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Roma, Constantinopla y los bárbaros

​Walter Goffart

Si la ​ley física de Inertia se aplica al desarrollo histórico, entonces quizás el ​imperio romano estaba
legítimamente destinado a la eternidad, y aquellos que sabían que no duraría están ligados a preguntar ​qué
interrumpió el curso tranquilo a través de los años?​. Edward Gibbon decía que su relato de la ​decadencia y
caída describe el “triunfo del barbarismo y la superstición”; la versión moderna de Arnold Toynbee de la
misma frase atribuyó la caída al interno y externo proletariado. Nadie seriamente tiene dudas de que el
imperio ​romano en su fase final fue profundamente afectado, por un lado por la religión cristiana y por otro
por las tribus extranjeras llamadas los bárbaros

Como Gibbon insinuó, Toynbee afirmó que todos los demás ampliamente creen, epitomizaron la “externa”
dimensión de la caída del imperio. Esta percepción es obviamente verdad puesto que los bárbaros son por
definición extranjeros. El dualismo de la causalidad interna y externa tiene su clásica afirmación en la
meditación de la caída de los estados de Polibio, escrita en el siglo segundo AC. Ahora hay ​dos maneras en
las cuales cualquier tipo de estado puede caer. Una es la ruina que viene de afuera; la otra en contraste es una
crisis interna. La primera es difícil de predecir, la segunda se determina desde adentro”. Nadie sugeriría sin
embargo que lo que experimentó roma en su antigüedad tardía tuviese un paralelo con el destino de Aztecas e
Incas. Por el contrario, roma siempre había tenido tribus belicosas en sus puertas y tenía siglos de experiencia
en lidiar con ellos.

Un ​historiador menos famoso-un romano familiarizado tardíamente con el antiguo testamento así como también
con los temas de la historiografía antigua- fue capaz de ​evoca​r un patrón en el cual los ​extranjeros juegan una
parte pasiva pero crucial en la caída “determinada desde adentro”​. Este autor era ​Sulpicius Severus,​Un breve
extracto basado en Jueces 1-3 contiene lo esencial: ​bajo la guía de Judas el asunto fue exitosamente conducido:
hubo la más grande tranquilidad tanto en casa como en el exterior…. Luego como casi siempre ocurre en tiempos
de prosperidad, los hebreos empezaron a contraer matrimonio con los conquistados y de vez en cuando adoptan
costumbres extranjeras, incluso en modos sacrílegos para ofrecer sacrificios a los ídolos. Tan perniciosa es toda
alianza con los extranjeros. Dios previendo estas cosas de mucho antes, tuvo por un precepto saludable, imponer
a los hebreos renunciar a la nación conquistada para su absoluta destrucción. Pero la gente, a través de la
lujuria por el poder, prefirieron (para su propia ruina) gobernar por sobre aquellos que fueron conquistados. En
efecto, cuando olvidándose de Dios, adoraron ídolos, se privaron de la asistencia divina y siendo dominados por
la fuerza por el rey de Mesopotamia, pagaron la pena de ocho años de cautiverio.
Aunque crudo y xenofóbico, el pasaje tiene la ventaja de ilustrar una “ruina” que Polibio nunca imaginó.

En vez de que los extranjeros hayan tenido la culpa de la caída del imperio más bien fue la rivalidad de las
facciones domésticas las que socavaron el estado.

Las tribus turbulentas de antaño prolongaron su existencia bajo nuevos nombres, como alguna vez habían sido
mantenido en represión, y como podían estarlo hoy en día. Los Celtas que capturaron roma en el 390 ac y la
quemaron, Aníbal y los Cartagineses, el temible Mithridats de Pontus, Ariabistus y Versingetorix en Galia, -todos
estos y muchos más no fueron menos bárbaros que los Dacianos del alto imperio, los Godos y los Hunos en el
370. ​Precisamente porque los bárbaros siempre estuvieron ahí, nunca las apariencias para los observadores
contemporáneos del mediterráneo, alcanzan nuevas características más peligrosas que aquellas del pasado​, hay
una pequeña razón para mirar entre ellas, por una pista, para su comienzo en el siglo V y VI de la era cristiana. ​El
término bárbaro por si mismo, como todos saben es una generalización greco-romana. Comenzó cuando los
griegos llamaban bárbaros a todos aquellos que no hablaban griego, y con un significado un tanto alterado,
sobrevivió su encuentro con los godos, francos, sajones para conseguir un lugar seguro en el vocabulario de la
Europa medieval y moderna.

