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Los Siete Mundos de Juan de Patmos

Por Juan Stam


(Revisado, enero 2010)

Para entender bien cualquier escrito antiguo, es necesario hacer el esfuerzo de entrar, hasta dónde sea posible,
en el mundo del autor y sus lectores y lectoras. Hoy día la mayoría de los lectores del Apocalipsis insisten en
leerlo como si fuera escrito en nuestro mundo y para nuestro mundo moderno, olvidándose del contexto original
del libro. En este ensayo queremos comentar brevemente “Los siete mundos de Juan de Patmos”, como
trasfondo para una mejor lectura de su fascinante libro.

Muchos comentaristas del Apocalipsis caen en el error de interpretarlo exclusivamente en un mundo ajeno a su
verdadero horizonte, como si Juan estuviera escribiendo directamente para nosotros y no para sus propios
hermanos y hermanas del primer siglo. Esta relectura caprichosamente “contextualizada” y “modernizante”, de
autores como Hal Lindsey, Robert van Kampen y muchos otros, ve en el Apocalipsis muchas cosas que Juan
jamás imaginaba (el mercado común europeo, el petróleo, bombas y aviones, Moscú y Sadam Hussein) y no ve
lo que Juan estaba realmente viendo (el culto al emperador romano, los precios de trigo y cebada, el comercio
internacional del imperio etc).

Además, esas lecturas arbitrarias del Apocalipsis, aunque muy sensacionalistas, le roban al libro de toda su
belleza y empobrecen su mensaje. Es un patético reduccionismo que pierde toda la riqueza de un libro lleno de
alusiones sutiles a una variada y amplísima tradición ya conocida por sus oyentes. En los años de investigación
para preparar mi comentario del Apocalipsis, encontré siete “mundos” de Juan de Patmos que me ayudaron a
entender este libro y apreciar su tremenda riqueza.

(1) El mundo del imperio romano: Es impresionante, leyendo los mensajes a las siete iglesias (Ap 2-3), cuán
profundamente Juan conocía la realidad de las congregaciones que pastoreaba y de las ciudades donde estaban
ubicadas. Entendía bien el fanatismo idolátrico de Pérgamo, “donde Satanás tiene su trono” (2:13), y el
tranquilo descuido de Sardis, cuya escarpada acrópolis había caido tres veces por falta de vigilancia (3:3).
Comprendía el desgaste espiritual de una iglesia de creyentes de segunda generación (Efeso 2:4), el sufrimiento
de congregraciones perseguidas (Esmirna 2:9; Filadelfia 3:9), y las trampas del éxito de iglesias ricas y famosas
(Sardis 3:1; Laodicea 3:16). No cabe duda -– ¡Juan de Patmos era un pastor admirablemente contextualizado en
su mundo contemporáneo.

Leer este libro de fines del primer siglo sin una constante referencia al imperio romano es simplemente leerlo
mal. De 17:9-11 queda evidente que toda la historia de la bestia (cap. 13) se refiere en primer término,
explícitamente, al imperio romano de su época. “Las siete cabezas son siete colinas [un apodo muy conocido
para la Roma imperial] y son siete reyes, cinco han caído, uno está gobernando” y el séptimo durará poco
tiempo. Ese septimontium no puede ser otra ciudad que la Roma antigua, ni esos cinco reyes que habían muerto
pueden ser ni papas (ninguno había muerto, mucho menos cinco) ni reyes ni dictadores del siglo XXI. La gran
ramera es “la gran ciudad que está reinando sobre los reyes de la tierra” (17:18). Estos pasajes nos dan una
clave hermenéutica que nos obliga a interpretar todo el libro con constante referencia al imperio romano. Aquí
vale el conocido refrán, “el texto sin su contexto es un pretexto”.

