Sunteți pe pagina 1din 17

EL TERCER GOBIERNO DE PERÓN

Durante la primera mitad de los años setenta, la política se hizo cada vez más
violenta. El gobierno de facto del general Alejando Agustín Lanusse (desde
marzo de 1971 hasta mayo de 1973) estaba jaqueado por la agitación política
y social, los problemas económicos y las actividades de la guerrilla. Las
organizaciones guerrilleras eran agrupaciones que, aunque tenían diferencias
ideológicas entre sí, coincidían en creer que podían reconstruir la sociedad
sobre nuevas bases a partir de la lucha armada. La prédica violenta se instaló
en las universidades, las fábricas y los barrios.

En los comicios del 11 de marzo de 1973, se impuso el candidato peronista,


Héctor J. Cámpora. Pero al poco tiempo, Cámpora renunció y, en septiembre, se
realizaron las elecciones.

Al llevarse a cabo este nuevo acto eleccionario en el que se presentaron


Perón y su esposa María Estela Martínez como compañera de fórmula del
Frejuli, obtuvieron el 62 por ciento de los sufragios; así superaron por una
amplia mayoría a los candidatos del radicalismo, que eran en esa oportunidad
Ricardo Balbín y Fernando de la Rúa.

Parte de la población pensaba que Perón iba a controlar el accionar de la


facción integrada por la juventud más combativa que se había plegado al
partido. Mientras tanto los sectores de izquierda creían que por medio del
triunfo del jefe justicialista, se iba a llevar a la práctica la revolución socialista.

En octubre de 1973, Perón asumió nuevamente la presidencia de la nación,


pero por la situación que se vivía en esos días era imposible implementar el
plan de reformas que él se proponía seguir si no era por medio de un acuerdo
de integración entre los distintos dirigentes políticos, y el apoyo del
sindicalismo que ahora recuperaba el lugar que había ocupado antes dentro del
movimiento peronista.

Los enfrentamientos entre la izquierda y la derecha del movimiento no


cesaron. José I. Rucci, el líder de la CGT, fue asesinado en 1973 y se atribuyó el
atentado a Montoneros. El ERP intensificó también sus ataques y, además, hizo
su aparición la Alianza Anticomunista Argentina (la “Triple A”), un grupo
parapolicial apoyado por José López Rega, ministro de Acción Social. La Triple A
se dedicó a reprimir y asesinar militantes y activistas de distintas agrupaciones
de izquierda (peronistas o no).

1
ECONOMÍA
A mediados de 1973, el ministro de economía José Ver Gelbart diseñó el Pacto
Social, por medio del cual se intentaba eliminar las tensiones de los distintos
sectores económicos generadas, entre otras causas, por la elevada inflación.
Se basaba en el congelamiento de los precios, y el aumento de los sueldos por
única vez –ya que por esta disposición se suspendían las negociaciones
colectivas salariales por dos años-. Pese a la inestabilidad política, el rumbo
económico permanecía estable y Perón dio a conocer el Plan Trienal para la
Reconstrucción y Liberación Nacional, en el cual se establecían una serie
de medidas en los diferentes sectores de la producción y las finanzas.
Asimismo, se le asignaba al Estado una mayor injerencia en la economía para
desarrollar y fortalecer a la producción nacional ante la expansión extranjera.

2
Los que estaban más desconformes con este proyecto fueron los empresarios
que reclamaban una flexibilización de los precios a raíz del descenso de las
ganancias por la crisis petrolera, pero al no obtener ninguna respuesta
favorable, comenzaron con la especulación, evitando los controles de precio,
con el acaparamiento de mercaderías y con el contrabando. Ante esa situación,
se reiniciaron las movilizaciones obreras que demandaban aumentos salariales
y mejores condiciones de trabajo. Recién en 1974 en Pacto se renegoció y los
trabajadores obtuvieron mayores ingresos, y además, lograron una nueva
conquista que fue la aprobación de la ley de Contrato de Trabajo, por medio de
la cual los sindicatos fortalecían su capacidad negociadora y su posición frente
a los empresarios. Mientras tanto, los sectores más favorecidos en esos años
fueron los productores de carnes, cereales y oleaginosas, ya que sus
exportaciones crecieron un 86 por ciento, y a su vez, se vieron beneficiados por
el alza de los precios internacionales, lo cual permitió reactivar el mercado
interno.

