Sunteți pe pagina 1din 30

FACULTAD DE DERECHO

ESCUELA PROFESIONAL DE DERECHO

ENSAYO

POLÍTICA Y CORRUPCIÓN: DOS POLOS OPUESTOS

QUE SE ATRAEN

AUTOR(A):

Heidi Elizabeth Vergara Sánchez

ASESOR:

Dr. Luis Alfredo Morgado Pérez

Trujillo - Perú

2018
ÍNDICE

I. INTRODUCCIÓN 3

II. ARGUMENTACIÓN 6

III. CONCLUSIONES 25

IV. BIBLIOGRAFÍA 27

II
POLÍTICA Y CORRUPCIÓN: DOS POLOS OPUESTOS QUE SE
ATRAEN

I. INTRODUCCIÓN
Iniciaré manifestando una lamentable situación que está sufriendo nuestro
país, me refiero al fenómeno de la corrupción, éste se encuentra anclado y
arraigado desde la existencia de la humanidad misma. Actualmente, la lucha
contra la corrupción se ha convertido en uno de los desafíos de mayor
relevancia en el mundo entero; así como, en nuestro país.
El impacto que está teniendo la corrupción es devastador en el desarrollo
político, social y económico de los países. Asimismo, afecta la democracia y
acentúa las desigualdades, los estados pierden recursos que deberían
destinarse a mejorar las condiciones de vida y garantizar el pleno ejercicio de
los derechos de todos los ciudadanos, principalmente de los que más lo
necesitan.
Cabe señalar que la corrupción, está en proceso de generalización, y este ha
ido atenuando la cohesión social al carcomer paulatinamente un conjunto de
valores sustanciales en la sociedad, llegando al extremo de la existencia de
altos niveles de desconfianza.
A nivel mundial, el índice de percepción de la corrupción ha sido liderado por
Nueva Zelanda y Dinamarca como los países más limpios. Por el contrario,
los países peor situados, es decir los más corruptos del mundo, como Somalia,
Sudán del Sur y Corea del Norte son aquellos donde los derechos individuales
son vulnerados de manera sistemática, de modo que no existe una prensa libre
ni un sistema judicial justo e independiente. Venezuela es considerado el país
latinoamericano más corrupto, específicamente en el puesto ciento sesenta y
nueve de ciento ochenta, según estudios.
Por otro lado; a nivel nacional, el Perú es uno de los países con mayores
problemas de corrupción. Estudios realizados actualmente, señalan que dados
los hechos de los últimos años como el caso Odebrecht y Lava Jato, sólo por
hacer mención a los más mediáticos, la percepción de corrupción ha ido en
aumento.
Es necesario recalcar que, se han realizado encuestas a los ciudadanos
peruanos, en el cual señalan que el gobierno más corrupto fue el del ex

3
presidente Alan García, seguido por el de Alberto Fujimori y Ollanta Humala.
Pero eso no es todo, el Poder Judicial y el Congreso de la República son
considerados como instituciones corruptas, ambos seguidos por la Policía
Nacional del Perú.
Cabe mencionar que el Perú ha sido catalogado como el tercer país de América
Latina donde el pago de sobornos ha incrementado, no hay que ser ciegos para
no darnos cuenta de esta penosa realidad. A mi modo de ver, nuestro país está
lleno de corruptos y corruptores; es por eso que la corrupción ha tenido un
fuerte impacto en la administración pública, y fácilmente la podemos definir
como aquella desviación por parte de la administración de los poderes del
Estado del correcto funcionamiento, que no es otro que el interés público.
La corrupción deslegitima a las bases de la democracia, a la ley penal y a los
Derechos Humanos. Nuestro país es testigo de los actos de corrupción
perpetradas por las autoridades que nos gobiernan; sin embargo, somos
nosotros los ciudadanos que, en cada proceso electoral, les otorgamos el
poder, con la ilusión de verlos realizar gestiones para el mejoramiento del
estado. He aquí, a mi juicio, la política peruana se ha convertido en una cueva
de delincuentes.
Recordar a Maquiavelo con su célebre frase; “la política es el arte de
engañar”, hoy comparto esa expresión en todo su esplendor, porque el Perú
ha sido terriblemente engañado.
Es por esa razón, que el estudio de los determinantes de la corrupción sigue
siendo un tema pertinente que ofrece amplias oportunidades de investigación.
Por ejemplo, el Plan Nacional de Lucha contra la Corrupción 2012 – 2016 de
la Comisión de Alto Nivel Anticorrupción (CAN 2012) es un documento muy
bien informado. Dicho plan propone una definición abierta de la corrupción
como el “uso indebido del poder para la obtención de un beneficio irregular,
de carácter económico o no económico, a través de la violación de un deber
de cumplimiento, en desmedro de la legitimidad de la autoridad y de los
derechos fundamentales de la persona”, que permite entender el carácter
multidireccional del fenómeno y su complejidad.
Con respecto al impacto y victimización se presentan algunos datos de la
encuesta LAPOP 2014. Un estudio econométrico de Yamada y Montero
realizado en el año 2011, encontró que los pobres gastan una proporción

4
mayor de sus ingresos en coimas. En otro trabajo, los autores antes
mencionados evalúan si hay discriminación según las características étnicas
del usuario de servicios públicos. Según Riesco Lind et al. entre los años 2005
y 2013 el porcentaje de hogares que usó el servicio de la policía y pagaron
sobornos se redujo de veintiocho por ciento a veintidós por ciento.
Así también, Vigil (2012) en las conclusiones de su tesis de pregrado, “El
Problema de la inconsistencia normativa en la lucha contra la corrupción
administrativa en el Perú”, manifiesta que; no existe en la legislación
normativa, ni en las iniciativas generadas en torno a la lucha contra la
corrupción, una definición central respecto al concepto de corrupción
administrativa o acto corrupto, ni un criterio común respecto al contenido y
alcances del término o a las características de un acto de esta naturaleza, que
puedan servir de base para el desarrollo de políticas y estrategias unificadas,
coherentes, sistematizadas y sostenibles para el combate de este fenómeno
social. (p. 185)
En el presente ensayo tengo como objetivo, analizar cómo la corrupción
transgrede el marco político en un Estado Constitucional de Derecho.
Es así que, me he formulado el siguiente problema, ¿cómo la corrupción
transgrede el marco político en un Estado Constitucional de Derecho?
En consecuencia, la elaboración del presente ensayo beneficiará a la sociedad
en general; ya que tiene como finalidad incidir en la población para que
ejerzan su derecho al voto y este sea, con responsabilidad; porque el desafío
es recuperar nuestro Estado y que este sea transparente, además de tener
funcionarios íntegros. Al mismo tiempo, que se fortalezca frente a otros
poderes fácticos, como el económico, y que asuma su rol tuitivo de los
derechos de los ciudadanos. Sin embargo; también, implica impulsar el
empoderamiento de una ciudadanía que vigile, plantee y tenga una
participación activa en el establecimiento de políticas y la implementación real
de los acuerdos internacionales de los que el Perú es parte en esta materia. Del
mismo modo, se detecte cuando el gobernante utiliza la política como un
medio de riqueza.

