epigrafistas pasan rápidamente de la identificación de
elementos del códice a la interpretación libre del texto, algunos de ellas pueden
considerarse serias dado el esfuerzo por “leer” los códices pero en los que se denotan
los prejuicios que la versión colonial tiene sobre el período, en muchas ocasiones se
20
podemos decir que la tradición de registro de linaje se centra en
estos códices en la sucesión dinástica (mitológica o histórica) más
que de genealogías de “nobles” o “familias de nobles” sin vínculo
directo al gobierno de las ciudades.
Con respecto a la tradición náhuatl de la época anterior de la
conquista, en particular entre los mexicas, no hay registros de
linajes ni sucesiones genealógicas en códices prehispánicos, estelas,
monolitos, etcétera. Las fuentes al respecto, códices incluidos, son
poscortesianas, a diferencia de los registros mayas o incluso de los
códices mixtecos, carecemos de referencias prehispánicas náhuatl
con las que comparar el sistema genealógico que nos refiere la
crónica Mexicayotl.
Ahora bien, lo cierto es que en la narración de la Crónica describe
la línea de sucesión de los gobernantes mexicas a partir de la
fundación de la ciudad de México-Tenochtitlán lo que en apariencia
la enmarcaría en alguna de las tradiciones prehispánicas señaladas
anteriormente, sin embargo, en este relato la sucesión dinástica
por sí misma no es lo más importante, su importancia deriva del
vínculo del autor y de su grupo familiar con algunos de los tlatoanis
mexicas, es decir, se trata de “ennoblecer” un linaje indígena del
periodo poscortesiano. Mientras que, por ejemplo, en los códices
mixtecos el relato de la sucesión dinástica es lo primordial, es el
motivo del códice, en la Crónica ocupa un lugar “intermedio”, un
medio para exponer lo realmente importante que está al principio y
al final de la crónica, como veremos adelante.
Genealogía cristiana
Si en la Crónica Mexicáyotl la sucesión dinástica no es la clave de
la lectura, como en los códices prehispánicos, entonces: ¿Cuál es el
lugar de la memoria? ¿Cuál es la relación entre linaje y memoria?
relaciona la lectura del códice prehispánico con códices y crónicas coloniales: “Este
monumento es una evidencia arqueológica de la alianza entre el señor 8 venado y los
totleca-chichimecas, como lo muestran los códices coloniales tempranos e historias
orales relatan también que la gente de Tututepec declaraba ser tolteca y adoraba
imágenes de Itzpapálotl” en Nelly Robles, op. cit, pp. 205-230; pero también se dan casos
lamentables de interpretaciones sin ninguna relación con el códice: “Las cuatro páginas
del Códice Nuttall revelan la historia de ambición, poder, conquistas y asesinatos que
culminan en rituales propiciatorios…” en Carmen Aguilera, Descubriendo a un niño
sol, en Arqueología mexicana, Vol. X, número 55, mayo-junio de 2002, p. 61.
21
¿Por qué las diferencias entre los registros sobrevivientes de
genealogías indígenas prehispánicas y las crónicas indígenas?
La Crónica Mexicáyotl señala explícitamente que los herederos
indígenas a quienes se les legó el testimonio (tanto en el presente de
la crónica como en su futuro), son los portadores de la memoria y
poseedores del pasado, son los “nobles indígenas”. De su calidad de
“nobles” deriva su lugar en la “historia” y de ese posicionamiento
sus prerrogativas y obligaciones. Así que memoria y posición social
y política parecen determinarse mutuamente.
A diferencia del pasado prehispánico, esta relación entre memoria
y lugar social, expresado en genealogías de los linajes nobles, puede
rastrearse en Europa occidental desde por lo menos el siglo XI.
Si miramos del otro lado del Atlántico, podemos observar que las
genealogías adquirieron un papel relevante entre los siglos X y XIV,
consolidándose hacia el siglo XII como un recurso político y social
de las familias feudales. Para el siglo XVI, las genealogías también
fueron utilizadas para exaltar a los grandes personajes.
Según Jacques Legoff, las “grandes familias” feudales tuvieron
interés por establecer sus genealogías cuando las estructuras sociales
y políticas feudales habían alcanzado cierto estadio de madurez, “el
producto del momento en que la memoria muestra la tendencia a
organizarse en series cronológicas”. Esas genealogías tienen como
modelo las primeras líneas de la Biblia en donde se desarrollan la
letanía de las genealogías de los patriarcas.
Georges Duby ha mostrado cómo en el siglo XI –y sobre todo en
el XII- los señores, grandes y pequeños, patrocinaron en Occidente,
sobre todo en Francia, una abundante bibliografía genealógica “para
exaltar la reputación de su linaje, más expresamente para apoyar su
estrategia matrimonial y poder así contraer alianzas más ventajosas.
Con mayor razón las dinastías reinantes hicieron establecer
genealogías imaginarias o manipuladas para afirmar su prestigio.
Así el interés de los príncipes y nobles produjo una memoria
organizada alrededor de la descendencia de las grandes familias. La
parentela diacrónica se convirtió en un principio de organización de
la historia.”26
28 Para el caso de los Anales de Saint Gall y la Historia de Francia, veáse Hayden
White, El contenido de la forma. Narrativa, discurso y representación histórica,
Paidós Básica, España, 1992, capítulo I. Para un resumen de los tropos de las crónicas
medievales francesas en Elena Real, Épica medieval francesa, Editorial Síntesis, 2002,
313 p
29 Elena Real, op. cit., p. 233.
24
su corolario en una nueva normativización y reglamentación de
la sociedad cristiana: de la guerra, de los derechos territoriales de
los señores, de la legitimidad de los príncipes y monarcas, de las
órdenes religiosas y la práctica cristiana (las misas por ejemplo), de
los derechos de las ciudades. Es este ambiente de expansión y de
reglamentación en el que las genealogías y las crónicas (escritas u
orales) adquieren una gran importancia cultural.
Son importantes como fenómeno de memoria y lo son, por tanto,
como un arma política y legal en los conflictos sobre derechos y
privilegios de las antiguas familias y de los nuevos señores feudales.
Se redactan para apoyar las disputas de sucesión de príncipes y
monarcas. Producto de un ambiente social en el que el crecimiento
de la riqueza y la figura del rey recobra importancia. También se
exhiben en las disputas entre las órdenes y el papado, entre la iglesia
y el resto de señores feudales y en todos los conflictos entre los
antiguos poderes feudales y las nuevas ciudades.
Como podemos observar, las características de nuestra crónica
la emparientan con esta tradición medieval, en donde memoria
y herencia se identifican, en el que genealogías (históricas e
inventadas) se conjugan con hechos prodigiosos y maravillosos, con
las gestas contra sarracenos, herejes, contra “actos injustos de los
soberanos”, contra linajes bastardos y traidores y cuyo estatuto de
realidad deriva tanto de la fe con la que se mira al mundo como
de la narración misma. Una narración que ordena la memoria en
el mismo sentido del plan divino, de la creación hacia el fin de los
tiempos y que por ser obra humana no puede ofrecer conclusión, por
lo cual esta narración siempre está abierta a ser continuada, es decir
que está obligada a continuarse.
El ennoblecimiento indígena
Hemos visto que formalmente la crónica indígena sigue en general
los parámetros de las crónicas cristiano-medievales, ahora veamos
hasta dónde comparten también su contenido.
Hemos señalado que el motivo principal de la Crónica Mexicáyotl
es demostrar la “nobleza” del autor y su grupo familiar por lo que
tiene que establecer el vínculo que tiene su linaje con el cristianismo.
25
La demostración de su cristianismo ancestral va más allá de la
presencia española en América, según la crónica se remonta hasta
el origen mismo de su pueblo. A través de la narración la crónica
establece una conexión de continuidad entre el pasado y el presente
indígena: la genealogía de los “nobles indígenas” queda enmarcada
en la sucesión dinástica mexica, esta a su vez en la historia de la
ciudad de México-Tenochtitlán y finalmente, en un último círculo,
esta se inscribe en la historia de la peregrinación que culminó en la
fundación de la ciudad.
Lo importante de esta secuencia narrativa es que el pasado
indígena quedará asimilado al presente cristiano del autor, que
el pasado narrado le servirá como medio de demostración de su
posición social y política, de su ser noble. Por lo cual la relevancia
de los hechos narrados es reconocida en términos de los criterios
con los que se confeccionaban las crónicas en la época, aquí vale la
pena recordar lo que señala Hayden White con respecto al estatuto
de realidad de la crónica medieval:
“Estos acontecimientos son reales no por que ocurriesen sino porque,
primero, fueron recordados y, segundo, porque son capaces de hallar un
lugar en la secuencia cronológicamente ordenada.”30
En esa secuencia cronológica, los hechos individuales adquieren
valor en cuanto que son expresión de la presencia divina en el
mundo, el orden profundo de la crónica (y por tanto la genealogía)
está en el sentido escatológico de la historia. Así que para que el
pasado indígena sea parte de las pruebas de “nobleza” debe ser
“convertido”, para ello es necesario introducir la palabra de Dios
(su presencia, mano, sentido) en ese pasado prehispánico. Para los
alcances de este trabajo consideraremos sólo tres marcas o momentos
de dicha presencia en la narración.
a) La conquista militar y el bautismo. Llama la atención que
a diferencia de la Crónica Mexicana, la Mexicáyotl no da cuenta
propiamente de la conquista militar, la crónica resuelve ese momento
con una rápida mención de la conquista, en medio de la descripción
genealógica:
29
gentes de Roma, y en España los españoles, que por ello se difundieron por
todo el universo.34
La Crónica Mexicáyotl nos presenta una estructura circular en la que
el origen y el presente (el siglo XVII) se justifican mutuamente: la
historia inicia con la voluntad de Dios de que los aztecas salieran de
Aztlán y fueran a fundar la ciudad prometida, México Tenochtitlán,
y culmina con la cristianización de los indígenas. La crónica no tiene
un verdadero final porque éste está vinculado al “fin de los tiempos”,
sólo se detiene en la enumeración de los nobles indígenas herederos
de la promesa divina.
La ciudad no es sólo es espacio que da pie al linaje individual
sino que hace posible la historia futura de los indígenas: la historia
de la ciudad rivaliza con la conquista militar. La ciudad obtiene su
supremacía frente a los otros pueblos indígenas, frente a Tlatelolco por
ejemplo, y sus derechos devienen del destino preestablecido por Dios.
El origen de los mexicanos es explicado a partir del mito de la
peregrinación del pueblo de Israel y su llegada final a la nueva Jerusalén.
9. Supuesto que de acuerdo con la voluntad del altísimo, de Jesucristo,
llegarán, vendrán, se radicarán, se difundirán al tiempo de la división
del universo, allá hacia el poniente había una gran morada en donde se
hallaban radicados;...35
La introducción de los mitos cristianos tiene el cometido de insertar
la historia de los indígenas en la historia cristiana universal, de
incorporar la historia prehispánica en el curso de la historia de la
salvación. Con la introducción de la palabra divina, el cronista puede
“convertir” la historia de los aztecas en la lucha entre la misión
divina que les fue asignada y el demonio que quiere oponerse a ella.
De esta forma al mismo tiempo que asimila el pasado indígena al
cristianismo, justifica la presencia española en estas tierras y con ello la
historia indígena se acomoda al nuevo orden colonial, así los “nobles
indígenas” reconocen al rey español como monarca de la cristiandad
al mismo tiempo que piden se les reconozcan sus derechos como
viejos cristianos. Por ello, la crónica describe la religión prehispánica
como expresión de los engaños del demonio Huitzilopochtli.36
34 Crónica Mexicayotl, p. 13
35 Crónica Mexicayotl, p. 11-13.
36 Esta idenficación de Huitzilopochtli con el demonio también puede verse en Juan
de Torquemada, Monarquía Indiana, Facsímil, México, 1969, t. I, p. 340-342.
30
10. Era su herencia el rogar y rezar a quien se denominaba Tetzahuitl
Huitzilopoxhtli, pues que él les hablaba, les aconsejaba, vivía ente ellos, y
se hacía amigo de los aztecas; y por ello se perdían tantísimas almas que se
llevaba al infierno... 37
Huitzilopochtli, el diablo, al saber el mensaje de Dios, entendió que
los aztecas vivirían como cristianos y para asustarlos y engañarlos:
12. “…un infinito número de espíritus humanos de almas las llevará al
infierno de ellos mexicanos, cuando allá toma él la vida de ellos, los usos
de ellos, tal como está puesto, está dispuesto aquí.”38
Los indígenas trataban de librarse de la palabra del demonio pero
éste los engañaba ofreciéndoles imperios y tributos:
32. Y los teomamas llamaron a su hermano mayor, a quien los acaudillaba
y era rey de los mexicanos, cuyo nombre era el de Chalchihtlatonac, y
le dijo Huitzilopochtli a Chalchiuhtlatonac: “Ven, para que lleves a las
muchas gentes que contigo irán; y que sean pues herencia de cado uno
de los siete “calpulli” aquellos que cogierais aquí; quienes habían caído
junto a la biznaga; de los más fuertes y recios de los mexicanos, puesto
que los naturales serán incontables, porque nos iremos a establecer, a
radicar, y conquistaremos a los naturales que están establecidos en el
universo; y por tanto os digo en todo verdad que os haré señores, reyes
de cuanto hay por doquiera en el mundo; y cuando seáis reyes tendréis
tributos, os darán innumerables, excelentísimas piedras preciosas,
oro, plumas de quetzal, esmeraldas, corales, amatista, las que vestirán
primorosamente, así como las diversas plumas, el continga azul, el
flamenco rojo, el “tzinitzcan”, todas las plumas preciadas, y el cacao
multicolor, y el algodón policromo; y todo los veréis, puesto que esta
es en verdad mi tarea y para eso se me envió aquí”; y por medio de
esta plática sacó Chalchiuhtlatonac a los naturales de los siete “calpulli”,
quienes guardaban sus herencias, sus envoltorios, sus dioses.39
Además, les enseña el arte de la guerra40 y para que se asienten y no
lleguen a su destino les enseña el juego de pelota, a colocar el tzompantli,
a controlar el agua, a sembrar y a bailar y los engaña al hacerlos
creer que si comían “este gusanillo lagunero” harían el sacramento
de la eucaristía, al comerlo comerían “su carne y su sangre”.41
42 Ibídem, pp. 19-20. El ahuehete también está en la tira de peregrinación. Para la
función de los rayos en las crónicas, Guy Rozat, Indios reales e indios imaginarios en
los relatos de la conquista de México, Tava Editorial, México, 1993, pp. 43-46
43 Crónica Mexicayotl, parágrafos 88,89, 90, pp. 62-64
44 Crónica Mexicayotl, parágrafos 88,89, 90, pp. 62-64
32
a los indígenas a la cristiandad, pero nuestra crónica, y esta es su
distancia con la Iglesia, se torna en un franciscanismo radical al
introducir la palabra de Dios con anterioridad a la predica española,
otorgando una cierta autonomía de la historia indígena con respecto
a la española y “descubriendo” el mensaje divino entre las palabras
del demonio. Por otra parte, la presencia del demonio integra la
historia indígena al combate celestial que habría de llevar a la
humanidad al fin de los tiempos.
Con la conquista española se reanudó el enfrentamiento abierto
entre dios y el demonio y se resuelve la historia con el triunfo de la
cristiandad. De esa forma se abre un nuevo periodo de espera, dado
que la crónica queda abierta al no contar con un final definitivo:
“Hasta el siglo XVI, la historia de la cristiandad es una historia de
esperanzas o mejor una espera continua de los últimos tiempos por una
parte, y por otra parte, de la demora constante del fin del mundo… “45
“El fin del mundo es un acto de integración sólo en la medida que queda
indeterminada en un sentido.”46
En la Crónica Mexicáyotl se justifica de este modo la colonia
española, a la cual pertenece nuestro cronista Alvarado Tezozomoc,
así como el lugar que estos indígenas tienen en ella: la visión cristiana
es el marco dominante donde se explica la situación pasada y, sobre
todo, presente de los indígenas. La historia de los indígenas nobles
cristianos, como señalamos, no comienza con la conquista sino con
la presencia divina expresada en el mensaje de la peregrinación. La
colonia no es vista ahí como un corte de la historia indígena sino
como su realización.
c) Los “reyes” mexicas y la genealogía noble. Brevemente nos
ocuparemos de nuevo de la sucesión dinástica porque requiere un
tratamiento más extenso. La historia de la ciudad es ordenada por la
línea de gobernantes y por su linaje, cuyo sentido está dado por el
plan divino. Los logros de cada gobernante son apenas mencionados
y entre ellos tal vez sólo resalta Axayacatl quien, según el autor,
engrandece el imperio, derrota a Tlatelolco y fortalece la ciudad.