Juan muestra una preocupación muy especial por las injusticias económicas del imperio romano (1998: 62-99).
.La figura del caballo negro es una vehemente denuncia de la especulación con la canasta básica de los pobres a
favor de la agroexportación de los ricos (6:5-6). El lamento de los mercaderes es una canción de protesta contra
el comercio internacional de lujos (18:11-17), y la tantas veces malinterpretada “marca de la bestia” denuncia
los bloqueos económicos con fines ideológicos (13:17 “no permite comprar ni vender”; 1995:132-144).
Todo eso no niega las perspectivas proféticas del libro. Juan habla de la venida de Cristo, el juicio final, la
nueva creación y otras realidades futuras tanto para él como para nosotros. Pero describe esas realidades en los
términos de su propia época, dentro del contexto del imperio romano. “Juan de Patmos habla del futuro, pero
desde su presente y para su presente”. Esos eventos futuros no son el mensaje central del Apocalipsis, pues “la
concentración del libro se enfoca sobre la situación inmediata en que las congregaciones se hallan inmersas”
(1999:17)

(2) El segundo mundo de Juan es el mundo de las escrituras hebreas. Juan de Patmos muestra un conocimiento
vasto de las escrituras judías y cita (de memoria) tanto al texto hebreo, el griego de la Lxx, y las traducciones
arameas (targumes). Su libro no se entiende sin entender bien los textos antiguotestamentarios a los que alude.
Por eso, uno de nuestros mayores problemas en entender el Apocalipsis es nuestro poco conocimiento del
Antiguo Testamento, y una causa de las interpretaciones tan erradas del libro son las malas interpretaciones de
sus fuentes hebreas.

Obviamente, Juan de Patmos no imaginaba que estaba escribiendo el último libro de nuestra Biblia (ni aun que
iba a nacer un “Nuevo Testamento”). De hecho, su libro fue uno de los últimos en entrar al canon. Sin embargo,
no podría haber una mejor recapitulación final del mensaje bíblico. Todos los temas principales aparecen
culminantemente en este libro: la creación, el pacto, el éxodo, el Mesías-Cordero, y “el reino de Dios y su
justicia”. ¡No podría haber terminado mejor toda la Biblia!

Con todo y eso, por mucho que Juan se basa en las escrituras hebreas y alude constantemente a ellas, no las cita
textualmente. Y cuando las contextualiza para su propio momento histórico, casi siempre las cambia
significativamente. Las cuatro bestias de Daniel 7 se convierten en una sola bestia con características de las
cuatro (Ap 13:2), porque ya en el primer siglo existía un sólo imperio, el romano. Uno “semejante a un hijo de
hombre” en 1:13-16 se remite obviamente a Daniel también, pero con asombrosa libertad atribuye al hijo
características del eterno Anciano de Días (cabello blanco, fuego, sol). Los caballos de Zacarías renacen
totalmente transformados en los jinetes de Apocalipsis 6:1-8. En la hermosa visión del trono eterno (Ap 4-5)
están presentes los cuatro vivientes de Ezequiel, pero cambiados e incorporados, junto con los 24 ancianos
(originales con Juan), en una majestuosa escenificación sin paralelo alguno en toda la literatura hebrea.

A veces el Apocalipsis se remite también a los libros llamados deuterocanónicos, los cuáles aclaran algunos
detalles que los mismos libros canónicos no explican. Este es el caso del "maná escondido" de Apoc 2;17, al
cual los libros canónicos no hacen ninguna referencia ni explican como fue "escondido" ese mana. Eso lo aclara
2 Macabeos 2:4-8 con un relato referente a la destrucción de Jerusalén por Nabucodonosor:

Se decía también en el escrito [de archivos que Jeremías envió a los exiliados 2:1] cómo
el profeta, después de una revelación, mandó llevar consigo la Tienda y el arca; y cómo
salió hacia el monte donde Moisés había subido para contemplar la heredad de Dios. Y
cuando llegó Jeremías, encontró una estancia en forma de cueva; allí metió la Tienda, el
arca y el altar de incienso, y tapó la entrada. Volvieron algunos de su acompañantes
para marcar el camino... [pero Jeremías] les respondió, "Este lugar quedará desconocido
hasta que Dios vuelva a reunir a su pueblo y les sea propicio. El Señor entonces
mostrará todo esto; y aparecerá la gloria del Señor y la Nube...",

Puesto que un poco de maná se había conservado dentro del arca en el lugar santísimo, Jeremías escondió
también ese maná. Según otros relatos, fue un ángel quién llevó el maná a una cueva (2 Bar 6:5-10). Se creía,
entonces, como sugiere la cita de 2 Macabeos, que en los días del Mésias el maná volvería a caer del cielo y la
tierra tendría una productividad mil veces aumentada. 1