5
II. ARGUMENTACIÓN
La corrupción política es un fenómeno social. Es así que, suele ser señalada
como uno de los fenómenos sociales más graves del país en todas las encuestas
de los últimos veinte años. Hay una amplia conformidad acerca de su impacto
nocivo en el Estado Constitucional de Derecho y la sociedad; y es que se trata
de una patología social; es decir, un “cáncer” que imposibilita el crecimiento
económico, promueve un escenario antidemocrático, la inseguridad, la
ausencia de valores éticos morales, desvirtuando así la institucionalidad.
No cabe duda que la corrupción es, como lo señala Quiroz Norris (2012) algo
universal y muy antiguo, no es materia exclusiva de países como el Perú, sino
que también existe en los desarrollados y se manifiesta mediante el abuso del
poder para beneficio particular. (p. 113)
El término corrupción, desde una perspectiva semántica, proviene del latín
rumpere, que significa romper, dividir, quebrar, violar, anular; que a su vez se
deriva de corrumpere, cuyo significado es alteración, desunión,
descomposición. Corrumpere debería significar “romper con”, “romper con
unión de”, pero como menciona en realidad quiere decir “echar a perder,
podrir” (Reátegui, 2017, p. 713). Pero antes de seguir, es necesario hacer
mención que este fenómeno social en el pensamiento de los griegos clásicos
y especialmente en el de Aristóteles, era considerado como la línea divisoria
entre las formas de gobiernos puras y desviadas: “Cuando el dueño único, o la
minoría, o la mayoría, gobiernan consultando el interés general, la
Constitución es pura necesariamente; cuando gobiernan en su propio interés,
sea el de uno, solo sea el de la minoría, sea el de la multitud, la Constitución
se desvía del camino trazado por su fin, puesto que, una de dos cosas, o los
miembros de la asociación no son verdaderamente ciudadanos o lo son, y en
este caso deben tener su parte en el provecho común” (La política, Capítulo
V, División de gobiernos).
Por eso puede decirse que, la división política y social, llegada a su caso
extremo implica la generación de un clima de desconfianza que conduce a la
corrupción. La preocupación central de la política ante tal corrupción fue la
generación de un régimen político que moderase los extremos que conducen
a la corrupción de la vida social. El régimen republicano fue una respuesta a
esta situación de corrupción facciosa, una de las claves de este régimen para

6
la moderación de los extremos fue el cultivo de la virtud política. (Carassale,
2013, p. 174).
Es oportuno recalcar que la corrupción no ha surgido ahora, sino desde la
existencia misma de la humanidad. El pensamiento que tuvieron los griegos
clásicos, me hacen tener la idea de que la línea divisoria que ellos enmarcan
entre las diferentes formas de gobierno, no eran más que la desnaturalización
del interés general por el privado. Viendo a groso modo a la corrupción como
un fenómeno social.
Dentro de este contexto considero que la corrupción política es uno de los
causantes de la desaceleración del desarrollo económico de los países, pues la
corrupción política no solo puede conllevar a incrementar la concentración del
ingreso, sino también conduce a la deslegitimación de las instituciones
políticas. Tal deslegitimación produce la desconfianza en los sistemas
gubernamentales. De acuerdo con lo señalado por Shore y Haller (2005),
comparto la siguiente expresión: “La corrupción es una forma de intercambio:
una relación polisémica y de múltiples vías, y parte de la manera en que los
individuos se relacionan con el Estado.” (p. 7)
De la misma forma, Ernesto Garzón Valdés (2004) afirma que “la corrupción
consiste en la violación de una obligación por parte de un decisor con la
finalidad de obtener un beneficio personal extraposicional de la persona que
lo soborna o a quien extorsiona”. (p.14)
Basándome en el artículo del autor Peña (2013) este sostiene en un análisis
sobre los elementos ocultos de la corrupción, como una “psicopatología
política y social” que en última instancia se debería a una “interioridad penosa
y lamentable de ética y la pérdida de valores.” (p. 154)
Además, el autor Treisman (2000) realiza un estudio de los determinantes de
la corrupción política para sesenta y cuatro países, usando datos de aspecto
transversal. Igualmente, Treisman formula varias hipótesis de los
determinantes de la corrupción entre los cuales se resalta que en aquellos
países donde hay sistemas de derecho consuetudinarios, que han sido colonias
británicas, en otras palabras, que tienen tradición protestante y con mayores
libertades cívicas y políticas, son menos corruptos. Asimismo, resalta que los
países con menor apertura comercial y más control estatal, con mayor división

7
lingüística, con una mayor dotación de recursos naturales y mayor
inestabilidad política, son más corruptos.
Al redactar este ensayo, estoy dejando de lado uno de los valores que rigen mi
conducta y me refiero a la tolerancia. Soy sincera al sostener que no puedo
hacerme de la vista gorda con estos actos de corrupción que suscitan cada vez,
con más frecuencia en mi país. Lo siento, pero hoy me declaro una persona
intolerable respecto a la corrupción política.
Como quiera que sea, la organización interna y la ideología de los partidos
políticos, son factores determinantes para percibir actos de corrupción, ya que,
si no están bien consolidados, debilitará y deteriorará la institucionalidad y
gobernabilidad del país.
De aquí que comparta lo sostenido por Rodríguez (2016), en el cual manifiesta
que, “la organización interna de los partidos juega un rol al intentar mejorar la
representatividad política. Ahora bien, no se ha determinado empíricamente
ni teóricamente las consecuencias de esta organización para la corrupción.
Puede ser que partidos más organizados y con ideologías definidas representen
mejor las preferencias de los ciudadanos y por tanto disminuyan los incentivos
a la corrupción, pero también puede ser que su organización interna permita
una mayor cohesión que facilite el paso de los sobornos y la captura de rentas.”
(p. 74). Debo agregar que, el antropólogo italiano Davide Torsello (2013)
citado por Ludwig en su obra corrupción y transparencia; ha identificado al
menos tres contrariedades analíticas sobre este fenómeno: su racionalidad
complicada, su universalidad en el tiempo y en el espacio, y la alta variabilidad
cultural. (p. 6).
Es más, García Sayán indica que la corrupción es una negociación oculta,
hecha a espaldas de la información de la sociedad, y, por supuesto, de la
legalidad, es un elemento que circunscribe los actos de corrupción. (p. 49).
Mirándolo así, en el enfoque institucional de la corrupción, las instituciones
se definen como las reglas que estructuran las interacciones entre los agentes
económicos, los ciudadanos y sus representantes. Así, las reglas formales
pueden distorsionarse y su cumplimiento puede debilitarse. Al respecto,
conviene anotar que la relación entre corrupción y debilidad institucional tiene
una doble causalidad. La corrupción ocasiona el deterioro y el debilitamiento

