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Índice:

Verdad / Ab-realidad.......................................................... 3-17

Sedentarismo...................................................................... 18-36

Griegos idiotas.................................................................... 37-43

Ser cuántico........................................................................ 44-52

Responsabilidad e incapacidad........................................... 53-59

Conclusiones……………………………………………… 60-63

Bibliografía.......................................................................... 64-66
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“La falta de libertad es la realidad, el instrumento de la realidad”1.

Verdad / ab-realidad.

Toda separación genera una frontera. Toda frontera limita, delimita un territo-
rio creando un terreno. Aparece la medida y después el valor (determinado). La teoría
cuántica nos muestra un mundo (no un modo de mundo sino el modo-mundo) donde
todo está relacionado dinámicamente, donde nada es particular. Confirma el “todo
fluye” heraclíteo y otras cosmovisiones unitarias orientales (Vedanta Advaita, taoísmo
filosófico…). El movimiento es ineluctable. Además, tiempo y espacio se imbrican, no
son separables. Si la separación (en verdad) es imposible, deviene innecesaria, abstracta,
teleocrática. Por ende (por ente), toda separación reduce la libertad. Toda separación
vela otras posibilidades. La separación genera una realidad amputada al ser. El ser es la
verdad, el caldo de cultivo, el proceso. La realidad es, en primer lugar, un producto, un
producto de la separación. La realidad es intramuros. Siempre parte de sí misma (ab-
realidad) olvidando su procedencia, su irremediable conexión con el ser.

Territorial pissings2 es el título de una canción de Nirvana. La letra comienza


así: “When I was an alien, cultures weren’t opinions”. (Cuando era un alien, las culturas
no eran opiniones). En este verso subyace un profundo significado. No una información
al uso, ya que in-formar equivale a introducir en una forma. Por ejemplo, los medios de
información cuentan con sus canales específicos de información. No hay información
sin canal, por ende, no hay información sin forma (en la que introducirse para acceder).
Véase: las ondas sonoras de mi voz. Ahora puedo estar hablando aquí solo, pero, sin


1 David Bohm & Jiddu Krishnamurti, Los límites del pensamiento, Barcelona, Kairós, 2008, pág. 43.
2 Nirvana. (1991). Territorial pissings. En Nevermind [CD]. Santa Mónica, U.S.: DGC Records.
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canal, es decir sin un camino que comience en mi boca y desemboque en un oído, mis
palabras no informan. En el caso del verso, más bien se trata de a-in-formación, como
agente crítico subversivo que se introduce en la forma para destruir su límite, su
perímetro, su aparente necesidad. Cual a-in-formación poética. Un verso trasciende al
conjunto de sus palabras y no forma otras palabras, no se confirma, no se conforma con
una descripción análoga sino que penetra en el mundo de la comprensión, un mundo
adimensional (que no se puede medir). Por aquí ya asoma una consecuencia. Realmente
no es una consecuencia, o mejor dicho, en verdad no es una consecuencia; ni tampoco
es la causa, porque el flujo de la adimensionalidad no es teleocrático. Pero sí aparece
como consecuencia porque la crítica, hoy, debe partir del sujeto, de la realidad separada
[“crítica” y “separación”, curiosamente (o no) tienen la misma raíz griega “krínein”] y
cosificada en la que vivimos.

¿Qué tenemos (nunca mejor dicho lo de “tenemos”)? Tenemos una realidad que
presenta un mundo lleno de sujetos y de objetos. La crítica, la deconstrucción, nos ha de
llevar hasta la separación primigenia. Tras esta separación del ser, emergen fronteras,
dualismos, categorías... Emerge la realidad ocultando a la verdad. Emerge un tiempo
ocultando al espacio.

A-in-formación no vuelve a conformar otro perímetro limitante. Tras ainformar,


deforma y no se conforma con volver a conformar. De regreso al verso: Cuando yo era
un alien, las culturas no eran (meras) opiniones. Opinar, tener opinión, todo el mundo
tiene (derecho a) una opinión. Una de las bases de la igualdad. Pero este aparente don
democrático esconde oscuros estadios. Opinar es similar a orinar (acorde con el título de
la canción) tu verdad. Mi opinión, tu opinión… denotan propiedad, como los orines de
los animales para marcar el territorio. La opinión es consecuencia de la propiedad de un
derecho a opinar. El objetivo de marcar el territorio es delimitarlo. El objetivo de deli-
mitarlo es poseerlo. En primer lugar, la separación. Surge la frontera, el límite. Pero
nada surge ex nihilo sino a partir de su posibilidad de ser. Repito: a partir de la frontera
se vive intramuros. Estancia como permanencia. (“La sujeción no es sólo una subordi-
nación, sino también un afianzamiento, y un mantenimiento”3). “Permanencia” implica
sedentarismo. “Per-manere”, donde “manere” es la raíz de otras palabras como “manso”
y “mansión”. Pero esa permanencia no es más que una mera abstracción, ojo, que no se

3 Judith Butler, Mecanismos psíquicos del poder: teorías sobre la sujeción, Madrid, Cátedra, 2001, pág.

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olvide. “A partir de ahí” deviene “a partir de entonces”. De la limitación del espacio a la


limitación del tiempo. El espacio se temporaliza. Luego, el tiempo se espacializa. Los
límites se expanden (no es que se reduzcan sino que superpueblan el terreno). Todo se
cosifica. El olvido del ser, en términos heideggerianos, requiere la vuelta a ese momento
de separación. Hay un indicio claro de ese momento modal: el sedentarismo, que trataré
en el siguiente epígrafe.

De vuelta al verso de la canción, estrujándolo un poco, quedaría así: Cuando yo


era un alien, en el planeta en que habitaba, en el espacio en que habitaba, las culturas no
eran opiniones. Es decir: Vivía(mos) en la verdad. “Mi” cultura (alienígena) se funda-
mentaba en la verdad, no se había separado del ser. Verdad y realidad co-incidían. En el
mismo espacio, al mismo tiempo. Por tanto, debería existir otra palabra acorde a ese
nuevo modo de vida (extraterrestre o no), ya que “cultura”, ciertamente, no sirve, pues
sólo sirve como sirviente. Se trataría de un tipo de cultura donde el cultivar no separe la
semilla del fruto, donde no se cultive para, donde el cultivar no se torne cultivo de. O
donde no se cultive, simple y llanamente. Más bien in-cultura (dentro del proceso del
cultivo para evitar el producto). El producto es el resultado, quien posibilita el olvido
del proceso, la separación. Aquí aparecen las causas aristotélicas, engranaje subyacente
del grueso de la filosofía occidental, que generan modos arquetípicos de axiomatizar
que velan otras posibilidades. “La forma axiomática puede actuar como una anteojera,
evitando que las personas miren en otras direcciones, e impidiendo localizar pistas y
claves que señalen contradicciones e incorrecciones en las líneas de pensamiento
existentes”4.

La verdad no puede fundamentar nada. Si se toma un fundamento, si se extrae


un arjé, se instaura una realidad que da lugar a una época. Pero ese arjé vela la verdad,
se arranca el cordón umbilical y se sube al púlpito.

Viviendo conforme al ser puedo saber (saber-sentir, en sentido intuicional-


intelectivo integral) lo que es una opinión. Vivir conforme al ser (el lenguaje impone
muchas trabas) es vivir en el ser, sin separación. La verdad no opina, está más allá de
los muros de la opinión. En cambio, la opinión puede ser verdadera o falsa, puesto que
ya requiere una adecuación, siempre posterior, tras la separación, una analogía entre
atributos, en el reino de una cosificación. Así pues, para un alien que llega al planeta

4 David Bohm, Sobre la creatividad, Barcelona, Kairós, 2013, pág. 99.
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Tierra habiendo vivido en/con el ser, la verdad, el espacio-tiempo… la cultura impe-


rante en este planeta le resulta una mera opinión. Aunque sea el resultado de miles de
millones de opiniones, pero todas ellas provienen de unos mismos fundamentos: he ahí
el problema. El arjé es la solución para un problema inexistente.

Los fundamentos epocales que despliegan unas determinadas culturas se con-


vierten en límites, límites a la libertad inherente al ser, límites a la verdad, al espacio de
la verdad. En cambio, las épocas poseen un tiempo, su tiempo. “Somos hijos de nuestra
época”, se suele decir. Ello implica que nuestra madre es la época y nuestro padre o
abuela el arjé. Los arjés modelan unos modos de ser, unos espacios (reducidos) de
libertades de ser. Pero en todo momento se velan otros posibles modos de ser, pues para
ello hay que ir más allá, observar la cicatriz tras la separación e introducirnos en el ser.
Ser como verdad, como aquello que “es luz pero no ilumina”5. No la omnipresencia
sino la omnipotencia.

Los portavoces (exclusivos de/en la realidad) portan voces silenciadas por sus
propias voces.

¿Pero por qué la opinión del extraterrestre no es solo otra opinión? Porque la
opinión sólo aparece cuando hay un límite. Y el límite proviene de la separación. En el
ser no hay lo otro. La verdad no es verdadera o falsa. Ese juicio es posterior a la
separación, se da en la realidad. Las consecuencias de la separación son harto peligro-
sas. La separación se reproduce exponencialmente. Una cultura (temporal) es una cultu-
ra separada de la verdad. La verdad no es un ideal sino un abismo (Abgrund heide-
ggeriano). En cambio, todo arjé se presenta como ideal, en sus dos dimensiones funda-
mentales: principium (fundamento) y princeps (autoridad)6. En cambio, todo arjé es
simplemente un modo, un modo de entre otros muchos posibles. Realmente el arjé es el
fundamento; verdaderamente el arjé es solamente un modo. Tras la elección y procla-
mación de un arjé, se convierte en modo que vela otros modos. Como un sujeto que
reniega de su inmersión en el ser fundamental. Todo arjé es innecesario. ¿Por qué se
reviste de necesidad? Porque proyecta una imagen, instaura un inicio (un tiempo) y una
separación (un espacio), una frontera, y las fronteras requieren vigilancia. Una frontera
es vigilada o no es (frontera). No hay gobierno sin policía. “El gobierno es el origen de


5 Zhuang Zi, Zhuang Zi “Maestro Chuang Tsé”, Barcelona, Kairós, 1996, pág. 172.
6 Reiner Schürmann, El principio de anarquía, Madrid, Arena, 2017, pág 43.
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todos los desórdenes”7. En cuanto el orden es inherente al ser: “El estudio de las partí-
culas subatómicas y sus interacciones revela un orden extraordinario”8. Y, en ese senti-
do, una frontera desordena el espacio–tiempo, constituyendo un orden nuevo, separado,
falaz.

“La medida sólo puede existir cuando hay desorden”9.

Es decir, cuando a posteriori, a partir de la separación, se juzga algo como desor-


denado, porque no concuerda con las fronteras establecidas. Lo desordenado deviene
inadecuado. La separación, que es en sí un desorden del ser, ordena la realidad. He ahí
la paradoja. La realidad produce un orden basado en un desorden (la separación). Por
tanto, la realidad es inútil en cuanto agente ordenador. Su orden es, verdaderamente,
control.

Reiner Schürmann comenta en su libro El principio de anarquía cómo convir-


tieron en filósofo a Anaximandro, quien hablaba de ápeiron, de lo ilimitado, no de arjé.
Su fundamento no sería un fundamento sino un antifundamento. Pero la necesidad fun-
damental de un principio, de un arjé, fortalece los muros de la separación, a modo de la
autoinmunidad derridiana. [Toda cultura acultura el ser, merma otras posibilidades
ocultas (que oculta)]. Multitud de fundamentos deshacen el poder del concepto de arjé.
Como le ocurre al poder: un poder ilimitado se diluye en el espacio. El poder necesita su
tiempo, sobre todo, su tiempo. Se muestra fácilmente en nuestra era cibernética, virtual.
El espacio puede ser virtual, pero el tiempo no. Los ordenadores, los móviles, etc, tienen
sus relojes. Los segundos van pasando. Da igual dónde estés, lo que hagas, que el tiem-
po va parcelando su latifundio. Puedes llegar a un sitio o a otro, ya sea en una gran
ciudad (espacio físico) o desde un ordenador (espacio virtual), pero tienes que llegar a
tiempo. En cambio, verdaderamente el tiempo es una abstracción, una mera convención,
un segundo se mide por el tiempo que necesita un átomo de cesio para efectuar un cierto
número de transiciones. Luego el tiempo de la realidad no es verdad. Por eso Bergson,
Merleau Ponty y otros tantos hicieron hincapié en un tiempo distinto, un tiempo vivido,
en un tiempo carnal, espacial. No obstante, ese tiempo no verdadero (que rige) se erige
como juez formal en un espacio tampoco verdadero, real y virtual, pero no verdadero


7 Zhuang Zi, Zhuang Zi “Maestro Chuang Tsé”, Barcelona, Kairós, 1996, pág 135.
8 Fritjof Capra, El tao de la física, Málaga, Sirio, 2017, pág. 262.
9 David Bohm & Jiddu Krishnamurti, Los límites del pensamiento, Barcelona, Kairós, 2008, pág 192.
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(entiéndase: no en verdad). Como un árbitro que sólo tiene jurisdicción en un campo de


juego. El campo de juego configura el espacio, un espacio predeterminado, limitado.

Tras la teoría de la relatividad y con el nuevo paradigma físico, el tiempo es una


dimensión del espacio. Lo espacio–temporal queda unido. Mas si el espacio del ser se
limita (mediante una separación), aparece una realidad producto de un arjé (o conjunto
de ellos). Repito: “aparece una realidad”: la realidad es una apariencia con aires de ver-
dad10. El tiempo de la realidad devendrá un subproducto. En el ser, espacio (s) y tiempo
(t) se abren a todas las posibilidades, son inabsolutos. Lo inabsoluto es lo no separado,
lo no separable. El ser es inabsoluto. La realidad es absoluta. En la realidad, como ver-
dad limitada, espacio (s’) y tiempo (t’) constituyen subproductos. De ese modo, s y t
admiten valores. Mejor dicho, necesitan valores. Al tiempo también se le asigna un
valor, que es fruto de una medida. Por eso se dice que el tiempo es oro, por ejemplo.
Oro en realidad refiere a una cantidad, aunque (a)parezca como cualidad. “Sólo después
del acto de medición (…) se puede decir que el sistema adquiere un valor definido”11.
De ahí que una ética en la realidad pueda consistir en una escala de valores cualquiera.
Así, el imperativo categórico kantiano ostenta una doble separación. Comienza en el
ser, en la libertad. Después, una acción (nacida, elegida de entre la libertad) se convierte
en necesaria (1ª separación) y se erige en ley (2ª separación). El imperativo es una con-
tradicción: si queremos obrar de tal modo que nuestro obrar se convierta en principio
universal, no obraríamos de ningún modo, para no fundar ningún arjé que se convierta
en límite para la libertad del otro.

La realidad es evaluable, genera valores definibles, pero siempre a partir de su


engaño primigenio: la separación del ser. La libertad que ofrece la realidad nace en un
muro. “El muro mismo es el producto del proceso ilusorio”12. No es muy alentador. Po-
demos derribar cualquier estructura epocal-cultural: sus edificios se erigen sobre cemen-


10 Acostumbrados a las sustancias, masas, partículas… vemos de ese modo atómico. Hablamos de

ese modo atómico. Escribimos de ese modo atómico. Sin embargo, “la masa no tiene nada que ver
con ninguna sustancia, sino que es una forma de energía (…) La partícula ya no podrá considerarse
como un objeto estático sino (…) como un proceso que incluye la energía que se manifiesta a sí
misma como masa de la partícula” [Capra (2017), pág. 93]. Tomando el ejemplo de esta cita: La
energía es la verdad, la masa es la realidad. Es decir, que lo que vemos nos parezca real no significa
que colme el nivel de la verdad. Desconsiderar esa profundidad es creer bucear mientras se nada.
11 Antonio J. Diéguez, Realismo y teoría cuántica, Contrastes. Revista Interdisciplinar de Filosofía,

vol. I (1996), pp. 75-105.


12 David Bohm & Jiddu Krishnamurti, Los límites del pensamiento, Barcelona, Kairós, 2008, pág 227.
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terios de posibilidades. La principal víctima de toda época, de toda cultura, es la liber-


tad, la verdad.

En cambio, en la realidad epocal, el espacio es un espacio limitado, tasado; y su


tiempo es irreversible (como irreversiblemente humano). Por ello aparece la flecha en el
tiempo, con un inicio y hacia un final. Mas como el final no llega nunca, ni llegará
(porque el ser es un continuum inabsoluto), da la sensación de que toda época debe
continuar necesariamente hasta la siguiente. Es decir, el producto se disfraza de proceso,
la vigencia de la dirección permanece. Esta irreversibilidad del tiempo conviene al espa-
cio (real) para proteger su fundamento: sus fronteras. Para acceder a la verdad debemos
hurgar en la cicatriz, tras la mutilación. La verdad posibilita la realidad. Mas tomar la
realidad como algo necesario es ocultar la verdad. Ésta es un potencial, no un arjé sino
la fuente de arjés. Cuando emerge un arjé se funda una realidad, ocultando la potencia-
lidad de la verdad que vela. Como cuando emerge un universo del sótano cuántico: el
universo oculta su fuente y se autoproclama fuente. Lo real es actual [“Yo mismo (…)
no soy todavía actual”13], se presenta como tal, cuando es una representación, se estira
desde el pasado hasta el futuro para velar la potencialidad de la verdad.

Nuestro tiempo distorsiona el espacio. La primera separación (donde y cuando


aparece la realidad, que siempre es una realidad aunque aparezca como la única reali-
dad) genera el concepto de propiedad. ¿Y qué se puede tener en propiedad? Entes.
Cosas determinadas. La separación verdad–realidad genera la primera frontera. Podría-
mos apilar citas y citas acerca de la cosificación:

“Cuántas cosas hay sobre las que deberíamos deliberar para decidir si las acep-
tamos o no”14. (Para decidir también, ¿por qué no?, si no las llamamos “cosas”).

“Esta es la forma pura de servidumbre: existir como instrumento, como cosa”15.

Lo verdadero y lo falso, como juicios, sólo son posibles en la realidad, separada


de la verdad. La realidad es una representación de la verdad. Cual mantel sobre la mesa.