COMIENZO DEL DERRUMBE


La población de las grandes ciudades debía enfrentarse a diario a la lucha que
llevaban a cabo los grupos guerrilleros y las fuerzas del orden. Lo mismo
ocurrió en Tucumán cuando las organizaciones armadas, en particular el ERP,
se desplazaron hacia aquella provincia, donde la espesa vegetación les
permitía ocultarse, y a la vez, les impedía al ejército y a la aviación un accionar
eficaz contra ellos. En cambio, en el resto de las localidades de interior y en las
zonas rurales, sus habitantes desarrollaban normalmente sus actividades, y
seguían con cierta fidelidad el esquema trazado por Perón: producir materias
primas, industrializarlas, comercializarlas, para reactivar el consumo, y sólo
solo se enteraban de los actos de violencia a través de los medios de difusión.

La muerte de Perón, a mediados de 1974, sumergió al país en un ambiente


de duelo y confusión porque todos consideraban que él era el único que podía
encontrar una solución a los antagonismos surgidos en esta lucha social. Por
otra parte, el pueblo no creía demasiado en la capacidad que tenía la viuda de
Perón para llevar adelante al país en un período tan turbulento, y peor aún por
la influencia que ejercía sobre ella José López Rega –visto como un personaje
siniestro que se dedicaba a prácticas esotéricas-. A pesar de todo, los distintos
sectores políticos y las Fuerzas Armadas respaldaron la continuidad
democrática.

No pasó demasiado tiempo para que quedara expuesto el vacío político


existente en el gobierno, que se hizo más evidente por el incremento de la
violencia tanto por parte de la guerrilla como de la Triple A, por la inflación
inusitada, el desabastecimiento de los productos de primera necesidad, y la
puja interna de los diferentes sectores que intentaban lograr el poder. Ante ese
ambiente crítico, los conflictos laborales comenzaron a sucederse, por el

3
deterioro de los salarios ante el aumento de los precios, mientras Gelbart
renunciaba y su plan quedaba hecho trizas.

La crisis petrolera mundial, con su consecuente aumento en los precios,


complicó aún más la situación económica nacional.

Bajo esas circunstancias se hizo cargo de la cartera de economía Celestino


Rodrigo, quién puso en práctica un nuevo plan económico el que se conoció
como el Rodrigazo. La intención del ministro apuntaba a bajar la inflación
producto del alto déficit fiscal, pero de acuerdo con las medidas que
implementó, produjo un efecto contrario, ya que la misma llegó a superar el
180 por ciento; por ello todos trataban de cambiar su dinero que perdía valor,
por otras divisas, y así disminuían las reservas del gobierno, conduciéndolo a
una situación cada vez más inestable.

EL FIN DEL PROYECTO PERONISTA


Finalmente, los sindicalistas liderados por Lorenzo Miguel –dirigente de la
Unión Obrera Metalúrgica- iniciaron una embestida mediante paros y
concentraciones masivas hasta que Rodrigo renunció, y posteriormente lo hizo
López Rega.

En general, tanto los políticos –disidentes del oficialismo y opositores como


muchos sindicalistas, buscaban una salida legal para la crisis de la autoridad
del Estado, sin la participación de María Estela Martínez. Entretanto la
presidenta, agobiada y sin saber qué decisiones tomar ante tal coyuntura,
cedió a las presiones realizadas por sus adversarios y adelantó la fecha de las
elecciones generales.

