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Revista Chilena de Derecho

ISSN: 0716-0747
redaccionrchd@uc.cl
Pontificia Universidad Católica de Chile
Chile

Carvajal, Patricio-Ignacio
CIUDADANÍA Y BIEN COMÚN EN LA REPÚBLICA
Revista Chilena de Derecho, vol. 40, núm. 1, enero-abril, 2013, pp. 373-379
Pontificia Universidad Católica de Chile
Santiago, Chile

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CIUDADANÍA Y BIEN COMÚN EN LA REPÚBLICA1


Patricio-Ignacio Carvajal2

Cuando hablamos de la palabra “re- (política). Pero, en mi opinión, no desde


pública”, solemos remontarnos demasiado las ideas griegas, derivadas desde la noción
poco en el tiempo. A lo sumo acudimos de polis, sino desde el concepto mucho más
al significado que adquirió desde el siglo provechoso de civitas; por cuanto denota
XVII, según el cual “república” se contra- mejor los contenidos esenciales de la Res
puso a “monarquía”. O saltamos a la actua- publica.
lidad, como en el alemán “Republik”, o el
francés “république”, en que el término se 1. Michel Bréal3 llama la atención
identifica con la organización liberal demó- sobre el fenómeno de concreción de las
crata del Estado. O, por último, situamos la palabras originalmente abstractas; es de-
palabra en el contexto norteamericano; para cir, palabras que no mantienen su sentido
el cual, lejos de la cuestión monárquica, abstracto inicial, referido a una acción, a
“republic” se contrapone a antidemocracia. una cualidad o a una condición, sino que
Pero todo esto es superfluo. Lo más aleccio- terminan por referirse a un objeto material.
nador es reconducir la expresión “república” El sufijo latino “–tas” juega un papel funda-
a su origen latino “Res publica”, en el cual mental en la formación de aquellas palabras
literalmente denotamos una “cosa pública”, abstractas que indican una cualidad o una
una “cosa común”; en contraposición a la condición –como en dignitas, dignidad,
res privata –cosa privada–, en el sentido de cupiditas, deseo, imbecillitas, imbecilidad,
que aquellas cosas de titularidad exclusiva- etc.–. Este sufijo corresponde al griego
mente individual. “–tes” –dikaiótes, justicia, filótes, amistad,
La idea de Res publica, de “cosa pú- etc.–. Ahora bien, en algunos términos la-
blica”, se ha transmitido a otras lenguas. tinos esta función del sufijo “–tas” tiende a
Por ejemplo, en italiano, “il comune”; en perderse. Así en “civitas”, que designa algo
alemán, “die Gemeinde”; o, en inglés, “com- tan concreto como “ciudad”. Pero –este
monwealth”. Ahora bien, para el original es el punto central– lo cierto es que ori-
latino, Res publica –si bien ciertamente ginalmente significaba la cualidad propia
podríamos encontrar influjos griegos en su
significado–, no hallamos, en cambio, una 1 El texto corresponde a un discurso pronunciado

traducción literal a la lengua de los filóso- con ocasión de la clausura del Bachillerato en Servicio
fos. Res publica no es traducible por el ad- Público organizado por la Fundación Jaime Guzmán,
el año 2012. El autor agradece la invitación realizada
jetivo griego “koinós” (común, público), ni en atención a su perspectiva académica. Dada la
por el sustantivo “lo público”: en singular naturaleza oral de esta intervención, solo se ofrecen
tò koinón, o en plural, tà koiná. En realidad, unas pocas citas bibliográficas básicas
2 Doctor en Derecho. Correo electrónico: carvajal@
la correcta traducción griega de Res publica
uc.cl.
sería “politeia”, que es algo así como “buen 3 Bréal, Michel (1897): Essai de sémantique
gobierno de la cosa pública”. Así es que (Sciencie des significations) (París, Librairie Hachette)
debemos familiarizarnos con esta politeia pp. 149 y 150.