Lo inquietante acerca del nombre bárbaro es la generalización que encarna: el término tiende a transformar a los
vecinos del imperio romano en una colectividad. Los bárbaros fueron solamente una colectividad vistos de la
perspectiva grecorromana mediterránea. Incluso ​los romanos fueron lo suficientemente astutos para darse cuenta
cuan diversas eran las ​gentes​ que adoptaron ese nombre.

Uno de los primeros compendios del siglo IV de las provincias romanas, llamado lista de Verona, nos recuerda
esta diversidad de pueblos cuando complementa el catalogo de provincias con uno de los “pueblos bárbaros que se
multiplicó bajo los emperadores”.

Aunque el nombre “​Germano” fue comparativamente ​diseminado en la escritura latina de la antigüedad, se aplicó
exclusivamente a la gente del Rhin, marcadamente a los Francos​. Las tribus del bajo Danubio como los Visigodos,
aunque germano parlantes, nunca habían soñado con aplicar este nombre hacia ellos.
“Como descubierto por la falta de un nombre colectivo, ​los Germanos no se concibieron a si mismos como una
unidad, pero siempre se consideraron emparentados. En este sentido, conocían de un linaje común que rastrearon
hasta el dios mortal del tornado ( Zwitter) y su hijo Mann”. Esta observación seria correcta sólo si la creencia de
un descendiente común salió directamente de Germania y adoptado como tal en aquellos miembros de las tribus
quienes en el siglo V y VI se establecieron en suelo romano. Sin embargo la fuente es Tácito, cuya información es
radicalmente limitada en espacio y tiempo. Cualquiera que fuese la situación en sus días, ​ni siquiera una pizca de
evidencia de la época de las invasiones insinúa que las tribus de aquella era se concibieron a si mismas como
descendientes de un ancestro común.

El primer rastro de una “conciencia germánica”, -un sentido de parentesco entre una variedad de individuos
germánicos, -comienza a ser discernible solo en el siglo IX​, -eso es, en la era carolingia En ningún momento en la
antigüedad, al comienzo o al final, hubo una hostilidad colectiva de los bárbaros hacia el imperio o un propósito
colectivo para destruirlo.

Un erudito creyó que había identificado la imperfección en la sociedad romana que explicaba por que el imperio
nunca pudo ganar “la victoria final” sobre los bárbaros, como si tal victoria podría haber sido obtenida, o debió
haber sido ganada. ​Una aproximación más saludable, quizás, es reconocer que, en el esquema imperial de las
cosas el problema barbárico era tan estructurado como para ser interminable.

Se ha sugerido que los tratos hechos algunas veces por roma con sus vecinos fueron un paso en su “asimilación
progresiva”, pero la existencia de cualquier plan imperial o intención de asimilar a los extranjeros es altamente
dudosa.

No es que roma careciese de poder de asimilación. En los muchos siglos desde que hubo entrando a la conquista
de tierras distantes, millones de bárbaros habían sido pacificados y absorbidos en una civilización común, una
romania cuya gente, sin embargo, imperfectamente homogénea, cuidaba al emperador para defenderlo en contra
de los extranjeros y no tenían deseos de liberarse de esta regla. Aunque masiva e impositiva, la asimilación tuvo
lugar solo dentro de la zona delimitada por la armada romana.

Mientras los ​Barbaricum​, agresivos y desorganizados esperaban ser conquistados, sus habitantes sirvieron como
actores necesarios en el ritual de la victoria imperial, más prácticamente como un recurso de la mano de obra para
sumergirse y conocer las necesidades imperiales.

Un especial énfasis yace invariablemente en el año 180, o cercano a él, como un cambio de rumbo desde una
defensa más floja hacia una más potente: “​Alrededor del 180 se comenzó a sentir una presión barbárica mucho
más fuerte”. Pero para afirmar lo anterior se necesita precaución, ya que no se conoce ningún observador
contemporáneo que haya estado consciente de los cambios.

