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La revolución rusa

A comienzos del siglo XX, Rusia era un imperio muy extenso gobernado por un emperador llamado
zar y habitado por múltiples nacionalidades. Hasta fines del siglo XIX había sido un país atrasado en
relación con las potencias europeas de la época, ya que su industrialización se limitaba a algunas
regiones y la mayoría de la población estaba formada por campesinos. Una nobleza hereditaria
gozaba de privilegios bajo el amparo del zar, y, como consecuencia de la industrialización que Rusia
comenzó a fomentar a partir de la década de 1890, se consolido, además, una burguesía y una
creciente clase obrera.

El régimen zarista era una autocracia que se basaba en un sistema de represión que imponía la
cárcel, el exilio o la muerte a sus opositores.

Existían varios motivos de resistencia al régimen de los zares. Por un lado, el descontento de los
pueblos sometidos que no aceptaban la política de” rusificación”, es decir, de imposición de la
lengua y cultura rusas, llevada a cabo por el gobierno zarista. Además, el zarismo fomento las
matanzas generalizadas de pobladores judíos, que llevaron a que muchos que llevaron a que
muchos judíos rusos emigraran hacia América.

Por otro lado, crecía el conflicto social. Los campesinos se hallaban acosados por la miseria, los altos
impuestos, los bajos precios de la producción agrícola y la perdida de mano de obra, debido a que
muchos hombres jóvenes eran reclutados como soldados. La clase obrera, mal paga y con malas
condiciones de vida, se fue convirtiendo en una gran fuerza de resistencia al régimen zarista. Los
trabajadores adhirieron a ideas socialistas y organizaron sindicatos.

En 1898 los marxistas organizaron el Partido Socialdemócrata Ruso de los Trabajadores. Por
diferencias políticas entre sus integrantes, en 1903 este partido se dividió en dos líneas: los
mencheviques, de tendencia socialista moderada, y los bolcheviques, de principios revolucionarios,
cuyo principal dirigente eran Vladimir Ilich Lenin.

En 1904, debido a su política Imperialista en el Lejano Oriente, Rusia entro en guerra con Japón. El
resultado fue una serie de derrotas que desprestigiaron aún más el régimen zarista. Al finalizar esta
guerra, a comienzos de 1905, una multitud de trabajadores se dirigió al Palacio de Invierno en San
Petersburgo para pedir mejoras laborales. La respuesta del gobierno fue una feroz represión, a
causa de la cual murieron miles de personas. Rápidamente, el descontento se manifestó en huelgas
y revueltas en todo el imperio. Con la intención de calmar la situación, el zar creo un parlamento, la
Duma, con función consultiva y escaso poder de decisión.

La agitación contra el zarismo se agravo en 1914 con la entrada de Rusia en la Gran Guerra. El
reclutamiento de millones de hombres, las derrotas en el frente oriental, la penetración del ejército
alemán en territorio ruso y la escasez de alimentos y combustibles aumentaron el descontento de
la población. En febrero de 1917, para el viejo calendario ruso, se inició una sublevación popular
que pronto se extendió a todo el país. Ante la grave situación, el zar Nicolas II abdico a favor de su
hermano Miguel, pero este renuncio a la Corona. Era el fin del zarismo

Después de la abdicación del zar, se formo un gobierno provisional de tendencia moderada. Al


mismo tiempo, comenzaron a reunirse los soviets, asambleas de obreros, campesinos y soldados,
que habían surgido durante los sucesos de 1905. Estas asambleas reclamaban la firma de la paz, ya
que consideraban la guerra como el principal obstáculo para superar la situación socioeconómica
del país. Este reclamo fue alentado por los bolcheviques, cuyos principales dirigentes regresaron del
exilio a partir de 1917.
El clima de protesta se extendió a todo el país. En las ciudades, los obreros organizaron comités de
fabricas exigieron subas de salarios y la jornada laboral de ocho horas. En las áreas rurales, los
campesinos se levantaron contra los terratenientes, asaltaron sus casas y tomaron bajo su control
tierras privadas y estatales.
La situación del gobierno provisional empeoro a partir del fracaso de una ofensiva en el frente
oriental que contribuyo al aumento de las deserciones en el ejercito ruso. En julio, el gobierno quedo
a cargo de Alejandro Kerenski, un abogado reformista. Kerenski intento asumir una posición
conciliadora entre las distintas fuerzas políticas, pero su credibilidad disminuyo cuando el general
Kornilov intento un golpe de Estado. La rápida reacción de los trabajadores contra el golpe,
mediante la formación de milicias obreras llamadas “guardias rojas”, favoreció a los bolcheviques.
Esta fuerza política apareció ante la opinión pública como el único partido que podía encabezar una
insurrección armada. En los meses siguientes, los bolcheviques consiguieron la mayoría en los
soviets de Petrogrado y Moscú, y bajo el lema “paz, pan y tierra” se prepararon para la revolución.
