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HOMEOPATÍA
PROBLEMAS, CONTRADICCIONES E INCONSISTENCIAS

"Cuando me impuse la carga de encontrar ayuda para la humanidad que sufre...


no hice más que llevar a cabo el plan para el que El Gran Espíritu me dio poder e
intuición" - Hahnemann1.

Aun cuando Samuel Hahnemann (1755-1843) nunca llegó a admitirlo, la “medicina


verdadera” que él dijo haber fundado no es más que un legado de la alquimia de
tiempos ancestrales, y su deuda con el gran investigador Paracelso (1493 –1541) es
considerable; prácticamente todos los principios de la homeopatía se encuentran en
sus escritos, a los que Hahnemann tuvo indudablemente acceso puesto que circulaban
libremente por toda Europa. La alquimia, también llamada hermetismo (doctrina secreta
atribuida al dios griego Hermes Trismegistus), y de la que Paracelso fue un gran
impulsor en su época, estaba ya desprestigiada en el clima científico del siglo XVIII, y
quizá sea esta una de las razones por las que Hahnemann omitiera el reconocimiento
de su deuda con su antecesor.2

No es difícil deducir que todo lo que es misterioso o extraño con respecto a la


homeopatía se debe a doctrinas y métodos que pertenecen a una ciencia arcana, como
es la alquimia, con la aclaración de que ni Hahnemann ni sus seguidores tuvieron en
cuenta la ramificación que ésta había sufrido ya desde hacía más de doscientos años
[especialmente desde la figura del médico polaco Michael Sendivogius (1556 –1636),
cuyo libro, ‘La Nueva Luz de la Alquimia’, carecía de términos esotéricos o místicos].3
Esta rama fue la precursora de la química y la medicina modernas, empeñada en el
estudio de la naturaleza (“filosofía natural”), mientras que el tronco del que surgió,
aunque ya debilitado, permaneció lo que siempre había sido, pese a sus engañosas
apariencias: alquimia espiritual, en sentido estricto. A pesar del aparente resurgimiento
de la alquimia durante el siglo XVII, “su decadencia se había iniciado ya en el siglo XV,
a medida que el pensamiento occidental tendía a hacerse más humanista y,
fundamentalmente, más racionalista, y le ganaba terreno a aquella visión intuitiva del
mundo espiritual”.4

En este contexto, la homeopatía (Hahnemann) no se decantó por ninguna de estas dos


vertientes, ni tampoco por la medicina llamada espagírica (de solve et coagula,
términos alquímicos), medicina derivada directamente de la alquimia. Entonces, ¿cuál
es el origen – las señas de identidad - de la homeopatía? ¿No será ella un híbrido (o
una con-fusión) entre esas dos vertientes? ¿Y no será ésta la clave para entender el
porqué de sus aspectos mistificadores o teúrgicos por un lado y empíricos o
terapéuticos por otro – una forma degenerada y caduca de la physica et mystica de la
más lejana antigüedad?5 Esto en vista de que los homeópatas no parecen haber
abandonado esa búsqueda, hallazgo o promesa - a juzgar por la dedicación y el
empeño con que persiguen su “arte” – y que no es otra que la de la ‘fuerza vital’, el
‘elixir de la vida’, la ‘piedra filosofal’.
2
Lo que antecede, a modo de preámbulo, nos pone sobre la pista para poder entender
en gran parte la causa de los problemas y contradicciones, las inconsistencias e
inconclusiones que se encuentran cuando se estudia de cerca la homeopatía - teoría,
métodos y práctica. Pero ¿no es efectiva la homeopatía, no da resultados?
Efectivamente los da - con serias limitaciones - y por razones que pueden aducirse y
que son rechazadas por los homeópatas, puesto que en cierto modo están fuera de su
órbita, es decir, de lo que ellos defienden. Al final del artículo se tratará de esto.

Trataremos en primer lugar de los problemas intrínsecos de la homeopatía:

1.- La teoría de la homeopatía, en tanto que ciencia empírica como pretende ser, y por
tanto empleada en curar o prevenir enfermedades tanto humanas como animales, no
tiene sentido hoy día, conclusión a la que se llega después de analizar y evaluar su
contenido: causas de las enfermedades, ley de los similares (similia similibus
curantur), ley de los infinitesimales, ley del medicamento único.