8
de las instituciones, pero, al mismo tiempo, se retroalimenta con ellos.
(Távara, 2012, p. 82).
El término corrupción tiene un sentido plurisignificativo, ya que ha sido
definido por más de un autor, y cada uno de ellos ha dado un concepto distinto
de corrupción, pero en lo que sí han estado de acuerdo, es que este fenómeno
social implica el uso abusivo del poder, en la deslegitimación del Estado
Constitucional de Derecho.
Me doy cuenta de que la corrupción es un fenómeno social que está dividido
en dos grandes bloques, siendo estos el ámbito público y el privado. El primero
hace referencia a la corrupción política, administrativa y social; por otro lado,
el segundo, se refiere a los actos de corrupción entre particulares. Teniendo
como consecuencia un país desacelerado en todos los aspectos.
En la actualidad este fenómeno se ha extendido a todos los ámbitos de la vida
pública y privada, a escala nacional e internacional, y, por tanto, afecta
gravemente a la institucionalidad, la economía, la sociedad y la cultura de
nuestro país. (Reyes, 2012, p.178).
Según señala Scott (citado por Carassale, 2013) “La corrupción es la división
y exclusión de grupos del acceso a las decisiones políticas o a los recursos
económicos, lo que hace de la corrupción un sistema político informal,
integrado al sistema político.” (p. 176). De la misma forma, Quiroz Norris
(2012) ha señalado que, la corrupción impide el desarrollo cuando afecta las
políticas económicas. Y esta es una clave para entender la corrupción desde
un punto de vista estructural, general. (p. 115)
Igualmente, el autor Reyes (2012) manifiesta que, el fenómeno corrupción
tiene varias aristas, constituyéndose en dos grandes bloques: una pública y
otra privada. Dentro de la pública está la que ataca al sistema político; vale
decir, la corrupción política, administrativa y social. Respecto a la privada, es
aquella que opera entre los privados y por ello a veces no se ve.
Para variar la corrupción está incidiendo en el ámbito estructural de la
sociedad, puesto que, está abarcando el sector público y privado. Afectando
gravemente y de manera desmesurada la gobernabilidad del país, así como su
institucionalidad y régimen económico.
La tesis que ahora voy a expresar es que, la corrupción en el marco político
tiene un impacto devastador. Sinceramente, la corrupción se ha convertido en

9
uno de los problemas sociales que más aquejan al Perú, teniendo un gran
impacto en el ámbito político. Y es que, la mayoría de políticos, se han visto
involucrados en presuntos actos de corrupción, quienes en su totalidad vienen
siendo investigados en los casos más mediáticos de los últimos años y me
refiero al caso Lava Jato y Odebrecht.
Lamentablemente, los partidos políticos afectan la forma de hacer políticas
puesto que; antes de las elecciones, ellos juegan un rol a la hora de reclutar
candidatos, congregar ciudadanos electores y crear, presentar e implementar
políticas; luego de las elecciones su rol se centra en la formación de gobierno
y coaliciones que organizan la legislatura y ayudan a la articulación de las
preferencias y los intereses de los ciudadanos. (Jones, 2010). Paralelamente,
transparencia internacional (citado por Rodríguez, 2016) sustenta que, los
partidos están entre las instituciones políticas peor situadas en cuanto a
corrupción, transparencia y representatividad. (p. 74).
Es de cabal importancia, hacer mención a lo manifestado por Luigi Ferrajoli
(citado por Nieto, 1997) y esto es, “en el mundo moderno los partidos están
dejando de ser un lugar de encuentro ideológico y de proyectos políticos para
convertirse en organizaciones cuya existencia se justifica por sí misma, cuyos
fines el acceso al poder y cuya supervivencia exige; y, por ende, legitima, un
aparato y unos medios de financiación absolutamente desconectados de las
ilusiones políticas de las masas. Una desviación perversa indudablemente pero
que parece inevitable, dado que sin esta forma empresarial de organizarse
ningún partido podría ni siquiera mantenerse. Destino ineluctable, maldición
bíblica o predisposición genética: es lo mismo, pero a nadie puede sorprender
esta evolución, puesto que ya fue anunciada con precisión astronómica hace
casi cien años por Robert Michels.”
Quisiera insistir en que, “la corrupción pública empieza cuando el poder que
ha sido entregado por el Estado a una persona a título de administrador
público, o sea, para gestionarlo de acuerdo con los intereses generales- no se
utiliza correctamente al desviarse su ejercicio, defraudando la confianza de
sus mandantes, para obtener un enriquecimiento personal”. (Nieto, 1997, p. 7)
Desafortunadamente tengo la obligación de manifestar que en nuestro país no
tenemos verdaderos partidos políticos, no existe un sólo partido que esté bien
consolidado, sólo ha habido intentos fallidos de llegar a institucionalizarse. A

10
las justas podemos otorgarles el nomen iuris de movimientos o agrupaciones
políticas, con lo que acabo de mencionar, no significa que estoy siendo muy
dura con los famosos “partidos políticos frustrados”, sino que estoy siendo
realista, no hay un solo movimiento que tenga una ideología o pensamiento
bien marcado, establecido.
Es preciso hacer alusión a los estudios realizados en los últimos años, estos
han considerado a la corrupción como el segundo problema más importante
del país, sosteniendo además que dicho fenómeno está abarcando con más
impacto el sector público, siendo un factor determinante el sistema político.
En el Perú contamos con la encuesta bianual de Proética que, en su última
versión del año 2015, encontró que la corrupción era considerada por sus
encuestados como el segundo problema más importante del país siendo un
cuarenta y seis por ciento, después de la delincuencia y falta de seguridad con
un sesenta y dos por ciento; y que cuatro de cada cinco entrevistados
consideraban que la corrupción se ha incrementado en los últimos cinco años
(Proética 2015). De igual modo, en una encuesta para el Barómetro de las
Américas 2014 Latin America Popular Opinion Project (LAPOP), Carrión,
Zárate y Zechmeister (2015) encontraron que la preocupación en la población
ha crecido de manera sostenida desde que se aplica el sondeo y; al menos en
el sentir de sus encuestados, “la corrupción estatal parece ahora una epidemia
de alcance nacional” (p. 160). En el año 2014, cuando se aplicó la encuesta,
alrededor del noventa por ciento declaró que la corrupción se encuentra “algo”
o “muy” generalizada entre los funcionarios públicos (p. 177), y el diez por
ciento señaló a la corrupción como el problema más importante del país (p.
161).
Los autores Daly y Navas (2015) estudiaron las percepciones sobre corrupción
entre 406 ejecutivos de la empresa privada, a quienes aplicaron técnicas e
instrumentos de evaluación, como entrevistas y un cuestionario. La gran
mayoría de la muestra aprecia que la corrupción en el Perú va en ascenso, lo
cual atribuyen esencialmente a la presencia de las raíces culturales. Un setenta
y cinco por ciento acepta haber realizado pagos irregulares, pero tienden a
situar a la corrupción exclusivamente en el sector público y negar su propia
responsabilidad.

11
Al contrario, Mujica (2014) presentó un estudio sobre el cabildeo en el
Parlamento peruano. El autor observa que, a diferencia de muchos otros países
en el mundo, en nuestro país no hay lobbying profesional, debido a la
inexistencia de vías formales que encaminen los flujos de la presión política
como son los partidos políticos, de modo que, una vez más, la gestión de
intereses opera a través de redes personales. Sin embargo, estas estrategias son
limitadas y se restringen a algunos congresistas y algunos funcionarios.
Hoy puedo decir que tenemos un Estado corrupto, y me sustento en los
distintos estudios que se han realizado. Y es que, diversas encuestas han
señalado que la corrupción es el segundo problema más grave que afronta el
Perú, y que, en vez de disminuir el índice de percepción, este está yendo en
aumento. Que lastimosa situación vive nuestro país, lo bueno de todo esto, es
que el ciudadano peruano está aceptando que no tiene un Estado transparente.
No cabe duda que, el poder Legislativo es uno de los poderes del Estado más
importantes, está conformado por ciento treinta congresistas, quienes son
representantes de la Nación, siendo denominados padres de la patria. En la
actualidad, somos testigos de que están afectando de manera desmesurada la
gobernabilidad del país. Y es por esa razón, que justifico la manera de pensar
de Reyes (2012), al decir que “cuando se alteran las reglas de juego
democráticas, en lugar de fortalecer los partidos políticos se destruyen las
alianzas alegando que la gobernabilidad es el fin supremo.” (p.179).
Por eso, es necesario afirmar que, “en el tema del abuso de representación,
está la promoción de normas que benefician a pocas personas. Así, no nos
damos cuenta de que hay congresistas que presentan una serie de iniciativas
legislativas que suponen ilícitos hasta que estalla el escándalo.” (Reyes, 2012,
p.179).
Con sano criterio puedo replicar lo sostenido por Reyes (2012) al manifestar
que, “el problema es que el Parlamento no sanciona a estas personas; hay
encubrimientos y, sobre todo, los malos congresistas se aprovechan de las
desgracias de los caídos para poder manipularlos en determinados cargos.”
(p.178). En consecuencia, “los efectos de esta corrupción afectan al sistema
político, al económico, a la sociedad en general y a la administración pública.”
(Reyes, 2012, p.185).