El 24 de octubre del viejo calendario ruso, las fuerzas del comité militar-revolucionario de los soviets,
dirigidas por León Trotsky, tomaron las estaciones de ferrocarril y las oficinas de telégrafo,
bloquearon los puentes y rodearon el Palacio y se apoderaron del gobierno. El Congreso de los
soviets dispuso la inmediata firma de la paz y la creación de un Consejo de Comisarios del Pueblo,
dirigido por Lenin, que fue el primer órgano ejecutivo del gobierno de la revolución.
Los revolucionarios decidieron la nacionalización de la banca, el comercio exterior y la industria
pesada. Mediante una reforma agraria, toda la tierra paso al control de los soviets para que se
repartiera equitativamente entre los campesinos.
El nuevo gobierno firmo con Alemania la desventajosa paz de Brest-Litovsk, a cambio de la entrega
de extensos territorios. Además, debió librar una cruenta guerra civil. El ejercito rojo, conducido por
Trotsky, se enfrento al Ejercito Blanco, compuesto por partidarios del antiguo régimen respaldados
por las potencias occidentales que se oponían al comunismo. En 1921 el ejercito revolucionario se
impuso, a costa de grandes esfuerzos del pueblo soviético. Al año siguiente, el gobierno
revolucionario cambio el nombre de Rusia por el de Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
La Unión Soviética en la década de 1920
Durante la guerra civil, los bolcheviques, que controlaban el Consejo de Comisarios del Pueblo,
proscribieron a los demás partidos. De ahí en más, el partido comunista se convirtió en el único
legal, y sus organismos fueron concentrando cada vez más el poder, en detrimento de los soviets.
Los bolcheviques confiaban en que, al fin de la guerra, en el resto de Europa se producirían otras
revoluciones similares a la rusa. Para promoverlas crearon una organización, la Internacional
Comunista, que reunía a partidos de todo el mundo que compartían sus ideas. Sin embargo, las
revoluciones que estallaron en Alemania, Polonia, Hungría y Austria fueron derrotadas. La URSS
quedó entonces aislada y en su interior se produjo una fuerte puja entre diversos sectores acerca
de como avanzar en la construcción del socialismo.
El gobierno soviético aplico una serie de medidas conocidas como comunismo de guerra, que
buscaba hacer frente a los problemas económicos mediante la nacionalización de todas la fabricas
y la entrega forzada de alimentos por parte de los campesinos. También introdujeron el
racionamiento y la prohibición del comercio minorista, para abastecer, preferencialmente, a las
tropas del Ejército Rojo.
Aunque esta política permitió sobrellevar la guerra interna, trajo mayores problemas a la
producción. Los campesinos, que no recibían compensación por los alimentos que entregaban,
comenzaron a producir menos. Esto causo una grave escasez y carestía. Además, la industria y el
transporte estaban casi paralizados. En 1921, finalizada la guerra civil, el gobierno introdujo la
Nueva Política Económica, que daba marcha atrás en las medidas comunistas, aunque mantenía
fuertes controles estatales. Se volvió a constituir un sector privado de la economía, especialmente
en el campo, donde los productores podían conservar sus excedentes mediante el pago de
impuestos. Los principales beneficios fueron los kulaks o campesinos acomodados, que se
enriquecieron con el comercio de la producción agrícola.
Lenin falleció en enero de 1924. A su muerte, diversos grupos de dirigentes se disputaron la
conducción de la URSS y de la Internacional Comunista. Un sector, liderado por Trotsky, proponía el
paulatino abandono de la NEP, impulsar un fuerte desarrollo industrial y retomar los intentos de
extender internacionalmente la revolución, como única manera de avanzar en la creación de un
sistema socialista. Otro grupo, liderado por José Stalin, en cambio, sostenía que era posible construir
el socialismo en un solo país, para lo cual planteaba, inicialmente, proseguir la NEP. Con el apoyo de
la mayoría de los dirigentes comunistas, los partidarios de Stalin vencieron a la oposición de Trotsky,
quien en 1927 fue expulsado del Partido Comunista y sería luego deportado y perseguido, hasta ser
asesinado en 1940 en México, donde se había exiliado.
La industrialización del Estado
En 1928, ante el evidente estancamiento de la NEP, la hostilidad de Polonia y el riesgo de guerra
con Gran Bretaña, El país pasó de ser una sociedad agraria a una industrializada en un tiempo
relativamente corto, pero a la vez se produjeron penurias económicas. La colectivización fue
altamente rechazada por los kuláks mientras el Estado se apropiaba de las cosechas,
particularmente en Ucrania donde se provocó el "genocidio" denominado Holodomor, con el
objetivo de evitar que los campesinos las retuvieran ilegalmente. Este conflicto económico derivó
en una represión estatal sistemática en la cual se estima que murieron varios millones de kuláks,
tanto en enfrentamientos armados como en el GULAG. Pese de la fuerte oposición, para 1936 cerca
del 90% de la agricultura estaba colectivizada, lo cual condujo a una caída catastrófica en la
productividad ganadera, que no recuperó el nivel del NEP hasta 1940.