La situación de violencia e inestabilidad llevó finalmente a que las Fuerzas


Armadas derrocasen a María Estela de Perón. El 24 de marzo de 1976 se
produjo un golpe de Estado que instaló en el gobierno a la Junta Militar formada
por los comandantes de las tres armas: el general Jorge Rafael Videla, el
almirante Emilio Massera y el brigadier Orlando Agostini, que se autodenominó
“Proceso de Reorganización Nacional”.

Los primeros comunicados emitidos por la Junta aludían al tremendo vacío de


poder en que estaba el país, y señalaban que las Fuerzas Armadas, en
cumplimiento de una obligación irrenunciable han asumido la conducción del
Estado. Luego, los golpistas designaron como presidente de facto a Jorge
Videla, quien retuvo el cargo de comandante en jefe del Ejército, y se le
otorgaron facultades legislativas. Por otra parte, el primer mandatario quedaba
bajo la autoridad de las Fuerzas Armadas, las que, además, se consideraron
autónomas respecto del poder ejecutivo.

4
Durante el período de la dictadura hubo cuatro Juntas Militares conformadas
por:

Primera Junta Militar de Gobierno (1976-1978)

Teniente General: Jorge Rafael Videla

Brigadier General: Orlando Ramón Agosti

Almirante: Emilio Eduardo Massera

Segunda Junta Militar de Gobierno (1978-1981)

Teniente General: Roberto Eduardo Viola

Brigadier General: Omar Domingo Rubens Graffigna

Almirante: Armando Lambruschini

Tercera Junta Militar de Gobierno (1981-1982)

Teniente General: Leopoldo Fortunato Galtieri

Brigadier General: Basilio Arturo Ignacio LamiDozo

Almirante: Jorge Isaac Anaya

Cuarta Junta Militar de Gobierno (1982-1983)

Teniente General Cristino Nicolaides

Brigadier General Augusto Jorge Hughes

Almirante Rubén Oscar Franco

LOS OBJETIVOS DE LA DICTADURA


La dictadura se anunciaba a sí misma como dispuesta a “reorganizar” el país
realizando cambios en diferentes áreas:

 En lo económico, suponía la introducción de una serie de reformas tendientes


a favorecer los intereses de los grupos empresariales más poderosos,
recortando los beneficios salariales que los trabajadores habían conseguido en
años anteriores, nombrando al terrateniente José Alfredo Martínez de Hoz como
ministro de Economía.

También se buscaba una liberación de la economía, es decir, intentar una


eliminación –parcial, al menos- de las barreras aduaneras que habían sostenido
la industrialización por sustitución de importaciones. El resultado fue el inicio

5
de un proceso de desindustrialización y la saturación del mercado de productos
importados más baratos que los producidos localmente.

Con el objetivo de favorecer a los sectores exportadores tradicionales


(agropecuarios), el equipo económico del gobierno emprendió una progresiva
devaluación de la moneda que además produjo la caída del salario real.

En la Argentina entraron muchos dólares, disponibles en ese momento en el


mundo, que se cambiaban a pesos y, como aquí las tasas de interés eran muy
altas, se podía ganar mucho dinero sin esfuerzo, a corto plazo. Por eso,
tampoco se invertía en el sector industrial porque sin riesgo se ganaba mucho
más poniendo el dinero en un banco. Esta manera de operar tenía dos nombres
muy usados en la época: “bicicleta” o “plata dulce”. Cuando las
condiciones internacionales cambiaron, la estructura diseñada por Martínez de
Hoz se cayó, y esto provocó devaluación, una inflación muy alta, crisis fiscal del
Estado, quiebra de bancos graves y problemas para los deudores internos.

Además creció muy rápidamente la deuda externa del país.

 En lo cultural, el gobierno aplicó una política represiva que englobaba a las


organizaciones guerrilleras, a escritores, cantantes, actores, periodistas que
pasaron a integrar listas negras que les impedían trabajar o publicar sus obras;
también hacia sus familiares, amigos y hasta personas que trataban de
defenderlos o interceder por ellos. Se prohibieron libros porque su contenido
fue considerado subversivo.

