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Plebe con los antoninos , incluido marco aurelio

aunque el emperador de Roma seguía siendo — e, incluso, en grado cada vez mayor— un
autócrata, se atribuía importancia a las opiniones del Senado y, durante el reinado de Adriano,
todavía más al Consejo Privado del emperador — el consilium principis— , que (como la
mayoría de las instituciones romanas) había ido creciendo gradualmente desde la época de
Augusto y cuyos miembros — los amigos del emperador, amici Caesaris— debieron de haber
desempeñado una función importante al influir en las decisiones políticas. Por desgracia, según
se quejó más de un autor antiguo, la política se decidía en secreto desde el final de la república
y son pocos los detalles significativos conservados referentes a los debates en los cuales se
formulaba la políticareal.
El poder del emperador se basaba en última instancia en su control de los ejércitos.
El emperador controlaba también las finanzas del Estado, fueran cuales fuesen las ficciones
legales existentes para afirmar la participación del Senado en ellas. Era la fuente de recompensas,
tanto en forma de títulos como de carácter económico. Legados y procuradores, legionarios y
tropas auxiliares, todos eran pagados por él. (bio, 26, 27)
La jurisprudencia romana alcanzó su apogeo en vida de Marco, y las compilaciones de leyes del
imperio tardío conservan un gran número de decisiones tomadas por él que ilustran su
personalidad e informan sobre las condiciones sociales de la época. (bio, 37)
la primavera o el verano del 144 fue la fecha en que el joven orador griego Elio Aristides
pronunció en Roma su famoso encomio del Imperio Romano que constituye el principal
fundamento en que se basa el veredicto favorable de la historia sobre la época de los Antoninos.
El discurso de Aristides está imbuido de conceptos platónicos y es concienzudamente
literario por estilo y construcción. Aristides fue también deliberadamente adulador y no hizo
ningún intento por ver el lado oscuro del cuadro. No obstante, con todas las salvedades, el
homenaje sigue siendo notable. […] Los cumplidos y los contrastes expuestos a continuación
suenan, sin duda, auténticos: el nuevo clima de libertad y seguridad, en comparación con el temor
inspirado por los espías — una alusión clara a la conversión, por obra de Adriano, de los militares
de intendencia, los frumentarii, en agentes secretos; la delicadeza, bondad y accesibilidad del
emperador; su carácter estable — como emperador siguió siendo la misma persona que había sido
cuando era un ciudadano particular— ; su moralidad y contención personal, a diferencia de
algunos otros emperadores; su firme disciplina con las tropas; su prudencia en relación con la
guerra y su preferencia por la diplomacia, unidas a una firmeza ejemplar cuando era necesario,
como en el caso de los pueblos celtas (referencia a los britanos del norte) y de los que vivían más
allá del Eufrates y el Tigris. Al acercarse al final de su discurso, Aristides volvió a hablar de las
virtudes del emperador, por las que superaba a todos sus predecesores: sensatez, valentía, piedad
y buena suerte. Luego, dirigiéndose a Marco, añadió una plegaria: «Y tú, muchacho, noble entre
los nobles, sigue las pisadas de tu padre».38 (bio, 120-123)
El edicto del pretor acabó por constituir lo esencial del derecho civil. Bajo el reinado de
Adriano se convirtió en perpetuo; […]. Constituyó el final de la actividad legislativa de los
magistrados. De entonces en adelante la iniciativa pertenece sólo a los emperadores cuyos edictos
y rescriptos desempeñaron en la evolución del derecho el papel que en otro tiempo había
pertenecido a los pretores. (cr, 130)
… la convicción profunda en que se encontraban los romanos de que la presencia del pueblo,
por poco activa que fuera, era indispensable para la “creación” del magistrado. La voluntad
del pueblo no es la fuente del imperium; la asamblea no tiene ninguna iniciativa, no puede
votar sino los nombres de los candidatos aceptados por el magistrado que la preside, y, lo
que es más grave, peste tiene derecho de rechazar el resultado de una votación procediendo
a la proclamación (renuntiato) del nombre del elegido, cosa que, con exclusión de cualquier
otra, le confiere la cualidad de magistrado designado (designatus). Pero, de la misma
manera, no es menos necesario que el pueblo se haya pronunciado para que la renuntiato
sea posible. (cr, 136)
No sólo el elemento senatorial y ecuestre vieron cumplidas sus aspiraciones, también las capas