La producción de hierro colado, necesario para el desarrollo de la infraestructura industrial no
existente, subió de 3,3 a 10 millones de toneladas anuales. El carbón subió exitosamente de 35,4 a
75 millones de toneladas, y la producción del hierro aumentó de 5,7 a 19 millones de toneladas.
Basado ampliamente en estas cifras, el Plan Quinquenal había sido cumplido en un 93,7%, mientras
que las partes dedicadas a la industria pesada fueron cumplidas en un 108%. Stalin declaró el plan
como un éxito para el Comité Central (diciembre de 1932).
La emulación socialista que acompañó los logros económicos no estuvo exenta del culto a la
personalidad de Stalin—cuyos excesos fueron denunciados más tarde— y de una brutal violencia
hacia toda oposición a los planes del régimen. La oposición en el interior del Partido se consideró
relacionada con las clases indóciles y hostiles al socialismo. Acusados de supuestos contactos con
emigrados trotskistas y espías extranjeros, importantes figuras del Partido
(Zinóviev, Kámenev, Bujarin, Rýkov, Yagoda) fueron juzgados en los denominados «procesos de
Moscú» (1936, 1938 y 1939) y ejecutados. Las «purgas» contra la oposición culminaron, además,
con la eliminación de casi 30.000 oficiales del Ejército Rojo.
La aceleración del rearme, motivada por la creciente agresividad del régimen de Hitler, condicionó
la programación del segundo Plan Quinquenal (1933-38). Simultáneamente, la prevención de un
acuerdo entre Alemania y las potencias occidentales frente a la URSS obligó a Stalin a una política
conciliadora hacia las democracias burguesas (manifestada en su actitud durante la guerra de
España y en la creación de los Frentes Populares) y hacia la Alemania nazi (Pacto germano-soviético
de no-agresión de 1939).
A partir de este momento, la URSS logró un desarrollo industrial y económico a tiempo para
la Segunda Guerra Mundial, la principal recompensa que obtuvo con dicha industrialización a
marchas forzadas.
Stalin estableció el Gosplán (Comisión de Planificación General del Estado), un órgano estatal
responsable de dirigir la economía socialista hacia la industrialización acelerada. En abril de 1929, el
Gosplán lanzó dos proyectos conjuntos que comenzaron el proceso de industrialización del Estado.
Basándose en planes previos de Trotsky, el Gosplán elaboró el primer Plan Quinquenal (1928-32), el
cual introdujo una rigurosa planificación que dio preferencia a la industria pesada sobre los bienes
de consumo. El Estado nacionalizó la mayor parte de empresas, poniendo en marcha un extenso
programa para lograr una rápida industrialización, mientras que en la agricultura se produjo
la colectivización forzosa de la tierra.
El país pasó de ser una sociedad agraria a una industrializada en un tiempo relativamente corto,
pero a la vez se produjeron penurias económicas. La colectivización fue altamente rechazada por
los kuláks mientras el Estado se apropiaba de las cosechas, particularmente en Ucrania donde se
provocó el "genocidio" denominado Holodomor, con el objetivo de evitar que los campesinos las
retuvieran ilegalmente. Este conflicto económico derivó en una represión estatal sistemática en la
cual se estima que murieron varios millones de kuláks, tanto en enfrentamientos armados como en
el GULAG. Pese de la fuerte oposición, para 1936 cerca del 90% de la agricultura estaba
colectivizada, lo cual condujo a una caída catastrófica en la productividad ganadera, que no
recuperó el nivel del NEP hasta 1940.
La producción de hierro colado, necesario para el desarrollo de la infraestructura industrial no
existente, subió de 3,3 a 10 millones de toneladas anuales. El carbón subió exitosamente de 35,4 a
75 millones de toneladas, y la producción del hierro aumentó de 5,7 a 19 millones de toneladas.
Basado ampliamente en estas cifras, el Plan Quinquenal había sido cumplido en un 93,7%, mientras
que las partes dedicadas a la industria pesada fueron cumplidas en un 108%. Stalin declaró el plan
como un éxito para el Comité Central (diciembre de 1932).
La emulación socialista que acompañó los logros económicos no estuvo exenta del culto a la
personalidad de Stalin—cuyos excesos fueron denunciados más tarde— y de una brutal violencia
hacia toda oposición a los planes del régimen. La oposición en el interior del Partido se consideró
relacionada con las clases indóciles y hostiles al socialismo. Acusados de supuestos contactos con
emigrados trotskistas y espías extranjeros, importantes figuras del Partido
(Zinóviev, Kámenev, Bujarin, Rýkov, Yagoda) fueron juzgados en los denominados «procesos de
Moscú» (1936, 1938 y 1939) y ejecutados. Las «purgas» contra la oposición culminaron, además,
con la eliminación de casi 30.000 oficiales del Ejército Rojo.