13 Friedrich Nietzsche, Ecce homo, Barcelona, Edicomunicación, 1997, pág. 69.
14 Henry D. Thoreau, Desobediencia civil y otros escritos, Madrid, Alianza, 2010, pág. 76.
15 Herbert Marcuse, El hombre unidimensional, Barcelona, Austral, 2016, pág. 69.
10

“Para lo natural apenas basta el universo; lo superficial exige reducido espacio”16.


“Espacio recortado, inmóvil, petrificado”17.

El ser, la verdad, la fuente, el pozo de las libertades, la nada. Holomovimiento,


como lo llama David Bohm en su libro La totalidad y el orden implicado. El nuevo
paradigma cuántico, que sigue llamando a las puertas, implica que la nada, verdade-
ramente, nadea. Heidegger tenía razón, aunque la razón no se pueda tener. Límites del
lenguaje. Aunque esta vez no, ya podemos decir también: Heidegger estaba en lo cierto.
La nada es un pleno de energía, no es una cosa, en la verdad no hay cosas sino procesos.
"La nada es lo mismo que la libertad, porque mientras algo es una cosa, no es libre"18.
La irreversibilidad del tiempo implica que el pasado no implica (en el sentido que la
tradición verdaderamente no pesa, aunque realmente sí lo parezca). No hay posibilidad
de vuelta atrás verdadera, porque todo momento que se quiera examinar del pasado ya
ha pasado, y la realidad (mediante sus arjés) ya se encargó de sacar a luz (de hacer posi-
bles) unos determinados acontecimientos, obviando el resto. La realidad todavía perte-
nece al paradigma newtoniano, a las coordenadas cartesianas, donde el observador
(separado) se encarga de la medición, asignación de datos y valores.

“La posibilidad y lo potencial no caen jamás en las coordenadas de arché y de


telos, es decir, a fin de cuentas, en las coordenadas de la causalidad”19. Wittgenstein, de
nuevo, hablan-do desde el púlpito de la realidad, nos dice: “Puesto que todo yace abier-
tamente, no hay nada que explicar. Pues lo que acaso esté oculto, no nos interesa”20. Sin
embargo, desde la verdad se le podría rebatir: “Puesto que todo yace abiertamente, no se
explica por qué la realidad oculta ciertas partes y elige mostrar otras. A no ser que lo
haga por interés”. Es decir, a la realidad le interesa que las fronteras permanezcan, pues
de eso vive, así es, así es (como) vive. La realidad crea su propio espejo. La realidad es
como la realidad, como ella misma. Evita ser un modelo, y para ello crea los modelos en
su interior, cuyas críticas y comparaciones no peligren su estatus.

La realidad es un parásito. Un parásito revestido de gala, grandilocuente, que ha


trocado subrepticiamente su aspecto por el de anfitrión. La realidad, el parásito, aparece


16 Johan Wolfgang Goethe, Fausto, Valladolid, Maxtor, 2007, pág. 235.
17 Michael Foucault, Vigilar y castigar, Madrid, Biblioteca Nueva, 2012, pág. 228.
18 David Bohm & Jiddu Krishnamurti, Los límites del pensamiento, Barcelona, Kairós, 2008, pág 50.
19 Reiner Schürmann, El principio de anarquía, Madrid, Arena, 2017, pág 34.
20 Ludwig Wittgenstein, Investigaciones filosóficas, Ed. Crítica, Barcelona. 1988, pág. 126.
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como tiburón; la verdad, el anfitrión, como rémora. La verdad es la máscara (la que usa
la rémora para parecer tiburón), como muy bien supo ver Nietzsche.

El tiempo que mide en (y para) la realidad también es un disfraz: “Sabemos que


Aristóteles había hecho del tiempo la medida del cambio”21. Sin embargo, el concepto
medida es muy problemático. La medida sólo es posible tras el aislamiento de aquello
que se quiere medir, pero nada se puede aislar por completo. El cero absoluto indica la
imposibilidad de eliminar por completo el movimiento. La medida proviene del análisis
del movimiento medio. Por tanto, la medida es real, no verdad. De nuevo Prigogine:
“La diversidad cualitativa de los cambios se ve reducida al correr homogéneo y eterno
de un tiempo único, medida pero también razón de todo proceso”22. Para medir algo hay
que aislarlo, pero ¿si todo está relacionado? ¿Qué nos ofrece la medida? ¿Una seguridad
ilusoria? Ya dijo Bergson que el tiempo (separado) es invención o no es nada.

En uno de los numerosos vídeos divulgativos del físico Michio Kaku23 aparece
una versión renovada de aquella famosa frase de Protágoras de que “el hombre es la me-
dida de todas las cosas”. Así, comenta Michio Kaku que siempre tendemos a imaginar a
los extraterrestres parecidos a nosotros, con sus manos (¿para que puedan pensar, como
apuntaba Anaxágoras?), cabezas inmensas o cabezas pequeñas, ojos… La etimología de
la palabra “medida” es harto significativa.

“Mientras para la sociedad occidental, tal como procede de los griegos, la medi-
da, con todo lo que esta palabra supone, es la verdadera esencia de la realidad, o al me-
nos, la clave de su esencia; en Oriente se considera comúnmente como algo falso y en-
gañoso”24.

Mientras en Occidente la medida deviene objetividad, adecuación, verdad (a fin


de cuentas); en Oriente se asocia al velo de maya, a la ilusión. “Maya no significa que el
mundo sea una ilusión (…) Maya es la ilusión de tomar esos conceptos por la realidad,
la ilusión de confundir el mapa con el territorio”25. La separación es una ilusión, fábula,
como decía Nietzsche. La farándula, que podría decir hoy.


21 Ilya Prigogine, La nueva alianza, Madrid, Alianza, 2004, pág. 91.
22 Ilya Prigogine, La nueva alianza, Madrid, Alianza, 2004, pág. 91.
23 Big Think. Michio Kaku on alien brains. https://www.youtube.com/watch?v=Izp7q6OXXS4

[Consulta: 09/11/17].
24 David Bohm, La totalidad y el orden implicado, Barcelona, Kairós, 2016, pág. 48.
25 Fritjof Capra, El tao de la física, Málaga, Sirio, 2017, pág. 107.
12

Deconstruyendo el nombre propio “Protágoras” aparece el término proto–ágora.


La famosa sentencia de Protágoras interpretada en clave de advertencia a los futuros
oradores del ágora, a los sofistas. Ojo: no os convirtáis en medida de todas las cosas, o
estaréis olvidando la verdad, y erigiréis vuestros sistemas políticos sobre una falacia
fundamental. Advertencia análoga a la de Parménides: las consecuencias de la sepa-
ración pueden ser muy peligrosas: el inauténtico mundo de la opinión. La Historia nos
ofrece miles de millones de pruebas en forma de cadáveres. Hoy en día, el paradigma
cuántico se presenta como una especie de postdata de estas visiones unitarias, tanto de
Grecia como de no Grecia.

¿Hemos de dar marcha atrás en la Historia? ¿Será el nihilismo un camino de re-


greso hacia el origen que nos ayude a sumergirnos en el espacio de la libertad que es el
ser? ¿La deconstrucción ha de seguir el mismo camino a contradirección? El vector de
la historia ha usado un magnífico subterfugio: la línea del tiempo. Nuestra irrever-
sibilidad, como seres orgánicos. Nuestro tiempo, como apunta Ilya Prigogine, es el
tiempo general de una serie de tiempos concretos. Pero dar como bueno el tiempo
general (el relativo al yo26) es olvidar los otros tiempos (el relativo a las bacterias que
nos limpian los ojos a modo de limpiaparabrisas, por poner un ejemplo). Sin embargo,
estos tiempos menores, ¿independientes?, son los tiempos de los que se nutre nuestro
tiempo global, abstracto, los tiempos que posibilitan nuestra idea de yo, humildes
tiempos que no reclaman ningún arjé. De nuevo aquí: la separación genera olvido. Para
hipostasiar el yo, generamos una frontera, hacemos de nuestro cuerpo una frontera,
olvidando los procesos de intercambio (el aire que respiramos, el suelo que pisamos,
etc). “… La imposibilidad de eliminar las interacciones. Si se pudieran eliminar, el
universo sería isomorfo”27. Nuestro organismo es un sistema complejo, pero como el de
tantos otros animales. La irreversibilidad muestra la flecha del tiempo, nuestra impo-
sibilidad para volver atrás. Ello se debe a nuestro modo vital de ser, más bien de estar en
el ser. Nuestra línea de tiempo tiene un fin. Pero, tras la muerte, ¿todo se acaba? No,
simplemente se acaba nuestro tiempo (abstracto, abstraído del ser); tras nuestra muerte,
nuestra irreversibilidad revierte en el ser.


26 Nótese que he de llamarlo relativo a algo, aunque el tiempo de la realidad se presente como

absoluto. En cambio, el ser es relacional, luego todo lo absoluto es una abstracción. Toda realidad es
una ab-realidad: parte de sí misma.
27 Ilya Prigogine, Las leyes del caos, Barcelona, Crítica, 1997, pág. 73.
13

El punto de vista de la realidad, del tiempo de la humanidad, tiene un carácter


antropológico. Mas la filosofía debe ir más allá, ¿verdad? Si va en busca de la verdad
tiene que dejar al ser humano a un lado, con su tiempo t. Que el ser humano sea irrever-
sible no implica que el ser muera con él. “Cada ser complejo está constituido de una
pluralidad de tiempos, conectados los unos con los otros según articulaciones sutiles y
múltiples. La historia, sea la de un ser vivo o la de una sociedad, no podrá jamás ser
reducida a la sencillez monótona de un tiempo único”28.

Dejemos de creernos el ombligo del mundo; de vuelta a Protágoras: no hagamos


del ser humano medida de todas las cosas, a riesgo de cosificar el ser. O si la hacemos,
seamos conscientes del uso y del significado de la medida. “Ser parte” significa “estar
en”. Al decir “ser humano” identificamos ese ser, como una clase, un conjunto con una
esencia, con unas descripciones adecuadas, etc, y trazamos unos límites fruto de la sepa-
ración; y, sobre todo, dejamos a un lado el significado fundamental de “estar (de un
modo relacional) en (el ser)”.

“La historia es el reino de la posibilidad en el reino de la necesidad”29, escribió


Marcuse. La posibilidad reside en el ser; pero en el ser es necesario que todo sea posi-
ble. Luego no hay sólo una Historia sino miríadas de historias.

El vector de la Historia tiende hacia un fin. Pero el principio, como punto de


comienzo, es también fundamento, motor. Así, el fin siempre resulta más o menos pre-
visible, constituye una posibilidad entre un abanico tasado, previamente determinado.
No desde Agustín de Hipona sino desde el sedentarismo. El principio, el arjé, se viste (y
se inviste) de camino hacia X, no de territorio por hollar. El arjé demarca el espacio per-
mitido para los diferentes modos de ser. Como cuando te quieres vestir, estás en tu casa,
y sólo te puedes poner la ropa que hay en el armario. Mas no se te ocurra salir desnudo a
la calle para elegir otra ropa en algún lado o para elegir seguir desnudo. El arjé se
presenta como un camino asfaltado, tirando a una reluciente autopista de peaje. Incluso
el signo, la punta de flecha semeja el avance de un burro con orejeras. Prohibido mirar
hacia atrás. Pero tampoco pasa nada: realmente se puede mirar. El tiempo de atrás, el
tiempo histórico es, asimismo, un tiempo arrancado al ser, cual retal, en el cual sólo hay
productos (reflejos, resultados de procesos), hechos, datos.


28 Ilya Prigogine, La nueva alianza, Madrid, Alianza, 2004, pág. 304.
29 Herbert Marcuse, El hombre unidimensional, Barcelona, Austral, 2016, pág. 33.
14

Wittgenstein lo expuso maravillosamente bien en su Tractatus. El Tractatus visto


desde otro prisma, no desde el punto de vista filosófico del autor, sino como una mirada
de la verdad al mundo real. Una mirada desde el otro lado del muro. El Tractatus como
una carta de amor de la verdad a la realidad. Eso sí, sin firmar. Porque la verdad no
osaría firmar ni afirmar, esas son cosas del mundo de los estados de cosas. En el Trac-
tatus, la verdad nos va explicando (en forma de descripción, para que lo entendamos en
nuestro idioma, es decir, en nuestro modo normal de comprensión) cómo vemos el
mundo, como hechos; cómo pensamos, lógicamente… Sin embargo, nos deja una puer-
ta abierta a la trascendencia (a la verdadera trascendencia al ser), a la a-in-formación.
Nos invita a callar. Hay que sentir la llamada. Luego lanzarse al abismo. ¿Después?

En la película Matrix30 usan la llamada de teléfono, pues en la realidad se requie-


ren obras, cosas, mediante las cuales poder trascender. En cambio, en la verdad no es
necesaria un hipóstasis. Mondrian dijo: “Sólo cuando estemos en lo real absoluto, el arte
no será ya más necesario». “Lo real absoluto” como la verdad. El arte del que habla el
pintor se basa en obras de arte. Obras objetos. Una buena pista nos la ofrece la música.
Las vibraciones sonoras. Resulta más complicado ponerle fronteras al sonido, ya que se
cuela por las grietas de la realidad y nos lleva a la verdad. Sobre todo porque no pode-
mos verlo. La filosofía occidental se asienta en el ver: “Conocer es haber visto; y alcan-
zar la evidencia, como su nombre indica, es ‘haber visto bien'. Sólo vemos bien lo que
se produce como dado y vemos mejor lo que se mantiene inmóvil. La escucha, por el
contrario, es el órgano acorde al tiempo (…) Un sonido no es aún, después se anuncia,
está ahí y ya se debilita y ya no es”31.

Dice Schürmann que “la escucha es el órgano acorde al tiempo”. Añadiría que es
acorde a un tiempo capaz de llevarnos de la realidad a la verdad, en el sentido de un
agujero de gusano. Un tiempo que rebasa las fronteras (del tiempo real–abstracto) y nos
une al espacio–tiempo dinámico del ser. Sin embargo, las fronteras de la realidad no son
sólo abstractas, virtuales, mentales. El pensar en un muro puede convertirse en un muro
de hormigón armado: la separación se realiza. Luego la irrealización (o desrealización o
transrealización) de la realidad abre paso a la verdad del ser. La realidad se vende como
la única forma posible. La realidad nos dice que lo que no pasa en ningún sitio (u-topos,


30 Silver, J. (productor) y Hermanas Wachowsky (directoras). (1999). Matrix [Cinta cinemato-

gráfica]. E.U: Village Roadshow Pictures.


31 Reiner Schürmann, El principio de anarquía, Madrid, Arena, 2017, pág 91.
15

en sentido literal) es utópico. Así, “utópico” tiende a significar lo imposible, cuando en


realidad refiere a lo impensado (ojo, que no impensable).

El ser es irreductible, inseparable. El ser permite (sin que nadie tenga que pedir
permiso) la realidad, pues ésta no es más que un modo de ser. Por tanto, el ser siempre
está ahí. El estar siempre caracteriza al ser. En cambio, la realidad se disfraza de ser
para siempre. Casi como dos polos opuestos: el ser humano fronterizo de la realidad y
el estar humano abierto de la verdad. En el ser se está, no se es (o se es como se está).
Los problemas se multiplican al definir (separar) una clase (como la de los humanos).
Así, que el ser humano esté en el ser significa que el humano está en el ser, lo que no
quiere decir que deba estar en el ser de un determinado modo humano. Caso contrario
sería presa de la limitación y se ocultaría a sí mismo todas las posibilidades (libertades),
cosa que ocurre en la ab-realidad como autolimitación.

Recibes una carta de invitación, pero no para un evento determinado, sino para
toda una vida. El ser te invita a vivir íntegramente. Invita a cualquiera, de cualquier for-
ma y modo, como invita a la realidad a regresar a la verdad, pues nunca se han separado
(verdaderamente). Como una vuelta a (otra) casa, al estilo del concepto derridiano de
“hospitalidad”. El ser es el hogar verdadero; mientras el tiempo del ente de-tiene una
propiedad. Así, el espacio de la realidad, su perímetro, retiene su propio tiempo. Luego,
el tiempo de la realidad retiene su propio espacio. Se va estrechando el espacio–tiempo
virtual produciendo una sensación general de ahogo con disfraz de satisfacción espec-
tacular. Tiempo y espacio se confunden, se atropellan, compitiendo por la ocupación de
cada nuevo perímetro, pues a su vez están limitados por la separación primordial (que
no es).

La realidad, para regresar a la verdad, ha de desrealizarse, desencorsetarse. Pero


la realidad no hace nada realmente, pues no es más que una fracción de verdad. La reali-
dad es una verdad inauténtica. La realidad subsiste gracias a un tipo de cultura, gracias a
un modelo de sociedad, gracias a una época que consiente esos límites. Tal como fun-
ciona el arjé, una cierta economía conlleva la separación de ese hogar, de ese oikos
integral que es el ser, al establecer unos determinados nomos. Por ende, el ser es intrín-
secamente económico, ético, político, etc… al posibilitar todos los modos. Sólo cuando
uno de esos modos se torna arjé, fundamento, norma, comienza el proceso de separación
y velamiento del ser. ¿Dónde trazamos el límite? Podemos definir nuestro hogar como
16

nuestra casa; o bien como nuestra patria (Estado); o bien como el planeta Tierra; o bien
como el Universo; o bien como el pluriverso. Si hacemos de nuestro hogar el ser, no
necesitamos nomos. En la realidad, los puentes sólo unen bajo la separación. En el ser,
la frase “Todo es…” no se puede completar, queda abierta. En cambio, en la realidad,
continuamente ha de completarse (cerrarse): Todo es mente, todo es materia, todo es
nada, todo es conciencia, todo es naturaleza, todo es espíritu, todo es algo… Porque la
realidad, repito una vez más, conforma un perímetro limitado–limitante, una propiedad
con relaciones jerárquicas. Incluso el aparentemente igualitario “de tú a tú” esconde una
jerarquía: de sujeto(objeto) a sujeto(objeto): separación, sujeción, subordinación (en el
sentido de: sub-orden, bajo un orden determinado).

