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FILOSOFANDO
Y CON EL MAZO DANDO
BIBLIOTECA NUEVA
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA
DE LA CIUDAD DE MÉXICO
Cubierta: J. M .a Cerezo
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tutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 2 7 0 y sigs., Código Penal). El Centro Es
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Indice
A gradecimientos ................................................................................... 13
Agradecimientos
Inicio de la aventura...
Lo que hemos heredado será valioso, no en sí
mismo, sino por obra de su permanente recreación
en nuestras manos. Mucho más importante que lo
que se recibe es quién lo recibe1.
' (L re jr
16 H o r a c io C e r u t t i G u l d b e r g
damentales las consideraciones de Luiz Costa Lima, Pensando nos trópicos (Dispersa
demanda II), Rio de Janeiro, Rocco, 1991, 295 págs. En otro contexto el tema del
Caníbal aparece fecundamente tratado en la comparación entre Karl Kraus y Walter
Benjamín que esboza Silvia Pappe, cuando destaca que: «Kraus actúa en un escena
rio creado por él mismo, fuera del cual no existe más que el lenguaje por tomar y por
devolver — y pienso, también, en el significado vulgar de ‘devolver’— ...» (La mesa de
trabajo, un campo de batalla. (Una biografía intelectual de Walter Benjamín), Méxi
co, UAM-Azcapotzalco, 1986, pág. 81, en adelante La Mesa...). Esta sugerencia del
«devolver» nos hizo pensar, siguiendo la reflexión de Oswald y sus compañeros en el
peligro de la indigestión...
I n i c i o d e l a a v e n t u r a .. 19
hacer del «pepenador»38. En todo caso, no nos cabe duda que nues
tra mesa de trabajo se nos convirtió (¿no nos ha ocurrido siempre
así?) en un campo de batalla a la búsqueda de un cierto (^ o rd e n a
miento que no es precisamente de basuras o deshechos. Pero, inclu
so retomando la idea de Clara Jalif de la lectura como reescritura,
quizá — aún a riesgo de desplazarnos indebidamente de la filosofía a
la poesía— debiéramos repensar las reflexiones de Iván Carvajal y
trasladarlas mutatis mutandi a la filosofía y, sobre todo, a nuestra lec
tura.
Desde muy joven entendí que la lectura, más que diálogo, era
una escucha y una mirada que se abrían hacia los poemas que ca
ían en mis manos, que se ponían ante mis ojos; que la escritura era
una respuesta que jamás alcanzaría a los poetas que leía; que mi
oficio, más que invención o inspiración, era un trabajo de reescri
tura: cita, imitación, parodia, pregunta, respuesta, traducción y
aun traición [...]
Ninguna donación se toma sin actuar* sobre ella para trasmu
tarla. Lo que preserva la poesía no es la cristalización del sentido,
sino su apertura sin fin y su disposición a la metamorfosis. Leer es
interpretar, es escribir sobre lo ya escrito, escribir y tachar, sin tér
mino: de esta apertura surgen nuevas facetas del poema, nuevos
poemas o el ensayo39.
Como parte de nuestro modo de proceder no vamos a entrar
aquí a examinar una veta, que podría ser justificada, aunque sospe
chamos que no m uy fecundante y que, por lo demás, haría interm i
nable nuestro ya extenso esfuerzo. Nos referimos a la cuestión de si
nuestro filósofo les hace o no justicia a sus soportes o a otros autores
más o menos clásicos. Lo que nos interesa mostrar es cómo se apoya
en algo de ellos para hacer lo suyo e, incluso, llevaríamos la cuestión
hasta el lím ite de que, aún supuesta cierta deformación, la misma po
dría ser creativa. En todo caso, todo el asunto se asentaría en las no
ciones de recepción e interpretacÍoñr(o recepción interpretativa) de
que se disponga. Si lo a interpretar ya está completo antes de la in
terpretación y no puede ser modificado por ésta, la misma inter
pretación se haría en buena medida superflua. Y ahí volvemos a la
cuestión, tan insistentemente esgrimida por nuestro autor, de la
ticos inapreciables. Por todo esto, más que genético, aunque sin ex
cluir esta dimensión, nuestro abordaje será problematizador, en el
sentido en que hace ya muchos años Manuel Ignacio Santos nos hi
ciera caer en la cuenta que estábamos trabajando y que debíamos se
guir haciéndolo. Intentaremos articular adecuadamente la dimensión
histórica, jía historicidad) propia de la reflexión filosófica, con la di
mensión sistemática,^combinando dosificadamente lo dia- y lo sin-
cíÓmco^Porque, no sin inmensa alegría, vamos advirtiendo que Roig
haTido construyendo probablemente la versión más sistemática dis
ponible de nuestro filosofar. Así, de paso, habría dado al traste defac
ió con la impugnación de falta de sistematicidad (aludida tramposa
mente como falta de sistema), la cual ha campeado durante largos
periodos cual dura e irrecusable calumnia sobre esta manifestación
tan irrenunciable de nuestro modo de ser histórico social. Aquí el ri
gor, la seriedad en el trabajo, la fidelidad a la crítica encarnada en
nuestra tradición y el auto respeto no son sólo exigencias académicas,
ni virtudes profesionales o normas de cientificidad, sino exigencias de
vida o muerte. Y no es exageración ninguna. Veamos los términos en
que las enunciaba nuestro filósofo, como parte de su respuesta a pro
pósito de una inteligente pregunta sobre las posibilidades de^diálogo
entre las filosofías europea y latinoamericana.
Frente a un discurso imperial, pienso que nuestra palabra si
gue siendo vigente y que lo que hay que hacer es llevar esa palabra
al intercambio, con tozudez, con insistencia. O sea, la cuestión es
ésta: ¿cómo comunicar esa palabra? Pienso que una de nuestras
posibilidades fundamentales está en ser lo más serios posibles en el
trabajo. Es claro que debemos ser respetados, pero para ser respe
tados tenemos que respetarnos a nosotros mismos. Sería una ma
nera de que los canales a lo mejor se abrieran por sí solos. De ahí
la importancia que tiene el rigor en nuestras cosas, el que no ha de
ser ajeno a nuestra propia tradición crítica43.
Este aspecto merece toda nuestra atención. La seriedad y el rigor
que Roig exige — primero que todo, se autoexige— en la labor inte
lectual es destacable. Y es que, de otro modo, sería imposible enfrentar
los desafíos que impone la permanente agresión imperialista — tan per
manente que casi termina por percibirse como una situación natural,
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P r im e r a s e c c ió n
Los lugares comunes no son malos de por sí. Sólo que muchas
veces se convierten en la expresión de lo supuestamente obvio y ter
minan por ocultar sentidos decisivos para la comprensión de situa
ciones cruciales. Eso suele ocurrir dentro del academicismo latinoa-
mericanista — que también lo hay y por desgracia m uy obtuso— ,
cuando suelen asociarse indiscriminadamente las labores filosóficas y
las de la historia de las ideas, sin justificar teóricamente esta asocia
ción ni explicitar cómo se efectúa. Peor todavía, cuando se suele dar
por aceptable que cualquier modo, por diletante que fuera, de ejercer
la historia de las ideas es ya, de por sí y sin mediar otras considera
ciones, filosofar nuestroamericanamente. Incluso se ha llegado a es
grim ir afirmaciones del mismo Roig, extrapoladas o descontextuali-
zadas, para justificar trivialidades. Quisiéramos ahora explorar la
meditación roigiana, más allá de posibles reduccionismos trivializan-
tes, para mostrar el modo de historiar las ideas que (le y nos) permi
te filosofar en contexto. Porque, para decirlo de modo tajante en la
perspectiva que él abre: siiv historiar las ideas no es factible filosofar.
En alguna ocasión Roig utilizó la metáfora del maridaje para hablar
de la intim idad entre ambas disciplinas: «... la intimidad que siempre
hemos entendido que hay entre la filosofía latinoamericana y la his
toria de las ideas, maridaje que absolutamente siempre hemos afir
mado, frente a otros colegas que m uy tardíamente llegaron a darle
una importancia equivalente a esta tarea de historiar nuestras ideas en
todos sus niveles y manifestaciones...»4.
Entre los primeros que destacaron la importancia de la propues
ta de Roig en la filosofía argentina se encuentra Hugo Biagini. Casi
podríamos decir, sin exagerar, que Biagini no ha descansado ni des
cansa en este esfuerzo de brindar los elementos para viabilizar una co
rrecta apreciación de los aportes de Roig. En principio en relación
con el contexto argentino y, por supuesto, extendiéndose más allá.
En su ya clásica obra de 1989 sobre el conflictivo caso argentino en
filosofía, le dedica a Roig un apartado dentro de su caracterización
del pensamiento filosófico reciente bajo el sugerente título de «un pa
radigma personal». A llí muestra la articulación ineludible entre filo
sofía e historia de las ideas en Roig, su distanciamiento crítico de la,
filosofía de la liberación a partir de respuestas y correspondencia de
Roig con los colegas checo Zdenek Kourím y ruso Eduard Demen-
chónok, su crítica a los irracionalismos, su postulación de un saber
auroral, su retomar críticamente a Hegel, «cuyo lenguaje emplea con
A) MARIDAJE EPISTEMOLÓGICO
Imbuidos de este espíritu de reconocimiento, que alienta en la
reflexión de Hugo Biagni, comencemos recuperando algunas de las
importantes afirmaciones del mismo Roig para pasar a exhibir toda
la carga significativa que comportan9. Por ejemplo, «... no nos cabe
duda que la Historia de las Ideas es la herramienta imprescindible
que acompaña a la Filosofía latinoamericana, la que alcanza plena
mente su criticidad precisamente desde su particular historiografía
que le es consustancial» o, más adelante rotundamente en el mismo
texto, «Filosofía latinoamericana e Historia de las ideas son dos caras
de una misma tarea»10.
Y en otros trabajos con expresiones semejantes, precisando m ati
zada, cuidadosa y sugerentemente: «... se trata de un modo particular
de entender la filosofía que ha hecho que su historia friera compren
dida justamente como historia de las ideas y no como la tradicional y
académica “Historia de la filosofía”»11.
«¿Cuál es el peso de estas formas discursivas que integran las di
versas manifestaciones de la praxis teórica? Pues, la Historia de las
Ideas es una de las vías para responder a la cuestión y, por cierto, que
no pretendemos que sea la única»; «... vamos a hablar de una histo
riografía, la denominada Historia de las ideas, que supone ineludi
blemente la cuestión de la sujetividad; mas no la de cualquier sujeto,
sino de sujetos señalables, con todas la dificultades del caso, pero pre
sentes en aquella Historia y, por eso mismo, identificables»; para re
matar luego en un largo párrafo, que conviene retener completo:
Más de una vez hemos destacado la particular importancia
que ese tipo de historiografía tiene para lo que nosotros entende
mos como Filosofía Latinoamericana. Simplemente hemos dicho
que esta filosofía tiene su particular historiografía y que ella es la
que se ha construido como Historia de las Ideas. El tema es asi
mismo largo y complejo, sobre todo esto último, debido a ciertos
9 Con sutileza, Rubén García Clarck ya destacaba también desde México esa
carga teórica significativa para un viraje de la reflexión filosófica nuestra, «La histo
riografía de las ideas filosóficas en Latinoamérica: la propuesta de Arturo Andrés
Roig», en América Latina: Identidad y Diferencia. Actas del Primer Congreso Interna
cional de Filosofía Latinoamericana, 1990, Ciudad Juárez, Chihuahua, Universidad
Autónoma de Ciudad Juárez, 1992, pág. 202.
10 Aventura..., págs. 136 y 141.
11 Historia de las Ideas..., pág. 178.
48 H o r a c io C e r u t t i G u l d b e r g
natal hacia ámbitos regionales cada vez más amplios: Cuyo, Chile
(antigua Capitanía General), lo nacional, el área del Río de la Plata,
la región andina, El Caribe, Nuestra América, la terminología — y
con ella la conceptualización y el método— se fueron precisando.
Consideremos, como muestra, las deslumbrantes exposiciones in
cluidas en uno de sus primeros conjuntos de trabajos dedicados a es
tos temas. A llí quedaba enunciada (sin delimitar y como dándola por
obvia) una noción que persistirá en su obra hasta nuestros díasela de
épocayy también su constante preocupación por estudiar el desarro
llo de los humanismos, como parte del proceso sinuoso de hum ani
zación en que los humanos nos debatimos13. La historia de las ideas
aparecería enunciada y aludida como marco general de referencia del
laborioso esfuerzo emprendido por nuestro autor en la reconstruc
ción de la producción intelectual local y en los meandros a que con
duce la realización de esa propuesta, junto con el afinamiento sobre
la marcha, como no puede ser de otro modo, de sus objetivos y mar
cos referenciales. «Las diversas épocas intelectuales han teñido [...] las
diversas respuestas y actitudes, por lo que una historia de las hum a
nidades y consecuentemente del humanismo, queda enmarcada ne
cesariamente dentro de una historia de las ideas».
Más adelante, esta noción de historia de las ideas, seguramente
parcialmente desplazada por la terminología de los autores estudia
dos, parecería indiscernible de una ^historia intelectual^, lo cual no
presentaba ningún problema teórico en ese contexto, si pensamos
que constituía sólo un cambio de palabras para indicar una misma o
muy parecida pretensión investigativa. Después, y a propósito del es
merado estudio de bibliotecas públicas, destacando la de Mendoza, el
término aparece usado sin más: historia intelectual14. Claro que, esta
terminología sería posteriormente rectificada con rigor por Roig,
í porque la terminología pasará a referirse, ya de modo explícito, a una
/ modalidad disciplinaria normada e institucionalizada, con la cual no
I se identificará su esfuerzo. A propósito de Ja conocida crítica esgrimi
da desde la perspectiva de la intellectual histoty a la filosofía de la his
toria de Leopoldo Zea, Roig tomó posición clara frente a lo que con
sideró «otra forma de positivismo», con todas sus deficiencias.
La posición de estos críticos resulta tan endeble como lo es en
general todo intento de regresar a un empirismo ingenuo que cree
poder captar los «hechos» en su mera facticidad. Ahora bien, en
verdad, que esta crítica y a la vez este rechazo de la filosofía de la
historia manifiesten una actitud ingenua, no revestiría gravedad
alguna, si no fuera que por detrás de ellos, lo que mueve dicha ac
titud es una «falsa conciencia», es decir, se trata una vez más de
una posición ideológica que se ignora a sí misma como tal. Y lo se
gundo, que al escindir lo subjetivo de lo objetivo y al desconocer
el correcto funcionamiento de la subjetividad en la construcción
del conocimiento, se encuentran aquellos críticos en la imposibi
lidad de alcanzar lo mismo que predican, a saber la cientificidad
de su propio saber15.
Nos vamos acercando así, paso a paso, a cuestiones medulares.
Habrá que precisar la referencia empírica del denominado «histori-
cismo empírico» dé Roig, que no podrá, obviamente, coincidir con
estas ingenuidades1 . Habrá que rastrear en su pensamiento la vía de
relación entre Historia de las Ideas y la Filosofía de la Historia que
aquélla «supone»17. Habrá que delimitar subjetividad, sujetividad y
trevista» (Mendoza..., pág. 128). Seguramente por ello resultarán después tan ricos
semánticamente los términos relativos a clases y fracciones de clase en el resto del
texto (cfr. págs. 129, 130, 133, 135, 136, 139, 146, 158, 175, 209 y 238). En fran
ca sintonía con estas preocupaciones críticas de simplismos y avanzando por otras
vías, varias décadas después publicaría Federico Álvarez, La respuesta imposible. Eclec
ticismo, marxismo y transmodernidad, México, Siglo XXI, 2002, 3 11 págs.
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26 Aventura..., pág. 135 (los subrayados son míos). El mismo texto, con ligeras
variantes en Historia de las Ideas..., pág. 187 (seguramente pulido para esa nueva edi
ción). Insiste en este deslinde en otros lugares: «... la Filosofía Latinoamericana no es
una filosofía de la cultura, aún cuando ésta — considerada como totalidad de las ob
jetivaciones, tanto materiales como espirituales— sea referente constante» y además:
«Hemos afirmado que la Filosofía latinoamericana tiene como uno de sus objetos re
levantes el de nuestra cultura. Sin embargo, no es una filosofía de la cultura, y si tu
viéramos que cualificarla deberíamos decir que más se aproxima a una antropología
que a otro campo del saber» (Caminos..., págs. 64 y 89). Este es un punto muy bien
adverddo también por Estela Fernández Nadal y Marisa Muñoz: «Esta conciencia
de la mediación, así como el acento colocado en los modos de objetivación más que
en los productos de esas objetivaciones, hacen que Roig se aparte del proyecto de ha
cer una filosofía de la cultura y de mitificar el papel del filósofo» («Crítica y utopía
en la reflexión ética y política de Arturo Roig», en Estela Fernández Nadal (comp.),
Itinerarios Socialistas en América Latina, Córdoba, Alción, 2001, pág. 216).