La aceleración del rearme, motivada por la creciente agresividad del régimen de Hitler, condicionó
la programación del segundo Plan Quinquenal (1933-38). Simultáneamente, la prevención de un
acuerdo entre Alemania y las potencias occidentales frente a la URSS obligó a Stalin a una política
conciliadora hacia las democracias burguesas (manifestada en su actitud durante la guerra de
España y en la creación de los Frentes Populares) y hacia la Alemania nazi (Pacto germano-soviético
de no-agresión de 1939).
A partir de este momento, la URSS logró un desarrollo industrial y económico a tiempo para
la Segunda Guerra Mundial, la principal recompensa que obtuvo con dicha industrialización a
marchas forzadas.
El inicio de la Segunda Guerra Mundial
La guerra contra Polonia y Finlandia, complementado con el fusilamiento o exilio de mucha de la
jerarquía del Ejército Rojo en las purgas políticas (como el caso del mariscal Tujachevski), dejaron la
defensa nacional en un terrible estado. Esto fue detectado por Hitler; sin embargo, ni él
ni Stalin deseaban un enfrentamiento inmediato. De allí que la Unión Soviética y la Alemania
nazi firmaran el Pacto Mólotov-Ribbentrop el 23 de agosto de 1939. A la semana de la firma del
Pacto, el 1 de septiembre de 1939, Alemania nazi iniciaba la Segunda Guerra Mundial mediante
la invasión de Polonia por el oeste, el 17 de septiembre la Unión Soviética invadía Polonia desde el
este, de acuerdo con el Protocolo Adicional secreto de dicho Pacto.
Hitler prefirió hundir el Frente Occidental antes que atacar a la Unión Soviética para evitar una
guerra en dos frentes simultáneos. Stalin, por su parte, tenía que poner a punto al Ejército Rojo
mediante la leva forzosa y el incremento de material bélico, lo que requería un período
relativamente largo.
Además, el pacto de no agresión con la Alemania Nazi le dio a la Unión Soviética vía libre para
retomar tierras, algunas de las cuales habían pertenecido en el pasado al Imperio ruso -parte
de Polonia, Estonia, Letonia, Lituania, Finlandia y Besarabia-, siendo dicho reparto rubricado en los
protocolos secretos del Tratado Alemán-Soviético de Amistad, Cooperación y Demarcación. A raíz
de la Guerra de Invierno la URSS fue expulsada de la Sociedad de Naciones el 14 de diciembre de
1939.
La gran Guerra Patria
Al producirse la invasión del ejército alemán, sin previa advertencia, el 22 de junio de 19414 quedó
abierto el Frente Oriental. El gobierno fomentó una exaltación del patriotismo soviético
(particularmente el ruso), al ver llegar la guerra hasta las puertas de las principales ciudades
soviéticas, Moscú, Leningrado y Stalingrado.
El Ejército Rojo, apoyado en conjunto por la población civil, logró detener el avance alemán. Con la
victoria sobre la ocupación alemana en Stalingrado en 1943, la moral del Ejército soviético se
levantó; más tarde, Minsk y Kursk también fueron liberadas. Tras la ofensiva soviética, se logró la
expulsión y derrota de las fuerzas fascistas y la posterior captura de Berlín en abril de 1945.
Los resultados de la guerra fueron desastrosos en pérdidas humanas y materiales. De hecho la URSS
fue el país que perdió más hombres durante la Segunda Guerra Mundial (27 millones
aproximadamente). De los cuales 8.668.400 fueron soldados. Sin embargo, se ganó políticamente
(la URSS se anexionó unos 500.000 km² de territorio y ejerció dominio político en las naciones
liberadas de los nazis, en lo que ahora sería su esfera de influencia directa).
La nueva relación con los Gobiernos aliados —que en la Conferencia de
Teherán (noviembre de 1943) y en Potsdam (julio de 1945) concedieron una «zona de influencia
política» a la URSS— aconsejó a Stalin la disolución del Komintern (mayo de 1943). El carácter
socialista de los regímenes que fueron estableciéndose en los países del Bloque del Este al finalizar
la guerra en Europa Oriental acabó con el aislacionismo político-geográfico de la URSS.
La nueva inquietud de las potencias occidentales fue expuesta en la «doctrina Truman» del 12 de
abril de 1947, que preconizó la necesidad de frenar la «expansión soviética», iniciando así la llamada
Guerra Fría.
La Guerra Fría
Stalin reaccionó instituyendo en octubre del mismo año el Kominform. La ruptura de relaciones
con Yugoslavia (1948) se vio equilibrada por el triunfo de la Revolución china (1949), que extendió
al Oriente asiático la influencia soviética.
La canonización oficial de las teorías de Lysenko (lysenkoísmo) fue uno de los ejemplos
del dogmatismo impuesto a la ciencia en la URSS, siendo una víctima destacada del mismo
el genetista Nikolái Vavílov muerto en cautiverio.