Heidegger nos dice: “La verdad del ser puede ser denominada el suelo”32. En su
autobiografía, Einstein escribió, en relación a la nueva física del siglo XX: “Era como si
hubieran quitado la tierra debajo de mis pies, sin dejarme ningún fundamento sólido
sobre el cual poder construir”33.

Quizá Heidegger (que no me oiga) incurra en una entificación del espacio. El es-
pacio no es algo. Bueno, verdaderamente, el espacio es algo y no es algo, si por “algo”
puede entenderse partícula, lo particular. Por eso, aunque al espacio se le obligue a ser
particular, verdaderamente no lo es, aunque realmente lo sea: el ser de la realidad es el
parecer. Cuanto más pequeño es el espacio donde “habita” un electrón, más rápido se
mueve. El el mundo subatómico, no hay fronteras: “El campo cuántico se considera una
entidad física fundamental: un medio continuo que está presente en todas partes del
espacio. Las partículas son simples condensaciones locales del campo, concentraciones
de energía que viene y va, perdiendo así su carácter individual y disolviéndose en el
campo subyacente”34. Este campo subyacente sería el suelo heideggeriano. En el mundo
macroscópico, en cambio, las fronteras (que no son necesarias, no olvidemos) seden-
tarizan. El cómodo sofá es consecuencia de una propiedad cerrada. Lo cerrado deviene
privado. Por ende: la realidad es privada.

Reza el estribillo de la citada canción de Nirvana: “Gotta find a way, to find a


way, when I'm there. Gotta find a way, a better way, I had better wait”35. Estos versos


32 Reiner Schürmann, El principio de anarquía, Madrid, Arena, 2017, pág. 127.
33 Fritjof Capra, El tao de la física, Málaga, Sirio, 2017, pág. 66.
34 Fritjof Capra, El tao de la física, Málaga, Sirio, 2017, pág. 245.
35 Nirvana. (1991). Territorial pissings. En Nevermind [CD]. Santa Mónica, U.S.: DGC Records.
17

podría haberlos escrito el último Heidegger. ¿Qué hacer cuando esté allí (que también es
aquí), en el ser? Una vez liberado el espacio, una vez inmerso en la verdad, ¿tengo que
encontrar un camino, otro modo, una manera mejor? Será mejor que espere. El ser no
determina, sólo proporciona un espacio de libertad verdadera. Antes de hacer, se puede
pensar qué hacer; y antes de pensar qué hacer, se puede pensar qué se puede hacer.
Hacia la búsqueda de la unión, de la reunión con el ser.
18

“Dondequiera que haya acumulación, hay tiempo”36


“Porque en la acumulación hay aparente amparo, seguridad”37.

Sedentarismo.

¿La prehistoria pasó a la historia o la Historia pasó de la prehistoria? La Historia


se yergue como realidad. En la Historia, en el tiempo de la Historia, no hay espacio para
la verdad, para la posibilidad. Los hechos, acontecimientos, procesos históricos velan
otros posibles que no fueron (barridos por el tiempo histórico de mapamundi y atlas, un
tiempo de carácter bidimensional). Pero, ¿no serán? ¿Ya no podrán ser? La Historia
marcha de la mano de la realidad, es actual; en cambio, el ser es potencial. No obstante,
la prehistoria nos ofrece un abanico de posibilidades: ¿hechos que no fueron?, ¿modos
de vida que no conformaron modelos y no acabaron en culturas, civilizaciones? Repito:
“La prehistoria nos ofrece un abanico de posibilidades”. Un abanico invisible. ¿Cómo?
¿En forma de qué? En forma de ser, en forma de pensar. Pensar otros modos, pensar de
otros modos. Pensar con otros modos de pensar. Einstein dijo que no podíamos resolver
un problema mediante el mismo modo de pensar con que lo habíamos provocado. La
realidad no es más que una porción de verdad (el trozo de pastel que siempre se coloca
la guinda para ocultar a otros trozos), mas jamás agota el potencial inherente al ser, ver-
dadero espacio de liberación.

Kant, como portavoz de la Historia, lo resume fantásticamente:

“Un suelo de cuya labranza y plantación depende el sustento, requiere hogares


permanentes; y la defensa de los mismos contra los ataques reclama un grupo de hom-
bres que se presten mutua ayuda”38.


36 David Bohm & Jiddu Krishnamurti, Los límites del pensamiento, Barcelona, Kairós, 2008, pág 215.
37 Ibídem, pág. 217.
38 Immanuel Kant, Filosofía de la Historia, México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1978, pág. 81-

82.
19

Hay varios conceptos que el autor del texto incluye acríticamente: como el de
propiedad y el de peligro. Además, encadena su argumento: ¿de un modo lógico? ¿O
quizá de un modo Históricamente lógico? La realidad va dejando un reguero (que riega
el aparentemente fértil campo de la lógica) y esa huella imborrable e inmutable es reco-
gida por la Historia. Desgranando la cita de Kant:

0’1.- El sustento depende del suelo. ¿De qué tipo de suelo? ¿En qué tipo de suelo
está pensando Kant? En un suelo fronterizo, en un terreno.

0’2.- Un peligro subyacente (que todavía no aparece en la cita) desata esa nece-
sidad alimenticia, como el peligro de muerte por inanición.

0’3.- Misteriosamente, el peligro se torna permanente. La sedentarización se fun-


damenta en el miedo, hipóstasis del peligro. Nace el territorio, la propiedad. Sin embar-
go, temer no implica tener. Es decir, si temes, no tienes por qué tener otra cosa que no
sea miedo. Y el miedo no es una cosa hasta que no se tiene. Es diferente sentir miedo
que hipostasiar ese miedo y vivir con él para siempre, de forma latente, hacerlo tuyo.

0’4.- Súbitamente, se produce un salto exponencial y el miedo se arma: surge la


imperiosa (nunca mejor dicho) necesidad de defensa. Esa ayuda mutua se basa asimis-
mo en el miedo.

Ningún lógico cazador-recolector nómada de la prehistoria aplaudiría esta suce-


sión de causas y efectos. Pero la Historia se yergue sobre estos presupuestos, cimientos
sedentarios, y no sólo la Historia sino la (tan griega) filosofía occidental.

La cita kantiana irradia falacias: un suelo de cuya labranza y plantación depende


el sustento NO requiere hogares permanentes. Repito: Kant ya está pensando (¿incons-
cientemente?, ¿acríticamente?) en un suelo vallado, en una porción de suelo. ¿Por qué,
de repente, se producen ataques? ¿Porque el ser humano es malo por naturaleza? ¿Qué
naturaleza? ¿La naturaleza de la Historia? ¿La naturaleza del humano que no sólo quiere
estar sino que quiere ponerse por delante y por encima (ser)? Siguiendo la cita: Hay que
defenderse contra los ataques, es decir, hay que defender la propiedad (no la vida). La
vida se torna propiedad para poder ser defendida. Porque hay otras formas de defender-
se contra los ataques, como, por ejemplo, huir. Pero claro, no se nos ocurriría dejar
nuestros hogares permanentes a merced del enemigo (del otro). Y finalmente: un grupo
de hombres como vigilantes. Mutua ayuda. Sólo hay que estirar un poco más la cuerda
20

para que aparezca la democracia, como mera sucesión lógica. La democracia como un
modo posible dentro de lo real, dentro del tasado abanico de posibilidades políticas que
permite la realidad (junto con oligarquía, tiranía, y otras tantas). ¿Hay algún sistema
político basado en el nomadismo? ¿Podría haberlo? ¿Devendría asistemático?

Kant incurre en una petición de principio, mínimo. Toma la conclusión como


verdad necesaria y a partir de ella va añadiendo premisas: el miedo a morir de hambre te
obliga a construir una casa y a defenderla. El miedo a morir de hambre genera un miedo
al robo. Todo aparece cuantificado. La cita podría matematizarse:

Hambre + Pan = Casa // +Defensa = –Robos // ...

La propiedad se ofrece como solución (a un problema planteado de tal forma que


hiciese visible esa solución). Solución como resultado. He ahí la frontera. Curiosamente
es ella, la frontera, la que (posteriormente) genera lazos de solidaridad. Nace la sociedad
(histórica). En primer lugar la circunferencia, después se rellena el círculo.

La democracia es un pleonasmo que se sirve como limosna. Nace en el vértice


superior de la pirámide. Los cimientos sobre los que se edifica la Historia ocultan otras
formas de vida, como el nomadismo, por ejemplo, y todas aquellas que no han sido
pensadas, mucho menos vividas. Somos hijos de la separación (por lo menos en Occi-
dente), de aquella separación primigenia de la que parece advertirnos el poema de
Parménides, junto con Heráclito, Lao Tse y otros… y que hoy pone en tela de juicio la
física cuántica y un pensar incontrolado. El poema de Parménides tiende un gran puente
subterráneo hasta la actualidad, emergiendo hoy su postdata cuántica. Las paradojas de
lo cuántico nos devuelven al problema original, el problema del ser y la separación (el
problema no es el ser sino la separación). Cuántos, demasiados olvidos de por medio, o
no tanto olvidos como enmascaramientos y engaños.

Retorno a la amenaza de la que nos habla Kant. ¿Qué otras opciones caben que
no sean defender los muros del hogar? Heidegger nos muestra una:

“Huir a refugiarse en lo igual está exento de peligro”39.

Huir, pero sin seguir un camino determinado, abrazando el peligro de lo desco-


nocido, de lo por venir. Es decir, huir, pero no para refugiarse, sino huir para siempre.


39 Martin Heidegger, Carta sobre el Humanismo, Madrid, Alianza, 2013, pág. 94.
21

Seguir huyendo, vivir huyendo, que ya no tiene nada de huida sino de otro modo de
vida no sedentario. Huir continuamente imposibilita que el miedo se cosifique. Un
modo de vida no igualitario, mejor dicho, no equiparable, no etiquetable, tan querido
por Nietzsche, entre otros. Lo que no significa no solidario, egoísta, etc, pues ése es el
modo de pensar sedentario (sedentarismo conceptual), el que limita, el que impone
conceptos cerrados, acríticos.

Propongo la distinción entre dos tipos de conceptos básicos:

1.- Con(cep)trol.

Concepto cerrado, por ejemplo, la forma de un cuadrado. Véase, el con(cep)trol


“dinero” o el con(cep)trol “Estado”. El paréntesis interno en el término, “(cep)”, denota
un subterfugio, una máscara, un velamiento de otras posibilidades. Un con…trol. El
con(cep)trol siempre se presenta como necesario. No admite crítica. Controla. Siguien-
do con el ejemplo del concepto Estado, éste puede admitir numerosas variaciones,
siempre que se mantenga vivo (con los muros fuertes), que no se resquebraje convirtién-
dose en desecho conceptual. Quien se rodea de con(cep)troles se convierte en super-
sujeto. No ve más allá, no va más allá, no siente más allá. El supersujeto obepiensa:
obedece incluso en el pensar. Sujeto–Hecho, de corte limitado. Infacción con la reali-
22

dad. Prima el contrato en lugar del contacto. El perímetro del con(cep)trol contiene los
axiomas, al modo de las teorías científicas de la Concepción Heredada (empirismo
lógico). El interior representa el campo reducido de libertad, el patio de la cárcel, por
así decirlo. Para destruir un con(cep)trol hay que establecer la crítica en el perímetro.
No bastaría con entrar a Troya con el caballo y saquear la ciudad, habría que derribar las
murallas para acabar con el modelo de ciudad que representa Troya. Usando dinamita
nietzscheana, por ejemplo. La crítica debe huir tanto de las garras de la normalidad,
intramuros, como de las de la anormalidad, extramuros; destrozando los muros (tanto
físicos como metafísicos) se diluye la separación, se comprende su carácter innecesario
y abstracto.

2.- Conceptrans.

Conceptos críticos, abiertos. No pueden romperse porque ya están rotos. A modo


de vasos comunicantes. Tienden puentes hacia otras posibilidades, hacia lo impensado,
hacia no lo conceptualizado. Inserción en el ser. Relación dinámica. Errancia. Deleuze y
Guattari nos hablan de endoconsistencia y exoconsistencia de los conceptos: “No sepa-
rables, tal es el estatuto de los componentes, o lo que define la consistencia del concep-
to, su endoconsistencia (…) Pero también posee una exoconsistencia, con otros concep-
tos”40. Salvando todas las distancias expositivas y argumentales con Deleuze–Guattari,
la endoconsistencia de un con(cep)trol explica el abanico de posibilidades que nos brin-
da el concepto (véase el concepto Estado moderno con sus variantes: democracia, dicta-
dura, estado fallido…); y la exoconsitencia como perímetro, el límite del concepto, el
que no se presta a crítica a riesgo de convertirse en desecho conceptual.

Siguiendo con el ejemplo: todo Estado requiere unas fronteras. Un desecho


conceptual es un con(cep)trol criticado hasta el punto de su destrucción. Un ejemplo de
con(cep)trans es el de alienación. Un conceptrans es una especie de antivigilante. Mien-
tras el con(cep)trol mantiene dormido (hipnotizado) al sujeto; todo conceptrans es un
continuo despertador. “El pensamiento esencial es un acontecimiento del ser que
reivindica el hombre para la salvaguarda del ser”41. Voluntad de poder nietzscheana (no
humana) vs Poder establecido. El conceptrans abre vías de comunicación, es ético

40 Gilles Deleuze & Félix Guattari, ¿Qué es la filosofía?, Barcelona, Anagrama, 2011, pág. 25.
41 Reiner Schürmann, El principio de anarquía, Madrid, Arena, 2017, pág. 331.
23

inabsoluto (relacional) porque no enfoca hacia una ética particular, no nos obliga a
elegir sino a seguir buscando. En cambio, los con(cep)troles son a modo de escaparate.
La realidad está plagada de espejos. Reflejos y destellos por doquier. A colación, la
novela: A través del espejo y lo que Alicia encontró allí (1871) de Lewis Carroll. Alicia,
a través del espejo, encontró la verdad. Verdad como transrealidad.

“Esa sumisión fundacional que aún no se ha resuelto en sujeto sería justamente


la prehistoria no narrable de éste, y esta paradoja pone en entredicho la misma narración
de la formación del sujeto. No existe sujeción sin un sujeto que la experimente”42.

Un poder sin límites no es poder. Un poder ilimitado se desvanece y se funde


con el ser. Todo poder necesita fronteras, propietarios, y a su vez, enemigos hipoteca-
bles. Toda sumisión genera una hipoteca. Acción–reacción. Sin embargo, el ser es trans-
formación continua, no lineal. El auténtico más allá del bien y del mal nietzscheano43, la
transmutación, no la mera permuta. El sistema genera sus virus, pero para sus vacunas.
El juego permitido se da entre la acción y la reacción, no hay lugar para la transfor-
mación. Al igual ocurre con normalidad y anormalidad, pero nada de anomalías.

El sistema superdefiende sus fronteras de la siguiente manera: Pensemos en una


valla fronteriza, por ejemplo, norteafricana. Por un lado, genera atracción: africanos
ansían una vida mejor en Europa y sueñan con traspasar la frontera; pero también
repulsión: toda frontera es peligrosa, puedes perder más que ganar, etc. Bien dando
oportunidades, ofreciendo posibilidades (atracción), bien restándolas (repulsión), así
funcionan las fronteras (tracción). Actúan como imanes. Dirigen las miradas hacia lo
otro, hacia los polos, en aras a la atracción–repulsión, pero jamás a sí mismas. Son
como espejos y vidrios transparentes al mismo tiempo. En la realidad actual, la frontera
es absolutamente necesaria (aunque aparezca sin vigilancia, pacífica, pacificada, aunque
sólo sea para dilucidar qué legislación se le aplica a un individuo). Para permanecer, la
frontera despliega una oferta de posibilidades tasada, donde jamás aparece ella misma.
Es decir, a Papá Noel le puedes pedir juguetes o no, pero no te puedes pedir a Papá


42 Judith Butler, Mecanismos psíquicos del poder: teorías sobre la sujeción, Madrid, Cátedra, 2001,

pág. 125.
43 A Nietzsche le llegó la idea de la obra de Zaratustra, a modo de descarga heraclítea. “Seis mil pies

más allá del hombre y del tiempo”, escribió en una nota. “Seis mil pies más allá” quiere decir otro
espacio allende el espacio típico del hombre y del tiempo. El espacio del ser, de la verdad, de la
libertad, el espacio que posibilita otro modo de ser (humano) y otro tiempo.
24

Noel. Por tanto, la solución, en verdad, no es destrozar una frontera, sino desimantarla,
hacerla inútil.

De nuevo otra archiconocida cita del Tractatus: “La lógica llena el mundo; los
límites del mundo son también sus límites”44. Como he apuntado antes, pensemos que
es la verdad quien habla (en lugar del autor). Describe la realidad a las mil maravillas.

Añádase otra cita, esta vez del llamado segundo Wittgenstein: “El movimiento
voluntario se caracteriza por la ausencia de asombro”45. En la realidad, la voluntad está
predeterminada, mermada de raíz. Si la voluntad no tiene capacidad de transformación
(si no se puede pedir a Papá Noel para Papá Noel), si verdaderamente no es libre, si no
deja espacio a la indeterminación, carece de asombro. Si, retomando a Platón, la filoso-
fía comienza con el asombro, ¿a qué podemos aspirar en realidad? A nada más que a la
realidad. Jamás a la verdad. La casa que está en venta siempre tiene un dueño funda-
mental: un determinado modo de vivir. La ley del mercado de la oferta y la demanda ya
está inmersa en las profundidades de la cita kantiana acerca del inicio de la Historia, con
la sociedad sedentaria, compartimentada, entificada, análoga a la sociedad actual occi-
dental imperante, opulenta y operante.

Volviendo una vez más al ejemplo del con(cep)trol “Estado”, alguien que piense
que no es necesario un Estado para una vida en sociedad convierte ese con(cep)trol en
desecho conceptual y trata de buscar otras soluciones (que no troquen en con(cep)troles,
por supuesto). Unos pocos conceptrans difuminan la (aparente) solidez de la mayoría de
los con(cep)troles. Piénsese.

