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GUIA Nº 5

PRINCIPIO Y FUNDAMENTO I [23]

Dios nos ha hecho por amor para que vivamos por el amor

TEXTO IGNACIANO:
“El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor, y mediante esto salvar su
ánima; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución
del fin para que es criado. De donde se sigue, que el hombre tanto ha de usar dellas, quanto le ayudan para su fin, y
tanto debe quitarse dellas, quanto para ello le impiden. Por lo cual es menester hacernos indiferentes a todas las
cosas criadas, en todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío, y no le está prohibido; en tal
manera que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida
larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás; solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el
fin para el que somos criados” [23].

REFLEXIONES PREVIAS:

Sentido de nuestra vida: Hemos sido llamados a la existencia para conocer, amar y servir a Dios
Nuestro Señor y de esta forma entrar en la vida verdadera.

Tenemos necesidad de re-descubrir a Dios como Principio, como Fuente, como Padre-Madre, como Absoluto.
“Esta es la Vida verdadera” (Jn 17,3). El hombre ha sido creado para participar en la vida e intimidad de Dios,
destinado a reconocerlo en el reflejo de la Naturaleza, en su Palabra revelada y en la persona de su Hijo. Este Amor es
capaz de saciar la profundidad de nuestro corazón. Por nuestra parte, la respuesta a ese amor: deseo de servicio, de
realizar su voluntad, su plan salvador para la humanidad.
El Amor de Dios se quiere comunicar a cada persona (Sal 139) y nos abraza en la vida que tenemos y desde lo que
somos (Jer 18,1-10: arcilla en sus manos).

No nacemos programados por un instinto como el animal, sino que necesitamos buscar un sentido (un “para”) a
nuestras búsquedas y tareas. Esta indeterminación radical es lo que llamamos libertad, que de suyo no tiene contenido
sino que es mera posibilidad, pero que si queremos realizarnos, hemos de dar un sentido (un “para”) a nuestra libertad.
Si no lo buscamos personalmente y lo elegimos… nos lo impondrán.
¿A quién “sirves” en tu vida (de verdad)?
¿Por quién o por qué gastas tu vida?
¿Al servicio de quién o de qué estás?
La vida se presenta como tarea, hemos de descubrir el “para” que orienta nuestra libertad. Hemos de encontrar el
“para” que me hace perder, gastar, invertir la vida. El esquema de mi relación con los demás es el mismo que el de mi
relación con Dios.
 “ALABAR”: Dimensión de gratuidad (amistad), que no recibe el sentido de una “utilidad”, sino que lo tiene
en sí mismo. Vivir desde la gratuidad del Amor de Dios recibido, lo contrario al “deber” y la necesidad. Para
alcanzar este nivel de “inutilidad”, “ineficacia” en el que no hay tentación de manipular, y que se experimenta
como un don, Ignacio presenta dos actitudes fundamentales:
EJERCICIOS ESPIRITUALES EN LA VIDA COTIDIANA – PRINCIPIO Y FUNDAMENTO I 1
 “HACER REVERENCIA”. Sería el respeto que no manipula y hace posible la escucha. Es el distanciamiento,
el espacio que hará posible que surja la libertad del otro. Es un respetar profundamente el misterio del otro.
Sin este espacio de libertad no puede surgir la amistad ni mantenerse. El respeto hace posible la libertad del
otro, que los demás puedan llegar a ser ellos mismos en plenitud. De lo contrario, podemos estar caminando
en la manipulación o dependencia asfixiantes.

 “SERVIR”. Disponerse a la gratuidad. Dar la vida: “Nadie me quita la vida”, “Da gratis, lo que gratis
recibiste” (Mt 10,6-8). Servicio sin respeto se puede convertir en paternalismo o imposición.
Es la respuesta a tanto amor recibido. Esto libera. Éxodo del propio yo, negación (“el pierda su vida por
mí…”). La madurez se va alcanzando si nos hace felices que los demás lo sean.

En estos días puedes dejar resonar esta propuesta que nos hace San Ignacio, e ir cayendo en la cuenta hacia dónde
está enfocada tu vida en este momento, para qué vives. ¿Cuál es el motor de tu vida, lo que te anima a caminar y
gastar la vida, lo que te centra y enfoca toda tu existencia, tu Principio y Fundamento?
Puede ser que sea el mismo Principio y Fundamento desde hace muchos años, o puede ser que vaya renovándose o
formulándose de manera diferente después de lo que vas viviendo. Pregunta en lo más hondo de ti: ¿Cuál es tu
Principio y Fundamento hoy?