El cuarto y el quinto Plan Quinquenal siguieron dando prioridad a la industria pesada y a las grandes
obras de infraestructura. El desarrollo económico permitió a la URSS convertirse en potencia
nuclear (25 de septiembre de 1949), lo que acabó con el monopolio nuclear estadounidense.
Tras la muerte de Stalin (5 de marzo de 1953), una reorganización inmediata del Partido y del
Gobierno permitió la reprobación de los abusos autoritarios y la eliminación de las personalidades
más comprometidas con el culto a la personalidad de Stalin. Beria fue fusilado. Paralelamente se
anunció en el Soviet Supremo un aumento en la producción de bienes de consumo y decreció la
tensión internacional con el armisticio de la guerra de Corea (julio de 1953).
Los países bajo influencia soviética firmaron en 1955 el Pacto de Varsovia, también llamado Tratado
de Amistad, Colaboración y Asistencia Mutua. La Unión Soviética también contribuyó a la
reconstrucción europea, neutralizando al Plan Marshall de Estados Unidos con la creación
del COMECON.5
Gueorgui Malenkov, que había sucedido a Stalin, fue depuesto de sus funciones en febrero de ese
mismo año. Nikita Jrushchov como primer secretario del Partido y Nikolái Bulganin como jefe de
Gobierno impusieron un nuevo desarrollo a la política soviética. El 2 de junio de 1955 se anunció
una declaración de amistad recíproca entre Yugoslavia y la URSS y unos meses más tarde se disolvió
el Kominform.
La lectura del llamado discurso secreto de Jrushchov ante el XX Congreso del PCUS (25 de
febrero de 1956) sobre los errores y crímenes de Stalin dio carácter público a las medidas
de desestalinización. La explosión de la bomba de hidrógeno concedió más poder de persuasión a
la Unión Soviética, que durante la crisis del canal de Suez de noviembre de 1956 pudo invalidar las
maniobras colonialistas de los Gobiernos de Gran Bretaña y de Francia. No obstante, los progresos
de la desestalinización no se realizaron sin graves desajustes, y los sucesos de Polonia de octubre de
1956 y de Hungría de noviembre del mismo año provocaron la intervención del Ejército soviético,
que finalizaron con 25-50.000 rebeldes húngaros y 7.000 soviéticos muertos. En 1957 la URSS inició
una espectacular serie de logros espaciales, con el lanzamiento del primer satélite artificial —
el Spútnik I—, que diese inicio a la carrera espacial contra los Estados Unidos.
En marzo de 1958 Jrushchov, después de alejar al «Grupo Anti-Partido»
(Mólotov, Malenkov, Kaganóvich), se convirtió en jefe de Gobierno. Sus principales reformas
económicas afectaron a la agricultura, pero la roturación de las tierras vírgenes del Kazajistán y la
descentralización agrícola no respondieron a las esperanzas concebidas. Durante
los XXI y XXII Congresos del PCUS (1959 y 1961 se renovaron las críticas contra Stalin y la
rehabilitación de las víctimas del estalinismo, liberando a millones de prisioneros políticos (la
población del Gulag bajó de 13 millones en 1953 a 5 millones en 1956-57). En 1961 se dio otro gran
avance en la «carrera espacial», cuando el cosmonauta Yuri Gagarin se convirtió en el primer ser
humano en ser enviado al espacio.
Por otra parte, la política de «coexistencia pacífica» permitía la reducción de los gastos militares y
situar en un primer plano la competición económica con los países capitalistas. La actitud crítica de
los regímenes chino y albanés hacia las posiciones internacionales de la URSS se agudizó después de
la retirada de los proyectiles balísticos establecidos en Cuba (octubre de 1962) y del Tratado de
Moscú (julio de 1963).
El estancamiento
La sustitución de Jrushchov (octubre de 1964) por un triunvirato formado por Leonid Brézhnev,
primer secretario del Partido, Kosyguin, jefe de Gobierno y Podgorni, presidente del Presídium del
Soviet Supremo, en sustitución de Mikoyán (diciembre de 1965), no impidió la acentuación
del conflicto ideológico con China.
En el XXIII Congreso del PCUS (marzo-abril de 1966), que registró la ausencia de las representaciones
de China y Albania, Brézhnev reconoció el fracaso parcial del Plan Septenal 1959-65 y para el octavo
Plan Quinquenal (1966-70) fueron adoptadas las medidas propuestas por Liberman, orientadas a
transformar las unidades de producción en verdaderas empresas sometidas e impulsadas por las
leyes del mercado y los precios.