El estado de roma continuamente vigiló a los bárbaros. Tanto tiempo, como el estado romano, insistió en un alto
nivel de seguridad para las provincias, nunca se pudo, dar por hecho, que sus fronteras fueran tomadas. No
obstante los bárbaros nunca fueron un problema aislado. ​La defensa de las fronteras tenía un lugar asegurado en la
agenda de las prioridades imperiales, pero otras, consideraciones más apremiantes algunas veces tomaban
preponderancia por sobre el factor defensivo.
En el calmado imperio, sin embargo, el ejército recibía paga regular y los civiles se les cobraban impuesto por ley.

Los límites de la expansión armada fueron idóneamente resumidos por el historiador del siglo III quien describió
las proezas inaugurando el breve reinado de Maximinus: “el amenazó (y estaba determinado) a derrotar y
subyugar a las naciones germanas tan lejos como el océano…, y sus acciones se habrían agregado a su reputación
si no hubiese sido tan despiadado y severo hacia sus asociados y súbditos. Cual era el beneficio de matar bárbaros
cuando las más grandes matanzas ocurrieron en roma y en las provincias?. O en el despojo del botín capturado de
sus enemigos cuando robaba a sus compatriotas amigos de todas sus propiedades?. El pronto derrocamiento de
Maximus convenientemente revocó sus intenciones expansionistas. En un imperio amplio y responsablemente
administrado el gobierno no podría desplegar sus tropas en una frontera sin formularse la pregunta de que los
tributarios que no corrían peligro estuviesen dispuestos a pagar.

Como sugiere el destino de Maximinus, otra preocupación continua era la seguridad interna. ​“la mirada de la paz
casi ininterrumpida desde Augusto hasta Comodo depende no solamente de la falta de disturbios que Gibbon
menciona sino que depende de la omisión de otros​”. Después de Comodo (180-192), la evidencia es demasiado
obvia para ser ignorada. Si bien hubo Rebeliones esclavistas, disturbios por parte de la plebe, y los intermitentes
llamados de atención de los bárbaros en alborotos internos, ninguno de ellos fue un peligro persistente.

El ​gobierno romano tenía otras preocupaciones que solamente los ​bárbaros​. El ​bienestar de las provincias y el
peligro de la usurpación estuvieron dentro de las consideraciones que llamaban insistentemente la atención como
lo hacía la defensa de las fronteras.

Uno de los últimos puntos generales merece ser mencionado- a saber, el asunto de las ​invasiones y migraciones​, lo
que los germanos llaman ​Völkerwanderung ​(migración de las personas). Muchos libros y atlas históricos
contienen un mapa que propone mostrar los caminos de los invasores bárbaros, típicamente desde Escandinavia
hasta España y en el norte de África o desde Asia central hasta el centro de la Galia. En muchas instancias tantos
como quinientos años de migración, reales y supuestos, están dibujados en sólo un entorno geográfico. A través
de una mera mirada de las flechas que con atrevimiento eran lanzadas de todas direcciones a través de las fronteras
romanas y de las provincias, la impresión que se obtiene es que ​ningún imperio podría resistir tal presión​. Por otra
parte, las narrativas que acompañan a estos hechos tienden a desplegar una retórica de olas, mareas, e
inundaciones, sugiriendo lo implacable de los procesos naturales.

Difícilmente nada ha hecho más para oscurecer la cuestión bárbara que las habladurías y las imágenes de personas
errantes incansablemente destruyendo las fronteras romanas e inundando el imperio.

Por supuesto, hubo ​invasiones e inmigraciones en el siglo IV, V y VI. El ​error deriva de agrupar estos varios
eventos en un fenómeno auto explicativo y generalizado que en sí mismo caracterizó a las gentes bárbaras de
aquellos de los siglos anteriores. Los Germanos como los ​Celtas eran agricultores sedentarios, no nómades​.

La demografía ofrece otra consideración negativa: ​ningún grupo en particular de bárbaros invasores era
particularmente grande o cohesivo.

