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ISSN: 0716-0747
redaccionrchd@uc.cl
Pontificia Universidad Católica de Chile
Chile
Carvajal, Patricio-Ignacio
CIUDADANÍA Y BIEN COMÚN EN LA REPÚBLICA
Revista Chilena de Derecho, vol. 40, núm. 1, enero-abril, 2013, pp. 373-379
Pontificia Universidad Católica de Chile
Santiago, Chile
traducción literal a la lengua de los filóso- con ocasión de la clausura del Bachillerato en Servicio
fos. Res publica no es traducible por el ad- Público organizado por la Fundación Jaime Guzmán,
el año 2012. El autor agradece la invitación realizada
jetivo griego “koinós” (común, público), ni en atención a su perspectiva académica. Dada la
por el sustantivo “lo público”: en singular naturaleza oral de esta intervención, solo se ofrecen
tò koinón, o en plural, tà koiná. En realidad, unas pocas citas bibliográficas básicas
2 Doctor en Derecho. Correo electrónico: carvajal@
la correcta traducción griega de Res publica
uc.cl.
sería “politeia”, que es algo así como “buen 3 Bréal, Michel (1897): Essai de sémantique
gobierno de la cosa pública”. Así es que (Sciencie des significations) (París, Librairie Hachette)
debemos familiarizarnos con esta politeia pp. 149 y 150.
del ciudadano (civis). En suma, si bien la dadano; y por esta primacía esencial, a na-
palabra civitas –a diferencia de dignitas o die se le habría ocurrido, por ejemplo, que
cupiditas– denota un espacio concreto, este la ciudad cobrara impuestos a los ciudada-
no es su sentido abstracto original, sino uno nos, o que la autoridad política (es decir, la
derivado: el significado primario se refería autoridad ciudadana) estuviera legitimada
–como ha quedado dicho– a una cualidad para ejercer la fuerza sobre un ciudadano.
o condición del ciudadano. Y de hecho, Era imposible que la ciudad actuara contra
por tanto, solo esta acepción derivativa y un ciudadano, simplemente porque, sin
material de civitas puede valer como sinóni- cada uno de ellos, esta no podía existir.
mo de los términos griegos polis (ciudad) y En Grecia, en cambio, la situación
hasta de politeia (política). La derivación de era radicalmente opuesta. Así como del la-
la palabra civitas (ciudad) desde civis (ciu- tín civis se construye “civi-tas”, en griego,
dadano), fue retomada más tarde por Émile desde polis (ciudad) proviene el término
Benveniste4. Se debe recordar que una regla más largo “poli-tés” (ciudadano). En Grecia
básica de la filología es que las palabras más la ciudad era el fundamento de la cualidad
breves son el origen de aquellas más largas. de ciudadano; de modo que aquí sí cabían
Así, de civis proviene “civi-tas”. Es decir, los impuestos, y toda otra clase de cargas
el ciudadano es el origen y el sustento de correlativas a la cualidad de ciudadano que
la ciudad. Los ciudadanos dan lugar a la brindaba la ciudad. Un hombre era ciu-
ciudad. No a la inversa. Bajo esta perspec- dadano solo gracias a que la ciudad se lo
tiva, en realidad sería un error traducir civis permitía: sin ciudad, no hay ciudadanos.
como ciudadano. Más bien, civis se debe Esta concepción está clara en Aristóteles,
traducir como “conciudadano”, puesto que Politica 1.2.1253a: “… Y por la naturaleza,
al decirse simplemente “ciudadano”, se el Estado es anterior a la familia y a cada uno
reduce su significado a la condición de un de nosotros, porque el todo debe ser necesaria-
individuo solo, y no al conjunto de perso- mente anterior a la parte…”. Como se ve, en
nas que constituye políticamente la ciudad. el pensamiento griego, de la polis proviene
Como dijo el entrañable y recordado colega el polités y hasta su familia. Esto contras-
Giuliano Crifò5, civis no es un término ab- ta claramente con Cicerón, De re publica
soluto, sino relativo: no soy un civis por mí 6.13.13, quien define los grupos políticos
y ante mí, sino que solo soy civis respecto como: “concilia coetusque hominum iure
de otro que también es civis. sociati, quae civitates appellantur” (“conci-
Todo esto es mucho más que solo lios y reuniones de hombres asociados en
un juego lingüístico. En la cultura romana, derecho, los cuales se llaman ciudades”). De
especialmente en la época republicana, se esto hablamos cuando decimos que la “ciu-
entendía sustancialmente que el ciudadano dad” u, hoy, el “Estado”, están al servicio de
daba lugar a la ciudad, no la ciudad al ciu- la persona, y no a la inversa.