Asimismo, ambos tipos de conceptos despliegan unos paisajes lingüísticos. La


supremacía de los con(cep)troles superpuebla el lenguaje, que se nos presenta conser-
vador, estático, tradicional. “Esta organización del discurso funcional es de importancia
vital; sirve como vehículo de coordinación y subordinación (…). El lenguaje unificado,
funcional (…) es un lenguaje irreconciliablemente anticrítico”46. Únicamente desde un
lenguaje conceptransformador podemos liberarnos de las rígidas cadenas del lenguaje
(véase la propuesta de David Bohm con el rheomodo en su obra La totalidad y el orden


44 Ludwig Wittgenstein, Tractatus logico-philosoficus, Madrid, Alianza, 2012, pág. 123.
45 Ludwig Wittgenstein, Investigaciones filosóficas, Ed. Crítica, Barcelona. 1988, pág. 385.
46 Herbert Marcuse, El hombre unidimensional, Barcelona, Austral, 2016, pág. 124.
25

implicado: “¿No sería posible cambiar la sintaxis y la forma gramatical al lenguaje para
que le dieran el papel principal al verbo en lugar del nombre?”47).

El lenguaje convencional, producto de la Historia sedentaria, es el que describe


Wittgenstein en el Tractatus. He aquí otra de sus archiconocidas citas: “Los límites de
mi lenguaje significan los límites de mi mundo”48. Aquí todo son límites, incluso el sig-
nificado. Mi lenguaje, mi mundo. El posesivo es fundamental, hijo del sedentarismo
inicial de la Historia. Es ¿necesario? (para evitar la separación) un nuevo lenguaje que
abra paso a las proyecciones lingüísticas de los conceptrans. Un lenguaje que no haya
sido entificado en rocas pétreas que marcan los caminos con un principio y un fin deter-
minados; un lenguaje de las profundidades, lenguaje po(i)ético que escapa (cual ideo-
grama), como el arte que rehúsa permanecer en el museo para fluir en el ser.

Los hechos de que se compone el mundo son productos, luego el mundo se con-
vierte en supermercado. Una y otra vez se olvidan los procesos, los abismos. Así como
las palabras, las cosas también tienen su historia. Una mesa no aparece por arte de ma-
gia. De nuevo Heidegger nos ofrece una pista: “Lo único que importa es que la verdad
del ser llegue al lenguaje y que el pensar alcance dicho lenguaje”49. Porque: “Lo inex-
presable, ciertamente, existe”50. Si existe, forma parte del ser. Un nuevo lenguaje que lo
recoja (que lo acoja) ayudará a destrozar los límites del mundo (fruto de un lenguaje
determinado) real. La clave está en proceder y no parar de proceder, evitando el produc-
to acabado que es presa del sistema, de cualquier sistema.

Incluso el verbo en infinito es sustantivado. Curiosamente el infinitivo es similar


al imperativo. El infinitivo es el modo de nombrar al verbo. Toda la acción se paraliza.
En cambio, las palabras (productos) requieren acción (procesos), tanto al escribirlas
como al hablarlas como al crearlas. Olvidar el proceso es limitar la comprensión, en
base a la unión al ser. La trascendencia es inherente a la separación. Todo lo separado
puede trascender al regresar al ser. La realidad ofrece su abanico: negación, afirmación,
superación, etc, etc. Todos ellos modos de control, de atribución ganancial (aunque sea
con el signo negativo). Como pasos a seguir, como hitos de un recorrido.


47 David Bohm, La totalidad y el orden implicado, Barcelona, Kairós, 2016, pág. 56.
48 Ludwig Wittgenstein, Tractatus logico-philosoficus, Madrid, Alianza, 2012, pág. 123.
49 Martin Heidegger, Carta sobre el Humanismo, Madrid, Alianza, 2013, pág. 63..
50 Ludwig Wittgenstein, Tractatus logico-philosoficus, Madrid, Alianza, 2012, pág. 144.
26

La realidad es atómica, no puede ser de otra manera. La era atómica supone el


paroxismo. La continua búsqueda, la perdición (en el ser) apunta más bien a la muerte
por inanición de la astucia de la razón, al proceso extático, no consumado, no consumi-
do, no con su miedo.

Por un lado: compresión (ente, con(cep)trol); por otro: comprensión (ser, con-
ceptrans). La compresión proviene de la comprensión. Ésta es una especie de rarefac-
ción, donde el sujeto amplía sus horizontes, sale de sí, comprende que es parte (no
apartada) del mundo, que no es ni un pedazo de carne ni de carne vivida ni animal
racional ni animal social ni espíritu pensante ni cuerpo y alma ni mente y cuerpo ni nada
definido ni definible definitivamente. El insujeto no olvida las bacterias que le limpian
los ojos, no olvida que su boca comunica con el ano, no olvida su fuente de indeter-
minación, su dispersión, no olvida que está traspasado por el ser, no olvida el aire que
respira, la energía que intercambia continuamente con el medio (en el ser, el medio no
puede convertirse en fin; no hay fines ni finales programados), la circulación de su san-
gre, la regeneración constante de su epidermis. Sabe, siente que todo lo suyo no es del
todo suyo. ¿Y si nuestros tejidos fuesen transparentes como los de esos extraños peces
abisales? Quizá fuésemos más conscientes. Porque la conciencia (véase el epígrafe “Ser
cuántico”) es un intercambio, un flujo. Se diría que la conciencia está afuera (del suje-
to), pero etiquetar con “dentro” o “afuera” es un síntoma de visión de realidad atómica,
de punto de visión entre partículas, por tanto, no una comprensión sino una compresión.

En el comprender lo crucial es el prefijo “com” (con). En cambio, el aprehender


(“prehendere” como atrapar) echa por tierra el significativo aspecto al que me refiero.
Pues aprehender es captar, coger, conocimientos–dato, ideas como si fueran partículas.
Por lo que, etimológicamente, la palabra “comprensión” ya parte de un paradigma ató-
mico, entificado.

En cuanto al ser humano, nuestro (harto complicado eliminar los posesivos en


¡nuestro! lenguaje: “Las palabras yo y mío son muestras de ignorancia”51) interior tam-
bién es un afuera. Vivimos (absolutamente) en una franja muy limitada, como en una
cinta de Moebius. En la realidad, la zona de intercambio es reducida. Por un lado, el yo;
por otro, el mundo. Vivimos en un tira de territorio, como la civilización egipcia a lo
largo del Nilo (quizá así nos vean algunas aves: apiñados al final del cielo). La cinta de

51 Ralph Waldo Emerson, Pensamientos para el futuro, Barcelona, Península, 2002, pág. 72.
27

Moebius simboliza la estrechez del concepto “yo”. ¿Por qué se dice que la muerte nos
vuelve a todos iguales? ¿Cuándo reparamos en que la cinta de Moebius está rellena: en
que bajo nuestra epidermis hay más órganos? Durante la enfermedad, por ejemplo. Am-
pliamos nuestro campo de visión (que pasa a ser de sensación): tenemos un riñón que
duele. Pero a lo largo de muchísimos años ese riñón no ha existido (¿es que no lo había-
mos tenido?), porque no lo hemos sentido. “Que no lo hayas sentido no quiere decir que
no exista”, nos dice la enfermedad. La muerte continúa: “Que tú te mueras no significa
que el mundo desaparezca”. Así, desde la cinta de Moebius, desde la superficie limita-
da, el afuera es el mundo exterior (la montaña que no vemos desde aquí), así como el
mundo interior (el riñón que no sentimos desde aquí). Desde aquí, digo. El aquí es un
espacio concreto, fronterizo, es un punto. El allí es el afuera. Sin embargo, curiosamente
el allí también está dentro de nosotros (por ejemplo, ese riñón maldito). El afuera y el
adentro no tienen un sentido objetivo, verdadero, como tampoco lo tiene el yo, el sujeto.
Son abstracciones que conforman la ab-realidad. “Yo no puedo señalarme a mí mismo
lo que estoy viendo por medio de una mano visual, ya que esta mano no señala a lo que
veo, sino que es parte de lo que veo”52.

Las interpretaciones (no hechos) nietzscheanas apuntan en este sentido. Sin em-
bargo, una interpretación también es en cierto modo un hecho, pues supone una obser-
vación: una separación entre observador y observado. Aunque la interpretación no pre-
tenda para sí el título oficial de verdad (al contrario que el hecho), también parte de la
separación. La interpretación es lo observado por el observador (sujeto, de ahí lo subje-
tivo de su carácter). Sin embargo, el hecho, que es lo observado, pretende ser objetivo,
ocultando al observador bajo el disfraz de la verdad.

Otro antropoejemplo para discernir entre realidad y verdad: Cuando te encuen-


tras enfermo, puedes tomarte un analgésico y pronto te encuentras bastante mejor. Pero:
¿Estás sano? ¿O sigues estando enfermo? ¿Estás sano y enfermo al mismo tiempo, co-
mo el gato vivo y muerto de Schrödinger? Parece que estés sano, realmente, pero sigues
estando enfermo en verdad. ¿Qué posibilita esa sensación de bienestar? La enfermedad.

La realidad olvida el ser, pero vive de ella. Entre todas las fórmulas preposicio-
nales: Vive de ella, vive en ella, vive con ella, vive por ella… Prima la preposición
(“de”) que indica posesión, propiedad, apropiación… y se obvia el carácter partici-

52 Ludwig Wittgenstein, Los cuadernos azul y marrón, Madrid, Tecnos, 2007, pág. 227.
28

pativo, cooperador. En cuanto a las fórmulas adverbiales, se delata el “así”. Véase: “Yo
soy así”, “la vida es así”. Una tradición siempre es así (no abierta a la traición). Es decir,
ser de este modo (y no de otro posible modo). Así es la realidad, de un determinado
modo. El ser de la realidad implica (y esconde) su deber ser para ocultar la separación
del ser.

En un plano trascendental, universal, absoluto, ahí donde dice vivir (cierta) filo-
sofía (o la filosofía cierta), una pregunta: Si hoy en día el homo sapiens conviviese con
el resto de los homo conocidos, que son unos cuantos, junto con los grandes simios
(esos que se conocen como “superiores” y también los “inferiores”), ¿dónde colocamos
el corte de la intersubjetividad? ¿Qué es lo característico, lo esencial, del humano? ¿De
qué humano? ¿Qué es la animalidad?

“La definición de una persona ante sí misma, por ejemplo, no se limita a sus
células. Podría tener partes del cuerpo paralizadas o amputadas y aún sería “la misma
persona, entera a pesar de la pérdida de partes. ¿Qué es pues esa persona? (…) La
identidad de toda entidad viviente proviene de sus relaciones con el medio ambiente.
Estamos familiarizados con esta paradoja. Es la paradoja de la estructura disipativa
expresada en un nuevo lenguaje. Un tallo de trigo es autónomo (separado); su
autonomía deriva de su interdependencia con lo circundante. La clave para resolver la
paradoja depende de cómo entendamos palabras como “proceso” y “relación”. Estamos
tan acostumbrados a pensar en “cosas” que al principio nos puede resultar difícil de
aprehender, aunque Bohm ya nos ha habituado a abandonar nuestra creencia en las
“cosas”. Aquí también es importante, porque el paradigma de la estructura disipativa ha
reemplazado las “cosas” por “estructuras en proceso”. Las estructuras en proceso disi-
pativo o autopoiético no son como máquinas que siguen siempre el mismo camino.
Tomemos como ejemplo una planta de trigo. La identidad de una planta de trigo se
define por una intrincada red de conexiones con el sol, el aire, el suelo. Estas conexio-
nes implican complejas reacciones moleculares que convierten la materia y la energía de
una forma a otra para mantener ese equilibrio dinámico que es la planta. Este equilibrio
dinámico significa que todos los diversos procesos del trigo permanecen en la misma
relación mutua pero están en movimiento constante”53.


53 John P. Briggs & F. David Peat, A través del maravilloso espejo del universo, Barcelona, Gedisa,

1996, pág. 194.


29

Incluso el concepto “vida” es sumamente difuso, borroso. Ni los biólogos se po-


nen de acuerdo. Información, replicación, metabolismo, ¿qué prima? Los virus están a
medio camino entre lo vivo y lo inerte y liquidan a muchos humanos. “¿Hasta qué punto
podemos decir que existe una distinción neta entre lo que está vivo y lo que no lo está?
Una molécula de dióxido de carbono que cruza la membrana de una célula para entrar
dentro de una hoja, no ‘empieza a vivir’ de repente, del mismo modo que una molécula
de oxígeno no ‘muere’ de pronto cuando es devuelta a la atmósfera. Más bien habrá que
considerar que la vida misma pertenece en cierto sentido a una totalidad que incluye
tanto a la planta como a su entorno”54.

Necesitamos una cura, pero de humildad.

Acontecimientos, relámpagos heraclíteos en los que el ser se revela (¿se rebela?)


y vuelve a ocultarse. ¿Por qué es necesario (en el ser es necesaria la posibilidad) el vela-
miento/desvelamiento? Porque una fosilización del relámpago podría convertirse en ar-
jé. El relámpago es inesperado, es indeterminado (e indeterminante en el sentido que no
puede determinar ni terminar ni llevar a término), se presenta y no representa algo. Si el
relámpago pudiese fosilizarse, velaría otros relámpagos, la apertura a otras posibi-
lidades, mientras dirige nuestra mirada hacia él. El relámpago fosilizado se tornaría en
ejemplo, en modelo, en camino. La luz sólo puede surgir de la oscuridad. Pero cuando
una luz surge y permanece, crea su propio espacio–tiempo (ilustrado, que ilumina), olvi-
dando la verdad de donde surgió. Una cultura es un conjunto de esas luces, un conjunto
de relámpagos fosilizados. Sin embargo, la verdad no está a otro nivel, separada. Ale-
jándote de la ciudad podrás observar las estrellas. Pero esas estrellas no están en otro
espacio, en otro cielo, sino en el mismo lugar donde antes no podías verlas. Un modelo
de vida metropolitano conlleva muchísimas consecuencias, el ocultamiento del cielo só-
lo es una de ellas. Por ende: el arjé (véase modo de vida metropolitano fundamentado en
la necesidad de propiedad –tengo trabajo, tengo dinero, tengo ocio, tengo etc–) se torna
causa.

Ahora podrá decirse desde la realidad: Gracias a la separación, al conocimiento


científico de sujeto a objeto, de observador a observado, podemos saber cómo es el pro-
ceso de formación del relámpago, entre otros. Reitero: no es cuestión de rechazar la abs-
tracción fruto de la separación, sino de no convertirla en frontera. Heráclito, Lao Tse y

54 David Bohm, La totalidad y el orden implicado, Barcelona, Kairós, 2016, pág. 269.
30

otros desconocían estos datos aportados por la ciencia pero así lo intuyeron, lo sintieron.
Profundizaron (profundizar no es encerrarse en sí mismo sino salir –que es lo mismo
que entrar–), escaparon de sus cuerpos como meras carcasas y se fundieron en el ser.

El relámpago muestra energía. Pero esa energía no le pertenece. Por tanto, el re-
lámpago no puede hipostasiarse en ente, en materia. El relámpago forma parte de un
proceso. Él solamente se presenta como parte del proceso, pero no representa el proce-
so. El relámpago no es un producto de nada. No es un término, con él no se acaba el
proceso, el proceso es continuo. Que el ser humano dé importancia a ciertas partes del
proceso (como la visión del relámpago o la escucha del trueno) no significa que las
otras partes carezcan de valor. De nuevo: el valor aparece tras la separación. Lo que co-
nocemos “a ciencia cierta”: ¿es más valioso porque sí?, ¿o nos es más válido? El prefijo
“co” de “conocemos” es harto significativo: nos im-pone (como poner dentro) en rela-
ción. Otra archiconocida palabra que comienza con ese mismo prefijo es “conciencia”.

“La conciencia nos hace a todos sujetos”55. Otro apunte, por el momento, en tor-
no a la controvertida palabra “conciencia”, que se ha tornado un con(cep)trol, una abs-
tracción ideal, un hálito corporal, cientos de cosas. Asimismo, “mente”, “razón”… Mas
sólo sirven para separar, cuales fronteras. Véase la siguiente frase: “Soy consciente de
que mucha gente pasa hambre en el mundo”. ¿Qué es lo importante? ¿Que yo sea cons-
ciente de eso? ¿O eso (que mucha gente pase hambre en el mundo) en sí? Podemos eli-
minar la primera parte y decir: “Mucha gente pasa hambre en el mundo”. Así no le qui-
tamos protagonismo con nuestra presencia y nuestra opinión.

“La separación es una apariencia. Al igual que el sueño no está separado del so-
ñador, el conocer no está separado del ser. El sueño es el soñador, el conocimiento es el
conocedor, la distinción es meramente verbal”56. No hay astucia de la razón sino el astu-
to que usa la astucia de la razón. No hay dilema uso–abuso, se trata de una mera grada-
ción. Todo uso posibilita un ab-uso (desde el uso). Sólo tras la separación: lo gradual, lo
categorial, lo subjetivo, lo objetivo. En el ser, no hay abuso de autoridad, pues la autori-
dad es en sí un abuso.


55 Judith Butler, Mecanismos psíquicos del poder: teorías sobre la sujeción, Madrid, Cátedra, 2001,

pág. 119.
56 Sri Nisargadatta Maharaj, Yo soy eso, Málaga, Sirio, 2003, pág 161.
31

La complejidad estructural no define al ser humano sino al revés: nos abre, nos
arroja al ser. Además, la complejidad estructural (en cuanto integral) suele aparecer co-
mo base, utilizarse como fundamento del que se deriva nuestra superioridad, que nos
dota de mayores capacidades, etc, etc… Pero las capacidades nos llevan irremi-
siblemente a contenedores, parten de un nivel cuantitativo. Véase la siguiente frase: “Yo
soy capaz de…”. El yo es el contenedor sin el cual no es posible la capacidad. Un
argumento exclusivamente válido en y para la realidad. Así, un yo será más que otro
cuando sea más capaz de. De nuevo: la medida genera el valor. El vector, la dirección
primigenia no parte del sujeto, del humano, sino del ser. Y no se queda en el humano, el
ser no le pasa el relevo y se aparta. El ser atraviesa al humano por doquier. Inelucta-
blemente, por muy supersujeto que se crea, el humano es parte del ser. El supersujeto
cree ser él, aparte, él mismo. El supersujeto recorta su silueta del ser y continúa con su
vida alienada. La separación es la alienación primigenia. La realidad se apropia de la
verdad con un título de propiedad falso. Tenedores requieren contenedores.