12
No sólo soy yo, testigo del abuso de representación que están teniendo los
padres de la patria, sino todo el país. Me siento orgullosa de ver a los jóvenes
alzar la voz, cada marcha que realizan es el significado del repudio que se
tiene a los actos de corrupción suscitados en los poderes del Estado. Siempre
han manifestado que somos nosotros el futuro del país, pero en realidad,
nosotros somos el presente, y, por lo tanto, no vamos a permitir más
corrupción en el Perú. Esto nos está enseñando a sufragar con responsabilidad
en cada proceso electoral.
Al respecto conviene decir que la corrupción se ha enmarcado y vinculado al
sistema político, percibiéndose en el personaje político el grado más alto de
inmoralidad y falta de eticidad; puesto que, el bienestar general ha quedado en
olvido para los padres de la patria. Aun así, “Si hay inmoralidad en la alta
esfera del Estado, en la política, es del tercer rango: allí no hay pobres
corruptos; todos son corruptos consumados.” (Alegría, 2012, p. 201).
Cierto es que “la corrupción está justificada por una especie de buena
conciencia y liderazgo político de una ética particularista, con frases como “yo
me debo a mi gente, no a este Estado injusto”, “yo me debo a mi gente y no a
todas estas leyes que protegen intereses extranjeros”, etcétera.” (Alegría,
2012, p. 202).
De aquí que Alegría (2012) sostenga, “la gran corrupción es una forma de
hacer política a la que en el Perú se le ha llamado clientelismo,
patrimonialismo, entre otros, pero que está directamente vinculada a la
corrupción en general.” (p. 205). Debo agregar que, “el político que acepta de
empresas privadas aportes para su campaña a cambio de dictaminar leyes y
regulaciones que las benefician, o grandes empresas privadas que están
coludidas con altos funcionarios del sector público a fin de captar
abusivamente rentas indebidas, son todos ejemplos de corrupción, pequeña y
grande, que surgen de la interacción activa entre agentes públicos y privados.”
(Daly y Navas, 2015, p. 6).
La inmoralidad y la falta de eticidad que se percibe en los congresistas de la
República es nefasta, ya no hay vergüenza en sobrevalorar las compras que
realizan. Es una pena, que, siendo un país valioso en diferentes ámbitos, nos
veamos atrapados en instituciones donde habita la corrupción. Esto da lugar a

13
hacer mención la frase célebre de Edgar Allan Poe, “el hombre es un animal
que estafa, y no hay otro animal que estafe además del hombre”.
Avanzando en el tiempo encontramos que el incremento de los delitos de
corrupción de funcionarios es un mal que aqueja a la sociedad. Como es sabido
el poder público es encargado, ya sea mediante elección, selección,
designación o nombramiento, a individualizadas personas con el objeto de dar
cumplimiento a los fines públicos que se establecen en el marco de nuestro
Estado Constitucional de Derecho. De esta circunstancia nace el hecho de que
la corrupción se origina cuando el ejercicio de este poder público es
desnaturalizado de tales fines públicos y es utilizado para satisfacer intereses
particulares. De esta manera, la corrupción deslegitima los fines de nuestro
modelo de Estado, toda vez que obstaculiza que la administración pública
cumpla con sus funciones orientadas al bien común y a posibilitar el desarrollo
igualitario de los ciudadanos.
Según lo señalado por el Consejo Transitorio del Poder Judicial (citado por
Novoa; Rodríguez y Torres, 2015); los principales actores de la corrupción y
su rol en la comisión de actos de corrupción en el sistema de justicia son: Los
órganos de decisión política y ejecutiva, quienes tienen determinados mandos
directivos encargados de diseñar, controlar y mantener las situaciones de
irregularidad que propician los actos de corrupción (p.23). De igual modo,
Mujica (citado por Novoa; Rodríguez y Torres, 2015) indica que los
magistrados y fiscales, quienes son determinados jueces y fiscales de toda
jerarquía interna representan muchas veces los funcionarios de jerarquía más
alta en las redes de corrupción del sistema de justicia. Sus actos de corrupción
consisten, mayoritariamente, en la venta de fallos, agilización o dilatación de
los procesos judiciales y en las preferencias en los procesos. (p. 23).
Hay otro aspecto que es de mucha relevancia mencionarlo y me refiero a los
sostenido por la Comisión Andina de Jurista (2003), “los sobornos usualmente
se manifiestan a través de viajes, favores sexuales y/o cursos de
especialización. (p. 80-83).
Por su lado, el inglés Lord Acton sostenía que el “poder tiende a corromper, y
el poder absoluto corrompe absolutamente”, o como manifestaba
Montesquieu; “la constante expectativa demuestra que todos los hombres

14
investidos de poder son capaces de abusar de él y de hacer su autoridad tanto
como puedan”. (Reátegui, 2017).
Quiero dejar de ser pesimista y tal vez sea una mejor alternativa dudar de los
actos que están suscitando en nuestro sistema jurídico. Es por eso que me han
surgido ideas, tal vez la culpa no sea de nuestras autoridades, sino del poder,
es este quien los corrompe. Para seguir con esta falsedad, es necesario
mencionar a Jean-Jacques Rousseau con su célebre frase, “el hombre es bueno
por naturaleza, es la sociedad la que lo corrompe”. Cuanto quisiera darle la
razón a Rousseau, pero me es imposible. Es por esa razón que comparto lo
sostenido por Nicolás Maquiavelo, que era lo siguiente, “el hombre es malo
por naturaleza, a menos que le precisen ser bueno”, cuánta razón tiene, al
señalar que el hombre es malo por naturaleza, pero también se equivocó al
indicar “a menos que le precisen ser bueno”, ya que incansablemente se les ha
suplicado a las autoridades que dejen de robarnos, y no ha habido ni una
mínima señal de reconversión.
Es momento de traer a colación que el concepto que engloba a la corrupción
ha estado tradicionalmente vinculado a los funcionarios públicos y a su
relación con los particulares, que aparecían como sujetos pasivos, hoy el
concepto es más vasto y, en consecuencia, entendemos que afecta, a los
intereses públicos. Dicho esto, los delitos de cohecho forman parte de la
sección de corrupción de funcionarios. Históricamente el cohecho tiene su
origen, según Soler, en los abusos de ciertos funcionarios, especialmente de
los que gobernaban en lugares alejados, y sobre todo la dificultad de la prueba
de un acto concreto de corrupción, determinaron que por una acción genérica,
dirigida contra el enriquecimiento, pudiera pedirse tanto lo que el funcionario
había logrado por venta de un acto de autoridad, como lo que hubiese logrado
por venta de un acto de autoridad, como lo que hubiese logrado por vía
extorsiva. (1992, p. 206)
El núcleo de este delito reside en la obtención de un acuerdo injusto, momento
en que se conculca el principio de imparcialidad funcional. El delito de
cohecho se caracteriza por consistir en un acuerdo, entre un funcionario
público y un particular dirigido al intercambio de prestaciones recíprocas: las
dádivas, o presentes, por un lado, y el acto propio del cargo. (Fidel Rojas
Vargas, 2007, p. 650). Siendo el interés jurídico penalmente relevante, en