27 Caminos..., pág. 64.
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48 Historia de las ideas..., pág. 18. Por eso el «... desplazamiento, pues, de la idea
hacia el sujeto de la idea, que siempre se nos presentará ordenando su conducta
(práctica o teórica) de modo teleológico e insertando, por eso mismo, la filosofía en
una política filosófica» (Elpetisaniiento social de Juan Montalvo. Sus Lecciones a l Pue
blo, Quito, Editorial Tercer Mundo, 1984, pág. 173).
49 Historia de las ideas..., pág. 88. Abriendo un plexo de significaciones difíciles
de abarcar en una sola vuelta, antes se había preguntado: «¿Identidad de qué? Vol
vemos a preguntarnos y ahora nos damos cuenta que esa pregunta corre el riesgo de
dejarnos en un vacío. ¿El “qué” incluye la interrogación? ¿Señala, sin mediaciones,
algo “objetivo”, en el sentido liso y llano del término? ¿No habrá que preguntar ine
ludiblemente por el “quién” que interroga por el “qué”? Dicho de otra manera,
¿quién es el que ha preguntado y pregunta por nuestra identidad? ¿No será que el de
nostado argumentum ad-hominem forma parte, y muy justificable, del conjunto de
argumentos científicos?» (pág. 87).
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. S e h a c e c a m in o a l a n d a r ... 67
F) A PRIORIDIGNIFICADOR
Será a propósito de la'conciencia, impura siempre,^ requerida de
precisiones y no último tribunal de nada, que Roig retomará y pos
tulará de renovada manera la cuestión del a priot'b no ya como una
mera formalidad, sino con un_ contenido histórico y antropológico
constitutivo. Conviene primero^ atender a las formas o modalidades
que la mención del aprioH adoptó en algunos de sus primeros traba
jos. Es m uy interesante consignar que la primera de estas modalida
des que hemos ubicado, colocaba la cuestión en el marco de las «pre
ocupaciones», lo cual consistirá en un antecedente claro de la crítica
posterior a las ideologías.
62 Historia de las Ideas..., pág. 28. El mismo Roig remite allí a su artículo «El
concepto de historia de las ideas en Coriolano Alberini», Mendoza, Anuario Cuyo,
núm. 4 de 1968.
63 Historia de las Ideas..., pág. 42.
72 H o r a c io C e r u t t i G u l d b e r g
64 Samuel Ramos expuso en 1955 un interesante trabajo sobre «El problema del
a priori y la experiencia». Prolongando el esfuerzo que había iniciado el reciente
mente fallecido y recordado colega Horacio Labastida señalaba, a propósito de su
lectura del original kantiano, dos cuestiones sugestivas para la elaboración que pos
teriormente efectuará Roig eliminando toda ambigüedad. «Kant insiste con fre
cuencia en su obra en esta idea suya de que las categorías por sí mismas no serían
nada Riera de la experiencia [...] Pero en este punto el pensamiento de Kant se mue
ve en un círculo porque considera de otra parte, que las categorías, a su vez son las
condiciones de toda experiencia [...] Kant, cuyo pensamiento es a veces ambiguo, di
cho sea con todo respeto, y deja al lector sin saber precisamente a qué atenerse, pa
rece en este punto inclinarse por [...] acentuar la espontaneidad del sujeto [...] colo
ca al sujeto en el centro del conocimiento» (en Raúl Arreóla Cortés, Samuel Ramos.
La pasión por la cultura, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hi
dalgo, 1997, págs. 240-241). Más adelante, después de enfatizar que no nos debe
mos dejar «... cohibir en un intento por superar la disyuntiva formulada por Kant»
y a propósito de las relaciones entre «... condiciones a priori de la razón y la estruc
tura misma de las cosas reales» (pág. 244), Samuel Ramos cita a Nicolai Hartmann:
«Las categorías constituirán pues este — ‘tercer término’— , por el cual objeto y re
presentación serán determinados» (pág. 246).
65 Aventura..., pág. 110.
66 Con esto, digámoslo de paso, nuestro autor precisa su posición en relación
con las propuestas de Habermas. Cfr. dos páginas muy esclarecedoras a este respec
to en Aventura..., págs. 122-123.
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,AO ' nuestra cultura actual, sino que es más que nada un símbolo y en
tal sentido juega como a-priori67.
Quizá la más clara delimitación de la significación del a priori en
el pensamiento de Roig, se encuentre en lo que afirmó a propósito
del pensamiento de José M artí.
¿Quién, si no se tiene como valioso para sí mismo, ni consi
dera como valioso conocerse a sí mismo, puede llevar adelante un
reordenamiento propio de los saberes y las prácticas? Aquel a-
priori es una misma cosa con la afirmación de nuestra dignidad,
la que únicamente es posible sobre el presupuesto de la dignidad
de todo ser humano68.
Para indicarlo en otros términos, si el historiador de las ideas no
percibe estas dimensiones de su propio quehacer, que no son añadi
das ni extrínsecas, sino constitutivas e inherentes al mismo, su apor
te queda menguado. Menguado y hasta esterilizado en su dimensión
incluso académica, profesional, de saber técnico especializado. Por
eso señala nuestro autor que
El historiador de las ideas y el filósofo de la historia se en
cuentran inevitablemente dentro de una comprensión del mundo
y de la vida que funciona como a priori histórico. El punto de
arranque de esta cosmovisión es siempre una autoafirmación de sí
mismo como valioso como también el que es valioso conocernos
a nosotros mismos, todo lo cual se constituye en un «proyecto» de
vida. El empirismo ingenuo no escapa a esto y su más grave falta
¡ consiste en no someter a una investigación crítica su propio pun-
/ to de partida69.
La conciencia del hombre común se debería acentual’ y precisar
en el historiador, porque
G) REGULACIÓN PO R UN SABER
CRÍTICO NORMATIVO
Como hemos ido anticipando, (el^saber crídesaparece como una
característica fúndante de este ejercicio disciplinar que es la Historia
de las Ideas. Disciplina que, a su vez, nos permite caracterizar diver
sas formas y modalidades de saber. Entre ellos, el saber crítico. Ese sa
ber crítico tiene que ver con la intim idad misma de las relaciones en-
tre Historia de las Ideas y Filosofía, tal como Roig las ha concebido.
Debemos comenzar señalando, de nueva cuenta, que estas relaciones
no serían de exterioridad y, mucho menos, se trataría de postularlas.
Son relaciones constitutivas, en tanto caras de una misma moneda.
Es que Roig concibe a la filosofía como un «pensamiento que se cues
tiona a sí mismo» desde mucho antes de Kant, aunque, como él mis
mo lo explicaría, haya sido con Kant «cuando se tomó una clara con
ciencia tanto de ese carácter como de su necesidad». Escudriñando
en Kant, Roig encontraría que en la propia obra del filósofo alemán,
«aunque no sea objeto declarado y buscado» hay una «amplitud de lo
crítico», que no permite agotarlo en los «límites y posibilidades de la
razón». H ay algo más que un estudio epistemológico en Kant y tiene
que ver con lo que Roig denominó —-seguramente retomándolo de
Dilthey (¿vía Gaos?)— iuna «filosofía de la filosofía^,. Esto le daría, al
enfoque kantiano, una «amplitud mayor», en la medida en que in
corporará también elementos de la «vida filosófica». Y aquí tocamos
el punto principal en el cual Roig no sólo repensó a Kant, sino que
expuso un núcleo Ríndante de su propio enfoque. Desde nuestro
punto de vista, se encuentra aquí también la justificación de esa rela
ción íntim a entre Historia de las Ideas y Filosofía, que hemos men
cionado antes. La cuestión es m uy sutil y conviene releer con mucho
cuidado las afirmaciones de Roig y meditar en sus consecuencias.
No se ha observado, por ejemplo, hasta qué grado la crítica
supone en Kant lo regulativo y hace que la filosofía se constituya
en un saber normativo en el que la norma no resulta algo externo
a la filosofía, sino algo derivado de su misma estructura, que atien
de no sólo a los límites de la razón, sino también al modo de ser
del hombre, incompatible muchas veces con aquellos límites tal
como los plantea el kantismo [...] La filosofía aparece, pues, como
un saber normativo que tiene en cuenta no sólo la naturaleza de la
razón, sino también la del hombre que usa de esa razón, aún en
contra de sus propias posibilidades, con lo que la crítica adquiere
una amplitud que le restituye su verdadero valor [...] De este
modo, la filosofía, una vez que ha determinado sus posibilidades
mediante un cierto tipo de crítica, que en el caso kantiano es lle
vada a cabo en dos niveles, el lógico-trascendental y el antropoló
gico, no puede menos que organizarse sobre una cierta normativi-
dad. Lo crítico mismo exige necesariamente lo normativo, como
cosa interna de la filosofía .
«Su trabajo, que he releído y que Ud. ha escrito con la intención de mostrar como
Ud. mismo dice una “lección” en materia de filosofía, resulta que no sólo puede ser
positivo para los destinatarios a los que lo dirige, los mexicanos, sino también para
nosotros los argentinos, pues, si bien en aquella conferencia mía a lo mejor conseguí
asumir el pensar hegeliano en algún aspecto y tuve la suerte de no quedarme en la
terminología — y sobre todo en una terminología un tanto desvirtuada, como es la
que Ud. ejemplifica a propósito del término “filosofema”— no crea que eso es algo
de lo que me salvo. La tarea de cátedra tiene como algo connatural, en todas partes,
ese riesgo de pedantería que no siempre somos capaces de evitar e incluso de descu
brir. De todos modos el problema que Ud. ve — que tiene que ver directamente con
el arduo problema de la autenticidad en el pensar— es algo que me preocupa, como
debe preocupar sinceramente a todo el que quiera pensar».
78 Teoría y crítica..., pág. 15. Y el enfrentamiento es fuerte, porque el «saber de
lo acaecido» con su «...exigencia de necesidad y de rechazo de la contingencia, fún
da la negación de la posibilidad de toda forma de saber conjetural» (pág. 98).
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I) TRETAS IDEOLÓGICAS
El ejercicio de la crítica da como resultado un saber crítico y la
colaboración se efectúa, con mayor eficacia, en la medida en que se
permanece alerta frente a las trampas que juega a cada paso la ideo
logía. Y a esto debemos abocarnos de inmediato. A esclarecer el al
cance ideológico del ejercicio crítico y a perfilar también la función
social de la idea. Discutiendo y distanciándose, como en otras oca
siones, de ciertos planteamientos de Francisco Romero, Roig indica
ba que conviene precaverse de dos riesgos contrapuestos: el «sociolo-
gismo» y la «hipostasiación». Y en relación con esto anotó:
El buen sentido, que ha de ser rescatado, nos señala que la
«crítica» es un m odo de quiebra de ciertos universales y que la res
quebrajadura de los m ismos no es fruto exclusivo de la cavilación
filosófica, todo ello sin que perdam os la convicción acerca de la
fuerza causal histórica que les com pete tam bién a las ideas85.
82 Cfr. Historia de las Ideas..., págs. 22, 25, 44-45, 46. No alude a ismos en ge
neral, sino a los internos dentro de las modalidades que adoptó la llamada Filosofía
de la liberación. Para más detalles sobre esas modalidades se puede consultar Hora
cio Cerutti Guldberg, Filosofía de la liberación latinoamericana, México, FCE, 3.a
ed., 2006, 527 págs. y también Filosofas para la liberación ¿liberación delfilosofar?,
San Luis, Argentina, Universidad Nacional de San Luis, 3 ed., 2008, 2 15 págs.
83 «En verdad siempre he entendido que la filosofía tiene una función, impor
tante, pero no por eso menos humilde» («Mis tomas...», págs. 79-80).
84 Historia de las Ideas..., pág. 151.
85 Historia de las Ideas..., pág. 186.
Se h a c e c a m in o a l a n d a r .. 81
gar» de los que no puede prescindir. Vale decir, «[l]os motivos por los
cuales el concepto suele jugar, abierta u ocultamente, como universal
ideológico, son los mismos en el discurso filosófico que en un dis
curso del saber vulgar»86. Este «saber vulgar» aparecerá, además, de
modo eminente en momentos de ruptura, portado por ios sujetos so
ciales emergentes, porque «[h]asta los bloques más sólidos tienen fi
suras y la emergencia social ha generado y genera ideas liberadoras»87.
La atención a la ideología, así como a «las formas alusivas y elu
sivas del discurso», ha sido considerada por Roig como parte irre-
nunciable de una auténtica Historia de las Ideas, al tiempo que pro
vocaría la redefinición de sus relaciones tradicionales con la filosofía.
D e esta m anera, si bien en un com ienzo, la historia de la filo
sofía tradicional, dio las norm as y pautas a la historia de las ideas,
ahora podríam os decir que está produciéndose el fenóm eno in
verso, com plicando aún más el hecho de la indefinición m ism a de
ambos campos de estudio, o tal vez abriendo las puertas para al
canzar la tan buscada definición88.
90 Aventura..., pág. 18. Otro ejemplo, relativamente conciso y muy fecundo por
sus consecuencias teóricas, es el examen que dedicó a la obra de Vaz Ferreira, en el
capítulo VI de Teoría y crítica..., págs. 115 y sigs. Este examen logró uno de sus pun
tos culminantes en relación con la ideología operando en el núcleo mismo del pen
samiento dialéctico, en las siguientes consideraciones: «... el factor que nos impide
desenmascarar la falsa oposición y que nos hace tomar, ya como opuestos términos
que no lo son, o que nos hace, en el otro caso, tomar como contradictorios, térmi
nos que únicamente son contrarios, es lo ideológico» (pág. 119).
9Í Para un estudio muy fecundo de la ironía, complementado con su puesta en
operación para la apreciación sutil de una obra literaria cfr. Juan Pellicer, Elplacer de
la ironía. Leyendo a García Ponce, México, UNAM, 1999, 3 10 págs. Retengamos la
definición de Paul de Man citado por Pellicer: «parece que sólo describiendo una
modalidad del lenguaje que no quiere decir lo que dice es como uno puede decir
efectivamente lo que uno quiere» (pág. 69). Y también lo que señala más adelante,
muy a tono con lo que nos viene ocupando: «Lo que hace entonces el ironista abso
luto por medio del lenguaje es desdoblarse, o sea, recrearse o inventarse “loco” igno
rante de su locura para poder distanciarse de sí mismo convertido él y su locura en
el objeto de su observación y, por lo tanto, objetivarse» (pág. 71).
. S e h a c e c a m i n o a l a n d a j r .. 83
92 Historia de las Ideas..., pág. 41. Para más detalles sobre las «recomendaciones
metodológicas del año 1974» cfr. pág. 61, nota^Ll, Y, más adelante, otro matiz rele
vante: la coloración marxista de las mismas. <¿Las “Recomendaciones que surgieron
de la “Reunión de expertos en historia de las ideas” (México, 1974) tenían mucho
que ver con los problemas teóricos derivados de aquellos hechos [alude a las reper
cusiones de la “Teoría” de la dependencia y a las de la obra de Augusto Salazar
Bondy de 1968], como tenían que ver con importantes tesis provenientes del pen
samiento marxista, sobre todo en relación con la noción de ideología» (pág. 97). Y
esto es relevante en la medida en que quien eso escribe fue el redactor de esas reco
mendaciones.
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84 H o r a c io C e r u t t i G u l d b e r g
Í
esgrimida como palabra siempre en ejercicio de comunicación,~"Ia
qué~efectivamente constituye el objeto propio de una Historia de las
Ideas y, además, que esta ‘idea-palabra-discurso’ es la que cumple unav
función social, encubridora o develadora de totalidades opresivas.
Pudiera pensarse que, enfocadas así las cosas, estaríamos en una
situación completamente novedosa en relación con la disciplina. Sin
embargo, no es así y nuestro autor no renuncia nunca a su afán por
buscar antecedentes y recuperar de ese modo el pasado más propio,
lo cual no tiene ningún rasgo de pedante erudición, en el sentido de
acumulación de datos e informaciones por sí mismas, y, mucho me
nos, alguna pretensión de aislarnos, particularizarnos o aldeanizar-
K) SOPORTES
Para finalizar esta sección debemos encarar una tarea que visuali
zamos fecunda, pero que nos resultó ingrata y dificultosa. Y es que
hemos dado muchas vueltas en el intento por desarrollar de modo in
tegral una revisión de aquellos autores que han servido de apoyo o so
porte a nuestro filósofo para su propia labor con el fin de especificar
lo que retoma de cada uno y el modo en que lo hace. Pero, además,
nos imaginamos la reconstrucción a modo de bosquejo de la visión
de conjunto de la historia de las ideas (filosóficas y algunas más) de
nuestra América laboriosamente efectuada por nuestro pensador en
diferentes momentos y lugares de su obra. Esa reconstrucción o, me
jor, reordenamiento debería mostrarnos sus aportes singulares a la pe
riodización y también los matices y variaciones en el examen de cada
uno de los autores y momentos que ha considerado. No hacerlo pa
rece que nos condena a desperdiciar las decisivas reflexiones tan ge
nerosamente brindadas por nuestro autor. Esta condena opera, de
hecho, como una pesada lápida que impide avanzar de veras en los
desarrollos teóricos que la conflictiva social actual nos exige.
