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El duende que jugaba canicas.

María de Samaniego.

Una noche fui a una fiesta con mis amigos y estuve bailando un buen rato,
luego me aburrí y decidí irme para mi casa. Iba yo caminando por la calle
cuando llegué a un terreno baldío cercado con alambre de púas, una
cerca muy alta. Apenas lo pasé que veo en el corredor de una casa a un
niño jugando a las canicas; eran como las dos de la mañana y pues me
pareció raro, ¡muchacho canijo, qué haces a estas horas! —le dije. El
chamaco nada más se me quedó mirando. ¿No oyes? te estoy hablando,
ahorita no son horas para jugar. Dime dónde vives para llevarte —le
pregunté. El niño: en silencio. ¿Adónde vives? ¿Qué no sabes hablar?
Nada más negó con la cabeza. Pues si no sabes hablar, me vas a decir en
qué casa vives. Y que me dice sí con la cabeza, se agarró de mi mano y
me fue jalando. Entonces empezó lo feo, porque el chamaco me llevaba
hacia el solar cercado. ¡No hombre, allí no vamos a entrar! ¡No hay paso!
—le dije. Pero el niño me jalaba, tenía mucha fuerza. Llegamos al
alambrado y que lo traspasa, sin arañarse siquiera. ¡Ay, yo quería soltarlo
pero no me dejaba!, entonces que le veo los ojos y los tenía como brasas,
rojos y brillantes. ¡Ave María purísima! ¡Dios mío!, empecé a gritar y que se
desvanece el chamaquito. Luego me agarró un frío, un temblor y me eché
a caminar hasta llegar a mi casa. No, con eso no me quedaron ganas de
volver a ningún baile.
Los ratones y el gato.

Esopo.

Una gran familia de ratones vivía en una gran mansión. La vida fue siempre
buena con ellos ya que siempre había comida en abundancia, sobre todo
en la cocina.
Pero un día, el dueño de la casa trajo un gato. Desde entonces la vida de
los ratones fue miserable.
El gato merodeaba día y noche. Los ratones no osaban salir de sus
madrigueras porque el gato estaba siempre al acecho.
Con el paso de los días los ratones estaban más y más débiles porque no se
aventuraban a salir de sus madrigueras para buscar comida.
Finalmente, un viejo ratón dijo: “No podemos continuar así o moriremos de
hambre y de sed muy pronto. Tenemos que encontrar un modo de
ocuparnos del gato”.
“Efectivamente, tenemos que idear un plan” dijo otro ratón. “Reunámonos
todos los ratones esta noche y veamos si podemos pensar en algo”.
Enseguida anocheció. Todos los ratones se habían juntado en el lugar
acostumbrado de reunión en la casa.
El ratón más anciano se aclaró la voz y dijo: “Estoy seguro de que ninguno
de nosotros ha sido feliz últimamente debido a nuestro común enemigo, el
gato”.
Todos los ratones asintieron con la cabeza.
El anciano ratón continuó: “Tenemos que actuar juntos y pensar en un plan
para deshacernos del gato sino un día vamos a acabar siendo su comida”
Unos de los ratones sugirió matar al gato y a todos los demás le pareció
una buena idea.
De modo que los ratones empezaron a idear la mejor manera para matar
al gato. Pero tan pronto como uno proponía un plan los demás lo
rechazaban porque era inviable.
Por fin, un joven ratón dijo: “Es posible que no podamos matar al gato pero
quizás podamos pensar en algo para saber su paradero. De esa forma,
cuando sepamos que viene tendremos tiempo para salir corriendo”
Los otros ratones aplaudieron la propuesta.
El joven ratón continuó: “Tengo un plan. Es realmente simple. Todo lo que
tenemos que hacer es colgar un cascabel alrededor del cuello del gato.
Por donde vaya sonará.
Si el cascabel es grande podremos incluso escuchar cuando el gato está
viniendo antes de que esté demasiado cerca.
Todos los ratones saltaron de alborozo y aplaudieron la idea.
De repente, un ratón sabio dijo: “Esa es una idea brillante. Ahora..
Quién pondrá el cascabel al gato?”
Los ratones y el gato.

Esopo.