Por otra parte, después de condenar la política imperialista de Estados Unidos y de proclamar su
apoyo a Vietnam del Norte y al Frente de Liberación Nacional de Vietnam del Sur (Vietcong),
Brézhnev se pronunció a favor de un programa de desarme mundial y de un pacto de no agresión
con la OTAN. La diplomacia soviética obtuvo un notable éxito en su mediación en el conflicto Indo-
Pakistaní de agosto de 1965, que condujo a los acuerdos de Tashkent (enero de 1966). En abril de
ese año, Leonid Brézhnev consolidó su posición al ser reelegido secretario general del Partido. La
búsqueda de la distensión, objetivo perseguido por la sugerencia soviética de disolución de la OTAN
y del Pacto de Varsovia (mayo de 1966), fue el factor dominante de la política exterior soviética. Al
estallar la Guerra de los Seis Días (junio de 1967), el Gobierno soviético rompió sus relaciones
con Israel y apoyó decididamente a los países árabes.
Los intentos del Partido Comunista de Checoslovaquia de democratizar el régimen, convirtiéndolo
en un socialismo con rostro humano en el transcurso de la llamada Primavera de Praga, fueron
abruptamente cortados por la invasión del Pacto de Varsovia a Checoslovaquia (agosto de 1968);
la ocupación militar fue legalizada por un trato entre la URSS y Checoslovaquia (mayo de 1970). La
ratificación del Tratado de Amistad rumano-soviético (noviembre de 1970) evitó que las
discrepancias entre ambos Estados llegaran al conflicto; por otra parte, la entrevista Brézhnev-
Tito (septiembre de 1971) saldó parcialmente el capítulo de desavenencias con Yugoslavia.
El aumento de la influencia soviética en Iberoamérica condujo al establecimiento de relaciones
con Perú (febrero de 1969), Bolivia (diciembre de 1969) y Venezuela (febrero de 1970), a la firma de
un tratado comercial con Perú (febrero de 1970) y a la concesión de un crédito a Uruguay (marzo
de 1969).
La firma del Pacto germano-soviético de no agresión de agosto de 1970 contribuyó a consolidar
el statu quo europeo. El antagonismo soviético-chino pasó de las disputas ideológicas a los
conflictos armados fronterizos (marzo de 1969), que no se resolvieron, y de forma parcial, hasta el
acuerdo comercial de noviembre de 1970.
En el interior, a los desajustes provocados por la nueva orientación económica y a la esclerosis
del aparato burocrático dirigente vino a unirse la oposición de núcleos intelectuales. Los límites del
«liberalismo» postestalinista, evidenciados por el arresto de los
escritores Daniel y Siniavski (el proceso de Siniavski–Daniel, 1965), volvieron a manifestarse con la
expulsión del premio Nobel de Literatura 1970 Aleksandr Solzhenitsyn de la Unión de Escritores
Soviéticos (noviembre de 1969) y su consiguiente expulsión de la URSS. En los años posteriores, una
vez encauzada la crisis interna del campo socialista tras las sustituciones de Gomułka por Gierek en
Polonia, y de Walter Ulbricht por Honecker en la República Democrática Alemana, la política
soviética se caracterizó por una ofensiva diplomática, apoyada en la Ostpolitik de Willy Brandt en
la República Federal Alemana, cuyo principal objetivo era la futura convocatoria de una Conferencia
Europea de Seguridad. En el Medio Oriente continuó la penetración soviética en los países árabes:
acuerdo militar y político de 15 años de duración con Egipto (mayo de 1971), acuerdos comerciales
con Siria (febrero de 1972), Libia (marzo de 1972) e Irak (abril de 1972). Sólo la retirada del
embajador de Sudán en la URSS (agosto de 1971), y principalmente la expulsión de los consejeros
militares soviéticos en Egipto (julio de 1972) pusieron en peligro la influencia de la Unión Soviética
en esa región del Tercer Mundo.
La URSS apoyó al Vietcong y a Vietnam del Norte, pero continuó su política de coexistencia y
entendimiento con Estados Unidos (conferencias sobre el desarme; visita de Richard
Nixon a Moscú en 1972; acuerdo de colaboración espacial, en agosto de 1972; visitas de Brézhnev
a Estados Unidos en junio de 1973 y de Nixon a Moscú en julio de 1974, con la firma de un nuevo
acuerdo de cooperación económica y otro sobre prohibición de ensayos nucleares subterráneos) y
con los otros países occidentales. Por otro lado, la visita de Tito a Moscú (junio de 1972) consolidó
la reconciliación entre los dos países y su acuerdo acerca de los problemas de Vietnam y del Medio
Oriente y de la Conferencia sobre la Paz y la Seguridad en Europa, promovida por la URSS. En el
interior, el período anterior a 1970 se caracterizó por la relativa amplitud de los conflictos
planteados por los intelectuales soviéticos disidentes con resonancia internacional en algunos
casos, como ocurrió, por ejemplo, con Sájarov y Solzhenitsyn. También se produjo un
recrudecimiento del problema de la minoría judía deseosa de emigrar a Israel, sobre el cual se llegó
a un acuerdo URSS-Estados Unidos en noviembre de 1974, y se agudizaron algunos conflictos
religiosos, como el planteado por la población católica en Lituania (mayo de 1972), o nacionalistas
(reorganización del Partido y los órganos de Gobierno en Ucrania en junio de 1972). En febrero
de 1976 se celebró el XXV Congreso del PCUS, que confirmó y reforzó la hegemonía de Brézhnev;
ésta se afianzó aún más al cesar Podgorni como presidente del Presídium del Sóviet Supremo (mayo
de 1977) y asumir este cargo Brézhnev.