Además, es importante distinguir las áreas como Britania y los Balcanes, donde los inmigrantes permanentemente
alteraron la mezcla étnica, de mucho más grandes áreas como el norte de África, la Galia y España donde los
bárbaros restaban una pequeña minoría precariamente posicionada en la sociedad de habla latina. A su vez, se
debe recordar que los incidentes de las invasiones casi nunca fueron de un solo lado; por ejemplo los ​Godos
cruzaron el Danubio en 373 porque el gobierno romano expresamente les permitió hacerlo; los Vándalos
invadieron el norte de África en 429 porque una rebelión general los invitó; y los Sajones se trasladaron a Britania.
Para el 305 dc, cuando Diocletiano (o Dioclesiano) se retiró como emperador, los intrusos habían sido eliminados
y las fronteras restauradas casi en su totalidad.

Es apropiado resumir las consideraciones generales que nos han ocupado hasta ahora:
Primero, el ​término “bárbaro” es inobjetablemente más grande de cómo lo reconocemos y que expresa un punto
de vista ​greco-romano​. En el lenguaje del imperio, sus vecinos ​algunas veces formaron una colectividad. Para
ellos, sin embargo, aquellos quienes los romanos adoptaron en ​una palabra eran diversos y desunidos. Desde que
ellos no tenían una mente colectiva o aspiraciones colectivas, es ​incorrecto evocar un solo “lado bárbaro” y creer
que una historia puede ser escrita desde esa perspectiva. Para contar las invasiones desde un punto de vista no
romano, como muchas diferentes circunstancias y motivos tendría que haber sido esquematizado como si fuesen
personas bárbaras. La falta de información adecuada nos previene siquiera de empezar esta tarea.

Lo segundo, ​no había nada inesperado acerca de los problemas bárbaros​. La relación con los extranjeros pacífica u
hostil, tenía un ​lugar constante en la agenda imperial. Pero solamente como un ítem entre otros. El gobierno tenía
que elegir entre las concurrentes prioridades, para determinar la acción a adoptar en cualquier caso suscitado. Año
a año, tenía que ​decidir cuanta defensa los tributarios podían solventar o si repeler una incursión bárbara era
preponderante por sobre eliminar a un usurpador al trono​. La habilidad de los bárbaros dependió mucho menos de
sus fuerzas y deseos que por sobre las respuestas que el gobierno romano pudiese hacerles en el corto y largo
plazo.

Por último no hay verdad en la idea de que los bárbaros avanzaron en una despiadada migración desde la
desprestigiada tierra del Báltico hasta el sol Mediterráneo. Aunque profundamente arraigado en la tradición de la
escritura histórica europea, este cuento es tan mítico como las antiguas victorias de origen, tales como las que
hicieron a Eneas, un refugiado de Troya el antecesor de la gente romana. En su modo del siglo XX, el mito de las
migraciones germánicas ha elaborado su vigor de un deseo patriótico “de llevar el enorme peso de la convención
clásico-bíblica en una conceptualización histórica y encontrar un punto independiente de salida para la historia
germana fuera de ​orbis universus​”. Lo que nos sigue llamando la atención en la historia romana y los bárbaros es
el masivo, inequívoco y comparativamente rápido recambio de los romano por leyes extranjeras en las provincias
occidentales en el s. V.

Los eruditos han estado acertados en enfatizar que muchos más oficiales y tropas de entre tribus distantes eran
reclutados para la armada romana en el año 300 y antes. ​Theodoro Mommsen y Alfons Dopsch​, entre otros,
preferían pensar que ​las invasiones fueron preparadas por una lenta “germanización” del imperio a través de la
infiltración de campesinos extranjeros y soldados.
Tal mirada presupone la existencia de una identidad germánica uniforme o al menos una identidad bárbara. ​La
certeza de su ausencia insinúa que los infiltrados eran proclives a adoptar el comportamiento de la cultura
greco-romana en vez de imprimir sus abigarradas etno-ciudades en su hogar adoptivo.

El último emperador de la roma occidental fue derrocado en 476 dc por Odoacro (Odoacer en ingles), ​un general
bárbaro. Odoacio se encargó tiempo después a gobernar Italia y las tierras adyacentes como delegado del
emperador romano en Constantinopla. Desde que comenzó el siglo V el control militar de muchas regiones
orientales había sido ganado, más a menudo no por sanciones romanas oficiales sino por gente bárbara: ​Vándalos
en el norte de África, ​Visigodos en España y ​Galos y Burgundios en la Galia del sureste, y unos pocos otros en
algún otro lado. ​En 476 estos gobiernos llegaron a ser reinos independientes​. Bretaña había sido evacuada
alrededor de 407 y transferida al control de sus habitantes romano-británicos, quienes en la década de 470.