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del ciudadano (civis). En suma, si bien la dadano; y por esta primacía esencial, a na-
palabra civitas –a diferencia de dignitas o die se le habría ocurrido, por ejemplo, que
cupiditas– denota un espacio concreto, este la ciudad cobrara impuestos a los ciudada-
no es su sentido abstracto original, sino uno nos, o que la autoridad política (es decir, la
derivado: el significado primario se refería autoridad ciudadana) estuviera legitimada
–como ha quedado dicho– a una cualidad para ejercer la fuerza sobre un ciudadano.
o condición del ciudadano. Y de hecho, Era imposible que la ciudad actuara contra
por tanto, solo esta acepción derivativa y un ciudadano, simplemente porque, sin
material de civitas puede valer como sinóni- cada uno de ellos, esta no podía existir.
mo de los términos griegos polis (ciudad) y En Grecia, en cambio, la situación
hasta de politeia (política). La derivación de era radicalmente opuesta. Así como del la-
la palabra civitas (ciudad) desde civis (ciu- tín civis se construye “civi-tas”, en griego,
dadano), fue retomada más tarde por Émile desde polis (ciudad) proviene el término
Benveniste4. Se debe recordar que una regla más largo “poli-tés” (ciudadano). En Grecia
básica de la filología es que las palabras más la ciudad era el fundamento de la cualidad
breves son el origen de aquellas más largas. de ciudadano; de modo que aquí sí cabían
Así, de civis proviene “civi-tas”. Es decir, los impuestos, y toda otra clase de cargas
el ciudadano es el origen y el sustento de correlativas a la cualidad de ciudadano que
la ciudad. Los ciudadanos dan lugar a la brindaba la ciudad. Un hombre era ciu-
ciudad. No a la inversa. Bajo esta perspec- dadano solo gracias a que la ciudad se lo
tiva, en realidad sería un error traducir civis permitía: sin ciudad, no hay ciudadanos.
como ciudadano. Más bien, civis se debe Esta concepción está clara en Aristóteles,
traducir como “conciudadano”, puesto que Politica 1.2.1253a: “… Y por la naturaleza,
al decirse simplemente “ciudadano”, se el Estado es anterior a la familia y a cada uno
reduce su significado a la condición de un de nosotros, porque el todo debe ser necesaria-
individuo solo, y no al conjunto de perso- mente anterior a la parte…”. Como se ve, en
nas que constituye políticamente la ciudad. el pensamiento griego, de la polis proviene
Como dijo el entrañable y recordado colega el polités y hasta su familia. Esto contras-
Giuliano Crifò5, civis no es un término ab- ta claramente con Cicerón, De re publica
soluto, sino relativo: no soy un civis por mí 6.13.13, quien define los grupos políticos
y ante mí, sino que solo soy civis respecto como: “concilia coetusque hominum iure
de otro que también es civis. sociati, quae civitates appellantur” (“conci-
Todo esto es mucho más que solo lios y reuniones de hombres asociados en
un juego lingüístico. En la cultura romana, derecho, los cuales se llaman ciudades”). De
especialmente en la época republicana, se esto hablamos cuando decimos que la “ciu-
entendía sustancialmente que el ciudadano dad” u, hoy, el “Estado”, están al servicio de
daba lugar a la ciudad, no la ciudad al ciu- la persona, y no a la inversa.

4 Benveniste, Émile (1970): Deux modèles 2. Propongo contrastar todo esto


linguistiques de la cité (Mélanges Lévy-Strauss, 1) pp. con nuestra realidad, a la luz del artículo 1º
589-596.
5 Crifò, Giuliano (20044): Civis. La cittadinanza
inciso cuarto de nuestra Constitución, que
tra antico e moderno (Roma, Laterza) passim, esp. pp.
señala: “El Estado está al servicio de la perso-
26 y 27. na humana y su finalidad es promover el bien

