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Metodología en la educación formal de personas adultas

Angela Gil Ocaña


Profesora del Centro de EPA “Tetuán” (Madrid)

Escribir sobre metodología siempre provoca respeto, aunque es uno de los temas más
abordados y, a la vez, siempre pendiente de revisión. La metodología genera sentimientos
ambivalentes en los profesionales de la educación, por un lado de autosuficiencia y dominio
y, por otro, de preocupación e inseguridad. empezar a cuestionarse este problema es un paso
adelante para aclarar esta ambivalencia.

Nuestra práctica docente debe ir unida a una reflexión teórica que dé sentido a lo que
hacemos. No podemos caer en un activismo ineficaz sin saber adónde nos lleva. Sin esa
reflexión teórica no conseguiremos plantearnos ningún método coherente con la realidad
concreta en la que intervenimos, como dice L. G. Benavides, la teoría es el dispositivo de
coherencia de la acción…alusión e ilusión de la realidad.1

El método ha sido siempre considerado algo previo a toda investigación teórica o


práctica, la tradición filosófica, desde Aristóteles, ha entendido el método como el camino
lógico para enseñar, aprender o hacer algo… El método constituye la respuesta a cómo
enseñar, formar o instruir. El método viene a ser la médula del sistema de enseñanza….2

El método debe surgir tanto de la reflexión teórica como de la práctica, esa reflexión nos va
a permitir obtener las razones que dirigen nuestra acción docente.

Hablar de metodología
en educación formal de Cuando iniciamos un proceso de enseñanza-apreandizaje
personas adultas pasa con un adulto, deseamos contar con él, con sus
inevitablemente por necesidades e intereses. Así se hace coherente la práctica
cuestionarnos "el para qué" de educativa con los planteamientos teóricos.
nuestra acción. Como
sabemos, el triple objetivo de
la educación de personas adultas es: adquirir y actualizar su formación básica, mejorar su
cualificación profesional y desarrollar su capacidad de participación en la vida social,
cultural, política y económica.

Este triple objetivo además de tener implicaciones teóricas lleva una carga ideológica
que es preciso reconocer y relacionar con el ejercicio educativo. En una educación para la
participación social y el ejercicio de los derechos democráticos, debemos definir un método
que potencie los procesos de participación, comunicación, intercambio y consenso, y es
frecuente que a veces nos olvidemos de algo tan obvio. Nuestra práctica debe ser coherente
con los supuestos teóricos que la inspiran. Si queremos conseguir que esa participación sea
responsable, debemos impulsar el desarrollo de un espíritu crítico, imposible de conseguir sin
la elección de un método que no reconozca la potencialidad crítica del sujeto y no posibilite la
exposición y el intercambio de los puntos de vista entre los miembros del grupo.

Demasiadas veces ocurre que iniciamos el proceso de enseñanza-aprendizaje de un


adulto sin contar con él, dando por supuesto sus necesidades e intereses: ¿no son todas estas
prácticas incoherentes con los planteamientos teóricos?
Podemos entrar en contradicciones frecuentes si no reflexionamos sobre los
planteamientos teóricos y los conectamos con los planteamientos prácticos. La elección del
método debe posibilitar la coherencia entre el modelo teórico y la práctica educativa. Esto
exige que antes de definir el método revisemos los supuestos teóricos en que se sustenta. La
definición del método debe surgir del resultado reflexivo entre la teoría y la práctica,
respondiendo al para qué lo hacemos y hacia dónde nos lleva, dotando de sentido a lo que
hacemos. La elección metodológica nos permite revisar y actualizar el para qué de nuestra
actividad docente y el hacia dónde vamos.

He querido destacar la importancia de la coherencia entre la metodología elegida, los


principios teóricos que justifican nuestra práctica y los objetivos de la actividad docente, pero
debemos tener presente la realidad concreta en la que actuamos.

El para qué y el cómo son dos


preguntas cuya respuesta debe estar
estrechamente vinculadas a un
exhaustivo análisis de la realidad.
Nuestra actividad pedagógica se debe
integrar en la realidad donde se
desarrolla y para ello se requiere un
profundo conocimiento del contexto. El
trasladar un método de un contexto a
otro, exige realizar cambios que
permitan su adaptación a las nuevas
circunstancias.

Pero el método no puede ser algo estático sino algo vivo al servicio de los objetivos de
la actividad docente. Debe poderse confrontar en nuestro quehacer diario, posibilitar la
reflexión continúa sobre la propia práctica y la formulación de nuevas propuestas
metodológicas.

Después de las reflexiones anteriores, la propuesta metodológica en la educación


formal de personas adultas que propongo debe tener en consideración los siguientes aspectos:

El adulto debe tener el protagonismo que merece en su propio proceso formativo. La


metodología debe ser potenciadora de la autonomía del educando para tomar sus decisiones y
definir su propio proceso de aprendizaje, avanzando hacia la autodirección. El adulto debe
asumir la responsabilidad de su propio proceso educativo, como otra más de sus
responsabilidades que como adulto, tiene y participar activamente en la planificación, en la
definición de objetivos y actividades… Este protagonismo que debe asumir el adulto nos lleva
a enfatizar más el proceso de aprendizaje que el de enseñanza.