45 Rehinhart Koselleck, Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos,
Páidos Basica, Barcelona, 1993, p. 24
46 Rehinhart Koselleck, op. cit., p. 26
33
Más adelante, Moctezuma Xocoyotzin, quien recibe y “muere
a manos de los españoles”, ocupa un espacio importante pero no
por sus aportaciones sino por su descendencia, lo que lo equipara
con Axayacatl. Aquí la descripción de los reyes sigue el esquema
de los analistas, que consignan al lado izquierdo la fecha y al lado
derecho su nombre y de manera breve los hechos a los cuales estaban
relacionados. El papel de estos reyes, y en especial de Moctezuma,
en la historia indígena cristiana es tratado nuevamente en la Crónica
Mexicana, en ella su historia adquiere otra dimensión que está
en intima conexión con el sentido de la Crónica Mexicáyotl, por
ejemplo, en ella Moctezuma tendrá un papel providencial pues
ocupará el papel del Moisés indígena (quien encarna la espera
indígena por la palabra divina).47
En torno a esos gobernantes se realizan las dos digresiones
genealógicas que interrumpen/reanudan el relato y desde las cuales
se establece el linaje “real” de los “nobles indígenas”.
La genealogía de dichos nobles está escrita entre los parágrafos
222-226, que luego se repite, aunque de manera más profusa, entre
los parágrafos 302 y 324. En ese caso la enumeración finaliza con el
autor, Fernando Alvarado Tezozomoc.
A partir del parágrafo 325, del año de 1520 o 2-pedernal, la
descripción genealógica mantiene el orden cronológico y se centra
en los descendientes nobles mexicas con nombres cristianos (en el
parágrafo 354, vuelve a aparecer el nombre de Alvarado Tezozomoc
pero ahora como Hernando), hasta el año 1578 o 9-caña.
El estilo de la crónica aquí se parece más al de los anales, y
la sucesión dinástica queda subordinada a la descripción de la
descendencia y al trazo de los lazos familiares de los descendientes
nobles. El linaje indígena ha quedado así integrado a la tradición
medieval de las genealogías: demostrando su antigüedad y su vínculo
con el cristianismo. El círculo lo cierra el autor con los méritos de
los indígenas cristianos:
47 Para el papel de Moctezuma en las crónicas indígenas véase a Guy Rozat, op.
cit., septima vuelta pp. 115-158. El papel providencial del mesías indígena varía en
las crónicas indígenas, por ejemplo, en Fernando de Alva Ixtlilxóchitl su lugar lo
ocupa Netzahualcoytl, como lo muestra Georges Baudot, Nezahualcóyotl, príncipe
providencial en los escritos de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl en http://www.iih.unam.
mx/publicaciones/revistas/nahuatl/pdf/ecn25/453.pdf
34
6. “…esa relación a los mencionados… con ella se aconsejaban se lo
decían unos a otros, así lo sabe el preciado corazón de su antigua
relación admonitiva los que gobernadores: Don Diego de Alvarado
Huanitzin, mi preciado padre noble, Don Pedro Tlacahuepantzin, mi tío
Don Diego de San Francisco Tehuetzquititzin, y los otros amados nobles
quienes los oí, quienes bien rectamente la sabían su antigua relación
admonitiva, la que aquí la tomé de su preciado relato.”48
Es decir, que además de cristianizados difundieron esta relación con
la palabra de Dios entre los indígenas.
La genealogía ha establecido una triple relación con la cristiandad:
por el plan divino, por el linaje real y finalmente por los méritos de
los nobles indígenas cristianos.
51 Entre los alumnos más importantes están Antonio Valeriano, autor del Nican
Mopohua.
52 Edmundo O’Gorman propone que el nican mopohua fue escrito por Antonio
Valeriano hacia el 1556 veáse Destierro de Sombra. Luz en el origen de la imagen y
culto de nuestra señora de Guadalupe del Tepeyac, UNAM, México, 1986, p. 49
36
del Concilio provincial de 1555 fue eliminada de los objetivos del
Colegio de Santiago Tlatelolco.
No hay pues contradicción entre la procedencia indígena del o los
autores de la Crónica Mexicayotl y la visión occidental de la historia
prehispánica que se ofrece en ella, lo que podemos hacer extensivo
al conjunto de crónicas postcortesianas. Sin embargo, habría que
insistir en el hecho de que el discurso cristiano en las crónicas está
matizado por una visión particular, teñida por los intereses y la
situación en que se encuentran los indígenas que la escriben.
La Crónica Mexicayotl, por tanto, no sólo nos muestra el lugar
dominante de la cosmovisión cristiana, sino que destaca el lugar que
los indígenas “principales” ocupaban o deseaban ocupar en el mundo
cristiano. Dicho lugar provenía de su estatuto de nobleza y la crónica
fue el intento por ennoblecer al grupo indígena que se alió a los
españoles en la colonia (a los conquistadores, a la iglesia o la corona),
sin embargo, este ennoblecimiento no rindió los frutos esperados.53
La defensa de la posición política de los “nobles indígenas”
a través de las crónicas indígenas fue escrita en respuesta a la
reorganización social y administrativa de la Nueva España que
culminó con la creación de una estructura en la que la iglesia
misionera y los “principales” o caciques indígenas, vieron disminuir
su peso e importancia, entre otras causas, por las crisis demográficas
(que afectaron tanto a los pipiltzin como a los macehuales). La
conquista, las continuas epidemias y el trabajo forzado, y por lo tanto
el consecuente despoblamiento y concentración de las comunidades
indígenas sobrevivientes a la catástrofe, obligó a la centralización de
los tributos y la redistribución de la fuerza de trabajo por la corona.
Frente al fin del “reino milenario” franciscano, la crónica anuncia el
“milenio cristiano indígena”.
Gertrudis Payàs
Universidad Católica de Temuco
41
ser analizado desde la perspectiva de la historia económica, de la
historia de las mentalidades, de la historia de la vida cotidiana,
etc, y cada perspectiva puede confirmar o refutar las conclusiones
obtenidas por las otras. En nuestra historia, una vez superada la
dificultad que supone establecer el archivo –recordemos, si es
necesario, que las traducciones no existen en principio sino como
reflejos de sus originales, por lo que no son fáciles de detectar en
los repertorios bibliográficos o en los catálogos de las bibliotecas6
-es posible que nuestra perspectiva aporte nuevos datos que apelen a
una revisión de las causas y las consecuencias relacionadas con otras
perspectivas que observan los mismos objetos (la historia literaria,
o incluso la historia general, por ejemplo). Sin renegar de una
historia cuyo objetivo primordial sea conocer el alcance de nuestro
territorio, y que sirva sobre todo para consolidar nuestra disciplina,
podemos también, puesto que la traductología es multidisciplinaria
por naturaleza, intentar hacer una historia que no solamente se sirva
de otras disciplinas sino que también introduzca nuestra perspectiva
en otras disciplinas, en particular en los estudios históricos, un poco
como lo decía Susan Bassnett al preconizar un « translational turn »
en las ciencias sociales (Bassnett, 1998).
Habiendo expuesto esta reflexión preliminar, retomo a
continuación los dos ejemplos mencionados para examinarlos a la luz
de la propuesta que da el título a este trabajo, a saber: que la historia
de la traducción puede servir para revisar la historia. En las páginas
que siguen, espero poder mostrar cómo los métodos y herramientas
conceptuales de los estudios de traducción pueden articularse con
los de la historiografía para ofrecer una perspectiva innovadora,
e incluso datos nuevos, o bien para introducir una interrogante,
una duda, en el relato histórico. Se hará evidente, espero, que las
preguntas de los estudios de traducción problematizan también
ciertos discursos historiográficos.
7 Para una descripción reciente de las crónicas más significativas, ver Romero Galván,
José Rubén, Historiografía novohispana de tradición indígena, UNAM, Mexico, 2003.
8 Roland Barthes, « Le Discours de l’histoire », Poétique 49, 13-21, 1982.
43
y antes que todo “penetrar en los mundos indígenas para hallar en
ellos una « autenticidad » conservada de milagro o irremisiblemente
perdida”, retomando la crítica hecha por Serge Gruzinski a la
historiografía tradicional precortesiana9? No deja de sernos familiar
esta controversia sobre las distintas maneras de abordar el problema
de las fuentes historiográficas. Evoca la discusión sobre la ideología
del filólogo y su poder sobre la evolución y la recepción de las
lenguas antiguas o minoritarias que tan bien ha expuesto en nuestra
disciplina Maria Tymosczko con referencia a la lengua celta (1999).
También recuerda, desde luego, las complicidades de la filología
con una cierta representación de las culturas “exóticas”, como lo
evidenció Edward Saïd, en su ensayo inaugural de los estudios
poscoloniales, Orientalism10.
Fuera de estas consideraciones generales acerca del problema de
las fuentes y de la articulación de la historia de las traducciones
con la historia general, podríamos señalar aspectos de orden más
concreto que la historia de la traducción podría aportar a la historia
general respecto a estas fuentes. En cuanto a la producción de esos
textos, nosotros, historiadores de la traducción, podríamos aportar
elementos acerca del perfil biográfico de los individuos-bisagra (que
sean indígenas o europeos) que escribieron las primeras crónicas,
sus motivaciones e intereses personales, sus condiciones de trabajo,
sus lazos con las dos sociedades que ponen en relación. Hay muy
pocos escritos acerca de este tema, y los especialistas (con excepción
de Serge Gruzinski, en sus estudios ya citados sobre los contactos
y los mestizajes en la América colonial) se limitan con frecuencia
a reproducir los escasos datos dispersos que existen sobre esos
personajes, sin atreverse a las interpretaciones, por miedo, quizá, de
caer en las especulaciones, cuando podrían decirnos mucho sobre
las condiciones de las transferencias producidas por traducción
o interpretación. Confrontados, incluso, a la ausencia de datos
verificables sobre las biografías de esos personajes, en la actualidad
conocemos mejor que nunca las consecuencias de los desarraigos
15 Para una discusión sobre la polémica alrededor de las traducciones del antiguo
náhuatl, véase Gertrudis Payàs, « Translation and historiography: the Garibay-
León-Portilla complex and the making of a pre-hispanic past », META, Journal des
traducteurs, 49-3, sept. 2004, pp. 544-561.
47
Es cierto que, en el afán de imitación, se encuentran incluso
ejemplos ingenuos, como Los Misterios de Santiago, de José
Antonio Torres, obra inspirada en los Mystères de Paris, de Eugène
Sue (la “suemanía”, como puede verse, había llegado a los confines
más remotos de la cultura). La historiografía literaria chilena
desdeñaba, y desdeña aún, la producción literaria popular del siglo
XIX, caracterizada por el realismo romántico, y sostenía que la
traducción fue para los autores un aprendizaje que debía preparar
para la gran creación: llegaría el día en el que aparecería la obra
pura, esencial, libre de cualquier influencia, un original puramente
chileno. Las declaraciones del líder de la generación literaria de 1824,
José Victorino Lastarria, que instaban a abandonar las influencias
extranjeras y a construir una literatura diferente, muestran las
tensiones entre apertura y cerrazón que parecen características de
este período16, que fue igualmente importante para la formación de
un imaginario hispanoamericano.
El examen de más de 400 títulos de traducciones publicadas
durante este período, que figuran en el catálogo realizado por el
bibliógrafo José Toribio Medina, y publicado en 192517, revela que
si las traducciones del francés son las más frecuentes, el rasgo más
significativo del corpus no es el de la lengua de salida (y la francofilia
de la cultura chilena decimonónica que la historiografía literaria se
apresuró a decretar), sino el hecho que sean los gobiernos quienes
encargan esas traducciones, que esas traducciones se destinen a
públicos nombrados explícitamente en las mismas obras, que se
trate con mucha frecuencia de francas adaptaciones, que haya igual
cantidad de traducciones no literarias y literarias, y, para terminar,
que los traductores suelan ser personalidades públicas.
Nos encontramos frente a un fenómeno en el que el Estado actúa
como promotor de traducciones con fin explícitamente educativo, y
en el que esas traducciones son obra de una elite erudita, compuesta
no sólo de chilenos sino también de escritores llegados de
16 José Victorino Lastarria, Recuerdos Literarios, Zig-Zag, Santiago, 1967.
17 Gracias a un financiamiento gubernamental, publicamos una segunda edición de
la Biblioteca chilena de traductores (1821-1924), con un estudio preliminar en el
que estos aspectos se tratan más a fondo: José Toribio Medina, Biblioteca chilena de
traductores (1820-1924), 2ª ed., corregida y aumentada, con estudio introductorio de
Gertrudis Payàs, y con la colaboración de Claudia Tirado, Santiago, DIBAM-Centro de
Investigaciones Diego Barros Arana, 2007.
48
Argentina, España, Venezuela, Colombia, Nicaragua, para quienes
la traducción forma parte de una praxis y militancia intelectual. Esta
elite participa en la construcción cultural de la nueva nación con sus
escritos, su discurso, su acción política, la enseñanza y, claro está,
con sus traducciones, que se suceden en promedio a razón de más de
una por mes, a partir de 1844, y hasta 1875: todo esto en un país que
contaba entonces con un millón y medio de habitantes, la mayoría
analfabetos, y cuya primera imprenta databa de 1811.
Se trata de una intelectualidad que no desdeña traducir textos
para las escuelas, biografías de hombres ilustres para la instrucción
del ciudadano, manuales de ciencias aplicadas y simples obras de
vulgarización de las ciencias, al servicio de un programa educativo
liberal, en virtud del cual los ciudadanos necesitan no sólo lecturas
placenteras sino también obras instructivas, susceptibles de elevar el
espíritu, así como el nivel y la calidad de vida. Por esta razón encontramos
en el período estudiado un total de 145 traducciones de literatura y
libretos de ópera e igual número de traducciones de obras biográficas,
de ciencias aplicadas, de higiene, así como manuales consagrados
a la cría de animales o la divulgación de los inventos modernos.
En cuarenta y dos traducciones, sus paratextos anuncian
que se trata de adaptaciones: “traducido y aumentado” (entrada
2), “adaptado a nuestras costumbres y creencias” (entrada 55),
“considerablemente corregida” (entrada 73), “traducido y arreglado
al teatro chileno” (entrada 95), “aumentado y enriquecido” (entrada
144). Se señala en ellas también que esos textos han sido adoptados
oficialmente como manuales para las escuelas, la universidad o para
la instrucción militar. Muchas de esas traducciones son encargadas
ex profeso para las Bibliotecas Populares, institución creada por el
intelectual y político argentino Domingo Faustino Sarmiento durante
su exilio chileno, con el fin de proporcionar a toda la población un
fondo de lecturas eruditas y útiles a bajo costo.
Lamartine y Hugo representan los modos de apropiación
del romanticismo europeo en ese país periférico, pero son las
traducciones de carácter pedagógico, pragmático, vinculadas a la
divulgación de conocimientos prácticos, y a la vida cotidiana del
49
pueblo, las que dan a la producción escrita de este período una
coloración decididamente singular.
Igualmente inédita es la situación de los intelectuales, chilenos
y avecindados en Chile (incluso de modo temporal como los que,
perseguidos por sus ideas, cruzaban las fronteras permeables de las
repúblicas sudamericanas al capricho de los vientos políticos), que
contribuyen con sus traducciones a la construcción de una cultura
nacional. Su nombre suele aparecer en las páginas del título en lugar
del nombre de los autores, quienes, con mucha frecuencia, brillan
por su ausencia.