 Lo central del proyecto de la dictadura, en especial durante los dos primeros


años, fue la política de terrorismo practicada desde el Estado. Mediante ella,
se creó un clima opresivo, en el que el descontento con las políticas del
gobierno no podía expresarse. Se pretendió manipular a la opinión pública, en
particular a través de la prensa, para que no se revelara cuáles eran los
verdaderos objetivos que tenían los golpistas.

LOS DESAPARECIDOS
La técnica represiva por parte de los militares se centró en la desaparición de
personas, que consistía en el secuestro de personas por parte de miembros de
las Fuerzas Armadas y de seguridad (quienes no se identificaban) y su
detención en centros clandestinos. Una vez allí, las víctimas eran torturadas
física y psicológicamente para obtener información sobre otras personas
potencialmente sospechosas como a quebrar psicológicamente al torturado.
Finalmente, si el individuo resistía la tortura sistemática, lo más probable era
que fuera asesinado. Los militares detenían también a mujeres embarazadas, a
las que, cuando daban a luz, les quitaban sus hijos y los cedían en adopción o
vendían, ya que consideraban que la subversión era casi hereditaria o que se

6
transmitía a través del vínculo familiar, por eso consideraban que los hijos de
desaparecidos debían perder su identidad.

Algunos detenidos fueron liberados para difundir lo que ocurría en los centros
de detención y crear miedo. Pero siempre quedaba la sospecha sobre los
motivos de liberación.

Las detenciones no eran reconocidas por el gobierno. Los desaparecidos no


eran prisioneros políticos, ni presos comunes, ni eran juzgados en una corte, ni
se sabía si vivían o habían muerto. El Estado y sus agentes no reconocían
responsabilidad alguna en la desaparición. Con esta situación se pretendía
impedir las denuncias. Muchos de los abogados que habían hecho denuncias
judiciales tenían que exiliarse ya que comenzaban a perseguirlos o
desaparecían. Incluso quienes intentaban organizarse para averiguar el
paradero de sus familiares podían ser secuestrados y torturados.

EL MUNDIAL DE 1978: MÉTODO DE DISTRACCIÓN


Entre 1976 y 1978, en el período de mayor depresión, el gobierno militar ideó
proyectos destinados a unir la población en apoyo de su gestión a través de
sentimientos con los que amplias capas de la población pudieran identificarse.
El primero de los proyectos fue el mundial de fútbol de 1978. Tanto la
organización local como la campaña en apoyo a la selección nacional y,
finalmente, el triunfo del equipo argentino sufrieron el efecto esperado.

LA GUERRA DE MALVINAS (1982) Y EL FIN DE LA DICTADURA


En medio de la crisis política, económica y social del régimen militar,
sorpresivamente el 2 de abril de 1982, tropas argentinas recuperaron las islas
Malvinas. Tras frustrados intentos diplomáticos, la fuerza de tareas británica
llegó al Atlántico Sur y comenzaron las hostilidades. Con hitos como el
hundimiento del crucero “General Belgrano” –que produjo 322 muertos- y el
destructor británico “Sheffield”, la guerra concluyó el 14 de junio, con la
rendición argentina. La derrota marcó el derrumbe político del régimen. El
regreso de los soldados arrojó luz sobre las sospechas de lo que habían
padecido, sin los pertrechos y el entrenamiento suficientes para enfrentar a los
británicos. Para defender las islas del ataque de ingleses bien entrenados y
equipados, la Junta Militar procedió a reclutar jóvenes argentinos, sin
instrucción militar, la mayoría de los cuales provenía de provincias pobres del
interior del país. La derrota catastrófica de Malvinas y el conocimiento de la
muerte de centenares de jóvenes argentinos (más de 600), deterioraron el
frente militar, pero sobre todo, la reputación del ejército, al cual se consideró
como mayor responsable del desastre.

7
El general Leopoldo F. Galtieri, que había asumido la presidencia en 1981,
renunció, y se nombró como nuevo presidente al general Reinaldo Bignone,
quien se vio obligado a convocar elecciones.

