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MAMÁS Y PAPÁS

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¿Cómo se diagnóstica la esquizofrenia en las


primeras etapas de la vida?
Los factores ambientales como el estrés, la migración, el 'bullying'
o el maltrato son elementos que pueden precipitar el desarrollo
de este trastorno

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ANA CAMARERO

29 NOV 2019 - 09:29 CET


David había cambiado. Ya no era la persona risueña, social y extremadamente
cariñosa. A sus 17 años, se había convertido en un joven con escasas ganas de
sociabilizar, sus notas académicas se habían resentido en los dos últimos
trimestres, mantenía unos horarios de comidas desorganizados y, en algunas
ocasiones, había tenido comportamientos agresivos con sus hermanos y
también con sus padres muy alejados del carácter sosegado que siempre
había demostrado. Estos cambios en su carácter animaron a sus padres a
acudir a un especialista que pudiera diagnosticar estas alteraciones. La
valoración fue clara; David estaba desarrollando esquizofrenia, un trastorno
mental grave que afecta al 1% de la población general. En la mayoría de los
casos, el primer episodio psicótico tiene lugar alrededor de los 20 años, es
raro que aparezca antes de los 18 años, y mucho menos en menores de 13
años, aseguran los expertos.

La psiquiatra Elena Serrano Droz declara que “las manifestaciones principales


de la esquizofrenia comprenden un conjunto de síntomas que incluyen
problemas cognitivos, emocionales y de comportamiento. Las
manifestaciones más características son las alucinaciones (sobre todo
auditivas), las ideas delirantes y la desorganización del pensamiento, del
lenguaje y de la conducta”.

Una proporción importante de las personas con


MÁS INFORMACIÓN
esquizofrenia presenta manifestaciones inespecíficas en la
Ser madre con
infancia y adolescencia antes del primer episodio
enfermedad mental:
“Me decían que lo psicótico. Entre ellas, problemas neuromotores, del
mejor que me podían rendimiento intelectual, de interacción social o problemas
hacer era quitarme a
de comportamiento. En el caso de los niños, algunos de los
los niños”
síntomas precoces incluyen el retraso en el desarrollo del
lenguaje, en los hitos psicomotores (como el inicio de la
marcha) o movimientos anormales repetitivos. “Estos
síntomas pueden aparecer también en los trastornos del
espectro del autismo, por lo que habrá que hacer el
El doble estigma de
diagnóstico diferencial”, expone la especialista Serrano
la depresión
posparto Droz. Otras de las señales que pueden indicar que el niño o
el adolescente está desarrollando este trastorno serían:
mostrarse muy suspicaz, tener ideas, temores y comportamientos extraños,
confundir los sueños con la realidad, la falta de motivación, la falta de
expresión emocional, una disminución en el rendimiento académico, la
tendencia al aislamiento social y la conducta agresiva y violenta. Sin embargo,
estos síntomas, afirma esta psiquiatra, “no implicarían necesariamente el
desarrollo de esquizofrenia, pero sí la necesidad de buscar atención médica”.

La literatura científica determina que los síntomas característicos de la


esquizofrenia aparecen habitualmente entre los 15 y los 30 años. Sin embargo,
continúa esta experta, “los estudios científicos indican que la vulnerabilidad
para el desarrollo de esta enfermedad se inicia en las primeras etapas de la
vida, incluido el periodo perinatal (el espacio de tiempo entre la semana 28 de
gestación y el séptimo día de vida del bebé fuera del útero materno), por la
influencia de factores genéticos, inmunológicos y ambientales, que alterarían
el desarrollo del cerebro del bebé”.

La esquizofrenia es una enfermedad con una alta tasa de heredabilidad; se


estima que se encuentra entre el 60-70%. El doctor Celso Arango, jefe de
grupo del CIBERSAM, director del Instituto de Salud Mental y Psiquiatría del
Hospital General Universitario Gregorio Marañón y actual presidente de la
Sociedad Española de Psiquiatría, declara que “el mayor factor de riesgo para
desarrollar esquizofrenia es tener un familiar de primer grado afecto o tener
determinadas mutaciones genéticas (NV como detección 22q11). La
concordancia entre gemelos monocigóticos es del 50% lo que indica que
factores ambientales y epigenéticos son también importantes. Entre otros,
infecciones intraútero, complicaciones obstétricas, abuso y acoso infantil,
exclusión social o consumo de cannabis, son elementos de riego que se
replican en distintos estudios”.