populares fueron atendidas por los Antoninos y más concretamente por Trajano; este emperador
llevó a cabo una obra social a favor de los grupos sociales más pobres. Entre sus actuaciones
concretas destaca el sistema de los alimenta; iniciado tal vez por Nerva, es con Trajano cuando
se desarrolla de manera definitiva. Se concebía como un auténtico sistema de asistencia pública
que afectaba a un gran número de ciudades itálicas. El sistema presentaba dos niveles
diferenciados: uno consistente en una ayuda financiera prestada por el Estado a los propietarios
de tierras, otra parte era una asistencia a niños de familias necesitadas; de esta manera el Estado
distribuía créditos bajos a los propietarios de tierras, quienes a su vez pagaban unos intereses
anuales que repartidos por el Estado revertían en los más indigentes. (soliloquios)
para la burguesía provinciana y el campesinado, es posible que la personalidad del emperador no
importara gran cosa. (bio, 16)
En toda la legislación conservada se observan tres intereses principales. El primero es la cuestión
de la «manumisión» — liberación— de esclavos; el segundo, el nombramiento de tutores de
huérfanos y menores; el tercero, la selección de consejeros (decuriones) encargados de gestionar
los asuntos municipales en las provincias. No es de extrañar que Marco se preocupara en
particular por la liberación de los esclavos; y el especial interés mostrado en el nombramiento de
fiduciarios y tutores se puede explicar en cierta medida por el hecho de que él mismo había
perdido a su padre a una edad temprana. La preocupación por el gobierno local es menos personal:
fue un intento de combatir la creciente apatía que estaba afectando al imperio — los provinciales
adinerados se afanaban cada vez más por evitar desempeñar la función que les correspondía en la
vida local, pues ello les imponía automáticamente una pesada carga económica. (bio, 190)
Otros emperadores constituyeron luego, según su arbitrio, consilia de amigos para que les
ayudasen en diversas tareas, pero con Marco Aurelio la institución cobró carácter permanente.
[…]
El modelo de “petición y respuesta” […] destaca la importancia del acceso personal al
emperador. Su gobierno apenas iba más allá de atender o no las peticiones que llegaban hasta él
y que estuviesen formuladas de modo adecuado, teniendo en cuenta los exigentes requisitos de la
cultura grecolatina. En consecuencia, su incidencia real en la vida cotidiana de sus súbditos tuvo
que ser escasa. (hr, 286)

El artificio apologético de una justicia inmanente al orden cósmico se eleva, con Marco Aurelio,
a dogma estoico, tendiendo un puente entre los desiderata del ideal y las situaciones de la vida
real. Se canoniza, así, no sólo la naturaleza moral de la conciencia autónoma, sino el mundo
real tomado en su totalidad. En esta línea de conservadurismo ideológico, Marco Aurelio llega
más lejos que ninguno de sus antecesores. Tomando pie en la epistemología de Epicteto, pero de
manera más radical, el optimismo beato del emperador-filósofo puede pretender que el
sufrimiento de los otros es, desde un cierto punto de vista, una mera opinión falsa. (idh, 230)
Los estoicos viven el conflicto pero no intentan combatir las nuevas realidades históricas, sino
que tienden hacia la introspección, la salvación personal, y en definitiva la eudaimonia (soli,
1001)
La igualdad de todos en cuanto a su esencia, no hablamos ni de la igualdad social ni tampoco de
la distinción entre el sabio y el insensato, proviene de formar parte y ser una parte de la totalidad.
La comunidad es vista como una entidad superior y el individuo, para lograr su objetivo
individual, se pone al servicio de la comunidad. La armonía perseguida en la sociedad es un
mecanismo de simpatía que se refleja en el microcosmos personal o, dicho en otros términos,
cuanto más se acerca la sociedad a la perfección más cerca estará el individuo de alcanzar su
objetivo. (soli, 1002)
la negación de lo contingente responde, en la línea individualista de los fundadores de la doctrina,
a una negación del conflicto, a una necesidad imperiosa de armonía, armonía identificada con la
naturaleza; de esta manera se establece esta argumentación sobre el comportamiento socialmente
malévolo: actuar contra la naturaleza es entrar en conflicto, dado que la naturaleza posee la
máxima racionalidad; quien provoca el conflicto o es un ignorante o actúa contra natura. Detrás
de este planteamiento subyace la necesidad de mantener un orden social, unas jerarquías sociales.