Una gran familia de ratones vivía en una gran mansión. La vida fue siempre
buena con ellos ya que siempre había comida en abundancia, sobre todo
en la cocina.
Pero un día, el dueño de la casa trajo un gato. Desde entonces la vida de
los ratones fue miserable.
El gato merodeaba día y noche. Los ratones no osaban salir de sus
madrigueras porque el gato estaba siempre al acecho.
Con el paso de los días los ratones estaban más y más débiles porque no se
aventuraban a salir de sus madrigueras para buscar comida.
Finalmente, un viejo ratón dijo: “No podemos continuar así o moriremos de
hambre y de sed muy pronto. Tenemos que encontrar un modo de
ocuparnos del gato”.
“Efectivamente, tenemos que idear un plan” dijo otro ratón. “Reunámonos
todos los ratones esta noche y veamos si podemos pensar en algo”.
Enseguida anocheció. Todos los ratones se habían juntado en el lugar
acostumbrado de reunión en la casa.
El ratón más anciano se aclaró la voz y dijo: “Estoy seguro de que ninguno
de nosotros ha sido feliz últimamente debido a nuestro común enemigo, el
gato”.
Todos los ratones asintieron con la cabeza.
El anciano ratón continuó: “Tenemos que actuar juntos y pensar en un plan
para deshacernos del gato sino un día vamos a acabar siendo su comida”
Unos de los ratones sugirió matar al gato y a todos los demás le pareció
una buena idea.
De modo que los ratones empezaron a idear la mejor manera para matar
al gato. Pero tan pronto como uno proponía un plan los demás lo
rechazaban porque era inviable.
Por fin, un joven ratón dijo: “Es posible que no podamos matar al gato pero
quizás podamos pensar en algo para saber su paradero. De esa forma,
cuando sepamos que viene tendremos tiempo para salir corriendo”
Los otros ratones aplaudieron la propuesta.
El joven ratón continuó: “Tengo un plan. Es realmente simple. Todo lo que
tenemos que hacer es colgar un cascabel alrededor del cuello del gato.
Por donde vaya sonará.
Si el cascabel es grande podremos incluso escuchar cuando el gato está
viniendo antes de que esté demasiado cerca.
Todos los ratones saltaron de alborozo y aplaudieron la idea.
De repente, un ratón sabio dijo: “Esa es una idea brillante. Ahora..
Quién pondrá el cascabel al gato?”
El gallo vanidoso.

Juan M. Salguero

En tiempos remotísimos, el Creador dispuso que todas las aves debieran


tomar el estado del matrimonio, al igual que lo establecido para el género
humano.
Con este fin, se dieron a conocer avisos y bandos por todas partes, para
que todas las aves que estaban en la edad juvenil concurrieran a un
matrimonio masivo en una fecha determinada.
No era nada bueno, pensó el Creador, que los animales con plumas se
quedaran sin formar parejas consagradas. Las aves deberían ser entre los
animales ejemplo vivo de una vida ordenada y honesta.
Todas las aves, desde las más diminutas como el pájaro mosca, hasta las
más grandes como el avestruz, se prepararon afanosamente como mejor
pudieron para las bodas que se realizarían en una ceremonia grandiosa y
solemne.
Llegado el día, las palomas fueron las primeras en presentarse al templo
convenientemente ataviadas. Luego llegaron los cisnes, los pavos reales,
los gansos, los faisanes, las gaviotas, las águilas... En fin, toda la familia
emplumada. Faltaban poco minutos para dar comienzo a la ceremonia y
todas las aves esperaban con fervor religioso la bendición celestial. La
única ave que se encontraba sin su pareja era gallina. La pobre estaba
nerviosa y preocupada mirando a todas partes. Angustiada esperaba a su
consorte que no llegaba.
El gallo quiso dirigirse al templo mejor presentado que nadie, como
corresponde a todo un señor. Mandó adelante a su compañera,
diciéndole que ya la alcanzaría muy pronto en el camino. ¡Qué cosas no
hizo el gallo para satisfacer su presunción! Estaba entregado en su casa a
una verdadera tarea de maquillaje.
Se vistió de galas para sobresalir entre todos los novios. Se puso sobre la
cabeza una soberbia cresta de color púrpura, se colocó en las alas plumas
largas y tornasoladas y, en las patas, se puso un par de estacas como
adorno y signo de bravura. Vestido así, con singulares ornamentos,
pensaba lucirse en la ceremonia nupcial.
Dedicado a tales preparativos, el gallo no había reparado en el tiempo.
Luego que terminó sus preparativos se puso a correr como un loco en
dirección al templo. Cuando llegó encontró a la gallina que lloraba
angustiosamente. Ya había concluido la ceremonia y todas las demás
aves se habían marchado.
Desde entonces, todas las aves y avecillas, excepto el gallo y la gallina,
viven con sus parejas conocidas. Las palomas, los cisnes, los pavos reales,
los gansos, las gaviotas, las águilas, los pajarillos... andan y vuelan en
compañía de sus consortes. La única excepción a este concierto es el
gallo que llevado por su estéril presunción, se quedó sin pareja conocida.

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