En cualquier caso, lo que hace el humano (y la hormiga y la nube y la silla) es


estar en el ser, no ser él mismo el ser. Mucho mejor en gerundio: “estando”, que denota
flujo, acción, anticosificación. La divisibilidad es fruto de la abstracción. (Como vere-
mos, el nuevo paradigma cuántico así lo muestra. El observador y lo observado no son
separables). Claro que todo puede resultar abstracto, todo puede resultar divisible (que
resulte no significa que sea necesariamente), pero entonces hay que atenerse a las conse-
cuencias. Yo me coloco frente al espejo, ¿para qué? Para mirarme (a mí). Pero el fondo
(que obvio) es lo que hace posible que yo me vea como un “yo”, que pueda existir ese
espejo, etc, etc. Olvido el ser:

“Pues no aislarás a lo que es, de su conexión con lo que es” –o también traduci-
do más literalmente como– “No apartarás a lo que es de estar con lo que es”57.

La verdad como adecuación también surge tras la separación (sujeto–objeto). Es


el ente quien juzga la adecuación, quien proyecta el vector, como aquella vieja teoría
científica que postulaba que los rayos de luz emanaban de los ojos, simplemente para
facilitar el cómputo geométrico, con el objetivo de formular las leyes naturales de refle-
xión y refracción.


57 Parménides, Poema, Madrid, Akal, 2007, pág. 106.
32

En el ser, desde el ser, no se puede idear una ética para llevarla a la realidad.
Como el relámpago no se puede fosilizar (aunque sí en la realidad). Ahora bien, desde
la realidad, se pueden proponer modelos autodestructivos en aras a la construcción de
un espacio de mayor libertad hacia el ser (eliminación de fronteras), en aras a la trans-
formación, a la no separación. “Está claro que la ética no resulta expresable. La ética es
trascendental”58. ¿Por qué Nietzsche no escribió su ética? ¿Una ética del superhombre?
Cada superhumano ha de llevar a cabo su ética, su búsqueda constante sabiendo que no
hay premio ni tesoro real sino inmersión en el ser (participación en la verdad), evitando
caer en las redes de los rediles de la realidad. Una (sola) ética superhumana devendría
(se vendería como) necesaria. Esa ética podría constituirse (instituirse) arjé, por lo que
supondría una contradicción. El modo de ser del superhumano debe abrazar continua-
mente el ser, para no hipostasiarse y restringir el espacio de libertades. Claro que aquí
Nietzsche calla. Ese mejor callar, diría Wittgenstein. No se puede tejer una ética porque
menoscabaría la libertad concreta, el potencial inherente al ser. Toda ética (práctica, no
ideal) superhumana, vista desde la realidad, es sui géneris. La unicidad aparece tras la
comparación. Sin embargo, no significa que la unicidad sea especial, única, de un cariz
privilegiado, separado. La unicidad desde la realidad es síntoma de (búsqueda de) uni-
dad con el ser.

La ética hacia el ser sólo puede presentarse formalmente, crítica con las estruc-
turas ocultas que convierten una realidad en (aparentemente) necesaria. Si el ser es la
fuente de posibilidad de la ética, si en el ser todo es relacional, obviar algunas partes
(separar) conlleva limitar la libertad. Esta ética no se quedaría en los hechos, se pregun-
taría por los no–hechos; el ser no impone condiciones de posibilidad sino la realidad.

Cuando Habermas le preguntó a Marcuse qué entendía él por una vida mejor, és-
te le contestó (más o menos) que esa pregunta ya reflejaba un problema de peso. La ver-
dad es una luz que no ciega sino que apaga las otras luces que ciegan, como esa aurora
donde se entremezclan los contrarios día–noche, donde el cielo y la luna comparten cie-
lo, mostrando que los opuestos no son más que abstracciones ilusorias [con(cep)troles].

Desde la realidad, se pueden proponer modos deconstructivos que nos acerquen


al muro primordial (tanto metafísico como físico). Si el sedentarismo, tanto a un nivel


58 Ludwig Wittgenstein, Tractatus logico-philosoficus, Madrid, Alianza, 2012, pág. 142.
33

conceptual como de praxis, resultó y sigue resultando un aliado de la realidad, ¿un no-
madismo (movimiento, impropiedad…) deconstruiría el modelo cultural–epocal?

“El riesgo de renormalización está siempre presente”59. En otras palabras: “Hay


que estar sentado lo menos posible”60. ¿Por qué? ¿Cuándo te pueden normalizar? Cuan-
do te apresan, cuando te conviertes (o te convierten) en sujeto, en sofá, en número. Ahí
nace la subordinación. No hay subordinación sin sujeción como no hay sujeción sin
separación. La sujeción es una imposición, véase la asignación de un número en un car-
net de identidad (una falsa identidad asignada, una pseudodiferencia, porque es la forma
lo que prima: algo cerrado, asible, cuantificable). Te imponen ser de una determinada
manera. Te obligan a tener una identidad (lo que no te convierte en diferente sino en
idéntico a priori). Te separan del océano de libertad del ser. El deber ser de tu ser está
predeterminado. Diferentes modos de ser, siempre dentro de unos límites.

La expresión pensar lo imposible, lo impensable ya esconde un residuo metafí-


sico kantiano, de condición de posibilidad del pensamiento, donde prima el sujeto. En
su lugar: pensar lo impensado, ya que todas las posibilidades descansan en el ser, no en
el sujeto. “Que este materialismo del encuentro haya sido reprimido por la tradición
filosófica no significa que haya sido ignorado por ella: era demasiado peligroso. Por eso
fue muy pronto interpretado, reprimido y desviado hacia un idealismo de la libertad”61.
Hacer lo inesperado, por ahí campa la libertad. El sistema, el modelo de sociedad [la
realidad sobre(im)puesta al ser] se vende como el menos malo pero se compra como
necesario. “Con la posesión ya no estoy fuera sino que me quedo en mi casa. La noción
en cuanto posesión es propiedad mía. El poder transforma el mero ser en posesión”62.

Tras todos estos siglos de Historia, escuchemos de nuevo a Heidegger: “La ver-
dad nunca es en sí, disponible por sí misma, sino que tiene que ser conquistada en la
lucha”63. Desenmascarar, en el sentido nietzscheano. El nihilismo no es un camino de
rosas, hay que regresar por la autopista (de peaje) que ha trazado la Historia, es decir, en
dirección prohibida, a lo kamikaze, derribando un con(cep)trol tras otro. Y una vez en el
punto de partida, lanzarse al precipicio del ser para comenzar un nuevo camino, camino


59 Judith Butler, Mecanismos psíquicos del poder: teorías sobre la sujeción, Madrid, Cátedra, 200, pág.

106.
60 Friedrich Nietzsche, Ecce homo, Barcelona, Edicomunicación, 1997, pág. 47.
61 Louis Althusser, Para un materialismo aleatorio, Madrid, Arena, 2002, pág. 32.
62 Byung-Chul Han, Sobre el poder, Barcelona, Herder, Barcelona, 2016, pág 89.
63 Martin Heidegger, Parménides, Madrid, Akal, 2005, pág. 25.
34

invisible (para evitar ser modelo de otros) no de superhumano ni de transhumano ni de


nada etiquetable. En palabras de Stravinsky: “Elegir un solo camino es retroceder”.

La ilustración que sigue representa tres estadios: 1) la Historia de los Hechos; 2)


el camino hacia el nihilismo; 3) la inmersión en el ser, la estancia inseparada.

En 1) las categorías metafísicas despliegan sus con(cep)troles. Conforman una


determinada superestructura que aparenta ser necesaria, un espacio y un tiempo adecua-
dos, un momento, en el sentido de la física cuántica: aunando masa y velocidad. Es de-
cir, la línea avanza (imaginariamente) cual avalancha continua (de ahí el peso de la tra-
dición). Sin embargo, aunque aparentemente dinámica, la superestructura es rígida y es-
tática, no admite cambio en ese aspecto, pues nace de la separación y crea separaciones.

2) muestra el camino hacia al nihilismo: el proceso de descompresión hacia una


mayor comprensión, proceso de desestructuración, de transformación, de búsqueda de la
verdad. “No hay libertad, no puede ser la libertad sin la liberación”64, que recuerda a


64 Reiner Schürmann, El principio de anarquía, Madrid, Arena, 2017, pág. 131.
35

aquella frase de Wittgenstein de que sólo es revolucionario quien puede revolucionarse


a sí mismo.

Por último, en 3) la inmersión en el ser, donde poco se puede decir (concretar)


desde la realidad, aunque sí se pueda mostrar. Véase la originalidad del relámpago. “El
origen, en cuanto una venida a la presencia, no es un fundamento”65. Así pues, una ética
basada en la originalidad es indeterminable, pues la originalidad no es entificable. La
originalidad es una búsqueda constante en el ser, en el campo de las posibilidades. (Ser
original, no hacer algo original). Una renuncia a la imitación, a la cosificación. La origi-
nalidad es la herramienta errante. “Definir la originalidad supondría una contradicción,
puesto que cualquier acción que pueda ser definida de este modo deja automáticamente
de serlo”66. La originalidad es un conceptrans.

“‘Dejar ser’ es la única salida porque 1) desplaza el conflicto, 2) es esencialmen-


te a-teleocrático, 3) es preparador de una economía anárquica”67. Esto vendría a signifi-
car que el ente deje ser al ser que es el ente, que el ente deje salir al ser de sí. Heidegger
parece apostar por el principio oriental del wu–wei, entendido no como no hacer sino
como no hacer lo prescrito, como no obedecer. He aquí una interpretación típicamente
occidental del wu–wei: “Si la lucidez desembocaba en la inacción, ¿no se volvía
sospechosa, no encubría una forma particu-larmente diabólica de ceguera?”68. Dejemos
que Lao Tse responda: “Mediante la no acción todo puede hacerse”69.

Recuerda a las pintadas de París de Mayo del 68 que rezaban “las estructuras no
van a la calle”, a lo que Lacan respondió que precisamente por las estructuras se había
ido a la calle. Seamos realistas, pidamos lo imposible, se decía. Busquemos horizontes
suicidas, podría añadirse. Mas cuando la realidad se comprime hasta el nivel de ampu-
tación del sueño, se requiere una vuelta de tuerca: las estructuras han de convertirse en
calles. Perenne el peligro de separación: “Peligrosa distinción entre teoría y práctica”70.

La sedentarización conceptual, como manipulación, imposición velada, puede


llevarse a término gracias a la connivencia de una autolimitación general, fruto de la
idiotez (en su sentido etimológico, que se verá en el siguiente epígrafe) del rebaño.

65 Ibídem, pág. 125.
66 David Bohm, Sobre la creatividad, Barcelona, Kairós, 2013, pág. 34.
67 Reiner Schürmann, El principio de anarquía, Madrid, Arena, 2017, pág. 393.
68 Julio Cortázar, Rayuela, Madrid, Cátedra, 2012, pág. 143.
69 Fritjof Capra, El tao de la física, Málaga, Sirio, 2017, pág. 141.
70 Friedrich Nietzsche, La voluntad de poder, Madrid, Edaf, 2015, pág. 321.
36

La siguiente ilustración refleja (de forma harto abstracta) la relación entre el ser
y el ser humano a lo largo de la Historia occidental:

El punto 1) remite a la prehistoria; el 2) a la sedentarización, en torno a la llama-


da “revolución neolítica”; el 3) a la Edad Antigua y Edad Media; el 4) a la Edad Moder-
na y el 5) a la contemporaneidad–actualidad. El sujeto humano se ha ido concretando, se
ha ido haciendo más y más fuerte (es decir, ha fortalecido sus fronteras), y, por ende,
más seguro. “La ametralladora, el aparato de fotos, la palabra, el cartel, tienen todos la
misma función fundamental de poner los objetos a seguro”71. [Curiosamente el punto 1)
coincide con la descripción del paradigma cuántico, donde todo forma parte de la uni-
dad dinámica del ser]. Despido este epígrafe con otro verso de Nirvana, de la canción
Lounge Act: “Truth covered in security”72, que superdefine la realidad.


71 Reiner Schürmann, El principio de anarquía, Madrid, Arena, 2017, pág. 391.
72 Nirvana. (1991). Lounge Act. En Nevermind [CD]. Santa Mónica, U.S.: DGC Records.
37

“Nuestras vigas están podridas”73.

Griegos idiotas.

En la archivenerada Grecia y sus alrededores, ante todo: el ocio (como no nego-


cio) que posibilita la filosofía, se basa en una sociedad esclavista. Para que exista una
sociedad esclavista, el elevado nivel de sujeción ya es cosificante. El tiempo libre (ocio)
no es original, el tiempo libre nace tras un uso de la esclavitud. Un tiempo libre propia-
mente original sería, por ejemplo, el de las sociedades nómadas recolectoras. Cuando
éstas han sido adscritas a un lugar concreto y permanente, cuando se les ha reducido el
espacio, como ha ocurrido en tribus del Amazonas, y les han obligado a cultivar unas
determinadas tierras, les han impuesto la pesada carga del trabajo, desconocida para
ellos. Tierra y libertad, dicen, pero la tierra esclaviza. Tierra (entendida como porción) y
libertad son antónimos. Así pues, en la Antigua Grecia el trabajo ya aparece en cierto
sentido como carga, no como medio de transformación del mundo.

Este matiz marxiano, crítico, desalienante, no debería detenerse en Grecia sino


adentrarse en la prehistoria, en la miríada de prehistorias. Obvio que la gran Historia ya
había comenzado. Tras la Edad del Cobre las élites controlan la extracción de los meta-
les. Poder: dinero, armas, vino, piedras preciosas, herramientas agropecuarias. Curiosa-
mente la raíz latina “pecus” que significa ganado, se convirtió en “pecunia”: dinero.
Síntoma de una instrumentalización de la naturaleza.

“La cuantificación de la naturaleza, que llevó a su explicación en términos de es-


tructuras matemáticas, separó la realidad de todos sus fines inherentes, y consecuen-
temente, separó lo verdadero de lo bueno, la ciencia de la ética”74. Si un cerdo, por


73 Henry D. Thoreau, Desobediencia civil y otros escritos, Madrid, Alianza, 2010, pág. 69.
74 Herbert Marcuse, El hombre unidimensional, Barcelona, Austral, 2016, pág. 163.
38

poner un ejemplo, se convierte en lingote, este lingote (importante tener en cuenta la ge-
nealogía de las cosas, sus procesos) desprende porcineidad a todo aquel que lo posea.
Análogamente, en la actualidad, quien compra unas zapatillas en Europa que han sido
trabajadas por un niño en Vietnam. El olvido de la historia de las cosas, de sus procesos,
vela, en este caso, el maltrato infantil. Producción, especialización. Olvido.

En el siglo –VI en Oriente algunos ya callaban y actuaban. Como si sospecharan


de la que se venía encima. Criticaban los sacrificios animales a las divinidades, los ri-
tuales dogmáticos, se mantenían en unidad con la naturaleza, contra el dualismo. Preci-
samente su lucidez no desembocaba en la inacción (en la cita de Cortázar), sino en la no
acción, el wu–wei. Ojo, repito que no se trata de pasividad, de dejar de hacer, de dejar
hacer, sino de hacer nada (no: de no hacer nada). Nada que esperen que hagas. Nada
predeterminado. En el oráculo de Delfos aparecían varias máximas. El famoso conócete
a ti mismo: ¿Qué hay que hacer para conocerse a uno mismo? No introducirnos en
nosotros mismos sino todo lo contrario, salir, tomar distancia de nosotros mismos. De-
beríamos completar la exhortación: “Conócete a ti mismo como parte de un mundo in-
terconectado que cambia con rapidez”75.

Zhuang Zi apuntilla: “Abandona tu cuerpo”76. Lo que no implica un suicidio, si-


no una profundización, una transformación desde la cual puedes comprender. Porque el
sentido es inmersión en el ser. Todo supersujeto pierde el sentido de la verdad (no así el
sentido limitado de la realidad), pues el sentido no se encuentra en su ego sino afuera.
En cambio, el insujeto trata de perderse en el sentido, único modo de comprender. Sólo
(nos) podemos conocer desde el ser, no desde el ente. La profundidad siempre es hacia
fuera. “Estamos fuera de nuestra cabeza. Estamos en el mundo y somos del mundo. So-
mos patrones de implicación activa, con fronteras fluidas y componentes cambiantes”77.

Cuando profundizamos, derribamos con(cep)troles que nos limitan.

Nada en demasía, otra máxima del Oráculo de Delfos que se ha interpretado


habitualmente como prudencia, phrónesis, saber práctico. Ello implica un hacer conser-
vador, dócil y obediente. Pero caben otras interpretaciones.


75 Ervin Laszlo, El cambio cuántico, Barcelona, Kairós, Barcelona, 2013, pág. 14.
76 Zhuang Zi, Zhuang Zi “Maestro Chuang Tsé”, Barcelona, Kairós, 1996, pág. 128.
77 Alva Nöe, Fuera de la cabeza, Barcelona, Kairós, 2010, pág. 221.
39

Hay demasiada nada, es decir, queda casi todo por hacer. Convierte esa todavía
nada en algo nuevo. Arráncate las cadenas de la tradición. Sé original. ¿Verdad que algo
original nunca puede ser falso? ¿Por qué? Porque lo verdadero/falso llega tras la compa-
ración con el modelo, y lo original siempre es incomparable. El superhumano78 abraza
la voluntad de poder busca continuamente la originalidad. El lenguaje conservador nos
limita: necesitamos que la originalidad se convierta en verbo. Originar es lo propio del
superhumano como insujeto. Mejor dicho: Originando. Originando, el superhumano se
torna ultrahumano, yendo más allá del concepto de humanidad o antihumanidad, para
adentrarse en la indefinición del ser. En relación con el tiempo humano, que funda lo
histórico, Ilya Prigogine nos aporta una pista desde las profundidades del ser:

“Como las estructuras disipativas están acopladas (pensemos en todas las es-
tructuras disipativas acopladas en nuestro cuerpo), cobran una dirección coherente que
nosotros, como observadores macroscópicos, llamamos una dirección del pasado al
futuro”79.