Como personajes públicos (entre los cuales algunas mujeres),
muchos de esos traductores se explayan en los prólogos sobre la
utilidad de las traducciones para la nación: « que la lectura de esta
historia sirviera para hacer apreciar a todo chileno el inmenso
beneficio que nos ha concedido el cielo haciendo que reine sin
rivales en nuestra amada patria la santa religión católica »18 dicen
uno de ellos. El traductor y militar Justo Arteaga quisiera con su
traducción « propagar ese espíritu belicoso … inoculémoslo a
la juventud para que pueda conservar el sagrado depósito de la
independencia nacional »19. El matemático Antonio Gorbea, dedica
su traducción « a la estudiosa juventud chilena »20. Juan María
Gutiérrez, que traduce la biografía de Benjamin Franklin, elogia «
la historia de un pueblo que desde la abatida condición de colonia
supo hacerse independiente »21. El traductor Pedro Lira dedica la
traducción de la obra de Taine « a los que creen en la influencia
civilizadora de las bellas artes y a los que trabajan por su difusión
en nuestra patria »22. Pero quizá es la voz de Domingo Faustino
Sarmiento (quien, tras haber estado dos veces exiliado, será ministro
Conclusión
Los dos ejemplos analizados ponen en evidencia la heterogeneidad
de las funciones de la traducción según sus circunstancias de
producción. El objetivo inicial de este trabajo ha sido mostrar
cómo la historia de la traducción puede proponer nuevas lecturas
históricas; sin embargo, no es menos cierto que el primer efecto
es el de sacudir ciertas ideas muy establecidas en los estudios de
tabaco que fumaba Plinio, Ed. del Serbal, Barcelona, 1998, contiene también una carta
de Sarmiento sobre el asunto ortográfico.
26 Anónimo, Vida de Jesucristo, con una sucinta descripción de la Palestina, Trad.
D.F. Sarmiento, Santiago: Imprenta del Progreso, 1884.
27 Para un análisis más profundo de la correspondencia entre traducción y ortografía
en este contexto, ver nuestro estudio: “La Biblioteca Chilena de Traductores, o el
sentido de una colección”, que sirve de introducción a la 2ª edición de esta obra (ver
nota 17). El asunto ortográfico tuvo un segundo episodio muy sonado, en los años 1920,
con el movimiento anarquizante de la ortografía “rrazional”. Además, hemos estudiado
estos dos episodios en relación con la traducción en Payàs 2007.
52
traducción, como la invisibilidad asumida del traductor. También
parece menos fácil afirmar la posibilidad de componer taxonomías
definitivas de las funciones de las traducciones. Si esos ejemplos se
revelan representativos de una realidad, es que hay más variedades
que regularidades en la práctica social de la traducción, que las
traducciones no siempre son hechos de la cultura de llegada (al
menos según la definición de rigor), que, cuando es ejecutada por
el historiador, la traducción se encuentra investida de un poder
que no posee cuando es un simple traductor el que la ejecuta, y
que en ciertos períodos y en ciertas sociedades el traductor y las
traducciones han formado parte de manera abierta de las políticas
de Estado. He aquí, pues, varias conclusiones que podrían abrir la
puerta a nuevas investigaciones.
Ahora, para regresar a la pregunta inicial, y dada la presencia
ubicua de la mediación lingüística, sea escrita, sea oral, en la historia
y en la historiografía, ¿qué es lo que la historia de la traducción puede
pretender aportar a la historia? ¿Qué podemos decir que la historia
no diga? ¿Acaso la historia de la traducción aporta una perspectiva
diferente? ¿Nuestros métodos son distintos? ¿Tiene nuestro objeto
de estudio aspectos novedosos para la historia?28
Por supuesto, con este breve repaso no se puede responder a
esas preguntas de una vez por todas. No obstante, espero que los
ejemplos aquí presentados muestren que el objeto histórico llamado
traducción posee un cierto poder explicativo de las relaciones entre
las lenguas y las culturas, y que puede ser singularizado y estudiado
como tal. Gracias a los métodos de análisis y a las prácticas de
observación experimental que son propias de los estudios de
traducción, la historia de la mediación lingüística demuestra que la
superficie de los contactos entre culturas no es lisa, sino accidentada.
Esta historia puede, entonces, enriquecer los estudios históricos no
sólo porque trata de objetos y sujetos con frecuencia desconocidos
o mal conocidos, sino porque al señalar la presencia de los filtros
que son las traducciones y al explicar su naturaleza particular, puede
llevar a un conocimiento más matizado y menos esencialista de las
transferencias y contactos.
28 Agradezco a Daniel Simeoni (Q.E.P.D.) por haber esclarecido con sus preguntas,
mis objetivos y por permitirme definir mejor el propósito de este trabajo.
53
Los lazos entre traducción e identidad, y entre traducción y
nacionalismo han sido ya objeto de trabajos que recorren los
caminos del post-colonialismo, siguiendo el ejemplo de aquellos
que analizaron el papel de la traducción en la construcción de
identidades nuevas. El conocimiento que nuestra disciplina ha
adquirido sobre el peso ideológico y los intereses imbricados en la
traducción permite introducir en la historiografía nacionalista una
saludable problematización.
Es importante señalar que nuestra historia se beneficia del interés
que han suscitado en estos últimos años las nuevas canteras de la
historia, como la historia de las mentalidades, de las representaciones,
o la historia intelectual, así como la actividad de los agentes culturales
y sus transacciones y negociaciones29. De la misma manera, los
debates y los cambios paradigmáticos que han sacudido los campos
de la historia en torno al tema de la objetividad o de la posibilidad
de penetrar en el pasado o de conocer las culturas bajo la lente del
etnólogo o del antropólogo, son en extremo incitantes30. Veo en ellos
un riquísimo potencial para los intercambios y la puesta a prueba de
metodologías y resultados de investigación, potencial que, por lo
que puedo saber, aún no ha sido explotado.
29 Basta mirar los programas de los congresos de historia para ver el lugar otorgado
al estudio de las transacciones y de los “mediadores culturales”. Por otra parte, las
maneras de mirar y de explicar los hechos históricos observables en los trabajos de
Carlo Ginzburg nos parecen particularmente favorables con nuestras perspectivas y
métodos.
30 Los trabajos de Clifford Geertz y Talal Asad forman parte ya de nuestro bagaje
traductológico.
54
Referencias
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55
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56
Anexo:
57
Heriberto Frías y José Guadalupe Posada en la
Biblioteca del Niño Mexicano: ¿una visión de la
conquista políticamente incorrecta?1
1 Este estudio abreva del libro Helia Bonilla y Marie Lecouvey, La modernidad en la
Biblioteca del Niño Mexicano: Posada, Frías y Maucci, que se encuentra en proceso de
publicación, editado por el I.I.E. de la U.N.A.M., y para cuya investigación y redacción
recibimos financiamiento del Programa de Fomento a Proyectos y Coinversiones
Culturales, en el Área de Estudios Culturales del FONCA, periodo 2008-2009. Mientras
que dicho trabajo es un estudio general, aquí se profundiza en un aspecto particular de
la obra: la visión de la Conquista.
Advertimos al lector de una vez que en las citas se conserva la ortografía original.
2 Rogelio Jiménez Marce, “La creación de una genealogía liberal”, Historias, n° 51
(INAH, DEH, México, Enero-abril de 2002.
58
Cada tomito tiene una portada a color y tres pequeñas ilustraciones
interiores, con lo cual la colección suma 440 imágenes.
Su estilo de redacción es muy distinto al de los manuales escolares,
y también al de las novelas históricas. Eso se debe seguramente a la
idea que se tenía del público específico al que la obra iba destinada:
Esta colección de cuentos á la que hemos dado el título de Biblioteca del
Niño Mexicano, no es un resultado sino una Historia de México escrita
en tal forma, que su comprensión está al alcance de la rudimentaria
inteligencia de los niños.
Imposible sería que un niño pudiera leer con provecho una historia de
México sin estar en la forma que la hemos presentado, pues no alcanzaría
a entender lo que se ha escrito para inteligencias superiores á las de ellos.3
Así pues, las imágenes, al igual que el texto con el que interactúan,
evocan la historia de México de forma apasionada y novelesca,
mezcla de fantasía y simplificación.
batalles, combates y actos heroicos que ilustran la historia del ejército nacional desde
la independencia hasta el triunfo definitivo de la República., París, Viuda de Charles
Bouret, 1901, 2 v.
7 Heriberto Frías, Miserias de México, México, Andrés Botas y Miguel, s.f., pp. 30-31.
El personaje, Miguel Mercado, vivía entonces en Popotla.
8 La edición original y la facsimilar (citada en la siguiente nota) adoptan un orden
aleatorio, independiente del proyecto inicial del autor. Ese orden arbitrario figura en
primer lugar en los enlistados incluidos en las contraportadas de los fascículos, que
permiten identificar cinco grupos distintos, sin relación con las series creadas por Frías.
Luego fue reproducido en un anuncio publicado en la prensa en 1901 (citado, entre
otras, en la nota 3 de este artículo).
60
tiempo, nadie se ha atrevido a cuestionar fundamentalmente el
orden aleatorio e involuntario de edición, para reelaborar el orden
de redacción, en el cual existen series cronológicas y no hay casi
ninguna ruptura del paradigma temporal. De hecho, no es posible
llevar a cabo esta tarea sin un porcentaje probable de error, ni
tener la certeza absoluta del orden en el cual Frías entregó los 110
manuscritos a los Hermanos Maucci de México. Sin embargo, en
muchos casos sí se puede deducir de dos tipos de indicaciones del
proyecto original.
Por una parte, unos cincuenta tomitos (publicados en las últimas
tres “series” –para reutilizar el término de la edición facsimilar de
Porrúa9–) llevan subtítulos que indican a qué serie pertenecen; por
otra parte, en el mismo texto existen menciones que recuerdan o
anuncian determinado evento narrado en otro tomo; en particular en
la primera serie, que evoca la época prehispánica, la última página
se cierra con el anuncio del título del siguiente tomo, lo cual también
sucede en algunos tomos de la segunda serie. Para complicar las
cosas, Frías a veces anuncia episodios cuya aparición finalmente
dilata, o a los que renuncia, lo cual se puede deber a su premura al
redactar o bien al estado en el cual se encontraba, pues por entonces
se entregaba a la vez al alcohol y a la morfina, según lo indican la
ficción autobiográfica Miserias de México y su contemporáneo Ciro
B. Ceballos.10
9 Heriberto Frías Alcocer, Biblioteca del Niño Mexicano. Con un estudio introductorio
de Alejandro Antuñano Maurer, 2ª. ed. facsimilar, México, Miguel Ángel Porrúa, 1988,
85 cuadernos en facsímil.
10 Heriberto Frías, Miserias de México, op. cit. Ciro B. Ceballos subraya en sus
memorias la presencia de mezcal en las recepciones de Frías y valora la abnegación de
su esposa ante sus “desequilibrios periódicos de neurópata cuando incapacitado para
encontrar la euritmia de su sistema nervioso, se hiperestesiaba sobre todo en penuriosos
tiempos”: Ciro B. Ceballos, Panorama mexicano 1890-1910 (Memorias), México,
UNAM, 2006, pp. 403-404. Se refiere a la época en la cual Frías vivía “lejos, en la
Piedad, u otros lugares así”.
61
1.4 Una predilección por la conquista
Gráfico 1
63
La conjuración ante el huracán ó Cortés quema sus naves
El guerrero azteca ante los ancianos de Tlaxcallan
El combate de Ocelotzin y Prado Alto
El Abismo de las Flores de sangre ó la Malinche y Xicotencatl
La Aclaración del Misterio
El Juramento de Cuahutemoc
La Hija de Xicotencatl ó el bautismo de “Jardín de Amor”
La Matanza de Cholula ó A sangre y fuego, fuego y sangre
Hernán Cortés ante Moctezuma ó la entrada en Tenochtitlán
La Barca de la Traición ó Los españoles en México
El sueño de Tenochtitlan ó el origen del fanatismo sanguinario
El Principe de las Aguilas ó La llave de los tesoros
El subterráneo del Oro o el duelo en las tinieblas
La Prisión de Moctezuma o el último ultraje
La Cólera del Pueblo o la ciudad en erupción
Las Arengas del Valor ó La provocacion de Cuahutemoctzin
La maldición contra el déspota ó el fin de un imperio
Las alegrías en víspera de la matanza
La Piedra contra el Emperador ó la Sublimidad de un Héroe
La Noche Triste en Tenochtitlan
El Llanto de Hernán Cortés ó el arbol de la derrota
El sitio de Tenochtitlán ó ¡El último día de un Imperio!
El orden dado a los tomos en el cuadro de arriba es reconstitución nuestra;
el título reproducido es el que figura en portadilla (o primera página) de
cada librito. Los tres colores corresponden con tres grupos, considerando que
un “grupo” se caracteriza por tener un mismo listado en la contraportada
de todos sus tomos y las mismas características formales. Sólo los del tercer
grupo (probablemente un grupo homogéneo de impresión: sus portadas
cromolitograficas debieron ser impresas en una misma piedra, de tamaño
“Gran Águila”12), indicado con color negro, llevan en la primera página
12 Según Bonilla y Lecouvey, op. cit., “en una piedra tamaño Gran Águila, como se
denominaba en la época a las que medían 70 cm x 103 cm, cabrían precisamente 25
cubiertas o forros extendidos (es decir, las portadas con sus reversos; en las primeras
iban las imágenes, en los segundos, denominados usualmente como ‘cuarta de forros’,
la tipografía con los listados de los fascículos), contando aún con el espacio necesario
para el respectivo margen en los cuatro costados de la piedra”.
64
el subtítulo que permite ubicarlos; algunos lo tienen en letras mayúsculas,
otros en minúsculas. Los del primer grupo, indicado en gris, no han sido
reproducidos en la edición facsimilar de Porrúa.
13 Montes de Oca, uno de los editores importantes con que trabajó José Guadalupe
Posada, como intermediario, ofreció en venta la Biblioteca del Niño Méxicano en la
misma dirección donde se expendía su propio periódico.
14 Anónimo, “Biblioteca del Niño Mexicano. La historia de México”, en El Popular,
México, Año V, núm. 1474, 3 de octubre de 1901, p. 4.
15 El guerrero azteca ante los ancianos de Tlaxcallan, p. 12
65
Como muchos autores, Frías, haciendo elástica la noción de
historia “nacional”, desea hacer una historia “total” de los habitantes
de México desde sus orígenes, como si la nación tuviera existencia
antes del siglo XIX; su división en cinco series se asemeja a la
acostumbrada en cinco capítulos en los libros de texto de historia
patria, y a la de México a través de los siglos en cinco tomos, aunque
la repartición difiere levemente.
16 Los Paraisos del Nuevo Mundo o la Fantasía de Cristobal Colón, pp. 13-14.
17 El Defensor de los Indios o la isla del naufragio, p. 16.
66
para hacer una nación próspera y feliz, poderosa y única, legando nombres
gloriosos y grandes ejemplos de alta magnificencia.18
Si bien los aztecas practicaban sacrificios humanos, abundantemente
mencionados e ilustrados, Frías llega a afirmar en la segunda serie
que fueron inducidos a ello por extranjeros: fueron esos misteriosos
sacerdotes forasteros los que corrompieron a una sociedad azteca
ideal, pacífica, según se afirma en El sueño de Tenochtitlan, un tomo
que pertenece formalmente a la segunda serie pero que se abre con
un flash-back o retroceso en el tiempo:
La ciudad de Tenochtitlán, la hermosa Metrópoli azteca, aún respetada por
los estados sometidos al poder de Moctezuma, se encuentra sumida en las
tinieblas… Ella, tan alegre, ruidosa y activa durante el día, se entrega en la
noche al más profundo reposo.
Porque han de saber mis buenos lectores que en aquélla época el pueblo
mexicano era excesivamente digno y virtuoso… Amaba con extraordinario
afecto el hogar y las ternuras deliciosas de la familia.