Según la ley de los similares, el remedio que se administra a un paciente con un


determinado grupo de síntomas es el que ha producido los mismos síntomas en una
persona sana por medio de una prueba o experimento (“proving”); los remedios
provienen de plantas, animales o minerales. Más adelante señalaremos las dificultades
inherentes a este principio, particularmente experimentales, y concretamente la
sugestionabilidad que acarrea consigo.

De acuerdo con la segunda ley, cuanto más diluido está un remedio más efectivo es, lo
que va en contra de las leyes de la química, la física y la farmacología. Los
homeópatas han buscado toda clase de explicaciones para salir al paso de objeciones
a este principio: “transferencia física de energía” por medio de sucusiones
(potenciación), “cristalizaciones” o “estructuración del agua” o disolvente una vez que
ya no queda en él ni una sola molécula del remedio original. Estas explicaciones
pretenden ser más convincentes que lo es el meramente referirse a la “memoria del
agua”, con el inconveniente de que ninguna de ellas ha podido ser verificada por
investigadores neutrales (“Si los remedios homeopáticos son efectivos, hay un
mecanismo por medio del cual lo son. Es un hecho que el macanismo de acción por el
que tendrían estos resultados no ha sido establecido” 6 (Ramey et al, p. 3).

Otras objeciones al hipotético mecanismo de acción de dosis ultramoleculares son: a)


cómo es que el agua no recuerda otras, y numerosas, substancias con las que ha
estado en contacto; b) cómo se transfiere la información del líquido a la tableta; y
muchas otras más a este respecto (“apelar a leyes desconocidas para explicar
fenómenos no documentados simplemente cae fuera del marco de la ciencia legítima”;
ibid., p. 4).

Una explicación peculiar (y literalmente original) del efecto acrecentado de las altas
diluciones la dio el mismo Hahnemann: “hay pacientes cuya susceptibilidad,
comparada con la de los no susceptibles, está en una proporción de 1 a 1000”. ¿Hay
alguien que haya podido verificar esto? ¿Y cómo puede medirse esa susceptibilidad y
llegar a esa proporción? En todo caso estamos hablando de “remedios” que en altas
diluciones no contienen más que agua, alcohol (o una mezcla de los dos), o lactosa, es
decir, placebos, por lo que la opinión que acabamos de citar no resuelve nada. Más
3
abajo se dirá algo más sobre estos y sobre la tercera ley, pasando por alto la cuarta, la
ley de Hering.

2.- Su metodología – “pruebas” o experimentos, diluciones ad infinitum, trituración,


sucusión (agitación vigorosa de las soluciones), etc. - aparece como pura fantasía, un
producto de la imaginación (Hahnemann la tenía, y grande, según se puede
documentar – en este sentido no hablamos de la imaginación en su propia función,
sino, como es obvio, de la imaginación desenfrenada, desmesurada). No nos
detendremos más en este punto, aunque es uno de los más frágiles dentro de la
homeopatía, considerando que hay un factor muy prominente en la realización de las
pruebas y que no es otro que ‘sugestionabilidad’. En un experimento controlado,
personas sanas presentaron síntomas similares tanto si tomaron una solución diluida
de belladona como un placebo7 (Wallah).

El efecto placebo, que no es otra cosa que autosugestión (como ocurre en gran
medida con las pruebas) motivada por la fe en el medicamento y en el médico, es
considerable y se emplea profusamente para diferenciarle del efecto específico de un
medicamento en fase de estudios clínicos (pacientes responden positivamente a un
mero placebo, hasta el punto de perder peso, cuando ese es el objeto, no sabiendo si
lo que están tomando es el remedio activo o un “anisete”). Sin embargo - y esto es muy
importante para evitar confusiones con respecto a la efectividad de la homeopatía y el
porqué de ésta – el factor placebo no es lo más importante en la controversia entre
homeópatas y “alópatas”. Sobre esto véase el final del artículo.

3.- Los homeópatas, en su mayoría, niegan o tienden a negar, o al menos ignorar (hay
que hacer todas estas matizaciones) la validez y efectividad probadas de los
medicamentos llamados por ellos “alopáticos”, y no sólo en lo que se refiere a las
vacunas, que para ellos son un verdadero horror. Por otro lado – y por necesidad –
encuentran un uso complementario en ellos para lo que no pueden curar (las
infecciones, los traumatismos, y una larga lista de afecciones).