Por otro lado, en octubre de 1977, en coincidencia con el sexagésimo aniversario de la Revolución
bolchevique, fue promulgada y entró en vigor una nueva Constitución, en la que se daba por
realizada y superada la etapa de la «dictadura del proletariado» en la URSS y se reafirmaba el papel
dirigente máximo del PCUS en la sociedad soviética. En octubre de 1980 Kosyguin dimitió
y Tíjonov se convirtió en el nuevo primer ministro de la URSS. La intervención soviética en
Afganistán (diciembre de 1979) provocó el desarrollo de una nueva etapa de tensión en la Guerra
Fría entre las dos superpotencias, que se agudizó con la instalación de nuevas bases de misiles en
Europa. En el interior, la URSS recrudeció su represión contra los disidentes y afrontó una grave
crisis económica durante 1980.
Los conservadores
A la muerte de Brézhnev (noviembre de 1982), Yuri Andrópov, jefe de la policía secreta soviética
(KGB) de 1967 a 1982, fue nombrado secretario general del PCUS (noviembre de 1982), y designado
jefe de Estado en junio de 1983. Andrópov se propuso introducir cambios radicales en la economía
antes de que, a finales de 1985, comenzara un nuevo Plan Quinquenal. Para ello tenía que modificar
la composición de las estructuras de poder, lo cual consiguió parcialmente, sobre todo con la
inclusión en el Politburó de dirigentes de menos de 50 años. No obstante, ni la grave crisis padecida
por el país ni la ofensiva contra el burocratismo y la corrupción lograron cambiar algo en el
funcionamiento de un sistema cada vez más dependiente de la economía militar.
En lo internacional, el breve período de gobierno de Andrópov se caracterizó por el fracaso de la
estrategia dispuesta para impedir la instalación de los primeros «euromisiles» en Europa
Occidental (noviembre de 1983), lo que provocó la inmediata retirada soviética de las negociaciones
de Ginebra sobre los euromisiles.
A la muerte de Andrópov (9 de febrero de 1984) lo sucedió Konstantín Chernenko, continuador de
la política de Brézhnev, de quien fue su «delfín». Durante su gobierno, que también fue breve, se
operó una vuelta al burocratismo paralizante y se recrudeció el antisemitismo y la represión contra
los intelectuales disidentes.
En el exterior, el Kremlin se opuso a la participación soviética en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles
en el verano de 1984, a la visita de Honecker a la República Federal Alemana, a negociar
con Washington y a toda posibilidad de compromiso en el conflicto de Afganistán. Esta política
aislacionista experimentó un giro tras la visita del ministro de Relaciones Exteriores soviético, Andréi
Gromyko, a Estados Unidos, donde se entrevistó con el presidente Ronald Reagan (septiembre
de 1984), y la del viceprimer ministro, Iván Arjípov, a China (diciembre de 1984). El anuncio del
presidente Reagan, tras su reelección en noviembre de 1984, de desarrollar el nuevo programa
militar denominado Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI), conocido como la guerra de las galaxias,
determinó a la URSS a volver a la mesa de negociaciones en Ginebra sobre el control de armamentos
(12 de marzo de 1985).
Ya enfermo desde antes de suceder a Yuri Andrópov, Chernenko finalmente murió el 11 de
marzo de 1985.
El colapso
Lo sucedió Mijaíl Gorbachov, el miembro más joven (52 años) del Politburó. En política interior
Gorbachov acometió una serie de reformas, definidas por cuatro palabras
claves: glásnost (apertura,
transparencia), democratizatsiya (democratización), uskorenie (desarrollo económico)
y perestroika (reestructuración). Uno de los primeros frutos de la nueva política fue el fin del
destierro de Andréi Sájarov (diciembre de 1986), al que siguieron una amnistía que liberó a todos
los presos de conciencia (febrero de 1987) y la rehabilitación de las víctimas de las purgas de Stalin
(N. Bujarin, entre otros).
En el terreno internacional Gorbachov inició conversaciones sobre el desarme con el presidente
estadounidense Reagan (noviembre de 1985), que culminaron con la firma de un acuerdo para
eliminar los misiles nucleares de alcance intermedio estacionados en Europa (diciembre de 1987).
La XIX Conferencia del PCUS (julio de 1988) aprobó un programa de reformas políticas que se plasmó
en varias enmiendas a la Constitución (diciembre de 1988) y en la elección, por primera vez con
candidaturas múltiples, de un Congreso de los Diputados del Pueblo, máximo órgano soberano (26
de marzo de 1989). Los resultados electorales pusieron de manifiesto la radicalización popular y la
irreversible pérdida de autoridad del PCUS.
