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El espacio transformador en un
cuento de Silvina Ocampo y
María Inés Silva Vila
Sofía Rosa
Título
El espacio transformador en un cuento de Silvina Ocampo y María Inés
Silva Vila.
The transforming space in a tale of Silvina Ocampo and María Inés Silva
Vila.
Resumen
En el presente trabajo se pretende llevar a cabo un estudio comparativo
entre el cuento La casa de azúcar de la argentina Silvina Ocampo y Un paseo a
la luz de la lluvia de la uruguaya María Inés Silva Vila. En ambos cuentos, hay
personajes femeninos que sufren transformaciones a partir de su vínculo con
un espacio concreto: la casa y el ropero. A partir del estudio estructural de los
cuentos, se tomará como motivo central la construcción del espacio como
transformador, transmutador, que brinda posibilidades de cambio a los
personajes. Dentro de esta perspectiva, se utilizará como marco teórico la
propuesta analítica que Gastón Bachelard formula en sus libros La poética del
espacio y La poética de la ensoñación (topoanálisis del ensueño). Mediante
este análisis, se podrá dilucidar y relacionar en los textos propuestos de qué
manera el espacio opera en la ensoñación arquetípica, la infancia y las
proyecciones de los sujetos que ensueñan, transformándolos.
Palabras-clave
Ensoñación - Transformación - Casa - Silvina Ocampo - María Inés Silva
Vila
Dreaming - Transformation - House - Silvina Ocampo - María Inés Silva
Vila
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“Los místicos han considerado tradicionalmente el elemento femenino del universo como
arca, casa o muro; también como jardín cerrado” (Cirlot 127).
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Los adjetivos que pueblan los comentarios y glosas a sus cuentos -ya
que aun no se ha realizado un estudio exhaustivo de su obra- por parte de
diferentes críticos son, entre otros: fantasmagórico, misterioso, poético,
extraño, vago, inextricable, nebuloso (Benedetti opina que sus personajes son
percibidos siempre a través de una niebla, pero que esta niebla también se
interpone entre el lector y el significado del cuento), tímido, onírico.
Podríamos decir que María Inés trabaja profundamente sobre la
atmósfera de sus cuentos,3 y por eso la importancia del espacio, del escenario,
aunque no real sí realista. En sus cuentos el elemento sobrenatural está dado,
muchas veces, por acciones y situaciones fuera de lo común que el narrador
percibe como “normal”, en una lógica absurda (El espejo de dos lunas, Toda la
noche golpeando, Por un dedo); en otras oportunidades, el narrador en primera
persona realiza extensos soliloquios -semejante a “divagaciones” de índole
filosófica- en donde lo extraño e irracional conforman la lógica del relato (La
divina memoria, Felicidad).
Hay dos temas que dominan gran parte de la narrativa de María Inés: el
tema de la identidad y el de la muerte, muchas veces puestos en relación. La
mayoría de sus personajes son femeninos, jóvenes o niñas, que asumen el
acto narrativo, ya que los cuentos con narrador externo son menos. Estos
personajes muchas veces viven desdoblamientos y disociaciones en su propia
conciencia, en su interioridad (Un paseo a la luz de la lluvia); otras veces su
identidad se ve duplicada o triplicada (El espejo de dos lunas, Último coche a
Fraile Muerto); en otras oportunidades esta identidad se duplica ya que el
mundo se transforma en un teatro (El visitante); y este juego de identidades
tiene una variante escalofriante cuando el doble que persigue a modo de
Döppelganger parece ser la propia muerte (La muerte tiene mi altura, La mano
de nieve, La muerte segunda).
En los cuentos de María Inés lo que se torna extraño, tenebroso,
enrarecido es, justamente, lo cotidiano, lo que el lector asume con familiaridad
al comenzar el relato. Por eso, sería más conveniente y por un simple afán
3
No parece demasiado abarcativo hablar de manera general de “los cuentos” de María Inés
Silva Vila, ya que en la segunda publicación que llevó a cabo (Felicidad y otras tristezas) en
1964, incluyó los diez cuentos aparecidos en su primera publicación de 1951, La mano de
nieve.
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clasificatorio, asociar la obra de María Inés Silva Vila al concepto acuñado por
Sigmund Freud das Unheimliche:
Para Freud el efecto de inquietante extrañeza (…) se produce
cuando se borran las diferencias entre lo imaginario y lo real (…) se
relaciona con la reaparición de algo extraño pero a la vez familiar,
que había sido reprimido al nivel de la conciencia (Verani 133-4).
La inquietante extrañeza de lo cotidiano, se da por un lado por el
discurso normalizador de los narradores, que neutralizan aquellos elementos
sobrenaturales e incluso de índole milagrosa que podrían sobresaltar al lector;
y por otro lado, el espacio en que se desarrollan los acontecimientos, como en
Silvina Ocampo, tienen un referente real, muchas veces con nombres de calles
transitables, que se pueden ubicar hasta hoy en día.
