La forma musical en la música sinfónica durante el romanticismo amplía las estructuras
creadas en el siglo anterior. Esta ampliación se produce mediante la incorporación de
episodios y secciones modulantes en la exposición de la sonata, así como con la aparición de un tercer periodo expositivo, o tema C. El segundo movimiento incluye a menudo secciones de desarrollo, mientras que el histórico minueto se transforma en scherzo –a partir de Beethoven- y aproxima la tradicional forma binaria al modelo de exposición-desarrollo-recapitulación. Por otro lado, la sinfonía experimenta un gran crecimiento en cuanto a densidad de desarrollo, y su forma original se amplía por influencia del poema sinfónico. La vinculación entre movimientos es mayor aún, tanto a nivel temático como conceptual, hecho anticipado por Haydn o Mozart, y que se observa de forma particular en las sinfonías tardo-románticas de Bramhs o Bruckner.
El poema sinfónico se convierte en la expresión sinfónica de un relato, una idea o un
sentimiento. Aunque su punto de partida es la sinfonía, a menudo aparecen como un continuo de diferentes materiales temáticos, contrastes y desarrollos. El desarrollo motívico temático es su principal motor. La forma musical es mucho más variable. Los poemas sinfónicos de Franz Liszt, Smetana o César Franck ilustran bien el género.
En la música para instrumento solo destaca el repertorio pianístico. El piano se
convierte en vehículo de la expresión individual e íntima que encontramos en el ideario romántico. Las piezas breves y las colecciones se suceden, adoptando en ocasiones formas más o menos libres derivadas de la estructura ternaria.