15
términos generales, la protección del normal funcionamiento, y la
imparcialidad, en términos específicos, de la administración pública,
buscando asegurar un desempeño ajustado a derecho y a los deberes de
función de sus agentes. La directriz básica de política penal implícita en la
norma busca evitar que los actos de función o servicio sean objeto de
prestaciones ilícitas, fundamentalmente de contenido patrimonial. (Ejecutoria
Suprema de 2 de julio de 1998, Exp. Nº 521 -98).
Como precisa Valeije Álvarez (1996); “el funcionario recibe del particular una
declaración de voluntad mediante la cual éste se compromete a dar, hacer o
decir algo a favor del funcionario. El funcionario no sólo recibe el
compromiso de obtener una ganancia en el futuro a cambio de la ejecución del
acto contrario al cargo, sino que también puede obtener en el acto una
retribución de carácter inmaterial, esto es, prestaciones que no son
susceptibles de transferencia estatal (p. 121).
El delito de cohecho en sus distintas modalidades, se ha incrementado de
manera desmesurada, teniendo un fuerte impacto en la Administración
Pública. Dicho delito se caracteriza por consistir en un acuerdo, entre un
funcionario público y un particular dirigido al intercambio de prestaciones
recíprocas. En otras palabras, es una compraventa de la función pública.
Es doloroso saber que el deplorable ejercicio del cargo público en las
estructuras del Congreso de la República; ha contribuido a una crisis de
representación nacional. Es por esa razón, que debe haber un fortalecimiento
en los partidos políticos, haciendo prevalecer el Estado Constitucional de
Derecho.
Al respecto conviene decir que, “se trata de una acción extralegal por parte de
alguien que ocupa una posición de poder y que beneficia ilegalmente a
intereses particulares. De manera que en la prevención y en el enfrentamiento
a la corrupción la clave es cómo se organiza y orienta el poder.” (García, 2012,
p. 50)
Hay casos relacionados con el ejercicio del cargo público en las estructuras
del Parlamento; es decir, cuando ya son elegidos presidentes de una comisión
o titulares de la entidad. Allí están, también, la recomendación de contratación
de amigos, paisanos y miembros del partido al cual representan, el
copamiento, el despilfarro de los recursos del Estado, etcétera. (Reyes, 2012,

16
p.179). Todo lo señalado con anterioridad, ha contribuido a una crisis de la
representación. Por tanto, tenemos que afianzar, mediante el financiamiento,
a los partidos políticos y no aniquilarlos, así como fortalecer la democracia.
Y, para ello, el primer nivel de análisis debe ser el Congreso. (Reyes, 2012,
p.179).
Para Peña (se citó en Reflexiones sobre la corrupción: patología mental,
social, política y ética, 2013); la política marca significativamente la realidad
de quienes sufren colectiva e individualmente las lesiones emocionales que
son legado de la perversidad de gobiernos dictatoriales o seudodemocráticos
y de la instalación de una violencia generalizada. Al igual que el inconsciente,
carece de una dimensión temporal, se mantiene vigente y actual personal y
colectivamente, a través de las internalizaciones que hacemos en nuestra
mente y en nuestra realidad psíquica interna. (p. 156)
El funesto ejercicio del poder público por parte de los representantes de la
Nación, ha contribuido en la crisis política del país, ya que su actuar beneficia
ilegalmente los intereses privados de ciertas personas, es decir realizan los
famosos “lobbying”. En consecuencia, se debe fortalecer las bases de la
democracia en el Estado Constitucional de Derecho.
Son interminables y penosos los casos sobre actos de corrupción en el ámbito
político, teniendo como resultado el rechazo total de la opinión pública y la
sociedad en general. Muchos de los estudios realizados han estado de acuerdo
en que la ética deber ser un elemento esencial en el desempeño del político y
en el ejercicio del poder que se le es otorgado. Admito que, el poder y la
política al ser mal concebidos y aplicados pueden conducir a una sociedad a
extremos nunca imaginados de deterioro en todos los planos de la vida y
originar un alto grado de sufrimiento para la mayoría de los ciudadanos. La
política debería ser, por el contrario, un mundo de valores y tradiciones
compartidas al servicio del bien común, sin violencia y con exigencias éticas
para los líderes, los cuales deberían estar profundamente comprometidos con
el destino de la colectividad. Se debe construir ideologías, pero nunca de falsa
conciencia. La ética debe ser un componente fundamental en el desempeño
político y en el ejercicio del poder. (Peña, 2013, p. 156).

17
En los últimos años, una sucesión de presidentes peruanos, están prófugos o
en prisión. Y en la crisis política más reciente, Pedro Pablo Kuczynski, antes
de cumplir dos años en la presidencia, se vio obligado a renunciar el miércoles
21 de marzo. Es hasta ahora la víctima de más alto perfil en la interminable
progresión de escándalos que se ha extendido por toda América Latina.
(Goldenberg, 2018). Por ejemplo, “en el año 2000, videos grabados
clandestinamente también ocasionaron el final abrupto del régimen autoritario
de Alberto Fujimori, uno de los predecesores de Kuczynski.
Fujimori, sentenciado a 25 años de cárcel en 2009 por violaciones a los
derechos humanos y corrupción, fue liberado por un indulto presidencial en
diciembre del año pasado como parte de un acuerdo para salvar la presidencia
de Kuczynski. Pero esta vez, como Fujimori, Kuczynski no sobrevivió a los
videos. Y, sin embargo, pese a que los videos han arrojado luz sobre las
transacciones turbias en las más altas esferas del poder en el Perú en las
últimas décadas, la corrupción persiste. Ha sido más fácil expulsar
o encarcelar a los presidentes que limpiar la política en el país.”(Goldenberg,
2018).
En estos últimos meses, el congresista no agrupado Kenji Fujimori, así como
sus colegas “avengers” Guillermo Bocángel y Bienvenido Ramírez, deben ser
desaforados por supuestamente haber realizado ofrecimientos para influenciar
ante el Ejecutivo a cambio de votos en contra de la vacancia del ex presidente
Pedro Pablo Kuczynski (PPK). Esa es la decisión que fue aprobada en la
Subcomisión de Acusaciones Constitucionales y posteriormente ratificada por
la Comisión Permanente. (El Comercio, 2018). Sin embargo, después de la
sesión en el pleno, decidieron no desaforarlos, pero sí suspenderlos de sus
funciones y denunciarlos penalmente, por el presunto delito de cohecho activo
genérico y tráfico de influencias.
La crisis política que atormenta al Perú, se ve reflejada en el actuar de nuestros
políticos, de nuestros representantes de la Nación, nuestros afamados padres
de la patria. Que lamentable situación la que vive mi persona y mi hermano el
peruano, no soporto la idea de que constantemente nos vean la cara. Siempre
me pregunto, ¿merecemos este tipo de autoridades?, la verdad es que somos
un país que vive en la ignorancia, que prefiere votar por el que le regaló una