Llevó todavía algo más de un año desempolvar las urnas. Un nuevo Estatuto
de los Partidos Políticos dio pautas aceptables para la reorganización de esas
asociaciones, estableciendo normas para la afiliación y las elecciones internas.
En octubre de 1983 ya se celebraban los comicios nacionales, en un ambiente
de libertad y acceso amplio a los distintos medios de comunicación.

POR FIN LA DEMOCRACIA


Las elecciones presidenciales de 1983 fueron las primeras en las que un
candidato radical derrotó a uno peronista en comicios en los que los peronistas
no estaban proscriptos. Alfonsín, que había militado en los últimos años de la
dictadura en las organizaciones de resistencia, logró ser el candidato tras
vencer al ala más tradicional del radicalismo. Su denuncia de la existencia de
un pacto militar-sindical lo ayudó a recolectar votos incluso ante el antiguo
electorado peronista.

Una de sus primeras medidas fue la de reformar la Comisión Nacional sobre


la Desaparición de Personas (CONADEP), cuya labor quedó documentada
en un informe conocido como Nunca Más. Esta iniciativa fue seguida de la
decisión de someter a los miembros de las juntas militares a juicio, frente a
tribunales constitucionales. Así, en 1985, los ex comandantes de las Fuerzas
Armadas y algunos otros jefes militares fueron procesados y condenados a
prisión.

La derrota militar de 1982 permitió que este tipo de medidas de


reconocimiento público de los crímenes de la dictadura fuera posible. Esto hizo
que el proceso de transición democrática fuese más veloz y más profundo que
en otros países de América latina que habían sufrido dictaduras similares en los
años setenta.

No obstante, el proceso de revisión judicial del terrorismo de Estado tuvo un


límite cuando, a partir de 1986, la presión ejercida desde algunos sectores
militares obligó al gobierno a poner freno a las denuncias. La Ley de Punto
Final se promulgó en diciembre de 1986 y la de Obediencia Debida, tras el
levantamiento realizado por grupos militares denominados carapintadas en la
Semana Santa de 1987. Ambas limitaron la posibilidad de juzgar oficiales y ex
oficiales involucrados en la represión ilegal que hubiesen recibido órdenes de
sus superiores.

8
REAFIRMACIÓN DE LA DEMOCRACIA
La transición democrática no se dio sólo en el ámbito político. La apertura
institucional de 1983 permitió que actividades salieran a la luz como nuevas
formas de expresión.

El teatro, el cine y la música contribuyeron a crear un clima que reforzó el


sentimiento positivo de recuperación de la democracia y difundió las denuncias
del autoritarismo anterior.

EL JUICIO
Luego de la sanción del Decreto 158/83, las juntas militares comenzaron a ser
enjuiciadas por el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas el 28 de diciembre
de 1983, debido a que en ese momento las leyes vigentes establecían que los
militares sólo podían ser enjuiciados por tribunales militares, sin importar el
delito cometido.

Las demoras y la falta de voluntad en las Fuerzas Armadas para enjuiciar


realmente a los jefes militares se hizo evidente desde un comienzo. El 13 de
febrero de 1984 el Congreso sancionó la Ley 23.049 de reforma del Código de
Justicia Militar estableciendo que la justicia militar sólo atendería delitos de tipo
militar (abandono de guardia, deserción, insubordinación, etc.). Cualquier otro
delito cometido por un militar debía ser atendido por la justicia civil. Además,
se estableció que las sentencias de los tribunales militares podían ser apeladas
ante la Cámara Federal (tribunal civil) y que si el juicio se demoraba
injustificadamente, la Cámara Federal podía hacerse cargo directamente de la
causa.

El 11 de julio de 1984 la Cámara Federal le indicó al Consejo Supremo de las


Fuerzas Armadas que investigara si hubo un método en la violación de
derechos humanos, si ello pudo haber sido responsabilidad de los miembros de
las juntas militares y que le informara en 30 días. Ante el silencio del tribunal
militar, el 22 de agosto la Cámara Federal le concedió una ampliación del plazo
por 30 días más.