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común, para lo cual debe contribuir a crear ción y la propia felicidad: ya que es moral y
las condiciones sociales que permitan a todos y físicamente imposible que el hombre renuncie
a cada uno de los integrantes de la comunidad a su recompensa final, y cesaría toda razón de
nacional su mayor realización espiritual y someterse a un gobierno cuando este no tuvie-
material posible...”. se por único su oficio de defender el derecho
Se debe ser cuidadoso al analizar el que tiene cada uno desde su propia natura-
texto constitucional. Ante todo, resalta el leza a la propia felicidad, y de procurarles los
lugar central que le cabe a la “persona hu- medios”.
mana”. De hecho, su dignidad y libertad Por otra parte, volviendo al artículo
–ya previamente protegidas en el primer 1º inciso cuarto de la Constitución, llama
inciso del mismo artículo– aparecen como la atención la frase “el Estado está al servicio
el punto de anclaje de toda la regulación de la persona humana”. Esto, dicho así, sin
constitucional. Así es que nuestra sociedad más, resulta una cosa absurda. No existe un
política se establece iure, como decía Cice- “Estado servicial” directamente con cada in-
rón, pero sobre la base de la dignidad y de dividuo, aunque así lo malentienda mucha
la libertad humanas; las cuales constituyen gente que vocifera en las calles. Por un lado,
elementos prejurídicos, y por tanto de mu- los bienes particulares de cada uno son, en
cha mayor entidad que el Derecho mismo. su sentido más profundo, intransferibles; y,
Vale decir: de civis, “civi-tas”. No aparece por otro, el “Estado del bienestar”, o “so-
aquí la voluntad ni menos la sola utilidad cial”, es otra cosa. Es inimaginable un Esta-
del hombre como presupuestos de nuestra do sirviéndonos a cada uno de nosotros en
asociación. Así es que nuestra conforma- nuestras múltiples y particulares necesida-
ción iure no es un contrato metafísico, des –y más inimaginable aún que servirnos,
como creía Rousseau; o un acuerdo funcio- sería que el Estado efectivamente nos satisfi-
nal, como pensaba Rawls. Más bien, todo ciere–. En realidad, la frase quiere decir otra
lo dicho, más otros antecedentes que aquí cosa: entre el modelo de ciudad romana y
me economizo, dan como resultado lo que de ciudad griega, se ha preferido la romana;
en el siglo XIX ya planteaba Antonio Ros- por tanto, los cives, la sociedad política, da-
mini6, respecto de que no hay “en el gobier- mos existencia al Estado, somos anteriores a
no social algún poder legítimo para impedir él; a la inversa de lo que opinaba Aristóte-
a los individuos que componen la sociedad la les. Sin cives no hay civitas; sin ciudadanos,
consecución del verdadero bien humano... [de no hay Estado –esta es la primacía de la
lo cual] se sigue que los hombres al asociarse persona a la que ya me referí–. En reali-
no enajenan, ni han jamás enajenado, ni dad, el texto constitucional es indivisible;
pueden enajenar, su derecho a tender hacia vale decir, no se comprende si solo se cita
tal fin; y que sería del todo absurdo pensar parcialmente. El Estado sirve a la persona
que estos habrían puesto voluntariamente a humana, le es útil, en cuanto contribuye a
merced de algún gobierno la propia perfec- crear condiciones sociales que permitan a
todos y cada uno su mayor realización espi-
6 Rosmini, Antonio (18582, pero 1839): La società ritual y material posible. El Estado sirve a la
e il suo fine, en Filosofia della Politica, vol. I, Opere Edite persona a través de la promoción del “bien
ed Inedite dell’Abate Antonio Rosmini-Serbati roveretano,
vol. XX (Milán, Tipografia e Libreria Arcivescovile ditta
común”. Por tanto, el Estado sirve directa-
Boniardi-Pogliani di E. Besozzi) p. 152. mente a la Res publica.