18
estufa que por el que tiene un mejor plan de gobierno. Con el dolor de mi
corazón, me atrevo a decir que la respuesta es afirmativa.
He llegado al término de sostener que la lucha anticorrupción debe ser una
política de Estado. El Estado ha de establecer controles en toda su actividad.
Las tomas de decisión no pueden quedar a la libre discrecionalidad de un
funcionario público sin sujeción a normas claras y a maneras regladas y es
preciso que esas tomas de decisión estén adecuadamente sometidas a la
revisión o, al menos, al control de legalidad.
Este argumento corresponde muy bien a lo que precisa Nieto (1997) al
manifestar que “la democracia es herida en el corazón cuando la corrupción
sustituye el interés público por el privado y niega los principios de igualdad.”
(p. 7)
De la misma manera de pensar López Calera (citado por Nieto, 1997) indica
que, “la corrupción política, más aún cuando llega a ser mera delincuencia
común, está promoviendo una crisis de legitimidad en el Estado social y
democrático de Derecho; de esa corrupción política provienen muchas de las
críticas al Estado democrático; las gentes se quejan, y con razón, de los
políticos, pero terminan quejándose del Estado a quienes esos políticos dicen
representar”. (p. 93).
Treisman (2000) argumenta que tener sistemas legales fuertemente
legitimados, así como una menor diversidad dentro del país, lleva a que haya
un mayor control por parte de los ciudadanos, reduciendo los riesgos de la
corrupción. De igual forma, resalta la importancia de la competencia y el libre
mercado para la disminución de la corrupción, toda vez que el Estado
interviene en muy pocas ocasiones, disminuyendo las oportunidades de
corrupción.
La frase dicha por Neumann (1997) simplifica lo que vive hoy el Perú y me
refiero a lo siguiente, “los corruptos son delincuentes que no tienen necesidad
de huir de nada. Nadie les agarrará el cuello. Están más allá de algún
inexorable envilecimiento, aunque algún juez molesto los haga comparecer
para una cierta denuncia. Es una incomodidad, pero finalmente no ocurre
nada”. (p. 362).

19
No sólo creo, estoy completamente segura, que la lucha anticorrupción debe
ser una política de estado, y no solamente ser considerada como una política
de gobierno, es decir, ser facultativa de ser punto a tratar por el gobierno de
turno. Estoy plenamente convencida que podemos hacer del Perú, un país
exento de corrupción, sin autoridades que actúen a su libre discrecionalidad,
sino que estén sujetos a la revisión dentro del marco de la legalidad. Somos
un país democrático, pero este sistema está siendo afectado al sustituir el
interés general por el interés privado.
En las sociedades contemporáneas los Estados pueden jugar un rol
fundamental en la lucha contra la corrupción, pero también pueden ser parte
del problema. Estudios realizados respecto al combate de la corrupción han
dado la impresión de que esta lucha se percibe principalmente como un asunto
legal. Por dicho motivo, la lucha contra la corrupción según Mujica;
Quinteros; Castillo y Chávez (se citó en corrupción y transparencia, 2011),
implica por lo menos dos enfoques complementarios: uno concentrado en el
combate frente a los actos de corrupción realizados, otro concentrado en
acciones preventivas de los posibles actos de corrupción que se puedan
cometer.
Asimismo, una publicación del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos
(citado en Corrupción y transparencia, 2011) evalúa la experiencia de las
procuradurías anticorrupción (Simon y Ramírez, 2012). El libro sale del
ámbito estrictamente jurídico e incluye también un trabajo interdisciplinario
de Mujica, Quinteros, Castillo y Chávez (2012) sobre reparaciones civiles. Es
un trabajo que procesa información cuantitativa sobre litigios, sentencias e
instituciones afectadas y concluye que las instituciones especializadas tienen
pocas posibilidades de generar algún impacto sobre la pequeña corrupción. En
los casos de gran corrupción sí es posible establecer un mecanismo
especializado, aunque el trabajo de la Procuraduría Anticorrupción se vio
limitado por la gran cantidad de casos que tenía a su cargo. Para los fines de
este balance, quizás el resultado más importante de esta investigación sea la
“séptima consideración”, la cual constata que “uno de los problemas reside en
que se ha asumido que la corrupción implica una sola forma y se trata de un
fenómeno homogéneo cuyos compartimientos son parte de misma estructura”
(p. 17).

20
Sumando a lo ya mencionado, en una tesis de maestría sustentada en la
Universidad de Salamanca (España), Munive Pariona (citado por Ludwig en
Corrupción y transparencia, 2011) analiza las medidas anticorrupción tomadas
por el Estado peruano después de la caída del gobierno de Alberto Fujimori,
poniendo énfasis en la labor de la Comisión de Alto Nivel Anticorrupción
(CAN). La CAN se distingue de experiencias anteriores por su conformación
intersectorial, “agrupando a actores públicos y no públicos, quienes
interactúan a nivel estratégico, es decir a nivel de formulación de políticas
públicas”, y de esta manera viene aplicando el “enfoque de coordinación
interinstitucional” que apuesta por “respuestas integrales, conjuntas y
coherentes para hacerle frente a la corrupción” (p. 17).
Al mismo tiempo, San Martín (2012) sostiene que, si calificamos a la
corrupción como un crimen de Estado, esto determinará que, en clave de
proporcionalidad, las medidas que se implementen, así como los criterios
jurisprudenciales y jurídicos que se asuman, sean propios o distintos en
relación con lo que es, por ejemplo, un delito común; es decir,
cualitativamente más significativo. El tratamiento de la corrupción, desde la
perspectiva del derecho penal, genera un conjunto de alternativas interesantes,
obviamente bajo un canon claro de defensa, promoción y reconocimiento de
los derechos individuales. Considerando que el campo penal debe tener una
política de Estado anticorrupción; teniendo como criterio base lo que dice el
derecho penal internacional. (p. 42)
La lucha anticorrupción, no sólo debe enmarcarse en el combate contra los
actos de corrupción que cometen nuestras autoridades, sino también en un
sistema de prevención, es decir, que la solución para la erradicación o
disminución de la comisión de los delitos de corrupción de funcionarios, no
consiste en el incremento de sanciones, consiste más bien en la existencia de
una política de carácter preventivo. Debe respetarse el principio de equilibrio
de poderes, así como fortalecer la autonomía e independencia de las entidades
públicas.
Los actos de corrupción hoy vienen siendo denunciados por la opinión
pública, teniendo éste un papel de investigador, mientras que las instituciones
gubernamentales legitimadas para realizar esta función, han hecho caso
omiso. Las iniciativas y los convenios en el cual nuestro país es parte, no