Quizás pueda ayudarte releer tu historia (“Tú en mi historia”).

FIN QUE SE PRETENDE:

Comprender y hacer vida el “Principio y Fundamento” sobre el que se asienta la vida. Y alcanzar la libertad interior
para que los sentimientos, pensamientos y acciones estén orientados solamente a buscar y hallar la voluntad de Dios.

GRACIA QUE SE QUIERE ALCANZAR:

Podría formularse la petición, con las mismas palabras de la “oración preparatoria” que debe hacerse a lo largo de
todos los Ejercicios, a manera de resumen ininterrumpido del Principio y Fundamento: “pedir gracia a Dios nuestro
Señor, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de
su divina majestad” [46].

FUENTES DE ORACIÓN PARA LA SEMANA:

I. TÚ EN MI HISTORIA
En los días pasados has podido orar tu deseo de encontrarte con Dios. En ese deseo de encuentro puedes haber
sentido internamente cómo tu Dios también desea encontrarse contigo. Ese Dios de los deseos ya ha estado presente
en tu vida, en tu historia; en el negativo y en el positivo de todo lo que has vivido.
Lo que te propongo para estos días es que hagas memoria de una historia de salvación: la tuya. Sin juzgarla, sin
compararla con nada ni con nadie. Que hagas memoria para reconocer; para mejor-conocer a Aquél a quien buscas. La
memoria nos puede ayudar a entender mejor, nos hace más lúcidos, más conscientes, también más humildes. Nos sitúa
con todo lo que somos ante nuestro Dios. Sin memoria no hay historia, ni historia personal ni historia de salvación.

EJERCICIOS ESPIRITUALES EN LA VIDA COTIDIANA – PRINCIPIO Y FUNDAMENTO I 2


Nos acercamos a nuestra historia acompañados: “No temas, que yo te he rescatado, te he llamado por tu nombre.
Tú eres mío. Si pasas por las aguas, yo estoy contigo; si por los ríos, no te anegarán. Si andas por el fuego, no te
quemarás, ni la llama prenderá en ti. Porque yo soy el Señor, tu Dios, el Santo de Israel, tu Salvador (...). Tú eres
precioso a mis ojos, eres estimado y yo te amo” (Is 43,1-7).

PETICIÓN
Le pido al Señor aquello que deseo: gracia para verme como Dios me ve y soñarme como Dios me sueña. Gracia
para ver y comprender cómo ha estado presente en mi vida y me ha conducido hasta hoy.

MATERIA PARA LA ORACIÓN


Este ejercicio es bueno hacerlo con “lápiz y papel”; requiere algo de esfuerzo por hacer memoria agradecida y
tomar nota de ello. Te propongo que estés varios días con cada uno de los ejercicios. Así, no tendrás prisa por tener
que tocar rápido los diferentes puntos; sino que dejarás que el ritmo de la oración vaya fluyendo con suavidad, sin
prisas. Es muy ignaciano hacer repetición. ¿En qué consiste la repetición? Muy sencillo; así lo expresa San Ignacio:
“notando y haciendo pausa en los puntos que he sentido mayor consolación o desolación o mayor sentimiento
espiritual” [EE 63].

MI MOMENTO VITAL
No se trata de saber mucho de mí; que quizá ya sepa más que suficiente. Tampoco de hacer un ejercicio serio de
introspección. Desde el comienzo haces el ejercicio en oración, a la luz del Espíritu. Se trata más bien de ofrecerte al
Señor tal cual eres, con toda tu verdad; tal y como te encuentras. Desde la autenticidad de tu vida; aun cuando
sabemos que siempre se nos escapan cosas y que no acabamos de conocernos suficientemente. Los siguientes pasos te
pueden ayuda.
1. Momento vital en que me encuentro:
a) Lo físico, lo psicológico, lo espiritual (puedo valerme con una palabra. Si la encuentro, puedo repetirla
lentamente…).
b) Lo que me viene de fuera: mi trabajo, mis ocupaciones, la comunidad, alguna relación significativa…
c) Lo que me viene de dentro: mis inquietudes y preguntas, mis vacíos, mis satisfacciones, mis búsquedas…

2. Mi vida de fe actual:
¿Cómo ha ido pasando el Señor por mi vida en estos últimos tiempos? ¿Qué Dios he ido descubriendo y
viviendo? ¿Hay “algún demonio” que aceche mi vida, que me genere inquietud, inseguridad, tristeza? ¿Cuál
es la imagen de Dios que se va haciendo fuerte en mí?