Este desdén o ignorancia activa se extiende a los métodos de diagnóstico avanzados


de la medicina moderna, a la patología, la epidemiología, la fisiología, la farmacología
y, evidentemente (con graves consecuencias), a la inmunología. La cirugía es una
“casi” excepción, aunque se la mira con gran resquemor. En cuanto a las causas de las
enfermedades (etiología), Hahnemann hablaba de los ‘miasmas’, lo cual es
comprensible en su época, pero los homeópatas de hoy día no pueden ignorar, aunque
prácticamente lo hacen, la existencia de virus y bacterias, de afecciones
endocrinológicas, o de naturaleza genética, etc. Es difícil decidir si en todo esto ellos
son consecuentes o inconsecuentes, es decir, consistentes consigo mismos. Por un
lado sí y por otro no, según el lado que se mire. Lo que se acaba de decir es tanto un
problema como una inconsistencia o una contradicción dentro de la homeopatía.

No es una inconsistencia – insistiendo en esto, y en lo que se refiere a la crítica que


hacen de la medicina científica - desde el punto de vista de la doctrina homeopática,
que se estima superior a la alopática, a la cual responsabiliza no ya de no curar, si no
de ser la causa de la mayoría de las enfermedades(!). Esta opinión puede verificarse
fácilmente (G. Vithoulkas, un reputado homeópata griego, se ha expresado en estos
términos). Muy complicado el problema este de las dolencias o enfermedades de la
civilización actual, u occidental si se quiere (hace poco se ha descubierto que los
4
dinosaurios también padecían de artritis), pero la tal afirmación parece un tanto
exagerada.

4. - Las pruebas de su efectividad específica – más allá de factores accesorios y


ajenos a la doctrina homeopática en sí pero que inciden en su práctica – no existen.
Esta conclusión necesita una ampliación, evidentemente.

No se ha demostrado claramente que la homeopatía sea eficaz en cualquier entidad


clínica, conclusión a la que se llega después de una consulta extensa de los estudios
hechos hasta la fecha 8,9.

Los estudios realizados (durante los más de doscientos años de homeopatía) son o
bien negativos, o inconclusos, o defectuosos 10. Entre estos últimos se encuentran en su
mayoría aquellos que tienden a dar resultados positivos, a favor de la homeopatía,
según se comprueba en la bibliografía que existe y que está al alcance de cualquiera
que disponga de un ordenador11. En unos casos se comparan remedios homeopáticos
con alopáticos y en otros con un placebo. Se ha encontrado evidencia de prejuicio o
“tendencia” a favor de la homeopatía en un gran número de los estudios publicados por
homeópatas y posteriormente evaluados por otros investigadores, lo cual los ha
restado todo valor. En otros el reducido número de pacientes, o el no ser los estudios
“double blind”, o debido a otros defectos, ha impedido obtener resultados concluyentes.
Hay que admitir, sin embargo, que mucho de esto se encuentra también en artículos de
revistas científicas médicas, aunque en mucho menor grado en las que son más
fiables, de reconocido prestigio..

Es curioso, por otro lado, que homeópatas se hayan embarcado en estos estudios,
cuando sus propias doctrinas parecerían oponerse a ello, por cuanto, según ellos, cada
paciente es único, debiéndosele prescribir una medicina específica y única (“por lo
menos en nueve de cada diez casos”) según el cuadro de síntomas que presente (ley
del medicamento único) y con la que un número de homeópatas estarían de acuerdo
(“unánimemente”) 12(Coulter, p.20). ¿Otro problema, o contradicción?