Pero sólo tras la separación juzgamos la coherencia. Algo es coher-ente. Las


paradojas de Zenón critican la separación (recordemos que “crisis”, “crítica” provienen
de “krínein”, que significa separar, analizar) espacio–temporal, cuna del mecanicismo y
del positivismo. La separación se va expandiendo (genera separaciones, sólo separacio-
nes): el logos se convierte en ratio, la madre en metro. Todo se parcela, se acuartela.
Cuando en el ser no hay cuartel ni cartel ni cárcel.

Las reformas democráticas de Solón, Clístenes y Pericles también ofrecen pistas.


Los linajes, los genes, las razas son menos controlables, por eso se adscriben a la tierra.
Realmente no importa quién seas (cómo seas) sino lo que consta en tu carnet, por eso el
domicilio es imprescindible en toda identidad. Y hoy también, el número de teléfono
móvil, el correo electrónico y derivados… Son espacios comunes, pero no como base de
una comunidad democrática, sino como fuente perenne de sedentarización, como nece-
sidad a priori. El dónde es un dónde preciso, concreto, limitado. El don-de-la-precisión
de la mano de la precisión del reloj del tiempo real. En cierto sentido, Alva Nöe escribe:


78 Por usar el término nietzscheano, en un sentido que abarque tanto transhumanidad como
antihumanidad u otras formas no establecidas de humanidad en torno a la búsqueda de lo otro de
sí.
79 John P. Briggs & F. David Peat, A través del maravilloso espejo del universo, Barcelona, Gedisa,

1996, pág. 191.


40

“Somos lugares en los que sucede algo. Somos amplios” 80. Pero no es que seamos luga-
res, sino más bien que somos tratados así, pues somos controlados más fácilmente como
lugares, como porciones. Para amplificarnos, para ser más amplios, debemos salir de
nuestros lugares, derribar las fronteras obligatorias de la realidad.

Por tanto, en la Antigua Grecia, el título de ciudadano, su modelo de ciudadanía


escondía importantes residuos de sumisión. Y la sujeción se fue acrecentando: reforma
monetaria, codificación del derecho. Concreciones y más concreciones. En el año –451,
ley de ciudadanía. Los jornaleros ya pueden participar en política: venga, a remar en los
enfrentamientos bélicos marítimos; poco después, en el –448, un Congreso de Paz
panhelénico para disfrazar un imperialismo cada vez más acuciante. Como la democra-
cia, también la paz es a posteriori.

El siguiente verso de Kavafis es harto significativo:

“¿Y ahora qué va a ser de nosotros sin los bárbaros? Aquellas gentes eran una
especie de solución” 81.

Sólo cuando la separación se afianza en el modo de ser, en un modo de ser, se


produce la entificación, incluido el humano, por supuesto (por su puesto). Los concep-
tos sedentarios trocan en con(cep)troles. Aparecen los dioses.

“Tal vez se pueda ver en la palabra “theos” una raíz común con nombres como
el de la diosa Tetis, madre de Aquiles, aunque había otras Volksetymologien que la ha-
cían provenir del verbo “theaomai” (contemplar) o de la palabra “deos” (miedo). Como
quiera que fuese la palabra “dios” (theos) es predicativa en griego, y significa ante todo
“algo que ocurre”82.

¿Qué fue primero? La contemplación precede al miedo. La contemplación no


implica el miedo, aquélla es condición necesaria pero no suficiente. Los dioses, produc-
tos del miedo (a su vez convertido en producto), se van separando más y más, por lo que
el miedo se acrecienta. Los dioses absorben ese superávit para retornarlo posteriormente
a los (ya) súbditos humanos, cerrando el círculo, la cárcel modal. Las cadenas que unen
al sujeto y al con(cep)trol están formadas por un residuo pegajoso, un halo de necesidad

80 Alva Nöe, Fuera de la cabeza, Barcelona, Kairós, 2010, pág. 124.
81 Konstantinos Kavafis, Obra escogida, Barcelona, Edicomunicación, 1995, pág. 22.
82 David Hernández De la Fuente & Raquel López Melero, Civilización Griega, Madrid, Alianza, 2014,

pág. 148.
41

y de satisfacción. La “d” de dios se convertirá en mayúscula. El humano se refugia en su


propio miedo, que antes era mera contemplación, se separa de él, para volver a él en-
mascarado, endiosado… y luego se olvida de esa separación primigenia. Sale de un re-
fugio para refugiarse en otro. Y Dios, que es subido a los cielos (o a los infiernos, poco
importa el lugar), para evitar los males, todo tipo de sufrimientos (como pérdidas: de la
vida, del hogar…), se convierte en un posible mal, un castigo, que refuerza las cadenas.

“Dios (…) es la prohibición de pensar”83.

Tras la sumisión a esa prohibición (la vida con(cep)trolada), el sujeto no sólo ne-
cesita otros sujetos cuasi idénticos con los que interactuar sino otro tipo de sujetos a los
que obedecer. Tras los con(cep)troles hay sujetos (del tipo alcaide). Los con(cep)troles
no son ideas platónicas, precisamente. La identidad, la igualdad ante la ley típica del
Estado moderno, no es posible sin esta estructura férrea de delimitación, de reparto de
papeles. Por eso toda revolución se sale del guión, es histérica, aHistórica; y cuando se
normaliza, deja de ser revolución. La subordinación, con tal grado de separación a sus
espaldas, ha olvidado el sentido de su fundamento. Se cubre de una pátina plácida, nece-
saria, felizmente necesaria.

“La vuelta en dirección a la voz de la ley indica cierto deseo de ser contemplado
por la cara de la autoridad”84.

En el discurso fúnebre de Pericles, a los que se preocupan sólo por lo suyo, por
lo particular, se les llama idiotas. Ambos términos, en griego, poseen la misma raíz:
“ἰδιώτης” (idiota) y “ἴδιον” (particular). Muchas fuentes (Menexeno de Platón, Vidas de
Plutarco, Guerra del Peloponeso de Tucídides) nos hablan de Aspasia de Mileto, com-
pañera sentimental de Pericles: muy inteligente, hábil retórica, etc. Es probable que ella
le escribiese el discurso a Pericles. Ella: mujer, sin derechos políticos, no ciudadana,
extranjera, bárbara. Cuando un idiota es el que se preocupa por lo particular, el signifi-
cado de idiota se expande por doquier: idiota es el patriota, idiota es el egocéntrico,
idiota es el líder… Idiota es todo aquel que se autolimita con al menos un con(cep)trol.
Lo particular es la parte interior de la frontera, el contenido, lo poseído, lo propio.
Posesión y propiedad sólo son dos grados sucesivos de relación con el lugar. Sin


83 Friedrich Nietzsche, Ecce homo, Barcelona, Edicomunicación, 1997, pág. 44.
84 Judith Butler, Mecanismos psíquicos del poder: teorías sobre la sujeción, Madrid, Cátedra, 2001,

pág. 125-126.
42

embargo, en el ser no hay un lugar divisible, pues el ser no admite división, ésta sólo es
posible tras la separación. Paradójicamente, en la realidad, la separación de poderes
acarrea más Poder.

En la mitología: ¿por qué siempre del caos al cosmos (orden)? Parece lo normal,
lo racional. ¿Obra de la astucia de la razón? No:

“Un ‘sujeto’, sea cual fuere (individuo, ciudadano, Estado) (…) siempre tiene la
fuerza o la forma protectora de una barrera. La barrera interrumpe, luego acumula y
canaliza la energía (…) Este ‘sistema’ y esta ‘Idea’ son ante todo construcciones produ-
cidas para resistir lo que es experimentado como una amenaza”85.

Adorno y Horkheimer vieron en la figura de Ulises de Ítaca al prototipo de bur-


gués, interesado, un astuto (de la razón). Al hilo, Aquiles, cuando se rebela en plena ba-
talla de Troya, no encara el problema principal (la sumisión a una autoridad) convirtién-
dose en un individualista, en otro idiota, eso sí, con el cariz de libertario, revolucionario.
Así, ese límite, el de la superioridad de la autoridad, permanecerá hasta que compren-
damos. Pero, ¿basta con comprender? No. La utilidad de la realidad se basa en la sepa-
ración, en la frontera. Por lo que, al igual que desimantar las fronteras, hay que inutilizar
la separación, convertirla en desecho conceptual. Desde el ser siempre emerge la nece-
sidad de la posibilidad.

En Roma, los plebeyos son los hijos de la tierra (terrae filii), sin linaje. Los pa-
tricios (patricii) son los hijos de los padres, patronos (patronus), que se benefician de la
tierra. Los patricios separan sus manos de la tierra. La tierra es trabajada por súbditos.
El producto de la tierra se convierte en una magnitud intermedia, que a su vez separa a
los amos de los siervos. Sujetos como bienes muebles, que facilitan la tributación y el
reclutamiento. La separación se convierte en multidireccional. En la globalización ac-
tual vivimos (sufrimos) el paroxismo de la separación: “La cabezonada de un capital sin
cabeza”86.

El capitalismo es un cementerio edificado sobre una fosa nada común: la de los


otros posibles modos de vida. Por su parte, el cementerio rebosa vida de una forma es-


85 Jacques Derrida & Élisabeth Roudinesco, Y mañana, qué…, Buenos Aires, Fondo de Cultura
Económica, 2009, pág. 194-195.
86 Jacques Derrida, El monolingüismo del otro, Buenos Aires, Manantial, 1997, pág. 49.
43

pectacular. “Esta sociedad, que suprime la distancia geográfica, concentra una distancia
interior a modo de separación espectacular”87.

En cuanto al grado de separación, no es lo mismo una superproducción de Ho-


llywood que una foto clandestina de los Sonderkommando. Ambas son representacio-
nes, pero la menor separación en el caso de la fotografía nos acerca al ser. En cambio,
en el caso de la superproducción debemos deconstruir escenarios, retoques, montajes,
efectos, etc, etc… El arte es esa vía hacia el ser, un modo de acercamiento, que nos
muestra fronteras de la realidad que permanecían ocultas, por lo que facilitan la crítica y
nos abren a otros modos de pensamiento, sentimiento, ampliando el campo de libertad.
El arte es el contacto con la verdad, lo que muestra que la realidad no está separada. En
ese sentido, en el ejemplo anterior, la foto es mucho más artística que la película.

La realidad se basa en hechos reales. La verdad en no–hechos posibles.

Las fronteras también pueden ser virtuales, como demuestran los con(cep)troles,
limitaciones del pensar. En internet existen identidades, usuarios. La comunicación flu-
ye a través de canales determinados [propiedades (de propietarios) con sus propiedades
(atributos)]. De punto a punto, de número a número, de nombre a nombre. Los canales
parecen facilitar la comunicación, acercar espacios aparentemente lejanos, pero también
merman las demás posibilidades que no caben fuera del canal, que se tornan invisibles.
En ese sentido, internet es un relámpago fosilizado. Todo canal porta consigo unos a-
prioris, unas reglas, unas medidas… la comunicación está sesgada de primera mano.

Hemos de despertar del sueño griego entendido como cimiento absoluto de corte
causal. Un hilo residual (traza) mana de todo arjé: la unión al ser que se vela como
consecuencia de la presencia de una realidad privilegiada.

Por ejemplo, ¿qué fue (es) del sueño americano? El sueño americano no era el
sueño de quien soñaba con una vida mejor sino un tipo de sueño que podía soñar (que le
era permito soñar a) todo aquel que quería buscar una vida mejor en Estados Unidos.
Estados Unidos compraba sueños gratis, por eso se enriqueció tanto con las ventas.


87 Guy Debord, La sociedad del espectáculo, Valencia, Pre-textos, 2002, pág. 144.
44

“Es hora de darse cuenta de que teoría y observación, en física y fuera de la física, están
inexorablemente unidas”88.

Ser cuántico.

Como se ha ido apuntando, lo cuántico no es un universo separado, no es crea-


ción de nuestra mente (o de la de los científicos, especialmente), sino algo objetivo. En-
tiéndase por objetivo algo que sucede independientemente del ser humano. El problema
es que no estamos acostumbrados a semejantes paradojas (onda/partícula, indistinción,
incertidumbre, dispersión…) que hacen temblar nuestro modo de pensar racional, tan
aparentemente seguro, certero, etc, etc. “La cuestión de la localidad o no-localidad pier-
de sentido, porque no hay influencias transmitidas entres dos partículas, sino un todo
inanalizable, o, si se quiere, un sistema no-separable” 89.

En el famoso experimento mental del gato de Schrödinger, decir que el gato está
vivo y muerto al mismo tiempo (superposición de estados) hasta que abramos la caja y
lo comprobemos es fruto de un visión subjetivista. Curiosamente esta visión, que parte
de un sujeto, fundamenta el positivismo (con su refulgente cartel de objetividad). Algo
no concuerda. El gato está vivo o muerto independientemente de que el observador abra
o no la caja. Cuando el observador abre la caja, comprueba el resultado, pero el resulta-
do ya estaba allí antes, el suceso ya había ocurrido. El gato llevará muerto el rato que el
fotón haya activado el mecanismo para despachar el veneno. O, caso contrario, estará
vivo. Y si el observador tarda mucho en abrir (bajar del púlpito, ponerse los guantes de
látex en las manos…), el gato se habrá muerto pero de asfixia. Menos mal que es un


88 Ramón Lapiedra, Las carencias de la realidad, Barcelona, Tusquets, 2008, pág. 95.
89 Antonio J. Diéguez, Realismo y teoría cuántica, Contrastes. Revista Interdisciplinar de Filosofía,

vol. I (1996), pp. 75-105.


45

experimento mental. Sin embargo, dice mucho de la posición que ocupa el observador,
como dador de verdad (su medida genera un valor).

La superposición de estados es independiente del observador en tanto que dador


de medida, porque el observador (como parte, no como todo diferenciado) depende de
(interrelaciona con) la superposición de estados. Ello conlleva la abolición de la jerar-
quía, la integración, la no separación.

Con el paradigma cuántico emergen otros conceptos que hasta ahora han sido
bastante olvidados (sobre todo en Occidente): participación en lugar de observación;
intensidad en lugar de extensión; unión; no localidad; indeterminación; indiscrimina-
ción; dispersión… Todos ellos enemigos acérrimos de la separación. Las consecuencias
filosóficas de la teoría cuántica son harto significativas. Regresemos un momento a
Aristóteles:

“Pues el principio que necesariamente se ha de poseer para conocer cualquiera


de los seres no es una hipótesis (…) Es imposible concebir que la misma cosa pueda ser
y no ser al mismo tiempo”90.

Este motor racional forma parte de nuestro modo de pensar occidental, cual arjé
implícito. A grandes rasgos: el tiempo de nuestra realidad es el tiempo de las cosas; el
espacio son las cosas y también lo que no son cosas, donde no hay nada, el vacío. Pero:

“El vacío no está vacío. Por el contrario, contiene un número ilimitado de


partículas que nacen y se desvanecen incesantemente”91. “El vacío físico no es un esta-
do de simple nada, sino que potencialmente contiene todas las formas del mundo de las
partículas (…) El vacío es verdaderamente un vacío vivo”92.

Ahora tomemos la célebre frase “la nada nadea” de Heidegger, tan denostada por
los positivistas (véase Carnap). Ese vacío cuántico, vivo, vivifica, es decir, posibilita la
formación de entes [que, no olvidemos, son en–ergía: que significa literalmente “dentro
de la acción” o “en acción”93]. La nada es un continuum dinámico, un proceso, por lo
tanto: la nada no puede hipostasiarse, sólo puede nadear. En palabras de Nicolás de Cu-
sa:

90 Aristóteles, Metafísica, Madrid, Alianza, 2008, pág. 118.
91 Fritjof Capra, El tao de la física, Málaga, Sirio, 2017, pág. 258.
92 Ibídem, 259.
93 David Bohm, Sobre la creatividad, Barcelona, Kairós, 2013, pág. 131.
46

“La nada es el máximo incomprensible”94.

A la cita sólo hay que quitarle la segunda letra ‘l’, cambiando “incomprensible”
por “incompresible”.

No hay vacío, no hay una nada, sino un pleno cósmico: el ser como matriz. Lo
cuántico remite a sucesos, destacando el concepto de campo (no vallado, no fronterizo),
que posibilita la ocurrencia de sucesos. Las partículas no son entes separados sino con-
centraciones de energía con un elevado grado de intensidad.

En palabras de Heisenberg, “lo que nosotros observamos no es la naturaleza mis-


ma, sino la naturaleza expuesta a nuestro método de interrogación”95. Esta frase se pres-
ta (por lo menos) a dos interpretaciones:

1) La subjetividad: nosotros no observamos la naturaleza misma; en kantiano: no


podemos acceder a la cosa en sí. Pero, la segunda parte de la cita no habla de nuestra ca-
pacidad para comprender la naturaleza sino de nuestro método de interrogación. Aquí se
abre una segunda opción:

2) Nuestro método de interrogación posibilita un cierto abanico de respuestas. Es


decir, la pregunta ya señala hacia la respuesta, ya marca un camino privilegiado, ya ilu-
mina, en cierto modo. Ahora bien: ¿cuál es nuestro método de interrogación? ¿Por qué
es así? ¿Por qué es ése? ¿A qué arjés obedece? ¿Es fruto de una lógica96 causal (de corte
aristotélico) que ha moldeado nuestro modo de pensar y que a su vez nos ha hecho com-
prender el mundo de una cierta manera, es decir, a su manera? Como dijo el Maestro
Eckhart: “El justo no busca nada en sus obras. Son súbditos y mercenarios los que
buscan algo en sus obras y que actúan en vistas del por qué”.

Por ejemplo, un modelo educativo que es financiado por un banco, será todo lo
amplio y constructivo que se quiera, pero no cabrá en él la eliminación del con(cep)trol
dinero, la búsqueda de otros modelos económicos que no se basen en el dinero, etc, etc.

