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-No lo sé muy bien –le contestó Willie-. Empezó así un día que no fue capaz de
decidir qué caña de pescar debía usar. Le preguntaba a todo el que pasaba, pero
unos le decían que empleara una y otros la otra. Después, tampoco supo si debía
ponerle cebo fresco o no, ni en qué lado del estanque tenía que sentarse. Pidió la
opinión de los demás pero, en efecto, unos se inclinaron por un cebo y otros por
el otro. Algunos le aconsejaron que se sentara aquí, otros allá y los demás no
supieron qué contestar o les daba igual… o las dos cosas. Empezó a ponerse
nervioso y a dar vueltas de un lado a otro.
»Entonces, les preguntó a los que pasaban si había peces en el agua. Así, unos
le dijeron que sí, otros que no y al final dejó de preguntar. Lo siguiente que
sabemos es que se desplomó en ese tronco y nadie le ha visto moverse desde
entonces. Me imagino que la única decisión que tomó fue la de no hacer nada
más en su vida.
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19/12/2019 Ego y espíritu | En mi mundo nunca nada va mal
-¿Le ha preguntado alguien por qué creía que todo el mundo sabía mejor que él
lo que tenía que hacer?, -preguntó la princesa.
-Sí, le preguntamos por qué tenía tantos problemas para decidirse y nos contestó
que siempre tenía miedo de equivocarse en la elección.
-¿Y que más daba si hubiera sido así? –preguntó la princesa sintiendo pena por
el hombre-, ¿se habría acabado el mundo si hubiera elegido la caña negra en vez
de la marrón o si hubiera decidido emplear un cebo en lugar del otro aunque
hubiera visto más tarde que no era el correcto. Parece más una estatua que un
hombre.
-Pues está vivo y respira como los demás. Si te acercas a él podrás ver el vaho
de su respiración en contacto con el aire frío.
-Tal vez esté respirando, pero lo que sí es cierto es que no está vivo. Debe ser
muy desgraciado.
Marcia Grad
Por lo general atacamos al ego por todo el daño y la desilusión que lo hemos visto causar en
nuestra vida y en la de los demás, sin embargo, lo cierto es que el ego no tiene realmente la
culpa. Él no toma la decisión consciente de destruir nuestras vidas y hacer añicos nuestros
sueños. Simplemente, cumple con su función para la supervivencia de la especie.
Cuando esto sucede, el ego funciona de la misma manera que el instinto de supervivencia
de los animales. Para comprender mejor las consecuencias que tiene eso en nuestro camino
al éxito, vale la pena observar el funcionamiento del ego cuando está en modalidad de
supervivencia.
Para sentirse cómodo, el ego constantemente trata de llenar nuestras vidas con
experiencias vivificadoras. Si cree que una experiencia pone en peligro nuestra
supervivencia en cualquier medida –lo que él interpreta como muerte- enseguida se pone
en marcha con todos los mecanismos de defensa que tiene a su disposición.
Se activa la reacción de pelea o huída. El ego lo ve todo en función de vida o muerte, no casi
como vida o muerte sino definitivamente como vida o muerte. Por eso, cualquier pérdida
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Venimos a este mundo y nos vamos de él sin nada material. Las posesiones que
acumulamos durante nuestra vida física, psicológica, espiritual, emocional y mentalmente,
son todas confirmaciones de vida: ellas le confirman al ego que todo está en orden.
Entonces, cuando estamos ganando y acumulando, para el ego eso equivale a más vida. Si
perdiéramos terreno en alguna de estas áreas, el ego vería esa pérdida como una amenaza y
la igualaría con la muerte.
Tengamos en cuenta que las decisiones de supervivencia del ego, en general, apuntan a
satisfacer nuestras necesidades básicas, lo que precisamos para vivir. El ego resulta muy
útil y valioso para satisfacer las necesidades físicas de nuestro cuerpo.