Marco Aurelio suaviza el mensaje, «hemos nacido para la colaboración, como los pies, las manos,
los párpados… Entrar en conflicto unos con otros es contrario a la naturaleza» (2.1), pero
subyace una incapacidad de entender el conflicto como respuesta a unas realidades sociales; en
Marco Aurelio la contradicción es más fuerte al estar situado en el vértice de la pirámide [89].
(soli, 1003)
2.1 Desde el alba hay que decirse con énfasis a uno mismo: me toparé con el entrometido, con el
desagradecido, con el soberbio, con el taimado, con el malicioso, el insociable. Todos esos rasgos
concurren en ellos por su ignorancia de los bienes y males. Yo, al contrario, tras haber
contemplado la naturaleza del bien y ver que es algo bello, y la del mal y ver que es algo
vergonzoso, y la naturaleza del que yerra y ver que es de mi linaje, no por la misma sangre o
simiente, sino por ser partícipe de la inteligencia [180] y fracción divina [181] […] Hemos nacido
para la colaboración, como los pies, las manos, los párpados, las filas de los dientes de arriba y
abajo. Entrar en conflicto unos con otros es contrario a la naturaleza; conflicto es enfadarse
y darse media vuelta. (1005)
2.9 Hay que recordar siempre lo siguiente: cuál es la naturaleza del todo y cuál es la mía, qué
relación tiene esta mía con aquélla y qué parte es de qué todo, y que nadie te impide realizar las
acciones y decir las palabras concordantes con la naturaleza de la que formas parte
2.14 Aunque vayas a vivir tres mil años o tres mil veces diez mil, sin embargo, recuerda que nadie
deja atrás otra vida que esa que está viviendo y tampoco está viviendo otra que no sea la que deja
atrás. Se iguala por tanto lo más duradero con lo más breve. En efecto, el presente es igual para
todos, como también lo que muere, y lo que dejamos atrás se manifiesta efímero por igual […]
hay que acordarse siempre de estas dos cosas, primera, que desde la eternidad todas las cosas
son iguales en su aspecto, se repiten circularmente y no se diferencian nada, uno verá lo mismo
en cien años que en doscientos o que en un tiempo infinito; segunda, que tanto el que goza de un
tiempo más largo como el que ha de morir rápidamente deja atrás lo mismo, porque sólo es el
presente de lo que va a verse privado, si es eso lo único que tiene y si uno no deja atrás lo que no
tiene.
4.3 … No llamo bienestar a ninguna otra cosa que al buen orden. […] ¿con qué te irritas? ¿Con
la maldad de los hombres? Reconsidera el dictamen de que los animales racionales han surgido
unos por otros [230], que soportarse es parte de la justicia, que los hombres yerran sin querer, que
muchos por sentir enemistad, sospecha, odio, rivalidad han sufrido tormento, se han hecho
cenizas; ceja en tu irritación. ¿Acaso te irritas con el reparto que se ha hecho del total? Renueva
el dilema «O providencia o átomos» [231] y considera en cuántos hechos se demuestra que el
universo es como una ciudad [232] […] toda la tierra es un punto y de ella cuan ínfima es su parte
habitada. Y ahí, ¿cuántos y quiénes son los que te van a alabar? Por tanto, acuérdate del retiro
hacia el jardincillo de tu propio interior y sobre todo no te convulsiones ni te pongas tenso, al
contrario sé libre y mira los asuntos como varón, como hombre, como ciudadano, como mortal.
Que tus recursos más inmediatos sean dos: uno, que los asuntos no afectan tu alma sino que se
quedan fuera sin moverse y que los desasosiegos dependen sólo de tu suposición interior; dos,
que todo cuanto ves, ¡en qué poco tiempo cambiará y dejará de ser!, reflexiona sin pausa a cuántas
transformaciones has asistido. El universo es transformación; la vida suposición [235].