Conclusión, volviendo a la cita de Heisenberg: deconstruyendo el método de


interrogación (que no es sino un método de interrogación), sí que podríamos llegar a la

94 Nicolás de Cusa, La docta ignorancia, Buenos Aires, Aguilar Argentina, 1981, pág. 67.
95 Fritjof Capra, El tao de la física, Málaga, Sirio, 2017, pág. 164-5.
96
Marcuse escribe en El hombre unidimensional (2016), pág. 149: “La idea clásica de la lógica
muestra en realidad un prejuicio ontológico: la estructura del juicio (la proposición) se refiere a una
realidad dividida”.
47

naturaleza misma: participando en ella, no separándonos en calidad de jueces. Sin


embargo, el salto de lo micro a lo macro es gradual, todo lo gradual que se quiera:
podemos interponer separaciones y separaciones entre lo subatómico y lo macroscópico.
Lo cual, reitero, no significa que no sea loable, que sea deshonesto: lo deshonesto es
olvidar el ser, la posibilidad que genera toda clasificación [por ejemplo: olvidar el papel
en blanco donde dibujamos (donde podemos dibujar) un árbol clasificatorio].

En la teoría cuántica, la "partícula" es mediadora, porta una interacción, todo es


relacional, no hay nada que esté o que pueda estar separado. Reitero: a pesar de que nos
llame más la atención el relámpago, éste no constituye un resultado del trueno, sino una
parte del proceso. Las cuatro principales fuerzas conocidas (gravitacional, electromag-
nética, nuclear fuerte y nuclear débil) se generan mediante estos intercambios. “Un
ladrillo en solitario no representa o simboliza ninguna otra cosa pero posee todo su
significado en las estructuras que se pueden hacer con ladrillos”97. La búsqueda de los
compon-entes últimos de la materia no tiene sentido, pues obedece a una concepción
esencialista del universo. El teorema de Bell nos dice que por mucho que se busquen
variables ocultas, ninguna teoría puede reproducir las predicciones (posibilidades) de la
mecánica cuántica.

Al hilo, otro pilar cuántico es el concepto de probabilidad. La probabilidad nace


de la posibilidad y termina en la medida, cuando colapsa la función de onda98. Es decir,
con la medida final se entifica la realidad y se olvida (o se puede olvidar, entiéndase) el
ser. Ese colapso, que en verdad no es tal, es provocado por la separación, por una
interacción que olvida la integración esencial. La probabilidad es una apertura a la
verdad, a la indeterminación. El positivismo re-quiere leyes científicas, axiomas y
teorías (cuando etimológicamente “teoría” comparte raíz con “teatro”, que como verbo
significa “ver”; por lo tanto, una teoría es una forma de ver, no una ver-dad: como “dad
algo que ver”), mas su pretendida objetividad (real) comenzó a hacer aguas por todas
partes (en el sentido de excepciones a esas leyes, en el sentido de los valores implícitos,
creencias, de las personas que postulaban esas leyes, etc…). Lakatos, Kuhn o
Feyerabend apostaron por una ciencia de carácter plural, con-textual, pragmático,
huyendo del ideal de leyes perfectas e inamovibles.


97 David Bohm, Sobre la creatividad, Barcelona, Kairós, 2013, pág. 74.
98 La función de onda, que representa el estado físico de un sistema de partículas, incide en la

probabilidad de presencia.
48

Desde el ser, la posibilidad; desde la (que siempre es una) realidad, la medida.


La probabilidad se halla entre el ser y la realidad: ¿una pseudoverdad? Habitualmente,
lo normal, lo general es que el carácter final de verdad, la definición de algo verdadero
se otorgue desde la realidad (pues en la verdad devendría tautología).

Desde un punto de vista positivista, la probabilidad se torna algo menor, casi


despectivamente, algo molesto, pseudocientífico, más abstracto y menos objetivo, me-
nos concreto, menos definitivo, menos real. Porque el positivismo genera la verdad (el
fin y el punto y final) a partir de la realidad, olvidando completamente el ser. Sin embar-
go, la probabilidad nos muestra, nos señala (cual oráculo) el sentido contrario, hacia a-
quella luz que no ilumina que mana del ser. Camino de la deconstrucción. Cual eco de
ruido blanco (expuesto en el siguiente epígrafe).

El paradigma positivista/mecanicista (paroxismo de la metafísica occidental) or-


dena y valora implícitamente: 1) Certeza. 2) Probabilidad. 3) Posibilidad. La medalla de
oro indiscutible para la verdad, para la certeza absoluta. La posibilidad, en último lugar,
desprende un residuo subjetivista, utópico, nada querido por los positivistas. Otro con-
cepto diríase casi prohibido (¿por temido?) es el de azar.

“Podemos entender la objetividad del azar como un resultado de la no separa-


bilidad de los estados cuánticos”99.

El azar ya no significa algo desconocido, una variable oculta, sino algo sistémi-
co, objetivo. El azar, tratado secularmente (en Occidente, sobre todo) como algo anor-
mal en particular y anómalo en general, pasa ahora a convertirse en concepto fundamen-
tal. Pero, a su vez, el azar se convierte en antifundamento, pues no puede erigirse arjé en
y para una realidad determinada.

“Al igual que los puntos de masa de Newton, los seres humanos parecen ser
estancos, como pedazos de masa organizada mutuamente independiente, sólo relaciona-
dos externamente entre sí y con su entorno” (…) “Todo cuanto (quantum) está intrín-
secamente conectado con todo los demás cuantos, y cada organismo lo está con todos
los otros que existen en la biosfera”100.


99 Sergio Martínez Muñoz, El azar en la mecánica cuántica: de Bohr a Bell, Crítica, Revista Hispano-

americana de Filosofía, vol XXIII, nº 69 (diciembre 1991), pp. 137-154.


100 Ervin Laszlo, El cambio cuántico, Barcelona, Kairós, Barcelona, 2013, pág. 70.
49

El espacio fronterizo donde reside la realidad, la posibilidad de la realidad, don-


de y cuando la realidad se separa del ser, se hace trizas con la no localidad cuántica. An-
te la incertidumbre, ¿dónde trazar las fronteras? ¿Y cuándo? Otro buen ejemplo provie-
ne de la materia oscura. Todavía no se sabe (ciertamente) lo que es, pero se sabe que
está. Cuando sepamos lo que es, no deberíamos olvidar lo que pudo ser.

A primera vista puede parecer ingenuo aplicar estos principios que rigen el mun-
do subatómico al mundo macroscópico. Sin embargo, más que aplicación, el paradigma
cuántico huelga comprensión. “Nuestra sensación de libertad interior podría ser la
expresión de ese indeterminismo”101. “Nuestros contenidos mentales y con ello nuestro
comportamiento podrían exhibir (…) una impredecibilidad esencial: el reflejo de la im-
predecibilidad óntica de la realidad cuántica de la que estamos hechos y la de aquella
realidad exterior a nosotros con la que interactuamos”102.

La ley de la conservación de la energía, base fundamental de la física moderna,


conlleva una cosmovisión harto distinta a la imperante en la actualidad, en cuanto a una
conservación de la libertad (inabsoluta) que ofrece el ser. La energía no implica libertad,
queda claro, pero sí apunta a una concepción no esencialista, no entificada, no estática.
Las posibilidades que brinda el ser no se pueden reducir. Se podrán ocultar, erigiendo
una determinada realidad epocal, pero nada más. Por tanto, están ahí, aunque no se quie-
ran ver o alguien trate de ocultarlas. El principio de indeterminación acarrea un princi-
pio de anarquía. La anarquía, el no-arjé, tórnase arjé. Así la indeterminación.

Los (an)arjés del paradigma cuántico no limitan, no separan, no imponen modos


privilegiados, cuales métodos particulares. La (s)elección de ciertas posibilidades (entre
miríadas) conforma una realidad epocal. Toda realidad discrimina.

“Tal vez en un momento remotísimo, la elección que supuso determinada pala-


bra se resolvió por el concurso nimio de factores imprevistos y no significativos de otra
cosa que no fuese el azar. Así tendríamos un ejemplo patente de aquello que en nuestra
vida psíquica y al amparo del azar y del indeterminismo acabó siendo de una manera
determinada, cuando igualmente habría podido serlo de otra”103.


101 Ramón Lapiedra, Las carencias de la realidad, Barcelona, Tusquets, 2008, pág. 185.
102 Ibídem, pág. 187.
103 Ramón Lapiedra, Las carencias de la realidad, Barcelona, Tusquets, 2008, pág. 189.
50

Según el poema babilónico del Enuma Elish, nombrar es crear. Entonces, ¿qué
había en el mundo antes de que fuese nombrado? Lo mismo que después de ser nombra-
do excepto nombres. El lenguaje habita el espacio determinado de la realidad pero no
puede evitar su unión al ser indeterminado, por ello, trasciende, puede convertirse en un
vehículo exploratorio allende las fronteras (en un sentido artístico), algo harto peligroso
para la estabilidad de la realidad.

La palabra “conciencia” (“mente”, “alma”104 y derivados) aparece repetidamente


en la literatura científica y filosófica. Ríos y ríos de tinta. Maremotos. “Un monje,
pidiendo ser instruido, dijo a Bodhidharma:

- No tengo paz mental. Por favor, da paz a mi mente.


- Trae tu mente aquí, ante mí –contestó Bodhidharma-, y le daré la paz.
- Pero, cuando busco mi mente –dijo el monje-, no la encuentro.
- ¡Ya ves! –exclamó Bodhidharma-, ya la tienes pacificada”105.

La conciencia es una parte de un proceso, un intercambio, un flujo. Hipostasiarla


significa convertirla en producto, en algo separado. [Incluso en el lenguaje: podemos
prescindir de esa palabra (que requiere una definición precisa). De ese modo habremos
de acercarnos más a la verdad]. La conciencia no es fruto de un intercambio (tampoco
su semilla). Como el relámpago no es fruto de un trueno. La conciencia facilita la com-
prensión (no la compresión, por lo que no es compresible). Cuanto mayor grado de suje-
ción (del ser humano, por ejemplo), menor posibilidad de profundización, mayor subor-
dinación a la realidad y mayor olvido del ser. Decimos: “Soy consciente de”, lo que da
cuenta de una relación, sin embargo el lenguaje nos obliga a incluir a un sujeto del cual
parte, lo que nos sigue atando a la realidad. [“Libertad creativa de la percepción, que
implica la profunda compresión de la relación”106].

Así pues, “ser más consciente” significa profundizar más en el ser, pensar en
más posibilidades de relación. Nada que ver con lo cuantitativo sino con la inmersión en
el ser. Decimos: “Ahora sí que soy consciente de…”, es decir: “lo he comprendido”, he


104 Platón, en su República (pág. 570): “(…) del elemento calculador que existe en nuestra alma”.
105 Fritjof Capra, El tao de la física, Málaga, Sirio, 2017, pág. 145.
106 David Bohm, Sobre la creatividad, Barcelona, Kairós, 2013, pág. 81.
51

ido allí (aunque sea pensando) y me he relacionado con ello, he profundizado en otro
campo (en la verdad) que la realidad (que mi realidad) me ocultaba.

La conciencia es conexión inalámbrica, no particular sino vibracional (pero no


de una determinadas frecuencias). Quizá por eso cueste tanto verla, porque no hay ca-
ble. Y porque los inputs y los outputs son asimismo fluidos. Sin embargo, la conciencia
que ha formado la realidad (occidental, sobre todo, insisto) actúa a las órdenes de la se-
paración, conforme al paradigma. Si nuestro modo de pensar es de tipo causal, nuestro
modo de comprender, nuestra conciencia, puede limitarse a esas relaciones arquetípicas.
Tenemos una conciencia sedentaria, determinada. Podemos comprobarlo en los sueños:
¿por qué a veces parecen tan diferentes? ¿Tan raros, tan locos? (Surrealismo como “bajo
lo real”, bajo lo visible, bajo lo aparente). Porque relacionamos, porque penetramos en
otros campos (cuánticos) de la verdad, porque nos abrimos a la indeterminación. En
pala-bras de Ashvaghosha: “Que quede claro que el espacio no es más que un modo de
particularización y que no tiene una existencia real por sí mismo (…). El espacio sólo
existe en relación con nuestra conciencia particularizante”107. Se refiere al espacio de la
realidad, donde habita un tipo de conciencia sedentaria. El ser (que no el sujeto) posibi-
lita la comprensión. La comprensión acontece en la verdad. La incomprensión es fruto
de una realidad.

El entrelazamiento parece ir en contra de los an-arjés de la incertidumbre, de la


aleatoriedad, del azar… (aunque no contra el an-arjé de la no localidad). Según este
concepto, dos partículas entrelazadas permanecerán interconectadas por mucho que se
las separe. ¡Separación de nuevo! En el mundo macroscópico podemos comparar este
fenómeno a los gemelos que son separados tras nacer, pero que siguen entrelazados de
algún modo. En palabras de D.T. Suzuki: “Los sólidos perfiles de la individualidad se
funden y el sentimiento de lo finito deja de oprimirnos”108.

El campo cuántico se torna fundamental, como el "componente" más básico de


la naturaleza. Los problemas que genera su interpretación se relacionan con la búsqueda
de causas, principios, definiciones, descripciones. El campo cuántico como principio
conceptual fundamental: no podemos medirlo, no podemos acceder a él desde una


107 Fritjof Capra, El tao de la física, Málaga, Sirio, 2017, pág.192.
108 Ibídem, pág. 336.
52

separación. No podemos establecer analogías, no permite ejemplos: como un


antifundamento, un principio de an-arjé.

La decoherencia cuántica es consecuencia de la inseparabilidad. Nuestro mundo


separado, individualizador, es (aparentemente) coherente. Otro síntoma más del homo-
centrismo.

Lo cuántico rompe con las dinámicas humanistas, tanto filosóficas como cientí-
ficas, lo cuántico (tanto en computación como en otras ramas) nos arrastra hasta las
profundidades, hasta los abismos de la incertidumbre, potencial de la libertad. Lo
cuántico hace volar por los aires nuestro modo de ser, nuestros motores de pensamiento,
incluso nuestros motores de búsqueda, retomando unas viejas palabras del Maestro
Eckhart: “El camino te conduce a un maravilloso desierto (…), sin límite se extiende. El
desierto no tiene ni lugar ni tiempo”. Ese camino es el camino cuántico, deconstructor
de la realidad. El desierto es el ser.
53

“Es importante y, en verdad, de suma urgencia, aclarar esta profunda y extendida confusión que
penetra en la totalidad de nuestras vidas. ¿Para qué sirven los intentos en la sociedad, en la
política, en la economía o en cualquier otro campo, si la mente queda atrapada en un
movimiento confuso en el que generalmente se está diferenciando lo que no es diferente y se
está identificando aquello que no es idéntico? Tales acciones serán, en el mejor de los casos,
inútiles y, en el peor, realmente destructoras”109.

Responsabilidad e incapacidad.

El llamado ruido blanco (white noise) es una señal de audio que contiene todo el
espectro de frecuencias a la misma potencia. Es decir, todas las posibilidades al mismo
nivel. Lo que se entiende por una verdadera libertad de oportunidades. El adjetivo
“blanco” del ruido proviene de la analogía con la luz blanca, la cual contiene, la cual es,
mejor dicho, todos los colores. El ruido blanco es una señal no correlativa, es decir, no
elige combinaciones (no discrimina), es aleatoria. Buen ejemplo de lo verdaderamente
democrático, de la no imposición. Ofrece infinitos modos, no modelos, pues la separa-
ción aparece en el paso del modo (verdad) al modelo (realidad).

Tomando el sentido etimológico de la palabra “responsabilidad” como capacidad


de responder (como hace Lévinas), de dar una respuesta determinada, véase un ejemplo.
La madre de su hijo de 4 años ha de poder (o al menos debería) responder ante cualquier
problema que surja en torno a su hijo (y del cual éste no pueda responsabilizarse). ¿Có-
mo puede ser más responsable, más capaz de ofrecer una respuesta? De primeras, no se-
parándose de él ni un sólo momento. ¿Dónde se halla la fuente de esa capacidad? En la
posibilidad, en el ser, en el espacio no fronterizo, no parcelado. Imaginemos que esa
madre vive en un poblado muy alejado de cualquier centro médico y el niño se pone
muy enfermo. La distancia que lo separe de un médico se torna fundamental. Si la ma-

109 David Bohm, La totalidad y el orden implicado, Barcelona, Kairós, 2016, pág. 40.
54

dre sabe medicina, la distancia se acorta bastante. Se podría decir en ese sentido que una
madre médica es más responsable, ofrece mayor capacidad de respuesta ante los prime-
ros síntomas de enfermedad de un hijo. Cuando más concretos sean sus conocimientos
de medicina, es decir, si su especialidad no tiene mucha relación con otras ramas, cuan-
to más específica sea, más limitada, menor será su capacidad de respuesta. Si la madre
no es médica y no tiene ni idea de medicina, lo llevará a un hospital. La madre entonces
delegará su responsabilidad en un médico. La madre perderá capacidad de respuesta.
Ahora bien, la libertad que ofrece el ser es donde nace toda posibilidad, toda capacidad
de respuesta, por lo que la madre será menos libre. Así una responsabilidad mayor con-
juga una mayor libertad.

La separación, no como separación meramente física o virtual, sino como el ol-


vido de la ineluctable integración en el ser, genera irresponsabilidad.