1
Ford 1975:257; cf Stam 1998A:86-87; 199A:110-111; 2006:121-122.
El libro deuterocanónico de Sabiduría nos ayuda a captar el carácter progresivo y pedagógico de las trompetas
y las copas del Apocalipsis, cuando afirma lo mismo de las plagas contra Egipto. Además, confirma la
indicación implícita de Apoc 9:20-21 (cf 16:11) que el propósito de estos septenarios no era el de vengarse de
los impíos ni sólo de castigarlos, sino de llamarlos al arrepentimiento (Sab 11:23-26; 12:2, 9-10, 19-20-21, 26-
27). Para este autor, Dios amaba también a los egipcios y por su amor quería invitarles al arrepentimiento:

No porque no pudieses en batalla campal entregar a los impíos en manos de los justos, o
aniquilarlos de una vez con feroces fieras o con una palabra inexorable, sino que los
concedías, con un castigo gradual, una ocasión de arrepentirse (12:9-10; cf. 11:23-26; 12:1-2
BJ).

Mas tu con todas las cosas eres indulgente, porque son tuyas, Señor que amas la vida... Por
eso mismo gradualmente castigas a los que caen, les amonestas recordándoles en qué pecan
para que, apartándose del mal, creen en tí, Señor (11:26 -- 12:2; cf. 12:26-27 BJ).2

El paralelo con los septenarios del Apocalipsis, con su sistemática progresion en severidad y en la proporción
afectada por los azotes, es evidente.3 Con tanto más razón podemos entender que las trompetas y las copas son
llamados amorosos al arrepentimiento en el sentido de su simbolismo.

Este libro deuterocanónico corrobora también la afirmación repetida del Apocalipsis cuando insiste en que las
trompetas y la copas tocaron sólo a los impíos y nunca a los fieles (9:4; 16:2; 7:1-8 sellados contra la ira del
Cordero; cf Ex 8:21-22; 10:23; Ezq 9:4-6). “Lo mismo que fue para sus enemigos un castigo", dice Sabiduría,
"fue para elllos [Israel] en su apuro un benefiicio” (11:5-7, cf. 11:13). Para los egipcios el “río enturbiado por
una mezcla de sangre y barro” fue castigo por el sangriento infanticido que habían cometido, pero Dios dio agua
abundante a Israel en el desierto.4 Comentando a Exodo 9:24 (granizo y fuego; cf. Ap. 8:7) dice:

lo más extrano era que con el agua, que todo lo apaga, el fuego cobraba una violencia mayor.
El universo, en efecto, combate en favor de los justos. Las llamas unas veces se amansaban
para no consumir a los animales enviados contra los impíos (16:17-18) ... Destruiste la tierra
de un pueblo inicuo. A tu pueblo, por el contrario, le alimentaste con manjar de ángeles
(16:19-20, cf. 22-23)...

Porque la creación, sirviéndote a tí, su Hacedor,


se embravece para castigo de los inicuos
y se amansa en favor de los que en tí confían (16:24).

(3) El tercer mundo de Juan era el de la literatura apocalíptica. Pocos lectores hoy se dan cuenta, al leer este
libro, que es parte de una vasta colección de literatura parecida. Nuestro libro de Apocalipsis no fue ni el
primero ni el último escrito apocalíptico, ni mucho menos el único. Afortunadamente, disponemos hoy de
ediciones críticas de casi todos estos escritos apocalípticos. La edición de Alejandro Díez Macho, que alcanzó
cinco tomos antes de su muerte, es especialmente valiosa para el ciclo de escritos que se atribuyen a Enoc, los
Oráculos Sibilinos, y los llamados “Testamentos”. En inglés, los dos tomos grandes de la colección exhaustiva

