EL MODELO COGNITIVO-CONDUCTUAL Y EL MODELO HUMANISTA-
EXISTENCIAL EN PSICOTERAPIA
DOCEAVA SEMANA SEMANA ENTRENAMIENTO EN INOCULACIÓN DE ESTRÉS
1. Estrés y afrontamiento del estrés.
El término estrés se emplea generalmente refiriéndose a tensión nerviosa, emocional o
bien como agente causal de dicha tensión. Las distintas aproximaciones al concepto de estrés, han definido a este como respuesta general inespecífica, como acontecimiento estimular o como transacción cognitiva persona-ambiente (Cuenca y O’Hara, 2006). El estrés es una reacción del cuerpo humano a cambios repentinos en el ambiente. Los seres humanos necesitan energía suficiente para permanecer, luchar o escapar cuando hay peligro. La reacción normal del cuerpo a una situación peligrosa es el aumento de las palpitaciones cardiacas, la tensión muscular y el incremento de la tensión arterial. Si bien es cierto que hoy la gente no se enfrente a los mismos peligros de la antigüedad, lo cierto es que se enfrentan a situaciones que hacen que sus cuerpos reacciones de manera similar, con una frecuencia cardiaca más rápida, músculos tensos, aumento de la presión arterial, miedo, confusión, ira y sudoración (Díaz, 2015). Este tipo de reacciones físicas y emocionales incrementan la concentración y otras funciones corporales con el fin de prepararse para un reto. Después de enfrentar un reto, el cuerpo se relaja y tanto la frecuencia cardiaca, como la tensión muscular y la presión arterial, retornan a niveles normales. Esto le da al cuerpo la oportunidad de recomponerse físicamente, y al individuo de sentirse recompensado por superar el reto (Díaz, 2015). Cuando las situaciones que provocan reacciones físicas y emocionales de estrés son constantes o percibidas como constantes, el cuerpo no tiene oportunidad de relajarse, lo que provoca músculos constantemente tensos. A esta situación se le denomina estrés malo o estrés crónico. ¿Pero qué provoca el estrés? En realidad, el estrés es causado por el instinto del cuerpo de protegerse a sí mismo (Montero, 2010). Este instinto es bueno en emergencias, como el de salirse del camino si viene un carro a velocidad. Pero también puede causar síntomas físicos si continua por mucho tiempo, así como una respuesta a los retos de la vida diaria y los cambios (Díaz, 2015). Cuando esto sucede, es como el cuerpo se preparara para salir fuera del camino del carro, aunque uno está inmóvil. Su cuerpo está trabajando sobre tiempo, sin ningún lugar para usar toda esa energía extra. Esto puede hacerlo sentir ansioso, temeroso, preocupado y tenso. En principio, se trata de una respuesta normal del organismo ante las situaciones de peligro. En respuesta a las situaciones de emboscada, el organismo se prepara para combatir o huir mediante la secreción de sustancias como la adrenalina, producida principalmente en unas glándulas llamadas "suprarrenales" o "adrenales" (llamadas así por estar ubicadas adyacentes al extremo superior de los riñones). La adrenalina se disemina por toda la sangre y es percibida por receptores especiales en distintos lugares del organismo, que responden para prepararse para la acción: El corazón late más fuerte y rápido. Las pequeñas arterias que irrigan la piel y los órganos menos críticos (riñones, intestinos), se contraen para disminuir la pérdida de sangre en caso de heridas y para dar prioridad al cerebro y los órganos más críticos para la acción (corazón, pulmones, músculos). La mente aumenta el estado de alerta. Los sentidos se agudizan. El estrés, sus causas, su afrontamiento y consecuencias, están determinados por la propia personalidad y circunstancias ambientales, la estructura cognitiva individual y la capacidad de resistencia (“hardiness”) (Fernández, 2002). En ese sentido, es claro que muchas personas han padecido estrés en algún momento de su vida. Tanto las responsabilidades en el hogar y en el trabajo, que pueden alcanzar una intensidad muy fuerte, así como la incapacidad de separar la vida privada de la actividad profesional, o la falta de recursos necesarios para ejercitar diferentes competencias, o los procesos de recuperación posteriores a un hecho traumático, junto al poco tiempo que se dedica en la actualidad a la esfera lúdica, al placer o al descanso y otras actividades relajantes, pueden llegar a conducir a un nivel de estrés cuyas consecuencias pueden ser potencialmente peligrosas (Mansilla, 2010). Se identifican, por lo menos, cuatro tipos de estresantes que difieren primariamente en su duración (Díaz, 2015): Estresantes agudos, limitados en el tiempo: tal como encontrarse con un perro agresivo. Secuencias estresantes, o series de acontecimientos, que ocurren durante un período prolongado de tiempo como resultado de un acontecimiento inicial desencadenante: tal como el fallecimiento de un familiar. Estresantes crónicos intermitentes: tales como problemas sexuales. Estresantes crónicos: tal como estrés de origen laboral, que pueden haberse iniciado, o no, por un acontecimiento discreto que persiste