En lo que se refiere a la composición de los remedios homeopáticos – al igual que


sucede con las diluciones – las posibilidades son...”infinitas”. Desde sal común (Natrum
Muriaticum), pasando por arena (Silica), todo tipo de plantas y minerales, venenos de
varias clases, ácido fosfórico, nitrato de plata, sulfur, tinta de calamares, ácido nítrico,
esponja de mar, hasta llegar a “ruido de baja frecuencia” y (extractos de) rayos de luna
o de sol. ¿Cómo? En estos últimos casos, exponiendo durante un determinado tiempo
una solución que contiene alcohol a un ambiente donde hay ruido, o bien luz solar o
luz de luna, seguido después de dilución a una determinada potencia y, finalmente, de
potenciación por el método habitual de agitación o sucusión. Los fines, naturalmente,
son terapéuticos.13

5.- Problemas éticos. Como el emplear la homeopatía para tratar tumores malignos,
es decir, el cáncer. Se ha publicado algún caso con resultados nefastos. Como se ha
dicho, la mayoría (¿?) de homeópatas acepta la cirugía, si bien como último recurso,
con la consiguiente demora e indudables riesgos. Estas cosas normalmente no se
publican (ni por unos ni por otros).
5
6.- En el mismo apartado deben incluirse las prácticas ilegales de marketing, como
por ejemplo el promover el extracto de tarántula contra la esclerosis múltiple, o el
extracto de veneno de cobra contra el cáncer (Federal Drug Administration, 1982), o los
parches que, aplicados sobre puntos de acupuntura, controlan el apetito
“bioeléctricamente” (FDA, USA., 1988); otro ejemplo es el BHI con su catálogo de
productos homeopáticos contra todo tipo de enfermedades – hasta 450 –, incluido el
cáncer, y perseguido por el FDA. 14

Remedios homeopáticos han sido recomendados para tales dolencias como la


apendicitis, la caída del cabello, etc., etc., como puede deducirse del párrafo anterior.

7.- ¿Cuántos tipos de homeopatía existen? ¿Cuatro solamente? ¿Tantos como


practicantes? ¿Cuál es la verdadera, o la mejor, o la que más responde a sus
principios, aparentemente fijos e inamovibles?

En cuanto a problemas con respecto a la homeopatía, lo que antecede debería bastar.


No debemos pasar por alto sin embargo dos observaciones, con el objeto de aclarar un
malentendido que tiene el resultado de favorecer a la homeopatía en la apreciación de
muchos: en primer lugar, todos los sistemas de medicina que se conocen son
alopáticos, incluyendo desde luego las medicinas tradicionales (griega, ayurvédica,
china, greco-árabe, chamánica), todos, es decir, menos la homeopatía, única
excepción. En segundo lugar, la homeopatía no es una medicina tradicional, como
dijimos al principio, es moderna (aparte de ser una extraña mezcla de esoterismo y
empiricismo), si bien en numerosos consultorios homeopáticos se incluyen en su
armamentarium prácticas de medicinas tradicionales, como la medicina china.

CONTRADICCIONES E INCONSISTENCIAS.

1. - Los efectos producidos por Hahnemann en su propia persona al ingerir cincona


(planta medicinal de la quina) en dosis moderadas en lo que fue su primer experimento
(“proving”), no fueron confirmados – mejor dicho, repetidos – por sus colegas
inmediatos (los “provers”) ni por ningún otro investigador hasta la fecha. Esta fue sin
embargo la piedra angular sobre la que descansa todo el edificio de la homeopatía (¡!)
(Ransom, p.26).

2. - Según los homeópatas, los médicos alópatas tratan solamente los síntomas de las
enfermedades, mientras ellos tratan las causas y de este modo las curan. ¿No es más
bien al contrario? En primer lugar, lo primero es falso, y en segundo lugar – partiendo
de su teoría y metodología – todo su enfoque se dirige a los síntomas, fieles al similia
similibus..., por más que aleguen que lo que hacen es reforzar la fuerza vital – o el
sistema inmunitario – del organismo, y que por tanto su medicina es holística (a
diferencia de la otra).

No tenemos nada en contra de la ‘fuerza vital’, la ‘energía’, o la vis medicatrix naturae


en otros términos, pero el mecanismo, la sofisticación, del sistema inmunitario son bien
conocidos hoy día, y aun en vías de grandes avances en la actualidad. ¿Porqué hablar
entonces de fuerzas energéticas, bloqueos de energía (¿tomados de la medicina
china?), ‘estructura’ o ‘memoria’ del agua, incluso apelando a la mecánica cuántica y
otras explicaciones abigarradas y aberrantes? Con toda seguridad por no querer
6
aceptar la superioridad de la medicina moderna, ateniéndose a la premisa fundamental
de la homeopatía, es decir, justamente a la inversa. En esto los homeópatas son
también inconsistentes, en cuanto manejan tanto conceptos establecidos por aquella –
tales como ‘sistema inmunitario’, ‘estrés’, ‘infección’ y muchos otros – como conceptos
derivados de su propio sistema o de otros más antiguos, y que no cuadran con los
anteriores.