El 4 de octubre de 1984 la Cámara Federal (tribunal civil) tomó la decisión de


desplazar al tribunal militar que estaba enjuiciando a las juntas para hacerse
cargo directamente de la causa.

En ese momento el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas sólo había


tomado declaración indagatoria y dictado prisión preventiva al almirante Emilio
Massera.

Los integrantes de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y


Correccional Federal de la Capital Federal que juzgó a las Juntas Militares
fueron Jorge Torlasco, Ricardo Gil Lavedra, León Carlos Arslanián, Jorge Valerga

9
Araoz, Guillermo Ledesma y Andrés J. D’Alessio. Durante el juicio, los jueces
rotaron cada semana en la presidencia del tribunal.

El fiscal fue Julio César Strassera con quien colaboró el fiscal adjunto, Luis
Gabriel Moreno Ocampo. Todos los demás funcionarios a los que se solicitó
colaboración se negaron a ello con diversas excusas.

Debido a que la cantidad de delitos sobre los que existían constancias


superaban los diez mil, el fiscal Strassera tomó la decisión de recurrir a un
mecanismo utilizado por el Consejo Europeo de Derechos Humanos, sobre la
base de casos paradigmáticos. La fiscalía presentó entonces 709 casos, de los
cuales el tribunal decidió examinar 280.

Entre el 22 de abril y el 14 de agosto de 1985 se realizó la audiencia pública


en la Sala de Audiencias del Palacio de Justicia de la Nación. En ella declararon
833 personas. Las atrocidades que revelaron muchos de esos testimonios
sacudieron hondamente la conciencia de la opinión pública argentina y
mundial.

Entre el 11 y el 18 de septiembre de 1985 el fiscal Julio César Strassera realizó


el alegato de la fiscalía, que luego ha sido considerado como una pieza
histórica. La fiscalía consideraba que la responsabilidad por cada delito debía
ser compartida por los miembros de cada junta a la que se le había probado
participación. Finalmente el tribunal no aceptó este criterio, sosteniendo que
las responsabilidades debían ser asignadas por cada fuerza armada, lo que
produjo una considerable reducción de las penas para los miembros de la
Fuerza Aérea. Strassera cerró su alegato con esta frase:

“Señores jueces: Quiero renunciar expresamente a toda pretensión de


originalidad para cerrar esta requisitoria. Quiero utilizar una frase que no me
pertenece, porque pertenece ya, a todo el pueblo argentino. Señores jueces:
'Nunca más’.”

Entre el 30 de septiembre y el 21 de octubre se realizaron las defensas de los


Jefes Militares, que básicamente sostuvieron que se había tratado de una
guerra, y que los actos develados debían ser considerados como circunstancias
inevitables de toda guerra.

El 9 de diciembre se dictó la sentencia condenando a Jorge Rafael Videla y


Emilio Eduardo Massera a reclusión perpetua, a Roberto Eduardo Viola a 17
años de prisión, a Armando Lambruschini a 8 años de prisión y a Orlando
Ramón Agosti a 4 años de prisión. Los acusados Omar Graffigna, Leopoldo
Galtieri, Jorge Isaac Anaya y Basilio LamiDozo no fueron condenados por no
haberse podido probar los delitos que se les imputaban.

10
Los miembros de la última junta y el último presidente fueron procesados por
la redacción del llamado Documento Final sobre la Lucha contra la Subversión y
el Terrorismo y la sanción de una ley de autoamnistía. La razón jurídica
utilizada para abrir este juicio fue que con ese acto se encubrió el secuestro de
niños

NUNCA MÁS
El Nunca Más fue el primer documento oficial que reconoció públicamente la
existencia de un plan sistemático para el secuestro, la tortura y la desaparición
de personas en la Argentina entre 1976 y 1983. Éste es un fragmento de las
páginas iniciales del informe:

“Cada uno de los testimonios incluidos bien pudo haber sido seleccionado al
azar entre los miles de legajos que contienen relatos similares. Los
incorporados a este informe son sólo una ínfima muestra del copioso material
hasta ahora reunido.