Si nos restringiéramos sólo al caso argentino deberíamos apreciar
y valorar en toda su dimensión el notable esfuerzo desplegado por
Hugo Biagini para situar el pensamiento roigiano en el conjunto de
la reflexión filosófica del país, tal como tuvimos ocasión de ponde
rarlo al inicio de esta Sección. Para la consecución de tal objetivo, el
filósofo porteño puso en operación, como vimos, toda su erudición
de historiador de la filosofía argentina y nos proporcionó decisivas
claves para ubicar a Roig y su obra en ese contexto. A pesar de ello,
no parecen hallarse constancias fidedignas de una recepción verdade
ramente fecunda y fecundante de la labor de Roig en muchos de los
desarrollos actuales de ese pensamiento104. Estamos tentados de su-
blioteca Nacional de la República Argentina, invierno de 2005, núm. 2-3, 478 págs.
Además de los artículos del propio Roig, de Marisa Muñoz y de Hugo Biagini, en
los demás no se advierte, salvo alguna cita quizá descontextualizada, ninguna reper
cusión del aporte roigiano. Y eso que el propio Biagini, infatigablemente, hace pro
picia la ocasión para enfatizar su ubicación con expresión muy clara: «Por su parte,
un verdadero maestro en historia de las ideas, Arturo Roig, concluyó un estudio so
bre Deodoro, al cual privilegia entre “las voces más valientes y pujantes en la de
nuncia de la presión social y del imperialismo”» («Deodoro Roca, el movimiento re
formista y la integración latinoamericana», pág. 427, las negritas son nuestras). Es
sorprendente, por otro lado, que se efectúen esfuerzos — muy sugerentes en otros
sentidos— para descalificar de modo muy discutible la historia de la ideas por parte
de historiacíores argentinos dedicados a la historia intelectual,'sin tomar en cuenta la
reformulación de la disciplina efectuada por nuestro autor. Cfr., por ejemplo, Elias
José Palti, )Zrf invención de una legitimidad. Razón y retórica en el pensamiento tnexi-
cano del siglo XIX (Un estudio sobre lasformas delpensamiento político), México, FCE,
2005, 544 págs. Cfr. también «Entrevista con el historiador argentino Elias José Pal-
ti», en Mensual de Humanidades y Ciencias Sociales, México, Coordinación de Hu
manidades UNAM, año I, núm. 7, diciembre-enero de 2006, págs. 6-7. ^
90 H o r a c i o C e r u t t -i G u l d b e r g
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135 Ibídem, pág. 64.
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S e g u n d a se c ció n
Fantástico sobremundo1
... creo que todavía no se ha incorporado el
«giro lingüístico», de manera sostenida y consensua
da, en las comunidades de especialistas. El hecho no
opaca los aportes valiosos del llamado pensamiento
latinoamericano y de la llamada historia de las ideas
en América latina2.
A) GIRO HABLÍSTICO
Será en ese contexto, particularmente fecundo, que queremos re
cuperar las características, inusuales por cierto, del giro lingüístico
emprendido por Arturo Roig.
En cuanto al impacto del «giro lingüístico» nos vemos nece
sitados de precisar dentro de él tendencias que no son ciertamen
te compatibles. El interés por el lenguaje en relación con las cien
cias humanas, no ha surgido entre nosotros de la intención de
dejarle a la historia un peso mínimo, por no decir ninguno, tal
como lo muestra la reducción llevada a cabo por los estructuralis-
tas, padres del actual pos-modernismo [...] Aun cuando el modo
de decirlo pueda resultar extraño, la presencia del «giro lingüísti
co» entre nosotros no deriva del interés por la langue, sino por la
parole. Es únicamente en el nivel de las hablas en donde es posible
captar un hecho, soslayado por los estructuralistas, a saber, que
-todolenguaje lo es acabadamente cuando se nos presenta en «po
sición de comunicación». Una lingüística pragmática nos obliga a
colocarnos en el horizonte del «universo discursivo», una de las
manifestaciones insoslayables, para nosotros, del fenómeno gene
ral de la objetivación. Recostarnos sobre los indiscutibles aportes
del «giro lingüístico» únicamente se justifica si desde allí constan
temente damos el salto hacia lo translingüístico8.
Tenemos, entonces, que desde inicios de la década de los setenta
ya está Roig metiéndose de lleno en ese giro y buscando «recostarse»
en él, para contar con mejores instrumentos de trabajo en los ámbi
tos de la Historia de las Ideas y de la Filosofía ejercida desde nosotros.
Por otra parte, ese giro no quiere inducir a la práctica de una injusti
ficada reducción lingüística. El autor asume el giro, reconfigurándo-
C) UNIVERSO DISCURSIVO
Continuamente Roig ha brindado indicios e instrucciones — ge
neralmente con el uso mismo, aunque en ocasiones con definiciones
y delimitaciones m uy acuciosas— sobre las maneras adecuadas de
entender ciertos términos técnicos, que ha ido acuñando y reseman-
tizando a lo largo de su quehacer investigativo, como: universo dis
cursivo, texto, niveles contextúales y discurso contrario. Terminolo
gía indispensable en sentido estricto para apreciar el giro roigiano en
su verdadero alcance. Así, expresaba
... hemos llegado al co_ncepto de «universo discursivo» al que con
sideramos como una de las herramientas básicas de trabajo en el
intento que nos hemos propuesto. Sería aquel la totalidad posible
discursiva de una comunidad humana concreta, no consciente
para dicha comunidad como consecuencia de las relaciones con
flictivas de base, pero que el investigador puede y debe tratar de al
canzar. En el seno de ese «universo discursivo» se repite el sistema
de contradicciones y su estructura depende de él. En su ámbito
surge lo que nosotros consideramos como «texto», el que vendría
a ser, en cada caso concreto, una de las tantas manifestaciones po
sibles de aquel universo. Desde nuestro punto de vista, se dan de
este modo diversos niveles contextúales, uno de los cuales, el in
mediato respecto de todo texto[,] es el universo discursivo del cual
es su manifestación [...] podemos considerar como regla general,
que todo texto en cuanto discurso, supone un «discurso contra
rio», potencial o actual. La diferencia entre el «discurso» y el «dis
curso contrario» es básicamente de naturaleza axiológica lo cual se
pone de manifiesto en una diversa organización codal. Podemos
decir, en este sentido, que el contexto inmediato de todo discurso
es su «discurso contrario», que puede no tener incluso manifesta
ciones propiamente discursivas .
Cabría decir, por lo tanto, que nunca saldríamos de la media
ción, dado que la mediación lo es hasta de sí misma. Pero, antes de
avanzar, conviene detenemos en la génesis de la noción de universo
discursivo. La misma parecería ubicarse en la distinción entre dos dis
cursos. Revisando y adecuando a su metodología el sistema actancial
de Greimas, nuestro autor denunciaba los riesgos de ideologizar esa
propuesta.
D) MEDIACIÓN ¿CONTROLABLE?
Esa modalidad trascendental de análisis es una vía fecunda por la
que Roig ha invitado a avanzar. «¿Cómo son traspasadas y cómo pue
den ser superadas las consecuencias de la mediación?», se preguntaba
en unas de las más densas páginas de ese importante libro que veni
mos considerando27. En otra ocasión, m uy ad hoc, indicaría que las
mediaciones son «... barrera inevitable, pero también controlable, en
cuanto que el quehacer historiográfico no se mueve con una dialécti
ca que le sea propia y exclusiva»28. En otras palabras, ¿estamos con
denados a permanecer en la mediación y, por tanto, a no acceder a
nada firme?, da realidad se resuelve en palabras? Esto pareciera cho
car contra toda evidencia y, sin embargo, no es fácil encontrar la sali
da. Roig decía que lo primero consistía en evitar la actitud a que con
duce la crítica de las ideologías fundada en la denominada ‘teoría’ del
«reflejo» en versión «ingenua».JA la realidad se accedería de manera
inmediata y esto permitiría confrontarla con sus reflejos verbalizados
y corregirlos en la medida en que la desvirtuara^ En palabras de
nuestro autor, en la versión ingenua se crearía la «ilusión» de que se
podría «... confrontar de modo inmediato la realidad extralingiiística
y su expresión en el lenguaje, por cuanto el acceso a lo primero sería
directo». Para deshacer la ilusión convendría comenzar por reconocer
que «[n]o hay hechos económicos o sociales en bruto, sin la m edia
ción de formas discursivas». Lo que se contrapondría, entonces, serían
«formas discursivas». Al contraponerlas, perdiendo de vista que eso
son, a una «... se le atribuye la virtud de ser la «realidad», m ien
tras que a la otra se la declara “reflejo”». Una no ingenua considera
ción de esta relación requeriría no detenerse exclusivamente en la
consideración de los «contenidos» del discurso (articulado en teorías
común hay que respetarlo, hay que tratar de dialogar con él y fun
damentalmente saber captar esa sabiduría que está dada en los
pueblos, como especie de saber innato y que es expresión propia
del ser humano. Creo que por ahí está la respuesta [...]
—¿Por qué existe un gran divorcio entre la filosofía y la
gente de la calle, la gente común y a veces hay hasta como un
encono?
—Lo que pasa con la filosofía pasa con todo tipo de conoci
miento que alcanza niveles técnicos y que, lógicamente, para po
derse expresar, requieren de un metalenguaje específico. Ese meta-
lenguaje es una herramienta indispensable; no es fruto de
pedantería. Ahora, la gente que escucha ese metalenguaje, esas pa
labras estrafalarias que solemos usar los filósofos, lo entiende
como fruto de la pedantería o de actitudes de ocultismos, etc.
Bueno, en el auténtico filósofo no hay nada de eso. Hay una bús
queda permanente de adecuar el lenguaje a una realidad que no es
fácil de captar en sí misma. No hay cosa más complicada y más
rica que la realidad. Nos sobrepasa en forma absoluta y nuestro
lenguaje, a pesar de la riqueza que tiene todo lenguaje, requiere de
una constante reconstrucción, resemantización de términos, crea
ción de términos. Este es uno de los motivos que produce esa es
cisión30.
Equilibradamente, como queda de manifiesto en esta últim a res
puesta, hay también en el pensamiento de Roig una alta valoración
del metalenguaje y, con él, del esfuerzo por alcanzar una intelección
más acabada de la complejidad de lo real. Lo cual no podía ser me
nos, en tanto ha dedicado al metalenguaje buena parte de su vida.
Este esfuerzo ha sido impulsado con pretensiones de cientificidad y
efectuado mediante esas herramientas técnicamente construidas y
controladas, que pueden resultar «estrafalarias» al común de la gente.
Aquí es donde conviene retomar sus preguntas: «¿Cómo son
traspasadas y cómo podrían sér superadas las consecuencias de la me
diación?». Ante todo, considerando que la «autonomía» de lo discur
sivo sería «relativa». La facticidad social «destruye» lo discursivo bajo
la forma de una «desestructuración» de códigos. Esta desestructura-
"ión de códigos se manifestaría en la constante aparición de discursos
contrarios, que vendrían a cuestionar lo establecido y «quiebran» la
autonomía de lo discursivo, sin mengua de su relevancia a la hora de
analizar los textos. Esta constatación conduciría a Roig a elaborar una]
31 Teoría y crítica..., pág. 43. ¿Es menester que subrayemos el talante irónico de
esa espera de la madurez de los tiempos...?.
32 Teoría y crítica..., pág. 42. En estos últimos párrafos hemos estado glosando y
desglosando las dos densas páginas aludidas del texto de Roig, para quedar en mejo
res condiciones de apreciar su esfuerzo teórico en relación con la mediación, clave
para entender los alcances de su adopción del giro.
F a n t á s t ic o s o b r e m u n d o 117
33 Teot'ía y crítica..., pág. 73. Sobre esto, recuerda Roig en otro lugar, que
«Humberto Giannini tiene sobre este tema unas páginas inolvidables, por lo justi
cieras: «Se suele presentar la vida ordinaria — dice— como inmersa en un parloteo
de voces insignificantes, carentes de sentido y de fuerza testimonial. Y quien habla
por estas voces sería el anónimo “se dice” de todos y de nadie. Por lo menos, éste o
algo muy semejante a éste, fue el parecer del autor de Ser y tiempo».
Para desmontar estas simplezas injustas, el maestro chileno lo que hace es mos
trarnos la interna conflictividad que se da en el seno de la vida cotidiana y la consi
guiente quiebra de lo rutinario: «... la vida se las arregla — dice luego— tenazmente
para transgredir los límites que ella misma, en cuanto vida rutinaria, se impone. Así,
el ciclo cotidiano es, en su dimensión más honda, REITERADA TRANSGRE
SIÓN (destacado de H.G.) de aquella rutina que él mismo segrega» (Moralidad...,
pág. 33).
3Í Teoría y crítica..., pág. 12 (énfasis en el original). Más adelante y a propósito
de la nominación, indica: «... la raíz de la cual ha de surgir lo que esos términos sig
nifican debe ser siempre el sujeto empírico al cual hay que señalar» (pág. 74).
118 H o r a c io C e r u t t i G u l d b e r g
35 Historia de las Ideas..., pág. 109. Con total honestidad, añadía nuestro autor
de inmediato: «Tesis que tiene sus riesgos y sus dificultades, y que no sabemos a
ciencia cierta si las hemos obviado».
36 Historia de las Ideas..., pág. 120.
37 Historia de las Ideas..., pág. 125.
38 Historia de las Ideas..., pág. 127.
39 Historia de las Ideas..., pág. 131.
F a n t á s t ic o s o b r e m u n d o 119
c u r s o » . E s t e t ip o d e a n á lis is es el q u e p u e d e se r a p l ic a d o a lo s g r a n
d e s e s c r it o r e s la t in o a m e r i c a n o s 41.
j e t iv id a d p o s ib le s . A la r e a liz a c ió n d e la c o t i d i a n i d a d c o m o le n
g u a j e la d e n o m i n a r e m o s « o b j e t iv a c ió n d is c u r s iv a » 44.
J kt /le—
F a n t á s t ic o s o b r e m u n d o 125
67 «El discurso utópico...», pág. 15. Esta constituye una distinción capital, que
Roig reiterara con otras palabras en otra parte: «Para entender lo que pretendemos
decir ahora, se ha de establecer una distinción entre función utópica y su expresión,
las utopías discursivas» (Caminos..., pág. 179). A propósito de las utopías discursivas,
exponentes del género utópico, conviene atender al ego imaginor que las gesta al ini
cio de la Modernidad y para prolongar la utopía europea en este Nuevo Mundo y al
Simón Bolívar que le pone un alto y con quien culminan su ciclo entre nosotros. «Y
será esa misma actitud la que irá marcando el lugar de lo utópico dentro del discur
so liberador, en los términos bolivarianos de “utopía positiva” y arrinconando defi
nitivamente las formas utópicas narrativas que habían sido propias de aquel sujeto
con el que se abrió la Modernidad» (cfr. Aventura..., págs. 40, 43 y 45).
63 «El discurso utópico...», pág. 90.
69 Teoría y crítica..., pág. 238.
130 H o r a c io C e r u i t i G u l d b e r g
sus reflexiones es una invitación a seguir adelante. No hace falta un lector «cómpli
ce»; quien lee -—claro, con mucha atención y esfuerzo reflexivo— se queda con ga
nas de más, no por lo inacabado de sus reflexiones, sino, al contrario, por la nitidez
de su exposición y la sensación de acabamiento y exhaustividad argumentativa que
produce su lectura. Casi, casi como si todo hubiera sido leído y ya pensado por él.
Lo cual no debe producirnos un efecto paralizante, como diciendo: ya todo el tra
bajo está hecho. Sino, en el mismo sentido que nuestro filósofo lo ha sugerido, que
dan abiertas de par en par las puertas y ventanas para seguir adelante por vías con co
mienzos cuidadosamente desbrozados y generosamente compartidas.
73 Caminos..., págs. 176, 179, 180-181.
74 Incluido en Aventura..., págs. 173-197.
132 H o r a c io C e r u t t i G u l d b e r g
r ic o s s e n d e r o s d e l u t o p iz a r e n e sta A m é r ic a . S ó l o a t ít u lo d e e je m p lo ,
c o n s ig n e m o s tre s d e e s to s a p o r t e s . L a s p r im e r a s fo r m u la c io n e s de
u t o p ía s d e s d e y p a r a u n n o s o t r o s q u e se r e c o n o c ía c o m o d ig n o e i n
s u m i s o . N o y a , e n t o n c e s , t o p o s p a r a u t o p ía s a je n a s; d e o t r o s .
G) EL ESTRIBO RUSO
Resulta aleccionador detenernos un poco en las fuentes de este
giro claramente mediador, el cual también podríamos caracterizar
como hablístico, palabrero o voceador, para aludir a sus énfasis más
marcados: las hablas, las palabras, las voces. Se trató de un giro se-
miótico en el sentido más pleno del término. Lo que queda claro es
que esas fuentes no tendrían nada que ver con un reduccionismo fo
nológico o estructuralista o formalista o estructuralista sistémico y
ahistórico; deshumanizante en suma. Tienen que ver con un com
plemento indispensable del estudio de la producción humana, la cual
no se agota en el decisivo nivel económico81. Se expandiría a partir de
este nivel — irrenunciable ámbito de partida— hasta abarcar la tota
lidad de los modos de expresión, producción y reproducción de lo
humano.