21
deben ser sólo un documento escrito, sino deben aplicarse a la realidad
jurídico peruana.
De ello, la importancia de replicar lo ya sostenido por Pease y Peirano (2012)
“Esta relación de control de la corrupción por medio del escándalo mediático
está remplazando a las instituciones responsables, lo que afectará el valor
público y la legitimidad de nuestras instituciones estatales. Y es que este
sistema político, que tiene mecanismos de control, no funciona, porque se han
encadenado estos mecanismos a los poderes autónomos del Estado”. (p. 175)
Análogamente Reyes (2012) señala que, “una serie de desafíos tienen que
realizar los gobiernos, los Estados y la administración pública en relación con
la globalización, el cambio tecnológico y la falta de credibilidad de las
instituciones políticas. Añadiendo que existen muchas iniciativas y
convenciones internacionales referentes a la lucha anticorrupción. Esto
significa que la corrupción es un tema complejo y tiene un carácter
inmensamente tóxico y cancerígeno, porque también se moderniza y
tecnifica.” (p.183).
“Respecto a las políticas de prevención, se deben promover conductas
anticorrupción en los partidos políticos y los políticos en general, así como
promocionar los mecanismos de la rendición de cuentas. En la administración
pública hay que institucionalizar la ética, la transparencia y la lucha contra la
corrupción, así como en la sociedad civil, el sector privado y los medios de
comunicación y, finalmente, en la familia, la sociedad, la escuela, los colegios,
las universidades y los centros de trabajo.” (Reyes, 2012, p.186).
Esto quiere decir, que los presuntos actos de corrupción y mucho más cuando
estos son mediáticos, son denunciados por el afamado cuarto poder del Estado,
es decir la prensa en sentido estricto. Este tipo de control hacia los actos de
corrupción, han puesto en evidencia la insostenibilidad que está atravesando
el organismo constitucional autónomo persecutor de los delitos, dicho de otro
modo, el Ministerio Público, pero no sólo él, sino también el Poder Judicial,
ya que hoy se percibe el grado de inconsistencia por un lado en el momento
de la acusación, y por el otro, en la impartición de justicia.
Asimismo, considero que se deben fortalecer los partidos políticos. De la
misma manera, conviene aclarar que se deben aplicar como lineamientos

22
rectores de una sociedad, la ética, la transparencia y la lucha anticorrupción
en el ámbito estructural.
Con todo y lo anterior, es de vital importancia mencionar el Plan Nacional de
Lucha contra la Corrupción, el cual ha desplegado un conjunto de acciones
dirigidas a facilitar la articulación de las entidades responsables de la
investigación y sanción de actos de corrupción; impulsar una agenda
legislativa para consolidar el marco jurídico de lucha anticorrupción; así como
hacer seguimiento al cumplimiento del Plan Nacional sobre la materia;
igualmente conformar Plataformas Anticorrupción a nivel regional y cumplir
con los compromisos internacionales del Estado peruano sobre lucha contra la
corrupción.
Me siento con la autoridad moral de compartir lo dicho por Alegría (2012),
“la forma de vida cívica integrada a un Estado de derecho democrático y
representativo ciertamente existe, pero no está completamente generalizada.”
(p. 214).
Por otro lado, el Tribunal Constitucional, en tanto, supremo intérprete de la
Constitución, le corresponde también instalarse en una posición de defensa y
soporte de la misma, que permita la consolidación de un proyecto normativo
de superación de cualquier forma de crisis de la convivencia social y política,
de los distintos intereses de trascendencia pública, que posibiliten su gestión
responsable y el restablecimiento de una ética social. (STC 0009-2007-
AI/TC). De lo señalado se infiere que la Lucha contra la Corrupción es un
mandato constitucional que se desprende de los artículos 39º, 41º y 44º de
nuestra Carta Magna, así lo ha reafirmado el Tribunal Constitucional en
diversas resoluciones , señalando expresamente que: “(…) el propio combate
a toda forma de corrupción goza también de protección constitucional.”; es
por tal motivo, que el Estado peruano ha reafirmado este compromiso al
suscribir y ratificar los principales instrumentos internacionales sobre la
materia como son la Convención Interamericana de Lucha contra la
Corrupción(1996) y la Convención de Naciones Unidas contra la Corrupción
(2003), en los que se proponen la aplicación de un conjunto de medidas para
detectar, investigar y sancionar las conductas corruptas, así como la
promoción de acciones preventivas y de cooperación internacional. (Decreto
Supremo Nº 092-2017-PCM)

23
Es así que la Convención Interamericana de Lucha contra la Corrupción
expresa que uno de sus propósitos es que los Estados partes promuevan y
fortalezcan el desarrollo de los mecanismos necesarios para prevenir, detectar,
sancionar y erradicar la corrupción; a su vez, la Convención de las Naciones
Unidas contra la Corrupción propone un avance más concreto al señalar que:
“Cada Estado Parte, de conformidad con los principios fundamentales de su
ordenamiento jurídico, formulará y aplicará o mantendrá en vigor políticas
coordinadas y eficaces contra la corrupción”. (Decreto Supremo Nº 092-2017-
PCM)
Soy de la idea de que si somos personas que no tenemos una participación
ciudadana activa, nos merecemos un Estado lleno de corrupción, pero la nueva
generación no. Es por ellos, que se debe cambiar la idiosincrasia que tenemos,
para convertirnos en personas que están decididas a luchar contra la
corrupción, a ir en busca de un Estado trasparente con funcionarios íntegros.
Dejémonos de justificar o elegir a nuestras autoridades con la popular frase
“roba, pero hace obras” es por eso que votaré por él o ella, acaso ¿no te da
vergüenza de elegir este tipo de gobernantes? La corrupción debe ser
repudiada así sea lo más mínimo, necesitamos una transformación en nuestro
país y eso sólo depende de nosotros. Tal vez suene una utopía, sin embargo,
no pierdo la esperanza de ver en un futuro al Perú como uno de los países más
limpios y libres de corrupción.

24
III. CONCLUSIONES
 El Perú democrático ha llegado a la edad adulta y debemos recuperar
la facultad de ver la realidad como es, sin negar la evidencia, pero es
imposible no escandalizarse por ella. Nuestra democracia no es
perfecta lo acepto, y es algo utópico esperar que algún día llegue a
serlo, puesto que ninguna lo es. Sin embargo; no me desanimo, por el
contrario, no pierdo la esperanza de ver en un futuro al Perú como uno
de los países más limpios y libres de corrupción.
 Asimismo, es un estímulo más para participar en la vida política y para
no dejarla en manos de los peores. De lo que hay que preocuparse, y
mucho, es del nivel que la corrupción ha alcanzado, hasta tal punto que
se ha producido, un aumento cuantitativo y cualitativo.
 Es frecuente oír que la democracia y la corrupción son términos
contrapuestos, incompatibles; en otras palabras, en un país
democrático como el Perú, no habita la corrupción y si lo hay, esta
debe ser mínima. Siendo esta tesis, una falsedad en toda su expresión,
ya que la corrupción política es uno de los causantes de la
desaceleración del desarrollo económico de los países, puesto que no
solo puede conllevar a incrementar la concentración del ingreso, sino
también conduce a la deslegitimación de las instituciones políticas. Tal
deslegitimación produce la desconfianza en los sistemas
gubernamentales.
 Debo agregar que, la política marca significativamente la realidad de
quienes sufren colectiva e individualmente las lesiones emocionales
de los actos de corrupción.
 El ejercicio del poder público otorgado a las autoridades es
desnaturalizado de tales fines públicos y es utilizado para satisfacer
intereses particulares.
 De esta manera, la corrupción desnaturaliza los fines de nuestro
modelo de Estado, toda vez que obstaculiza que la administración
pública cumpla con sus funciones orientadas al bien común y a
posibilitar el desarrollo igualitario de los ciudadanos.