Y este retroceso termina al final del fascículo: “Mientras tanto
Tenochtitlan, abrigando á sus futuros verdugos, dormía, dormía
apaciblemente”.19
Puesto que los aztecas son un modelo en cuanto a la defensa de
la patria, en ocasiones se borran las fronteras del tiempo: pasado
y presente se superponen. Así ocurre con el protagonista ficcional
llamado “el Ocelotl”, quien cumple una “sagrada misión de
patriotismo”,20 o sea que:
comprendiendo que á la llegada de los seres orgullosos y terribles que
deseaban apoderarse de los magníficos territorios que les legaran sus
antepasados, debían reunirse todos, acababa de ir á persuadir al Senado
tlaxcalteca que todos los pueblos del Anahuac debían reunirse para hacer
frente á los conquistadores, no dejarles avanzar hacia el corazón del país
que era Tenochtitlán.21
Frías reproducie en el pasado la estructura política centralizada
del presente.; en su discurso ante los ancianos, el Ocelotl reitera
la necesidad de “defender el territorio de nuestros abuelos… la
patria toda”, puesto que los invasores “vienen con la ambición de
73
pronuncia en cuatro tomos distintos.44 Puede ser un lema progresista;
probablemente sea ésta la interpretación ideada por Frías. Pero esta
visión a la vez católica y progresista desemboca en un dogma que,
si bien es acorde con el positivismo de finales del siglo XIX, no
tiene mucho que ver ni con la glorificación del patriotismo, ni con
la visión providencial de la historia, orientada hacia la salvación de
la humanidad.
61 De los tomos que citamos a continuación, sólo algunos existen en edición
facsimilar (en este caso se indica el número del facsímil entre paréntesis): Los Valientes
en Chapultepec o La Decisión del Águila (facsímil Porrúa n°7); El Ocelotl en la isla
del Sueño Rojo; El guerrero azteca ante los ancianos de Tlaxcallan; El combate de
Ocelotzin y Prado Alto (facsímil Porrúa n°2); El juramento de Cuahutemoc [sic];
Hernán Cortés ante Moctezuma (facsimilar Porrúa n°12) y La cólera del pueblo o la
ciudad en erupción (facsímil Porrúa n°31).
62 Varios de estos cuentos, primero publicados en la prensa, han sido recogidos en
Heriberto Frías, Leyendas históricas mexicanas, Barcelona-México-Buenos Aires,
Casa Editorial Maucci, 1899. 329 pp.
79
juicio moral de alcance pretendidamente universal del maestro en el
aula o en el libro escolar, el de Frías varía, cuestionando por ende el
valor ejemplar de la historia.
Malinche, presentada siempre como esclava de Cortés y
sometida a su amo, cambia de actitud dos veces en una página de La
aclaración del misterio, donde Cortés, a quién ella obedeció sin falla,
se ha hundido en una profunda barranca. Repentinamente encuentra
Malinche un nuevo proyecto de vida, “creyendo que Cortés ya no
existía y pensando unirse con Xicoténcatl”; pero resulta que Cortés
sigue vivo, aunque herido y paralizado: “Allá voy, Señor!”, grita
Marina, y “Con inauditos esfuerzos lo extrajo”. Como recompensa,
Cortés le dice: “Tuyo será mi corazón, y todo lo que conquisté”.63 En
otro tomo, Malinche afirma a Cortés que está tratando de seducir a
Cuauhtémoc para saber dónde esconde el tesoro, pero a éste le dice
que lo quiere solamente a él, lo cual parece ser confirmado por el
narrador y ciertas ilustraciones.64
Mucho más relevante en cuanto a implicaciones políticas es La
cólera del pueblo. En ese fascículo se evoca, con notas épicas, una
rebelión popular de sesgo nacional en contra de la imposición de
grilletes a Moctezuma, ya anunciada, como se ha visto arriba, en Los
monstruos del Rayo:65
¡Era que estallaba la cólera de un pueblo! ¡Era la indignación suprema!
¡Ah! La cólera de un pueblo!... ¡La rabia de la multitud que ha sido sumisa
[…] con todas las abnegaciones de heroismo, virtud y resistencia […] de
esos pueblos que parecen dóciles, dormidos, acaso, acaso hasta muertos,
es formidable! […]
Y ya lo sabéis… ¡La ciudad de México tenía cólera!... Su pueblo, sus hombres
grandes, sus héroes, sus magníficas mujeres, todo lo que formaba su grandeza
parecía despertar prontamente y protestar contra la inmensa infamia de su
emperador Moctecuhzoma Xocoyotzin… Él, el rey antes tan amado entregaba
vergonzosamente á la nación azteca, dándola á sus enemigos!... […]
Pocas, muy pocas veces el pueblo azteca había manifestado tanta
indignación, como cuando supo que su rey, reverenciado por todos como si
fuera el padre bendecido de una gran familia, había sido llevado preso por
los mismos extranjeros!... […]
63 La Aclaración del Misterio, p. 12.
64 El Principe de las Aguilas o La Llave de los Tesoros; ilustración p. 9: Marina sigue
a Cuauhtémoc en el palacio de Axayacatl pero él no le hace caso.
65 Cfr. apartado 2.5.
80
¡Todos rugían protestando y del conjunto de aquel pueblo indignado contra
la infamia de su rey se escapaba el rugido estentóreo del león en plena furia
salvaje!66
En este primer fragmento, los hombres del pueblo son “héroes”.
Aunque no llegan a actuar, manifiestan una “rabia”, una “indignación”
y un “furor” que parecen prefigurar una acción popular colectiva.
Eso sería sumamente subversivo. Quizás por esta razón Frías se haya
autocensurado. En todo caso, dos páginas más adelante, tras un discurso
del Ocelotl, que afirma la inutilidad de liberar a un monarca cómplice
del invasor, el lector presencia la retractación del mismo pueblo,
finalmente voluble e infantil, y asimilado a “frenéticas multitudes”:
Y luego, cuando terminó sus palabras, se quedaron convencidos, al mismo
tiempo que llenos de tristeza… ¿Qué hacer?
Poco a poco los hombres del pueblo, los pochteca o comerciantes, los
tlamenres o cargadores, los ancianos… ¡Todos los que creían ir a exponer
su vida para salvar la dignidad de su rey y emperador Moctecuhzoma, todos
volvían melancólicos, comprendiendo que aquel vil monarca no merecía,
en efecto, la estimación y el amor de sus súbditos!
Con que el rey estaba preso por su voluntad… ¡Miserable!
La cólera se disipó. La gran plaza de “Tlatelolco” quedó desierta… Las
frenéticas multitudes habíanse dispersado. […] La noche empezaba. Y sólo
se escuchaba el rumor del viento que llegaba de batir las ondas de la laguna.
¡La cólera de los pueblos es como la de los niños!...67
De la misma manera que exaltó al pueblo indignado, Frías ahora
parece despreciarlo. A cada quien toca opinar: ¿quiere el autor
deconstruir la historia o por lo menos incitar a su lector a hacerse
una idea por sí mismo, mostrando lo relativo que es el juicio de los
libros de historia?, ¿incita encubierta y discretamente a la rebelión
armada, para no ser perseguido por la censura, y trata de hacer sentir
a su lector que el final del fascículo es solamente un artificio del
narrador para engañar a los posibles censores, y que el mensaje se
encuentra en la parte inicial?, ¿ o sólo goza de la escritura y de los
efectos que produce, sin buscar ninguna coherencia ni lanzar ningún
mensaje?... En todo caso, todas estas pistas son defendibles.
En varios casos parece que los enredos ficticios no sirven a la
trama histórica sino que obstaculizan la percepción de los “valores
66 La cólera del pueblo o la ciudad en erupción, p. 6.
67 La cólera del pueblo o la ciudad en erupción, p. 11.
81
nacionales”. ¿En qué medida compite la importancia de la fantasía
con la de la historia? A pesar de que el anuncio de 1901, tras afirmar
que no se deben dejar lecturas peligrosas en manos de los niños y,
por el contrario, que la Biblioteca del Niño Mexicano es una lectura
sana, uno puede llegar a dudarlo.
Heriberto Frías y José Guadalupe Posada reinterpretan y
enriquecen los principales episodios y héroes de la historia
tradicional, en una obra sin pretensiones científicas. Con estos
episodios históricos alternan otros, que podemos designar como
mixtos, donde los héroes históricos o ficticios, tanto aztecas como
españoles, conviven con personajes inventados; y finalmente no
escasean los episodios de ficción (más de 25).
Gráficos 2 y 3: una proporcion de ficción muy superior a la
de historia
Los números son los de las series (el número 4 reúne las últimas dos series);
El color azul corresponde a los episodios protagonizados por personajes
históricos (aunque los eventos sean ficticios), el rojo a los episodios donde
solamente aparecen personajes ficticios, el amarillo representa los episodios
mixtos.
82
patriotismo o de la Providencia, la codicia y la pasión amorosa
aparecen como móviles centrales. Los relatos se caracterizan por un
efectismo destinado a infundir una mayor proporción de emoción
en el relato; en las 3 primeras series, lo factual es mínimo y la
mayor parte de las páginas escritas por Frías se dedica a comentar
sentimientos y reacciones frente a los sucesos. Eso lo asemeja,
relativamente, con la literatura postcolonial, en la medida en que
nos brinda fragmentos de la vida de personajes “subalternos”, e
introduce ciertas mellas o posibles cuestionamientos implícitos en la
ideología que Frías sin embargo parece defender. El autor se entrega
al placer de la escritura y de su fuerza evocadora: parece escribir
por escribir, no para enseñar; esta tendencia resalta por ejemplo en
la descripción, desbordante de vida, de los barcos listos para zarpar
de Cuba:
Y fuéronse acumulando en los barcos las carnes saladas, los panes de maíz,
los tocinos y las barricas de vino; y las municiones para las armas y todo
cuanto podría necesitarse para ir á la Conquista de los países del Oro...68
6 Publicado por Federico Gómez de Orozco en: Tlalocan, México, n. 1, vol. II, 1945.
Baudot en Utopía e Historia en México, Madrid, Espasa-Calpe, 1983, menciona que
existen vínculos de éste documento con el códice Magliabechano o Magliabechi.
91
Fray Andrés de Olmos tampoco da una descripción del infierno.
Su obra perdida se convierte en un elemento de la intertextualidad
de los cronistas, pero de difícil reconstrucción.
En Teogonía e Historia de los Mexicanos, publicada por Garibay,
la segunda parte titulada “Descripción Etnográfica”, se hace mención
de los trece cielos y de Mictlantecutli, no obstante, la geografía del
infierno no aparece.
Aquí hay algo importante: para los frailes hablar del más allá
es pensar en el infierno. No pueden entender la diversidad en
las creencias. Torquemada en su Monarquía Indiana comenta
que existen tormentos en el Mictlán, “aquel lugar horrendo y de
perdición”.7 En su disertación retoma a Virgilio y plantea, con
relación a Mictlantecutli y su consorte que, la creencia “es muy
semejante al que fingieron los Antiguos de Plutón y Proserpina”.8
Está pensando en la relación entre cultura grecolatina y la mexica.
En su opinión el Tlalocan “es lo mismo que nosotros decimos el
Paraíso Terrenal”9, por ende los indios están en un error, ya que
sólo Enoch y Elías han llegado ahí. Torquemada nunca define una
geografía del infierno mexica.
Las Casas dice que en el infierno eran “atormentados los hombres
y que eran comidos de muchos géneros de animales o de sabandijas;
y que padecían h[f]uego y grandes calores y bebían podre, y que
había desto muy mucho”.10 En un pasaje sumamente interesante dice
que “creían que dentro de la tierra había infierno, y que contenía
nueve casas o nueve habitaciones, a cada una de las cuales iba cierto
genero de pecadores”.11
Motolinía en los Memoriales, sostiene que en relación con el
infierno, los naturales “pensaban que como no le calentaba el sol,
hacía gran frío”. Así, los indios acostumbraban decir “cantemos
y holguemos, que después de muertos en el infierno lloraremos”.12
Tlalticpac la Tierra
Apano huaya El pasadero del agua
Tepetli Lugar donde se encuentran los cerros
monanamycia
Yztepetl Cerro de obsidiana
Yeehecaya Lugar del viento de obsidiana
Pacoecoetlayaca Lugar donde tremolan las banderas
Temiminaloya Lugar donde es muy flechada la gente
Teocoylqualoya Lugar donde son comidos los
corazones de la gente
Yzmictlan Lugar de obsidiana de los muertos
Apochcaloca Lugar sin orificio para el humo
La Antigüedad
El hombre griego pensaba que la pysche (hálito o soplo vital) escapaba
en el momento de la muerte a la Mansión del Hades. La pysche no
podía transformarse en la nada, Aquiles en una súplica comenta:
-¡Oh dioses! Todavía existe el alma en el Hades, pero como una imagen
vana e incorpórea.
La iconografía bosqueja a la pysche como una especie de copia en
miniatura de la persona, con alas, de color negra y flotando sobre la
cabeza del individuo. Existían también otras figuras entrelazadas
con la pysche: el eidolon (imagen, fantasma), la skia (sombra) y onar
u opsis (la figura del ensueño). No obstante el alma griega ordinaria
(la pysche) tenía un abanico complejo de posibilidades de existencia:
(...) no es capaz de un sentimiento espiritual; no resulta castigada por la
angustia mental o la privación del amor del dios, pero se lamenta de su
propio cuerpo perdido y de la luz del sol de forma repetitiva e imaginativa.
Puede parecer para siempre cual imagen en los infiernos, si su dueño en
vida había entrado en la mitología o en la historia, o podía ser olvidada
cuando dicha identidad en la tierra se había desvanecido de la memoria
común.22
Tenemos un primer elemento: una pysche sin casa, buscando un
nuevo hogar. En La Ilíada, una vez muerto Patroclo a manos de
Héctor, el alma (o podría ser el eidolon) del primero se le aparece a
Aquiles y le reprocha en un dulce sueño:
22 Vermeule, La muerte en la poesía y el arte de Grecia, México, FCE, 1984, pp.
34-35.
95
Cuando estaba vivo nunca me abandonaste, y me olvidas cuando he
muerto. Sepúltame, para que trasponga las puertas del Hades. Las almas,
sombras de los muertos, me expulsan y no me dejan mezclarme con ellas
al otro lado del río; y en vano voy errante a la morada del Hades. Dame la
mano, llorando te lo pido, pues no regresaré del Hades cuando me hayas
entregado a la hoguera.23
Es necesario un rito de paso para iniciar la travesía.24 Travesía a un lugar
de frontera. Poseidón ilustra cual era la geografía imaginaria griega:
Tres hermanos nacimos de Cronos y de Rea: Zeus, yo y Hades el que
manda en las Sombras. Se dividió el mundo en tres partes, y cada uno de
nosotros recibió la suya. Y decidió la suerte que yo habitara siempre en el
blanco mar y para Hades fueran las negras tinieblas y Zeus mandase sobre
el amplio Urano en las nubes y el Éter. Pero la tierra y el elevado Olimpo
fueron de los tres.25
En el recorrido de regreso de Troya, Ulises, después de visitar a
Circe, tiene que hacer una escala en el Hades con el fin de consultar
al oráculo de Tiresias para que le diga el camino a casa. Odiseo le
pregunta a la hechicera la senda ya que “nadie llegó jamas al Hades
tripulando una negra nave”. Circe entonces lo orienta:
(...) no tengas cuidado, por tu nave. Siéntate en ella, después de haber izado
el mástil y desplegado las blancas velas, y el soplo del Bóreas conducirá tu
nave. Mas cuando hayas cruzado el Océano y llegues a la estrecha playa y
a los bosques sagrados de Persefónia, donde crecen altos álamos y sauces
estériles, detén tu nave en el Océano de profundos remolinos y baja a la
negra moradas de Hades, allí donde desemboca a la vez el Priflegetón y
el Cocito, que es un brazo de agua de la Estigia. Allí hay una roca donde
confluyen estos ríos borbollantes.26
El episodio mítico, que cuenta Hesíodo, enfrenta a los Titanes (hijos
de Gea y Urano) contra los Olímpicos al mando de Zeus. La lucha
se resuelve, por la mediación de los Cíclopes y los Hecatonquiros, a
favor de Zeus. Éste último manda a los titanes al fondo del Tártaro.27
Según Jean-Pierre Vernant son las antípodas del cielo, también
El Medievo
La importancia del infierno dentro de la cosmología medieval
temprana va a ser central. Por un lado se hace legal al menos desde
un símbolo (artículo de fe) del siglo V. En el concilio ecuménico
de Constantinopla (543 y 553) se proclama la eternidad de las
penas infernales. Si es que quedaba alguna duda, san Atanasio le
otorga total existencia. Por otro lado, su ubicación temporal es un
problema que se discute: ¿empieza con la muerte de las personas?;
¿la estancia ahí dura hasta el día del juicio final?; ¿se pueden purgar
en él los pecados?; etc. En esas discusiones la noción de purgatorio
empieza a cobrar vida, sin embargo es hasta el siglo XII, en el auge
de la cosmovisión mercantil, que se puede hablar de un lugar ya
establecido para purgar y negociar penas. Gregorio Magno, en
el siglo VI, escribe de que el infierno tiene un campo superior y
otro inferior. La opinión de que el infierno tiene dos niveles, se
encuentra desde los Padres. Gregorio lo ubica por Italia, idea que
es una constante en el imaginario (el sur de Italia, Sicilia, e incluso
el Etna).