S u s f u e n t e s [d e este g ir o ] se e n c u e n t r a n , e n tr e o tra s, e n u n a
o b r a s u g e s t i v a m e n t e p u b l i c a d a c a s i e n lo s m i s m o s a ñ o s e n q u e
R i e r o n c o n o c i d o s lo s M a n u s c r i t o s E c o n ó m i c o - F i l o s ó f i c o s [e n lo s
i n i c i o s d e la s e g u n d a m i t a d d e l s ig l o x x ] ; n o s r e f e r im o s a l l i b r o d e
M i j a i l B a c h t i n , a p a r e c id o b a jo el s e u d ó n i m o d e V a l e n t í n V o l o s h i -
n o v , t i t u la d o e n c a s t e lla n o E l s i g n o i d e o l ó g i c o y la f i l o s o f í a d e l
le n g u a j e . L a c i r c u l a c i ó n d e a m b a s se p r o d u j o a d e m á s , e n tr e n o s o
tro s, p a r a le la m e n t e , e n t r e la s d é c a d a s d e lo s 6 0 y 7 0 S2.
derse por la vía de la inteligencia movida por el afán de personal superioridad y do
minación sobre los demás». Esto último, que dice relación con la doctrina de la «so
berbia» del filósofo desarrollada por Gaos, manifiestamente no se compadece con el
enfoque ‘utópico’ de Roig (cfr. «Filosofía, personalidad», en José Gaos y Francisco
Larroyo, Dos ¡deas de la Filosofía (Pro y contra la filosofa de la filosofa), México, La
Casa de España en México, 1940, pág. 189, cursivas en el original).
81 En una conferencia expuesta en la Facultad de Filosofía y Letras de la Uni
versidad Nacional de Cuyo, Mendoza, el 5 de agosto de 1970, decía Roig: «El saber
alienado supone u oculta formas sociales de alienación o trata de justificar formas so
ciales de alienación [...] y es por eso que la doctrina de las ideologías y de la aliena
ción ha partido de la economía» («La filosofía como función de la vida», texto inédi
to mecanografiado, pág. 8, las cursivas son nuestras).
82 Caminos..., pág. 66, negritas en el original.
F a n t á s t ic o s o b r e m u n d o 135
se c o n v ie r t e e n u n a f u e r z a real, c a p a z i n c l u s o d e e je rc e r a s u v e z i n
f l u e n c ia s o b r e la s b a s e s e c o n ó m ic a s d e la v i d a s o c i a l87.
i
Nada menos que el conflicto social, en toda su crudeza, le aparecía
expresado en esa metáfora.
( L a e x is t e n c ia re fle ja d a e n el s i g n o n o s ó l o es re fle ja d a s i n o re
fractada. ¿ C ó m o se d e t e r m i n a e sta r e f r a c c ió n d e la e x is t e n c ia e n el
s i g n o i d e o l ó g i c o ? P o r la in t e r s e c c ió n d e lo s in te re s e s s o c ia le s o r ie n
t a d o s e n d i s t i n t o s e n t i d o d e n t r o d e la m i s m a c o m u n i d a d d e s ig
n o s , e s d e c ir, p o r la lucha de clases92.
( —
Por cierto, no podemos menos que señalarlo, aún en la hipótesis
de que Vbloshinov planteara así las cosas para no tener problemas
— que igual los tuvo y m uy pronto aparentemente— con el stablish-
ment académico-político-ideológico de su época, no caben dudas que
estamos frente a un trabajo teórico m uy respetable y sugerente. Por
eso hemos decidido detenernos en estos puntos para mostrar su tra-
( tamiento fecundo. Casi para evidenciarnos que cuando se quiere ha
cer un trabajo serio se puede aún en las condiciones más adversas o
haciendo de ellas el mayor estímulo para una elaboración significati
va. Y, proseguía el filósofo ruso, tanto la realidad de la psiquis como
la realidad de la ideología serían «... una refracción de una misma
existencia socioeconómica»93. Y complementaba el asunto más ade
lante para subrayar que se debía «... tener en cuenta la existencia so
cial que refracta y los poderes refractantes de las condiciones socioe
conómicas»94. Vale decir: no habría un automatismo de la refracción.
Esta se produciría socialmente a partir de la base; en medio de la
base. O, para que no queden dudas, en esa base, porque friera de ella
no habría las condiciones adecuadas para tal refracción específica.
¿Qué entender por refracción? Veamos los sentidos de reflejo y re-
( fracción en términos físicos, que es de donde parecen provenir estas
metáforas. El Diccionario de la RealAcademia brinda, entre otros sen
tidos de reflejo, dos particularmente relevantes para nuestro tema.
( «Imagen de algo o de alguien reflejada en una superficie»; «aquello
que reproduce, muestra o pone de manifiesto otra cosa». Para colmo,
da como ejemplo de esta últim a versión el siguiente: «Las palabras
( son el reflejo de su pensamiento», nada menos. Por refractar dice:
«Hacer que cambie de dirección un rayo de luz u otra radiación elec
tromagnética al pasar oblicuamente de un medio a otro de diferente
(
( ------------------
92 E l signo..., pág. 36, énfasis en el original.
( 93 E l signo..., pág. 57.
94 E l signo..., pág. 192. No deja de ser interesante que también Miedviediev ape
le a esta metáfora. Cfr. la cita de Titunik, pág. 219.
(
F a n t á s t ic o s o b r e m u n d o 139
caso, son múltiples los lugares donde Roig se distanciará del enfoque
de M ax Scheller, se mostrará sumamente critico de la fenomenología
y no admitirá la filosofía de la cultura, mucho menos sus derivacio
nes ethologistas y hasta teluristas. Por otro lado, no nos preocupa la
determinación del marxismo de Roig, sino la fecundidad teórica,
práctica e ideológica de su enfoque. Es más, creemos que ese punto
no debe preocuparnos y menos distraernos en disquisiciones sobre
presuntas ortodoxias o heterodoxias. Y, no debemos olvidar, que una
constante de su obra es justamente el reconocimiento de los antece
dentes históricos de las propias posiciones en una apertura crítica
— y autocrítica— indudable y m uy meritoria. Por otra parte, el mismo
Roig ha reconocido siempre que un cierto platonismo (a caracterizar
de modo preciso) habría permanecido en su obra. Lo cual, como ha
quedado sugerido, no estaría m uy lejos de los orígenes del neokantis-
mo.^En todo caso, todo su esfuerzo intelectual pugna por no desarti
cu lar arbitrariamente hechos de valores, necesidades de intereses, teo
rías de praxis, palabras y hablas de conflictos sociales, producción de
reproducción, etc.\ No encontramos elementos para atribuirle a nues
tro filósofo un idealismo y, menos todavía, una reducción de las im
bricadas relaciones entre palabra y realidad a la funcionalidad discur
siva. Lo cual queda claro, si recordamos el modo en que opera con las
funciones discursivas. Si todo eso lo acerca a otras posiciones que no
son precisamente las que él impulsa, cabría aplicarle a su caso lo que
Medviediev señalaba a propósito de los formalistas: «Toda ciencia
nueva [...] debe apreciar mucho más un buen enemigo que un pobre
aliado»103.
H) NARRATIVA Y COTIDIANIDAD
EN UN CUENTO FANTÁSTICO
Justamente, en uno de los trabajos de Roig más lindantes con el
estructuralismo, se aprecian estas indiscutibles enseñanzas quizá im
perecederas de su filosofar. Y es que en él aprovechaba y cuestionaba
103 Cit. por Titunik, EL signo..., pág. 218. Conversando a finales de 2007 con
Arturo ep Mendoza, cuando tuvimos oportunidad de entregarle una primera ver
sión de este trabajo, al hacernos valiosas observaciones después de leerlo con mucho
cuidado, subrayó entusiasmado el que hubiéramos destacado la repercusión del ne-
okantismo en su obra y puso a nuestro alcance algunos textos que, en su momento,
resultaron claves para él, como por ejemplo, Pablo Natorp y Francisco Brentano,
Platón. Aristóteles, Madrid, Revista de Occidente, 1925,^136 págs y Pablo Natorp,
Kant y la Escuela de Marburgo, Conferencia sustentada en la sesión de la Sociedad
F a n t á s t ic o s o b r e m u n d o 143
E n n u e s t r o e n s a y o a c e rc a d e « E l p e n s a m i e n t o l a t in o a m e r ic a
n o y s u t r a t a m ie n t o f ilo s ó f ic o » y e n a l g u n o s o t r o s p o s t e r io r e s h a
b í a m o s h a b l a d o d e l f e n ó m e n o d e j a « r e - f o r m u la c ió n » c o m o s i la
m i s m a se d ie r a d ir e c t a m e n t e s o b r e la « fa c t ic id a d so c ia l» . N u e s t r o s '
e s t u d io s p o s t e r io r e s n o s h a n lle v a d o a v e r q u e n o h a y n u n c a u n a
« f a c t ic id a d s o c ia l» e n b r u t o y q u e t o d a « r e - f o r m u la c ió n » ( s o b r e la
c u a l d e f i n i m o s a l h o m b r e p o lí t ic o ) se d a s o b r e u n a « f o r m u la c ió n » ,
j q u e es a s im is m o , d is c u r s iv a . E l h e c h o d e la m e d i a c i ó n d e l le n g u a
je se d a e n t o d o s lo s n iv e le s d e l t r a to d e l h o m b r e c o ñ la r e a li d a d 106. "
106 N arrativa..., pág. 33, (*). En otro trabajo encontramos una muy importan
te consideración complementaria a propósito de la crítica de las estructuras históri
cas que adoptaría el discurso filosófico: «... esa crítica ¿es tarea exclusiva de la filoso
fía y del filósofo, o de alguna manera ella misma y su producto, a saber, la denuncia
o la destrucción de totalidades objetivas cerradas, también se da en otros niveles? Tal
pregunta llevaba a la necesidad de reconocer otros niveles de reformulación y a po
ner en duda aquel concepto un tanto simple de «facticidad social» [...] Este nuevo
enfoque nos ha permitido enriquecer, depurar y corregir aquel esquema de «formu
lación» y «re-formulación» del que partimos. En verdad había allí una visión sim
plista y hasta errónea del modo cómo se nos da la «facticidad social». De hecho, y
esto es importante, no hay facticidad social en bruto, sino que toda facticidad se ma
nifiesta ya re-formulada [...] Como consecuencia, la filosofía y otras formas superio-
res’ de objetivación, vienen a ser una re-formulación de una re-formulación...»
(«Consideraciones sobre la metodología de la historia de las ideas», en Dina Picotti '
(coord. ypról.), Pensar desde América. Vigencia y desafíos actuales, Buenos Aires, Ca
tálogos, 1995, pág. 37).
7 Nan'ativa..., pág. 5-
F a n t á s t ic o s o b r e m u n d o 145
E s t a d e f in ic ió n in ic ia l se v e r ía c o m p le m e n t a d a m u y s u g e s t iv a
m e n t e p o r u n a s c o n s i d e r a c i o n e s i n c l u i d a s e n n o t a m á s a d e la n t e .
E n t r a b a j o s p o s t e r io r e s a éste h e m o s h a b l a d o d e la e x is t e n c ia
d e u n « u n iv e r s o d is c u r s i v o » c u y a d e f i n i c i ó n p u e d e v e r s e e n la s p a
la b r a s in ic ia l e s c o n la s q u e se a b r e la p r e s e n t e e d ic ió n . E s e « u n i
v e r s o » es e x p r e s ió n , m a n i f e s t a c ió n o re fle jo d e la s c o n t r a d i c c i o n e s
y d e la c o n n i c t i v i d a d q u e s o n p r o p i a s d e la r e a lid a d s o c ia l. A t e n
d i e n d o a e s to se p u e d e a f i r m a r q u e h a y s ie m p r e u n d i s c u r s o a c t u a l
o p o t e n c ia l a n t it é t ic o r e s p e c t o d e o t r o , p o r lo g e n e r a l e l v ig e n t e .
A h o r a , e sa a n t ít e s is p u e d e d a r s e e n d o s p l a n o s c u y a d if e r e n c ia c ió n
es c ie r t a m e n t e im p o r t a n t e : c u a n d o el d i s c u r s o a n t it é t ic o se c o n s
t r u y e p o r la s i m p l e i n v e r s i ó n d e la j e r a r q u ía d e v a lo r e s d e l d i s c u r
s o v i g e n t e ( c o m o s e r ía el c a s o d e in v e r t i r el r a c i s m o b l a n c o p o r u n
r a c i s m o n e g r o ) , h a b l a m o s d e « a n t i- d is c u r s o » o s i m p l e m e n t e d e
« d i s c u r s o e n l u g a r d e»; c u a n d o el d is c u r s o a n t it é t ic o se o r g a n i z a
s o b r e la b a s e d e u n a d é t é r m i n a c i ó n c r ít ic a d e lo s s u p u e s t o s d e l
« d i s c u r s o o p r e s o r » , n o m e d i a n t e u n a s i m p l e i n v e r s i ó n v a lo r a t iv a ,
s in o m e d ia n t e u n a f u n d a m e n t a c ió n a x io ló g ic a s u p e ra d o ra , h a b la
m o s d e « d i s c u r s o c o n t r a r io » (e n el s e n t i d o d e « d i s c u r s o lib e r a d o r »
p r o p i á m e r i t e d i c h o ) 108.
O t r a a c la r a c ió n e n c o n t r a m o s c o m o n o t a a p ie d e p á g in a e n s u e s
t u d i o s o b r e J u a n M o n t a l v o . C o n v i e n e r e le e r l a c o m p l e m e n t a r i a m e n
te a l a l a r g a c i t a a n t e r i o r .
N o s p a r e c e i m p o r t a n t e a c la r a r q u e n u e s t r a p r o p u e s t a d e le c -
n i r a se a p o y a e n el h e c h o d e q u e t o d a m a n i f e s t a c ió n d is c u r s i v a
m u e s t r a u n a d o b l e c a ra c o n f lic t iv a : u n a i n t e r n a y la o t r a e x te rn a .
C o n s i d e r a d o u n d is c u r s o p a r t i c u la r p u e d e s e r d e s m o n t a d o e n lo
q u e es s u s is t e m a d e « d is c u r s o s re fe rid o s» ; y c o n s i d e r a d o c o m o
u n o d e lo s t a n t o s d is c u r s o s q u e i n t e g r a n la t o t a lid a d d is c u r s i v a e n
u n a s o c i e d a d e n u n t i e m p o y l u g a r d a d o s (si q u e r e m o s c i e r t a m e n
te q u e d a r n o s e n lo s i n c r ó n i c o , y a q u e t a m b i é n se p u e d e h a c e r u n
p l a n t e o d ia c r ó n i c o ) , se n o s p r e s e n t a d e n t r o d e u n s is t e m a d e d i s
c u r s o s c o n t r a p u e s t o s . A l d i s c u r s o v ig e n t e se o p o n e el c o n t e s t a t a
rio , y a se a c o m o «a n t i - d i s c ü r s o » ( u n a i n v e r s i ó n v a l o r a t iv a n o c r ít i
c a d e l d i s c u r s o v ig e n t e ) o c o m o « d is c u r s o c o n t r a r io » ( q u e s u p o n e
u n i n t e n t o d e r e o r g a n i z a c i ó n a x i o ló g i c a q u e n o p r o c e d e p o r i n
v e r s i ó n y q u e e x ig e , p o r t a n t o , u n c ie r t o n i v e l d e d e s a r r o llo c r ít i
c o ) (cfr. V a l e n t í n V b l o s h i n o v , E l signo...)109.
(.
c
(
(
c
i
(
T e r c e r a se c c ió n
Filosofando...
No se vaya a creer que pretendemos colocar a
la filosofía en un lugar preferencial respecto de otras
manifestaciones o formas del saber [...] Toca a la fi
losofía, sin embargo, la reflexión sobre el hecho mis
mo del ejercicio del saber como ejercicio de la liber
tad y, más concretamente aún, de liberación. Hecho
que, aún cuando la filosofía sea, como todo saber,
un «hacer teórico», no pueda [sic] alcanzar su pleni
tud sin ser a la vez un «quehacer práctico»1.
La lucha contra su propia ambigüedad consti
tuye el quehacer filosófico mismo2.
A) HERRAMIENTA DE LUCHA
Al momento de caracterizar la Filosofía Latinoamericana que
Roig ejerce y que ha ayudado a precisar y sistematizar desde un pun
to de vista epistémico, debemos enfocar la mirada hacia el objeto de
3 Aventura..., pág. 57. Véase la siguiente pista muy sugerente para escudriñar de
dónde surge este ocuparse con la objetivación: «[Eugenio] Pucciarelli ha observado
qué en Dilthey está la idea de que se debe estudiar al ser humano en sus objetivacio
nes y “revivir el proceso de recreación”, para lo cual el filósofo alemán proponía
como vía el “comprender” (Verstehen)» («La “crisis”...», pág. 37). Por lo demás, la ,
cuestión tiene que ver con la noción de cultura con que se opere: «... mantenemos la
definición [...la cultura] está integrada por un conjunto de bienes y de relaciones a
través de los cuales se objetiva un determinado sujeto, pero es evidente que ella se
mueve en un plano excesivamente general y abstracto» (Rostro..., pág. 146).