Sin embargo, el problema surge cuando el ego percibe amenazas que son de naturaleza
emocional, psicológica o mental. Para el ego, la comodidad significa vida, y cualquier cosa
que amenace nuestra comodidad significa muerte, aun en estos niveles.
Sin embargo, en los niveles emocional, psicológico y mental, debemos hacer uso de nuestra
libertad de elección para evaluar y tomar decisiones inteligentes. Al no ejercer nuestro libre
albedrío, dejamos la decisión en manos del ego, que operará por instinto cuando evalúe si
un estímulo es vivificador o amenazador.
Nos resulta muy claro cuando otros pierden el control en un ataque de furia, cuando los
juzgamos porque han reaccionado en forma exagerada. Alguien le cierra el paso cuando va
conduciendo su automóvil e inmediatamente usted responde con un gesto o una palabra
irreverente.
Por supuesto, después se siente mal cuando piensa en lo que pasó porque considera que esa
reacción no es reflejo de su verdadero modo de ser. Si hubiera pensado antes de reaccionar
nunca habría reaccionado.
Usted no es así en realidad; era su parte básica y primitiva, el ego. Al cerrarle el paso, el
otro conductor amenazó su bienestar –vida-, y usted probablemente sintió deseos de
embestirlo con su coche, pero a cambio le respondió con esa palabra irreverente. La
responsabilidad por la acción no desaparece porque la respuesta haya provenido de su ego
y no de su verdadera personalidad.
Pero eso ocurre cuando reaccionamos ante una situación en vez de responder a ella. Fue
usted quien dio libertad de acción al ego al no ejercer su libre albedrío. Usted sigue siendo
el responsable de la acción, a pesar de que haya sido el resultado de algo que usted no hizo:
ejercer su libre albedrío.
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Nuestra tendencia es continuar con nuestra vida tal cual era porque, hasta el momento, nos
sentíamos a salvo a pesar de que la falta de éxito era parte de esa forma de vida. Si
llegamos a pensar en correr el riesgo, la ansiedad comienza a crecer y, libre de obstáculos,
se convierte en miedo: miedo a lo desconocido y miedo a una posible pérdida, que el ego
define como muerte.
Si no pensamos con concentración, el miedo nos obligará a optar por nuestra vida actual
porque nos resulta cómoda –conocida-. Cuando eso ocurre, nuestra falta de éxito se
prolonga y se perpetúa. Recreamos en el presente y en el futuro la falta de éxito que
vivimos en el pasado, en aras de la «seguridad».
Por eso el éxito no resulta cómodo para quienes todavía no lo han logrado. Más allá de lo
insatisfecha que pueda estar una persona con su situación financiera actual o de lo poco
gratificante que ésta resulte para sus esperanzas y sueños de independencia económica,
inconscientemente elegirá el camino conocido, el camino seguro. Un hombre cumple su
objetivo primario, aunque le sea desconocido.
Eso es exactamente lo que pasa cuando no somos conscientes de lo que ocurre. La única
manera de interrumpir este proceso es tomando conciencia. Tenemos que darnos cuenta de
que el ego siempre está en la modalidad de supervivencia: ése es su trabajo. Si no tomamos
conciencia de eso, acabaremos por reaccionar instintivamente ante cualquier estímulo. La
otra opción consiste en responder a los estímulos.
Vincent Roazzi
Mi drama yace enteramente en una cosa, en ser consciente de que cada uno
de nosotros se considera a sí mismo una sola persona. Pero no es cierto.
Cada uno de nosotros es muchas personas según todas las posibilidades de
ser que hay entre nosotros. Con algunas personas somos uno. Con otras otro
diferente. Y siempre estamos bajo la ilusión de ser siempre uno y la misma
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persona para todo el mundo. Creemos que somos siempre esa persona en
cualquier cosa que estemos haciendo.
Luigi Pirandello
William Shakespeare
Nisargadatta Maharaj
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