Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
1. El Proceso Estratégico
Si examinamos la personalidad del estratega nos queda claro un rasgo sin el cual no podría
continuar adelante: tiene la capacidad de influir sobre los demás, logra convencer y vender
su propuesta, contagia su visión y entusiasmo a otros que deciden sumarse aportando
talento, esfuerzos y recursos para alcanzar la meta.
La Alta Dirección puede ubicarse en un continuo cuyos extremos tocan por un lado al
General, que formula la estrategia de manera consciente y la comunica al resto de la
organización; y del otro al Patrocinador, que reconoce y apoya la estrategia que ha
emergido de la empresa.
Todo proceso de reflexión estratégica adecuado a la dinámica que nos rodea debe sobre
todo catalizar un sentido de dirección y propósito compartido. Tendrá que infundir fe y
energías, posibilitar el aprendizaje y apoyarse en él, e invitar a la emergencia de iniciativas
reveladoras.
El enfoque transaccional nos dice algo que pretendemos olvidar con mucha frecuencia: la
vida es demasiado compleja para comprenderla plenamente de un golpe, los niveles de
incertidumbre son altos, es obvio que tendremos que estar “transando” continuamente con
la realidad, construyendo el puente mientras avanzamos por él.
Quiere decir que debemos ordenar el proceso estratégico de manera que asegure el
aprendizaje continuo de todos los actores, y la oportuna readecuación de la estrategia a
partir de los resultados en la acción.
Aunque parece sentido común no son pocos los que se resisten a modificar la estrategia,
considerando la implementación como un proceso que ejecuta un plan rígidamente
determinado. Aquí estamos diciendo algo totalmente distinto. Los procesos
estratégicos siguen una lógica incremental, donde el aprendizaje tiene una importancia ¿