Constantinopla mantuvo relaciones diplomáticas activas con los reinos occidentales, y no se amilanó en intervenir
en sus asuntos internos. La invasión lombarda a Italia en 578, se abrió un periodo de relativa estabilidad sólo por
la no relatada, expansión del Islam en el siglo VII.

Como es bien conocido, roma abandona el territorio en el siglo V el cual fue precedido por dos incursiones
bárbaras sucesivas​. La ​primera de ella no fue una invasión pero, más bien, una ​rebelión de Godos que había sido
pacíficamente admitida a través del Danubio en 376. Esta rebelión fue interrumpida entre 378 por una devastadora
derrota por manos romanas en Adrianopolis en Tracia, donde el emperador Valeno (Valence in english) y muchos
otros perdieron sus vidas. La ​otra incursión ocurrió en la víspera de año nuevo, ​en 406, donde se vio una horda
heterogénea- que contenía ​Vándalos, Alanos y Suevos​- abriéndose pasa por el Rhin, una destrucción vertiginosa
a través de la ​Galia​ y en 409, tomando el control de una gran parte de ​España.
Las soluciones militares del siglo III. La fuerza armada solamente se usó para contener el daño, y para poner a
Godos, Vándalos o quienes quieran que sean en las posiciones en las que llegaron a ser dispuestos para negociar y
hacer tratos. El ​principal instrumento del tardío gobierno romano para terminar con las agresiones bárbaras fue de
otorgar a las tribus sublevadas ​un área de establecimiento dentro del territorio imperial. Hecha por primera vez en
382, tales otorgamientos se convirtieron en un patrón recurrente. Sus ​resultados para la década de 450​, como
hemos visto, fue una ​instalación de distritos autónomos Godos, Vándalos y Burgundios en las provincias
occidentales, un aparente desmembramiento del imperio del oeste.

El estado fue forzado a volver a un tipo de economía donde se le pagaba a sus soldados y sirviente civiles
principalmente en comida y vestidos y generando gravamen para proveer sus necesidades. El Estado romano que a
comienzos de la década del 400, que había cobrado y dispensado oro ​solidi​, tomó la débil opción de alojar a los
forasteros autónomos en sus tierras.

Un estudio más sutil y evidente de las condiciones económicas y las respuestas a los bárbaros lo provee el trabajo
de Gilbert Dagron del orador de Temistius (Themistius), un constantinopolitano pagano cuya carrera pública se
extendió en la década del 350, bajo un hijo de Constantino a Teodocio primero en la década del 380. Temistius no
fue normalmente encantado por los pensamientos de una amenaza bárbara o de la necesidad por un mayor
esfuerzo excesivo en contra de una elevada presión. Incluso cuando tenía las fronteras a la vista, estaba
preocupado por sobretodo de los cortes de gastos estatale.

Cuando el 382 el emperador Teodosio I hizo la paz con los Godos y los concertó en un status autónomo dentro del
imperio, Temistius inmediatamente afirmó que este era el único posible curso de acción para proteger eficazmente
a sus súbditos.

Donde los bárbaros eran una preocupación, incluso en el siglo IV, la variable que merece atención yace en el lado
romano de las fronteras. Lo raro de este tiempo era la comodidad del refugio de gobierno en preferencia a
prolongar acciones militares. Como todos saben ​un régimen imperial que desciende de una sucesión inquebrantada
desde Augusto hasta Constantino sobrevivió a la crisis del siglo V y prolongó su existencia por otros mil años
como el imperio bizantino. El estado romano que finalizó en 476 era el imperio del oeste​. ¿ Pero por qué sólo ahí?
Supuestamente, el oeste romano tenía fronteras más grandes, más feroces enemigos, una población menor, una
economía menos subdesarrollada y menos urbanizada. No todas estas afirmaciones son falsas pero se corre el
riesgo de afirmar una hipótesis apresurada. Los bárbaros que amenazaron a la parte occidental eran menos
peligrosos que los Persas,y además, el oeste era rico en mano de obra militar.