78 Idem.
79 El pensamiento en la Edad Media, p. 153.
109
Llegan entonces al Aqueronte, mítico río en donde el barquero
Caronte espera. Amable se presenta:
vengo a llevarlos hasta la otra orilla,
a la eterna tiniebla, al hielo, al fuego.80
En aquella escena, Virgilio sentencia la universalidad del infierno:
los que en ira de Dios hallan la muerte
llegan aquí de todos los países.
La tierra lagrimosa lanzó un viento que hizo a Dante dormir, pues
sus sentidos estaban vencidos. Al despertar vio el valle del abismo
doloroso. Desde ahí, todo es cuesta abajo, en círculos y por la
izquierda: están en el Infierno. Llegan así al primer círculo que el
abismo ciñe; oyen suspiros. Moran los no bautizados y los anteriores
al cristianismo. Para Virgilio es una atmósfera conocida, una especie
de limbo. Continuando, llegan al segundo círculo, donde están los
lujuriosos. A fuertes vientos están expuestos,
arriba, abajo, acá y allí les lleva;
y ninguna esperanza les conforta,
no de descanso, mas de menor pena.81
Dante sólo condenados mira, ya que:
Era el tercer recinto, el de la lluvia
eterna; maldecida, fría y densa:
de regla y calidad no cambia nunca.
Grueso granizo, y agua sucia y nieve
Descienden por el aire tenebroso;
Hiede la tierra cuando esto recibe.82
Es el recinto de los glotones; Cerbero merodea en el lugar. A las
almas condenadas clava sus uñosas manos, las desgarra, las desuella.
No hay compasión:
Los hace aullar la lluvia como a perros,
de un lado hacen al otro su refugio,
80 Dante, Divina Comedia, Infierno, Canto III, versos 86-87. Utilizo edición en
verso de Giorgio Petrocchi y Luis Martínez de Merlo, editada por Red Editorial
Iberoamericana (REI).
81 Ibid., Infierno, canto V, versos 43-45.
82 Ibid., VI, 7-12.
110
los míseros profanos se revuelven.83
El cuarto recinto infernal encierra a los que no hicieron gasto con
mesura. Un peculiar castigo les espera:
Como la ola que sobre Caribdis
se destroza con la otra que se encuentra,
así viene a chocarse aquí la gente.
Vi aquí más gente que en otras partes,
y desde un lado al otro, con chillidos,
haciendo rodar pesos con el pecho.84
Su destino es chocar eternamente. El quinto nivel es para los
acidiosos. Empantanados padecen en el agua negra del Estigia que
“hierve y reboza”. Se divisa la ciudad de Dite en donde “el fuego
eterno arde”. El castillo que las Furias vigilan. Ahí es el sexto lugar
en que se castiga las heresiarcas, lleno de pena y de tormentos.
Guía y bate cruzan por un valle “cuyo hedor hasta allí desagradaba”.
Pasan,
Por el extremo de un acantilado
que en círculo forman peñas rotas,
llegamos a un gentío aún mas doliente.85
Es la séptima morada, la del odio. Tiene tres círculos que aprisionan
a los violentos, los violentos contra sí mismos y los violentos contra
la deidad. En el primer nivel, después de un valle, fluye un río
sangriento, en el cual hierve “aquel que con violencia al otro daña”.
Un bosque infernal los espera: los árboles,
No era verde su fronda, sino oscura;
ni sus ramas derechas, más torcidas
sin frutas, más con púas venenosas.86
Arpías acechan a humanos arborizados. Parecen estar en constante
peligro, pues,
La selva estaba llena detrás de ellos
de negros canes, corriendo y ladrando
cual lebreles soltados de traílla.
83 Ibid., 19-21.
84 Ibid., VII, 22-27.
85 Ibid., XI, 1-3.
86 Ibid., XIII, 4-6.
111
El diente echaron al que estaba oculto
y lo despedazaron trozo a trozo;
luego llevaron los miembros dolientes.87
La geografía se alimenta de visiones de páramos, valles, formas
rocosas que imprimen un sentido de infinidad abismal; incluso
llueven copos de fuego dilatado. Antes de llegar al octavo nivel,
encuentran la desembocadura de los ríos subterráneos:
que horadan, al juntarse, aquella gruta,
su curso en este valle se derrama:
forma Aqueronte, Estigia y Flagetonte
corre después por esta estrecha espita
al fondo donde lo más no se desciende:
forma Cocito; y cual sea ese pantano88
Los viajeros salen de aquella tenebrosa selva; pasan por una suerte
de cascada y entran en las Malasbolsas (Malebolge), el cual forman
10 valles subterráneos unidos por puentes. El eje del octavo lugar
de castigo es el fraude. Son varias las visiones, en la Comedia
es la descripción más larga. Prostitutas, serpientes, retorcidos
etc. cohabitan con las almas condenadas. La profunda travesía
desemboca en el noveno piso, donde Lucifer y Judas viven. Es el
sitio de la traición. Ahí,
en el hielo había sombras,
castañando el diente cual cigüeñas89
Dite, la de tres cabezas, en compañía del Cocito, viven en el lugar
de castigo más bajo en la cartografía dantesca del mas allá infernal.
La Comedia es una enciclopedia del mundo. Si bien, ofrece
indicios de modernidad, sobre todo en el tratamiento de Beatriz,
la Comedia, en su contenido, es “completamente medieval”.90 El
florentino tiene ésta Imagen del Mundo:
87 Ibid., 124-129. Una traducción en prosa de dicho pasaje refiere lo siguiente:
“Empezaron a dar terribles dentelladas a aquél que se ocultó, y después de despedazarle,
se llevaron sus miembros palpitantes”. Véase la edición de Porrúa, al cuidado de
Francisco Montes de Oca.
88 Dante, Divina Comedia, Infierno, XIV, 114-119.
89 Idem., XXXII, 35-36.
90 Bühler, Vida y cultura en la Edad Media, México, FCE, 1996, p 233.
112
El cosmos de Dante, como el de Ptolomeo, está dispuesto en una serie de
esferas concéntricas, siendo la tierra la esfera en el centro del universo. Por
encima de la tierra, está la esfera de la Luna, y luego están, en ese orden,
las de Mercurio, Venus, el Sol, Marte, Júpiter, Saturno, las estrellas fijas y
el primun mobile, la esfera que mueve todo el universo. Más allá está el
cielo, donde habitan Dios, los ángeles y los bienaventurados. En el centro
de la tierra está el infierno, y en el centro mismo del infierno, apresado en
las tinieblas y el hielo, está Lucifer.91
Lo importante no es la disposición física de elementos en el espacio:
el orden del cosmos es moral.92 En el infierno, a la tradicional
distinción entre superior/inferior, se superpone una, sino nueva sí
totalmente racional y sistemática: los nueve niveles. No hay que
olvidar el simbolismo del mundo medieval. Desde los pitagóricos,
los números expresan más de que lo que simbolizan. En el medioevo
los números siguen siendo importantes ya que,
Con mucha frecuencia, las relaciones establecidas entre los objetos del
saber medieval son puramente numéricas (...) se prestan a simetrías, a
combinaciones que parecen a posteriori atestiguar relaciones profundas y
manifestar una secreta armonía entres las verdades de la fe, la naturaleza
y la historia.93
Un metalenguaje interpreta las cosas en un sentido profundo. El
pensamiento medieval distingue, interpreta los hechos del mundo.
También les proporciona un sentido que las excede. Si es así, ¿qué
representan estos nueve niveles para el bricolage florentino? El
historiador del infierno George Minois, plantea toda una lectura
alegórica y tropológica del significado:
La estructura numérica es simbólica: los nueve círculos, múltiplo de
la Trinidad, a los que añade el vestíbulo, forman el número perfecto:
el 10. Los cantos de El Infierno son treinta y tres, edad de Cristo a
su muerte, más una introducción. Cada región y cada pena tienen
un significado simbólico, tomado de ordinario de la teología”.94
Tres y sus múltiplos, numerología estructurante al interior de
un pensamiento “con gran ambición simbólica”. Una de las
características que más resalta en el folklore medieval sobre el
mundo diabólico, es que trata de imitar al divino, por ejemplo, en
Consideraciones Finales
A lo largo de éste recorrido salta a la vista algo: las descripciones del
más allá se parecen. Un mundo de imágenes que muestran itinerarios
similares. El alma, en el momento de la muerte, se desprende del
cuerpo y realiza un viaje. Hay que recordar que Sahagún, en el
apéndice al libro tercero de su Historia, menciona el termino anima
para referirse a lo que se desprende del cuerpo y realiza la travesía en
el aparente sistema de creencias mexica. En los títulos de contenido
que los cronistas usan para disertar sobre el tema aparece siempre “el
destino del alma”, es decir, la idea occidental de una alma individual
e irrepetible.96
97 Citado en el apartado Las fuentes de este mismo capítulo, al cual remito para las
siguientes opiniones de los cronistas.
98 No obstante presenta otras opciones como serían el Tlalocan y la Casa del Sol.
115
de Caribdis que en la mitología griega estaban constantemente
chocando. Peñas rocosas, ríos. Hay que recordar la imagen de los
perros que devoran los miembros de los humanos arborizados. Es
constante la referencia a grutas y valles. Y en el centro Lucifer. Lo
más interesante es la presencia de la estructura simbólica del lugar:
los nueve niveles. Desde Hesiodo el nueve se menciona. Virgilio
también lo nombra. Es interesante que en la tradición nórdica,
expresada en las sagas escandinavas medievales, el Hell tenga un
acceso por nueve etapas subterráneas. Sin embargo, es con Dante
que adquiere una interpretación teológica. Las imágenes se parecen
porque el lugar es el mismo, recordemos lo que le dice Virgilio a
Dante, “los que en ira de dios hayan la muerte llegan aquí de todos
los países”. Solamente hay un Infierno. Sus elementos son de
diferentes vetas pero con una cepa occidental. Lo interesante es
la similitud, concepto muy caro en la tradición medieval (hay que
recordar que Foucault ha denominado episteme de la semejanza a
la formación discursiva que imperaba por aquellas épocas, en donde
buscar semejanzas en el microcosmo y el macrocosmos, era la razón
de ser del conocimiento). Recordemos también que en la tecnología
del manuscrito, que posibilita la escritura sobre el inframundo
mexica, existe un sistema de representación que recurre a la tradición
para validar e interpretar lo nuevo. Bajo ese horizonte intelectual no
tienen que haber problemas, pues el infierno ya ha sido narrado,
y en todo caso los nativos están en un error y hay que corregirlo.
Podemos plantear tres posibles explicaciones. 1) La existencia
del alma y que el más allá realmente tenga esa cartografía; 2) La
existencia de una estructura psíquica humana que posibilite tales
visiones; 3) La existencia de procesos complejos de transmisión de
ideas, especie de traductores, que cumplan la función de constituir
lo real. Las dos primeras teorías tienen en común que conceden
demasiado a lo inmaterial: la primera se sostiene en un acto de fe,
y la segunda, en una abstracción universal y ahistórica con gran
capacidad explicativa dado que en ultima instancia reduce todo a
una serie arquetipos, de oposiciones binarias o de viajes chamánicos.
Desde ésta perspectiva de análisis, Mircea Eliade sostiene que el
chamanismo, con la idea de viaje y estructura simbólica del más
allá (números 7 y/o 9), es constitutivo de la condición humana.
116
Tal actitud, al menos desde el paleolítico, se expresa en el hombre
debido a la “nostalgia del Paraíso” y por “el conocimiento de la
muerte”. La tercera explicación más verosímil desde la explicación
histórica, radica en comprender al menos cuatro elementos:
–El papel que juega el poder en la construcción del conocimiento.
Hay que entender que la cultura mexica es una recreación en la pluma
de frailes: las Fuentes no son etnografías, la antropología no existía
aún. La escritura se desencadena a partir de una dinámica colonial,
desde el lenguaje occidental se devela la otredad mexica, en un
contexto evangelizador que es por su misma naturaleza aniquilador,
en la medida en que busca un conocimiento para después destruirlo.
–La importancia de las tecnologías de la comunicación en la
producción de discurso. La propuesta es acercar las fuentes a la
Historia medieval, a las Sumas del saber, con las reglas de producción
de sentido que eso implica. La cultura del manuscrito establece
analogías y un profundo simbolismo restablece la unidad perdida. El
pensamiento formulario, que implica aún esta tecnología, da la pauta
para escribir: el canon del infierno ha sido trazado, las autoridades
lo muestran, en otros pueblos hay que encontrar indicios de él y
describirlos. Revestir lo nuevo con trapos viejos. Existe un cánon
para contar y narrar el más allá. Un pensamiento que sueña en
imágenes de autoridad reactualiza el mundo, bajo una lógica textual,
que se desliga de lo empírico, dado que construye su conocimiento a
partir de textos, entendidos como la verdad universal.
–La capacidad interpretativa que una cultura posibilita.
Los cronistas realizaron una lectura cultural, es decir, desde su
horizonte interpretaron al otro. La lectura estuvo auspiciada por
el universalismo cristiano en su afán misionero. La tradición y el
imaginario fueron los ojos para interpretar el mundo.
–Los usos de la diversidad. La diversidad no existe en este tipo
de pensamiento, lo múltiple, en última instancia representa a lo Uno,
manifiesto u oculto. La traducción es una conversión. El aparente
diálogo con el idolatra es un ejercicio retórico para contarse así mismo.
Para éste pensamiento, no existen infiernos en plural, el infierno es
siempre el mismo (los paganos están mal), la tarea es re-escribirlo.
117
No se pretende decir que los cronistas no observaron bien la
realidad mexica. Eso implicaría un ejercicio de contrastes entre el
dato arqueológico y las fuentes. Implicaría también, realizar una
lectura anacrónica, es decir, plantear que lo empírico predominaba
en una época en donde la lógica que construye el conocimiento de
las cosas es de naturaleza teológica bíblica, la famosa episteme de la
semejanza enunciada por Foucault. Que Sahagún describa el camino
del ánima –no de varios elementos corporales–, y que introduzca
elementos de la sociedad dominada en la descripción, muestra la
riqueza del mito creado y de la traducción. El referente no puede ser
totalmente borrado, si lo fuera, no existiría el discurso sobre el indio.
Pero eso no quiere decir que sea el discurso del indio con base en
un ejercicio etnográfico. En todo caso los informantes (reformados
bajo la vigilancia de los sacerdotes) son parte de una cultura de
la cual se han distanciado (a partir del signo de la conversión): el
mundo que describen está en proceso de destrucción.
Un mecanismo traductor que funciona como paradigma, en
este caso un conjunto de imágenes que describen el más allá, se
enfrentó a la cultura mexica en la escritura. Paradigmas, epistemes
o mecanismos traductores construyen la observación al momento
de la representación. No hay que olvidar que hablamos de textos,
con formas de composición, elementos retóricos y supuestos
textuales que no corresponden a nuestra cosmovisión actual. No
se trata de entender lo que “en verdad” creían los mexicas. En todo
caso cualquier opinión es interpretación. Lo que se plantea es que
fue una operación al estilo bircolage la que construyó un nuevo
mito, basado en los restos de una cultura en desarticulación y a
partir de una vieja tradición europea: los nueve niveles del infierno
colonizaron al Mictlán mesoamericano en la nueva memoria
indígena cristianizada. Las retóricas para narrar el inframundo
indígena fueron europeas. La pluma se mojó en el tintero occidental
y ejerció el poder: interpretó, representó y escribió. El Mictlán se
convirtió en un infierno imaginario.
118
Más allá de los mitos de la coexistencia interreligiosa:
contactos y roces cotidianos según las fuentes jurídicas
de la España Medieval1.