Cualquiera de ellos, por sí solo, permitiría formular la misma condena moral a


la que arriba esta Comisión; pero es su pluralidad pródiga en referencias
semejantes y convergentes, lo que cimenta incontrastablemente nuestra
certidumbre acerca de la existencia y puesta en práctica de tal metodología
represiva.

Los casos transcriptos no son de aquellos que constituyan excesos, ya que


tales excesos no existieron si se entiende por ello a la comisión de actos
aislados, particularmente aberrantes. Es que todo el sistema, toda la
metodología, desde su ideación, constituyó el gran exceso; lo aberrante fue
práctica común y extendida. Los actos “especialmente” atroces se cuentan por
millares. Son los “normales”.”

Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP).


Nunca Más. Informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de
Personas. Buenos Aires, Eudeba, 1999.

11
BIBLIOGRAFÍA
*Herminia Mérega, Wuilfredo G. Carroza, Ariel D. Denkberg, Beatriz Fariña,
Historia: El mundo y la Argentina desde el siglo XIX hasta nuestros días, Buenos
Aires, Argentina, editorial Santillana, 2005.

*Lía Claudia García, HISTORIA ARGENTINA Cambios y permanencias (1516-


2000), Buenos Aires, Argentina, editorial Stella, 2002.

*Juan Suriano, NUEVA HISTORIA ARGENTINA Tomo 10: Dictadura y democracia


(1976-2001), Buenos Aires, Argentina, editorial Sudamericana, 2007.

*Teresa EggersBrass, Historia Argentina Contemporánea (1810-2002), Buenos


Aires, Argentina, editorial Maipue, 2004.

*La Nacion, Enciclopedia Escolar Temática Tomo 6: Historia del mundo y de la


Argentina. Formación ética y ciudadana, editorial Santillana, 2005.

*INTERNET:

www.wikipedia.org

12
ANEXOS
Las Madres de Plaza de Mayo son una asociación argentina formada durante
la dictadura de Videla con el fin de recuperar con vida a los detenidos
desaparecidos, inicialmente, y luego establecer quiénes fueron los
responsables de los crímenes de lesa humanidad y promover su
enjuiciamiento. Posteriormente trataron de continuar lo que ellas entendían
como la lucha que intentaron llevar a cabo sus hijos, mediante la misma
asociación, con su propia radio, universidad (UPMPM), café literario, plan de
vivienda social, guardería infantil y programa de televisión.

Las Madres de Plaza de Mayo se encuentran actualmente divididas en dos


grupos: el grupo mayoritario, denominado “Madres de Plaza de Mayo”
(presidido por Hebe de Bonafini), y las “Madres de Plaza de Mayo Línea
Fundadora” (presidido por Marta Ocampo de Vásquez).

13
Guerra de Malvinas

14
La Junta Militar

La Opinión, 24 de marzo de 1976.

Primer mensaje presidencial de Jorge Rafael Videla

15
“Pero debe quedar claro que los hechos acaecidos el 24 de marzo no materializan
solamente la caída de un gobierno. Significan, por el contrario, un cierre definitivo de
un ciclo histórico y la apertura de uno nuevo, cuya característica estará dada por la
tarea de reorganizar la Nación…”

Fuente: La
Prensa, 30 de juniode 1976.

Militares en las
calles, 1977.

Jorge Rafael Videla Eduardo Viola


Fortunato Galtieri

16
Cristino Nicolaides

El general Viola justifica la violación de los derechos humanos

“Esta guerra, como todas, deja una escuela, tremendas heridas que el tiempo y
solamente el tiempo puede restañar. Ellas están dadas por las bajas producidas; los
muertos, los heridos, los detenidos, los ausentes para siempre […] lo peor o es perder
la vida. Lo peor hubiera sido perder la guerra […] Hemos cumplido nuestra misión. “

Fuente: La
Nación, 30 de mayo de 1979.

17

S-ar putea să vă placă și