Contradictorios e inconsistentes (continuando con el mismo tema), los homeópatas no


tienen escrúpulos en utilizar análisis de laboratorio, radiografías y otros métodos de
diagnóstico de la medicina oficial con objeto de afianzarse así en sus prácticas, aun
siendo aquellos “demasiado groseros” para el “gusto homeopático”, pero no tanto como
para no ser “una ayuda fiable para el seguimiento del caso, junto con el cuadro clínico”
(Coulter, p.20).

3. - La homeopatía ha permanecido inalterada desde hace más de 200 años, y es


acumulativa, según sus seguidores; es decir, dentro de sus propios parámetros. En
otras palabras, no necesita de nada añadido y que sea foráneo a su modo de pensar.
Entonces, ¿no evoluciona? La contestación no se nos presenta de una manera clara,
sin ambigüedades. Sí, la Materia Médica va en aumento (por encima de los 1.500
remedios), y esto debe hacerla más eficaz y precisa. Si esto es así ¿porqué aportar – o
adoptar – nuevas técnicas, tanto en el diagnóstico como en el tratamiento de las
enfermedades? Algunas de estas han sido constatadas más arriba. Otras, tales como
la acupuntura (de clara procedencia china) y el electrodiagnóstico, ¿qué sentido
tienen para ellos? Dejemos a un lado los cambios dietéticos, la prescripción de
vitaminas y de ejercicio físico, o de relajación, que aparte de ser sensatos – y en
parte por ello – quizá tendrán algo que ver con los resultados positivos que aducen los
homeópatas, y que de hecho existen.

Por lo que se refiere al electrodiagnóstico, éste no es más que un galvanómetro


ordinario (hay modelos más o menos sofisticados) que no hace más que medir la
resistencia de la piel a una corriente eléctrica de poco voltaje; cuanto más se aprieta
con el electrodo más alto es el registro. ¿Qué tiene esto que ver con la exclusividad y el
“rigor científico” del cuadro sintomático – la anamnesis - , única base de la ciencia
homeopática? Algo diremos en breve sobre el rigor, y el método, científicos, puesto que
ya queda poco que añadir.

4. - No hemos mencionado la teoría de los tipos constitucionales (clasificación


variable, según el autor de que se trate) dentro de la doctrina homeopática, pero no es
preciso extenderse sobre ello. Baste con apuntar la evidente contradicción que esto
representa con respecto al uso de remedios generalizados a todas las personas con un
determinado cuadro clínico, es decir, indiscriminadamente desde el punto de vista de la
homeopatía.


 

Coulter define el método científico como “un conjunto de procedimientos


complementarios aplicados a la organización y estudio de los fenómenos de una
ciencia en cuestión” (p.20), con lo cual no explica, ni define, lo que es ciencia ni lo que
7
es el método científico (en lógica a esto se le llama petitio principi – la conclusión está
ya asumida en una de las premisas).

Lo que hace que la homeopatía sea científica, según opinión de los que la practican,
es el rigor de su método. Éste consiste, como ya hemos visto, en la experimentación
del remedio en personas sanas (los “provings”) y su administración posterior a
enfermos basada en la semejanza de los síntomas. Ahora bien, la anamnesis
homeopática (la lista de síntomas que presenta un determinado paciente) es
comparable a una selva inacabable. No hay límite al número de preguntas que puedan
hacerse al paciente, por el posible significado de las respuestas. Absolutamente todo
es relevante: ¿tos?; pueden hacerse, literalmente (vide infra), hasta cuarenta y siete
preguntas sobre este síntoma solamente, antes de pasar a sus posibles asociaciones –
ansiedad, risa, problemas del hígado, tocar el piano, etc., y a si la tos es productiva y
de qué va acompañada y qué otras sensaciones produce (‘Instrucciones a los
pacientes – cómo comunicar su caso al homeópata’ - S. Ransom, p.75). Hahnemann
hizo una lista de cien preguntas que consideraba necesarias para llegar a un
diagnóstico preciso, pero vemos que las posibilidades son ilimitadas, y que existe
necesariamente un alto grado de imprecisión en ello debido a la probable vaguedad de
muchas de las respuestas, en gran parte subjetivas. Y a esto lo llaman rigor científico.