2
Sab 11:13-14 va aun más lejos y describe el arrepentimiento y conversion de los egipcios. Al ver que el castigo de ellos era
bendición para los israelitas, los egipcios reconocieron al Señor y admiraron al pueblo que antes habían despreciado con escarnio
(11:13-14).
3
Los septenarios no son temporalmente sucesivos como sucesos futuros sino son visiones sucesivas del juicio divino cada vez más
severo. Cuando el texto indica alguna medida, los sellos afectan a una cuarta parte (6:8), las trompetas siempre a terceras partes (8:7-
10,12; 9:15) y las copas a totalidades (16:2-4,9).
4
Sobre la plaga que convirtió el agua en sangre, Filón afirma que cuando los israelitas iban a sacar agua del pozo, Dios hacía un
nuevo milagro para convertir la sangre de nuevo en agua potable (VitMos 1:26).
editada por James H. Charlesworth tienen más de dos mil páginas de textos y comentarios. Hoy día los
estudiantes del Apocalipsis tienen a su disposición toda esta riqueza de literatura paralela.

A veces una sola frase del Apocalipsis puede introducirnos a todo un mundo conceptual de la literatura
apocalíptica. Este es el caso con la frase ya estudiada de “maná escondido” (Ap 2:17) que evoca una tradición
apocalíptica que anticipa un mundo nuevo de abundancia, justicia, igualdad -- ¡y buenos olores! Un pasaje de
Segundo de Baruc pinta el hermoso cuadro al que alude Juan con esa frase (1998:86s):

La tierra dará frutos diez mil veces mayor. Cada vid tendrá mil ramas, y cada rama
producirá mil racimos de uvas, y cada rácimo producirá mil uvas, y cada uva dará un cor de
vino [200 litros]...Y los hambrientos se gozarán y verán maravillas cada día. Vientos saldrán
cada mañana de delante de mí a llevar la fragancia de frutos aromáticas, y nubes al final del
día destilarán el rocío del cielo. Y en aquel tiempo los tesoros del maná caerán de nuevo del
cielo, y comerán de él (2 Baruc 29.4; cf Ap 2.17)...

Otra literatura antigua judeo-cristiana confirma dramáticamente el ideal de igualdad en el reino mesiánico:

...y todos disfrutarán de vida común y riqueza. La tierra será de todos por igual; sin estar
dividida por muros ni cercados, producirá algún día frutos más abundantes. Y dará frutos de
dulce vino, de blanca leche y de miel...cuando Dios haga cambiar los tiempos...y transforme
el invierno en verano. (Oráculo Sibilino 8.208-215)

La tierra, de todos por igual, sin estar dividida por muros ni cercados, producirá entonces
frutos más abundantes por sí sola. Compartirán los recursos sin dividir la riqueza, pues allí
no habrá ni pobres ni ricos, ni amos ni esclavos, ni grandes ni pequeños, ni reyes ni
caudillos. En común y unidos vivirán todos. (Or Sib 2.319-324).

Esas elocuentes palabras del autor anónimo de Oráculos Sibilinos encuentran eco en los versos del gran poeta
costarricense, Jorge Debravo:

Yo deseo que todo, que la vida sea nuestra


como el agua y el viento.
Que nadie tenga más patria que el vecino.
Que nadie diga más la finca mía...
sino la finca nuestra,
de Nosotros los Hombres.
(del poema "nosotros los hombres")

Me gustaría tener manos enormes,


violentas y salvajes,
para arrancar fronteras una a una
y dejar de frontera solo el aire.

Que nadie tenga tierra


como se tiene tierra;
que todos tengan tierra
como tienen el aire.
(del poema "nocturno sin patria")

(4) El mundo de Qumran enriquecía también el pensamiento de Juan de Patmos. Los Rollos del Mar Muerto
revelaron, sorprendentemente, que existía un judaísmo apocalíptico en el primer siglo, al lado del judaísmo
rabínico y el cristianismo. Es posible que Juan el Bautista haya tenido alguna especie de contacto con este
movimiento y hay pasajes y temas en que los documentos de Qumran ayudan a aclarar el mensaje de nuestro
Apocalipsis. Los rollos descubiertos incluyen algunos documentos de tipo apocalíptico con extensas
exposiciones de la guerra escatológica, la resurrección y la Nueva Jerusalén, entre otros temas del Apocalipsis.
Por otra parte el título “ángel del abismo” (Ap 9:11), que no se menciona ni en el resto de la Biblia ni en la
literatura apocalíptica, se aclara bien desde varios textos de Qumran (ver Stam, comentario, Tomo II).