durante mucho tiempo. Por otro lado, en este estudio, el estrés no se considera como un estímulo ni como una respuesta, sino más bien como el resultado de una transacción, influido tanto por el individuo como por el entorno. Desde una perspectiva transaccional, el estrés se define como un concepto relacional mediado cognitivamente, que refleja la relación entre la persona y el entorno apreciada por aquélla como gravosa, o que excede a sus recursos y pone en peligro su bienestar (Meichenbaum, 1987). En ese sentido, el estrés es una relación dinámica particular (que cambia constantemente y es bidireccional) entre la persona y el entorno, cuando uno actúa sobre el otro. Así, los individuos no son meras víctimas del estrés, sino que su manera de apreciar los acontecimientos estresantes (interpretación primaria) y sus propios recursos y opciones de afrontamiento (interpretación secundaria) determinan la naturaleza del estrés (Meichenbaum, 1987). Los procesos de interpretación del individuo influyen en la relación dinámica o transacción entre éste y el entorno social. En tal contexto, el afrontamiento se refiere a los esfuerzos conductuales y cognitivos en orden a dominar, reducir o tolerar las exigencias internas y/o externas creadas por las transacciones estresantes (Meichenbaum, 1987). El modelo transaccional hace hincapié en el contexto interpersonal cognitivo del estrés. A menudo, los individuos o grupos estresados sin darse cuenta crean y engendran reacciones en otras personas que mantienen respuestas de estrés inadaptado (Meichenbaum, 1987). El mismo método ideado para resolver problemas termina a menudo intensificándolos. 2. El estrés en la perspectiva transaccional.
El rol del comportamiento
En el nivel del comportamiento, se trata de evaluar en el paciente la adecuación de su repertorio conductual (Meichenbaum, 1987). ¿Está el individuo estresado porque carece de las habilidades interpersonales o parentales que le ayudarían a evitar o reducir el estrés? Se intenta averiguar la variedad de respuestas de afrontamiento disponibles. El papel de los otros A fin de comprender la naturaleza del estrés sobre el que informa el paciente, el terapeuta ha de ir más allá de éste y apreciar el impacto de otras personas significativas, así como del entorno y las entidades organizativas y sociales (Meichenbaum, 1987). Se trata de evaluar las consecuencias interpersonales e intrapersonales. No se trata sólo de que estemos estresados, sino también de lo susceptibles que seamos a la interrupción y de cómo reaccionemos a situaciones estresantes que parecen esenciales para la habilidad de afrontamiento. El objeto de todo programa de adiestramiento para controlar el estrés es el de no estimular a los participantes para que lo eliminen (Meichenbaum, 1987). La preocupación es que esa cólera pueda transformarse en una agresión incontrolable. Al margen de lo eficaz que sea un programa de control del estrés, es muy probable que los pacientes sufran una recurrencia o tengan contratiempos (nueva experiencia de la cólera, el dolor, la depresión, el estrés parental). El papel de la cognición Se distinguen tres maneras diferentes de usar el concepto de cognición, a saber, como hechos cognitivos, como procesos cognitivos y como estructuras cognitivas. Los hechos cognitivos se refieren a pensamientos e imágenes identificables que tienen lugar en el flujo de conciencia del individuo, o que se pueden recuperar fácilmente si así se desea. Beck los ha descrito como pensamientos automáticos, mensajes discretos que aparecen en forma acortada, casi siempre aceptados y creídos sin reservas, se experimentan como espontáneos, a menudo se expresan en términos de podría, debería o tendría que, y son relativamente idiosincráticos y difíciles de interrumpir (Meichenbaum, 1987). Meichenbaum ha descrito tales hechos cognitivos como una forma de diálogo interno que tiene lugar cuando se interrumpe el automatismo del comportamiento de una persona. Este diálogo incorpora, entre otras cosas, atribuciones, expectativas y evaluaciones del yo, de su tarea, o de ambos, o bien pensamientos e imágenes que son irrelevantes con respecto a la tarea. Los procesos cognitivos refieren la manera en que, automática o inconscientemente, procesamos la información, incluidos los mecanismos de investigación y almacenamiento, y los procesos de inferencia y recuperación, los cuales forman representaciones y esquemas mentales. El conocimiento personal de tales procesos cognitivos y la capacidad de controlarlos representa la metacognición, que proporciona un enlace entre lo que normalmente permanece al margen del conocimiento consciente y lo que es accesible para evaluación, investigación y adiestramiento (Meichenbaum, 1987). En la mayor parte de las circunstancias, no prestamos atención a la manera según la cual interpretamos las situaciones, cómo atendemos y recordamos selectivamente los acontecimientos, y cómo buscamos, también selectivamente, la información que sea compatible con