común, para lo cual debe contribuir a crear ción y la propia felicidad: ya que es moral y
las condiciones sociales que permitan a todos y físicamente imposible que el hombre renuncie
a cada uno de los integrantes de la comunidad a su recompensa final, y cesaría toda razón de
nacional su mayor realización espiritual y someterse a un gobierno cuando este no tuvie-
material posible...”. se por único su oficio de defender el derecho
Se debe ser cuidadoso al analizar el que tiene cada uno desde su propia natura-
texto constitucional. Ante todo, resalta el leza a la propia felicidad, y de procurarles los
lugar central que le cabe a la “persona hu- medios”.
mana”. De hecho, su dignidad y libertad Por otra parte, volviendo al artículo
–ya previamente protegidas en el primer 1º inciso cuarto de la Constitución, llama
inciso del mismo artículo– aparecen como la atención la frase “el Estado está al servicio
el punto de anclaje de toda la regulación de la persona humana”. Esto, dicho así, sin
constitucional. Así es que nuestra sociedad más, resulta una cosa absurda. No existe un
política se establece iure, como decía Cice- “Estado servicial” directamente con cada in-
rón, pero sobre la base de la dignidad y de dividuo, aunque así lo malentienda mucha
la libertad humanas; las cuales constituyen gente que vocifera en las calles. Por un lado,
elementos prejurídicos, y por tanto de mu- los bienes particulares de cada uno son, en
cha mayor entidad que el Derecho mismo. su sentido más profundo, intransferibles; y,
Vale decir: de civis, “civi-tas”. No aparece por otro, el “Estado del bienestar”, o “so-
aquí la voluntad ni menos la sola utilidad cial”, es otra cosa. Es inimaginable un Esta-
del hombre como presupuestos de nuestra do sirviéndonos a cada uno de nosotros en
asociación. Así es que nuestra conforma- nuestras múltiples y particulares necesida-
ción iure no es un contrato metafísico, des –y más inimaginable aún que servirnos,
como creía Rousseau; o un acuerdo funcio- sería que el Estado efectivamente nos satisfi-
nal, como pensaba Rawls. Más bien, todo ciere–. En realidad, la frase quiere decir otra
lo dicho, más otros antecedentes que aquí cosa: entre el modelo de ciudad romana y
me economizo, dan como resultado lo que de ciudad griega, se ha preferido la romana;
en el siglo XIX ya planteaba Antonio Ros- por tanto, los cives, la sociedad política, da-
mini6, respecto de que no hay “en el gobier- mos existencia al Estado, somos anteriores a
no social algún poder legítimo para impedir él; a la inversa de lo que opinaba Aristóte-
a los individuos que componen la sociedad la les. Sin cives no hay civitas; sin ciudadanos,
consecución del verdadero bien humano... [de no hay Estado –esta es la primacía de la
lo cual] se sigue que los hombres al asociarse persona a la que ya me referí–. En reali-
no enajenan, ni han jamás enajenado, ni dad, el texto constitucional es indivisible;
pueden enajenar, su derecho a tender hacia vale decir, no se comprende si solo se cita
tal fin; y que sería del todo absurdo pensar parcialmente. El Estado sirve a la persona
que estos habrían puesto voluntariamente a humana, le es útil, en cuanto contribuye a
merced de algún gobierno la propia perfec- crear condiciones sociales que permitan a
todos y cada uno su mayor realización espi-
6 Rosmini, Antonio (18582, pero 1839): La società ritual y material posible. El Estado sirve a la
e il suo fine, en Filosofia della Politica, vol. I, Opere Edite persona a través de la promoción del “bien
ed Inedite dell’Abate Antonio Rosmini-Serbati roveretano,
vol. XX (Milán, Tipografia e Libreria Arcivescovile ditta
común”. Por tanto, el Estado sirve directa-
Boniardi-Pogliani di E. Besozzi) p. 152. mente a la Res publica.
equilibrios prudenciales; que solo en algu- Este pensamiento –una versión acrítica del
nas ocasiones podría entrar en contacto con capitalismo– es capaz de excluir la propia
los bienes económicos particulares. Y de justicia distributiva del horizonte político;
aquí que sea muy esclarecedor que nuestro pues, claro, la sutileza cualitativa entre bien
texto constitucional enlace el “bien común” común y bienes individuales resulta invisi-
con las “condiciones sociales”. ble para los modelos económicos.