4.31 El arte que aprendiste, ámalo, tómate un respiro en él; pero recorre lo que te reste de vida
tras depositar con toda tu alma en manos de los dioses todo lo tuyo y sin instalarte ni como tirano
de ningún hombre ni como esclavo. [tirano no, amo sí]
4.36 Estudia sin cesar cómo todo nace por cambio y acostúmbrate a pensar que nada desea tanto
la naturaleza del todo como cambiar lo que es y hacer cosas nuevas que son iguales, porque de
alguna forma todo ser es semilla de lo que será a partir de él.
5.5 … no ser tramposo, tener nobleza, aguantar los trabajos, despreciar los placeres, no quejarse
de tu destino, necesitar poco, la buena disposición, la liberalidad, la sencillez, no ser charlatán,
la grandeza.
5.8 … En conjunto existe una sola armonía y al igual que a partir de todos los cuerpos el universo
completa un cuerpo de tales características, así a partir de todas las causas se completa esa causa
que es el destino. […] Confórmate así con todo lo que te acontece, aunque te parezca áspero
en exceso, por conducirte allí, a la salud del universo, al éxito y buena fortuna de Zeus5.16 Tu
reflexión será según sean tus representaciones. En efecto, el alma se empapa de las
representaciones. Por tanto, empápala sin interrupción de representaciones tales como que donde
es posible vivir, allí también se vive bien. Es posible vivir en la corte, pues también en la corte se
vive bien. De la misma forma, la causa por la que cada cosa está constituida es a lo que tiende;
eso a lo que tiende es donde está su fin; donde está su fin, también allí está la conveniencia y el
bien de cada cosa; el bien del animal racional es la participación común. Que hemos nacido para
la participación común hace tiempo que está demostrado. ¿O no se hizo evidente que lo inferior
existe a causa de lo superior y lo superior existe a causa de ambos? Los seres animados son
superiores a los inanimados y los racionales lo son respecto a los inanimados.
5.30 La inteligencia del universo es comunitaria. Así por ejemplo ha hecho lo inferior a causa
de lo superior e hizo concordar lo superior entre sí. Puedes ver cómo subordinó, coordinó,
distribuyó según su valía a cada uno y reunió en concordia mutua a los seres superiores.
6.37 Quien ve las cosas presentes ha visto todas: cuantas nacieron desde toda la eternidad y
cuantas serán hasta el infinito. Todas son de un mismo género y de un mismo aspecto.
6.44 … A cada uno le conviene según su constitución y naturaleza, y mi naturaleza es racional
y social. Mi ciudad y mi patria, como Antonino [325] que soy, es Roma. Como hombre, es el
universo. Por tanto, las que son beneficiosas para esas ciudades, sólo ésas considero que son
buenas
6.54 Lo que no conviene a la colmena tampoco conviene a la abeja.
7.18 ¿Teme alguien el cambio? ¿Qué puede llegar a ser sin cambio? ¿Qué es más querido o
más afín a la naturaleza del todo? ¿Puedes tú mismo bañarte si la leña no cambia? ¿Puedes
alimentarte si lo que comes no cambia? ¿Puede realizarse alguna de las cosas útiles sin cambio?
¿No ves, entonces, que el propio hecho de que tú cambies es algo semejante y necesariamente
semejante a la naturaleza del todo?
10.8 … todo lo racional se les equipare y que la higuera haga lo propio de la higuera, el perro
lo propio del perro, la abeja lo propio de la abeja, el hombre lo propio del hombre.
10.20 Conviene a cada uno lo que la naturaleza del todo le da a cada uno, y conviene en ese
momento en el que ella lo da [434].
10.28 Represéntate que todo el que se entristece o se disgusta sea por lo que sea es igual que el
cochinillo que está siendo sacrificado, que patalea y chilla; que es igual también quien se lamenta
solo sobre su pequeño lecho en silencio por nuestras ataduras; que sólo le ha sido dado al animal
racional acomodarse voluntariamente a los sucesos, porque todos se ven obligados a
acomodarse sin más.
10.33 … recuerda que nada perjudica en su naturaleza al ciudadano que no perjudique a la ciudad,
tampoco perjudica a la ciudad lo que no perjudica a la ley y ninguno de los llamados infortunios
perjudica a la ley. En definitiva, lo que no perjudica a la ley tampoco a la ciudad ni al
ciudadano.