En la “liturgia celestial de los ángeles” de Qumran aparece una frase que ilumina hermosamente algo del
Apocalipsis. A los ángeles se les exhorta a “glorificar a Dios con siete palabra magníficas”. Y en el Apocalipsis,
cuando los ángeles alaban a Dios, es precisamente “con siete palabra magníficas” (Ap 5:12; 7:12).

(5) Otro mundo tangencial al Apocalipsis es el de la tradición rabínica.5 Aunque toda la literatura rabínica se
puso por escrito siglos después, muchas de sus tradiciones remontan hasta los tiempos de Jesús. Que Juan bebía
también de esas fuentes se ve en pasajes del Apocalipsis que ni el AT ni la literatura apocalíptica judía aclaran
bien, pero los aclaran los escritos rabínicos. Es el caso de la designación yahvista de 1:4 (1999:47-48) y el “Alfa
y Omega” en 1:8 (ibid. p.55). La literatura rabínica también aclara el título, “rey del abismo” (Ap 9:11).

Un pasaje que sólo la tradición rabínica explica adecuadamente es el que dice que Balaam “enseñó a Balac a
poner tropiezos a los israelitas, incitándoles a comer alimentos sacrificados a los ídolos y a cometer
inmoralidades sexuales” (Ap 2:14 NVI). Algunos rabínos atribuían a Balaam la autoría intelectual del pecado de
Baal-peor (Nm 25:1s; 31:16). Al ver el fracaso de su profecía, pero siempre queriendo cobrar el sueldo que
Balac le había prometido, Balaam propuso a Balac levantar tiendas con una mujer vieja afuera que invitaba a
los israelitas a entrar a comprar lino. Adentro una joven bonita les ofrecía vino amonita y, luego de
embriagarlos, los seducía sexualmente para que adoraran a ídolos y renegaron al Dios de Moisés (1999:108s).

Los rabinos eran muy humanos y escribían muy simpáticamente. Una bella parábola de R. Jicchaq ilustra bien
el énfasis del mensaje a Sardis sobre la ropa limpia:

La señora de un mensajero real se adornaba cuidadosamente cada día. Sus vecinas le decían,
Tu hombre no está aquí, ¿para quién te estás adornando tanto? Pero ella les contestó: Mi
esposo es marinero, y en cualquier momento que el viento le favorezca, él aparecerá de
repente y estará ante mí; ¿no es mejor que me encuentre bella y no fea? Así tengan sus ropas
blancas en todo tiempo (Ec. 9.8), i.e. puras de pecado, y no falte aceite sobre tu cabeza (Ec
9.8), o sea, cumplimiento de la ley y buenas obras (1999:132).

(6) Otro mundo que definitivamente habitaba Juan de Patmos era el mundo de la liturgia, tanto judía como
cristiana. Como casi todos los libros del NT, el Apocalipsis fue escrito para ser leído en la asamblea de la
comunidad. Eso mismo lo hizo parte de la celebración litúrgica. El trasfondo litúrgico se hace sentir en todo el
libro. Himnos, oraciones, doxologías, aclamaciones, bendiciones, el Sanctus y el maranata, altar y celebrantes,
incienso y gestos litúrgicos aparecen en cada página. El mundo de Juan era un mundo vibrantemente litúrgico.
Con mucha razón se ha dicho que Juan de Patmos era el mejor liturgista del NT, y afectó profundamente al
culto cristiano del futuro.

Apocalipsis 4-5, en que de hecho se fundamenta todo el resto del libro, es precisamente una majestuosa
celebración litúrgica. Pierre Prigent ha demostrado los nexos entre este pasaje y la liturgia judía de la época. El
culto comienza con un solemne Sanctus pronunciado por los cuatro seres vivientes (4:8), seguido por un gesto
litúrgico de los ancianos (4:10, genuflexión) y un digno eres al Creador (4:11). Después de la pregunta por el
libro y la entrega del mismo al Cordero, los cuatro y los veinticuatro se unen, ahora con arpas e incienso

5
Los conceptos de "Gog y Magog" y "Segunda Muerte" se asocial mayormente con la literatura rabínica en vez de la apocalíptica.
(elementos litúrgicos), para cantar el cántico nuevo, un digno es al Cordero (5:8-10). Siguen millones de
millones de ángeles con su séptuple digno es también al Cordero (5:12), un cuádruple aclamación al Creador y
al Cordero por la creación entera (5:13) y un Amén final por los mismos que iniciaron la liturgia, acompañado
por el gesto litúrgico final de los que antes también se habían arrodillado (5:14; 1998:100-108; 1999:170-230).