Como ya dije debemos tener presente que educamos para la participación y ejercicio
democrático, nuestras aulas deben ser lugares de diálogo, de intercambio de puntos de vista
entre iguales, donde consensuar sea una práctica habitual. Un ejercicio responsable de nuestra
ciudadanía exige que seamos ciudadanos críticos, por lo que en las aulas debe realizarse
también un cuestionamiento continuo, el poner bajo sospecha toda la información recibida,
para que el adulto la analice, reflexione y pueda construir su propio pensamiento.
Nuestra propuesta metodológica debe partir del reconocimiento educativo de las experiencias
vividas por los adultos, reconocer que cada adulto es una fuente de conocimiento que puede
manar y fluir hacia los otros. La comunidad es fuente de educación (dispensa formación y
aprendizaje), como lo hace el profesor, y por otra parte, la comunidad se concibe también
como sujeto de educación o destino de la acción educativa como lo es el alumno.3 Por tanto,
esta propuesta deberá enfatizar el trabajo grupal y participativo que posibilite el intercambio
de información y conocimiento: Utilizar el grupo y la interacción entre sus miembros como
escenario privilegiado de aprendizaje.

El reconocimiento de sus experiencias nos lleva inevitablemente a partir de ellas y a


relacionarlas con los nuevos aprendizajes para dotarlos de significado. Así mismo, exige
partir de lo cercano, de lo local para ir avanzando hacia lo universal.

Esta propuesta metodológica debe


partir de una visión integral, buscando un
sistema de interrelaciones entre los
diferentes aprendizajes, aprovechando la
experiencia y las posibilidades de relación
entre los diferentes aprendizajes y que estos
aprendizajes no estén disociados de otras
actividades de la vida adulta.

Una metodología que posibilite que


el adulto se apropie de su propia historia…de
esa historia futura producto de elecciones y
discernimientos, aspiraciones, temores,
valores y cargas experienciales.4
Provocando que cada sujeto defina su
proyecto de vida y el camino a seguir.
La flexibilidad será un elemento esencial de esta propuesta metodológica, dando variabilidad
y opcionabilidad a las propuestas educativas en función de las inclinaciones, capacidades,
propia historia y vida personal de la persona adulta.

En esta propuesta metodológica el rol del educador sufre cambios importantes, ya no


se trata de un buen transmisor de conocimientos sino de un mediador que posibilita que el
adulto aprenda. La Mediación Pedagógica nos debe llevar a mediar entre:

· lo inmediato y lo mediato,
· lo cercano y lo lejano,
· lo más sentido y lo menos sentido,
· lo privado y lo público,
· lo personal-familiar y lo público,
· lo individual y lo organizativo,
· la dispersión y la presencia en la sociedad civil,
· un horizonte de comprensión y otros,
· un yo, un tú y un nosotros,
· lo micro y lo macro.5

Como es ampliamente reconocido la educación de personas adultas debe romper las


barreras espacio temporales del aula, porque son diversos los espacios y momentos en los que
el adulto puede aprender, el educador debe tener esto en cuenta y utilizar diferentes
escenarios, haciendo uso de los recursos que el entorno le ofrece. Pero, lo que es más
importante, debe provocar la transferencia de aprendizajes.

Nuestra propuesta metodológica


debe desarrollar procesos de aprendizaje
que provoquen satisfacción, alegría y
disfrute no en el fin sino en el proceso,
desarrollar "el gusto por aprender".
¿Cómo podemos hablar de una educación
a lo largo de la vida si esta no provoca un
poquito de placer? En la V Conferencia de
Hamburgo (1997), su apartado 27
reconoce, La educación de personas
adultas es un placer, un instrumento, un
derecho y una responsabilidad
compartida. Nuestra práctica docente no
puede olvidar este componente, provocar
el gozo, para que la educación de adultos
se convierta realmente en una educación a
lo largo de la vida y para lograrlo exige
que el adulto se sienta recompensado, que compruebe que los aprendizajes le son útiles, que
le permita valorarse más a sí mismo y valorar y disfrutar más de su entorno.

No podemos tampoco olvidar que aprendemos pensando, haciendo y sintiendo. Es


frecuente que nuestra metodología sólo tenga en cuenta que el sujeto aprende pensando y
haciendo pero que nos olvidemos del "sintiendo". En una sociedad eminentemente
materialista y sumergida en el mundo de la razón instrumental, no podemos olvidarnos del
mundo de los sentimientos. No como otro mundo aparte sino formando parte de un universo
común, el de la persona. Nuestra práctica docente debe también provocar en el adulto el
florecimiento de sus sentimientos, reivindicar el derecho a sentir, como dice F. Gutiérrez, lo
que no se hace sentir no se entiende y lo que no se entiende no interesa.

actualizar el para qué de su actividad docente y el hacia dónde va. Apuesto por una
propuesta metodológica que conceda al adulto todo el protagonismo que merece en su propio
proceso formativo, sin olvidar que puede aprender a través del grupo y la comunidad. Esta
metodología debe provocar satisfacción y placer en el que aprende, recompensando su
esfuerzo al valorarse más a sí mismo y desenvolverse mejor en su entorno.

1. I. L. G. BENAVIDES, (2002) Teoría y metodología de la Educación de Adultos. Estado de


la Cuestión. Biblioteca Digital CREFAL (pág. 13).
2. F. MARTÍN MOLERO (1993) El Método: su teoría y su práctica Ed. Dykinson s. l. Madrid
(pág. 43).
3. O. MEDINA FDEZ, (1998) “Modelo escolar y modelo social de educación de personas
adultas”. Revista Diálogos. Año IV. Volumen 13.
4. I. L. G. BENAVIDES, (2002) Teoría y metodología de la Educación de Adultos. Estado de
la Cuestión. Biblioteca Digital CREFAL (pág. 21).
5. F. GUTIÉRREZ y R. CRUZ (1997) Ecopedago-gía y ciudadanía planetaria Editorialpec 97.
Costa Rica (pág. 35).
6. FERNÁNDEZ CABELLO (1998). “Aprender para convivir: concepciones y estrategias en
educación de personas adultas”. Revista Diálogos. Año IV. Volumen 14.
* R. FLECHA (1990) La Educación de Personas Adultas, propuesta para los años noventa.
Ed. El Roure. Barcelona.

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