John Tolan2
Resumen
Jamás la Edad Media ha sido tan actual. Asistimos, desde hace algunos
años, a un verdadero “choque de memorias” en cuanto a la interacción
de judíos, cristianos y musulmanes en la España medieval. Para algunos
se trataría, antes que todo, de una historia de enfrentamientos, de pugnas,
de desprecio y descrédito: la “reconquista” no sería más que una variedad
local del conflicto global entre cruzados y jihadistas ya embarcados en
un “choque de civilizaciones”. Para bloquear esta caricatura grosera otros
historiadores y ensayistas han construido un mito mucho más simpático,
aunque muchas veces igual de simplificador: el de una España medieval
como terreno de entendimiento entre tres culturas que se admiraban y
respetaban, verdadera edad de oro de tolerancia entre religiones y culturas.
La realidad histórica, como siempre, es a la vez más compleja y más interesante.
Examinaremos los textos jurídicos provenientes de medios musulmanes y
cristianos para comparar cómo los juristas medievales intentaban arreglar
lo que para ellos eran los problemas presentados por la promiscuidad de
“creyentes” e “infieles”. Se prestará particular atención a las preguntas
del compartir del vino y del alimento, de la sexualidad interconfesional,
y de las jerarquías sociales. Veremos una mezcla de complicidad y de
desconfianza con los múltiples intentos por establecer barreras entre los
fieles y los otros, barreras constantemente saltadas o despreciadas. Ni el
modelo del choque de la civilización ni el de la convivencia irenista pueden
hacer justicia a la complejidad de las verdaderas sociedades humanas.
Fiestas y alimentación
Musulmanes, judíos y cristianos se codeaban día a día en los
mercados, en las carreteras, en los barrios; vivían muy cercanamente
ya que las ciudades con barrios muy claramente definidos para judíos,
cristianos o musulmanes, eran la excepción. Así tenían relaciones
cotidianas que podrían ser amistosas o conflictivas. Ciertos hombres
de religión temían sobre todo los efectos nefastos de las relaciones
amigables, que podían llevar a faltas a la ortodoxia religiosa, incluso
10 John Tolan, Gilles Veinstein y Henri Laurens, L´Europe et l´Islam: quinze siécles
d´histoire, Paris: Odile Jaco, 2009, pp. 55-76
11 Para una bibliografía sobre estas problemáticas, así como una edición electrónica
de textos jurídicos escogidos, ver www.relmin.eu.
124
llegar a la apostasía. Por lo tanto desalentaban, muchas veces,
ciertas formas de sociabilidad con los “infieles”. Por otra parte,
esto sigue siendo un problema de actualidad, si se consultan ciertos
sitios de internet de fatwas: los rigoristas continúan prohibiendo
la participación de los musulmanes en fiestas cristianas o judías,
así como el consumo de la carne preparada por ateos o paganos
(incluso si se considera, en general, que el consumo de la carne de
los cristianos y de los judíos es lícita)12.
En la edad media, varios muftis d´al-Andalus prohíben a los
musulmanes participar en las fiestas cristianas de navidad, del año
nuevo, de San Juan.13 Un muftí prohíbe a los musulmanes aceptar
matzohs (pan ácimo) de los judíos en la ocasión de las pascuas judías.
Es difícil interpretar estas prohibiciones que son, a pesar de todo,
sólo opiniones legales (y no normativas) de eruditos individuales.
Si desaprueban estas prácticas es porque debían ser relativamente
frecuentes. Se sabe por otras fuentes que el gran Califa Abd al–
Rahman III asistía a carreras ecuestres que cristianos organizaban
para la fiesta de San Juan.14
El contacto con el antagónico religioso es a veces considerado
como un elemento de corrupción o de contaminación que hay que
evitar. Ciertos fueros prohíben a los no cristianos presentarse en los
baños públicos los mismos días que los cristianos.15 Se prohíbe a
la nodriza cristiana dar pecho a niños judíos o musulmanes y a los
cristianos de emplear nodrizas musulmanas o judías para los suyos.16
Para las ciudades del al-Andalus, hay manuales de hisba, especie
de tratados de las corporaciones de los oficios urbanos destinados al
oficial de estado (el muhtasib) que debe vigilar (entre otras cosas) los
pesos y medidas en los mercados, la limpieza de los baños públicos
y el respeto de la pureza religiosa. Tenemos, por ejemplo, el de Ibn
Matrimonio y sexualidad
Desde los principios del islam, las leyes que regulan el matrimonio
son relativamente claras: un musulmán puede casarse con una judía
o una cristiana, incluso si ciertos juristas afirman que el matrimonio
con una musulmana es mucho más preferible. De todas maneras los
niños de un padre musulmán son musulmanes. El musulmán también
puede tener relaciones sexuales con sus esclavas, musulmanas o no.
En revancha, una musulmana sólo puede casarse con un musulmán,
porque está fuera de cuestión poner a una creyente en posición de
inferioridad con respecto a un dhimmi.22
Del lado cristiano, numerosas leyes están destinadas a prohibir
toda relación sexual entre cristianos y musulmanes. El matrimonio
está evidentemente prohibido, menos en el caso de la conversión de
una persona (musulmana o judía), ya casada cuando se convierte
al cristianismo, que conserva el derecho de quedarse casada con
su esposo no cristiano, según el Decreto de Graciano; derecho
confirmado por el Papa Gregorio XI en 1234.23 Es también para
intentar hacer respetar mejor las prohibiciones sexuales que se
imponen (o intentan imponer) restricciones vestimentarias. Ya en
1120, el concilio de Naplusa, después de sus múltiples prohibiciones
sexuales, añade una interdicción impuesta a los musulmanes
de vestirse como “francos”24. Estas restricciones vestimentarias
eran supuestamente para ayudar a los cristianos a identificar a los
22 Ragnhild Johnsrud Zorgati, Pluralism in the Middle Ages: Hybrid Identities,
Conversion, and Mixed Marriages in Medieval Iberia, New York, 2012.
23 Decretum, Causa 28; ver Jessie Sherwood, “Decretum (C. 28, q. 1, c.
15:Fideles infidelibus)”, RELMIN http://www.cn-telma.fr/relmin/extrait40858/.
Para la confirmación de Gregorio IX en 1234, ver Reponsiones ad dubitabilia circa
communicationem christianorum cum sarracenis, in Raymond de Penyfort, Summae,
3vols., dans Xavier Ochoa y A. Diez (ed.) Universa Bibliotheca Iuris I, Rome, 1976-
1978, t. 3, p. 1024-1036, ch. 11; John Tolan, Relations, op. cit., p.164-169.
24 Adam Bishop (ed.) Concilium Neapolitanum, canon 16, RELMIN http://www.cn-
telma.fr/relmin/extrait40871/; Benjamin Kedar, “On the Origins of the Earliest Laws
of Frankish Jerusalem: The Canons of the Council og Nablus, 1120”, Speculum, 74
(1999), p. 310-335. Ver James Brundage, “Prostitution, Miscegenation, and Sexual
Purity in the first Crusade” en Peter Edbury (ed.), Crusades and Settlement: Papers
Read at the First Conference of the Society for the Study of the Crusade and Holy War,
and Canon Law, Alderchot, 1991, ver p. 60-61.
127
musulmanes y evitar todo contacto inútil con ellos. En el mismo
espíritu el cuarto concilio de Latran en 1215:
En ciertas provincias, la diferencia en el vestir distingue a judíos y
sarracenos de los cristianos; pero en ciertas regiones se ha difundido
una tal confusión que ninguna diferencia les distingue. Así ocurre a veces
que, por error, cristianos se unen a mujeres judías y sarracenas, y judíos o
sarracenos a mujeres cristianas. Así, para que los abusos de tales uniones no
puedan tener en adelante la excusa de un error debido al vestir, declaramos
esto: estas gentes de uno y otro sexo serán distinguidos en todo tiempo ya
que leemos que esto mismo les ha sido mandado por Moisés.25
Se impone a los sarracenos y los judíos llevar vestido distinto a fin de
impedir las relaciones sexuales o, más bien, impedir a los cristianos
excusarse de su ignorancia para justificar sus relaciones con no
cristianas. Estas medidas eran teóricamente destinadas a imponerse
a toda la cristiandad, pero fueron muy diversamente respetadas.
Rodrigo Jiménez de Rada, arzobispo de Toledo, da exención a los
judíos de Toledo.26 En otros lugares también, reyes y eclesiásticos
abrogan la ley (muchas veces después de fuertes presiones de las
comunidades musulmanas y judías que pagaban por tener derecho
a esta exención). Pero se encuentran también leyes suntuarias que
imponen signos distintivos a los musulmanes o que, en revancha,
les prohíben llevar vestidos cristianos en diversos momentos: en las
Cortes de Sevilla en 1252, en las de Valladolid en 1258 o en las
de Sevilla de nuevo en 1261, prueba de la voluntad de separar a la
vez las comunidades, pero que también la medida adoptada en el
concilio de 1215 era poco observada.27
¿Qué ocurre cuando se pasa del nivel de las actas de los concilios
(derecho canónico supuestamente impuesto a toda la iglesia) al del
derecho urbano? En numerosos fueros (cartas urbanas acordadas
a las municipalidades ibéricas) se ve que las relaciones entre
cristianos y musulmanes debían ser frecuentes. Tomo el ejemplo
del fuero que Alfonso II de Aragón acuerda a la ciudad de Teruel
25 Les Conciles oecuméniques: les décrets, tomo II-1, Paris, p. 567; Jessie Sherwood,
“Concilium Lateranenese IV (c. 68)” RELMIN http://www.cn-telma.fr/relmin/
extrait30326/.
26 Ver Lucy Pick, Conflict and Coexistance: Archbishop Rodrigo and the Muslims and
Jews of Medieval Sapian, Ann Arbor, 2004, p. 172-173.
27 Latran IV, canon 68, en Les Conciles oecomeniques: les décrets, tomo II-1, Paris,
1994, p. 567; O´Callaghan, “The Mudejars of Castile and Portugal”, p. 30-31.
128
en 1176 o 117728. Una multa es impuesta “a cualquiera que viola
la mora de otro”. Se nota en primer análisis que en estos textos de
derecho urbano provenientes de las ciudades cristianas del norte de
la península, el sustantivo “maurus”, o moro en castellano, designa
la esclava musulmana: si se trata de una musulmana libre se precisa
“maurus pacis” o moro de paz. Violar la mora del otro, por lo tanto,
equivale a una falta menos contra la mujer en cuestión que contra su
propietario (no hay ninguna prohibición de violación contra su propia
esclava). Crimen reparable por una multa pagada al propietario. La
ley siguiente precisa que el niño nacido de tal unión es considerado
como esclavo (servus) del propietario de la madre a menos que su
padre lo compre a este último. Se precisa que el niño “no comparte
la herencia de su padre con sus hermanos cuando sigue en estado
de servidumbre como esto ha sido dicho. Una vez liberado puede
tener su parte de los bienes de su padre como sus hermanos”. Se
encuentran medidas similares en otros fueros.
En la España cristiana, en general, la cristiana y el musulmán
que tienen relaciones sexuales incurren en grandes peligros; no
es el caso para la musulmana y su amante cristiano. El Fuero de
Sepúlveda ordena que un musulmán que se acuesta con una cristiana
será echado de un acantilado y su amante será quemada; en el Fuero
de Béjar los dos son quemados.29
En las Siete partidas, gran código de leyes compuesto bajo
la dirección de Alfonso X (1252-1284), se precisa el castigo que
“merecen el moro y la cristiana que se acuestan juntos”:
Si un moro se acuesta con una cristiana virgen, que sea lapidado. Y que
ella, la primera vez, pierda la mitad de sus bienes en provecho de su padre
o de su madre o de su abuelo, si los tiene; sino en provecho del rey. Y
que la segunda vez, ella pierda todos sus bienes y sea ejecutada. Que la
viuda culpable reciba los mismos castigos. Si un moro se acuesta con una
cristiana casada, que sea lapidado y que ella sea entregada al poder de su
marido: que la haga quemar o la deje libre o haga lo que quiera. Y si es una
28 El fuero latino de Teruel, edición del texto latino por J. Caruana Gómez de Barreda,
Teruel, 1974, leyes 361 y 362; ver Tolan, Les Relations entre les pays d´Islam et monde
latin, op. cit., 185-89.
29 A. M. Navarro, « Imágenes y representaciones de moros y judíos en los fueros de la
corona de Castilla (siglos XI– XIII) », Temas medievales 11 (2002-2003), p. 113-150
(particularmente p. 144).
129
prostituta, que sean latigados en público, si es la primera vez y que sean
ejecutados si es la segunda.30
En general cada comunidad se preocupaba, antes que todo, por
prevenir y castigar las transgresiones sexuales de sus mujeres con
hombres “infieles”. Un muftí cordobés de fines del siglo IX afirma
que un dhimmi que ha violado una musulmana debe sufrir el castigo
capital pero si abraza el islam in extremis, puede ser perdonado
si entrega a la mujer violada una dote proporcional a su estatus
social; pero si se trata de una falsa conversión será crucificado31.
En revancha, las Siete partidas no hacen ninguna alusión a las
relaciones sexuales entre hombre cristiano y mujer musulmana
o judía que parecen ser tácitamente admitidas. En la corona de
Aragón, en el siglo XIV, una prostituta cristiana arriesgaba ser
quemada viva si se acostaba con un judío o un musulmán, cuando
las autoridades musulmanas reclamaban muchas veces la pena de
muerte para las musulmanas que se acostaban con un cristiano o un
judío. Ésta podía, a pesar de todo escapar, ya fuese convirtiéndose
al cristianismo, volviéndose esclava, muchas veces esclava de su
amante cristiano.32 Una vez más, en una buena parte de estos textos
jurídicos se constata que las relaciones sexuales entre hombres
cristianos y esclavas musulmanas son frecuentes. En las leyes como
en la literatura, la conquista sexual se vuelve metáfora de la conquista
a secas. La hermosa musulmana no es solamente un topos literario:
se encuentra en la cama de muchos cristianos. Cierto es que algunos
autores criticaban o desalentaban estas prácticas: Los Castigos y
documentos para bien vivir ordenados por el rey don Sancho IV
intentan convencer al futuro rey, Ferdinando IV de Castilla, que
tener relaciones sexuales con una mora es como acostarse con una
perra, ya que ésta sigue la ley insensata de Mahoma.33 Se puede
sospechar que estas proposiciones influenciaban bastante poco las
prácticas sexuales del príncipe y de sus allegados.
30 Trad. G. Pradalié, dans H. Bresc et al, La Méditerranée entre pays d’Islam et monde
latin, Paris 2001, p. 181-184.
31 V. Lagardère, Histoire et société, p. 53.
32 David Nirenberg, Communities of Violence: Persecution of Minorities in the Middle
Ages, Princeton, 1996, p. 127-165.
33 Castigos e documentos, p. 126-133.
130
Jerarquías sociales
De los dos lados, la legislación concerniente a las minorías les
impone una inferioridad social que corresponde, supuestamente,
a su inferioridad religiosa. El dhimmi, en las tradiciones legales
musulmanas no debe ejercer ningún tipo de poder sobre un
musulmán. Es por eso que muchas veces se limitan sus derechos
de llevar armas, de montar a caballo, etc. Siguiendo el derecho
canónico, ni judíos ni musulmanes deben tener el menor poder sobre
los cristianos. En particular no pueden tener esclavas cristianas
ni asumir funciones públicas. La legislación ulterior extiende
igualmente estos principios a los musulmanes. El tercer concilio de
Latran (1179) prohíbe a los judíos y a los sarracenos poseer esclavos
cristianos, prohibición repetida muchas veces en la legislación
real (por ejemplo en las Siete partidas de Alfonso X de Castilla).34
Diversos fueros de ciudades ibéricas también prohíben a judíos
y musulmanes ser jueces en asuntos que tocan a los cristianos.35
Esta inferioridad legal no siempre se traduce en una verdadera
inferioridad social. Se encuentra, de hecho, musulmanes y judíos
en todos los niveles de la sociedad. Contingentes de mudéjares de
Valencia, juegan un papel importante en el ejército de los reyes de
Aragón: durante la invasión francesa de Cataluña en 1285, por
ejemplo, 600 mudéjares valencianos, particularmente ballesteros,
participan en la defensa de Gerona. Se puede citar también el caso
de numerosos médicos judíos y musulmanes al servicio de príncipes
y de burgueses. Aunque suscitan a veces celos y desconfianza.