La violencia interétnica se hizo endémica en Armenia y Azerbaiján, a causa de la disputa sobre la
región de Nagorno Karabaj y se recrudeció en Georgia a causa de la intervención del Ejército en
contra de los manifestantes en Tiflis (abril de 1989). La agitación nacionalista desembocó en una
crisis de Estado cuando Lituania proclamó la independencia (11 de marzo de 1990), decisión
suspendida en junio ante el bloqueo económico decretado por Moscú.
Tras la caída del muro de Berlín y la caída de los regímenes comunistas en la Europa Oriental,
Gorbachov lanzó una nueva ofensiva reformista. El Congreso de los Diputados del Pueblo votó otra
reforma constitucional que abolió el monopolio político del PCUS, instauró un sistema
presidencialista y eligió al propio Gorbachov para el nuevo cargo de Presidente de la URSS (15 de
marzo de 1990). Las elecciones republicanas y locales (febrero-mayo) constituyeron un éxito para
los radicales; Borís Yeltsin fue elegido Presidente de la República Socialista Federativa Soviética de
Rusia (RSFSR).
El XXVIII Congreso del PCUS (julio de 1990), que reeligió a Gorbachov como secretario general, no
pudo impedir que Yeltsin y otros dirigentes radicales abandonaran el Partido. Para hacer frente a la
crisis nacional, Gorbachov propuso un nuevo Tratado de la Unión, que fue aprobado por el Congreso
de los Diputados del Pueblo y ratificado en referéndum (17 de marzo de 1991) en nueve de las
quince Repúblicas de la URSS, mientras las tres Repúblicas bálticas, Letonia, Lituania y Estonia,
durante la llamada Revolución Cantada, organizaban consultas electorales en sus territorios
respectivos para reafirmar su voluntad de independencia. El tratado soviético-estadounidense para
reducir las armas nucleares estratégicas (START), firmado en Moscú con motivo de la visita del
presidente George H. W. Bush (31 de julio de 1991), agravó las tensiones en el aparato del PCUS y
en el complejo militar-industrial.
El 18 de agosto, cuando se encontraba de vacaciones en Crimea, el Presidente de la URSS Mijaíl
Gorbachov fue confinado en su residencia y declarado «incapaz de asumir sus funciones por motivos
de salud», en un intento de golpe de Estado en la Unión Soviética planeado por
los conservadores del aparato, el KGB y algunos jefes militares. Guennadi Yanáyev, vicepresidente
de la URSS, asumió interinamente la presidencia, y una dirección colegiada compuesta por ocho
personas decretó el estado de urgencia, restableció la censura y publicó una proclama justificando
el golpe. La resistencia fue encabezada desde el primer momento por el Presidente de la RSFS de
Rusia Borís Yeltsin, quien, desde el Parlamento de Rusia, llamó a la desobediencia civil y a la huelga
general. La creciente oposición popular en Moscú y Leningrado, el rechazo internacional y la
defección de algunas unidades militares, que pasaron a obedecer a Yeltsin, dividieron y paralizaron
a los golpistas. El golpe quedó abortado el 21 de agosto, cuando los miembros del Comité Estatal
para el Estado de Emergencia se dispersaron antes de ser detenidos. Gorbachov, liberado, regresó
a Moscú y apoyó y estimuló decididamente los cambios radicales que la nueva situación requería.
Las actividades del PCUS fueron proscritas por el Tribunal Supremo (29 de agosto), se disolvieron
los órganos del poder central y se abrió un nuevo período constituyente. El 6 de
septiembre de 1991, el Consejo de Estado reconoció la independencia de Estonia, Letonia y Lituania.
En los meses siguientes, las sucesivas proclamaciones de independencia de las Repúblicas y
el colapso económico aceleraron la pérdida de autoridad política de Gorbachov, que fracasó en el
intento de concluir el tratado que debía dar lugar a una Unión de Estados Soberanos para sustituir
a la antigua organización del Estado.
El 8 de diciembre de 1991, los representantes de las tres Repúblicas eslavas —RSFS de Rusia, RSS de
Bielorrusia y RSS de Ucrania— firmaron el Tratado de Belavezha que supuso la disolución de la
Unión Soviética, constituyéndose la Comunidad de Estados Independientes (CEI), abierta al resto de
las Repúblicas. La firma del Tratado fue comunicada por teléfono al Presidente de la Unión
Soviética Mijaíl Gorbachov por el presidente de la RSS de Bielorrusia Stanislav Shushkiévich.6789
Gorbachov presentó la dimisión el 25 de diciembre de 1991, y la Federación de Rusia asumió en el
terreno internacional los compromisos y la representación del desaparecido Estado. Todas
las Repúblicas de la URSS fueron reconocidas internacionalmente como Estados independientes.

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