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Desarrollo
El pasado 21 de mayo del corriente año, se reunieron en Ushuaia, la ciudad más
austral del mundo, autoridades de la Universidad Nacional Tres de Febrero (UNTREF)
para dar inicio a un evento, caracterizado por la recurrencia con la que nos encontramos
mirando hacia la palabra utopía. Ese día, a orillas del canal de Beagle, se dio por iniciada
la segunda edición de la Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de América del
Sur (BIENALSUR), en la cual participarán más de 400 artistas en 110 sedes repartidas en
20 países.
BIENALSUR conecta en simultáneo a público de los cinco continentes. Las
exposiciones se realizan en diferentes museos, centros culturales, edificios y zonas
emblemáticas del espacio público, busca generar una red global de colaboración
asociativa institucional que elimine distancias y fronteras, y reivindique la singularidad
en la diversidad.
BIENALSUR incluye obras y proyectos que son el resultado de convocatorias
internacionales abiertas. La idea de este amplio llamado es invitar a artistas y curadores
a pensar propuestas específicas e inéditas, más allá de un tema que los condicione,
siguiendo sus propias búsquedas. Para la BIENALSUR 2019, se inscribieron 5025
propuestas precedentes de 76 países y el criterio de selección, a cargo de un Consejo
Internacional conformado por profesionales de distintos orígenes, se basa en la calidad
de cada envío – tanto en términos conceptuales como estéticos.
El evento plantea una cartografía propia, un territorio y un recorrido específicos,
abriendo una Sudamérica expandida a escala mundial. Plantea como KM 0 al MUNTREF
(Museo de la Inmigración y Centro de Arte Contemporáneo de la UNTREF) en la ciudad
de Buenos Aires, y en la primera edición se llegó hasta el KM 18.370 en Tokio, Japón.
En palabras de la directora artístico-académica del evento, Diana Wechsler,
BIENALSUR es indisciplinada y por eso crea otras cartografías, borra fronteras, piensa
con artistas entre lo local y lo global.
Es un evento en el cual una universidad nacional de Argentina logró conectar al
país con el resto del mundo de una forma única. Conocidos siempre por los mismos
rasgos culturales y artísticos, el BIENALSUR conecta al país – mediante la UNTREF – con
las diferentes sedes del evento, ubicadas en museos, fundaciones, universidades y hasta
dentro de embajadas – como fue el caso de la obra Trazas Simultáneas, que se exhibió
en el 2017 en la Embajada de Brasil ubicada en la ciudad de Buenos Aires.
De esta manera, observamos a una pluralidad de actores de diferente naturaleza
conectados a través de la red creada por la BIENALSUR directamente con Buenos Aires
– su KM 0 – y que se expande hacia el mundo. Desde el individuo, hasta la participación
misma de países mediante la utilización de sus embajadas como espacios de exhibición
de sus obras. Se involucran, de esta forma, actores estatales y no estatales, organismos
públicos y privados, todos ellos bajo una red transnacional de acción cultural.
Bajo la pregunta “¿es posible revertir las corrientes artísticas para que fluyan de
sur a norte?” y el caos creativo que promueve, la bienal genera diálogos norte-sur y
entre disciplinas y líneas temporales. Son lazos que no pueden entenderse sino como
vínculos positivos y beneficiosos, en los que se genera un ida y vuelta de tecnología,
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cultura, historia, visiones del mundo muy diferentes las unas de las otras. Es un evento
en la cual individuos tienen la oportunidad de hacer valer su visión del mundo y de
representarla como consideren conveniente. Son vínculos tan beneficiosos como
invisible, puesto que no se reflejan mucho más allá del foco cultural bajo el cual se
ilumina al evento. Con la correcta promoción del evento, sus beneficios podrían ser
incluso mayores, debido a lo innegablemente enriquecedor que resulta el evento.
Siendo ésta la segunda edición del BIENALSUR (la primera se realizó en el año
2017), los antecedentes de estas relaciones son muy recientes, aunque no podemos
negar que, como en el caso de la utilización de la embajada de Brasil que se mencionó
en párrafos anteriores, hay lazos que van mucho más allá de los intercambios en materia
de arte y cultura – en este caso particular, ambos integran el MERCOSUR y se relacionan
de manera frecuente en diferentes espacios de cooperación internacional.
Retomando la clásica dicotomía de la PEX, según la cual un Estado puede,
mediante su relación o no relación con otros Estados, encaminarse hacia la autonomía
o hacia la inserción internacional, podemos decir que el camino que la Argentina transita
de la mano de la BIENALSUR, está claramente delimitado por los objetivos de inserción
y apertura cultural: desde la ciudad más austral del mundo – Ushuaia – hacia el mundo.