Para controlar los trastornos mentales que se puedan desarrollar durante la


etapa perinatal, el doctor Celso Arango dice que “hoy en día,
afortunadamente, existen unidades de psiquiatría perinatal en los países más
avanzados del mundo, aunque en España solo existen en pocos hospitales.
Hay que crear grupos de trabajo multidisciplinarios con obstetras y
neonatólogos. Los mejores médicos preventivistas en salud mental son los
especialistas que cuidan aspectos perinatales. La mayor parte del cerebro se
desarrolla intraútero o en los primeros años de vida”.

Ante la posibilidad de desarrollar estos trastornos, ¿existe más riesgo de


desarrollarla si alguno de los progenitores la padecen frente a aquellos que
no? La doctora Serrano Droz opina que, “aunque no es determinante, sí
aumenta la probabilidad frente a los que no tienen estos antecedentes”. Por
ejemplo, continúa esta psiquiatra, “los hijos de padres con esquizofrenia
tendrían más riesgo que la población general de desarrollar esta patología si
se exponen a un factor ambiental como el consumo de tóxicos. Se calcula que
el 80% del riesgo de desarrollo de esquizofrenia depende de los genes. De
forma global, los familiares de personas que padecen esquizofrenia tienen
entre 5-10 veces más riesgo de presentarla respecto a la población general. En
el caso de tener un progenitor afectado, se calcula que el hijo tendría un 10%
de riesgo, mientras que en el caso de que los dos padres estuvieran afectados,
el riesgo podría aumentar al 40%”.

Los factores ambientales como el estrés, la migración, el bullying, el abuso o el


maltrato, o los tóxicos como el cannabis, la cocaína o las anfetaminas, son
elementos que pueden precipitar el desarrollo de este trastorno. Pero, agrega
la doctora, “habitualmente no es un solo factor, sino la acumulación de varios
de estos factores y los cambios cerebrales y hormonales asociados a la
adolescencia, lo que precipitaría este paso”.

También existen factores protectores. Algunos estudios sugieren que mejorar


el entorno social, una adecuada y precoz atención a las dificultades
psicológicas y del aprendizaje o académicas, favorecer hábitos saludables
como el ejercicio físico, así como determinadas medidas terapéuticas pueden
mejorar el pronóstico de las personas en riesgo de desarrollo de esquizofrenia
y otras psicosis. “Por este motivo, a nivel nacional e internacional se están
realizando investigaciones y diseñando programas de intervención que
permitan prevenir el desarrollo de la esquizofrenia y otras psicosis o, al
menos, mejorar su pronóstico mediante la detección y la intervención precoz”,
concluye Elena Serrano Droz.

Un paciente con esquizofrenia puede realizar una vida normal siempre que el
tratamiento y la terapia se realicen a tiempo y de la forma adecuada. Para ello,
lo más importante es saber reconocer los síntomas y evitar retrasos
diagnósticos. El tratamiento de un adolescente con esquizofrenia tiene los
mismos objetivos que en los demás casos. Manuel Antonio Fernández,
director del Instituto Andaluz de Neuropediatría, comenta que “la principal
finalidad es normalizar al máximo la vida del chico o chica y su familia para
minimizar el impacto de la enfermedad en los diferentes ámbitos académicos,
social, familiar, personal…”

Dentro del plan de tratamiento de la esquizofrenia en adolescentes se debe


incluir tratamiento farmacológico, terapia psicológica, apoyo del área de
trabajo social, intervención emocional, relaciones sociales y rehabilitación
cognitiva.

El director del Instituto Andaluz de Neuropediatría asegura que existen


programas de prevención en relación con que los niños/adolescentes
desarrollen complicaciones graves en su desarrollo madurativo, dado que
cuanto menor es la edad de aparición de la esquizofrenia, más importante es
poner en marcha programas de prevención de deterioro. Por eso, el doctor
Manuel Antonio Fernández enumera los pilares en los que deben asentarse
este tipo de intervenciones:

Supervisar el cumplimiento terapéutico y la supervisión profesional. Esto es


fundamental para minimizar los síntomas y permitir un desarrollo vital lo más
adecuado posible al entorno.
Evitar el deterioro de las relaciones sociales y el aislamiento social. La
comunicación y la socialización son una vía muy positiva de potenciar los
objetivos de los chicos con esquizofrenia y una herramienta terapéutica eficaz
Prevenir el consumo de drogas y las conductas disfuncionales. Muchos
factores incitan a los chicos con problemas mentales a iniciarse en el
consumo de drogas. Estas tienen un efecto devastador sobre el desarrollo
cognitivo y afectan negativamente al tratamiento.
Mantener una buena red de apoyo centrada en la familia. En la mayoría de los
casos es imprescindible contar con la supervisión directa de la familia en
aspectos básicos como cumplir el tratamiento o asistir a las revisiones
establecidas.

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