4 Rostro..., pág. 128. Para que no queden dudas, antes ha aclarado en qué senti
do hablaba de performatividadf; «... su enunciado describe una determinada acción
del locutor y su enunciación tiene pretensión de ser equivalente al cumplimiento de
la misma» (págs. 105-106).
F i l o s o f a n d o .. 153
u n a f ilo s o f ía d e la c u lt u r a , y s i t u v i é r a m o s q u e c u a lif ic a r la d e b e r í
a m o s d e c ir q u e m á s se a p r o x i m a a u n a a n t r o p o l o g í a q u e a o t r o
c a m p o d e l s a b e r 12.
C) ¿FILOSOFÍA EN O DE?
Ayuda a ir acotando esta concepción suya de la filosofía el des
cartar discusiones completamente rebasadas, aunque no pór ello me
nos reiteradas en los ámbitos académicos, muchos de cuyos integran
tes parecen no enterarse de lo hecho y se solazan en disputas
aparentemente m uy rigurosas, pero poco aportativas a estas alturas.
Pensamos en las discusiones culminadas en la primera mitad del siglo
xx en relación con dos enfoques: las presuntas contraposiciones entre
universalismo y particularismo, por un lado, y entre preposiciones en
y de, por el otro. Roig se pronunciaba de manera tajante, cuando de
nominaba «... vana, la discusión de si se ha de hablar de la filosofía en
América (o en el Ecuador de la filosofía de América o del Ecuador) o
simplemente de una filosofía americana (o latinoamericana) y ecua
toriana»15. A pregunta expresa de nuestra amiga uruguaya M aría An
gélica Petit respondía:
Y o n o h a r í a e sa d if e r e n c ia . L o u n iv e r s a l n o e stá r e ñ i d o c o n lo
p a r t ic u la r . L o u n i v e r s a l y lo p a r t i c u la r t ie n e n u n a in t e r r e la c ió n
d ia lé c t ic a c o n s t a n t e y p e r m a n e n t e . Y o , d e s d e m i p a r t i c u la r i d a d la
t i n o a m e r ic a n a , a b o r d o lo u n iv e r s a l [...] E l p r o b l e m a n o v a p o r la
c o n t r a p o s i c i ó n u n iv e r s a l- p a r t ic u la r * 16.
n o ca re ce d e o b j e t iv id a d , m u e s t r a e n u lt im a in s t a n c ia n a d a m á s q u e
u n a c a ía p a r c ia liz a d a s o b r e c u y a b a se se e n u n c i a n lo s « u n iv e rsa le s
id e o ló g ic o s » . F r e n t e a ella, la « d ia lé c tic a real» sería, s in másy con las
dificultades que acayrea esta afirmación, la d e lo s h e c h o s . L o s p r o c e
s o s so c ia le s, e n p a r t ic u la r la s lu c h a s so c ia le s, v a n d e s m o n t a n d o u n i
ve rsa le s id e o ló g ic o s y q u e b r a n d o s u t íp ic a c ir c u la r id a d e x c lu y e n t e
h a c i e n d o q u e a q u e lla « d ia lé c tic a d is c u r s iv a » se v a y a n e g a n d o a s í
como no hay «hechos en
m i s m a e n s u s f o r m u la c io n e s . A h o r a b ie n ,
bruto», niposibilidad de aproximarnos a lafactibilidad sinopor la me
diación del lenguaje, esa « d ia lé c tic a real» q u e les se ría p r o p ia , sejuega
iyievitoblemente también a yiivel discursivo. S e trata, a p e s a r d e lo d i
c h o , d e u n a « d is c u r s iv id a d n e g a tiv a » c u y a r a z ó n d ia lé c d c a p r o f u n d a
n o se e n c u e n t r a e n p r iv ile g ia r el m o m e n t o d e la s to ta liz a c io n e s.
D e s d e o t r o p u n t o d e v is t a p o d r í a m o s d e c ir q u e u n te xto
m u e s t r a u n a d ia le c t ic id a d q u e e s reflejo siempre de la realidad, p e ro
q u e p u e d e s e r lo p o n i e n d o e n e je rc ic io d o s m o d o s d iv e r s o s d e m e
d i a c i ó n q u e h a c e n q u e a q u e lla d ia le c t ic id a d se q u e d e e n el m e r o
p l a n o d e l o « d is c u r s iv o » o se aproxime a lo «real». S ie m p r e n o s p a
re ce q u e l o q u e h e m o s d e n o m i n a d o « d ia lé c t ic a re al» es u n a m e t a
a la c u a l p o c f e m o s a p r o x i m a r n o s , c o m o a s i m i s m o q u e e sa a p r o x i
m a c i ó n n o es f r u t o d e u n a a c t iv i d a d p u r a m e n t e te ó ric a . L a p r a x is
es la q u e se o c u p a d e ir d e n u n c i a n d o lo s s u c e s iv o s « n iv e le s a e d is
c u r s i v i d a d » e n lo s q u e se m u e v e el e je rc ic io d ia lé c t ic o , d e ir h a
c i e n d o q u e p o d a m o s e s ta b le c e r la d i s t i n c i ó n e n t r e « d ia lé c t ic a d is
c u r s iv a » y « d ia lé c t ic a real» a nivel del discurso20.
Si la facticidad social se considera la «fuente» de donde surgiría
todo universo discursivo sería factible diferenciar a nivel discursivo
dos formas de dialéctica: «discursiva» y «real». En una típica posición
idealista, la dialéctica discursiva ignoraría la mediación (¿pasa o quie
re hacerse pasar por la realidad misma?) y procedería mediante un re
corte de los «datos» (que no son tales, justamente porque no son lo
dado, sino lo escogido); una selección previa que determinaría lo que
se incorpora y lo que se deia fuera del juego dialéctico. El ejemplo
más destacado y constante de nuestro autor consiste en la determina
ción de lo que sería histórico y de lo que se relegaría a geográfico pa
radigmáticamente en la obra de Hegel21. Los presuntos datos «dia-
20 «El discurso utópico...», págs. 28-29 (los subrayados son nuestros). Es sinto-
mádco destacar que casi con las mismas palabras el contenido de estos párrafos se re
pite en un trabajo que lleva el significativo título de «¿Cómo leer un texto?» editado
originalmente en el Ecuador en 1982 y luego incorporado al volumen Historia de las
Ideas..., págs. 1 1 0 -1 1 1 .
21 Son varios los lugares donde reitera el caso de Hegel. Cfr., por ejemplo, «...
Hegel coloca a América en la parte geográfica» («Mis tomas...», pág. 85).
Fil o s o f a n d o . . 159
22 Las relaciones entre ideología y crítica constituyen parte del meollo de su con
vencía inédita sobre «La filosofía como función de vida», pronunciada en Mendo-
ta el 5 de agosto de 1970.
23 Teoría y crítica..., pág. 182.
24 Teoría y crítica..., pág. 197.
' 23 Humanismo ecuatoriano..., pág. 80. Afirmaciones todas que hay que tomar
:onsiderando siempre la imposibilidad de acceso inmediato a la realidad ya anotada.
160 H o r a c io C e r u t t i G u l d b e r g
í a r r a t i v a s h i s t ó r i c a s , e n «... u n m o m e n t o a n t e r i o r a la c o n s t r u c c i ó n
ie la n a r r a c i ó n e n e l q u e d e c i d i m o s c u á le s h e c h o s s o n « d i g n o s » o n o
le s e r h i s t o r i a d o s . S e l e c c i ó n q u e s e e n c u e n t r a r e g i d a p o r u n a v i s i ó n
l i c o t ó m i c a d e l a r e a l i d a d s o c i a l. . . » 30. L a d i c o t o m í a f o r m a r í a p a r t e d e
a fa c e ta a x io ló g ic a d e e sta s e le c c ió n a pyiorlstica, d a d o q u e s o n v a lo -
es y a n t iv a lo r e s lo s q u e e n t r a r ía n e n ju e g o . P o r e s o t a m b ié n , c o m o y a
¡ e ñ a la m o s , l o i d e o l ó g ic o o p e r a r ía e n e ste n iv e l a n t e r io r a t o d a n a r r a
r o n y c o m o c o n d i c i o n a n t e d e la r e f le x ió n m is m a . E s a p r o p ó s i t o d e
tsta d i m e n s i ó n p r e v ia q u e se m u e s t r a e n p l e n i t u d la f e c u n d i d a d d e l
e j e r c ic io d e la s o s p e c h a e n e l p e n s a m i e n t o d e n u e s t r o f i l ó s o f o . P e r o ,
10 n o s c a n s a r e m o s d e s u b r a y a r q u e a e s t a d i m e n s i ó n p r e v i a , a e s t e
< a n te s» s e a c c e d e s i e m p r e d i s c u r s i v a m e n t e . V a l e d e c ir , n u n c a e s f a c t i
ble e l u d i r l a m e d i a c i ó n y é s t e e s e l v a l o r d e l g i r o r o i g i a n o , s o b r e e l
;u a l re s u lt a d if íc il e x a g e r a r s u im p o r t a n c ia p a r a t o d a r e f le x ió n u lt e
rior. E l h i t o p o r é l m a r c a d o s ó l o p u e d e s u p e r a r s e , e n e l s e n t i d o e s -
: r ic t o d e l t é r m i n o , l o c u a l s u p o n e m o s q u e s e p o d r á e f e c t u a r c o n e l
: i e m p o y e n la m e d i d a d e e j e r c e r e l f i l o s o f a r a l a R o i g h a s t a s u s ú l t i -
n a s c o n s e c u e n c i a s t o d a v í a n o d e v e l a d a s 31. L o s l í m i t e s d e e s t e f i l o s o
far s e r á n t r a n s g r e d i d o s p o r l a p r a x i s , d e a c u e r d o a s u s p r o p i a s r e g l a s
ie l j u e g o , y h a b r á q u e e fe c t u a r e l e s fu e r z o t é c n ic o d e s is t e m a t iz a r lo
q u e la d i a l é c t i c a r e a l e x i j a m o d i f i c a r d e l a d i a l é c t i c a d i s c u r s i v a .
E n t r e la s c o n s e c u e n c ia s p r o c e d im e n t a l e s a e x t r a e r d e l o a q u í e x a
m i n a d o s e e n c u e n t r a n l a s s i g u i e n t e s . S e d e b e r á e v i t a r a t o d a c o s t a «...
r e d u c ir la d ia lé c t ic a re a l d e lo s p r o c e s o s a u n a m e r a d ia lé c t ic a d i s c u r
s iv a ...» 32. S i g u i e n d o a n u e s t r o s m a e s t r o s d e l xdc, d e b e re m o s a b r ir n o s
i « u n a c o m p r e n s ió n d i s t i n t a d e la d ia l é c t i c a » c o n u n a « c o n c ie n c ia
h i s t ó r i c a p a r a la c u a l t i e n e p r e s e n c i a la a l t e r i d a d » y e n la c u a l « [ n ] o s e
s u b r a y a e l m o m e n t o d e t o t a l i z a c i ó n . . . » 33. L a c r í t i c a d e b e r á e j e r c e r s e
s n r e la c i ó n c o n la c e r r a z ó n d e la te o ría , e n a q u e lla s d i m e n s i o n e s e n
que la teoría se cierre ante la praxis de la que está llamada a dar cuen
ta. La filosofía roigiana buscará siempre una apertura respecto de la
praxis, «... la función de la crítica consiste en ir señalando las formas
de cierre en el pensamiento filosófico»34. Esta actitud tendrá consecuen
cias incluso procedimentales, en cuanto que propiciará el «... abrirse a
otros campos colindantes con el saber filosófico, rechazados o igno
rados por la filosofía y la historiografía oficiales»35. Esta apertura con
ducirá, según Arturo, como de la mano a la consideración de las di
versas formas discursivas y de las dimensiones transdiscursivas.
Y p o r c ie r t o q u e el d e s c u b r i m i e n t o d e lo s u n i v e r s o s d is c u r s i
v o s n o s ó l o p e r m i t e p o n e r e n e je rc ic io u n a te o ría c r ít ic a d e la s id e
o lo g ía s , s i n o t a m b i é n u n a le c t u r a d e la s f o r m a s r ic a s y c o m p le j a s
d e la t r a n s d i s c u r s iv i d a d a tra v é s d e las c u a le s d e s c u b r i m o s lo s a v e
ce s s e c re t o s p a r e n t e s c o s e n t r e f ilo s o f ía s n a r r a t iv a s d e la h is t o r ia , re
la t o s u t ó p i c o s , c u e n t o s t o m a d o s d e l m u n d o p o p u la r , o n o v e la s,
s i n q u e p r e t e n d a m o s re s ta r a n i n g u n o d e e llo s el v a l o r o d is v a l o r
q u e p u e d a n t e n e r e n r e la c ió n c o n la p r a x is s o c ia l36.
34 « M i s tomas...», p ág. 8 6.
35 Historia de las Ideas..., pág. 4 5 .
36 Caminos..., pág. 1 3 0 .
37 « M i s tomas...», pág. 8 5 (negritas en el origin al).
F il o s o f a n d o .. 163
E) H U M AN ISM O FRENTE A
ACADEM ICISM OS SERVILES
Nadie podría dudar de la integridad profesional de un académi
co como Roig. Sin embargo y de modo sólo aparentemente paradó
jico (ya hemos señalado también con él, que lo paradojal consiste en
buena medida en esa apariencia, la cual se diluye apenas considera
mos cuidadosamente a lo que en ella se alude), como hemos ido se
ñalando, el filosofar exige un gran esfuerzo para ejercerse de manera
rigurosa y cabal en un enfrentamiento constante con las limitaciones
academicistas. Son innumerables los lugares de su obra en que Roig
ha tratado el problema. Hasta podríamos afirmar, sin exageración
ninguna, que no perdió ocasión para distanciarse reiteradamente de
esas rutinas esterilizantes. Vamos a enfocar algunos de esos lugares
que nos han parecido más relevantes y explícitos para perfilar cada
vez mejor su concepción del filosofar.
Para comenzar, es menester reconocer con toda claridad que
nuestro trabajo es académico y, por tanto, lo que requerimos es cues
tionar las pautas y la ubicación misma de lo académico en lo social.
«No se ha de olvidar, además, que la filosofía no es un quehacer de
los sectores populares, aun cuando todo ser humano sea filosófico,
sino que es fruto de una comunidad académica que ha estado, por lo
/ general, de espaldas a los sectores marginados y explotados»39. Y en
otra formulación quizá hasta más rotunda, si cabe:
Se trata, como necesariamente debemos declararlo de modo
franco, de par ticipar en la reconstrucción de una de las tantas ma
nifestaciones culturales atendiendo al proceso de lucha contra las
d iv e r s a s f o r m a s d e a li e n a c ió n d e r iv a d a s b á s ic a m e n t e d e n u e s t r a s i
t u a c ió n d e d e p e n d e n c ia , c o m o d e la v i g e n c ia d e u n s is t e m a d e re
la c io n e s s o c ia le s o r g a n i z a d o s o b r e la r e la c ió n e n tr e o p r e s o r e s y
o p r i m i d o s 40.
40 Historia de las Ideas..., pág. 107. Reivindicación del hombre sencillo y su sa
ber, en lo cual consiste, sin más, la alteridad. «Conciencia de alteridad que asegura la
desprofesionalización de la filosofía y nos revela, no precisamente el papel tardío y
excepcional que le cabe al filósofo, sino su lugar al lado de aquel hombre que por su
estado de opresión constituye la voz misma de la alteridad y en cuya existencia inau-
téntica se encuentra la raíz de toda autenticidad» (Teoríay crítica..., págs. 113 -114).
«Todo el secreto y toda la dificultad podrían ser enunciados diciendo que habrá que
elaborar un discurso de modo tal que el discurso del otro quede referido con su peso
propio y, en particular, con toda su fuerza ruptura!. La desprofesionalización de la fi
losofía será condición indispensable para esto, porque desprofesionalizarse no signi
fica inactividad, sino una actividad distinta de la de los «profesionales». La actividad
que supone el ejercicio de una dialéctica negativa» (Carta a Zdenek Kourím fechada
en Mendoza el 8 de diciembre de 1985, pág. 17).