3. En mi momento actual: ¿qué es lo que más deseo?

4. Acabo con un coloquio, “como un amigo habla con otro amigo”. Te puedes servir de las palabras del Salmo 27.

II. MARTA: CASA HABITADA (Lc 10, 38-42)

Como Marta, también nosotros necesitamos poder habitar y saber habitada la propia casa. Betania, casa del
pobre, simboliza un lugar de nutrientes, de alimento en sentido amplio: afecto, distensión, sensibilidad, cuidados,
atención, presencia y ternura.

Todas esas realidades están en nosotros y tienen claras evocaciones de calor y compañía. Acoger hoy la invitación
a entrar, a nombrar cómo vivo (sin miedo, sin recortes, con humildad, con verdad), por dónde nos vienen el trajín y
los ruidos, cómo vivimos en nuestra propia casa, y lo más importante: cómo la ve y la sueña Dios y qué nombres le
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quiere poner. Presentir mi casa muy amada tal y como está y reconocer al Huésped que en secreto la habita y me da el
sentido para vivir cada día (Principio y Fundamento de mi vida).

Para Jesús, Betania es un lugar de intimidad y de descubrimientos. Buscará en casa de estas mujeres ser recibido,
en ese anhelo tan humano de compañía, hospitalidad y contacto. Jesús llamará a Marta dos veces, como fue llamado
Moisés ante la zarza ardiente, porque el lugar que ella pisa, su propia casa, su historia, es sagrada y hay en ella un
fuego que no se consume. La llama para que no se identifique más con su función ni con sus quehaceres, para que
vaya progresando hacia su yo verdadero, más hondo, para que salga de la dinámica de las comparaciones y se atreva
a ser ella: “MARTA completa”.

Comenzamos con la invitación a ponernos delante de nuestro Dios, abrirle todos los rincones de nuestra casa,
reconocer y sentir su amor que nos habita y nos recrea cada día. Que encontremos y reconozcamos nuestra verdad
más honda que nos constituye y plenifica, que responde a ese fin para el que hemos sido creados.
Su sueño sobre mí, su proyecto en el que me encontraré con la plenitud de lo que puedo ser. Dios me quiere y me
acepta como soy, pero me invita a ser feliz, a llegar a mi plenitud. A vivir con todas las posibilidades que me da la
vida, mis capacidades, deseos, inquietudes y sueños. Él me crea y recrea para ser feliz y dar mucha VIDA.
Siente ese AMOR que te habita y actúa en ti sacando lo mejor.

Preparación: Dedicar un tiempo a relajarnos, sentirnos y caer en la cuenta de la Presencia del Señor en el rato de
oración que voy a comenzar (¿a dónde voy y a qué?).

Petición: “Señor, pon en mí deseos de ti, para que, deseándote, pueda mejor buscarte, encontrarte y sostenerme sólo
en ti” (Is 7,9).

Traer la historia: Tu historia de salvación, a la que te has acercado reconociendo el amor de Dios.

Coloquio: Dedicar un rato a comentar con tu Señor (con María o con el Padre) cómo te ha ido, qué has descubierto,
qué te inquieta… La luz, el calor, la moción de fondo que ha ido surgiendo en la oración.

Padre Nuestro. Examen de la oración.

SUGERENCIAS PARA DISTRIBUIR LA SEMANA:

1. Puedes ir haciendo este repaso de tu historia de Salvación, a la luz del Espíritu. Te puede ayudar imaginar
un álbum de fotos con las imágenes que te hagan recorrer tu historia.
Hazlo de manera pausada y orante.
2. Otra posibilidad es dejarte acompañar por Marta (Lc 10,38-42) y contemplar tu vida como esa casa
habitada. Tú historia en manos de Dios, acogida y querida.
3. Sal 139: puede ser un buen texto. Siente que eres esa criatura habitada por su amor desde el vientre de tu
madre. Presencia de Dios: íntima (vv. 1-6), universal (vv. 7-12), eterna (vv. 13-18), total (vv. 19-22).
4. Gn 1 y 2: Releer el relato de la Creación es una posibilidad bonita para estos días. Siente cómo el pueblo
refleja la acción creadora de Dios de forma simbólica recogiendo todos los detalles (la noche, la luz, el
agua, el mar, las estrellas…). Y sigue recreando hoy tu vida. Imagina tu vida con esta simbología (sol,
agua noche, estrellas, luna…) y deja que Dios vaya pintando ese “cuadro”. Él que es el origen y el fin de
TODO.

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