Observando la historia argentina, se puede llegar a la conclusión de que estamos
en presencia de un evento sin precedentes en el país. La inserción cultural de la que han
participado los argentinos era, hasta ahora, ajena a ellos mismos, puesto que en este
caso no sólo argentina se etiqueta como el kilómetro cero del mundo, sino que es quien
invita al resto del mundo a re-pensar la cartografía cultural desde un plano no
hegemónico ni centralizador, dejando de lado la división norte-sur e invitando al norte
a unirse a nuevas corrientes artísticas que no están impregnadas de conceptos
globalizantes ni hegemónicos.
Como hice mención en párrafos anteriores, el evento puede resultar muy
beneficioso para la inserción cultural no sólo de Argentina sino de todo el cono sur,
debido a la magnitud del evento lograda en cada convocatoria (no olvidemos que en la
convocatoria para el evento de este año se presentaron más de cinco mil proyectos). La
primera noticia que me introdujo a BIENALSUR fue de un diario español (El País). Sin
embargo, a la hora de investigar más, pude notar que la mayoría de los medios de
comunicación que hablaron o escribieron sobre el evento, fueron de Argentina (Tv
Pública, Clarín, Perfil). Costó aún más, pero se logró, encontrar noticias de otros países
vecinos o pertenecientes a la misma región. Si bien esto continúa siendo beneficioso
puesto que se comparten e intercambian rasgos culturales en la región, no podemos
negar que el alcance podría y debería ser mucho mayor: BIENALSUR se le presenta a
Argentina, casi en bandeja, como una oportunidad para volver a presentarse ante el
mundo y esta vez hacerlo de manera positiva: como sede cultural del mundo
contemporáneo.
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Anexo: Mar Centenera para el diario “El País”, 21 de mayo de 2019. (link)
MAR CENTENERA
¿Es posible revertir las corrientes artísticas para que fluyan de sur a norte? Con
esa idea como motor, ha arrancado la segunda edición de la Bienal Internacional de
Arte Contemporáneo de América del Sur (Bienalsur) desde la ciudad argentina
de Ushuaia, la más austral del mundo. A orillas del canal de Beagle y custodiados
por las imponentes montañas nevadas de los Andes, Bienalsur izó el domingo
tres banderas en el Aeroclub que ondearán hasta octubre, cuando culmine este
inabarcable evento de arte. Participarán más de 400 artistas en 110 sedes
repartidas en 20 países.
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La palabra utopía destaca en la bandera central, realizada por el artista
francés Christian Boltanski, y a sus costados el gélido viento de Ushuaia hace
serpentear las de la chilena Voluspa Jarpa y la argentina Magdalena Jitrik.
"Estamos en el sur del sur y es desde donde partimos nosotros para poder inundar
con nuestro pensamiento, nuestra cultura y nuestro arte las corrientes centrales de
la cultura contemporánea", dijo Aníbal Jozami, director general de la bienal y
rector de la Universidad Nacional Tres de Febrero (Untref), la universidad
pública que la impulsa.
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mar y la tierra. Mientras se izaban las "banderas del fin del mundo", la orquesta
interpretó una plegaria ancestral.
El caos creativo que promueve la bienal incluye diálogos entre norte y sur y
también entre disciplinas y líneas temporales, como la intervención La mirada
que construye mundo del artista y biólogo Pablo La Padula en el Museo del Fin
del Mundo de Ushuaia, levantado en lo que antes fue el Banco Nación. "Armé
varios proyectos y uno era el museo del primer mundo dentro del del fin del
mundo porque metafóricamente la idea de la riqueza abreva hoy en la
biodiversidad que el primer mundo ya no tiene", señaló La Padula.
Sin descartar ese proyecto para un futuro cercano, el artista interviene ahora el
museo con un collage que va desde los animales fabulosos del escritor y
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naturalista Plinio el Viejo en el siglo I hasta las creaciones transgénicas actuales.
El ratón con oreja humana nacido de la manipulación de genes queda emparentado
así con seres imaginarios como el mantícora -de cuerpo de león, patas de águila y
cabeza humana- o el aplanador que describió Jorge Luis Borges: "Tiene diez veces
el tamaño del elefante al que se parece muchísimo. Está provisto de una trompa
algo corta y de colmillos largos y rectos; la piel es de un color verde pálido. Las
patas son cónicas y muy anchas".
A su lado, las fotos tomadas por Gustavo Groh revelan la presencia fantasmal en
el paisaje local de los deshechos de una guerra que no fue, la que estuvieron a
punto de librar Argentina y Chile en 1978 por la soberanía de tres islas del canal
de Beagle. Trincheras, campos minados, baterías antiminas y municiones
quedaron abandonados en ambos países después de que una mediación papal
desactivase la tensión bélica. Con una cámara estenopeica Groh inmortalizó esas
huellas hasta 2015, que ahora expone en la conmovedora muestra El agua que
apagó el fuego. "La fotografía constituye en este caso un soporte para evitar el
olvido", escribió la docente María Teresa Luiz en el catálogo de la muestra.
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Alumnos fueguinos copian su mapa de Malvinas en 'Dos, tres, muchas', de Esteban
Álvarez. BIENALSUR