A través del libro aparecen también alusiones a las fiestas judías. La frecuente mención del Cordero recuerda
naturalmente la celebración de la Pascua. Es muy posible que 7:9-17 describe la felicidad eterna de los
redimidos en los términos de la Fiesta de Cabañas, la más alegre de todas (ver Stam Tomo II, “el cielo será una
tremenda fiesta”). Y el libro termina con un “Maranata” claramente litúrgico (22:20-21; cf. 1 Co 16:22-24;
Didajé 10).

(7) Finalmente, otro mundo en que vivía Juan de Patmos, y donde tendremos que entrar si queremos compartir
sus visiones y su mensaje, es el mundo de la imaginación. A muchos de nosotros, modernos y tecnológicos y
sofisticados, nos da miedo, o quizá vergüenza, liberar las fuerzas de la fantasía creativa con que Dios nos ha
dotado. ¡Qué lástima! Si Dios nos ha dado este marivlloso don, debemos más bien desarrollarlo alegremente,
sobre todo si queremos entender al Apocalipsis.

El libro del Apocalipsis apela constantemente a nuestros sentidos de percepción: la vista (candeleros de oro,
tronos, joyas, animales, ¡hasta una ramera voluptuosa!), los oídos (trompetas, truenos, arpas, flauta, cataratas
impetuosas), el olfato (perfumes, azufre), el tacto (la mano del Señor sobre Juan; el Cordero toma el libro, Juan
toma el librito) y el gusto (un libro agridulce, agua de vida, frutos de cada mes). La visión del ángel fuerte
(10:1-3) y de la mujer vestida del sol (12:1-2) empujan nuestra imaginación hasta los límites de su capacidad y
creatividad. El libro entero nos invita a leerlo con todos nuestros sentidos de percepción, en su máxima fuerza.
Sólo por el uso intenso de la imaginación podemos vivir con Juan el impacto de sus encuentros con el Señor
resucitado (1999:29-30)

Todo el Apocalipsis vibra con una increíble fuerza dramática. Cuánto más nos profundizamos en este libro, más
va tomando un cierto carácter cinematográfico, con un dramatismo digno de competir con los mejores
productos del séptimo arte. Si uno realmente ha entrado en la vivencia de este libro hasta compartir el mundo
simbólico del autor, comienza a invadir sus sueños con toda su imaginería surrealista que activa poderosamente
los arquetipos de nuestro inconsciente. .

Esta calidad especial de la imaginación apocalíptica se plasma en una anécdota del poeta y pintor William
Blake. Cuando le preguntaron si al mirar al sol él no veía "un disco redondo de fuego parecido a una guinea"
(moneda inglesa), Blake contestó: "No, no, yo veo una compañía innumerable de huestes celestiales que
claman, Santo, Santo Santo, Señor Dios Todopoderoso" (1999:30).

Este libro ha inspirado maravillas de arte en todos los géneros: el Inferno de Dante, el Paraíso de Milton, el
Abadón de Sábato, las pinturas de Durero, Bosco y Blake, el Mesías de Haendel. Y a la vez, las obras mayores
de la imaginación humana son una excelente escuela “preparatoria” para comprender mejor el Apocalipsis: la
Guernica de Picasso, las pinturas de Guayasamín, el realismo mágico de la novela latinoamericana. Uno de los
obstáculos a nuestra fiel comprensión de este libro es la condición atrofiada de nuestra fantasía.

Al mundo del Apocalipsis, sólo se entra por la puerte de la imaginación. Consagremos a Dios esta preciosa
facultad que nos ha dado, ¡usándola!

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