Un único contraste peligroso se puede identificar hacia el año 425: el oeste era un ​semillero de pretendientes al
trono, y las armadas de Britania y Galia​, las cuales repetidamente apoyaron a estos usurpadores, ​fueron la amenaza
más relevante a la seguridad de los emperadores​.

Una mirada más cercana al problema de la seguridad interna debería comenzar con la observación que el “imperio
del oeste”, que fue derrocado en 476, adquirió su distintiva forma regional sólo 80 años antes de su final.

La debilidad en el oeste fue la condición de seguridad para el trono imperial, y el apego de los generales a la
dinastía era una consideración más importante que sus habilidades militares. Inclusive, se podría haber restaurado
los estándares normales de seguridad solo si los gobiernos triunfantes después de 388 y 294 hubiera disciplinado
bien a los ejércitos.

Alrededor de 150 años después, un historiador escribiendo en Constantinopla tenía una percepción tan débil de la
situación del oeste que cuando el siglo IV terminó el historiador imaginaba que la Galia y España estaban “casi
perdidas” en los primeros años de reinado de Honorio después de 395, lo cual en realidad ocurrió después del
despunte de 406. ​La idea que él compartía con sus contemporáneos era que el imperio había sido desmejorado por
la “negligencia” gobernante.
Aunque comandada por la familia real, los ​Godos y otros no tenían una clara noción de soberanía e independencia​;
su status rodeado por una numerosa población de latinos parlantes dependió en parte del mantenimiento de
relaciones satisfactorias con el poder imperial; la ley romana no fue derogada en los territorios que ocuparon; y las
propiedades de los nativos ricos fue respetada.

Ningún occidental a comienzos del siglo VI deseo repudiar el absoluto dominio del emperador de la nueva roma.

La más o menos ordenada guarnición de la Galia, España, África e Italia por tropas foráneas no nos impulsa por
ninguna razón a hablar “del oeste bárbaro”. El oeste aún estaba plagado de “romanos” que hablaban latín.

Con la religión a un lado, la cara de los bárbaros residentes se revela en los códigos de la ley latina, papeles de
estado, y panegírico- artefactos cuyos carácter romano es obvio. Sus líderes prominentes a comienzos de la década
del quinientos fueron ​Teodorico el ostrogodo, quien ganó la reputación de gobernante de Italia con todo el talento
y la benevolencia de un buen emperador​, y en los ​Francos, Clovis quien se cambió de pagano a católico.

Cuando se tiene y mantiene en mente la fuerza del catolicismo, la latinidad y las fidelidades imperiales, la
principal ​rareza del siglo VI es que el emperador Justiniano emprendió conquistas occidentales​. Aunque los viles
gobernantes ​bárbaros de África e Italia no le ejercieron ninguna amenaza, pareció pensar que ellos necesitaban ser
subyugados por las fuerzas de las armas.

Para Justiniano, encargarse de las expediciones occidentales era separarse sutilmente de la visión de la dinastía
teodociana que había reconciliado el acuartelamiento de bárbaros confederados con un incremento positivo de la
seguridad imperial a partir de la recurrencia de la guerra civil. Es importante tomar a la “reconquista” como una
mirada de pérdida del oeste por parte de Constantinopla.

Desde las alturas de su poder y reputación los emperadores del siglo IV como Constantino y Teodocio habían
propagado ambiciosas e indiscriminadas nociones de su universalidad. Los buenos emperadores ejemplificaron el
amor de la humanidad, ​philanthropia​, y fueron responsables del bienestar de los bárbaros como también de sus
súbditos directos.