Para la sociedad del al- Andalus, una vez más, los tratados de
hisba son muy claros. El de Ibn´Abdun, jurista malikita de Sevilla
que ya hemos citado, a principios del siglo XIII, trata de muchos
detalles prácticos de la vida humana: lo amplio de las calles, la
limpieza de los baños públicos, la composición de las salchichas
vendidas en el souk. Estamos en pleno periodo almorávide y vemos
en Ibn´Abdun un rigorista que busca corregir a andaluces disolutos.
Por ejemplo, truena contra los jóvenes enamorados que se dan cita
en el panteón, o como lo vimos ya, contra los musulmanes que
atraviesan el Guadalquivir de noche para ir a beber a las tabernas del
34 Latran III, canon 26, en Concilia oecumenicorum decreta, Bologna, 1962, p. 223;
canon reiterado en X, 5.6.5, en Corpus iuris canonici, vol. 2, p. 773. Siete partidas, 4,
7, 8.
35 A. M. Navarro, « Imagenes y representaciones », art. cit.
131
barrio cristiano. No pretende otra cosa que restaurar la jerarquía entre
musulmanes y dhimmis. Preocupaciones análogas se manifiestan en
el pasaje siguiente:
Un musulmán no debe servir de masajista a un judío o un cristiano; no
debe ni echar sus basuras ni limpiar sus letrinas: el judío y el cristiano son
en efecto, más designados para estos trabajos, ya que son trabajos viles.
Un musulmán no debe cuidar del animal de un judío o de un cristiano, no
debe servirle de borriquero ni detenerles el estribo. Si es patente que algún
musulmán ha ido en contra de estas prohibiciones, será amonestado.36
Una vez más, si Ibn´Abdun debe precisar, de nuevo, estos principios
es porque no eran muy respetados a principios del periodo almorávide
y sobre todo en la época de las taifas (siglo XI). En efecto, cristianos
y judíos muchas veces tenían posiciones de autoridad sobre
musulmanes; Granada incluso tuvo un visir judío.
En cuanto al derecho eclesiástico, los principios eran idénticos,
y de la misma manera, pocas veces respetados. Este es un ejemplo,
entre otros, sacado otra vez de los canones del concilio de Latran IV:
Ya que es más que absurdo que alguien que blasfeme a Cristo pueda
ejercer el poder de una magistratura sobre los cristianos, renovamos en
este concilio general lo que el concilio de Toledo había intuitivamente
establecido en este renglón en razón de la temeridad de los violadores de la
ley: Prohibimos que los judíos sean preferidos para los cargos públicos ya
que, apoyándose sobre ese pretexto, se confirmen como terribles enemigos
de los cristianos. Pero si alguien debía confiarle ese tipo de cargo, que se
le impida por medio de un castigo apropiado, a través del intermediario
de este concilio provincial que, como lo hemos ordenado, deberá reunirse
cada año. Que la fraternidad de los cristianos en materia de comercio como
en otras actividades, rechace a todo oficial de este tipo hasta que se emplee,
en favor de los cristianos pobres, todo lo que obtuvo de los cristianos por
el cargo que recibió, a discreción del obispo diocesano y que renuncie con
decencia al cargo que asumió de manera irreverenciosa. Empleamos la
misma ley a los paganos [es decir a los musulmanes].37
Ese texto concierne en todo a los judíos. Repite las prohibiciones
que remontan a la época de Justiniano. Se cita particularmente el
tercer concilio de Toledo. El concilio extiende estas prohibiciones a
los musulmanes, a quienes, en adelante, se atribuye implícitamente
el estatuto legal de los judíos, un estatuto que no correspondía ni con
el que tradicionalmente se había reservado a los judíos ni al de los
heréticos. El pretexto presentado para justificar estas prohibiciones
134
La invención del testimonio1
Guy Rozat
INAH-Veracruz
proceso de reconformación.
6 Antes de ir más adelante, tenemos que recordar que si no negamos la posible
existencia de algunos de esos voceros del mundo indígena, no debemos olvidar la
omnipresencia en los textos medievales como del siglo XVI de esa figura retórica del
noble prolijo anciano y sabio encargado de reforzar por su presencia la verosimilitud
de los relatos reportados. Como la del buen cacique, él también generalmente anónimo,
que sistemáticamente se opone a la violencia legítima de sus paisanos y favorece
siempre los planes de los conquistadores y evangelizadores en prácticamente todas las
crónicas de América.
138
la metalurgia y la producción de objetos lujosos, etc., es evidente que
necesitamos si no de una auténtica “casta académica”, por lo menos
de uno o varios grupos especializados de “sabios”, encargados del
registro, de la reproducción y difusión de estos conocimientos. No es
la miserable descripción de algún Calmecac, asimilado más o menos
a una institución monacal, el que podría cumplir esas funciones de
acopio, conservación y difusión de un alto saber como lo fue el que
permeaba todas las culturas de Mesoamérica.
Tampoco queremos afirmar aquí que los guerreros eran redomados
idiotas y simples brutos, o máquinas de matar perfeccionadas
semejantes a esas tropas de elite desarrolladas desde hace varias
décadas por la mayoría de los estados contemporáneos; aunque
la aparente militarización de la cultura mexica, que se desprende
del consenso actual nos invite a considerarlo así. Difícilmente los
guerreros mexicas, por lo menos tal como nos los presenta el saber
compartido actual, podían asegurar esas funciones de “sabios”. No
intento ofender la memoria mexica ya que sabemos por ejemplo, que
en el occidente medieval, si bien existieron algunos nobles y reyes
cultos, la mayoría de los nobles no sabía escribir y apenas algunos
sabían leer. Su función y legitimación social no era el dominio de
las letras o de “las ciencias”, ese espacio había sido recuperado y
desarrollado por la institución clerical que intentaba así dominar el
conjunto de la sociedad con ese monopolio del saber7. Es por otra
parte significativo que la figura del sabio no clerical en la época
temprana medieval, tenga que ver bastante con el demonio, como lo
muestra el caso de la figura de Merlín, cuya madre fue fecundada por
un íncubo. En los textos que mencionan a ese personaje, su saber,
construido al margen de la teología dominante, era considerado como
perteneciente a una esfera peligrosa, ambigua, ligada a las fuerzas
salvajes de la naturaleza, y particularmente a la exacerbación sexual.
Así quedaría por repensar, si estamos de acuerdo con el
extraordinario trabajo civilizacional logrado durante varios milenios
Nobles colaboradores
Por otra parte, quedaría por pensar si realmente estos “nobles
sabios”, en caso de existir, hubieran aceptado la tarea de abrir su
alma y su historia a un representante de un poder cuya presencia
era responsable de la terrible destrucción general en curso. Porque
tenemos que tener claro que ya cuando se empiezan las primeras
recopilaciones de información, las culturas americanas están heridas
de muerte por la sencilla razón de que ya se murió casi la mitad de la
población, si no es que más, por lo menos en las regiones centrales
donde se desarrolla la inquisitio franciscana o dominica.
Por otra parte, en los testimonios de Fray Bernardino, podemos
ver cómo esos sabios son designados y mandados por “caciques”
generalmente ellos también anónimos, después de un pedido
expresado por éste. Por lo tanto la suspicacia del historiógrafo
debe trasladarse no solamente al proceso de designación de los
sabios, sino incluso a la naturaleza de la legitimidad de los propios
caciques. Podemos incluso sugerir insidiosamente que a lo mejor,
al contrario de lo que afirman la mayoría de los especialistas,
esos caciques ya carecían en ese momento en su gran mayoría de
legitimidad americana, o por lo menos, que su legitimidad ya se
había vuelto bastante dudosa, y sólo se afianzarán como figura
política, “el cacique”, necesaria al interior del nuevo orden del
discurso encargado de “inventar América”.
Y aunque ese poder hubiera sido legítimo, que estos sabios puestos
a disposición del invasor hubieran sido realmente los más sabios
– lo que tienen que ser, pero sólo por necesidad retórica – queda
siempre la duda sobre la naturaleza de la información entregada y
lo que podía entender de esa el logos cristiano occidental. Amen
aquí del olvido de todo lo que puede significar las dificultades de la
traducción en situación transcultural.
140
Porque finalmente lo que tenemos es sólo el resultado salido de
la pluma del franciscano, a pesar de toda la presencia retórica de
figuras americanas, él siempre ha insistido en el arduo trabajo de
refundición y de homogeneización al cuál se dedicó durante años,
y es probablemente por eso que Mgr. Garibay, al contrario de su
alumno predilecto Miguel León-Portilla, consideraba que Sahagún
era el auténtico autor de la Historia, y no sus informantes.
141
del reconocimiento de esa terrible destrucción biológica, sino que
el mundo indígena tiene que desaparecer como actor de la historia,
el mundo indígena y adquiere con la victoria hispana un nuevo
estatuto, el del paisaje natural, el accesorio de la gesta cristiana del
nuevo pueblo elegido.
Pero si pensamos lo que pudo ser una epidemia de viruela
en ese mundo nuevo, con poblaciones totalmente indefensas
inmunológicamente frente a esa nueva pandemia, debemos considerar
que por lo menos la mitad, si no es que más de la población viviendo
alrededor de la laguna, se extinguió en escasos meses, y no sólo
en la propia Tenochtitlán en ruinas, ya que los fugitivos mexicas
y aliados que pensaron lograr escapar a la muerte militar y a esa
extraña enfermedad, difundieron el virus kilómetros a la redonda, y
así se propagó la viruela a todo el espacio mesoamericano.8
El resultado fue una desorganización drástica de toda la estructura
política y económica del Altiplano y de las regiones que estaban
comunicadas con ella, ya que si pensamos un poco las prácticas
colectivas de higiene pública, el uso del temascal por ejemplo, sólo
podía ser un medio de propagación y de contagio casi perfecto para
ese tipo de enfermedad. Pero regresemos a nuestros nobles mexicas.
Es evidente que no escaparon al contagio, y que entre guerra y
epidemia, desapareció también, si no es que más, considerando la
violencia de los combates, la mitad de esa estirpe, con énfasis en las
desapariciones de niños.
9 Recibió ese por el Privilegio de Doña Isabel Motezuma, hija del Gran Motezuma…
que… caso con Alfonso Grado …otorgado por Don Hernando Cortés, fechado del 26
de junio de 1526, (se puede encontrar el texto de dicho privilegio en Prescott, Historia
de la Conquista de México, Porrúa, México 1976, pp. 638-640). Pero fue despojado por
los enemigos de Cortés de la primera Audiencia, en ausencia de ese, recuperando sus
bienes en Mayo de 1530.
10 Baudot Georges, Utopie et histoire au mexique. Les premiers chroniqueurs de la
civilisation mexicaine (1520-1569), Privat, Toulouse, 1977, p. 65.
11 En la edición de Privilegios en lucha. La información de doña Isabel moctezuma de
Emma Pérez Rocha, Colección científica, INAH, México, 1998, la autora atribuye esos
niños a Isabel cuando Baudot, Op. cit. sólo le atribuye un hijo con ese marido, pero no
debemos sorprendernos de ciertas contradicciones en las reconstituciones de este tipo,
ya que los redactores de los textos de aquella época se tomaban muchas licencias con
la “realidad histórica”.
143
a la corona de requerimientos insistiendo en que su mujer debía
recibir la herencia del antiguo tlatoani ya que era “la hija legitima
i mayor, sin aver otra, ni hijo varón que lo fuese”. Pidió que ésta
fuera “restituida en todo lo que le faltase i le hubiesen quitado…”
En 1547 sigue pidiendo, aunque probablemente la corona le hubiera
reconocido ya algunos “derechos”, como el de cobrar tributo sobre
Tlacopan, lo que provoca la ira del “cacique” del dicho pueblo, don
Antonio Cortés que protesta que los habitantes de dicho reino más
bien compartían con Tenochtitlán el tributo generado por el Imperio
y “nunca tributaron a México, ni a otro señor ninguno, con un tomin
ni un grano de cacao….”12
Pero como lo constata Baudot, “de todas maneras la lucha llevada
por la restitución de la herencia del tlatoani no era la obra solo de
Juan Cano, ya que los descendientes de Motecuhzoma resultaron
ser bastante numerosos y muy apurados en recoger una parte de
ese maná”.13 Finalmente todas las gestiones de Juan Cano tuvieron
pocos efectos ya que el Consejo de las Indias en 1574 sólo propuso
algunos subsidios para responder a los pedidos del hijo de Isabel y
Juan Cano que se quejaba de su “mucha pobreza”.
Pero para terminar este pequeño acercamiento a la “nobleza”
americana en algunos textos del siglo XVI, podemos recuperar
la risa del cronista, que como nosotros hoy, parece poner en
duda la “legitimidad” de los derechos exclusivos de Doña Isabel,
ya que dice ese, “por que me acuerdo que fui informado que su
padre de Moctezuma tuvo ciento y cincuenta hijos e hijas, e que
él tuvo cincuenta hijos e más, e que se le acaeció tener cincuenta
mujeres preñadas… cómo podés vos sostener por legitima hija de
Montezuma a la señora Doña Isabel, vuestra mujer…”14 Es probable
que gran parte de esa reflexión sarcástica del cronista, que por otra
parte despreciaba bastante el mundo indígena, se puede originar en
una posible asimilación del tlatoani a la clásica imagen del sultán
musulmán dominante en Occidente, dedicándose antes que todo a
12 Baudot, op, cit, p, 62.
13 Baudot, “Pretendientes al imperio mexicano en 1576”, Historia Mexicana, 1970,
Vol.XX, No 1, p.42-54.
14 Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia General…. ed. Atlas, Madrid, 1959,
Vol. IV, p.259-267. En, Baudot, op. cit., p.65. El texto de Oviedo se puede ver en los
apéndices de la Historia de Prescott, op. cit., p. 632-637. El cronista reconstituye una
especie de diálogo con el conquistador.
144
la fornicación y a la multiplicación de sus hijos15. Aunque también
sepamos que la poligamia, muy común en las elites de la cultura
mexica, debió haber sido la forma para cada Tlatoani procreara una
prole abundante que marcabaría las alianzas políticas realizadas a
través de los hijos.
Pongamos atención a ese juicio de Oviedo que duda del peso
de los argumentos de Juan Cano al pretender que su mujer era no
la única descendiente viva del gran Motecuhzoma, sino además, la
preferida.
También podemos ver cómo “La hija de Moctezuma” se casa
con familiares de su padre, pero Juan Cano se cuida muy bien de
reclamar herencia alguna de Cuitláhuac y Cuauhtémoc, que fueron
también sus esposos y que sin duda según la lógica de ese mismo
discurso, debían también tener bastantes herederos, tan sólo reclama
los bienes de la madre de su mujer, hija de Ahuizotl, porque en la
lógica del poder en el cual hace su reclamación, el hecho de haberse
casado con familiares muy cercanos, aparentemente sus tíos,
podía volverse en su contra en un tribunal hispano, imposibilitado
en entender otro sistema de derecho que el patriarcado y nada de
filiaciones incestuosas. Por fin, es muy probable, si vemos cómo
se sucedieron los tlatoanis mexicas en el poder, que la sucesión
de bienes no se diera directamente de padre a hijo o hija, según
el modelo occidental clásico, sino que presidía probablemente un
sistema matriarcal en el cual los supuestos derechos de Juan Cano
carecían de validez, por eso tenía que insistir que de cualquier forma
su mujer era la única descendiente aún viva.
La reconstrucción de la legitimidad de Doña Isabel, llevada por
Juan Cano, y la interpretación de su historia y su linaje, si bien fue
probablemente una de las primeras y de las más soñadas, seguirán
durante toda la Colonia, como lo muestran los trabajos de Norma
Angélica Castillo y de Francisco Hermosillo sobre el Códice de
Cholula y sus diferentes versiones, que nos muestran continuas
reescrituras de los contenidos realizadas por unos caciques indígenas,
15 En las crónicas de la primera cruzada, que nutrieron el imaginario medieval hispano
hasta el siglo XVII ya se encuentra esa figura del déspota oriental que pasa su tiempo
entre sus mujeres ejerciendo sus funciones reproductivas.
145
que iban a la par con los pleitos y demandas coyunturales de ese
linaje de “nobles indígenas”.
