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La flecha
Pensé en tu belleza, y esta flecha,
hecha de pensamientos insensatos, está en mi médula.
Ningún hombre puede contemplarla, ninguno,
recién llegada a su condición de mujer,
alta y noble, pero con rostro y pecho
del color delicado de la flor del manzano.
Es más amable esta belleza, mas por una razón
podría llorar yo porque lo viejo ha pasado.
Y tendré algo de paz allí, porque la paz viene goteando con calma,
goteando desde los velos de la mañana hasta allí donde canta el grillo;
allí la medianoche es una luz tenue, y el mediodía un brillo escarlata
y el atardecer pleno de alas de pardillo.
La rosa secreta
Lejana, muy secreta, inviolada Rosa,
estréchame en mi hora de las horas;
y quienes te buscaron en el Santo Sepulcro
o en el tonel de vino, moraron más allá
de los tumultos de sueños derrotados; y profundos,
entre párpados grises muy pesados de sueño,
los hombres han nombrado la belleza. Tus grandes hojas muestran
las barbas antiguas de los coronados Reyes Magos,
sus yelmos de rubí y oro; ye! rey cuyos ojos contemplara
las Manos Traspasadas en la Cruz elevarse
en druídicos vapores, y las teas apagarse,
hasta que e! vano frenesí lo despertara y muriera.
Y aquel que halló a Fand caminando entre llamas de rocío,
junto a una costa gris que el viento no soplaba
y perdió mundo y Emer por un beso.
Y el que llevó los dioses fuera de los muros
y se entregó al festín hasta que cien rojas albas
contemplara y llorara los túmulo s de sus muertos.
El rey altivo y soñador que penas y coronas arrojara
y al bufón y al poeta convocando,
morara en hondos bosques con los errantes manchados de vino.
Y el que vendió labranza, casa y bienes
y buscó en mar y tierra por años incontables,
y al final encontró, entre risas y llanto
mujer tan radiante en su belleza
que los hombres trillaban el cereal hasta la noche
por un rizo robado, por un pequeño rizo.
Y yo también aguardo ese momento:
las grandes tempestades de tu amor, de tu odio.
¿Cuándo se arrojarán las estrellas del cielo
y como chispas de herrería morirán?
¿Ciertamente, ha llegado tu hora, tus tempestades soplan,
lejana, muy secreta, inviolada Rosa?
La rueda
A través del invierno invocamos la primavera,
toda la primavera llamamos al verano,
y cuando ya resuenan los setos rebosantes
declaramos que lo mejor es el invierno.
Y después nada hay bueno
porque la primavera no ha venido.
No sabemos que aquello que perturba nuestra sangre
es sólo su nostalgia de la tumba.
Sangre y luna
Bendito sea este lugar
Y aún más bendita esta torre;
Un poder sangriento y arrogante
Se levantó de la raza
Para expresarla, para dominarla,
Se alzó como los muros
De estas cabañas azotadas por la tormenta.
Como burla he construido
Un emblema poderoso
Y lo canto verso a verso,
Como burla de una época
Medio muerta en la cima.
Y responde ella:
«Aunque nuestro amor se desvanezca,
permanezcamos junto al borde solitario de este lago,
juntos en este momento especial
en el que la pasión, pobre criatura cansada, cae dormida.
¡Qué lejanas parecen las estrellas,
y qué lejano nuestro primer beso,
y qué viejo parece mi corazón!».
¿Y ahora qué?
En la escuela imaginaron sus camaradas preferidos
que él llegaría a ser hombre famoso;
y él lo mismo pensó y vivió en esa idea,
sus veinte años repletos de trabajos:
«¿Y, ahora, qué? -cantaba el espectro de Platón-. ¿Y, ahora, que?»