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Sinopsis meditaciones metafísicas

Por: Juan Diego Agudelo Molina

En la primera meditación Descartes expone una propuesta escéptica, por la cual va a dudar

de todas las cosas, en especial de las materiales, de las que se presentan ante los sentidos,

partiendo de la idea de que se ha percatado que estos lo han engañado muchas veces

anteriormente. La intención de esta propuesta metódica de la duda es liberarse de todos los

prejuicios que ha llegado a contraer, para así sólo tomar por verdadero lo claro y distinto, lo

que no admita objeción alguna, y no lo dudoso y probable.

En la segunda, siguiendo la propuesta escéptica, se llega a la conclusión de que se puede

dudar de todo, incluso de aquellas cosas cuya existencia es casi indudable, excepto de algo,

a saber, que el sujeto cognoscente, el yo pensante, la mente, existen, esto se puede afirmar

con certeza, sin duda alguna. Descartes lleva el escepticismo al límite y propone la

hipótesis de que un genio maligno emplea toda su industria en engañarlo, siguiendo esta

hipótesis, al menos hay algo que no puede ser dudado, que el yo existe, puesto que es el que

está siendo engañado, es el agente pasivo de la relación, además es el que duda de todo, es

el que piensa. Luego, si al menos esto puede ser afirmado con certeza, a la pregunta ¿qué es

el hombre? Se puede contestar con certeza, una cosa que piensa, que duda, que entiende

algunas cosas, etc.

En la meditación tercera se comprueba la existencia de Dios por una serie de argumentos

causales. Descartes afirma que en la causa eficiente debe haber al menos tanto como en el

efecto de la misma causa, y que la causa de Dios no puede estar en la mente misma, puesto
que de ser así sería ella misma su causa, es decir, Dios. La idea de Dios se entiende como

una sustancia infinita, independiente, supremamente inteligente, supremamente poderosa,

esto es, perfecta. Si se tiene la idea de perfección, de lo infinito, etc., su causa no es la

mente, puesto que ésta es imperfecta, es finita, etc., por lo tanto debe haber necesariamente

una causa fuera de la mente que contenga todas estas cualidades, y necesariamente debe

existir, pues produjo el efecto de estas ideas en la mente del sujeto cognoscente. Y si es

perfecto, le pertenece el atributo de la unidad, es decir, todas estas atribuciones están en una

sola sustancia. Finalmente se supera la hipótesis de un Dios engañador, ya que todo engaño

y fraude dependen de algún defecto, de alguna imperfección y Dios es perfecto.

En la cuarta se demuestra que la falsedad, esto es, la posibilidad de errar, no es propia de

los sentidos sino del entendimiento o de la voluntad. Las facultades del entendimiento y la

voluntad se distinguen, en tanto la primera se encarga de juzgar lo verdadero de lo falso,

mientras la segunda se ocupa de elegir, es en la voluntad que se produce el libre albedrío.

El error se da en la facultad de juzgar, esto es, en el entendimiento, cuando toma por

verdadero no lo claro y distinto, sino lo dudoso. De igual manera, el error se da en la

voluntad cuando ésta se extiende más allá de lo que el entendimiento puede conocer, es

decir, cuando no está guiada por el intelecto.

En la quinta, se explica en qué consisten las sustancias corpóreas, en tanto diferentes de las

sustancias pensantes. Además se brinda otro argumento, esta vez no causal, sino

ontológico, para probar la existencia de Dios. Si la esencia es inseparable de la existencia y

se concibe clara y distintamente la esencia de Dios, necesariamente se sigue su existencia,

es decir, no se puede concebir un Dios no existente. En síntesis, la verdad de toda ciencia


depende del conocimiento de Dios en la medida que él doto al yo de la facultad de

entendimiento y, por ser Dios, no lo engaña.

Por último, en la sexta, se demuestra la existencia de las cosas corpóreas, ya que si se puede

conocer algo claro y distinto sobre las cosas materiales, esta claridad y distinción no

contienen falsedad, luego, las cosas existen por fuera del yo pensante. También se

distinguen las facultades de la mente, las facultades propias de las sustancias pensantes. Así

mismo se exponen las facultades o atributos de las sustancias extensas, esto lleva a la

distinción entre el alma, sustancia pensante, y cuerpo, sustancia extensa. También se

muestra el modo cómo se puede superar la duda, esto es, los prejuicios, a fin de evitar todo

error, explicando que no se debe admitir todo lo que se presenta a los sentidos, ni tampoco

dudar de todo. El criterio para superar la duda metódica y alcanzar veracidad es admitir por

verdadero lo que se presente claro y distinto, ya que Dios no engaña.

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