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3. La verdad, yo no les puedo decir 1872, en un informe relativo a la expropia-


qué cosa sea, hoy, el bien común. Pero al ción de terrenos para la construcción de la
menos puedo hacer dos prevenciones sobre Avenida del Ejército Libertador, en Santia-
aquello que no es, en atención a la engañosa go, emitido por los señores Jerónimo Urme-
lección del artículo 1º que refiere el bien neta, Domingo Arteaga Alemparte, Manuel
común “a todos y a cada uno”. Valdés Vigil y Tadeo Reyes: “La utilidad del
La primera prevención sobre aquello Estado ¿se encuentra solamente en aquello que
que no es el bien común, es esta. El bien aprovecha a toda la comunidad nacional... de
común no es el bien público, no es solo el un modo directo e inmediato? En tal caso, po-
bien de “todos”. Es decir, el bien común no dría asegurarse que ninguna, o casi ninguna,
se debe confundir con el bien del cuerpo de las expropiaciones autorizadas por nuestros
social entendido como organización. Así lo diversos congresos ha sido constitucional”8. La
señalaba también Rosmini, ahora en su Fi- diferencia entre bien común y bien público
losofia: “Se debe distinguir el bien común del es cualitativa, como aquí se ve –el bien co-
bien público: cosas que se confunden entre sí mún no necesariamente coincide con el de
con gran daño para la ciencia del derecho pú- toda la organización política–. Por otra par-
blico, y de la humanidad, impedida, con tales te, ciertamente se evita avasallar los bienes
confusiones de conceptos, de encontrar aquella individuales en nombre de la consecución
constitución social que le conviene, y que va del bien común. El caso de la expropiación
buscando en vano. / El bien común es el bien es muy ilustrativo también a este respecto:
de todos los individuos que componen el como se sabe, esta debe contemplar una
cuerpo social, y que son sujetos de derechos; el justa indemnización al expropiado. Nótese
bien público, por el contrario, es el bien del que el expropiado podría incluso beneficiar-
cuerpo social considerado en su totalidad, o se económicamente de una obra realizada
bien considerado, según la manera de ver de en virtud del bien común –v. gr. si la parte
algunos, en su organización. / El principio restante de un predio, que queda en ma-
del bien público, sustituyendo aquél del bien nos del particular, obtiene plusvalía por las
común, es la utilidad sustituyendo la justicia; obras públicas en la parte expropiada–; pero
es la Política que, tomando entre sus manos dicha ventaja individual no debe ser tomada
prepotentes al Derecho, permite hacer a aquel en cuenta para efectos de su indemnización
gobierno lo que más le plazca”7. de perjuicios. Esto revela que es errada la
Cuando hablamos, por ejemplo, de tendencia a simplificar en clave económica
la expropiación por causa de utilidad públi- el bien común y el bien particular; pues, si
ca, tampoco estamos girando hacia lo que ello fuera correcto, ese eventual beneficio
aquí se llama bien público. Ante todo, la económico del expropiado sí tendría que
utilidad pública contemplada para la expro- descontarse de su indemnización. La suti-
piación no mira necesariamente a toda la leza del bien común revela claramente su
organización política. Así ya estaba claro en carácter exorbitante de las solas considera-
ciones económicas. Es, en efecto, un domi-
7 Rosmini, Antonio (1846, pero 18452): Filosofia nio de “lo político”, con todos sus delicados
del Diritto, vol. II, en Filosofia della Morale e del
Diritto, vol. VI, Opere Edite ed Inedite dell’Abate Antonio
Rosmini-Serbati prete roveretano, vol. XX (Milán, Intra 8 Huneeus, Jorge (1879): La constitución ante el
Tipografia di Paolo Bertolotti) p. 547. congreso, 1 (Santiago, Imprenta de los Tiempos) p. 56.