Siguiendo con el ejemplo. Pongamos que a esa madre le violan a su hijo, y el


violador es su vecino de enfrente (esta vez la separación no es principalmente física,
espacial). La madre le denuncia y al violador le detienen. La madre delega su respon-
sabilidad, su capacidad de acción, en una institución separada. Y aunque la madre fuese
juez, y estuviese de guardia ese día y tuviese que ocuparse del caso de la violación de su
hijo, lo mismo sería, el mismo grado de irresponsabilidad. Ojo, ello no significa que una
cosa sea mejor que otra, que tomarse la justicia por su mano sea más responsable que
confiar en la justicia de la justicia. Se trata de la amplitud de la capacidad de respuesta,
ya que cuanto mayor sea ésta, mayor libertad significará. Cuantas menos opciones
aparezcan, más opresión de la realidad. Que la única opción de la madre sea denun-
ciarlo a la justicia, es algo que aparece en la realidad. Pero en la verdad, el ser, siempre
ofrece más posibilidades. Esa madre será más responsable, tendrá mayor capacidad de
respuestas si pone en juego más posibilidades. Para empezar, esa madre podrá pensar
que prefiere obviar la justicia y dar respuesta por ella misma. Podrá pensar que es mejor
esperar un momento y pensarlo mejor. Podrá pensar que es mejor no actuar en caliente.
Podrá pensar que lo quiere matar, o que le quiere cortar el pene, o que le quiere rajar la
cara con un cuchillo oxidado, podrá pensar que le perdona, podrá pensar que hablará
con él y le pedirá que no lo haga más, podrá pensar miles de opciones. En este sentido,
pensar nos une al ser.
55

Respondiendo a la famosa cita del ilusionista Harry Houdini (“Tu cerebro te ha-
rá libre”), no es el cerebro lo que te hace libre, sino la posibilidad de libertad que conlle-
va tu inmersión en el ser [la co-respondiente participación]. Siempre es posible pensar
de otro modo, ampliar el abanico de posibilidades, luego también es posible comprender
los límites de la realidad.

El ejemplo anterior es adaptable a cualquier otra situación. Véase, en un tono


más político: pongamos que un grupo de siete personas deciden si eligen o no a un
representante, quien represente al grupo en ciertos aspectos (sea administrativos, econó-
micos, sociales…). Seis votan que sí, que quieren un representante. Y uno vota que no.
Gana la mayoría, así que ese representante también representaría al que no lo había
querido. Pongamos que el que había votado “no” se enfada y sale del grupo. Los seis
del grupo que han delegado su responsabilidad serán menos responsables, en cuanto que
tendrán menor capacidad de respuesta cuando el representante los represente. El que
votó “no” no perdió responsabilidad al salirse del grupo, pero si hubiera permanecido a
pesar de todo, también habría cedido responsabilidad. Ahora bien, ¿si el que votó “no”
no tuviese la libertad de (no le fuera posible) abandonar el grupo? La delegación de res-
ponsabilidad fomenta un determinismo, una merma de la libertad, una separación, una
parcelación del ser que forma la realidad. A colación, en una democracia representativa,
puedes votar o no, pero no puedes votar que no se vote. Constricciones de la realidad.

El sentido de la separación que instaura un arjé, como fundamento(s) de una rea-


lidad, genera una jerarquía, luego una sujeción y una subordinación. “La subordinación
como el precio de la subjetivación”110. En el espacio jerarquizado del ser, la delegación
de la responsabilidad implica una pérdida de poder. El representante del ejemplo ante-
rior se coloca en otra posición, se torna más poderoso, pero no por poder hacer lo que
quiera, sino simplemente por poder hacer, ya que cuando re-presenta a los seis, éstos no
pueden ni siquiera hablar al no estar presentes. Lo cuantitativo deviene cualitativo (de
nuevo: la medida genera valor). El representante es uno, los representados son seis. Sólo
desde una realidad determinada (separada) se puede decir que uno es más (importante)
que seis (forma piramidal, véase la siguiente ilustración). La realidad clasifica: la clase
de los representados, y la clase de los representantes. Así, una institución, por ejemplo,
la justicia, es uno; y un ciudadano, también es uno. Cuando un conjunto de ciudadanos

110 Judith Butler, Mecanismos psíquicos del poder: teorías sobre la sujeción, Madrid, Cátedra, 2001,

pág. 126.
56

ceden su capacidad de acción en torno al valor justicia a una institución, ésta no opera
de igual forma merced a su privilegio. No pregunta al conjunto de ciudadanos, no com-
parte su responsabilidad, simplemente enjuicia al ciudadano que sea.

En resumen: ciudadanos (pongamos diez millones) delegan su capacidad a (una)


institución de justicia. La proporción es 10.000.000/1. En cambio, cuando la institución
de justicia despliega su responsabilidad la razón es 1/1. Ello provoca una separación
exponencial, por ejemplo: del ciudadano (como persona con su carnet de identidad) que
votó (o no) a un gobierno, al ciudadano (como masa también con su carnet de identidad)
al que se le aplica un decreto que dictó ese gobierno.

Asimismo, la merma de la responsabilidad (como menor capacidad de respuesta)


acarrea una menor independencia. Pero esta independencia es relativa a la realidad, la
cual depende del ser. La independencia no busca fortalecer unas fronteras, hacerse más
limítrofe, siguiendo en el paradigma de la realidad, sino lo contrario: el desvelamiento,
la crítica, el regreso al ser. Así, la libertad consiste en la inconsistencia de un arjé, en la
dependencia de la independencia (la búsqueda de la originalidad), en la independencia
constante, como un fluir, no en una independencia determinada, relativa a algo especí-
fico. “Las amenazas provienen de nuestra separación egoísta y la salvación lo hace del
redescubrimiento de nuestra unidad: de esa unidad anterior a cualquier hecho y conside-
ración”111.

La separación modela una cultura, acultura otros posibles modelos. Se apodera


de una posibilidad y la proyecta como necesidad.

(Véase la ilustración que sigue). El arjé genera una cárcel modal. Unos límites
reales (circunferencia) que no son verdad aunque estén ocultándola, de ahí su discon-
tinuidad, pues el ser siempre cabe. “Hypokeimenon”, como lo subyacente. Que (¿curio-
samente?) en latín se traduce como “subiectum”, sujeto, con lo que el sujeto pasa de ser
lo que subyace (ser) a lo que se muestra (ente). El sujeto, pues, arranca un trozo de ser y
lo instaura en sí (en el ente), olvidando el ser. El sujeto se torna tesis y oculta hipótesis
(ser como generador de hipótesis).


111 Ervin Laszlo, El cambio cuántico, Barcelona, Kairós, Barcelona, 2013, pág. 117.
57

En la ilustración, el vértice superior de la pirámide es el inicio temporal, cuando


emerge la realidad e instaura una superficie que otorga medida. La medida es el instru-
mento básico de separación entre la realidad (mensurable) y el ser (adimensional).

Véase la típica imagen del iceberg. La parte de arriba del iceberg, la que está
sobre la superficie del mar, no es lo que oculta a la parte de abajo. Lo que oculta es la
propia superficie. El espacio limitado donde (sobre)vive la realidad. Sin embargo, lo
que posibilita la existencia de ese iceberg es el mar, no sólo la superficie sino también
las profundidades. (Y, a su vez, ¿qué posibilita el mar?). Es decir, las profundidades no
velan porque sí, vela la imagen de la superficie, con sus destellos y reflejos. Además, un
mar no está realmente separado del aire que le rodea, del lecho que lo sustenta, etc, etc.

Los otros vértices de la pirámide son las otras dos dimensiones ya expuestas en
el primer epígrafe (principium, fundamento; princeps, autoridad), que proporcionan es-
tabilidad, la base de la pirámide. He ahí el peso de la tradición. Si la realidad mantiene
su tiempo, la pirámide va aumentando (sus vértices se separan): la circunferencia se
expande, ofreciendo (siempre aparentemente) más libertad. El engaño de la realidad
consiste en: 1) velar la libertad inherente al ser y después 2) ofrecer una libertad posible
58

que permita la supervivencia de esa realidad, una libertad reducida. (Reitero: la demo-
cracia es un pleonasmo que se sirve como limosna).

“El pensamiento se ha vuelto condicionado a través de los siglos, en parte por


herencia, y en parte a causa de la tradición, la cultura y el medio. Ha sido condicionado
para engañarse a sí mismo, para falsear, para distorsionar. (…) En cierto sentido, este
condicionamiento constituye una clase sutil de daño cerebral”112.

Ese daño cerebral simboliza la limitación en el pensar que impone la realidad.


“En el proceso de Eichmann en Jerusalén, Hannah Arendt comprendió que los males de
nuestro siglo resultaban de una ausencia de pensamiento”113. No se trata tanto de una
ausencia de pensamiento como de la rigidez de su mecanicismo fruto de la separación
absoluta, incluso de una sensibilidad dividida en compartimentos (difícil de compartir).
Un pensamiento calculante, técnico, causal, ordenado… tan diferente del pensamiento
meditante (que nada tiene que ver con la medida a pesar de su etimología), que propone
Heidegger en torno a la autenticidad.

Una vez más y la última ya: la separación genera sujeción y ésta subordinación.
Incluso en los niveles más altos de la jerarquía (líderes), ya que estos también se hallan
encadenados a la realidad, pues son los arjés que fundamentan la realidad los que les
otorgan un determinado poder. La finalidad última de toda realidad es su pervivencia, y
para ello necesita las fronteras (tanto físicas como mentales/virtuales). Tratando de ir
siempre por delante, de salir a escena ocultando el telón de fondo, de emerger como el
iceberg, la realidad ofrece la responsabilidad como una obligación de los súbditos, cuan-
do esa responsabilidad tiene mermada (radicalmente, de raíz) su capacidad. Así pues, la
responsabilidad en la realidad deviene incapacidad.

“Los desplazamientos anárquicos, que son la negación práctica de la finalidad y


la transmutación de la responsabilidad, perjudican el buen funcionamiento de los asun-
tos ”114.

Esos “asuntos” corrientes desprenden inautenticidad y obedecen a la normalidad


de la realidad, a la obligada normalización.


112 David Bohm & Jiddu Krishnamurti, Los límites del pensamiento, Barcelona, Kairós, 2008, pág 158.
113 Reiner Schürmann, El principio de anarquía, Madrid, Arena, 2017, pág. 84.
114 Ibídem, pág. 375.
59

La an-arquía no es una (otra) respuesta a la realidad, no es algo que venga des-


pués, a modo acción/reacción, sino más bien el anti-fundamento del ser.

La deconstrucción llevada a cabo en este trabajo, a un nivel formal, proporciona


in-formación, reflexión acerca de las formas de cualquier realidad, crítica aplicable a to-
da realidad separada.

La realidad coge. El ser acoge.

La historia occidental ha tejido una antropología filosófica disfrazada de filoso-


fía en base al ser humano racional: en realidad, razona; en verdad, raciona.

En la unión (solución) no hay problema. El problema aparece tras la separación


y consiguiente insolubilidad de las fronteras. Lo ab-soluto parte de la solución generan-
do un espacio limitado para esa solución, por lo que (re)genera el problema.
60

“En el claro del bosque se alzan las casas de los hombres (incluidos los templos de sus dioses y
los palacios de sus señores) como sus más llamativas demarcaciones”115 .

Conclusiones: (di)ver(si)dad.

El polémico libro de Sloterdijk Normas para el parque humano lleva al terreno


de la ética (¿el terreno de la ética?... qué cosas nos permite hacer el lenguaje) las
consecuencias ontológicas criticadas por Heidegger II. “Los hombres son seres que se
cuidan y protegen por sí mismos y, vivan donde vivan, generan alrededor suyo el
entorno de un parque”116. El olvido del ser y la consiguiente separación son la condición
de posibilidad del control, que no es sino una suerte de domesticación del ser humano.
Sloterdijk recoge el punto de inflexión del sedentarismo: “Tan pronto como los hombres
hablantes conviven en grupos más amplios y se ligan no sólo a las casas del lenguaje
sino también a las casas construidas, se ven sometidas al campo de fuerzas de los modos
de vida sedentarios. Desde ese momento ya no sólo se dejan cobijar por sus lenguajes
sino también amansar por sus viviendas”. Sloterdijk baja a la calle los postulados
antihumanistas de Heidegger. Pero: ¿antihumanismo?, ¿ahumanismo?, ¿inhumanismo?,
¿posthumanismo?, ¿transhumanismo? La crítica heideggeriana al humanismo no devie-
ne otro ismo. Más bien humancipación. Se critica el humanismo como un concepto
cerrado, el cual supone un límite, un velamiento de la apertura del ser (inmanencia).
Todas las propuestas humanistas (desde el cristianismo hasta el marxismo) cometen el
mismo error, todas se basan en un arjé en torno a una comunidad de especie, fruto de
una clasificación y de una igualación de los individuos componentes: de una inmersión
en un conjunto limitado, del que no se puede salir. Pero “para que haya igualdad se


115 Peter Sloterdijk, Normas para el parque humano, Madrid, Siruela, 2001, pág. 57.
116 Ibídem, pág. 75.
61

necesita comparar, luego son necesarios varios”117. ¿Qué implica esto? Que la diversi-
dad es en verdad, en el ser/devenir. La igualdad es fruto de una comparación posterior,
por alguien, fruto de un juicio subjetivo. Así pues, esa igualdad fruto de una
comparación no puede convertirse en algo objetivo [no es (en) verdad]. Por tanto, por
ejemplo, los ciudadanos son iguales ante la ley, o todos somos iguales en derechos y
deberes, o todos somos humanos o cualquier enunciado basado en la prescripción
(subterfugio) de la igualdad es una falacia, es una estrategia de cría y/o domesticación
(como diría Sloterdijk). Por tanto, un carnet de identidad es (en verdad) un carnet de
igualdad. Una identidad te funde en el todo, te integra; pero una igualdad te separa y
posibilita tu control. Retomando a Heidegger: “Visión del mundo sin mundo, historia
mundial sin mundo: la mera cría del hombre y la elaboración y asimilación de la tierra;
el consumo y el gasto como fundamento de la institución y organización incondicional
de lo objetual”118.

El ser es el sismo que hace tambalear los cimientos (arjés) de todo ismo,
incluido, por supuesto (por su-Puesto), el humanismo. La clasificación es consecuencia
de la separación. Asimismo la alienación, sin separación no hay alienación; no hay lo
otro en el ser (“lo mismo tolera lo múltiple”119 –adviértase: “lo mismo”, que no “lo
igual”), no hay posibilidad de parcelación, de determinación en la verdad sino
solamente tras la separación. El ser es lo otro y lo mismo, no puede ser comparado
porque no hay trascendencia en él. La trascendencia proviene de la parcelación, de la
entificación. El ente ob-tiene un privilegio espacio-temporal y os-tenta un arjé, un modo
de aparición que vela la verdad. Lo esencial del ente es tener (entenedor): tener
apariencia, tener espacio, tener tiempo, tener un modo, tener un arjé…

“Voluntad de poder = Impotencia para el poder”120. Es decir, el ser brinda la


potencia, la posibilidad de, que a su vez es una impotencia para. No hay una finalidad
inmanente. Todo arjé supone una impotencia: vela otras potencias del ser. Todo arjé es
determinista, separatista, alienante. El ser es anárquico: ése es su principio autodes-
tructivo, su antiprincipio.


117 Martin Heidegger, Ejercitación en el pensamiento filosófico, Barcelona, Herder, 2017, pág. 124.
118 Ibídem, pág. 84.
119 Ibídem, pág. 124.
120 Ibídem, pág. 44.
62

En realidad, podrá ser llamado el principio de anarquía (entre otros); pero en


verdad no tiene nombre. Siguiendo con la analogía taoísta: lo importante no es "quien
sabe no habla" sino lo que (no) significa. "Quien sabe no habla" no significa que quien
esté callado sepa. El silencio posibilita el saber y el decir. Es más, el saber y el decir
portan los silencios que esconden.

Parménides lo anunció: es necesario, imprescindible, dar leyes, dar leyes de


verdad, en verdad, que eviten la separación del ser y del pensar, dar leyes más allá de
los hombres y de los dioses. Una llamada en busca de un principio. Deviene necesario
un principio, un fundamento que posibilite, que evite el mal, la separación de medios y
fines, lo que algunos llaman "irracionalidad" (tan de moda en la posmodernidad)... so
pena de incurrir en instrumentalización. Sin embargo, el principio no puede ser la razón,
no es nada humano o animal o mineral o físico o espiritual, el principio no es el bien, la
justicia, no es nada de eso. El principio no puede instituir una limitación, no puede
instaurar una jerarquía ni una medida. Aquí emerge el paradigma cuántico de entre las
ruinas parmenídeas. La verdad regresa a sí misma. Todos los cimientos, todos los arjés
se hunden y se funden en el ser. Tras el nihilismo, y para evitar que un nuevo arjé se
suba al púlpito, resuenan los ecos del principio de anarquía, principio ontológico-ético-
político-artístico etcétera.

El principio que imposibilita la limitación de la posibilidad.

¿Por qué nos es complicado comprender los principales postulados de lo


cuántico? ¿Porque no hay ejemplos en el mundo macroscópico? No hay imágenes a las
que acudir. Los científicos que la estudian habitualmente la ven como normal, ven como
normal superposiciones de estados y toda esa suerte de paradojas, que para ellos no son
tales. La filosofísica cuántica impide arjés, modelos ejemplares trascendentes. Al hilo:
es bastante probable que Jesucristo fuese enterrado en una fosa común: entre otras
cosas, la separación de su cadáver posibilitó el misterio. Sus seguidores no vieron su
cuerpo muerto, no pudieron acudir a su tumba, lo que generó el misterio. Y el misterio
se tornó religión (re-ligare): unión trascendente, posterior, impostora.

¿Por qué tantas interpretaciones? Por el problema de la medida, de la experimen-


tación, de la contrastación. Por el problema de la separación. ¿En qué momento no
funciona el concepto cuántico? ¿Cuándo es algo macroscópico? ¿Qué origina la medida,
63

la escala? ¿Por qué aún se sigue hablando de subjetivismo u objetivismo en torno a ello?
Tras todas estas cuestiones subyace el problema de la separación.

Las interpretaciones de la física cuántica tratan de proporcionar analogías, en


aras a facilitar la compresión humana (del modo humano que actualmente somos). He
ahí el problema, ¿vuelta a Protágoras?

La física cuántica y la verdad hablan del ser-devenir, de la integración y de la


inmanencia. Mas hablan mediante susurros, no dicen, no enseñan, solamente muestran.
Unen dejando ir. Las paradojas surgen cuando lo cuántico se habla mediante un
lenguaje clásico. El ser no es un lenguaje sino la posibilidad del lenguaje. Tampoco es
un tiempo sino la posibilidad del tiempo. No hay tiempo en lo cuántico en tanto que
cuántico. Los problemas interpretativos surgen a partir de la intromisión de los
presupuestos del paradigma científico clásico en el paradigma cuántico. Así pues, el
tiempo surge tras la medida, la medida tras la separación.
64

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