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LA MÚSICA COMO EXPERIENCIA CORPOREIZADA Y SENTIDA

A fines del siglo XX, principios del siglo XXI, la psicología de la música, en conjunto con la psicología
del desarrollo, elaboran una perspectiva experiencial, para el análisis de la percepción musical,
como crítica a la perspectiva objetivista, proponiendo el involucramiento del cuerpo en la
percepción musical. A esta perspectiva se la denomina “Música como experiencia corporeizada y
sentida”.

Para ello observan los modos en que la musicalidad emerge de los contextos de la práctica
intersubjetiva en etapas tempranas, entre niños y adultos, poniendo el énfasis en las maneras en
que la experiencia se configura en-la-acción.

La cognición musical corporeizada y la lingüística cognitiva integran, en el estudio de la experiencia


musical, el análisis de los modos en que el sonido y el movimiento resuenan en el complejo cuerpo
mente. Postulan que, por un lado, la actividad corporal en interacción con el ambiente, estructura
nuestra capacidad para organizar las representaciones mentales en unidades coherentes de
significación, organizando la experiencia; y, además, que la corporalidad parece desempeñar un
rol central en todo lo relacionado con los procesos de comprensión, razonamiento y atribución de
significado a la experiencia.

En los procesos de atribución de significado intervienen unas estructuras básicas: los esquema-
imagen y las proyecciones metafóricas. Los primeros se configuran a partir de la actividad
sensorio-motora de nuestro cuerpo en el ambiente. Las proyecciones metafóricas nos sirven para
realizar correspondencias entre el dominio de experiencia más conocido (sensorio-motor) y otro
menos conocido (la cognición musical), y así poder conocer este último.

Ambas estructuras básicas, sirven como constructos de soporte para las interpretaciones de los
modos en que la musicalidad emerge en los contextos de prácticas intersubjetivas tempranas,
experiencias en las que se dan los fenómenos de comunalidad o Musicalidad comunicativa, es
decir, los modos que encuentra el adulto de compartir el tiempo con el niño. Momentos en que
movimiento y sonido se ponen en juego a partir de los acoplamientos que ocurren entre los gestos
sonoros y motrices de los participantes.

De esto se desprende el hecho irrefutable de que la experiencia estética de la música tiene una
base en la asociación que se produce entre ella y el dominio emocional. Y para explicar esta
asociación toman el concepto de patrones sintientes de Susan Langer, y el concepto de forma vital
de Daniel Stern.:

Estos patrones sintientes son las recurrencias en el fluir de la tensión emocional que resultan
similares a los modos en que se experimenta el fluir de la tensión en la música. Son formas
dinámicas de la experiencia que recuperan aspectos vitales que definen la continuidad cognición-
emoción.

La forma vital es un concepto que alude a la activación, en la experiencia, de las cualidades


sentidas durante la percepción intermodal de un estímulo temporal, configurando contornos
holísticos de energía, que se materializan en el complejo formado por el movimiento, el tiempo, la
fuerza, el espacio y la dirección/intención

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