41 Aventura..., pág. 94.
42 Aventura..., pág. 109.
43 Caminos..., pág. 32 (negritas en el original).
F i l o s o f a n d o .. 165
P o r c ie r t o q u e e sta « F i lo s o f ía Ib e r o a m e r i c a n a » n o es tal, ú n i
c a m e n t e , p o r q u e s u s f i ló s o f o s se h a y a n o c u p a d o d e A m é r i c a o d e
E s p a ñ a , o d e a m b a s , o d e l m u n d o i b e r o a m e r i c a n o c o m o t o t a li
d a d , q u e e s lo q u e e s t a m o s i n t e n t a [ n ] d o h a c e r a q u í. N o se tra ta d e
e so , p o r q u e s i d e e s o se tra ta ra , f i ló s o f o i b e r o a m e r i c a n o s e r ía c u a l
q u i e r i n v e s t i g a d o r d e e s o s q u e in s t a la d o s e n s u c u b í c u l o h a n p u e s
t o b a j o s u l u p a n u e s t r o m u n d o , a s í c o m o lo p o d r í a h a c e r u n n a
t u r a lis t a c o n s u s a n i m a l i t o s o s u s p la n t a s . N o , la c u e s t i ó n v i e n e
a q u í p o r el la d o d e a lg o q u e y a m e n c i o n a m o s . H a b í a m o s r e c o r d a
d o e s o d e q u e « n o s d u e le E s p a ñ a » o n o s « d u e le n u e s t r a A m é r i c a » ,
o s i m p l e m e n t e q u e n o s d u e le n u e s t r a tie rra , p o r q u e h a y m u c h a s
E s p a ñ a s y m u c h a s A m é r i c a s . P u e s b ie n , es ese d o l o r q u e a c o m p a
ñ a a l p e n s a r, el q u e h a c e q u e e se p e n s a r se c u a lif iq u e . Y ese d o l o r
n o es u n a m e r a c u e s t i ó n p s ic o ló g ic a , o u n s i m p l e s e n t i m e n t a l is
m o , es a lg o q u e n o s v i e n e p o r q u e el p e n s a r se d a a t a d o a u n m u n
d o d e r ie s g o s , d e a m e n a z a s , d e c o m p r o m i s o s , d e s u e ñ o s , d e u t o p í
as, e n fin , a u n le n g u a j e — a u n o d e n u e s t r o s t a n t o s le n g u a j e s —
q u e es u n m u n d o , q u e es t a n n u e s t r o m u n d o q u e n o h a y d if e r e n
c ia e n t r e él y c a d a u n o d e n o s o t r o s . U n a f i lo s o f ía p r o f u n d a m e n t e
a u t o r r e f e r e n c ia l, i n e v it a b le m e n t e a u t o r r e f e r e n c ia l y, p o r e s o m i s
m o , c a r g a d a d e u n e s p í r i t u d e p e r f o r m a t i v i d a d a j e n o a la s a c a d e
m i a s e n la s q u e la a u t o r r e f e r e n c ia lid a d y el e s p í r i t u p e r f o r m a t iv o
s u e l e n d is i m u l á r s e l o s c o n t o d o c u i d a d o p a r a q u e n o se d i g a q u e
h e m o s c a í d o e n lo i m p u r o 44.
H o r a c io C e r u t t i G u l d b e r g
(
En fin, se habría llegado en otros momentos de nuestra historia
al punto de desnudar al pensamiento academicista denominándolo
«servil» por su defensa conservadora y a ultranza de lo establecido48.
La ampliación y la apertura habrían apuntado siempre a salir de esa
jaula. M irada la Filosofía desde su relación con la dimensión que le
aporta la Historia de las Ideas, la ampliación metodológica «... ha
acabado sacándola, en el mejor de los casos, del encierro académi
co»49. Las metáforas de cierre, encierro y sus contrarias de apertura,
abertura, ampliación, etc. estarían plenamente justificadas en la me
dida en que sería «... el «modelo académico» al que justamente nos
oponemos, en el que la pretensión de universalidad se afirma en el
desconocimiento del contexto histórico-social desde el que se ha ori
ginado»50. Se caracterizaría entonces ese cierre, que es también eva
sión o fuga, por la ingenuidad de pretender el desconocimiento de
los propios orígenes. Orígenes instalados en la conflictiva social y
que, además, tendrían historia. Por eso Roig propondría, junto con
Augusto Salazar Bondy («en sus últimos años») y Leopoldo Zea, re
tomar «... esta ya vasta tradición que ha hecho de la filosofía latinoa
mericana un humanismo a pesar de los sucesivos academicismos que
se vienen dando desde la escolástica hasta nuestros días»51. Este hu
manismo renovado no podría prescindir de tomas de posición, de lo
axiológico inherente a todo filosofar, a riesgo de adoptar «... una po
sición ideológica que se ignora a sí misma como tal». El peligro con
sistiría en que «[a]l denunciar el ejercicio del juicio de valor como lo
que resta cientificidad al discurso, el nuevo academicismo, no se sal
va de lo ideológico, sino que produce una de las ideologías más peli
grosas de nuestro mundo contemporáneo»52. Y retomando la cues
tión tal como se planteaba a principios del siglo xix por Aiberdi,
brindaría una clave para entender no sólo el alcance teórico de este fi
losofar abierto, sino también el sentido y alcance que podría llegar a
tener la pretensión de sistematicidad. «Se propone [Aiberdi] un tipo
de filosofar, al que podríamos denominar “abierto” (“incompleto”),
que no niega la posibilidad de llegar a ser sistemático (“completo”),
( _____________
( Mariátegui, Buenos Aires, Biblos, 2003, 238 págs. y Marisa Muñoz, «Macedonio
Fernández: cartografías en clave filosófica», mecanuscrito inédito gentileza de la au
tora, aparte de otros trabajos incluidos en la bibliografía.
48 Caminos..., pág. 121.
49 Historia de las Ideas..., pág. 73.
50 Historia de las Ideas..., pág. 182.
51 Teoría y crítica..., pág. 187.
( 52 Teoría y crítica..., pág. 190.
(
(
F i l o s o f a n d o .. 167
c o m o u n i r h a c i é n d o s e s u p r o p i o m u n d o y a s í m i s m o , es d e c ir, u n
i r c r e a n d o lo s p r o p i o s c ó d i g o s d e s d e lo s c u a le s ese m u n d o p u e d e
s e r c o m p r e n d i d o d e n t r o d e d e t e r m i n a d o s h o r i z o n t e s d e u n iv e r s a
l i d a d 64.
Ese ir haciéndose tendría que ver con la idea que tenemos de no
sotros mismos, con nuestra identidad para decirlo de una vez, la cual
incluiría no sólo lo que somos, sino también y de modo constitutivo
lo que queremos, ansiamos, anhelamos y, desde nuestro punto de vis
ta, consideramos que debemos ser. No como aspectos añadidos ex
ternamente, sino como ingredientes que no podrían ser tomados por
separado sin desnaturalizar (deshistorizar) lo que efectivamente cons
tituimos.
L o s e n te s c u lm r a le s s o n lo s q u e n o s d e s c u b r e n p o r e s o m i s m o
e l v e r d a d e r o a lc a n c e d e lo q u e se h a d e n o m i n a d o « o b j e t iv id a d » o
« m u n d o o b j e t iv o » , q u e n o es s i n ó n i m o d e « re a lid a d » e n el s e n t i d o
d e u n a e x t e r io r i d a d a je n a al s u je t o , s i n o q u e es la m e d i a c i ó n in e
v it a b le q u e c o n s t i t u y e el re fe re n te d e t o d o d is c u r s o y lo in t e g r a
c o m o u n a d e s u s p a r t e s 65.
Estos dos ejes, según Estela, tendrían que ver con las dificultades
para reconstruir el Estado de Derecho en Argentina después de la «re
cuperación» de la democracia, en medio de la «abominable doctrina iK
de los dos demonios». En ese contexto, Roig impulsó fuertementel
^-una moral. de la emergencia. Por otro lado, situó el eje de crítica a la \
«ideología postmoderná». “En la próxima sección volveremos sobre
este último eje. Por el momento, nos interesa subrayar estas condi
ciones del retorno, que ponen sobre la mesa con más insistencia, si
cabe, las dimensiones prácticas del filosofar. El antecedente de la gue
rra de Las M alvinas dejó también su huella en los perfiles de ese re
torno73. Entrevistado en Quito, respondía así Roig a una pregunta
explícita:
E l re to rn o , so b re t o d o h a b ié n d o s e p r o d u c id o p re v ia m e n te u n
e x ilio , es t a n d u r o c o m o el e x ilio m i s m o . E l r e e n c u e n t r o c o n la
p r o p i a p a t r ia es r e e n c u e n t r o c o n u n m u n d o q u e , e n m u c h o s a s
p e c to s, se h a v u e lt o e x t r a ñ o . A d e m á s , h a y u n a s e rie d e p r o b l e m a s
d e c a rá c t e r e s p ir it u a l y h a s t a p s í q u ic o : h a y u n r e c h a z o p o r t o d o lo
q u e h a p a s a d o y h a y, a la v e z, u n d e s e o d e r e in c o r p o r a r s e al t e r r u
ñ o q u e n o d e ja d e s e r p r o p i o . E n v e r d a d , t a n d u r o es ir s e c o m o
v o l v e r 74.
1) H a c ia u n a f il o s o f ía p o p u l a r d e l a d e m o c r a c ia
2) M o r a l i d a d d e la p r o t e s t a
85 Ética..., pág. 34. Es interesante recuperar justamente del diálogo con Ramón
Plaza sobre «La ética del poder y la moralidad de la protesta» de 1991, las expresio
nes del mismo Ramón: «... hay un ética del sistema...»; «,;... no será que hay una con
tradicción entre una ética del poder y lo que podríamos llamar una moral de la pro
testa?»; «... de lo que se trata es de una moralidad de la protesta en contra de una
eticidad del poder...» (Rostro..., págs. 197, 198 y 199).
86 «Autoritarismo versus libertad en la historia de la educación mendocina
(1822-1974)», texto inédito mecanografiado, gentileza del autor.
87 Seguramente, de las primeras fue A driana A rpini en un trabajo sobre «Cate
gorías sociales y razón práctica» que no hemos podido consultar, pero que aparece
citado en dos ocasiones por Yamandú Acosta en el libro que mencionamos más aba
jo. «Adriana Arpini nos recuerda que tanto «moralidad» como «eticidad», significan i
ambos «costumbre» y que a partir de Hegel^... MORALIDAD (Moralitát) se refie
re al ámbito subjetivo, a la calidad o valor moral de una voluntad que obra por res
peto al deber, mientras que ET1CIDAD (Sittlicbkeit) señala la moralidad objetiva, el
conjunto de normas, costumbres, leyes que dan formáTaTm pueblo y que son sinte
tizadas en el Estado» (pág. 25, nota 5, mayúsculas y cursivas en el original; la cita se
reitera en pág. 48, nota 19). Nuevamente sin pretender ser exhaustivos podemos
consignar fas sugerentes y muy bien elaboradas reflexiones de Ricardo Salas Astrain
en su libro Etica intercultural. Ensayos de una ética discursiva para contextos culturales
F i l o s o f a n d o .. 177
... d e b e r í a m o s e n r iq u e c e r n u e s t r a p r o p u e s t a te ó ric a , e i n c l u s i v e re -
o r d e n a r la d e s d e u n a v i s i ó n m á s r ic a d e c ie r t o s i m p u l s o s q u e m á s
d e u n a v e z h a n s i d o v i s t o s c o m o o r i g i n a r i o s (principia natnralia).
M a s p a r a e s to t e n d r e m o s q u e re g r e s a r a e x p e r ie n c ia s e s p ir it u a le s (
o l v i d a d a s p o r c a u s a d e u n a p o s i c i ó n a n t r o p o c é n t r i c a q u e se e x p r e
s ó d e d iv e r s o s m o d o s 88.
d e u n a v e z se le h a a t r i b u i d o al s a b e r f ilo s ó f ic o , e lla le d e r iv a d e la
s e n s i b il id a d q u e t e n g a re s p e c t o d e lo s q u e l u c h a n c o n t r a t o d a s las
fo rm a s d e o p re s ió n .
93 Citado en «naturaleza...», pág. 363. Todo esto, sin olvidar, por cierto, la otra
cara indispensablemente complementaria del problema. En su exposición sobre «La
peregrina historia de la Provincia de Cuyo», a más de aportar datos sobre los límites
fantásticos’ — literalmente— que se le atribuían a la provincia, señalaba taxativa
mente en 1996: «El hambre y la miseria están entre los peores enemigos de la natu
raleza y no son problemas naturales, sino políticos y sociales» (en Mendoza..., 2.a ed.,
pág. 321).
180 H o r a c io C e r u t t i G u l d b e r g
97 Ezequiel Ander Egg, Hacia una pedagogía autogestionaria, Bs. As., Hurnani-
tas, 1989, pág. 173.
98 Universidad..., págs. 224-225.
182 H o r a c io C e r u t t i G u l d b e r g
4) Para u n a e s t é t i c a d e l a r t e im p u ro
f o r a le d a m o s u n m o r d i s c o a e sa r e a lid a d m e d ia t iz a d a , la q u e d
o t r a m a n e r a a c a b a r ía s i e n d o u n a r e p e t ic ió n e n la m u d e z 111.
114 Algo de esto había anticipado en dos trabajos muy anteriores que aluden al
tema de la belleza: «El pensamiento de Amadeo Jacques sus fuentes y evolución» de
1967 y «La naturaleza de la «poesía» en la estética de Eduardo Wilde» de 1970, in
cluidos en FUF..., págs. 219-250 y 251-2 6 4 respectivamente. Cfr. especialmente
págs. 228, 235 y 23 6 para el primero. Para ubicar mejor la sugerente figura de W il
de cfr. también: Elpesimismo de Eduardo Wilde. Notas sobre el origen y evolución de
sus ideasfilosóficas, Mendoza, Imprenta Oficial, 1970, 17 págs. Separata de Cuyo.
115 «Arte...», pág. 10. Esta cuestión de la «impureza» tiene connotaciones múlti
ples: artísticas, historiográficas, epistemológicas, morales, que se intersectan de ma
nera constitutiva en el filosofar nuestro. Por ello, Justino Fernández habría polemi
zado con Antonio Caso (cfr. Rostro..., págs. 140-142).
116 Cit. por Roig, «Arte...», pág. 11.
117 «Arte...», pág. 17, énfasis en el original.
118 «Acotaciones para una simbólica latinoamericana», en Prometeo. Revista de
Filosofía Latinoamericana, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, año 1, enero-
abril, 1985, núm. 2, pág. 7.
C uarta sección
1 Palabras finales del «Prólogo» de Arturo Roig a Horacio Cerutti Guldberg, Fi
losofar desde nuestra América. Ensayo problematizador de su «modus operandi», Méxi
co, Miguel Ángel Porrúa/UNAM, 2000, pág. 12.
2 Baltasar Gracián, E l Discreto, 1646. Fragmento citado como epígrafe por Roig
en Ética delpodery moralidad de laprotesta. Respuestas a la crisis moral ae nuestro tiem
po, Mendoza/ EDIUNC/2002, pág. 137, cursivas en el original (en adelante: Mo
ralidad...). V
3 Necesidad de una segunda independencia, Río Cuarto, Universidad Nacional de
Río Cuarto, 2003, pág. 35 (en adelante: Segunda Independencia...).
^1 H 1:0 H y
190 H o r a c io C E R u r n G u ld ber c
v ^r C
— f ^--------
fr . capítulo X «La filosofía de la historia mexicana», en Teoría y crítica...,
págs. 186 ss.
7 «La filosofía latinoamericana, la filosofía de la historia y los relatos» (Confe
rencia expuesta en el acto de otorgamiento del título de Doctor Honoris Causa,
Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, Managua, 12 de mayo de 1994), en
Aventura..., págs. 147-148.
8 Aventura..., pág. 156.
194 H o r a c io C e r u t t i G u l d b e r g
ción M exicana e n d o n d e e n u n c i a s u d o c t r i n a a c e rc a d e la c u lt u r a
d e s u p a t r ia a la q u e a c u s a d e im i t a t i v a y a c u m u l a t i v a [... y c it a a
C a s o : ] «... n o h e m o s r e s u e lt o a ú n el p r o b l e m a d e la d e m o c r a c ia , y
h e a q u í y a el s o c i a li s m o , b a jo s u f o r m a m á s a g u d a , la m á s g r a
ve...» .
la l u c h a p o r la d i g n i d a d h u m a n a , v a le d e c ir, p o r u n a i d e n t id a d e n
b r e g a c o n s t a n t e c o n t r a t o d a s la s f o r m a s d e a l i e n a c ió n 9.
>
)
c
(
196 H o r a c ío C E R L rrri G u l d b e r g
Con esto nos encontramos con otra de las tesis de Zea, a sa
ber, que Europa ha pensado bien las cosas, mas que no las ha apli-
cado en el mismo sentido, tarea esta última, la de «a plicar bien»,
que les compete a los países periféricos...
Todos estos planteos tienen como base el supuesto de la «ex
traña configuración» nuestra frente a la «conciencia europea» que
juega constantemente como modelo idealizado, «extraña configu
ración» que es causa además de nuestra no menos extraña doble
utopía: una, la de creer que podemos desprendernos del pasado e
ignorarlo y, la otra, la de que podemos construir un futuro desde
la nada18.
La cuidadosa lectura de Roig mostró algo a primera vista insóli
to en la reflexión del gran latiñoamericanista que fue Lepoido Zea. Y
;s que a la base de su reflexión se encontraba esta idealización inge
nua de lo europeo. Por ello, conviene insistir en la concepción de la
dialéctica, la cual fundaría estas consideraciones, donde la cuestión
nodal girará alrededor del alcance que se de al asumir’. «A su vez la
Aufhebungy clave de toda dialéctica, es definida poniendo todo su
peso en la positividad a la que expresa como “absorción”, “asimila
ción”, “incorporación”, “conservación” y, en fin, “mestización”» 19.
