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PREFACIO
El manifestó descolonial de Houria
Bouteldja: Del grito secular moderno
occidental “Patria o muerte” a la invocación
sagrada “Allahou Akbar”
R a m ó n G r o sfo g u e l
de la T]
24 ,
Los blancos losjudíos y nosotros
que queda es un hombre muerto y un hombre libre”.3 Sartre
no jugó jamás de pacifista. Lo demostró una vez más en 1972,
durante los Juegos Olímpicos de Múnich. Acorde con sus
compromisos en Argelia, considera que el terrorismo es, cier
tamente, “un arma terrible”, pero que a los oprimidos no les
queda otro camino. Para él, el atentado de Septiembre Ne
gro, que le quitó la vida a once miembros del equipo israelí,
es “perfectamente exitoso”, dado que la cuestión palestina fue
así posicionada ante millones de telespectadores por todo el
mundo, “más trágicamente de lo que nunca lo fue en la o n u ,
en donde los palestinos no están representados”.4
A Sartre le voló la sangre. No me cuesta nada imaginar su
desgarro al tomar posición en favor de Septiembre Negro. El
se mutiló el alma. Pero el golpe mortal no fue dado. Sartre
sobrevivió porque el hombre del prólogo a Los condenados de la
tierra no terminó su obra: matar al Blanco. Sartre no es Ca-
mus, pero tampoco Genet, pues, más allá de su empatia por
los colonizados y su legítima violencia, para él nada podría
destronar la legitimidad de la existencia de Israel.
En 1948 se posicionó a favor de la creación del Estado
hebreo y defendió la paz sionista, por “un Estado indepen
diente, libre y pacífico”. A semejanza de Simone de Beauvoir,
apoya la inmigración de judíos a Palestina.5 “Es necesario
darle armas a los hebreos: he aquí la tarea inmediata de las
Naciones Unidas”, proclama. No podemos desentendemos
de la causa hebrea, a menos de que aceptemos que se nos
Kl n e g ro venía a p e d ir le al b lan co un le c h o , c in c o d ó la re s o
una c arta al jue/.. V era a m o r lo qu e el B lanco le p edía al n eg ro .
P ero d if íc ilm e n te era c apa/, de* d ar a q u e llo qu e el m ism o venía a
buscar. Kl p re c io era m u y e levad o . I lab ia muc ho q u e perder. Y
el n e g ro lo sabía. C u a n d o se sabe eso ele un h o m b r e , a u stedes
les es im p o sib le o d ia rlo , p ero , a m e n o s ele q u e él no se c o n v ie rta
en su s e m e ja n t e , a u stedes les será im p o s ib le a m a r l o . 1'
i
Ustedes, los judíos
¡Qué coraje!
Una Blanca en señal de admiración hacia una
beurette1 escapada de un gulag familiar.
P refacio
Ramón Grosfoguel....................................................... 5
A g r a d e c im ie n t o s ...................................................... .............................. 19
¡F u s il e n a S a r t r e ! .................................................................................. 23
U s t e d e s , los B l a n c o s ......................................................................... 35
U s t e d e s , los j u d í o s ............................................................................... 51
N o so t r o s , los in d íg e n a s .................................................................. 89