En la versión cristiana de la historia universal de Orosio se enfatizó cuanta sangre bárbara le costo al imperio
como sangre romana. Escribiendo menos de una década después de que los godos de Alarico saqueara roma,
Orosio aclamó la presente era en la cual los usurpadores cayeron por la intervención divina y que incluso los
bárbaros, cuando fueron cristianos, se comportaron con refreno; la misericordia divina fue digna de alabanza si el
debilitamiento del imperio era la condición para llenar las iglesias del este y el oeste con Hunos, Suevos, Vándalos
y Burgundios quienes de otra manera no podrían haber sido convertidos. Es verdad que a mediados del siglo V
han ocurrido las escenas de los mayores errores militares. El Vándalo Gaiseric inesperadamente tomó Cartago en
el 439 y continuó hasta su muerte en 477 para dirigir las actividades de las fuerzas hostiles en el corazón del
mediterráneo.
Desde el 441 hasta el 454 Atila guió a los Hunos en devastadores ataques a través de las tierras fronterizas del este
y del oeste.
Como recientemente Peter Brown ha señalado, las últimas décadas del siglo V son menos importantes para el
desenredo de los asentamientos Calcedonianos, de lo que son para la determinación inmutable de los obispos de
roma para resistir todo intento imperial de procurar paz religiosa a través del compromiso; mientras “los
emperadores (de Constantinopla) esperaron hacer que los obispos partisanos y sus rebaños vivieran con estándares
de unidad y obediencia que pacientemente se habían desarrollado en otros campos, menos en la religión”, el
liderazgo de la iglesia católica del oeste saco utilidad de las seguridad física y usufructuó de tierras precariamente
gobernadas por generales arrianos para oponerse a toda modificación de las enseñanzas caledonias, sin importar el
costo de la universalidad cristiana. Los papas de la roma conquistada fueron tomados y mantenidos en custodia
constantinopolitana hasta que los deseos del emperador por la ortodoxia fueran irrevocablemente abrazados.
Las historias compuestas por Gregorio de Tours desde 575 a 593 son la mejor evidencia de la reconciliación de los
aristócratas latinos al régimen extranjero. Para un piadoso obispo galo-romano como Gregorio, vivir cuando él lo
hizo, Clovis un asesino brutal de los parientes como los Francos, pareció sin embargo merecer tal alta estima de
que sus sucesores fueran reprimidos por partir del elogiable ejemplo que él había establecido.
Un gran imperio estaba rodeado por vecinos fragmentados cuya turbulencia se mantuvo por siglos fuera de las
manos; sus provincias occidentales cayeron bajo el control extranjero con frecuente asistencia del gobierno
imperial; ​los pasos involucraron que la caída del imperio fuese tan gradual que el proceso se extendiese por sobre
doscientos años​; y, cuando ya las ​reglas del imperio habían desaparecido, la población romanza restante ​y su
cultura tenían una parte dominante en el temprano desarrollo medieval del oeste.
En el contexto de este ensayo, un ejemplo pertinente concierne al ataque de Alarico a Roma en 410. Este evento
movió inmediatamente a Jerome y a Augustini a hablar, y el magnifico fluir de su oratoria nos aseguraría que el
incidente tenia muy pocos parangones en la historia mundial ni siquiera que ninguno expresamente lo haya dicho.
Alarico que viniera desde Galia con sus tropas para saquear la capital; Alarico llegó como anunciado, pero en vez
de eso obedeciendo a Honorius, conspiró con los romanos, robó el tesoro del emperador y a la hija, retornó a
Galia.
Satisface recordar que la proeza de Alarico, mal datado en 412, fue el tema central de Flavio Biondo de la
inclinatio imperio romani​, el mismo expresado cerca del comienzo de una línea de reflexión y estudio que
culminó en la ​historia de la decadencia y caída del imperio romano ​de Gibbon.
El presente ensayo ha buscado interpretar el ​rol de los bárbaros en la antigüedad tardía integrando el registro de las
opiniones humanas más cercanamente con la revelación de los eventos de lo que se había hecho antes.
En los años desde Constantino hasta la invasión Lombarda en Italia-el año en que roma cayó- nuestra atención se
ha centrado en cuatro preguntas: ¿Por qué los emperadores respondieron más pacíficamente a los ataques de los
bárbaros después de 376 y 406 que sus predecesores en el siglo tercero? Por qué las provincias del occidente del
imperio recibieron guarniciones bárbaras autónomas? Cómo llegó Constantinopla a la creencia de que el oeste
había sido perdido por los gobernantes bárbaros? Y dónde esta originalmente dibujada nuestra imagen de los
primeros “bárbaros del oeste”. Al problema todavía no se le ha encontrado ni solución ni final.

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