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equilibrios prudenciales; que solo en algu- Este pensamiento –una versión acrítica del
nas ocasiones podría entrar en contacto con capitalismo– es capaz de excluir la propia
los bienes económicos particulares. Y de justicia distributiva del horizonte político;
aquí que sea muy esclarecedor que nuestro pues, claro, la sutileza cualitativa entre bien
texto constitucional enlace el “bien común” común y bienes individuales resulta invisi-
con las “condiciones sociales”. ble para los modelos económicos.
La segunda prevención sobre aque-
llo que no es el bien común, es esta. No 4. Nada de esto puede estar más lejos
podemos confundir el bien común con del principio de subsidiariedad establecido
la sumatoria de los bienes privados de los en el inciso tercero del mismo artículo 1º
ciudadanos. Es decir, se debe tener cuidado de la Constitución; pero, por sobre todo,
con confundir el bien común con el que se promovido por la Iglesia ya desde la encí-
da “a cado uno”. Pues una Res publica, así clica Rerum novarum, de 1891, en adelante.
entendida, no pasa de ser simplemente una En el principio de subsidiariedad se articu-
agregación de res privatae. Hay también una lan, por supuesto, tanto la justicia conmu-
diferencia cualitativa entre bien común y tativa como la distributiva; a la par que se
suma de bienes particulares. Este es el error, impone a los Estados el deber de intervenir
por ejemplo, de Friedrich Hayek, Premio cuando los particulares no sean capaces de
Nobel de economía en 1974, cuando en obtener el bien común –incapacidad que
su obra de 1988 “The fatal conceit. The no solo es pragmática, sino también ideal–.
errors of socialism” (“La fatal arrogancia. Otra cosa son nuestras las visicitudes de
Los errores del socialismo”), dice: “Uno de nuestra propia historia política, por las cua-
los peores abusos del término ‘social’, que ani- les el liberalismo económico en apariencia
quila totalmente el significado del sustantivo se conjugó con el principio constitucional
a que se aplica, es el casi universal empleo de de subsidiariedad –mas, exclusiva y prag-
la expresión ‘justicia social’... Suele afirmarse máticamente en su aspecto contrario: no
que el calificativo ‘social’ es aplicable a todo intervenir en las actividades desarrolladas
aquello que reduce o elimina las diferencias adecuadamente por los particulares–. Ese
de renta... Y así, el uso del término ‘social’ se contubernio, tan circunstancial, hoy se
hace virtualmente equivalente a promoción de paga muy caro. Se denosta por la prensa
la ‘justicia distributiva’. Ahora bien, todo ello al Estado subsidiario, como si fuera sinó-
es radicalmente incompatible con un orden nimo de Estado ultraliberal. Lo cual pone
de mercado competitivo y con el aumento e en riesgo el orden social propuesto por la
incluso el mantenimiento de la población y la Iglesia –cuya introducción en nuestra Cons-
riqueza actuales. De este modo, por medio de titución es sabidamente un mérito de Jaime
tales errores, se llega a llamar ‘social’ lo que en Guzmán–, y que a mi juicio vale en cuanto
realidad constituye el principal obstáculo para aparece como el más justo y humano. Como
la buena marcha de la ‘sociedad’. Lo ‘social’ sea, por la vía de la suma de los bienes par-
debería más bien tacharse de antisocial9”. ticulares volvemos a caer, paradójicamente,
en la confusión entre bien común y bien
9
público: la utilidad de la mayoría determina
Hayek, Friedrich (1988): The fatal conceit. The
errors of socialism, en The Collected Works of Friedrich
de manera aplastante el destino de la mi-
August Hayek, vol. I (Londres, Routledge) p. 118. noría. Teniendo a la vista nuestro contexto

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histórico y político podríamos parafrasear para ponerse en duda–. Ahora me refiero a