.......................

Quizá podamos ensayar aquí una definición de la homeopatía, aparte de lo que ya se


ha dicho sobre ella. Decir que es una “ciencia” sui generis, una pseudo-ciencia, es
insuficiente. ¿Es una forma de curar (o prevenir) complementaria? Claramente no. A
partir del final del siglo XlX las ciencias tanto empíricas como puras o abstractas han
progresado enormemente, y cabe preguntarse cómo es posible que en este clima
científico algo tan extraño y peculiar como la homeopatía pueda prosperar. Parte de la
respuesta al menos es que esta última, al igual que otros métodos alternativos de
tratamiento, es una especie de parásito que vive a expensas del organismo que es la
ciencia médica actual. Porque ¿no tienen los pacientes tratados homeopáticamente (y
los mismos homeópatas) recurso a la cirugía, los antibióticos, la insulina, las hormonas,
los analgésicos y otros muchos medicamentos alópatas eficaces, cuando estos se
hacen imprescindibles? El paciente o bien es referido o busca ayuda por su cuenta.

Enumeremos, para terminar, los factores que hacen que la homeopatía tenga una
efectividad limitada y condicional, y, lo que es más, con exclusividad de cualquier otro
factor, puesto que la efectividad de sus remedios, como hemos tratado de demostrar,
es cero.

La efectividad de la homeopatía se debe a:

1. - La capacidad del organismo de curarse a sí mismo, debido a su poderoso sistema


inmunitario (neuro-humoral y celular). Vis medicatrix naturae sería una expresión
adecuada - perteneciendo sin embargo a otra esfera más sutil (la de la Naturaleza en
general, tanto macro como microcósmica) - para aquellos que se interesen por la
cosmología tradicional, una disciplina de otro orden de cosas; lo empírico (el sistema
inmunitario en este caso) sería el vehículo o expresión de aquella, no la causa última.
8
2. - La tendencia de enfermedades crónicas a tener altos y bajos, agravaciones y
remisiones (en lo que indudablemente tiene mucho que ver la capacidad arriba
apuntada en cuanto es una parte de la ecuación). Según se sabe, existen casos de
remisión espontánea y total, sin que haya habido intervención terapéutica alguna.

3. - “Cuidados extensivos”, tales como consejos sobre alimentación, reposo o ejercicio


físico, relajación, apoyo psicológico (y no sólo por el médico), descanso de la escuela o
el trabajo. Éste tercer factor es, obviamente, muy importante.

4. - Muy en segundo – es decir, en cuarto – lugar, está el efecto placebo (o


autosugestión), del que ya hemos hablado. Fe en la medicina y en el médico, que tiene
un papel indudable como es bien sabido, y que ciertamente no es exclusiva de la
práctica homeopática.

5. - Finalmente, uno menos importante: ignorar (“negar”) malestares, ausencia de


mejoría (el otro lado de la moneda). ¿Vale la pena mencionar este factor - puesto que
su relevancia puede ser discutible, o porque pueda considerársele parte del que le
precede? En todo caso, los cuatro puntos que le anteceden deben ser suficientes.

APÉNDICE

Hemos comenzado este artículo con problemas referentes a la homeopatía, y bien


podría decirse que el primer problema descansa en su fundador, Samuel Hahnemann -
un médico alemán del siglo XVlll - es decir, en su personalidad e inclinaciones, según
se saca de su biografía (datos tomados de Ransom, opus cit.). Que era inteligente es
indudable y también que tenía una gran imaginación, si se quiere, que era un genio.

Un juicio de un contemporáneo suyo (médico de la Corte en Brunswick): "nunca conocí


a un médico en esta localidad tan avaricioso y que practicara tanto la charlatanería
(curandería) como el Doctor Hahnemann" (ibid).