25
 Finalmente, quiero terminar señalado lo siguiente, si tenemos una
política de Estado que regule la lucha contra la corrupción, el presente
ensayo dejará de titularse, la política y corrupción son dos polos
opuestos que se atraen, porque habremos entendido el verdadero
significado y la esencia de lo que es la política en un Estado
Constitucional de Derecho.

26
IV. BIBLIOGRAFÍA
Agencia AFP. (2018). Perú entre los países más corruptos del mundo, según
Transparencia Internacional. Gestión. Recuperado de:
https://gestion.pe/mundo/peru-paises-mas-corruptos-del-mundo-
segun-transparencia-internacional-227786
Alegría Varona, C. (Ed.). (2012). La lucha anticorrupción como política de
Estado. Lima: PUCP.
Aristóteles (2003). La política. Lima: Cultura peruana.
Briceño, A. (2018). Transparencia Internacional: “La informalidad
contribuye a la corrupción”. El Comercio. Recuperado de:
https://elcomercio.pe/lima/transparencia-internacional-informalidad-
economia-contribuye-corrupcion-noticia-512231
Carrión, J.; Zárate, P. y J. Zechmeister, E. (2015) Cultura política de la
democracia en Perú y en las Américas, 2014: Gobernabilidad
democrática a través de 10 años del Barómetro de las Américas. Lima:
IEP, Vanderbilt University.
Comisión Andina de Juristas (2003). Corrupción judicial. Mecanismos de
control y vigilancia ciudadana. Lima: Comisión Andina de Juristas.
Daly, J. y Navas, D. (2015). “Corrupción en el Perú: Visión del Ejecutivo
peruano”. Lima: PUCP.
Decreto Supremo que aprueba la Política Nacional de Integridad y Lucha
contra la Corrupción. Decreto Supremo Nº 092-2017-PCM
Ejecutoria Suprema de 2 de julio de 1998, Exp. Nº 521 -98
El Comercio. (18 de mayo de 2018). Kenji Fujimori: desde la vacancia de PPK
hasta su posible desafuero. Recuperado de:
https://elcomercio.pe/politica/kenji-fujimori-vacancia-ppk-posible-
desafuero-noticia-520753
García Sayán, D. (Ed.). (2012). La lucha anticorrupción como política de
Estado. Lima: PUCP.
Garzón Valdés, E (octubre, 2004). Acerca de la calificación moral de la
corrupción. Tan sólo una propuesta. Isonomía. Nº 21, pp. 9-19.
Goldenberg, S (25 de marzo de 2018). ¿Puede la democracia peruana
sobrevivir a la corrupción? The New York Times. Recuperado de:

27
https://www.nytimes.com/es/2018/03/25/opinion-goldenberg-
democracia-peru-corrupcion/
Jones, M. (2010). Beyond the electoral connection: the effect of political
parties on the Policymaking process. Recuperado de:
file:///C:/Users/USUARIO/Downloads/HowDemocracyWorksPolitic
alInstitutionsActorsandArenasinLatinAmericanPolicymaking.pdf
Ludwig, H. (2011). Corrupción y Transparencia. Balance De Investigación
En Políticas Públicas 2011 – 2016 Y Agenda De Investigación 2017 –
2021. Recuperado de:
http://www.cies.org.pe/sites/default/files/investigaciones/balance_y_a
genda_ludwig_huber.pdf
Mujica, J. (2014). El lobby en un escenario de agendas fragmentadas.
Consideraciones sobre los mecanismos de gestión de intereses en el
Parlamento peruano. Revista de Ciencia Política y Gobierno. Nº 1, pp.
37-44.
Neumann, E. (1997). La pobreza y la corrupción deslegitiman a las
democracias incipientes, a la ley penal y a los Derechos Humanos.
Buenos Aires: Homenajes a Isidoro de Benedetti.
Nieto García, A. (1997). Corrupción en la España democrática. Barcelona:
Ariel.
Novoa, Y.; Rodríguez, J. y Torres, D. (2015). Manual sobre delitos contra la
administración pública. Lima: PUCP.
Pease García, H. y Peirano Torriani, G. (2012). La lucha anticorrupción como
política de Estado. Lima: PUCP.
Peña, S. (2013). Reflexiones sobre la corrupción: patología mental, social,
política y ética. Neuropsiquiátrica Vol. 75, Nº 3, pp. 153-160.
Portillo; Heredia; Martín y Vásquez (Sin fecha). La corrupción desde una
mente joven Un enfoque diferente. Recuperado de:
http://www.derecho.usmp.edu.pe/instituto/Investigaciones_Centros20
15/la_corrup_desde%20_una%20_mente_joven_un_enfoque_diferent
e.pdf
Proética (2015). IX Encuesta Nacional sobre percepciones de la corrupción en
el Perú – 2015. Recuperado de: http://www.proetica.org.pe/wp-

28
content/uploads/2015/12/Informe-completo-de-la-Encuesta-Nacional-
sobre-Corrupci%C3%B3n-2015.pdf
Quiroz Norris, A. (Ed.). (2012). La lucha anticorrupción como política de
Estado. Lima: PUCP.
Reátegui Sánchez, J. (2017). Delitos contra la Administración Pública.
LIMA: Jurista editores.
Reyes Miranda, J. (Ed.). (2012). La lucha anticorrupción como política de
Estado. Lima: PUCP.
Rodríguez García, G. (2016). Organización partidista y corrupción política.
Reflexión Política, 18 (35), pp. 72-82.
Rojas Vargas, F. (2007). Delitos contra la administración pública. Lima:
Grijley.
RPP (2018). Perú sigue desaprobado en índice de la corrupción, según
Transparencia Internacional. Recuperado de:
http://rpp.pe/peru/actualidad/peru-sigue-desaprobado-en-indice-de-la-
corrupcion-segun-transparencia-internacional-noticia-1106492
San Martín Castro, C. (Ed.). (2012). La lucha anticorrupción como política
de Estado. Lima: PUCP.
Sentencia del Tribunal Constitucional. Expediente Nº 0009-2007-AI/TC
Shore C. y Haller, D. (2005). “Introduction - Sharp Practice: Anthropology
and the Study of Corruption”. Recuperado de:
ehttp://www.academia.edu/14528118/Sharp_Practice__Anthropology
_and_the_Study_of_Corruption.
Soler, S. (1951). Derecho Penal Argentino. Buenos Aires.
Távara Martín, M. (Ed.). (2012). La lucha anticorrupción como política de
Estado. Lima: PUCP.
Treisman, D. (2000). The causes of corruption: a cross-national study.
Journal of Public Economics. Vol. 76, pp. 399-457.
Valeije Alvarez, I (1996). El tratamiento penal de la corrupción del
funcionario: El delito de cohecho, Madrid.
Vigil Carrera, J. (2012). El problema de la inconsistencia normativa en la
lucha contra la corrupción administrativa en el Perú. Tesis para optar
el título de abogado. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú,

29
Facultad de Derecho. Disponible en el repositorio de la PUCP:
tesis.pucp.edu.pe/repositorio
Yamada, G. y Ricardo, M. (2011). Corrupción e inequidad en los servicios
públicos en el Perú. Lima: Universidad del Pacífico, CIES.
Documento de Trabajo nº. 87.

30

S-ar putea să vă placă și