a Rosmini así: “El principio del bien pú- una cuestión mucho más cotidiana y urgente.
blico, sustituyendo aquél del bien común, Vivimos a tal punto el materialismo –ese que
es la utilidad sustituyendo la justicia; es la nos hace proscribir hasta la justicia distributiva
[Economía] que, tomando entre sus manos y, con ello, el núcleo mismo de la subsidiarie-
prepotentes al Derecho, permite hacer a aquel dad–, que la realización espiritual se ha con-
gobierno lo que más le plazca”. fundido con la material. Si tenemos, somos
Ahora bien, cuando señalo que el capi- felices. Somos felices porque tenemos. Hemos
talismo confunde el bien común tanto con el disuelto la tensión entre cantidad y cualidad;
bien público como con una suma de los bie- como si bastara que el Estado busque “la
nes privados, no estoy trazando una opinión mayor realización... material posible”, sin más.
marxista. Para Marx, la pobreza de los traba- Esta degradación propiamente “espiritual” se
jadores en el capitalismo solo podía extenderse observa por todas partes. Una de sus vertientes
e intensificarse; y por ello el capitalismo no consiste en que las personas no valgan como
podía ser reformado sino que requería ser tales, sino que por su número. Así, historiado-
destruido. En fin, para él, el capitalismo no res como Gabriel Salazar –si no me equivoco,
permitía jamás que los trabajadores participa- según le escuché en una conferencia para
ran de la riqueza generada. Esto ya fue certera- los estudiantes de Derecho de mi Facultad–,
mente cuestionado por Karl Popper. Y nuestra proponen la legitimidad política como la “le-
propia historia reciente también lo desmiente. gitimidad de la calle”. Entonces, lo que vale es
Aunque esté lejos de terminar la lucha contra el número de personas en la calle; no las per-
la pobreza, esta ha disminuido ostensiblemen- sonas mismas. Y, por el otro costado, se sos-
te en los últimos años. Así es que el desarrollo tiene que las personas valen como números de
del mercado ha sido, sin duda, un efectivo una encuesta. Que los encuestadores sean los
método de desarrollo que debemos apreciar y verdaderos “gurú” de la política actual, es una
conservar. Pero el problema es otro, por cuan- situación que solo se puede lamentar –y no se
to la economía, por sí sola, no puede colmar prevé que esto cambie, a pesar de sus gruesos
en su totalidad el ámbito de “lo político”; las errores en la última votación municipal–.
“condiciones sociales”, según la Constitución; Hoy, los problemas sociales y hasta los lide-
lo cual yo he llamado la Res publica. Precisa- razgos políticos se resuelven por encuestas. Se
mente, el problema tanto del marxismo como ha confundido los instrumentos con los fines;
del capitalismo es que ambas son posiciones los bienes públicos y los bienes privados con el
esencialmente materialistas; y, por tanto, en bien común; la ciudad con los ciudadanos. Y
ambas posiciones olvidan que el bien común de paso, se ha “cosificado” hasta el extremo a
tiene por norte generar condiciones sociales las personas.
que permitan la “mayor realización espiritual Por ejemplo, se insiste en fórmulas
y material posible”. Esta, la “realización espiri- económicas para solucionar las demandas
tual”, es una de las cuestiones más descuida- estudiantiles: préstamos en condiciones que,
das, hoy. según se propone, realmente pueden con-
No me voy a referir aquí a la dimen- siderarse adecuadas. Pero ello no resulta. El
sión religiosa de las personas que componen problema “social” no se resuelve. Los técnicos
la sociedad civil como “lo espiritual” –pues observan atónitos e impotentes este fracaso.
esta es una cuestión demasiado gruesa como E insisten una y otra vez en sus explicaciones,

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como si la gente no supiera de sobra qué es más profundo. Las soluciones pasan más por
una tasa de interés conveniente. Como sea, el la identificación con un mensaje que por unas
resultado político concreto es que hay varios sumas y unas restas.
miles de personas protestando en las calles... Ojalá que Uds., que han demostrado
Y es que la cuestión, en realidad, es mucho un interés y una capacidad especiales para la
más profunda y “espiritual”: las personas no Res publica –uno de los asuntos más serios y
están contentas, “socialmente” contentas –por trascedentes en la actividad humana–, no ol-
cierto, las encuestas dicen que sí lo están–. viden nunca que ser civis, “conciudadano”, es
Hacer oídos sordos a ello es no comprender una cualidad que se tiene respecto de los otros
que el bien común también debe promover el y que empapa a la persona toda, tanto en sus
bien espiritual. Esa es la política en su sentido aspectos materiales como espirituales.

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