De los dos cuentos a trabajar (La casa de azúcar de Silvina Ocampo y
Un paseo a la luz de la lluvia de María Inés Silva Vila), se podría hacer una
lectura -que se intentará desarrollar más adelante- desde un punto de vista
clínico-psiquiátrico. Los comportamientos y transformaciones que sufren los
personajes femeninos bien podrían tratarse de trastornos mentales disociativos
(trastorno de despersonalización-desrealización y fuga disociativa).
El proceso de metamorfosis que sufren los personajes en ambos
cuentos difiere: en La casa de azúcar es progresivo:4 Cristina, la protagonista,
es una mujer bastante particular debido a sus supersticiones, todas
personalísimas, que son descritas a través de la mirada de su novio-marido,
que es el narrador: “Las supersticiones no dejaban vivir a Cristina. Una moneda
con la efigie borrada, una mancha de tinta, la luna vista a través de dos vidrios,
las iniciales de su nombre grabadas por azar sobre el tronco de un cedro la
enloquecían de temor” (Ocampo 186).
Superstición viene del latín superstitio, onis, que, a su vez, deriva de la
preposición super (arriba, encima, sobre) y del verbo sto, are (estar); de alguna
manera, la superstición implica estar sobre la realidad, sobrevivirla.
El diccionario de la RAE la define en una primera acepción como
“creencia extraña a la fe religiosa y contraria a la razón”, y en su segunda
acepción: “fe desmedida o valoración excesiva respecto de algo”. En la
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Aparece en el libro La furia publicado en 1959.
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irracionales de cada uno funcionan como reflejo invertido del otro. Las
supersticiones del narrador son universales, socialmente aceptadas y, por
tanto, objetivas y adultas; en cambio las de ella son personales y, por tanto,
subjetivas e infantiles. Esta irracionalidad, que en el fondo es la misma, no los
une, y una vez que se produce la mudanza, la escisión que hay entre ellos dos
se va a acentuar.
Uno de los miedos de Cristina, fundamentales para lo construcción
simbólica del relato, es el de vivir en una casa que ya haya sido habitada antes:
“cuando nos comprometimos tuvimos que buscar un departamento nuevo, pues
según sus creencias, el destino de los ocupantes anteriores influiría sobre su
vida” (Ocampo 186). Esta es una de las claves interpretativas del cuento.
A medida que avanza el relato, se puede apreciar cómo Cristina
comienza a cambiar su personalidad y una serie de sucesos se suscitan sin
mayores explicaciones: primero una llamada telefónica dirigida a Violeta; luego
la llegada de un paquete con un vestido de terciopelo que Cristina acepta y se
prueba sin cuestionarlo; más tarde aparece un perro que ella adopta y, al
aparecer la dueña del perro, la confunde con Violeta; luego empieza a
desarrollar una voz que le permite cantar y, por último, la visita de un hombre
vestido de mujer, que también la llama Violeta.
Por otro lado, el marido le ha mentido sobre la casa:
Por fin encontré una casita en la calle Montes de Oca, que parecía
de azúcar (…) pensé que esa casa era recién construida, pero me
enteré de que en 1930 la había ocupado una familia, y que
después, para alquilarla, el propietario le había hecho algunos
arreglos. Tuve que hacer creer a Cristina que nadie había vivido en
la casa y que era ideal: la casa de nuestros sueños. (Ocampo 186-
7).
Violeta es la inquilina anterior. Al parecer una cantante de vida
licenciosa, que pasa sus últimos momentos de vida en un frenopático -dato no
menor- y que muere antes o simultáneamente a la metamorfosis de Cristina,
como si esta le “robara la vida”. Esta revelación se da al final del cuento:
“Alguien me ha robado la vida, pero la pagará muy caro”. (Ocampo 192). Y
luego las coincidencias comienzan a sucederse como en el memorable cuento
de Cortázar Continuidad de los parques:
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Esto es evidente en el cuento El vestido de terciopelo, en donde el personaje queda fascinado
al tocar la tela: “El terciopelo hace rechinar mis dientes, me eriza, como me erizaban los
guantes de hilo en la infancia (…) Sentir su suavidad en mi mano, me atare aunque a veces me
repugne. (…) El terciopelo se basta a sí mismo. Es suntuoso y es sobrio” (Ocampo 252).
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La OMS lo define como: “Trastorno en el que el individuo se queja espontáneamente de la
vivencia de que su propia actividad mental, su cuerpo, su entorno o todos ellos, están
cualitativamente transformados, de manera que se han vuelto irreales, lejanos o mecánicos
(faltos de espontaneidad). El enfermo puede sentir que ya no es él el que rige su propia
actividad de pensar, imaginar o recordar, de que sus movimientos y comportamiento le son de
alguna manera ajenos, que su cuerpo le parece desvitalizado, desvinculado de sí mismo o
extraño, que su entorno le parece falto de colorido y de vida, como si fuera artificial o como si
fuera un escenario sobre el que las personas actúan con papeles predeterminados”.
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Aparece publicado en el libro Felicidad y otras tristezas en 1965.
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Obras citadas
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elementos para una poética de lo neofantástico. Biblioteca Románica
Hispánica. Madrid: Gredos, 1983.
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Suárez Hernán, Carolina. Propuestas en la narrativa fantástica del grupo
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Wilcock: la poética de la ambigüedad. Tesis doctoral inédita. 04 de diciembre
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