Con todo, Roig no rechazó de plano la noción de yuxtaposición.
Más bien, la percibió como un indicio a ser explorado, para apre
hender a cabalidad los modos en que nos colocamos frente a nuestra
propia historia y, añadiríamos, hasta las malas pasadas que nos puede
jugar el no radicalizar el trabajo autocrítico.
En verdad, la teoría de las «yuxtaposiciones» se nos presen
ta como un «relato» cuya importancia deriva del valor que asig
nemos al mensaje que metafóricamente nos envía. Por lo demás,
el paso de una mentalidad no-dialéctica a una conciencia dialéc
tica, resulta difícil de explicar, así como lo es el paso de la alie
nación a la autenticidad en Salazar Bondy. En efecto, la fórmula
24 Caminos..., pág. 115. Y, más adelante, insiste: «Lo más importante para un
pensamiento latinoamericano o iberoamericano sería no caer en tales formas discur
sivas, sino colocarse “antes que ellas” y determinar los modos de objetivación de los
que dependen, en relación con las distintas formas del saber práctico» (pág. 131).
25 Caminos..., pág. 131.
26 Historia de las Ideas..., pág. 83.
27 Historia de las Ideas..., pág. 45. Por cierto, ya anotamos en su oportunidad
j ue esta noción de generación está utilizada con gran flexibilidad y alude a varias ge-
eraciones cronológicas.
200 H o r a c io C e r u t t i G u ld b e r g
C o n e l m azo d an d o 203
(
204 H o r a c io C e r u t t i G u l d b e r g
48 «Mis tomas...», pág. 81. «... no faltó, por cierto, quien intentara convertirse en
un “Heidegger paralelo” intérprete americano del ser a partir de un Dasein terríco
la» (Moralidad..., pág. 30 y nota 34).
49 «Negatividad y positividad de la “barbarie” en la tradición intelectual argén- /
tina», en Arturo Roig (comp.), La Argentina del 8 0 ni 80. Balance socialy cultural de
un siglo, México, CCYDEL (UNAM), 1993, pág. 287. Conviene señalar que en este
trabajo el autor reconstruyó la tradición de pensamiento en que se inscribieron las
posiciones teluristas y ethológicas, por lo cual su lectura resulta indispensable para
comprender acabadamente sus críticas a las mismas. I
^ Ibídem, pág. 299.
. C o n el m azo dando 207
como que es necesario tener presente que esas clases son fenóme
nos históricos y que, por eso mismo, la categoría de «clase social»
no es «unívoca» .
Como era de esperar, la cuestión, entonces, no sería llanamente
terminológica, tampoco de mecanicismos o determinismos acríticos.
Más bien, consiste en una cuestión que se resolvería en términos de
la concepción misma de la dialéctica que se pusiera en obra.
De esta manera, el verdadero secreto de lo dialéctico no
puede encontrarse en la categoría de «totalidad», sino en
aquello que mueve hacia ella, la de «contradicción». De otro
modo nos quedaríamos en una dialéctica de la «reconcilia
ción» o, cuanto más, populista, que es en definitiva una re
conciliación simulada .
Estudiando la obra de Aiberdi, Roig exhibió las características del
populismo paternalista alberdiano y dejó indicada una línea de in
vestigación de gran relevancia para búsquedas ulteriores.
El humanismo que supone el paternalismo se nos muestra,
pues, como ilegítimo. Muestra una apertura, un reconocimiento
que, como acabamos de ver, no es tan espontáneo ni generoso
como se lo suele entender. Con ese humanismo, el discurso opre
sor habría dado con un eficaz modo de encubrimiento, el mismo
que se extenderá y renovará por obra de la conciencia liberal has
ta nuestros días y que estará en la base de los populismos latinoa
mericanos contemporáneos, con todas sus contradicciones68.
Aquí dejaba abierta también la vía de examen de otro aspecto tan
o más interesante que el del pueblo. Se trataba de las masas y de to
dos los sectores excluidos históricamente hablando, además, de que
le permitía visualizar las modificaciones del contenido del término
pueblo en diferentes momentos históricos. Con lo cual, una vez más
y por su fuera necesario, quedaba desacreditada la cuestión termino
lógica en cuanto al simplismo ingenuo de pretender eliminar ciertas
palabras... A propósito de las modalidades que fue adoptando la re
flexión en la obra de Aiberdi, señalaría Roig algunas de las variantes
de la noción de pueblo: de «gente decente» a «plebe», «gente baja,
nivel de una “moralidad” (entendida casi como una «naturaleza») por obra de una
“eticidad” represiva. En esta temática estamos actualmente» (pág. 1, reverso, subra
yados en el original).
88 Rostro..., pág. 118.
89 Rostro..., pág. 118. Enfasis en el original.
(
C on el m azo d a n d o 223
(
(
224 H o r a c io C e r u t t i G u ld b e r g
93 «Posmodernismo...», pág. 8.
94 «Posmodernismo...», pág. 9. Por cierto, para el caso de Roig esta última con
sideración, aunada a lo que ya hemos visto en el primer trabajo que acabamos de
examinar, deja sin sustento a la crítica, por lo demás no muy específica en su desa
rrollo, lanzacia un poco como al viento por Silvio Juan Maresca: «La filosofía latino
americana no sólo desaprovechó el posmodernismo...» («Filosofía y catalepsia», en
La Biblioteca..., pág. 286). Quizá por eso, tampoco sale de cierta nebulosa la metá
fora que da título a su artículo: «Como desarrollo explícito, la filosofía latinoameri
cana padece catalepsia, es decir, no está muerta aunque sí paralizada, pero como
perspectiva del pensar, como irreductibilidad de una diferencia y ejercicio de la sin
gularidad, vive soterrada aunque activamente en algunos textos y discursos» (pág.
287). No debe perderse de vista que, según Roig, el desplazamiento cuasi impercep
tible hacia la ultracrítica «... lo denuncia la presencia de Ja paradoja y de la hipérbo
le» (pág. 10).
(
. C on e l m a z o d a n d o 225
107 Caminos..., pág. 101 (anotemos de paso que la paginación de este artículo in
dicada en la nota 4, pág. 163 del trabajo sobre «Interculturalidad...», están equivoca
das y las correctas son: 89-113). Muy importante ha resultado este fragmento, ya ci
tado por Gündier Mahr (Die Philosopbie ais Magd..., págs. 232-233) y que Fornet
reiterara («Interculturalidad...», pág. 40) para rechazar la noción de etnofilosofía y
considerarla como indicio de una tendencia a subsumir, en este caso, al «paradigma
de la liberación» el «desafío» intercultural. Nos parece que esta segunda cuestión, bien
matizada por Fornet, no tiene en la expresión de Roig, sin embargo, nada que ver con
un cierto paradigma, modelo o movimiento, como otros lo han denominado, sino
con efectivas formas de teoría y praxis liberadora en que se debe inscribir el filosofar.
Por otro lado, en ningún momento equipararía Roig lo intercultural a lo etnofilosó-
fico. Más bien, insistirá en la importancia de impulsar esa reflexión y a ello añadirá,
además, la crítica al patriarcalismo. Nos parece que no se refirió a la etnofilosofía en
el sentido que le atribuyera, por ejemplo, Franz Martin Wimmer («Filosofía intercul
tural. ¿Nueva disciplina o nueva orientación en la disciplina?», en Estudios Internacio
nales, Ciudad de Guatemala, IRIPAZ, año 6, núm. 12, julio-diciembre de 1995,
págs. 1-19), aunque más no fuera porque en ningún momento le atribuyó renuncia
a la pretensión de universalidad. El artículo de Wimmer es muy sugerente, incluso
cuando muestra las dificultades ‘académicas’ para acceder a contextos específicos,
como es el caso de su (des)calificación de Martí por «ingenuo» (cfr. pág. 14). Por otro
lado, si lo cultural se refiere a contexto (por supuesto que muy bien redefinido y aco
tado), ¿no cabría hablar más bien de filosofía intercontextual y dejar de lado todas las
connotaciones y riesgos de los culturalismos, que muy bien indica en otros lugares
Raúl Fornet (cfr., por ej., págs. 39, 103, 118)? Finalmente, creemos que es muy de
safortunada y revulsiva con su propia propuesta la terminología que udlizara Raúl de
«grandes nombres» (págs. 28 y 76) y «nombres menores» (pág. 76). Demás está decir
que no pretendemos con esto, ni de lejos, sugerir que las cuestiones aludidas sean me
ramente terminológicas, pura disputatio de nomine. Para una visión de conjunto de la
propuesta de Raúl, remitimos a nuestro trabajo: «Dificultades teórico metodológicas
de la propuesta intercultural», en Antonio Sicíekum y Paulo Hahn (orgs.), Pontes In-
terciilturais, Sao Leopoldo, Nova Harmonía, 2007, págs. 9-23.
. C o n el m azo dando 231
Los puntos a debatir y precisar los enunció también con toda cla
ridad:
(f
— cuál sería el sentido de una relaciones de interculturalidad en
una sociedad capitalista escindida entre consumismo y «cul
tura de la pobreza»;
— cómo concebir y ejercer la interculturalidad sin tematizar las
voces (manifestadas en palabras, lenguas, gestos, etc.) diver
sas que exigen reconocimiento y una pertinente apreciación
de la oralidad;
— cómo tratar la cuestión del mestizaje cuando requiere un tra
tamiento cuidadoso, por su misma polisemia y por los usos y
manipulaciones de que ha sido objeto;
— íntimamente relacionada estaría la cuestión de la etnicidad
que requiere también una consideración especial y matizada
para recuperar la dimensión de lo nacional.
A propósito de algunos de estos puntos, conviene subrayar el én
fasis que ha seguido poniendo nuestro autor en las insuficiencias y
absuraos irracionales a que conducen los telurismo'^ en la necesidad
de no descuidar la «problemática de las clases sociales» (sobre lo que
sugestivamente anota: «y esperamos no equivocarnos») y en su insis
tencia en recurrir a su definición de texto, la cual incluye tanto la ma
nifestación oral como escrita del «universo discursivo»108.
Un antecedente importante de su consideración crítica del mes
tizaje se encontraba en su participación en una mesa redonda sobre el
tema en 1980 en Quito junto a Mario Monteforte Toledo, Roberto
Fernández Retamar y Agustín Cueva. A llí insistiría en que
... lo mestizo no es, sin embargo, nunca fruto de una «lectura» direc
ta [...] no es [...] una cuestión de naturaleza, sino que su determina-
| i t> ción deriva de un sistema social, mejor dicho, de un sistema codal
[...por eso] nos animaríamos a decir que el lugar de la mestización
donde tal vez podríamos ahondar su naturaleza y su modo de fun
cionamiento, se encuentra más que nada en el lenguaje109.
108 Cfr. «Interculturalidad...», págs. 172, 173 y 175. Es interesante anotar que,
desde una perspectiva racionalista andina — si cabe denominarla así— Mario Mejía
Huamán se muestra también muy crítico frente a la propuesta de la interculturali
dad y al estudio de la ‘filosofía andina’ efectuado desde esta perspectiva. Cfr. su Ha
cia una filosofía andina. Doce ensayos sobre el componente andino de nuestro pensa-
\miento, Lima, [¿edición del autor?], 2005, especialmente págs. 79-106 y 203-221.
109 «Exposición del Profesor Arturo Andrés Roig» como parte de la «Mesa Redon
da: mestizaje, cultura e ideología», en Argumentos, Quito, núm. 4, 1980, págs. 40 y 42.
232 H o r a c io C e r u t t i G u l d b e r g
E) REARME CATEGORIA!.
i HACIA UNA SEGUNDA INDEPENDENCIA
Aquí se impone movernos hacia otro terreno disciplinario que
aportó importantes enfoques a la reflexión nuestra. Y esos enfoques de
berían ser incorporados para superar, precisamente, las limitaciones
que implican pretender refugiarse en los confines de la conciencia^) I
Uno de los resultados más relevantes de las investigaciones so
cioeconómicas llevadas a cabo por la teoría de la dependencia, ha
sido el de dar un golpe definitivo a las explicaciones de los hechos
sociales y culturales, entendidos exclusivamente como cuestiones
de «mentalidad» y ha conducido a reubicar cualquier investiga
ción de formas de conciencia, al margen del ensayo tradicional l0.
La dependencia ha sido pensada en un sentido amplio por Roig.
Los enunciados de la «teoría» de la dependencia, mencionados en
esta ultima cita, se inscribían en un proceso de larga duración, du
rante el cual han tratado de enfrentar diversas situaciones de depen
dencia echando mano a diversas modalidades de conceptualización.
La lucha dio lugar, a principios del siglo xix a la primera Indepen
dencia. M uy pronto se advirtió que había sido insuficiente y seplan-
teó la necesidad de una Segunda Independencia, cuya idea «... ya se
encontraba en el pensamiento del Libertador...» . Aunque hay
quienes la atribuyeron inicialmente a los integrantes de la generación
del 37 en el mismo siglo x ix — «... brillante generación, tal vez la más
importante que haya tenido Argentina hasta la fecha...»— , los cuales
la entendieron como una cierta «emancipación mental»112. jEn «El
valor de la llamada “emancipación mental”» nuestro autor distinguía
de las Guerras de Independencia [...] Y una vez concluidas las guerras de Indepen
dencia, con el triunfo de las clases propietarias del suelo y de la comercialización de
sus frutos, los ideólogos de éstas comenzarán a hablar de la necesidad de una “se
gunda independencia”, la que para casi todos ellos consistió, crudamente, en una
verdadera guerra social — política, económica y hasta pedagógica— contra las clases
inferiores que habían hecho de carne de cañón en la lucha contra el poder español»
(págs. 19, 20 y 37).
113 F U F ..pág. 68, énfasis en el original.
114 p ¡jp ^ pág 72. Por cierto, valdría rastrear el tratamiento de lo paradojal en
la obra de Roig. Por de pronto, anotemos lo que afirmaba en un sugerente estudio de
! 977, incluido un poco más adelante en el mismo libro, sobre Eduardo Wilde, quien
utilizó «... la paradoja, método de claro sentido social, que apunta a romper con las
C
“opiniones” establecidas a fin de mostrar la necesidad de su abandono» (pág. 260).
234 H o r a c io C e r u t t i G u l d b e r g
... C o n e l m a z o d a n d o 235
(
236 H o r a c io C e r u t t i G u l d b e r g
123 Cfr. Aventura..., págs. 87, 89 y 90. Aquí vienen a cuento, también, sus con
sideraciones ya señaladas a Yamandú Acosta: «Ahora bien, si por miedo a caer en he
gelianismos, rechazamos todo principio de “continuidad y de unidad de sentido” de
los momentos del pasado, pues, se acabó la historia. Según el modo como Ud. in
terpreta nuestro emergentismo y, a su vez, según el modo como lo interpretamos a
Ud., o somos hegelianos, o no hay historia» (el 18 de diciembre de 1994 desde Men
doza, pág. 2).
1 Rostro..., pág. 185.
125 No es menester subrayar, una vez más, la intencionalidad fuertemente iróni
ca del decir de nuestro filósofo. «Pensar la mundialización desde el Sur», en Edgar
Montiel y Beatriz G. De Bosio (eds.), Pensar la mutidiaUz/ición desde el Sur, Asun
ción, Paraguay, UNESCO/Universidad Católica/Konrad Adenauer Stiftung/Corre-
dor de las Ideas del Cono Sur, 2002, pág. 57.
238 H o r a c io C e r u t t i G u l d b e r g
... entre ellas, las que se ejercen en nuestro mundo actual median
te una recolonización del orbe que ha generado ai mismo tiempo
y necesariamente, el consumismo y el hambre y al que podríamos
definir con la misma definición que Aiberdi da de la guerra:
«como un monopolio industrial de una clase que lo cultiva en su
interés»126.
t davala «... desde su posición cíe historicista empírico que encuentra sus raíces en afir-
"ñacíbnes visibles...» («Un paradigma», en. Autenticidad..., pág. 78. Hemos destáca
lo en negrita la variante en la cita, la cual proviene, probablemente, del texto origi-
lal y no de la versión virtual a la que hemos acudido). Antes, en su texto ya citado
le 1999, Carlos había atribuido, por un error que tuvo la gentileza de aclararnos, a
orge Gracia esta expresión, cfr. pág. 35. En el mismo volumen de homenaje seña-
iría Fernando Ainsa: «... había admirado la modestia del “historicismo empírico”
como felizmente lo ha definido Horacio Cerutti) que practicaba como método de
nvestigación...» («El pensamiento latinoamericano y su aventura», en Autentici
dad..., pág. 15).
10 Ibídem, págs. 44-45. En carta a Carlos Pérez Zavala, fechada en Mendoza el
’.O de diciembre de 1994, Roig aclararía: «... mi “empirismo” muy poco o nada tie-
te que ver con cientificismos o positivismos, tal como por tu parte lo has obsérva
lo». A propósito, Roig señaló en su oportunidad un matiz muy relevante: «La his-
oricidad, es por lo dicho, una empeiría y el hombre, en cuanto sujeto histórico, un
ujeto émpeiros, con lo cual no se quiere decir que haya elaborado o acumulado esta
>aquella experiencia, sino que es capaz de hacerlo» (Teoríay crítica..., pág. 76, cur-
ivas en el original, negritas nuestras).