11.30 «Has nacido esclavo: no participas de la razón» [470].
Quería que su Roma se aproximara en la medida de lo posible a su ciudad ideal. Sabía que era
difícil — «No esperes hacer realidad la república de Platón; antes bien, confórmate si progresas
en algún mínimo detalle, y piensa que este resultado no es una insignificancia»— . Pero aquel
hombre, cuyos amigos lo habían familiarizado con las vidas de Trásea y Catón y que era capaz
de «concebir la idea de un Estado basado en la equidad y la libertad de palabra, y de una
monarquía que aprecia sobre todo la libertad del súbdito», tenía aspiraciones susceptibles de
realización. Su esperanza no se cumplió. Pero Marco fue merecedor del veredicto dictado sobre
su reinado por Amiano Marcelino, admirador a su vez de Juliano, quien admiraba a Marco (bio,
320)
En la tercera ideología estoica, inversamente, el conformismo emergía de una intención explícita
de colaborar, de una necesidad social perfectamente concienciada. El momento histórico ya no
era el de las sórdidas rivalidades de los caudillos helenísticos ornados con títulos imposibles, en
un mundo de múltiples patrias y lealtades antagónicas, sino el de la unificación política y jurídica
de la oikouménë. Un Marco Aurelio, por ejemplo, podía aún interpretar de buena fe el
Imperio romano en términos de la kosmopolis, pues el perímetro del Estado coincidía con el
contorno de la humanidad civilizada. (idh, 217)
Pero ya en la plenitud de ese Imperio se manifestaron los primeros síntomas de su ineluctable
ruina. El elemento trágico en los estoicos de la Roma imperial consiste en la inmediata vivencia
de la misión de Roma como providencial y catastrófica, a la vez, como caución de la seguridad y
como desorden moral, como bien común y causa de corrupción. Paradójicamente, se aferraban
más desesperadamente a la pax romana, como dique de la avalancha bárbara y de la
anarquía interior, a medida que la corrupción y el desorden social se agudizaban. Mientras
que los primeros estoicos vivían a la espera del amanecer de un mundo nuevo, los de ahora viven
desencantados la hora de senectud de ese mundo, un mundo que aún tenía por delante muchas
singladuras, porque descansaba en un Estado fuerte cuya agonía se mediría por siglos. (idh, 218)
La nueva actitud ideológica se apoyaría. Por consiguiente, en la convicción de que el orden
social vigente estaba irremediablemente enfermo, en la pérdida de toda ilusión, en la
vivencia de la historia como fuente inagotable de dolor físico y moral; pero, a la vez, en la
creencia de que ese síndrome de dolor y angustia es patrimonio de la existencia humana y
estímulo necesario para el renovado esfuerzo por la perfección moral. Sin la áskesis en los
avatares de la vida, el alma nunca saborearía los goces del reencuentro con su verdad. (idh, 218)
El mundo es una mutación continua; la vida, una imaginación»98, concluye Marco Aurelio,
citando a Demócrito. Estas dos máximas expresan el sentido conservador y estático de la filosofía
social del Imperio. El gusano del tiempo corroe sin cesar la vida, nada hay estable, duradero. Pero
una filosofía que afirma esto, podría parecer que hubiera de concluir en actitudes revolucionarias;
mas se convierte, en rigor, en el más sólido baluarte del conformismo y la más radical negación
de la historia en cuanto cambio y novedad. Es la vivencia de un cambio sin cambio, de un
tiempo inmóvil. Nadie como Marco Aurelio supo darle forma tan elocuente y acabada: «todo,
desde una eternidad, se presenta con un mismo semblante y gira en la misma órbita, de modo que
poco importa contemplar el mismo espectáculo cien o doscientos años, o un tiempo ilimitado» El
destino del alma es siempre el mismo; sólo ella se salva de una fugacidad sin meta, de un retorno
sin fin. «Quien ha visto el presente, lo ha visto todo: todo lo que sucedió desde la eternidad y lo
que sucederá por toda la eternidad; pues todas las cosas tienen la misma naturaleza y la misma
fisonomía» 10 (idh, 231)

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