148
En el caso de estos códices cholultecas, el bricolaje es aún más
visible, porque los personajes construyen una memoria propia,
si bien se cuidan de parecer de la estirpe de las grandes familias
gobernantes, antes que nada buscaban algo más sólido retóricamente
– ya que dicha memoria funciona al interior del derecho hispano- algo
que perteneciese al fundamento de la nueva legitimidad política: la
evangelización. Todos quieren haber sido tempranamente bautizados,
ser los primeros neófitos americanos y tener a Cortés como padrino,
además de haber ayudado con todas sus fuerzas a la Conquista para
el triunfo español y el establecimiento de la nueva fe. La figura
de Cortés, así como el estatus de aliado, y el bautizo, se vuelven
las fuentes legitimadoras del presente y futuro de esos linajes.18
151
condiciones para la posible “apropiación del pasado y de la cultura
indígena”. Pero ese saber indígena no puede atravesar impoluto
el doble proceso de traducción cultural llevado a la par con una
traducción lingüística, tanto más que la dinámica, la inquisitio, que
marca su constitución y funcionamiento, es la exigencia hispana de
la cristianización que lo dirige y lo domina.
No debemos olvidar, como lo decía Maurice Halbwachs, que
un recuerdo puede ser a la vez reconocido y reconstruido. Los
informantes indígenas, como cualquier humano, no pueden recordar
más que a condición de sentirse parte de un grupo, de una sociedad,
de un proyecto, el único proyecto en construcción que se les presenta
es el nuevo orden español. “Los nobles” son nobles, si es que lo
fueron, porque los reconocía como tales el nuevo orden político. De
ahí que se vuelvan muy problemáticos los intentos de reconstruir
vivencias individuales a través de la aparición de esta memoria
colectiva, ya que ésta es antes que todo un fenómeno social, porque
como lo afirma tajantemente Lett: “No se recuerda jamás solo”.
Tenemos que preguntarnos también cómo la demanda inquisitiva
de información afectará la propia memoria del testigo. Porque de
hecho que sean los franciscanos mismos o sus ayudantes, estos
no están preguntando para saber realmente la naturaleza profunda
de la idiosincrasia mexica, sino para constituir la legitimación del
triunfo de la cruz y armas españolas. Van a obligar en cierta medida
a convertir las memorias individuales de esos “sabios y nobles”
en memoria colectiva de la cual ellos serán, con sus superiores
religiosos, los máximos intérpretes.
Por eso no tenemos relatos individualizados de los diferentes
“testigos”, éstos no interesan, sólo interesa la constitución de una
Vulgata, memoria colectiva destinada a constreñir toda posibilidad
de interpretaciones otras. Me parece que se logró bastante bien
ese objetivo, ya que hasta la fecha no se ha logrado pensar de
otra manera la conquista. Como lo señala Lett de manera muy
atinada, generalmente los comisarios encargados de construir el
reconocimiento de la santidad del ermitaño agustino, como los frailes
en Nueva España, buscaban con sus preguntas, construir más un
concordare que un recordare, es decir que buscan menos confrontar
152
las memorias individuales consideradas como poco interesantes por
su unicidad, que construir una memoria colectiva.
Es muy probable que viendo las formas violentas del Imperium
hispano en acción en las primeras décadas novohispanas, fuertes
cargas de enunciación estuviesen pesando sobre la elaboración
de esa información; los testigos, nombrados por sus autoridades,
buscaron probablemente antes que nada adaptarse y por esto se
conformaron a lo que pensaban se esperaba de ellos, y adaptaron
su “testimonio” en consecuencia y por lo tanto, tendieron más a
acordarse que a recordar los eventos pasados. Porque hoy a 500 años
de distancia y sólo a través del espejismo actual de un humanismo
imbécil podemos pensar que los franciscanos fueron esos personajes
amorosos y comprensibles que se nos describe, y que el conjunto de
los indios sobrevivientes encargados de acarrear piedras y fabricar
cal para sus conventos y tantas cosas más, se amontonaban jubilosos
para pedir su bendición y protección22.
Si sabemos que en la sociedad medieval, el individuo no existe
fuera de su pertenecer a un grupo, es muy probable que fuese la
misma cosa en el mundo mexica, aunque diferente, y por lo tanto,
responder “a las esperas del procedimiento representa para el testigo
una modalidad de inclusión en una comunidad, y por lo tanto, el
sentimiento de existir”23. En resumen, la inquisitio del buen Sahagún
por los mecanismos de presión que ponen en marcha sobre todos
los actores de la transmisión de la información (desde los testigos
indígenas, los ayudantes, que reciben y registran) aparece como
una máquina para producir a partir de testimonios individuales,
una memoria colectiva. Pero una memoria que no podrá ser jamás
una memoria indígena, aunque en los escritos que produce, puedan
aparecer “indios”; la lógica discusiva de esos indios será siempre la
22 Recordemos las “10 plagas” que Motolinía describe para explicar la desaparición
de la población indígena.
23 Brigitte Miriam Bedos-Rezak, Dominique Iogna-Prat (dir.), L’individu au
Moyen Age. Individuation et individualisation avant la modernité, París, 2005, en la
introducción D.I.P., escribe: “los sistemas de identificación de la Edad Media, obedecen
a una lógica depuesta en conformidad; si el individuo es dotado de una visibilidad
particular, es sólo por las necesidades de control en el seno de su red de sociabilidad
(familia, comunidad de habitantes, parroquia, señorío, etc.)” p.25. Por otra parte, es
evidente que la noción de individuo propia al homo economicus del capitalismo, es una
excepción aberrante de la historia humana.
153
de ser al servicio de la memoria que los constituyó, serán siempre
indios de papel, indios imaginarios al servicio del imperium cristiano.
El trabajo de la memoria
Cuando los sabios son interrogados “por Sahagún”, ya lo dijimos,
pasó mucho tiempo, por lo tanto es importante tomar en cuenta el
trabajo de la memoria y del olvido, de las omisiones y añadiduras
de los testigos.
En la cognición de un evento, nos recuerda Didier Lett, los
psicólogos “distinguen tres tiempos: el de la adquisición (la percepción
del evento), en el cual se codifica la información, y en el cual se
almacena en su sistema de memoria; el de la retención (tiempo que
transcurre entre el evento y un recuerdo de un elemento particular de
información); por fin, el del recubrimiento, momento durante el cual
uno recuerda la información almacenada. Tanto para el psicólogo,
como para el historiador, no existen verdaderos o falsos testimonios.”24
También podemos estar de acuerdo con Renaud Dulong cuando
afirma que: “sólo existen testimonios dudosos, porque la autoridad
de los testigos, incluso los más dignos de fe, deben ser siempre
contestados en nombre de los dispositivos cognitivos y mnemónicos,
que fundan la memoria.”25 La encuesta de Sahagún permite sólo
acceder a lo que sería la “tercera fase de la cognición”, es decir, el
momento del recubrimiento.
Porque el tiempo ocurrido entre el hecho y la deposición, influye
sobre la naturaleza del testimonio. Olvidarse de ese fenómeno obliga
a considerar que para los indios nada ha cambiado, y que el testimonio
entregado en ese momento, representa sin cambio lo que imperaba
veinte o treinta años antes o más, lo que es evidentemente un error
garrafal. Este olvido metodológico conduce a muchos investigadores
contemporáneos, dado que no se preguntan sobre la naturaleza de
esa permanencia, a hacer la hipótesis de la inmutabilidad indígena,
que se vuelve la característica de lo indígena, y por lo tanto una no-
24 Lett, Didier, op. cit., p. 221. Es probable que para el historiador, como el lapsus para
el psicoanalista, el falso testimonio sea fuente casi inagotable de sentidos y revela lo
que está en juego realmente en el momento que necesita de su producción.
25 Renaud Dulong, Le temoin oculaire. Les conditions sociales de l’attestation
personnelle, París 1998, citado en Lett, op. cit, p. 221.
154
historia, fundando así esa permanencia que creen notar desde los
tiempos precolombinos hasta nuestros días de la “antigua palabra”.
Por otra parte, los eventos han sido registrados por un puñado de
testigos, es el procedimiento inquisitorial de la máquina Sahagún,
el que impone a los testigos re-conocer ciertos detalles del momento
histórico, cuyo relato es ya estructurado por los primeros textos
españoles, como por ejemplo las Cartas de Relación. Aquí otra vez
podemos suponer en acción ese mecanismo del concordare, más que
del recordare.
Es también muy probable que con el pasar del tiempo,
particularmente después de 1521, una memoria colectiva americana
se organizace para racionalizar lo ocurrido, aunque nos es difícil
pensar sobre qué ejes se estructuró26. El trabajo de esa memoria está
en gran parte perdido, ya que no pertenece a la esfera de lo escrito,
ni tiene nada que ver con el trabajo de la memoria en curso en el
mundo hispano: que intenta recuperar y reestructurar esa memoria
colectiva americana sobre el modelo de una historiografía salvífica,
y por lo tanto, naturalmente impondrá al mundo americano en el
cual logrará imponer esa nueva memoria colectiva, presagios,
prodigios y profecías, todas ellas marcas de la intervención divina
en la conquista y dominio de América.
Incluso se puede hacer la hipótesis de que entre más pasa el
tiempo, más fundamental se vuelve ese trabajo para la supervivencia
de las poblaciones americanas, ya que deben integrar cosas
totalmente inauditas, como las nuevas epidemias, la destrucción de
su cultura originaria, etc. No debemos confundir ese enorme trabajo
memorial con el que se reporta en los textos escritos, respondiendo
a una inquisitio, religiosa o civil.
27 Rozat, Guy, Indios imaginarios e indios reales en los relatos de la conquista de
México. UV-INAH-BUAP, 2002. pp. 155-212.
28 Solo recordemos el grito de Guerra de los cruzados frente a Jerusalén en 1099,
“Dios lo quiere”.
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Es imposible que la genuina memoria americana haya sido
impermeable mucho tiempo a ese huracán simbólico que el culto
cotidiano, los esfuerzos de los evangelizadores y los símbolos
del nuevo poder político vertían sobre las ruinas aún humeantes
de su cultura, sin olvidar que los vencidos no podían racionalizar
su estado de vencidos sin pensar la naturaleza de los vencedores.
Buscando entender esa naturaleza fueron fatalmente llevados a
integrar elementos simbólicos occidentales, pero probablemente
refuncionalizándolos del todo, reinterpretándolos a partir de sus
propias necesidades del momento, que era como sobrevivir en ese
nuevo mundo político. Pero como lo dijimos, ese trabajo memorial
en caso de haberse dado, está hoy fuera de alcance, perdido para
siempre, y sólo puede sobrevivir como los restos diseminados de un
barco hundido en un mar inmenso.
Violencia y memoria
Al regreso de la aventura de Cortés para seducir a las tropas y vencer
a Narváez, después de unos días de calma aparente, se desatan las
hostilidades en contra de los españoles pero también contra sus
aliados y todo lo que pudiera parecer pertenecer al campo hispano.
Así que si tenemos el relato de las luchas de los hispanos contra
los mexicas, no sabemos realmente lo que ocurrió en el resto de
la laguna ni en los alrededores donde los aliados iban y venían
en tránsito desde o hacia Tlaxcala. Imaginamos que no todos los
mexicas y aliados se enfrentaron directamente al principio contra
Cortés y sus aliados en el corazón de Tenochtitlán y las situaciones
personales de los sujetos tenían que interferir en un primer tiempo
en la estructuración de su percepción de lo ocurrido. Pero mientras
más tiempo pasaba, crecía más la violencia y la destrucción, hasta
que todos se encontrarán implicados en una brutalidad emocional
total. Podemos pensar que llegará a poner en crisis los fundamentos
de la personalidad. Varios investigadores han propuesto la idea de
“la muerte de los dioses” para explicar la reacción americana, o más
bien, la ausencia de reacciones masivas después de la conquista y la
posterior adhesión al cristianismo, esa idea no explica mucho, o sí,
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más bien sirve para que nadie se interese en estos problemas de la
dinámica de la construcción memorial americana.
Ese posible trauma pudo tener dos consecuencias, ya fuera
facilitar la codificación, o paralizar completamente la memoria, en
tanto que choque traumático. Como nos lo recuerda Lett, se puede
observar:
“En los violentos traumas (víctimas que escaparon a genocidios, mujeres
violadas, hombres y mujeres en guerra), una negación, una incapacidad de
recordar y decir, las fabulaciones, puede intervenir. Desde ese momento,
diferencias muy importantes existen entre lo vivido y el recuerdo. Los
testigos del proceso exponen hechos muy cargados de emoción. En un
contexto muy solemne, vienen a relatar lo que han vivido, dar cuenta del
instante en el cuál Dios rompió el muro entre el mundo visible e invisible.
El momento en el cuál se da a ver: “la sensibilidad a la perturbación, la
invasión por afectos intensos, las reacciones instintivas de defensa, la
desorganización del pensamiento, he aquí lo que constituye lo vivido de un
evento violento, o simplemente, inesperado”29.
Si las descripciones muy detalladas de la guerra entre mexicas
y españoles-aliados, en el libro XII de Sahagún, son realmente
reconstruidas a partir de los testimonios indígenas, se presenta el
problema de saber quién de entre esos indígenas estuvo realmente
presente y sobrevivió para narrarlo, pero también, quién es la voz
hispana que cuenta lo que ocurre en el campo hispano. Sahagún por
lo menos no estaba presente ya que llegó años después. El libro XII
no es producto de recuerdos individuales, indígenas o hispanos, sino
resultado de esos dispositivos culturales que producen el trabajo de
la memoria colectiva cristiana.
Ese trabajo tiene por función justamente la de unificar todos
los testimonios en un solo gran relato. Porque los testimonios
individuales dependían de la posición y lugar de futuros testigos,
si fueron realmente testigos oculares o de oídas, o habían
tenido una relación más o menos estrecha con los eventos.
En el trabajo memorial indígena, los testimonios individuales
también son heterogéneos o la propia memoria puede fallar, o
deformarse por otras fuentes de información. Así, las experiencias
del pasado se entremezclan y se confunden con el suceso traumático.
Conclusiones
En esas escuetas reflexiones sobre la producción y conservación
del testimonio, esperamos haber demostrado que la postulación de
testimonios indígenas en la génesis de la obra del fraile Bernardino
de Sahagún no constituye en sí un certificado de autenticidad, sino
todo lo contrario, ya que nos invita a repensar de manera drástica
la naturaleza de esos “testimonios”. Esperamos que el lector habrá
entendido el problema epistémico fundamental que es ponerse a
analizar la historiografía nacional, si se quiere conocer realmente lo
que fue la antigua América y no la América soñada o inventada por
la inquisitio franciscana.
Como en toda conquista, los conquistadores laicos o religiosos
del Anáhuac lograron encontrar aliados para las fases siguientes de
esa empresa, no nos interesa hacer psicología histórica y por lo tanto
dilucidar si lo hicieron por puro interés personal, arrivismo, odios
sociales o étnicos, o simplemente porque alguien tenía que dar la
cara al invasor o porque frente a tanta destrucción, finalmente se
creyeron los mensajes de paz y concordia de los religiosos.
No sabemos realmente quiénes fueron esos individuos que
compusieron esa figura colectiva “los informantes de Sahagún”,
menos aún sus motivaciones ni la naturaleza real de su trabajo en
el frente franciscano; pero sí lo que podemos analizar con atención
es el estatuto retórico con el cual la historiografía nacionalista
desde hace medio siglo les ha revestido. Este análisis nos da mucho
más elementos sobre esa experiencia historiográfica nacional y
pocas sobre esos informantes, pero creemos que es solamente
desnudando a esos personajes indígenas, reinventados en el siglo
XX, como podremos acercarnos suficientemente para entender la
naturaleza de la “invención americana” empezada en el siglo XVI.
30 Ibid., p. 226.
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Los estudios sobre el problema de la constitución del testimonio
en la historia, de los cuales hemos sólo señalado algunos, nos
muestran algunos caminos fundamentales, para poder pensar la
naturaleza de la constitución de estos testimonios americanos.
Para concluir quisiéramos hacer un llamado para la constitución de
un grupo de reflexión sobre la naturaleza y verosimilitud de estos
testimonios. Porque sólo si logramos traspasar ese velo, ese sudario,
que la palabra franciscana, dominicana o cualquier otra, producida
por occidente en aquellos años extendió sobre la antigua América,
podremos realmente descolonizar y a lo mejor entrever algo de lo
que fue La Antigua América.
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