nuestras creencias. Por último, las estructuras cognitivas se refiere a las suposiciones tácitas, las creencias, los compromisos y los significados que influyen en las formas habituales de interpretación personal y del mundo. Las estructuras cognitivas pueden considerarse como esquemas que están implícitos u operan a un nivel inconsciente, son altamente interdependientes y pueden estar ordenados de una manera jerárquica (Meichenbaum, 1987). Los esquemas son organizaciones mentales de experiencia que influyen en la manera de procesar y organizar la información. Las estructuras cognitivas pueden engendrar procesos y acontecimientos cognitivos y afectivos que, a su vez, pueden ser desarrollados o modificados por procesos o acontecimientos en marcha. Las estructuras cognitivas o esquemas sirven para varios fines, incluido el de ayudar a los individuos a identificar rápidamente los estímulos, categorizarlos en unidades apropiadas, completar la información que falta, seleccionar una estrategia para obtener más información, solucionar un problema y alcanzar un objetivo. Los esquemas sirven para funciones de representación y codificación, así como interpretativas y deductivas. Trascendiendo al individuo La perspectiva transaccional requiere que los intentos de reducción del estrés vayan más allá del paciente o, en su caso, del grupo. Un modelo transaccional de estrés pone de relieve la influencia del individuo y el entorno. En muchos casos, los intentos de reducción y prevención del estrés deben ir más allá de la enseñanza o la formación de las habilidades de afrontamiento paliativas o centradas en los problemas (Meichenbaum, 1987). A menudo se requieren cambios de grupo, de entorno y de organización, y los pacientes tienen que desarrollar y poner en marcha conductas de acción directa para cambiar su entorno.
3. Qué es el Entrenamiento en Inoculación de Estrés.
El EIE es un procedimiento desarrollado por Meichenbaum, y encuadrado en el paradigma
cognitivista. Constituye una aproximación al manejo de situaciones problemáticas o aversivas. Con esta técnica, se pretende que la persona amplíe su repertorio de habilidades y destrezas para hacer frente activa y eficazmente a situaciones productoras de estrés (Ramírez y González, 2012). Todo ello se logra a través de modelar formas más constructivistas de enfrentarse a los conflictos interpersonales. El entrenamiento se divide en tres fases, que se desarrollan consecutivamente pueden aplicarse individualmente o en grupo (Muro, 2004): Educativa o de conceptualización. De adquisición de habilidades. De aplicación y consolidación. Fase de conceptualización El objetivo de esta fase es brindarle al paciente conocimientos teóricos que le faciliten comprender su problema, y lo preparen para el entrenamiento que recibirá posteriormente. Durante esta etapa, y mediante lo que Michenbaum considera un intercambio socrático, se educa a la persona acerca de la naturaleza y el impacto del estrés en particular, y de la salud en general (Muro, 2004). Muy importante, también en esta etapa, es el inicio de la relación psicoterapéutica, la cual se va haciendo más sólida a medida que avanza el tratamiento. Focalizados los problemas que la persona presenta, debemos entonces elaborar qué estrategia terapéutica vamos a seguir, qué técnicas vamos a seleccionar y cuál será el procedimiento. El diseño de la intervención adquiere un valor importante para poder evaluar si el modelo terapéutico es efectivo o no (Muro, 2004). La fase de conceptualización ocupa del 10 al 20 % del tiempo total del entrenamiento, el cual dependerá de las características de la persona y sus problemas. Fase de adquisición de habilidades Esta etapa está dirigida a desarrollar las habilidades, que le permitan ejecutar con efectividad las respuestas de afrontamiento elegidas. La persona aprende las técnicas que se han seleccionado, para lograr superar sus dificultades. Esta fase ocupa del 60 al 70 % del tiempo total del entrenamiento. Fase de aplicación y consolidación El objetivo de esta fase se logrará, si hemos sido capaces de enseñar a las personas a elaborar planes de actuación que puedan orientar su conducta (Muro, 2004). La persona debe estar preparada para identificar los estímulos estresores, analizar sus posibilidades, elaborar un plan, afrontar la situación, actuar según lo previsto, prevenir alguna reacción durante el afrontamiento, anticipar la posibilidad de fracasar y recompensarse a sí mismo, elevando su autoestima si logró la respuesta adecuada (Muro, 2004). Si esto ocurre, el entrenamiento concluirá exitosamente. Esta fase ocupa del 15 al 20 % del tiempo total del entrenamiento. Cabe señalar, sin embargo, que EIE no es una técnica aislada, sino un término genérico que se refiere a un paradigma de tratamiento consistente en un plan de adiestramiento semiestructurado y clínicamente sensible. Las operaciones concretas efectuadas durante el curso del adiestramiento varían, dependiendo de la población tratada (Meichenbaum, 1987).