La segunda prevención sobre aque-
llo que no es el bien común, es esta. No 4. Nada de esto puede estar más lejos
podemos confundir el bien común con del principio de subsidiariedad establecido
la sumatoria de los bienes privados de los en el inciso tercero del mismo artículo 1º
ciudadanos. Es decir, se debe tener cuidado de la Constitución; pero, por sobre todo,
con confundir el bien común con el que se promovido por la Iglesia ya desde la encí-
da “a cado uno”. Pues una Res publica, así clica Rerum novarum, de 1891, en adelante.
entendida, no pasa de ser simplemente una En el principio de subsidiariedad se articu-
agregación de res privatae. Hay también una lan, por supuesto, tanto la justicia conmu-
diferencia cualitativa entre bien común y tativa como la distributiva; a la par que se
suma de bienes particulares. Este es el error, impone a los Estados el deber de intervenir
por ejemplo, de Friedrich Hayek, Premio cuando los particulares no sean capaces de
Nobel de economía en 1974, cuando en obtener el bien común –incapacidad que
su obra de 1988 “The fatal conceit. The no solo es pragmática, sino también ideal–.
errors of socialism” (“La fatal arrogancia. Otra cosa son nuestras las visicitudes de
Los errores del socialismo”), dice: “Uno de nuestra propia historia política, por las cua-
los peores abusos del término ‘social’, que ani- les el liberalismo económico en apariencia
quila totalmente el significado del sustantivo se conjugó con el principio constitucional
a que se aplica, es el casi universal empleo de de subsidiariedad –mas, exclusiva y prag-
la expresión ‘justicia social’... Suele afirmarse máticamente en su aspecto contrario: no
que el calificativo ‘social’ es aplicable a todo intervenir en las actividades desarrolladas
aquello que reduce o elimina las diferencias adecuadamente por los particulares–. Ese
de renta... Y así, el uso del término ‘social’ se contubernio, tan circunstancial, hoy se
hace virtualmente equivalente a promoción de paga muy caro. Se denosta por la prensa
la ‘justicia distributiva’. Ahora bien, todo ello al Estado subsidiario, como si fuera sinó-
es radicalmente incompatible con un orden nimo de Estado ultraliberal. Lo cual pone
de mercado competitivo y con el aumento e en riesgo el orden social propuesto por la
incluso el mantenimiento de la población y la Iglesia –cuya introducción en nuestra Cons-
riqueza actuales. De este modo, por medio de titución es sabidamente un mérito de Jaime
tales errores, se llega a llamar ‘social’ lo que en Guzmán–, y que a mi juicio vale en cuanto
realidad constituye el principal obstáculo para aparece como el más justo y humano. Como
la buena marcha de la ‘sociedad’. Lo ‘social’ sea, por la vía de la suma de los bienes par-
debería más bien tacharse de antisocial9”. ticulares volvemos a caer, paradójicamente,
en la confusión entre bien común y bien
9
público: la utilidad de la mayoría determina
Hayek, Friedrich (1988): The fatal conceit. The
errors of socialism, en The Collected Works of Friedrich
de manera aplastante el destino de la mi-
August Hayek, vol. I (Londres, Routledge) p. 118. noría. Teniendo a la vista nuestro contexto
como si la gente no supiera de sobra qué es más profundo. Las soluciones pasan más por
una tasa de interés conveniente. Como sea, el la identificación con un mensaje que por unas
resultado político concreto es que hay varios sumas y unas restas.
miles de personas protestando en las calles... Ojalá que Uds., que han demostrado
Y es que la cuestión, en realidad, es mucho un interés y una capacidad especiales para la
más profunda y “espiritual”: las personas no Res publica –uno de los asuntos más serios y
están contentas, “socialmente” contentas –por trascedentes en la actividad humana–, no ol-
cierto, las encuestas dicen que sí lo están–. viden nunca que ser civis, “conciudadano”, es
Hacer oídos sordos a ello es no comprender una cualidad que se tiene respecto de los otros
que el bien común también debe promover el y que empapa a la persona toda, tanto en sus
bien espiritual. Esa es la política en su sentido aspectos materiales como espirituales.