244 H o r a c io C e r u t t i G u l d b e r g
19(Rostro.)., págs. 166 y 168, cursivas en el original. Para aquellos tentados a atri
buir áunpresunto orteguismo estas «circunstancias», les transcribimos el siguiente
fragmento de otro lugar: «Las circunstancias hacen a l hombre— dicen Marx y Engels
en La Ideología alemana— en la misma medida en que éste hace a las circunstancias,
ideas que se vuelve[n] a repetir en la Tercera de las Once Tesis sobre Feuerbacli, en
donde precisamente se rebate el materialismo de la época» (Rostro..., pág. 126, cur
sivas y negritas en el original). En referencia a las mismas consideraciones de Marx,
expresaría: «Teniendo en cuenta lo que venimos diciendo estaría por darle la razón
al filósofo chileno Carlos Ossandón, quien en un trabajo suyo titulado “Una histo
ria de la filosofía en Chile” (Santiago, Estudios Sociales, núm. 77, 1993) ha dicho que
“Con Roig se cierra el ciclo de la influencia orteguiana en Historia de las ideas”» (en
la ya citada carta a Yamandú Acosta).
248 H o r a c io C e r u t t i G u l d b e r g
Justamente por haber cumplido con esas tareas nos queda (deja)
una ingente labor por delante. Y es que la lectura y estudio de la obra
de Roig no nos exime, sino que exige prestar mayor atención a las ri
cas manifestaciones de nuestro pensamiento, al fruto de autoras y au
tores, cuyo estudio acucioso nos permitirá proveernos de todo el ins
trumental y los fecundos enfoques que han sido puestos a la
disposición en esta segunda mitad del siglo xx. Por ello, no podemos
menos que considerar este texto nuestro como un prolegómeno oja
lá viabilizador de esa tarea.
No resistimos, tampoco, a la tentación de traer a cuento lo que
señalaba, con gran capacidad de síntesis y en depurado lenguaje roi-
giano, Adriana Arpini a propósito de Eugenio María de Hostos. Pen
samos que conviene aplicarlo en grado superlativo al conjunto de los
escritos y la obra de Roig, como evaluación de su aporte, dado que
... constituyen una clara muestra de ese m odo característico del fi
losofar latinoam ericano, por el cual un sujeto asume com o valio
so ocuparse con las necesidades y los problemas de su circunstan-,
cia; apela a los elementos teóricos del filosofar epocal, ya sean
académicos o no, ya form en parte de las orientaciones hegemóni-s
cas del pensar o no; hace de un sistema, cualquiera sea su catego
ría, una herram ienta reformulable en función de sus propios fines;
esgrime esas herramientas en la busca de soluciones y expresa con
ellas un discurso que emerge com o form a legítima de autoafirma-
ción; construye categorías y símbolos a través de los cuales recu
pera el legado y se abre al futuro, confiriendo valor programático
28 «... siempre y cuando no entendamos por tal [«... que nuestro inicio está dado
por una facticidad...»] un hecho bruto, una facticidad pura, pues no hay facticidad
sino en la medida que ella se inscribe en una comprensión y una valoración» y, más
adelante, «Aquella facticidad de la que partimos no es como habíamos dicho, una
facticidad pura...» («Función actual...», págs. 137, énfasis en el original y 145).
29 «Función actual...», págs. 140-141, cursivas en el original, negritas nuestras.
30 «Función actual...», págs. 144-145. Además de lo planteado en Teoría y críti
ca... sobre (Virasoro (cfr. págs. 162-169) conviene releer su estudio: «El neoplato
nismo aporético de Miguel Ángel Virasoro», en Cuadernos de Filosofía, Buenos Ai
res, UBA, núm. 25,, 1973) págs. 215-234. \
'— ^ v3
,cr> \j
252 H o r a c io C e r u t t i G u l d b e r g
muchas de las cuales todavía apenas vislumbradas. Por ello las pala-
mas del fdósofo ruso Valentin Vbloshinov, pronunciadas en un tiem-
oo que nos aparece ahora como muy lejano y hasta extemporáneo,
merecen ser meditadas en todo su alcance y vigencia actual.
Es característico que la sistematización se sustente por lo co
mún (si no de modo exclusivo) en el pensamiento de algún otro.
Los verdaderos creadores, iniciadores de nuevas corrientes ideoló
gicas, nunca son sistematizadores formalistas. La sistematización
aparece en escena en una época que se atribuye el dominio de un
cuerpo prefabricado y heredado de pensamiento autoritario. Tie
ne que haber sido precedido por una época creativa; entonces y
sólo entonces comienza la sistematización formalista; empresa tí
pica de herederos y epígonos que se consideran en posesión de la
palabra, ahora muda, de algún otro. La orientación en el flujo di
námico del proceso generativo nunca puede ser de carácter formal
y sistematizador34.
No se trata de caer en esa trampa, intentando poner corsés al
fluir del filosofar. Lo que se nos impone es no renunciar al esfuerzo
riguroso, sabedores de que no podremos abandonar la creatividad in
telectual, porque viene exigida por la creatividad social que se expre
sa casi siempre de modo tumultuario en nuestra cotidianidad. Ya lo
decía con expresión contundente y en aquella ocasión muy especial a
la que hemos tenido ocasión de referirnos anteriormente, Nolberto
Espinosa: «Umpensador en Latinoamérica sin perfd político es un
fracasado o un pillo, que vive de la filosofía...»35. Al reconocer la mag
na obra de Arturo Andrés Roig la instalamos como un hito frente al
cual sólo cabe un antes y un después. Pero, resulta que para colocar
se legítimamente en ese ‘después’ es menester estar a la altura del es
fuerzo intelectual roigiano . Sino el ‘después’ puede constituirse en
gativa», «rigor, precisión y una buena dosis de erudición», «hito», «trabajo de redes
cubrimiento», «muy denso», «brillante análisis», «ha señalado los rumbos», «voz pro
funda y sabia», «capacidad de estimular nuevas investigaciones» y así podríamos con
tinuar enumerando largamente estas constantes, tan difíciles de lograr y, sobre todo,
de mantener en la dificultosa labor de investigación.
37 Quizá porque como Sancho debiéramos exclamar: «No sé qué mala ventura
es esta mía [...] que no sé decir razón sin refrán, ni refrán que no me parezca razón;
pero yo me enmendaré, si pudiere» (Miguel de Cervantes, El Quijote, parte II, cap.
LXXI).
Bibliografía1
1 Entre paréntesis incluimos la abreviatura con la que ciertas obras son citadas
en el texto de nuestro trabajo. Al final (inciso h) incluimos un listado de estas abre
viaturas para facilitar la localización de los textos. Conviene también indicar la tarea
casi detectivesca de rastreo y ubicación de las distintas ediciones y versiones de los
textos de Roig que quien lo lea deberá efectuar. Por supuesto, eso no lo considera
mos ningún demérito, sino una muestra más del poder de penetración y de recep
ción de su obra. A modo de colaboración en esa labor necesariamente colectiva he
mos procurado brindar aquí las indicaciones más completas y precisas de las que nos
nan sido finalmente asequibles.
256 H o r a c i o C e r u t i 'i G u l d b e r g
B) O B R A S C O N SU L T A D A S D E A R T U R O A N D R É S R O IG 2
■ IB U O G R A FÍA 263
C) CORRESPONDENCIA3
1958, el 13 de enero desde Buenos Aires, de Coriolano Alberini.
1958, el 3 de marzo desde Bahía Blanca, de Ezequiel Martínez Estrada.
1969, el 7 de octubre desde Mendoza, de Demetrio Náñez González.
1969, el 19 de octubre desde Montevideo, de Arturo Ardao.
1969, el 31 de octubre desde Adrogué, de Luis Felipe García de Onrubia.
1969, el 2 de noviembre desde Adrogué, de José Luis Romero.
1969, el 10 de noviembre desde Santa Fe, de Domingo Buonocuore.
1969, el 15 de noviembre desde Bahía Blanca, de M. B. Trías.
1969, el 7 de diciembre desde Madrid, de Américo Castro.
D) DEDICATORIAS Y AGRADECIMIENTOS4
1968 «A Angélica Mendoza, recuerdo agradecido» (Luces..., pág. 7).
1969 «Expresamos nuestro agradecimiento más reconocido a todos los
que de una u otra manera nos han ayudado a dar forma a este
ensayo sobre Los krausistas argentinos, en particular al Doctor
Diego Abad Santillán, al Doctor Noel Salomon, al Profesor
Adolfo E. Atencio, al Profesor Diego F. Pró, al Profesor Arturo
García Astrada, al Doctor Américo Calí, al Profesor José A. Bar
bón Rodríguez, a los profesores Enrique y Emilia Zuleta Alvarez,
al Señor Enrique Franck Roig y al Doctor Carlos Alves» (Kran-
sistas..., pág. 13, (*)).
1972 «Dedicatoria. A los Profesores Mr. Pierre-Maxime Schuhl y Sr. Fran
cisco MafFei como expresión de agradecimiento y amistad. A todos
4 Nos ha parecido de gran valor consignar, para poder compararlas y leerlas, por
así decirlo, ‘de conjunto’ (recordando la sutil sugerencia de Juan Pellicer...) las elo
cuentes y significativas dedicatorias incluidas por Roig en sus trabajos. Algo similar
habría que hacer con muchos de sus epígrafes. Empecemos, de momento, con las
dedicatorias.
B ib l io g r a f ía 267
E) ENTREVISTAS A A. A. ROIG5
1985 «Latinoamérica pensada como una utopía positiva», en Mendoza.
Diario Independiente de la mañana, Mendoza, Argentina, domin
go 18 de agosto de 1985 (la fotocopia de que disponemos no in
dica entrevistador ni paginación).
1985 G a b r i e l u , Andrés H., «Arturo Roig. La filosofía al servicio del
pueblo» (la fotocopia de que disponemos no dice periódico ni
año, pero suponemos que es 1985 y en el diario Los Andes de
Mendoza, Argentina).
1991 «La ética del poder y la moralidad de la protesta (Diálogo con Ra
món Plaza)», Buenos Aires, Utopias del Sur (reproducida en Ros
tro..., págs. 193-199).
1992 G a br e e lli , Andrés H., «Entrevista a Arturo A. Roig», en Quinto
Centenario, Mendoza, Colección Primera Fila, 1992, págs. 7-23.
1993 F o r n e t - B e t a n c o u r t , Raúl y T r a in e , Martin, «Mis tomas de po
sición en filosofía» (entrevista realizada el 4 de julio de 1991 en
Frankfiirt), en Concordia, Aachen, núm. 23, págs. 76-91 («Mis to
mas...»). Reproducido con el título «Posiciones dentro de un filo
sofar», en Rostro..., págs. 200-217. También en alemán «Meine
Stellung in der Philosophie», en Günther Mahr, Die Philosophop-
hie..., págs. 301-323 (A).
1993 P i n e d o , Javier, «Una trayectoria intelectual. Entrevista con Arturo
Andrés Roig», en Estudios Latinoamericanos. SOLAR, Santiago de
Chile, Sociedad Latinoamericana de Estudios sobre América Lati
na y el Caribe, Sección Chilena. Reproducida en Universidades...,
págs. 287-310 (citamos por esta última versión como «Trayecto
ria...») (B).
1994 F e r n á n d e z , Raquel, «Filosofar es una actividad arriesgada. Entre
vista con Arturo Andrés Roig», en Brujida para leer, Managua,
CD con entrevistas...
1994 C á c e r e s , Andrés, «Con Arturo Andrés Roig, pensador reconocido
internacionalmente. La filosofía latinoamericana», en Los Andes,
Mendoza, domingo 18 de septiembre, 6 .a sección.
1994 B a l s e c a , Fernando, «Arturo Andrés Roig: el más ecuatoriano de
los argentinos», en El Comercio, Quito, domingo 20 de febrero,
pág. B-3.
1996 H e r r e r o , Alejandro y H e r r e r o , Fabián, Las Ideas y sus Historia
dores. Unfragmento del campo intelectual en los años noventa, Santa
Fe, Argentina, Universidad Nacional del Litoral, págs. 117-133
(Las Ideas...) (C).
F) TRABAJOS CONSULTADOS
SOBRE ARTURO ANDRÉS ROIG6
1957 Nota bibliográfica (NB) acerca de su estudio sobre Agustín Álva-
rez, en LosAndes, Mendoza, domingo 14 de julio.
1958 NB acerca de su estudio sobre Agustín Álvarez, en Los Andes,
Mendoza, domingo 30 de marzo.
1958 Nota sobre la Academia de Bellas Artes, en Los Andes, Mendoza,
jueves 1 2 de junio.
1958 NB acerca de Agustín Álvarez, en La Nación, Buenos Aires, do
mingo 1 2 de septiembre.
1959 NB acerca de Agustín Álvarez, en La Nación, Buenos Aires, do
mingo 15 de febrero.
1961 NB acerca de Manuelo Antonio Sáez, en LosAndes, Mendoza, 21
de mayo.
1961 NB acerca de Manuel Antonio Sáez, en La Nación, Buenos Aires,
30 de abril.
1962 P a l a v e c i n o , Juan Carlos, «El pensamiento de Don Manuel Anto
nio Sáez», en El Tiempo de Cuyo, Mendoza, 4 de febrero.
6 Los números romanos en negrita y entre paréntesis son para identificar las
abreviaturas utilizadas. Por generosidad del autor tuvimos acceso a parte del archivo
de los comentarios y repercusión de su obra. Los datos y referencias disponibles he
mos decidido incorporarlos también aquí.
270 H o r a c io C e r u t t i G u i d b e r g
280 H o r a c io C e r u t t i G u l d b e r g
(
blica Argentina, invierno de 2005, núm. 2-3, edición doble dedi
cada al tema: «¿Existe la filosofía argentina?», págs. 396-402.
2005 G o n z a l o F e r r e y r a , Luis, La morale de Vémergence chezArturo An
drés Roig, París, Université Paris 8 , Vincennes/Saint-Denis, mé-
moire de DEA, 128 págs.
í 2005 M a r t í n F i o r i n o , Víctor, «Dall’etica della liberazione alfetrca in-
terculturale latinoamericana», en Pió Colonnello (a cargo de), Fi
losofía e política in A?nerica Latina, Roma, Armando Editore,
2005, págs. 127-132.
2005 P e s q u í n , Natalia, L i c e a g a , Gabriel y N i e t o , Gustavo, «Arturo
Andrés Roig. Etica del poder y moralidad de la protesta», comen
tario en Revista Estudios de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas,
Mendoza, CRICyT, año 6 , núm. 6-7, diciembre, págs. 195-196.
( 2005 C a m p u z a n o A r t e t a , Alvaro, «Sociología y misión pública de la
universidad en el Ecuador: una crónica sobre educación y moder
nidad en América Latina», en Pablo Gentili y Bettina Levy
( (comps.), Espacio público y privatización del conocimiento. Estudios
sobre políticas universitarias en América Latina, Buenos Aires,
CLACSO, págs. 401-462 (fotocopiado).
2005 F e r n á n d e z N a d a l , Estela, «La condición humana como proble
ma filosófico en Arturo A. Roig. La conformación de la subjetivi
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2006 S a u e r w a l d , Gregor, «Liberación y reconocimiento: el problema
( de las relaciones entre ética y liberación. Por una alianza de las fi
losofías críticas occidentales en su lucha contra las ideologías do
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(
B i b l i o g r a f ía 281
7 Los números romanos en negrita y entre paréntesis son para identificar las
abreviaturas utilizadas.
282 H o r a c io C e r u i t í G u l ijb e r g
B ib l io g r a f ía 287
(
288 H o r a c io C e r u t t i G u l d b e r g
H) ABREVIATURAS UTILIZADAS
POR ORDEN ALFABÉTICO8
«Arte...» (30).
Autenticidad... (II).
Aventura... (18).
Bolivarismo... (12).
«Cabalgar...» (31).
Caminos... (25).
«Cuatro tomas...» (14).
«Dificultades...» (28).
«El discurso utópico...» (15).
El sigilo... (III).
Esquemas... (5).
Filósofo e historiador... (I).
FUF... (7).
«Función actual...» (4).
Historia de las ideas... (16).
Humanismo... (10).
^Interculturalidad...» (29).
Krausismo... (2).
:<La “crisis”...» (19).
:<La experiencia...» (8 ).
La Mesa... (IV).
Las Ideas... (C).
«Lenguaje...» (24).
Luces... (1).
Mendoza... (21).
;<Mis tomas...» (A).
Montalvo... (11).
Moralidad... (26).
Narrativa... (13).
«naturaleza...» (2 0 ).
Platón... (3).
«Posmodernismo...» (23).
Rostro... (17).
Segunda Independencia... (27).
Semiótica... (9).
Teoríay crítica... (6 ).
«Trayectoria...» (B).
Universidad... (22).
COLECCIÓN RAZÓN Y SOCIEDAD
Ú l t im o s t ít u l o s p u b l ic a d o s