4. Propósito y aplicaciones.
El EIE combina elementos de enseñanza didáctica, discusión socrática, reestructuración
cognitiva, resolución de problemas y entrenamiento en relajación, ensayos conductuales e imaginados, autor registro, auto instrucciones y autor reforzamiento, así como intentos de lograr cambios del entorno (Esteve, 2005). El EIE está ideado para generar y desarrollar habilidades de afrontamiento, no sólo para resolver problemas inmediatos concretos, sino también para aplicarlo a dificultades futuras. Proporciona a los individuos y grupos una defensa activa o una serie de habilidades de afrontamiento que les permita abordar futuras situaciones estresantes. Se propone suscitar habilidades de afrontamiento, y reforzar la resistencia mediante la exposición a estímulos que sean lo bastante fuertes para suscitar defensas sin que sean tan poderosos que las venzan (Ramírez y González, 2012). De esta manera, el paciente puede (a) desarrollar un sentido de recursos aprendidos gracias a su experiencia con éxito al afrontar unos niveles plausibles de estrés, y (b) hacerse con una defensa prospectiva compuesta de habilidades y expectativas positivas que le ayudarán eficazmente en situaciones todavía más estresantes. El EIE está diseñado para: Enseñar a los pacientes la naturaleza transaccional del estrés y el afrontamiento. Adiestrar a los pacientes para que autocontrolen pensamientos, imágenes, sentimientos y conductas a fin de facilitar interpretaciones adaptativas. Adiestrar a los pacientes en la resolución de problemas, es decir, definición del problema, consecuencias, previsiones, toma de decisiones y evaluación de los resultados. Modelar y reproducir las actuaciones reales, la regulación de las emociones y las habilidades de afrontamiento propias del autocontrol. Enseñar a los pacientes la manera de utilizar respuestas desadaptadoras como señales para poner en práctica sus repertorios de afrontamiento. Ofrecer prácticas de ensayo in vitro imaginado y conductual y asignaciones graduadas in vivo, cada vez más exigentes, para fomentar la confianza del paciente y la utilización de sus repertorios de afrontamiento. Ayudar a los pacientes a adquirir conocimientos suficientes, comprensión de sí mismos, y habilidades de afrontamiento que les faciliten mejores maneras de abordar situaciones estresantes (in)esperadas. El AIE se ha aplicado a individuos, parejas y grupos, y su duración ha variado desde una hora, en pacientes a punto de ser intervenidos quirúrgicamente, hasta sesiones de cuarenta horas administradas a pacientes psiquiátricos o con problemas clínicos crónicos, como dolor en la espalda. También se ha aplicado para el tratamiento de síntomas psicosomáticos en escenarios de salud (Sánchez, Comeche y Mas-Hesse, 2002). En la mayoría de los casos, el AIE se compone de doce a quince sesiones, más algunas sesiones de consolidación y seguimiento espaciadas en un período de seis a doce meses. La manera de dirigir las tres fases del AIE (conceptualización, adquisición de habilidades y ensayo, aplicación y consolidación) varía según la longitud del adiestramiento y la naturaleza de la población. El contenido de la fase de conceptualización, las habilidades concretas entrenadas, y la naturaleza de la fase de aplicación se dirigen a los problemas objeto de tratamiento. Sin embargo, se da una suficiente superposición de formatos de tratamiento para las diversas poblaciones para que consideremos cada una de estas fases respectivamente en los tres capítulos siguientes. También el EIE haya sido llevado a cabo por distintos profesionales. Aunque la mayor parte de estudios han sido dirigidos por un profesional experto en salud mental (psicólogo o asesor en salud mental), varios investigadores han adiestrado a otros para desarrollar el EIE. Esta característica no debe ocultar el hecho de que se requieren habilidades clínicas para dirigir el EIE, y esto tiene una importancia especial cuando vemos que los objetivos del adiestramiento probablemente cambien con el transcurso del tiempo.
El entrenamiento de inoculación de estrés consiste en una técnica terapéutica preventiva
que desarrollar en el individuo la capacidad para afrontar situaciones estresantes, que pueden provocar ansiedad o dolor. Se realiza en tres fases que se desarrollan consecutivamente: fase educativa o de conceptualización, fase de adquisición de habilidades, y fase de aplicación y consolidación. Sus aplicaciones son diversas, y han demostrado eficacia en las más disímiles situaciones, desde problemas de estrés por actividades laborales, hasta situaciones de complicaciones de salud.