Peor aún (la medicina de entonces no era digna de encomio), al principio de su carrera
Hahnemann pretendió haber descubierto el remedio para la curación y prevención de la
escarlatina, con lo cual se evitaría la muerte de cientos de niños ("pero no puedo por el
presente publicar mi libro debido a problemas financieros. Sin embargo, el que
deposite un Freidrich D'or como suscripción para mi libro recibirá una porción de polvo
sin costarle nada, la cual es suficiente para inmunizar a miles de personas contra la
escarlatina”) (ibid). Cuando se descubrió que su remedio no era más que belladona en
solución muy diluida y que no tenía eficacia alguna, tuvo que huir de la ciudad.

Algún tiempo después, Hahnemann "descubrió" una sal alcalina de efectos curativos,
por la que cobraba el equivalente de quince libras esterlinas por libra y que atrajo la
atención de muchos farmacéuticos. Una vez que se vio que se trataba de sal ordinaria,
a cinco peniques la libra, tuvo que cambiar de residencia de nuevo (lo hizo hasta
dieciocho veces en los veinticuatro años siguientes). Hahnemann contestó: "Yo puedo,
como los demás, equivocarme inintencionadamente".

Ya en su madurez, viviendo en París, Hahnemann adquirió gran fama y riqueza, e


instaba a sus discípulos a que siguieran el camino de la verdad, el de la única medicina
9
verdadera. Su autoridad, dentro y fuera de su casa, era suprema (“si cualquiera se
desvía de mis enseñanzas por tan sólo el espesor de un cabello, es un traidor, y no
tendré nada que ver con él). ¿No nos recuerda esto a un personaje del siglo XX, un tal
Sigmund Freud?

Hacia el final de su vida Hahnemann se interesó por el mesmerismo y el magnetismo


animal, y llegó a decir que uno podría obtener curación con tan sólo oler sus medicinas.


 

Se dirá, con razón, que lo que antecede no es un argumento en contra de la


homeopatía, que no es un problema intrínseco a ella – incluso un loco, o un
fraudulento, pueden descubrir algo importante y beneficioso para la humanidad.
Admitido; con la observación de que con frecuencia han sido personajes carismáticos y
rebeldes los que han pretendido encontrar un nuevo método de curar enfermedades y
arreglar desequilibrios, situándose al mismo tiempo en contra de la medicina
convencional o tradicional. Este es el caso de la naturopatía, el “rolfing”, la reflexología
y movimientos afines dentro de la Nueva Era, y cuya validez – o falta de ella – queda
fuera del compás de este artículo.

REFERÉNCIAS
1
Homeopathy – What are We Swallowing? – Steven Ransom, 1999, p.37.

2
Whital N. Perry – The Alchemy in Homeopathy, Studies in Comparative Religion, Winter- Spring 1984.

3
Szydlo, Z. y Brzezinski, R. – A New Light on Alchemy. History Today, 01/01/1997.

4
Titus Burckhardt – ‘Alquimia –Significado e Imagen del Mundo’, Paidós Orientalia, 1994 – pp. 20-21.

5
Título de un libro atribuído a Bolos de Mende, un alquimista egipcio helenizado del siglo II A.C.

6
Homeopathy and Science: A Closer Look – D. W. Ramey et al, The Technological Journal of the
Franklin Institute, 2000.

7
Wallach, H. – J. Psychosomatic Res 1993; 37 (8): 851 –860.

8
Linde, K, et al. Are the clinical effects of homeopathy placebo effects? A meta-analisis of placebo-controled trials. The Lancet
1997; 350: 834-843.

9
NCAHF Position Paper on Homeopathy. Loma Linda, CA.: National Council Against Health Fraud, 1994.

10
Hill, C and Doyon, F. Review of randomized trials of homeopathy. Rev. Epidem. Et Sante Publ 1990; 38: 139 –147

11
Ernst, E. and Pittler, M. Alternative Therapy Bias . Nature, 365, 480, 6 Feb 1997.

12
Harris L. Coulter, Ph.D. – ‘Ciencia Homeopática y Medicina Moderna’, 1995.

13
Smith, Trevor – ‘Talking About Homeopathy’, 1986, y Lawrence and King – ‘Luna –A Proving’, Helios Pharmacy 1993 (ambos en
‘Homeopathy – What Are We Swallowing?’, S. Ransom, pp. 64-65).

14
Stephen Barrett, M.D. – Homeopathy: The Ultimate Fake, Quackwatch, 2000.

Alberto G. Martin.

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